OREMUS Xavier Ferrer Chust
OREMUS Xavier Ferrer Chust
EDITA: Xavier Ferrer Chust IMPRIME: Sichet, S.L. © DISEÑO Y MAQUETACIÓN: javi.sales © DE LAS FOTOGRAFÍAS: Xavier Ferrer Chust © DE LOS TEXTOS: Juan María Rodríguez Caparrós Juan Manuel Díaz Burgos ISBN: 978-84-697-1129-3 DEPÓSITO LEGAL: CS 300-2014 EDICIÓN: SEPTIEMBRE 2014 COLABORA: Il·lm. Ajuntament de Vila-real
xavier@xavierferrer.com
OREMUS POR UNA MIRADA ESPECIAL Si hay un motivo por el cual la fotografía desde su creación se ha sentido especialmente atraída es el religioso. En todas sus manifestaciones rituales, la plasticidad, unida a todos los elementos estéticos de los que se arropa, han deslumbrado siempre al fotógrafo. Desde el inicio de la invención de este proceso, el fotógrafo ha tratado por plasmar el vasto y rico componente ornamental y litúrgico en el que se suele envolver.
cano en lo personal, arropado de gentes y personas de carne y hueso que lloran, y ríen ante un mismo acto. Recorre la piel del hombre para mostrarlo con sus temores e inseguridades. Espiritualmente convertido, pero al mismo tiempo lo expone lúdico. Envueltos en nieblas eternas y en caminos donde se sienten guiados por la señal de una creencia, idealizada en la cruz. La misma que repite de forma obsesiva como signo inequívoco de guía y seña.
A la mera descripción documental del acto, le han seguido búsquedas por descifrar de una manera más subjetiva las múltiples interpretaciones de estas manifestaciones. El fotógrafo ha intentado separar lo divino, de lo inevitablemente humano, es un reto incuestionable, aún conocedores de que todo parte de un acto meramente cultural y en buena medida, sentimental.
Dos manos nos muestran como convivimos entre lo humano y espiritual, unas portan unas llaves, otras un rosario. Una anciana se preocupa de la limpieza de su familia, otros portan al santo y piden por su salvación. Niños con sus pistolas, vigilan mientras sus mayores oran. Peticiones de eternidad, pánico ante el más allá de la muerte. En OREMUS se narran las contradicciones de un mundo entre lo celestial y lo humano, nos muestra un catálogo de rostros y pieles en donde poderse sentir identificado; ironía y sugerencia.
De muchas de estas premisas parte OREMUS. No tiene vocación de ser antropológico, entendiendo ese término como el estudio de los comportamientos humanos de una forma integral, pero inevitablemente posee una gran carga de este elemento. Difícil es escapar a esa condición intrínseca que soporta el medio fotográfico; su condición de documentación. Pero además de todo esto, OREMUS aporta matices que lo distingue y separa de cualquier otra obra meramente documental; su sentido y su mirada. OREMUS, desentraña desde la contemplación constructiva, y nos muestra esos sentimientos acompañados de todos aquellas situaciones que los humanizan. Y ante esto, nos propone un Dios cer-
En definitiva, solo unas pequeñas fracciones de segundo para contar un mundo eterno compuesto de matices y claves, las mismas que el autor de este proyecto sabiamente desentraña y propone. Desde el conocimiento para entenderlo y amarlo, OREMUS POR UNA MIRADA ESPECIAL, la de un gran fotógrafo, XAVIER FERRER CHUST. JUAN MANUEL DÍAZ BURGOS Fotógrafo
UN FOTÓGRAFO MORAL Durante trece años, un fotógrafo solitario viajó por la recóndita geografía de la religiosidad popular española con esa tenacidad visionaria que sólo pueden desplegar los grandes maestros que saben que es en las pequeñas fiestas y ceremonias rurales donde se esconde, ajeno a los objetivos de las cámaras más epidérmicas, el verdadero corazón de un pueblo. Camuflado en el paisaje, integrado con naturalidad entre el paisanaje, el fotógrafo miró sin juzgar, intentó comprender y, solo cuando ante su encuadre se fueron componiendo en toda su complejidad visual las contradictorias relaciones entre la Fiesta y la Devoción, disparó sin dudar. Tenía todo el derecho a hacerlo, pues lo hacía desde la honestidad. Ante “Oremus”, el compendio de ese esfuerzo de Xavier Ferrer Chust (Vila-real, 1958), aviso a los espectadores que no encontrarán la mirada retorcida del fotógrafo obstinado en enfatizar, más allá de la honesta evidencia gráfica, las irónicas contradicciones inherentes a unos rituales religiosos continuamente subvertidos –o enriquecidos, según se mire- por la espontánea intromisión de lo popular. Tampoco hallarán la asepsia formalista del fotógrafo distante que solo busca en estos rituales una excusa para la composición de vacuas y esteticistas estampas sobrecargadas de folclore y costumbrismo. Como tampoco encontrarán en este trabajo el lejano extrañamiento, meramente testimonial, de ese antropólogo académico que viaja rígidamente con su cámara solo para documentar notarialmente la mayor o menor extravagancia de unos personajes y unas celebraciones que, habiendo sido sobrepasados por el vértigo de la modernidad, nos saludan ya desde un asombroso pasado, simultáneamente próximo y remoto. No. La mirada de Xavier Ferrer Chust, como la mirada depurada y cristalina de esos raros fotógrafos que saben que la “limpieza” de su negativo, más que una higiene técnica, será su única moral, es una mirada decente y frontal situada en ese epicentro exacto, tan difícil de encontrar, desde el que solo los grandes cazadores de instantes decisivos pueden retratar las escenas desplegadas ante su cámara sin agregarles a su “verdad interior” ni un átomo de exaltación o mordacidad. Las escenas que Ferrer Chust nos revela irradian esa honesta vocación neorrealista preñada tanto de narrativa social como de los bellísimos destellos de poesía visual que la realidad, a menudo tan trivial, a veces relampaguea como furtivos fogonazos que solo el ojo experto puede capturar.
Severos curas preconciliares tocados con teja pasmados ante un escaparate de castiza lencería femenina. Anómalos enanos monaguillos que parecen extraídos de la iconografía chirriante del “Bombero Torero”. Penitentes sosteniendo altas cruces que el azar de los graffitis publicitarios anuncian como “Sementales del Estado”. Sombras de vírgenes procesantes proyectadas sobre la gorra de plato de lo que parece ser un guardia municipal consagrando en la pared la alianza entre Catolicismo y Fuerzas de Seguridad que presidió la vida de este país durante cuarenta años. Un niño juega a coger por el gaznate a otro que sostiene en sus manos una cornamenta de toro mientras tras ellos, a un metro, desfila una procesión en penitencial silencio. Vírgenes y cristos que, como en tantos pueblos andaluces, se encuentran al fin frente a frente en el aire, fingiendo un mágico abrazo imposible, como apoteosis de una suerte de larga danza de cortejo, sobrevolando las cabezas del pueblo arrecimado. Niños en brazos que dejan descansar la metralleta sobre la espalda de sus madres mientras caminan en pos de una procesión por una calle que exhibe el ruinoso estado urbano de un país muy atrasado. Luctuosos sacerdotes que se dirigen a su celebración portando aquellos viejos radiocassetes a pilas, quién sabe si para pinchar alguna música celebratoria o para escuchar radiado el partido del domingo en los huecos entre una homilía y otra. Siluetas de crucificados emergiendo de la niebla fantasmática de un contraluz urbano que destella fuego en su granulado. Niños angelicales, como capturados de las viejas estampitas de los devocionarios, compartiendo la luminosidad de su pureza con el enlutado declive de un anciano: orto y ocaso, luz y oscuridad, cohabitando en un poyete. O esas chicas que descienden un risco portando un crucificado mientras sobre sus cabezas, en lo alto de la loma, adivinamos el perfil recortado de las cruces de una procesión campestre que bien podrían ser, también, el trampantojo visual de un cercado de madera. Prosaica realidad y misticismo confundidos en una sola imagen veraz y cierta. Honestas capturas de eso que Breton llamó “el azar objetivo” y que en fotografía constituye el arte intrínseco de la instantánea que Ferrer Chust ejerce con tanta maestría como discreción: es decir, liberado del peso de la “autoría a toda cosa” que preside y nubla el trabajo de tantos fotógrafos obstinados en interponerse entre la escena y su cámara para violentar sus imágenes perforándolas con los rasgos omnipresentes de su firma.
No. En estos fogonazos de esa España honda, entre mística y profana y simultáneamente ordinaria y mágica que, con un anclaje y una convicción decididamente tercos, continua aferrada a la “piel de toro” resistiéndose al barrido de la Historia, el espectador encontrará, por supuesto, el rastro de una única mirada, la de un Xavier Ferrer Chust situado aquí en la estela de la de otros grandes fotógrafos españoles –Sanz Lobato, García Rodero, etc- ya sean contemporáneos o de los que su generación puede sentirse, con orgullo, legataria, y a los que él se suma con la independencia de sus propios rasgos. La mirada “humanista” que desprenden estas fotos solo puede nacer del profundo respeto y la mayor ternura que Xavier Ferrer Chust parece sentir hacia sus personajes. Una mirada que, sin glorificar ni zaherir, sabe capturar el fulgor mágico y sobrenatural en la cotidianeidad popular del rito, hasta el punto de que muchas de estas imágenes desprenden hoy el vaho impreciso de las ensoñaciones pues, abolidos o amenazados muchos de estos rituales por una sociedad cada vez más asépticamente globalizada, estas fotos nos invitan a internarnos por los tenues corredores de la memoria reciente de un país en el que procesiones, romerías y peregrinaciones, más allá de la fe y de sus profundas contradicciones paganas, han sido el gran escenario teatral de la convivencia familiar entre generaciones o el último nexo que conectaba a este país con la nostalgia rural de un arcádico paraíso perdido. Hoy, ese mundo agoniza rápidamente o está mutando en despersonalizada
atracción turística. Para salvar su memoria, durante 13 años, Xavier Ferrer Chust lo retrató para nosotros magistralmente con soledad, abnegación, amor por sus personajes y esa cierta socarronería mediterránea que eleva su mirada con la radiante luminosidad del humor. Es decir, con la moral abierta de quien solo abre su obturador para comprender un mundo que, antes que cualquier otra cosa, es decidida e intensamente real. “Si la situación es real, soy feliz”, dice Henri Cartier-Bresson en una reflexión crucial que quizá nos explique por qué Xavier Ferrer-Chust viaja hasta los más raros destinos del mundo para dialogar con su cámara con las manifestaciones populares que, ante todo, nacen de ahí, de un sentimiento religioso que, por muy contradictorio que sea, es básicamente profundo, antiguo, veraz. Y yo diría, a la vista de estas imágenes que, por encima de cualquier otro valor artístico o antropológico, yendo en su busca, Xavier Ferrer Chust ha sido tremendamente feliz. Pues nada hay más feliz, para la moral sin prejuicios de un fotógrafo humanista como Xavier Ferrer Chust, que dialogar con las complejas oquedades de la fe popular solo en términos de comprensión, respeto y libertad.
JUAN MARÍA RODRÍGUEZ CAPARRÓS Periodista
LA SEÑORA DEL MOCHO
_Vila-real 1991
9
10
EL MONAGUILLO SE ESCAPA
_Forcall 1993
EL CORPUS
_Morella 1995
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12
LA FIESTA NACIONAL
_Vila-real 1992
LOS MONAGUILLOS
_Alcorisa 1994
13
LA CRUZ
14
_Vilafamés 1993
DE LUTO RIGUROSO
_Sarracín 1998
EL PEREGRINO
_Castellfort 2001
DOS CRUCES
_San Vicente de la Sonsierra 1994
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16
LOS CRUCEROS
_Lumbier 1996
PUERTO DE MONTAÑA
_Lumbier 1996
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18
LA MARĂ?A
_San Vicente de la Sonsierra 1994
TODAS A MISA
_Rabanales 1998
19
20
ESPERANDO A LOS PEREGRINOS
_Xodos 1991
22
JUEGO DE MANOS
_Vila-real 1992
EL NAZARENO
_Vila-real 1992
23
24
ELS ROSARIERETS
_Vila-real 1992
TIERRA A LA VISTA
_Castell贸 1995
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AUTORRETRATO SOBRE LA VIRGEN
_Valencia 1993
LA SOMBRA DE LA CRUZ
_Estercuel 1994
27
28
LOS SILBADORES DE LA PRIMERA COMUNIÓN
_Culla 1996
ÁNGEL Y DEMONIO
_Vilafranca 1995
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30
PASIÓN POR LA VIRGEN
_Alcaraz 1993
SENTIMIENTO
_Santa Marta de Ribarteme 2002
31
32
LOS SEMENTALES
_Hellín 1993
34
LA LAVANDERA
_Valverde del Júcar 1994
LOS CORDONES
_Alconchel 1995
35
36
TODOS AL SUELO
_Benlloch 1993
INSTINTO DE DEFENSA
_El Sahúco 1993
YO NO HE SIDO
_Santa Marta Ribarteme 2002
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38
CADA CUAL
_Vila-real 1994
EL CURA DEL MEGテ:ONO
_Valencia 1993
39
40
EL ENCUENTRO
_El Sahúco 1993
HOLA
_Monasterio de Veruela 1992
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42
LA CORONA
_Alcaraz 1993
MIRA A TU HERMANO
_Xilxes 1998
43
44
EL CALVARIO
_Altura 1992
46
EL PORTEADOR
_Vilafamés 1993
PAREJA DE SACRISTANES CON CAÑA
_Castellón 1992
47
48
EL HUMO CIEGA TUS OJOS
_Arnedillo 1994
LA CRUZ AHUMADA
_Arnedillo 1994
49
50
UNA DE ROMANOS
_Alcorisa 1997
LOS CANTORES
_Les Useres 1991
LOS PEREGRINOS
_Sant Miquel de les Torrocelles 1991
51
52
CAÑA Y RELICARIO
_Castellón 1994
CLAVARIO DE SAN PASCUAL
_Calatayud 1996
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54
SANTA ÁGUEDA
_Benicàssim 1993
EL CURA DEL TRANSISTOR
_Catí 1994
55
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LAS BEATAS
_Bercianos de Aliste 1998
LOS ROLLOS DE LA VIRGEN
_El Hito 1995
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EL CORPUS
58
_Valencia 1994
ROMERÍA ACUÁTICA
_El Palmar 1993
CUIDADO CON LAS CABEZAS
_Santuario de la Balma 1995
EL ARCÁNGEL
_Zorita 1995
59
60
EL ENCRUCIJADO
_Hellín 1993
EL CIRIALOT
_Morella 1992
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62
EL PODER DE LAS MULTINACIONALES
_Benlloch 1993
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64
ESPERANDO EL MILAGRO
_Santuario de la Balma 1994
LA CONFESIÓN
_Moncada 1993
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66
SANTA MAGDALENA LLEGA POR MAR
_Moncofa 1994
DESEMBARCO REAL
_Oropesa del Mar 1994
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68
PRUEBAS DE PINTURA
_Monasterio del Desierto de las Palmas 1993
REFLEJO ESTAMPADO
_Tarazona 1992
69
70
PROTECCIÓN FAMILIAR
_El Sahúco 1993
LA FOTĂ“GRAFA
_Almonacid del Marquesado 1997
71
72
LOS PEQUEテ前S SACRISTANES
_Vila-real 1993
LOS ANGELITOS
_Morella 1993
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74
DECÚBITO SUPINO
_Xilxes 1993
ORACIÓN EN EL CAMPO DE FÚTBOL
_Rabanales 1998
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76
BUENA VISTA
_Alcossebre 1993
SANTO BOSTEZO
_Morella 1995
77
78
LOS SANTOS INOCENTES
_Alcoy 1993
BUEN CHICO
_Burriana 1992
79
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