La puerta de las historias

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La diagramación, diseño, creatividad, ilustración, y proceso metodológico para la realización de esta publicación fue elaborado por los estudiantes José Antonio Rodríguez y Lourdes López Vallejo, como parte de la asignatura Diseño Visual 7 del octavo ciclo del año 2020 de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Escuela de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Lic. Jairo Choché Asesor Diseño Visual 7



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El intruso Se asegurĂł de que la puerta estuviese bien cerrada. Pero ĂŠl ya estaba dentro.

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Que rara la gente Caminaba por el pasillo sin prisa, oyendo los pasos acelerados y los gritos de la gente. Cuando recordé que hacía dos años que había muerto...

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El sueño

La gente and ando l b aba co a mo loca h sueñ

lo de

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os que

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Estaban felic nt u es, y y g e r o me p si todos go había i t n o n soñado c

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Alguien dijo que tenía que ser breve No supe cuánto la amaba, hasta que empezó a llover. Corrí hasta la ventana, tomé mi abrigo, y salí tras ella. 06


Esa voz que me acompaña cuando escribo - ¿Y si le quitas el color y le pones más misterio? - ¡No lo sé! Creo que así suena bien. - Como sea, date prisa. - ¿En dónde me quede?. - Creo que estabas a punto de borrar la parte, donde Nico por fin besa a Támara. Por: la parte, donde Támara le dispara a Nico. Siempre es así conmigo, te molesta pero luego te acostumbras. 07


- Ya hablamos. Te dije que no habrá más drama, o por lo menos, no ahora. - Sí. Como tú digas, por cierto, se me ocurre que luego podemos hacer que Lila llame y pregunte: ¿cómo va todo? Y cuando Támara saque el teléfono, accidentalmente, se le caiga la nota que Marcus le entr... - Oye, no estás ayudando. Creo que estaría mejor, que te quedes callado y me dejes trabajar, no me gusta gritar, pero a veces lo hago, ya que no me hace caso.

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- Oye. Y si mejor, les cuentas sobre lo bien que nos la pasamos juntos. Me quedé pensando un momento, y la idea no sonaba tan mal. Así que arranqué la hoja que ya estaba bastante oscura de tantas correcciones y me puse a escribir.

En el encabezado se leía: «“La voz interior de alguien que escribe” —Listo. ¿Crees que a la gente le gusté? —No lo sé, pero ya tengo hambre, edita eso y vamos a cenar...

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Y si en vez de perder,

¿ganas?

“Ella es un conjunto hermoso al que siempre será un gusto dedicarle un par de líneas”. Se me escaparon estas palabras después de ver un estado que publicó y luego maldije al ordenador por darme solo 6 segundos para verlo. Y es que a veces hablo en voz alta pensando que nadie me escucha. ¡Sería más fácil si se lo dices! mamá necesitaba que le ayudara con algo, pero se quedó en silencio escuchando, hasta que no pudo más y habló. Aunque después de todo, tenía razón. —¿Por qué eres así? respondí, y ambos nos reímos. Me giré para ver si ya se había marchado, y cuando comprobé que sí, me quedé pensando en lo que dijo.

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Minutos después, saqué mi teléfono y le escribí un mensaje, aun sin estar seguro si quería hablar conmigo. Me quedé quieto con el móvil en mano, como si acabara de matar a alguien y ahora contemplaba el cadáver sin vida. Realmente no creía que fuera a responder, pero a los 5 minutos, sonó mi teléfono. ¿Y que creen? ¡

¡Sorpresa! No, no era ella. Era Max, preguntado si podía prestarle un libro. Minutos después, sonó de nuevo y esta vez sí era el mensaje que quería ver, aunque no con la respuesta que esperaba. —No

pierdes nada con intentarlo.

Se leía en la barra de notificaciones.

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TOM

Soy Tom, tengo 33 años y debo decirle a mi esposa que moriré pronto. Me hacía un rollo pensando en como decírselo, así que decidí llevarla al lugar donde nos conocimos. —¿A dónde vamos, cariño? me levanté y le tendí la mano. —Sígueme nos fuimos caminando por la acera, pateando piedras y hablando de todos los momentos lindos que hemos vivido. En la entrada estaba colgado un cartel que decía la caja mágica. Echa un vistazo dentro y podrás ver tu futuro. El dueño del local se apresuró a recibirnos, y sin que se lo pidiéramos, empezó a contarnos de qué se trataba.

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—Todo lo que tienen que hacer, es ver dentro de la caja, y ella les mostrará el suceso más importante de su vida en los próximos meses. Ani, muy emocionada, dijo: —Tu primero. Levanté la caja y, cuando vi dentro, todo estaba oscuro. Ani se rió pensando en que el viejo nos había engañado. Asentí débilmente, comprendiendo lo que significaba. —Es tu turno espeté. Ani levantó la caja y dijo: —¡Qué raro! Esta soy yo, pero no entiendo por qué voy a dejar flores a tu tumba. Me observó un momento y pudo notar que me había sumido en una tristeza profunda.

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La última cita —A lo que vinimos —dijo. Aspiró aire y estaba lista para hablar. Cuando la interrumpí diciendo: —¿Tienes prisa? Porque me gustaría saber cómo has estado. —No, creo que no. Me contó que ahora tenía un perrito al que amaba mucho. También habló del viaje familiar, al que no pudo ir por haber reprobado una clase, y de lo mucho que disfrutaba estudiar Administración. Se veía feliz hablando de cualquier cosa, menos del porqué me había citado. Dieron las 5:00 p. m., se levantó y dijo: —Me tengo que ir— me observó un momento y me regaló una sonrisa.

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—Creo que tenías que decirme algo— dije, devolviéndole la sonrisa. Se acercó y cuando estaba frente a mí, dijo: —Te quiero–me dio un beso, torpe y tierno a la vez, nos abrazamos un momento, o al menos eso indicaba el reloj que estaba colgado en la pared. —Te quiero— articularon mis labios, sin darle tiempo a mi mente de razonar. Nos levantamos y caminamos por la carretera que ahora parecía poseída por un extraño aire que hacía que todo anduviera más despacio. Apretó mi mano, acercó su cabeza junto a mi hombro y pude sentir cómo el corazón empezó a latirle más rápido. No dijo nada, pero sabía que para sus adentros había dicho.

Y pensar que esta pudo ser nuestra última cita... 15


Era un banquito AZUL Tenía tres patas y en él descansaba mi libreta que ya se había cansado de dar posada a las historias que con gusto le contaba al banquito de tres patas. Hablamos por largo rato; mencioné que me gustaba Gabito. -Solo cuando el coronel viene de visita, tengo la oportunidad de saber cómo escribe, pues el coronel ama recitar sus líneas en voz alta -dijo con voz triste. De tan bien se había resuelto la conversación que me causaba dolor decirle que era hora de irme. Pero tenía que hacerlo. -¿Volverás?- Preguntó. Me levanté, guardé mis cosas y le sonreí ampliamente. Ya cuando estaba cerrando la puerta de la habitación le dije:

No siempre tienes la oportunidad de hablar con un banquito azul de tres patas. 16




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