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MÓNICA ARELLANO
AMANTE DEL BUEN GUSTO
Fotografa: Leslie Gabaldon
La reconocida diseñadora de interiores formará parte de un reality show donde pondrá a prueba sus conocimientos y experiencia profesional. La competencia será transmitida por HGTV y Discovery Familia.
Mónica Arellano tiene razones de sobra para estar feliz: llegará a las pantallas de televisión como participante de Hogar Star. En cada capítulo, conoceremos las fortalezas y debilidades de la venezolana para personalizar un espacio y darle un sello propio.
“Diseñar espacios es contar una historia. Es el arte de traducir una personalidad o un sentimiento en un espacio tangible. No es solo crear un espacio hermoso, sino darle un alma a cada rincón”, explica.
Arellano destaca las personalidades que forman parte del jurado: Adriana Hoyos, Ángel Sánchez y Felipe Viel, nombres importantes de la arquitectura, el diseño y los bienes raíces en Miami.
Nacida en Miami pero criada en Venezuela, obtuvo un título en Relaciones Públicas en la Universidad Internacional de Florida. Tiempo después, se gradúa como diseñadora de interiores en la Universidad de Miami.
“Es una experiencia sin igual y estoy lista para demostrar de qué estoy hecha. Este tipo de experiencias te permiten redescubrirte y crecer”, asegura.
Éxito internacional
Mónica Arellano y su esposo Richard Milstein son fundadores de Rednoir, agencia de diseño de espacios residenciales, corporativos y de eventos a gran escala, cuyo nombre se conoce en Miami, Nueva York, Houston, Londres y Madrid.
Rednoir ha trabajado con reconocidas marcas como Microsoft y Sony Music; prestigiosos festivales como Ultra Music Festival y Coachella; certámenes deportivos como Pegasus World Cup y artistas de la talla de Rolling Stones, Paul McCartney y Bob Dylan.
“La creatividad es nuestra brújula. Observamos composiciones que están predeterminadas por la sociedad y tratamos de darle un giro, un factor sorpresa”, finaliza.
G Instagram:
Mónica Arellano: @plainmonica
Manny Alfonso AYUDAR, EL VERBO FAVORITO DE
Por: Salvatore Laudicina
Para el empresario miamense, su labor altruista en la Liga Contra el Cáncer significa mantener vivo el legado familiar y la oportunidad diaria de agradecerle a la vida por sus bendiciones.
Alberto, hoy me cuesta sonreír. No puedes mostrar felicidad, cuando hay tantas personas sin hogar y sin alimento por la furia del huracán Ian.
En las palabras de Manny Alfonso, podía escucharse el sonido de ese viento feroz que arrasaba con todo a su paso en la costa oeste de Florida. Era inevitable entristecerse, cuestionarse, tratar de ponerse unos minutos en los zapatos del otro y aceptar con cierta impotencia que la raza humana jamás sería superior al poder infinito de la naturaleza.
Alrededor, los presentes trataban de mitigar la tristeza con música de Celia Cruz y y Luis Miguel, chistes y comentarios esperanzadores. Era su manera de agradecer por estar bien, después del susto de la noche anterior.
Alfonso no dejaba de pensar en la manera de ayudar a los damnificados. Mientras Alberto Tamargo alistaba los últimos detalles para iniciar la sesión fotográfica, él hablaba con amigos y conocidos para buscar donaciones.
Manny, como dices tú: deja eso. Eres uno de los hombres más alegres y optimistas que conozco. Si algo admiro en ti es que siempre tienes una sonrisa, aún en los momentos más difíciles- respondió el fotógrafo.
A esa misma hora, las ramas caídas y la inundación vestían las calles de Miami Dade y Broward. Los vestigios del huracán eran inanes en la Ciudad del Sol, en comparación a ciudades como Fort Myers, Sarasota y Tampa. Las fotos y los vídeos de las casas destruidas y la devastación se hicieron virales en cuestión de minutos.
De pronto, las respuestas positivas aterrizaron en el celular del empresario. Ninguno de los mensajes de texto o de voz recibidos, escribió o expresó un no rotundo. Ese era Manny, el hombre que esquivaba imposibles y dificultades con la agilidad de una liebre. Una semana atrás, su espíritu incansable se había probado en la Teletón anual de la Liga Contra el Cáncer, que sí se puede.
Ni el cansancio ni la incertidumbre frente a la posibilidad de alcanzar la meta, después de dos años de una pandemia que paralizó la economía estadounidense, le arrebató la sonrisa de sus ojos. En todo momento, cuando alguien se mostraba pesimista o inseguro de lograrlo, Alfonso repetía una de sus frases insignia: el dinero no duerme. Este año, la cifra lograda fue histórica: 4,2 millones de dólares.
- Ayudar es el verbo favorito de Manny. Su trabajo en la Liga Contra el Cáncer habla por sí solo. No dejará de tocar puertas para ayudar a las víctimas del huracán Ian - dijo uno de los presentes, cercano a Alfonso.
Sin lugar a dudas, Ese era Manny. El hombre que enfrentó con humildad y alegría un inesperado cáncer detectado en etapa temprana, sin quejarse ni cuestionar a la vida por padecer la enfermedad.
Después de atravesar con valentía y esperanza el pasaje más oscuro de su camino personal, no ganaba nada entristeciéndose. Los rugidos de Ian no dejarían de escucharse en la costa oeste de Florida porque él tuviese el corazón afligido.
Entonces la memoria, siempre prudente y oportuna, le recordó las enseñanzas de su abuela. Ella, la matrona, ejemplo de perseverancia perenne. Si estuviese allí, aquella actitud no encontraría asidero ni razón de ser.
El teléfono celular amenazaba con estallarse, producto de los cientos de mensajes que llegaban al mismo tiempo. En menos de veinte minutos, Alfonso recaudó dinero para alimentos y medicinas. Tamargo y la cámara fotográfica, se hicieron uno. La risa retornó a su faena.
Una hora más tarde, inició esta conversación donde primó en todo momento la humildad y la gratitud.
Aquellos inolvidables días
En la sociedad contemporánea, la filantropía se convirtió en una moda. A diario, grandes personalidades ayudaban para aparecer en portadas y titulares, buscar protagonismo en redes sociales y hacerse merecedoras del aplauso y la admiración de los otros.
Para Manny Alfonso, representaba la raíz de su infancia. Infancia donde el servir a otros fue un pilar fundamental de su vida familiar.
Era obligatorio viajar en el tiempo para permitirle que se reencontrara con su Manny niño. También era obligatorio volver a citar a su abuela. Se veía a sí mismo, feliz a más no poder, abrazado a su raíz, acompañándola a los eventos de la Liga Contra el Cáncer.
“Lo traigo en las venas, es algo con lo que se nace. Desde muy pequeño, sentí el deber de solidarizarme con las carencias de los demás. Ella Me inculcó la importancia de mantener viva la tradición de pertenecer a La Liga Contra el Cáncer, con el propósito de ayudar a quienes que no poseen los recursos para enfrentar esta terrible enfermedad. La recuerdo y la extraño siempre”.
Un maestro de vida llamado cáncer
Mientras conversaba, Alfonso no dejaba de escribir y responder mensajes. Mientras sus dedos redactaban a la velocidad de la luz, con una destreza peculiar, una fuerza vigorizante le recorría el cuerpo.
Literalmente, la búsqueda del bienestar para otros era sinónimo de salud. Era consciente de que nadie estaba exento de sentir los súbitos e intempestivos giros del destino. En el pasado, lo que aparentaba ser una visita rutinaria al médico, le permitió descubrir que el cáncer estaba de visita en su cuerpo.
Paradójicamente él, uno de los hombres que luchaba en Miami para costear el tratamiento de personas de escasos recursos, se había convertido en un paciente más.
“Cuando se habla de la enfermedad, lo vemos como algo lejano y ajeno a nosotros. Hasta que te toca”, expresó. Silencio súbito y fugaz. “No me enojé con la vida. Le agradezco a la enfermedad por hacerme más fuerte y afianzar mi compromiso con la Liga Contra el Cáncer. Recaudar fondos para esas personas que no pueden costearse las quimioterapias y demás tratamientos, es uno de mis motores de vida”.
Entonces, como si hubiese leído la intención de una contrapregunta, añadió de inmediato: “Después de superar la enfermedad, ya no agarro lucha por cosas insignificantes. Si el día va mal, mira a tu alrededor y date cuenta de que no eres el único y hay gente que atraviesa por situaciones mucho más complejas”.
En los zapatos del otro
Frente a una enfermedad que tocaba a miles de personas en los Estados Unidos, sin distinción de etnia o nacionalidad, padecerla le permitió a Manny Alfonso beneficiarse de los tratamientos y servicios de la Liga Contra el Cáncer.
En segundo lugar, y menos importante, entendió en carne propia la valentía de quienes no se permitían desfallecer, aunque la enfermedad les gane mil batallas.
“Fue una poderosa experiencia de vida. El convertirme en paciente me permitió reafirmar el gran trabajo que realiza la institución. Ellos me acompañaron desde el primer día. También aprendí a ponerme en los zapatos del otro. Mi respeto y admiración para todos los pacientes que luchan a diario contra esta enfermedad”.
Ego bajo en ínfulas
Con un nombre ganado como filántropo en la Capital del Sol y La Florida, se corría el riesgo de despegar los pies del pavimento. La pregunta, implícita en el comentario, originó una respuesta sin rodeos:
“¡Jamás! Ayudar al prójimo es algo inculcado por mis padres y mis abuelos desde temprana edad. Anhelo que mis hijos continúen el legado. Lo que menos me interesa son las adulaciones y los elogios. Mi única prioridad es dar sin esperar. El bienestar de otros es mi mayor recompensa”.
Enemigo de creerse el centro del mundo, aprovecha para agradecerles a su esposa Denise, y a sus hijos Manuel Alejandro y Milana Sofía, una parte fundamental de su equipo, por su trabajo y apoyos diarios en los proyectos altruistas de la Liga Contra el Cáncer.
“Ellos me llenan de fuerza y motivación para no rendirme cuando las cosas se ponen difíciles. Trabajar en equipo nos fortalece a diario como familia. Me llena de emoción que mis hijos piensen en los demás. Como padre, es una satisfacción indescriptible. No puedo pedir más”.
Dicha completa
Un ligero rayo de sol alumbraba el horizonte. La entrevista llegaba a su fin. Alfonso no dejaba de enviar mensajes de texto. Aunque recibía respuestas satisfactorias, estaba seguro de que podía conseguir muchísimo más para los damnificados por el huracán Ian. Era su manera de agradecerle a la vida por tantas bendiciones. Como CEO de The A Group, empresa de relaciones públicas, vivía su mejor momento profesional: marcas como Publix, Pharmivite, Agave holdings y Target formaban parte de su portafolio de clientes. Como padre y esposo, estaba realizado. Quizá quedaba un sueño por cumplir: la política.
“Me encanta, estuve muy involucrado en ella por muchos años. En lo personal, no me gustaría sacrificar a mi familia. Es una vida muy ajetreada y pagas un precio muy alto”, dijo enfático. La despedida fue cálida. Sus ojos no paraban de sonreír. “Me siento en paz conmigo mismo porque hago el bien sin mirar a quien”, añadió para finalizar.
Un nuevo mensaje de texto. Las donaciones de alimentos y medicinas para la costa oeste de Florida, eran un hecho. Agradeció a Dios y expresó su deseo de un buen tequila ‘on the rocks’ para celebrar.
No había duda: ayudar era el verbo favorito de Manny Alfonso.