Cuento

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despertar

Un cuento para no dormirse


En un día soleado de enero, sentada frente a la

orilla

del

mar

de

Pimentel en Chiclayo, se encontraba

Ana

María,

tenía los ojos brillantes y negros como la noche, cejas gruesas y dientes finos

que

relucían

mientras tomaba el sol. Era una joven de 17 años, quien se hacía respetar por

su

inteligencia

paciencia, y

buen

humor. Apenas había terminado la secundaria, y ya soñaba con

ser

modelo

profesional de una de las revistas más importantes del Perú; “Ellos y Ellas”.




Al transcurrir los minutos, se le acerca un hombre maduro. Aquel desconocido tenía la quijada alargada, era casi calvo, ojos redondos con mirada penetrante; quien queda sorprendido al ver la belleza norteña de la adolescente y sin pensarlo dos veces le ofrece una entrevista para un comercial. Ana María aceptó la propuesta, era la oportunidad que tanto ansiaba. La cita quedó pactada dentro de una hora,

en la oficina que quedaba frente a la playa; sin pensarlo esta reafirmó su decisión. Ella soñaba con ser una diva, salir en las portadas de las revistas de espectáculos y ser reconocida mundialmente.


Al llegar a la puerta, el hombre la trata con amabilidad y la invita a pasar ofreciéndole una copa para celebrar. Ella duda por un momento y de pronto el embravecido ser la empuja hacia la sala y empieza a golpearla. Ella pide ¡Auxilio! desenfrenadamente. Todo se oscureció, solo podía escuchar palabras entrecortadas que le decían ¡De esta no te salvará nadie! ¡Tu cuerpo me pertenece! ¡Eres mía! ¡Solo mía!.


Ana María sentía asco, le repugnaba esa masa animal sobre

su

cuerpo...no

podía

moverse,

sus

labios

temblaban, y de ellos salió un grito de ultratumba que se escuchó fuertemente ¡AUXILIOOOO! Para suerte de ella alguien escuchó sus gritos, era un señor de edad avanzada, tenía la voz fuerte y ronca, como una trompeta recién comprada; al oír los gritos de la joven, golpea la puerta con el corazón saltando, y se abalanza sobre el demente.



Ana

María

estaba

en

shock... Ya

no

se

mortifique,

señorita-le dijo-

Ya no se mortifique más... es un cobarde que ataca adolescentes.

A

él

lo

arrestarán y no volverá a hacerlo. Irá a la cárcel, bien merecido lo tiene. Hay que agradecer a Dios -dijo- porque no te pasó nada.

Debes ser mas cautelosa, este lugar se ha vuelto tierra de nadie, muchas adolescentes

han

sido

ultrajadas y encontradas muertas.


De pronto, se escucha el ruido de un cristal al quebrarse, un martillazo en el aire. Todo se cubrió de

negro y el espantoso sueño cesó. Ana

se

despertó

en

su

dormitorio.

Se

sentó

violentamente en la cama, con un espasmo en el pecho. Era de día, el sol iluminaba su rostro, le dolía la cabeza,

apenas podría abrir los ojos. ¿Era viernes o sábado?




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