task6-Sanchez Duran, Eduardo

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CRUCEMOS LAS ROTONDAS Es muy habitual circular o pasear por cualquier localidad de cualquier punto de España y encontrar rotondas por todas partes. En unos casos es una mera solución funcional a la circulación, en otros, además, es un elemento diferenciador, como hito, o simplemente por moda, pero siempre pensada por y para la circulación rodada en detrimento del resto de usuarios y “su” espacio.

En muchas ocasiones han sido colocadas de la forma más forzada, abriendo sitio de cualquier manera únicamente para intentar facilitar el paso de vehículos (en muchos casos sin éxito alguno). El espacio que estas rotondas dejan en el islote central a veces se utiliza para realizar actuaciones extrañas que tratan de reforzar el carácter de ese lugar. Sólo se consigue un espacio circular bien criticable y muy criticado, totalmente inaccesible, inútil, en muchos casos objetivamente feo, y en otros hasta caro de mantener e incluso propensa a vandalismo. Es más que probable que la inversión realizada en esculturas y/o mantenimiento de dichas rotondas supere el coste de alternativas más interesantes para un tráfico fluido (soterramientos, pasos elevados, etc.), si es que es esto lo que interesa. Dicho esto, no es necesario mostrar muchas imágenes de estas situaciones, basta con salir a la calle y verlo. Aun así, podemos ver todo el espacio “perdido” en estos islotes. Y no sólo en los islotes, sino en la propia calzada.


Existen rotondas en las cuales el islote se convierte en expositor de “obras de arte”. Espacio perdido.

En otros casos es un espacio degradado, abandonado, pequeño e inservible para nada útil dentro de él, sin embargo la implantación de estas mini-rotondas hacen que la calzada circundante se “coma” espacio alrededor.

Podemos encontrar situaciones ridículas. No es una rotonda en sí mismo, aunque sí en funcionalidad.


Hay casos en los que no se sabe si nos están invitando a entrar en la rotonda. Evidentemente se pierde la posibilidad al no encontrar nunca un paso que te lleve al islote.

Hay situaciones donde cuanto más grande es la rotonda, más lejos queda el islote, pues existen más carriles de separación. El resultado es un islote desierto y carente de todo tipo de actividad. Pueden poner fuentes o esculturas en movimiento, pero seguirá sin vida.

Desde esta perspectiva e independientemente de lo que le ocurra al tráfico rodado, ¿qué pasaría si las pudiésemos eliminar? Las rotondas ofrecen una formidable oportunidad. Sin ir muy lejos, la localidad donde vivo (de unos 15000 habitantes) ha pasado de no tener ninguna rotonda hace menos de 10 años a encontrarnos con una en prácticamente todos los cruces de las vías de mayor importancia. Concretamente, en la vía principal hay una rotonda cada 400 metros de media, en una vía que no llega a 2000 m de longitud.


Si recuperásemos este espacio perdido, estaríamos ganando casi 1000 m² en una de las principales vías de la localidad. Una rotonda puede albergar multitud de acondicionamientos diferentes (la solución nunca es única), pero no se puede dejar al azar, sino que debe tener en cuenta los objetivos, las características y las necesidades del lugar en el que se va a llevar a cabo. De momento nos conformamos con habilitar estos espacios a cualquier usuario. La utilidad vendrá por sí sola. Quizá sería interesante simplemente quedarse sentado en el islote a mirar lo que ocurre alrededor. Sea como sea…

¡¡¡Crucemos las rotondas!!!



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