Nómadas

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“PROYECTO NÓMADAS” E X P O S I C I Ó N

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F O T O G R A F Í A S

NACHO GUADAÑO CARLOS TAJUELO MERCHE PÉREZ

Del 17 de mayo al 11 de junio de 2017 SALAS PROVINCIALES DE EXPOSICIONES PALACIO PROVINCIAL HORARIO: DE LUNES A VIERNES / DE 19.00 A 21.00 HORAS


Exposición Salas Provinciales de Exposiciones Palacio Provincial Plaza San Francisco, 2 Comisariado Trinidad Alonso Moya Coordinación Rosa M.ª Morales Ocaña Catálogo Edita: Diputación Provincial de Jaén Cultura y Deportes

© De los autores © De la presente edición: Diputación Provincial de Jaén Depósito Legal: J. 227 - 2017


“Enmarques de…”

Traspasó la frontera con el billete de la inmediatez y la urgencia y, ya desde el primer momento, la sentimos como una causa tan propia como reivindicable, tan justa como inalienable. “Abecedario Solidario 2015” estuvo en onda con la acogida a los/as refugiados/as sirios/as, dinamizando y multiplicando sus actividades y su esencia para concienciar y sensibilizar a la población jiennense acerca de la situación de esas miles de personas obligadas a abandonar sus hogares debido a los horrores de la guerra y la persecución sistemática. El macroproyecto solidario de UniRadio Jaén, patrocinado por la Obra Social de la Caixa, con el apoyo firme de la Universidad de Jaén y la Diputación Provincial de Jaén, sintonizó con los ecos solidarios de ese inmenso hogar que es la ciudad del Santo Reino y su provincia, gestionando el pálpito de la entrega con nuestros valedores en Cruz Roja Jaén, y volvió a escribir con tinta empática las efemérides más indelebles de nuestra emisora universitaria. Y como toda luz que amanece para jamás atardecer, para quedarse e irradiar, la impronta de una de las franjas horarias de aquel “Maratón Abecedario Solidario 2015”, en concreto la dirigida por Trinidad Alonso Moya, caló hondo entre quienes impulsamos aquel proyecto sobre hogares de puertas abiertas y techumbre transparente, como observatorios de estrellas libres y eternas, las de la esperanza. Anidó en varias estelas de onda, en otros tantos programas de radio que fortalecieron su espíritu y, para inmortalizar su legado, convocó el arte comprometido de un tridente de fotógrafos de la verdad a través de cuyos momentos y enmarques, supimos que el inconformismo y la denuncia son la lente de la instantánea deseada, la de ese mundo aún por revelar, esa tierra común, libre de opresión, que enarbolará, sin miedo o coacción, la bandera del humanismo. Hoy, ese “Abecedario Solidario” que concebí hace años ha madurado en el seno de todos/ as aquellos/as que creemos en el corazón global y el hogar sin fronteras, aquellos/as que sentimos la necesidad de erradicar las injusticias, emprender el camino del compromiso, asentarnos en la entrega y volver a levantarnos para seguir luchando por los derechos humanos. Así, paso a paso, posta a posta, haciendo camino y poesía, seremos la voz de

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los/as silenciados/as y nos reconoceremos en la mirada y el alma nómada hasta que un día, quizás pronto, aligeremos el peso de la sordidez y levitemos para conquistar otros hogares que prenden luz al atardecer, muy cerca del cielo, invocando el abrazo. Bienvenidos sean los sueños. Julio Ángel Olivares Merino

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“…huellas”

Todo comenzó en diciembre de 2015 a la buena sombra del maratón radiofónico de Abecedario Solidario de aquel año, yo dirigía la letra N y la titulé “Nómadas”, en el programa participaba José Javier Espinosa, subdirector de Migraciones de Cruz Roja , Francisco José Acosta Ramírez y Maria del Carmen Muñoz Rodríguez, profesores de la Universidad de Jaén de Historia Contemporánea y de Derecho Internacional Público y Común Europeo respectivamente, desde la perspectiva de la Cooperación asistieron Rosa Oliveros Valenzuela, Directora de Cuidados del Hospital Alto Guadalquivir y José Luis Cárdenas Lara, economista y cooperante internacional, desde la mirada a los refugiados participaba el fotógrafo Carlos Tajuelo Sánchez. Según cuenta, impulsado por aquel programa, Carlos cogió el petate y saco billete para Mercedes y para él y se fue a poner allí, en Idomeni, su mirada. A su vuelta nos tomamos un café y me ofreció las fotos que había tomado para que “hiciéramos algo”, convocó a Nacho que había estado unos meses antes en Grecia, convoqué a los “nómadas” y entre todos pusimos imágenes y palabras a la dignidad y la empatía con los refugiados del conflicto Sirio desde este pequeño lugar del mundo que es Jaén. No ha sido fácil encontrar quien produjera esta Exposición, nuestro agradecimiento a la Diputación de Jaén por apoyarnos. Sin su soporte económico y su cooperación incondicional esta exposición no hubiera sido posible. Todo comenzó en diciembre de 2015, aunque para ellos comenzó mucho antes, hace seis años, los que Siria lleva en guerra. El Proyecto Nómadas de UniRadio Jaén tiene una vocación y un compromiso para evitar el olvido de todas aquellas personas expulsadas de su país, separadas de sus familias y desposeídas de sus hogares. Lo que nunca pueden perder es su dignidad como seres humanos. Por ellos estamos aquí. Trinidad Alonso Moya

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Nacho

GuadaĂąo

El magma 7



La historia del ser humano

La historia del ser humano está unida a continuos desplazamientos, muchos de ellos forzosos, de individuos o grupos. En el marco de estos movimientos atemporales y universales, diversas tradiciones culturales, religiosas y sociales han reconocido, desde tiempos inmemoriales, la existencia de una praxis consistente en dar protección a la persona extranjera perseguida en su tierra de origen. Sin embargo, en el siglo XX, el “siglo de los derechos humanos”, no se ha conseguido (o, más bien, no se ha querido) otorgar a una persona perseguida el derecho subjetivo a la obtención de asilo. La Declaración Universal de 1948, aunque afirma que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, sólo recoge el derecho de toda persona perseguida a buscar asilo (no a obtener) y a disfrutar de él en cualquier país. Esta concepción “de mínimos” sobre el asilo –fruto de visiones jurídico-políticas diferentes y aún vigentes– ha tratado de ser matizada con otros instrumentos. Así, por un lado, la Convención sobre los Refugiados de 1951 establece la obligación internacional de los Estados de reconocer como refugiada a la persona extranjera que se encuentre fuera del país de origen –debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas– y no pueda, o no quiera, acogerse a su protección o regresar a él por los mismos motivos; por otro lado, la evolución jurídica ha generado la nueva figura de la protección subsidiaria destinada a personas extranjeras que no cumplen los requisitos para obtener asilo/refugio, pero respecto de las cuales se dan motivos fundados para creer que, si regresasen a su país de origen, se enfrentarían a un riesgo real de sufrir un daño grave. En ambos casos se garantiza el principio de “no devolución”, esto es, el derecho a “no ser entregado”, “no ser rechazado” o “no ser devuelto” a su país de proveniencia (o a otro tercer país). Las personas que han migrado para mejorar sus vidas (búsqueda de un trabajo, acceso a la educación...), por reunificación familiar o por otras razones, han quedado excluidas de este régimen de protección, pues están sujetas a las normas y políticas sobre inmigración. Si el balance del viejo siglo no resulta muy satisfactorio, iniciamos el nuevo siglo presenciando, con tristeza e impotencia, las tragedias provocadas por múltiples desplazamien-

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tos masivos de personas, lo que nos exige un nuevo enfoque del tema. En este sentido, se ha dado un primer paso con la Declaración de Nueva York de 2016, que, por primera vez, trata en un mismo texto la problemática de las personas refugiadas y migrantes; la Declaración reconoce, entre otros, el deber de proteger los derechos humanos de todas las personas refugiadas y migrantes, con especial atención a mujeres y menores; el apoyo a los países que rescaten, reciban y acojan a un gran número de personas refugiadas y migrantes; la mejora de la prestación de asistencia humanitaria y para el desarrollo en los países más afectados; o la necesidad de una respuesta integral de los Estados, la sociedad civil y la ONU en caso de grandes desplazamientos de personas refugiadas o de situaciones prolongadas. Esperemos que estos nuevos compromisos se hagan pronto realidad. Sería uno de los mejores regalos que la comunidad internacional podría hacer para festejar el sesenta cumpleaños de las Naciones Unidas. María del Carmen Muñoz Rodríguez

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Transterrados

CRONICA VIAJANDO Anochece. El tren, cansado y jadeante, llega á una estación de tercer orden, que se alza en medio de una pelada meseta, al arrimo de unos árboles de ramas esqueléticas y polvorosas. ¿Cómo? ¿Es aquélla la Andalucía legendaria, riente, embriagada de alegría, de aromas y de flores? Todo, en el paisaje, es lúgubre, sombrío, siniestro. Muy lejos, unos montes, donde el sol, moribundo, pinta venas rosáceas, rompen la perspectiva, empinándose en una sucesión de alturas dentadas. No se ve, en toda la amplitud del horizonte, ni una casa, ni un cortijo, ni un arroyo. El mismo olivo, exponente de la flora de la región, por decirlo asi, parece proscripto de aquellas soledades. Un hombre vocea cansadamente el nombre de la estación. Los viajeros, curiosos, miran á los andenes. –¡A ver si os subís! Y una oleada de hombres de alpargata y sombrero ancho, de mujeres de pañuelo á la cabeza, de chicuelos vestidos de harapos, asalta los departamentos del convoy sin preocuparse de sus clases, empujando, arrastrando, aupando docenas de cajas, maletas sucias, líos de ropa, cestas y mantas. El jefe de la estación se indigna. Los viajeros protestan. Pero todo es inútil, y la invasión se consuma entre maldiciones, gritos, querellas y llantos. Y llantos, si. Porque aquella turba, que esperaba acampada detrás de los árboles, es una caravana de emigrantes andaluces, que va á Gibraltar á embarcarse con rumbo á América. –¡Que pongan más coches!– piden algunos. Pero no los hay ó falta tiempo para engancharlos. Y el tren arranca, reanudando su marcha serpentina, arrastrándose anilloso sobre la meseta, bajo el crepúsculo sangriento, que riñe con la noche su batalla postrera. En el departamento donde voy, y que, como los otros, fué tomado por asalto, una familia de braceros se ha instalado estrepitosamente. Compónenla un hombre macilento de hundidas mejillas y enormes manos; una mujer que debió ser bonita; pero que ya no conserva en su rostro, pálido, en su cuerpo desfigurado y delgadísimo, más que restos vagos de sus años de lozanía; un mozallón que mira obstinadamente al paisaje, mientras que de sus ojos ruedan lentas las lágrimas; una chiquilla de dos lustros, muy afanada en atar un bulto indefinible, y un niño de pecho (…). El jefe de aquella pobre familia se decide a hablarme. –¡Dispenze, zeñó. Nosotros zolo hemos pagao tersera. Pero como no había coches bastantes! –¡Han hecho ustedes bien!– Charlamos largo rato. Pronto nos hacemos amigos. Y me cuentan su vida y me refieren las causas que les empujaran al exilio. Habían salido de un pueblo de la provincia, de Jaén en unión de otras diez y seis familias. Un agente de emigración les había visitado, dándoles consejos y

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explicándoles cuanto debían a hacer. Ellos, tras muchas vacilaciones se habían decidido. Y marchaban en busca del buque que había de transportarles á la otrá banda del Océano. (…) Y con voz sorda me cuenta el último episodio de la tragedia de su vida. –¡Yo soy jornalero. Mi mujer, pa ayudarme, servía en las casas de los ricos der pueblo. Estábamos mu mal. Muchos días, sobre todo en invierno, no tenía faena. ¡Y pasábamos más jambres!... ¡ Figúrese ozté! (…) –¡Pero hará cosa é un mes, que me embargaron porque no pagaba la cuota der reparto. Me habían echao siete duros. ¿Dónde iba a buscalos? Pa comer los hubiera querió! (…) –¡Pobreciilos! ¡Como lloraban cuando nos despedimos!... Se hizo nuevamente el silencio. Yo meditaba en aquel drama callado, sin relieve, de una vulgaridad dolorosa y punzante. –En estos pueblos no va á quedar naide– dijo de pronto el campesino, lúgubre. –Se van toos, toicos. –¡Toicos! ¡Poique no se pué viví!... –confirmó la mujer suspirando. Fuera, la noche reinaba. En lo alto, como clavadas en la comba majestuosa del cielo, parpadeaban las estrellas. La luz de la luna resbalaba sobre los campos dormidos. Alguien suspiró una copla andaluza, en uno de los últimos coches del tren. Brillaron luces en la lejanía. Sonó el silbato de la locomotora. Y el convoy penetró lentamente en una estación de primer orden, cabeza de línea, que se eleva á varios kilómetros de una pequeña ciudad. Allí, apenas parado, el tren sufrió un nuevo asalto. Otra oleada de emigrantes precipitose á sus coches, vocinglera. Oíase gritos, llamadas, diálogos rápidos, despedidas. En medio de una confusión indescriptible, me apeé y mézcleme á aquella multitud. La familia campesina con que viajara unas horas, apeóse también. El chiquillo rubio lloraba hiposo. Su madre le daba el pecho y procuraba acallarle. Acercáronse á mí y nos despedimos. –¡Adió, zeñorito! ¡Buen viaje! –¡Busquen otro coche!– dije. –¡Apresúrense, porque había muchos esperando! –¡Casi toos emigrantes, como nosotros!... Estreché sus manos (…). Perdiéronse entre las sombras, en medio de una batahola infernal. Yo, instintivamente, me quité el sombrero... Fabián Vidal

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Hace poco más de un siglo, el martes 2 de abril de 1912, Fabián Vidal publicaba esta crónica en el diario La Correspondencia de España. Se sintetizan en ella los dos tipos de nómadas involuntarios más comunes: encarnados aquí en el jornalero andaluz, los nómadas del hambre, transterrados de las miserias y la desigualdad social; y los nómadas de conciencia que cuentan en este texto con un protagonista todavía ajeno a esa condición de expatriado de las ideas. Porque en efecto, a la altura de 1912, el granadino Enrique Gallardo –que es el hombre que respira (con dificultad debido al asma) tras el pseudónimo de Fabián Vidal– no podía sospechar que tendría que exilarse a Francia en 1939 sin más cargos que los de sus creencias y su activismo republicanos y el de haber prestado su pluma a los más necesitados a lo largo de sus cuarenta años de profesión literaria y periodística. Se suicidó en Méjico en 1948. Las voces, los rostros y las experiencias de los hombres y mujeres que aparecen en las fotos de esta exposición son los nuestros. Su historia es la de cada uno de los que están leyendo estas líneas, la de sus abuelos, sus padres, sus hijos; la de algún amigo o conocido quizás. En las dos últimas décadas del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, una masa imprecisa que se estima entre dos y cuatro millones de españoles huyó hacia América en una de las mayores migraciones económicas de los países de nuestro entorno. La crisis mundial de los años 30 contuvo la hemorragia, pero no por mucho tiempo. El franquismo produjo nuevas remesas millonarias de nómadas del hambre. A principios de los setenta en torno a dos millones y medio de españoles habían encontrado socorro en los países industrializados, de Europa occidental esta vez. En el mismo periodo habría que sumar en el caso de los andaluces la gran migración interna que empujo a centenares de miles hacia una oportunidad en el norte. La crisis de 2007 ha proporcionado una nueva oportunidad de revivir nuestra tradición de impotentes dilapidadores de energía y de talento, y decenas de miles de nómadas, jóvenes y no tan jóvenes, retoman año tras año el camino hacia otros nortes.

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No hemos sido menos generosos en nuestro legado al mundo de nómadas de conciencia, de transterrados de intransigencia, intolerancia y sectarismo de diferentes tipos y jaeces. Por no remontarse a la expulsión de los judíos, de los moriscos, de los jesuitas, o de los austracistas tras la guerra de Secesión en el siglo XVIII, en los siglos más cercanos, los de la edad contemporánea, los del XIX y el XX, el vértigo de la persecución y la expulsión se acrecienta: los afrancesados perseguidos por liberales y absolutistas tras la Guerra de la Independencia; los diferentes exilios de liberales forzados a huir por el absolutismo o por los mismos liberales de signo político contrario; carlistas huidos tras la sucesivas derrotas en las guerra civiles –porque esos son las guerras carlistas– del XIX; el gran exilio republicano del XIX, menos conocido; y el resultante de la Guerra Civil. El verdadero riesgo es olvidar. El gran peligro es no conocer. Francisco Acosta

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Nacho Guadaño

Sus inicios en fotografía se remontan a principios de los años noventa. A finales de esta década comienza a colaborar con la agencia española Cover, publicando sus fotografías tanto en medios nacionales como internacionales. En 2002 se establece como autónomo y continua haciendo su trabajo así como propuestas para medios nacionales y corporativos. Realiza colaboraciones fotográficas con la ONG BUSF (Bomberos unidos sin fronteras). En 2011 colabora y publica en medios internacionales con 4See de Portugal, y poco después con la agencia Zuma Press de Estados Unidos. Actualmente combina sus trabajos fotográficos personales con publicaciones en prensa. Ha obtenido premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional, destacando el segundo premio en la 61 edición “Abeja de Oro” con la serie “Semillas sin Tierra” medalla de plata de la CEF, así como ganador del concurso Madrid Insospechado, “Escenas Latinas” /convocado por Fundación Canal y PHOTOESPAÑA, en el año 2015. En 2016 ha expuesto individualmente en la semana de la Solidaridad de Alcalá de Henares, “La estación de los sueños rotos”, en la Sala Matadero de Madrid, “Sin filtros” y desde 2009 hasta la actualidad en la exposición itinerante “Son mis derechos”, colectiva de Amnistía Internacional. A nivel personal ha trabajado diferentes campos de la fotografía, publicidad, moda, corporativa, pero su crecimiento personal y como fotógrafo le viene en gran medida del fotoperiodismo y de la fotografía documentalista, que utiliza como medio para plasmar las subjetividades humanas y que transforma en un medio capaz de conducir mensajes de las preocupaciones colectivas, es decir, de las inquietudes sociales. Sus experiencias, su visión social y su fotografía, nos ayudan a comprender el mundo en el que vivimos.

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Carlos

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Es una expresión perdida

Es una expresión perdida, desorientada y presa del abismo… pero no es tu faz… Te asola desde los escenarios de lo circundante, desde la reverberación de lo que termina por anidar en las estanterías de la ficción o la simple anécdota. Sufre y se va descamando; se abraza al abismo a medida que pierde a los suyos… De vez en cuando aúlla o grita, pero permanece en las esferas de ausencia, lejos… en los escenarios desterritorializados, en otro lugar, en desiertos o ciudades de cataclismo. Y de vez en cuando, te asomas a esa sima de rostros en éxodo para tender un parpadeo de comprensión, dosificada, como gajo de justificación. Cierras los ojos y pretendes compartir con ellos la oscuridad, pero de inmediato abres el telón y respiras… no te hundes en su holocausto… Tras el fundido en negro, vuelves, regresas y te embadurnas de deleite al saber que sigues preso y maniatado –tan gozoso es sentirlo– a tus sones cotidianos, enmarcando el horror para exorcizarlo y llevarlo fuera de las esferas de tu comodidad… para apuntalarlo prieto y anónimo a las paredes de trastienda. Retratos o panorámicas del mundo exponencialmente ajeno, la otredad que te identifica al otro lado del espejo roto. Golpe de indiferencia al clavo que los confina al sótano de los pensamientos. Preferible es que queden allí… por más que esté ocurriendo, siempre resulta más sagaz optar por el eclipse del placer… Y, así, van desapareciendo como efluvios de una pesadilla… Que ellos carguen con su cruz… tú prefieres otros envites. Al fin y al cabo, son “unas” expresiones… no tu expresión. Con todo, alguna vez has dejado de respirar, asumiendo tuyas esas llagas y la ceniza de la tragedia y has sentido su zozobra con sumo dolor hasta el punto de buscar un sol limpio y bello más allá del ventanal, tu propio refugio de diseño… para purgarte y diferenciarte… para sobrevivir. Ellos siguen cayendo en la oscuridad, permanecen quebrados y desplazados por las llamaradas y la persecución del ogro totalitario… la onda expansiva clama en sus almas, desgarrando identidad y porvenir. Y sí que lo comprendes y lo interpretas… al menos por un momento, cuando empatizas con sus vidas segadas y el río extinto de sus esperanzas… pero sólo es durante un instante… qué desliz… ¿verdad?

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Al fin y al cabo, es su llanto y su destino… son sus mutilaciones… su desangrarse y su lucha contra el invierno o las empalizadas del odio. Tú te aferras al calmante de tus presidios particulares, los sonidos de la urbe, el canto de los pájaros –por más que ya no los haya–, el guiño del despertador, el vendaval de diálogos de plástico en las ventanas virtuales o las campanas del brindis en cualquier festín que resucite las memorias para que la esencia quede en casa. Todo ha de ser como hasta ahora. Las circunstancias, circunstancias son… Nada ocurre en el mundo que heredaste, el que amoldas a tus caprichos y a tus pasos… el bombardeo siempre es un lance fuera de plano y aquí no hay caminos romos o inexpresivos; nunca lo permitirías… los campos –los tuyos– son invitaciones al asueto, escenario de arco iris, susurro para la pluma creativa o platea para tertulia tras boda de reencuentro con el hábito y lo preconcebido. Al fin y al cabo, no te arrodillas ante el desmoronamiento, no rebuscas entre los escombros, no te reflejas en la ruina ni tienes un cañón en la sien o una daga en tu corazón… no son tus caminos los de grietas y caídos… no es tu agenda la de la tortura… no son tus campos los de minas… Y cuando abrazas los mimos del mar que llega y se va, meditando y alcanzando a sumergirte en su punto de fuga, merced a los músculos de tu imaginación, avistas a los mensajeros de la tempestad, el vaivén de los imposibles, las barcazas de la huida sin fin… El cielo es celda entonces y el océano, tumba cómplice; el oleaje un timón de horribles estadísticas y tu mirada, tus ojos del desconsuelo, otros cobardes que contemplan a los nómadas, iris y pupilas que no nadan hasta su infierno, no lloran al remar, no buscan e interpelan a otros para desentrañar el atajo entre las aguas y la posibilidad de romper las hilanderas o alambradas fronterizas… para otorgar la bienvenida… … Porque ellos son otros… y es difícil cambiar el mundo si no es a través del sacrificio personal… Porque, al fin y al cabo, las suyas son otras sentencias, otras embarcaciones, otros mares… no los que despliegan tus postales, el metraje de tus recuerdos en familia o los encantos

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de civilización. Te sientes bien y con eso basta. ¿Para qué tentar al destino pintándote las uñas de otro color o dejar subir lo diferente al vagón de tus días? Terminarías por descarrilar, a buen seguro… Lo ajeno… mejor en lontananza… Bien te cuidas de suspirar en tu regazo, en tu propio seno, en tu torre de marfil, en tus cuarteles de otoño o estación generosa, perdiendo la razón por seguir el credo del yo. Y habrá quienes te aplaudan e imiten… muchos… con sus caminos de azahar, sus campos de girasoles y otras citas con la grandeza. Y, así, el mundo que no es tuyo ni anhelas ya no es rostro ni realidad, ni sueño ni propósito, ni encanto que deba seducirte o fauces que te puedan amenazar… ni voces que te lleven a la ofrenda o comprensión sino un mar de otros, la globalización del extraño, la irrigación de lo que nunca importa, la música desafectada… ese testamento que sólo habla en las pantallas o insufla titulares diferidos, la realidad que ocurre, pero no te pasa… aquella pendiente de ocupar otro compartimento estanco en la historia, entre los pecados inconfesables de la humanidad, junto a ese millón de piedras en las que volver a tropezar. Julio Ángel Olivares Merino

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Los que no llegan

Ni llegan a su destino ni llegan en las noticias y, a veces, casi ni llegan a su origen y, si lo consiguen, es gracias, por supuesto, a la justa deportación. Nos pende el hilo de la información que cruza los mares y que nos enreda de mala o buena manera para intentar saber qué pasa con nuestros refugiados o dejémoslo en refugiados porque hablar de nuestros igual nos hace enfrentarnos a la ley justa o injusta. Estas letras se escriben desde el sentimiento de no tener apropiada la incumbencia del mensaje, pero quién sabe a quién le corresponde el mismo. Al menos, las palabras están ahí, en este contexto de annus horribilis, que dirían algunos, en materia de involución en políticas de integración y de escasez de voluntades para cambiar, porque cambiar el statu quo es casi como querer trepar a “La Bestia” y no sufrir en el camino. En nuestros queridos pueblos centroamericanos, sigue el éxodo, aunque se escriba poco y se sepa menos, salvo por aquellos periodistas que han decidido hacer de su lucha por esta causa su bandera. Nos llegan las primeras noticias de campos de refugiados en El Salvador, conformados por la población que ha tenido que salir huyendo de sus comunidades, debido a la guerra no escrita ni reconocida entre las maras y el gobierno. Tampoco es tan difícil acondicionar una vieja cancha de fútbol y dotarla de provisiones donadas por el propio gobierno, algunas ONGD o por la solidaridad de la gente que no tiene casi ni para abastecerse. Tampoco es tan raro escuchar noticias procedentes de algunas colonias de ciudades importantes de Honduras, donde las amenazas de las pandillas para que las familias abandonen sus hogares convirtieron dichos barrios en zonas abandonadas. Incumplir dicho precepto implicaría, por supuesto, el asesinato de los miembros de dichas familias. Suma y sigue, pero no cuentan. Todas estas mujeres y hombres, al fin y al cabo, son inmigrantes, ¡sólo inmigrantes! Acá no se sabe ni de refugio ni de asilo… y de Estatutos para qué hablar. A veces no sé si es mejor pensar que una guerra oficialmente declarada permite que se reconozca a quienes huyen de la misma, con toda la frialdad que esto supone porque, por supuesto, quien escribe esto continúa con la misma crisis de pensar si le corresponde hacerlo. Al menos, espero que esto sí llegue... José Luis Cárdenas Lara

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Carlos Tajuelo

Su interés por la fotografía comienza en 2008 y desde entonces va unida a su gran pasión, viajar. En este último trabajo, Nómadas, realizado en abril de 2016 en Idomeni, vuelve a utilizar la fotografía como herramienta para crear consciencia social, que no es otra cosa que solidaridad, como ya lo hizo en 2012 con la publicación “Refugiados”, fotografías que ponen de manifiesto la realidad que viven los refugiados saharauis en su exilio en Tindouf. En Nómadas, el propósito de sus fotografías, es que éstas adquieran el carácter de denuncia, la intención de producir un cambio, una transformación, aunque también tengan como finalidad el conocimiento de si mismo y la comprensión del comportamiento humano. Actualmente, participa en varios proyectos fotográficos, Discapacidad y Fotografía, destinado a colectivos con diversidad funcional, buscando estrategias de sensibilización para que se genere inclusión, y otros proyectos individuales donde viajar le permite documentar sus experiencias personales. Ha obtenido premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional, cabe destacar el tercer premio en la 59 edición “Abeja de Oro” con la serie “Tribus del sur” medalla de bronce de la CEF, y la mejor foto del 2012 en el concurso National Geographic, entre otros.

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Merche

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... como nosotros

No sé qué pensar cuando escucho, demasiado a menudo, el horror que produce a mis vecinos y vecinas españoles la diáspora del pueblo sirio “porque son como nosotros…” “familias trabajadoras con hijos escolarizados….” “clase media trabajadora…” “gente con estudios y puestos de trabajo…” “personas como nosotros…” Me produce horror pensar en cualquier persona que se vea obligada a abandonar su hogar y su familia para huir de una muerte violenta y precoz, muerte evitable si la humanidad hubiera evolucionado como especie, civilizándose al cabo, en vez de dejarse llevar por locura y fanatismos, por ansia de poder. La identificación de estas familias con “nosotros” parece tener la intención de incrementar el dolor de quien las mira desde “nuestras” pantallas de televisión o de Internet y es tristemente posible que algunos crean haber enternecido su alma con ella, mucho más que si los refugiados del siglo XXI fueran analfabetos sin nómina y no profesionales con empleo. Somos tan rudos que necesitamos imágenes impactantes de cuerpos sin vida de niños en la playa o de un pequeño herido sentado en la ambulancia, sin expresión ni llanto. Tan embrutecidos que soñamos tranquilos tras dar un like a estas imágenes y, acto seguido, dejar el móvil en la mesita de noche para arroparnos en el calor del hogar amueblado y sereno, como si con ello hubiéramos ayudado en algo a eliminar esta vergüenza que ya vive y duerme a nuestro lado, como toda la vida. Es mentira: estas mujeres y hombres sirios, iraquíes, afganos, paquistaníes…, no son “como nosotros”. Sencillamente, ellos han tenido la peor suerte, la de vivir en tierra de guerra, la de perderse a trozos en un tren sin llegadas y la de esperar que nosotros hagamos algo por ellos. Rosa Oliveros Valenzuela

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Nómadas Nómada Del lat. nomas, ădis, y este del gr. νομáς, áδος nomás, ádos. 1.  adj. Dicho de un individuo, de una tribu, de un pueblo: Carente de un lugar estable para vivir y dedicado especialmente a la caza y al pastoreo. 2.  adj. Propio o característico de los nómadas. 3.  adj. Que está en constante viaje o desplazamiento.

Cuando me enfrento cada día a las noticias sobre la crisis de refugiados en Europa, cuando veo las imágenes en los periódicos o las fotografías captadas por Nacho, Carlos y Merche, me producen especial impresión los campos de refugiados, esas enormes ciudades que acogen a gente que ha interrumpido sus vidas. Interrumpir mi vida sería algo verdaderamente dramático para mí, dejarlo todo atrás, trabajo, casa, familia, paisaje y habitar, de repente, en una tierra extraña con otros miles de personas cuyas vidas han quedado, de súbito, en suspenso, una interrupción que nada tiene que ver con la que se produce en nuestros países en paz, no por unas vacaciones, no con certeza de retomar la normalidad; más bien interrumpir la vida sin certezas, sin futuro, sin garantía. Le atribuyen a Freud y no sé si lo cito bien, que la salud mental de un ser humano consiste en mantener la capacidad de amar y trabajar. No dudo que en un campo de refugiados el amor esté más vivo que nunca; las personas nos seguimos enamorando hasta en las circunstancias más adversas, seguimos trayendo hijos al mundo y la situación de desamparo crea nuevos lazos afectivos y de amistad entre quienes están compartiendo un mismo destino, pero ¿y el trabajo? La necesidad de sentirnos útiles, de tener un propósito, de devolver a la sociedad un bien, es profundamente equilibrador, pero en Zatari o en Idomeni1, las personas no tienen esa opción. Es como volver a ser niños; te suministran comida y refugio y no tienes nada que hacer. Por supuesto, rápidamente, procuras estar ocupado, crear un pequeño taller que arregla móviles, cultivar verduras, recoger leña… Pero no es verdad, es una vida simulada. O quizá no, mientras escribo esto, pienso que puedo estar siendo tremendamente injusta: también en Idomeni hay vida, otra vida, la vida que consiste en resistir, en no decaer, en mantener una rutina diaria, en tener a los niños entretenidos y procurar que sigan escolarizados, en mantener unida a la familia en un entorno ajeno y duro. Es otra vida, una   Idomeni fue evacuado a finales de mayo de 2016, cerca de 8.500 personas fueron trasladadas a diferentes “centros de acogida”, seguir usando su nombre contiene la implicación de saber que hablamos de un campo de refugiados que todos seguimos teniendo grabado en la retina. 1

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vida esencial, básica, auténtica y, aun así, tengo la certeza de que la existencia apreciable y buena incluye cierto grado de seguridad para la integridad física, salud, trabajo, porvenir… así fue como el hombre dejó de ser nómada para ser sedentario, porque comenzó a cultivar la tierra, porque buscó un cobijo seguro y estable, porque se estableció en un territorio que consideró suyo. Estos nuevos nómadas desandan la evolución, otra vez sin un lugar propio, de nuevo sin seguridad, de nuevo con el temor de ser expulsados, de nuevo teniendo que conquistar un territorio. Nosotros, los que aún conservamos nuestra tierra, la defendemos contra ellos, no cabemos más, no hay trigo para todos, no calienta el fuego si el círculo es muy grande. Y así, nos volvemos de nuevo salvajes, homínidos con miedo que defienden a zarpazos su tribu y su terreno. No digo que no sea humano, también lo es, pero no fue gracias a eso que hemos llegado donde estamos. Antes de terminar de escribir vuelvo a mirar las imágenes de este viaje, los niños están jugando, las mujeres y hombres llevan una vida ocupada, lavando ropa, preparando la comida, recogiendo leña y pienso que tienen una vida autentica, donde el sufrimiento deja paso a la alegría, a las sonrisas, las conversaciones, la cotidianidad, sus rostros no me son ajenos y ellos también han conseguido, a pesar de la dureza, conservar la capacidad de amar y trabajar. El proyecto “Nómadas” y todos sus integrantes trabajamos para mostrar esa vida itinerante en la confianza de que un día tengamos la tranquilidad y la ternura de desalambrar nuestra tierra sin miedo, sin desconfianza, sabiendo que se trata de hacer más grande el fuego porque el círculo es más grande. Trinidad Alonso Moya

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Merche Pérez

Aficionada a la fotografía desde hace una década. La intención de su fotografía es documentar y denunciar la situación en la que se encuentran los más desfavorecidos, como los trabajos realizados con desplazados del Terai nepalés, los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, o la actual situación de los refugiados sirios en Idomeni. En sus viajes compagina el video y la fotografía, como muestra el documento video-gráfico que acompaña este trabajo, Nómadas. Ha recibido menciones de honor y premios a nivel nacional, a destacar, el segundo premio en la séptima edición del Concurso de fotografía Los Excluidos 2014, de la fundación caja Rural de Jaén. En la actualidad amplía su formación con cursos de fotografía profesional y talleres de video y fotografía documental. Participa en varios proyectos fotográficos tanto a nivel colectivo como individual, donde intenta percibir y transmitir su visión para crear una opinión y una posición personal, siempre con la finalidad de apoyar, compartir, cuestionar, reflexionar y combatir los prejuicios tan inculcados en nuestra sociedad ante los colectivos menos favorecidos.

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Figura con sombrero AcrĂ­lico sobre tablero 122 x 160 cm

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Los integrantes del Proyecto “Nómadas” son: Fotografías: Nacho Guadaño Carlos Tajuelo Merche Pérez Textos: María del Carmen Muñoz Rodríguez Profesora de Derecho Internacional Público y Común Europeo Francisco José Acosta Ramírez Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Jaén Julio Ángel Olivares Merino Profesor de Filología Inglesa de la Universidad de Jaén. Director de UniRadio Jaén. Creador de “Abecedario Solidario”. Co-director del Proyecto “Nómadas” José Luis Cárdenas Lara Economista. Cooperante internacional Rosario Oliveros Valenzuela Enfermera. Directora de Cuidados de Enfermería del Hospital Alto Guadalquivir Trinidad Alonso Moya Bibliotecaria. Subdirectora de la Biblioteca Universitaria de Jaén. Co-directora del Proyecto “Nómadas” de UniRadio Jaén

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