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el homenaje de seoane a la torre de hércules
En 1943, después de más de un lustro de exilio, Luis Seoane ejecuta, enfebrecido, el medio centenar de dibujos que compondrán su ʻHomenaje a la Torre de Hérculesʼ. Los más de 10.000 kilómetros que separan Buenos Aires, donde vive, de A Coruña, donde habitó de niño, no le impiden plasmar en trazo fino escenas cotidianas que, bajo su pluma, se transforman en mitológicas. Unos pocos años después, la Pierpont Morgan Library y el American Institute of Graphic Arts incluirán este trabajo entre los mejores libros de ilustración publicados entre 1935 y 1945.
El Homenaje a la Torre de Hércules , cuya primera ilustración acompaña estas líneas, fue diseñado por Seoane en el momento en el que la excitación dio paso al derrotismo entre quienes esperaban que el final de la Segunda Guerra Mundial significase también el del franquismo. El artista, nacido en Buenos Aires en 1910 pero criado entre A Coruña, Arca (O Pino) y Santiago, había huido de Galicia en septiembre de 1936, después de pasar escondido los meses posteriores al golpe del 18 de julio. Con el paso de los años y el afianzamiento del régimen de Franco, la idea de volver comenzó a convertirse en una utopía.
Esa Galicia entre recordada e imaginada es la que reflejan los dibujos del volumen, publicado en 1944 en la capital argentina por la editorial Nova, promovida por el propio Seoane. Con línea fina y con una enorme vocación de modernidad en la elección tanto de la tipografía como del trazo, el artista dibuja escenas cotidianas y otras que no lo
English translation on page 95 son tanto. Los personajes (casi todos femeninos) se presentan con una sobriedad y una serenidad que recuerda a la de los mitos clásicos. Se retratan momentos íntimos (una siesta en la playa, una pareja en compañía, una chica lavándose la cara y otra peinándose, una conversación con un cuenco de cerezas compartido), otros muy públicos (la siega, un mercado, un vagabundo tirado en plena calle).
También aparece en varias escenas un personaje recreado por Filgueira Valverde: O Vigairo, un viejo marinero siempre cubierto de conchas, que en la leyenda muere ahogado por culpa de su bella hija, también protagonista de algunos dibujos del tomo.
Curiosamente, Seoane no echa mano en ningún momento de la efigie de Breogán, como fundador del faro, ni de su hijo Ith, quien, según la leyenda, viajó desde lo que hoy es A Coruña hasta Irlanda después de ver las tierras verdes de Eire desde lo alto de la torre. Lo destaca el historiador del arte José A. Sánchez García en el catálogo de la exposición con la que la Fundación Luis Seoane conmemoró en 2004 el 60 aniversario de la publicación de un libro tan singular: «[Es] cosa poco comprensible habida cuenta de lo fácil que hubiera sido para Seoane el inspirarse en la figura de Breogán, o incluso en la de Hércules. La respuesta no puede ser otra que la intención de dibujar una Galicia intemporal, en la que solamente el pueblo puede y debe ser considerado como el depositario de tantos siglos de historia y mitos».
En ese mismo catálogo, la directora de la Fundación, Silvia Longueira, apunta la gran destreza que había alcanzado Seoane como diseñador y grafista con su trabajo para diversos proyectos editoriales: «El volumen y la concordancia de la tipografía en un rasgo descaradamente moderno conjugan color, tradición e innovación», destaca.
El libro tuvo repercusión en los ambientes artísticos americanos. Entre más de un millar de propuestas, la Pierpont Morgan Library y el American
Institute of Graphic Arts la eligieron en 1946 para una muestra bibliográfica llevada a cabo en Nueva York. Estaban representados artistas de 33 países, oficialmente ninguno de ellos España: Seoane tenía también nacionalidad argentina y Picasso fue elegido representando a Francia. Prueba del interés que suscitaron los dibujos de Seoane es que, en la reseña aparecida en The New York Times el 13 de octubre de ese año, cuatro eran las ilustraciones que acompañaban un breve texto, entre ellas un caballo del entonces consagradísimo Picasso y una escena marina del Homenaje a la Torre de Hércules
Unos meses después, Luis Seoane envió un ejemplar a su amigo Carlos Maside, en Vigo. Después de explicarle la selección del volumen entre los mejores trabajos del decenio, el pintor anotaba con modestia: «Me alegré de la distinción, no tanto por mí sino porque estaba hecho ese libro, como se puede ver por el título, como un homenaje a Galicia y dedicado a amigos míos».