Beato Joaquín Vilanova Camallonga. Mártir. Un ángel en… Ibi.
Vicario de Ibi Jesús Franco Martínez.
MÁRTIR DE LA FE.
El pontificado de Juan Pablo II, regaló a la Iglesia un número elevado de beatificaciones y canonizaciones, centradas en el siglo XIX y XX.
El 25 de enero de 1983, Juan Pablo II decidió la reapertura de los procesos de los mártires españoles del siglo XX y lo comunicó al cardenal Palazzini, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Cuando en al año 1992 el Santo Padre visitó España y conoció directamente los martirios ocurridos en el siglo XX, inmediatamente en el Vaticano se animaron los procesos, ya iniciados, y se abrieron nuevos y numerosos procesos de los mártires españoles de la Persecución Religiosa de los años 1934‐1939. Afirmó al Papa: “No son héroes de una guerra humana en la que no participaron, sino que fueron educadores de la juventud. Por su condición de consagrados y maestros afrontaron su trágico destino como auténtico testimonio de fe, dando con su martirio la última lección de su vida”.
A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron su vida por Dios, el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe. El número es sorprendente y todos ellos dieron un ejemplo de entrega de sus vidas a Jesucristo con gran generosidad, perdonando de corazón a sus ejecutores. En la mayor parte de los casos murieron gritando: “¡Viva Cristo Rey!”
En algún caso, incluso los mismos que tomaron parte como ejecutores materiales, testificaron esta ejemplaridad al ser interrogados. El clima espiritual favorable creado por el Gran Jubileo del 2000 permitió que, concluido el largo proceso canónico, pudiera celebrarse esta beatificación el 11 de marzo de 2001, como primer fruto espiritual del Año Santo. Estos mártires son los primeros beatos del Tercer Milenio.
En tiempos de la Guerra Civil Ibi pertenecía a la Archidiócesis de Valencia, por lo que D. Joaquín Vilanova ingresó en ese proceso de beatificación que, hacía más de 50 años, había iniciado la Archidiócesis.
Desde el 24 de julio de 1992 ya era yo párroco en Ibi por lo que, cuando se reinició el proceso de beatificación el año 1997, me cupo el privilegio de asumir la grata tarea de recopilar muchos datos que faltaban. Se habían perdido documentos esenciales como los testimonios y hasta el Acta de defunción… Había mucho qué hacer, pero la Providencia hizo que aún quedasen testigos directos a los que tomar testimonio y aún el mismo médico (D. Antonio Anguiz) que, en su día, hizo el Acta de reconocimiento del cadáver. Sobre todo, el recuerdo y la gratitud a D. Joaquín Vilanova, permanecía vivo en aquel Ibi de comienzos del nuevo siglo.
A continuación pongo dos documentos de los muchos que tuve que hacer a favor del proceso de beatificación de nuestro muy querido D. Joaquín.
Parroquia de la Transfiguración del Señor Diócesis de Orihuela-Alicante Les Eres, 4 03440 96/ 555 27 37 IBI (Alicante).
Ibi, 2 de Diciembre de 1.997
Jesús Franco Martínez, Cura Párroco de la Transfiguración del Señor, de Ibi, Alicante,
CERTIFICO: Que en el Archivo Parroquial no existe Acta alguna que se refiera al traslado de los restos mortales del Rvdo. Sr. D. JOAQUÍN VILANOVA CAMALLONGA desde el Cementerio de Onteniente hasta su inhumación en ésta. Que es notorio a todos los vecinos del lugar el mencionado traslado, estando sus restos en nicho subterráneo situado en la Capilla del Santísimo de esta Parroquia, como es comprobable.
Al no poder ofrecer más documentación oficial que la presente, adjunto un Certificado Médico Oficial expedido por el Dr. D. Antonio Anguiz Pajarón, del Colegio de Alicante, que fue el médico que, en Onteniente, procedió al reconocimiento de los restos y certificó, según consta en el Certificado adjunto.
Y para que así conste, firmo y sello en Ibi a dos de diciembre de mil novecientos noventa y siete.
Fdo.: Jesús Franco Martínez, Cura Párroco.
Parroquia de la Transfiguración del Señor Diócesis de Orihuela-Alicante Les Eres, 4 03440 96/ 555 27 37 IBI (Alicante).
Ibi, 28 mayo, 1.997
JESUS FRANCO MARTINEZ, Cura Párroco de la Transfiguración del Señor, de Ibi, doy fe de que en esta feligresía no solo se guarda recuerdo imperecedero del querido D. Joaquín Vilanova Camallonga, sino que se mantiene un espíritu de gratitud y reconocimiento de su bondad y sus virtudes evangélicas, así como de su celo pastoral. Las gentes que le conocieron y quienes le conocen por las muchas referencias que de él se hacen con sumo cariño, no solo manifiestan devoción popular encendida, sino que se sienten animadas a pedir a D. Joaquín que interceda por ellos ante el Señor. Los mismos sacerdotes reconocemos nuestro profundo agradecimiento a D. Joaquín por su siembra evangélica, sobre cuyos frutos seguimos empeñados en la construcción del Reino de Dios. No sólo su siembra espiritual, sino también su obra material, continúan dando frutos beneficiosos para nuestra Iglesia. El Patronato que D. Joaquín construyera es hoy sede de una emisora de Radio ECCA, es sede de la Catequesis Parroquial, Sede de la Delegación de la Escuela Diocesana de Catequistas y Subsede de la Escuela de Monitores D. Bosco. Todo ello a fin de la mejor y mayor formación cristiana, espiritual y humana de nuestros niños, nuestros jóvenes y nuestros Agentes de Pastoral, en perfecto cumplimiento de la voluntad expresada por D. Joaquín en el momento de su construcción. De lo que doy fe en Ibi, a veintiocho de mayo de mil novecientos noventa y siete.
Fdo.: Jesús Franco Martínez, Cura Párroco.
EL PROCESO EN LA PARROQUIA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR: Desde el mismo instante en que me fue comunicado por el Arzobispado de Valencia que se reiniciaba el proceso de beatificación, tras ponerme en contacto con nuestro Obispado de Orihuela‐Alicante, procedí a convocar a testigos supérstices que conocieron personalmente a D. Joaquín. Fue algo tremendamente emocionante… Una a una, se acercaban a declarar bajo juramento aquellas personas ya mayores que, no obstante, relataban con todo lujo de detalles momentos nunca olvidados que les hacían saltar las lágrimas en más de una ocasión. Finalmente solo se introdujeron trece testimonios en el “aparato probatorio”: D. Fco. García Ferrero y la Hna. Presentación Pla Soler como testigos “de oficio”; D. Carlos Picó García, Dª Carmen Guillén García,, D. Ismael Pascual Sanjuán, Dª Mercedes Moullor Monllor, D. José Castelló Gisbert y D. Blas García Pascual en calidad de feligreses. Como parientes, D. Y D. José Vicente Gil Sanz. Como amigos de D. Joaquín, D. Vicente Calabuig Berenguer, D. Luis Satoca Ricart y el sacerdote José Zahonero Vicó
Tras los pasos previos, como el buen pan se va cociendo lentamente al calor del horno, llegó el año 2001 y el día 9 de enero el Obispado nos comunicaba la gran noticia.
E inmediatamente se conformó la Comisión Pro Beatificación de D. Joaquín, que asumió la tarea de organizar todo cuanto fuera necesario para la celebración de tan gran acontecimiento… Para los niños se elaboró un cómic que se repartió en todos los colegios y las catequesis, para los mayores una exposición con recuerdos de D. Joaquín aportados por los propios ibenses, una moneda de plata conmemorativa cura cara tenía el busto de D. Joaquín y cuya cruz mostraba, ¡cómo no! El Patronato. También se editó un libro elaborado por D. Luis Satoca Ricart titulado “D. JOAQUÍN VILANOVA, VICARIO DE IBI”. Y también se hicieron trípticos y estampas sobre la figura de nuestro Beato.
Estola del Beato Joaquín Vilanova Camallonga, donada por sus familiares a la parroquia de la Transfiguración del Señor, de Ibi (Alicante) que se conserva expuesta en la Sacristía de dicha parroquia.
11 DE MARZO DE 2001
En una maña‐ na radiante y una Plaza de San Pedro llena hasta la ban‐ dera, a las 10:00 hor‐ as en punto daba co‐ mienzo la solemne ceremonia de beatifi‐ cación de D. Joaquín Vilanova y doscientos treinta y un compa‐ ñeros martirizados en España entre 1936 y 1939: sacer‐ dotes diocesa‐nos, religiosos, religiosas, personas casadas y solteras de todas las profesiones; miembros de la Acción Católica y de otros movimientos eclesiales. Son los primeros beatos del tercer milenio.
Entre los miles de personas que habíamos en la Plaza nos encontrábamos los sacerdotes de la parroquia, el Sr. Alcalde y una gran comitiva que habíamos llegado, unos en la Peregrinación diocesana con el Sr. Obispo a la cabeza, D. Victorio Oliver, otros en autobuses y coches particulares.
Mons. Agustín García‐Gasco pidió al Romano Pontífice que beatificara a los doscientos treinta y tres siervos de Dios; a continuación leyó unas breves notas biográficas de casi todos.
Especial emoción nos embargó a todos cuando Su Santidad pronunció la fórmula de beatificación y estableció que de ahora en adelante se pueda celebrar su fiesta, en los lugares y del modo que marca el derecho, el día 22 de septiembre. La asamblea asintió con el canto del "Amén". Y un gran aplauso, mientras se iba descubriendo el tapiz, que colgaba del balcón central de la fachada de la basílica; al mismo tiempo, el coro de la capilla Sixtina cantaba el "Tibi Laus, Domine", alternándose con la asamblea, que cantaba el "Christus vincit". Como era de esperarse, la develación del tapiz provocó la alegría y el aplauso de la gente. Poco después, la multitud volvió a su compostura litúrgica para continuar la Eucaristía. Durante la homilía el Papa suplicó, que por la intercesión de los mártires de Valencia, la paz pueda darse en España. El más largo y fuerte aplauso siguió a su enérgica petición para que cese
toda clase de terrorismo en España. Dijo: "el terrorismo nace del odio y es injusto e irracional".
Dijo también "el terrorismo es enemigo de la humanidad" y pidió que por la intercesión de María, volviera la paz a España. Mons. Agustín García‐Gasco Vicente, en nombre de los Ordinarios de las diócesis en que murieron los nuevos beatos, dio las gracias al Santo Padre.
Varios familiares de los mártires intervinieron en diferentes momentos del sagrado rito, como en la presentación de las reliquias y de las ofrendas o en la proclamación de las intenciones de la oración de los fieles.
Al día siguiente, a las 9:30 horas, todos estábamos de nuevo en la Basílica de San Pedro para asistir a la Misa de Acción de gracias por la glorificación de los nuevos 233 Beatos Mártires. La Basílica Vaticana estaba repleta de peregrinos. Como preparación para la ceremonia se rezaron las letanías de los Beatos Mártires. Emocionaba oír sus nombres, uno a uno, en la gran basílica, desde el altar de la Confesión, donde Pedro, sucesor y Vicario de Jesús, fue el primer Papa mártir. Los mártires eran personas cercanas y nos parecía ver a nuestro D. Joaquín rodeado de luz celestial en la gloria de Dios, que nos bendecía.
1 DE ABRIL:
A las 19:30 en punto del domingo 1 de abril, nuestro Obispo D. Victorio Oliver, presidía la magna celebración de la MISA PONTIFICAL en eacción de gracias por la beatificación de Joaquín Vilanova y Compañeros Mártires.
Concelebrando todos los sacerdotes con ministerio en Ibi (dioce‐ sanos y salesianos), así como los sacerdotes hijos de Ibi y los del Arcipres‐ tazgo. Asistía el Excmo. Ayuntamiento con el Sr. Alcalde a la cabeza Alcalde a la cabeza, familiares de D. Joaquín, los miembros del Consejo de Pastoral y cientos de fieles hasta llenar desbordar el templo parroquial.
Tanto el Sr. Obispo como los dos sacerdotes concelebrantes principales estrenaban los ornamentos rojos adquiridos en Roma para la ocasión y junto con las flores, grandes palmas blancas proclamaban a todos el martirio de D. Joaquín.
El templo de la Transfiguración del Señor se llenaba de gloria y de inmensa alegría. D. Joaquín estaba muy especialmente presente en el corazón de sus queridos ibenses.
PERFIL BIOGRÁFICO:
Nació en Onteniente el 6 de octubre 1888. Fue bautizado en la parroquial iglesia de Santa María el mismo día supliendo las ceremonias bautismales que realizó urgentemente la comadrona al ver que el niño había nacido con algo de asfixia. Sus padres, Joaquín y Francisca eran panaderos y tuvo una hermana religiosa Clarisa en Cocentaina (Sor Mª Milagro de S. Antonio) que llegó a ser Abadesa del Monasterio. A los tres años se presentó en la parroquia de Santa María, se subió al altar y empezó a tirar de la casulla al sacerdote que estaba celebrando la Misa y pidiendo confesión. El sacerdote, anta la insistencia del niño le dijo que esperase abajo. Tras la Misa y ya en la sacristía el sacerdote le hizo una ceremonia, le dio una estampa y lo mandó a casa.
Con sólo cinco años quedó huérfano de madre y a los siete años manifestó su voluntad de ser sacerdote y no pudiendo acceder al deseo de ingresar en el Noviciado franciscano de Benisa, le puso un maestro para clases particulares.
Al morir su padre, Joaquín tenía 14 años y nuevamente insinuó su deseo de ingresar en la orden franciscana, pero varios padres y el mismo Provincial le aconsejaron que esperase hasta ver casada a alguna de sus hermanas. El joven Joaquín apeló a los sacerdotes y éstos, conocedores de aquella clara vocación, influyeron para que iniciase los estudios. Los cuatro primeros cursos de latinidad los hizo en plan libre, posteriormente ingresó en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, de Valencia, donde fue un modelo de virtudes.
Recibió el diaconado en Segorbe, con dimisorias del vicario capitular de Valencia, sede vacante, durante la quinta semana de Cuaresma de 1920, de manos del obispo de aquella diócesis, el también Siervo de Dios fray Luis Amigó Ferrer. El 19 de septiembre de 1920, durante las Témporas de San Mateo, fue ordenado presbítero (16 años después, justo el aniversario de su ordenación, le dejaban tendido en una cuneta, no sin antes haber dicho a los suyos y ante quienes lo iban a ejecutar: «HOY SERÁ, EN ESTE MI ANIVERSARIO, MI PRIMERA MISA EN LA GLORIA POR TODOS VOSOTROS») y nombrado inmediatamente regente de Cuatretondeta, donde estuvo poco tiempo. El mismo año de su ordenación los superiores lo designaron coadjutor de Ibi. Y en aquel industrioso pueblo de la provincia de Alicante ejerció toda su vida ministerial.
D. JOAQUÍN ES DESTINADO A IBI
El mismo año de su ordenación los superiores lo designaron coadjutor de Ibi donde, en una tarde otoñal del mes de octubre de 1920, hace su silenciosa entrada a cuestas de una modesta tartana (símbolo de la juguetería ibense) de las que hacían el servicio de Ordinario, vino a parar junto a la fuente de la Plaza de la Iglesia. De ello fueron testigos, entre otros, varias mozas del lugar que, en casa de D. Manuel Soler, esquina a la calle Empedrat, estaban en clase recibiendo lecciones de cultura y bordados: Sra. Francisca Beltrá, Laura Verdú (Braga) y muchas más. Allí bajó D. Joaquín con el atuendo propio a la dignidad que el caso requería, con manteo y sombrero de copa redonda y ala ancha. Al verlo, las referidas mozas se precipitaron para darle la bienvenida, pero no les fue posible, ya que de inmediato fue rodeado de los curiosos chiquillos que, como estampa pueblerina, estaban aguardando a ver qué novedades les traía la Tartana, los cuales se precipitaron a besarle la mano y cogerle la maleta para, rodeado de ese primer fermento, encaminarse hacia la calle de Colón sin caer en la cuenta de que allí había personas ansiosas de saludarle.
Tan pronto como llegó a Ibi, en su misma pequeña casa comenzó a enseñar catecismo todos los días. Por ver de disponer de mayor local para ello, cambió dos domicilios y, al fin, como ya rebosase toda la casa, alquiló una bodega, la adecentó cuanto pudo y comenzó materialmente a existir lo que había de ser el Patronato de este intrépido sacerdote. Un día compró unos bancales aledaños y comenzó la ingente obra del Patronato con ¡treinta y una pesetas! Pero oró mucho, trabajó, pidió limosna por el pueblo y por las casas de campo, contrajo deudas y obtuvo préstamos.
Siguió haciendo bien desde el confesionario y con los pobres y enfer‐ mos, año tras año, trabajando de carretero, de albañil, llenando los locales, a medio hacer, con gente para el catecismo, niños y adultos, haciendo de su día una continua platica o sermón; y bien pidiendo, bien rezando, bien enseñando, surgió el Patronato. Para ello, en casa de D. Joaquín no quedaron muebles, ropas, bienes, etc., no pudiendo muchos días comprar la modesta comida.
Su apostolado no se limitó al pueblo, pues procuró mantener correspondencia con hijos de Ibi establecidos en otros puntos de España, buscando afirmar su fe, sosteniendo los lazos de amistad con la parroquia y la caridad; uno de los medios era enviarles todas las semanas la Hoja parroquial de la población.
De su vida transcribimos dos informes, uno de ellos de su Cura Párroco, don José María Serra: «Como Párroco que fui de la iglesia de Ibi desde el 22 de febrero de 1931, conviví con D. Joaquín Vilanova hasta que la revolución nos desterró de nuestra querida parroquia, a él en fecha del 29 y a mí el 30 de julio de 1936. Desde el primer momento me di cuenta de que D. Joa quín era un alma de Dios. Los años de su vida sacerdotal, desde últimos de 1920 hasta el 1936, transcurrieron todos en Ibi, y pueden compendiarse en estas palabras: una vida purísima y mortificada y un celo incansable en todo lo referente a los actos de su ministerio.
Asiduo en el confesionario, aunque de cortos alcances, en‐ tendía admirablemente la ciencia de la discreción de es‐ píritus y dirección de las almas y visitaba a los enfermos con frecuencia, a los que confesaba oportunamente para llevarles el Señor los primeros viernes de cada mes y uni‐ do incondicionalmente al Párroco; conmigo con‐ sultaba cuantas cosas de alguna importancia le acontecían, y pedía orientación y consejo en lo que le ofrecía alguna duda, consejo que seguía luego y lo tenía por el más acertado. No consentía que se
hablase o comentase en sentido desfavorable alguna disposición del Cura; cuando otras razones no podía aducir, decía: "aquí señor Cura es el Papa, y el que habla de él, censurándole, comete un pecado ".
Enamorado de la educación de la niñez y de la instrucción cristiana de la juventud, desde los primeros momentos de su actuación como Coadjutor de Ibi, se propuso levantar un Patronato para que fuese centro catequístico, y a donde los jóvenes pudiesen acudir y tener sus reportes y juegos honestos sin peligro para sus almas. Des pués de varios esfuerzos logró adqu irir unos terrenos y comenzó a levantar el edificio. Cuando yo tomé posesión del Curato en 1931, tenía edificada solamente una parte con un piso alto; la parle baja se destinó a salón de actos y el piso alto estaba destinado a la enseñanza del catecis mo. Fue en ese piso alto donde se estableció la escuela católica, que los Padres de Familia fundaron en 1935. Quizá esto motivase el incendio del Patronato por las turbas en la madrugada del 19 de marzo de 1936. Este hecho le apenó profundamente; pero en seguida comenzó sus trabajos, para reparar en lo más indispensable los estragos del incendio, y, si no la escuela, cuyo material desapareció totalmente, continuó el Patronato funcionando en cuanto a la ense ñanza del catecismo y deportes. Y es de notar que, a raíz de la supresión de la enseñanza del catecismo en las escuelas, en 1931, acordamos se tuviese lección diaria de catecismo en el Patronato antes de que los niños comenzasen sus juegos, y así vino haciéndolo con constancia admirable D. Joaquín».
Y ahora este testimonio de Dª Josefa Calatayud:
«Lo que puedo decir de D. Joaquín Vilanova es esto: Algún tiempo antes de la revolución (no puedo precisar, pero cosa de unos seis meses), estando D. Joaquín haciendo oración delante del Sagrario, como tenía por costumbre, tuvo revelación de su muerte y que moriría mártir; así se lo dijo a una confesada suya, que era auxiliar en las ERMITA DE S. VICENTE obras del Patronato y, además, le predijo lo que la misma confesada sufriría durante la revolución, lo que se ha cumplido punto por punto». Por cierto, que esa señora no hizo caso pues, aunque estimaba profundamente a D. Joaquín, era de un carácter completamente opuesto, y por tener mucho trato con él, estaba acostumbrada a que le dijese que tuviera paciencia, que fuese buena, y pensó y le dijo: “Bastante martirio es el Patronato y tratar a tanta gente”… Continúa diciendo, «todos los días, durante la Cuaresma, D. Joaquín hacía el Vía Crucis en la Ermita de San Vicente, y luego predicaba el evangelio del día, a
modo de una Plática, en castellano, y, cosa notable, era algo encantador; no puede explicarse la unción, el fruto, el interés y gusto con que la gente lo iba a oír, si bien casi toda era gente pobre, sencilla, sin cultura, pero de todo había. Se palpaba que era Dios quien hablaba por su boca. Su apostolado se ejerció, principalmente, entre la gente pobre: lo que llamamos gente del pueblo, pero ¡cómo la respetaba D. Joaquín! Parece que en los prójimos veía siempre a Dios; cuando alguien le decía alguna cosa tonta o impertinente, ¡cómo se reía!... Lo único que le importaba era la gloria de Dios y la salvación de las almas. Se espantaba al ver que la gente, en gran parte, no sabía rezar, y mucho menos el catecismo. Él lo enseñaba "a troche y moche", y quería que los demás hiciesen propósitos de no dejar pasar día sin enseñar el catecismo. Decía muchas veces como San Pablo: "oportuna e inoportunamente"…
Su caridad, en todos sentidos, era grandísima; yo le he visto dar sus mismas ropas, o, al menos, no tener camisa que ponerse ni zapatos. La sotana, decente, sí, pero muy pobre. Su delicadeza con todos era exquisita y en esto era más que un caballero: era un sacerdote santo.
Su devoción a la Santísima Virgen era como de un hijo con su madre; su modestia y amor a la pureza impresionaba; miraba a la cara a todo el mundo, pero era una mirada tan pura como si fuese un ángel. Ayunaba tres veces por semana todo el año, o, por lo menos, algunos días a la semana, pues no recuerdo los que eran. Fue un mártir del confesionario y sólo en el cielo sabremos el bien que hizo D. Joaquín. Por el Patronato desfilaba todo el pueblo; los "espíritus fuertes" se reían, pero dejaban sus limosnas, y todos reconocían su virtud. Él, como se lee del Santo Cura de Ars, iba siempre al grano. De otros pueblos venían algunas veces señores a confesarse con él y yo lo he presenciado y me admiraba, si bien tenía experiencia de que Dios le daba luz especial. Su tormento sin igual eran los pecados que se cometían; lloraba como un niño; pero amargamente. Por ejemplo: en algún caso, encontraba algún hombre en la calle, bien poco devoto o que no practicaba; le cogía del brazo y le decía: "Ven a confesarte". Y casi siempre, aquel hombre bajaba la cabeza y se confesaba. En el Patronato se hacía un grandísimo apostolado, y la parte económica fue un milagro de la Providencia.
También tenía defectos: era muy cabezudo, y nada a propósito para tratar con gente
de mundo. Termina la testigo diciendo: tal vez alguna palabra no irá justa, pero el fondo es cierto. Cuando digo que decía a los hombres "ven a confesarte", podría ser, por ejemplo, esta pregunta: "¿Has cumplido en Parroquia?... ¡Che, che, che!". Pero lo atrapaba. Los tiempos entonces eran malos para la religión». Por su intensa actividad sacerdotal los enemigos de la fe lo arrestaron y mataron. » PERSONALIDAD Y FISONOMÍA MORAL DEL BEATO
Los testigos afirman que era de una bondad, candor y sencillez seráfica, que se ganaba el afecto de los que le trataban. Muy cumplidor de sus deberes ministeriales y parroquiales que ejercía con delicadeza y ejemplaridad. Sacerdote de una profunda vida de oración, aunque sin facilidad de palabras, hablaba y rezaba con tal unción que sus feligreses salían contagiados y compenetrados de su fervor. Era tan casto y delicado en esta virtud que hasta las palabras un poco malsonantes le herían. Vivía el espíritu de pobreza evangélica. Era caritativo y limosnero.
Lo más sorprendente es que, a pesar de su poca ciencia, era un excelente director de conciencias y un consejero y solucionador de conflictos espirituales entre personas de elevada cultura y posición social. Para el confesionario no tenía horas y allí sabía muy bien dirigir las almas. Cumplía esta misión sobre todo con los fríos y remisos. Al darles la absolución lo hacía con tal fervor que infundía paz, convicción y fe en el perdón de los pecados. Su apostolado sencillo, ingenuo y efusivo tenía un atractivo santo que él sabía emplear procurando que nadie se quedase sin cumplir con el precepto pascual.
Lo ordinario lo había elevado a grado heroico. Era ejemplar en grado muy notable. Su constante repetición era: «Antes morir que pecar». No hay palabras para hacer el perfil de su santa vida sacerdotal, aunque no hubiese sido mártir hubiera sido igualmente santo. Su influencia cambió totalmente el espíritu de la población.
Los testigos interrogados acerca de las virtudes practicadas por D. Joaquín describen una personalidad moral rica, en la cual brillan las virtudes teologales, cardinales y anexas. Lo describen como un sacerdote coherente, dedicado activamente al apostolado, al mismo tiempo que cumplía ejemplarmente y con exactitud sus deberes sacerdotales.
EL MARTIRIO MATERIAL
El perseguidor sin lugar a dudas provocó la muerte natural, cumpliendo uno de los requisitos, según la doctrina de Benedicto XIV, por los cuales se concreta el verdadero martirio.
En el proceso, no obstante las dificultades para encontrar testimonios sobre el hecho del martirio D. Joaquín, perpetrado al amparo de la clandestinidad, se consiguieron suficientes testigos. Del hecho y las circunstancias de la detención depusieron dos testigos de visu. De la llegada al lugar de la ejecución y del fusilamiento depuso de auditu el Sr. Ismael Pascual Sanjuán. El Sr. Vicente Calbuig Berenguer estuvo presente en la exhuma‐ ción de los restos mortales de D. Joaquín. Y del ambiente hostil a la Iglesia depusieron, de visu, todos los testigos. LAS HORAS AMARGAS DE D. JOAQUÍN
D. Joaquín era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio. Así lo manifiesta un feligrés: «En los meses que precedieron a la revolución, pasó por la prueba de ver cómo en el mes de marzo, los enemigos le incendiaron el Patronato, objeto de tantos desvelos y sacrificios. Pero D. Joaquín, lejos de desanimarse, salió de nuevo a pedir y a reconstruir lo que él juzgaba el principal medio de proteger y educar a la juventud de Ibi». Confirma lo anterior la declaración del Sr. Ismael Pascual Sanjuán y de la Sra. Carmen Guillém García, feligresa, vecina y amiga del Beato, que agrega: «Exclamó al momento que le informaron, pues estaba en el confesionario: «¡Pobres, perdonadles, pues no saben lo que hacen!». Sin embargo, no decayó en su ánimo. Al contrario, solía decir: "Lo levantaremos otra vez". Y empezó bien pronto de nuevo a reparar los daños ocasionados. Hablando de la gravedad de los acontecimientos, solía decir continuamente: "Vendrán grandes castigos, los pecados y escándalos son muchos"».
En el mismo modo anota el Sr. Luis Latoca Ricart: «Yo traté con alguna intimidad al Beato, pues yo, durante los años de la República era seminarista. Fui testigo de las reacciones suyas en aquellos momentos difíciles y tristes. Fue en el año 1935, con motivo de la feria catequística, cuando llegaron al Patronato un grupo de afiliados a la Casa del Pueblo. Trabaron conversación con D. Joaquín, blasonando de que no creían en Dios, D. Joaquín empezó a llorar, diciéndonos a los que estábamos allí. "Llorad, hijos míos, y rezad porque en Ibi hay personas que no creen en Dios". Le he oído decir en aquellos meses últimos, anteriores a la revolución, estas palabras. "¡Cuán hermoso sería morir mártir!".
Sucedió que en el mes de marzo de 1936, quemaron el Patronato. D. Joaquín, era natural que lo sintiera profundamente, mantenía la serenidad y decía: "No os preocupéis, que lo volveremos a levantar". En todos los momentos de su vida demostró D. Joaquín gran temple de voluntad y carácter». Y el Sr. Vicente Gil Sanz, cuñado D. Joaquín agrega: «D. Joaquín, enamorado de su obra del patronato, lo reconstruyó».
La revolución en Ibi inició con el incendio de las iglesias, la quema de objetos religiosos y la persecución de los católicos, expulsando del pueblo a los sacerdotes. Al estallar la revolución de 1936, D. Joaquín reaccionó como un auténtico sacerdote católico. Mantuvo el ánimo sereno y puso su vida en manos de la Providencia. El Pbro. José María Serra, cura párroco de Ibi, anteriormente citado, en su declaración escrita del 4 de agosto de 1950, aportó estos datos: «El 24 de julio de 1936 recibí orden del comité revolucionario para que cerrase la iglesia y entregase las llaves, prohibiéndome que celebrase funciones sagradas. Con orna mentos que ya teníamos en nuestras casas, tanto D. Joaquín como yo, celebramos la Santa Misa en nuestros domicilios, hasta que el día 29 de julio se presentan en casa de D. Joaquín tres milicianos armados, conminándole de parte del comité a que saliese del pueblo aquella misma tarde y se trasladase a Onteniente, su ciudad natal. Y él, con toda entereza, les contesta: "Para poder marcharme yo de aquí, necesito el permiso del señor Cura; si él no me lo concede, no me marcharé". Y, en efecto, vino a la Casa Abadía, y al decirme lo que había y darle yo el permiso, dijo: "¿Puedo marcharme tranquilo de conciencia? ¿No pecaré, ni faltaré por marcharme?". Le hube de tranquilizar, y recordó entonces que le habían dicho que para marcharse se había de vestir de seglar, y tuvo dudas sobre si sería pecado el desprenderse de su querida sotana; hube de tranquilizarle, también, sobre este extremo. Se fue a su casa, preparó sus cosas, y, momentos antes de partir, vuelve de nuevo a mi casa a darme el que había de ser el último adiós. Se arrodilló a mis pies, diciendo: "Señor Cura, bendígame y si en algo le he ofendido, perdóneme. Dispuesto estoy a todo lo que Dios disponga: la muerte, el martirio, la cárcel, lo que Dios quiera". Con lágrimas en los ojos y con palabra entrecortada, le di la bendición que me pedía. Después, ya él de pie, le dije: "Ánimo, D. Joaquín; confiemos en Dios que no permitirá el triunfo de la iniquidad". Nos abrazamos y nos despedimos con estas palabras: "Adiós. Hasta que de nuevo nos veamos aquí, o hasta el cielo". Meses después, y aún en plena revolución, tuve noticia del martirio del bueno de D. Joaquín. No dudo que aceptaría con alegría la muerte por Cristo. Y mis palabras de entonces, que repito ahora, fueron: "D. Joaquín Vilanova, para estar en los altares, no necesitaba morir mártir"».
Un amigo de D. Joaquín, declara: «Al estallar la revolución todavía permanecieron en el pueblo los sacerdotes varios días. El último día que se dijo Misa en la parroquia fue el 24 de julio. Después quedaron el cura y el coadjutor, cada uno en su casa. Aquellos días estuve yo conviviendo con él y ayudándole a Misa en su casa. La manera de pensar de Don Joaquín durante esos días, era la de un hombre que está totalmente puesto en las manos de Dios, y que deseaba el martirio».. Y agrega: «Él marchó a su pueblo natal, Onteniente y yo ya no tuve relación con él».
El Pbro. José Zahonero Vivó, amigo de D. Joaquín, afirma: «Jamás ocultó ni pensó ocultar su condición de sacerdote: si salió de Ibi, y vistió de seglar, fue por obligarle a ello el
grupo de milicianos que le acompañaba a todas partes, para extrañarle de su parroquia. Prueba mayor de esto es que ante los mismos coaccionadores declaró que no realizaba ninguna de ambas cosas sin permiso de su cura, a cuya casa le acompañaron, y en ambos extremos, pidió permiso al Sr. cura, para salir y para vestir de seglar, coronando todo esto, en su santa simplicidad, con esta frase: "¿Entonces, Sr. cura, yo quedo tranquilo en conciencia? ¿y no haré daño al pueblo con mi conducta, ni la Iglesia se quejará del proceder de su sacerdote?". Todo esto de rodillas ante el párroco, al que pedía perdón por cualquier deficiencia de su ministerio y le pedía su bendición. Este mismo cura, D. José Serra, que aún vive y que narra esto entre lágrimas, me ha dicho muchas veces: "D. Joaquín, para ser santo de altar, no necesitaba morir mártir. Sobraba con su vida"».
El cuñado de D. Joaquín, declara: «Al estallar la revolución, el Comité de Ibi le echó del pueblo. Abandonó a los fieles a la fuerza. Se vino a Onteniente, viviendo en nuestra casa. Todos los días celebraba misa». Y agrega: «Nunca pensó ni remotamente ocultar su condición de sacerdote». DETENCIÓN Y EJECUCIÓN
El cuñado D. Joaquín, declara: «En casa habíamos construido un refugio para ver si podía salvarse, en el caso de que vinieran a detenerle. No puedo precisar el día que se presentaron los milicianos. Fue a mitad de la noche y en gran número. Todos con escopetas y como si vinieran a prender a un salteador de caminos. Los milicianos se encararon conmigo, diciendo que iban a detener a un cura que tenía yo en casa. Registraron la casa y no lo hallaron. Entonces me amenazaron de muerte si no lo descubría. Yo estaba decidido a todo, antes que descubrir a mi cuñado. Él se enteró de los propósitos de los milicianos, y se presentó a ellos para que a mí no me ocurriera nada. Aquella noche se lo llevaron y le dieron muerte». La muerte D. Joaquín está probada mediante la documentación que se encuentra en la Sección Causa General del Archivo Histórico Nacional de Madrid.
El Sr. José Gil Sanz, cuñado D. Joaquín, afirma: «Sólo sé que el día 19 de septiembre, después de tenerle 24 horas encerrado en el Comité, le dieron muerte en término de Ollería» Confirma lo anterior el Sr. Fran‐ cisco Gandía Perrero, empleado D. Joaquín. Y el Sr. Ismael Pascual Sanjuán, feligrés, declara: «He oído decir que perdonó a sus enemigos, y que murió gritando: "¡Viva Cristo Rey!"». SEPULTURA, TRASLADOS E INHUMACIÓN DEFINITIVA DE LOS RESTOS MORTALES DE D. JOAQUÍN El Sr. Luis Latoca Ricart, amigo de D. Joaquín, afirma: «D. Joaquín fue ejecutado en término de Ollería, en donde fue entonces enterrado. Después, terminada la guerra, fue trasladado al cementerio de Onteniente. De allí se trajo a esta parroquia [de Ibi], y depositado en una fosa abierta en la Capilla de la Comunión».
El cuñado de D. Joaquín, confirma lo anterior y agrega: «Recuerdo la gran manifestación de afecto y devoción, de adhesión y veneración a D. Joaquín con ocasión de este traslado de restos». Y el Sr. Ismael Pascual Sanjuán, feligrés, agrega: «Como quisimos trasla darlo a Ibi, notamos que el pueblo se iba arremo linando en su alrededor, oponiéndose a su tras lado. Al fin conseguimos traerlo y actualmente está enterrado en la Capilla del Santísimo de la parroquia de Ibi. Recuerdo que todo el pueblo se volcó en masa. Fue de apoteosis el traslado. El pueblo todo quiso contribuir en los gastos».
El 21 de junio de 1952, en el linde del término municipal, en la «Venteta els Cuernos», autoridades y simpatizantes se hicieron cargo de sus restos mortales procedentes de Onteniente. Fue expuesto en el salón, de arriba del Patronato en donde se le prestaron turnos de vela toda la noche con rezos de plegarias y rosarios. El día 22, con nutrido acompañamiento y con el Clero a Cruz Alzada fue trasladado a la Parroquia, en que después de un solemne funeral, fue depositado, para perpetuo reposo, en el suelo de la Capilla de la Virgen, lugar de sus más fervientes momentos de oración. Allí está recibiendo las plegarias y las lágrimas de los que le conocieron, y de los que han oído hablar de él.
Son muchas las personas que estiman haber recibido sus favores. De entre ellas podemos citar a D. José Beneyto Mari y a D.a Josefina Rico Navarro. Su hermana nos deja testimonio de algunos hechos muy milagrosos. También se posee una certificación de D.B Paquita Cortés, de Cocentaina, de que una enferma, al aplicarle un trocito de tela del traje que llevaba D. Joaquín el día del Martirio, sanó. Hay muchos más casos aportados a la causa de su beatificación, aunque sólo se hayan incluido trece de los que se presentaron. EL MARTIRIO FORMAL
Es útil recordar la doctrina del Card. Lambertini, expuesta por el Relator Mons. José Luis Gutiérrez. El martirio formal por parte del perseguidor: Por parte del perseguidor —los milicianos rojos o brazo armado de la extrema izquierda— no podía ser otro el motivo para asesinar al Beato sino el odiun fidei. En el Summarium se encuentran las pruebas evidentes de esta afirmación. Buscaban sistemáticamente a los católicos; odiaban todo lo que se relacionara con la religión católica y sus símbolos, como quedó probado.
Los milicianos sabían que era un sacerdote católico por ello lo obligaron a marcharse de Ibi y volver a su pueblo natal, Onteniente. El martirio formal sufrido por D. Joaquín: Antes y durante el período de la revolución, el Beato era consciente de la posibilidad de probable martirio y la aceptaba en el cumplimiento de la voluntad de Dios. El Beato Joaquín Vilanova, sacerdote consciente de su vocación, no ocultó su condición sacerdotal, murió perdonando a sus asesinos y gritando ¡Viva Cristo Rey!. Aceptó la muerte voluntariamente ya que los milicianos no lo encontraron y amenazaron de muerte al cuñado, D. Joaquín para impedir que su cuñado pudiera sufrir algún percance se consignó voluntariamente, como quedó evidenciado en el relato expuesto.
FAMA DEL MARTIRIO
Es sentir común. Entre quienes supieron de la muerte de D. Joaquín fue unánime el concepto de auténtico martirio. Así lo afirman todos los testigos. Algunas personas se encomiendan a su intercesión. La Sra. Josefina Rico Navarro, en su declaración escrita del 12 de mayo de 1997 ante mí, como cura párroco, declaraba bajo juramento y con incontenida emoción: «Personalmente, siempre he estado muy unida a D. Joaquín, recibiendo de él la Catequesis e integrándome en todas sus actividades pastorales. He tenido tres hijos. Su gestación siempre ha sido delicada, exigiéndome permanecer largo tiempo en la cama. Al nacer mi segundo hijo (niña), ya los médicos me decían que no debía tener más. Al tercer año, quedé en estado de mi último hijo (varón), para cuyo nacimiento necesité guardar reposo absoluto con vigilancia médica durante nueve meses. En todo momento me encomendé a D. Joaquín. Al recibir la noticia de que traían sus restos a Ibi, tal fue mi alegría que, cumpliendo el día 3 de julio, el parto se me adelantó al día 21 de junio. Ese día, festividad de S. Luis Gonzaga tan querido por D. Joaquín, me encontraba con tanta energía que hasta llegué a levantarme y amasar pan, con gran asombro de todos. Al regresar del horno y dejar el pan, hacia el medio día, fue cuando rompí aguas. Avisados por mi esposo, me asistieron la comadrona y el médico. Al verme, reconocieron que era parto, pero que aún no era inmediato. No habían dolores. Yo estaba muy pendiente de la radio, siguiendo las noticias del traslado de los restos de D. Joaquín. A las 17'30 en punto, la radio anunció que en ese momento los ibenses desplazados a Onteniente, tomaban posesión de los restos de D. Joaquín. En ese instante, nacía mi hijo, con total ausencia de dolor.
En el mismo modo el Sr. José Luis Beneyto Martí, en su declaración escrita ante mí el 12 de mayo de 1997, afirmaba entre lágrimas: «Pasados los años, ya había finalizado la Guerra Civil, tenía yo 38 años, cuando llevaba un carro grande cargado de estiércol. Subía la calle Berlandí cuando una señora comenzó a gritarme desde una ventana: "¡Pepito, para el carro! ¡Para! ¡Para!". Paré el carro inmediatamente y, al descender pude ver a un niño bajo él. Le había pasado una de las ruedas por encima de las piernas y se veían claramente las huellas de la rueda. La rueda estaba chapada de hierro con un grosor de chapa de unos 7 cm. Al ver aquello, inmediatamente me vino a la memoria la imagen de D. Joaquín y a él me encomendé. Cuando llegó la madre, lo cogieron y lo llevaron a Alcoy para atenderlo. Yo seguí muy de cerca la situación interesándome constantemente por el estado del niño. Me brindé a pagar todos los gastos. Me dijeron que habría que amputarle las 2 piernas. Yo siempre me encomendé a D. Joaquín. El niño regresó de Alcoy sano y salvo sin necesidad alguna de amputación. Insisto en que en todo momento me encomendaba a D. Joaquín».
Los distintos testigos que han declarado en el proceso afirman que el Beato sufrió un verdadero martirio y algunos se encomiendan a su intercesión. En el mismo modo me expresé como cura párroco de la Transfiguración del Señor de Ibi en mi declaración escrita del 28 de mayo de 1997. La fama de martirio de D. Joaquín se puede comprobar aún hoy con sólo solicitarlo en la querida Ibi.
Ad perpetuam rei memoriam y en gratitud a mi muy querido y admirado D. Joaquín Vilanova. Jesús Franco Martínez, sacerdote.