Parroquia del Sagrado Coraz贸n de Jes煤s. Elche. Fiestas 2010
«Cristo es la misericordia» Amenazaba el cielo, cubierto de nubes, como el día anterior, con una fuerte descarga de agua sobre el parque vallisoletano donde todo estaba preparado para una celebración histórica: la primera beatificación en esta ciudad tan ligada a la cultura y a las letras y que, unos días antes, había despedido a uno de sus hijos más ilustres, Miguel Delibes. Pero no estábamos allí por el gran escritor de los campos de Castilla. El motivo de nuestra presencia era el joven jesuita, débil de salud pero fuerte de espíritu, que, en plena flor de la vida, con veinticuatro años de edad, consagró al Señor de la Vida su corta existencia. Un joven «hecho de fuego y de rectitud», nacido en Torrelobatón, diócesis entonces de Palencia, con un nombre recio que, tres siglos más tarde, iba a ser inscrito en el libro de los santos: Bernardo de Hoyos. Alguien puede preguntar: ¿qué pudo hacer en tan corto plazo de tiempo un chico como Bernardo para que la Iglesia lo eleve a los altares? La pregunta no está en saber qué hizo o dejó de hacer Bernardo, sino qué maravillas obró por medio de él la misericordia de Cristo. Este novicio de la Compañía de Jesús, pequeño de estatura y de delicada apariencia, fue un enamorado del Corazón de Jesús, cuya devoción predicó y propagó con todas sus fuerzas y con celo apostólico. Él fue el instrumento que Dios eligió para extender en España y en las naciones hermanas de América el culto y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Hoy, los fieles de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de Elche, podéis tener fiesta solemne porque hace trescientos años, el 14 de mayo de 1733, el P. Bernardo de Hoyos recibió esta gran promesa del mismo Cristo: «Reinaré en España, y con más veneración que en muchas otras partes». Y así está sucediendo. A partir de aquel momento, el culto al Corazón de Jesús se fue extendiendo con la velocidad de la luz por pueblos y ciudades, inundando de gracias y bendiciones a los devotos que consagran su vida y sus trabajos al dulce y amante corazón de Cristo. Beatificación en el Campo Grande El pasado 18 de abril, en la Eucaristía de la Beatificación del P. Bernardo de Hoyos, Mons. Angelo Amato, delegado del Papa para este acto, se refirió al nuevo beato ante 20.000 personas con estas palabras: «Fue el primero en considerar la importancia de esta devoción como un instrumento de santificación personal y de eficaz apostolado. El beato Bernardo fue sometido al examen del amor durante toda su vida… amaba a Cristo, su Señor, y sentía que era su bendito corazón el manantial de toda caridad. El Sagrado Corazón
fue su verdadera escuela. Como el apóstol Juan, él reclinó su cabeza en el corazón de Jesús, para contar al mundo la riqueza de este amor infinito. Su entusiasmo por la devoción al Corazón de Jesús no se basaba en un sentimentalismo superficial, sino en una auténtica vivencia de caridad… En el Corazón de Jesús su corazón se quemaba de amor… La espiritualidad del Sagrado Corazón fue para nuestro Beato una experiencia intensa de oración continua y de diálogo de amor… Él buscó en el Corazón de Cristo el alimento para su fe, la ayuda para su fidelidad sacerdotal, la creatividad para su apostolado y la alegría de su vida de gracia». En efecto, Dios encontró en el joven Bernardo un enorme corazón, unas manos dispuestas a abrir el surco donde depositar la semilla de una devoción que tanto bien habría de hacer a lo largo de los años y a lo ancho de la geografía. Me emociona leer el testimonio del misionero Pedro de Calatayud, uno de los «fichajes» del P. Bernardo de Hoyos para promover en el pueblo el culto al Corazón de Jesús. Él reconoce que fue Bernardo quien lo impulsó a hacer este apostolado, y confiesa abiertamente: «Él fue el impulso y el motor para que yo predicase esta devoción desde el púlpito; para que la insinuase a varias y muchas comunidades religiosas y la abrazasen muchas almas piadosas de estos dos reinos de Murcia y Valencia; para que yo fundase las Congregaciones del Corazón de Jesús en Lorca, Orihuela, San Felipe, Elche, Novelda, Aspe, Petrel, Villena, Almansa y Onteniente». Que por mí gusten otros estas riquezas Quizá aquella primera campaña para dar a conocer esta devoción pueda explicar por qué, en el año 1952, se erigió ya en la ciudad de Elche una Parroquia dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Don Marcelo, cardenal primado de Toledo, profundo conocedor de esta espiritualidad, ordenado sacerdote en el Santuario pucelano de la Gran Promesa, explica bien el rico significado de la misma: «Cristo es la misericordia. Su Corazón está abierto para recibir a todos… Venid a mi Corazón, que deseo recibiros… Cuando llamó a los apóstoles para que le siguieran, no averiguó cómo había sido hasta entonces el comportamiento de unos y de otros, no se ocupó de eso, no quiso señalar las faltas que podrían tener algunos. Y entre ellos consintió que viniera a ser discípulo suyo uno llamado Judas, el cual estuvo después tres años con Él, recibiendo de Cristo ese océano de misericordia y de amor que envolvió a todos. Si me dicen qué es lo que Cristo tiene más sobresaliente en su vida, seguiré respondiendo: la misericordia, el perdón. Y es porque lo que más sale en nosotros,
lo que más aparece y más vibrante, es lo contrario. Y es lo que Él ha venido a
combatir en nosotros: el egoísmo, el deseo de triunfar sea como sea, el salir con lo que podamos aprovecharnos en las diversas ocasiones de la vida. Eso es lo que buscamos. Por eso, frente al egoísmo nuestro, la misericordia suya; por eso, frente al corazón cerrado tiene que aparecer el corazón abierto» (CARD. MARCELO GONZÁLEZ MARTÍN, Homilía en la solemne bendición de un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, 1 de Junio de 2001). Que vivamos todos el mes de junio en la Diócesis enriqueciéndonos con el tesoro y las riquezas de este Corazón, conducto soberano de las aguas de la Vida, y que la fiesta en honor del Sagrado Corazón de Jesús logren afianzar nuestra fe en Él, traduciéndola en obras de caridad a los enfermos, a los que sufren por causa de la soledad, a los que padecen desgarros de todo tipo por el pecado… y a los que no tienen trabajo. Con un recuerdo para nuestros familiares y amigos difuntos. Ellos interceden por nosotros y siguen mostrándonos su ayuda por la comunión de los santos. Sin pretenderlo, estaremos compartiendo, actualizado, el amor del beato Bernardo de Hoyos a Cristo Jesús. Su Corazón, ¿no ha sido entregado para la salvación del mundo? «Me dio a entender –escribió el P. Hoyos– que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino para que por mí las gustasen otros».
Rafael Palmero Ramos Obispo de Orihuela–Alicante.
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la escucha del murmullo de Dios, él mismo nos impulsa como parroquia a prolongar en la historia y en los corazones el anuncio de la Salvación conquistada por Jesús. Queriendo poner amor en un mundo sin corazón, nuestra parroquia se acge al Corazón de Dios descubriendo en él la manifestación de la misericordia del Señor. Miramos, pues, a Jesucristo como el centro de la vida, como el tesoro inagotable, como el amo de la historia. Nuestro Titular, el Corazón de Jesús, nos anima a tener una espiritualidad matizada por la cordialidad, por una fecunda vida interior, abriéndonos su Corazón e invitándonos a aprender de él: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Mas que una tarea concreta y exclusiva, la misión de nuestra parroquia es ayudarnos a centrarnos en la persona del Señor, en su Corazón dispuesto a servir y a salvar, abiertos siempre a lo que la Iglesia necesite de nosotros… Lejos de una actitud sensible y edulcorada, se nos propone una espiritualidad entendida como la vivencia que corresponde en consecuencia al bautismo conscientemente asumido, la respuesta lógica manifestada en la conducta del cristiano al amor y a los dones (gracia, Eucaristía, Iglesia, favores personales...) recibidos constantemente de Dios, de su Corazón. En las páginas que siguen, este año nos dedicamos más intensamente a buscar retazos del Corazón de Jesús en las Sagradas Escrituras, en el Magisterio de la Santa Madre Iglesia Católica y en el testimonio de hermanos nuestros. El señor Obispo, por ejemplo, nos resalta la figura del P. Hoyos como el primer y el mayor apóstol, hasta el presente, de la espiritualidad del Corazón de Jesús en España. Con mi agradecimiento a todos, pido al Sagrado Corazón de Jesús que llene de su bondad y su gracia todos nuestros hogares. Felices fiestas.
Fdo.: Jesús Franco Martínez, Párroco.
“Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, no a fabricar el mundo, no a crear todo lo visible e invisible, no a hacer milagros en el mismo mundo y a resucitar a los muertos, sino que soy manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza por lo ínfimo. ¿Quieres construir un edificio de gran altura? Piensa primero en el cimiento de la humildad. “ San Agustín, Sermón 69.
“Venid a mí todos los cansados y los agobiados que yo os aliviaré", reza en la cúpula de nuestra parroquia. Venid a mí, nos dice el Señor Jesús. No podemos llegar al Corazón de Dios, sino es pasando por el Corazón de Cristo. El mismo Jesús afirma: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Este es el camino que nos conduce al Corazón de Dios Padre. Dios nos ama ardientemente. Nuestra respuesta ha de ser: "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo". “Ama, y haz lo que quieras”, dice San Agustín. Si callas, callarás con amor, si gritas, gritarás con amor, si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor. En el Evangelio, constantemente, Jesús revela el amor de Dios a cada hombre; un ejemplo claro lo tenemos en la parábola de la oveja perdida, donde Jesús nos revela el amor personal de Dios por cada persona, que tiene un valor único, original e irrepetible. Para Jesús, los cansados y los agobiados son los que sufrían las intolerables y complicadas prescripciones de la ley farisaica y se sentían perdidos y descarriados ante la doctrina complicada y atosigante de los rabinos. Pero, también, son todas aquellas personas que por diversos motivos están sufriendo. A todos el Señor nos invita a acudir a su Corazón. Por eso, se define "manso y humilde de corazón". Humilde indica la docilidad interior, libre y sumisa al Padre; y manso, la actitud respecto a los hombres, recta, valiente y misericordiosa. El Corazón de Jesús es un corazón lleno de amor por todos los hombres, que no busca condenar sino salvar. “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Jesús, frente a la altanería y soberbia de los fariseos, sitúa en el corazón la vida afectiva, la mansedumbre y la bondad, compasiva y misericordiosa. En el Corazón de Jesús se manifiesta ante todo el Amor eterno y personal de Dios por cada hombre en la tierra, cuya plenitud de amor se hace patente en el envío del Hijo de Dios para salvarnos. Jesucristo formula su acción de gracias por esa íntima unidad que hay entre el Padre y Él y porque la misión que Él ha recibido se la ha revelado a los pequeños, para invitarlos a entrar en comunión con Él. El Papa Juan Pablo II, con ocasión del tercer centenario de la muerte de Santa Margarita María de Alacoque escribió: “Durante mi peregrinación en 1986 a la tumba de Santa Margarita María, pedí que, el culto al Sagrado Corazón, que ella trasmitió a la Iglesia, fuera fielmente restaurado.“ Porque es en el Corazón de Cristo donde el corazón humano aprende a conocer el verdadero y único significado de su vida y su destino; es en el corazón de Cristo donde el corazón del hombre recibe la capacidad de amar. Santa Margarita aprendió a amar por medio de la cruz. Es el amor de Cristo lo que hace al hombre digno de ser amado. “Tened los sentimientos que tuvo Cristo Jesús”. La dureza se hace blanda, se enternece, el amor todo lo allana. El amor llena a la persona del Espíritu de Cristo. Son de Cristo, los que tienen sus sentimientos de reconciliación y misericordia, amor y dulzura, paciencia y magnanimidad, docilidad y obediencia.
Hacia ti Señor acudimos porque Tú eres la única voz que suena con promesa de vida, la única que se oye dentro del corazón porque es toda Verdad. Y solamente la voz del Señor Jesús, tiene esa palabra, y nos llama desde siempre, desde el comienzo de los tiempos. Y hacia ti vamos, Señor, porque buscamos tu Corazón, porque sabemos que en tu Corazón todos tenemos cabida, porque sabemos que tu Corazón, rico en misericordia, está siempre abierto a inundarnos con su gran amor. A este respecto escribe San Juan Crisóstomo: “Venid, nos invita el Señor, todos los que estáis en las preocupaciones, en las tristezas y en los pecados; no para castigaros, sino para perdonaros los pecados. Venid, no porque necesite de vuestra gloria, sino porque quiero vuestra salvación. “ Queridos amigos, vivamos con alegría estas fiestas en Honor al Corazón de Jesús. Acudamos a Él con esa confianza que nos da el sabernos amados por Dios, e imitemos el ejemplo de nuestra Santísima Madre, la Virgen María, que reflejó en su vida el amor que brota del Corazón de Dios. José Manuel Bascuñana Burgos Diacono
Salmo 8,3 “De
la boca de los niños de pecho has sacado tu alabanza… para reprimir al adversario y al rebelde”.
Cuando uno se encuentra ya al atardecer de la vida, suele recordar muchos momentos pasados, pero también, hay que tener los ojos y los oídos abiertos para ver y escuchar el presente. Recordé las palabras del Santo Padre Pablo VI en su encíclica Evangelii Nuntiandi: “La Iglesia tiene como misión principal la de anunciar el Evangelio, pero tiene también la necesidad de escuchar, sin cesar, lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor… Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma” (EN 19). Evangelizar, ser evangelizada, sería la conclusión. Digo esto, por un Domingo de Cuaresma en la celebración de la Misa de Familia en nuestra parroquia. Al llegar el momento de las ofrendas una niña presentó, ofreció al Señor unas gafas y dijo: “Señor, te ofrecemos estas gafas y te pedimos que nos enseñes a ver y a mirar a las personas como Tú las miras”. San Juan en el Evangelio nos narra la historia del Ciego de Nacimiento (Jn 9, 1Los discípulos preguntan a Jesús, “Maestro ¿quién pecó, éste o sus padres para que naciera ciego?”, la respuesta de Jesús “Ni éste pecó, ni sus padres, sino para que se manifieste en él las obras de Dios”. Jesús le indicó, ve a la piscina de Siloé… fue, se lavo y regresó con vista… 41).
Se arma una intensa discusión: los vecinos afirman que sí, que era el ciego; otros afirman que no, que es otro. Le preguntan al ciego ¿quién te ha abierto los ojos?, él responde que fue Jesús. Los fariseos, como ese día era sábado, decían que Jesús no podía venir de Dios, porque no cumplía el sábado. Los fariseos preguntan al padre del ciego, y estos confirman que ése es su hijo, que era ciego, pero por miedo a ser expulsados de la sinagoga, dicen que le pregunten al hijo, que ya es mayor. Los doctores dicen, ellos lo saben todo, nosotros sabemos que ese hombre es un pecador y vuelven a preguntar al ciego, y el ciego le responde: “pues si que es raro, que ustedes que lo saben todo, no sabéis de donde viene ese Jesús… Él me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino el que hace su voluntad, si este hombre no viniera de Dios…” Los sabios responden: “Empecatado naciste de la cabeza a los pies, y nos vas a dar lecciones a nosotros. Y lo expulsaron de la sinagoga”. El Evangelio continua diciendo que Jesús lo buscó, lo encuentra y le dice: “¿Crees en el Hijo del Hombre?, el ciego pregunta: ¿Quién es? Jesús responde: lo estas viendo, el que habla contigo… Creo, Señor.”
Continúa Jesús diciendo: He venido para un juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven queden ciegos. Los fariseos le preguntan: “¿También nosotros estamos ciegos?, y Jesús responde: Si estuvierais ciegos no tendríais pecado, pero cómo decís que veis, vuestro pecado persiste”. El saber ver como Jesús veía y nos ve, que aquella niña pedía al Señor, sería, tal vez, purificar nuestro corazón, por aquello que dice el refrán: ojos que no ven, corazón que no siente”. Sería pues, purificar nuestro corazón y limpiar nuestros ojos para que recuperemos nuestra mirada infantil. Tenemos un peligro, que a los adultos nos gusta la complicación, y al adulto religioso también, ya que lo único que le importa no es lo que Dios ha revelado de sí mismo, sino las ideas que nosotros hayamos elaborado acerca de la religión. Dios es Padre y nos ama como un Padre a sus hijos, que siente ternura porque sabe que somos barro (Sal 102). Por eso, lo que realmente importa es lo que Dios dice de sí mismo, y no nuestras ideas sobre esa Revelación de Dios. Sí, estimados amigos, hay que pedirle al Señor que nos enseñe a ver y a mirar con la mirada limpia y el corazón cercano, que como dice el Evangelio, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado, pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en tinieblas. (Mt 6, 22-23). Termino con las palabras de Jesús que escuchamos en ese domingo, tan querido por ustedes como es el Domingo de Ramos, a la pregunta de los sumos sacerdotes y los letrados al ver los milagros que hacía Jesús, y los niños que gritaban en el Templo, mirad el que nos trae el Reino de Dios, Nuestro Padre, le preguntan: ¿Es que no oyes lo que dicen esos? Jesús responde: “sí, pero no habéis leído aquello, que de la boca de los niños de pecho has sacado tu alabanza…?” De la boca de los niños de pecho. Gracias Jesús. Y una pequeña nota: Gracias por los que habéis conseguido que los niños tengan ese pequeño parque donde los niños ríen y juegan, Gracias. D. Jaime.
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a fecha del 18 de abril de 2010 quedará inscrita con letras de molde en la historia religiosa de España. Ese día, tercer domingo del tiempo pascual, Valladolid acogía a más de 20.000 fieles venidos de todas partes para asistir a la ceremonia de beatificación de un joven jesuita, el P. Bernardo de Hoyos, apóstol del culto y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en las naciones de habla hispana. Lo que había comenzado años antes en Francia con santa Margarita María de Alacoque, las revelaciones que el mismo Jesús le hizo sobre su Corazón amante y necesitado de amor, halló fiel y perfecta continuación en el apostolado del P. Bernardo. Él puso la semilla de una espiritualidad profunda y entrañable que habría de dar tanto fruto a lo largo de los siglos. Yo tuve la suerte de encontrarme ese fin de semana en Valladolid para la solemne celebración eucarística. No podía ser menos, pues el Sagrado Corazón de Jesús ha estado y sigue estando presente en mi vida de muchas maneras. En efecto, mi parroquia desde los tres años de edad tiene el hermoso nombre del Sagrado Corazón de Jesús. El lugar donde residimos un par de semanas cada verano pertenece a una parroquia de reciente construcción, dedicada también al Sagrado Corazón de Jesús. Mi primer destino pastoral, como algunos recordaréis, fue el de vicario en la Parroquia «Nuestra Señora de Belén» de Crevillente, ubicada, cómo no, en la calle Corazón de Jesús. Siempre que subo al coche me encomiendo al Señor y a la Virgen pronunciando estas conocidísimas jaculatorias: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío», y «Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Aún podría poner más ejemplos, pero no quiero abusar de tu paciencia, querido lector. Al hablar de mi estancia en Valladolid para la beatificación del P. Hoyos, no te he dicho todavía que me acordé mucho de mi Parroquia, de nuestra Parroquia. El lugar donde nos alojamos es el centro de espiritualidad situado junto al famoso Santuario de la Gran Promesa. Este nombre se debe a la promesa que Cristo hizo al beato Bernardo de Hoyos, apesadumbrado porque la devoción al Sagrado Corazón había echado raíces en España y los países de ultramar. Fue entonces cuando escuchó estas palabras del Señor: «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes». Aunque este Santuario es muy visitado, yo quiero hablarte de una capilla, sencilla y apenas iluminada, que está a la entrada del centro de espiritualidad. En ella, según cuentan los biógrafos del P. Hoyos, se celebró la primera novena al Sagrado Corazón de Jesús. No hace falta que te explique la emoción de saber que estuve en el lugar donde todo empezó. Porque la fiesta de nuestra Parroquia, los actos litúrgicos que la solemnizan (triduo, misas, procesión, etc.), todo ello tiene su origen en aquella oscura y anónima capilla, donde el mes de junio de 1735 tuvo lugar la primera novena solemne en honor del Sagrado Corazón. El encargado de prepararla con toda ilusión y empeño fue un sacerdote recién ordenado, miembro de la Compañía de Jesús, y que meses más tarde entregaba su alma a ese mismo Corazón divino. Al hacer memoria de cómo surge y se propaga esta devoción en nuestro país, uno comprende qué razón tiene san Pablo cuando reconoce que la fuerza de Dios se manifiesta a través de nuestra debilidad. Por eso he titulado esta reflexión con las palabras que Cristo dijo a su joven apóstol, el beato Bernardo de Hoyos: «Cuida tú de mí y de mis cosas y yo cuidaré de ti y de las tuyas». 1
Late aquí claramente el corazón del Evangelio, el sermón de las bienaventuranzas: «Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana» (Mt 6,33–34). En estas circunstancias que nos toca vivir, nos viene muy bien escuchar un mensaje de paz y serenidad, una Buena Noticia que oriente nuestra mirada y nuestro corazón a lo que verdaderamente importa (sin despreciar las cosas materiales que necesitamos: vestido, comida, medicamentos…), valorando más aquello que fortalece y hace crecer nuestro espíritu: el don de la fe, la alegría de vivir en familia, el gozo de la amistad sincera, el servicio y la entrega en la vocación de cada uno… Nuestro cariño al Sagrado Corazón de Jesús no ha de quedarse en mero sentimentalismo o en estéril devoción externa, sino que ha de ayudarnos a madurar como cristianos, siendo verdaderos y fieles imitadores del Maestro. Como nos dijo Mons. Angelo Amato en la homilía de la beatificación: «Es posible superar la fragilidad humana y vivir en gracia sólo si permanecemos estrechamente unidos al Corazón de Cristo y a su perdón y misericordia. No hay atajos ni caminos fáciles. Sin la gracia que brota del Sagrado Corazón de Jesús no se puede vivir la santidad». Resuenan, aquí, las palabras de Jesús en la última cena: «Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Quiero concluir este escrito invitando a los jóvenes a encontrar en Bernardo de Hoyos un modelo que seguir. Él murió cuando apenas contaba veinticuatro años, pocos meses después de haber sido ordenado sacerdote. La vida y el testimonio de Bernardo «es una invitación a los jóvenes cristianos a permanecer firmes en sus buenos propósitos y es también un empuje para aquellos jóvenes que sienten que el Señor les llama a dar una respuesta generosa y definitiva… Él es un rayo del rostro Pascual del Cristo Resucitado. Él nos invita a confiar en el Corazón de Jesús, para obtener en ese copioso manantial el amor que debe animar nuestra vida de familia, nuestra vida social y nuestro trabajo» (ANGELO AMATO, Homilía en la beatificación del P. Bernardo de Hoyos, 18 de abril de 2010). ¿Habrá alguno de entre nuestros jóvenes, en la Parroquia, que esté dispuesto a escuchar la llamada de Jesús para trabajar en su Viña como sacerdote? A esos jóvenes que todavía están pensando en responder a la invitación de Cristo, de dejarlo todo y embarcarse con Él para ser apóstoles suyos, quiero dedicar este poema de Patxi Loidi que lleva por título Rema mar adentro: «Quiero aceptar tu reto, mas siento en la garganta un apretado nudo, y no sé decir nada. Oigo tu invitación, pero no suelto amarras y no acierto a zarpar, para ir a la mar alta. Yo me quedo en la orilla, que es pequeña mi barca y son pocas mis fuerzas para cruzar las aguas. ¿No podré ser tu amigo si me quedo en la playa recibiendo los besos de la tarde dorada? Mas… no. Ven a mi bote, desenvaina la espada y corta de un tajazo las cuerdas que me amarran.»
Ramón–Vicente Cano Montoya 2
Mi Sagrado Corazón es un tesoro de riquezas infinitas. Mi Sagrado Corazón es guía espiritual de las almas. Mi Sagrado Corazón es lugar de reposo para los angustiados. Mi Sagrado Corazón es un abismo infinito. Mi Sagrado Corazón es el océano divino de las almas. Mi Sagrado Corazón es el alivio de todas las cargas. Mi Sagrado Corazón es barca de salvación. Mi Sagrado Corazón es puerto seguro en las tempestades. Mi Sagrado Corazón es lugar de retiro y refugio. Mi Sagrado Corazón es hogar espiritual de las almas. Mi Sagrado Corazón es moneda inestimable para negociar la salvación. Mi Sagrado Corazón es escuela de perfección. Mi Sagrado Corazón es luz en las tinieblas. Mi Sagrado Corazón es el sol de las almas. Mi Sagrado Corazón es el medianero entre Dios y los hombres. Mi Sagrado Corazón es fuente de agua viva que aplaca la sed de todos los hombres. Mi Sagrado Corazón es medio para toda clase de gracias. Mi Sagrado Corazón es horno ardiente de caridad divina. Mi Sagrado Corazón es asilo y refugio de los pecadores. Mi Sagrado Corazón es remedio para todos los males. Mi Sagrado Corazón es árbol con toda clase de frutos para alimentar a las almas. Mi Sagrado Corazón es el guardián de sus amigos. Mi Sagrado Corazón es el gozo de mis apóstoles. Mi Sagrado Corazón es la herencia eterna. Mi Sagrado Corazón es el perfecto altar donde ofrecer a Dios todos los sacrificios. Mi Sagrado Corazón es jardín de delicias. Mi Sagrado Corazón es el compendio de todas las virtudes. Mi Sagrado Corazón es el modelo de santidad. Mi Sagrado Corazón es la dicha de los que me aman. Mi Sagrado Corazón es la bendición de los que me honran. Mi Sagrado Corazón es la gloria de mi Padre Eterno. Mi Sagrado Corazón es consuelo de todas las penas. Mi Sagrado Corazón es todo amor.
Su Corazón es el Corazón de la Iglesia S.S. Juan Pablo II
E
l Corazón del Salvador nos invita a regresar al amor del Padre, fuente de todo amor auténtico: "En esto se sabe que es Amor, no que amamos a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y nos envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados" (1 Jn 4:10). Jesús recibe del Padre incesantemente, en compasión y misericordia, el amor que El derrama abundantemente sobre los seres humanos (cf. Ef. 2:4, Santiago 5:11). Su Corazón revela particularmente la generosidad de Dios hacia los pecadores. La reacción de Dios hacia el pecado no disminuye su amor, sino que hace más grande el fluir de Su misericordia que se torna en el principio de la redención. La contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia. Les permitirá saborear en comunión con sus hermanos y hermanas la dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redescubrir su propio Bautismo les hará más conscientes de tener que vivir su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de evangelizar. El Corazón de Jesús es como "el horno ardiente del amor”, el símbolo y la imagen expresiva del amor eterno con que "Dios amó tanto al mundo, que le dio a su único Hijo" (Jn 3:10) El Padre "es amor" (1 Jn 4:8, 16), y Su Único Hijo, Cristo, manifiesta este misterio mientras revela el hombre al hombre. La devoción al Corazón de Jesús le ha dado forma a las palabras proféticas dichas por San Juan: "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19:37; cf. Za 12:10). Es una mirada contemplativa, que lucha para entrar hondamente en los sentimientos de Cristo, Dios verdadero y Hombre verdadero. En esta devoción el creyente confirma y ahonda en la aceptación del misterio de la Encarnación, que ha hecho uno a Jesús, hecho hombre y a los seres humanos, dando testimonio de esta forma a la búsqueda del Padre por la humanidad. Esta búsqueda nace de lo más profundo de la intimidad de Dios. Al mismo tiempo la devoción al Corazón de Jesús busca el misterio de la Redención para descubrir la medida del amor que dio inicio a Su sacrificio por nuestra salvación. El Corazón de Cristo está activo con la acción del Espíritu Santo, a quién Jesús le atribuyó la inspiración de su misión (Lc 4:18; cf. Is 61:1) y a quién, en la Ultima Cena, había prometido enviar. Es el Espíritu el que nos permite captar, a través del costado traspasado de Cristo de donde ha surgido la Iglesia, los signos de los tiempos (cf. Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 5). "Efectivamente, la Iglesia", escribió Paulo VI, "nació del Corazón traspasado del Redentor y de ese Corazón recibe su alimento, porque Cristo se dio a Sí
mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra: (Ef 5:25-26). A través del Espíritu Santo, es entonces, que el amor que penetra el Corazón de Jesús es derramado a los corazones de los hombres (cf. Rom 5:5), y los mueve a la adoración de sus "inescrutables riquezas" (Ef 3:8) y a la petición filial y confiada al Padre (cf. Rom 8:15-16) a través del Resucitado quién "siempre vive para interceder por nosotros" (Heb 7:25). La devoción al Corazón de Cristo, el sitio universal de comunión con Dios el Padre; sitio del Espíritu Santo", tiene como meta el estrechar nuestros lazos con la Santísima Trinidad. Así pues, la celebración del Sagrado Corazón prepara a los creyentes para dar gloria a la Trinidad, de quién proviene todo en el mundo y en la historia y a quién todo regresa, y por su orientación a la Eucaristía, en la cual la vida que Cristo vino a traer en abundancia (cf. Jn 10:10) es comunicada a aquellos que se alimentan de El para poder tener vida por El (cf. Jn 6:57). Toda la devoción al Corazón de Jesús en cada una de sus manifestaciones es profundamente Eucarística: se manifiesta a través de prácticas religiosas que mueven al creyente a vivir en armonía con Cristo, "manso y humilde de corazón" (Mt 11:29), y se intensifica en la adoración. Se ahonda y encuentra su punto culmen en la participación en la Santa Misa, especialmente en la Misa Dominical, donde los corazones de los creyentes, fraternalmente unidos en alegría, oyen la palabra de Dios y aprenden a ofrecerse ellos mismos y la totalidad de sus vidas a Cristo. Ahí se alimentan en el banquete pascual del Cuerpo y Sangre del Redentor, y compartiendo completamente el amor que palpita en Su Corazón, ellos luchan por ser mejores evangelizadores y testigos de la solidaridad y la esperanza. Damos gracias a Dios, nuestro Padre, quién ha revelado su amor en el Corazón de Cristo y nos ha consagrado por la unción del Espíritu Santo para que en unión con Cristo, nosotros podamos adorarle en todo lugar y que a través de nuestras acciones le consagremos a Él el mundo y el nuevo milenio.