INTEGRACIÓN CORPORAL
Cuida tus articulaciones Trabajan constantemente pero apenas sabemos cómo cuidarlas para mantenerlas lubricadas. Algunos ejercicios específicos, realizados sin forzar, permiten conservar o mejorar su amplitud de movimiento.
L
as articulaciones ejercen una función muy importante en el cuerpo y, sin embargo, no se suelen conocer bien. Nos preocupamos de ellas sobre todo cuando empiezan a hacernos sufrir (por lo que popularmente se denomina «reumatismos»). Entonces se hace evidente que, si bien hay numerosas técnicas que se centran en distintas partes del cuerpo, se practican muy pocos ejercicios específicos para las articulaciones. Pero sí existen movimientos destinados precisamente a ejercitar las articulaciones. Estos movimientos no persiguen trabajar la fuerza muscular ni ganar coordinación ni estirar los músculos, sino preservar o recuperar un deslizamiento fácil en cada articulación, como si se pusiera un poco de aceite en un engranaje para lubricarlo. Se trata de movimientos que nos «articulan».
Dentro de este tipo de articulaciones se pueden distinguir, a su vez, dos clases: Huesos adheridos a un fibrocartílago. En estas articulaciones, cada uno de los huesos está adherido a un fibrocartílago común. Un fibrocartílago es una estructura que posee cierta flexibilidad, de ahí que facilite el desplazamiento de los huesos. Este tipo de articulación se puede encontrar en la parte anterior de la pelvis, entre los huesos iliacos (la sínfisis del pubis), o entre los discos vertebrales. Los movimientos de estas articulaciones son mínimos, por lo que no hablaremos de ellas en este artículo. Diartrosis. En otro tipo de articulaciones existe un mecanismo que favorece los movimientos angulares, en ocasiones repetitivos e incluso muy amplios. Son las diartrosis (o articulaciones móviles), localizadas por casi todo el cuer-
CLASIFICACIÓN SEGÚN SU MOVILIDAD
MOVILIZAR LA RÓTULA
¿Qué es una articulación? En el esqueleto, es el área que une dos huesos distintos y que permite su movimiento gracias al contacto entre ellos. Se puede establecer una primera clasificación de los diferentes tipos de articulaciones en: aquellas que aceptan muy poco movimiento –es decir, solo los llamados micromovimientos, como las suturas craneales– y aquellas que posibilitan movimientos visibles e incluso mesurables.
Siéntate en una silla y coloca un pie sobre un taburete. Deja la rodilla extendida, pasiva. Nota el pequeño hueso que se encuentra en la parte delantera de la rodilla: la rótula. Su unión con el fémur soporta a veces grandes presiones. Para «lubricarla», moviliza la
po y para las que se describen ejemplos de ejercicios en este reportaje. En cada uno de los ejercicios, además, se especifica lo que ha de tenerse en cuenta para los tres tejidos presentes en estas articulaciones: el cartílago, la cápsula y la membrana sinovial.
EVITAR PRESIONAR EL CARTÍLAGO Las partes óseas en una diartrosis están cubiertas por una capa blanquecina y brillante, cuya superficie es muy suave. Se trata del cartílago, a menudo el gran olvidado por las técnicas de tratamiento corporal, como si se cuidase solo. Con todo, una lesión o el desgaste del cartílago producen molestias o incluso impiden muchos movimientos corporales. El cartílago es un tejido hidrófilo, es decir, que absorbe el líquido del medio
rótula, con cuidado de no apretarla hacia el fémur. Sujeta la rótula con el pulgar por un lado y las yemas del resto de dedos por el otro. Tira de ella poco a poco como si quisieras separarla del hueso de abajo. Luego, llévala con delicadeza hacia el interior
o el exterior de la rodilla. La amplitud del desplazamiento debe ser mínima, de uno a dos milímetros. Déjala descansar, y repite el ejercicio cuatro veces. Cuando termines, cierra los ojos y compara la sensación que tienes en cada una de las rodillas.