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las horas sin voz de urbano lugrís

English translation on page 93

El mundo conmemora este año con multitud de actividades el 50 aniversario de la muerte de Picasso. Entre 1891 y 1895, el genio malagueño pasó una fecunda etapa en A Coruña, ciudad que se ha sumado a las celebraciones con una gran exposición en el Museo de Belas Artes. Con mucho menos bombo, pues no se trata de un artista de fama universal aunque se la mereciese, se está recordando que en este 2023 también se cumple medio siglo de la muerte, en Vigo, de uno de los más grandes pintores que ha dado Galicia: Urbano Lugrís González.

Lugrís, nacido en A Coruña el 28 de enero de 1908 y fallecido en la ciudad olívica el 23 de diciembre de 1973, es presentado habitualmente como el pintor del mar. De formación autodidacta («barcodidacta», precisaba el interesado), destacó primero como escenógrafo antes de brillar como dibujante y pintor de obras de marcado carácter histórico, literario y simbolista. Entre los elementos recurrentes de sus obras y de su mundo destacan las sirenas, los monstruos marinos y las arquitecturas imposibles, pero también hay sitio para los más mundanos relojes.

La Casa Del Marino

En 1940, Urbano Lugrís escribe e ilustra una página de A.C.G, la revista mensual ilustrada del Auto-Aero Club de Galicia, que se editaba en A Coruña. La pieza la titula La casa del marino y avanza un tema que se convertirá en un clásico de su producción. En este dibujo, muy desconocido incluso para los especialistas en su obra, vemos el interior de una casa de al menos dos plantas. En la primera podemos contemplar, formando un conjunto abigarrado, todo tipo de objetos que nos hablan del ausente habitante de ese inmueble y de su profesión: caracolas, un sextante, una pipa, las maquetas de dos barcos, vistas artísticas de localidades marítimas como Nápoles e Italia, un mapa marino, una brújula, un cuadro de un barco azotado por una tormenta y –hasta aquí queríamos llegar– un par de relojes.

Uno de ellos, el de pie, tiene una presencia principal, apoyado sobre una pared de la la habitación donde el marinero guarda sus recuerdos, bajo la maqueta del velero de Santa Rosa y una vista de Nápoles cuidadosamente enmarcada. Podría pasar por convencional hasta que reparamos en su parte superior, donde una sirena dibuja un escorzo a pecho descubierto. Marca las ocho en punto de la tarde. El otro está situado justo debajo del otro cuadro de la estancia. Está dentro de un fanal, es barroco y en su parte superior hay un pájaro de cuyo pico cuelga una carta. Marca las cuatro en punto, quizá las cinco. Por tanto, alguno de los dos señala mal la hora.

El texto, menos críptico y más descriptivo de lo que después caracterizarían al autor, reza así:

Esta es la casa del marino, bitácora de soles y nostalgias.

En sus estancias, que una luz abisal habita y estremece (quieta y agónica luz, permanente de ensueños, mortal de rotas derivas imposibles, casi tangible luz, como hecha de lentas medusas y materia lunar), tres grandes silencios flotan en sí mismos, gravitan expectantes entre el tiempo y las cosas.

El silencio de la luz, de las horas y de la muerte.

Las quietas tarimas enceradas, como playas de bajamar, miran las cosas inmóviles, sobrenaturalizándolas, reciennaciéndolas en su trasmundo de espejo a extensiones de pura soledad inerte. Gravidez desdoblada en sombra, en sueño vertical; alma de la materia, que así, en su reflejo, revela su existencia. Arriba, en la robusta red de take de la viguería, con su universo de fragatas, goletas y bergantines, anclados en la sombra litoral, madrigueras de sueños y de arañas –pulpos diminutos del aire submarino– las horas sin voz vigilan el paso de la luz; controlando el ritmo de la muerte. Diques impasibles, los muros detienen y aprisionan esta triple quietud alucinante; la concentrada pasión de un tránsito sin orillas, sin astros y sin puertos.

Reloj Alado

El trabajo de Lugrís en revistas y publicaciones periódicas fue tan extenso en el tiempo como extraordinario. Sus ilustraciones las componía después de leer el artículo del autor y en ocasiones sumaba a este trabajo la realización de la capitular del texto.

En el anuario Vigo 1944-1945, en un artículo titulado Vigo: aptitud y fuerza, compone una capitular de la letra d que adorna con el gran arco de entrada a la Exposición Industrial de Galicia, al que añade un elemento surrealista: un reloj alado. En la década anterior, Dalí había pintado La persistencia de la memoria (1931), óleo que convirtió a los relojes –en este caso blandos y derretidos– en el icono más reconocible de su obra.

Interior De Pazo

Un reloj de pie, en este caso convencional, es el elemento central en la composición de Interior de un pazo, una obra que realiza en 1945 y que en la actualidad pertenece a la colección de ABANCA.

Como ocurre en el dibujo La casa del marino (1940), y en la mayoría de la obra del autor, no hay presencia humana a la vista, aunque el vivo fuego de la chimenea del fondo nos indica que estamos ante una vivienda habitada.

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