Dossier fotográfico realizado por Javier Lara sobre la exposición "anotaciones al margen"

Page 1

Dosier sobre la exposición “anotaciones al margen”

Textos: Juan de Dios García Aguilera Federico Castro Morales Luis Mendoza Pantión Ars Operandi Fotografía: Javier Lara Cardador Serigrafía: Paco Fernandez

de Jacinto Lara



Anotaciones al margen Intervención en espacio acústico con una obra electroacústica, de carácter incidental, que evoluciona de manera lenta y pausada. En el discurso hay alusiones, instantáneas, recuerdos, sonidos reales e imaginados, apuntes, esbozos, figurillas, pensamientos anotados al margen, subproductos tal vez, pero para mí testimonios entrañables de un prolongado y afortunado encuentro entre Jacinto y yo. He encontrado estos retales repasando horas de grabación, revisando decenas de carpetas con folios amarillentos que contienen estructuras antiguas, ideas no realizadas, recordando conversaciones de artistas, viajes, estancias en salas de conciertos y en galerías, también en bares y en fiestas, y he buscado recuperar más que la materia el espíritu que las engendró. Diario de colaboraciones La primera colaboración entre Jacinto Lara y Juan de Dios García Aguilera data de mayo de 1987. Ambos, junto con Juan Zafra, expusieron en el Colegio de Arquitectos de Córdoba un trabajo titulado 2x2=1, en el que el compositor estrenó una obra electrónica titulada Pastoral. Tres años más tarde, en enero de 1990, el mismo trío de artistas inauguraron una exposición titulada Figura y entorno en el recién creado Centro de Información e Iniciativa Juvenil de Córdoba. Dos trabajos de Juan de Dios García Aguilera fueron estrenados en la ocasión: El viaje y Sueño I. Icaro supuso una nueva forma de trabajar entre ambos, logrando una mayor coherencia entre el trabajo sonoro y el plástico. Por primera vez partían de un proyecto común. Para este trabajo el compositor creó una obra titulada Evolo que fue escuchada en la inauguración en videomontaje realizado por Tete Álvarez. Los trabajos se mostraron en la Galería Arte Viana en Córdoba, en abril de 1994. Evolo fue estrenada más tarde como obra independiente en el auditorio del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en junio de ese mismo año. Ocho años más tarde Juan de Dios regaló a Jacinto Lara una obra titulada Retrato de Jacinto Lara, pintor en la que el músico confesaba querer dibujar algunos de los mejores rasgos del artista y del amigo. La obra estuvo destinada a una exposición del pintor denominada Del vacío a la nada que tuvo lugar en la Galería Carmen del Campo en Córdoba, en los meses de mayo y junio de 2002. Posteriormente ha sido programada en numerosas ocasiones dentro y fuera de España, siendo una de las más oídas del autor.


Migraciones es sin duda el proyecto más integrador de cuantos han ideado en común. En él colaboraban ambos artistas con Juanjo Caro y participaba también el equipo de ñ-multimedia. Migraciones trataba, entre otras cosas, de como cambian las ideas cuando migran desde la plástica a la música y viceversa. El trabajo dio como resultado una carpeta en la que se incluyeron obras de los tres artistas y la publicación de su desarrollo en una página web propia. La exposición tuvo lugar en febrero de 2005 en la Galería arte21 en Córdoba y en la Galería Krabbe de Frigiliana en el mismo año.

Juan de Dios García Aguilera. Córdoba mayo 2012.


Jacinto Lara Depredadores fue la última ocasión que tuve para dialogar con la obra de Jacinto Lara. Durante la muestra de aquella serie en los Seminarios Fons Mellaria en 1993 convenimos trabar un texto sobre aquella serie para su exposición en la sala de la Casa de la Cultura de Palma del Río, un espacio en el que habíamos confluido en torno a numerosos proyectos. Han transcurrido casi veinte años, momento para romper el pacto de silencio sellado entonces. En este tiempo la obra, como todo proceso creativo transdisciplinar permanente, ha derivado como el agua de la lluvia, buscando un cauce fuerte entre los terrones resecos. Ha indagado diversos campos de expresión sin abandonar la acción crítica, ha reforzado su compromiso con el sistema del arte y con la cultura; también con otros artistas, en el espacio público o en su taller de puertas siempre entreabiertas. Al mirar atrás y retomar el pulso al devenir de la obra, nos percatamos de que en la serie Depredadores como el cuadro se construía sobre un damero siempre incompleto de lienzos cuadrados. La acción principal acontecía precisamente en el módulo ausente. Las figuras, fragmentadas por dicha ausencia, prolongaban su anatomía de trazo vigoroso en nuestra mirada y ésta, sin dificultad, las dibujaba en la pared. Al enlazar su obra de antaño con la actual reconocemos la constancia de algunos gestos y signos. A pesar de los grandes cambios experimentados en su obra, antes más centrada en la pintura y el grabado, ahora en el objeto; reconocemos una gramática universal. Y ello porque de manera persistente los procesos constructivos de inmediato dan paso a los desmaterializadores, que disuelven el plano, ya sea a través de la línea o con la mancha, en los papeles más fascinantes, en láminas de metal o directamente en el muro. Añadiendo o sustrayendo, mediante ensamblajes de materiales creados por procedimientos industriales o por manos artesanas, arrojando sombras sobre la cal, Jacinto Lara se apropia de la superficie para luego trascenderla y conceder autonomía a la forma. Trazar sombras forma parte del oficio de arquitecto y es cometido del escultor. También arte de la memoria, un ejercicio genealógico –o, si se quiere, arqueológico- en busca los orígenes, de la forma primigenia, para regalar a las sombras alguno de sus volúmenes posibles. En cierto modo era previsible que esta fascinación por la línea y su interacción con el plano desembocara en la escultura. Una escultura esencial, esquemática, leve y a la vez rotunda, ya perceptible en su serie Fuentes. En el logro de esta desmaterialización y depuración de sus armas expresivas, no podemos dejar de remitirnos al haikú. La comprensión de su verdad, como proyecto estético, referencia morfológica y la asimilación de su elocuencia y capacidad de transgresión, tanto en el discurso como en el silencio, han inspirado la andadura de quienes, como Jacinto Lara, a fuerza de transitar las fronteras de lo lleno, acaban adentrándose en los ámbitos de la nada, ese extremo donde se llega a tocar el límite del vacío.


Jesús Alcaide al escribir sobre la Serie A la sombra de la memoria, afirmaba que las atalayas sobre las que mejor podemos asomarnos a la pintura de Jacinto Lara son la lógica de contrarios, los binomios en conflicto (gesto-geometría, figurafondo, pulsión-reflexión, bidimensionalidad-tridimensionalidad, Oriente-Occidente...) Al traspasar el hueco de las puertas entreabiertas apresa la atmósfera con prismas y otros artificios que ensambla en sus piezas para conducirnos al legado legendario de la escultura, a lejanas cosmogonías, al conocimiento del Tao o a la fascinación por caracteres y tipografías. Esas referencias, antaño expresadas a través de la figura, ahora se han emancipado. El objeto ha suplantado al sujeto en su función simbólica y comunicativa. La obra como oposición de contrarios y como invitación al diálogo: comunicar y compartir experiencias, recuerdos, sonidos o sintonías. Esta voluntad llevó a Jacinto Lara a emprender ricas colaboraciones con Juan Zafra y, más recientemente, con creadores que trabajan en nuevas prácticas artísticas, como el arte sonoro de Juan de Dios García Aguilera o la videocreación de Tete Álvarez. El fruto de estas experiencias ha de valorarse en términos de interacción. Ángel Luis Pérez Villén así lo destacó con motivo de la presentación de la serie Ícaro en el Palacio de Viana de Córdoba, en 1994: “no se trata del acompañamiento musical y del documento videográfico que testimonia la existencia de una obra, sino de creaciones paralelas que en un determinado momento convergen…” Como en un cuaderno de mareas, la obra avanza, se entrelaza y traza una singladura marcada por ciclos sucesivos, diferentes series, constantes en sus afectos, que declara en sus cartas a Hisae Yanase, a Juan Zafra… náufragos como él en un océano dorado mecido por el viento donde no sobrevuelan las aves porque los hombres no quisieron que hubieran árboles donde posarse, ramas para anidar, ni escaleras para ascender al cénit, o desde donde precipitarse al nadir. Por ello Jacinto Lara con vidrio y metal construye escaleras abiertas, escaleras puertas… que conducen a ningún lugar. Se trata de gestos de artista que permiten tomar consciencia del universo en el mar perdido de una campiña poblada de desengaños donde no se ha de mirar atrás porque si lo haces, no verás lo que viene delante de tus pasos. En este tránsito por el mar de trigo, el encuentro entre la palabra y la imagen, entre la frase y el objeto, nos confirma una dimensión semántica que contribuye a diluir las fronteras entre el artista y el espectador, en una obra contenedora de textos, grafismos y alfabetos que germinan en las páginas entreabiertas del libro de la vida. Federico Castro Morales.


Diario Córdoba / Miercoles, 4 de julio de 2012 Opinión / Tribuna libre

Jacinto Lara, en un marco especial Luis Mendoza Pantión Profesor y escritor.

En la Sala Orive coinciden las sorpresas y se encuentran los tiempos por la provocación consciente del artista. Provocación en la búsqueda, en la posible solución o encuentro de Jacinto Lara consigo mismo, en el enfrentamiento de la verdad palpable de materiales y sentidos con la duda que provoca el eterno vacío de cada pecho.

Un contraste de tiempos, como digo: el evidente o la verdad de aquel trozo de templo como marco, que te derrumba el ánimo con la rara belleza de sus paredes llenas de cicatrices o inclemencias, y el otro tiempo, el tiempo del propio Jacinto, del artesano, que transcurre en el camino de su vida, que flota y se retuerce con los encontrados placeres y las difíciles escaladas, sin conseguir, para no perder la creatividad de la búsqueda, la consciente condición de ignorante. Como la misma vida, todo es duda y generación incesante en la obra de este hombre, que cuando se distrae o cuando te respeta, llega a reírse como un chiquillo porque te considera igual y para que no te sientas incómodo. Una nave se estrella en la máquina de los marcianos y nosotros, observadores, como esos muñecos de la Tierra, subimos o bajamos. Una vitalidad y un movimiento: todo menos quedarse quietos para perder, quizás, lo poco que tenemos de dioses. La flecha, horizontal a su destino, que tampoco conoce pero está sometida al ojo y la fortaleza del arquero. Sin alma y animada, hacia una trascendencia o una muerte con su diana; hacia todos aquellos corazones o lugares que se te antojan porque Jacinto te los regala. Más esculturas inestables y en cuatro dimensiones, como salamanquesas geométricas pululan las paredes. Sí, en cuatro dimensiones, porque no tenemos derecho al sueño de dormirnos. Sí, cuatro, la cuarta, la nueva, por, quizá, no pensada, escapa del soplete de luz, de ese sol que se mueve lejos y se derrama inquieto por los agujeros del viejo templo. La dimensión de lo infinito, de lo no hallado, de la verdad de un Universo y la casa de un Dios que nos mantiene en una expectación rebelde, tal vez absurda, porque no todos exprimimos los cerebros de otros con los miedos para que se nos llene el plato de comida.


Agradecidos, eso sí, como el artista, con el artista, por permanecer en la búsqueda y soportar, distraídos, el dolor de tantos silencios. El cénit y el nadir, como únicos caminos al cielo, también por la derecha y por la izquierda, ya que no tiene puntos de referencia especiales la mayor espera o continente del firmamento. El arte es un intento y Jacinto lo intenta honradamente y con maestría, con el dominio del artesano y las posibilidades que encuentra y que anima, en la nobleza del plomo, el cristal o el cobre. Estaba estropeado el sonido previsto, la música, como pude comprobar, en aquella zona especial para acompañar durante la caminata a cualquier parte. Era una composición, por lo que alguien me explicaba, pensada, buscada, para obras conjuntas, por su viejo amigo Juan de Dios García Aguilera. Referencias o recuerdos, ilusiones, apuntes; noches en vela, jóvenes o locas, con copas, humos…e inútiles y fértiles sueños. Dos amigos de siempre, sudor y pensamiento, imagen y sonido, para agrandar aún más lo inacabado, para que nunca muera la esperanza con ese pequeño destello que supone la inspiración para la búsqueda. El placer, al fin, porque en un instante y por un instante, llegamos. Lo sentimos. Seguro que lo siente Jacinto Lara, nuestro artista. Un solo instante de reposo, después de la indagación y el esfuerzo. Ese instante que puede salvarnos.


El otro lado de Jacinto Lara, esculturas en la sala Orive Redacción/ Ars Operandi. El artista Jacinto Lara reúne por primera vez sus trabajos escultóricos realizados en los últimos años en una exposición que cuenta como escenario la sala capitular de Orive. Anotaciones al margen es un conjunto de veintitrés piezas en plomo, hierro, papel, madera y vidrio, materiales habituales en la obra tridimensional del artista de Fernán Núñez. Aunque el grueso de su producción más conocida es la pictórica, Jacinto Lara siempre ha abonado, como un terreno expandido, el campo de la escultura. Recordemos aquí los cubos en acero cortem para Islam y Arte Contemporáneo, las Fuentes o las obras que conformaban El Gran Juego y que se pudieron ver en el Colegio de Arquitectos de nuestra ciudad. Pero es a partir del año 2000 cuando Jacinto Lara empieza a compaginar ambas disciplinas de manera habitual en su quehacer artístico. Exposiciones como las celebradas en la galería Cavecanem de Sevilla, en Espalter de Madrid o en la Fundación Vázquez Díaz dan cuenta de este “desbordamiento de la ilusoriedad tridimensional del cuadro hacia ese otro lado nunca nombrado” del que hablaba Jesús Alcaide. De esta época son sus célebres Haikus, una serie en la que conviven como afirma Pérez Villén “la sutileza del imaginario poético oriental, la memoria culta de la tradición mediterránea, la celebración del tótem como habitáculo del iniciado y la comunión de los materiales empleados : plomo, vidrio, pigmento, agua, fuego, aceite”. De la misma época son los Koans, esculturas hierro, figuras geométricas, vinculadas para Oscar Fernández “con las formas imposibles realizadas por Escher y a las que el artista ha recurrido a lo largo de su trayectoria reciente, incorporándolas en pinturas como Tribar (1996), adquieren en las esculturas de pared que ahora presenta un protagonismo exclusivo. En ellas el espectro referencial que se pone en juego se implementa, además, con una deriva hacia posturas cercanas al post-minimal que convergen en el poso común de la filosofía Zen”. En Anotaciones al margen también podemos encontrar O.L.I.V.O., los cinco módulos de madera de olivo que formaron parte de Estética del Olivar, la exposición itinerante que comisarió en 2005 Michel Hubert Lépicouché. Junto a esta revisión de los últimos diez años, Jacinto Lara presenta trabajos recientes como las escaleras que van hacia ninguna parte o los diálogos escultóricos que mantiene con los artistas Juan Zafra e Hisae Yanase en Carta a Juan Zafra y Carta a Hisae Yanase. El trabajo con el papel hecho a mano, muy habitual en las obras recientes de Jacinto Lara, adquiere cuerpo en piezas como Del cenit al nadir o el libro que germina, AZ. Al enlazar la obra anterior con la actual es posible reconocer para Federico Castro, autor del texto que acompaña la carpeta serigrafiada que se ha editado con ocasión de la muestra, “la constancia de algunos gestos y signos. A pesar de los grandes cambios experimentados en su obra, antes más centrada en la pintura y el grabado, ahora en el objeto reconocemos una gramática universal. Y ello porque de manera persistente los procesos constructivos de inmediato dan paso a los desmaterializadores, que disuelven el plano, ya sea a través de la línea o con la mancha, en los papeles más fascinantes,


en láminas de metal o directamente en el muro. Añadiendo o sustrayendo, mediante ensamblajes de materiales creados por procedimientos industriales o por manos artesanas, arrojando sombras sobre la cal, Jacinto Lara se apropia de la superficie para luego trascenderla y conceder autonomía a la forma. Trazar sombras forma parte del oficio de arquitecto y es cometido del escultor. También arte de la memoria, un ejercicio genealógico –o, si se quiere, arqueológico– en busca los orígenes, de la forma primigenia, para regalar a las sombras alguno de sus volúmenes posibles. Para el comisario de arte y profesor de Historia del Arte, “como en un cuaderno de mareas, la obra avanza, se entrelaza y traza una singladura marcada por ciclos sucesivos, diferentes series, constantes en sus afectos, que declara en sus cartas a Hisae Yanase, a Juan Zafra... náufragos como él en un océano dorado mecido por el viento donde no sobrevuelan las aves porque los hombres no quisieron que hubieran árboles donde posarse, ramas para anidar, ni escaleras para ascender al cénit, o desde donde precipitarse al nadir. por ello Jacinto Lara con vidrio y metal construye escaleras abiertas, escaleras puertas..., que conducen a ningún lugar. Se trata de gestos de artista que permiten tomar consciencia del universo en el mar perdido de una campiña poblada de desengaños donde no se ha de mirar atrás porque si lo haces, no verás lo que viene delante de tus pasos”. En este tránsito por el mar de trigo, continúa “el encuentro entre la palabra y la imagen, entre la frase y el objeto, nos confirma una dimensión semántica que contribuye a diluir las fronteras entre el artista y el espectador, en una obra contenedora de textos, grafismos y alfabetos que germinan en las páginas entreabiertas del libro de la vida”. Como ya resulta casi habitual en muchas de sus exposiciones individuales, Jacinto Lara ha contado con colaboración del músico Juan de Dios García Aguilera, quien ha realizado para la ocasión una obra electroacústica que pone el contrapunto sonoro a las obras dispuestas en la sala capitular. Para García Aguilera se trata de una intervención en el espacio acústico “de carácter incidental, que evoluciona de manera lenta y pausada”. En su discurso, afirma, “hay alusiones, instantáneas, recuerdos, sonidos reales e imaginados, apuntes, esbozos, figurillas, pensamientos anotados al margen, subproductos tal vez, pero para mí testimonios entrañables de un prolongado y afortunado encuentro entre Jacinto y yo”. Juan de Dios García Aguilera ha llevado a cabo un trabajo de revisión de estos “retales” que le ha llevado a repasar horas de grabación, volviendo a retomar “decenas de carpetas con folios amarillentos que contienen estructuras antiguas, ideas no realizadas, recordando conversaciones de artistas, viajes, estancias en salas de conciertos y en galerías, también en bares y en fiestas, buscando recuperar más que la materia el espíritu que las engendró”. Jacinto Lara y García Aguilera presentan con esta su sexta colaboración artística tras 2x2=1 (1987), Figura y entorno (1990), Ícaro (1994, junto a Tete Álvarez), Del vacío a la nada (2002) y Migraciones (2005, junto a Juanjo Caro), para las que García Aguilera compuso las obras Pastoral, El viaje y Sueño I, Evolo, Retrato de Jacinto Lara, pintor y Migraciones, respectivamente. Jacinto Lara Anotaciones al margen Con la colaboración de Juan de Dios García Aguilera Sala Orive, Córdoba Junio, 2012






































































































































Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.