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lo que la escalinata de a quintana oculta
El tópico de la propaganda turística dice que bajo cada ciudad hay otra ciudad oculta. Pero en Santiago es verdad. Su zona vieja es como un pastel con capas de vestigios que van, probablemente, desde época romana hasta la actualidad. Lo más enigmático está en pleno centro, bajo la escalinata la plaza de A Quintana: el legendario pasadizo que comunicaba la Catedral con el monasterio de San Paio de Antealtares existe… más o menos.
fotografía: adolfo enríquez English translation on page 93
No son fáciles de ver. Hacia la mitad de las escaleras de A Quintana hay dos respiraderos metálicos que pasan desapercibidos a la mayor parte de los transeúntes. Eso sí, quienes los ven no pueden dejar de preguntarse: ¿qué puede haber bajo una escalinata tan monumental? ¿Quién lo construyó? ¿Se puede visitar?
A la intriga contribuye una leyenda muy extendida entre los compostelanos: la de que la Catedral y el monasterio de San Paio se encuentran comunicados por un pasadizo subterráneo, una infraestructura a la que, según la versión del cuento, se le atribuyen utilidades defensivas o menos edificantes. La respuesta puede decepcionar tanto a unos como a otros: el pasadizo existe, sí, pero no llega más que hasta la mitad de la plaza, más o menos desde su salida en la Catedral hasta enfrente de la Casa da Parra.
En la actualidad, el pasadizo no se puede visitar. Lo hace Joyas de Galicia gracias al permiso gentilmente concedido por la propia Catedral, para comprobar que, efectivamente, desde los respiraderos se puede ver la parte baja de A Quintana y el edificio de la Conga. Los respiraderos son mucho más profundos de lo que parece desde fuera, y llevan a un pasillo hoy en desuso. Sin embargo, lo que oculta la escalinata es una construcción que nunca llegó a terminarse, pero que de haberlo hecho habría cambiado para siempre la fisonomía de la iglesia en la que está enterrado el Apóstol.
La imagen más habitual de la catedral compostelana combina la austeridad del románico con el despliegue técnico y visual del barroco, los dos estilos arquitectónicos predominantes. El edificio parece haberse saltado, entre uno y otro período, varios siglos de historia del arte, y entre otros el gótico, que luce esplendoroso en iglesias no tan lejanas como las de Tui o León. Sin embargo, todo habría cambiado de haberse llevado a cabo en el siglo XIII el ambicioso proyecto del arzobispo Juan Arias: la construcción de una cabecera gótica que ocuparía buena parte de lo que hoy es la plaza de A Quintana.
La idea de Arias recogía la última tendencia arquitectónica que se transportaba a través del Camino de Santiago: edificios más ligeros, más altos, con más vanos y mayor luminosidad interior. Hacia mediados del siglo XIII, la rotundidad de la catedral románica parecía pasada de moda. Almenada y fortificada, semejaba más un castillo que la joya de una de las ciudades más santas de la cristiandad. Las peregrinaciones estaban consolidadas y se encontraban más vigentes que nunca y el Camino transportaba ideas novedosas que había que plasmar en su meta, a riesgo de quedarse arquitectónicamente anticuada.
El proyecto era gigantesco. Consistía en ampliar la cabecera románica haciendo otra más moderna y con multitud de capillas. Y lo cierto es que las obras comenzaron hacia 1258, dejando una huella muy importante en la actual geografía compostelana: para hacer sitio, se derribó el monasterio de San Paio de Antealtares, trasladándolo a su ubicación actual, al otro lado de la plaza. Se llegaron a edificar los basamentos de la nueva construcción, descubiertos posteriormente en trabajos arqueológicos dirigidos por Manuel Chamoso Lamas.
Sin embargo, en 1266 Arias murió, y con él su sueño gótico. Las obras se fueron dejando de lado y A Quintana se convirtió en el principal cementerio de la ciudad, hasta que el barroco cubrió buena parte de las zonas románicas del templo como el propio camposanto, enterrado bajo la actual plaza. También quedó soterrado bajo las escalinatas que salvaban el desnivel de la plaza el arranque de las columnas de la cabecera ideada por el arzobispo Arias. De su época no queda demasiado. Su otra gran aportación a la iglesia, el claustro, fue sustituido 300 años después.
La cabecera gótica (o lo que dio tiempo a construir de ella) durmió bajo las losas de A Quintana durante siete siglos. En los años sesenta del siglo XX, el historiador Manuel Chamoso promovió una excavación en la plaza en la que se descubrieron los basamentos. Quizá naciera en aquel momento la leyenda que comunica catedral y monasterio, una historia que ha pasado de generación en generación y que se cuenta entre el amplio anecdotario santiagués.