Libreto vilanova

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Beato Joaquín Vilanova Camallonga. Mártir. Un ángel en… Ibi.

Vicario de Ibi Jesús Franco Martínez.


MÁRTIR
DE
LA
FE.

El
pontificado
de
Juan

Pablo
II,
regaló
a
la
 Iglesia
 un
 número
 elevado
 de
 beatificaciones
 y
 canonizaciones,
 centradas
 en
el
siglo
XIX
y
XX.

El
 25
 de
 enero
 de
 1983,

 Juan
 Pablo
 II
 decidió
la
reapertura

de
los
procesos
de
los
 mártires
 españoles
 del
 siglo
 XX
 y
 lo
 comunicó
al
cardenal
Palazzini,
Prefecto
de
 la
 Congregación
 para
 las
 Causas
 de
 los
 Santos.
 Cuando
 en
 al
 año
 1992
 el
 Santo
 Padre
visitó
España
y
conoció
directamente
 los
 martirios
 ocurridos
 en
 el
 siglo
 XX,
 
inmediatamente
 en
 el
 Vaticano
 se
 animaron
 los
 procesos,
 ya
 iniciados,
 y
 se
 abrieron
 nuevos
 y
 numerosos
 procesos
 de
 los
 mártires
 españoles
 de
 la
 Persecución
 Religiosa
 de
 los
 años
 1934‐1939.
 Afirmó
 al
 Papa:
“No
son
héroes
de
una
guerra
humana
 en
 la
 que
 no
 participaron,
 sino
 que
 fueron
 educadores
 de
 la
 juventud.
 Por
 su
 condición
 de
 consagrados
 y
 maestros
 afrontaron
 su
 trágico
destino
como
auténtico
testimonio
de
 fe,
dando
con
su
martirio
la
última
lección
de
su
vida”.

A
los
sacerdotes,
religiosos
y
seglares
que
entregaron
su
vida
por
Dios,
el
pueblo
 comenzó
a
llamarles
mártires
porque
no
tuvieron
ninguna
implicación
política
ni
hicieron
 la
guerra
contra
nadie.
Por
ello,
no
se
les
puede
considerar
caídos
en
acciones
bélicas,
ni
 víctimas
de
la
represión
ideológica,
que
se
dio
en
las
dos
zonas,
sino
mártires
de
la
fe.
El
 número
 es
 sorprendente
 y
 todos
 ellos
 dieron
 un
 ejemplo
 de
 entrega
 de
 sus
 vidas
 a
 Jesucristo
 con
 gran
 generosidad,
 
 perdonando
 de
 corazón
 a
 sus
 ejecutores.
 En
 la
 mayor
 parte
de
los
casos
murieron
gritando:
“¡Viva
Cristo
Rey!”

En
algún
caso,
incluso
los
mismos
que
tomaron
parte
como
ejecutores
materiales,
 testificaron
esta
ejemplaridad
al
ser
interrogados.
El
clima
espiritual
favorable
creado
por
 el
 Gran
 Jubileo
 del
2000
 permitió
 que,
 concluido
 el
 largo
 proceso
 canónico,
 pudiera
 celebrarse
 esta
 beatificación
 el
 11
 de
 marzo
 de
 2001,
 como
 primer
 fruto
 espiritual
 del
 Año
Santo.
Estos
mártires
son
los
primeros
beatos
del
Tercer
Milenio.

En
tiempos
de
la
Guerra
Civil
Ibi
pertenecía
a
la
Archidiócesis
de
Valencia,
por
lo
 que
 D.
 Joaquín
 Vilanova
 ingresó
 en
 ese
 proceso
 de
 beatificación
 que,
 hacía
 más
 de
 50
 años,
había
iniciado
la
Archidiócesis.

Desde
el
24
de
julio
de
1992
ya
era
yo
párroco
en
Ibi
por
lo
que,
cuando
se
reinició
 el
proceso
de
beatificación
el
año
1997,
me
cupo
el
privilegio
de
asumir
la
grata
tarea
de
 recopilar
muchos
datos
que
faltaban.
Se
habían
perdido
documentos
esenciales
como
los
 testimonios
 y
 hasta
 el
 Acta
 de
 defunción…
 Había
 mucho
 qué
 hacer,
 pero
 la
 Providencia
 hizo
 que
 aún
 quedasen
 testigos
 directos
 a
 los
 que
 tomar
 testimonio
 y
 aún
 el
 mismo
 médico
 (D.
 Antonio
 Anguiz)
 que,
 en
 su
 día,
 hizo
 el
 Acta
 de
 reconocimiento
 del
 cadáver.
 Sobre
todo,
el
recuerdo
y
la
gratitud
a
D.
Joaquín
Vilanova,
permanecía
vivo
en
aquel
Ibi
 de
comienzos
del
nuevo
siglo.

A
continuación
pongo
dos
documentos
de
los
muchos
que
tuve
que
hacer
a
favor
 del
proceso
de
beatificación
de
nuestro
muy
querido
D.
Joaquín.


 Parroquia de la Transfiguración del Señor Diócesis de Orihuela-Alicante Les Eres, 4 03440  96/ 555 27 37 IBI (Alicante).

Ibi, 2 de Diciembre de 1.997

Jesús Franco Martínez, Cura Párroco de la Transfiguración del Señor, de Ibi, Alicante,

CERTIFICO: Que en el Archivo Parroquial no existe Acta alguna que se refiera al traslado de los restos mortales del Rvdo. Sr. D. JOAQUÍN VILANOVA CAMALLONGA desde el Cementerio de Onteniente hasta su inhumación en ésta. Que es notorio a todos los vecinos del lugar el mencionado traslado, estando sus restos en nicho subterráneo situado en la Capilla del Santísimo de esta Parroquia, como es comprobable.

Al no poder ofrecer más documentación oficial que la presente, adjunto un Certificado Médico Oficial expedido por el Dr. D. Antonio Anguiz Pajarón, del Colegio de Alicante, que fue el médico que, en Onteniente, procedió al reconocimiento de los restos y certificó, según consta en el Certificado adjunto.

Y para que así conste, firmo y sello en Ibi a dos de diciembre de mil novecientos noventa y siete.

Fdo.: Jesús Franco Martínez, Cura Párroco.


 Parroquia de la Transfiguración del Señor Diócesis de Orihuela-Alicante Les Eres, 4 03440  96/ 555 27 37 IBI (Alicante).

Ibi, 28 mayo, 1.997

JESUS FRANCO MARTINEZ, Cura Párroco de la Transfiguración del Señor, de Ibi, doy fe de que en esta feligresía no solo se guarda recuerdo imperecedero del querido D. Joaquín Vilanova Camallonga, sino que se mantiene un espíritu de gratitud y reconocimiento de su bondad y sus virtudes evangélicas, así como de su celo pastoral. Las gentes que le conocieron y quienes le conocen por las muchas referencias que de él se hacen con sumo cariño, no solo manifiestan devoción popular encendida, sino que se sienten animadas a pedir a D. Joaquín que interceda por ellos ante el Señor. Los mismos sacerdotes reconocemos nuestro profundo agradecimiento a D. Joaquín por su siembra evangélica, sobre cuyos frutos seguimos empeñados en la construcción del Reino de Dios. No sólo su siembra espiritual, sino también su obra material, continúan dando frutos beneficiosos para nuestra Iglesia. El Patronato que D. Joaquín construyera es hoy sede de una emisora de Radio ECCA, es sede de la Catequesis Parroquial, Sede de la Delegación de la Escuela Diocesana de Catequistas y Subsede de la Escuela de Monitores D. Bosco. Todo ello a fin de la mejor y mayor formación cristiana, espiritual y humana de nuestros niños, nuestros jóvenes y nuestros Agentes de Pastoral, en perfecto cumplimiento de la voluntad expresada por D. Joaquín en el momento de su construcción. De lo que doy fe en Ibi, a veintiocho de mayo de mil novecientos noventa y siete.

Fdo.: Jesús Franco Martínez, Cura Párroco.


EL
PROCESO
EN
LA
PARROQUIA
DE
LA
TRANSFIGURACIÓN
DEL
SEÑOR:
 
 Desde
 el
 mismo
 instante
 en
 que
 me
 fue
 comunicado
 por
 el
 Arzobispado
 de
 Valencia
 que
 se
 reiniciaba
 el
 proceso
 de
 beatificación,
 tras
 ponerme
 en
 contacto
 con
 nuestro
 Obispado
 de
 Orihuela‐Alicante,
 procedí
 a
 convocar
 a
 testigos
 supérstices
 que
 conocieron
 personalmente
 a
 D.
 Joaquín.
 Fue
 algo
 tremendamente
 emocionante…
 Una
 a
 una,
 se
 acercaban
 a
 declarar
 bajo
 juramento
 aquellas
 personas
 ya
 mayores
 que,
 no
 obstante,
 relataban
 con
 todo
 lujo
 de
 detalles
 momentos
 nunca
 olvidados
 que
 les
 hacían
 saltar
 las
 lágrimas
 en
 más
 de
 una
 ocasión.
 Finalmente
 solo
 se
 introdujeron
 trece
 testimonios
en
el
“aparato
probatorio”:
D.
Fco.
García
Ferrero
y
la
Hna.
Presentación
Pla
 Soler
como
testigos
“de
oficio”;
D.
Carlos
Picó
García,
Dª
Carmen
Guillén
García,,
D.
Ismael
 Pascual
 Sanjuán,
 Dª
 Mercedes
 Moullor
 Monllor,
 D.
 José
 Castelló
 Gisbert
 y
 D.
 Blas
 García
 Pascual
 en
 calidad
 de
 feligreses.
 Como
 parientes,
 D.
 
 Y
 D.
 José
 Vicente
 Gil
 Sanz.
 Como
 amigos
de
D.
Joaquín,
D.
Vicente
Calabuig
Berenguer,
D.
Luis
Satoca
Ricart
y
el
sacerdote
 José
Zahonero
Vicó

Tras
 los
 pasos
 previos,
 como
 el
 buen
 pan
 se
 va
 cociendo
 lentamente
 al
 calor
 del
 horno,
llegó
el
año
2001
y
el
día
9
de
enero
el
Obispado
nos
comunicaba
la
gran
noticia.


E
 inmediatamente
 se
 conformó
 la
 Comisión
 Pro
 Beatificación
 de
 D.
 Joaquín,
 que
 asumió
la
tarea
de
organizar
todo
cuanto
fuera
necesario
para
la
celebración
de
tan
gran
 acontecimiento…
Para
los
niños
se
elaboró
un
cómic
que
se
repartió
en
todos
los
colegios
 y
 las
 catequesis,
 para
 los
 mayores
 una
 exposición
 con
 recuerdos
 de
 D.
 Joaquín
 aportados
 por
 los
 propios
 ibenses,
 una
moneda
de
plata
conmemorativa

cura
cara
 tenía
 el
 busto
 de
 D.
 Joaquín
 y
 cuya
 cruz
 mostraba,
 ¡cómo
 no!
 El
 Patronato.
 También
 se
 editó
 un
 libro
 elaborado
 por
 D.
 Luis
 Satoca
 Ricart
 titulado
 “D.
 JOAQUÍN
 VILANOVA,
 VICARIO
DE
IBI”.
Y
también
se
hicieron
trípticos
 y
estampas
sobre
la
figura
de
nuestro
Beato.


Estola
 del
 Beato
 Joaquín
 Vilanova
 Camallonga,
 donada
 por
 sus
 familiares
 a
 la
 parroquia
de
la
Transfiguración
del
Señor,
de
Ibi
(Alicante)
que
se
conserva
expuesta
en
 la
Sacristía
de
dicha
parroquia.


11
DE
MARZO
DE
2001

En
 una
 maña‐ na
 radiante
 y
 una
 Plaza
 de
 San
 Pedro
 llena
 hasta
 la
 ban‐ dera,
a
las
10:00
hor‐ as
 en
 punto
 daba
 co‐ mienzo
 la
 solemne
 ceremonia
 de
 beatifi‐ cación
 de
 D.
 Joaquín
 Vilanova
y
doscientos
 treinta
 y
 un
 compa‐ ñeros
 martirizados
 en
 España
 entre
 1936
 y
 1939:
 sacer‐ dotes
 diocesa‐nos,
 religiosos,
 religiosas,
 personas
casadas
y
solteras
de
todas
las
profesiones;
miembros
de
la
Acción
Católica
y
de
 otros
movimientos
eclesiales.
Son
los
primeros
beatos
del
tercer
milenio.

Entre
los
miles
de
personas
que
habíamos
en
la
 Plaza
 nos
 encontrábamos
 los
 sacerdotes
 de
 la
 parroquia,
 el
 Sr.
 Alcalde
 y
 una
 gran
 comitiva
 que
 habíamos
 llegado,
 unos
 en
 la
 Peregrinación
 diocesana
 con
 el
 Sr.
 Obispo
 a
 la
 cabeza,
 D.
 Victorio
 Oliver,
 otros
 en
autobuses
y
coches
particulares.

Mons.
 Agustín
 García‐Gasco
pidió
 al
 Romano
 Pontífice
que
beatificara
a
los
doscientos
treinta
y
tres
 siervos
de
Dios;
a
continuación
leyó
unas
breves
notas
 biográficas
de
casi
todos.

Especial
 emoción
 nos
 embargó
 a
 todos
 cuando
 Su
 Santidad
 pronunció
 la
 fórmula
 de
 beatificación
 y
 estableció
que
de
ahora
en
adelante
se
pueda
celebrar
 su
 fiesta,
 en
 los
 lugares
 y
 del
 modo
 que
 marca
 el
 derecho,
 el
 día
 22
 de
 septiembre.
 La
 asamblea
 asintió
 con
 el
 canto
 del
 "Amén".
 Y
 un
 gran
 aplauso,
 mientras
 se
 iba
 descubriendo
 el
 tapiz,
que
colgaba
del
balcón
central
de
la
fachada
 de
 la
 basílica;
 al
 mismo
 tiempo,
 el
 coro
 de
 la
 capilla
Sixtina
cantaba
 el
 "Tibi
Laus,
 Domine",
 alternándose
 con
 la
 asamblea,
 que
 cantaba
 el
 "Christus
vincit".
 Como
 era
 de
 esperarse,
 la
 develación
del
tapiz
provocó
la
alegría
y
el
aplauso
 de
 la
 gente.
 Poco
 después,
 la
 multitud
 volvió
 a
 su
 compostura
 litúrgica
 para
 continuar
 la
 Eucaristía. 
 







Durante
 la
 homilía
 el
 Papa
 suplicó,
 que
 por
 la
 intercesión
 de
 los
 mártires
 de
 Valencia,
 la
 paz
 pueda
 darse
 en
 España.
 El
 más
 largo
 y
 fuerte
 aplauso
siguió
a
su
enérgica
petición
para
que
cese


toda
 clase
 de
 terrorismo
 en
 España.
 Dijo:
 "el
 terrorismo
 nace
 del
 odio
 y
 es
 injusto
 e
 irracional".

Dijo
 también
 "el
 terrorismo
 es
 enemigo
 de
 la
 humanidad"
 y
 pidió
 que
 por
 la
 intercesión
 de
 María,
 volviera
 la
 paz
 a
 España.
 Mons.
 Agustín
 García‐Gasco
Vicente,
 en
 nombre
 de
 los
 Ordinarios
 de
 las
 diócesis
 en
 que
 murieron
 los
 nuevos
 beatos,
 dio
 las
 gracias
al
Santo
Padre.

Varios
 familiares
 de
 los
 mártires
 intervinieron
 en
 diferentes
 momentos
 del
 sagrado
 rito,
 como
 en
 la
 presentación
 de
 las
 reliquias
 y
 de
 las
 ofrendas
 o
 en
 la
 proclamación
de
las
intenciones
de
la
oración
de
los
fieles.

Al
día
siguiente,
a
las
9:30
horas,
todos
estábamos
de
nuevo
en
la
Basílica
de
San
 Pedro
 para
 asistir
 a
 la
 Misa
 de
 Acción
 de
 gracias
 por
 la
 glorificación
 de
 los
 nuevos
 233
 Beatos
 Mártires.
 La
 Basílica
 Vaticana
 estaba
 repleta
 de
 peregrinos.
 Como
 preparación
 para
 la
 ceremonia
 se
 rezaron
 las
 letanías
 de
 los
 Beatos
 Mártires.
 Emocionaba
oír
sus
nombres,
uno
a
uno,
en
la
gran
basílica,
desde
el
altar
de
la
Confesión,
 donde
 Pedro,
 sucesor
 y
 Vicario
 de
 Jesús,
 fue
 el
 primer
 Papa
 mártir.
 Los
 mártires
 eran
 personas
cercanas
y
nos
parecía
ver
a
nuestro
D.
Joaquín
rodeado
de
luz
celestial

 en
la
gloria
de
Dios,
que
nos
bendecía.

1
DE
ABRIL:

A

las

19:30

en

punto

del

domingo

1

de

abril,

nuestro

Obispo

D.

 Victorio
Oliver,
presidía
la
magna
celebración
de
la

MISA
PONTIFICAL

en
 eacción
de
gracias
por
la
beatificación
de
Joaquín
Vilanova
y
Compañeros

 Mártires.

Concelebrando
todos
los
sacerdotes
con
ministerio
en
Ibi
(dioce‐

 sanos
y
salesianos),
así
como
los
sacerdotes
hijos
de
Ibi
y
los
del
Arcipres‐
 tazgo.
Asistía
el
Excmo.
Ayuntamiento
con
el
Sr.
Alcalde
a
la
cabeza

 Alcalde
a
la
cabeza,
familiares
de
D.
Joaquín,
los
miembros
del

 Consejo
de
Pastoral
y
cientos
de
fieles
hasta
llenar
desbordar
el

 templo
parroquial.

Tanto
el
Sr.
Obispo
como
los
dos
sacerdotes
concelebrantes

 principales
estrenaban
los
ornamentos
rojos
adquiridos
en
Roma

 para
la
ocasión
y
junto
con
las
flores,

grandes
palmas
blancas

 proclamaban
a
todos
el
martirio
de
D.
Joaquín.

El
templo
de
la
Transfiguración
del
Señor
se
llenaba
de
gloria
y
de

 inmensa
alegría.
D.
Joaquín
estaba
muy
especialmente
presente
en
el
 corazón
de
sus
queridos
ibenses.


PERFIL
BIOGRÁFICO:

Nació
en
Onteniente
el
6
de
octubre
1888.
Fue
bautizado
en
la
parroquial
iglesia
de
 Santa
María
el
mismo
día
supliendo
las
ceremonias
bautismales
que
realizó
urgentemente
 la
 comadrona
 al
 ver
 que
 el
 niño
 había
 nacido
 con
 algo
 de
 asfixia.
 Sus
 padres,
 Joaquín
 y
 Francisca
 eran
 panaderos
 y
 tuvo
 una
 hermana
 religiosa
 Clarisa
 en
 Cocentaina
 (Sor
 Mª
 Milagro
de
S.
Antonio)
que
llegó
a
ser
Abadesa
del
Monasterio.
 
 A
 los
 tres
 años
 se
 presentó
 en
 la
 parroquia
 de
 Santa
 María,
 se
 subió
 al
 altar
 y
 empezó
 a
 tirar
 de
 la
 casulla
 al
 sacerdote
 que
 estaba
 celebrando
 la
 Misa
 y
 pidiendo
 confesión.
El
sacerdote,
anta
la
insistencia
del
niño
le
dijo
que
esperase
abajo.
Tras
la
Misa
 y
ya
en
la
sacristía
el
sacerdote
le
hizo
una
ceremonia,
le
dio
una
estampa
y
lo
mandó
a
 casa.

Con
 sólo
 cinco
 años
 quedó
 huérfano
 de
 madre
 y
 a
 los
 siete
 años
 manifestó
 su
 voluntad
 de
 ser
 sacerdote
 y
 no
 pudiendo
 acceder
 al
 deseo
 de
 ingresar
 en
 el
 Noviciado
 franciscano
de
Benisa,
le
puso
un
maestro
para
clases
particulares.

Al
 morir
 su
 padre,
 Joaquín
 tenía
 14
 años
 y
 nuevamente
 insinuó
 su
 deseo
 de
 ingresar
en
la
orden
franciscana,
pero
varios
padres
y
el
mismo
Provincial
le
aconsejaron
 que
 esperase
 hasta
 ver
 casada
 a
 alguna
 de
 sus
 hermanas.
 El
 joven
 Joaquín
 apeló
 a
 los
 sacerdotes
 y
 éstos,
 conocedores
 de
 aquella
 clara
 vocación,
 influyeron
 para
 que
 
 iniciase
 los
 estudios.
 Los
 cuatro
 primeros
 cursos
 de
 latinidad
 los
 hizo
 en
 plan
 libre,
 posteriormente
ingresó
en
el
Colegio
de
Vocaciones
Eclesiásticas
de
San
José,
de
Valencia,
 donde
fue
un
modelo
de
virtudes.

Recibió
el
diaconado
en
Segorbe,
con
dimisorias
del
vicario
capitular
de
Valencia,
 sede
 vacante,
 durante
 la
 quinta
 semana
 de
 Cuaresma
 de
 1920,
 de
 manos
 del
 obispo
 de
 aquella
diócesis,
el
también
Siervo
de
Dios
fray
Luis
Amigó
Ferrer.
El
19
de
septiembre
de
 1920,
 durante
 las
 Témporas
 de
 San
 Mateo,
 fue
 ordenado
 presbítero
 (16
 años
 después,
 justo
 el
 aniversario
 de
 su
 ordenación,
 le
 dejaban
 tendido
 en
 una
 cuneta,
 no
 sin
 antes
 haber
 dicho
 a
 los
 suyos
 y
 ante
 quienes
 lo
 iban
 a
 ejecutar:
 «HOY
 SERÁ,
 EN
 ESTE
 MI
 ANIVERSARIO,
MI
PRIMERA
MISA
EN
LA
GLORIA
POR
TODOS
VOSOTROS»)
y
nombrado
 inmediatamente
 regente
 de
 Cuatretondeta,
 donde
 estuvo
 poco
 tiempo.
 El
 mismo
 año
 de
 su
 ordenación
 los
 superiores
 lo
 designaron
 coadjutor
 de
 Ibi.
 Y
 en
 aquel
 industrioso
 pueblo
de
la
provincia
de
Alicante
ejerció
toda
su
vida
ministerial.

D.
JOAQUÍN
ES
DESTINADO
A
IBI

El
 mismo
 año
 de
 su
 ordenación
 los
 superiores
 lo
 designaron
 coadjutor
 de
 Ibi
 donde,
 en
 una
 tarde
 otoñal
 del
 mes
 de
 octubre
 de
 1920,
 hace
 su
 silenciosa
 entrada
 a
 cuestas
 de
 una
 modesta
 tartana
 (símbolo
 de
 la
 juguetería
 ibense)
 de
 las
 que
 hacían
 el
 servicio
de
Ordinario,

vino
a
parar
junto
a
la
fuente
de
la
Plaza
de
la
Iglesia.
De
ello
fueron
 testigos,
entre
otros,
varias
mozas
del
lugar
que,
en
casa
de
D.
Manuel
Soler,
esquina
a
la
 calle
 Empedrat,
 estaban
 en
 clase
 recibiendo
 lecciones
 de
 cultura
 y
 bordados:
 Sra.
 Francisca
Beltrá,
Laura
Verdú
(Braga)
y
muchas
más.
Allí
bajó
D.
Joaquín
con
el
atuendo
 propio
 a
 la
 dignidad
 que
 el
 caso
 requería,
 con
 manteo
 y
 sombrero
 de
 copa
 redonda
 y
 ala
 ancha.
 Al
 verlo,
 las
 referidas
 mozas
 se
 precipitaron
 para
 darle
la
bienvenida,
pero
no
les
fue
posible,
ya
que
 de
 inmediato
 fue
 rodeado
 de
 los
 curiosos
 chiquillos
 que,
 como
 estampa
 pueblerina,
 estaban
 aguardando
 a
 ver
 qué
 novedades
 les
 traía
 la
 Tartana,
 los
 cuales
 se
 precipitaron
 a
 besarle
 la
 mano
 y
 cogerle
 la
 maleta
 para,
 rodeado
 de
 ese
 primer
 fermento,
 encaminarse
 hacia
 la
 calle
 de
 Colón
 sin
 caer
 en
 la
 cuenta
 de
 que
 allí
 había
personas
ansiosas
de
saludarle.


Tan
 pronto
 como
 llegó
 a
 Ibi,
 en
 su
 misma
 pequeña
 casa
 comenzó
 a
 enseñar
 catecismo
 todos
 los
 días.
 Por
 ver
 de
 disponer
 de
 mayor
 local
 para
 ello,
 cambió
 dos
 domicilios
y,
al
fin,
como
ya
rebosase
toda
la
casa,
alquiló
una
bodega,
la
adecentó
cuanto
 pudo
y
comenzó
materialmente
a
existir
lo
que
había
de
ser
el
Patronato
de
este
intrépido
 sacerdote.
 
 
Un
día
compró
unos
bancales
aledaños
y
comenzó
la
ingente
obra
del
Patronato












 






con
¡treinta
y
una
pesetas!
Pero
oró
mucho,
trabajó,
pidió
limosna
por
el
pueblo
y

 
 



por

las
casas
de
campo,
contrajo
deudas
y
obtuvo
préstamos.

Siguió
 haciendo
 bien
 desde
 el
 confesionario
 y
 con
 los
 pobres
 y
 
 
 enfer‐













 















mos,

año
tras
año,
trabajando
de
carretero,

de
albañil,

llenando
los


 



 
 





locales,

a
medio
hacer,

con

gente

para

el

catecismo,
niños
y

adultos,
 


















 
 







haciendo
de
su

día

una

continua
platica
o
sermón;

y
bien
pidiendo,

 


















 
 










bien
 rezando,
 bien
 enseñando,
 
 surgió
 
 el
 
 Patronato.
 
 Para
 
 
 ello,
 en


















 
 









casa

de

D.

Joaquín
no
quedaron

muebles,

ropas,

bienes,

etc.,
 no








 
 
 pudiendo

muchos

días

comprar
la
modesta
comida.

Su


apostolado


no


se

limitó

al

pueblo,

pues

procuró



 










 
 mantener
correspondencia

con

hijos

de

Ibi

establecidos

en

otros





















 
 
 puntos

de

España,
buscando
afirmar
su
fe,
sosteniendo
los
lazos
de

 


















 
 
 amistad

con
la

parroquia

y

la

caridad;

uno

de
los
medios
era

 

 
 
















enviarles
todas
las
semanas
la
Hoja
parroquial
de
la
población.

De
su
vida
transcribimos
dos
informes,
uno
de
ellos
de
su

 


















 
 Cura

Párroco,
don
José
María
Serra:
 
 
 
 
 



«Como
Párroco
que
fui
de
la
iglesia
de
Ibi
desde
el
22
de
febrero
de







 


























1931,

conviví

con

D.

Joaquín

Vilanova

hasta
que
la
revolución
nos

 









 






















desterró
de
nuestra
querida
parroquia,
a
él
en
fecha
del
29
y
a
mí
el
30

 






 




















de
julio
de
1936.

Desde
el
primer
momento
me
di
cuenta
de
que
D.
Joa­
 


 



















quín
era
un
alma
de
Dios.
Los
años
de
su
vida
sacerdotal,
desde
últimos





 














 













de
1920
hasta
el
1936,
transcurrieron
todos
en
Ibi,
y
pueden
compendiarse























 
















en
estas
palabras:
una
vida
purísima
y
mortificada
y
un
celo
incansable
en





 
 


















todo
lo
referente
a
los
actos
de
su
ministerio.

Asiduo
en
el
confesionario,
aunque
de
cortos
alcances,
en‐






 



















































tendía
admirablemente
la
ciencia
de
la
discreción
de
es‐





 












































































píritus
y
dirección
de
las
almas
y
visitaba
a






 






















































































los
enfermos
con
frecuencia,
a
los
que







 



































































































confesaba
oportunamente
para





 





































































































llevarles
el
Señor
los
primeros





 
 
 
 
 
 
 
 
 viernes
de
cada
mes
y

uni‐
 
 
 
 
 
 
 
 
 


do
incondicionalmente
al

 
 
 
 
 
 
 
 
 




Párroco;

conmigo
con‐



 








 
 
 
 
 
 
 
 
 sultaba
cuantas

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 cosas
de
alguna

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 importancia
le

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 acontecían,
y
pedía

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 orientación
y


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 consejo
en

lo
que
le

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 ofrecía
alguna
duda,

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 consejo
que
seguía

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 luego
y
lo
tenía
por

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 el
más
acertado.
No

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 consentía
que
se


hablase
 o
 comentase
 en
 sentido
 desfavorable
 alguna
 disposición
 del
 Cura;
 cuando
 otras
 razones
 no
 podía
 aducir,
 decía:
 "aquí
 señor
 Cura
 es
 el
 Papa,
 y
 el
 que
 habla
 de
 él,
 censurándole,
comete
un
pecado
".

Enamorado
de
la
educación
de
la
niñez
y
de
la
instrucción
cristiana
de
la
juventud,
 desde
los
primeros
momentos
de
su
actuación
como
Coadjutor
de
Ibi,
se
propuso
levantar
un
 Patronato
para
que
fuese
centro
catequístico,
y
a
donde
los
jóvenes
pudiesen
acudir
y
tener
 sus
 reportes
 y
 juegos
 honestos
 sin
 peligro
 para
 sus
 almas.
 Des­ pués
 de
 varios
 esfuerzos
 logró
 adqu­ irir
 unos
 terrenos
 y
 comenzó
 a
 levantar
 el
 edificio.
 Cuando
 yo
 tomé
 posesión
 del
 Curato
 en
 1931,
 tenía
 edificada
 solamente
 una
 parte
 con
 un
 piso
 alto;
 la
 parle
 baja
 se
 destinó
 a
 salón
 de
 actos
 y
 el
 piso
 alto
 estaba
 destinado
 a
 la
 enseñanza
 del
 catecis­ mo.
 Fue
 en
 ese
 piso
 alto
 donde
 se
 estableció
 la
 escuela
 católica,
 que
 los
 Padres
 de
 Familia
 fundaron
 en
 1935.
 Quizá
 esto
 motivase
 el
 incendio
 del
 Patronato
 por
 las
 turbas
 en
 la
 madrugada
 del
 19
 de
 marzo
de
1936.
Este
hecho
le
apenó
profundamente;
pero
en
seguida
comenzó
sus
trabajos,
 para
 reparar
 en
 lo
 más
 indispensable
 los
 estragos
 del
 incendio,
 y,
 si
 no
 la
 escuela,
 cuyo
 material
 desapareció
 totalmente,
 continuó
 el
 Patronato
 funcionando
 en
 cuanto
 a
 la
 ense­ ñanza
del
catecismo
y
deportes.
Y
es
de
notar
que,
a
raíz
de
la
supresión
de
la
enseñanza
del
 catecismo
 en
 las
 escuelas,
 en
 1931,
 acordamos
 se
 tuviese
 lección
 diaria
 de
 catecismo
 en
 el
 Patronato
 antes
 de
 que
 los
 niños
 comenzasen
 sus
 juegos,
 y
 así
 vino
 haciéndolo
 con
 constancia
admirable
D.
Joaquín».

Y
ahora
este
testimonio
de
Dª
Josefa
Calatayud:

«Lo
 que
 puedo
 decir
 de
 D.
 Joaquín
 Vilanova
 es
 esto:
 Algún
 tiempo
 antes
 de
 la
 revolución
(no
puedo
precisar,
pero
cosa
de
unos
seis
meses),
estando
D.
Joaquín
haciendo
 oración
delante
del
Sagrario,
como
tenía
por

costumbre,
tuvo
revelación
de
su
muerte
y
que
 moriría
 mártir;
 así
 se
 lo
 dijo
 a
 una
 confesada
 suya,
 que
 era
 auxiliar
 en
 las
 ERMITA
DE

S.
VICENTE
 obras
del
Patronato
y,
además,
le
predijo
lo
 que
la
misma
confesada
sufriría
durante
la
 revolución,
lo
que
se
ha
cumplido
punto
por
 punto».
Por
cierto,
que
esa
señora
no
hizo
 caso
 pues,
 aunque
 estimaba
 profundamente
 a
 D.
 Joaquín,
 era
 de
 un
 carácter
 completamente
 opuesto,
 y
 por
 tener
 mucho
 trato
 con
 él,
 estaba
 acostumbrada
 a
 que
 le
 dijese
 que
 tuviera
 paciencia,
 que
 fuese
 buena,
 y
 pensó
 y
 le
 dijo:
 “Bastante
 martirio
 es
 el
 Patronato
 y
 tratar
a
tanta
gente”…
Continúa
diciendo,
«todos
los
días,
durante
la
Cuaresma,
D.
Joaquín
 hacía
 el
 Vía
 Crucis
 en
 la
 Ermita
 de
 San
 Vicente,
 y
 luego
 predicaba
 el
 evangelio
 del
 día,
 a


modo
 de
 una
 Plática,
 en
 castellano,
 y,
 cosa
 notable,
 era
 algo
 encantador;
 no
 puede
 explicarse
la
unción,
el
fruto,
el
interés
y
gusto
con
que
la
gente
lo
iba
a
oír,
si
bien
casi
toda
 era
 gente
 pobre,
 sencilla,
 sin
 cultura,
 pero
 de
 todo
 había.
 Se
 palpaba
 que
 era
 Dios
 quien
 hablaba
por
su
boca.
Su
apostolado
se
ejerció,
principalmente,
entre
la
gente
pobre:
lo
que
 llamamos
gente
del
pueblo,
pero
¡cómo
la
respetaba
D.
Joaquín!
Parece
que
en
los
prójimos
 veía
 siempre
 a
 Dios;
 cuando
 alguien
 le
 decía
 alguna
 cosa
 tonta
o
impertinente,
 ¡cómo
 se
 reía!...
 Lo
 único
 que
 le
 importaba
 era
 la
 gloria
 de
 Dios
 y
 la
 salvación
 de
 las
 almas.
 Se
 espantaba
 al
 ver
 que
 la
 gente,
 en
 gran
 parte,
 no
 sabía
rezar,
y
mucho
 menos
 el
 catecismo.
 Él
 lo
 enseñaba
 "a
 troche
 y
 moche",
 y
 quería
que
los
demás
 hiciesen
 propósitos
 de
no
dejar
pasar
día
 sin
 enseñar
 el
 catecismo.
Decía
muchas
veces
como
San
Pablo:
"oportuna
e
inoportunamente"…

Su
caridad,
en
todos
sentidos,
era
grandísima;
yo
le
he
visto
dar
sus
mismas
ropas,
o,
 al
menos,
no
tener
camisa
que
ponerse
ni
zapatos.
La
sotana,
decente,
sí,
pero
muy
pobre.
Su
 delicadeza
 con
 todos
 era
 exquisita
 y
 en
 esto
 era
 más
 que
 un
 caballero:
 era
 un
 sacerdote
 santo.

Su
devoción
a
la
Santísima
Virgen
era
como
de
un
hijo
con
su
madre;
su
modestia
y
 amor
a
la
pureza
impresionaba;
miraba
a
la
cara
a
todo
el
mundo,
pero
era
una
mirada
tan
 pura
 como
 si
 fuese
 un
 ángel.
 Ayunaba
 tres
 veces
 por
 semana
 todo
 el
 año,
 o,
 por
 lo
 menos,
 algunos
días
a
la
semana,
pues
no
recuerdo
los
que
eran.
Fue
un
mártir
del
confesionario
y
 sólo
 en
 el
 cielo
 sabremos
 el
 bien
 que
 hizo
 D.
 Joaquín.
 Por
 el
 Patronato
 desfilaba
 todo
 el
 pueblo;
 los
 "espíritus
 fuertes"
 se
 reían,
 pero
 dejaban
 sus
 limosnas,
 y
 todos
 reconocían
 su
 virtud.
Él,
como
se
lee
del
Santo
Cura
de
Ars,
iba
siempre
al
grano.
De
otros
pueblos
venían
 algunas
veces
señores
a
confesarse
con
él
y
yo
lo
he
presenciado
y
me
admiraba,
si
bien
tenía
 experiencia
de
que
Dios
le
daba
luz
especial.
Su
tormento
sin
igual
eran
los
pecados
que
se
 cometían;
 lloraba
 como
 un
 niño;
 pero
 amargamente.
 Por
 ejemplo:
 en
 algún
 caso,
 encontraba
 algún
 hombre
 en
 la
 calle,
 bien
 poco
 devoto
 o
 que
 no
 practicaba;
le
cogía
del
brazo
y
le
 decía:
 "Ven
 a
 confesarte".
 Y
 casi
 siempre,
 aquel
 hombre
 bajaba
 la
 cabeza
 y
 se
 confesaba.
 En
 el
 Patronato
se
hacía
un
grandísimo
 apostolado,
 y
 la
 parte
 económica
 fue
un
milagro
de
la
Providencia.

También
 tenía
 defectos:
 era
 muy
 cabezudo,
 y
 nada
 a
 propósito
 para
 tratar
 con
 gente


de
mundo.
Termina
la
testigo
diciendo:
tal
vez
alguna
palabra
no
irá
justa,
pero
el
fondo
es
 cierto.
Cuando
digo
que
decía
a
los
hombres
"ven
a
confesarte",
podría
ser,
por
ejemplo,
esta
 pregunta:
 "¿Has
 cumplido
 en
 Parroquia?...
 ¡Che,
 che,
 che!".
 Pero
 lo
 atrapaba.
 Los
 tiempos
 entonces
eran
malos
para
la
religión».
Por
su
intensa
actividad
sacerdotal
los
enemigos
de
la
 fe
lo
arrestaron
y
mataron.
»
 PERSONALIDAD
Y
FISONOMÍA
MORAL
DEL
BEATO

Los
 testigos
 afirman
 que
 era
 de
 una
 bondad,
 candor
 y
 sencillez
 seráfica,
 que
 se
 ganaba
 el
 afecto
 de
 los
 que
 le
 trataban.
 Muy
 cumplidor
 de
 sus
 deberes
 ministeriales
 y
 parroquiales
 que
 ejercía
 con
 delicadeza
 y
 ejemplaridad.
 Sacerdote
 de
 una
 profunda
 vida
 de
 oración,
 aunque
 sin
 facilidad
 de
 palabras,
 hablaba
 y
rezaba
con
tal
unción
que
sus
 feligreses
 salían
 contagiados
 y
 compenetrados
 de
 su
 fervor.
 Era
tan
casto
y
delicado
en
esta
 virtud
 que
 hasta
 las
 palabras
 un
poco
malsonantes
le
herían.
 Vivía
 el
 espíritu
 de
 pobreza
 evangélica.
 Era
 caritativo
 y
 limosnero.

Lo
más
sorprendente
es
 que,
a
pesar
de
su
poca
ciencia,
 era
 un
 excelente
 director
 de
 conciencias
 y
 un
 consejero
 y
 solucionador
 de
 conflictos
 espirituales
 entre
 personas
 de
 elevada
 cultura
 y
 posición
 social.
 Para
el
confesionario
no
 tenía
 horas
 y
 allí
 sabía
 muy
 bien
 dirigir
 las
 almas.
 Cumplía
 esta
misión
sobre
todo
con
los
 fríos
 y
 remisos.
 Al
 darles
 la
 absolución
 lo
 hacía
 con
 tal
 fervor
 que
 infundía
 paz,
 convicción
y
fe
en
el
perdón
de
 los
pecados.
Su
apostolado
sencillo,
ingenuo
y
efusivo
tenía
un
atractivo
santo
que
él
sabía
 emplear
procurando
que
nadie
se
quedase
sin
cumplir
con
el
precepto
pascual.

Lo
ordinario
lo
había
elevado
a
grado
heroico.
Era
ejemplar
en
grado
muy
notable.
 Su
constante
repetición
era:
«Antes
morir
que
pecar».
No
hay
palabras
para
hacer
el
perfil
 de
su
santa
vida
sacerdotal,
aunque
no
hubiese
sido
mártir
hubiera
sido
igualmente
santo.
 Su
influencia
cambió
totalmente
el
espíritu
de
la
población.

Los
 testigos
 interrogados
 acerca
 de
 las
 virtudes
 practicadas
 por
 D.
 Joaquín
 describen
 una
 personalidad
 moral
 rica,
 en
 la
 cual
 brillan
 las
 virtudes
 teologales,
 cardinales
y
anexas.
Lo
describen
como
un
sacerdote
coherente,
dedicado
activamente
al
 apostolado,
 al
 mismo
 tiempo
 que
 cumplía
 ejemplarmente
 y
 con
 exactitud
 sus
 deberes
 sacerdotales.


EL
MARTIRIO
MATERIAL

El
perseguidor
sin
lugar
a
dudas
provocó
la
muerte
natural,
cumpliendo
uno
de
los
 requisitos,
 según
 la
 doctrina
 de
 Benedicto
 XIV,
 por
 los
 cuales
 se
 concreta
 el
 verdadero
 martirio.

En
 el
 proceso,
 no
 obstante
 las
 dificultades
 para
 encontrar
 testimonios
 sobre
 el
 hecho
del
martirio
D.
Joaquín,
perpetrado
al
amparo
de
la
clandestinidad,
se
consiguieron
 suficientes
testigos.
Del
hecho
y
las
circunstancias
de
la
detención
depusieron
dos
testigos
 de
 visu.
 De
 la
 llegada
 al
 lugar
 de
 la
 ejecución
 y
 del
 fusilamiento
 depuso
 de
 auditu
 el
 Sr.
 Ismael
Pascual
Sanjuán.
El
Sr.
Vicente
Calbuig
Berenguer
estuvo
presente
en
la
exhuma‐ ción
de
los
restos
mortales
de
D.
Joaquín.
Y
del
ambiente
hostil
a
la
Iglesia
depusieron,
de
 visu,
todos
los
testigos.
 LAS
HORAS
AMARGAS
DE
D.
JOAQUÍN

D.
 Joaquín
 era
 consciente,
 en
 los
 días
 previos
 a
 la
 revolución,
 de
 la
 situación
 que
 estaba
por
afrontar:
persecución
religiosa
y
 probable
 martirio.
 Así
 lo
 manifiesta
 un
 feligrés:
 «En
 los
 meses
 que
 precedieron
 a
 la
 revolución,
 pasó
 por
 la
 prueba
 de
 ver
 cómo
 en
 el
 mes
 de
 marzo,
 los
 enemigos
 le
 incendiaron
 el
 Patronato,
 objeto
 de
 tantos
 desvelos
y
sacrificios.
Pero
D.
Joaquín,
lejos
de
 desanimarse,
 salió
 de
 nuevo
 a
 pedir
 y
 a
 reconstruir
 lo
 que
 él
 juzgaba
 el
 principal
 medio
de
proteger
y
educar
a
la
juventud
de
 Ibi».
Confirma
lo
anterior
la
declaración
del
 Sr.
 Ismael
 Pascual
 Sanjuán
 y
 de
 la
 Sra.
 Carmen
 Guillém
 García,
 feligresa,
 vecina
 y
 amiga
 del
 Beato,
 que
 agrega:
 «Exclamó
 al
 momento
 que
 le
 informaron,
 pues
 estaba
 en
 el
 confesionario:
 «¡Pobres,
 perdonadles,
 pues
 no
 saben
 lo
 que
 hacen!».
 Sin
 embargo,
 no
 decayó
en
su
ánimo.
Al
contrario,
solía
decir:
 "Lo
 levantaremos
 otra
 vez".
 Y
 empezó
 bien
 pronto
 de
 nuevo
 a
 reparar
 los
 daños
 ocasionados.
Hablando
de
la
gravedad
de
los
 acontecimientos,
solía
decir
continuamente:
 "Vendrán
 grandes
 castigos,
 los
 pecados
 y
 escándalos
son
muchos"».

En
el
mismo
modo
anota
el
Sr.
Luis
Latoca
Ricart:
«Yo
traté
con
alguna
intimidad
al
 Beato,
 pues
 yo,
 durante
 los
 años
 de
 la
 República
 era
 seminarista.
 Fui
 testigo
 de
 las
 reacciones
suyas
en
aquellos
momentos
difíciles
y
tristes.
Fue
en
el
año
1935,
con
motivo
de
 la
 feria
 catequística,
 cuando
 llegaron
 al
 Patronato
 un
 grupo
 de
 afiliados
 a
 la
 Casa
 del
 Pueblo.
 Trabaron
 conversación
 con
 D.
 Joaquín,
 blasonando
 de
 que
 no
 creían
 en
 Dios,
 D.
 Joaquín
 empezó
 a
 llorar,
 diciéndonos
 a
 los
 que
 estábamos
 allí.
 "Llorad,
 hijos
 míos,
 y
 rezad
 porque
 en
 Ibi
 hay
 personas
 que
 no
 creen
 en
 Dios".
 Le
 he
 oído
 decir
 en
 aquellos
 meses
 últimos,
anteriores
a
la
revolución,
estas
palabras.
"¡Cuán
hermoso
sería
morir
mártir!".

Sucedió
 que
 en
 el
 mes
 de
 marzo
 de
 1936,
 quemaron
 el
 Patronato.
 D.
 Joaquín,
 era
 natural
 que
 lo
 sintiera
 profundamente,
 mantenía
 la
 serenidad
 y
 decía:
 "No
 os
 preocupéis,
 que
lo
volveremos
a
levantar".
En
todos
los
momentos
de
su
vida
demostró
D.
Joaquín
gran
 temple
 de
 voluntad
 y
 carácter».
 Y
 el
 Sr.
 Vicente
 Gil
 Sanz,
 cuñado
 D.
 Joaquín
 agrega:
 «D.
 Joaquín,
enamorado
de
su
obra
del
patronato,
lo
reconstruyó».


La
 revolución
 en
 Ibi
 inició
 con
 el
 incendio
 de
 las
 iglesias,
 la
 quema
 de
 objetos
 religiosos
 y
 la
 persecución
 de
 los
 católicos,
 expulsando
 del
 pueblo
 a
 los
 sacerdotes.
 Al
 estallar
la
revolución
de
1936,
D.
Joaquín
 reaccionó
 como
 un
 auténtico
 sacerdote
 católico.
Mantuvo
el
ánimo
sereno
y
puso
 su
 vida
 en
 manos
 de
 la
 Providencia.
 El
 Pbro.
 José
 María
 Serra,
 cura
 párroco
 de
 Ibi,
 anteriormente
 citado,
 en
 su
 declaración
 escrita
 del
 4
 de
 agosto
 de
 1950,
 aportó
 estos
 datos:
 «El
 24
 de
 julio
 de
 1936
 recibí
 orden
 del
 comité
 revolucionario
para
que
cerrase
la
iglesia
 y
entregase
las
llaves,
prohibiéndome
que
 celebrase
 funciones
 sagradas.
 Con
 orna­ mentos
 que
 ya
 teníamos
 en
 nuestras
 casas,
tanto
D.
Joaquín
como
yo,
celebramos
la
Santa
Misa
en
nuestros
domicilios,
hasta
que
 el
día
29
de
julio
se
presentan
en
casa
de
D.
Joaquín
tres
milicianos
armados,
conminándole
 de
parte
del
comité
a
que
saliese
del
pueblo
aquella
 misma
tarde
y
se
trasladase
a
Onteniente,
su
ciudad
 natal.
 Y
 él,
 con
 toda
 entereza,
 les
 contesta:
 "Para
 poder
 marcharme
 yo
 de
 aquí,
 necesito
 el
 permiso
 del
 señor
 Cura;
 si
 él
 no
 me
 lo
 concede,
 no
 me
 marcharé".
Y,
en
efecto,
vino
a
la
Casa
Abadía,
y
al
 decirme
 lo
 que
 había
 y
 darle
 yo
 el
 permiso,
 dijo:
 "¿Puedo
 marcharme
 tranquilo
 de
 conciencia?
 ¿No
 pecaré,
 ni
 faltaré
 por
 marcharme?".
 Le
 hube
 de
 tranquilizar,
y
recordó
entonces
que
le
habían
dicho
 que
 para
 marcharse
 se
 había
 de
 vestir
 de
 seglar,
 y
 tuvo
dudas
sobre
si
sería
pecado
el
desprenderse
de
 su
querida
sotana;
hube
de
tranquilizarle,
también,
 sobre
 este
 extremo.
 Se
 fue
 a
 su
 casa,
 preparó
 sus
 cosas,
y,
momentos
antes
de
partir,
vuelve
de
nuevo
 a
 mi
 casa
 a
 darme
 el
 que
 había
 de
 ser
 el
 último
 adiós.
Se
arrodilló
a
mis
pies,
diciendo:
"Señor
Cura,
 bendígame
 y
 si
 en
 algo
 le
 he
 ofendido,
 perdóneme.
 Dispuesto
 estoy
 a
 todo
 lo
 que
 Dios
 disponga:
la
muerte,
el
martirio,
la
cárcel,
lo
que
Dios
quiera".
Con
lágrimas
en
los
ojos
y
con
 palabra
entrecortada,
le
di
la
bendición
que
me
pedía.
Después,
ya
él
de
pie,
le
dije:
"Ánimo,
 D.
Joaquín;
confiemos
en
Dios
que
no
permitirá
el
triunfo
de
la
iniquidad".
Nos
abrazamos
y
 nos
despedimos
con
estas
palabras:
"Adiós.
Hasta
que
de
nuevo
nos
veamos
aquí,
o
hasta
el
 cielo".
 Meses
 después,
 y
 aún
 en
 plena
 revolución,
 tuve
 noticia
 del
 martirio
 del
 bueno
 de
 D.
 Joaquín.
No
dudo
que
aceptaría
con
alegría
la
muerte
por
Cristo.
Y
mis
palabras
de
entonces,
 que
repito
ahora,
fueron:
"D.
Joaquín
Vilanova,
para
estar
en
los
altares,
no
necesitaba
morir
 mártir"».

Un
amigo
de
D.
Joaquín,
declara:
«Al
estallar
la
revolución
todavía
permanecieron
en
 el
pueblo
los
sacerdotes
varios
días.
El
último
día
que
se
dijo
Misa
en
la
parroquia
fue
el
24
 de
julio.
Después
quedaron
el
cura
y
el
coadjutor,
cada
uno
en
su
casa.
Aquellos
días
estuve
 yo
conviviendo
con
él
y
ayudándole
a
Misa
en
su
casa.
La
manera
de
pensar
de
Don
Joaquín
 durante
esos
días,
era
la
de
un
hombre
que
está
totalmente
puesto
en
las
manos
de
Dios,
y
 que
 deseaba
 el
 martirio»..
 Y
 agrega:
 «Él
 marchó
 a
 su
 pueblo
 natal,
 Onteniente
 y
 yo
 ya
 no
 tuve
relación
con
él».

El
 Pbro.
 José
 Zahonero
 Vivó,
 amigo
 de
 D.
 Joaquín,
 afirma:
 «Jamás
 ocultó
 ni
 pensó
 ocultar
su
condición
de
sacerdote:
si
salió
de
Ibi,
y
vistió
de
seglar,
fue
por
obligarle
a
ello
el


grupo
 de
 milicianos
 que
 le
 acompañaba
 a
 todas
 partes,
 para
 extrañarle
 de
 su
 parroquia.
 Prueba
 mayor
 de
 esto
 es
 que
 ante
 los
 mismos
 coaccionadores
 declaró
 que
 no
 realizaba
 ninguna
 de
 ambas
 cosas
 sin
 permiso
 de
 su
 cura,
 a
 cuya
 casa
 le
 acompañaron,
 y
 en
 ambos
 extremos,
pidió
permiso
al
Sr.
cura,
para
salir
y
para
vestir
de
seglar,
coronando
todo
esto,
 en
 su
 santa
 simplicidad,
 con
 esta
 frase:
 "¿Entonces,
 Sr.
 cura,
 yo
 quedo
 tranquilo
 en
 conciencia?
¿y
no
haré
daño
al
pueblo
con
mi
conducta,
ni
la
Iglesia
se
quejará
del
proceder
 de
su
sacerdote?".
Todo
esto
de
rodillas
ante
el
párroco,
al
que
pedía
perdón
por
cualquier
 deficiencia
de
su
ministerio
y
le
pedía
su
bendición.
Este
mismo
cura,
D.
José
Serra,
que
aún
 vive
y
que
narra
esto
entre
lágrimas,
me
ha
dicho
muchas
veces:
"D.
Joaquín,
para
ser
santo
 de
altar,
no
necesitaba
morir
mártir.
Sobraba
con
su
vida"».

El
cuñado
de
D.
Joaquín,
declara:
«Al
estallar
la
revolución,
el
Comité
de
Ibi
le
echó
 del
pueblo.
Abandonó
a
los
fieles
a
la
fuerza.
Se
vino
a
Onteniente,
viviendo
en
nuestra
casa.
 Todos
 los
 días
 celebraba
 misa».
 Y
 agrega:
 «Nunca
 pensó
 ni
 remotamente
 ocultar
 su
 condición
de
sacerdote».
 
 DETENCIÓN
Y
EJECUCIÓN

El
cuñado
D.
Joaquín,
declara:
«En
casa
habíamos
construido
un
refugio
para
ver
si
 podía
 salvarse,
 en
 el
 caso
 de
 que
 vinieran
 a
 detenerle.
 No
 puedo
 precisar
 el
 día
 que
 se
 presentaron
los
milicianos.
Fue
a
mitad
de
la
noche
y
en
gran
número.
Todos
con
escopetas
y
 como
si
vinieran
a
prender
a
un
salteador
de
caminos.
Los
milicianos
se
encararon
conmigo,
 diciendo
 que
 iban
 a
 detener
 a
 un
 cura
 que
 tenía
 yo
 en
 casa.
 Registraron
 la
 casa
 y
 no
 lo
 hallaron.
Entonces
me
amenazaron
de
muerte
si
no
lo
descubría.
Yo
estaba
decidido
a
todo,
 antes
 que
 descubrir
 a
 mi
 cuñado.
 Él
 se
 enteró
 de
 los
 propósitos
 de
 los
 milicianos,
 y
 se
 presentó
a
ellos
para
que
a
mí
no
me
ocurriera
nada.
Aquella
noche
se
lo
llevaron
y
le
dieron
 muerte».
La
muerte
D.
Joaquín
está
probada
mediante
la
documentación
que
se
encuentra
 en
 la
 Sección
 Causa
 General
 del
 Archivo
 Histórico
 Nacional
 de
 Madrid.

El
 Sr.
 José
 Gil
 Sanz,
 cuñado
 D.
 Joaquín,
 afirma:
 «Sólo
 sé
 que
 el
 día
 19
 de
 septiembre,
 después
 de
 tenerle
 24
 horas
 encerrado
en
el
Comité,
le
dieron
 muerte
 en
 término
 de
 Ollería»
 Confirma
 lo
 anterior
 el
 Sr.
 Fran‐ cisco
 Gandía
 Perrero,
 empleado
 D.
 Joaquín.
 Y
 el
 Sr.
 Ismael
 Pascual
 Sanjuán,
 feligrés,
 declara:
 «He
 oído
 decir
 que
 perdonó
 a
 sus
 enemigos,
 y
 que
 murió
 gritando:
 "¡Viva
 Cristo
 Rey!"».
 SEPULTURA,
 TRASLADOS
 E
 INHUMACIÓN
 DEFINITIVA
 DE
 LOS
 RESTOS
 MORTALES
 DE
D.
JOAQUÍN
 
 El
Sr.
Luis
Latoca
Ricart,
amigo
de
D.
Joaquín,
afirma:
«D.
Joaquín
fue
ejecutado
en
 término
 de
 Ollería,
 en
 donde
 fue
 entonces
 enterrado.
 Después,
 terminada
 la
 guerra,
 fue
 trasladado
 al
 cementerio
 de
 Onteniente.
 De
 allí
 se
 trajo
 a
 esta
 parroquia
 [de
 Ibi],
 y
 depositado
en
una
fosa
abierta
en
la
Capilla
de
la
Comunión».


El
 cuñado
 de
 D.
 Joaquín,
 confirma
 lo
 anterior
 y
 agrega:
 «Recuerdo
 la
 gran
 manifestación
de
afecto
y
 devoción,
 de
 adhesión
 y
 veneración
 a
 D.
 Joaquín
 con
 ocasión
 de
 este
 traslado
 de
 restos».
 Y
 el
 Sr.
 Ismael
 Pascual
 Sanjuán,
 feligrés,
 agrega:
 «Como
 quisimos
 trasla­ darlo
 a
 Ibi,
 notamos
 que
 el
 pueblo
 se
 iba
 arremo­ linando
 en
 su
 alrededor,
 oponiéndose
 a
 su
 tras­ lado.
 Al
 fin
 conseguimos
 traerlo
y
actualmente
está
 enterrado
 en
 la
 Capilla
 del
Santísimo
de
la
parroquia
de
Ibi.
Recuerdo
que
todo
el
pueblo
se
volcó
en
masa.
Fue
de
 apoteosis
el
traslado.
El
pueblo
todo
quiso
contribuir
en
los
gastos».

El
 21
 de
 junio
 de
 1952,
 en
 el
 linde
 del
 término
 municipal,
 en
 la
 «Venteta
 els
 Cuernos»,
 autoridades
 y
 simpatizantes
 se
 hicieron
 cargo
 de
 sus
 restos
 mortales
 procedentes
de
Onteniente.
Fue
expuesto
en
el
salón,
de
arriba
del
Patronato
en
donde
se
 le
prestaron
turnos
de
vela
toda

la
noche
con
rezos
de
plegarias
y
rosarios.
El
día
22,
con
 nutrido

acompañamiento
y
con
el
Clero
a
Cruz
Alzada
fue
trasladado
a
la
Parroquia,
en
 que
después
de
un
solemne
funeral,
fue
depositado,
para
perpetuo
reposo,
en
el
suelo
de
 la
 Capilla
 de
 la
 Virgen,
 lugar
 de
 sus
 más
 fervientes
 momentos
 de
 oración.
 Allí
 está
 recibiendo
 las
 plegarias
 y
las
lágrimas
de
los
que
 le
 conocieron,
 y
 de
 los
 que
 han
 oído
 hablar
 de
 él.

Son
 muchas
 las
 personas
 que
 estiman
 haber
 recibido
 sus
 favores.
 De
 entre
 ellas
 podemos
 citar
 a
 D.
 José
 Beneyto
 Mari
 y
 a
 D.a
 Josefina
 Rico
 Navarro.
 Su
 hermana
 nos
 deja
 testimonio
 de
 algunos
 hechos
 muy
 milagrosos.
 También
 se
 posee
 una
 certificación
 de
 D.B
 Paquita
 Cortés,
 de
 Cocentaina,
 de
 que
una
enferma,
al
aplicarle
un
trocito
de
tela
del
traje
que
llevaba
D.
Joaquín
el
día
del
 Martirio,
 sanó.
 Hay
 muchos
 más
 casos
 aportados
 a
 la
 causa
 de
 su
 beatificación,
 aunque
 sólo
se
hayan
incluido
trece
de
los
que
se
presentaron.
 EL
MARTIRIO
FORMAL

Es
 útil
 recordar
 la
 doctrina
 del
 Card.
 Lambertini,
 expuesta
 por
 el
 Relator
 Mons.
 José
Luis
Gutiérrez.
El
martirio
formal
por
parte
del
perseguidor:
Por
parte
del
perseguidor
 —los
 milicianos
 rojos
 o
 brazo
 armado
 de
 la
 extrema
 izquierda—
 no
 podía
 ser
 otro
 el
 motivo
 para
 asesinar
 al
 Beato
 sino
 el
 odiun
 fidei.
 En
 el
 Summarium
 se
 encuentran
 las
 pruebas
evidentes
de
esta
afirmación.
Buscaban
sistemáticamente
a
los
católicos;
odiaban
 todo
 lo
 que
 se
 relacionara
 con
 la
 religión
 católica
 y
 sus
 símbolos,
 como
 quedó
 probado.


Los
milicianos
sabían
que
era
un
sacerdote
católico
por
ello
lo
obligaron
a
marcharse
de
 Ibi
y
volver
a
su
pueblo
natal,
Onteniente.
El
martirio
formal
sufrido
por
D.
Joaquín:
Antes
y
 durante
el
período
de
la
revolución,
el
Beato
era
consciente
de
la
posibilidad
de
probable
 martirio
 y
 la
 aceptaba
 en
 el
 cumplimiento
 de
 la
 voluntad
 de
 Dios.
 El
 Beato
 Joaquín
 Vilanova,
 sacerdote
 consciente
 de
 su
 vocación,
 no
 ocultó
 su
 condición
 sacerdotal,
 murió
 perdonando
a
sus
asesinos
y
gritando
¡Viva
Cristo
Rey!.
Aceptó
la
muerte
voluntariamente
 ya
 que
 los
 milicianos
 no
 lo
 encontraron
 y
 amenazaron
 de
 muerte
 al
 cuñado,
 D.
 Joaquín
 para
impedir
que
su
cuñado
pudiera
sufrir
algún
percance
se
consignó
voluntariamente,
 como
quedó
evidenciado
en
el
relato
expuesto.

FAMA
DEL
MARTIRIO

Es
sentir
común.
Entre
quienes
supieron
de
la
muerte
de
D.
Joaquín
fue
unánime
el
 concepto
 de
 auténtico
 martirio.
 Así
 lo
 afirman
 todos
 los
 testigos.
 Algunas
 personas
 se
 encomiendan
a
su
intercesión.
La
Sra.
Josefina
Rico
Navarro,
en
su
declaración
escrita
del
 12
 de
 mayo
 de
 1997
 ante
 mí,
 como
 cura
 párroco,
 declaraba
 bajo
 juramento
 y
 con
 incontenida
 emoción:
 «Personalmente,
 siempre
 he
 estado
 muy
 unida
 a
 D.
 Joaquín,
 recibiendo
de
él
la
Catequesis
e
integrándome
en
todas
sus
actividades
pastorales.
He
tenido
 tres
hijos.
Su
gestación
siempre
ha
sido
delicada,
exigiéndome
permanecer
largo
tiempo
en
 la
cama.
Al
nacer
mi
segundo
hijo
(niña),
ya
los
médicos
me
decían
que
no
debía
tener
más.
 Al
 tercer
 año,
 quedé
 en
 estado
 de
 mi
 último
 hijo
 (varón),
 para
 cuyo
 nacimiento
 necesité
 guardar
reposo
absoluto
con
vigilancia
médica
durante
nueve
meses.
En
todo
momento
me
 encomendé
a
D.
Joaquín.
Al
recibir
la
noticia
de
que
traían
sus
restos
a
Ibi,
tal
fue
mi
alegría
 que,
 cumpliendo
 el
 día
 3
 de
 julio,
 el
 parto
 se
 me
 adelantó
 al
 día
 21
 de
 junio.
 Ese
 día,
 festividad
de
S.
Luis
Gonzaga
tan
querido
por
D.
Joaquín,
me
encontraba
con
tanta
energía
 que
 hasta
 llegué
 a
 levantarme
 y
 amasar
 pan,
 con
 gran
 asombro
 de
 todos.
 Al
 regresar
 del
 horno
y
dejar
el
pan,
hacia
el
medio
día,
fue
cuando
rompí
aguas.
Avisados
por
mi
esposo,
me
 asistieron
la
comadrona
y
el
médico.
Al
verme,
reconocieron
que
era
parto,
pero
que
aún
no
 era
 inmediato.
 No
 habían
 dolores.
 Yo
 estaba
 muy
 pendiente
 de
 la
 radio,
 siguiendo
 las
 noticias
del
traslado
de
los
restos
de
D.
Joaquín.
A
las
17'30
en
punto,
la
radio
anunció
que
 en
ese
momento
los
ibenses
desplazados
a
Onteniente,
tomaban
posesión
de
los
restos
de
D.
 Joaquín.
En
ese
instante,
nacía
mi
hijo,
con
total
ausencia
de
dolor.

En
el
mismo
modo
el
Sr.
José
Luis
Beneyto
Martí,
en
su
declaración
escrita
ante
mí
 el
12
de
mayo
de
1997,
afirmaba
entre
lágrimas:
«Pasados
los
años,
ya
había
finalizado
la
 Guerra
Civil,
tenía
yo
38
años,
cuando
llevaba
un
carro
grande
cargado
de
estiércol.
Subía
la
 calle
Berlandí
cuando
una
señora
comenzó
a
gritarme
desde
una
ventana:
"¡Pepito,
para
el
 carro!
¡Para!
¡Para!".
Paré
el
carro
inmediatamente
y,
al
descender
pude
ver
a
un
niño
bajo
 él.
Le
había
pasado
una
de
las
ruedas
por
encima
de
las
piernas
y
se
veían
claramente
las
 huellas
de
la
rueda.
La
rueda
estaba
chapada
de
hierro
con
un
grosor
de
chapa
de
unos
7
 cm.
Al
ver
aquello,
inmediatamente
me
vino
a
la
memoria
la
imagen
de
D.
Joaquín
y
a
él
me
 encomendé.
Cuando
llegó
la
madre,
lo
cogieron
y
lo
llevaron
a
Alcoy
para
atenderlo.
Yo
seguí
 muy
de
cerca
la
situación
interesándome
constantemente
por
el
estado
del
niño.
Me
brindé
a
 pagar
todos
los
gastos.
Me
dijeron
que
habría
que
amputarle
las
2
piernas.
Yo
siempre
me
 encomendé
 a
 D.
 Joaquín.
 El
 niño
 regresó
 de
 Alcoy
 sano
 y
 salvo
 sin
 necesidad
 alguna
 de
 amputación.
Insisto
en
que
en
todo
momento
me
encomendaba
a
D.
Joaquín».

Los
distintos
testigos
que
han
declarado
en
el
proceso
afirman
que
el
Beato
sufrió
 un
verdadero
martirio
y
algunos
se
encomiendan
a
su
intercesión.
En
el
mismo
modo
me
 expresé
 como
 cura
 párroco
 de
 la
 Transfiguración
 del
 Señor
 de
 Ibi
 en
 mi
 declaración
 escrita
del
28
de
mayo
de
1997.
La
fama
de
martirio
de
D.
Joaquín
se
puede
comprobar
 aún
hoy
con
sólo
solicitarlo
en
la
querida
Ibi.

Ad perpetuam rei memoriam y en gratitud a mi muy querido y admirado D. Joaquín Vilanova.
 Jesús Franco Martínez, sacerdote.



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