HISTORIAS DE TERROR I “El árbol”
NOTA: El presente libro está conformado por los concursantes del primer certamen de cuentos de terror de EL CLUB DE LOS LIBROS PERDIDOS, se permite su difusión gratuita y libre, según lo acordado en las bases del concurso. Está prohibido el uso comercial o la venta de todos o cualquiera de los cuentos participantes.
1. “El árbol”
(Cuento ganador del concurso) Mauro Alfredo Insaurralde Micelli En medio del bosque hay un árbol muy particular. No se parece a ningún otro que hayas visto nunca, aunque su tronco es de madera y tiene raíces y ramas y hojas. Es extraño porque a diferencia de otros árboles no está confinado a ese solo lugar. Se mueve a través del pensamiento y si cierras los ojos, seguro que ahí estará. Se llama exactamente como lo primero que pensaste al oír de él. Su tamaño es el mismo que tú te has imaginado y el color de sus hojas es, precisamente, tu color favorito. A pesar de su apariencia juvenil, el árbol tiene más años que la Tierra misma, aunque rejuvenece cada vez que alguien lo ve. En el medio de su tronco tiene un rostro que, por casualidad, es igual al de la persona que te resulta más repugnante. Su ojo derecho es del mismo color que el tuyo y el izquierdo es un espejo. Tiene muchas ramas y cada vez que alguien lee este cuento, le crece una nueva. Sobre la frente de su rostro está grabado el nombre de la persona que más aprecias y en el nido que está sobre la rama más larga, habita un pajarillo color sueño llamado Mirko, que repite una y otra vez lo que estás pensando ahora. Las raíces del árbol llegan hasta los corazones de tus amigos y se alimentan de sus acciones, así que si ves a tus amigos cansados, ya sabes a quien culpar. Bajo la raíz principal vive una serpiente cuyo nombre no se menciona y que se cría cada vez que estás triste. Si la serpiente crece lo suficiente, el árbol muere y con él los corazones de tus amigos. Por eso no es bueno sufrir demasiado. Del costado de una de sus ramas sale una mano en cuya palma parpadea un ojo. Con esa mano sostiene el Destino y con ese ojo observa al Mundo. En la parte de atrás tiene escrito el secreto del Universo, aunque nadie nunca ha podido determinar cuál es la parte de atrás de un árbol. Sobre la copa vive un mono llamado Fobia que se ríe de ti cada vez que algo te asusta. La única forma de ahuyentar al mono es venciendo todos tus temores. Lo cierto es que el mono nunca se va realmente. Si todo esto no te ha convencido de que éste es un árbol extraño, tal vez escuchar su “otra” manera de alimentarse te sirva de algo. Una vez que alguien ha visto a este árbol o escuchado hablar sobre él o tan solo leído un cuento sobre su existencia, queda atado a su vida. Muchos sabios han dicho en tiempos remotos que si este árbol no existiera, los humanos seríamos, en esencia, inmortales. En definitiva, una vez que el árbol ha entrado en tu ser, se alimenta de tu energía vital, secándote lentamente, todos los días un poquitito más. Eventualmente te mueres y tu cuerpo se convierte en abono para nuevos retoños del árbol. Pero no tienes nada de qué preocuparte, ya que si nunca has oído hablar de este árbol, de aquel que habita en el medio del bosque, entonces no tienes absolutamente ninguna razón para temerle.
2. “Uno, dos, tres” Sabrina Barrado-frea
Era capaz de oler su miedo. Apenas un ovillo bajo las sabanas. Un pequeño y tembloroso ovillo espiando en dirección a la ventana. El terror pintado en sus ojos, buscando frenéticos en todas direcciones, intentando captar alguna imagen. Siempre había temido a la oscuridad, por ello dejaba entreabierta la persiana de su habitación para que se colara la luz de la farola. Pero aquella noche, era la tormenta quien iluminaba a su antojo. Solo un par de segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…. La luz. Dibujando los contornos en intermitencias espectrales, antes de sumirlo todo nuevamente en la asfixiante oscuridad. Densa, casi palpable…y otra vez aquella voz. La voz que le despertó en sueños. Apenas un murmullo, un susurro, que poco a poco elevaba el tono hasta mezclarse con el trueno. Naciendo de la nada, hasta convertirse en una explosión continuada, haciendo temblar los cristales, elevando su ritmo cardíaco hasta alejarse, perdiéndose en la noche. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. La luz. Una sombra se mueve lentamente en un rincón. Arrastrando los pies, balanceándose, haciendo crujir sus ásperos ropajes. Siente como cada músculo se tensa petrificándola en su postura de ovillo. Su corazón palpitando en la yema de los dedos, en las sienes, en sus labios. Puede oír cómo se mueve, el roce de sus pies en la moqueta, el murmullo que escapa como suplicante hasta convertirse en lamento, en urgencia, en grito. Uno, dos, tres, cuatro…. La luz. Descubre la silueta que se cierne amenazante a su lado. No puede ver su rostro. Sus manos huesudas se estiran dolorosamente para alcanzarla y en la oscuridad pronuncia su nombre. Apenas un murmullo, un susurro, hilando cada silaba como si su garganta se ahogara en sangre. El peso de un cuerpo subiendo a la cama. Una mano junto a su cabeza, la otra rozando su espalda. Puede sentir el aliento a través de la sabana, putrefacto, frió. Uno, dos, tres…La luz. Un rostro a dos centímetros del suyo. Los ojos ciegos, lechosos. Unas pocas hebras de fino y largo cabello adheridas a su cráneo. La carne corrompida, el hedor que se desprende de su boca. Una hilera de pútridos y puntiagudos dientes, sus labios agrietados murmuran su nombre, apenas un susurro… En la oscuridad una pegajosa lengua se desliza por su mejilla, saboreándola, dibujando la línea hasta su oreja, allí se detiene, sisea su nombre y ríe. Uno…cuenta el espectro, dos. La luz. Una sonrisa macabra, un destello de fuego en sus ojos, un silencio de muerte. Tres….dice, antes de abrir sus fauces para devorarla.
3. “Mujer macabra” Miriam Juarez Los espejos ocultan algo muy siniestro. Y si nunca lo sintieron así, pues vean lo que me sucedió. Escuche un grito, un grito escalofriante, estaba asustada y por alguna razón no podía abrir los ojos, me encontraba tendida en una cama y me costó levantarme, sentía las piernas inmóviles, respiraba con dificultad hasta que una vez más un grito que hizo ensordecer mis oídos, solo quería huir de ahí, al llegar a la puerta sentí
una presencia extraña detrás de mí que me respiraba en la nuca y un olor a sangre putrefacta invadió el cuarto, abrí la puerta el miedo me estaba paralizando no quería voltear la mirada no deseaba ver quién o qué me perseguía llegue a un pasillo parecía el de un hospital y el grito me perseguía por todos lados entre en pánico apenas sentía fuerzas para escapar, una luz y unos ruidos que provenían de otra habitación llamo mi atención, sentí alivio hasta que abrí la puerta y un resplandor luminoso cegó mi vista por un momento, cuando logre ver bien había una mujer a la que apenas se veía el rostro, solo sus ojos, como dos agujeros negros que parecían no tener fin, era una mirada penetrante que me estaba observando y su boca que escurría sangre, órganos y piel me sonreía diabólicamente mientras desgarraba y destrozaba a un hombre con sus dientes, quise dar la vuelta para encontrar una puerta que me lleve a la calle pero esa misma criatura se abalanzo sobre mí, la empuje y corrí lo más rápido que pude y aparecí nuevamente en aquella habitación donde me vi recostada entonces me di cuenta que yo solo era un espíritu que debía hacerme reaccionar porque esa cosa iría a devorar mi cuerpo, frente a la cama había un espejo tome fuerzas para romperlo y que el ruido lograra despertarme pero no lo conseguí, traspase el vidrio, quedé atrapada dentro de él mientras la mujer macabra se aproximaba y me observaba curiosamente desde el otro lado, sonríe y llora lágrimas negras creo que todo esto es el mismo infierno, de este otro lado comencé a sentirme a salvo ya no quiero escapar de esta oscuridad y silencio de muerte aunque mi cuerpo sucumbe en una cama no deseo contemplarlo, ya no estoy asustada solo observo el demonio con sus manos ensangrentadas que comienza a arañar el espejo como si eso le permitiese en algún momento ingresar por mí. Por eso si te estás cepillando tus dientes por la noche frente a un espejo y de repente ves unas manchas de huellas digitales si las limpias pero no puedes quitarlas y permanecen asegúrate que no sean marcas del otro lado del vidrio porque el demonio ya vino por mí y estoy tratando de salir por el cristal de algún espejo para invadir tu alma. Que tengas buenas noches.
4. “El tormento nunca termina” Julio David Alonso
Para cuando lean esto, ya estaré muerto. Tal vez nadie crea esta historia, pero necesito desahogar mi espantoso tormento. Mi hora se acerca, sólo me queda tiempo para contarles este extraño y aterrador suceso que me ha perturbado tanto. Mis noches se habían convertido en una verdadera tortura. Ya no soportaba más esa tediosa e irritante música del vecino, quien además, era el dueño de la casa en la que yo vivía, me la arrendo hace unos meses, cuando decidí salir de la casa de mis padres, y vivir solo. Ahí, en la casa, disfrutaba tanto mis ratos de solemne soledad, durante el día. Amaba despertar en las mañanas y estar en la terraza, viendo el amanecer de un nuevo día, escuchando mi música favorita y bebiendo un pocillo de
café. Pero, como les cuento, ¡ya no aguantaba más! Estaba tan perturbado… No se imaginan cuanto aborrecía al maldito viejo, tanto así, que… -quisiera que se muriera ese maldito viejo – murmuré. Y… ahí fue donde se me vino a la cabeza esa retorcida idea de querer matar al viejo. Es un viejo extraño, se la pasa encerrado en su casa haciendo quien sabe que cosas… además no tiene familia, y todos en el barrio lo aborrecemos, ¡sobre todo yo! Si… lo mataré. Nadie lo va a extrañar… ¡si, lo haré!, pensé. Pase toda la noche pensando en cómo matar al viejo. Luego… se me ocurrió una torturadora y osada manera de matarlo. (Confieso que sentí una refrescante alegría, al pensar que por fin me iba a deshacer del viejo). Amanecí una vez más trasnochado y perturbado… pero con una clara idea, que a partir de ese momento no dejaba de rondarme la cabeza. Entonces... aliste una soga y le hice un nudo de horca. Ya sólo faltaba que llegara el inminente momento, que sería esa noche, que el viejo viniera a cobrarme la renta. Ya sólo faltaban minutos… mientras yo acariciaba la soga que tenía lista para el viejo. Sonó la puerta, tiene que ser el viejo, pensé. Abrí la puerta, y si… era el maldito viejo. Lo recibí amablemente y le pedí que por favor tomara asiento. Le ofrecí un trago, - ya vengo… voy por el dinero para pagarle –le dije. Como se imaginaran, en realidad fui por la soga, la tenía escondida en la cocina, y entonces… la tomé, maldito viejo… tantas veces, le pedí respetuosamente que le bajara el volumen a su música, pero este hacia caso omiso. Si… esto ya es definitivo. ¡Su hora ha llegado!, pensé. Volteé a mirarlo, muy nerviosamente. Con la soga atrás, entre mis manos, me acerque a él con pasos sordos, hasta que llegue a la distancia perfecta… y sin más, rápidamente le puse la soga y comencé a ahorcarlo… yo apretaba cada vez más y más fuerte, mientras el agonizante rostro del viejo se desvanecía... Su agonía por fin cesó, con mi pie lo sacudí, y me aseguré que estuviera bien muerto. –Maldito viejo, ya no me fastidiaras más –dije sonriendo. Me senté al lado del viejo ya muerto, cada vez que lo veía, me aterraba más lo que había hecho. -¿Ahora qué haré con el cadáver? No hay un lugar cerca para enterrarlo o botarlo… y si llego a salir, algún vecino se daría cuenta, ¡maldita sea! –pensé en voz alta. Desesperado y cada vez más y más aterrado de ver el cadáver del maldito viejo… con vehemencia, decidí descuartizarlo, y así lo hice. Corte su cabeza, brazos y piernas. Cuando lo estaba desnudando para cometer el macabro acto, encontré amarrado en su cuello un extraño símbolo metálico, algo como satánico. No le preste mucha atención, después de todo, era un viejo muy extraño. Empacado en una bolsa de basura, lo guarde en el baño del primer piso, ya que este permanecía cerrado con llave, era realmente asqueroso ese baño, era el lugar ideal para guardarlo, mientras pensaba en la manera de deshacerme del cadáver… No me pude abstener más, y entonces, salí a la tienda por cigarrillos, nunca antes había estado tan nervioso. Luego llegue, y puse música para relajarme. Fumando y con el extraño símbolo del viejo en mis manos, me preguntaba: ¿Qué demonios es esto? Ahora todo será más fácil, sólo tengo que deshacerme del cadáver, pensé. Y ya más tranquilo, me fui a dormir… Estando en mi cama, sentí una escalofriante presencia, abrí los ojos muy lentamente… y ahí estaba, ¡era el maldito viejo! Tenía un rostro adusto. Yo me quedé estupefacto, y el horripilante viejo comenzó a sonreír como un demonio. Iba a gritar… y justo en ese momento, desperté gritando de una pesadilla. El sueño se me había quitado, así que fui al baño a echarme agua, abrí el lavamanos, baje mi cabeza para echarme agua en la cara, y, cuando la volví a subir… miré en el reflejo del espejo al viejo. Volteé a mirar… ¡y era él! El maldito viejo, tenía en sus manos el serrucho con el que lo había
descuartizado. Era como si se hubiera levantado de sus propios restos, como si hubiera resucitado para vengarse de mí… Tenían que haberlo visto ustedes mismos, para saber el horror que sentí en ese momento. Comenzó a acercarse lentamente, con su sonrisa macabra, y yo, horrorizado, como nunca antes lo había estado, salí a correr, baje rápidamente las escaleras… y de repente, golpearon la puerta. Antes de ver quién era, trate de tranquilizarme, y entonces, abrí la puerta, y eran dos agentes de policía. –Buenas noches señor, estamos aquí porque los vecinos nos informaron que escucharon alaridos y ruidos extraños –dijeron los policías. –Lo que pasa es que tuve una horrible pesadilla –respondí. Era obvio que venían a inspeccionar la casa, así que los hice pasar… Escrutaron cada rincón de la casa, hasta que… vieron la puerta del baño, donde había guardado el cadáver. -¿Hay algún inconveniente si nos presta la llave de esta puerta? –No, claro que no. Comencé a ponerme tenso, fui por la llave, y también tomé un revólver que tenía muy bien escondido. Tenía que matarlos o me descubrirían, y me arrestarían por haber cometido un homicidio tan sádico, pensé. Les di la llave, a medida que la llave entraba en el cerrojo, yo iba cogiendo el revólver, alistándome para matarlos. Finalmente abrieron la puerta… Yo estaba que me moría de los nervios, y para mi sorpresa… el cadáver ya no estaba, y entonces, solté el arma, quedando anonadado… -¿por qué esa cara señor? –preguntaron al notar mi reacción. -No, sólo que estoy impresionado de ver lo deteriorado que esta ese baño, como siempre permanece cerrado- respondí. –Sí, la verdad está hecho un asco. Uno de los agentes entro y encontró el extraño símbolo del viejo. Lo observo, y me pregunto qué era eso. Yo le dije que me lo había regalado un amigo. Los agentes ya se iban a ir… pero, antes me preguntaron por el dueño de la casa: el viejo. Ellos habían golpeado en su casa, pero nadie les abrió. Así que yo les dije que él había salido de viaje. Al no quedar muy convencidos del todo, me citaron al otro día para interrogarme. En tono de advertencia me dijeron que tenía que estar allá a las 3 pm o ellos vendrían por mí. -¡Es en serio! –me aclararon. Finalmente los agentes se fueron. Siendo las 3 am, yo me quedé pensando en lo que había sucedido, y en lo que iba a suceder. -¿Habrá sido una aparición o una aterradora alucinación lo que vi? No podía creer que el cadáver había desaparecido, y mucho menos que se me había presentado en el baño. Todavía nervioso, subí al segundo piso, donde el viejo se me presento. Entre al baño, prendí la luz, y dispuesto a enfrentar el miedo, corrí la cortina. No había nada, por ninguna parte. De repente, la luz comenzó a titilar… hasta que se apagó. Muy asustado, en la inmensa oscuridad, busque el switch de la luz para volverla a prender. Cuando la prendí… Vi que apareció en el espejo un mensaje escrito con sangre que decía: ''No me puedes matar. Dices la verdad o vendré por ti y te mataré'' Era algo realmente espantoso. Desesperado y mucho más aterrado, comencé a considerar las opciones que tenía. –Si llego a decir la verdad, me meterán a la cárcel, quien sabe cuántos años... – y si no… el maldito viejo me seguirá atormentando, hasta matarme. Finalmente tomé una decisión. Pero antes de llevarla a cabo, necesitaba desahogarme. Siendo las 3: 30 pm, yo sigo aquí escribiendo, desahogando este maldito infierno que he vivido las últimas horas de mi vida. Están golpeando la puerta, ¡maldita sea! Deben ser esos
agentes de policía que han venido por mí… El tiempo se ha acabado, y si… mi hora ha llegado. Este fue el escrito que dejo un joven antes de suicidarse con un disparo en la cabeza. Joven quien asesino tan sádicamente al dueño de la casa en la que él vivía. Al parecer el joven padecía trastornos mentales. Encima del escrito dejo un extraño símbolo, que era del dueño de la casa. Del dueño de la casa no se encontró ni un rastro, quien según los vecinos, era un viejo extraño, quien además, tenía un extraño pacto con el diablo. Los vecinos han dicho que en las noches el viejo se asoma a la ventana, todo lleno de sangre con un serrucho en las manos. Unos jóvenes que se atrevieron a entrar a la casa, aparecieron descuartizados.
5. “El rostro macabro” Edgar Poe Escritor
"Desde antes de su nacimiento, eran esperados con muchas ansias por su madre y soñaba con el día que naciera su primer hijo, al que había prometido dedicarle todo el tiempo del mundo y ser la mejor madre. Cuando ese día llegaba, el padre se apuraba a conseguir un doctor o una partera, ya que viviendo afuera de la ciudad era más difícil tener asistencia médica.En el camino pues se encontró con un carruaje que de casualidad llegaba al pueblo, en el año de 1950 era común todavía que la gente viajara de esa forma, el conductor al ver la prisa de aquel hombre le preguntó cuál era la prisa: "Es mi mujer que dará a la luz, en estos momentos me dirijo a buscar un Doctor al otro pueblo". -Pues aquí llevo al Dr. Cartwright quién va de paso solamente pero pregunte si le puede ayudar. Detuvo la marcha y el hombre con prisa le preguntó: -Disculpe Doctor, ¿Será posible que nos pueda ayudar? Mi mujer está muy mal, está por dar a luz. -Pues voy de paso solamente, pero con gusto la puedo ver. -Se lo voy a agradecer mucho, le pagaré, se lo aseguro. El carruaje continuó la marcha hasta llegar a la casa del hombre quién vivía con algunas comodidades en el pueblo, siendo dueño de una pequeña fábrica de zapatos. Al llegar a la casa, dejó su abrigo y su sombrero a la entrada y fue guiado hacia la habitación donde se podían escuchar los gritos de dolor de la pobre mujer. El Dr. Cartwright llevaba siempre un pequeño maletín por alguna emergencia, lo puso junto a la mesa que estaba a la par de la cama, examinó a la mujer, tenía una fiebre muy alta, se le acercó a él y le dijo que su mujer estaba muy mal pero que haría todo lo que pudiera. Se escuchó el grito de la mujer y luego el llanto de un niño... el hombre se alegró mucho pero en eso el Dr. le dijo que lo sostuviera luego de envolverlo en una toalla, la
mujer se había desmayado por todo el trabajo y el esfuerzo que había hecho, pero cuando el doctor la revisó, se dio cuenta que la mujer había fallecido... el hombre quedó mudo de la impresión y el niño no dejaba de llorar... pero luego se escuchó un segundo llanto, a lo que el doctor siguió revisando el vientre de la mujer porque pensó que eran gemelos, pero no encontró nada. Entonces se dio cuenta que los llantos venían detrás del niño, se acercó a revisarlo... pero no encontraba nada... al revisar su cabeza, se asustó mucho y de la impresión casi lo bota, si no es porque el padre del niño estaba cerca para ayudar a sostenerlo. Le señaló al padre para que viera también, el hombre no salía de su asombro... al ver que el niño tenía en la parte de atrás de su cabeza... otro rostro... el cual era el que se había unido al llanto. El doctor muy asustado le dijo que se retiraba y que no le debía nada, así que salió en cuanto pudo y rápidamente el carruaje se alejó a todo galope con los caballos. El hombre sentía que no tenía fuerzas para poder aguantar todo en ese momento, le pidió a su criada que sostuviera al niño mientras él se ocupaba de su mujer que acababa de fallecer. La criada se desmayó cuando vio la otra cara del niño que le sonrió cuando esta la descubrió. Dejándolo caer al suelo y salió rodando debajo de la cama. Justo afuera el pobre hombre no soportaba y sentía que un nudo se le hacía muy grande para su garganta y los ojos que casi se salían. Cuando ya no pudo mas, se fue al granero, colgó una cuerda con la que se ahorcó muriendo en el acto. Para la suerte de la criada, no había quién se ocupara de la casa, la fabrica y ahora el recién nacido, no tuvo más remedio que hacerse cargo de todo, incluyendo al niño. Sabemos muy bien que los niños no piden nacer y no tienen la culpa de haber nacido con algún defecto, pero cuando este niño llegó a los 21 años, la pobre criada había tenido que aguantar muchas burlas y el desprecio de todo el pueblo. Una noche cuando la luna estaba llena, alrededor de la 1 de la madrugada, un fuerte dolor de cabeza despertó al ahora hombre de dos caras... se sentó a la orilla de la cama, se dio cuenta que su otro rostro estaba dormido cuando este le habló. Todavía con sueño, decidió tratar de dormirse de nuevo... Al siguiente día, cuando desayunaba, el otro rostro dejó salir una carcajada muy fuerte... casi no hablaba pero el hombre se volvía loco cuando se reía de esta forma, la criada que había sido como su madre, se asustaba mucho cuando esto pasaba... hasta que un día le hablo e mitad de la noche. "Ha llegado la hora de matarlos a todos". Le dijo en una voz suave pero luego se iba haciendo más fuerte hasta que en un grito le dijo de nuevo: "Mátalos a todos, a todo aquel que se ha burlado de nosotros incluyéndola a ella". -¡Cállate! Dijo el hombre muy alterado pero esta no dejaba de hablar, así que el hombre decidió acostarse boca arriba de modo que esta quedará justo en la almohada. Su deseo por deshacerse de esta otra cara era obvio, pero no se ahogaba, parecía respirar con la misma nariz de este.A la siguiente semana... Llegaba un cartero que recién había empezado ese empleo y se perdió porque casi todos los caminos eran iguales, entró a la casa y tocó a la puerta para pedir ser ubicado, cuando le abrieron la puerta fue prácticamente empujado hacia adentro,
resbaló y cuando trataba de levantarse, el filo de un gran cuchillo lo detuvo, el hombre se asustó y pensó que era un robo. Cuando el cuchillo fue retirado, solo vio a un hombre con un traje muy elegante, con una corbata negra y unos extraños zapatos negros, como que eran dos tallas más grandes, pero cuando el cartero trataba de levantarse, fue atravesado en el cuello por ese filoso cuchillo, el hombre cayó al suelo mientras una risa diabólica se escuchó venir por el rostro macabro que lo unía con su hermano. Ya habiendo convencido a su hermano que matara a todo el que se les atravesara en su camino, la siguiente fue la misma mujer que los había criado, estando en la cocina no se había percatado de lo que acababa de suceder en la sala. Justo en el momento que salió de la cocina para buscar a los hermanos para que comieran, ya la esperaban detrás de la puerta, al terminarla de abrir, le clavaron el mismo cuchillo en la frente, cayendo de espaldas con la comida que llevaba en una charola. Habiendo así comenzado su diabólico plan, decidieron ir al pueblo... se fueron al establo, ensillaron un caballo y salieron lo más rápido que pudieron. Ya en el camino, encontraron a una hermosa mujer que se dirigía a comprar, el hombre detuvo el caballo y ofreció llevarla, pero esta sintió mucho miedo al escuchar una segunda voz... así que desde arriba, solo deslizo el cuchillo por su cuello... hasta que la cabeza salió hasta el otro lado del camino. Siguiendo el camino comenzaba a oscurecer, al fondo se veían las primeras luces, de paso una pequeña anciana llevaba una carga en su cabeza, le incrusto el cuchillo por la espalda hasta que esta cayó de rodillas, luego con el pie la empujó hacia adelante para sacar el cuchillo, pero ya a esta hora, un leñador quién había llegado a la casa y encontrado los cadáveres, les venía siguiendo el rastro con su hacha en mano. Luego, cuando disponían de entrar a una pequeña casa donde Vivian una pareja de ancianos, fueron alcanzados por el leñador que ya había alertado a algunas personas, estos habían encendido algunas antorchas y rodearon la casa, les gritaban que salieran, pero se negaron. El leñador que no les tuvo miedo se lanzó por una de las ventanas para sacar a los ancianos, pero cuando sacaba a la señora, fue herido de muerte a un costado. Cuando intentaron salir por otra ventana y con los ancianos a salvo... la gente decidió darle fuego a la pequeña cabaña, dejando a los hermanos en medio del humo y las llamas, entonces la risa diabólica se escuchaba a todo pulmón, de repente solo se escuchaba como los chillidos que hacen las ratas. El hombre que era el dueño del cuerpo culpo a su hermano, el que nunca había tenido movimiento por sí solo y que había llevado a su lado siniestro a este, pero era demasiado tarde... estos murieron calcinados por las llamas. Los pobladores se alegraron que se habían deshecho de los hermanos y solo esperaban a que todo se consumiera, ya cuando quedaban las llamas muy pequeñas y casi todo era cenizas, decidieron entrar... encontraron el cuerpo quemado cerca de una de las ventanas... cuando uno de ellos lo presiono con un palo, se llevo el susto de su vida, el rostro diabólico, todavía estaba vivo... y dejo escuchar un grito tremendo y se levanto hasta que pudo morderle la oreja a este ultimo que se le había acercado.
6. “Fuga” Marcelo Baez
La sangre no lo impresionó. Tampoco las gotas que fueron salpicando de a poco su camisa hasta que el rojo se volvió negro, casi. ¿Cómo sería la muerte? Se preguntó en un momento cuando brotaron las primeras gotas. ¿Sería dulce? Seguro que no. Debe ser silenciosa. Tanto como este momento sin gritos. ¿La muerte será definitiva? Tal vez. O tal vez no. Porque siempre creyó en otras vidas. Entonces no había muerte, al menos no del todo. Entonces, dijo, aquel era un acto de resurrección necesario Una suerte de morir para vivir. No entendió esa contradicción en el momento y siguió hundiendo la hoja del cúter, abriendo la piel. Estaba abriendo la vida. Lo invadió en ese momento la curiosidad del científico. Estaba buscando la vida misma en ese acto, en esa muerte.La vida eran esas gotas de sangre que caían en el piso, las que manchaban su camisa, las que de a poco salpicaban la pared. Quería ver el momento preciso en el que la vida se fuera de allí. Había cerrado puertas y ventanas. Quería verla huir, como él lo había hecho siempre. Quería verla rendida a sus pies, convertida en una mancha triste que pasa por debajo de la puerta en su premura por abandonar la escena del crimen. Y se sintió poderoso. Le estaba ganando a la vida misma. La tenía en sus manos que temblaban.Y sonrió.Fue justo antes que el cúter cayera al piso junto con su cuerpo y la mancha de sangre en el piso traspasara la puerta, huyendo del lugar, llevándose la vida consigo, silenciosamente en la noche.
7. “Un paseo nocturno” Enrique Camargo
Hace unos años el Cementerio Católico de Santiago, en Chile, promovió una serie de visitas guiadas en su recinto, principalmente para realizar fotografías y en plan de turismo. Cuando vi el anuncio, me interesó enseguida. Yo conocía el lugar a la perfección durante el día y si a pleno sol destacaban sus plazas, sus paseos, sus esculturas y sus múltiples criptas de diseño diverso, indudablemente la noche permitiría hacer interesantes cuadros nuevos. Me puse a investigar el calendario, para escoger una fecha coincidente con una luna llena. Finalmente llamé por teléfono y realicé una reserva. La fecha seleccionada, caía en una semana más. Si bien alguna vez ya había capturado imágenes en el lugar, me hizo el propósito, por creer que resaltaría el contraste, de recorrerlo el día previo y
aprovechar de hacerme una idea de que lugares seleccionar para mis fotos. Cerca del mediodía del mismo viernes, me subí al metro que me dejó a pocos pasos de la entrada y crucé los enormes portones negros, el amplio vestíbulo, continuando derecho hasta el primer patio. Era este una terraza circular. La flanqueaban bancos para el descanso, intercalados por esculturas de arcángeles con las alas extendidas, montados en pedestales que se perdían entre macizos de flores. Allí tomé mis primeras fotografías, desde distintos ángulos y posiciones. Bajé por una rampa inclinada, que desemboca en otros patios y callejones interiores a nivel del suelo. Deambulé entre las criptas, disparando aquí y allá mi cámara, mientras memorizaba mentalmente el recorrido, para repetir después las tomas, durante la noche. Recorrí después un sección de tumbas en tierra, bastante deteriorada por cierto. Con cruces que iban desde apenas un par de maderas mal claveteadas con un cartelito borroso, escrito a mano, con las consabidas leyendas: QEPD RIP ROSA MONSALVO JUAN PEDRAZA A1917- 1982 5.6.1923- 17.8.1971 Al lado de algunas un tarrito de lata, vacío desde hacía tiempo o un ramito seco desde hacía meses. Un par de fosos recientemente excavados, con los montones de tierra a su lado, esperaban pacientemente a sus futuros ocupantes. Al doblar por un pasaje estrecho, me topé de frente con un cortejo. Avanzaba dando tumbos; un grupo de hombres muy serios y formales, de corbata y terno portaba el féretro sobre los hombros y un manojo de mujeres lagrimeantes, les seguía detrás a pocos pasos. Simulé rezar frente a una tumba, mientras pasaron con murmullos de lamentos, por mi lado. Los seguí con la mirada, dispuesto a captar algunos planos que plasmaran su sufrimiento.De más está decir que todo esto, con sigilo y con respeto. Algún desventurado pasó cerca, con ramito de flores azules, apretado entre las manos. Me miró distraídamente, por un momento sus ojos brillaron con un destello extraño, no sé si compasivo o con desaprobación, cuando me vio enfocando la cámara al entierro, de bruces sobre una lápida. Cuando bajaron el cajón, arreciaron los llantos y capté desde mi escondite: un rostro surcado de lágrimas; el gesto desesperado de una muchacha, muy pálida, de vestido negro, extendiendo los brazos hacia el frente, mientras intentaba inútilmente reprimir un grito; un niño que se estiraba desde los brazos de un adulto para dejar caer un último clavel en el sepulcro; los abrazos repetidos; los sepultureros indiferentes comenzando a palear tierra; los amagos de desmayo superados apenas en los brazos de un pariente y luego la comitiva tambaleante que se marcha, por un estrecho sendero de cruces. También me dirigí a esas enormes galerías de nichos, arracimados como una colmena, con sus interminables hileras de dedicatorias de piedra, sus placas de bronce, cargadas de flores, algunas frescas, otras secas, otras que comienzan ya a marchitarse. Un molinete de plástico, girando a veces, a los soplos de la brisa en la tumba de algún niño, que ya no reiría nunca más sorprendido con el súbito aleteo de colores. Habré pasado, fácilmente unas dos horas, vagando por todos los rincones antes de retirarme satisfecho con la toma conseguida. Ya en la casa, descargué las tarjetas de memoria y dividí las fotos en secciones según su ubicación o el tema. La tarde se me esfumó en otros menesteres y ya pasadas las 9 pm, me dirigí de nuevo al cementerio. Llegué contorneando el alto muro, hasta los portones de hierro, que permanecían cerrados. Solo mantenían abierta, una pequeña puertita lateral; un cartelito indicaba el acceso, con una flecha que apuntaba hacia adentro, en la vereda. Allí realicé mis primeras tomas, antes de entrar, después recorrí un pasillo sombrío hasta dar con el vestíbulo principal. Ya había allí un pequeño grupo reunido, unas siete u ocho personas, alrededor
de un guardia de uniforme. Me acerqué con una cámara en la mano y las otras dos colgándome del cuello. Intercambié saludos, estreché algunas manos más o menos entusiastas y con un par de muchachas que se mantenían serias y apartadas, bastó con un movimiento de cabeza, que no se dignaron en contestar. La visita comenzaba a las 10 pm exactas, todavía faltaban unos minutos y aparentemente esperábamos a que se completara el grupo. Poco después de la hora prevista, llegaron casi a la carrera, una parejita de jóvenes, casi adolescentes. Adiviné en la mochila de la muchacha, la silueta disimulada de una botella. El guía alzó la voz y nos reunimos en torno a él, en el centro del recinto. Se presentó y enumeró algunas recomendaciones y datos históricos a los que no presté demasiada atención, ocupado en revisar una vez más la carga de mis baterías. El guardia inició el recorrido abriendo paso, señalando el camino con la luz de su linterna, nosotros lo seguimos en rebaño, entre murmullos y comentarios que se prolongaban en ecos, rodando por los desiertos pasillos, multiplicándose a lo lejos en las sombras.Salimos al exterior, en la misma explanada que yo había recorrido por la tarde.Realmente bajo esta luz, a la que se sumaban jirones de niebla, todo parecía diferente, los ángeles parecían flotar pálidamente entre la bruma, con las alas muy abiertas y los bancos apenas dibujaban sus contornos entre las sombras. Repetí algunas tomas de la tarde, reproduciendo los mismos ángulos y descubriendo otros nuevos.Aquí y allá destellaba un flash y los mármoles relucían de pronto con reflejos blancuzcos y azulados antes de perderse de nuevo en la oscuridad.Un par de nubes ocultaron parcialmente la luna, flotábamos entre un resplandor espectral, casi fantasmas. Confirmé mis sospechas respecto a la parejita, cuando los vi semi esconderse en el arco de una galería de nichos y beber directamente de la botella, apenas un poco retrasados del grupo. Me llegó el murmullo de sus risas contenidas. Durante el primer trecho coincidió el recorrido, con el que antes yo había hecho, pero al llegar al tercer patio, el guardia siguió por una callejuela entre las criptas, mientras yo quería ir al sector de los sepulcros en tierra.Me detuve dudando, si seguir al grupo o desviarme hacia donde a mí me interesaba. Me dije que en medio de aquel silencio, no me sería difícil reencontrarlos siguiendo el ruido de las voces y las luces de las linternas. Así que me decidí y opté por seguir por un sendero que creí reconocer del paseo de la tarde, que se perdía en las sombras, a mi derecha. Atravesé ese barrio de los muertos más pudientes y desemboqué en los suburbios de las tumbas más modestas. Aquí las sombras se hacían más densas, ausentes casi de reflejos entre los senderos estrechos. Encendí la luz de mi cámara, para ver bien donde pisaba, con la vista clavada al suelo. Me detuve tratando de hacer memoria, viendo si podía identificar el lugar del sepelio, alcé la luz del suelo y la dirigí alrededor. El haz dio de pronto en la figura inconfundible de una muchacha, estaba sentada sobre una lápida, sacudía sus hombros en estertores, su cabeza apoyada sobre la cruz.Por lo visto no había sido yo, el único en separarse del grupo. No pareció percatarse de mi presencia, pero pisé sin querer un manojo de flores secas y el ruido la sobresaltó vi enderezarse de pronto su silueta. Me encaminé hacia ella murmurando un saludo y una disculpa, no fue mi intención interrumpirla.Ella apenas se movió, en la penumbra me pareció que limpiaba su cara de lágrimas, era la viva imagen de la tristeza. Tomé como sea un par de instantáneas, mientras me acercaba a ella. Llegué a su lado y me senté con ella sobre la tumba. Instintivamente puse una mano sobre su brazo, pretendiendo consolarla. Estaba gélida.
-¿Por eso viniste?-le dije en voz baja, intentando iniciar una conversación. Ni siquiera se volvió, se sacudió un poco como si fuese a llorar de nuevo, sentí bajo mi mano sus estremecimientos. -¡Tranquila! ¡Tranquila! - le murmuré- ¡Lo siento! Un vientecillo frío sopló de pronto y le revolvió el pelo. Un pájaro se posó un poco más allá y graznó desde la oscuridad un par de veces. -¿Puedes ayudarme? - dijo apenas con voz entrecortada - ¡Yo no sé como volver ! – agregó - ¡Si claro ! ¡Por supuesto! No te preocupes, yo también me separé del grupo, para tomar algunas fotografías - le contesté. Ella alzó lentamente la otra mano y aferró con desesperación la mía, posada sobre su brazo. Apretaba intensamente mi muñeca. Sus dedos eran largos, blancos, finos, una mano delicada, pero que apretaba con tanta fuerza con ansiedad, al punto que me provocaba dolor. No quería moverme, ni retirarla, por no sobresaltarla aún más, pero un calambre helado me llegaba hasta el codo ya desde la muñeca. Se hizo un silencio. Yo me preguntaba en vano como llegó hasta allí antes que yo, por donde habría venido. Parecía algo más calmada, tranquilizada por mi respuesta o por mi presencia. Me puse de pie y la ayudé a incorporarse. Ella no soltaba mi muñeca. El calambre helado ya me llegaba a la axila y seguía trepando y latiendo. Encendí la luz nuevamente, para señalar el camino de regreso.Me sobresaltaron sus pies descalzos, en el circulo de luz, pálidos, casi azules, manchados de tierra. - Pero.... estás descalza - exclamé. La luz se movió un poco sobre el suelo. Iluminó brevemente unas coronas y unos ramos sobre un montón de tierra removida y fresca. Un poco más allá un féretro abierto, la tapa volcada a un lado. Quise dar un salto pero mi muñeca seguía atrapada firmemente entre sus dedos, sentí sus uñas clavadas en mi carne. Alcé bruscamente la luz, volvió hacia mí por fin su cara. Entonces vi sus ojos glaucos, ciegos, muertos. Me recorrió un escalofrío. - ¿Me llevarás entonces a casa? - dijo todavía ella forzando una sonrisa cadavérica. De mi garganta brotó un alarido y de un tirón brusco, me zafé de aquellas zarpas. Corrí sin rumbo fijo, sorteando cruces y lápidas, mientras sentía su llamado lastimero a mis espaldas: - ¡No me dejes aquí! ¡Llévame! ¡Llévame a casa! Sin aliento llegué al fin al vestíbulo de entrada. Todas las puertas permanecían cerradas. La luz titiló un par de veces y se apagó con las baterías agotadas. Me arrastré como pude hasta un rincón. Creo, no, estoy seguro más bien que vi fantasmas blancos, semitraslúcidos, esa noche deambulando. Desde mi rincón sentí descorrerse cerrojos herrumbrados, abrirse secamente candados oxidados, puertas de criptas que chirriaban y sutiles pasos.Allí me encontró el guardia, hecho un ovillo, en la mañana del sábado. Con la mirada perdida, murmurando incoherencias, el pelo completamente blanco y frotando con insistencia la mancha violeta de mi muñeca. Durante el día, siento que recobro algo de lucidez y supongo que lo imaginé todo, que fue una crisis de nervios, aunque no querido aún mirar las fotos. Pero cuando se pone el sol, comienzo a ponerme tenso, tembloroso, insomne y desde las sombras un murmullo parece repetir apenas perceptible: -¿Me llevaras entonces a casa?
8. “En la oscuridad de mi mente” Jeovanni Moreno
Era un día normal como cualquiera, venia de comprar unas cosas de ateos en Sacacoyo, se me hiso un poco tarde ya que había platicado con algunos amigos y como los microbuses van llenos cuando inicia a anochecer decidí irme a pie a casa, recorriendo una distancia aproximada de un kilometro, todo parecía normal pero desde que inicie a recorrer un lugar donde no hay alumbrado eléctrico inicie a sentir un frio tétrico y la sensación de que alguien te está observando, pero como es una ruta que paso casi a diario seguí caminando, pero esa mirada extraña y aterradora cada vez la sentía más cerca, los perros de las casas vecinas ladraban y aullaban como sintiendo esa presencia que cada vez la sentía más a mi lado, pero en esa oscuridad con una luz de luna apagada no se distinguía demasiado, seguí y cuando un vehículo paso vi una chiquilla caminando como unos 50 metros antes de mí, me pregunte tan noche y anda sola? Mala onda eso pensé bueno llegando cerca del portón de mi casa la vi ahí parada con su vestidito con un color blanco lleno de suciedad señalándome la entrada hacia mi casa, todo esto gracias a la luz de otro vehículo, al llegar al portón ella ya no estaba, abrí el portón y realizo ese ruido de rejas oxidadas, entre y salude a mi esposa y para relajarme de esa larga caminata inicie a escuchar algo de música pero mientras más sonaba la música en mi radio, me sentía más extraño y raros escalofríos recorrían mi cuerpo y una angustia y un dolor se aprovechaba de mi ser, decidí salir un rato al patio de mi casa cubierto por la sabanas de el frio y la oscuridad, pero desde lejos esa niña seguía ahí observando, me acerque a ella y pregunte y seguía señalando la entrada de mi casa, decidí tomar una lámpara e ir a observar y me encontré a un anciano que me dijo, por años has buscado y estudiado lo espiritual, llego el tiempo de tu recompensa hoy ellos se iniciaran a comunicar, luego él se levanto y camino hasta desaparecer en la oscuridad, luego de decir eso me quede paralizado y sentí esa cantidad enorme de presencias extrañas no me pude mover, sentí que un puñado de arena callo desde esas ramos del árbol que me cubría del sereno, la voz se me fue no pude decir nada quede inmóvil total mente, sentí como unas manos huesudas, con uñas largas y frías iniciaron a subir desde mi cintura lentamente hasta mi espalda, en ese momento mi cuerpo no se movía y mi mente estaba aterrorizada, era una sensación de miedo grande, sentí como lo helado se volvía húmedo y las largas uñas rasgaban mi piel, luego desaparecieron y otras manos de alguien menor me todo las rodillas, el viento empezó azotar con su furia los arboles, los perros ladraron, luego de un momento… desperté en mi cama y le conté el sueño a mi esposa pero al levantarme me dijo amor… mi espalda está totalmente lastimada con las marcas de las uñas de esa entidad extraña y en mis rodias tenia moretones simulando las manos que me
tocaron…. Desde ese día siento esas presencias extrañas en la oscuridad… viendo y esperando el momento que puedan quebrar mi espíritu… sintiendo que cuando duermo me observan sin saber cuál será el final de la pesadilla.
9. “Aquí, mi historia” Fabricio Asmus Ya no sabía qué hacer, pasaba mis horas mal gastándolas en nada, leyendo historias de miedo y demás cosas, no me iba mal en nada tampoco, tenía una buena vida social, y una hermosa familia bien ubicada económicamente. ¿El problema? Contenía demasiado odio encima, pero no esos que tú dices “le voy a pegar a tal persona” sino un odio más profundo, no sé si odio, o… deseo, deseo de cometer mi primer homicidio de forma brusca pero delicada. Temía que cumpla mi deseo ya que mi vida era perfecta: familia con dinero, muchos amigos, muchas fiestas, muchas chicas a mi alrededor… no me faltaba nada. ¿Por qué esto? ¿Por qué yo tenía que desde un principio involucrarme con éstas cosas? Nunca le había tocado un pelo a nadie, pero cuando pasaba por al lado de una persona, ya sea desconocida o un amigo mío, me lo imaginaba muerto de la peor manera. Sé que esto no era normal, no se lo comentaba a nadie, pero me comían las ganas de hacerlo, y también me comía el miedo que tenía hacia mí mismo. Al acostarme a dormir, soñaba con escenarios como los de Hostel o Jigsaw, sabía muchos métodos de tortura, y éstos aparecían en mis sueños, construidos a lujo y detalle de cómo eran en realidad, pero siendo utilizados con personas desconocidas, o bien, con alguna persona cercana.Llegué al punto máximo que ya no podía soportar, me sentaba a almorzar junto a mi familia, y a mi derecha se situaba mi hermana, yo, sosteniendo el cuchillo con la mano derecha, me la imaginaba agarrándose el cuello intentándose quitar el cuchillo que yo había introducido en el mismo, sin resultado, tirarse al piso y agonizar ahogándose en su propia sangre, mientras que mi padre saltaba a ayudarla, mi madre a los gritos llamaba al hospital, y mi hermano junto a mi hermanita se quedaban pálidos sentados en sus lugares sin mover un pelo, sin entender la situación, ni yo la entendía, era como matarme a mí mismo… todo esto era un sueño, un sueño que lo repetía en todas las horas de almorzar. Creo que hoy en día, el único odio que tengo es hacia mi persona, y hacia las enfermeras que me traen calmantes cada 3 horas, además me molestan las visitas que me hace mi familia irrumpiendo mi calma queriendo llevarme al cementerio para obsequiarle flores al cadáver de mi hermana.
10. “El Juego de los dioses” Dante Augusto Conti
¿Alguna vez se sintieron ser parte de una nada?, mirar al cielo y sentir un vacío desolado, pero ¿estamos solos realmente en esta diminuta dimensión?... Siempre me gustó desafiarme en partidas de ajedrez, y ¿saben qué?...nunca pude ganar. Más de 30 años de desafío y solo logre derrotas, una tras otras. A veces las piezas parecían tener vida, se movían y me hablaban. Me casé muy joven, mi esposa era la más bella de todas, única en su belleza. La única que lograba entenderme, ella era mi otra mente por así decirlo; pero nunca logré entender ¿por qué estaba conmigo?... tan sólo era un loco que jugaba horas y horas al ajedrez. Yo a ella la amaba mucho, pero jamás le pude demostrar. Este maldito juego me enloqueció y me alejo de todo. Mis manos tiemblan al escribir esta historia. No logro entender ¿por qué lo hice?, a ella no le gustaba que juegue al ajedrez, decía que me volvía loco y violento, yo no era así. Nunca fui nervioso, no sé, no sé ¿por qué rayos lo hice? jamás le podría hacer daño, yo la amo, ¿acaso creen que yo la puedo hacer algo?, ella lo es todo para mi, sí que lo es, y ustedes no entienden nada, ¡ustedes son los locos! Una noche, mientras tomaba unos tragos de vino y pensaba alguna táctica para poder ganar, decidí utilizar varias tácticas, por así decirlo, ya estaba preparado para ganar, ésta vez no iba a perder; pues fui tras esa batalla, pero cuando llegué a mi oficina, me encuentro con algo peor, mi juego había desaparecido; me empecé a enloquecer, ya temblaba y los nervios ya se adueñaban de mí, ¡¿donde rayos estaba mi ajedrez?! En ese instante, empecé a sentir un olor a quemado que venía de la chimenea, – ¿que podría ser? – me pregunté ya agitado. Cuando de pronto observo que desde la chimenea mis guerreros, mis luchadores del coliseo estaban ardiendo en llamas. Mi mujer había quemado todo mi juego, ya no me quedaba nada. Esa noche me desconocí completamente. Jamás odie tanto a una persona, ¿por qué tuvo que hacerlo?, aquella ira que tenía era inexplicable, la insulté, la pegué, la pegué demasiado, pero yo no quería hacerlo, ella se lo buscó, ¡se lo merecía!, ¿qué otra cosa podía hacer? Mis manos ya sangraban de tanto golpearla, mi ropa estaba cubierta de sangre y dolor. La quería matar, oh sí que quería, pero aún podía controlar mi cuerpo, aún podía sentir compasión por ella, ¿Ustedes que hubiesen hecho? Ya no podía jugar más, nunca más; y no era lo mismo tener otro tablero, ese era especial, todavía recuerdo como mis guerreros ardían en llamas. Podía sentir su dolor, pero yo también me estaba muriendo, mi cerebro salía por mis orejas como agua, mi visión era cada vez más borrosa y mi cuerpo se estaba pudriendo, todo era como una maldición… Sólo me sentaba en el sillón observando y aguardando la llegada de ellos, mientras oía el canto gregoriano, esperando que algún día vuelvan mis guerreros pero, yo sabía que nunca volverían, jamás los volvería a ver. Hasta que después de tanto esperar y pensar, decidí que hacer, la culpable de esto tenía que pagar, solo así se terminaría esta maldición, ya no podía sentir compasión por mi mujer, tenía que pagar, ¡esa maldita tenía que pagar! Yo había muerto en esa chimenea juntos con mis guerreros, y de mi ya no quedaba nada, solo el odio, ese rencor de venganza, y ¿de ella?, jajá jajá, esa es la mejor parte, la que disfruto mas, claro que me vengue. Esa perra, no volverá a molestarme nunca más, ¡ya no!, saben ¿Por qué? jajá, porque ella ahora forma parte de mi nuevo juego, y ahora si no volveré a perder, ya no, no tendré más obstáculos, nunca más los dejaré irOh queridos lectores, ¿alguna vez jugaron con un ajedrez hecho de huesos humanos?
11. “La cripta catedralicia” C Elena Manzanarez
Me repetí varias veces no cavar demasiado hondo el nicho, si es que veo el cadáver, un mismo pensamiento una y otra vez, invadía mi mente. Y es que los movimientos sísmicos provocan un total desorden en la superficie de los enterramientos y nichos sobre todo los de mayor magnitud que generan un caos que dura muchos años. 1972 diciembre, que desastre, pensé observando a mi alrededor los restos de las pilas bautismales hechas de mármol que se encontraban todavía cubiertas por malezas y en cada escombro sin brazos, algunos que otro sin rostros , se encontraban las esculturas de los Santos y Patronos afectados por el terremoto. La gente que sobrevivió solo pensaba mucho en sus muertos y casi nadie en los muertos ya muertos para ahorrar su sufrimiento y dolor.Proceder o no al desenterramiento? me interrumpí...El sepulcro debía encontrarse en cualquier parte, no tenía ninguna anotación que me indicara donde buscar primero y buscar luego. Si era un nicho cubierto de mármol debía estar sellado aún, pero con suerte la acción del movimiento pudo haber ido en perjuicio de su bienestar. ¿Cuántas veces había estado adentro de la destruida Catedral sola? Perdí la cuenta , si existía alguna advertencia de no entrar por peligros de derrumbe nunca lo vi. Ni existían otras personas vivas buscando al menos porque nunca vi alguna ni nadie más se interesará por las paredes estilos ecléctico, árabe y románico del edificio dedicado al Apóstol Santiago. Cierto semidestruido y fuera de servicio, como casi toda su capital muerta de condición y aspecto. Y allí crecí yo en la ciudad muerta. Riquem era todo lo que se podía respirar y soñar y escribir sobre ella. No había esperanza.De los edificios quedaron incólumes las estructuras metálicas, y hasta la armazón estructural que era el esqueleto del edificio de esta iglesia, lo que fue una luz de esperanza para el futuro de las nuevas construcciones de salir ileso, ante este tipo de catástrofes como el terremoto de ese año, que tiró al suelo, en asfixiantes nubes de polvo muchos edificios. Paradójicamente, se construyó en Pennsylvania, EE.UU la casa Kauffman, o Casa de la Cascada, del Arq. Frank Lloyd Wright probablemente el edificio más famoso de la arquitectura moderna de todos los tiempos. Una casa con voladizos en hormigón armado de hasta diez metros de longitud. En la catedral destruida, se aplicaron los mismos materiales pero no se aplicó el sistema constructivo símbolo de la arquitectura moderna: el concreto armado. Grave error.Ahora en medio de sus mustias y enormes paredes sin los enormes vitrales de colores está lucia lúgubre y negra. No se podía estar adentro más de unos minutos ni siquiera yo logre estar más de una hora. Un ambiente espeso embargaba su estancia, Y unos ruidos que a veces se escuchaban a varios metros a la redonda perjudicaban al más valiente. Nunca la vi de noche, siempre fue de noche en sus interiores. Pero como dije anteriormente la visitaba casi a diario. Al principio no sabía de las tumbas de los sacerdotes, pero luego se lo escuche al personal del Palacio Nacional cuando bajé al sótano por papeles que ellos desechaban. Siempre andaba por allí entre ellos pero ellos al contrario estaban vivos y lejos de causarme miedo la información me inquieto más bien la curiosidad por ser su desenterradora. Ya tenía práctica entre mis objetos desenterrados a los alrededores tenia colecciones de botellas de vidrio
miniaturas e instrumentos de una antigua Clínica. No había que ser diferente desenterrar un nicho sería sin complicaciones. Las decoraciones del edificio a pesar de sus referencias paganas, estrictamente decorativas, tenían imágenes de alto contenido cristiano nada me asustaba más que encontrar al apartar la maleza con mis manos alguna que otra estatua de diseño lloroso en el rostro a personajes como Isabel La Católica, Hernández de Córdoba, Fray Bartolomé de las Casas y hasta figuras de este siglo como Monseñor Lezcano. Los frontones exteriores, cuatro en total, la lucha de San Miguel Arcángel contra el demonio, la exaltación de la Virgen en el frontón este y la descripción de apóstoles y fundadores en el frontón norte. Las que eran de material caro habían sido ya usurpadas muchos años atrás. -¿Había tumbas en ese templo, usted recuerda nombres de esos privilegiados difuntos? Me interrumpió una voz. Parpadeé un poco y le respondí -Ahh si era cierto muy cierto. En el templo existieron tumbas, son catacumbas la paz bendita de sus sepulcros. Las catacumbas de la catedral, estaban y están aproximadamente a 3 metros bajo el nivel de piso principal, la cual es más o menos a nivel del terreno desde el exterior. En 1972 hubo saqueo de tumbas, quedando abandonados algunos restos, como José Dolores Estrada Vado. Sus cenizas fueron sacadas de la cripta catedralicia para que al día siguiente 12. Como para entonces no habían computadoras ni impresoras, las copias de las informaciones las hacían con papel carbón en las máquinas de escribir mecánicas, les sacaban fotocopias. Los papeles de computadora eran enormes .Don Eduardo López Meza fue siempre un devoto religioso católico, aunque nunca fanático, y por tanto conocía, por lecturas de la Biblia y relatos de historiadores, sobre cómo los primitivos cristianos (y otros perseguidos en la Antigüedad) se reunían para intercambiar informaciones en subterráneos en Roma y otros lugares de Europa, porque eran perseguidos por emperadores romanos y otros grupos de la Nobleza criminal europea. López Meza habló de esta historia cuando leía las informaciones en el Barrio El Riguero. Estaban allí algunos periodistas de Agencias Informativas Extranjeras, las cuales empezaron a hablar del Periodismo de Catacumbas en Nicaragua. Y así con el tiempo se fueron desenterrando muchos de los sacerdotes de sus templos. Exactamente unos meses después mi fallido intento por desenterrar la cripta yo misma, ellos visitaron la catedral y lo hicieron. Es muy difícil ver las escenas en persona les dije que nadie puede estar más de una hora y acá les muestro las fotos y la galería de los sepulcros. Esto le mostrara que no invento la historia y así verá cual era Mi patio de juego. -Pero no te quedes observando las fotos mucho tiempo es lo mismo en ellas me entiendes... ¿me entiendes? ¿Después de haber encontrado el personaje y haberlo usted enterrado está satisfecha? -No sé, no sé. Y miré mis manos manchadas de tierra oscura.
12.
“La carta” Gonzalo Escobio
Sin título y sin historia es muy difícil comenzar con un cuento y mucho más lo es si este es de un género tan manipulado como el de terror, como lograr escribir algo sin caer en la tentación de copiar a los grandes escritores que uno ha podido leer. y tener una idea original se hace difícil para los que no practicamos la escritura como un habito ,lo cierto es que me tentó tanto la idea de poder generar un cuento, que decidí hacer lo único que podía y era irme hasta una vieja casa francesa que hay acá en la ciudad de mar del plata que se llama Chateau de fontenac donde sus pisos de madera ya derruidos y las pocas paredes que quedan dan un verdadero ambiente lúgubre y si uno se para en el centro y mira hacia la buhardilla con esa escalera de caoba de fines del siglo XIX que forma una imagen de infinito y donde las pocas luces crean fantasmas visuales, si uno llega imprevista mente pareciera que sigue siendo ocupada por sus originales moradores .la vista desde el balcón que da al mar es casi perfecta y en invierno la bruma marina crea una imagen londinense como en los cuentos de CONAN DOYLE. Estoy acá sentado tratando de que se me ocurra algo, cuando escucho el chirrido de cadenas pasar al mi alrededor, lógicamente me incorporo de un salto y comienzo a merodear los cuartos a ver si logro dar con el ruido, pensando que quizá una ventana se hubo abierto y las hojas golpearan con las fallebas de bronce. Sigo sintiendo el ruido y se acerca de todos lados, corro, corro y corro por los pasillos tratando de alcanzar la puerta abro una puerta para esconderme y zac. CARTA ENCONTRADA EN LA RECONSTRUCCIÓN FONTENAC POR UNO DE LOS OBREROS 8/02/1925
DEL
CHATEAU
13. “Su destino era morir” María García
-Tenemos la teoría, señora Ana, de que su hija sufría de esquizofrenia, y que eso la llevo a...suicidarse. -¡Eso no es cierto! ¡Mi hija no era ninguna anormal! Debe haber otra explicación, debió ser un asesino, debió haber sido otra cosa. -Señora Ana, hemos llegado a esa conclusión gracias a un riguroso estudio de las evidencias, lamento decirle que no hay otra explicación. Al oír estas palabras la señora Ana dejó escapar toda cantidad de improperios por su boca y comenzó a romper todos y cada uno de los cuadros que aquella rota familia tenía en su biblioteca. La policía la dejo sola en su apartamento, ya se habían llevado el cadáver a la morgue y habían arreglado aquel desastre, ya ellos no podían hacer más por aquella señora. Ana se quedó sentada en el sillón de la sala, abrazando sus piernas y diciendo
miles de cosas rápidamente entre susurros, cosas que ni ella misma entendía, pero que las decía para que su mente se concentrara solo en las incoherencias que salían de su boca y no en la tragedia que acababa de vivir, pero aquello era imposible, seguía recordando una y otra vez a su pequeña hija tirada en el suelo esa mañana, como tantas otras veces la había encontrado. Seguía culpándose por no haberse dado cuenta de que algo iba mal, "quizás si hubiese sido una mejor madre no tendría que estar sufriendo de esta manera tan atroz ¡oh por Dios fue mi culpa!" Sus lágrimas inundaron la alfombra de la sala mientras ella se arrancaba los pellejos de su boca como una manía que creyó haber perdido hacia tiempo ya, cuando de pronto escuchó un ruido, uno fuerte como si algo grande se hubiese caído en uno de los cuartos; se quedo quieta, aterrorizada, ¿que podría haberse caído? se preguntaba, había sonado exactamente como cuando su hija se caía de la litera cada noche, y ese sonido tan familiar hizo que su corazón comenzara a palpitar como loco, su espalda se llenaba de un extraño cosquilleo y sentía como si alguien la observara desde el pasillo, una sensación espantosa que la hacía sudar, oh por Dios no quería mirar, ella estaba sola pero eso clavaba sus ojos en ellas, tentándola, llamándola a que viera eso que se había caído, entonces, escucho como algo de vidrio se quebró en mil pedazos y volteo involuntariamente, no había nadie. Pero lo que había escuchado era cierto, algo pasaba en uno de los cuartos, no lo quería aceptar pero sabía perfectamente de que cuarto provino. Se levantó del sillón y atravesó el pasillo, sintiendo como por primera vez aquellas sombras de las paredes le hacían sentir atrapada en una oscuridad que no podía terminar de entender, sus pies se hicieron pesados, sus lagrimas comenzaron a caer y su corazón palpitaba tan violentamente que amenazaba con asesinar a su poseedora, cuando por fin se asomó al cuarto de su hija. No podía gritar, el verdadero terror es mudo, silencioso, por eso cuando vio a su hija tirada en el suelo con la cara cubierta por su cabello, como siempre la encontraba, se echo hacia atrás petrificada, con la boca abierta intentando gritar pero solo gemidos salían de ella, temblaba de terror ante aquello que era imposible, cerró los ojos rogando porque todo aquello fuese mentira y que cuando los abriera se encontrara con un cuarto vació y con un boleto de ida directamente al manicomio, pero al abrirlos ella seguía ahí, inmutable. Por un momento dejó de temblar dándose cuenta de que lo que estaba ahí en el suelo era su amada hija y nadie más, entonces, el deseo de que nada hubiera pasado inundó la locura de la señora Ana y la hizo acercarse, cargarla y volverla a colocar en su litera, arropándola y besando su frente, entonces se alejo. Pero apenas puso un pie fuera del cuarto volvió a escuchar el golpe y su hija volvía a estar en el suelo, pero esta vez su cabello no le cubría el rostro, esta vez uno de sus ojos la miraba fijamente. La señora grito y corrió a abrazar a su petrificada hija, llorando y deseando saber qué pasaba, mientras miles de sombras la rodeaban y sentía que algo esperaba a que otra vez se subiera a la litera. Entonces lo hizo, agarró a su hija, la abrazó fuertemente y se acostó en la litera, esperando, cuando por fin él llegó y ella comprendió como siempre la estuvo esperando. Le sonrió y Ana supo que iba a morir, que su vida había llegado a su fin, entonces, todas las luces se extinguieron y sólo quedaron los gritos.
14. “Parálisis del sueño”
Ariel Elias
Sabía que algo no estaba bien. En su mente vagaban sensaciones de confort y calidez del hogar; pero por alguna extraña razón; la neblina ocultaba toda posibilidad de ver más allá de ella. El desconcierto y la incertidumbre; se habían apoderado rápidamente de él; y su corazón repetía una letanía de latidos con frenesí suficiente; para procurarle un fuerte dolor en el pecho. De repente; en aquel infinito nuboso que lo rodeaba; pudo percibir a lo lejos una luz. Brillante pero no cegadora, clara pero no natural.Como si de un insecto nocturno se tratase; se dejó llevar por el encanto de aquella luminaria; tratando de alcanzarla entre la densa bruma. En una fracción de segundo; con la certeza de una velocidad imposible para ser cierta; se encontró cara a cara con su rostro. Una mujer de una belleza inenarrable. El halo de luz que desprendía; lograba ocultar a duras penas su total desnudez. Él quedó estupefacto. En una confusa mezcla de miedo y excitación; que no lograron superar sus ansias de comprender aquel acertijo. – ¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Qué diablos está pasando?! Se preguntó en sus pensamientos. Porque… Claro… En ese preciso instante cayó en la cuenta, que no podía pronunciar una sola palabra. De hecho… ¡Estaba totalmente paralizado! – Eso es exactamente lo que te sucede. Le contesto la hermosa dama, en respuesta a sus pensamientos. Aun sin poder mover un solo músculo; esgrimió una repregunta mental; para socorrer a la desesperación que lo embargaba por completo. – ¡¿Qué cosa?! ¡¿Qué estás diciendo?! La mujer; con la sonrisa más maravillosamente sombría que él jamás hubiese visto; le respondió: – ¡Tú lo dijiste! ¡Diablos! Eso es lo que te está pasando. O si prefieres; como los antiguos solían llamarme: Súcubo. –Y todo lo que te resta por saber; es que puedes despedirte de la paz que experimentabas mientras te quedabas dormido en tu cama. Ahora estás en mis dominios; y supongo que ya sabes que aquí reina el llanto y el crujir de dientes. Desde aquel momento; y muy de vez en cuando; él logra abrir los ojos de a ratos; como si pudiese observar la habitación del manicomio que lo aloja; dejando caer algunas lágrimas, que los médicos llamaron llanto de dolor; por la expresión de su rostro. Y luego; sencillamente vuelve a cerrarlos… Hasta la próxima vez.
15. “Los Vampiros no sólo te quitan la Sangre si no la Energía” Paola Andrea Dahmen
Terribles personajes que nos acechan en la vida diaria. Generalmente les creemos y terminamos muy mal... Conocerlos es el primer paso para enmendar nuestra inocencia. Vampiros emocionales. De acuerdo, el término es bastante dramático, y algunos dirían que hasta excesivo… pero después de un encuentro –por breve que sea– con uno de estos individuos, todos estamos de acuerdo en que es el único que realmente los describe. Después de tratarlos, nos sentimos como si una especie de “Drácula psíquico” nos hubiera agotado emocionalmente, dejándonos deprimidos, sin energía, con el ánimo apagado. Todos conocemos por lo menos uno. ¿No lo crees? Haz una prueba sencilla: ¿Existe alguien que evitas o rehúyes, sea en persona o por teléfono? ¿A quién te cuesta mucho trabajo devolverle una llamada, porque la sola idea de hablar con él o ella te cansa? Después de compartir con cierta persona, por “agradable” que haya sido el encuentro, ¿te quedas tensa, molesta o agotada… y muchas veces ni siquiera entiendes por qué? Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, no lo dudes: estás tratando con un vampiro emocional. Lo insidioso de este problema, es que puede ser un desconocido… o un ser querido: el padre, el cónyuge o el mejor amigo. De igual manera, la relación puede ser cercana o distante; la persona agradable o desagradable… pero el efecto que tiene sobre ti siempre es tóxico. Existen dos clases de vampiros emocionales –ambos igualmente tóxicos– que debes aprender a reconocer. Amenaza invisible. El primero es el vampiro invisible. Y es que muchas veces, el comportamiento de estas personas no es abiertamente tóxico, por decirlo de esta forma. Por lo tanto, es difícil reconocerlas y “neutralizarlas”. Después de todo, son pocos los que no captan cuando alguien se comporta de una manera grosera o desagradable con ellos, o cuando trata de ofenderlos de acción o de palabra. Pero dicen que no hay peor adversario que un enemigo invisible, y es verdad. Muchos vampiros emocionales operan “por debajo del radar”. En otras palabras: su comportamiento tóxico no es evidente; este se oculta detrás de una actitud o unas palabras inocentes. Esto se debe a que ellos envían “mensajes dobles”, que es el arte de decir una cosa aparentemente inocua, e insinuar otra muy diferente. Vale aclarar que, muchas veces, el vampiro emocional no opera a nivel consciente; no sabe el efecto que tiene en los demás. Simplemente, es su forma de ser. Vampiro a la vista… La segunda clase de vampiro emocional es más fácil de detectar, pero no menos difícil de sobrellevar. Estos son algunos de los ejemplares más comunes, de acuerdo con las teorías de las expertas en relaciones interpersonales Cheryl Richardson, autora de Take Time for Your Life (Toma tiempo para tu vida) y la doctora Lillian Glass, autora de Toxic People (Gente tóxica). En otras palabras: nuestra reacción ante los demás tiene un impacto biológico en nuestro organismo, ya que durante un contacto social segregamos hormonas que afectan desde nuestro corazón hasta nuestro sistema inmunológico. Según Goleman, las buenas relaciones son como una vitamina; las malas, como un veneno. Y no solo eso: las emociones ajenas son contagiosas, lo mismo que un catarro. ¿Entiendes ahora por qué es tan importante neutralizar a los vampiros emocionales?
16. “Una pesadilla viva” Michael Öz
Ya van trescientas noventa y ocho noches de sueño intranquilo. Casi cuatrocientas noches, malas noches. Y no es por el ruido que doblega la inútil fragilidad de las ventanas o el incómodo colchón deformado. Tampoco he de inculpar los aborrecibles olores propios de la ciudad. ¡No!, uno llega a acostumbrarse a todo eso, uno se habitúa. Menos aún, podría declararme temeroso de la oscuridad de la noche. Es la condenada mañana que, con su llegada, deviene la razón de todo mi sufrimiento. ¿Cuál es la causa de mi interminable angustia? Pues bien, evitemos los rodeos, esto es lo que sucede: Cada mañana, cuando dispongo a ducharme, me encuentro sometido ante el ineludible presentimiento de que un gigantesco y feroz ratón aguarda por mí, en la ducha, con la siniestra intensión de atacarme por la espalda y arrancarme la cabeza de una sola mordida. Aclaro que al referirme a la bestia roedora en términos agigantados, no lo hago con el afán de exagerar sus proporciones. El maldito ratón en cuestión, ha de medir alrededor de los dos metros, poco más, poco menos. Nunca le he visto, nunca hemos estado frente a frente. Ustedes se preguntarán: ¿Cómo deduzco su tamaño entonces?, quizá no le he visto físicamente, pero sí su castigadora imagen. La misma imagen que cada noche, cada día, se introduce como cientos de letales perdigones en mi sistema nervioso. El miedo mismo, con su dedo en el gatillo, disparándome al cerebro escenas de mi muerte, obra cruel de un roedor gigante, verdugo, repulsivo. No debe confundirse a la inmunda criatura con una rata, he dejado claro que se trata de un ratón. Su cuerpo no es alargado, característico de las ratas, todo lo contrario, su estructura es regordeta, casi redonda. Sus ojos negrísimos, perfectamente circulares. Estamos hablando de una masa por poco esférica y peluda. Ante semejante lío, lo he intentado todo, me he cambiado de edificio cinco veces en menos de trece meses. Igual da ducharse de día, de tarde o de noche, su asquerosa imagen me persigue cuando sea. Claro está, los fines de semana no me ducho, son días de sacrificio, aseo versus calma. Mis necesidades sí las puedo realizar con toda seguridad, el inodoro no está vetado. Es la ducha el territorio prohibido, el sitio que no he de profanar. Abandonado a mi suerte, sólo con el espanto, el mal sueño y el creciente horror en este cuartucho maloliente. Lejos está de ser una ciudad limpia, por mi ventana desfilan diariamente no menos que hedores nauseabundos, provenientes de un pequeño mercado situado justo frente al edificio. La fetidez, entonces, requiere únicamente cruzar la calle con su morboso afán de divulgar su casi palpable existencia. Frutos descompuestos, acumulados, amontonados en una orgía pestilente. Cabezas de pescado, restos de cerdos, pollos y reses, asquerosos residuos viscerales, aguas negras. Y, no muy lejos, el rasposo cantar de un vagabundo, perfumado de orina, interrumpido constantemente por el vómito provocado por algún licor barato. Todo este escenario no contrasta la sombría atmósfera que ha invadido el cuarto. Hace apenas 20 horas recibí en manos de mi jefe el documento que
sentenciaba mi despido, el suceso irrebatible a causa de un desempeño decaído semana tras semana. ¿Puede, de alguna manera, empeorar mi condición actual? Tras engullir el último trago de cerveza, la novena de la noche, he ingerido también la dosis de valor suficiente para enfrentar de una vez por todas a la endemoniada bestia, causante de toda esta amargura que, al día de hoy, se ha tornado por completo intolerable. Casi cuatrocientas noches, cuatrocientos insomnios. Casi veinte kilos perdidos por una dieta diaria de tormentos aderezados por el miedo. Me dirijo a paso lento, muy lento hacia el baño, hacia la ducha. Llamo, exclamo con el pensamiento la llegada del roedor en esta noche, esta madrugada lluviosa. Exijo a viva voz su aparición mientras, desnudo, posiciono ambos pies sobre el piso helado y humedecido por las primeras gotas que, gradualmente, se juntan y transforman en un chorro que golpea mi pecho, despertando súbitamente la ansiedad y el temor. Al cabo, cuando mucho, de un par de minutos, advertí un repulsivo olor a cloaca, a porquería. El olor de la bestia, el inherente olor de la muerte. Miré hacia el espejo, su empañada superficie mostraba una enorme forma grisácea aproximándose lentamente por detrás. Mi cuerpo no respondió, mis piernas ancladas al suelo, mis brazos pesadísimos como piedra me dejan a merced del engendro, de su inminente ataque. Sus largos bigotes inician un recorrido desde mi espalda hasta encontrar mi cuello. Inmóvil, siempre mirando por el espejo, veo aparecer sus desmedidos incisivos que, de inmediato, incrusta a la altura de mi hombro izquierdo. Un dolor, el dolor, intenso, preciso para despertar mi organismo inerte. Me encogí abruptamente, mis brazos moviéronse hacia atrás, furiosos, sólidos contra su inflado y empapado estómago. Un chillido, horrible, ensordecedor. Giré hacia la bestia que caía pesadamente fuera de la ducha. Intentó torpemente reincorporarse. Sin pensarlo, exasperado salté sobre la repugnante bestia. Caí de rodillas sobre su tráquea, chillidos ahogados, sus movimientos entorpecidos por el piso resbaloso. Mis brazos, mis piernas, mi humanidad castigada, desgarrada por los indomables intentos del brutal roedor que descargaba su desesperación, su instinto por la supervivencia, sus asquerosas y filosas uñas arrancando, desfibrando mi piel, mi propia carne. La sangre corría con mayor intensidad por mi hombro, bullía desde la profunda herida provocada por sus inmensos dientes. Los esfuerzos del enorme ratón disminuyeron, aproveché para tomarlo del cuello (o lo que entendemos por cuello) con ambas manos, siempre colocado sobre su cuerpo, y empecé a golpear su cabeza contra el suelo una y otra y otra vez. Crujía su cabeza con cada golpe, pero no me detuve, continué el castigo, como queriendo cobrarle a su cráneo cada una de las noches en vela, cada uno de los escalofríos y las náuseas que me había provocado por más de un año. Finalmente la bestia cedió, ni un solo músculo, ni un solo espasmo más de agonía manifestaba su gigantesca masa que yacía sin vida. El fin de una pesadilla viva. Con la luz del día próxima a asomar, envolví el cadáver con unas mantas hasta formar un bulto blanco. Aparecieron del mismo algunas pintas de sangre, o mi sangre teñía las mantas, no lo sabía. Lo cierto es que las heridas, la batalla, el esfuerzo habían disminuido mis fuerzas casi por completo. Salí hasta la calle arrastrando los restos del mismísimo demonio. Me dirigía hasta un lote abandonado, a unos trescientos metros del edificio. La oscuridad se despedía y la hediondez exterior no hacía más que volver más tétrica e insoportable la escena. Conforme avanzaba, decenas de roedores, roedores comunes, salían de los basureros, las alcantarillas, los caños, siguiendo mi travesía. Atraídos sin duda por el
cuerpo peludo, horroroso, reventado en su interior. Aquel cuerpo cubierto en mantas que, con serias dificultades, arrastraba por las calles.Al llegar al lugar, podía contabilizar unos doscientos, trescientos tal vez, entre ratas y ratones que habían seguido cada uno de mis pasos. Observaban, inquietos y ruidosos, cómo sepultaba al descomunal animal bajo la tierra. Medio metro bajo mis pies reposaba aquella perversa aparición, estrangulada, liquidada por mis propias manos. Fue en ese preciso instante cuando consumí la última cuota de energía, el último resto de fuerza, y caí sobre la tierra, sobre el barro. Pocos pasos separan mi cuerpo caído de la fosa improvisada, donde aquel monstruoso cuerpo reposa cual banquete servido para un mar de gusanos concebidos desde sus propias entrañas. No más insomnio, no más miedo. Estremecimiento, escalofríos, fiebre. Los vigilantes roedores se sumergen por montón hasta el cuerpo yerto de la bestia, formando un belicoso hervidero de barro, y emergen luego bañados de su sangre divina, desde la cabeza hasta la cola. Vomito el temor, el asco y las cervezas. He acabado con su dios, su divinidad suprema. Los veo acercarse, despacio, cientos de roedores a punto de inmolarme. Sin arrestos para defenderme, permanezco aferrado a la tierra y observo. Se detienen, todos a mí alrededor, no atacan, no chillan, no se mueven. Continúan ahí, a un metro de distancia, pasivos, en vigilia, como venerándome.
17. “Hoy me siento muy nerviosa” Verónica Cedillo
Hoy me siento muy nerviosa, ya eran varias cosas “extrañas” las que me sucedían y a nadie parecía importarle más que a mí. Ya saben, luces que se prenden solas, grifos del agua abiertos, voces desde el piso de arriba llamándome “mamá”, objetos personales que desaparecen y luego vuelven a aparecer. Le había recriminado a mi esposo que durante las madrugadas me destapaba ya que me jalaba las cobijas y en las mañanas aparecían tiradas de su lado de la cama, él solo se reía y bromeaba al respecto, "amor ves muchas películas de terror", y si pero la verdad era que entre las 2 y 3 de la madrugada sentía como tiraban de las cobijas, sin embargo, trataba de convencerme a mi misma que era Carlos, mi esposo, quien las jalaba. La noche de ayer mientras acomodaba la cama para dormir repetía en mi mente... las cobijas amanecen tiradas de su lado porque él las jala. Dormí tranquila pero nuevamente el jalón de las cobijas me despertó a las 2:43 am, esto no está pasando, pensé mientras volvía a quedarme dormida. Ya de mañana, para mi sorpresa, las cobijas nuevamente amanecieron tiradas, pero, estaban tiradas de mi lado de la cama. No era un sueño, alguien jalaba las cobijas mientras dormíamos.Al fin era sábado, Samantha, Daniela y Octavio, mis hermosos hijos, pasarían la noche con sus primos, bombones y salchichas
asadas mientras contaban historias de terror. Mmm olvidaron llevarse las salchichas. Hablo por celular con Samantha y le pregunto: "¿No tenían que llevar ustedes las salchichas?" Mientras se escuchan risas al otro lado me contesta: "Porfas mamá tráenoslas porque se nos olvidaron" "Esta bien pero me esperan afuera porque no pienso bajarme del auto". Particularmente esta semana había sido agotadora y estresante en el trabajo, así que en lo único que pensaba era en una cena deliciosa, un ducha caliente y que mi esposo me dé un masaje con aceite de almendras dulces ¡oh si! Ya en el auto y a pocos metros de llegar a esa zona donde parece que la luz jamás existe miro por el retrovisor y me parece ver una pequeña silueta sentada en el asiento trasero, asustada volteo bruscamente pero no hay nadie, uffff y aquí vamos. Luego de conducir por un rato comienza a moverse mi asiento justo como cuando los niños pequeños suben sus pies al respaldo de estos y comienzan a aventarlos hacia adelante. . . El corazón comienza a latirme muy rápido pero trato de convencerme a mi misma que es un vehículo de modelo atrasado y que el asiento esta flojo. Si eso debe ser. Ya casi llegando veo a mis hijos brincando y alzando las manos como si no los viera, bajo el vidrio de la ventana y saco la mano para entregar las salchichas. "Anden tomen las salchichas, nos vemos mañana. Los amo..." Ellos siguen como locos agitando sus brazos y haciendo muecas graciosas. ¿Y ahora estos qué? Al fin a casa, a descansar, en eso me llega un mensaje al celular, "¿Oye Mamá de quien es el niño que traes en el asiento de atrás?" Siento que un escalofrió recorre todo mi cuerpo mientras se me eriza la piel. Lentamente levanto la mirada y veo por el retrovisor. Dicen que no sufrí. El infarto fue fulminante.
18. “La presencia de Satanás” Oscar Albortante
Corría el año de 1998, y eran vacaciones de verano, cuando se nos ocurrió, como cada año ir a visitar a la abuela, a su pueblo natal, Calcahualco Veracruz. Como cada año también se celebraba la fiesta del pueblo, de la flor del durazno muy conocida. La familia empezó a llegar de varias partes de México. Empezamos todos a desempacar y escoger los mejores lugares, la abuela feliz de ver a sus hijos, nietos y bisnietos, recorría sus casas sin terminar de hacer una cosa bien, ya que todos la interrumpíamos con cualquier cosa. No pude evitar salir por la puerta trasera de una de las casas, una extraña fuerza me obligo a ir a ese lugar, donde tan solo se veían los cultivos de maíz de la abuela y después atrás de ellosUna barranca muy alta y una misteriosa soledad se percibía en el ambiente, de pronto sentí un opresión muy fuerte en mi pecho, que me hizo helar el corazón. Y regresar de inmediato con los demás. Mi abuela de inmediato se dio cuenta de lo ocurrido conmigo al verme pálido y aturdido, luego me tomo en sus brazos y medio algo de beber no supe que era, solo que sabía muy dulce y me hizo reaccionar. Me sentó en una silla mientras una sombra de preocupación la invadió en ese momento,
me dejo en la cocina mientras que ella se fue a su cuarto en secreto que nadie la acompañara. Tras lo ocurrido todo volvió como a la normalidad ya todos instalados aprovechamos para cenar, mientras la mesa estaba llena de platillos típicos del pueblo, toda una delicia. Entre bromas y pláticas entre grupos cenamos.Era hora de tomar café para unos, leche para otros y los más osados un trago de mezcal, la noche empezaba a caer y una misteriosa neblina empezaba a apoderarse del pueblo, mientras unos primos y yo salimos al patio de enfrente a fumar, de pronto nuestra platica se vio interrumpida por algo que vimos en el cielo, sobre las nubes algo empezaba a arder y nos quedamos descifrando que era. Unos decían que había sido un rayo, otros decían que un cohete e incluso que era un avión dijo otro. Cuando de repente mi abuela salió de la cocina y con un grito nos dijo que eso era una bruja de inmediato todos corrimos hacia la casa porque esa bola de fuego se aproximaba cada vez más, mientras mi abuela con unas palmas empezó a agitarlas en contra de esa cosa. Que estaba en el aire, después que la alejo. Nos dijo con voz preocupada: hoy no es una buena noche para salir quédense todos en casa, y nos pidió que si alguien tenía que salir al baño lo hiciera acompañado de varias personas ya que el baño estaba afuera en la parte de atrás, de pronto se nublo más el cielo y empezó a llover, un frio desgarrador se sentía en el aire, había llegado el momento en que la abuela nos contaría un secreto que nos dejaría a todos temblando, no se arriesgaría a dejarnos con la duda por nuestro propio bien. Nos juntó a todos en la casa de piedra, asegurando puertas y ventanas empezó la confesión. Nos contó que años antes, cuando ella y el abuelo se casaron. Eran muy felices pues se amaban mucho y tuvieron que vivir en contra de mucha gente que les envidia su felicidad, nos dijo que el abuelo era un joven muy parecido y que traía locas a varias muchachas del pueblo, pero el solo tenía ojos para ella. La abuela también en su juventud era muy hermosa y también tenía muchos pretendientes y de igual modo ella solo vivía para amar a su esposo, nos contó como un día. Ella salía a buscar al abuelo para llevarle de comer. Tomo el camino de siempre al monte donde se encontraba el cuidando sus animales ya que tenía muchos porque eran muy prósperos en ese tiempo, nos dijo después que en el camino se encontró con un desconocido, al parecer un extranjero de muy buen aspecto, que venía montado en su caballo negro como la noche y sus ojos rojos como llamas de infierno, entonces el jinete no pudo contenerse ante la belleza de ella y de inmediato saco unas bolsas llenas con monedas de oro y se las mostro a la abuela y le dijo que si se iba con él se las regalaría que tenía más en su casa, a lo cual la abuela no acepto y con una carcajada le dijo que ni ese amor compraría todo el amor que ella sentía por su esposo el jinete se llenó de cólera a la burla de ella e intento tomarla por la fuerza, mientras ella gritaba a todo pulmón al abuelo que de inmediato escucho y fue en la ayuda de su amada, lo derribo del caballo y se revolcaron en el piso mientras el caballo tiraba golpes con sus patas al abuelo queriendo proteger a su jinete, pero el abuelo era muy hábil y tomando una piedra muy afilada. La estrello en la cabeza de su enemigo, atontándolo por unos momentos, que aprovecho el abuelo para sacar su cuchillo y cortar su garganta, mientras ese hombre agonizaba, le habla a su caballo que fuera con su amo a contarle lo sucedido, el caballo salió de inmediato a gran velocidad y el hombre empezó a maldecir a los abuelos, diciéndoles que él era un servidor de Satanás y que se acababan de meter en un gran
problema, que el vengaría su muerte a lo que acto seguido el abuelo, termino su obra estallándole otra piedra en su cabeza de repente la tierra cobro vida y reclamo el cuerpo del jinete, así como la tierra se abrió de igual modo se cerró ante los ojos atónitos de los esposos, solos las bolsas de oro quedaron sobre él, la abuela pensó en dejarlas ahí, pero el abuelo creyó que se las merecían por aquel acto infame que hubiera cometido el jinete, y así lo hicieron se llevaron las bolsas con el oro, había transcurrido un año ya desde aquel entonces, que ya lo habían olvidado. Cuando de repente escucharon un ruido por atrás de la casa, el abuelo salió a gran velocidad a ver qué pasaba, no lo podía creer era su caballo favorito. Que se dirigía a gran velocidad a la barranca, él le chiflo como siempre pero esta vez el caballo no le hizo caso, fue cuando se decidió a ir tras él, cada vez se acercaban más a la barranca, el abuelo ya lo había perdido de vista cuando estaba al filo del precipicio. Miro hacia abajo pensando encontrarlo muerto, pero para su sorpresa no había nada en el fondo de la barranca de pronto miro hacia a tras de él estaba el jinete que había matado un año antes eso no le causo tanto temor hasta que vio a su acompañante el amo del jinete el mismo Satanás en persona, entonces el abuelo trato de correr pero sus piernas ya no le funcionaron solo pudo ver por última vez como Satanás lo empujaba al desfiladero. Mientras la abuela atónita observaba de lejosTambién sin poderse mover, porque todavía esa presencia maléfica se lo impedía, una amenaza corría nuevamente de ese ser, diciéndole que volvería por una alma más. Todos estábamos absortos de miedo. Al escuchar que en esa noche se cumplí un año más desde aquel trágico suceso. Nos dijo que no había escapatoria otra vez el jinete y su amo volvería a cobrar su venganza, de inmediato corrimos a buscar protección dentro de la casa, queríamos salir pero la lluvia se había convertido en una tormenta aliada a la obscuridad que nos envolvía, todos empezaron a armarse de sus creencias desde talismanes mágicos. Hasta artículos sagrados, cada quien tomo su lugar de repente escuchamos como la puerta de la casa se vino abajo, de inmediato todos caímos de rodillas para pedir algún tipo de protección pero era tarde. Ese ente maligno ya está ahí y venia por alguien. De pronto paso sobre la sala donde estaban la mayoría, yo corrí hacia el último cuarto de la casa en el fondo solo habían unas ollas de barro colgadas en la pared mi abuela me acompaño mientras la luz se iba, el jinete y su acompañante fueron por nosotros. Parece que nadie les importaba mas solo la abuela y yo, cuando entraron al cuarto solo se escuchaban los gritos de terror de los demás habitante de la casa. Y fue cuando sentí por primera vez esa presencia. La presencia de Satanás, en donde ya no te puedes mover, ni hablar casi ni respirar mientras va avanzando. Tu corazón se quiere detener, tus lagrimas no puedes contener, los minutos se hacen horas, las ollas empezaban a romperse, y sientes como cuando se te sube el muerto pero con más fuerza y no puedes ni hacer una oración en tu mente pidiendo ayuda. De pronto se acercaron a mi querían mi alma, pero la abuela no sé cómo de un salto se puso enfrente de ellos y un grito desgarrador salió de ella y cayó fulminada en el suelo. Ellos salieron por la puerta de atrás y todo poco apoco regreso a la normalidad, cuando encendimos la luz la abuela yacía muerta en el piso, terminando con la maldición.
19. “La historia” Carlos Perras Porras
La historia se inicia en un una de las tantas veredas de mi ciudad en una casa humilde hecha en bareque (un material parecido al cemento pero hecho de estiércol), contaba únicamente con 2 habitaciones en las cuales dormían de a tres personas, en una los padres con la abuela y en la otra los 3 hijos, había un corredor pequeño en el cual dormía un perro grande y viejo de color negro que raramente se movía de este lugar. Un día el mayor de los hijos, Alfredo, que tenía tan solo 12 años decidió salir a conocer él solo los alrededores de su vereda pues nunca habían salido las cercanías de su casa, salió a eso de las 10 de la noche sin hacer el más mínimo ruido, sabiendo que todos en su casa estarían dormidos. Alfredo quería saber por qué su padre nunca los dejaba pasar de ciertos puntos de su vereda así que emprendió el viaje descalzo y únicamente cubierto por una manta que le había regalado su abuela; esa noche estaba totalmente nublada y no se veía ni una sola estrella en el firmamento, Alfredo camino y camino y dio tantas vueltas que ya ni se acordaba de su camino de regreso, así que en ese momento y transcurridas aproximadamente 2 horas desde su aventura, el muchacho empezó a sentir miedo al verse tan rodeado de tantos árboles y tanto sonido extraño que nunca en la vida había escuchado. Alfredo de repente se acordó de las palabras de su madre que le decían que cuando sintiera miedo se acordara de las oraciones que ella le había enseñado, así que Alfredo siguió caminando y rezando esperando encontrar una salida, cuando en medio de una de las oraciones se le olvido el final de esta, volvía a empezarla a ver si se acordaba del fragmento que le faltaba pero por más que intentaba acordarse no lo lograba, cuando una voz en sus oídos le susurró al oído el pedazo de oración que le hacía falta, Alfredo sintiendo esa voz aterradora atrás de él no fue capaz de voltear su mirada para saber de dónde provenía, temblando y casi a punto de gritar siguió rezando cuando de pronto esta voz le dijo que no valía de nada rezar pues a los niños desobedientes ni dios los puede salvar. Alfredo corrió y corrió y cuando al fin se sintió cansado descanso sobre una piedra, volteo su mirada hacia atrás pero cuando lo hizo no logro ver nada, así que a pesar de que sintió un alivio al saber que no había ya nada tras él siguió caminando buscando la salida, cuando por fin dio con algo que el reconoció, un árbol grande en el cual había un columpio en el que él junto con sus hermanos iban a jugar, se dirigió hasta el árbol pero antes de llegar vio que había algo sentado en su columpio se acercó más y se sorprendió al ver que el columpio empezó a balancearse bruscamente, ya sabiendo cual camino llegar a su casa corrió queriendo abrasar a sus padres, pero en el momento en que llego a su casa su perro lo recibió con unos fuertes ladridos y una mirada amenazante, su padre al escuchar esto salió sobresaltado a ver qué pasaba, cuando salió a la puerta solo vio al perro ladrándole a la nada. Desde entonces los padres y hermanos de Alfredo no dejan de buscar al niño que salió caminando por el tan temido bosque de las brujas.
20. "Mi hermano el nervioso" Jony Hernández
Me llamo Dylan, tengo 16 años y me encuentro a kilómetros de donde partió Manuelita, Pehuajó. Mis padres murieron hace ya 7 años en un accidente automovilístico en el cuál yo también estaba involucrado. Nunca los olvido. Yo vivía en una cabaña, la cual era de mis padres, y conjunto con los valores que me inculcaron es el patrimonio que me dejaron. Me gusta dormir, mi cama para mi es mi casa entera, duermo mucho. Tengo un hermano, o tenia. No lo sé. Hace ya un tiempo que no lo veo. No sé nada de él, a tal punto que casi olvido su cara. Antes, hace un par de años atrás me venía a visitar. Hace ya un tiempo que el camino a la cabaña se borró. Tal vez habrá ocurrido lo mismo con su memoria. Recuerdo aquél día, nublado, lluvioso, especial para dormir. Mi hermano en la cocina improvisaba una masa, su cara blanca por el polvo de harina. ¡Qué rico!, pensaba yo, tortas fritas. Eran las diez de la mañana. Él tenía frió, pero yo no. Tal vez, el tiempo ha de haberlo enfermado. Con este tiempo loco, nadie se salva. Un día lluvia, al otro día un calor insoportable. Pero ¡bueh!, ¿Qué le vamos hacer? Por suerte yo particularmente, no sufro ninguno de los dos estados climáticos. Y ahora que lo recuerdo, de más pequeño si sufría el calor tanto como el frió, pero por suerte ha sido una instancia que superé. Todo lo contrario a mi hermano, él sí que es "gallina" como lo apodaba mi abuelo. Ya que lo hemos mencionado, voy a describir a mi hermano. Él es un hombre de 24 años, petiso y morocho. Terminó el colegio y trabaja en un campo, cerca de Carlos Tejedor, un pueblo muy pintoresco ubicado a unos 70 kilómetros de donde me situó yo. Trabaja en una estancia que no recuerdo su nombre, pero es grande. Supo tener novia, pero se caracteriza por la soledad, le gusta estar solo. Es muy callado, y serio, es oportuno a la hora de hablar. Tal será que podemos estar sentados uno al lado del otro y no te habla. ¡Ah! y no le vallas a hablar de noche, se pone nervioso seguro. Quedó traumado desde aquél accidente, porque no era así antes. Miren, para que lo conozcan mejor les voy a contar una anécdota de ese día. Después de haber terminado de cocinar, el abrió las ventanas porque decía que había olor a fritura, no lo sé. Tal vez era el hambre que tenía en ese momento que no sentí ni el olor ni el sabor, solo atiné a comer esas pintorescas tortas fritas. Y él, siempre tan nervioso cuando uno le habla, cuando le comente que no sabían a nada las tortas fritas se exaltó, y empezó a traspirar. Si, es así de nervioso mi hermano. Y el muy exagerado empezó a llamar a todos, diciendo lo que yo le había dicho. Es obvio que nadie le creía aquél comentario. Solo era una broma, pero estaba tan violento que hasta se lo tuvieron que llevar, y es desde entonces que no me visita, solo por una broma sobre una torta frita. ¡Es tan raro mi hermano!, hasta pareciera que... ¡Uh! hablando de roma. Ahí vienen los enfermeros del psiquiátrico con mi hermano, seguro me viene a traer flores, ¡hasta que se acordó de mi!, bueno amigos, los dejo, me voy a hacer el dormido a mi cama. Cuando gusten en querer hablar un rato más. Ya saben. Les dejo mi dirección: Cementerio 14, tumba 7. Los veo.
21. “Antiguas decisiones” Ivana Panza Covacevich
6 de Febrero, 1212. Mis años como sacerdote han terminado. No por mi futura muerte ni nada menos, sino por el mal, lo oscuro, mis fuerzas para seguir se han marchitado sin ver una luz al final del camino. Debido a los acontecimientos pasados, mi fe ha disminuido. Hasta ahora no encuentro ninguna razón lógica para ello. Estoy en duda con la existencia de Dios, si realmente existe, ¿por qué dejó que el ejército de las tinieblas caiga sobre nosotros? Las sequías, la peste, las muertes sin razón, la brujería. Para los futuros lectores, el final de esta historia será inesperado. Como nuestro futuro en la Tierra. Fue exactamente hace 2 años la noche que dejó marcada mi vida y la no existencia de un Dios supremo. Era un día como cualquier otro en la Iglesia de las Montañas. Apenas eran las 15.00 hs cuando de repente entró un hombre. Se le notaba asustado y pálido, entonces me apresuré para ayudarlo. Con rapidez en sus palabras me preguntó si podía regalarle 5 minutos de charla, por supuesto que acepté. Dijo que quería recibir ayuda lo más antes posible.-¿Cómo te haces llamar querido? Exclamé yo. –Arcángel, Arcángel de Craiova – ¿A qué se debe tu deseo de hablarme urgentemente? –Padre, he pecado. He hecho algo que espero que sea reversible. Le he vendido mi alma al Señor del subsuelo, padre del mal, culpable de todos los males de estas tierras. Apenas terminó de decir su última palabra sentí como un nudo mi la garganta se hospedaba ahí para no irse. –Pero, ¿tú estás loco? ¿A qué precio? ¿Qué le has pedido? Exclamé con una mezcla de rabia y miedo. Todos sabemos que la oscuridad es muy poderosa y su resentimiento hacia los seres vivientes es mayor que cualquier acción del bien. – ¿A qué precio? Bueno, seguramente se ha enterado de las sequías de los campos. La agricultura es todo lo que me queda para subsistir. Mi familia ha muerto en las Cruzadas y la Burguesía se ha llevado sus riquezas, es decir, la herencia que me habían dejado mis padres. Le juro que recé, recé por años, noches pero ningún milagro llegaba. Hasta que me rendí y acudí con una bruja, cuyo nombre no diré porque prometí no delatarla, para que hable con su maestro y me ayude a tener una vida y campos asombrosos. A cambio, le regalé mi alma. Padre, si usted estuviese en mi lugar hubiese hecho lo mismo. –No lo sé querido, no lo sé. ¿A qué has acudido a mí? –Supongo que no me ayudará, pero intentaré. El 1 de Noviembre mandará alguno de sus representantes. Especialmente eligió ese día ya que es la noche de los muertos donde la conexión entre los mundos es posible, donde también las almas en pena y cualquier esclavo del Infierno vaga por las calles en busca de su nueva víctima. Mi llegada con usted es pedirle si puede ayudarme a que eso no ocurra. Quiero
deshacer el trato. Me ha dado inmensa felicidad y alimento por medio de la mejora de los campos y la buena vida, pero mis días se terminan. No sé si sabrá ayudarme o querrá hacerlo, soy un pecador, seguramente el peor de todos estos tiempos. Pasaron unos segundos hasta que mi mente pudiese plantear una solución lógica. -Por más que tu pecado haya sido en vano, tú alma esta cerca de sufrir eternamente, Dios acepta a todos y todas por igual. Nunca vi tanta felicidad en un hombre, su pobre e inmunda sonrisa iluminaba las puertas del paraíso.Le expliqué que se requería de mucha fe, valentía y esfuerzo para la misión que querría realizar. Recuerda que nos estamos enfrentando a fuerzas superiores a la del hombre. Desde hoy hasta el día que me has nombrado rezaras por ti y tu gracia infinita. La noche del 30 se llevara a cabo el exorcismo. Debes traer tu objeto más preciado para darlo a cambio de tu alma. Asegúrate que tenga valor alguno. –Muchas gracias Padre, no sé cómo agradecérselo. –Dijo con gran entusiasmo. El hombre se retiró y dejó un ambiente tenso y miedoso, nadie sabía cuál era el futuro de este pobre campesino. Estuve toda esa tarde investigando y hablando con otros sacerdotes para ver cómo podía ayudar al muchacho que se había metido en espacios que nadie puede controlar. Ya habían pasado los 2 días de rezo y había llegado el 1. La iglesia había cerrado sus puertas temprano para tener tiempo de preparar todo. Esa noche era fría, nubosa y por suerte la Luna no estaba en su punto máximo. Cualquiera de los sirvientes del Señor del Infierno que venga a buscar el alma del pecador, se alimenta de la luz de ella. Arcángel había llegado justo a tiempo. Salimos al patio de atrás de la Iglesia y formamos un círculo de sal con 20 velas prendidas por fuera, eso ahuyentaba los malos espíritus. Los dos entramos en él. En mi mano llevaba la Biblia Sagrada y él un crucifijo. Empecé a recitar las frases de la misma, cada vez más fuerte y con más potencia de voz. Pasados los 10 minutos se pudo notar una silueta que venía caminando entre los árboles. Con solo verla producía angustia y tus únicos pensamientos eran de sufrimiento. Mientras se nos acercaba de escuchaban gritos y llantos de inocentes, y ruidos que no puedo explicar. Una neblina negra que se arrastraba por el piso nos invadió a tal punto de querer romper el círculo sagrado. En una milésima de segundo la neblina desapareció y enfrente nuestro se posó una muchacha de cabellos largos y ojos pálidos. Recuerdo estar parado enfrente de Arcángel, y que él comenzara a llorar y rezar por su vida. Comencé a leer la Biblia desde la parte que la había dejado, se vio que a ella ninguna palabra le hacía daño ya que solo sonreía y tenía a su mirada clavada en el campesino. Ella levantó su mano en la cual tenía filosas unas pintadas con sangre, rompió la barrera que nos mantenía a salvo. Extendió su mano hacia adentro y con rapidez, Arcángel derramó agua bendita encima de su brazo. La muchacha comenzó chillar y gritar. Se tiró al el piso de rodillas y en pocos segundos ya estaba de pie, todo el tiempo manteniendo la mirada en los dos y con esa sonrisa morbosa en su cara. Levantó sus brazos al aire, cerrando sus ojos y el cielo se puso negro, la neblina había vuelto. Se escuchaban voces a lo lejos, aullidos de lobos hambrientos que venían hacia nosotros. Risas que causaban piel de gallina. Llantos de personas suplicando piedad. Con el movimiento de sus manos abrió las nubes y se pudo ver la Luna en su punto
máximo. Esto significaba un punto negativo para nosotros. –Sirviente del infierno, anticristo personificado, deja a este pobre hombre en paz. He aquí por su alma la malla de plata del hombre que más gente asesino en las Cruzadas, su padre. Con sus ojos cerrados y mirando al cielo exclamó: – ¿Para qué la querría? Lo puedo ver en persona todos los días de su miserable vida, monje mugriento. Disfrutaremos de tu alma cuando tus cortos años de vida se acaben. El alma de este cerdo ahora me pertenece y no podrás hacer nada para detenerlo.Bajó su cabeza, fija hacia adelante, y sus brazos al mismo tiempo, abrió sus ojos, los cuales se habían transformado en negros, sin pupila alguna ni nada que los diferenciara de una persona. Cuando sonrió se le pudieron notar dos afilados colmillos. Con una expresión de miedo lo miré al pecador, y susurré: -Él ha mandado. Un... Vampiro. Apenas terminé de decir la última palabra ella ya había levantado vuelo mientras largaba una risa escandalosa. Mientras buscaba la sección de exorcismos para vampiros, paralizado de miedo Arcángel dio un paso atrás. Esto le costó la vida. Ya estaba fuera del círculo y desprotegido, ella aprovechó y en un santiamén agarró de sus piernas y lo arrastró totalmente fuera. Lo único que recuerdo ver es el pobre cuerpo de este hombre cerca de la Luna, siendo llevado por el sirviente del fuego lejos de la ciudad. Una lágrima cayó de mi mejilla al ver que había fracasado. Desde ese miserable día, mis ganas de seguir con la palabra del Señor son nulas. Lo que me preguntaré hasta el día de mi muerte, que ya sea próxima. ¿Dónde estaba Dios cuando el pobre muchacho era arrastrado hacia el Infierno?
22. “Horrorizante muerte del viejo depresivo” Esteban Navarro
Todo fue sangriento y lúgubre. La muerte en el monte más cercano al infierno, donde el viento hace un sonido sinfónico y tenebroso y donde los caminos rocosos te pierden en el horror, tan alejado era aquel monte, que nada no se acuerda de nada y nadie, de nadie. Todos los días el envejecido anciano se levantaba a las tres de la madrugada y salía con dirección al espeso bosque a talar unos cuantos arboles para tener con que cocinar la comida de cada día, pero el día 26618 de su existencia comenzó a sentirse agotado y apesadumbrado. El pobre anciano al llegar el medio día se dispuso a cocinar, con unas cuantas astillas que aun quedaba del día anterior. Busco algo de verduras, pero solo logro encontrar unas cuantas, que había hallado en el bosque. Al llegar la noche; cuando el desquiciado viejo permanecía echado en la cama de paja, de repente escucho un fuerte golpe en el techo de la vieja choza, unos segundos después escucho el segundo; el viejo alarmado se sentó en una de las orillas de la cama, asustado y a punto de sollozar. Unos minutos después se escucho un gato
maullar alarmante y diabólicamente, seguido de un tercer golpe, esta vez al otro lado de la puerta de la choza. Entonces con pasos temblorosos se acerco a la puerta y al abrirla, lo que vio fue la escena más triste y macabra que había presenciado en mucho tiempo; su gato Celio yacía bañado en sangre, muerto y con sus ojos casi salidos de orbita por todos los golpes que le habían propinado. El viejo con un sollozar profundamente ahogado, tomo delicadamente a su fallecido gato Celio en sus manos y lo sumergió en una olla de agua hirviendo y cuando solo faltaba la cabeza por sumergir pareció escuchar en su imaginación, el delirante maullar de su gato y fue cuando se dio cuenta que Celio estaba agonizando, pero era demasiado tarde. Para el día 26619, el caquéctico viejo no tuvo las suficientes fuerzas para levantarse y seguir con su rutina madruguera, en cambio paso toda la mañana lloraba e imaginando situaciones tristes en su vida de joven. Al medio día se aproximo a la cocina y saco de la olla el cuerpo sudado de Celio y comenzó a comérselo desde una de las patas, mientras suspiraba incansablemente. Cuando por fin termino de comerse, casi por completo el cuerpo de Celio, salió de su casa y camino por largo rato por los senderos oscuros e inhóspitos del bosque. La noche se acercaba tácitamente y el débil anciano al darse cuenta de eso, volteo su mirada hacia atrás y luego hacia todos los lados y se dio cuenta que estaba perdido. Siguió, pero esta vez casi trotando porque las picaduras de mosquitos lo tenían con la piel adolorida y solo trotando podía despejarlos un poco. Esa noche pareció que la Luna se había ocultado y que los demás animales bizarros del bosque aprovechaban eso para pasearse de un lado hacia el otro en busca de carne humana y eso era una amenaza. El viejo estaba exhausto. Dio un paso más y se tumbo pesadamente contra el camino rocoso, y sus heridas empezaron a abrirse y la sangre empezó a correr por su piel y el olor era insoportable para el mismo, pero para los demás extraños animales era aroma ferviente de carne. En la madrugada del día siguiente los animales nocturnos se marchaban, para darle espacio a los necrófagos; y antes del amanecer el viejo ya no volvería a su choza, ni su espíritu, ni su tristeza, ni su ansiedad...
23. “El siguiente” Salvatore Papardello
Una vez más recuerdo ese viejo sueño que tuve durante mi infancia y que me mantuvo despierto más noches de las que quisiera poder recordar. Me encuentro dentro de una extraña caverna, es una especie de media esfera o al menos eso parece, en el centro hay una especie de cristales de distintos tamaños los cuales forman un circulo, pero de forma extraña solo se puede acceder a este lugar atreves de un hueco que en el centro de la cueva, justo arriba del agrupamiento de cristales, los cristales son de 3 colores y un pedazo transparente, la base es purpura, seguido de un tono azul claro, pasando por un transparente y finalmente termina en un rosa, todos los colores son bastante tenues y se puede ver claramente atreves de ellos, los cristales a pesar de su belleza tienen algo anormal, puedes distinguir muy bien cada color pero cuando tratas de analizarlos no puedes percibir cuando se cambia de un color a otro, atreves del
hueco en el techo de la cueva el cual es su única entrada, se alcanza a percibir una luna llena con un encantador halo de un color azulado, y la luz que produce hace que resalten aun mas los cristales y es lo que permite una visibilidad buena dentro de la cueva creando el escenario más hermoso que jamás podría haber llegado a encontrar, la parte rara por así decirlo es que al rededor de estos cristales hay una gran cantidad de cráneos de destinos tamaños y formas, como si en algún momento de todas las etapas de la evolución humana alguien hubiera caído en la trampa mortal de estos cristales y su cráneo hubiera sido puesto ahí a propósito en una especie de ritual enfermizo que se lleva a cabo desde tiempos inmemoriales, estoy obsesionado tratado de analizar ese escenario cuando me percato que no soy el único ahí dentro, como mencione antes, la luz de la luna reflejada en los cristales proporcionaba una media esfera de luz con un radio de unos 5 metros aproximadamente, y el brillo era tal que a pesar que no lastimaba la vista lograba desvanecer mi sombra y no se perdía con la tétrica oscuridad que rodeaba campo de protección que sentía yo dentro del circulo, sin embargo, había algo en la oscuridad, algo viejo, siniestro e inmóvil, no se cuento tiempo llevaría ahí pero estoy seguro que llevaba observándome desde que me desperté ahí, lograba reconocer a duras penas una extraña silueta que podría asimilarla a humana pero de un tamaño y proporción algo más grandes y hoscos, a pesar de sentirme protegido dentro de la luz, gracias a esta no lograba adaptar mi vista a la oscuridad que me rodeaba, sin embargo después de muchos intentos logre reconocer esa silueta que estaba ahí y por lo que logre notar, el me esperaba, llevaba ahí tanto tiempo, y siempre estuvo esperando por mí. Traté de analizarlo y para mi sorpresa al mirarlo empecé a recordar toda clase de sentimientos de los cuales tenía años que ya no sentía, sentía enojo, duda, cansancio, sueño, miedo, estaba horrorizado, alerta, mis pies temblaban, si ese ente se hubiera movido, aunque fuera en lo más mínimo, estoy seguro que habría mojado mis pantalones, pero solo estaba ahí, esperando, mirándome y yo lo miraba, no tengo idea de cuánto tiempo transcurrió, uno de esos momentos donde siento que han pasado años y a duras penas han pasado unos segundos, pero sobre todo a pesar de todos lo que sentía lo que más tenia era una soledad abismal, como si estuviera dentro de un agujero negro y estuviera consciente de que jamás podría salir de ahí, y mientras miraba ese par de ojos negros, incluso más negros que la oscuridad que le rodeaba, cuál sería mi sorpresa que me vi a mi mismo, viéndome, como si estuviera mirando un espejo solo que no podía moverme, cuando pude reaccionar a pesar de no poder moverme y la luna empezaba a avanzar del centro de la cueva, mi cara sonrió levemente, pronuncio unas vagas palabras con una figura triste y mi cuerpo empezó a alejarse, trate de gritarle de agarrarlo, moverme siquiera pero no, ahí estaba inmóvil, quería llorar mientras lo veía alejarse en la luz de los cristales pero me resulto totalmente inútil, entonces comprendí, jamás lo aprobaría pero no tenia opción alguna, sabía que el paso lo mismo que yo y que yo tendría que hacer lo mismo que el, solo esperar y rezar a los dioses por no volverme loco y que le espere a ese cuerpo la peor de las torturas por darme esta maldición. Es en este preciso momento donde reacciono y me percato de que en realidad nunca fue un sueño y continuare atormentándome en mis propios pensamientos, mis recuerdos, mis penas pero sobre todo mis pecados… Eso hace ya bastantes lunas, tantas que he perdido la cuenta, pero aun así estoy seguro que alguien más caerá en esta miserable trampa a demás de mi y no importa cuánto tarde, llegará y me podre mover una vez más. A pesar de todo el tiempo que llevo aquí en soledad y la ira que solo los desdichados anteriores y yo en mi inmóvil estado pueden saber, me imagino cómo será el próximo en caer y lo único que puedo
hacer por él es sentir mi más profunda lastima, por ese pobre miserable y por la larga espera que también tendrá que sufrir por el siguiente detrás de él.
24. “Historia Verdadera” Luis Cuenca García
Era la 1:00 am, cuando fui a mi cuarto y volví con una frazada. Apague el televisor, las luces, una por una, y me quede a dormir en el sofá. Comencé a rezar hasta que me quede tranquilo y me dormí. A las 3 de la mañana, me desperté. Hacía frio y la colcha estaba a la altura de mis rodillas. Me estire, cogí la colcha y la sacudí con la intención de cubrir todo mi cuerpo; en eso, dos manos invisibles cogieron ambos lados de la colcha tratando de ahorcarme, en el último momento logre poner un brazo antes de que cerrara la frazada en mi cuello y una cara de humo apareció. Solo llegue a sonreír, el sonrió, y desperté. Me siguió desde mi cuarto…
25. “El libro” Gabriela Ourfali
Cuentan que el libro estaba maldito, que cualquiera que lo leyera moriría, y que todos los que lo habían intentado, de una forma u otra, habían muerto. Algunos se reían y se burlaban sobre eso, otros se mantenían alejados de él, desconfiados, sin saber muy bien si creer o no, pero por las dudas, ni lo miraban. Y estaban los que tenían la certeza que era cierto, que con sólo abrirlo y empezar a leer, morirían. Y yo, que no creía en nada que no fuese racional, sabía que era "puro cuento" y que las muertes habían sido naturales, nada que no sucediera a diario. Así que pensé que era un buen día para leerlo y demostrar que malditos pueden llegar a ser los hombres, no los libros. El libro estaba en un estante de una biblioteca, solo, alejado de los demás. El lugar debo admitir, bastante terrorífico, y sonreí, no iba a dejar que me intimide, así que lo tomé, comencé a leer y al instante lo supe, moriría. La sensación era difícil de explicar, miedo extremo y resignación, pero ya estaba hecho, así que seguí y me di cuenta que estaba leyendo mi propia muerte, la peor de las muertes imaginables, empecé a temblar y ya no se detuvo.
26.
“Jamás te dejaré” Nubes Wand Allí estaba Ricardo, en aquel cementerio, siempre iba todos los lunes al salir del trabajo, ya lo conocían los sepultureros, así que por compasión le daban cinco minutos más antes de cerrar el lugar. Hacía tres semanas había muerto margarita su esposa, y desde el día que la enterraron iba a visitarla con un ramo de rosas blancas, las que a ella no le gustaban a decir verdad no le gustaban las flores, allí las ponía encima de su lápida mojada por las gotas de lluvia. Sollozó un rato y luego salió hacia su casa, pensando en ella y en sus últimas palabras:”Jamás te dejaré”… Cada vez que recordaba esas palabras, se estremecía, sentía un leve escalofrió no sabía si era miedo de que ella cumpliera sus palabras o era felicidad por que lo hiciera. Esa noche como de costumbre llegó a su casa, subió al cuarto, no preparó nada de comer, estaba adelgazando demasiado pero no le importaba, solo podía pensar en Margarita y en esas palabras que retumbaban en su mente como un martillo. Observó una foto de ella en la pequeña mesita de la cama, no soportó su mirada, sintió pavor y volteó la foto, luego temblando tomó un pequeño espejo de mano, que estaba al lado de la foto, era el espejo de Margarita allí ella pasaba horas mirándose cuando estaba viva. Él lo tomó y vio a través de él, un sudor frio recorrió su espalda, la brisa de la noche entró por la ventana dando un golpe ensordecedor, y los ojos de margarita brillaban en el espejo… la voz de margarita se escuchaba y se hacía más fuerte diciéndole : “¡JAMÁS TE DEJARÉ!“, su cuerpo se paralizaba, mientras ella lo observaba por el espejo con esos ojos tan vivos que expresaban maldad y compasión era algo espeluznante, sentir esa piel tan blanca con tonos azules…la noche se hacía eterna no podía moverse, luego ella salía del espejo y se posaba sobre su pecho , era muy pesada parecía un cúmulo de piedras puntiagudas sobre su piel .Tan helado era su fantasma que el cuerpo de Ricardo también se amorataba, él cerraba sus ojos y le decía: – ¡Perdóname, perdóname, prometo que llevaré flores a tu tumba pero, perdóname! Ella no decía nada lo miraba con ojos quietos y se hacía cada vez más pesada sobre él, hasta que lo dejaba inconsciente, esas eran los noches de Ricardo una tras otra. Al día siguiente se levantaba cansado, aturdido, con ojeras hondas, ya parecía un cadáver andante, todo porque el día que margarita murió, lo vio en la cama con otra mujer, ella no soportó la idea y se lanzó por la ventana, no sin antes decirle a Ricardo que jamás lo dejaría.Cada noche va Ricardo a su casa esperando pagar su pena atormentado por el fantasma de margarita una tras otra noche el espectro se posa en su pecho y no hay quien lo pueda salvar de ese horror… Quizá la muerte pero a los culpables la muerte les huye…
27. “Una historia de horror” Roldán Aponte
El bombillo candente me iluminaba el rostro sin permitirme ver más que una silueta inidentificable, detrás del mismo. Mi cuerpo yacía tendido en el asiento-camilla, casi inmóvil, casi entumecido, casi trinco como respuesta al augurio que mis sesos se habían adelantado a predecir. Era inevitable, sabía que ocurriese de un momento a otro, que ese hombre entraría por la puerta y mi destino sería aun más doloroso que como creía. Pero hasta el pesimismo tiene una pizca de esperanza como amnistía al terror audible que retumbaba en mi pecho en forma de latidos acelerados que escuchaba desde adentro. Aun esperaba que no fuese necesario, de que aquella silueta del hombre de dos metros de altura llegara con su voz grave y me dejase marchar. Sé que llegara de cualquier momento a otro y cumplirá con su promesa si el muy vil a esto es a lo que se dedica. Pero el pánico no es menos apacible cuando se mezcla con incertidumbre. Llegará y sabrá dios qué me hará. En la sala contigua escuchaba los gritos de un niño. ¡De un niño! ¡Pero si los niños son ingenuos! Sus gritos llegaban con tal claridad que me sembraron la duda sobre las concretas paredes. ¡Esto es un horror, esta tensión es inaguantable, que llegue ya y haga lo que tenga que hacer o que me deje ir, que me libere! Me resigno, quizás sea un mal necesario. Pero de pronto cesaron los gritos del niño, y ahí fue que el tugurio se me volvió negro, negro, negro de ónix aun cuando la bombilla seguía en mi cara. Me jodí pensé, nada más, solo un simple y seco ‘me jodí’. Justo cuando pienso eso entro la figura de 2 metros con taladro en mano izquierda y manguera en la derecha. Si ya estoy jodido pues al menos que sea zurdo. No hago más que alcanzar a ver el brillo de la luz la bombilla refractándose en el metal plateado del taladro se clava en mí hasta estremecer mis nervios y azotar el dolor intenso. ¡Era el olor a hueso quemado, me estaba taladrando los huesos el hijo de puta, mientras se me escapaban los gritos como si nunca me hubiesen pertenecido! ¡Ni la peste a hueso calcinado, ni mis huesos perforados le basto a este macabro entre los chirridos de su taladro! Saco su taladro del primer hueso y que lo clava en otro hueso, ya las lágrimas se me escapan. Al menos tuvo una pizca de sensibilidad al inyectarme esa anestesia que al parecer era edición limitada que de tan poca que me puso, sentía hasta el espacio hueco. Seguido saco unas pinzas plateadas las cuales creí que me arrancarían el cráneo por el orificio bucal. Para mi mayor horror él se detuvo y me dijo ‘muy bien Campeón, ya he removido dos de las muelas dañadas, nos vemos el lunes que viene para las otras dos.
28. “El panteón del Edén” Miguel Mendez
El tiempo se derretía junto contigo en el viejo jacal, ahí donde nos convertimos en nada. ¿Te acuerdas Gertrudis?, ¿te acuerdas?... Las voces resonaban como ecos en algún lugar olvidado en la mente de Esteban Crisantos; el zumbido del viento lastimaba los oídos, haciendo que la piel se erizara con cada chiflido que parecía el tuene lamento de alguna persona, se confundía con las tantas voces que invadían la
cabeza de Esteban Crisantos. – ¿Por qué ya no volviste?, ¿porque me dejaste aquí tan sola? Yo no quería hacerlo tú me obligaste, espero y te sientas contento, mis muñecas nunca se han curado del todo… Cada tumba tenía su lamento, Esteban lograba escucharlos claramente cada vez que se acercaba a una, parecía que le hablaban a él. – Tengo frío, mucho mamá, ¿Por qué ya no has venido a verme?... –Ya no me llores, no ves que aquel rio de lágrimas no me deja cruzar… –Ruega por nosotros, Santa María, ruega por nosotros… ave María llena eres de gracia bendita eres entre todas las mujeres y bendita sea el fruto de tu vientre Jesús… Tantas voces sin consuelo, pensaba Esteban mientras daba ligeros pasos entre las tumbas, buscando algo que ni el mismo sabía a ciencia cierta que era. Temblando a causa del frio sosteniendo enfrente de él una lámpara de petróleo, alumbraba con cautela cada paso que daba, cuando escucho el ligero crujir de las hojas, giro rápidamente para observar si alguien lo seguía, le pareció mirar algo entre las tumbas: era una persona o eso parecía, una figura flaca, de mediana estatura parecía un niño, de piel blanca pálida y calvo. Se percató de que aquel ser estaba descalzo. Se detuvo en seco, Esteban tratando de tener contacto con la criatura pero esta solo corría alrededor de él. Esteban trataba de aluzarlo pero la criatura era demasiado rápida. Entonces escuchó una voz, pensó que era algún lamento que provenía de otra tumba pero esta vez era un anciano: el velador. – ¿Qué andas haciendo? Aquí y a estas horas. – Es culpa de un sueño… – ¿Cómo que de un sueño? –Pues sí, soñé con algo no sé qué era pero me acuerdo que tenía ojos muy bonitos, no era ni persona, ni animal era una cosa y en mi sueño aquí lo encontraba… no hare mucho ruido, ni soy ladrón de tumbas, solo vine a desengañarme y me iré. –Anda, pues lo voy a dejar estar aquí una hora más solo una y cuidado con el sin ojos, yo por eso siempre traigo mi pala, le da por atacar a la gente mucho cuidado; yo si fuera usted me iba pero bueno allá usted muchacho– dijo el anciano perdiéndose entre las tumbas con su pala al hombro. El petróleo ya casi se terminaba solo una débil flama era la luz de Esteban entre tanta oscuridad, y los lamentos de las tumbas lo seguían distrayendo de su búsqueda. Y la leve respiración acompañada de unos pasos que lo seguían desde hace un rato. Sabía muy bien que en cualquier momento solo la luz de la luna tendría para ser alumbrado. –Yo soñé con la muerte, nunca pensé que sería así tan simple, aquí debajo de la tierra hago lo que siempre me gusto dormir y dormir solo en veces platico con la soledad ella fue la única que siempre me entendió, la única que me quiso realmente y cuando llegue aquí era la única que siguió conmigo… Esto escuchaba Esteban al sentarse en una improvisada tumba sin nombre o tal vez borrado por el largo paso del tiempo. Se levantó dio un largo suspiro, observo su lámpara y la flama ya casi muerta, sabía que casi se le terminaba su hora y aun no encontraba nada, un fuerte viento se dejó venir provocando que la rama de un árbol cayera muy cerca de él, haciendo que Esteban Crisantos soltara su lámpara rompiéndose bruscamente contra una tumba.
Todo quedo en oscuridad, hasta que la luz de la luna empezó a aclarar el alrededor, sin ojos sentía el olor de Esteban y sin poder mirarlo sabía dónde estaba se acercó a él, estaba desnudo solo un trapo le cubría debajo de la cintura, y un trapo negro alrededor de los ojos su cuerpo esquelético haciendo ligeros movimientos tratando de seguir el ritmo del viento. Acercándose al aterrado Esteban; este se quedó atónito sin decir nada y sin saber qué hacer. Se levantó lentamente. Aquella criatura estaba justamente enfrente de él, se dio cuenta de que este estaba ciego, pensó<<tal vez por eso, el anciano lo llamo sin ojos>> tomo una roca y la arrojo a otro lado para distraer al ser. Y cuando sin ojos se dio la vuelta para caminar hacia el sonido, Esteban se levantó por completo y comenzó a correr, seguía corriendo sin voltear atrás, se había olvidado de su sueño lo único que tenía en su mente era salir de ahí.Fue cuando cayó bruscamente a un hoyo, era para algún nuevo muerto: el golpe había sido fuerte, se incorporó suavemente se tocó la frente tenía sangre, miro alrededor. Noto algo en el suelo medio enterrado empezó a escarbar y saco una pequeña caja rectangular, encima de la tapa tenía dos orificios en forma de ojos con dos cristales preciosos, << lo he encontrado>> dijo y salió del hoyo. Camino a paso rápido, sin correr mirando nervioso a su alrededor, pensando como abriría la caja y que abría a dentro de esta, al llegar la puerta estaba cerrada con un enorme candado, tal vez el anciano tendría la llave pero no quería seguir estando en aquel cementerio y mucho menos encontrarse con la criatura llamada sin ojos. Empezó a escalar la puerta del cementerio… solo sintió el fuerte golpe en la parte trasera de su cabeza y el fuerte sonido metálico de la pala… La caja se abrió al caer, solo tenía arena. –Por esto fue que vino, pobre muchacho– dijo el viejo velador Sin ojos miraba con sus oídos, sintiendo los sonidos que le producían macabras imágenes de una persona siendo enterrada viva. Esteban comenzó a despertar y lo único que miro fue un montón de tierra cayéndole en la cara y volvió a cerrar los ojos. – Sólo escuchaba el zumbido de la noche, fue mi sueño, fue el culpable de que terminara aquí, me hubiera marchado… cuando pude… solo escuchaba el zumbido de la noche y todas esa voces de animas condenadas al purgatorio… La noche caía bajo el Panteón del Edén.
29. “Las fiestas terroríficas de mi pueblo” Julian Bahamon
Caigo en las carreteras de Masaya en Nicaragua a media noche, empiezo a rezar a lo loco, miraba esos espíritus queriendo tirarlos quizás a su desgracia entre rezos y llanto. De los nervios no podía ni gritar, no entendía que pasaba, de pronto este sueño era una de las peores pesadillas. Me levanto del suelo al que había besado casi obligado por lo que creía eran demonios; estaba en el medio del baile de los ahuizotes que se celebran en esta ciudad cada año en noviembre. Que susto.... Llegaron a Siuna, a las tres minas y ahí sí que se
asusté junto a mi amiga Angy que fue testigo del encuentro que tuve con la Cegua, una mujer de vestido blanco que en vez de caminar vuela, con todo el cabello en la cara; porque dicen que si miras su rostro podrías morir del miedo. Esta mujer es conocida porque solo se le aparece a los hombres apuestos pero ebrios y yo sería la victima de la ella y entonces antes de que me siguiera molestando desapareció.
30. “Las sombras” Omar Cárdenas Mendoza
Todas las noches iba con el Jesús en la boca al baño. Atravesar los escasos cinco metros que separaban su cuarto del retrete se le antoja un penoso viacrucis. Hace ya mucho tiempo que había dejado de tomar agua por las noches; pero su vejiga era una negra perra llena de costumbres – a las doce menos diez, minutos más, minutos menos, despertaba a Maribel; no importaba que el sueño fuera el más profundo o real, no importaba el calor y seguridad del edredón. El dios retrete exigía el sacrificio de la orina. Lo primero que notaba al salir de su cuarto, frío sin importar qué estación del año fuera, era la sonora respiración de su madre, quien hace mucho ya había dejado de buscar monstruos debajo de la cama para calmar a su hija. El pasillo estaba plagado de retratos añejos que contenían sonrisas congeladas y uno que otro muerto. A la derecha se encontraba la mesita del teléfono, donde reposaba el armatoste que palpitaba cada 5 segundos con una fuerte luz blanca: el blackberry de trabajo de Ana, su madre. A Maribel se le antojaba un corazón mecánico que despertaba justo a las 11: 50, sólo para disfrutar con el miedo, con su miedo; caminaba despacio, de puntillas, con la mirada fija en el picaporte del baño, tratando de ignorar los ojos que la seguían cada que la luz los golpeaba. Aún recordaba la vez que… “pero qué tontería, es obvio que me seguían, tonta, todos los retratos que miran fijo al foco lo hacen, pero esa vez parpadeó, no lo niegues”. A mitad del camino, debido al miedo que erizaba ya los brazos de Maribel, la respiración de Ana parecía combinarse con la luz palpitante del celular: el pasillo parecía vivo –estaba vivo-; la chica corría, siempre a puntillas, el último trecho y se aferraba al picaporte y a la seguridad del baño. Vaciaba la vejiga, se echaba un poco de agua fría en la cara, para retornar a su centro, se armaba de valor por dos largos minutos y salía a la carrera, aún de puntillas, a la seguridad de su cama. A la mañana siguiente, durante el transcurso del día, el miedo se desvanecía y Maribel volvía a ser la chica alegre de siempre, al menos hasta cerca de la medianoche. El próximo mes se cumplirían cinco años, largos cinco años en el distrito, desde que su vida se había vuelto este claroscuro. Y así hubiera seguido si no fuera por Miguel, Miguel y sus ridículas fijaciones con el terror – pensaba Maribel. Cuando por fin le confió su miedo irracional, buscando un remanso de paz, su compañero de trabajo se desternilló de risa y pronto vio la posibilidad de una risotada (como gustaba llamar a lo que él suponía una carcajada). Le contó la leyenda –“Créeme, es real, bueno, tan real como es una leyenda”- de por qué la gente siempre apaga todas las luces en la noche, a pesar del miedo ancestral, genético, que producía a todo humano la oscuridad. -Se dice que en la noche, los muertos, sus almas mejor dicho, tienen pase libre
para deambular por la tierra. Pero no creas que cualesquiera muertos, sino aquellos que han perdido la vida en situaciones violentas o bien sin capacidad de alcanzar la luz. Aprovechan la oscuridad de la noche para andar de aquí para allá, buscando algo, no saben qué, se supone que una forma de redimirse; pero al no recordar nada de su vida anterior… pues sólo deambulan. Lo que más parece gustarles es mirar a los vivos dormir; si por alguna razón te levantas por la noche, a eso de las tres, alcanzarás a ver sus oscuras figuras por el rabillo del ojo. A veces, si son osados, estarán justo frente a ti, con los ojos fijos en ti. - No mames Miguel, cállate, eso lo sacaste de Facebook. - No, de verdad que no, las figuras oscuras, su historia, se puede trazar más allá del internet; hay registros en revistas médicas que catalogan a tales visiones como trastornos del sueño. Pero eso no es lo importante; lo importante, te decía, es que sólo deambulan por la noche. Es pues su reino. Cuando nuestros ancestros conocieron el fuego, al principio, lo usaban sin pensar. Pero es entonces que sucedieron los primeros contactos con las sombras, atraídas por la luz, confundidos por la luz… quizá pensaban que era la luz de la redención, el dichoso túnel de luz, qué se yo; en fin, pues las sombras iban tras ella y los hombres conocieron por vez primera el terror, no el miedo; ese ya lo conocían con los depredadores, el terror puro, así como tú cuando vas a mear. - Tarado. - El fuego, las reuniones en torno al fuego, se volvieron un ritual de paso, sólo aquellos que se atrevían a hacer un círculo en torno a la llama, en una noche que coincidía con la última luna de octubre, y que permanecieran por al menos una hora, podrían ser parte de la tribu como hombres –no, no recuerdo el nombre, da igual-. Los que fallaban la prueba se consideraban por siempre niños; a veces eran expulsados, a veces vivían como ayudantes del hogar. - ¿Y las sombras, se presentaban? - No siempre, quizá en el fondo tengan una conciencia, quizá. Pero las veces que lo hacían no quedaban nadie que pudiera contar qué había pasado. A la mañana siguiente, los ancianos de la tribu, se encontraban con un círculo de cadáveres, con cabellos blancos, y un grito ahogado en espuma. - Dios, creo que ya no quiero seguir escuchándote. - Al contrario, creo que esto es lo importante, ven; anda. - Vale, pero no quiero nada gráfico, por favor. - De acuerdo, esto es rápido, como te decía, a pesar del miedo genético a la noche, por los depredadores o lo que tú quieras (las sombras); la humanidad decidió dormir a oscuras, un poco como muertos; pero pensaban que, si no había luz, no habría sombras que merodearan cerca. Hoy en día han aumentado los reportes de las sombras, debido a que la noche ya no es tan oscura como hace apenas 50 años, ahora estamos prácticamente bañados en luz: las lámparas de la calle, los neones de las tiendas, la luz naranja de toda la ciudad, etc. Bueno, pues resulta que las sombras sólo viven para la luz, buscan la luz; de nuevo, y sólo imagino, quizá piensen que es el camino a la paz. Aquí es donde entras tu Mabelita, quizá tu miedo irracional viene de una memoria ancestral; sabes que la luz atrae a las sombras y sabes que no estás sola con esas idas al baño. Pero no me hagas mucho caso, sólo es una historia… Su compañero de trabajo le dedicó una mirada burlona, esperaba haber regado un poco más las semillas del miedo que ya anidaban en Maribel. Después de todo, se decía, su miedo era ridículo. Esa noche, Maribel obligaba a su vejiga a resistir, pero a
las doce y cuarto por fin se rindió. Salió al pasillo, estaba hecha un manojo de nervios, sus músculos se tensaban a cada paso, sus poros exudaban hielo y su boca maldecía a cada paso al cabrón de Miguel. Tal como estaba, todo le parecía hiperbolizado, magnificado; los ronquidos de su madre eran terribles y, lo peor, es que calzaban a la perfección con los cegadores flashes del teléfono. A mitad de camino, Maribel detectó un leve crujir a su espalda, acompañado de pequeños suspiros. “No, no, no, no” su mente se había nublado, la negación pugnaba por convertirse en un grito. Se pensó en el baño y se calmó –“llega al baño chica, llega al baño y quédate allí; no importa que no salgas hasta mañana”. Pero, justo al dar el primer paso, notó que las paredes vibraban, que los cuadros, las imágenes de éstos, la veían con frías miradas (“y parpadean”); enseguida notó el movimiento justo delante de su visión, las sombras, parecidas a manchas de aceite, se movían torpes, infaustas, como sin rumbo, como tratando de encontrar algo, sin saber qué. Bastó esa grotesca imagen para que un no, más quejido que palabra, saliera de la garganta de Maribel, un no que detectaron sus tenebrosos huéspedes. Por fin, con dirección, con propósito, por fin. Al día siguiente un alarido irrumpió el sueño de muchos vecinos del Edificio A: Ana era todo brazos y piernas y cabellos y bata al viento; corría al encuentro del cuerpo inerte de su hija, esa estatua horrible, de cabellos blancos, y cara desfigurada por el dolor.
31. "La sonrisa" Lorena Cecy Meza
Tenía desconfianza más de la normal por aquella mujer, desde el primer momento que la vi. Noté algo muy diferente en su mirada, en su postura en su voz. En su rostro siempre había una sonrisa extendida. Mi padre, confiaba en ella la conocía hacía un par de meses, por lo cual creyó que podría cuidar de mí, durante el período en cual él se hallaría ausente de casa. Esa primera vez que la vi, ella acarició mi rostro con sus manos, deslizando suavemente sus dedos en mis facies, sus dedos eran suaves pero muy fríos, fríos como hielo, la frialdad de sus manos me provocó estremecimientos en la espalda, miedo y mucho temor. Pero no le di mucha importancia, supuse que tal vez esa sensación se debía a pasar la mayoría de mi tiempo viendo y leyendo películas y libros de terror, ganando una imaginación al límite. Al día siguiente mi padre partió de casa, dejándome una nota sobre mi almohada, la cual apenas desperté leí detenidamente. “Hijo pórtate bien con Lizbeth, es una buena mujer, sé que pronto te encariñaras con ella. Regresaré dentro de unos meses, haz tus deberes y ya deja de ver y leer películas y libros de terror, que es lo que te causa que creas en criaturas y monstruos bajo tu cama o en la casa, recuerda lo que te dijo tu madre la última vez, en fin… Bueno hijo te quiero mucho, nos vemos pronto un abrazo fuerte. Tu papá”
Al concluir la lectura de la nota que mi padre me dejó, la puerta de mi cuarto se abre y por ella ingresa Lizbeth, en manos traía una bandeja, la cual al parecer era para mí, el verla ingresar a mi cuarto sin quitar su sonrisa y con ese desayuno me recordó a esos días en los que mi madre solía ingresar a mi habitación con el desayuno, no podía evitar recordarla la amaba tanto que el simple hecho de ya saber que no volvería a verla otra vez me incitaba a dejar escapar unas que otra lagrima. ―Buenos días ― me dijo sin quitar de su rostro la sonrisa, sus ojos claros se adueñaron de mis sentidos, su voz endulzó mis oídos, y por alguna extraña razón ese temor que sentía desapareció de mí por completo, me di y le di la oportunidad de intentar que nos lleváramos bien, durante la ausencia de mi padre. Con las horas y el correr de los días fuimos estableciendo una buena relación. Como todo adolescente solía reunirme cada fin de semana con mis amigos para jugar al fútbol o a los juegos de vídeos. Ellos eran mis amigos de la infancia siempre que podíamos nos ayudábamos entre nosotros, motivo por el cual me animé a contarles que desde hacía unos días mi padre había contratado a una mujer como mi niñera, les describí como era, desde la frialdad de su piel, la risa fija que no borraba de su cara y hasta incluso la melodiosa voz que me hechizaba. Como era de esperarse, ellos se burlaron de mí, por el hecho de tener una niñera y también por la manera en la que les había descrito el aspecto de la misma, bromas de mal gusto pero muy divertidas como siempre, solíamos hacernos. Pero por una desconocida razón tuvimos que alejarnos, algo infrecuente estaba ocurriendo en el barrio. Sucedían cosas muy extrañas, hechos inexplicables. Vecinos afirmaban que esto se debía a una extraña leyenda urbana, sobre la cual no querían contarme. Esos días el miedo y el espanto se adueñaron de mí. Esos fines de semana en los cuales solía dormir en casa de mis amigos terminaron, uno a uno y poco a poco cada uno de ellos fue muriendo de maneras tan inusuales, que se creía habían sido objetos voladores no identificados (OVNI), listos para atacar la tierra. Pero solo eran ideas inventadas para ocasionar espanto y miedo en el vecindario. Mi amigo de 14 años fue hallado en la cancha en dónde acostumbrábamos a practicar deportes, totalmente descuartizado, lo extraño del hecho es que solo estaba su cuerpo, su cabeza no se hallaba en ningunos de los derredores del sitio, todos mis amigos menos uno habían muerto de maneras muy confusas. El saber que mis amigos poco a poco se alejaban en cuerpo de mí, me trastornaba, me producía insomnio, por las noches el sueño se me interrumpía, solo me sentaba en mi cama, me cubría la cabeza y rezaba intensamente, por primera vez creía en un dios, que por un tiempo creí inexistente. Mis noches eran horribles, todos los días creía oír ruidos provenientes de la sala, pero no quería bajar temía por mi vida, esas noches me llenaban de pánico, lo peor de ellas era que siempre llamaba a Lizbeth para que me hiciese compañía, pero parecía no encontrarse en casa, esas noches a pesar de sentir mucho temor, me levantaba, respiraba profundo y buscaba en mí, el valor suficiente para ir a buscarla. La buscaba por cada rincón, en cada habitación, exceptuando la sala. Pero no residía en la casa. Solo volvía a mi cuarto intentando dormir, cosa que no podía lograr. Cada día, me enteraba las horribles muertes que sucedían con el transcurso de los días, Lizbeth siempre me despertaba con el desayuno y a pesar de los acontecimientos siempre sonreía. Cada vez que le preguntaba a dónde estaba en las
noches, me afirmaba estar en su habitación durmiendo. Lo cual creía por el simple hecho de encontrarme asustado y que tal vez en profundidad no prestaba atención. Las muertes de jóvenes, adultos, ancianos, me provocaban insomnio, helaban mi sangre, ya no dormía por las noches. –En esta noche hay una gran tormenta, la lluvia cae con gran intensidad, las gotas golpean todo a su paso de manera agresiva, hay truenos, relámpagos, estoy acá en mi habitación, aún puedo oír ruidos en la sala, pero… Estos son diferentes a los de noches anteriores, tengo que salir y averiguar que hay en mi sala, no puedo quedarme encerrado, si voy a morir, quiero saber qué es lo que me va a matar.Debo sacar el valor de algún lado, tengo que respirar profundo y atreverme a bajar las escaleras, ya no tengo que tener miedo. Bajé cuidadosamente las escaleras, tratando de no hacer mucho ruido, cada vez más escuchaba el masticar fuete, el crujido como si se estuviesen rompiendo huesos. Me acerqué al marco de la puerta y sigilosamente me animé a ver qué era lo que había ahí, pude ver, vi una criatura con un vestido blanco desgarrado y manchado que estaba encima de un cuerpo. –Ese cuerpo… ese cuerpo es el de mi amigo, lo sé, es su cuerpo― pensé en mis adentros, mientras sentía la adrenalina velozmente adueñarse de mí, mis piernas temblaban, casi no podía resistir las ganas de llorar, quería gritar, pero si lo hacía la criatura se aventaría hacia mí. – ¡Demonios! ¡Demonios! ¡Tengo mucho miedo! – pensaba en mis adentros, no sabía qué hacer, el ver el cuerpo de mi amigo siendo devorado por esa extraña criatura, me daba rabia, tristeza, una mezcla de sentimientos, que no sabía cómo controlar. Nuevamente me animé a ver una vez más a la criatura en la sala. Esta rompía de una manera abrupta los huesos del cuerpo ya sin vida, los arrancaba sin piedad del cuerpo y se alimentaba del mismo, lo disfrutaba tanto, que veía como lentamente con sus manos quitaba las vísceras y las acomodaba en su boca, la sangre manchaba la alfombra gris de la sala. Pronto sin darme cuenta, noté que me estaba viendo y en sus manos tenía la cabeza ya despojada en su totalidad del cuerpo de mi joven amigo me miró con sus claros ojos verdes, su sonrisa extendida machada con sangre coagulada, en sus dientes blancos pequeños trozos de carne. A penas con mis fuerzas ya compuestas, giré y tomé carrera a toda prisa hacía mi habitación, subí velozmente las escaleras, no podía casi respirar, mis latidos eran muy fuertes, mis piernas no querían seguir ayudándome, tropecé en unos de los pasillos per continué mi huida, no quería morir. Pronto encontré la puerta que creí estaba muy alejada de mí, por fin mi cuarto alcancé a ver, entre rápidamente, cerré la puerta coloqué el seguro, y me escondí entre mis sábanas, la tormenta continuaba, los relámpagos y los truenos me erizaban la piel. Las cortina de mis ventanas estaba a un lado la luz de los rayos chocaban contra el vidrio reflejándose en una de las paredes de mi cuarto. Aún no recobraba mis patrones normales de respiración, el corazón parecía pronto escaparía por mi boca. En ese instante la puerta de mi habitación se abre… Creí haberlo estado imaginando cuando siento que mis sábanas comienzan a descender de mí, comienzo a sentir que algo toca mis pies, algo totalmente frio, frio como hielo, frio como las manos de Lizbeth, frío como aquella caricia que rozo mis mejillas, pero seguí sin darle importancia a lo que ocurría observaba la sombras que se dibujaban en la pared de mi habitación, cuando veo se dibuja la figura de una mujer en el reflejo de la pared que va subiendo lentamente a mi cama. Luego la sábana me descubre la cara y es cuando… y es cuando… y es cuando
la veo a ella posicionando sus manos a mi cabeza, sonriente como siempre, lo último que pude sentir fue un dolor profundo que quebranto mi cuello.
32. “Nepamuseno” Sam Aguilar
“¿Puedes sentirme? Porque estoy muy cerca…” – ¿Qué? – pregunte mientras me volvía a mi compañero. –Yo no he dicho nada. Vamos, apresurémonos para poder irnos ya. Esa noche debía quedarme a limpiar el anfiteatro después de haber roto un frasco que contenía un corazón en formol. Medicina era muy agotador y aparte quedarme a limpiar no iba a hacer que comprendiera mejor anatomía para pasar mis exámenes. Afortunadamente para mí, no era la única en el anfiteatro ese viernes en la noche. Ariel, un buen amigo, se ofreció a ayudarme con la limpieza. El me gustaba, y creo que yo a él, pero esa noche no estábamos en el lugar más romántico del universo. -¿Tienes planes para hoy? – pregunté inocentemente. –¿Además de nuestra cursi cita aquí? Solo estudiar. No comprendo bien los músculos. ¿Tú? –Tengo asuntos pendientes con la almohada. Ariel rió. Sabía que no había dormido mucho, porque mis ojeras lo hacían saber. –Ya vuelvo, voy a meter el corazón en la morgue.- avisé. –Ok. Pero con cuidado, Sam. ¿Quieres que te acompañe?- preguntó preocupado mi amigo. –No. Voy y vuelvo en menos de lo que dices “esternocleidomastoideo”. No podía creer lo nerds que nos habíamos vuelto. Entré en la morgue y rodeé el único cuerpo que había ahí. Lo habíamos nombrado “Nepamuseno” gracias a la originalidad de mi amigo Luis Adrián. Dejé el corazón junto al cerebro y los riñones. Entonces escuche una voz susurrar mi nombre. La ignoré y me dirigí a la puerta, que estaba cerrada. – ¿Ariel? ¿Puedes abrir la puerta, por favor? ¿Ariel?- Espere una respuesta, pero nada. Comencé a sentir frio y un poco de miedo. – ¿Tienes miedo? – escuché la voz venir del centro del cuarto, donde estaba el cuerpo. Entonces saltó frente a mi Ariel. – ¡Tarado! ¡Me va a dar un infarto! – dije mientras lo empujaba. –Lo bueno es que se dar RCP– dijo guiñándome un ojo. Abrió la puerta y me dejó salir primero. En cuanto estuve afuera, cerré la puerta tras de mí. – ¡Casi me golpeas la cara! – gritó Ariel. –Te lo tienes bien merecido- contesté entre risas. –Ok, ya. Sal para poder irnos.
–Sam. Hay algo que debo decirte. Tal vez no es el mejor momento ni el mejor lugar, pero… – ¿Pero? –Espera, no encuentro mi celular. ¿Lo tomaste? –No. Tal vez se cayó en la morgue. Le marqué a su número, y efectivamente, sonó dentro las puertas de las que acabábamos de salir. –Vuelvo rápido, no te vayas a ir. De verdad, necesito decirte esto. Estaba nerviosa, no sabía que decir ni que esperar. De pronto, me sobresalté al escuchar la puerta cerrarse repentinamente. –Muy graciosa, Sam. Ya. Déjame salir- dijo Ariel algo molesto. – ¡No me quieras asustar! Tú cerraste la puerta. Se escuchaba el forcejeo. –Esta trancada, Sam. Necesito que me ayudes. Empezamos a tratar de abrir la puerta, yo por fuera y él desde adentro. Entonces, Ariel dejó de empujar. – ¿Ariel? – ¡CORRE, SAM! ¡CORRE YA! EL CADAV…- Se oía golpes y gritos, así como frascos que se quebraban. Ariel no terminó la frase. – ¡ARIEL! – gritaba mientras movía la puerta tratando de abrirla. Entonces dejó de escucharse sonido alguno. El velador llegó y juntos abrimos la puerta. Para el horror de mis ojos, el cuerpo sin vida y ensangrentado de Ariel estaba en el piso, con rasguños en la cara y pedazos de vidrio enterrados en el cuerpo. Tenía un agujero en el pecho y su corazón no estaba. Vi al cadáver y me di cuenta que en su pecho, estaba el corazón de Ariel. Desperté entre gritos y llanto. Los médicos llegaron a donde yo estaba pataleando y dando lucha por salir de mi cuarto. Siempre pasaba, y los encargados del hospital psiquiátrico ya estaban acostumbrados a esos recuerdos nocturnos. Me sedaron y mientras volvía a quedarme dormida, escuchaba la voz entremezclada de Ariel y del cadáver. “¿Tienes miedo?”
33. “La Pasión de Sombra” Sebastián Alberto De Zaldúa Leveque
Abrió los ojos, todavía todo oscuro. Le resultó imposible calcular la hora. ¿Las cuatro de la mañana? ¿Acaso importaba? Miró a su costado.La muchacha, delgada y de largos rulos negros, dormía a su lado. Observó ese hermoso cuerpo, reprimiendo cualquier sentimiento o deseo. Una más para saciar su instinto. Siempre le fue difícil controlarse. Ese deseo interno, nacido en su adolescencia cuando todavía no terminaba la escuela, afloró en los momentos menos oportunos. Fue una fortuna conocer cómo controlarlo o desviarlo, pensó.
– ¿Victoria? – la llamó susurrando. Ella volteó en su dirección. Ese cuerpo desnudo, volvió provocar que el deseo aflorara en su cuerpo y mente. ¿Qué era eso? ¿Deseo de poseerla una vez más? ¿O ella lo poseía a él? Pasión, lujuria, furia y alegría, más otras cosas que no podía definir. Acercó las manos hacia ella. Victoria abrió lentamente los ojos. Se conocieron de muy pequeños, compartiendo con otros niños juegos en los ratos libres. Al llegar a la adolescencia, sus caminos se separaron y pasaron años sin verse. Cuando se reencontraron, Sombra era otra persona… si llegaba a serlo. No se atrevió a hablarle sobre su pasión secreta, pero la atracción entre los dos resultó irresistible. Varios días pasaron entre cruzamientos y saludos a distancia. En un momento, Sombra la invitó a la casa, dejando fluir todo como el río hacia el mar. Su instinto gritaba lo fácil que resultó todo el asunto. – ¿Ya estás despierto, sombra? – preguntó ella. Aunque nunca le gustó, se resignó a llevar ese apodo desde la niñez por ser flaco, callado y casi nunca llamar la atención. Es su nombre ahora, nadie se acuerda el verdadero. – ¿No estás cansado? – preguntó ella – te veo re despierto ¿No estás cansado en serio? Luego de la pasión maratónica, Victoria no esperaba verlo tan despierto. – ¿Querés un poco más, muchachote? – le preguntó mientras se sentaba frente a él. El cuerpo desnudo de Victoria volvió a asombrar a Sombra. No tenía nada de especial, pero eso resultaba especial. Pechos pequeños, el vientre un poco abultado y las piernas delgadas al igual que los brazos. Lo único excepcional fueron los ojos, intensos como el encendido de un fósforo en la oscuridad.Es momento del ritual, habló una voz en su interior. Es momento de tu verdadera pasión, susurró otra. Victoria le miraba. La contemplación pasó desde la lujuria hasta la impaciencia. – Vengo en un momentito – dijo y saltó de la cama. – ¿Qué? – dijo ella – dejate de joder, boludo. – Tengo más forros en la otra habitación – contestó y salió. Al entrar en el cuarto de al lado, admiró una vez más sus trofeos. Unos de la época en que su pasión le controlaba. Anillos, uñas, pedazos de piel bien conservados, un ojo en agua y hasta una mano de mujer disecada, aún con un anillo dorado y enmarcaciones tribales en el dedo índice. La miró y recordó la palabra grabada en el interior de la joya: “Flor”. Durante tres años, se dejó llevar con mucho remordimiento por esos caminos oscuros. Esa voz dirigió sus acciones. Los más nuevos son mechones de pelo y algunas prendas íntimas de sus parejas. La primera época terminó al descubrir que esa maldad, esa vitalidad, podía ser encarrilada por otra pasión hasta entonces desconocida. Debutó a los veinte años con una ex profesora de su escuela. El momento fue glorioso para los dos. Toda la energía aplicada en matar, la usó esa noche y no volvió a
escuchar la voz asesina durante mucho tiempo. Pero ese día estuvo con Victoria a toda pasión. Casi sin detenerse. Entonces ¿Por qué susurró desde el fondo de su mente esa vieja voz tan pronto? La cabeza comenzó a dolerle, partiéndose. Al cabo de unos segundos, la batalla de voces y deseos terminó. Victoria estaba sentada en la cama, envuelta con la sábana. Al verlo entrar, comprendió que seguirían aunque sea un rato más. Mientras sombra se acercaba, ella se inclinó hacia adelante, abriendo la boca. El primer puntazo le dio de lleno entre los testículos. La sangre manó entre los dedos de Sombra. Su sorpresa le cerró la garganta, impidiéndole gritar. – ¿No te la esperabas no? – dijo Victoria mostrándole un pequeño cuchillo de punta curva – eso es por mi hermana. – ¿Qué? – Sombra no podía coordinar. –La mano que tenés en esa habitación es de mi hermana – contestó Victoria moviendo el cuchillo de derecha a izquierda – sospechaba que fuiste vos. Cuando te dormiste me fui a asegurar. ¡Hijo de puta ni siquiera le dejaste el anillo al cuerpo! ¿Hermana? ¿Anillo? Sombra recordó que la muchacha fue una vista por casualidad en la calle. La siguió y aprovechó el momento para saciar su pasión. Nunca relacionó a esa mujer con Victoria. – ¿Tu hermana? –Puta madre – Victoria avanzó hacia él – ¡Mi hermana mayor! ¡Florencia! ¡Flor! ¿Sos sordo o qué? Tiró otro puntazo, hiriéndolo en el abdomen. Extrajo el cuchillo, sin dejarse amedrentar por los alaridos, y lo clavó el pecho. Para mala suerte de ella, no tocó ni pulmón ni corazón. Sombra llevó la mano derecha hacia atrás y agarró la tijera pegada con cinta a la espalda. No sería solo un mechón de pelo o un corpiño el trofeo de esa madrugada. Victoria sacó el cuchillo y quiso apuñalarlo de nuevo, pero Sombra blandió la filosa tijera hacia adelante, hiriéndole en medio del pecho izquierdo. – La puta que te parió – pronunció entre jadeos mientras se llevaba la mano izquierda a la herida. Las miradas se cruzaron. Pero ya no había lujuria ni deseos de entregarse. Encontraron la fuerte decisión de matar. Ambos se movieron rápido. El cuchillo de punta curva, se introdujo en el pecho de él hasta el mango. La tijera se enterró en la espalda de ella. El dolor fue tan intenso que ninguno de los dos gritó. Se unieron en un abrazo sangriento hasta atender la llamada de la oscuridad. Despertó y alejó con asco a Sombra. Éste sostenía fuerte todavía la tijera, de modo que en ese movimiento, la retiró del cuerpo de su cuerpo. La herida en su espalda resultó ser superficial y dejó de sangrar en algún momento de su desmayo. Victoria arrastró su cuerpo en dirección a la cama y se irguió apretando fuerte los dientes, conteniendo el grito que luchaba por ser libre. Busco su ropa, vistiéndose con la remera negra y los jeans, metiendo su ropa interior debajo de la remera.
El menor movimiento, le provocó una punzada de dolor. No sabía cuánto tiempo pasó entre ese abrazo mortal y su despertar, pero aún sentía casi toda la espalda y las nalgas con la sensación de la sangre. ¿Cuánta había perdido? ¿Cuánta le quedaría dentro? Ella no lo sabía. Salió de la casa de Sombra en dirección al hospital. Ya sabría qué decir cuando llegara. El Sol iluminaba las sucias veredas de la ciudad. Ella agradeció aquella luz y el canto de los gorriones despertando. Poco a poco, recuperó algo de fuerzas, solo lo suficiente para mantener las piernas funcionando. Nada de pensar o mover los brazos, querida, pensó, cumpliste y es la hora de seguir adelante. Apoyada contra la pared e inclinando el cuerpo, recorrió las cinco cuadras que la separaban del hospital. Mientras cruzaba la puerta giratoria de entrada, mientras una enfermera corría hacia ella, Sombra ya planeaba el ajuste de cuentas.
34. “Por la noche al llegar a casa” Daniel Felipe
Por la noche al llegar a casa estaba muerto de cansancio, no quise ver ni comer nada, tan sólo quería acostarme a dormir, falto con tocar la almohada de la cama para quedar profundamente dormido... Fueron los chillidos de Lester los que me despertaron, quise ver qué hora era pero al reloj se le había acabado la pila, así que me acerque a la ventana para mirar si ya era de día, pero todo seguía completamente oscuro - tal parece que todavía es de noche- me dije a mí mismo. Me dispuse a dormir nuevamente pues notaba que todavía estaba muy cansado, pero los chillidos de Lester no me dejaban así que fui a ver qué pasaba pero todo estaba en orden, arropé bien al animal y regrese a mi cuarto, más me demore yo en acostarme y cerrar los ojos que en volver a escuchar los chillidos, esta vez eran más fuertes y agitados, volví a ir a ver qué pasaba y me sorprendió ver la luz encendida -¿se me olvidó apagarla?- me pregunte un poco nervioso, aunque sabía que yo no la había prendido, pero no le di mucha importancia puesto que a veces se me olvidan las cosas, me cerciore de apagar la luz y volví al cuarto para poder dormir. Al acostarme los volví a oír pero esos no eran como los anteriores, eran muchos más fuertes y escalofriantes, eran como voces que se camuflaban en los chillidos, el miedo se apoderó de mí, pero decidí ir a ver. Con la piel de gallina y el corazón en la mano quite la manta con la que había arropado a Lester, pero lo único que vi fue un cofre con el número 6-6-6 – y Lester, ¿a dónde se fue Lester? – me preguntaba mientras que daba pasos hacia atrás, me puse una chaqueta y unos zapatos tan rápido como pude y sin medir cuán oscuro estaba, me fui al cementerio. Por el camino ignoraba la idea de que ella cumpliera su amenaza, lo primero que hice al llegar allí fue buscar la tumba de Helena, revise el día en que había muerto y las
fechas concordaban, hoy 6 de junio del 2006, helena cumplía 7 años de muerta...de asesinada, hoy le sacaban los restos, hoy metían sus cenizas en un cofre, hoy... Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo). Hoy 6 del mes 6 del año 6 Helena regreso para vengarse y sé que no lo hará con la muerte.
35. “Sombra” Daniela Bermúdez –Escucho pasos detrás de mí. –¿Y? ¿Acaso te olvidas de que tienes sombra? Hay una parte de la ciudad a la cual se le atribuyen muchas historias; la mayoría de las personas aseguran son falsas. Pero aún así evitan frecuentarla durante la noche. Excepto tú, por supuesto, siempre desobedeciendo las reglas… Tomas el mismo camino para ir a casa todas las noches, ese que prácticamente te hace dar vueltas en círculos, en la oscuridad, tu única compañía. A tu lado se extiende un callejón, nunca habías reparado en él, pero hoy algo resalta. Te acercas. Un hombre mira la luna, tirado en el suelo, a pocos pasos de él una tubería gotea, formando un pequeño charco aparentemente marrón. –Oye, viejo. –Lo llamas al llegar a su lado. – ¿Qué haces? ¿No sabes que debes dejar descansar a los muertos? –sisea una voz desde las sombras. Entornas los ojos y te parece distinguir la silueta de un hombre de mediana edad. – ¿O eres de esos intrépidos que buscan desafiar a la muerte? – Quizás sea un bandido cualquiera, a pesar de que no lo parece. Una ambulancia pasa velozmente por la avenida, iluminando el callejón por unos segundos ¿O lo imaginaste? ¿Acaso el rincón dónde se encuentra el desconocido no permaneció oscuro? – ¿Oyes eso? Nadie puede escapar de su hora. Miras a la oscuridad, de donde proviene la misteriosa voz, cerca de ti un gato aterriza sobre un basurero con un sonido metálico y se da a la fuga. Desvías la mirada y te encuentras con los ojos vidriosos del cuerpo, un escalofrío te obliga a cerrar los ojos. ¿De esos extraños orbes amarillos brotaron gusanos? Cuando vuelves a abrirlos no están ¿Fue tu imaginación? – ¿Le temes a la muerte? –susurra una voz a tu oído y el frío metal recorre tu cuello. Giras y te encuentras con los desorbitados ojos de un loco, unos ojos grises inyectados con sangre. Te sonríe, apuntando la daga directo a tu corazón. Tu cuerpo se
paraliza, comienzas a dejar de existir. – No ¿Y tú? El arma se abre paso en tu pecho, mas la mano que la sujeta de pronto se agarrota, y comienza volverse negra. Su dueño la mira aterrado e intenta alejarse, sacude el brazo en medio de gritos sin resultado, la mancha se extiende, por todo el brazo, parece como si se descompusiera. El rostro del hombre se tuerce en muecas incomprensibles cuando la extraña sombra llega a su corazón, al que raja hasta que explota en pedazos, y la sangre comienza a brotar por sus ojos, sus oídos, su nariz… Te acercas a mirar al hombre que, tirado en el piso, contempla la luna; manchado de sangre y con la mitad del cuerpo negro. Extraes la daga de tu pecho, derramando algunas gotas rojas, y lo tiras a su lado. –Es difícil temerle a la muerte cuando eres su sombra.
36. “Los fieles difuntos” Fermina Daza
Mi tío José siempre tuvo la costumbre de quitar los dientes a los muertos de la familia el día en que retirábamos los huesos de la tumba, los guardaba en una pequeña caja. En muchas ocasiones desperté en medio de la madrugada sudando, fatigada por los sueños, o el sueño, pues siempre era el mismo. Yo, caminando en el cementerio, sobre las tumbas, con un vestido blanco, del cual, con cada paso, salían montones de flores. Al llegar al final de la segunda hilera de tumbas encuentro a una niña acurrucada; a este punto del sueño el panorama ha cambiado totalmente: me encuentro en un camino largo lleno de cuevas, en el sueño soy consciente de que debo entrar a esas cuevas; que las personas que hay en ellas están endemoniadas y no puedo dejarme tocar. Veo el camino y veo la niña acurrucada a mi lado, la niña me mira y descubro su cara de perro rabioso. Me sobresalto, quiero irme de allí. Empiezo a caminar, y al entrar en las cuevas, solo alcanzo a percibir las sombras de los que allí habitan, su energía maligna, su deseo de salir de ahí. Al salir de la última cueva, veo a un hombre alto, bello, vestido con un pantalón doblado en las botas hasta la rodilla y una camisa blanca; es mi abuelo con su ropa de antiguo cortero de caña, me tiende la mano, me acerco a él y lo abrazo. Al abrir su boca para sonreír: mi abuelo no tiene dientes, su rostro se arruga rápidamente y sus ojos se caen, y termino viendo un cráneo pelado. En ese momento despierto. En una de esas noches, desperté y seguí así por unos instantes en medio de la oscuridad y el silencio quieta, sobresaltada. Un murmullo rompió con ese silencio, y empecé a escuchar muchas voces juntas que rezaban padresnuestros, se escuchaban como si se acercaran a mi habitación, intenté despertar a mi hermana que dormía a mi lado, pero cuando posé mis manos sobre su pierna, atravesé su cuerpo y sentí un frío de muerte, una mujer salía de mi habitación y le escuché decir a los niños que no despertaran a mi hermana, que ahora ella estaba más tranquila. Poco a poco empezaron a llegar a mi todos los ruidos del exterior de la
habitación, personas, niños y el grupo rezando. Empecé a sentir calor de velas, y me guíe por la luz de sus llamas hasta el salón, cuatro velas, un ataúd, cortinas blancas y una cinta negra donde, en letras doradas, escribieron mi nombre. Y mi tío ido, ensimismado, apretando entre sus manos una pequeña caja metálica.
37. “Relato de ruta” Julieta Macarena
Mi padre siempre me ha contado historias de terror, siempre dice que son cosas que le sucedieron a en las que me cuenta, pero hay una sola historia que yo creo que realmente es cierta, porque es la única que logra erizarle la piel mientras la relata. Antes de transcribir su relato es preciso aclarar que durante casi toda mi infancia él trabajó viajando por muchas provincias Argentinas, y de esos viajes surgieron muchas de sus historias. Así comienza siempre a relatar esa historia que logra estremecerlo: –Íbamos con tu tío por la ruta 9, Villa María (Córdoba), volvíamos de hacer un trabajo ahí cerca .Estaba oscureciendo ya así que decidimos parar a cenar en el siguiente parador que cruzáramos, íbamos planificando el día siguiente y llegamos al acuerdo de que si la cena de hoy resultaba ser buena, volveríamos a almorzar en el mismo lugar al día siguiente antes de volver a trabajar en el sitio del cual nos estábamos alejando. Entre charlas y mates, oscureció. La ruta estaba bastante vacía salvo por algún camión que se nos cruzaba cada tanto. Las luces propias de la camioneta en la cual viajábamos iban iluminando nuestro camino, de repente las luces comenzaron a iluminar la curva a la cual nos aproximamos, y ahí, en medio de la ruta, campo y oscuridad lo vi. Era un hombre mayor, un "viejito”, con barba y pelo despeinado, se encontraba parado al borde de la ruta; estirando el brazo hacia el asfalto, moviendo un bastón en el aire intentó detener nuestro vehículo. No había nada a su alrededor, no había luces, no había un auto roto esperando por una grúa, no había una bicicleta y lo más importante no había más personas, ni casas en kilómetros y kilómetros. Por alguna razón, tu tío que era quien manejaba, no detuvo la camioneta. Al pasar la curva ambos nos miramos y empezamos con las preguntas: " ¿lo viste?" "¿cómo lo viste vos?" "yo lo vi con un bastón" "estaba solo" etc., así nos aseguramos de haber visto lo mismo. Kilómetros más adelante, nos detuvimos a cenar en un parador de camioneros, seguíamos tensos por el asunto, pero ninguno de los dos quiso decir más nada acerca de lo que habíamos visto. Al día siguiente volvíamos a trabajar al mismo lugar, y como nos gusto la cena de la noche anterior decidimos parar en el mismo parador sobre la ruta 9, después de estar un rato ahí empezamos a escuchar comentarios de los camioneros que nos helaron la sangre. cuando preguntamos qué era lo que había pasado, de qué situación hablaban, (buscando despejar nuestras dudas), nos contaron, que la noche anterior, unos kilómetros más adelante en una curva en esa misma ruta ,un camionero con mucha experiencia y muchos años al volante, había volcado su camión y había fallecido. Casi sin color en la piel, preguntamos a qué hora aproximadamente y nos dijeron que fue "tipo 11 de la noche", nosotros habíamos cruzado esa curva a las 10 de la
noche, enseguida comprendimos que ese camión era el que iba esa noche unos kilómetros más atrás de nosotros, y supimos que el hombre del bastón, que no pudo hacer que tu tío detuviera la camioneta, si logro que aquel camionero detuviera su camión.
38. “Acorralado” Sarquis Boutros Héctor
A la salida del mercado, las cosas habían cambiado. Un olor nauseabundo inundaba las calles, pero no podía identificar el origen. Es más, pensé que el problema era yo, pues nadie se percataba de lo mismo. Por eso continúe mi camino. Apenas avancé, un niño me observaba y salvo por el movimiento de su cuello siguiendo mi recorrido, parecía petrificado. Simulé ignorarlo. Su madre no hacía menos, se complotaba con su hijo para incomodarme. Los autos aminoraban su marcha cuando pasaban cerca de mí, me observaban igual que ese niño. La situación ya me estaba intimidando. Me empecé a preguntar que tenía, quizás en mi rostro o me observaban porque el olor nauseabundo provenía de mí. Me acerqué a la vitrina de un negocio para verme… y nada. Estaba intacto al igual que mi apariencia en general, lo que incremento mi curiosidad. Apenas doy vuelta para continuar mi marcha, una señora de aspecto extraño, plantada delante de mí. Estaba bastante ennegrecida, tenía una especie de trompa en la cara y ojos tan grandes que pude ver mi mirada desorbitada en ellos. Pero no era lo más extraño después de todo: cuando enfoco mi atención en el resto de la escena, otras “personas” de aspecto similar pegaban saltos atléticos y algunos ayudados con alas semitransparentes que se movían con gran rapidez. Todos me observaban. No mostraban expresión en lo que todavía pintaba ser su rostro, no intervenían en mi paso, pero tampoco abrían camino. Algunos intentaban tocarme con su dedo índice, el cual ya tenía un aspecto más velludo, como comprobando algo, quizás evaluando al extraño. No parecían inmutarse ante mi presencia y solo yo me veía sorprendido por la situación. Sin cambiar en alguna forma mi aspecto, me estaba convirtiendo en un completo extraño. Entonces corrí hacia mi casa. La compra de veneno para moscas, se había convertido en una odisea. Una vez allí y con ese frasco en mi mano, apenas si podía pensar en matar a esos insectos que fueron motivo de mi vida al mercado. Lo que había ocurrido me dejó paralizado. El pánico tomaba total control sobre mí y aumentaba cuando estaba más cerca del lugar a desinfectar. Cuando aviste la alacena en cuestión, el alivio invadió mi cuerpo, esas moscas que tanto me molestaban, estaban siendo devoradas por unas arañas. No podía evitar el placer de verlas realizando intentos paupérrimos para escapar a esas justicieras. Inmediatamente, otro momento de tensión volvió a surgir, pues siendo el remedio peor que la enfermedad, esas moscas pasaron a ser el menor de mis
problemas. Decidí guardar el frasco en un cajón, donde sorprendentemente también encontré otros tres, pero ninguno para matar arañas. Y entonces se me ocurrió ir al mercado y buscar algo con que pueda combatirlas. Al salir, la ciudad tenía otro aspecto al igual que sus habitantes. El olor nauseabundo había desaparecido, pero sus habitantes parecían tener la necesidad de estar escondidos, como a la expectativa de cazar a un descuidado.
39. “Túnel” José Próxima Estrella Del Reggae Correa
Siempre que me levantaba temprano para ir al colegio pasaba a la casa de un amigo que vivía a unas manzanas de la mía, siempre llegaba temprano ya que su madre me invitaba a desayunar, para llegar a la casa de mi amigo yo siempre agarraba un atajo con el cual me ahorraba gran parte del camino, era un túnel de drenaje que era muy oscuro, húmedo y apestaba a desechos, era un agujero de aproximadamente veinte metros de largo, yo lo atravesaba corriendo, por el miedo que este me daba, aun que jamás hubo algún peligro ahí durante los cuatro años que llevaba haciendo el mismo recorrido casi a diario. Una mañana como las otras, yo me encontraba atravesando por aquel túnel y ya cuando iba saliendo de este de pronto sentí una mano que jalaba mi pantalón, rápidamente me estremecí, luego escuche una voz muy débil y ronca, yo no supe cómo reaccionar hacia aquel terror que sentía, un pequeño rayo de luz entro hacia ese sucio agujero y observé el rostro de un hombre con un aspecto terrible el cual me pidió un par de monedas, rápidamente me sentí tan aliviado que hasta solté una pequeña carcajada, no traía dinero así que se lo dije y seguí mi camino hasta llegar a casa de mi amigo. Semanas más tarde igualmente al estar concluyendo mi trayecto a través de aquella oscura alcantarilla sentí de nuevo ese jalón y el estremecimiento el cual fue menor al de la ocasión pasada, fue la misma voz y el mismo hombre que aquel día me asusto de tremenda forma. Dejé de pasar por eso camino ya que por días me molesto ese hombre. Muchas veces después de clases me iba con un pequeño grupo de compañeros a pasar la tarde jugando canicas o fútbol, rápidamente caía la noche y yo regresaba a mi casa, así era cada dos o tres días por semana, pero una tarde empezó a caer un aguacero demasiado fuerte cuando yo regresaba a mi casa, entonces observe el túnel y decidí entrar aun que ya era muy noche, iba corriendo por que el túnel empezaba a llenarse de agua, la cual me llegaba ya casi a las rodillas, yo iba demasiado asustado y no observaba absolutamente nada, entonces tropecé y resulte lleno de excremente y lodo, trate de correr pero como yo nunca había tocado las paredes del túnel me di cuenta de que este tenía varias direcciones, yo tomé una diferente a la de siempre por equivocación, yo estaba ya muy asustado y cansado, solo quería salir ya de esa oscuridad pero cuando ya no supe hacia donde seguir, decidí detenerme y me senté a pensar cómo salir pero yo era muy pequeño, solo tenía trece años de edad, el llanto me empezó a ganar cuando de pronto comencé a escuchar pisadas y gritos de
desesperación a mi alrededor, me asuste aun más de lo que ya estaba, los gritos y las pisadas se volvían más fuertes, era como si a mi alrededor hubiera demasiada gente huyendo de alguien o de algo y de gritos de desesperación, luego pasaron a ser gritos como de tortura, sentí un golpe muy fuerte en mi cabeza que me hizo perder la conciencia no se por cuanto tiempo, cuando desperté sentí que alguien me arrastraba entre las aguas sucias tirando de mi pantalón, yo no supe cómo reaccionar, pues estaba demasiado asustado. Sentí que me metían a un cuarto y luego encendieron una lámpara de petróleo, me tomaron de los hombros y me pusieron en una mesa, logre ver el rostro de un hombre muy desaliñado el cual me recordó a aquel que me pedía las monedas al final de la alcantarilla, yo le pedía que no me hiciera daño y me ayudara a llegar a mi casa, el no dijo nada, solo me tomo y me colgó de los brazos en unas cadenas que colgaban del techo, yo no aguantaba el dolor y de pronto sentí como los huesos de mis brazos se salían de su lugar, el dolor era insoportable, yo solo gritaba, el hombre solo estaba sentado frente a mí, observando mi sufrimiento, de pronto noté una reacción en él, se acerco a mí y me tomo de los pies, y comenzó a tirar de ellos, el dolor que yo experimentaba era demasiado para un ser humano y mas para un niño de mi edad, creía yo, entonces comencé a escuchar los gritos y las pisadas que había oído cuando recién me perdí en el túnel, al hacerse intensos logré ver que alguien entraba en el cuarto pero solo percibí una sombra gigantesca que tomo el hombre que había atado y lo arrogaba contra una pared, entonces comenzó a despedazarlo frente a mí y a comérselo, yo creía estar soñando, no pensaba que todo eso que me estaba pasando fuera real, mi cuerpo comenzó a sangrar, entonces la gigantesca sombra se levantó ante mí, yo la miraba con tanto terror y con tan solo dos de sus dedos en los cuales tenía uñas demasiado largas me arranco de la cara el ojo izquierdo, después mi ojo derecho, y luego desapareció, dejándome ahí colgado, con mi pequeño cuerpo bañado en sangre, colgando de la piel.
40. “El amigo” Yesid Caicedo
Es probable que muchos de ustedes hayan vivido esa experiencia entre el sueño y la realidad, donde el sujeto en cuestión se reconoce en su cama, puede observar todo lo que sucede en su habitación, pero no puede mover ningún centímetro de su cuerpo. Es esa angustiosa y aterradora parálisis que nos deja a merced de cualquier peligro nocturno. Así me encontraba esa madrugada cuando pude reconocer a un personaje ubicado en un rincón de mi habitación. La oscuridad reinante en la habitación estaba distribuida de forma irreal, como si estuviese observando todo desde un plano diferente. Volví a fijarme en mi acompañante, no sé si podía verme o solo detectar mi presencia con otros sentidos diferentes a los convencionales, pues lo recorrí con la mirada de los pies a los hombros y me di cuenta que no tenía cabeza. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi mente se transportó hacia el pasado. Recordé cuando volví a Villa Bonita después de diez años de haber partido por causa de una tragedia. Aquel pueblo donde viví cinco años mientras finalizó mi adolescencia y comenzó mi adultez ya no tenía esa atmósfera alegre y bulliciosa que
tanto admiraba, ahora se había convertido en un pueblo fantasma, la violencia había asesinado a muchos de sus habitantes, a otros los había impulsado a huir y otros simplemente se habían quedado sumidos en la desolación y el olvido. Me alojé en lo que fue la casa de mi tío con sus muebles, camas y enseres iguales a como los recordaba, pero el lugar estaba deshabitado, solamente frecuentado por una señora que prestaba de el servicio de aseo a cambio de un buen sueldo por parte de mi tío, quien ahora vivía en la capital del departamento. Estuve una semana en el pueblo y la víspera de mi partida me quedé a cenar con una de las pocas familias a quienes la violencia no arrebató sus tierras. Hacia la medianoche después de tomar seis botellas de cerveza decidí regresar a mi alojamiento, entonces los dos hijos menores de la familia se ofrecieron a acompañarme y nos fuimos caminando en medio del campo. La familia tenía una camioneta, pero había un problema con el arranque del motor y los repuestos debían buscarse al día siguiente. Debíamos caminar media hora desde la cabaña hasta la casa, por lo que en el camino empezamos a contarnos nuestras experiencias en esos diez años transcurridos. Cuando caminábamos cerca del río vimos a una persona caminar en dirección opuesta a la nuestra. Debido a los efectos del alcohol y a que era noche de Luna Nueva no pude detallar al hombre hasta que estuvo muy cerca, entonces me di cuenta que no tenía cabeza. Me quedé paralizado mientras aumentaban los latidos de mi corazón y mi respiración se entrecortaba, intenté gritar pero no podía mover la mandíbula. Entonces una luz alumbró detrás de nosotros, la figura despareció, escuché un camión detenerse, unas puertas abrirse con prisa y unas personas corriendo. Cuando los campesinos me rodearon recuperé la movilidad y entonces me di cuenta que uno de mis acompañantes estaba gritando de espanto y el otro estaba tendido en el piso. Después de unos segundos me di cuenta que su corazón se había detenido. La presencia estaba caminando hacia mi cama, decidí cerrar mis ojos, el único movimiento que tenía permitido además de gritar, pero no salían palabras de mí boca. Sentí cuando me quitó la cobija y luego sus manos halaron mis pies. Entonces lo reconocí y supe lo que quería. Me pedía que le devolviera su cabeza, me reclamaba devolverle la paz. No sabía que había pasado con su cabeza, solamente la vi una vez, cuando la dejaron en una caja con una nota en la puerta de la casa de mi tío. Cuando leímos la nota decía que debíamos abandonar el pueblo sino queríamos compartir el destino de nuestro amigo. Sus manos empezaron a tocar mis costillas, sentí un cosquilleo mientras mi corazón parecía reventar. Entonces escuché golpes en la puerta de la entrada principal y unas voces que pronunciaban mi nombre. Me desperté y eché una mirada a la ventana de la habitación, donde la poca luz que entraba me indicó que aún no había amanecido. Mientras seguían golpeando y llamando a la puerta me levanté de la cama, salí de la habitación y me dirigí a la entrada principal para abrir la puerta. Eran los vecinos del barrio, me comunicaban que unas chicas habían jugado a la tabla Ouija y empezaron a convulsionar. Regresé a mi habitación para cambiarme de ropa y recoger la biblia, el agua bendita y los objetos que necesitaba para enfrentar la situación. No había tiempo que perder, me esperaba mucho trabajo por realizar.
41. "La risa"
Míxer Sánchez - Brandom Sánchez
Elena, de trece años, y Verónica, de dieciséis años, eran dos hermanas que vivían en un rancho muy alejado de la ciudad, demasiado alejado. Ahí no había mucho en que entretenerse más que ver televisión por cable, el problema con ello era tener que ver las películas repetidas miles de veces, o que la mayoría de las ocasiones no había algo muy bueno que ver ahí, preferían salir a caminar en los amplios espacios abiertos, contemplando los animales silvestres que corrían entre los árboles o hierbas. Pero era en la noche cuando salían a pasear, disfrutaban de observar el infinito cielo negriazul repleto de estrellas que brillaban esplendorosamente en ese manto oscuro, se pasaban horas sentadas en el porche de su casa observando la luna, ambas habían ido a la ciudad y sabían que un cielo nocturno y contaminado no se comparaba si quiera a la majestuosidad de la maravilla que tenían cada noche. La luna las bañaba con su resplandor azul casi blanco. –Verónica –le decía Elena a su hermana mientras contemplaban la luna una de tantas noches que lo hicieron. –Estaremos juntas siempre, ¿verdad? –Verónica la miró sonriendo. –Claro que sí, nena, siempre –y abrazó a su hermana menor. También disfrutaban de leer, de hecho, entre ellas, además de leerse una a la otra sus historias favoritas, habían escrito varias historias fantásticas sobre héroes montados en corceles que combatían dragones, misteriosos asesinatos, incluso un romance que fue basado en el último novio de Verónica. Eran muy unidas, eran las clásicas hermanas que discutían por tonterías y a los diez minutos de haber peleado ya se reían de ello. De esas hermanas que hacen travesuras y se encubren entre sí. Quizá eso fue lo que las llevó a lo siguiente. Sus padres tenían que ir a la ciudad para que su madre viera al doctor, pues estaba enferma, algo que fue agravándose con el tiempo, lo que hacía esto algo menos tolerable es que no tenían ni idea de que enfermedad era, sus padres no habían tenido mucha educación, y las chicas eran sólo eso, chicas. Chicas jóvenes con ganas de conocer. La ciudad estaba muy retirada de su hogar, y era muy cansado conducir de ida y regreso un solo día, así que su padre optó por quedarse allá y regresar hasta el día siguiente. Confiaban los dos en que sus hijas no saldrían en la noche, al menos no por mucho tiempo, pues sabían que, si por ellas fuera, se quedaban hasta el amanecer viendo el cielo y contando las estrellas. Y ese era el problema, sin su madre o su padre para llamarlas para la cena o para dormir, ellas podían quedarse contando estrellas (y una historia para cada una) toda la noche. –Lo prometemos –dijeron al unísono mientras su padre les indicaba que no se quedarán hasta tarde fuera, ni mucho menos alejarse de la casa. Obviamente las dos sabían que eso no iba a pasar. Sus padres se fueron con la certeza de que sus chicas obedecerían, así que con confianza las dejó su padre a ellas dos a cargo de la casa, y de ellas mismas. – ¿Salimos? – Le preguntó Elena a Verónica. –Claro que si – contestó ella –Vamos a caminar hasta tardísimo –dijo Elena muy emocionada, nunca le habían temido a la oscuridad, pero esa noche iban a aprender a temerle. Salieron de su casa en la oscuridad de la profunda noche, caminaron hasta el
área de las máquinas que usaban los trabajadores para trabajar la tierra, solían jugar ahí, pero desde que una serpiente casi muerde a Elena no se suben a un tractor que no esté moviéndose. Atravesaron el área de máquinas, hablando de las estrellas, la hermosísima luna que las bañaba con su resplandor. Llegaron a un camino que era el que conectaba el rancho con la salida a la carretera, éste era largo, muy largo, a ellas les pareció excelente para disfrutar aquella noche de caminata nocturna. Llevaban minutos caminando por ese camino de terracería. Ambas en silencio, perdidas en sus pensamientos. El camino tenia de un lado una selva de carrizo, altos carrizos que hacían un estrepitoso ruido cuando el aire los agitaba, daba la impresión de que algo caminaba por ahí dentro. Por el otro lado había terreno baldío, separado del camino por un alambrado de púas. Ahí no había nada, no al menos hasta esa noche. Elena y Verónica notaron que había una casa destruida ahí, no muy lejos de la cerca de púas. Las dos la miraron extrañadas pues no debía estar ahí, nunca había estado, era imposible que estuviera ahí. Como has de haber adivinado, lector, las hermanas fueron a fisgonear, al llegar notaron que la puerta estaba rota, totalmente hecha pedazos. Dentro de las ruinas había un pentagrama pintado en el suelo y en el techo, eran sorprendentemente simétricos. Estaban pintados aparentemente con sangre, las paredes estaban agrietadas, parecía que tenía años de estar ahí, algo que, para Elena y Verónica, era imposible pues ellas vivían ahí de toda la vida y nunca la habían visto, nunca en su vida. Nunca había estado ahí. Hasta esa noche.En el piso habían restos de animales que habían sido mutilados: Cabezas de gallinas, patas de cabra, incluso lograron ver dos pequeñas extremidades, parecidas a las de… ¿un bebé, quizá? No lo sabían, lo que sí sabían era que había sangre por todas partes, manchaba la pared y se encharcaban en algunas partes del suelo. Las chicas estaban aterradas ante aquel espectáculo tan grotesco y bizarro. De pronto, entre todo el silencio apacible de la noche aquella, un susurro comenzó a irse acercando a ellas, poco a poco iba acercándose a ellas, cada vez tomando más fuerza, tomando forma, la forma de una risa, una risa terriblemente espantosa, aguda, que penetraba los oídos de las chicas. Cuando tuvieron ésta risa sobre ellas, Elena notó que su hermana se quedó quieta, viendo el pentagrama del suelo. – ¡Verónica! –Gritó ella con lágrimas de horror– ¡Vámonos, por favor! –tomó a su hermana por el hombro y la giró, la risa se hacía cada vez más aguda sobre ellas, y se agudizó más para Elena cuando vio que su hermana lloraba un líquido oscuro y espeso, sus ojos se habían vuelto negros y se había mordido uno de sus dedos hasta hacerlo sangrar. – ¿Por qué? –Preguntó ella sonriendo – ¡Yo soy la que se ríe! Elena corrió lo más rápido que pudo, aquella risa seguía resonando por encima de ella. Podía escuchar también como alguien la seguía, corriendo igual. No miró atrás porque tenía un objetivo: resguardarse en casa. Entró y lo primero que hizo fue correr a su cuarto y meterse debajo de las sábanas, presa del pánico no se le ocurrió nada más que hacer eso y tomar su Cristo que colgaba encima de su cama. La risa seguía sobre ella, fuerte y tenebrosa, parecía burlarse de Elena. De pronto empezaron a golpear con fuerza las ventanas de su casa, al mismo tiempo la puerta de enfrente, las paredes igual eran aporreadas con violencia, la risa seguía ahí, burlándose de una Elena que no le quedó más remedio que refugiarse en la oración. Tomó el Cristo con todas sus fuerzas, cerró los ojos y comenzó a rezar. –Padre nuestro, que estás en el cielo…– los golpes cesaron, pero no la risa, y además de ella, algo la interrumpió, una voz lúgubre y fría.
-¿A quién le rezas? –Preguntó aquella voz grave y pesada– ¿De quién te escondes? –Abrió los ojos y lo que vio casi detuvo su corazón: Era el Cristo que estaba entre sus manos quien le hablaba, la veía con un par de ojos brillantes. – ¿De quién te escondes? – Volvió a preguntar el Cristo, en ese momento, Elena salió de su refugio lanzando lejos el Cristo, en eso, su hermana apareció en la puerta de su cuarto, la risa provenía ahora de ella, tenía la boca abierta, esbozando una carcajada, con la boca deformada en una mueca obscena y burlesca. Cuando dejó de reírse, la diabólica carcajada quedó reducida a una sonrisa, igualmente obscena, giró la cabeza un poco, penetrando a su hermana con su mirada posesa. –Hermanita –dijo sonriendo, con la cara y ropa manchadas de algo espeso y oscuro–Un, dos, tres por ti… – dijo y se lanzó sobre Elena, que, lo último que escuchó antes de desmayarse fue aquella siniestra risa. A la mañana siguiente, Elena se despertó y lo primero que hizo fue buscar a su hermana, corrió hasta el camino de tierra a buscar las ruinas, no había nada, solo kilómetros de terreno baldío, sus ojos se humedecieron. – ¡No puede ser! –Gritó a la nada, cayó de rodillas, y el llanto la invadió por completo. – ¡Estaba aquí! – sus padres se acercaban rápido en su camioneta a lo lejos. Elena levantó el rostro con las mejillas húmedas, con un pequeño rayo de esperanza al ver que sus padres habían llegado, bajó su padre y se acercó a ella, ésta le contó lo que había pasado. Su madre se había quedado hospitalizada, ahí permanecería por una semana, quizá más. Se dirigieron a su casa para buscar a Verónica.Y la encontraron. Verónica se hallaba clavada por los brazos en la pared de su casa, en ésta estaba el mismo pentagrama que habían visto las dos hermanas en aquellas misteriosas ruinas, los dos vieron con horror como Verónica levantaba la cabeza, y con una sonrisa llena de sangre seca y su cara deformada preguntó. – ¿Salimos, hermanita?
42. “En puntas de pie” Adriana Bouso
Esos carnavales quedo registrada en una única foto su mirada, que daba escalofríos.Yo conocía esa mirada, hueca, vacía, carente de sentimientos. Fue cruel, bestial, aún cuando tenía cuerpo de niño. Lo sé porque en la infancia fuimos vecinos durante un breve tiempo. Aparecía de la nada, de repente, como si nos observara y estudiara nuestros movimientos. Esa cerca mínima que separaba nuestros patios parecía que le servía de garita de vigilancia. Llegó un momento en que, con mi hermano, no queríamos salir a jugar en la parte de atrás de nuestra casa, para evitar encontrarlo. Su accionar me marcó de tal manera que durante muchas noches tuve pesadillas relacionadas con el fuego. Le gustaba amenazar diciendo que si no hacíamos lo que él quería, era capaz de encender una fogata con nosotros en el medio. Nunca me animé a contárselo a mis padres. Yo le tenía terror, me espantaba, helaba la sangre en mis venas. Pero ante cada
maldad, los adultos de su entorno lo tomaban como una travesura. La noche de la foto, el bullicio no permitió escuchar a sus víctimas. Al día siguiente algunas de las mascotas de nuestro vecindario aparecieron ahorcados, colgados, en puntas de pie. Vencidos por el cansancio se dejaban caer. Yo sabía quien había sido. Él y sus padres desaparecieron, nunca más volvimos a verlos. Hasta hoy que, reconocí su mirada en el identikit del presunto asesino serial, pegado en las casas de mis vecinos, en mi propia casa, en la casa de mi infancia.” -Oficial por favor, ayúdeme. Aún estamos en carnavales…
43. “Que oscura era la noche” Mauricio Torres Que oscura era la noche, tan fría y solitaria, el viento le golpeaba la cara mientras él seguía corriendo, sabia con toda seguridad que si llegaba a alcanzarlo ¡moriría! y no solo moriría, estaría destinado a sufrir de la manera más ominosa jamás imaginada ¡solo Dios sabia hasta qué punto podría llegar esa “mujer”! Pero, ¿es realmente una mujer? Es posible que tanta maldad y tanto horror pueda estar presente en ella, ella que se veía tan delicada, tan hermosa, tan deliciosa. Los árboles eran grandes, imponentes y se juntaban tanto, que pareciese que solo tenían como objetivo que él se detuviera. Corría ahora más despacio y aunque quisiera acelerar la marcha su cuerpo no resistiría mucho más y pronto caería desfallecido, llevaba 30 minutos corriendo desde que salió despavorido de ese lugar maldito. -¿por qué habría aceptado ir con ella a su cabaña, si apenas la conocía?- solo la había visto entrar al bar y sentarse solitaria en la barra. Oh pero ¿Quién podría negarse al ver esas piernas? Ese cuerpo no es de los que se ven todos los días y además él no era precisamente el galán de telenovela mexicana. Ya no podía más, estaba exhausto, se recargo contra un gran árbol, lloraba, sabía que era el fin. Tal vez si no hubiese sido tan curioso, tal vez si no hubiese visto a los animales colgados en la cocina, pero era un idiota, tuvo que subir a preguntar, debió haber salido corriendo sin mirar atrás, ¿por qué no le basto con ver la sangre regada por todo el piso? ¿No eran esos ojos salvajes e inertes suficiente advertencia? Y ahora estaba ahí, llorando como un pequeño, las lágrimas y el sudor empapaban su rostro y su camisa y sin ninguna otra opción ladeo la cabeza, cerró los ojos e intento dormir, su cuerpo se había rendido y su mente había perdido la cordura después del asqueroso y horroroso suceso; ella tan delicada, ella, una dama, ahora sentada en su sillón rojo, poseída devoraba con tanto gusto un gran trozo de carne cruda, roja, viscosa y con un hedor nauseabundo. En sus ojos estaba la maldad física, ya no brillaban y su color verde inicial había sido reemplazado por un negro infinito, un color que representaba todo y nada. El sol empezó a emerger, las sombras de la noche ya comenzaban a huir. Estaba amaneciendo, ¡está a salvo! no morirá, una sonrisa empezó a dibujarse en su rostro demacrado por el miedo y el cansancio, su esperanza se estaba reiniciando, en
su mente otra vez un millar de pensamientos felices; pronto estaría en su casa y la pesadilla habría terminado. De repente un fuerte ruido, un dolor agudo, insoportable, sus ojos alcanzan a vislumbrar algo, era ella, un ángel y vio por última vez las más hermosas piernas que jamás hubiese visto.
44. “Las ruinas” Cristhian Ortiz
El bosque cada vez es más espeso, dichas ruinas no las encuentro y la imagen de mi esposa perdida se grafica en el cielo, ya son tres muertes que llevo presenciando, junto a mi compañero estoy aterrorizado por la forma en que los cuerpos fueron encontrados, almas condenadas con cuerpos desmembrados en aquel árbol que indicaba en camino a las ruinas pre-colombinas, ¿acaso era una señal? Pero mi esposa Sarah estaba allí, con frio, con miedo, mi amigo apresura me hace apresurar el paso, ya que alguien nos perseguía al salir del bar del pueblo anterior. Sarah se encontraba en una exploración de unas ruinas pre-colombinas en el Oriente de un país llamado Ecuador, en el cual me encuentro ahora, ella es arqueóloga y espeleóloga profesional, junto a su equipo estaba en una investigación de campo, muy decidida a ir aunque en esa región se corre una leyenda urbana de personas que han vuelto locas de buscar las ruinas, sin ningún resultado viable o satisfactorio, ya es medio día y llegue al fin a la población donde se comunicó conmigo por última vez. En la habitación que había rentado en el pueblo adyacente, ya había presenciado un asesinato, junto a un cordón amarillo de letrero “No pasar” en el corredor que lleva hacia mi cuarto, un gendarme se acercó hacia nosotros y pregunto si sabíamos algo pero nuestro rostro de sorpresa le contestó, nos dijo: –Asesinaron a una persona aquí –dijo el policía –pueden pasar, pero si irrumpir y solo a coger sus cosas. Caminé hacia al fondo del pasillo, era la habitación anterior a la mía, y en la pared estaba escrito con sangre “Ella no está aquí, olvídala”. Fue pura coincidencia o en efecto eso era para mí, pero me hizo helar la sangre y recorrió un frio espeluznante en ese pasillo, hasta salir corriendo de ese lugar, ¿habrá sido una señal de que mi esposa está muerta? Mi amigo está presionándome para que desista en mi búsqueda pero yo no puedo desistir, ella me está esperando en algún lugar del bosque, y un psicópata asesino anda suelto. Una neblina espesa y olor a azufre había tomado este bosque, hasta que me topé con una muralla de unos tres metros de altura y una entrada de roca maciza, y pictogramas aborígenes, ¿aquel sería el lugar? Mi amigo dijo que allí estaría. Me arriesgué a investigar, tentado por el deseo de encontrarla a ella y su grupo de investigación. –Tengo un presentimiento –me dijo, esto está muy mal, ya habían tres personas asesinadas en el camino ¿acaso eso no es suficiente? Solo con una pequeña antorcha improvisada mi amigo y yo entramos en aquellas ruinas antiguas, y el frio aumentaba mientras mis miedos de convertían en
reales, mi compañero había desaparecido, y la antorcha empieza a extinguir su llama, todo se estaba confabulando en contra mí. Perdido allí encontré a uno de los exploradores, Martin tipo alto y robusto, todos sus años en el gimnasio se notaban en sus músculos. –que paso, y Sarah donde esta –le dije. No me contesto, sus ojos expresaban un pánico a lo que había allí. –todos están en una recamara a unos 500 metros dentro de estas ruinas –me contestó, hay que ir a verlos porque hay alguien más aquí, y una persona desconocida esta empalada en la recamara siguiente a esta, junto a una escritura en la pared que dice “Si la sigues buscando, ella morirá”. Ya no cabían más dudas que alguien no quería que yo encuentre a Sarah, ella no moriría, haría lo que fuese para que ella salga de aquí sana y salva. Me acerque junto a Martin dicha recamara, y efectivamente estaba allí, la persona que nos venía persiguiendo, empalada y sangre por todos lados. Miré mi mapa, y en la parte de atrás narraba una leyenda local de incas que cuidaban su territorio aun estando muertos. Los últimos destellos de la lámpara solo alumbraban el camino, mi amigo había desaparecido y estábamos cerca de encontrar la recamara cuando siento que Martin ya no estaba, Lo busqué por los pasillos pero no aparecía, y una vos estaba en el aire diciendo. “aléjate de aquí, esto ya no es tuyo”, pero recorrí hasta encontrar a Sarah y un acompañante de su grupo que había sobrevivido. Salíamos de aquella recamara, y vi a su acompañante bañado en sangre gritando: --Ya te olvidaste de mí, Yo soy tu otro yo, el que no duerme, yo soy tu locura reprimida –mientras se rasgaba parte de su piel –, soy lo que no quieres hacer y te da miedo, soy aquello que ocultas por temor a lo que diga los demás pero ya no aguanto más estar escondido debajo de tu cama esperando a que mires –replico, sus órganos ya se hacían visibles, y corrió hacia mi desplomándose en el camino. Hasta que recordé a mi amigo, él me decía siempre que hacer, en soledad conversaba con él hasta que en ese manicomio lo perdí, decían que era yo, pero yo lo veía. Justo cuando me di cuenta estaba ahorcando a Sarah, refutando que por culpa de ella me había perdido, ya no conversaba conmigo. Eso no podía estar pasando, las veces que recuperaba podía recuperar mi conciencia veía como mi esposa se extinguía entre mis manos, tenía que tomar el control nuevamente, y hacerlo rápido. –¿Qué haces? –Matando a quien casi me mata –me dijo. -Ya no más. ¡Basta ya! Cerca de mí se encontraba un arma, no dejaría que Sarah muera, cueste lo que cueste. –Estás loco, si haces eso moriremos los dos –replicó -no importa, lo único que me interesa es la seguridad de ella. Un disparo se dejó oír en toda la recamara, se había disparado en la frente a sí mismo. Mientas Sarah había presenciado dicho suceso, no lograba aceptar la realidad, en profunda depresión enloqueció siendo encontrada cinco días después colgada de un árbol.
45. “Actitudes sin retornos” Alberth Ramirez
Yo sabía que él no era normal, y el también lo sabía, fingía ser bueno y yo nunca lo dudé, no por miedo pues su vida me valía lo que me vale el resto de lo demás, pero no sé quién es él y no me interesaba saberlo. Me contaba todo y yo solo quería escucharle, sobando sus miles de pensamientos que me excitaban, era feliz. Al inicio no me importó; nada me importa ya, pero después del suspiro que fulminó su mirada, esa mirada que odio de mí. Supe que vendría algo mejor. Se recordaba la primera vez que la vio, solo era una perra más mordiendo lo que él también mordía; la ignoró. Tenía tiempo solo para él, solo él podía vivir en su mundo inviolable y tangible a la vez. Igual que todas las mañanas, abre la puerta de la oficina para saludar a su jefe, y en la silla el cuerpo anterior había sido reemplazado por la nueva perra, sonrío. –El tigre nunca como lejos – me dijo. – Yo también lo sé - le dije. Ambos habíamos encontrado algo en común y en él por primera vez me encontraba viéndome como en un espejo que acusa por confesar aquellas cosas que en verdad somos.Después de esa mañana nada fue igual, lo obligaron a asistir más temprano, nuevas reglas regían sus labores. Para todos era algo normal en nuevo jefe, para él era el inicio de la guerra. “Si a mí también me gusta la palabra guerra”, le dije sin fijarme que sus mejías coloradas empezaban a moverse en pos de acuerdo. Nunca fui un asesino, nunca lo he sido, quizás en eso me convierta, pero empezaré por asesinarlo a él pensé. Iniciamos lentamente, imaginando una y otra vez la forma en la que él podría vengarse de todos aquellos a quienes necesitaba eliminar, ella sería la primera, las ojeras comenzaban a marcarse más en mi rostro, se habían perdido las horas. Hambriento solo necesitaba un plan. Siempre me ordenaba gritándome “Hay víctimas que suelen ser perfecta”. Él imaginaba torturarla penetrándole un clavo en el cerebro con un martillo como se hace en la madera indefensa; atarla y apuñalarla cientos de veces en el corazón hasta volverlo un colador, hacerla pedacitos, envolverla en plástico y tirarla a la basura como carne descompuesta, o refrigerarla y una vez congelada venderla como carne de cerdo.Siempre decía que le gustaba la sangre, beberse la de ella gota a gota sería genial o partir su brazo izquierdo y recorre sus venas hasta llegar a su corazón. –Un hombre puede dar lo mejor de sí, sin saber que en ese momento pierde lo que es – me dijo. Moví mi cabeza confirmando un sí. Cuando él camina piensa que todos son asesinos, que todos pueden dañarle, que todos son la víctima perfecta. Intenté cerrar mis oídos y no volver a escuchar su voz y al abrir mis ojos, una vez más en el mismo lugar, la misma historia, el mismo consultorio, el mismo psiquiatra y como siempre su pregunta fue: –¿Quién es él? –Ese él soy yo.
46. “La hora entre horas” Marta Di Carlo
Los hechos ocurrieron literalmente como lo voy a relatar: En un mes de octubre de cierto año olvidado, una pareja de ancianos que habitaba en una vieja casona, en la populosa ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, fueron encontrados, muy juntos y tomados de la mano, con el mismo rictus de espanto en sus rostros y en sus ojos el mismo terror. Cuentan en el barrio que "la casa los hechizó, se llevo sus almas". La casa es suntuosa, extrañamente los años no han podido con ella, solo la hiedra fue creciendo sin freno cubriendo las altas paredes y el césped crecido casi oculta los ventanales. Curiosamente, pese a tantos años pasados en soledad, sin que nadie se hubiera atrevido a habitarla y pese a su lóbrega apariencia, aún es posible observar magníficos detalles arquitectónicos en sus líneas. Los ancianos llegaron en un frío mes de marzo, vivían solos y eran muy queridos por los niños que se acercaban a escuchar los cuentos y a recibir alegremente las golosinas que la "abuela Rosa" (como les gustaba llamarla) les preparaba todos los fines de semana. Y sucedió que una noche, llegada la hora entre horas, cuando un día termina y otro nuevo comienza a nacer, cuando las sombras lo rodean todo, los ancianos se hallaban durmiendo sumidos en la inmensa oscuridad y el majestuoso silencio que a gritos los instaba a despertar... Alguien, una sombra caminaba por el pasillo delante de la puerta del cuarto. Alguien estaba allí. La mujer creyendo que el esposo desvelado caminaba por el corredor lo llama, "-Juan, ven a descansar a mi lado".... Y Juan se da vuelta a su lado y contesta..."-Tranquila querida, estoy aquí.” Pasaron algunos días con sus noches en calma y el raro episodio se iba olvidando hasta que, nuevamente llegada la hora entre horas, el temible ser volvió a manifestarse y esta vez a ella le hablo: "-No temas mujer, no te haré daño, te suplico que me sigas hasta el último cuarto, allí te señalaré tres tablas del piso que deberás quitar para luego bajar los escalones, en tu mano derecha deberás llevar una vela blanca encendida, si lo haces bien, si no te asustas, me presentaré ante ti y te revelaré el lugar en donde se encuentra oculta una inmensa fortuna. A cambio solo he de pedirte una cosa, algo que deberás hacer por mí, pero no debes asustarte. Escucha mujer, sígueme". "-JUAN, JUAN ¡DESPIERTA!". Pero el llamado y los gritos de la anciana no despertaban al marido, hasta que por fin atino a encender la luz, la figura desapareció y el hombre despertó. ¿Cómo explicarle? Seguramente su esposo no le creería, pero él le creyó y le prometió que se marcharían muy lejos al amanecer. Pasaron el resto de la noche sin dormir y con las luces encendidas. Reuniendo muy pocas cosas se dispusieron a huir del lugar pero entonces comenzaron los golpes, los ruidos, la confusión, se apresuraron a llegar a la puerta pero unos pasos antes ésta se abrió de par en par. Y allí estaba. Ante ellos, parado y elevándose cada vez más, furioso los miraba, se acercaba, sus ojos ardían y todo terminó para ellos. Han pasado casi veinte años y estoy aquí, mirando la casa, sin dar crédito a los dichos y cuentos sobre el lugar. Sin embargo...dos ancianos se asoman, me llaman.
47. “Bajé del carro” Carlos Velarde Palomino Bajé del carro, la luna me miraba casi riéndose de mi pobre andar, la calle estaba oscura y sólida como siempre. Tendría que caminar esas 6 cuadras para poder llegar, al fin, a mi casa, a tener un reparador sueño después del desgastante día de trabajo. Empiezo a moverme a través de la vieja pista donde jugaba hasta cansarme cuando era niño, había dado un par de pasos cuando comencé a sentir este malestar, comenzó como un pequeño palpitar por todo mi cuerpo, no le tomé importancia y seguí avanzando. Era extraño, la penumbra de la noche le daba un velo misterioso a la luna que parecía seguir riéndose de mi andar, esta oscuridad tapaba más de la mitad de la poca luz que se podía obtener a estas horas. A medida que avanzaba el palpitar se hacía más fuerte, pensé que sería estrés, después de todo, nadie aguanta trabajar todos los días y encima doce horas. ¡Pum! Se escucha un ruido seco detrás de mí, enseguida giro la mirada para ver de qué se trataba, sin embargo la ausencia de luz y el poco interés que le tomé me hicieron seguir mi camino. Había avanzado un poco más cuando de pronto. ¡Ahh!, un alarido se escuchó por toda la avenida, volteé inmediatamente para ver de dónde venía el sonido, sin embargo, no noté a nadie. A causa de los ruidos no me había percatado que el palpitar de mi cuerpo había desaparecido; en cambio, apareció un escalofrío siniestro que recorría mi espalada de arriba hacia abajo. Es cierto, hoy estoy impaciente por llegar a mi casa, acelero el paso, al doblar la esquina, ¡PUM!, otro golpe seco pero más fuerte que el anterior me hizo quedarme parado, se escuchó tan cerca que pareció que lo hicieron justo detrás de mí. “No entiendo, no veo a nadie por la calle”, pensé. Sigo caminando y veo una extraña imagen, entre la poca luz y el escalofrío, me pareció ver a una mujer lavando ropa fuera de la quinta donde yo vivía. Acercándome a mi destino, pude constatar que efectivamente había una mujer lavando ropa fuera de la quinta, viéndole de cerca, parecía una mujer mayor de unos cuarenta años, delgada y con la cabeza gacha, tanto, que no podía verle el rostro. Decidí hablarle (nunca la había visto por aquí), llegué hasta ella y le dije: “Disculpe, ¿Quién es usted?”. La mujer me ignoró completamente y siguió estrujando la ropa entre sus blancas y muy delgadas manos. Yo insistí: ”Señora, ¿Qué hace usted aquí, a estas horas?”, la mujer siguió ignorándome. Esta vez, sentí algo que nunca había sentido, una opresión en el pecho que casi me hace perder la respiración, estaba exhausto de sólo hablarle, casi estaba ahogado por el escalofrío de mi espalda y de nuevo ese palpitar en todo mi cuerpo, parecía como si
alguien martillara cada una de mis articulaciones, huesos y músculos al mismo tiempo. Algo me inquietaba y me aventuré por última vez, en esta ocasión le agarré su mano, estaba helada, y le dije: “Seño…”, me quedé frío, sin aire y ese maldito palpitar que se hizo intensamente fuerte mientras tocaba su mano, cuando de pronto alzó la cabeza y, ¡AHHH!, comencé a correr, no puedo creerlo, era un cráneo, ¡Un maldito cráneo!, sobresalía por sobre su cabellera lacia y negra. He corrido hasta perder el aliento y no puedo sacarme esa imagen de la mente. Estoy tomando aire en un poste de luz, que me alumbra en una solitaria esquina de la avenida, mi sombra se eleva hasta la mitad de la calle, la veo de arriba a abajo cuando de pronto observo a otra sombra llegando hasta donde está la mía, no pienso, sigo corriendo, no lo había notado pero el escalofrío se había ido y el palpitar se había hecho un rumor en mis oídos. Ya no puedo correr más, me detengo en medio de la calle para recobrar el aliento, me recuesto sobre una casa y tomo un pequeño descanso, la calle está oscura… El rumor en mis oídos se había distorsionado, “Debe ser por el cansancio”, pensé. Al cabo de unos minutos, el ruido en mis orejas estaba disparejo, se escuchaban casi sin un patrón unos chasquidos, uno inmediatamente después del otro o dos al mismo tiempo, si el palpitar se había hecho un rumor debía de tener un intervalo definido como cuando a uno le late el corazón muy fuerte, es capaz de seguir la secuencia de latidos, los chasquidos se hicieron más fuertes, no tardé en darme cuenta de que esos ruidos no provenían desde dentro de mí sino desde afuera y eran… eran.. ¡Pasos!, sí, ¡Pasos!, entonces había más de una de esa horrible cosa que vi en la entrada de la quinta. ¡Aaarggg!, se escucha detrás de mí, el miedo me paraliza, giro la cabeza y hay una enorme multitud de espectros de todo tipo, el palpitar comienza de nuevo, el escalofrío llegó con tanta fuerza que casi se me doblan las rodillas, es el miedo, el miedo extremo, doy la vuelta para emprender, quizá, el último escape; sin embargo, detrás de mí hay más de estos fenómenos, mi corazón late muy fuerte casi ni puedo respirar, me rodean, no puedo creerlo, estoy completamente rodeado, se acercan lentamente hacia mí, murmurando: “Matar… morir…”, lo repitan como si fuera una oración, una plegaria hacia su amo. No puedo contener el aliento, estoy a punto de desmayarme, los ojos se me nublan, las piernas me pesan. Siento una mano en mi hombro, y en mi oído un “Mat…” Me levanto, y miro, no hay nadie, menos mal, todo está en orden. Desatranco y desclavo la puerta, las ventanas de la misma manera, “Hoy tendré que buscar otro lugar”, pensé. Ahora me estoy mudando mucho, desde ese día en que me bajé del carro.
48. “Plus ultra” Juanma Mendoza Esta es mi peor historia… Juan es un chico común a todos los chicos de su edad, apenas saliendo de la adolescencia. Una mañana, como todas las mañanas después de desayunar tomó sus libros de facultad, las llaves de la casa y se prestó a partir. Pero antes de irse notó algún rasgo diferente en los rostros de sus padres, pálidos, casi temblando, y con ojos volados, sus rostros se asimilaban a los rostros de las personas locas, desquiciadas, estaban como alterados. Algo estaba pasando y lo incumbía a él.
Una vida experimental. Hijo, hay algo que tenemos que decirte, ya eres una persona adulta y creemos que es momento que lo sepas. No vamos a dar vueltas, por más difícil que sea para ti asimilar esta información que te vamos a develar. El rostro demacrado de su padre se acercó a Juan y con voz quebradiza, tenebrosa y alta le dijo: Tú no eres igual al resto de los chicos de tu edad, tu vida es un experimento, nosotros no somos tus padres, tú eres un invento científico, no posees órganos ni huesos, no tienes genes, tampoco antepasados, tu vida no es una vida en realidad, ya no sabemos que eres, ni siquiera eres considerado una especie, no eres ni siquiera un experimento genético.Los ojos de Juan tenían ganas de llorar pero no tenían lagrimas, Juan ya dudaba de siquiera tener sentimiento, sólo atinó a irse corriendo de allí, pero todas las puertas estaban cerradas, también las ventanas, sus padres armados con filosas cuchillas se acercaban a él repitiendo al unísono la frase “Debes dejar de existir hoy”. Juan estalló los vidrios de una ventana con su cabeza, quedo desconcertado y ensangrentado pero pudo escapar de sus asesinos. Corrió sin rumbo por la ciudad, no podía entender ni explicarse lo que había ocurrido. Corrió por la vereda que linda con el mar enfrente de las casas de su ciudad, su cabeza había dejado chorrear hilos sangre, y ya no sentía el dolor de la herida. Su recorrido tuvo su primera escala en la casa de Marcos, su mejor amigo. Marcos discúlpame por cortarte ayer, pero no es normal que llames a las 4 de la mañana solo para hablar de tus inventos. De todas formas es otro el motivo por el cual estoy aquí… mis padres, o lo que creí que eran mis padres… Marcos interrumpe el relato de Juan, nada parecía ser más importante que su nuevo invento, él era un experimentado inventor, una especie de Edison moderno… lo que había logrado ahora era uno de los sueños de la humanidad entera… el viaje a través del tiempo. Viajeros sin tiempo. He descubierto que es posible el viaje en el tiempo… Este es el camión transportador, el antiguo camión de mi padre fue programado para viajar a través del tiempo, el pasado, el futuro, al alcance del hombre, puedes verlo, imagina dónde podemos llegar… Juan no lograba encontrar sentido a las palabras de su amigo, optó por huir del lugar, solo quería correr hasta la universidad y allí refugiarse, el día se presentaba lleno de imprevistos y locura. Mientras marchaba desesperado, algo extraño había en el bosque próximo a la universidad… un alarido estremecedor y ruido a gente corriendo... de pronto del bosque salieron cientos de indios caníbales y practicantes de ritos umbandas; rápidamente comenzaron a atacar a las personas desmembrando sus cuerpos, descuartizando literalmente a niños y ansíanos que eran los más débiles, la carnicería era general y aterradora, la ciudad se poblaba de gritos espeluznantes cargados de temor y muerte… los caníbales saqueaban sin pudor las propiedades, controlaban a los atacantes a través de sus muñecos vudús, los cuales prendían fuego con antorchas y provocaban la incineración de los lugareños. Los caníbales gozaban de un festín sangriento de muerte. Juan regresó como pudo a la casa de Marcos y lo encontró absorto mirando la pantalla del televisor. La locura aumentaba segundo a segundo. Las noticias mostraban a gigantescos platos voladores atacando las ciudades más importantes del mundo con rayos luminosos que destrozaban monumentos y edificios, el saldo era de miles de millones de personas muertas, la situación era incontrolable. Se mostraban suicidios masivos de las personas que se tiraban al vacío desde edificios que se derrumbaban en pedazos. Las detonaciones extraterrestres eran como rayos eléctricos que provocaban
explosiones impactantes y descargas de mega voltajes. El mundo era salvajemente invadido. La invasión. El mundo se bestia de fuego, terror y miedo pero sobre todo de muertes absurdas y llenas de dolor. Los muchachos vieron a través del ventanal de la casa que las naves extraterrestres habían llegado a su ciudad, destruyendo todo, la gente abandonaba sus hogares, corrían sin rumbo, se produjo caos vehicular, el enojo, la tristeza y la impotencia se adueñaba de los sentimientos de los seres humanos todos. Las radios anunciaban el fin del mundo, el apocalipsis. De pronto todas las emisoras radiales y televisivas dejaron de transmitir, fuertes reflectores se encendieron en las naves nodrizas, por medio de las luces en las superficies de los objetos volantes, tenebrosos monstruos extraterrestres bajaron a la tierra. Esos seres median no menos de 2 metros cada uno, eran bestiales mentes criminales, asesinos invencibles dispuestos a matar a todo ser humano viviente en el planeta. Con sofisticadas armas mataban brutalmente a la gente y a los indios sin piedad y sin tener un mínimo de remordimiento, inexplicablemente las muertes de inocentes se multiplicaban segundo a segundo, la invasión era general. Marcos propuso huir en su invento, viajar a otros tiempos, él estaba seguro que este era el fin de la humanidad, a partir de este día los monstruos extraterrestres se adueñarían del planeta. Pero Juan no quiso ir, prefirió quedarse a combatir contra aquellos monstruos invasivos. Él no soportaba ver a sus seres queridos y quienes habían sido sus amigos, morir, desangrados o electrificados por la bestialidad de esos monstruos. Allí se separaron, Marcos huyó, quizás al pasado, Juan se quedó en el calvario, buscando algún espasmo de justicia en todo esto. De pronto, lo impensado… las aguas del mar comenzaron a elevarse, un desesperado grito se escuchó proveniente de las profundidades del mar y un inmenso reptil que yacía sumergido, pobló la ciudad. La criatura era monstruosa, su cuerpo era de una enorme altura, su cabeza se perdía entre las nubes, su respiración levantaba vientos de aproximadamente 100 grados en la escala de Richter. Reptil amenaza. La enorme bestia comenzó a devorarse los platos voladores y a destruir todo a su paso, era un verdadero eclipse reptílico. Pero en forma conjunta 10 millones de naves extraterrestres se enfilaron frente a las voluptuosas patas del reptil y comenzaron a disparar más de un villar de rayos ultra espaciales hasta derribar al monstruoso ser, éste cayó como desde del cielo provocando un movimiento sísmico mundial. El animal era enorme como un océano, al caer convaleciente sobre el mar, comenzó a beber el agua hasta secar el mar, su cuerpo se había hinchado de manera desmesurada, ahora el reptil era una bola oliva gigante como el sol. Las naves comenzaron a disparar sus rayos hasta que el animal explotó en millones y millones de pedazos, provocando un estruendo impactante y ensordecedor y una lluvia de sangre y carne alrededor de todo el planeta. Los extraterrestres eran otra vez dueños del planeta tierra, habían ganado la batalla a esa monstruosidad de la naturaleza. Al día siguiente desde el cielo comenzaron a llegar otras naves interplanetarias muy diferentes en sus diseños, estas nuevas naves comenzaron a inmolarse sobre las antiguas naves extraterrestres, eran camicaces, era otra raza extraterrestre que invadía el invadido planeta. Se desató entonces una feroz y sangrienta guerra, ambas razas extraterrestres
se confrontaron a muerte dentro del planeta tierra, los seres humanos eran cautivos espectadores de la atroz y abominable guerra. Las muertes se multiplicaban segundo a segundo llegando a trillones de seres humanos y entes extraterrestres muertos. Muertos vivientes. De repente desde una de las naves nodrizas, un intoxicante y horrendo olor comenzó a expandirse sobre todo el planeta. Entonces los muertos comenzaron a levantarse de sus tumbas, también los humanos y extraterrestres recientemente muertos en combate revivieron en forma de muertos vivientes, almas deambulantes buscando carnes vivas para comer y apaliar sus dolores. Los cadáveres cobraron vida y una infernal batalla se reprodujo en suelo terrícola. Todo parecía no tener fin, ya nadie podía morir, o diría mejor, descansar en paz. Cuando ya parecía que el destino estaba escrito y llegado a su final un gran estallido ilumino el cielo, y de allí surgió Marcos en su camión del tiempo, inmediatamente localizó a Juan quien rápidamente se subió a bordo y sobrevolaron velozmente aquel vil espectáculo en que se había transformado el mundo en que ellos vivían. Se miraron como prediciendo el desastre mayor que se avecinaban, otro estallido iluminó el cielo y entonces miles de manadas de dinosaurios hambrientos emergieron desde el cielo, Marcos los había traído. Las especies se adueñaron del todo, poblaron la superficie deshecha de lo que quedaba del planeta, devorando a los muertos vivientes, los dinosaurios dominaban otra vez. Marcos pidió a Juan que esta vez venga con él, a vivir en algún tiempo del pasado una vida normal y le reveló un secreto: Asteroideal. He intentado viajar al futuro y ahora sé que algo terrible ha de suceder, mañana cuando empiece a amanecer, un asteroide un millón de veces mayor a la tierra impactara y destruirá todo, un nuevo big bang. El destino está escrito y nosotros llegamos al final. La vida es un ciclo, el universo tendrá que volver a reconstruirse. Una nueva especie surgirá, tal vez el hombre, tal vez los dinosaurios o quién sabe. ¡Huyamos! dijo Juan, pero un voraz tiranosaurio se abalanzó sobre el camión, destruyendo la carcasa, los chicos lograron evadirlo pero cuando intentaron viajar a través del tiempo, el sistema ya no funcionaba… la noche ya se había instalado, la casa de Marcos estaba destruida por los ataques, era imposible reparar el camión del tiempo. Marcos tuvo una idea, la última esperanza que les quedaba… fueron volando con el camión hasta la NASA, el viaje les llevó varias horas, allí podrían encontrar material para repara el camión. El tiempo pasaba y no encontraban nada que podía ayudarlos entre las destruidas edificaciones de la NASA. Ya empezaba a amanecer y el fuego del cráter veía aproximarse enormes bolas de fuego destruían el planeta. Los muchachos se subieron a un transbordador espacial y escaparon del planeta. Se fueron hacia los confines del universo, lejos de la vía láctea, lejos del sistema solar, lejos de todas las galaxias. El cráter era dimensionalmente gigante, supera 1 millón de veces ya no a la tierra sino al sistema solar todo… al impactar con los planetas una extrema explosión hizo vibrar el universo y el todo, el fuego se juntó con el sol, el entero paisaje estalló y todo se hizo fuego, las estrellas, la luna, el planeta, el sol, TODO absolutamente se volvió naranja, se volvió fuego, llamas ardientes, todo se consumió en fuego, los tripulantes del transbordador se encontraban rodeados de fuego, eran testigos del big bang, el comienzo de la vida.El fin, el comienzo… Cuando ya nada más asombraba, enfrente a la nave que contenía a Marcos y a Juan una luz blanca iluminó fuertísima, Marcos miró a Juan y le dijo: Ambos somos un experimento que mí verdadero yo ha creado para registrar a través de las cámaras en nuestros ojos, el plus ultra, el día del fin.La luz comenzó a descender su brillo y una nave idéntica a la de ellos apareció enfrente a su vista y a través de la ventanilla se
veían allí dentro dos personas con ropas muy antiguas – de los años 1600-1700- los rostros de estas personas eran pálidos, asustadizos, con ojos exaltados y misteriosamente eran exactamente iguales a los rostros de ambos chicos.
49. “Listones” José Juan de Jesús Siempre está sentado allí, mirando su pierna, no la que tiene sino la que le hace falta. Come para una pierna, bebe para una pierna, respira para una pierna. Su vida es la pierna que le falta. Aunque si lo ve detenidamente le faltan más extremidades; su pierna imperial se ha llevado sus brazos y sus oídos. Le regalé una pata de palo, bonita y garabateada, con risos para simular los músculos, pero no la ha querido, para mí que es porque se imagina que es mía, es cierto, pero en aquel entonces no lo sabía. Mi hijo era tan alegre que me sentía fastidiada frente a él. Todos los días se levantaba a las tres de las mañana echando saltos, se ponía la chamarra de lana de borrega y salía a corretear conejos, no importaba si era noche cerrada, si llovía o granizaba, ni si la neblina le hacía caer una y otra vez. Cuando atrapaba a alguno conejito le colocaba una cintita roja en el cuello con un nombre que allí mismo escribía con tina china y lo dejaba libre. Decía que era para tener presa a la suerte, ya sabe, por eso de los nombres y las patas de conejo. Por la tarde cantaba hasta que la voz se le apagaba, cantaba desentonado y a gritos, los perros le coreaban con aullidos melancólicos, los pájaros revoloteaban desorientados y trinando; eran bonitas las percusiones cuando chocaban con las paredes de madera o con las ventanas. A veces cenábamos pájaro y, una que otra vez, búho. Cuando terminaba de cantar el silencio era abrumador, un silbido caliente y constante inundaba cada rincón de la casa. Y ocurrió. En una madrugada vinieron y se llevaron su pierna. No sé quiénes fueron, él nunca me lo dijo, él nunca lo dice; mire, vaya a preguntárselo y verá que no le dirá. En la madrugada cuando no escuché que se levantaba para ir a amarra su suerte supe que mi hijo se había olvidado de sí. Yo no sé por qué estaba despierta a esa hora. Eran pasadas las tres, él estaba sentado, así como está ahora, mirando su pierna vacía, esperando que apareciera de un momento a otro, esperando que creciera. Arriba de la rodilla sólo tenía un listón ancho y rojo amarrado; se leía su nombre en letras de sangre cuajada.
50. “La muchacha que bailó con el Diablo” Mónica Davila Ameca es un pequeño poblado que se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad de Guadalajara en el estado de Jalisco. Mis abuelos me cuentan que cuando el gobierno intentó aplicar la Constitución Política sometiendo a control los actos religiosos y la vida de los sacerdotes, varias personas buscaron defender sus creencias, rebelándose contra el gobierno.
Había en el pueblo una muchacha de nombre Juana Jiménez. Era muy conocida en la región por su belleza: de ojos grandes color de esmeralda, de cabello rubio, brillante y sedoso, nariz aguileña y labios finos tan seductores como esperando la caricia de un hombre. Su cuerpo alto y bien proporcionado; siendo todo un conjunto de gran admiración que conmovía al más escéptico caballero. Además su voz y comportamiento hacían gala de una persona alegre y sencilla, lo que le permitía fácilmente comunicase con los demás. De un aspecto sensual, bullanguero pero precavido. Gustaba de cuanta fiesta se realizaba en la región y complacía y a todos los que le invitaban a bailar, puesto que era su mayor diversión, permaneciendo hasta que la orquesta tocaba el último son. Su jovialidad se hizo tan popular en la región que varios jóvenes acudían especialmente de la ciudad de Ameca a las fiestas de esa parte esperando tener la fortuna de bailar con la bonita Juana. Ella por su parte también se deleitaba mostrando sus cualidades femeninas; circunstancia que despertó la inspiración de muchos que aprovecharon para cortejarla y declararle un apresurado enamoramiento, sin que ninguno fuera correspondido, porque ella mantenía la preferencia de seguir libre para disfrutar con toda holgura su juventud. Así transcurría la vida jubilosa de aquella encantadora muchacha en la realización frecuente de los bailes por toda aquella región, hasta que un día llegó a oídos de uno de los hijos del alcalde de Guadalajara, quien de inmediato se ilusionó de tener ante sí a aquella bailarina, ansiando pronto ser enterado de la realización de alguna fiesta para acudir en busca de aquella doncella, a la que aseguraba enamorar por cualquier medio hasta verla en sus brazos. A poco tiempo se cumplía aquel anhelo, pues el 25 de julio cuando se celebran las fiestas del santo patrono, Santiago Apóstol, acostumbraban a cerrar los festejos de su iglesia con la celebración de un baile. Con esmero y cuidado, vistiendo un hermoso casimir y portando finas joyas, se traslado en un carro especial aquel ilusionado caballero en busca de la atractiva jovencita. Al llegar al jolgorio, luego dio con la prenda que le habían anunciado, pues ya se encontraban bien dispuesta para bailar con el primero que la invitara. Se acercó a ella aquel joven apuesto dejando entrever su condición social y económica como queriendo cortejarla; la invito a bailar, lo cual ella aceptó gustosamente, con ello el caballero presumía el principio del triunfo de su conquista. Sin embargo a pesar de que mucho platicaron mientras que la orquesta amenizaba sus melodías, el obsesionado caballero no logró conseguir su propósito y sumamente decepcionado se regresó a la ciudad de Guadalajara, y como despecho y por venganza le comunicó a su padre en forma alevosa y exagerada que por el rumbo de Ameca se realizaban frecuentes orgías con excesiva venta de cerveza y mezcal. Estas eran las causas, según él por las que los vecinos con frecuencia se estaban rebelando contra el gobierno, por lo que le sugería ordenara cuanto antes la suspensión de todos aquellos fandangos, cosa que así fue. Esta disposición desde luego, vino a afectar la vida voluptuosa, de Juana, porque transcurrieron varios días y meses sin que en ese lugar se realizará ninguna fiesta. Desesperada por aquella mala temporada, una noche cuando en el oriente aparecía la irradiante luna llena, sentada en una vieja silla de tule, en el patio de la casa, envuelta en melancolía imploraba algún medio que permitiera conseguir la continuación de las fiestas en las casas de aquella región. En eso estaba cuando se le ocurrió decir: -como quiero que pronto haya un baile en este pueblo, tengo muchas ganas de bailar, pues si ahorita el diablo me invita con el mismo que salgo a bailar. No
acababa de decir estas palabras cuando de repente se paro en aquel patio frente a ella, un jinete muy guapo montado en un gallardo caballo, que con voz ronca y suave le decía. –Juanaaa, Juanaaaa, vengo a invitarte a un baile que tiene lugar aquí cerquita... ¿aceptas? A lo que ella repuso, -pues si me espera a que me arregle, caballero galante, con gusto lo acompaño, siempre y cuando usted me lleve y me traiga. –Desde luego que sí. Poco tiempo tardo en arreglarse y juntos salieron al rancho de él portezuelo donde se realizaba el dichoso baile. Ahí se divirtieron de lo lindo y cuando iba a amanecer le dijo el caballero a Juana. –Juana ya nos hemos divertido ¿le parece a usted que volvamos a su casa? A lo que Juana contesto afirmativamente. Iban los 2 montados en el brioso caballo a todo galope y cuando se aproximaban al panteón que se encuentra a la entrada del poblado de Ameca y se escuchó el cantar de un gallo que anunciaba el amanecer. Esta era la señal para que le diablo abandonara sus correrías por esta vida. Así la joven Juana empezó a ver la transformación de aquel hombre que poco a poco iba convirtiéndose en un horrible animal con cuernos, una pata de puerco y otra de caballo que primero la elevo y después fue arrojada al suelo quedando envuelta en humo y un insoportable olor a azufre. Al clarear el día los vecinos quedaron sorprendidos de ver que la joven Juana en otro tiempo la más bella muchacha de Ameca estaba demacrada con quemaduras y rasguños en todo el cuerpo; y su linda cabellera además de ahumada desprendía un olor desagradable como de muchos días sin asearse. Cuando la gente quiso averiguar sobre estos hechos, nadie pudo saber la verdad pues ella solo en su locura decía que la invitaran a bailar, y así andaba por las calles del pueblo pidiendo que lleven al baile. Pues aún en estos tiempos se escucha por las noches el clamor de Juana pidiendo a los muchachitos parranderos que la lleven a bailar. Y muchos que la escuchan y la ven acaban mudos de tan aterradora mujer que les pide la lleven al baile.
51. “El cuerpo colgante” Sony Lop Mi vida no siempre fue sencilla, tuve un momento de debilidad en el que por poco pierdo todo…incluso a mí mismo. Durante ese período de vagancia llegué a un nuevo país, recuerdo que entonces no tenía mucho dinero y tuve que buscar una vivienda accesible. Sé que las casualidades no existen, pero en aquél momento me pareció un golpe de buena suerte encontrar un conjunto de departamentos pequeños, construidos hace poco más de treinta años en una zona tranquila habitada solo por ancianos. El departamento que me ofrecían estaba deshabitado desde hace dos años.
Vi que solo tenía dos piezas separadas por una puerta corrediza: de un lado estaba la sala-comedor y una pequeña recámara con clóset, del otro lado estaba el baño y la cocina separados por un pequeño recibidor que desembocaba a la puerta de entrada. No era muy grande pero para una o dos personas era más que suficiente, además realmente no tenía planeado comprar muchos muebles, así que decidí rentarlo. Lo primero que llamó mi atención fue hallar en la “mini-cocina” aquel viejo aparato metálico, rectangular y un poco grande: el calentador de agua. De él salían dos tuberías en la parte inferior y una más gruesa y corta de la parte superior que desembocaba a una ventilación cuadrangular forrada también de aluminio. Me pareció algo extraño y peligroso tener un calentador de agua dentro de la vivienda en sí y curiosamente el resto de los departamentos sí lo tenían afuera. Me acostumbré a dormir en la pieza que era sala-comedor, cerca de la puerta corrediza, junto a la cocina. Pasó año y medio y estaba tranquilo y contento. Pero… En el mes de octubre comencé a tener insomnio, la última vez que lo tuve fue hace algunos años atrás y ahora nuevamente, sin motivo aparente, no podía dormir. Pero lo realmente inquietante fue que empecé a sentirme observado, como si alguien me vigilara, no sabía de dónde venía aquella “mirada”, pero casi podría asegurar que alguien estaba ahí, conmigo cada noche. Pasaron tres noches y entonces extrañamente tuve la certeza de que aquella “mirada” se colaba por una rendija a través de la puerta corrediza, como si alguien me vigilara desde la cocina. No soy de los que se asusta fácilmente…pero desde ese día, la sensación de sentirme vigilado fue en aumento. Mi insomnio también empeoró y en las dos o tres horas que lograba conciliar el sueño, tenía pesadillas. Al principio no lograba recordar el contenido de aquellas pesadillas pero despertaba con una sensación de intenso temor. Gradualmente se hicieron cada vez más frecuentes: inicialmente una vez a la semana y después ya casi diario. Una de esas noches, al sentirme observado, instintivamente voltee hacia la cocina y miré a través de la rendija de la puerta corrediza. Al principio solo vi oscuridad pero conforme pasaron varias noches, poco a poco pude ver que se asomaba algo: parecía una manta maltratada colgada de un perchero, me reí de mi “visión” al recordar que justo en ese lugar se encontraba el calentador de agua…Pero sentí la necesidad de seguir atento y entonces, después de un par de noches más, lo que vi me dejó perplejo: aquellas tuberías de la parte inferior finalmente tomaron la forma de algo parecido a unas piernas y a cada lado de lo que se suponía era el calentador en sí, se asomaron un par de…¿brazos? Sí, todo aquello parecía un cuerpo colgado! Podía ahora ver entre la oscuridad que aquello ya no era el calentador de agua con sus tuberías sino que era el cuerpo de una mujer que colgaba de su cuello, vestida con algo parecido a una bata de hospital, la cabellera negra y larga, los brazos y piernas con un pálido tono azulado, las uñas opacas, trozadas y sucias. Conforme pasaron las noches mi insomnio era casi insoportable y las pesadillas aún más intensas pero desafortunadamente comencé a tener un recuerdo más vívido de lo que había soñado. En mi pesadilla volvía a revivir el descubrimiento gradual de aquel “cuerpo colgado” y después de varias pesadillas más, todo se concentró en la cabeza: veía cómo esa cabeza comenzaba a moverse lentamente de un lado a otro, balanceando su cabellera suavemente, como si aquella mujer se despertara. A finales de noviembre, una noche desperté casi gritando: La cabeza de la mujer se había balanceado lentamente y al final, súbitamente la levantó…Fue horrible: sus ojos inyectados en sangre, sus labios secos y con llagas, la piel con el mismo tinte azuloso y pálido a la vez, con una expresión de ira incontenible.
Por aquellos días ya estaba yo bastante cansado y ojeroso. Uno de mis compañeros amablemente me invitó a visitar algunos templos sintoístas y fue ahí donde me atreví a platicarle de mi insomnio, mi sensación de ser vigilado, las pesadillas y lo que veía cada noche en mi cocina. Él solo me dijo: -Probablemente el insomnio te hace ver cosas porque tu mente está cansada… ¿O crees que hay algo más? No respondí nada porque no sabía qué decir; almas en pena, espíritus, fantasmas, de todo eso siempre fui escéptico. Transcurrió el día y traté de relajarme; Observé cuidadosamente cada uno de los amuletos que vendían en aquellos templos… pero no compré nada, tampoco soy creyente de esas cosas. Ya casi al finalizar nuestra visita, mi compañero me extendió su mano al tiempo que me preguntó: -¿Los quieres? En su mano tenía tres papelitos rectangulares con algunas inscripciones negras y figuras rojas, no sabía que eran y al preguntarle por ellos solo me los dio diciendo: -Pégalos en tu casa: en las paredes y en la puerta de entrada. Esa noche, poco antes de acostarme, vi aquellos papelitos en mi escritorio y recordé las palabras de mi compañero. Sin saber exactamente la razón, simplemente decidí pegarlos como me lo indicó. Pasaron varias noches y aunque el insomnio seguía, la sensación de ser vigilado había desaparecido. Y no solo eso: ahora aunque trataba de encontrar la figura de aquel cuerpo colgando en la cocina, lo único que lograba ver entre la oscuridad era el calentador de agua.Hasta hace poco volví a ver a mi compañero y le dije: –¿Recuerdas aquellos papelitos que me regalaste? –Sí, ¿los pegaste? –¿Qué son? –Amuletos. Un monje me los obsequió. ¿Te sirvieron? Al decirme esto, él me sonreía tranquilamente y sentí que no era necesario dar más detalles al respecto, así que solo correspondí la sonrisa y le dije: -Gracias.
52. “Me acuerdo de ti” Diego Orozco
Ciudad de Guatemala 14 de febrero. Me acuerdo de ti…, me recuerdo de Juan Rulfo…, me acuerdo quien soy. Algo importante tenía que hacer, antes de irme a trabajar deje todo listo la noche anterior, algo importante que no logro recordar. Un día desperté y fui quien soy, supe quien era yo, pero después de dormir…no supe a donde ir.
Una mañana fría de noviembre te conocí, sentada en el parque central, tomando fotos al palacio, era muy de mañana pues aun la neblina no se dispersaba, el lugar estaba en silencio y es todo lo que me acuerdo. Eras linda como la foto de una postal y eras demasiado hermosa para poderte olvidar; entre veces y reflexiones te tome de la mano y pudimos hablar, tocarnos…, jugar. Jugar a ser felices por toda nuestra vida. Mario Benedetti nos bendijo en ese lugar. Quien eras, tu rostro se me escapa entre luces fugaces e ideas que danzan de un rato a otro, no recuerdo bien tan solo tus ojos. Esos mismos que podía perderme en el abismo oscuro de tu alma, perderme por la eternidad antes de darme cuenta que nunca me moví del lugar. Esos ojos que mostraron que la noche es corta y que la luz se divisa en los cerros, en los bosques, esos mismo que me enseñaron a teñir tu pelo de color verde y esparcirte como hojas de sauce en los bosque, para que tú misma me acariciaras en el verano y me dieras una colcha cómoda en el invierno. Como olvidarte si aun te tengo presente. Ese silencio ensordecedor me vuelve a despertar… quien soy… quien era…que hago cuando estoy despierto… el agua… mar… me recuerdo de ese lugar… en esos momento donde la arena acariciaba tu piel y el mar furioso sacando espuma por la boca te bañaba quitándotela, en cambio te regalaba conchas y estrellas para que fueras eternamente suya. Pero tus ojos, esos ojos indescifrables que nunca pudo entender el azul oscuro me eligieron a mi por el resto de la eternidad, que tiempo hermoso, ocurrió hace unos minutos que me besaste en los labios, fue ayer que te jure amor bajo un altar, hace una semana que te fuiste con tu abuela que te vino a traer para vivir con ella en el paraíso, a cuadra y media donde vive el Nazareno. Fue hace tiempo que sigue siendo ayer… la verdad no recuerdo bien el día ni el lugar. Ahora despierto y no me muevo, me quedo quieto, tan quieto como un colibrí en el aire, me muevo tan lento como las dunas en los desiertos, sin embargo mis pensamientos cabalgan apresuradamente hacia ti como estrellas fugaces, un céntimo de distancia existe entre tus pensamientos, labios y mis versos. Es de noche y es triste, tan triste como Neruda y sus versos. Quien eras antes de ser quien soy ahora, que hacías antes de conocerme, quien era yo antes de verte, unos perfectos extraños se conocieron una vez y dejaron de ser desconocidos para ser viejos amigos. Santiago, Santiago te escucho llorar en la cuna, pobre niño déjame consolarte, déjame cargarte en mis brazos para que dejes de tener miedo, nunca te dejare solo ni si quiera un tantito, porque en mis brazos te protegeré como la sierra de los Chucumatanes protege el Occidente. No dejare que ni las gotas de invierno toquen tu regazo. Traeré frutas frescas para que comas en las praderas, eres hermoso pues tiene los ojos de tu madre, esos negros ojos que me hacer dormir nuevamente. Al despertar no recuerdo quien soy…, quien era y de donde provengo, quien es el joven que acaricia mis cabellos. Quien soy, recuerdo que tenía algo importante que hacer pero no lo encuentro. Ese joven sigue acariciando mis cabellos. Hace unas horas cabalgaba en la pradera con mi hermano, mi caballo era hermoso, era de color ceniza, nos gustaba correr en los pasillos y competir quien era el más veloz. Mi caballo dejaba marcada la tierra con rayos y truenos mientras mi hermano cosechaba estrellas en el firmamento. Era hermoso cabalgar con él hasta el infinito del tiempo y regresar antes de que acabaran sus sueños. El nombre, el nombre de mi hermano no recuerdo, pero su sonrisa era franca, tan buena como lo tiene que ser un hermano, escucho su voz y grito fuertemente, aquí estoy mírame porque tú eres bueno y tienes un alma noble, tráeme otra vez al cenizo para que podamos cabalgar juntos.Ayúdame a juntar piedritas de colores en los pastizales de pétalos y flores porque tú me acompañaras a dejar un
regalo de cantos y bosques a ella, esa mujer de los ojos negros, como la noche, ella misma que me dijo su nombre.Recuerdo que su nombre iniciaba con alegría, luego seguía escrupulosamente un jardín llenos de girasoles. Nunca las tristezas existían. Donde una palabra de amor se decía con el corazón, repetidas veces. Algunas veces se sellaba el trato con un beso. Era hermoso su nombre tan grande y tan bello. Me recuerda al amanecer y el atardecer, a la lágrima de jade que tenía en su pecho. Hace días que no te miro en mis pensamientos, no recuerdo tu rostro. Pero sigo amándote, sigo presente en ti desde ese día que te prometí hacerte feliz. Los dos envejecemos como viejos amigos y aun siento la vida correr en tus venas. Amor, dime qué forma tenían tus ojos, que no recuerdo más que el negro de los firmamentos, escucho multitud de voces entre rezos y murmurando en bullicio pero ninguna eres tu ni tampoco pronuncian tu nombre, donde estas que no te encuentro con mis ojos, ven abrázame fuerte no te pierdas en la multitud, el mundo es muy grande si no te encuentro y más aun si te pierdo… Quien soy, que tenía que hacer ayer, porque tanto sueño. Recuerdo que tenía que hacer algo importante el día de hoy. Hoy es tu cumpleaños cumples un año y caminas, al verme corres a mis brazos y te levanto para que puedas tocar el sol con tu dedo, eres hermoso más hermoso que el jade de tus manos, más hermoso que las llanuras y los ríos, porque tienes los ojos de tu madre, dime en secreto cual es el nombre de ella, dibújame su rostro en el aire, para que pueda conocer más que el abismo de sus ojos. Son hermosos como esa mañana que la despertar me dijo que te esperaba, como esa mañana que pude tomar una taza de café con tu dibujo bajo el brazo, como esa misma mañana que me contaste que iba ser abuelo. Que hermosas mañanas juntas en una sola, debe ser hermoso vivir nuevamente con ellas, no es fácil olvidar cada momento, pero tengo miedo que al despertar tenga que buscarte bajo la multitud para escucharte. Escucho el silencio bajo mis brazos nuevamente despierto quien soy, me levanto todos los días por la mañana hacia mi trabajo, algo importante hago todos los días porque uso saco y corbata, algo importante hace ella usa vestido y carpeta, nos damos el beso de despedida y cada quien a su trabajo yo con su recuerdo y la promesa de volver y ella con un hasta pronto y una sonrisa pintada en su pecho con su corazón, que dice tu corazón amor que dice de nuestro amor, seguirás amándome cuando estemos viejos, seguirás haciéndolo cuando escuchemos truenos a lo lejos, me seguirás amando aunque solo recuerde tus ojos. Eres hermosa entre mis sueños e ideas danzantes, eres hermosa desde mi mundo metido en una cascara de nuez. Era linda como la mar y el viento de Rubén Darío. Quién era yo…, alguien que tiene sueño nuevamente y que lo sofocan estas cuatro paredes. Ese alguien que murió hace una semana y su alma se fue con Dios ayer, ese alguien que no recuerda quien soy y tiene deseos de dormir. Tal vez al despertar recuerde quien era ayer…
53. “Lo oculto” Patricia Hulya Dajruch
Aquella noche no fue diferente a otras; una media luna brillaba en el cielo que hacía proyectar la sombra de un árbol sobre la única pared desnuda en mi cuarto. Soplaba un viento vago del norte que arrastraba consigo el aroma del azahar que me llegaba a través de la ventana abierta. El pueblo dormía ya. Sobre los tejados un gato paseaba con parsimonia; de vez en cuando se oía el ladrido de algún perro. Bajo las farolas languidecían oscuras figuras sobre las callejuelas de tierra bordeadas de arbustos. La noche parecía inanimada sin embargo yo sabía que la vida bullía por todos los rincones más allá de las sombras. El insomnio me dominaba hacia bastante tiempo, durante el día esperaba pacientemente la llegada de las horas nocturnas, y permanecía despierta hasta el amanecer, momento en el que me sentía segura para poder entregarme al sueño sin ningún temor. La necesidad de escarbar la noche era inmutable y tenía la sensación que ella hacía lo mismo conmigo: así mutuamente enfrentadas nos encontrábamos a diario. Al menos la tibieza de la primavera dejaba atrás el frío de un invierno particularmente crudo, en el que no podría jamás prender el hogar de modo que esperaba que se precipitaran los acontecimientos. Sentir el azahar invadir la estancia era tan agradable que estuve a punto de olvidarme la razón por la que estaba de pie en la ventana mirando cómo se sucedían las negras siluetas desdibujadas bajo la luz lunar. Mi comprensión era muy inexacta para poder descifrar semejante designios que me acechaban. Algunas veces parecía que todo aumentaba, la oscuridad, las sombras, el sonido del viento, y hasta parecía posible oír el caminar de los gatos sobre los tejados de las casas vecinas, en otras oportunidades el silencio semejaba a la sordera total donde no llegaba sonido alguno y las cosas disminuían su tamaño natural. Lo que más me extrañaba era que nadie más que yo percibía tales cosas y era el único ser que permanecía insomne, pues al menos los gatos y los perros dormitaban de a ratos. Así es como ella (la noche) y yo nos mirábamos cara a cara, en un reto donde ignoraba cuales eran las armas apropiadas para vencer el enemigo. Cuando el cielo se cubría y las estrellas no brillaban imaginaba encender una vela sobre el escritorio donde permanecía abierto un cuaderno de poemas que insólitamente no podía seguir siendo escrito. Por más que imaginara un escenario iluminado, no podía de ninguna manera hallar la paz. El presentimiento era acuciante pero lejos de hallar una solución al problema, a veces dudaba de mi propia cordura. Esa noche en que el norte traía todas las bendiciones, tan benévolas, anunciaba seguramente la mayor catástrofe. Esperaba temblando la llegada del adversario, pues sabía que se estaba aproximando, lo decía ese sudor frío que comenzaba a perlar mi frente. Lentamente inició el suplicio nocherniego, ciega de estupor sentí un soplo en las paredes y estas hinchándose respiraban como un ser vivo y desde el fondo de la tierra principió a latir un gigantesco corazón. Me acorralé en un rincón del ventanuco. Había llegado la hora de la tan temida contienda. Sentí erizarse mi pelo, y deseaba poder gritar mi terror más mi boca permanecía cerrada; mis ojos abiertos en la espesa negrura centuplicaron su visión, y observé como una gigantesca mosca peluda venida desde el espacio, cuyo vuelo la traía hacia mí. Tensé mis mandíbulas, mis ocho patas cada vez más enredadas en miles de hilos impedían la huida. Quise cerrar mis seis ojos pero carezco de parpados. Sola esperé mi muerte en esa casa deshabitada y vetusta.
54. “No cortes tu cabellera”
Demian Lobo Estepario
Después de 6 meses abandonó el hospital; "desahuciado", les dijo el médico a cargo de Alexander. El último mes de su vida lo pasaría en su hogar, a lado de sus seres queridos. La última mujer de su vida, Ofelia, a pesar de sus infidelidades, de sus malos tratos, cuidó de él con afecto, con algo de ternura, con algo del amor que alguna vez le profesó generosamente.Por las tardes otoñales, mientras él escuchaba los poemas que ella le había escrito cuando se conocieron, Alexander le cepillaba su larga cabellera color caoba, suplicándole que no se la cortara, jamás; él no sabía a dónde iría cuando muriera, si recordaría su actual vida, a sus seres amados, su pasado, perolo que sí quería llevarse al otro mundo, era la dulce y hermosa imagen de Ofelia y su cabellera libre, ondeando con el viento.Llegó la primera Navidad sin él, habían pasado dos meses de luto, de silencio,de llanto, tal vez el nuevo año traería la curación a tanto dolor.Lo que más recordaba la joven viuda eran las últimas palabras de Alexander, atribuidas a la fiebre, a la agonía, al sufrimiento físico y moral provocadas por la leucemia: "jamás te cortes tu cabello, jamás o morirás..." Entre sueños y vigilia veía su rostro, intentaba acariciarlo, aunque se alejaba, se desvanecía, únicamente escuchaba una voz lejana, una advertencia: "jamás te cortes tu cabello..." Un tono violáceo enmarcaba sus ojos causado por varias semanas sin poder descansar ni dormir plenamente; la recomendación del médico fue el valium, sin embargo, ella sabía que corría el riesgo de convertirse en sonámbula, ya había sucedido algo así antes.Las pesadillas continuaban, el sueño comenzaba cuando ella intentaba abrir la puerta de su dormitorio, escuchando murmullos, risas ahogadas, un fuerte empujón, la puerta cediendo, sobre la cama él desnudo sobre una mujer, a quien pudo reconocer. Esta vez no lloró, no gritó, cerró la puerta y caminó, silente, tranquila, despertando poco a poco...mas la sensación de ser engullida por un pozo obscuro no lo permitió...él se encontraba frente a ella, reclamando porqué razón ya no existían los celos, porqué esa indiferencia, por qué esos planes de cambiar su aspecto. Jaló el aire a sus pulmones desesperadamente cuando por fin pudo despertar. ¿Era lo que se dice "cargo de conciencia"? ¿Por sentirse atraída y enamorada del chico que la consoló durante los meses de agonía y de luto? La vida continuaba, ¿acaso su subconsciente no lo entendía? En un día más llegaría un nuevo cumpleaños, una fecha especial para recomenzar, para cambiar de imagen, para volver a amar. Estaba decidida, un corte de cabello, transformar su vestuario, tirar o quemar la ropa negra; era primavera, los colores brillantes la animarían para continuar su camino. Tenía pensado guardar su larga trenza, no quería verla tirada por el piso de la estética al día siguiente, destrozada y finalmente yendo al bote de basura. Esa noche secó su cabello después de lavarlo, lo peinó, lo trenzó con sumo cuidado, lo admiró unos minutos...mientras recordaba los días felices a lado de Alexander, las promesas de amor, las rosas, los poemas que juntos escribieron bajo la sombra de un sauce...las lágrimas del primer adiós, las noches de reconciliación...la saeta de la primera traición, con la que pronto comenzó a secarse su admiración y afecto por él. Era tarde, casi media noche, tomó las tijeras pero no se decidió por completo a cortar...las abrió, calculó la medida, hasta la nuca...mas la cobarde mano se negó a separar aquella masa de cabellos rojizos de su dueña. Se levantó de la cama, abrió la ventana, los nervios y las altas temperaturas de aquella primavera le provocaban un
intenso bochorno. Un profundo sopor la invadió, el valium había hecho su efecto. Alexander, de nuevo se le enfrentaba, reprochándole su comportamiento, sus nuevas decisiones, su traición amorosa y sobre todo, estar decidida a cortar su cabellera. La tomó por el cuello, comenzando a estrangularla sobre su cama, media espalda estaba al filo de la orilla del colchón, Ofelia recordó que tenía cerca de ella las tijeras con las que cortaría su trenza, le faltaba el oxigeno, sentía que perdía el conocimiento, a tientas buscó las tijeras, las consiguió abrir para cortar la mano de Alexander y quedar liberada. Para ser un sueño, para ser un cargo de conciencia, aquella mano era sólida, gruesa, fuerte, aún así, consiguió desgarrarla con la navaja dejando de sentir la asfixia... caía de la cama, hacia atrás, su viaje al piso fue largo, lento, frío...de nuevo engullida por un pozo oscuro. El escandaloso ruido de una sirena se acercaba al edificio donde vivía Ofelia, seguido por otro de una patrulla. De la ventana del segundo piso colgaba una larga trenza de cabello rojizo, los agentes, quienes derribaron la puerta para investigar el accidente de la joven notaron que estaba cortada de un extremo, del otro, se mantenía atorada a una ménsula metálica que sostenía unos libros, cerca de la ventana.
55. “Cuidado con lo que anhelas” Lily Nova
Era una noche fría y oscura, de esas que utilizan como subterfugio los escritores de terror para generar expectación en el público; de esas mismas que estaba viendo en la pantalla de su televisor, mientras se preguntaba por qué debían ser tan oscuras que casi no podían apreciarse las imágenes.Una ola de frío recorrió su espalda, pero no pensó que fuese por el film, ya que más que miedo, daba gracia… ¡había visto tantos¡! y, en definitiva, eran todos iguales: mucha sangre, algún fantasma, uno que otro demonio… Ese espasmo era real, como si un cuchillo helado penetrara sus entrañas. Miró en todas direcciones, pero estaba sola, ninguna ventana abierta, ni un soplo de aire, ni un sonido aparte del de su respiración y el de los gritos de la protagonista de la película intentando escapar de aquel demonio. Puso pausa en el reproductor, se levantó de la cama y, sin encender la luz (algo siempre criticado por ella en aquellos filmes que veía) abrió los ventanales y salió a la noche fosca de su pequeño jardín. Observó en la penumbra con ojos entrecerrados. Allí no podía distinguir nada, pero el estremecimiento de su alma era cada vez más poderoso y helado. Encendió un cigarrillo (eso siempre lograba tranquilizarla cuando se sentía abrumada por alguna sensación extraña), pero cuando iba a llevárselo a los labios para dar la segunda pitada alguien (algo) se lo arrebató de sus manos ya temblorosas y, al segundo, le echaba el humo en la cara. –¿Quién eres? – preguntó con voz entrecortada. La respuesta fue el silencio espectral e inusitado en su barrio siempre murmurante… y más humo de cigarrillo que ahogaba sus gemidos.De pronto, vio como ese ente aplastaba el cigarrillo. Los sonidos habituales comenzaron a penetrar en sus oídos. Creyó que aquello había concluido. Se preparaba para entrar, diciéndose que
Morfeo era muy gracioso, hacerle soñar con un espíritu que todo lo que anhelaba era un mísero cigarro. Preparaba su rostro para emitir una sonrisa y entrar a terminar su película, cuando sintió un viento helado que la traspasó como ráfaga, haciendo temblar su camisón de seda con tal violencia que parecía querer salir de su cuerpo, pero traspasándola. No podía moverse, la vida que de repente había tomado esa prenda, se lo impedía. Comenzó a girar su vista para vislumbrar a su agresor etéreo. Nada… sólo la bruma espesa y una fuerte carcajada.Sintió que sus muñecas quemaban como mil infiernos. Al dirigir allí su vista, vio pulseras de fuego aprisionándolas… extendiéndose por sus brazos… envolviéndola hasta su espalda. – ¿Quién eres? – volvió a preguntar. Y se corrigió de inmediato. – ¿Qué eres? Otra vez nada… sólo ya su miedo indescriptible y el olor a piel quemada.Una fuerza la volteó y el fuego se escurrió también por su pecho. Sintió unos labios de fuego que incendiaban los propios. Cuando los liberó, lanzaban llamas. – Soy tu dueño y tú, mi esclava– dijo una voz perversa, mientras la soltaba. Entonces pudo verlo. Y el pavor que sintió heló su alma, a pesar de las llamas que estaban abrazándola. –¿Qué quieres? – preguntó con el hálito de vida que le quedaba. –Soy la muerte– respondió el demonio– y vine a llevarte conmigo, como tú anhelabas. Al día siguiente, cuando su madre llegó a visitarla, encontró la televisión encendida, con el reproductor en pausa. La cama revuelta. El ventanal abierto. Ni rastro de ella. En el centro del jardín, un círculo de pasto quemado en el que ondulaban lenguas granas que, aún hoy, después de muchos años, no se apagan. Y cuentan los que han habitado esa casa, que en las noches neblinosas, se puede olfatear el desagradable hedor a carne quemada y se oye una voz femenina que gime: –¡Devuélveme a casa!
56. “El administrador” Claudio Valdivia Entre canales, puentes, calles adoquinadas y una espesa niebla, se alza vetusta la librería de los hermanos Gerlach y Joost Van Middelkoop. No tiene nombre.
Simplemente tiene un cartel de madera, cuya pintura ha desaparecido aunque se intuye fue roja y dorada y se lee en letras mayúsculas: BOEKEN. No es la mejor librería de la ciudad, tampoco es la mayor, pero es una buena librería y los hermanos Van Middelkoop trabajan aquí desde hace veinte años. Yo trabajo para la familia Van Middelkoop desde hace más tiempo. Soy el administrador de la librería, y escribo esto para no olvidar. Porque sé que los acontecimientos que presencié no estaban configurados para la mente humana. He conocido los títulos secretos, los cantos dorados de los libros ocultos y antes de que mi mente quede nublada por la locura, quiero dejar por escrito lo que ocurrió. Durante el mes de abril de 1832, en mi condición de administrador de la librería me desplacé hasta la ciudad de Hilversumm, al sureste de Amsterdam junto con Joost Van Middelkoop, el hermano encargado de adquisiciones, ya que nos habían avisado de que la librería de un anciano señor, se vendía, al haber fallecido éste recientemente. Llegamos temprano a la casa de aquél hombre. Las puertas estaban abiertas y varios empleados fornidos estaban sacando los muebles. El hijo de inmediato nos reconoció. –Vienen de la librería de Amsterdam, ¿verdad? –Sí – respondió Joost. –Los libros están en la oficina de mi padre. Suban la escalera, son todos suyos por el precio convenido. –Si no me interesan ―aclaró Joost― volveré a por los doscientos florines, caballero. –Aquí estaré. No se preocupen, si no les interesan los libros tengo otra oferta. Ahora si me permiten tengo mucho que hacer. Subimos la escalera de madera oscura de un bello color rojizo. Al llegar al piso superior vimos que el pasillo ante nosotros era largo. Al extremo derecho vimos dos hombres intentando sacar una butaca de terciopelo, que parecía ser muy pesada. Al extremo izquierdo vimos una puerta cerrada que de inmediato nos llamó la atención. El picaporte giró con facilidad y entramos en la biblioteca del anciano. Nos encontrábamos en un lugar curioso. De inmediato me produjo una sensación difícil de describir. Una intranquilidad luctuosa se apoderó de mi corazón. Volví a mirar a mi alrededor y conté: Era una habitación octogonal. No es necesario que indique que el octógono es una figura geométrica asociada a la Magia Negra, ¿Acaso Joost no había percibido tal hecho? –Traiga el baúl, Clemens –me dijo, mientras pasaba el dedo a lo largo de los tomos acumulados frente a él. –Sí, señor. Mientras los metía en el baúl me di cuenta de que bajo la alfombra que pisaba algo cedía. Pero no quise decir nada. Continué introduciéndolos en silencio, mientras Joost los sacaba y clasificaba según su valor. Finalizamos el trabajo. Fui a por las correas, con las que agrupamos los manuales de menor valor. La habitación quedo vacía. Pero Joost quería mirar en los cajones, ya que el muchacho nos había dicho que todos los tomos que encontrásemos eran nuestros. –Espéreme aquí, Clemens, volveré pronto. Me senté en la silla, estaba cansado. Volví a intentar abrir los cajones. Seguían cerrados. Me levanté. Caminé hasta el lugar donde antes me pareció que la alfombra cedía, y la levanté. Vi unas marcas en la madera, una especie de dibujo hecho toscamente con una navaja o un cuchillo. Aparté la mesa y la silla. Dibujado en el suelo, un pentagrama inscrito en dos círculos concéntricos presidía el centro de la habitación
octogonal. En el interior del círculo había símbolos que necesariamente eran un lenguaje desconocido para los legos en la materia, me arrodillé para descubrir con facilidad que el lugar donde cedía el suelo había sido manipulado y una de las tablas, cortada, daba paso a un hueco en el cual vi dos tratados de tapa naranja. Cogí los libros, y los coloqué junto con los de menos valor, volví a colocar las tablas, puse la alfombra en su sitio y devolví la mesa y la silla a su lugar original. Una vez hube hecho esto, la puerta se abrió. Joost llegaba con una llave negra, sonriente. –¡Clemens!, ¿Qué hace en el suelo? Vamos ayúdeme a ver si hay algo que valga la pena en esos cajones. Resoplé y me levanté. Abrimos los cajones. Una libreta negra escrita a mano que Joost ojeó rápidamente. –Esto es basura –dijo él– Lo guardaré por si acaso –repuse–. Me miró de reojo. –Como quiera, Clemens. En el cajón derecho había un abrecartas, pluma y un tintero muy curioso de color rojo. –¿Puedo cogerlo? –inquirí. –Claro Clemens, cójalo si quiere. Volvimos a Ámsterdam aquella misma tarde. Cuando llegamos ya eran casi las doce de la noche. Dejamos el material en la tienda, pero me cuidé mucho de meter los tratados ocultos en mi bolsa, junto con la libreta negra. Joost estaba contento, sabía que ganaríamos dinero con aquél negocio. No sabía lo que podríamos perder. Durante los meses siguientes llevé una doble vida. De día continuaba mi sencillo trabajo de ayudante en la librería, por la noche volvía a mi modesta habitación dos calles más abajo y leía los libros de tapa naranja. Éstos no eran sino auténticos libros de magia. Hablaban de un mundo paralelo al nuestro, un mundo al que se podía acceder a través de elaborados rituales, sólo reservados a los conocedores de los secretos de la «Entrada multiforme». Leía con avidez aquellos textos malditos sin darme cuenta de que me absorbían. Cada día me sentía más débil, comencé a toser, tuve fiebre intermitente y mi sueño se redujo a un par de horas diarias de sobresaltadas pesadillas. Sin embargo no podía parar, ya que el ansia de conocimiento es una de las pasiones naturales más extendidas en el hombre. Cuando hube terminado la lectura de los volúmenes pasé a la libreta. Significó un desafío todavía mayor. Los libros estaban escritos en latín, y me habían instruido asimismo en el enrevesado alfabeto de signos que vi inscritos en los círculos concéntricos de aquella habitación. Ahora sabía que aquellos círculos y aquél pentagrama en una habitación octogonal no eran sino un lugar de invocación. A través de esos símbolos se podía acceder al mundo paralelo donde espíritus, entes y demonios de mayor o menor nivel habitaban, deseosos de poder acceder al mundo humano. Un mundo lleno de materias que para ellos eran el mejor de los manjares: Nuestra sangre, nuestra bilis, nuestra carne, nuestra vida, nuestras almas. Pero volvamos a la libreta; aparentemente no era sino una agenda, con nombres comunes de todas las nacionalidades. Cada nombre se componía de un nombre de pila y un apellido común. A su derecha, figuraban tres números cuidadosamente dibujados con tinta roja. Tardé meses en descubrir que realmente era una lista. Cada uno de los nombres correspondía a un ser del inframundo y el número era una referencia de su poder y de su plano de existencia. El anciano señor era un hechicero, no cabía ninguna duda, y la cantidad y variedad de seres con los que parecía haber contactado me maravillaba y horrorizaba. Pasé los meses siguientes intentando purgar mi cabeza de toda aquella malsana
información. Pero no pude evitar hacer ciertas cosas ya que vivía sólo en mi cuarto. Me levantaba sonámbulo por las noches, lo sé porque a menudo amanecía sobre el suelo de mi cuarto con un cuchillo en la mano. Y con el cuchillo, inevitablemente fui labrando mi propio pentagrama, mis propios círculos concéntricos, y dentro de los círculos, las viejas e infalibles runas de protección. En el interior de esos círculos concéntricos y bajo la protección de aquellas runas podría recorrer los planos de existencia y tratar con oscuros seres cuya naturaleza hubiera preferido ignorar. Pero el atractivo de aquél mundo de espantoso poder había calado hasta el fondo de mi ser, y resistirse a su llamada resultaba imposible. Pronto una alfombra ocultó lo que los antiguos hechiceros llamaban «Ghol Bakh» es decir la tabla de salvación, el ancla que me mantenía asido al mundo humano en mis exploraciones a través de la espesa materia del universo de los planos. Mi poder se fue incrementando, y el deterioro de mi cuerpo fue rápidamente ocultado a través de un hechizo de vitalidad que aprendí de un demonio menor. Me sentía cansado, pero mi aspecto era cada vez más lozano, y mi trabajo en la librería seguía siendo un bálsamo en el que me sumergía como en un viejo pasatiempo. Los acontecimientos se precipitaron, sin embargo con la llegada de un visitante inesperado a la tienda. Era un caballero bien parecido, elegantemente vestido y fuerte. Decía que había adquirido un inquietante tomo de geografía de nuestra tienda. Éste describía con detalle una región que él tenía la intención de explorar. Dicha región se hallaba en el interior de la selva en los alrededores del Río Apure. Pero había un par de páginas que le confundían, ya que se encontró con un mapa extraño, escrito con un alfabeto que no conocía en el que vio escrita la palabra Schöld. Me levanté incómodo, sintiendo el sudor frío recorriendo mi espalda, cayendo en gruesas gotas bajo mis axilas, sequé el sudor de mis manos en los flancos de mi gabán y me acerqué, oyendo mi propia voz, baja, ronca, indecisa, reveladora. –¿Puedo ayudar? –Ah, Clemens, no creo, pero nunca está de más: Eche un vistazo. Me asomé al texto. Era uno de aquellos volúmenes que sacamos de casa del viejo, pero había sido encuadernado otra vez y habían incluido ese mapa. Lo miré con detenimiento. –Señor, evidentemente ha habido una confusión. Parece ser que encuadernaron este volumen hace unos años e incluyeron por error un mapa que no pertenece a esta zona. El señor me miró con detenimiento, y podría decir que noté algo en su mirada. Quizá se me notaba el sudor, o el nerviosismo. Quizá mis manos temblaran o había algo en mis ojos que le hizo sospechar. Afortunadamente Gerlach intervino para darme un respiro. –Quizá quiera Usted otro volumen similar, seguramente tenemos alguno en nuestro establecimiento, con gusto lo cambiaríamos por este volumen defectuoso. –No se preocupen, me gusta éste. Ya me ha servido bien en varias ocasiones. Y es curioso encontrar un mapa de un lugar extraño para mí, que llevo tantos años viajando. Schöld parece un lugar que merece la pena conocer ―dijo sonriendo. Oír pronunciar ese nefasto nombre por segunda vez me produjo un dolor lacerante. Nadie debe pronunciar esos nombres en voz alta. No pude evitar agarrarme al mostrador para sorpresa de todos en el local. «¡Clemens! ¿Está Usted bien?, ¡Clemens!, ¡Clemens!»Me desmayé aquél día,
fue una estupidez levantarme a hurgar en el mapa. Pero tenía que hacerlo. Supe que me llevaron a mi habitación y dormí varias horas seguidas encharcado en sudor. Cuando desperté el silencio nocturno inundaba mi habitación. Me incorporé con esfuerzo y repetí las palabras "vita dominum vita daemon vita ad astram intelligo". De inmediato me sentí mejor pues el poder del antiguo lenguaje siempre es capaz de insuflar vida al corazón. Guardé mis libros, aquellos cuya atracción es intolerable. Entendí que mi existencia como administrador de la librería de los hermanos Van Middelkoop había llegado a su fin. Cogí la lámpara de queroseno junto a mi lecho y esparcí su contenido por toda la habitación. Una vez en la fría calle, y mientras me engullía la oscuridad de los húmedos callejones, giré el rostro y comprobé como ardía mi habitación, y cómo el fuego se extendía sin freno por la fachada. No tenía tiempo para los vivos.
57. “La casa de Baal Zebub” Cristina Angelica Bottini
Yo era un desgraciado, eso era, me ganaba la vida haciendo cualquier cosa que me diese dinero sin importar qué era: así robé, así golpee gente, así estafé; mi vida tuvo como propósito solo el respirar. “El maldito”, así me llamaban ese último tiempo, recuerdo, y el nombre me cabía como anillo al dedo: robaba a los muertos sus alhajas. La noche aquella en que fui al cementerio por última vez lo hice con un “compañero” nuevo, eso recuerdo, un sujeto gigante que conocí en un bar fuera del muelle y al que invité un par de copas para cerciorarme que esa noche alguien más podía cavar tumbas por mí, hacer el esfuerzo por una mísera parte de lo que robara, y así nos conocimos. Fuimos al lugar cargando palas y un par de linternas pasada la medianoche de un crudo invierno que hacía dormir al sereno a la luz del fogón en su garita. Hacía mucho frío y una bruma pegajosa se había hecho con las tumbas cegando nuestros pasos casi a tientas; las cruces y los ángeles desnudos se nos aparecían de repente como imágenes que venían a encontrarnos: silenciosos habitantes abandonados entre muertos. A lo lejos aullaba un perro y hasta los pasos tenían eco. Buscamos la tumba de un rico mercader que habían enterrado hacía dos días y nos pusimos a cavar en silencio como quien hace un trabajo ; aquel hombre estaba muy asustado pero necesitaba dinero para dar de comer a su familia, eso me había contado, así que hacer aquello no le era una opción sino un derecho. Trabajamos sin descanso hasta sacar toda la tierra que cubría aquel cajón y apenas las palas chocaron con la madera dejamos de hacerlo .Me tiré como siempre allí dentro y con una barreta abrí la tapa que separaba aquel muerto de la vida. Al destapar aquel cajón me inundó el pútrido olor que conocía más que bien. Lo alumbré con la linterna y el pálido rostro huesudo de boca abierta apareció ante mis ojos como ahogando un grito de espanto al verme: –Dios mío…–dijo el gigante dando un paso hacia atrás. –Es solo un muerto– dije entonces–, no puede hacerte nada, no le temas- y arrancándole a tirones sus pertenencias agregué –.A los vivos es que debes temerles, a
esos perros… Hice mi “trabajo” y luego salí de allí sin más vueltas. Juntamos nuestras cosas y seguimos hasta la próxima tumba que tenía por recuerdo haber visto llenar un día de la semana en curso; no cualquier tumba, solo me interesaban aquellas en que las pompas merecían tanto esfuerzo. Aquel hombre caminaba como si alguien lo siguiera, estaba tan asustado que seguramente creía que el muerto venía tras nuestro para reclamar sus cosas. El siguiente cadáver estaba en un panteón alejado de la entrada al cementerio, en un lugar en que se podía hacer ruido forzando las grandes puertas de hierro y romper candados sin que nadie más que nosotros escucháramos los mismos. Sabía de él que era un hombre rico, nada más, y que su cuerpo había sido traído desde Brasil por su familia para ser enterrado con sus abuelos paternos como era su último deseo por cumplir una vez muerto. Nada más sabía, solo eso, pero el cortejo que supo acompañarlo ese día en que lo trajeron y las coronas y las ropas con que vestían sus dolientes me hablaba claramente de riqueza; mucha riqueza. Por eso no podía no robarlo esa noche: porque quizá mi destino estuviese señalado por él y por sus cosas… Apenas llegamos a las puertas de hierro el gigante se detuvo de repente diciendo “yo no entro”, lo miré entonces y le pregunté por qué y solo contestó que allí dormía un “hombre de fe negra” señalando un símbolo que había en una de las puertas: un símbolo pagano. Ver a un hombre de ese tamaño tan asustado me hizo dudar un momento, pero yo no tenía dioses ni demonios a quienes encomendarles mi alma así que pronto forcé aquellas puertas y más pronto me metí; yo era un ladrón, no un creyente. Recuerdo como si lo estuviese sintiendo aún el olor a flores podridas y a muerto que me golpeó apenas entrar: a humedad, a cosa vieja, a madera y cera de velas. Apenas alumbré con la linterna vi un par de cajones sobre unos estantes, coronas de flores viejas y nuevas a un lado, en el piso, y muchas velas rojas y negras que supieron arder hasta volverse una mancha rojinegra a un lado de la entrada a un subsuelo que estaba cubierta por una puerta de madera que tenía por manilla una argolla pesada ; la tomé mientras miraba la figura del gigante recortarse en el umbral de la entrada queriendo entrar al fin pero no pudiendo hacerlo por sus miedos: –¿Vienes o te quedas –le dije; jamás pudo entrar. Me metí en ese lugar oscuro como una tumba misma solo teniendo por visión lo que la luz de la linterna me permitía, el aire estaba enrarecido y pesado y la escalera de cemento era bastante empinada y de peldaños angostos .Bajé hasta tocar el suelo. Arriba me pareció escuchar que el gigante rezaba. El lugar no era espacioso, apenas si cabía aquel cajón y algunos candelabros donde quemaron más velas; una urna vacía en un rincón y algunas rosas rojas que se marchitaban sobre la tapa de caoba negra lustrosa. El lugar era inquietante. A pesar de estar solo me sentía observado y algo me erizaba los pelos de la nuca como nunca antes; los ruidos de arriba se acrecentaban como si esa fuera una caja de resonancia y cualquiera, por pequeño que fuera, se agigantaba allí dentro. Hasta mi respirar parecía el respirar de otro en esa oscuridad y ese silencio. Abrí la tapa del cajón sin mucho esfuerzo ,solo hice palanca con la barreta y cedió , se despegó de los clavos con que la habían sellado con un crujir de maderas rotas, seco y corto como un disparo ; entonces vi por fin al muerto: era un hombre de mediana edad que estaba vestido con una túnica blanca solamente, su piel negra ahora era de un gris fuerte y su contextura robusta se veía aún mayor por la hinchazón del cuerpo; en la frente tenía dibujada con cera la imagen de una cruz invertida y de la boca
le asomaba un pedazo de papel que alguien había puesto ahí casi a la fuerza abriéndole la mandíbula. Recuerdo que antes de comenzar a sacarle todo el oro con que cubría sus dedos y aquel enorme medallón que descansaba en su pecho lo pensé un momento, no sé por qué dudé entre sí hacerlo o no, solo sé que por vez primera lo pensé; él era una especie de sacerdote y yo iba a robarlo …Pudo más mi oficio y lo robé: primero le saqué el pesado medallón que tenía en su cuello y lo sopesé alegremente calculando el valor que podría tener, pensando en las cosas que podría comprarme gracias a él ; luego puse la linterna en un extremo del cajón y comencé a forcejear para hacerme con sus anillos ,los dedos hinchados los aprisionaban con fuerza. Como no pude sacar a tirones aquel primer anillo decidí usar un cuchillo que siempre llevaba conmigo y cercenar al fin los dedos para no perder más tiempo ; cuando corté el primero se apagó la luz de la linterna y me quedé de pronto a oscuras… fue entonces que escuché aquel susurro casi inaudible a mis espaldas que me detuvo el corazón:” accipitt dominus ad tenebras”… una vez…” accipitt dominus ad tenebras”…y otra vez…Me quedé como clavado de terror en donde estaba sin poder mover ni un solo músculo, solo sintiendo como se me quería escapar el corazón por la garganta y no me quedaba un solo pelo sin erizar en la espalda y ni respirar podía : algo había allí conmigo y yo me sentía una pequeña rata encerrada en una caja con un ser enorme respirando enfurecido. Me oriné los pantalones, pude sentir como corría tibiamente mi orín por la pierna y se metía en los zapatos y caía al suelo: –…Accipitt dominus ad tenebras…–insistió en repetir aquella cosa a mis espaldas, cada vez más cerca, cada vez más grande al rondarme. – ¿…Qué…quieres…?.- alcancé a decir a punto tal de desmayarme pero esforzándome por no hacerlo, por no caerme allí. Esa cosa siguió repitiendo entre susurros lo mismo sin contestar mi pregunta, me respiró en el oído y sentí su fétido aliento a bestia inundándome completo, me rozó la espalda y pude sentir lo enorme de su ser, su voz en un gruñido casi humano casi perro y me sentí morir de espanto como si me clavaran mil cuchillos en el cuerpo. –…Solo…dime qué…qué quieres…–insistí. Entonces esa cosa dejó de moverse un momento y como si intentara imitar mi voz dijo: – Dime…”; a lo que pregunté qué cosa quería que dijese y volvió a repetir lo que hasta el cansancio escuché como únicas palabras de su boca: – Accipitt dominus ad tenebras… Lo escuché con atención y luego repetí aquellas palabras que él quería no una sino dos o tres veces…y entonces sentí que se iba, que la presión del aire volvía a ser normal y me quedaba solo en ese espacio como cuando entré .Todo seguía oscuro, nada podía ver salvo una oscuridad no tan cerrada que dibujaba el rectángulo de aquella entrada que me parecía imposible de alcanzar porque mis piernas no se movían por más que eso quería y solo mis ojos no estaban paralizados por el terror. No sé cuánto tiempo pasó hasta que sucedió aquello pero juro que me pareció una eternidad: volví a sentir nuevamente la presencia de aquel ser pero esta vez ya no era un perro ni una bestia ni un ser terrenal siquiera conocido, esta vez era “algo”: una sombra, un aliento…algo que carecía de cuerpo pero era una presencia intimidante que jamás olvidaré; parecía el rostro de una gárgola su cara fantasmal, una sombra escurridiza su cuerpo todo. Primero me rondó sin prisa, recuerdo, y luego sentí como un abrazo ,como un fuego, que me atrapaba entero y me jalaba como queriéndome mover, como queriendo separarme de mi cuerpo, comencé a sentir un dolor insoportable, como si me despellejara, como si me desgarrara entero cada músculo a cuchillo desprendiendo las
carnes de los huesos ;pude sentirlo mordiéndome ,quemándome a cada contacto con su cuerpo como abrazando al fuego y me sentí morir una y mil veces hasta que me rendí al final y él se hizo con mi cuerpo. Cuando desperté yo era ese muerto: me faltaba un dedo y mi nuevo cuerpo estaba frío como el hielo y se pudría inevitablemente en esta caja de madera a la que antes destapé y “él” volvió a cubrir. Desde entonces solo espero. He perdido la cuenta del tiempo que hace que me encerró en este cuerpo ahora huesudo y solo he conseguido que una mente me escuché desde lejos para contar mi historia, y espero por aquel incauto que haya leído en voz alta aquel conjuro del demonio para “invitarme” a cambiar lugar con su cuerpo en cualquier momento.
58. “Un Sueño de terror” Yaz Morales
Antes pensaba que todo yo estaba envenenado, pero no, y aunque no sé cuál es su tamaño si siento la fuerza de su presencia. He cavilado como hacerlo, es un pensamiento que no me deja ni dormir, será esta noche, casi ni necesito planearlo, casi puedo ir caminando con los ojos cerrados por donde te llevaré. Apenas puedo esperar la hora, el sueño me traiciona, hoy serán tus alaridos los que escucharé en el silencio de la oscuridad. He tenido ganas de… ¿humillarte?, sería muy compasivo creo, por tratarse de ti. He repasado muchas veces en mi mente cómo con mis propias manos te golpeó en la cara hasta sangrarte la nariz, hasta romperte la boca, hasta lograr que supliques en llanto que ya no lo haga; he desgarrado tus ropas, mientras a carcajadas celebro mi hazaña; he sentido entre mis manos la tensión de tu cuello hasta casi juntar mis dedos y desorbitarte los ojos, te tengo oprimido contra el viejo sillón verde y de ahí no te suelto hasta que se te dificulta la respiración. También te he arrastrado por las escaleras sujetándote de los cabellos y tú con los pies descalzos no puedes correr más que yo, mientras lo intentas llevas la ropa hecha jirones, corres casi desnudo queriendo huir de mí. Otras veces de una patada te saco al patio y de ti me río mientras te intentas incorporar de nuevo, te acoso por el pasillo y forcejeamos en el piso mientras intento degollarte con el cuchillo grueso, ese que ocupamos para cortar la carne y los huesos para el perro, después, te sacudo como muñeco destruido mientras tu cuerpo se azota contra el barandal. Termino y tu cuerpo es casi nada, heridas con sangre y lágrimas es lo único que queda de ti. Finalmente me burlo de tu insignificancia… Pero al final sólo me doy cuenta de que el único que llora soy yo, claro si sólo tengo 10 años y esto no lo he planeado, me lo has hecho vivir muchas noches; pero lo he soñado, lo he deseado… así, como tú se lo has hecho a mi madre.
¡Si por un momento pudiera hacerte sufrir!
59. “Ni uno más” Florencio Cortez Pese a que habían pasado más de veinte años, el día que lo volví a escuchar fue como si lo hubiese escuchado la noche anterior. En mi mente tenia grabado el sonido de sus dientes rechinando y el zumbido que hacían sus alas al chocar con la madera del closet. Mi esposa no despertó, recuerdo que había escuchado que antes de atacar a sus víctimas soltaba una especie de polvo que caía sobre aquellos no le eran útil, era un polvo capaz de hacer caer a la gente en un sueño profundo. Me levante, ahora era adulto, no debía temerle, pero así era. Mi abuela le llamaba el cucuy, mi hijo le llamo el coco hace una semana, supe que había regresado por mí… pensaba que había regresado por mí. Cuando era niño mato al menos a cinco, todos de mi escuela, y siempre tuve miedo de ser el siguiente, día a día vivía con el temor de abrir los ojos y verlo sobre de mí, con sus ojos rojos; mi abuela siempre dijo que eso era imposible, pero cuando encontraron al quinto niño dijo: “Ni uno más” y me protegió. Esperamos la siguiente luna llena, se decía que cuando aparecía se sentía un hormigueo en la espalda, lo había sentido las 5 veces que apareció, y aquella noche lo sentía de nuevo. Cuando le dije que escuchaba el rechinar de dientes y el zumbido, mi abuela me tomo por los hombros, me señalo su viejo ropero y me dijo: “¿Lo ves? Esa es su morada, mientras el permanezca ahí no te hará nada, pero debemos encerrarle primero”; entonces me levanto tomándome por la cintura y me lanzo dentro del ropero, a sus fauces, indefenso y lo cerro. Grité, desgarré mi garganta cuando escuché su rechinar de dientes cada vez más cerca de mí, rasque las puertas del ropero hasta que por bajo de mis uñas comenzó a brotar sangre, le escuche rezar y decir palabras extrañas. Sentí el aliento del cucuy por encima de mi hombro, y comencé a convulsionarme, fue justo cuando sentí que mi abuela me jalo y una vez fuera del ropero lo cerro y grito de nuevo: “¡Ni uno más!”. Y todos los sonidos que el cucuy hacia desaparecieron, pensé que para siempre. Ahora había regresado, pero tenía la fuerza para afrontarle, así que camine hacia el closets mientras que sus sonidos se hacían cada vez más fuertes y abrí de par en par las puertas…Nada, estaba vacío, pero ahora los sonidos no venían del closet, venían de la habitación de mi hijo. Corrí a su habitación, abrí la puerta y al verle acostado, durmiendo, indefenso, sentí de nuevo esas ganas de ahorcarle como las había sentido cuando el cucuy me había obligado a matar a los niños de mi escuela, de ver como su vida se extinguía, ahora tenía edad para sentir placer al hacerlo y no solo curiosidad como antes…Pero no, no a mi hijo, no a nadie más, no de nuevo. Así que corrí hacia la ventana y me lance, la caída era de 8 pisos desde nuestro departamento, y mientras caía con el cucuy sobre mi espalda le escuche gritar de terror porque estaba a punto de morir, y cuando todo se detuvo el cucuy desapareció, ya no estaba, no podía herir a ningún niño, ni uno más...
60. “Parque Maurin” Natalia Arcieri
Esa noche caminaba presurosa, se había demorado en sus actividades y el autobús ya no pasaría a recogerla. Sólo podrá arribar a la avenida principal luego de recorrer varios tramos por la ruta vieja o atravesar el temido y abandonado Parque Maurin. Ninguna de las opciones es buena, pues la ruta vieja es extensa y no cuenta con salida alguna; es una derruida autopista en desuso. Ahora bien, solo queda el recorrido por el Parque Maurin. Es en verdad un atajo con vegetación abundante, caminos estrechos de piedra adosada alumbrados por algunos de los faroles que aún están en funcionamiento. La gran mayoría de ellos se hallan destruidos y vastos tramos oscuros se extienden por el Parque. Allí en sus épocas de bonanza solía colmarse de gente y niños correteando por todos sus rincones, internándose en los juegos de madera y rodeando la fuente principal ubicada al centro. Ahora todo es muy distinto, las hamacas oscilan herrumbradas entre fierros retorcidos, los senderos tapiados por hojas muertas arrastradas por una brisa álgida y la fuente, la fuente se ha llevado la peor parte, la mayoría de los querubines que la contornean han sido decapitados. Algunos relatos urbanos hablan de una maldición, otros de entidades demoníacas y espíritus malignos, todos coinciden en que luego del nefasto otoño del 95, la muerte instaló su imperio en el Parque Maurin. Pero Iris no cree en cuentos de fantasmas aunque no dejan de inquietarla las aberrantes historias del 95. No puede pasar por alto la masacre ocurrida ese otoño durante el Festival de "Hojas Secas". Todos los años un grupo de padres y maestros de alrededores se reunían con sus niños en el tradicional recibimiento de la estación otoñal, mediante disfraces, juegos recreativos y extensas meriendas. La jornada era aguardada con entusiasmo por todos, más aún por los pequeños. Pero aquel viernes nefasto, los hechos ensombrecerían el evento para siempre. Una joven pareja comienza una fuerte discusión sentados al borde de la fuente, al principio sin importancia el resto de padres hace caso omiso a lo que allí ocurre. Mientras, en los juegos de madera un niño llora al tiempo que otros dos empujan con fuerza la hamaca en la cual se encuentra. Una niña advierte la presencia de un ave oscura la cual deposita en sus pies una pluma que sale disparada al batir las alas para emprender su vuelo internándose entre la espesura. Detrás corre la niña con la pluma entre sus manos bordeando la fuente donde la discusión de la pareja va en aumento. El niño en lo alto de la hamaca continúa llorando. El hombre en un arrebato empuja a la joven que cae dentro de la fuente golpeando su cabeza con el filo de mármol, inconsciente yace debajo del agua. Otros padres se exaltan y corren a socorrerla, la joven ha muerto. Con total cobardía el hombre huye por la misma ruta que instantes antes la niña saliera en busca de la extraña ave. Un grito escalofriante paraliza el bullicio, proviene de entre la vegetación, la niña se arrastra envuelta en sangre y solo se ve parte de su cuerpo entre la densa plantación y en un santiamén desaparece como
si se la tragara la tierra. El caos se apodera de la gente que comienza a correr desenfrenada, el niño en lo alto de la hamaca cae al piso... El llanto cesa.El hombre causante de la muerte de la joven aparece con un corte profundo en su garganta y cae estrellando su cabeza en el filo de la fuente, la muerte inmediata y coincidente estremece a la multitud. Algunos padres, desatan una corrida desenfrenada atropellando a niños, niñas, mascotas y otros padres, de los cuales los más pequeños se llevan la peor parte. Dos adultos empujan con fuerza a una jovencita que se encuentra estática cercana al portón de acceso. Mientras un fuerte ventarrón azota al parque elevando las hojas y arremolinando los senderos, los amplios portones de hierro se cierran cercenando a la jovencita. La entrada se sella con el cadáver de la niña y ambos adultos, causantes de conducirla a su fin, voltearon con la intención de iniciar una corrida en sentido opuesto. No lo logran, la turba exaltada se dirige vigorosa a su encuentro provocándole la asfixia a ambos y a otros tres niños. De pronto una maestra envuelta en llamas irrumpe en la escena, encendiendo mechas humanas con facilidad, gracias a las hojas secas y otro tanto de materiales inflamables que revolotean en el parque. El caos y la sangre bañan por completo al Parque Maurin. Algunos comentan que una extraña mujer de cabello oscuro y mirada lánguida deambulaba momentos antes de la masacre. Se piensa que se trata de la hija del cuidador del Parque quién padecía una severa enfermedad mental y alucinaciones. A veces se la podía ver corriendo asustando a los niños a quienes invitaba con un banquete de gatos y cuervos destripados. Pero Iris debe tomar una decisión y pese a los rumores opta por el camino más corto y a su entender más resguardado. Es así que decide traspasar el portón principal de hierro, la reja se abre trabajosa y un ruido estridente se instala en el Parque. Iris se detiene y contempla todo, recordó que en ese mismo portón una pequeña perdió la vida y estremecida soltó la puerta y se introdujo sendero adentro. Cada paso se anunciaba con el crujir de las hojas muertas, el silencio era verdaderamente sepulcral, aún no estaba a su vista la fuente ni los juegos de madera donde lo peor había ocurrido. Iris caminaba lento, la oscuridad reinante era ofuscante y temía torcerse un tobillo allí dentro. El camino apenas se veía y por delante todo era cerrazón y vegetación. De pronto escuchó el resonar del portón de hierro de la entrada principal y el sonido de una cadena estrangulando los retorcidos hierros. La mujer se quedó impávida, no sabía si alguien había entrado o solo trancaban las puertas luego de cierta hora. Eso la desconcertó bastante y decidió dar vuelta atrás pero en ese mismo instante escucha el llanto de un niño. El corazón se le detuvo y casi no respiraba, parada allí entre ese sendero interminable trató de convencerse que algún gato se encontraba por la zona, pues muchas veces se confunden con niños llorando e intentó calmarse. Aguardó un instante, nuevamente el silencio espesó el aire y decidió seguir la ruta, lo más sigilosa posible. A su paso un farol que pende lánguido comienza a parpadear súbitamente exaltando a la ya temblorosa Iris. La tenue luz le deja entrever un claro donde se ubica la fuente y los juegos de madera. La contempla a la distancia entre los arbustos que restan flaquear para llegar al lugar y mientras camina se tropieza con la cabeza de un querubín enterrada en la maleza. Una extraña ira se apodera de ella, se levanta enfadada y patea la cabeza con fuerza la cual es arrancada de las matas muertas que la enlazaban para rodar y perderse sendero adentro. Adelante está la fuente y el camino se va despejando cada vez más.Por un instante piensa en lo ocurrido y esgrime una suave carcajada y sin percatarse se encuentra en pleno corazón del parque. Una álgida ventisca comenzó a revolverle los cabellos, las hamacas comenzaron a oscilar suavemente y el espejo de agua que aún queda en la fuente empieza un gorgoteo incesante. Nuevamente el llanto del niño la sobresalta, pero esta vez se torna cada vez más fuerte al mismo tiempo que la hamaca
se eleva alto. Algo pasa fugaz cerca de la fuente y hace que Iris se retrotraiga hacia el sendero. Ahora se escucha un murmullo que va en aumento. La escena cobra vida, la pareja que discute, el niño en la hamaca, la joven cayendo al agua, la niña corriendo con la pluma en la mano hacia donde ella se encuentra. Y antes de llegar la mujer de cabello oscuro la intercepta, trae entre sus manos el negro cuervo destripado. La niña la contempla y grita al tiempo que la mujer intenta contenerla y la lastima con un machete filoso. Iris tapa su boca para no emitir un grito. La niña parece verla y cuando intenta huir la mujer la arrastra de sus piernas y corta su cabeza, la que luego patea con fuerza. El cobarde que asesino a la joven la observa impávido y la mujer le corta la garganta. Una maestra la ve a lo lejos mientras esta se aproxima ensangrentada, toma un bidón junto a un árbol con el cual la rosea y la enciende como a un mechero. Iris no sale de su asombro y estupor, es testigo de todo lo que allí ocurre. Ve a todos corriendo despavoridos y piensa en detenerla, así que corre tras ella mientras toma una piedra y cuando la mujer se voltea... Los ojos de Iris se sumergieron en su peor pesadilla, esa mujer misteriosa no era otra que ella. En una suerte de estado de trance vuelven a su mente los recuerdos, aquel niño de la hamaca que yace muerto era su hijo bastardo producto de la violación de su padre. La noche que dio a luz, su hermana fue la única compañera, sabía que su padre la molestaba por las noches y siempre quería a Iris por eso ese día bajo la hoguera como único testigo planearon matarlo. Pero Iris se adelanto y lo descuartizó, bañada en sangre fue al cuarto de su hermana y entre ambas ocultaron lo ocurrido. En lo sucesivo Iris se tornó extraña, gustaba desmembrar pequeños animales y siempre vagaba ocultándose en el parque, a su hijo lo odiaba tanto como a su padre. A su hermana la amaba más que a su vida, vida que le fue arrancada cuando pegó su cabeza en el filo del frío mármol. De pronto Iris vuelve en sí, no puede entender que fue de su vida, su trabajo, aquella decisión de ir por el trayecto corto o el largo, ella no mato a esas personas, ella no ocasionó la masacre del Parque Maurin. Corre desesperada hacia el portón principal donde ve restos de la niña cercenada. ¡Esto no puede estar pasando!- grita con todas sus fuerzas. ¡Yo no soy esa Iris!- esgrime desconsolada. Una voz en su cabeza emerge y le hace recordar todos sus macabros actos. ¡Siempre fuiste tú y yo Iris, solo decidiste olvidarme pero ahora ya eres mía! Has vuelto por mí - dice la voz con una enorme carcajada. Iris parecía tener una batalla consigo misma entre lágrimas, rabia, ira, carcajadas y silencio. Abre sus ojos y mira a su alrededor, al parecer sigue sola acurrucada entre los adoquines del sendero. Se levanta, seca sus lágrimas y se dirige hacia la fuente para recobrar el aliento. De entre la espesura se arrima un gato gris al que acaricia suavemente. Lo agarra entre sus brazos, lo abraza y su mirada noble se vuelve turbia, la furia la domina mientras recuerda a su padre, los maullidos del gato que lucha por su vida cesan. El animal muerto lo posa en su regazo mientras le canta una canción de cuna. Algunos dicen que la mujer fue poseída por la maldición del parque y nadie jamás volvió a verla, otros dicen que a veces se escuchan gemidos desde las profundidades suplicando que la pesadilla se acabe. Para quienes la conocieron, decían que era una mujer extraña y que a veces la escuchaban cantar canciones de cuna, las mismas que afloraban por las noches desde el corazón olvidado del Parque Maurin.