RUBÉN DOMÍNGUEZ ÁLVAREZ -SENTARSE Y VIVIR – Hoy día en las ciudades, todo ocurre deprisa, todo se vive deprisa,todo se quiere conseguir deprisa, todo a prisa, todo es prisa. Pero desde luego que si hacemos un análisis exhaustivo ( o somero incluso) de nuestras conductas, y de cómo nos movemos por nuestras ciudades, nos damos cuenta enseguida de que corremos porque queremos, aunque tengamos muchas obligaciones, muchas citas a las que acudir, o mucho que estudiar, siempre hay tiempo para pararse y observar. Ahora bien, podemos parar interiormente y dejar de meter prisa a nuestra mente y a nuestro cuerpo, dejar la mente en blanco, relajarnos a nuestra manera, hacer lo que nos gusta en las pequeñas treguas que nos dan nuestras obligaciones y jugar incluso. Pero…¿donde nos paramos? Físicamente hablando. En casa no hay problema, tenemos dodne elegir, pero ¿y en la ciudad? Si nos fijamos, cada día es más dificil encontrar un asiento, un banco donde sentarse, un lugar donde poder hacer un paréntesis en nuestra rutina. Puede que los ayuntamientos de las ciudades tenga gran culpa de la velocidad de nuestras vidas, pues escasean los bancos, y los que quedan más bien parecen supervivientes de un naufragio o de una batalla. Y es que un banco, no es tan solo la definición que se recoge en el diccionario de la RAE, “Banco: asiento, con respaldo o sin él, en que pueden sentarse varias personas”.Es mucho más, es un puesto de observación, un lugar de esparcimiento, una “posada” donde muchas veces nos ponemos a hablar con desconocidos, nuestros lugares de lectura (en verano y primavera), nuestro tablero de mus, poker y cartas en general,…y tantas otras funciones que pueden tener (“hotelito” para enamorados, “pensión” para personas sin hogar, “residencia” para los abuel@s,” biblioteca” para estudiantes,…). En definitiva, los bancos no sólo son mobiliario urbano, tienen un valor añadido. Por ello, los ayuntamientos deben cambiar la idea de “sentarse y vaguear” por el de “sentarse y vivir”, vivir más despacio por un momento, socializándonos, hablar, pararse, jugar, descansar,… Por tanto, las ciudades deberían invertir más en la conservación de asientos y bancos, y colocar más en todas las zonas, ajardinadas o aceras. Si es cierto que ocupan cierta superficie, que sumándolos daría muchos campos de fútbol, pero desempeñan tantas funciones y tan variadas que realmente merece la pena.