El serpenteante Jatunmayo

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El SERPENTEANTE

Colección Literatura ecológica

JATUNMAYO Jaime Quispe Palomino

1 Editor: Editora Imprenta Ríos S.A.C.

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El serpenteante Jatunmayo



El serpenteante Jatunmayo

Jaime Quispe Palomino

Editor: Editora Imprenta RĂ­os S.A.C.


El serpenteante Jatunmayo Jaime Quispe Palomino

Es una publicación de: © Jaime Quispe Palomino Dirección: Jr Bruno Terreros N° 1521 AA. HH. Justicia Paz y Vida - El Tambo - Huancayo

jaime-quispe@hotmail.con

Ilustración: Rosmery Quispe Anchiraico (Burbuja) ISBN: Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2016-03531 ISBN 978-612-46013-8-5 Marzo 2016, Primera edición

Tiraje: 1000 ejemplares

Editado e impreso en Editora Imprenta Ríos SAC Jr. Puno 144, Huancayo Editado e Impreso en Perú / Printed in Peru

Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización del titular de la propiedad intelectual.


Palabras Necesarias Emociona, prologar el libro de un sacerdote, porque todos los días no nacen escritores y menos sacerdotes. El RP. Jaime Quispe Palomino es un milagro. Párroco de mi tierra natal, Acolla. Autor del libro para niños El Nevado de Huaytapallana y ahora nos entrega: EL SERPENTEANTE RÍO MANTARO. Sacerdote-escritor, huancaíno nacido el 15 de enero de 1976. Aprendió las primeras letras en la escuela “Inmaculado Corazón de María” de Chilca-Huancayo y en el Politécnico Regional. Estudió Teología en el Seminario Mayor “San Pío X” de Umuto y Filosofía en la Pontificia Universidad “Gregoriana” de Roma. El 16 de julio del 2005 recibió la ordenación sacerdotal por imposición de manos de Mons. Pedro Ricardo Barreto. Publicó Visión Ecológica de la Región Junín; Ecofábu-

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las; Adviento y Navidad, entre otros. EL SERPENTEANTE RÍO MANTARO, es un libro orientado a formar el hábito de lectura en la niñez y formar conciencia ecológica. Ilustrado por Rosmery Quispe Anchiraico, dando al libro aureola mágica. BIOGRAFÍA DEL WANKAMAYO: Esta reseña complementa la narración mágica y magistral de EL SERPENTEANTE RÍO MANTARO. Entre los ríos peruanos, el Mantaro, es el único con historia toponímica. Mantaro no es el nombre auténtico, es una adopción nueva. Los Wankas y los Incas lo denominaban Jatunmayo, río mayor o Wankamayo, río de piedras grandes, conocido también así por los reinos colindantes: Taramas, Huaros, Yauyos, Angaráes y Tayacaja. Wankamayo, era el nombre en su jurisdicción territorial: desde Pachacayo hasta Huarichaca y Rumichaca, límites Norte y Sur de la Nación Wanka. Así confirman documentos de los siglos XVI, XVIII y la crónica del Padre Martín de Murúa. Los campas en su desembocadura con el Apurímac lo conocían como Mantaro: Río del Destino. Cuando los españoles llegaron a Jauja le dieron varios nombres: Guadiana, Río Azul, Guadalquíver, Paria. Oroya, Gran Río, Upamayo, Izcuchaca. En la Colonia se le conoció como Río de Jauja. RÍO MANTARO: Mantaro es vocablo Campa y

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significa desembocadura o destino final y comienzo, nacimiento. Los campas, así llaman en su confluencia con el Apurímac. El primero que divulga este nombre fue Francisco Álvarez de Villanueva, en 1782, pero solamente en su recorrido por Tayacaja. Fray Manuel Sobreviela en su Mapa del Centro del Perú en 1791, consigna Mantaro en su unión con el Apurímac. Raimondi usó indistintamente: Mantaro y Angoyacu. Recién el siglo XX el nombre de Mantaro se ha impuesto. SU ORIGEN: Se creía que el Mantaro nacía en el lago Junín, según los mapas de Fray Manuel Sobreviela y de Camilo Vallejos. Carlos Peñaherrera en Geografía del Perú, aspectos físicos (1969), señala que el río Mantaro, nace en la Cordillera Occidental Andina, en los nevados de Mina Ragra, Pasco, concentrándose en la laguna de Acacocha, donde toma el nombre de río San Juan y corre de Oeste a Este, hasta recibir las aguas de la laguna de Alcacocha; allí cambia de rumbo y se dirige de Norte a Sur hacia la meseta de Junín, donde recibe las aguas del Chinchaycocha, desde aquí, con el nombre de Mantaro, corre por un lecho meándrico recibiendo numerosos afluentes de la Cordillera Occidental. ¡SALVEMOS EL RÍO MANTARO!: Invocación del R.P. Jaime Quispe Palomino. Su contaminación tiene una larga historia. No empieza en La Oroya que

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arroja relaves. Menos en el valle del Mantaro donde los municipios arrojan basura y depositan los desagües. Sus aguas se contaminan desde sus nacientes en Mina Ragra. Estas aguas contaminadas se concentran en la laguna Acacocha, donde toma el nombre de río San Juan, aumentando su caudal con la laguna Alcacocha. Luego penetra al lago Chinchaycocha, contaminándolo. Con el nombre de Mantaro, comienza su recorrido por la meseta de Junín, recibiendo numerosos afluentes contaminados por relaves que arrojan las empresas mineras. Llega a Tablachaca con toneladas de basura y en su desembocadura sus aguas negras contaminan al naciente río Ene. El Huaytapallana y el Mantaro, gobiernan, sabiamente la ecología del Valle Sagrado de los WankaXauxas. El Huaytapallana desaparecerá en 15 años y el Mantaro es un gigante herido de muerte. Para las autoridades es una seria advertencia. Seamos conscientes: Salvar el Huaytapallana y Descontaminar el Mantaro es tarea permanente y responsabilidad de todos.

Apolinario Mayta Inga

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- Porqué estás triste amigo –preguntó el niño. Mientras el niño preguntaba contemplaba desde las orillas del río Mantaro el curso de sus aguas espesas y de color marrón; a su paso éste escuchaba el sonido de las piedras que triscaban entre ellas, grandes y pequeñas, las encrespaduras de sus aguas que se quebraban entre roca y roca que buscaban desesperadamente una salida, los círculos concéntricos que formaban en las orillas y se encontraban entre ellas 11


hasta perderse el uno con el otro, los remolinos se apoderaban de las partes profundas que anunciaban el peligro, y las espumas se aferraban a la roca sin querer desprenderse de ella que cuando la brisa las llevaba inmediatamente retornaban. - Porque estoy contaminado –respondió el río caudaloso. - Eso te llena de tristeza –preguntó el niño, palabras cargadas de inocencia. - Si –respondió el río Mantaro. - Seguro que por eso estás cochinito y se notan en tus aguas –le dijo el niño. - Podríamos decir que si –acotó el río Mantaro. - Hace cuanto tiempo que no te bañas –el niño siguió explorando la razón del color sucio de sus aguas. - Eso es lo que precisamente me entristece –respondió acongojado el Río Mantaro. 12


- ¡Debe ser! –quedó pensativo un instante, luego continuo diciendo–. Porque un niño cochinito es un niño triste –hizo silogismo de lo que le decía su madre. - Hace tiempo que la tristeza se ha vuelto mi compañera –respondió entristecido el río Mantaro por haber encontrado un amigo con quién dialogar y en quien confiar sus penas. - Hace cuanto tiempo que no te bañas –siguió preguntando el inocente niño que quería saber todo. - Hace mucho tiempo –respondió condescendiente el río Mantaro. - Pero cuánto tiempo –insistió el niño. - Estoy sucio, por así decirlo, desde el día en que las empresas mineras empezaron a contaminar mis aguas –respondió condescendientemente. - ¿De qué manera? –siguió preguntando el niño curioso. 13


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- Recuerdo que mis aguas eran tan limpias que se podían divisar las rocas, las algas y los pececillos, hasta el lugar más profundo –el río Mantaro argumentó la trasparencia de sus aguas que gozaba antaño–. Algunas veces se pintaba de color marrón pero no por la contaminación sino por el deslizamiento del lodo que caen de los cerros en temporada de invierno –aclaró. En efecto, desde la cuna, que es el Lago Chinchaycocha, el río Mantaro ya nace contaminado por los afluentes que llevan en sus aguas sustancias tóxicas de la explotación minera que hay a sus alrededores y que desembocan finalmente en él. - Y, ¿de qué manera contaminan las empresas mineras? –el niño era tan directo en sus preguntas que no le gustaba los rodeos. Quería que sus preguntas concretas tengan respuestas concretas. - Desde el día que empezaron a explo15


tar minerales por éstos lugares –respondió el viejo río Mantaro. - Pero cuándo fue ese día que empezaron a explotar los minerales –insistía el niño con la pregunta, pues no se le escapa nada. - Desde la época de la conquista –respondió el sabio río Mantaro. - Eso quiere decir que nuestros antepasados los Incas no explotaban minerales –cuestionó el niño que ya había estudiado las etapas de la historia en el Perú. - Los Incas, inclusive las culturas preincas, si explotaban minerales como el oro, la plata, el cobre, el bronce y algunas otras aleaciones más de su época; pero, eran tan respetuosos que cuidaban la tierra, el agua, los cerros, los nevados y también las plantas y árboles –aclaró en viejo río Mantaro que a medida que pasaba el tiempo de la conversación se alejaba serpenteante en busca de 16


su destino. - Pues así como nuestros antepasados cuidaban la naturaleza también nosotros debemos cuidarla –dijo el niño aprendiendo rápidamente la herencia de nuestros antepasados. - Así tiene que ser –el río Mantaro aprobó las palabras del niño. - Si no fueron los Incas, entonces quiénes hicieron de ti un río contaminado –preguntó el niño. - Las empresas mineras que a través de los siglos fueron perdiendo la conciencia de respeto por la naturaleza y lo que éste contiene –respondió el viejo río Mantaro. - ¡qué pena que hayamos retrocedido en la conciencia del cuidado de la naturaleza que es nuestra casa común! –reflexionó el niño. - Fue en la época republicana que las empresas mineras, por la cuantiosa explo17


tación, también magnificaron la contaminación irresponsablemente –denunció el río Mantaro la histórica contaminación. - ¿Cuándo fue eso? –preguntó el niño. - En el siglo XVIII, respondiendo a las necesidades de la revolución industrial –el río Mantaro también expuso el motivo. - ¿Qué tiene que ver la revolución industrial con la contaminación? –el niños continuó con sus incesantes preguntas. - La revolución industrial fue la época donde se comenzaron a fabricar vehículos, artefactos y grandes industrias en cantidad. Esto sucedió sobre todo en Europa cuando se requerían metales para la fabricación que se encontraban en esta parte de nuestro país –fundamentó el río Mantaro. - ¡Ah caray! –dijo sorprendido el niño. - A medida que transcurría el tiempo se fueron empobreciendo mis aguas hasta quedar históricamente contaminadas –ex18


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presó el río Mantaro. - Y dónde están los peces de los que me hablas –reclamó el niño. - Se han muerto por la contaminación de mis aguas –respondió apenado el río Mantaro. - ¡Qué pena! –atinó en decir el niño y en seguida quedó pasmado por lo que le contaba el río Mantaro. - Cuánto he sufrido ver agonizar a los pececillos que habían en mis aguas, que flotaban muertos y terminaban arrojados en las orillas, justo allí donde tú estás sentado –continuó comentando dramáticamente el viejo río Mantaro. - ¿Eso es lo que ocasiona la contaminación? –preguntó el niño. - Sí –respondió el río Mantaro. - Entonces la contaminación es dañina –reflexionó el niño. - Tú estás viendo en este mismo mo20


mento que en mis orillas tampoco hay plantas porque la ácida contaminación las ha matado –expresó el río Mantaro. - Pero tú llevas bastante agua –le dijo el niño al río viendo la cantidad de agua contaminada que pasaba por su lado; pues temía caer en ella por ser profunda y caudalosa. - Sí, pero, no servimos para nada –respondió el entristecido río Mantaro. - ¿Por qué? –preguntó estupefacto el niño. - Porque llevamos abundante contaminación que es sinónimo de muerte. Cualquiera de beba de mis aguas afectaría gravemente su salud –respondió el río Mantaro. - ¡Así! –siguió exclamando el niño. - ¡Nadie se beneficia de mis aguas! – se lamentó el río Mantaro–. Me miran con asco, con peligro y hasta con desprecio –comentó trágicamente. 21


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- La gente tiene razón en mirarlos de esa manera pero tú no tienes la culpa –el niño trató de justificar al minusvalorado río Mantaro. - Por eso, quiero que las empresas mineras cuiden nuestras aguas y no sigan matando mis ilusiones –invitó a la reflexión el río Mantaro. El niño cogía con sus dos manos el agua del río Mantaro que rápidamente se escabullía entre sus dedos y terminaban en el mismo río. El niño volvía a recoger el agua contaminada con sus dos manos y trataba de retener hasta sentir el cansancio entre sus dedos y terminaba arrojándolo en el mismo río. Se dio cuenta del color de sus aguas y no quería quedarse con la duda. - ¿Por qué las aguas de los otros ríos se caracterizan por ser de color verdoso y azulino, en cambio, tú de color marrón? – preguntó el niño queriendo saber la razón 23


de su color. Habían hablado de la contaminación pero no específicamente del color que no le había quedado claro al niño. - Los grandes monstruos de la contaminación minera han matado vidas existentes en mis aguas y ahora nos ahogan con los relaves y aguas ácidas que echan cruelmente sobre nosotros –dijo el valiente río Mantaro que sí era capaz de aguantar tantos vejámenes infecciosos. - ¡Eso no se puede hacer! ¡Es una falta de respeto! –dijo el niño que por ser niño no se le podía quitar la capacidad reflexiva del respeto, así como por la persona, también por la naturaleza. - Así es –correspondió el Río Mantaro que después de un breve silencio suspiró ligeramente el melancólico sonido de sus aguas que reflejaba su eco en la misma naturaleza. - Todos los hombres tenemos que cui24


darte amigo. No podemos abandonarte en medio de la contaminación –el niño le ofreció su protección. - Muchas gracias –correspondió amablemente el río Mantaro. El niño se levantó y se puso a caminar pensativo por las orillas del río Mantaro; a la vez, observando todos los detalles que había en su entorno. A medida del camino que avanzaba, aunque sea lentamente, dejaba las huellas de sus pequeños pies y andaba descubriendo nuevas cosas. - Qué es esto –el niño tomó entre sus manos una piedra de color negro y sus brillos alrededor de ella–. ¡Me gusta su brillo. Me la puedo llevar. Me regalas! –el niño pidió suplicante al río Mantaro que se lo regalara. - Claro que te la puedes llevar –le aprobó el río Mantaro pero en seguida le explicó–; esa piedra era de color natural pero se 25


ha vuelto negruzca, como las demás piedras que ves a tu lado, por la sedimentación de minerales contaminantes. - Eso quiere decir que esta piedra está contaminada –preguntó desconcertadamente el niño. - Lamento decirte que si –respondió el río Mantaro sin querer desilusionar al niño. - ¡qué pena! –se entristeció el niño y arrojó inmediatamente la piedra al suelo tratando de limpiar sus manos con su propia ropa. - No lo tires con desprecio que me duele –le pidió el río Mantaro. - ¡Perdón! No era mi intención –se disculpó tiernamente el niño. - No te preocupes –le correspondió el río Mantaro. - Porqué esas huellas –preguntó el niño por las huellas que dejaba la contaminación en cada piedra y en cada espacio del 26


río Mantaro. - Esas huellas son las llagas de nuestro dolor que a la vez se convierten en nuestro clamor ante los hombres para pedir que hagan algo por nosotros –respondió el río Mantaro. - Yo pensé que la contaminación te afectaba solamente a ti. Pero ahora veo que afecta a todos los que están en tus alrededores –dijo el niño que cambiaba lentamente el tono de su voz que parecía desvanecerse en el interior de su boca; exhalaba el aliento moribundo de su voz y en su rostro se contemplaba el indescifrable cambio de alegría en tristeza. - Por eso, la contaminación no es cuestión de ideología o de ley. Es más bien cuestión de vida o muerte como yo lo estoy experimentando –reflexionó el río Mantaro. - Tienes razón amigo –le aprobó el niño. 27


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- La contaminación es el flagelo más grande que nosotros la naturaleza hemos recibido de los hombres, en estos últimos tiempos –comentó el río Mantaro, apenado por los embates que estaba sufriendo a causa de la dura e inminente contaminación. - Qué pena que nuestros mayores nos dejen a ti y los demás ríos contaminados – criticó el niño la actitud de sus mayores. - Tienes razón, pero me alegra saber que los hombres de ahora ya han empezado a tomar conciencia del daño que ocasiona la contaminación y he visto el cambio de actitud porque están asumiendo mayor responsabilidad por el cuidado y la protección del medio ambiente –el río Mantaro fue justo en reconocer la labor humana que se estaba emprendiendo en la toma de conciencia ecológica. - Me alegra que pienses así de los hombres –dijo emocionado el niño. 29


- Tengo que ser justo en reconocer el trabajo que están haciendo los hombres por verme limpio; y si actualmente llevo estas llagas en mis aguas es porque lo han formado en el pasado; pero, con el tiempo todo esto pasará y mis aguas volverán a ser cristalinas –reflexionó el río Mantaro . - Y yo podré beber tus aguas –el niño compartió triunfante la esperanza de un mejor futuro. - Gracias por compartir conmigo la alegría de soñar con un mundo mejor donde las aguas del río sean limpias, los campos de cultivo se alimenten de aguas limpias y los hombres beban nuestras aguas sin ningún peligro de estar contaminadas –compartió el río Mantaro. - ¿Con tus aguas se riegan las chacras? –preguntó sorprendido el niño. - Sí, pero no por estos lugares porque las aguas ácida matan rápidamente todo 30


tipo de vida y no dejan nada a su paso – aclaró el río Mantaro. El niño conversaba con el río Mantaro muy cerca del Complejo Metalúrgico dónde se fundían los metales y era el lugar donde se unía con otro río que traía aguas ácidas. - ¿Y más adelante? –preguntó el niño. - Depende –respondió el río Mantaro. - ¿Por qué? –siguió la avalancha de preguntas por parte del niño. - Porque con el movimiento las aguas se va purificando dejando los minerales pesados por estos lugares; eso es lo que has visto en las piedras que cogiste con tus propias manos porque están impregnadas precisamente todas esas sustancias eliminadas por la minería. Por supuesto, más adelante serán menos nocivas lo que no quiere decir que dejen de serlo –el río Mantaro se refería al fenómeno de remoción natural. - Pero el agua sigue contaminada, sino 31


sería transparente –expresó el niño inocentemente. - Si pues; por eso pocos utilizan mis aguas con el riesgo de sufrir daños en la producción y la propia alimentación –aclaró el río Mantaro. - Claro que si –dijo preocupado el niño, llevándose las manos al mentón. - Te das cuenta porque los hombres nos miran con miedo, con peligro y hasta con asco –puso al descubierto su triste realidad el río Mantaro. - Sí, ahora entiendo –le correspondió el niño e hizo un gesto escalofriante de su cuerpo. - ¿Entiendes mi tristeza? –se justificó el río Mantaro ante el niño. - Entiendo perfectamente y ahora me doy cuenta que todos los niños debemos cuidar tus aguas para que tú seas quien nos alimente –se comprometió el niño. 32


- Pronto necesitarán de mis aguas y de muchos otros ríos que también están siendo contaminados; es que los nevados se están agotando con la desglaciación ocasionada por el cambio climático y las lagunas que no pueden subsistir por si mismas se están quedando vacías –reflexionó el serpenteante río Mantaro que no se detenía por la contaminación y continuaba el curso agónico de la vida. - ¡Claro que sí! ¿Cuánta agua corre por tu río y si la cuidáramos cuánto nos beneficiaría? –preguntó el niño lleno de emoción. - Nosotros estamos listos y prestos para alimentarlos –manifestó su disponibilidad el río Mantaro–. Hace tanto tiempo que nos han relegado pero tenemos la esperanza de volver a alimentar a los hombres como lo hice con sus antepasados los Wancas –recordó. - Gracias por tu generosidad amigo; 33


y nosotros los niños estamos dispuestos a cuidarte –correspondió afectuosamente el niño. - Recuerda querido amigo que no solamente contaminan mis aguas las actividades mineras que son altamente nocivas sino también las personas que viven en la ciudad y el campo –extendió su reflexión el serpenteante río Mantaro. - ¿Y cómo es que contaminan los hombres de la ciudad? –preguntó extrañado el niño. - Es que los desagües son canalizados hacia mí y la basura de la misma manera echan sobre mí y en mis orillas –el río Mantaro describió la cruda realidad de la contaminación. - ¿Decías también de las personas que viven en el campo? –trajo a colación el niño. - Exacto –dijo el río Mantaro. 34


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- ¿Por qué? –preguntó el niño. - Porque los agricultores, después de haber echado en sus chacras los pesticidas echan sus residuos sobre los canales y riachuelos que finalmente desembocan en mí –respondió el río Mantaro. - ¡Ah, claro! –exclamó el niño cayendo en cuenta de que los agricultores, que se benefician del agua, también contaminan el río Mantaro. - Tienes que saber que en el Valle del Mantaro hay cantidades de riachuelos, miles de canales de irrigación por ser una zona eminentemente agrícola –especificó el río Mantaro. - Es paradójico ¿cierto? –preguntó el niño. - Así es –le aprobó el río Mantaro. El río Mantaro no detenía su voz estruendosa en ningún lugar y más bien iba, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, 36


pregonando la vida en medio de las encrespaduras de sus aguas, entre las piedras que se tropezaban dentro de sus aguas turbias, así como la basura que interfería constantemente; pues el clamor tronido de éste y los demás ríos eran incesantes hasta ser escuchados por los hombres. El día en que cese la contaminación de los ríos, sus aguas serán amansadas porque ha vuelto a ellos la tranquilidad y la paz. - Deseo que los hombres no contaminen más tus aguas, querido amigo –manifestó su deseo el niño. - Gracias por tus palabras. Me animas a seguir corriendo por la vida –correspondió el serpenteante río Mantaro. - ¡Yo te respetaré! –dijo el niño y quiso llenarle de abrazos; pues no sabía cómo hacerlo porque cada vez que cogía el agua entre sus manos terminaba escabulléndose entre sus dedos. 37


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- La contaminación abarca los diversos estratos de la sociedad. Por eso, quiero que lleves nuestro pedido a las autoridades y diles que no canalicen sus desagües sobre mí y los demás ríos, que no arrojen la basura sobre nosotros y en nuestras riberas, que no hagan de mí una repugnante cloaca de residuos putrefactos y que no hagan de mí un foco infeccioso de contaminación que despide olores nauseabundos –pidió el río Mantaro. - Lo haré; y con mis otros amigos, cuando seamos grandes, cuidaremos de ti querido amigo –correspondió tiernamente el niño. El niño, después de haber caminado sobre las orillas del río Mantaro sintió frío y se sentó sobre un tronco pegándose a su propio cuerpo para sentir su propio calor. Después, continuaron con el diálogo. El niño se había acostumbrado a escu40


char el nombre de éste río pero no sabía el significado. - ¿Qué significa tu nombre? –preguntó el niño explorador. - Buena pregunta. Es necesario que conozcas la procedencia de mi nombre. Recuerda que el nombre que recibe cada río tiene su razón de ser –comentó el viejo río Mantaro. - Pues bien –dijo el niño invitándole a dar una respuesta. - Es vocablo Campa que significa desembocadura, me llaman así por la forma que adopta en la zona sur del valle –argumentó el río Mantaro. - ¡Ah caramba! No lo sabía –expresó el niño. - La tradición de estos tiempos me atribuye la palabra quechua manta que alude una prenda hecha de lana y sirve para abrigarse. Así significa, pues, el río que riega 41


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todo el valle como si fuera una manta que abriga con sus aguas los campos de cultivo ante las inclemencias del tiempo, especialmente de las heladas y el granizo que dañan irreversiblemente la producción agrícola. - Así se llamó siempre –preguntó el niño. - No –respondió inmediatamente el río–. Pues me cambiaron de nombre varias veces. Nuestros antepasados los Wancas me llamaron Jatunmayo. - ¿Qué significa Jatunmayo? –interrumpió el niño. - Es una palabra quechua yuxtapuesta donde jatun significa grande y mayo significa río; o sea, río grande o río mayor por la extensión y expansión que tengo. Te cuento que en la época de nuestros antepasados los Wancas yo era aún más grande pero lleno de vida como ya te comenté anteriormente. Cuando tú recorras el Valle del Mantaro 44


y contemples mis orillas te darás cuenta de las huellas que todavía quedan –dio a conocer un poco de su historia porque los ríos también tienen historia. - ¡Ah caray! –se maravilló el niño–. ¿Qué otros nombres has tenido? –siguió preguntando. - Los Incas me pusieron el nombre de Wancamayo, los españoles a su llegada me pusieron río Jauja, Angoyacu y otros nombres más –recordó el actual río Mantaro. Así fueron conversando el niño y el río Mantaro. A su paso, este niño encontró otro amigo con quien también se puso a conversar de la contaminación y la necesidad de cuidar responsablemente el medio ambiente. La conversación fue amena que a pesar de la tristeza, después de haber conversado con el río Mantaro, se alegraron cantando: “En el río del Mantaro, hay un puquial cristalino. 45


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En el río del Mantaro, hay un puquial cristalino; donde se lava mi yanañahui, sus cabellos de oro fino; donde se lava mi yanañahui, sus cabellos de oro fino…” El río Mantaro ha sido fuente de vida para los hombres, animales y plantas porque sus aguas eran puras y transparentes; ha sido, también, fuente de inspiración para los escritores, poetas y compositores; testigo de fe y cultura de los pueblos que se asentaron en sus dos márgenes. El río Mantaro es el amigo de los pueblos que deja a su paso el grito de esperanza ante la inminente contaminación de sus aguas, aunque muchos hombres lo ignoren. El río Mantaro es amigo de los Nevados de Huaytapallana que a su paso lanza un grito de esperanza, a pesar de la distancia, que hace llegar su saludo de amistad; también 47


recuerda entrañablemente a su eterno compañero Wuallallo Carhuancho. El río Mantaro que recorre 724 km de longitud tiene muchos afluentes como el Colorado, Chiuric, Tambo, Corpacancha, Pucayacu, Yauli, en La Oroya, Huari, Chia, Cunas, Vilca, Occoro, Ichu, Cachimayo, Huanca, Lampa, San Fernando, Imayabamba, Vizcatán y otros; asimismo, favorece la generación de centrales hidroeléctricas como el Upamayo, Malpaso, Tablachaca, el Mantaro y muchos otros más. El río Mantaro siempre está en movimiento, a pesar de la contaminación, pero así como está en constante movimiento espera que pronto pase la contaminación y se quede con el agua de la vida.

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Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Imprenta Ríos S.A.C. Marzo, 2016 Huancayo - Perú


Actualmente el índice de contaminación del Mantaro, ha rebasado los límites que establece la Ley General de Aguas, para las que se utilizan en la agricultura. Contiene elementos altamente nocivos para las comunidades de vida: cobre, magnesio, plomo, zinc, arsénico, boro, cadmio, cromatos, mercurio, selenio y plata, etc. Se habla de su descontaminación progresiva. Consideramos de primera prioridad, para que al final mejore la ecología y así tener un mayor incremento de áreas de cultivo en el valle a la par que otras actividades económicas podrán usar el agua sin mayor peligro ni preocupación. Apolinario Mayta Inga

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ISBN 978-612-46013-8-5


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