Los inmigrantes no son el problema

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“Los inmigrantes no son el problema, sino parte de la solución” SIETE AÑOS MÁS DE MARGEN PARA QUE EL SISTEMA SE ADAPTE AL ENVEJECIMIENTO DEMOGRÁFICO Alicia González

¿Acaso no es como nosotros? (Jaume d'Urgell)

Se ha hablado del efecto llamada, de lo que suponen los inmigrantes y especialmente cuando la crisis acrecienta el temor al desempleo. Hasta ahora nadie había analizado con datos la repercusión del fenómeno migratorio en España, una media de 600.000 personas cada año desde el año 2000, sin fáciles apriorismos o interpretaciones interesadas. Por ello es tan importante el trabajo que un grupo de investigadores de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) ha llevado a cabo para diseccionar cómo afecta la llegada de inmigrantes a nuestra sociedad y especialmente a la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones. De acuerdo con el informe presentado el pasado mes de octubre por Fedea, la “hucha” de las pensiones dispondría, gracias a la inmigración, de siete años más de los hasta ahora previstos para aplicar reformas y adecuarse así al envejecimiento de la población. “Este informe – explica Pablo Vázquez, director ejecutivo de Fedea y director de la Cátedra de Inmigración- nace con la idea de saber el impacto de la inmigración, porque es muy evidente el que tiene sobre la Seguridad Social, muy positivo desde el punto de vista de las cotizaciones, ya que al aumentar el número de afiliados hay más recursos para la caja común y más en un sistema de reparto como el nuestro. Pero también generan derechos como cualquier otro trabajador y lo interesante es saber si a medio plazo esto puede ser beneficioso o perjudicial para la sostenibilidad del sistema”. España, tradicionalmente emisora de emigración, ha ejercido desde hace unos años una gran atracción sobre los inmigrantes que veían en nuestro país una oportunidad para buscarse la vida. El número total de inmigrantes aumentaba sustancialmente desde tan sólo un millón hace ocho años a los 4,7 millones registrados en 2007. Un fenómeno que ha supuesto un benéfico rejuvenecimiento de nuestra población -envejecida por las bajas tasas de natalidad y el aumento de la esperanza de vida-, ya que los brazos que llegaban para contribuir al crecimiento económico en su mayoría, un 86%, eran personas en edad activa -entre 16 y 64 años- frente al 66% correspondiente a la población española. Un respiro de siete años para la hucha Gracias a su incorporación en la pirámide demográfica española se han modificado significativamente “las predicciones de Naciones Unidas que auguraban para 2050 un decrecimiento de la población muy significativo. Si uno lo compara con lo que ha ocurrido, la diferencia es espectacular”, indica el director de Fedea. Aunque según Vázquez “las proyecciones demográficas con cierta frecuencia fallan y por tanto lo más importante es lo que ocurre hoy”. La constatación de ese aporte tan positivo no es otra que el hecho de que su contribución a las cotizaciones permitirá posponer en siete años el previsible déficit del Fondo de Reserva hasta 2032. “Las proyecciones indican que los inmigrantes nos han permitido retrasar el momento en que el sistema pasara a ser menos sostenible por un gap demográfico”. Como expuso el economista italiano Michele Boldrin en la presentación del estudio “sin inmigrantes la proporción entre trabajadores y pensionistas, que es esencial en un sistema como el español, se hubiera deteriorado antes”. Una cuenta atrás para la que nos han regalado unos años extra, pero que de no aplicar las imprescindibles reformas puede llegar corregida y aumentada. “Los inmigrantes no solventan el problema, sólo lo atrasan un poco. Es verdad que tienes más margen de maniobra para solucionarlo, pero también coincidirán con la edad de nuestro baby-boom (de la década de los sesenta), de modo que cuando nos jubilemos entre todos supondremos una carga muy fuerte sobre el sistema. Estos inmigrantes han llegado para meter mucho dinero en la caja común, pero en el futuro se sumarán a esa ola nuestra de pensionistas, haciéndola un poco más grande. Son los cotizantes de hoy, pero agravarán en parte el problema de mañana”, afirma Vázquez.

“Sin inmigrantes, la proporción entre trabajadores y pensionistas, que es esencial en un sistema como el español, se hubiera deteriorado antes”

Las reformas en la agenda prioritaria Esa esperanzadora prórroga de la fecha inicialmente prevista (2025) en que el gasto en pensiones superará a los ingresos no significa por lo tanto que la sostenibilidad esté garantizada sine die, sino que contamos con algo más de tiempo para poner en práctica las reformas. Según Boldrin “las reformas necesarias para dar sostenibilidad al sistema de pensiones son muy sencillas y pasan por trabajar un par de años más y acabar con las prejubilaciones”, por su efecto desequilibrante. Es decir, alargar la edad de jubilación efectiva. Para Pablo Vázquez “esa reforma silenciosa vendría muy bien, porque si consiguiéramos simplemente que se equiparara la edad legal con la real habríamos avanzado una barbaridad en la sostenibilidad del sistema”. Una tendencia a la que también colaboraría la presencia de inmigrantes dado que, contrariamente a lo que se presupone, su nivel educativo es mayor en muchos casos del de los nativos y porque se confirma que la educación influye positivamente en el mantenimiento del Sistema: “A mayor nivel educativo, más tarde se jubila. Aunque la edad legal es de 65 años hay mucha gente que se jubila antes, incluso hasta a los 48, pero vienen muy bien tener en cuenta el nivel educativo en ese sentido, porque es muy bueno para el sistema. Tenemos mucha suerte con los inmigrantes que nos han tocado, porque son relativamente de los más educados que se reciben en Europa, pese a la creencia popular”, afirma Vázquez. Inmigrantes: bien formados, mal pagados El informe de Fedea señala que en 2031, el gasto en pensiones representaría el 9,33% del Producto Interior Bruto (PIB), frente a unos ingresos por cotizaciones de tan sólo un 8,86%. A la hora de elaborar estas proyecciones se han empleado los actuales niveles de cotización de los inmigrantes, en general muy bajos, debido a que perciben salarios más bajos que los trabajadores nacionales. No obstante, según las conclusiones del estudio, si los sueldos de los inmigrantes comienzan a asimilarse a los de los nativos, las contribuciones mejorarán exponencialmente y se retrasará más si cabe el colapso. “Los inmigrantes se acumulan ahora en los niveles más bajos de cotización, aunque también esto es una cosa de tiempo”, reflexiona el director de Fedea. En ese sentido también cuando llegan a España, su tasa de paro es muy alta y transcurridos cinco años es más baja que la del español, por lo que pensamos que aunque ahora se sitúen en niveles salariales bajos, por su nivel educativo, igual o superior al del nativo, por su movilidad, por sus ganas, tienen muchas cualidades para subir bastante rápido en la escala salarial, probablemente más rápido que los nativos, lo que significa que van a ser cada vez menos redistributivos y más aportadores netos”, asegura Vázquez. Y añade: “Sus tasas de empleo sin duda son más elevadas que las de los españoles, porque han venido a trabajar y están dispuestos a hacerlo incluso por debajo de su nivel educativo”.

“Han venido a trabajar y están dispuestos a hacerlo incluso por debajo de su nivel educativo”

El factor del salario también es importante en opinión de Pablo Vázquez, “porque hay una vinculación enorme entre salario, desempleo y nivel educativo. Las personas con salarios más altos y más educadas son las que menos tiempo se pasan en el paro y además, si tienes gente poco educada vas a tener que hacer más esfuerzo para que el sistema sea sostenible”. Una sostenibilidad a la que sin duda los inmigrantes seguirán colaborando, incluso en momentos de crisis, porque “están sobreeducados en España y pese a ello

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ocupando puestos muy por debajo de su nivel educativo lo que se traduce en que a medio plazo tenemos gente muy cualificada que puede aspirar a cosas mucho mejores, algo muy importante para una economía como la nuestra que está en transición. Es muy bueno que personas que trabajan en la construcción en el fondo sean licenciados, porque así los podemos reconvertir en otra cosa”, concluye Vázquez. Quizá esa determinación de salir adelante, sea como sea, obedezca a que, como recuerdan los autores del informe (Michele Boldrin, profesor de la Universidad estadounidense de Sant Louis, José Ignacio Conde-Ruiz, profesor de la Universidad Complutense y Clara Isabel González, investigadora de Fedea), tras esa experiencia de desarraigo siguen estando presentes las mismas estrofas que cantara Juanito Valderrama en su canción de El emigrante: “Cuando salí de mi tierra salí llorando porque lo que más quería atrás lo iba dejando”.

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