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Expuesto Antoni Clavé, reencuentro La Fundació Vila Casas dedica una gran muestra al pintor catalán que vivió en el exilio, una obra de gran vigor estético que merece ser descubierta Página 18
Pantallas La deuda con Jesús Franco Una reflexión sobre la obra de un director libre, con una poética propia, inimitable, un estajanovista del cine de género, respetado y lúcido Página 26
La música es visual El festival Loop plantea el cruce entre la videocreación, el cine de vanguardia y la música popular Páginas 2 a 5 y Documental
MIÉRCOLES 8 DE MAYO DEL 2013
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FESTIVAL LOOP Screen Festival: Del 16 al 25 de mayo. En 80 espacios por toda la ciudad: ‘This is not a love song’. Exposición en La Virreina. Del 22 de mayo al 29 de septiembre. ‘Haute Fidélité’. Exposición en Arts Santa Mònica. Del 16 de mayo al 15 de junio ‘A Parade’ de Hans op the Beek. Proyección en las ventanas del Cercle del Liceu. Del 16 al 21 de mayo ‘Ye Shanghai’. Performance de Roberto Paci Dalò en el CCCB. 17 de mayo a las 20 h Feria Loop: del 23 al 25 mayo Loop Studies: del 22 al 24 mayo www.loop-barcelo na.com
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El Festival Loop, que ha convertido a Barcelona en una referencia internacional en el terreno del videoarte, vuelve a partir de la semana que viene a la ciudad. Su principal exposición, ‘This is not a love song’, en La Virreina, está dedicada al cruce de caminos entre la videocreación y la música pop: un tema que desarrollamos en estas páginas
MÚSICA Y ARTES VISUALES
¡Esto no es publicidad musical! ALBERT ALCOZ
A mediados de los años sesenta la música pop confluye con las imágenes en movimiento para ampliar su afán propagandístico. Su consecuencia es la consolidación del vídeo musical televisivo como fenómeno hegemónico para publicitarla, más allá de la radio. Pero es en otro contexto, el artístico, donde emergen una serie de problemáticas que atañen al valor estético e ideológico de la representación audiovisual del pop-rock. Las obras expuestas en la muestra This is not a love song plantean algunas de estas cuestiones. Música e imágenes en movimiento han ido ligadas desde los
inicios del cinematógrafo. Representar la percepción visual y auditiva del ser humano mediante dispositivos tecnológicos ha sido una de las búsquedas más insistentes en la creación del siglo XX. Durante la etapa muda de la historia del cine, las interpretaciones musicales en directo eran habituales. La ausencia de diálogos sincrónicos o voces en off que relataran los conflictos de los personajes quedaba subsanada por el acompañamiento de composiciones musicales durante la proyección. Antes de que las películas habladas –los talkies de los años treinta– mermaran aportaciones específicamente cinematográficas logradas por realizadores for-
malistas, la experimentación musical y la investigación sonora eran campos inherentes a la práctica fílmica. Es en las obras cinematográficas de vanguardia donde se hallan las conjunciones más precisas entre audiovisual y música popular, por el hecho de elaborar dialécticas entre la plasticidad de las imágenes y la armonía de los sonidos. El concepto música visual designa toda una corriente de animación abstracta representada por cineastas como el alemán Oskar Fischinger, quien unifica composiciones pictóricas geométricas con temas musicales de origen clásico. Sus poemas ópticos hallan cadencias temporales cuyos recursos dinámicos han inspirado innumerables vídeos musicales posteriores. Esa búsqueda incesante de combinaciones auditivas y visuales influye directamente muchas de las aportaciones del cine experimental norteamericano de los años sesenta. Es ahí donde deben explorarse las conexiones con la representación audiovisual de la música actual. Teóricos como William Moritz han señalado, persistentemente, el vínculo entre la música visual norteamericana representada por cineastas como los hermanos Whitney o Jordan Belson, y los vídeos musicales de la década de los años ochenta, omnipresentes con la irrupción fulgurante de la MTV. Pero para buscar el origen específico del videoclip hay que acudir a los Beatles de la etapa psicodélica. Ante las dificultades para asistir a los platós de los habituales magazines del momento –Top of the Pops o Ready Steady Go!– para interpretar sus nuevas canciones, los
Albert Alcoz (Barcelona, 1979) es realizador, escritor, programador y docente especializado en cine experimental y documental, videocreación y vídeo musical. Licenciado en Bellas Artes por la UB. Codirector de la web Venusplutón! y creador del blog Visionary Film
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cuatro de Liverpool deciden producir y protagonizar piezas audiovisuales que puedan emitirse por las cadenas televisivas de medio mundo. Es precisamente el padre del videoarte, el coreano Nam June Paik, quien recicla una documentación del los fab four para desmitificar su imagen, distorsionando tanto sus figuras como sus interpretaciones. Beatles electroniques (1966-69) reutiliza un registro videográfico del grupo británico para transformar la señal del tubo de rayos catódicos, proponiendo un cúmulo de texturas electrónicas articuladas como feedbacks continuos. Se deja de lado el componente publicitario para desviarse hacia las consideraciones pictóricas de la pantalla televisiva. La iconografía pop queda tergiversada por una actitud descarada, que es una de las señas de identidad del videoarte primerizo. La dimensión psicodélica de la música pop viene marcada por un movimiento contracultural posicionado entre dos ejes principales: un rechazo a los rígidos convencionalismos de la sociedad y un deseo por expandir la consciencia personal. En 1967 los titubeos alucinógenos, las músicas envolventes y los espectáculos multimedia favorecen una nueva dimensión cognitiva de percepciones visuales insólitas que en el ámbito fílmico se vincula al expanded cinema. Es en la ciudad de Nueva York –entre las paredes plateadas de la Factory de Andy Warhol–, donde la multiplicación de estímulos sensoriales alcanza su máxima expresión. Multiproyecciones de screen tests, pases de diapositivas, luces estroboscópicas y danzas estáticas de Edie
Sedgwick se fusionan durante el directo ensordecedor de la Velvet Underground. Ronald Nameth lo documenta en un filme experimental titulado Exploding Plastic Inevitable (1967), que acelera o ralentiza las velocidades de filmación para expandir y contraer el tiempo. Es una respuesta cinemática a un evento prácticamente hipnagógico, pautado por la música ruidosa, perversamente ensoñadora, de Lou Reed y compañía. ‘Pop my religion’
Con su interminable serie de retratos filmados entre 1964 y 1966, el adalid del pop-art, Andy Warhol, mitifica el rostro humano hasta alcanzar connotaciones religiosas. Los screen tests son más de cuatrocientas bobinas, de poco más de tres minutos, que ensalzan personalidades del mundo de la cultura como Marcel Duchamp, Allen Ginsberg o Nico. Estas pruebas de pantalla son retratos temporales
o Henry Rollins son algunos de los protagonistas de un documental reflexivo que conjetura la existencia del rock –y del punk– como refugio espiritual. Graham compone un altar de elucubraciones para afirmar que los clubs de rock son iglesias, santuarios en contra del estancamiento del mundo adulto. Rock, juventud y mirada queer son tres de los pilares sobre los que se asienta Scorpio Rising de Kenneth Anger: un homenaje ecléctico a la motocicleta, Marlon Brando, la homosexualidad, los símbolos nazis, la figura de Jesucristo y canciones imperecederas como Blue Velvet de Bobby Vinton o Hit the Road Jack de Ray Charles. Anger es, junto a Bruce Conner, uno de lo cineastas más influyentes para la consolidación del vídeo musical como producto cultural. Sus filmes sugieren una estética pop elaborada audazmente desde el underground –Anger colaborará con Mick Jagger y Bruce Conner lo
Es en las obras cinematográficas de vanguardia donde se hallan las conjunciones más precisas entre audiovisual y música popular de estética fotográfica, en plano fijo y sin sonido, que desvelan una condición espectral, inevitablemente fantasmagórica. La identificación con la estrella del rock por parte del adolescente es una de las consecuencias ante la crisis de la Iglesia tras la Segunda Guerra Mundial. Es también el punto de partida para que el artista multidisciplinario Dan Graham articule un discurso ensayístico titulado Rock my religion (19821984). Jim Morrisson, Patti Smith
hará con Brian Eno y David Byrne. En la realización televisiva en directo existe un territorio común que consiste en la búsqueda, por parte del cantante de turno, de la cámara que registra la señal durante su actuación. Esa mirada al objetivo busca una complicidad con el espectador que es, finalmente, un potencial consumidor. En el espacio galerístico o museístico también es habitual presenciar el cuerpo del videoartista dirigiéndose al espectador, a través de un moni- >
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> tor o una pantalla. Son creadores
que registran el devenir temporal de sus presencias físicas, entre apreciaciones intelectuales relacionadas con la desmaterialización del arte. Rosalind E. Krauss visualizó algunos de estos aspectos en un escrito paradigmático titulado El vídeo: la estética del narcisismo (1976). Theme song (1973) de Vitto Acconci y Baldessari sings LeWitt (1972) de John Baldessari son vídeos de baja definición en los que recitan monólogos autorreflexivos situados entre la parodia y la crítica; tanto del circuito del arte como de la industria musical. Son piezas que demuestran la capacidad del
eléctrica atada, por una cuerda, a un camión en movimiento. El sonido amplificado de la Fender Stratocaster emite zumbidos disonantes y frecuencias estruendosas a medida que las cuerdas y la madera del objeto se van deteriorando por el violento contacto con el asfalto. Lastimando la herramienta principal del mundo del rock, Marclay invoca tanto el espíritu Fluxus representado en los destrozos practicados a pianos de cola, como las actuaciones incendiarias de Jimi Hendrix. Producir sonidos aleatorios mediante la destrucción de instrumentos musicales es una práctica sonora improvisada que Philip
Las aportaciones del cine experimental y del videoarte han sido decisivas para consolidar el vídeo musical como producto cultural arte conceptual para romper fronteras entre el arte y los discursos teóricos que lo sustentan. Dan lugar a una reformulación de su definición, un cuestionamiento de sus códigos que desemboca en una postura ensimismada, a menudo tautológica, arte sobre arte. Ruido reciclado
Guitar Drag (2000) de Christian Marclay es una de las obras audiovisuales que mejor captura el fenómeno del ruido en el ámbito videoartístico. A lo largo de catorce minutos, este reconocido artista sonoro documenta una acción que consiste en arrastrar una guitarra
Corner ya reclama a principios de los años sesenta, en defensa de la indeterminación, ante los desarrollos previsibles del serialismo integral de Anton Webern. En el videoclip Close (To the Edit) (1984), que el realizador Zbig Rybczynski realiza para el grupo de rock experimental The Art of Noise, se arremete contra instrumentos clásicos mediante sierras mecánicas. Diversos planos de esta misma herramienta talando árboles son el elemento más significativo del vídeo Timber (1997) de Hexstatic para Coldcut. En este montaje vertiginoso registrado en la selva amazónica, el audio se com-
En la doble página anterior, de izquierda a derecha y de arriba a abajo: 1. Adel Abidin, ‘Three Love Songs’ (2010) 2 y 3. Candice Breitz, ‘Babel Series’ (1999) 4. Assume Vivid Astro Focus, ‘Walking on Thin Ice’ (2003) 5. Christian Marclay, ‘Guitar Drag’ (2000) 6. Charley Case, ‘Fryday, June 18, 1999, City of London’ (1999) 7. Jeremy Deller, ‘The Faireys Band perform’ (2005) En esta doble página: 8. Jeremy Deller, ‘History of the World’ (1997-2004) 9. Tony Oursler, ‘Sound Digressions in Seven Colors’ (2006) 10. Dan Graham, ‘Rock My Religion’ (1982-84) 11. Charles Atlas, ‘Hail the New Puritan’ (1985) 12. Tony Cokes & Scott Pagano, ‘5%’ (2001) 13. Largen & Bread, ‘Crash!!!’ (2008) 14. Tony Cokes, ‘Vice’ (1998)
pone de sonidos pertenecientes a los propios fragmentos videográficos. El proceso de reciclaje defiende la ecología audiovisual, denunciando, simultáneamente, la deforestación del planeta. No existe ningún rastro publicitario en esta pieza electrónica, sino todo lo contrario: hay un compromiso ideológico con el medio ambiente propuesto con estética rompedora. Aquí la música emerge de las imágenes, lo que se oye es lo que se ve. Apropiarse de materiales visuales ajenos para proponer nuevos usos estéticos e ideológicos es uno de los recursos más evidentes en la videocreación actual. Found footage o scratch video son términos que designan tendencias creativas situadas alrededor del (des)montaje. Con la llegada de las herramientas digitales y la accesibilidad de internet estas estrategias se multiplican exponencialmente. La descontextualización de fragmentos audiovisuales pertenecientes al mundo del pop se observa en piezas artísticas como Fiorucci made me hardcore (1999) o Crash!!! (2008). Con el primero Mark Leckey ofrece un recorrido por las diferentes escenas musicales británicas (del northern soul al acid house), centrado en los bailes de los clubs nocturnos. Se visualiza una mirada nostálgica a un pasado reciente, ensalzado con temas musicales emblemáticos, transformados en texturas ambientales atemporales. Javier Largen distorsiona gradualmente unos pocos
planos de actuaciones de estrellas del rock como Pete Townshend, hasta hacerlas completamente abstractas. La dimensión auditiva de este trabajo responde al proceso de desfiguración, añadiendo estructuras repetitivas, espirales minimalistas pertenecientes a una composición de Steve Reich. Canciones expuestas
Con la exposición This is not a love song se dibuja un recorrido híbrido por el cúmulo de influencias mútuas acontecido entre las artes visuales y la música pop. Para hacerlo se toma en consideración el punto de vista de cineastas experimentales, videocreadores y artistas visuales. Videoinstalaciones, vídeos monocanal y vídeos musicales ofrecen una amplia perspectiva del fenómeno audiovisual en relación al imaginario de la música pop-rock. Comisariada por Javier Panera, la muestra utiliza el título de una canción de Public Image Ltd. –el grupo del que fuera cantante de los Sex Pistols, Johnny Rotten– para vertebrar una selección heterogénea de piezas que ponen sobre la mesa el debate sobre la relevancia del discurso, la estética y el contexto en toda manifestación artística. Especialmente en una producción audiovisual multifacética y versátil que cuando se acerca a la música pop-rock lo hace sin los impedimentos informativos de los medios de comunicación, ni las imposiciones comerciales de la industria discográfica. |
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Políticas de la música de baile
“Libera tu mente… y tu culo le seguirá” 09
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imprescindible ensayo Androginia en el Reino Unido: cultura rave, psicodelia y género (1992), al acid house en los años ochenta y a la cultura rave a principio de los noventa también se les ha reconocido cierto potencial subversivo. “La sinergia entre la música y el componente afectivo del éxtasis tenía la fuerza de provocar formas específicas de comunidad y escapismo, de resistencia y aceptación, de idealismo utópico y hedonismo nihilista…” Las contradicciones son las mismas que tiene el actual momento político pero lo cierto es que en 1989 hubo un segundo verano del amor en el Reino Unido, ¡de ahí la simbología de caras sonrientes! y, aquel mismo año, la caída del muro de Berlín generó espacios utópicos de liberación temporal como el Love Parade (que permitía por primera vez bailar juntos a los jóvenes del este y el oeste). Fiorucci made me hardcore (1999) del británico Mark Leckey es otra pieza que ha logrado el estatus de cine de culto y al mismo tiempo fue decisiva para que el artista obtuviera el prestigioso Turner Prize en el 2008. El filme es un collage audiovisual que se adentra en las subculturas asociadas a la música de baile en Inglaterra entre 1970 y 1990. A las imágenes de jóvenes practicando el singular estilo northern soul de los sesenta se sobreponen secuencias de danzas frenéticas grabadas durante raves ilegales con música acid house. Este potencial liberador del baile para “tomar las calles” que en algún momento reclamaron los situacionistas en mayo del 68, anticipando el activismo festivo de movimientos como el 15-M, también aparece poéticamente reflejado en los trabajos relacionales de artistas como Jeremy Deller, que en The history of the world traza una genealogía
Además del hedonismo, la música de baile aporta un potencial subversivo de las relaciones entre la música popular y las protestas ciudadanas, que se inicia con las brass bands del siglo XIX y también culmina en las raves ilegales de finales de los noventa en Inglaterra. Finalmente, podemos recordar Friday, June 18, 1999, City of London, de Charley Case, una película en blanco y negro rodada en formato súper 8 que documenta –¡a ritmo de tango!– una fiesta callejera organizada en el centro de Londres por el colectivo de artistas y activistas Reclaim the Streets, célebre por este tipo de actividades, que retoman el potencial subversivo del carnaval y de las raves techno en prácticas de ocupación y repolitización del espacio público.
Miércoles, 8 de mayo 2013
‘Free your mind… and your ass will follow!!!’. En 1970, Funkadelic nos entregó todo un manifiesto vital concentrado en ocho palabras y poco más de treinta minutos de música endiabladamente adictiva que tras su supuesto contenido sexual nos incitaba a lograr la emancipación bailando como posesos. En efecto, frente a la estética rockista y claramente falocrática de una parte significativa de las subculturas musicales y a los comportamientos elitistas y autocomplacientes de algunos representantes del llamado art rock –recordemos por ejemplo el intento declarado de músicos como Glenn Branca y bandas como Sonic Youth de alejar las estructuras compositivas del rock de sus raíces rhythm and blues– se opone la visión hedonista y aparentemente frívola de la música de baile asociada tanto a los jóvenes de clase trabajadora como a las reivindicaciones de las minorías afroamericana y gay. (Tell me why) The epistemology of disco (1990), del artista australiano John DiStefano, es una visión del papel que la música disco ha desempeñado en la formación de la identidad gay. DiStefano insiste en definir la discoteca como algo más que un simple espacio de diversión y la presenta como un espacio cultural casi utópico, surgido a raíz de las formas de expresión pública de sexualidad homoerótica. En este sentido, su vídeo se abre recordando el Stonewall Inn, el único bar para transexuales y travestis de Nueva York donde se les permitía bailar con cierta libertad a finales de los sesenta, por lo que la incipiente disco music que comenzaba a gestarse en aquellos años se convirtió en una de las señas de identidad de este colectivo, hasta que en junio de 1969 se produjo una brutal redada policial que generó importantes disturbios y movilizaciones. El vídeo combina análisis semióticos, fragmentos de películas gays y clásicos de la música disco, como hilo conductor que traza el linaje histórico del movimiento de liberación homosexual, surgido tras la revuelta de Stonewall y las protestas activistas contra el sida en los años ochenta. En un plano similar, Funk lessons (1983), de la artista afroamericana Adrian Piper, mezcla performance y antropología cuando la artista aparece ante una audiencia de estudiantes blancos de clase media impartiendo nociones sobre los movimientos básicos del funk. En esta performance, Adrian Piper desafía la identidad social de su audiencia poniendo a su alcance un medio de comunicación (el funk) aparentemente inaccesible para los blancos a finales de los setenta. Como recuerda Simon Reynolds en su
Cultura|s La Vanguardia
Javier Panera es profesor de Cultura Audiovisual y Últimas Tendencias Artísticas en la Universidad de Salamanca y comisario de la exposición ‘This is not a love song’. Ha sido director del DA2. Centro de Arte Contemporáneo de Salamanca (2004-2011) y del Festival Internacional de Fotografía y Vídeo de Castilla y León, Explorafoto (2006 -2011)
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JAVIER PANERA