Revolución Industrial
Las migraciones: del campo a la ciudad El siglo XIX protagoniza intensos desplazamientos de la población, en relación con dos procesos: la Revolución Industrial, que provoca el trasvase del campo a las ciudades en primer lugar, y que permite, por la innovación de los transportes, los traslados e intercontinentales; y el colonialismo que estimula la ocupación de nuevas tierras en otros continentes menos poblados y menos desarrollados. Nos encontramos en primer lugar con una disminución de la población rural. Refleja el paso de una economía predominantemente agrícola a una economía predominantemente industrial. La industria, concentrada en las ciudades, reclama una mano de obra abundante; el artesano rural no puede resistir la competencia de las fábricas; los artesanados se constituyen en los primeros emigrantes. Más tarde, la revolución agrícola permite, al introducir en el trabajo de la tierra las máquinas, reducir el número de los campesinos, cuyos excedentes pasan a engrosar las masas de obreros industriales urbanos. En el ritmo de abandono de los campos influyen factores geográficos, jurídicos, políticos. Las montañas, más pobres, se vacían antes que las llanuras; las regiones de pequeños propietarios retienen con más fuerza a los campesinos que las de grandes propietarios, en las que el campesino es simplemente un bracero que desea buscar nueva vida; en ocasiones, una decisión política retiene o incluso atrae a los campesinos, es el caso de colonización de las Landas francesas. El ritmo es irregular, una crisis agraria lo acelera, como ocurrió en el hambre irlandesa de los años 40. Los ferrocarriles ejercieron una fuerte influencia en estos desplazamientos. Por una parte facilitaban los retornos estacionales, por otra suscitaron un impacto