Artículo publicado en: Khana, Revista Municipal de Culturas, nº 51 (número especial del Bicentenario de la Revolución de 1809). Gobierno Municipal de La Paz. La Paz. 2009. HUACAS SAGRADAS Y EL PROCESO DE EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS: El caso de la Iglesia de San Sebastián visto desde la cerámica. Javier A. Méncias Bedoya* INTRODUCCIÓN. El presente documento es el resultado de una primera labor de investigación en torno a los materiales cerámicos obtenidos durante las excavaciones arqueológicas, realizadas en la Iglesia de San Sebastián, en el mes de Marzo del año 2006. Las mismas fueron realizadas por la Unidad Nacional de Arqueología, representada por el Lic. Pablo Rendón Lizarazu en calidad de director, y realizadas con el apoyo de los entonces estudiantes de Arqueología Dagner Salvatierra, Erick Fredericksen, David Trigo y mi persona. La Iglesia de San Sebastián, en la zona Norte de la ciudad de La Paz, resulta ser un caso único de estudio dado que se constituye en la primera Iglesia construida por los españoles en la ciudad. La iglesia es la más antigua de la urbe y sirvió de base para la configuración de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz. (ver Monje 1945), la costumbre hispánica de fundar ciudades se encontraba estrechamente ligada a la construcción de iglesias, ocasionalmente erigidas sobre vestigios de templos prehispánicos (ver Albarracín y Michel 1998). En este entendido, no es sólo una estructura de incalculable valor histórico, sino que -más importante aún- se convierte en un espacio invaluable de diálogo intercultural (entre culturas pre-hispánicas e hispánica propiamente dicha), al momento del proceso de colonización. El presente estudio, aunque breve, intenta hacer un primer acercamiento a este proceso “dialógico” enfocándose en la cerámica -un indicador de la presencia irrefutable de actores inmersos en el proceso– como el reflejo de la historia de utilización y apoderamiento (a través de la distinta significación) de este espacio, sin duda cargado de simbolismo en todo momento. Además, busca subrayar el hecho de que la transformación del significado no es necesariamente una extirpación, sino una adaptación a nuevas categorías igualmente funcionales –como en nuestro caso de estudio– cuya base es la aparición de materiales como la cerámica durante toda la historia de ocupación. LAS HUACAS Y LA “EXTIRPACIÓN” DE SU SIGNIFICADO. Una huaca es una fuerza sobrenatural que se encarna en cualquier objeto o lugar sagrado. Cada cerro, río, roca y cada manifestación singular de la naturaleza u objetos específicos *
Egresado y tesista de la Carrera de Arqueología, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz – Bolivia. Correo electrónico: javarq@gmail.com
como templos y enterramientos, eran por sí mismos considerados sagrados. Tenían una fuerte relación con el culto a los antepasados, cuya máxima expresión llegó a ser la momificación del cuerpo (principalmente desde el Intermedio Tardío y la época Inka; fig.1). Estas momias, como observamos en las crónicas (fig.2), fueron adoradas como divinidades (Guamán Poma de Ayala 1936) y, en el caso cusqueño, probablemente enterradas en el Coricancha. Para la época, los mallqui -cadáveres sagrados y momificados de los fundadores de los ayllus- eran también una categoría especial de huaca y, como las otras, estaban jerarquizadas.
Fig.1. Gráfico de la foja 263, Huacas del Inka. Del Capítulo de Los Ídolos “Divinidades del Ynga, Waqa Willka Inkap”.
De esta manera, las huacas estaban ordenadas en el espacio y jerarquizadas de acuerdo con sus funciones y con el prestigio de aquellos a quienes representaban y de quienes recibían el culto. El Cuzco mismo era una huaca gigante y en torno a él, orientados en líneas o ceques que partían en todas las direcciones, las huacas se organizaban en el espacio. Este
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complejo universo de los incas, comenzó a cambiar desde 1540 (para la región), de manera que en unas pocas decenas de años algunas instituciones habían dejado de existir y otras habían perdido de manera definitiva su significado, mientras que otras habían sufrido tantas alteraciones que, readaptándose a una nueva situación en la Colonia, habrían de responder a los dramáticos retos que representaba el contacto con la sociedad occidental. (Polo de Ondegardo 1916)
Fig.2. Gráfico de la foja 272, Huacas del Collasuyo. Del Capítulo de los Ídolos “Ídolos y Waqas de los Collasuyos, Uillca Nota”.
De esta manera, donde existía una huaca, surgía una cruz o se construía un templo cristiano. En el más conocido y sombrío ejemplo, Fernando Pizarro comenzó su depredadora tarea ordenando la edificación del Convento de Santo Domingo sobre el mismo Templo del Sol, llamado Coricancha (Cori: oro, templo del oro) por estar adornado con este precioso metal (Rostworowski 1992). Hechos como éste exponen claramente la absoluta decisión de los conquistadores de demostrar a los indígenas la superioridad de su religión e imponer su cultura a partir de un principio de coerción religiosa (Mills 1994). La extirpación, considerada ya como un proceso, se conceptualizaba –entre teóricos y apologistas- como una mezcla perfecta de medidas pedagógicas, judiciales y penales,
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necesitadas para reconvertir o llevar a los “indios cristianos” de nuevo al “buen camino” (Ibíd.). Evidentemente, la gama de medidas utilizadas resaltan en gran medida la inventiva y creatividad de los representantes eclesiásticos a la hora de aplicar castigos. Sin embargo, el aspecto físico de dicha “extirpación” es sólo una parte y no contempla otro tipo de actividad física, sobre todo aquella referida a la transformación y resignificación de espacios y lugares ya sea a partir de su destrucción, como de su reutilización o reedificación. Dicha “resignificación” tenía como objetivo apropiarse de los paisajes indígenas, y la importancia ritual que comprendían, a partir de una conversión efectiva de su contenido abstracto, utilizando el mismo –sin variación alguna- desde la óptica de nuevas “etiquetas”. Para nuestro caso, el espacio tratado habría pasado de ser una huaca donde se rendía culto a los ancestros, a ser un templo donde también debería rendirse culto. De esta manera, el sistema asegura su supervivencia sin necesidad de crear nuevos mecanismos que podrían no tener el mismo impacto o grado de aceptación. LA HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN. Época prehispánica. Para este periodo nos basamos en documentación histórica. La misma afirma que los Inkas colonizaron la región que se halla en torno de los dos ríos de la ciudad. La zona, denominada Churupampa, contó al parecer con un templo, o preferentemente una huaca, en el lugar donde actualmente se hallaría la parroquia de San Sebastián. (Monje 1945) En este periodo se genera cierta explotación aurífera, que probablemente fue de baja intensidad. Algunos atribuyen este periodo, que va de 1183 a 1190, como perteneciente al reinado del cuarto Inka: Mayta Qapac. Otros sitúan este periodo entre 1438 y 1463, perteneciente al reinado del Inka Pachacuti (Ledesma 2004, 2006). Nosotros preferimos apoyarnos en la segunda fecha (1438-1463), debido a que, como lo señala Pärssinen (2003), el registro señala que las mayores expansiones del imperio se generan bajo el reinado de Pachacuti. Periodo Colonial. Los primeros escritos se generan alrededor de 1533, momento en el cual Sancho Hoz describe la explotación aurífera en la zona. Concretamente es en 1537 cuando las labores de explotación aurífera se intensifican; la causa parece ser la intrusión de una mayor población de españoles. Este hecho hará que alrededor de 1538 se empiece la construcción de una capilla primitiva cerca de una probable huaca prehispánica o en las inmediaciones de ésta, lugar donde mas tarde se ubicará la parroquia de San Sebastián. Para 1540 con la llegada de Francisco Pizarro se reinicia la explotación aurífera de forma más intensa. (datos tomados de Monje 1945)
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En el año de la fundación de nuestra señora de La Paz (1548), cerca al 26 de noviembre, se dará inicio a la construcción de la primera iglesia de La Paz, es decir San Sebastián, que previamente, y por el período de un año, fue llamada San Pedro. (ibid.) Ya para 1552 (el 19 de agosto) se ampliará el templo de San Sebastián para dar forma, mediante la sustitución de la capilla, al actual templo. Al parecer es a partir de 1618 que comienza una larga cadena de desastres, pues en ese mismo año cae una de las paredes de la iglesia, en 1781 la iglesia es destruida durante la sublevación de Tupac Katari. Su reconstrucción se realizará en 1782 por obra del padre Antonio Coroastizo y Argandeña. En 1816 se derrumba una de las paredes del templo, por lo que se inicia un pequeño periodo de reconstrucción. (ibid.) Periodo republicano. En 1816 nuevamente se derrumban sus paredes. En este momento, se inicia una nueva reconstrucción del templo que se caracteriza por las siguientes inclusiones: elevación de las paredes, cambio de altares, variación del portal principal y la construcción de una nueva cúpula. (ibid.) Para 1875 sucede el primero de tres incendios importantes, el mismo quema el templo hasta los cimientos y da comienzo a otro período de refacción que culminaría cerca de 1878. El 27 de Mayo de 1885 un segundo incendio destruye el templo, dando inicio a una fase de reconstrucción que se caracteriza por una nueva cúpula, y la elevación de la actual torre. Finalmente el 21 de Agosto de 1888 acontece el último incendio, ocurrirá entonces que se perderá prácticamente todo el altar. (ibid.) Hace apenas dos años -Marzo de 2006- la iglesia sufrió un derrumbe de la cúpula y partes del piso eran visiblemente atacadas por la humedad. Como resultado, se requirió la participación de un equipo multidisciplinario encargado de registrar la evidencia arqueológica a nivel del subsuelo y hacer los estudios de rectificación de los muros. El presente estudio se basa en parte del material recuperado por los arqueólogos encargados de la excavación dentro del templo. LA CERÁMICA DE SAN SEBASTIÁN. La cerámica cocida obtenida en los contextos de excavación del año 2006 (76 fragmentos de diversos objetos y una tinaja miniatura completa en total), nos sirve como indicador de las sucesivas fases de ocupación del templo, a pesar de que toda la muestra proviene de un solo evento resultado de la remoción de los cimientos de la Iglesia desde su construcción (ca. 1548) hasta su última reconstrucción (1885), evidenciada en los restos de ceniza insertos en la matriz del suelo (consultar Rendón et al. 2007). Dicho evento contuvo, además, los restos óseos de alrededor de 40 individuos y algunos otros objetos orgánicos “asociados” –pues la asociación es dificultosa toda vez que tratamos un evento disturbadoa los cuerpos (restos de textiles, calzados, cabellos, madera de ataúdes y otros) que ya han sido tratados por otros investigadores (Íbid.).
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Para una mejor comprensión de los componentes cerámicos, y su cantidad, presentamos la siguiente tabla y gráfico (ordenada por Unidad de Excavación – U. E.): TABLA 1. COMPONENTES CERÁMICOS U. E.
Componente Prehispánico Componente Colonial 13 41 Unidad A 0 1 Unidad B 6 16 Unidad C TOTAL
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Este primer acercamiento nos exige a su vez explicar más detenidamente el comportamiento de dichas unidades de excavación, siendo la más representativa la unidad A. Dicha unidad (tabla 2), con un total de 53 fragmentos y un objeto entero (tinaja miniatura), es la que mayor densidad de materiales cerámicos presenta. La cerámica prehispánica (tabla 2.1) posee características importantes en el desarrollo de nuestro análisis (referirse al acápite del componente prehispánico más adelante). Del total de tiestos, dos presentan engobe negro, uno es negro debido a su cocción, existe un fragmento de olla tiznada y una base de cántaro, dos fragmentos de tinaja miniatura y una tinaja miniatura completa, un tiesto de engobe marrón y cuatro fragmentos que pueden ser caracterizados como cerámica Inka. Por otra parte, el componente Colonial (tabla 2.2) presenta siete fragmentos de mayólica, 2 de cerámica Colonial “local” y 32 fragmentos de teja.
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TABLA 2. COMPONENTES U.E. A Componente Prehispánico Colonial
Cantidad de fragmentos 13 41 54
TOTAL
TABLA 2.1 COMPONENTE PREHISPÁNICO U.E. A Tipo Fragmentos Objetos enteros
Cantidad de fragmentos 12 1 13
TOTAL
TABLA 2.2 COMPONENTE COLONIAL U.E. A Tipo Vasijas (Mayólica) Tejas
TOTAL
Cantidad de fragmentos 9 32 41
Extrañamente, la unidad B sólo presenta un fragmento de teja Colonial. Finalmente, la unidad C presenta 6 fragmentos de cerámica prehispánica (tosca y sin engobe) y 16 fragmentos de teja representando al componente Colonial. Como hemos podido observar, una primera división sugiere dos tipos de componentes, Prehispánico y Colonial (respetando los periodos señalados en el anterior acápite). Un estudio al interior de cada componente sugiere una subdivisión en tipos de pastas como sigue: Componente prehispánico. Pasta 1.- Pasta compacta, de fractura recta, cuya inclusión principal son feldespatos semiesféricos de grano medio y pequeños granos redondeados de mica. Presencia en menor cantidad de cuarzo transparente semiesférico. La densidad de las inclusiones es media. Pasta de color negro. Se asocia a una base con alisado-estriado.
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Pasta 1
Base (pasta 1)
Pasta 2.- Pasta semi compacta, de fractura irregular debido a las inclusiones de grandes granos de cuarzo con aristas agudas y calcitas, asĂ como mica aluvial. La densidad de las inclusiones en esta pasta es alta. Se asocia a un borde de jarra.
Pasta 2
Borde (pasta 2)
Pasta 3.- Pasta compacta de fractura recta, con baja densidad de inclusiones consistentes principalmente en mica aluvial; se observan esporĂĄdicamente grandes granos de cuarzo transparente, semiesfĂŠricos. Se asocia a una base de tinaja, probablemente.
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Pasta 3
Base (pasta 3)
Pasta 4.- Pasta compacta de fractura recta, con densidad media de inclusiones de tamaĂąo medio; aparecen predominantemente la biotita y la piedra molida; casi no aparece el cuarzo, y la mica aluvial aparece en menor medida. Se asocia a un asa de tinaja (probablemente).
Pasta 4
Asa (pasta 4)
Pasta 5.- Se asocia a unas tinajas en miniatura. Es una pasta compacta de fractura recta con alta densidad de inclusiones de piedra molida, otros componentes como la mica y el cuarzo estĂĄn ausentes.
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Pasta 5
Tinajas en miniatura (pasta 5)
Componente colonial. Pasta 1.- Pasta muy compacta de fractura regular, arcilla seleccionada (o natural) sin inclusiones. Se asocia a un borde engrosado de plato(?) que presenta huellas de torno. Este tipo de pasta ha sido denominado “Colonial local” en este estudio por presentar una manufactura tosca (a diferencia de otros tipos que presumimos Potosinos) y porque el vidriado está ausente.
Pasta 1
Borde (pasta 1)
Pasta 2.- Pasta muy compacta de fractura regular, con baja densidad de inclusiones de mediano tamaño, principalmente biotita; escasa presencia de mica. Se asocia a un borde de plato hondo, cuerpos decorados y una base de plato, todos de terminado vidriado con decoración polícroma.
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Pasta 2
Fragmentos (pasta 2)
Pasta 3.- Pasta muy compacta de fractura regular, con inclusiones en baja densidad y de pequeño tamaño, esporádicamente algunas grandes no intencionales, que incluyen feldespato, biotita e inclusión rojiza no determinada. Se asocia a un fragmento de cuerpo con negativo de asa y vidriado verde oscuro.
Pasta 3
Cuerpo (pasta 3)
Componente republicano. Se halla ausente o no pudo ser identificado. RESULTADOS. En primera instancia, concluimos una serie de porcentajes que provienen de nuestra muestra cerámica. Notamos que del 100% de la muestra total (76 fragmentos y un objeto entero), un 24.67% corresponde al componente prehispánico y el restante 75.32% al componente Colonial. De acuerdo a la naturaleza y características particulares de cada componente, obtenemos los siguientes resultados:
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Se determinaron 5 tipos de pastas precolombinas –no concluyentes- que evidencian una alta variabilidad en la historia ocupacional de este espacio, con anterioridad a la colonia. El contexto de remoción en el que fueron obtenidas no nos permite filiar confiablemente estos restos (exceptuando aquellos fragmentos claramente Inka). Podemos sugerir que este espacio tuvo un probable componente doméstico-ritual, basados en los tiestos diagnósticos encontrados. Para el caso de la Colonia, se determinaron tres tipos de pastas que excluyen aquella perteneciente a las tejas Coloniales (49 fragmentos), resultando en un universo total de 9 fragmentos. Denominamos “local” a una de ellas debido a la falta de inclusiones, ausencia de vidriado y manufactura tosca, lo que sugeriría que la arcilla es del lugar – basándonos en el probable origen fluvial de la misma; alrededor de un 22,22% de la cerámica Colonial reconocida pertenece a este tipo (2 fragmentos). Los restantes dos presentan notables semejanzas con los tipos determinados por Albarracín y Michel (1998) para Nor Lípez. Alrededor de un 77.77% (7 fragmentos) de la cerámica en el componente Colonial se asocia a este tipo vidriado con pasta fina y, en el caso de la Pasta 2, decoración polícroma al modo de la cerámica conocida como “Mayólica Panameña” (para más información véase Cruxent 1979; Goggin 1968; Lister y Lister 1974, 1978; Rovira 1997, 2001), claro que con un antiplástico más tosco. Por razones didácticas la denominamos, provisionalmente, como “Mayólica Potosina”, entendiéndose por esto una cerámica de factura local (Potosí) que emula en algún grado la mayólica fabricada en Panamá (misma que reproduce algunos rasgos de las porcelanas y cerámicas chinas e inglesas). CONCLUSIONES. El proceso denominado “extirpación de idolatrías” -en las huacas locales- presenta ciertas características que lo definen como un proceso menos violento de lo que imaginamos. En principio, la extirpación se referiría más a un cambio total de estructura, sin embargo ya hemos puntualizado que el significado de la huaca pasa por una transformación de tipo más adaptativo, los ritos y procesos se encaminan al mismo resultado, el dotar de un significado divino o ritual a un espacio dependiendo de la concepción que cada cultura tenga de ello. En nuestro caso, la aparición de cerámica en los diferentes periodos de ocupación de este espacio demuestra que la función del mismo sigue estando ligada a procesos diarios como son la ingesta de alimentos. Podríamos aventurarnos a decir que incluso en el caso de los ritos funerarios –evidenciados en las tinajas miniatura- este espacio continuaba teniendo cierto tipo de significados que no cambiaron durante la Colonia. Sin embargo, es notable la diferencia cuantitativa entre componentes (24.67% para la cerámica precolombina y 75.32% para la Colonial). A primera vista, la diferencia es considerable y bastante marcada. Sin embargo, debemos comprender que del 100% del componente Colonial, un 84.48% (49 fragmentos) pertenece a tejas, dejando para el análisis sólo un 15.51% (9 fragmentos), en contraposición al 100% del componente prehispánico (con 19 fragmentos, más del doble para el anterior componente). A pesar de ello, debemos
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comprender que es justamente la aparición de los fragmentos de teja Colonial lo que nos permite asegurar la existencia de un proceso de extirpación y apropiación de este espacio. Ello demuestra que el apoderamiento de este espacio es total durante la colonia, por lo menos desde la óptica material de la ocupación, tomando como referencia la efectividad y agresividad del emplazamiento de una construcción formal en un espacio que característicamente no poseía ninguna. Esto apoyaría el concepto de “extirpación”, entendido como la aparición y utilización de elementos foráneos al área por parte de los curas y españoles, presumiblemente. En este aspecto, es altamente conveniente realizar una investigación más sistemática y detallada del nuevo componente cerámico identificado (léase “Mayólica Potosina”), dado que las características de su manufactura, procedencia y posterior aparición podrían ser fuertes indicadores de procesos de ocupación y resignificación que hasta el momento han escapado a nuestro entendimiento de las dinámicas socio-políticas de nuestra ciudad en este momento de la Colonia. Nosotros creemos que debido a la dificultad de trasladar cerámica utilitaria de factura fina desde Panamá, las industrias coloniales en la región vieron por conveniente replicar la misma basándose en patrones de manufactura preestablecidos con materiales provenientes de uno de los asentamientos más importantes en la época (Potosí); de esta manera se abarataban los costos de adquisición mientras que la “vajilla” mantenía un estándar de acabado fino que satisfacía a las clases que la poseían. Sin embargo, ésta hipótesis aún debe ser contrastada con mayores estudios sobre materiales de asentamientos coloniales. En 1998, Albarracín y Michel señalaban que “la costumbre española de la Colonia era establecer iglesias en lugares que generalmente eran considerados sagrados (…). En tal sentido, es probable que subyacente a (las iglesias) se encuentren restos prehispánicos. Solamente a través de un programa sistemático de excavaciones se podrá determinar el contenido cultural o, en su defecto, la ausencia de algún componente prehispánico en el sector de (las iglesias).” (Albarracín y Michel 1998:44). En el caso de San Sebastián, tanto la cerámica como otros restos relacionados a costumbres funerarias (cuerpos y ajuares), apoyan este enunciado. Las primeras descripciones de la zona se dan alrededor de 1533, momento en el cual Sancho Hoz describe la explotación aurífera en la zona. Asumimos, dada la ausencia de trabajos sistemáticos y documentación, que es fiable asociar los vestigios materiales españoles a partir de este año o quizá cerca de 1536 cuando el español Juan Saavedra observa y describe el caserío, compuesto en gran parte por lo que conocemos actualmente como el tambo Quirquincho. (Monje 1945) A partir de este momento, la percepción paisajística y principalmente el contenido –léase “significado”- ritual del entorno geográfico en el área habrían de cambiar de una forma irreversible. Dicho cambio desembocaría en una transformación clara de orden sociopolítico y religioso que determinaría, en cierto grado, el desarrollo posterior de sistemas de culto relacionados con este espacio. Sin embargo, el significado primigenio del mismo se
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habría mantenido en el imaginario de los actores involucrados en el proceso, de forma tal que el sincretismo religioso que observamos hoy en día habría de asegurar una parte del legado histórico y patrimonial relacionado al espacio donde hoy podemos observar el primer templo –de la región- testigo importante de parte de nuestra historia: San Sebastián. AGRADECIMIENTOS. En estos 200 años, deseo agradecer en primer lugar y antes que a nadie al Chukiapu Marka que nos vio nacer a mi y a mi hijo. En segundo lugar, a mi amigo y maestro Jedu Sagárnaga; un “ch’ukuta pico verde” cuyas observaciones al presente escrito fueron invaluables. Finalmente, a Pablo Rendón por haberme permitido tratar con tan importante material arqueológico y al resto del equipo por su interés, en especial a Dagner Salvatierra quien me recomendó para apoyar en el estudio de los materiales obtenidos en excavación. BIBLIOGRAFÍA. Albarracín Jordán, Juan y Marcos Michel. 1998
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