Caldas. El Arte y la Ciencia

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Caldas

El Arte y la Ciencia

Caldas. El arte y la ciencia / Camilo Andrés Ramírez Triana y otros. -- Editor Luis Miguel Gallego Sepúlveda. -- Bogotá : Editorial Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2017 164 páginas ; 24 cm. ISBN 978-958-5434-83-7 1. Arte - Enseñanza - Historia - Caldas (Colombia) 2. Arte y ciencia - Historia - Caldas (Colombia) 3. Literatura - Caldas (Colombia) I. Ramírez Triana, Camilo Andrés, autor. 707 cd 22 ed. A1584622 CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango ISBN 978-958-5434-83-7 Primera edición, Bogotá, noviembre de 2017 Ramírez Triana, Camilo Andrés Muñoz Gómez, Jesús Holmes. Editores María Amalia García Corrección de estilo Carlos Ortega, Rosangela Ferrera Da Costa, Rosa Tisoy, Nicolás Valmoral Traducción © Reyes, Carlos José. Colombia © Silva, Renán. Colombia © Mosquera Vallejo, Yilver. Colombia © Ramírez Martínez, Sandra Milena. Colombia © Ramírez Triana, Camilo Andrés. Colombia © Méndez Bernal, Rafael Mauricio. Colombia © Gómez, Adrián Edgardo. Colombia © Reina Rodríguez, Carlos Arturo. Colombia Autores Montaño Adarve, Byron Concepto gráfico, diseño y diagramación Perfil de los Andes de Loja a Quito. Francisco José de Caldas, Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército, Ministerio de defensa de españa. © SGE, Madrid España. Portada Impresión Disonex S.A. Facultad de Artes ASAB / Cra. 13, No. 14-69 Universidad Distrital Francisco José de Caldas Bogotá Colombia © Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo del Fondo de Publicaciones de la Universidad Distrital. Impreso y hecho en Colombia - Printed and made in Colombia


ÍNDICE 03 Presentación

Camilo Ramírez Triana

84 Entre una fuente y una estatua: Resonancias de Caldas

06 Caldas y Humboldt:

Un paralelo dramático

Rafael Mauricio Méndez mendezmaur@gmail.com

Carlos José Reyes fareyesster@gmail.com”

28 Francisco José de

Caldas: La amistad y la pasión por conocer Renán Silva rj.silva33@uniandes.edu.co

54 Francisco José de Caldas: El antropogeógrafo neogranadino

Yilver Mosquera Vallejo yilvergeo@unicauca.edu.co Jeffer Chaparro Mendivelso jchaparro@unal.edu.co

68 Cartas de Caldas

(1917): Un monumento impreso en tiempos del centenario de la independencia de Colombia

Sandra Milena Ramírez Martínez saramartiz10@gmail.com

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Caldas, entre arte y ciencia (Siguiendo la ruta de un peregrino)

Adrián Edgardo Gómez espaciosrituales@yahoo.com

128 Caldas dramático. Ensayo de estructuración dramática sobre una imagen particular de Francisco José de Caldas

Camilo Ramírez Triana camiloramirezt@yahoo.com.mx

144 Francisco José

de Caldas: Cultura, contexto y aportes en tiempos presentes Carlos Arturo Reina Rodríguez camiloramirezt@yahoo.com.mx


Pragmata Caldasea El presente libro editado desde Calle 14: revista de investigación en el campo del arte, que nos complace presentar, se construyó con las colaboraciones de docentes y especialistas, invitados a contribuir a la reflexión sobre la imagen de Francisco José Caldas desde el ámbito de las artes y las ciencias, con motivo del segundo centenario de su fusilamiento, que se conmemoró en 2016 en la Facultad de artes ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas con distintas acciones y eventos. Se orienta este libro preguntándose: ¿Qué podría añadirse desde el arte al conocimiento o la comprensión del personaje histórico? ¿Habría un conocimiento singular, generado en las artes, sobre un personaje como Caldas? ¿La percepción que del sabio Neogranadino tenemos los que heredamos territorialmente su memoria y su legado, puede ser intervenida por la perspectiva artística? Los autores abordaron temas como la influencia que la ilustración ha ejercido en nuestra sociedad, lo que significa la figura pública del “Sabio Caldas” y la mirada que sobre el Prócer se hace desde el arte en la actualidad. La imagen del “Sabio Caldas”, según se afirmó durante los eventos conmemorativos, “resulta importante también desde la perspectiva del arte en tanto permite la construcción de un panorama de nuestra cultura republicana, con base en el cual interpretar nuestro presente y proyectar las transformaciones de la sociedad.”

En particular desde la imagen plástica el trabajo del profesor Rafael Méndez nos ha descubierto implicaciones de la imagen procérica que se proyectan en la construcción del momento actual. Una plazoleta del centro bogotano precedida por la estatua y adscrita al nombre de Caldas y su recuerdo, viaja en las mareas de la patria, llevando en la cubierta los signos, las trazas del presente, develando las características de nuestra sociedad. El proceder de la mirada a través de la fotografía le permite captar la república de la que Caldas es hoy emblema y operar sobre ella como función de una performancia en interacción permanente con el público y el espacio donde se presenta y a donde conduce sus hallazgos plásticos. La particular sensibilidad que hace manifiesta en su artículo el profesor Adrián Gómez para pensar al científico payanes en el marco de la cátedra Caldas, produce resonancias múltiples y se acerca a una empatía con el cuerpo frágil, deseante, con su mente humana y compleja, penetrando la coraza ideal del héroe monumento, a través de conexiones entre el arte y la ciencia por vía de la observación y la creatividad. El estupendo escrito del dramaturgo e historiador Carlos José Reyes destaca zonas importantes de una biografía que aun genera controversia luego de doscientos años de fallecido el biografiado. Los artículos de prestigiosos historiadores que no sin sensibilidad estética abordaron aspectos específicos del patrono de la Universidad Distrital: Renán Silva, que nos expuso su trabajo sobre las relaciones de amistad de Caldas con un grupo cercano de coterráneos, lo que constituye aspecto fundamental en su formación y en la incidencia que

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alcanzó en su entorno. Carlos Reina que hizo una lectura contextual de algunos aspectos de la vida del payanés, vinculado a un momento de cambios sociales drásticos. El geógrafo Yilver Mosquera revisó el concepto que se tenía de Caldas como geógrafo a partir del importante escrito sobre el influjo del clima en los seres organizados. La historiadora Sandra Milena Ramírez analizó la edición del epistolario de Caldas hecha en 1917, como un monumento elaborado para la celebración del primer centenario de la Independencia. Desde la singular mirada del teatro propusimos un Caldas dramático en el que continuamos trabajando y que a la fecha ha tenido desarrollos en el sentido de una imagen del sabio ilustrado, en medio de la crisis del estado colonial y la aparición de la república, a través de una “Pragmata Caldasea”, que sería algo como un mecanismo teatral dispuesto para captar y reconocer lo que fuera hecho por Caldas. El peculiar mecanismo teatral que seguimos construyendo se pregunta ¿Para qué nos sirve recordar a Francisco José de Caldas hoy en día? ¿Qué relación tiene una memoria actual con la del mártir de la república que se fomentó desde mediados del XIX y que fue utilizada para cimentar ideas de autonomía nacional, de ciencia criolla, de ingeniería, milicia y periodismo propios, en fin, para lograr una identidad singular como república? Atendiendo la recomendación de los historiadores, que de cierta manera coincide con argumentos del posdrama, no pretendemos ya una imagen absoluta de nuestro personaje. Los resultados de nuestras iniciales pesquisas nos señalaron la importancia de la imagen del sabio astrónomo, a la que subyacían la del botánico y la del geógrafo; se destacaron luego las de comunicador, editor, periodista, la del psicólogo social y la del ingeniero militar. Finalmente hallamos la del político conspirador, para concluir todas ellas en la del mártir de una nacionalidad que resultaba ambigua y sospechosa de racismo y exclusión. Caldas se nos presentó como una imagen y un ser proteico. Este adjetivo proteico puede calificar en varias direcciones al personaje. La primera habla de la condición propia del que abordó distintos campos de acción y conocimiento, como ´furores´ que mencionara él mismo en sus cartas, y que se ve plasmada en sus trabajos y memorias. Los ´furores´ se refieren a diversas disciplinas y ejercicios relacionados con la ciencia y la técnica, que desarrolló con énfasis en algún momento de su vida y que en muchos casos fueron reconocidos luego como fundantes de esas disciplinas en el territorio nacional. También se puede referir lo ´proteico´ a los cambios en su condición laboral y en su vida afectiva. Del abogado del Rosario, Padre de Menores en Popayán, Caldas pasa a tratante de comercio en las tierras del Tolima y el Cauca. A este se superpone el científico viajero de Quito, que luego será director del observatorio en Bogotá y escritor, editor del ´Semanario de la Nueva Granada´, luego capitán de ingenieros del ejército centralista, que se trueca en coronel del comando del ejército federalista. En cuanto a su vida afectiva, antes que escandalizar sobre una posible homosexualidad larvada habría que ver cómo Caldas se desplaza de la lealtad exigente y creativa para con sus amigos payaneses, a la condición de esposo de fidelidad acendrada, durante el breve periodo matrimonial en que procreó cuatro hijos con la joven Manuela Barona. En lo político, el calificativo ‘proteico’ puede señalar el desplazamiento del agitador en el ´Diario Político´, luego del ‘grito de independencia’, hacia el conspirador que incide en el traspaso traición de las tropas del campo centralista a las órdenes de Nariño, al federalista

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bajo las órdenes del congreso; en lo militar, a la contradicción entre el fundidor de cañones en la maestranza de Rionegro, fundador de la escuela militar en Antioquia, y el contrito condenado a muerte por parte del ‘Pacificador’ Morillo. Este gesto de arrepentimiento, de numerosas implicaciones que han de ser sopesadas suficientemente, puede concluir una imagen general, que confirma lo múltiple del personaje. La caracterización de proteico se refiere, en consecuencia, a un individuo inteligente, polifacético, versátil, adaptable, cambiante, pero también maleable, voluble, acomodadizo, dúctil. Esta última lista de adjetivos parece continuarse naturalmente con el adjetivo ‘inconstante’, que no se relaciona fácilmente con la noción de “sabio” y aunque no podemos señalar con rapidez en qué perseveró Caldas, no obstante, reconocemos que lo hizo, y luego de reflexionarlo encontramos que fue en la observación atenta de lo existente en función de empresas concretas, donde sin duda perseveró Caldas. Lo que ha sido hecho pragmáticamente aparece así como una serie de señales que en el caso de nuestro personaje, surgen de la historia larga y accidentada de ese ser complejo y contradictorio, pleno de significados hoy en día. Interrogantes e indicios, sospechas, sugerencias, alusiones, cimientos de una elaboración en la que los materiales que recoge este primer libro especial editado por Calle 14, “Caldas. El arte y la ciencia”, podrían ser una Pragmata de Francisco José de Caldas en la perspectiva de intereses de las artes. CAMILO ANDRÉS RAMÍREZ TRIANA 2 de agosto de 2017

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Pragmata Caldasea / Camilo Andrés Ramírez // 5


Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

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Caldas y Humboldt: un paralelo dramático RESUMEN El siglo XVIII, llamado El siglo de las luces, es también el tiempo de la Ilustración, con un predominio de la razón sobre muchas creencias tradicionales, que abre nuevos espacios para el conocimiento del mundo y la naturaleza, observada desde una mirada científica. El descubrimiento de América había aportado múltiples novedades botánicas, zoológicas y minerales, así como el conocimiento de otros seres humanos, con culturas, costumbres y formas de vida muy diferentes a las conocidas en Europa. Si el siglo XVI se distingue por los descubrimientos, exploraciones y fundación de ciudades, el siglo XVIII se caracteriza por un notable cambio de actitud, un nuevo descubrimiento de América, al estudiar la naturaleza en sus distintos dominios, botánicos y zoológicos, así como la geografía, las lenguas y las culturas nativas.

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Carlos José Reyes Profesor de humanidades y director escénico en universidades como la Nacional, el Externado y la UIS.

En este contexto aparecen figuras destacadas para el desarrollo del pensamiento moderno. Las expediciones científicas desarrolladas a lo largo del siglo XIX, y entre ellas, la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, abren un nuevo campo de conocimiento de los recursos naturales, que poco a poco va inspirando, las ideas de independencia. En ese contexto surgen dos grandes figuras de científicos, investigadores de la geografía y las ciencias naturales, nacidos a uno y otro lado del océano Atlántico: Guillermo de Humboldt, en Alemania y, Francisco

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José de Caldas, en el Nuevo Reino de Granada, hoy República de Colombia. El barón de Humboldt llega al Nuevo Mundo provisto de los más modernos equipos de medición y demás aparatos de reciente creación para la investigación científica. Caldas, por el contrario, tiene que inventar sus propias herramientas para adelantar sus trabajos, basándose en parte en dibujos encontrados en la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert, varios de cuyos volúmenes se hallaban en la Real Biblioteca Pública de Santafé. El encuentro con el barón de Humboldt va a generar grandes expectativas en Caldas. Su intención es acompañar al sabio alemán en su expedición por América del sur. Sin embargo, las relaciones personales entre los dos investigadores se convirtieron en un gran obstáculo y finalmente cada uno siguió su propio camino. PALABRAS CLAVE Exploraciones, naturaleza, luces, ciencias, experimentos, divergencias.

Caldas i Humboldtkuna: sug paralelo dramático MAILLALLACHISKA Siglo XVll, saterkakuna siglo pakarii, chasa creencias tradicuonalmanda i alpa manda kaguangapa sug rakuarii científico. America shachiiura aschka botánica, zoológica y minerales musu taririrka, chasa pas sug runakunapa iachai, culturas, costumbres i sug rigcha kausai, Europa lugarsena. Arre kai siglo XVl shachii rigsinkuna, exploraciones maskai y fundación ciudades rurai, siglo XVlll rigsiinkuna suma iachiimanda, musu America shachii manda kasa pas istudiari sug rigcha dominio, botánicos, i zoológicos rigsingapa geografía sug lengua y cultura nativa musu kawarii sug iuiakuna.

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Kau expedición científica maltuiarka; siglo XlX tiempo entre ellas, expedición Botanica del nuevo reino de granada, paskarkakuna inspirarka Iuiaikuna de independencia. Kai contexto llugsichii iskai atun cientificokuna maskadurkuna geografía i ciencias naturales, Nasirkakuna sug sug lado océano atlántico:Guillermo de Humboldt, en Alemania, Francisco José de Caldas, en el Nuevo reino de Granada kunapuncha república de Colombia, Baron Humbolt chaiarka musu equipo de medición, aparatos recientes rurangapa paipa investigación científica. Caldas cambiaskakuna rurarka paipa trabaju ñugpariingapa, kawarka dibujukuna enciclopedia Diderot i D Alembert, real biblioteca pública de santa fe lugarpi. Baron de Humboldt suti genera atun i ikuna Caldas runapi, paipa intención ka cumpañai sabio Alemanta kawangapa Tukui America del Sur. Sug iuiai iukaraka iskande runakuna chimanda katichirkakuna kikinpa ñambi. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Exploraciones, pachamama, luces, ciencias, experimentos, divergencias.

Caldas and Humboldt: A dramatic Parallel ABSTRACT The eighteenth century, which is known as The Century of Lights and the Enlightenment period marked by a predominance of reasoning over traditional beliefs, opened new spaces for knowing the world and nature from a scientific perspective. Thus, the discovery of America brought many botanical, zoological and mineral developments, as well as the knowledge of other human beings whose culture, customs, and ways of living were significantly different from

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those known in Europe. The sixteenth century had been distinguished by discoveries, explorations and foundations of new cities while the eighteenth century was determining for a remarkable change of attitude, due to the fact that America was rediscovered by the researches that were carried out to know the botanical, zoological, and geographical domains, as well as the languages spoken in America and the natives’ culture. Consequently, prominent figures for the development of the modern thinking appeared. Thus, scientific expeditions being carried out during the nineteenth century, including the Botanical Expedition of the New Kingdom of Granada, opened a new field of knowledge of natural resources which slowly inspired ideas of independence. Two great icons in geography and natural sciences research who were born in two different extremes of the Atlantic Ocean are considered: the Prussian Alexander von Humboldt, and Francisco José de Caldas who came from the New Kingdom of Granada, today Republic of Colombia. Humboldt arrived in the New World with the latest measuring equipment and other newly created devices for scientific research while Caldas had to invent his own tools to carry out his research works taking as basis the drawings which were found in the volumes of the Encyclopedia of Diderot and D’Alembert being available at the Royal Public Library of Santafé. The meeting between Humboldt and Caldas generated great expectations in the second character who intended to accompany the German scientist in his expedition in South America. However, the personal relationships between the two researchers became a major obstacle and eventually both went in their own way. KEYWORDS Explorations, nature, lights, sciences, experiments, divergences.

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Caldas et Humboldt: Un Parallèle Dramatique RÉSUMÉ Le XVIIIe siècle, appelé le siècle des Lumières, est aussi le temps de la Raison, avec une prédominance de celle-ci sur de nombreuses croyances traditionnelles, ce qui ouvre de nouveaux espaces pour la connaissance du monde et de la nature, observés d’un point de vue scientifique. La découverte de l’Amérique a apporté de nombreux nouveaux développements botaniques, zoologiques et minéralogiques, ainsi que la connaissance d’autres êtres humains, avec des cultures, des coutumes et des modes de vie très différents de ceux connus en Europe. Si le XVIe siècle se distingue par les découvertes, les explorations et les fondations des villes, le XVIIIe siècle se caractérise par un changement d’attitude remarquable, une nouvelle découverte de l’Amérique : l’étude de la nature dans ses différents domaines, botaniques et zoologiques, ainsi que l’étude de la géographie, des langues et des cultures indigènes. Dans ce contexte, apparaissent des figures de premier plan pour le développement de la pensée moderne. Les expéditions scientifiques tout au long du XIXe siècle, l’Expédition botanique du Nouveau Royaume de Grenade entre elles, ont ouvert un nouveau champ de connaissance des ressources naturelles qui inspire progressivement les idées d’indépendance. Dans ce contexte, deux grands scientifiques, chercheurs de la géographie et des sciences naturelles, nés de l’un et de l’autre côté de l’Océan Atlantique, se présentent : Wilhelm von Humboldt en Allemagne, et Francisco José de Caldas dans le Nouveau Royaume de Grenade, aujourd’hui République de la Colombie. Le Baron von Humboldt arrive dans le nouveau Monde, équipé des instruments de mesure les plus modernes et d’autres dispositifs nouvellement créés


pour la recherche scientifique. Caldas, d’autre part, doit inventer ses propres outils pour faire avancer son travail, en partie encouragé par les dessins trouvés dans l’Encyclopédie de Diderot et d’Alembert, dont plusieurs volumes restaient dans la Bibliothèque publique royale à Santa Fe. La réunion avec Humboldt va générer de grandes attentes à Caldas. Son intention est d’accompagner le sage Allemand dans son expédition par l’Amérique du Sud. Cependant, les relations personnelles entre les deux chercheurs sont devenues un obstacle majeur et, finalement, chacun a suivi son propre chemin. MOTS-CLÉS Explorations, nature, Lumières, sciences, expériences, divergences.

Caldas e Humboldt: Um paralelo dramático RESUMO O século XVIII, chamado O século das luzes, é também o tempo da Lustração, com um predomínio da razão sobre muitas crenças tradicionais, que abre novos espaços para o conhecimento do mundo e a natureza, observada desde um olhar científico. O descobrimento da América havia aportado múltiplas novidades botânicas, zoológicas e minerais, assim com o conhecimento de outros seres humanos, com culturas, costumes e formas de vida muito diferentes às conhecidas na Europa. O século XVIII se caracteriza por uma notável mudança de atitude, um novo descobrimento da América, ao estudar a natureza em seus diferentes domínios, botânicos e zoológicos, assim como a geografia, as línguas e as culturas nativas. Neste contexto aparecem figuras destacadas para o desenvolvimento do pensamento moderno. As expedições científicas desenvolvidas ao longo do século XIX, e entre elas, a Expedição Botânica do Novo Reino de Granada, abrem um novo campo

de conhecimento dos recursos naturais, que pouco a pouco vai inspirando, as ideias de independência. Neste contexto surgem duas grandes figuras de científicos, investigadores da geografia e as ciências naturais, nascidos a um e outro lado do oceano Atlântico: Guillermo de Humboldt, na Alemanha e, Francisco José de Caldas, no Novo Reino de Granada, hoje República da Colômbia. O barão Humboldt, chega ao novo mundo abastecendo das mais modernas equipes de medição e demais aparelhos de recente criação para a investigação científica. Caldas, pelo contrário, tem que inventar suas próprias ferramentas para adiantar os seus trabalhos, baseando-se em parte em desenhos encontrados na Enciclopédia de Diderot e D´Alembert, vários de cujos volumes se encontravam na Real Biblioteca Pública de Santafé. O encontro com o barão de Humboldt vai gerar grandes expectativas em Caldas. Sua intenção é acompanhar ao sábio alemão na sua expedição por américa do Sul. No entanto, as relações pessoais entre os dois investigadores se converteram em um grande obstáculo e finalmente cada um seguiu o seu próprio caminho. PALAVRAS-CHAVE Explorações, natureza, luzes, ciências, experimentos, divergências.

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Antecedentes La aparición de un nuevo mundo ante la Europa de fines del siglo XV da un giro sin precedentes a la historia de la humanidad. América aparece como un emporio de novedades, descritas con fantasía y asombro por los primeros cronistas de Indias, comenzando por los diarios de Cristóbal Colón que al llegar a tierra firme, en las costas de Venezuela, donde creyó haber encontrado el paraíso terrenal al observar un montículo con la delicada forma de un seno femenino. El oro, las perlas y otras riquezas del nuevo mundo obnubilaron la mente febril de viajeros y conquistadores. Las Indias occidentales aparecían como un futuro de riqueza y poder, pero también como un desafío lleno de peligros para quienes se enfrentaran, como caballeros andantes, a su conquista. Durante los siglos XVI y XVII se llevan a cabo las grandes exploraciones, descubrimientos, dominio de territorios, con el sometimiento de los nativos y construcción de las primeras ciudades, de acuerdo con los lineamientos urbanos de la España en esa época. El trazado de las calles y plazas y la construcción de los centros de poder religioso, político y militar remplazaron el hábitat nativo e impusieron un canon de categorías diferenciales entre españoles o europeos y los nacidos en América, así fueran hijos de peninsulares o de otros reinos del viejo mundo. Si en aquellos primeros siglos de coloniaje los relatos sobre la geografía y naturaleza del Nuevo Mundo estaban impregnados de elucubraciones fantasiosas, es en el siglo XVIII, sobre todo en la segunda mitad, cuando se produce un verdadero descubrimiento de la geografía y riquezas naturales de diversas regiones de la América equinoccial. Los avances en el conocimiento de ese novísimo territorio se producen gracias a los aportes científicos de la ilustración en el conocimiento de la tierra y el cosmos, los tres reinos de la naturaleza y la visión del hombre como ser racional, capaz de descifrar los misterios del mundo con la ayuda de su razón y la creación de aparatos que permitían ampliar la función de sus sentidos: barómetros, telescopios, microscopios y otros elementos de observación y medición de la tierra y el cosmos, hasta los más lejanos planetas del sistema solar. En esta época se trabajó por medio de importantes viajes geográficos al norte y sur del planeta, con el fin de medir los meridianos terrestres desde el Ecuador hasta los polos, con el fin de tener una idea más clara de la forma de la tierra y saber si era del todo redonda o achatada hacia los polos. Fue así como España autorizó la expedición de Charles Marie de La Condamine por América del Sur para dirigirse al Perú y a la Audiencia de Quito, con el fin de adelantar su expedición geodésica. Para otorgar el permiso correspondiente, el Consejo de Indias exigió la inclusión de dos jóvenes científicos españoles en la expedición: Jorge Juan y Santacilia, de 22 años de edad y Antonio de Ulloa, de 19 años, quien apenas al cumplir los trece había viajado a Cartagena de Indias como grumete. Aparte de realizar actividades de exploración científica adelantaban una misión de espionaje, cuyos informes enviados más tarde desde Lima fueron definidos por ellos como Noticias secretas. El texto solo se conoció en 1826, cuando David Barry lo publicó en Londres. La Expedición de La Condamine hizo una primera parada en Cartagena de Indias antes de dirigirse a Quito, y tras unos días de exploración de la bahía, sus sistemas de defensa y los planos de la ciudad, continuaron su viaje. Jorge Juan dejó allí un telescopio y otros

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instrumentos, que algunos años más tarde fueron recogidos por José Celestino Mutis al llegar a aquella ciudad a finales de 1760 y que 40 años después fueron usados por Francisco José de Caldas para sus investigaciones físicas y astronómicas. De este modo se ve cómo poco a poco se van enlazando las tareas científicas, dejando abierto un hilo conductor que puede ser retomado por otro investigador que tenga la curiosidad y la información adecuada para continuar los descubrimientos y trabajos de sus antecesores.

Dos investigadores frente a frente En este escenario, abierto a una nueva narrativa, en el que todo podía estar esperando medidas, mapas y definiciones, aparecen dos figuras notables del paso del Siglo XVIII al XIX. Tras la llegada al Nuevo Reino de Granada de José Celestino Mutis, a quien habían puesto el apelativo de El oráculo del Reino, por sus conocimientos en diversas materias, entran a escena dos notables hombres de ciencia, formados desde polos opuestos pero con los mismos objetivos: el barón Alejandro de Humboldt, y Francisco José de Caldas, quienes van a entrar de lleno en los campos abiertos por Mutis, La Condamine y Jorge Juan en el estudio del mundo físico, la geografía, la botánica, la física y la astronomía de la América meridional. A su alrededor se explayaba un amplio territorio abierto a su observación y curiosidad. El origen y formación de estos dos jóvenes científicos no podían ser más diversos. Contemporáneos por las fechas de nacimiento, ya que Humboldt había nacido en Berlín el 14 de septiembre de 1769, en el seno de una familia adinerada de la aristocracia prusiana, mientras que Francisco José de Caldas provenía de una familia neogranadina de medianos recursos. Su padre, José Caldas García, de origen español, era regidor del cabildo de Popayán y juez subdelegado de tierras, razón por la cual quería que su hijo estudiara jurisprudencia para que lo apoyara en sus tareas. Su madre, Vicenta Tenorio Arboleda, pertenecía a una familia distinguida de Popayán, de ideas tradicionales y arraigadas creencias cristianas. La infancia y la juventud de estos dos hombres y su proceso de formación para las ciencias no podían ser más distantes. El padre de Humboldt, Alexander Georg von Humboldt era un alto oficial del ejército y chambelán de la Corte prusiana, así como amigo y confidente del futuro monarca Federico Guillermo II. Afectuoso protector de sus hijos, falleció cuando Alejandro apenas tenía 9 años. La temprana ausencia de su padre marcaría su personalidad y su mundo afectivo, sobre todo considerando que su madre, Marie Elizabeth von Hollwege era una mujer fría, que nunca manifestó mucho afecto por sus hijos, pero se preocupó porque tuvieran la mejor educación en los más afamados planteles germanos. Mientras Guillermo se decidió por los estudios lingüísticos, Alejandro quiso emular a su padre y seguir la carrera militar, a lo cual se opuso su madre y sus estudios lo llevaron a los campos de la física y la geografía, abriéndole amplias perspectivas para la investigación de la historia natural. Los estudios de geografía, astronomía, medicina, botánica y zoología, complementados con ciencias auxiliares como la física, las matemáticas o la naciente química, atraían a los pensadores y científicos de la ilustración, con su invitación a construir el mundo del futuro. La idea de un progreso continuo era el norte que atraía a los pensadores en su afán de conocimiento. Caldas, al contrario de Humboldt, había nacido en un medio inhóspito para las ciencias; como hemos dicho, su padre quería que se formara como abogado y por esto, después de sus primeros estudios en Popayán lo envió al colegio del Rosario, en Santafé de Bogotá, donde había terminado sus estudios su pariente, por parte de madre, Camilo Torres Tenorio. Su interés por la investigación científica tuvo que abrirse paso con gran esfuerzo, de manera

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autodidacta, aún sin contar con los medios ni los instrumentos adecuados para emprender las investigaciones que atraían su interés. Es probable que los libros consultados en Popayán y en la Real Biblioteca Pública de Santafé lo hubieran estimulado en sus primeros pasos. Leía y tomaba notas de todo cuanto cayera en sus manos relacionado con las ciencias, con una ansiedad febril que lo impulsaba a estudiar hasta la madrugada, lo cual le generó fuertes dolores de cabeza. Su madre se preocupaba, pensando que tanto estudio afectaba su salud, y lo obligaba a descansar, prohibiéndole que abriera los libros en la noche, por lo cual tenía que hacerlo a escondidas, cuando su madre estuviera dormida. Desde los 16 años había descubierto el universo fascinante de las ciencias, como lo anotó en carta dirigida a José Celestino Mutis, a quien conoció en su época de estudio en el colegio del Rosario: A los 16 años vi unas figuras de geometría y unos globos, y sentí una vehemente inclinación hacia estas cosas. Por fortuna me tocó un catedrático ilustrado, que detestaba esa jerga escolástica que ha corrompido los más bellos entendimientos. Caldas se refería a José Félix de Restrepo, su maestro en Popayán, quien junto con Mutis se había convertido en sus luces y faros, en medio de la oscuridad y la ignorancia. Ante el esfuerzo y rigor que habían implicado para él los estudios de matemáticas, geometría y demás ciencias exactas, inhóspitas para mentes más ligeras y despreocupadas como eran las de la mayoría de jóvenes de su edad, Caldas defendía con entereza el rigor y la disciplina, tal como él las había asumido en su integridad, y por esto criticaba a las madres que creían defender a sus hijos, en un apoyo de conducta, cuando se escondían de sus maestros a quienes estaba encomendada su educación y el aprendizaje de un oficio. Al regresar a Popayán, en 1788, tras obtener en Santafé el grado en ciencias jurídicas, escribió una fuerte crítica en contra de las madres complacientes con la indisciplina y desobediencia a sus maestros de parte de muchos jóvenes: Las madres los ocultan y los roban de la vista del maestro, cuando este los busca para volverlos al oficio y sujeción. La casa de la madre se puede juzgar como un asilo de la iniquidad del hijo y a las madres como protectoras de la perdición y maquinadoras de su ruina. ¿Una cierta alusión a la presunta protección y afecto de su madre al prohibirle los estudios nocturnos? De todos modos, Caldas adoptó una actitud en extremo severa frente a sí mismo, así como en relación con las debilidades y fallos de las demás personas, sobre todo cuando coincidían con sus propias actividades de estudio e investigación científica. Este, precisamente, sería un punto de divergencia con Humboldt, como veremos más adelante.

Goethe y Humboldt: Filosofía y ciencia Por la época en que Caldas escribía aquellas notas, Humboldt viajó a Jena, en Turingia, donde trabajaba su hermano Guillermo como profesor de estudios lingüísticos de la famosa Universidad considerada como una de las 10 más antiguas de Alemania. Cerca de Jena se encontraba la ciudad de Weimar, notable centro cultural donde habían fijado su residencia Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller, levantando un teatro en el que presentaban sus obras, en pleno desarrollo del romanticismo alemán. De inmediato, Alejandro de Humboldt estableció un vínculo de amistad y de intercambio de ideas con Goethe, quien además de ser escritor, poeta, novelista y dramaturgo, se interesaba por la investigación científica en

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Fotografía: Fabián Erazo Viveros, Popayán, 2017

Disolución sobre arte y conflicto / Sergio González León // 15


varios campos. Su casa era una especie de museo de historia natural, en la cual se hallaban a la vez una copiosa biblioteca, muestras geológicas de diversa procedencia, reproducciones de estatuaria griega y romana, equipos y lentes para sus experimentos sobre la luz y la descomposición y mezcla de los colores, sobre lo cual estaba desarrollando meticulosos estudios. En fin, un humanista en el cual se configuraban el artista y el científico, que se convirtió para Humboldt en guía y maestro, modelo y fuente de inspiración, a la vez que para Goethe aquel joven inquieto e investigador incansable, era un modelo de su personaje de Fausto, aquel estudioso que vendió el alma al diablo para que le diera el poder del conocimiento total, la gran suma de las artes y las ciencias, que en síntesis vendría a ser el compendio de los trabajos del propio Goethe y de Humboldt. La diversidad de temas que interesaban a Goethe influyeron sobre las investigaciones del joven Humboldt, así como la idea de la unidad interna de la naturaleza y la interacción de todos los organismos vivientes: plantas y animales, que convergían en el ser humano y su conocimiento y comprensión del mundo, su capacidad de establecer las relaciones entre unas cosas y otras, contra la teoría de Leibniz, quien sostenía que los animales eran máquinas con capacidad de movimiento, mientras que para Goethe, Kant o Humboldt eran organismos vivos, con relaciones emocionales y una compleja interacción con el medio ambiente y demás animales y seres humanos. Las semanas que Humboldt pasó en compañía de Goethe, convertidas en largas conversaciones desarrolladas en caminatas entre Jena y Weimar, a la manera de los antiguos peripatéticos, le dejaron al joven barón una lección profunda sobre un tema planteado por Kant y otros pensadores, que buscaban establecer un punto de equilibrio entre los empiristas y los racionalistas: el conocimiento de la cosa en sí, por medio de experimentos y medicio-

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nes, o bien como un ejercicio de la razón, usando la lógica y la capacidad intelectual para comprender el mundo: interiorizar la imagen –las cosas son como mi razón las entiende–, en concordancia con el cogito ergo sum cartesiano, y la dificultad de llegar al pleno conocimiento de la cosa en sí, de acuerdo con lo que percibimos por medio de nuestros sentidos. El racionalismo le atribuye un dominio absoluto a la razón en el conocimiento del mundo –eje fundamental del pensamiento de la Ilustración–, aunque los artistas y los poetas añaden el sentimiento, el aporte subjetivo en la valoración de las cosas, como señalaba Goethe en un verso de su Fausto: Misteriosa en pleno día, la naturaleza no se deja despejar de su velo, y lo que ella se niega a revelar a tu espíritu, no se lo arrancaría a fuerza de palancas y tornillos

(Wulf, 2015, p. 64). A la muerte de su madre, Humboldt quiso dedicarse de lleno a la investigación científica. Sin embargo, las guerras napoleónicas habían generado múltiples dificultades para desplazarse por Europa. Humboldt dejó su trabajo como inspector de minas y buscó puntos para llevar a cabo sus exploraciones; si en Europa la guerra desatada por Napoleón había hecho estremecer a muchos países, cerrando fronteras y arrestando a los viajeros sospechosos de llevar informaciones a las filas enemigas, había que buscar otro escenario para investigar. Aliado con Aimé Bonpland, experto botánico, juntos pensaron primero en África para adelantar sus trabajos, pero no encontraron quien apoyara esta iniciativa. Luego buscaron la forma de emprender el camino hacia el Nuevo Mundo, como lo había hecho a comienzos del siglo Louis Antoine de Bouganville, a quien admiraba e intentaba emular. En compañía de Bonpland decidieron viajar a España para conseguir el apoyo para viajar


al Nuevo Mundo. América se presentaba como un territorio virgen, abierto a la investigación. En Madrid consiguieron el apoyo de Carlos IV, monarca de la familia Borbón, quien estaba rodeado de una corte ilustrada, compuesta por asesores como Pedro Antonio de Bolea, conde de Aranda, Campomanes o Jovellanos, interesados en los estudios científicos sobre los reinos de la naturaleza en la América Española. Allí escuchó hablar de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y de su director, José Celestino Mutis. Cambió entonces el plan inicial de dirigirse al Perú, colocando a Santafé de Bogotá y a la Nueva Granada en un lugar de preferencia dentro de su itinerario. Humboldt en la América equinoccial A principios de junio estaban listos para zarpar desde La Coruña, pese a que se habían visto buques de guerra británicos por los alrededores. Para su viaje, Humboldt había comprado toda una colección de instrumentos para sus investigaciones: desde telescopios y microscopios hasta un gran reloj de péndulo y brújulas; 42 instrumentos en total, así como frascos para guardar semillas y tierra, todo empacado en grandes baúles y cajas forradas de terciopelo. Quería investigar la altura de las montañas, levantar mapas de los ríos, tomar muestras de la flora, la fauna y de valiosos minerales, pero su verdadero propósito del viaje era demostrar cómo “Todas las fuerzas de la naturaleza están entrelazadas y entretejidas”. Humboldt y Bonpland El 16 de julio de 1799 los expedicionarios llegaron a las costas de Venezuela. Arribaron en cercanías de Cumaná, ciudad fundada por los españoles en 1523, y casi destruida por un terremoto en 1797. Aún se veían las ruinas del devastador movimiento telúrico.

La condición de vigilancia, impuesta por estrictas leyes de la corona española y el Consejo de Indias, que limitaban las posibilidades de movimiento y de iniciativa de los criollos y aún de peninsulares sin permiso del Rey o sus asesores, virreyes o autoridades de cada provincia regida por la monarquía española, sirvieron de advertencia a Humboldt y a Bonpland para tomar precauciones: ser prudentes, tener cuidado y ganarse la buena voluntad de las autoridades y de cuantos pudieran ser útiles a su empresa. Cualquier error haría que su trabajo se hallara en peligro. Esto explica muchas de las actitudes de Humboldt, al elogiar a veces en forma desmedida a investigadores, pintores, botánicos y demás científicos así como gentes de importancia política o social de las regiones visitadas, para ganarse la confianza y respeto, además del apoyo a sus viajes, experimentos y sobre todo informaciones valiosas para sus fines, que deberían obtener sin despertar sospechas de espionaje a favor de potencias enemigas, en ese momento sobre todo británicas. En su primera salida marchó por los valles de Aragua hacia el río Apure en Venezuela. Desde sus primeros pasos, en Humboldt se observa una preocupación por el cambio climático producido por la tala indiscriminada de árboles, tema de gran actualidad, en el que sin duda se adelantó a su tiempo. La destrucción de los bosques afectaba a los ríos, pues como bien lo sabía, todo estaba conectado. En la naturaleza, todo lo viviente establecía lazos internos e influía sobre su existencia y desarrollo. Entonces escribió: No sólo los hombres o los animales: también las plantas rivalizan entre ellas para obtener luz y alimento.

Caldas Entre tanto, en 1797 Caldas volvió a salir de Popayán, dedicándose a actividades de comercio no sólo para generar recursos propios, sino también para colaborar en el

Caldas yDisolución Humboldt:sobre un paralelo arte y conflicto dramático / Sergio / Carlos González José Reyes León/// / 17


sustento de su familia. Después de varios tanteos, regresó en 1798 con el convencimiento de no servir para estos menesteres. Sin embargo, no todo había sido tiempo perdido: mientras marchaba de un pueblo al otro logró sacar un tiempo para dedicarse a lo que realmente le interesaba: así pudo observar un eclipse de luna y anotar sus observaciones. Por aquellos días consiguió en préstamo un telescopio en Cali y se dedicó a las observaciones astronómicas. Como Galileo, observó el giro de una luna de Júpiter. Entonces escribía con entusiasmo que la dedicación a las ciencias aleja a las gentes de los vicios y malos pensamientos: Convengamos en que el cultivo de alguna ciencia es una barrera casi insuperable para el vicio. ¡Ojalá conocieran esto bien los padres y los ayos! ¡Ojalá que en vez de amenazar y castigar a los niños, les hicieran tomar gusto por cualquier ramo de la física o de las ciencias exactas! Entonces veríamos menos jóvenes viciosos, menos atolondrados y más sabios.

Sin duda, aún le faltaba conocer un poco más al mundo y sus personajes. Entre los años de 1799 y 1800 Caldas regresó a Santafé de Bogotá. Es muy posible (aunque no aparece en la biografía de Bateman) que hubiera investigado en la Real Biblioteca Pública, o bien en los fondos de José Celestino Mutis y la Expedición Botánica. Mutis se había escrito con el botánico sueco Carl von Linneo y con otras autoridades científicas europeas, y había importado valiosos libros relacionados con temas científicos, entre ellos, varios volúmenes de la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert, así como las obras de Buffon, ilustradas con hermosas imágenes de aves de diversas regiones del mundo. En los volúmenes de la Enciclopedia encontró dibujos detallados de instrumentos diversos para hacer mediciones, lentes para telescopios, aparatos para registrar la temperatura, el peso, la altura y otras mediciones, temas que agitaban su

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imaginación y le planteaban toda suerte de desafíos para encontrar medios adecuados para adelantar sus tareas, así fuera fabricando él mismo muchos de aquellos diseños. Uno de los retos que se propuso resolver fue el de hallar la forma de medir la altura de las montañas, los abismos y la situación de diversos puntos geográficos, incluidos pueblos y ciudades en relación con el nivel del mar y sus variaciones climáticas. Problemática que le llevó a escribir un ensayo sobre El influjo del clima sobre los seres organizados. Una notable diferencia con las investigaciones sobre los grados de temperatura en las regiones del norte o del sur del planeta, que varían de acuerdo con las estaciones. En un territorio ecuatorial las diferencias dependen de la altura de las montañas y del flujo de los vientos, por eso las medidas resultan necesarias para establecer las variaciones térmicas, y por medio de ellas determinar la altura de cada punto geográfico. Para ello Caldas usó los pocos instrumentos que poseía o creando otros a partir de los diseños vistos en los libros o inventados y variando modelos según sus necesidades y los materiales que lograba conseguir para este efecto. Una notable diferencia con Humboldt, que traía en sus baúles aparatos para todo, proveídos por el desarrollo tecnológico de una Europa ad portas de la Revolución Industrial. Un accidente le plantea a Caldas un nuevo reto que debe resolver con sus propios medios: la ruptura de un termómetro, que lo fuerza a intentar una reconstrucción colocando el mercurio dentro de la minúscula vara de cristal con su vacío interior, para luego sellarla y marcar las medidas con precisión, de modo que se pudiera establecer el punto del calor del agua hirviendo en su proporción con la presión atmosférica, lo cual lo lleva a uno de sus más notables descubrimientos: el de la Hipsometría. Sin embargo, no sabe qué pensar ante sus propios hallazgos… duda hacerlos públicos,


por si acaso ya estuvieran inventados en alguna parte, y plantea una amarga reflexión sobre

el trabajo de un científico en estas tierras: ¡Qué suerte tan triste la de un americano! Después de muchos trabajos, si llega a encontrar alguna cosa nueva, lo más que puede decir es NO ESTÁ EN MIS LIBROS.

Este tipo de inseguridad es uno de los aspectos que lo diferencian de Humboldt, cuyos escritos denotan una plena confianza en sí mismo, por lo menos en lo que se refiere a sus investigaciones científicas, ya que en sus relaciones privadas y estados emocionales las diferencias con Caldas apuntan en sentido contrario, como veremos algunas líneas más adelante. En el primer número de El Correo Curioso de Bogotá, dirigido por el clérigo Luis de Azuola y Lozano y su sobrino, Jorge Tadeo Lozano, escribió un informe sobre la altura de Monserrate, que sorprendió al propio Humboldt por su exactitud, cuando verificó los datos con equipos más sofisticados y precisos para este tipo de cálculos. El trabajo de Caldas sobre la medición del cerro de Monserrate apareció en los números 23, 24 y 25 del Correo Curioso, que corresponden a las fechas 21 y 28 de julio y 4 de agosto de 1801. Para ello se basó en las observaciones sobre la altura del mercurio en los barómetros. Caldas se encontraba en Quito, cuando se enteró de la llegada de Humboldt a Santafé de Bogotá y del propósito del barón de pasar por Popayán y luego dirigirse a Quito, en su viaje de exploración científica por la América del Sur. Mutis ya le había hablado de él, manifestando el deseo del joven científico berlinés por conocerlo. La emoción de Caldas fue enorme. Así se lo hace saber su amigo Santiago Arroyo, en carta del 28 de octubre de 1801: ¨Él (Humboldt) va deseosísimo de conocer a usted. Mutis le ha hablado a su favor, y puede contar con un amigo franco, que no le ocultará sus conocimientos, cuanto pueda contribuir para las ideas que usted tiene formadas sobre la carta del reino¨.

El encuentro: Aprendizaje y diferencias El gran sueño de Caldas era seguir al lado de Humboldt en su peregrinación científica por la América del Sur. Corre entonces a Ibarra, situada a 116 kilómetros hacia el norte, a esperar la llegada de Humboldt y Bonpland, a quienes recibe el 31 de diciembre de 1801, como un regalo de año nuevo. Por su parte, Humboldt anota sobre las observaciones astronómicas de Caldas, que él se ha mostrado deseoso de verificar la exactitud de sus cálculos, mientras Caldas sólo busca aprender de un hombre de su cultura y conocimientos. La relación científica entre los dos parecía marchar viento en popa, cuando el barón escribió: ¨Es emocionante observar que este joven americano se haya elevado hasta las más delicadas observaciones de la astronomía por sí mismo, y con unos instrumentos hechos por sí mismo¨.

Sin embargo, las relaciones entre ellos pronto sufrieron serios percances en el plano personal, tras las primeras semanas de conocer al barón en Quito y no sólo en investigaciones de carácter científico. Al respecto, escribe a su primo y confidente, Antonio Arboleda,

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en carta del 21 de marzo de 1802. Entre otras cosas, le habla con amargura de su situación desventajosa: ¨Las cadenas, la más fuerte de todas, la pobreza, me ata a este suelo despreciado para las ciencias¨.

¿Qué quería decir con esto? ¿Complejo de inferioridad ante Humboldt por su estrechez económica? ¿Qué estaba sucediendo en su relación de intercambio y aprendizaje con el barón? A Caldas le cuesta mucho trabajo responder sobre lo que ocurre en realidad: ¨Un día, el 28 de enero de 1802, agitado mi pobre corazón, revolvía en él los modos de ilustrarme y de servir a Humboldt; por todas partes no veía sino muros de bronce y obstáculos insuperables¨.

Sus esperanzas se habían derrumbado, pero le costaba trabajo expresarlo de manera directa a Mutis y a sus amigos, Arroyo y Arboleda. Humboldt había cambiado por completo su trato hacia él. Ahora se mostraba distante y evasivo. Caldas había escrito a Mutis para pedirle que intercediera por él ante Humboldt, para que lo incluyera en su viaje de exploración por la América del Sur. No tenía recursos para sufragar sus gastos en un viaje de tal magnitud, si no contaba con el apoyo del barón. Pero aparte de aquellas razones, el problema que se suscitó entre los dos iba más allá de las consideraciones pecuniarias, que Humboldt habría podido sufragar con facilidad, contando con un colaborador eficaz y preparado, que podría prestarle un servicio de indudable utilidad. La verdad es que el joven científico berlinés no sólo había sorprendido y defraudado a Caldas; también las jóvenes quiteñas que asistían a los bailes y homenajes en su honor se habían sentido despreciadas, a causa de su frialdad e indiferencia. Atraídas por su figura y su prestigio, pues se presentaba como un hombre soltero y apetecible, habían intentado atraerlo para bailar con él, pero de manera arrogante él las rechazó a todas. Caldas ya lo había criticado por su propensión a los festejos mundanos, que distraían su atención de los asuntos serios de la ciencia. Sin dejar de insistir, le preguntó de nuevo sobre si había recibido una posible carta de Mutis, tema en el que hasta el momento sólo había respondido con evasivas, pero ante la insistencia suya, le respondió de manera tajante: ¨Mi amigo: yo he mentido a usted; el señor Mutis me habla a la larga del asunto, pero yo he resuelto viajar sólo, no quería dar a usted esta pesadumbre¨.

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

¿Qué había sucedido en realidad? ¿A qué se debía esta tajante determinación del barón de Humboldt? Caldas lo explica en una nueva carta a Mutis: ¨Jamás pensé que un hombre que me había apreciado tanto, que recogía mis pequeños trabajos con ardor, que los ponía al lado de los suyos, que me había hecho un elogio en sus diarios superior a mis méritos…¨

Desde luego, el cambio nada tenía que ver con la ciencia ni con los talentos de Caldas. Humboldt había revelado finalmente sus dos caras, como el doctor Jekill y el señor Hyde, creados por la mente afiebrada de Robert Louis Stevenson: dos personalidades opuestas en una misma persona. Al fin Caldas se decide a exponer a Mutis la verdad de lo que piensa al respecto: ¨Corramos de una vez el velo a este misterio. Yo hablo con el hombre prudente y reservado que ocultará eternamente lo que voy a escribir¨…

Y tras algunas digresiones que le sirven de preámbulo, se decide por fin a confesarle lo que piensa y siente: !Qué diferente es la conducta que el señor barón ha llevado en Santafé y Popayán de la que lleva en Quito! En las dos primeras, fue digna de un sabio; en la última, es indigna de un hombre ordinario. (…) Entra el señor barón en esta Babilonia; contrae, para su desgracia, amistad con unos jóvenes obscenos, disolutos; lo arrastran a las casas en que reina el amor impuro; se apodera esta pasión vergonzosa de su corazón y ciega a este sabio joven hasta un punto que no se puede creer…

¿Celos? ¿Prejuicios? ¿Humboldt en un prostíbulo? El propio Caldas no se ha introducido en esos vericuetos. Ahora habla el riguroso moralista, que había escrito un panegírico sobre la ciencia, afirmando que era un eficaz remedio para alejar a los jóvenes de las tentaciones mundanas. En medio de la perturbación de su ánimo, confiesa, a la vez, que hizo saber a Humboldt cual era su pensamiento al respecto, así fuera por medio de lenguajes no verbales: Como yo he frecuentado la casa de este sabio, como hemos vivido un mes juntos en una bella hacienda, hemos tenido ocasiones repetidas de que él conozca mi diverso modo de pensar en materia de placeres. Cuando se hablaba de ellos, yo no podía

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sino mostrar en mi semblante mi disgusto, y en cierto modo mi indignación”.

Ante estas actitudes y gestos de reprobación, ¿podría llevar Humboldt en su viaje a un riguroso crítico de sus actos? El propio Caldas nos da la respuesta: El señor barón me juzga severo, inflexible, triste. ¿Cómo puedo aprobar sin hacerme cómplice? Este es el origen de la aversión, si así se puede llamar el disgusto que tiene el señor barón de mi compañía; este es el origen de su negativa.

Otro antecedente de estas desavenencias se produjo cuando Humboldt y Bonpland decidieron subir a la cumbre del Pichincha. Caldas manifiesta su interés de agregarse a esa marcha, pero el barón intentó detenerlo alegando que con una constitución tan débil como la suya le resultaría imposible llegar a la cumbre. Caldas insistió, y por no agravar el conflicto entre ellos, Humboldt tuvo que aceptar. El propio Caldas relata lo que sucedió: El señor barón se desmayó en Pichincha. ¿Esta es prueba de fortaleza? (…) Yo no he probado mis fuerzas con este viajero. ¿Cómo sabe si soy débil? No quiere un compañero silencioso que le reprenda sin hablar.

Caldas tuvo que ayudar a Bonpland a levantar a Humboldt y llevarlo a un sitio donde se pudiera recuperar. Un golpe para el orgullo del barón europeo, pero que tampoco favoreció al americano. El 21 de junio, en Carta a Mutis, termina por rebelar el secreto que tanto trabajo le ha costado explicar: El señor barón de Humboldt partió de aquí el 8 del corriente con mr. Bonpland y su Adonis, que no le estorba para viajar como Caldas.

Se trataba de Carlos Montufar, el hijo del marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montufar, caballero de la orden de Santiago; un joven hermoso, de 22 años, que el barón llevaba consigo y que los acompañó en toda la expedición americana, hasta llegar a España, donde el joven permaneció unos meses con el dinero que su protector le había dejado, hasta un momento en que pasados algunos meses se fue quedando sin recursos. Escribió entonces varias cartas a Humboldt, en términos cariñosos, pero no obtuvo respuesta. Tampoco recibió el apoyo de su padre, cuando le pidió su ayuda. Finalmente optó por regresar a la América del sur y unirse a las fuerzas de Bolívar en la campaña libertadora, pero fue arrestado y ejecutado en 1813 cerrando un capítulo inconcluso de las tantas relaciones temporales del barón de Humboldt, que nunca logró consolidar una pareja estable a lo largo de su vida.

El matrimonio de Caldas La situación de Caldas en ese aspecto tampoco le resultó más favorable. Concentrado en sus actividades, no parecía tener tiempo para aventuras sentimentales de ningún tipo. Sin embargo, quizá por presiones familiares o de sus amigos, unos años más tarde, decidió contraer matrimonio, aunque no se había enamorado de nadie en particular como para tomar esa decisión. Su actitud al respecto no deja de ser curiosa. Pidió a sus amigos que le ayudaran a conseguir una esposa, pero que fuera de Popayán, para no agraviar a las jóvenes payanesas escogiendo a una extraña de otro lugar. Fue así como apareció el señor Barahona, quien le propuso como novia a su sobrina Manuela (otra Manuela de aquella época de Independencia), que apareció en su vida sin que él hubiera hecho el menor esfuerzo para seducirla. El acuerdo (ya que no el romance) se presentó en una época de intensa actividad

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de Caldas, podría decirse que como algo secundario, un compromiso por razones sociales, no personales. El matrimonio le daría una respetabilidad que su vida de solterón no le garantizaba, en un medio que no comprendía su rigor, moralismo y ensimismamiento, pues sólo tenía ojos para sus asuntos, concentrado en sus aparatos, medidas y observaciones científicas. Algo muy raro en un país sin tradición en este campo, que no podía ver en sus actitudes otra cosa que las rarezas de un excéntrico. El noviazgo se inició por correspondencia. Para él, se trataba de cumplir un compromiso social, al fundar una familia. Para ella, una aventura inquietante, al aceptar un compromiso sin conocer a quien sería su esposo. El le escribe que por su parte todo está decidido. Sólo falta que ella le responda. Los términos en que se expresa, quizá por falta de experiencia de Caldas en esos menesteres, se asemejan más a un contrato formal de compraventa. En forma directa le escribe a su presunta novia: A usted le dejo la libertad de elegir nuestros padrinos y el ministro que debe autorizar nuestro contrato.

Palabras que parecerían referirse más a un duelo con pistolas que a un intercambio de argollas matrimoniales. En un intento de darle a esta relación un tono romántico, Caldas trata de explicar sus sentimientos amorosos, que para una joven fogosa, con pasión de vivir, deberían resultar por lo menos extraños: …Usted es la primera que posee mi corazón en toda su plenitud, usted sola y usted para siempre lo poseerá. ¡Qué dulce es unirse por la religión y por la virtud! Sí, señora, mi amor no es una llama devoradora, cruel, que ciega, que embrutece; es un fuego sagrado, tranquilo, puro, casto, luminoso, que dilata el corazón sin oprimirlo!

¿Qué pensaría la joven Manuela de estas palabras? ¿Con quién iba a contraer matrimonio? Caldas estaba mirando las estrellas por un telescopio, mientras ella soñaba con un romance de cuerpo presente, con los pies en la tierra. Pero Caldas es sincero, y se adelanta a responder las preguntas que supone ella se está haciendo: Usted me ha costado mucho. ¡Cuántas dudas, cuantos pasos, cuántos días de incertidumbre, de penas! Para que usted lo sepa todo, ¡cuántas lágrimas he derramado por usted! ¿Cuándo imaginó usted que un hombre que ha mirado con la más fría indiferencia a todas las mujeres de la tierra, un hombre a quien usted no ha saludado, un hombre sumergido entre libros, entre instrumentos, que tiene sus ojos fijos en el cielo, que vive a cien leguas de usted, podría derramar lágrimas copiosas por usted en el observatorio de Santafé?

Aquí aparece Caldas de cuerpo completo en el aspecto sentimental, al contrario del científico, a quien interesa ver al objeto de su estudio, tocarlo examinarlo en detalle, medirlo, sentir su peso, sus grados de calor, la situación de su cuerpo bajo la presión atmosférica. El matrimonio se concierta por control remoto: Caldas está muy ocupado con sus tareas científicas, y no tiene tiempo de ir a recogerla a Popayán. La boda se celebra por poder. Manuela está casada con un extraño de quien ni siquiera conoce su rostro. El, por el contrario, pudo ver un retrato suyo, que lo llenó de entusiasmo, como si hubiera visto la anatomía de una planta en un herbario. Al enterarse de que ya está casado, Caldas da muestras inusitadas de entusiasmo. En esta extraña relación, y debido a las ocupaciones permanentes del marido, el matrimonio podría haber durado años sin que la pareja hubiera logrado conocerse. Pero cuando le notifica que están a punto de verse, sus palabras se convierten en una soga para su propio pescuezo:

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La virtud debe ser el fin de nuestro matrimonio; los dos nos vamos a santificar mutuamente.

¿Estaría esta chica fogosa dispuesta a vivir en olor de santidad? La vida le mostraría a Caldas la otra cara del amor y la pasión, no contando tan sólo con el espíritu, sino también con el cuerpo. Mientras Caldas esperaba ver a su esposa con tales premisas de pureza y devoción, los acontecimientos que se venían gestando de manera clandestina, se precipitaron de tal modo que el recién casado tampoco tuvo la oportunidad de salir aunque sólo fuera un poco a esperar a su mujer. Las reuniones secretas en el observatorio tenían por objeto el organizar un levantamiento con el fin de crear una junta de gobierno compuesta de preferencia por criollos, miembros del cabildo, en abierta oposición al virrey y a los oidores de la Real Audiencia, que con una sola excepción eran españoles. Caldas había organizado aquellas reuniones en el observatorio, que en principio no parecían representar peligro alguno para el régimen virreinal o para la Real Audiencia. Las autoridades pensaban que quienes asistían a aquel lugar se dedicaban a observar el cielo y las estrellas y por lo tanto, no se ocupaban de los asuntos ordinarios del mundo terrenal. Lo que ocurría al interior de aquel centro de investigación del cosmos era todo lo contrario. En la tarde y primeras horas de la noche del 19 de julio se planearon los últimos detalles para provocar un levantamiento popular, aprovechando la nutrida asistencia al mercado que tendría lugar en la plaza mayor aquel viernes 20 de julio de 1810. Los hechos son ampliamente conocidos: Los Morales, comisionados para provocar la ira del comerciante González Llorente al pedirle un florero para celebrar la llegada del quiteño Antonio Villavicencio, lograron su objetivo, tal como había sido planeado la noche anterior. El escribano de la Expedición Botánica, José María Carbonell, se dirigió a los barrios populares convocando a las gentes para que apoyaran el alzamiento. Antes del mediodía, muy cerca del palacio virreinal, se inició el golpe acusando a Llorente de insultar a los criollos. El hombre tuvo que huir despavorido y se escondió en casa de don Lorenzo Marroquín de la Sierra, para evitar ser acribillado. El teniente Moledo intentó calmar a la multitud, mientras el coronel Juan Sámano era partidario de una fuerte acción represiva: quería que un destacamento del Regimiento Fijo disparara contra la multitud para sofocar la rebelión que crecía de un modo alarmante. Moledo intervino ante el virrey para evitar un atroz genocidio de campesinos que habían acudido al mercado a vender sus productos. En horas de la tarde, en medio de la algarabía, José Acevedo y Gómez se asomó a un balcón y pronunció las célebres palabras que mantuvieron al pueblo en apoyo de la insurrección. Como dato curioso, cabe mencionar que alrededor del almacén de González Llorente se encontraban en el momento del estallido los abuelos de dos presidentes de la república de Colombia de finales del Siglo XIX: José María Moledo, abuelo de Rafael Núñez Moledo y Lorenzo Marroquín de la Sierra, abuelo del presidente José Manuel Marroquín. Caldas dio la noticia de los hechos en su semanario, como si se tratara del testimonio de un ciudadano que había estado presente como testigo, y que no era otro que él mismo, que no solía estar en las calles a esa hora, por encontrarse dedicado a su trabajo en el observatorio. El libreto se había desarrollado en todos sus detalles, según lo acordado. El llamado Grito de Independencia se cumplió a cabalidad. Estos hechos habían impedido que Caldas se adelantara a recibir y conocer a su esposa, y sólo logró hacerlo en el mes de agosto de aquel año, cuando fue a recogerla a La Mesa de

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Juan Díaz. Sin embargo, las cosas no resultaron fáciles en los meses y años siguientes para esta pareja tan fuera de lo común. En el primer intento de crear una república independiente, los acontecimientos desbordaron a los patriotas, autores del golpe y a los que se agregaron a la causa: los criollos, con el poder en la mano, se dividieron en dos bandos: centralistas y federalistas, comandados por Antonio Nariño, como presidente de Cundinamarca y mandatario radicado en Bogotá, y Camilo Torres, como presidente del Congreso de las Provincias Unidas, que se organizó primero en Villa de Leiva y luego fijó su sede en Tunja. Esta diferencia provocó la primera guerra civil del siglo XIX por parte de los criollos americanos que habían logrado la libertad el 20 de julio y se sentían con derecho a hacerlo. Desde aquel primer intento se formaron partidos opuestos, que después de haber logrado la independencia de España se siguieron matando entre sí, con el pretexto de sus diferencias políticas. Caldas se unió a los federalistas, liderados por su primo Camilo Torres, y formó parte de las tropas en calidad de Capitán de Ingenieros. La esposa de Caldas, Manuela Barahona, quedó sola en Santafé de Bogotá mientras su marido se hallaba lejos, combatiendo contra las fuerzas centralistas. La posición de Caldas hizo que su esposa fuera arrestada, poco después de dar a luz a su hijo Liborio. En apoyo del gobierno central, José María Carbonell embargó los bienes de Caldas, dejando a doña Manuela sin recursos de ninguna clase. Estos hechos culminaron a la larga en la ruina del matrimonio, pues ella ya no esperaba nada de un marido que hablaba de pureza y santidad y la había dejado sola en medio de la guerra civil. Caldas le escribió que escondiera algunos instrumentos que eran suyos y que había dejado en el observatorio, junto con libros y cuadernos de apuntes de sus investigaciones científicas. Parecía más preocupado por esas cosas que por ella misma, pero en carta escrita desde Tunja le pide que abandone Bogotá, en el momento en que Nariño se lo permita y marche en su encuentro. Las cosas ocurrieron de otra manera: Caldas avanzaba con las tropas de Baraya hacia Bogotá, y Nariño escribe a Caldas defendiendo su posición y pidiéndole que ayude a poner fin a esa guerra entre hermanos. Nariño triunfó en la batalla contra las fuerzas comandadas por Baraya y Caldas tuvo que partir, dirigiéndose a Antioquia, donde lo acogió en forma amistosa el dictador Juan del Corral, quien le pidió que se dedicase a conformar una Escuela Militar. Escribió de nuevo a su esposa, diciéndole que le pidiese a Nariño que le permitiese salir de la ciudad para reunirse con él. Toda una aventura en la que ella se sentía cada vez más distante de su esposo. Entretanto, murió Juan del Corral y Nariño partió en campaña hacia el sur, mientras Caldas estuvo al frente de la Academia de Ingenieros de Medellín y de la Maestranza de Rionegro, entre los años de 1814 y 1815, cuando Manuela Barahona y sus hijos se reunieron con él en Antioquia. Al conocer los grandes logros obtenidos por Caldas en la Escuela Militar y en la Maestranza, el gobierno central le envió a Caldas una solicitud para que regresara a Bogotá, para formar allí una Escuela Militar, como había hecho en Antioquia. Mientras Caldas se dirigía a Bogotá con su familia, la expedición pacificadora de Pablo Morillo se acercaba a Cartagena. Caldas, en la capital, fue destinado a levantar las defensas de la ciudad, pero frente al poderoso y bien entrenado ejército realista que se acercaba, era imposible impedir su acción devastadora. El primer intento de conformar una república independiente estaba herido de muerte. Para Francisco José de Caldas, Camilo Torres y demás patriotas no quedaba otro camino que huir, para evitar las represalias. La vida personal de

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Caldas, en sus aspectos familiares y sentimentales había sido trágica y dolorosa; sus dos primeros hijos habían fallecido. En Bogotá había nacido Juliana, su tercera hija, y Manuela estaba de nuevo embarazada de una creatura que su marido no llegó a conocer. Por otra parte, Caldas se enteró de las visitas que algunos jóvenes hacían a su esposa en su ausencia, lo cual quebraba las ideas virtuosas que él tenía del amor y el matrimonio. Antes de salir de la ciudad, escribió una última y dramática carta a su esposa, en uno de cuyos apartes le comunicaba sus reproches con amargura: Por lo que mira a mí, te he sido escrupulosamente fiel. (…) En esto tu no has sido muy prudente y tu conducta en mi ausencia no deja de darme motivos de inquietud. (…) Te hablo más claro: yo no puedo sufrir la amistad de mozos que aún no han probado su conducta y esas visitas de confianza en los últimos rincones me son abominables. (…) Tiembla de los mozos seductores. Teme menos morir que cometer un adulterio horrible, que no te dejará sino crueles remordimientos y amarguras espantosas.

Esta carta fue escrita desde la Mesa de Juan Díaz, el lugar donde se vieron por primera vez, ya casados, el 31 de marzo de 1816. Hasta donde se sabe, nunca obtuvo respuesta. Caldas y Torres fueron arrestados y llevados de nuevo a la capital para ser juzgados. En un intento desesperado por salvar su vida, Caldas escribió una carta a Pascual de Enrile, hablándole de sus trabajos de investigación científica y del apoyo que siempre había recibido de José Celestino Mutis, tan apreciado por la corona. Planteó también su repudio a la revolución que se había desarrollado en la Nueva Granada e intentó reducir su participación en ella, alegando que podría prestar grandes servicios a la corona como fruto de su arrepentimiento. La tradición dice que Enrile se limitó a responder: España no necesita de sabios. Caldas fue ejecutado de ocho tiros por la espalda, el 30 de octubre de 1816, bajo el cargo de traición al Rey.

Citado por Andrea Wulf en su biografía de Humboldt: “La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Von Humboldt”. Ed. TAURUS. Cap. II, Pág. 64. Madrid, 2015

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.


Materiales para ensamblar un รกngel. Edilberto Sierra. 2017.


Francisco José de Caldas: La amistad y la pasión por conocer

Caldas

El Arte y la Ciencia

Renán Silva Departamento de Historia Universidad de los Andes.

RESUMEN Como historiador y como admirador de la obra científica y de divulgación de ciencia de Francisco José de Caldas y demás ilustrados neogranadinos, y como investigador que he sido de la vida y obra de Caldas (Silva, 2002) , no puede más que alegrarme tener la oportunidad de escribir sobre algunos aspectos de una vida, que por muchas razones resulta conmovedora, trágica y ejemplar, sin que ese reconocimiento signifique caer en las trampas del nacionalismo historiográfico dominante en Colombia desde hace unos 200 años, ni menos en el tradicional culto del héroe, que comete el error de enfoque de separar a un sujeto de sus condiciones de existencia, con lo que lo convierte al mismo tiempo en “genio” necesariamente incomprendido , desaprovechando de paso la oportunidad de comprender muchos de los elementos de una época a través de una figura representativa de ella, que es también un camino de análisis de gran utilidad, cuando se entiende que el movimiento que liga a un sujeto con su tiempo es un movimiento de doble vía, que nos permite indagar relaciones recíprocas entre un sujeto y algunos de los grupos a los que pertenece, y entre esos grupos y el conjunto de la sociedad, en el mismo momento en que indagamos sobre las determinaciones y condicionamientos que la sociedad impone sobre esos grupos e individuos, que es el cuadro general que nos ayuda a comprender la “vida y la obra” de Francisco José de Caldas, y de cualquier otro personaje del que se supone una participación destacada

Francisco José de Caldas: La amistad y la pasión por conocer / Renán Silva// 29


en procesos históricos que han sido importantes para entender el rumbo de una sociedad. PALABRAS CLAVES Amistad, historia, Francisco José de Caldas, arte y ciencia, historiografía.

Francisco José de Caldas iacharidu, sug pasión por conocer MAILLALLACHISKA Alli iachii nukata oportunidad iukamanda kilkangapa kaugsai i obra Francisco José de Caldas runata (Silva, 2002) parlangapa imasa pai karka paika iuiaikunata imasata runakuna comprenderkakuna, chimanda muso iuiai kuangapa sociedata. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Iiacharidu, historia, Francisco José de Caldas, arte y ciencia, historiografía.

Francisco José de Caldas: Friendship and the passion for the unknown

Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

SUMMARY As a historian and admirer of the scientific work of Francisco José de Caldas and other neogranadinos, and as a Caldas’ life and work researcher (Silva, 2002), one cannot feel more than happiness for having the chance to write about someone’s life that for many reasons is moving, tragic and exemplary, without having to fall into the prejudice of historiographic nationalism which has dominated Colombia for around 200 years, neither wanting to fall into the tradition of deifying heroes, and committing the error of separating a subject from his conditions of existence, which consequently can turn heroes into “misunderstood

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genius”, wasting the opportunity to understand many elements of an era through a representative figure of it, which is also a way of analysis having great utility, when it is understood that the movement linking a subject with his/her time it is a two-way one that permits to investigate reciprocal relations between an individual and some of the groups to which he/she belongs to, and by the way, between these groups and society as a whole. At the same time we inquire about the determinations and conditions that society imposes on these groups and individuals, which is the general picture that lets understand the “life and work” of Francisco José de Caldas, and any other personage who can prominently participate in processes that had been important in understanding the direction of a society. KEYWORDS Friendship, history, Francisco José de Caldas, art and science, historiography.

Francisco José de Caldas: L amitié et la passion de connaître RÉSUMÉ En tant qu’historien et admirateur de l’œuvre scientifique et de diffusion de la science de Francisco José de Caldas et d’autres néo-grenadins éclairés, et en tant que chercheur de la vie et l’œuvre de Caldas (Silva, 2002) , l’occasion d’écrire sur certains aspects de cette vie ne peut que me réjouir. Une vie que pour de nombreuses raisons est émouvante, tragique et exemplaire, sans que cette reconnaissance signifie de tomber dans les pièges du nationalisme historiographique dominant en Colombie depuis environ 200 ans, ni dans le culte traditionnel du héros, qui fait l’erreur

Materiales para ensamblar un ángel. Edilberto Sierra. 2017

Francisco José de Caldas: Disolución La amistad sobre yarte la pasión y conflicto por conocer / Sergio/González Renán Silva León// / 31


de l’approche consistant à séparer un individu de ses conditions de vie, en faisant en même temps de lui un « génie » nécessairement mal compris , et gaspillant l’occasion de comprendre plusieurs des éléments d’une époque par une de ses figures représentatives. Ce dernier est également un moyen d’analyse d’une grande utilité, lorsqu’il est entendu que le mouvement qui lie un individu à son époque est un mouvement à double sens, qui nous permet d’étudier les relations réciproques entre tel individu et certains des groupes auxquels il appartient, et entre ces groupes et la société dans son ensemble, en même temps que nous enquêtons sur les déterminations et les conditions que la société impose à ces groupes et individus. Tout ce qui est l’image générale qui nous aide à comprendre « la vie et l’œuvre » de Francisco José de Caldas et de tout autre personnage qui est censé participer de manière proéminente aux processus historiques qui ont été importants pour comprendre l’orientation d’une société. MOTS-CLÉS Amitié, histoire, Francisco José de Caldas, art et science, historiographie.

Francisco José de Caldas: A Amizade e a paixão por conhecer RESUMO Como historiador e como admirador da obra científica e de divulgação de ciência de Francisco José de Caldas e demais ilustrados neogranadinos, e como investigador que tenho sido da vida e obra de Caldas (Silva, 2002) , não pode mais que me alegrar ter a oportunidade de escrever sobre alguns aspectos de uma vida, que por muitas razões resulta comovedora, trágica e exemplar, sem que esse reconhecimento signifique cair nas armadilhas

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do nacionalismo historiográfico dominante na Colômbia desde uns 200 anos, nem menos no tradicional culto do herói, que comete o erro de focar de separar a um sujeito de suas condições de existência, com o que o converte ao mesmo tempo em “gênio” necessariamente incompreendido , desaproveitando de passo a oportunidade de compreender muitos dos elementos de uma época através de uma figura representativa dela, que é também um caminho de análise de grande utilidade, quando entende-se que o movimento que liga a um sujeito com seu tempo é um movimento de dupla via, que nos permite indagar relações recíprocas entre um sujeito e alguns dos grupos aos que pertence, e entre esses grupos e o conjunto da sociedade, no mesmo momento em que indagamos sobre as determinações e condicionamentos que a sociedade impõe sobre esses grupos e indivíduos, que é o quadro geral que nos ajuda a compreender a “vida e a obra” de Francisco José de Caldas, e de qualquer outro personagem do que se supõe uma participação destacada em processos históricos que tem sido importantes para entender o rumo de uma sociedade. PALAVRAS-CHAVE Amizade, história, Francisco José de Caldas, arte e ciência, historiografia.


La amistad, este deseo de agradar a usted, me precipita y me hace producir sin digestión; pero esta misma amistad sabrá ocultar a los otros unas cosas que aún no pueden publicarse sin que se mediten con atención, sin que se mediten con atención. Carta de Caldas para Santiago Arroyo. 11-08-1801, Cartas de Caldas, p. 103.

0 Aunque nuestro esfuerzo en estas páginas es limitado y no intenta ofrecer un marco de comprensión general de toda la Ilustración neogranadina y de la vida entera de Francisco José de Caldas, ya que solamente intentamos “recrear” algunos pocos años de la vida de aquel a quien la tradición histórica nacional considera como “sabio y como mártir” por excelencia, hay que insistir un momento más sobre este punto del “sujeto y la época”, lo mismo que sobre el sentido que tiene examinar eventos y acontecimientos particulares, con cierta autonomía e independencia de las líneas estructurales, de las tendencias generales que se supone animan el conjunto de la vida social en un periodo determinado, problema que desde hace años es objeto de algunas equivocaciones mayores en el análisis histórico, análisis que ha operado como si el estudio de los elementos estructurales de una sociedad se opusiera al estudio de los eventos particulares que han rodeado una existencia particular. Las corrientes historiográficas dominantes en Occidente en el siglo XX: la escuela de Annales, el marxismo y la historia económica de tipo liberal, posiblemente con las mejores intenciones, han sembrado el equívoco de que las tendencias estructurales de la vida social se oponen en la narrativa histórica al estudio de las existencias individuales y los eventos singulares que las han rodeado, bien sea porque los eventos que encierran una vida particular no son más que eventos a partir de los cuales es imposible ofrecer cualquier iluminación, como diría Walter Benjamin, sobre los procesos sociales generales, bien sea porque estiman que los sujetos individuales son simplemente “reflejos”, “expresiones”, “accidentes” sin importancia, de las grandes corrientes colectivas que dan formas a la sociedad, y que se designen como la “economía”, el “comercio” o la “técnica”, no dejando ningún lugar en el análisis ni a las formas de articulación entre los sujetos y las estructuras, ni a las instituciones mediadoras en ese tipo de relación tan compleja como la de entre “individuo” y “sociedad”, ni mucho menos acercándose al problema real de investigación, que tiene que ver con el hecho de que una sociedad es exactamente un conjunto de interdependencias entre individuos, una estructura de conexiones sociales, cuyo término esencial son los sujetos, que desde luego padecen determinaciones y condicionamientos estructurales, pero no menos posibilidades diversas de modificar las situaciones con que se encuentran en su sociedad. Solo una perspectiva de esta naturaleza, expuesta de manera ejemplar en el siglo XX por sociólogos como Norbert Elias y Pierre Bourdieu, quienes superando los esquematismos estructuralistas dominantes por largo tiempo, han vuelto a poner de presente la existencia de caminos que permiten el análisis de los individuos en el marco de relaciones mayores, y el enriquecimiento que para el análisis social representa esa mirada integradora que no separa sujetos y estructuras (Elias, 2013)1. 1. Y de manera más reciente Bourdieu, 2013.

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I Presentadas las consideraciones anteriores, que son de manera básica de tipo sociológico, quisiera entrar en materia llamando la atención sobre dos puntos de interés para nuestro tema. Lo haré, formulando dos preguntas, sin las cuales me parece que difícilmente se puede abordar el tema de forma adecuada. La primera pregunta es la siguiente: ¿Conocemos bien al personaje del que queremos hablar y la época en que vivió? No estoy seguro que la respuesta a esta pregunta sea evidente y deba aceptarse sin más una respuesta positiva, por el simple hecho de que el nombre de Caldas, por brumoso que aparezca, no deje de despertar en nuestro recuerdo alguna imagen. Pero me temo que incluso, hablando simplemente de “lejanas resonancias”, su nombre no nos diga demasiado, sobre todo en el caso de los jóvenes, si tenemos en cuenta que hace años de manera práctica la enseñanza de la historia de Colombia desapareció de la enseñanza secundaria en el país. Desde el punto de vista de la representación más popular, más extendida, me parece que sobre Francisco José de Caldas hay dos imágenes dominantes: la primera es la del “Sabio Caldas”, aunque no estoy seguro que ese público amplio sepa cuáles son exactamente las contribuciones de ciencia de FJC en el caso de que ellas existan. La segunda imagen dominante es la del mártir de la Independencia nacional, la del fusilado, pero no creo que el conocimiento de la gente en general pase de la mención de ese hecho, sin que se sepa mucho sobre las condiciones y el significado de ese evento (agreguemos, además, que este año de 2016 se han cumplido 200 años del fusilamiento de Caldas y del de un grupo muy grande de gentes de letras, notables y humildes, que perdieron la vida en esas luchas de comienzos del siglo XIX, sin que en el campo de la investigación o de la divulgación se sepa de trabajos nuevos que hagan avanzar el conocimiento medianamente objetivo de esos sucesos). Respecto de esas dos imágenes dominantes hay que decir que lo que ha ocurrido es un fenómeno cultural repetido –pero muy acentuado en el campo del análisis histórico en Colombia–: Se fija una imagen de un fenómeno pasado en algún momento y luego se sigue repitiendo esa versión, como fuera esencialmente correcta, y no hubiera necesidad de volver sobre cada uno de esos problemas para ampliar o rectificar nuestros conocimientos, de modo que de generación en generación, por la propia repetición de las versiones existentes, que cada nuevo historiador acepta como verdad bien establecida, se genera un procedimiento de reproducción y de repetición que consagra versiones dominantes que muy poco son sometidas al examen crítico y a la confrontación con nuevas informaciones. La siguiente pregunta, que tiene que ver con la anterior, se relaciona además directamente con la situación de las investigaciones académicas sobre FJ de Caldas y en general sobre esa época de la historia de lo que luego se llamará Colombia, donde hay que reconocer que el panorama es bastante desolador. La pregunta es la siguiente: –¿Existen buenas ediciones de las obras de FJC, y más en general de los llamados Ilustrados? Cuando hablo de buenas ediciones me refiero tanto a un problema editorial como a un problema filológico y de investigación histórica. En resumen, la historia del problema es la siguiente: el asunto comienza en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el coronel Joaquín Acosta, erudito historiador, realizó en Francia una edición del Semanario del Nuevo Reino de Granada, la importante revista de ciencia de prin-

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cipios del siglo XIX, en la que Caldas y sus compañeros del Grupo de los Ilustrados habían dejado la huella visible de sus trabajos de investigación. La iniciativa editorial fue importante, pero el resultado, en términos de los materiales recopilados, lo fue mucho menos, pues no se trató de una edición crítica, rigurosamente ordenada, con un sistema de notas que orientaran al lector, con una localización precisa de las obras de ciencia que los ilustrados citaban y con un contexto adecuado de la realización de esos trabajos. Además, el Coronel Acosta se mostró un poco caprichoso en su selección, y parece haber dado rienda suelta a su imaginación cuando se trató de ordenar los materiales de que disponía y hacer las atribuciones de autoría correspondientes. Posiblemente las condiciones de época no permitían una mejor labor, y extraña que cuando en el primer tercio del siglo XX, en el marco de la República Liberal, el MEN quiso editar el Semanario, se hubiera limitado a lo realizado por el Coronel Acosta, en una época en que tanto desde el punto de vista editorial como filológico ya era posible hacer mucho mejor la tarea2. A principios del siglo XX don Eduardo Posada, un venerable y erudito académico colombiano, realizó una primera edición de la “obra” de Caldas, con todas las limitaciones de su época en cuanto a criterios de edición y en cuanto a la documentación a que pudo acceder Posada, quien se apoyó en el trabajo que previamente, en el siglo XIX, había realizado el Coronel Joaquín Acosta, con la mejor buena voluntad, pero con los más discutibles resultados, aunque dejó formulado un canon, que los siguientes compiladores, no han hecho más que repetir (Posada, 1912). Luego, en 1966, la Universidad Nacional de Colombia quiso celebrar los 150 años del fusilamiento de Caldas, publicando lo que se entendió como la más completa y acabada compilación de la obra científica de Caldas, aunque se trataba de manera básica más bien de una reedición de la vieja edición de Obra de Caldas que había editado Eduardo Posada. Muchas razones deben explicar que no se hubiera avanzado hacia una verdadera edición crítica de los trabajos de Caldas, pero el asunto neto es que en realidad se trató de manera básica de la vieja edición de principios de siglo, una edición de la que hemos dependido en años pasados la mayor parte de quienes hemos trabajado sobre la vida y la obra de Francisco José de Caldas (Universidad Nacional de Colombia, 1996). Finalmente, en 1979 la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales realizó una edición muy mejorada en relación con el trabajo de E. Posada, de la Correspondencia de Caldas, una parte muy valiosa de sus escritos, tanto en el plano de la historia social como en el de la historia de las ciencias, lo que favoreció mucho el trabajo de investigación de los años siguientes, y por lo tanto una mejor comprensión de las condiciones en que Caldas adelantó sus trabajos de terreno sobre geografía y astronomía, la edición de la correspondencia tiene defectos visibles (a veces graves), y es seguro que en el futuro habrá mucho trabajo por hacer en ese frente, no solo por las erratas constantes del texto y por la brevedad telegráfica de las notas de que se acompaña la edición, sino por la pobreza contextual, que debería ser un elemento básico de orientación para el lector, y porque la afirmación de que se trata de la casi totalidad de las cartas de Caldas parece apresurada –a lo que se suma el hecho de que no se ha hizo ningún esfuerzo por buscar por lo menos algunas de las cartas de sus corresponsales, lo que hace que la publicación no permita acceder a las voces de aquellos que dialogan y discuten con FJC 2. El trabajo del general Acosta –su edición del Semanario, publicada en Francia, tiene como fecha el año de 1849–. Para la primera edición en el siglo XX (Semanario del Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Editorial Minerva, 1942. 3 tomos).

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(Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1978). El panorama es pues de extrema complejidad, en el plano documental: no existe una edición confiable de los trabajos de Caldas; pero por otro lado, en la imaginación popular y aun en el campo del conocimiento sabio, existe la idea poco justificada de que sabemos la suficiente sobre la época y la biografía de Caldas, y de que tenemos un conocimiento fundamentado del grupo cultural al que perteneció, es decir, los ilustrados neogranadinos, todo lo cual resulta una confiada exageración, o aun una mentira piadosa, lo que permite que el procedimiento de la reproducción de las verdades mal establecidas siga siendo lo más notable, cuando se habla de esa generación, de esa época, y desde luego de Caldas3. Pero además, y esto de manera radical, la visión de la Ilustración, en Europa y en América Hispana, bajo el impulso combinado de las nuevas perspectivas de análisis derivadas de la Historia cultural y de las Historias conectadas, ha venido cambiando y proponiendo análisis sorprendentes, aunque en América hispana las reacciones al cambio han sido más lentas, lo que resulta paradójico si se tiene en cuenta que las tareas de cambio historiográfico son mayores, ya que se trata de modificar los supuestos básicos de la interpretación tradicional. De una parte que América hispana era una “colonia” de España, y de otra parte que la Ilustración fue un proceso de difusión de ideas que conducía ineluctablemente a la independencia nacional; lo que invita a analizar 3. Nada de lo anterior quiere decir que sobre aspectos parciales –y a veces sobre aspectos sustantivos– de la obra de Caldas no se hayan producido en años recientes contribuciones de primer orden. Por ejemplo el importante libro de Mauricio Nieto Olarte et. al. (2006), que se ocupa de puntos medulares de la obra del neogranadino.

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los problemas culturales de fines del siglo XVIII, desde una perspectiva radicalmente nueva, sometiendo a crítica los postulados básicos ya mencionados, que son los del nacionalismo historiográfico4.

II Para la mejor inteligencia de estas páginas, hay algunos puntos mínimos de análisis histórico que debo señalar –o reiterar de forma aun más explícita–. Son solamente puntos mínimos en los que quisiera insistir, y me parece importante hacerlo desde ahora. El primer punto preliminar tiene que ver con el problema del héroe o más exactamente con el asunto de la crítica del héroe en la historiografía del siglo XX. A pesar de lo que a veces se piensa, el análisis histórico no ha anulado ni ha hecho desaparecer el nombre propio –por ejemplo el del personaje–, de sus investigaciones y de los análisis y relatos en que esas investigaciones cristalizan. Pero no hay duda de que el análisis histórico ha tratado de atemperar el énfasis excesivo en los héroes, llamando la atención sobre los aspectos colectivos de los procesos históricos, y reduciendo el protagonismo que habitualmente se otorga a ciertos actores individuales en los procesos colectivos. A pesar de ese esfuerzo historiográfico –y como lo indiqué en los renglones iniciales de este texto– me parece que la tendencia heroica se mantiene vigente en el análisis histórico en Colombia, y creo que eso oscurece el estudio de los problemas e impide observar un panorama más amplio y tener una comprensión más adecuada de los problemas históricos. Hay pues que hacer

4. Un libro que concentra, sin ambages y con cierto orgullo el punto de vista del nacionalismo historiográfico con todas sus mitologías e inexactitudes (AA.VV., 1994).


un especie de paréntesis, por lo menos de método, para entender a Francisco José de Caldas, llamando la atención mucho más la atención sobre su época y sobre la sociedad en la que vivió, sin que tengamos entre tanto ninguna necesidad de borrar su nombre de nuestros libros y de nuestros análisis. Se trata más bien de un problema de localización. El segundo punto preliminar tiene que ver con el recuerdo de algunos elementos mínimos de ese contexto de época en que transcurrió la vida de Caldas. Soy un convencido de que esos elementos contextuales son los que nos permiten tener una visión más clara del personaje, sin que tengamos que acudir a trampas del tipo “la genialidad del héroe”, pues es la sociedad de la época la que nos permite una comprensión más clara del personaje, en sus grandezas y miserias, pues es la que determina los horizontes que son posibles para un sujeto en una época determinada, sobre todo cuando ese sujeto trata de inscribir su trayectoria en una perspectiva de cambio radical respecto de su tradición social y cultural, máxime si en ese proceso formula elementos de utopía social, difíciles de comprender por sus contemporáneos. La idea principal es aquí la de que Caldas vivió en una sociedad que se encontraba atravesando un agudo proceso de cambio social y cultural, proceso que hacía posibles evoluciones que medio siglo antes resultaban simplemente imposibles de imaginar. Como no podemos reconstituir todo ese contexto aquí, lo que me exigiría recrear toda la historia del siglo XVIII neogranadino, y en particular la historia de ese siglo en la Gobernación de Popayán, me voy a limitar a recordar una observación al respecto del historiador Germán Colmenares, autor de la obra de historia social y económica más significativa sobre la región. Germán Colmenares declaraba haber comprobado la presencia en el último tercio del siglo XVIII en la Gobernación

de Popayán, una tendencia de las gentes ricas de esa región (de manera básica mineros esclavistas y comerciantes), a invertir dinero en la educación de sus hijos, quienes habían empezado a interesarse en la educación en ciencias (astronomía por ejemplo), en historia natural (botánica de manera básica), e igualmente en filosofías que hoy llamaríamos grosso modo de la observación, incluyendo elementos empiristas y sensualistas (Colmenares, 1979, “La sociedad y la Política” Capítulos XIV-XV). Esa indicación de Colmenares no debe ser considerada a la ligera, ante todo porque el autor ofrece pruebas empíricas de ese proceso, como yo mismo lo hice posteriormente en algunos de mis trabajos, apoyándome en las indicaciones de Colmenares (Silva, 1993). Quiero agregar ahora dos observaciones sobre la afirmación de Colmenares que antes he comentado. La primera es la siguiente: como Colmenares lo sabía, el fenómeno del cambio no era exclusivo de Popayán. Era común, bajo formas desiguales, al Virreinato de la Nueva Granada y al conjunto de posesiones españolas en América Hispana –sin olvidar que, con desfases cronológicos no muy considerables, era un proceso en marcha en la propia Península, que además tiene en este campo una rica historia que siempre se ha mal valorado, al pensar que se trata simplemente de una copia de la llamada Ilustración francesa–5.

5. Sobre la reorientación de los estudios de la Ilustración en el último medio siglo (Ferrone y Roche, 1998) pero no puede dejar de señalarse que el Diccionario… comete el conocido error de limitar el fenómeno ilustrado a Europa, imaginando que las ilustraciones en América Hispana son simple prolongación de lo sucedido en “Occidente”, lo que hace que no se pueda interrogar sobre la especificidad y la importancia de una cultura “euro americana”, que va desde México hasta Buenos Aires.

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La segunda observación respecto de la afirmación de Colmenares es la siguiente: ese interés por la educación no era solo de gentes ricas y poderosas, también la educación y la experimentación en ciencias era del interés de gentes menos ricas e incluso modestas, y de gentes que no se definían socialmente como nobles, según las clasificaciones de época, siendo precisamente ese el caso de algunos de los emigrantes españoles de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII en Popayán, como resulta ser el caso de las familias, emparentadas entre sí, de los Caldas y los Torres. Quiero recordar entonces que en esa sociedad existían lo que he llamado en algunos de mis trabajos “entusiastas de la educación”, gentes interesadas en el conocimiento, en su difusión en sectores amplios de la sociedad y dispuestos a someterse ellos mismos a ese proceso de cambio a que conduce la educación, cuando efectivamente cristaliza como práctica que renueva o transforma las actitudes sobre el mundo y crea o modifica el deseo de saber, un proceso que caracteriza de manera muy precisa lo que ocurrió con Francisco José de Caldas y con su círculo de amigos en Popayán6. 6. Estos dos rasgos de la Ilustración neogranadina siglo XVIII (ser el producto combinado de los esfuerzos de un grupo de hijos de comerciantes pobres de la última generación de migrantes españoles, y de un grupo de hijos de viejos migrantes, cuyas familias habían hecho su patrimonio en el comercio de esclavos y en la explotación esclavista de minas), en los que he insistido desde hace varios años –junto con los orígenes de los letrados coloniales en la encomienda en la primera mitad del siglo XVII– (punto que creo haber demostrado ya hace bastantes años en Universidad y sociedad) deberían ser suficientes para haber planteado análisis menos convencionales de la Ilustración de los que se hacen en Colombia, en donde el fenómeno se reduce a la “apropiación” –como se dice ahora– de un “grupo de ideas” venidas

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El tercer punto del enfoque que propongo para interrogar el problema del que nos vamos a ocupar tiene que ver con los límites del autodidactismo, una figura de formación que a veces se ha predicado de Francisco José de Caldas de manera un poco unilateral en mi opinión. Me parece que como muchos análisis lo indican, y el sentido común sociológico lo ratifica, el autodidactismo extremo, completo, total, no existe y postularlo de esa forma es una manera de volver a introducir la idea de “héroe solitario”; por lo demás es un camino de análisis que impide plantear de manera rigurosa los elementos contextuales del proceso de surgimiento de un grupo cultural y la asimilación de nuevos ideales de conocimiento por parte de un sujeto particular. Desde luego que, como lo resaltaremos más adelante, en el proceso de formación cultural de Caldas y sus amigos hay importantes elementos de formación autónoma y de auto/didactismo, pero esos mismos elementos no hubieran podido desplegarse sin algún mínimo impulso inicial de fondo social e institucional: un conjunto de libros, unos maestros que inician un proceso de enseñanza que sus discípulos van a radicalizar, algunas reformas institucionales en el campo de la enseñanza, el despertar de nuevas curiosidades sociales, los contactos con representantes avanzados de las nuevas perspectivas culturales, comunidades familiares que favorecen el proceso invirtiendo en la educación de sus hijos… en fin, lo que se expresa a veces con las expresiones medios o ambientes o climas favorables a un proceso de cambio cultural. Ni los libros por ellos mismos, ni la voluntad y el esfuerzo personales, son suficientes de Europa, sin ningún énfasis sobre la singularidad de los grupos sociales que se encuentran en la base del proceso, ni sobre la forma específica de inscribirse en un movimiento de ideas que no simplemente recibían, sino al que dieron formas inéditas, y que constituían tanto como en Europa su propia actualidad, su tiempo, el tiempo de la Ilustración.


para explicar este proceso de incorporación de nuevos ideales culturales que se observa en Caldas y en sus amigos, y muchos menos en un caso como éste en donde resaltan la magnitud y la velocidad de la transformación operada. Es sus cartas el propio Caldas es quien ha propuesto esa interpretación de su soledad absoluta y quien se ha presentado ante los demás, en sus textos, como si se tratara del caso de un “científico auto/engendrado” y es comprensible que haya racionalizado de esta manera su propio proceso de cambio cultural y que lo haya así predicado ante los demás, máxime si recordamos que buena parte de su vida la vivió como un reclamo ante los demás por la injusticia que pensaba se cometía con su talento e inteligencia, por parte de un medio social y cultural al que criticó con extrema dureza. Pero muchas de sus cartas prueban exactamente lo contrario y nos recuerdan que siempre se necesita de los demás, de un medio, de unos apoyos, de unos impulsos, lo que no descuenta el esfuerzo personal, el trabajo constante y el talento, tres características que estaban presentes en Caldas. Lo demás es caer en las habituales filosofías individualistas de la superación personal y en el elogio de los individuos que, supuestamente, sin al apoyo de nadie, logran vencer todas las dificultades que deben enfrentar en la tierra, lo que estaría indicando que quienes no llegan a esas metas son sencillamente gentes perezosas, indolentes y descuidadas, que se merecen el no alcanzar los lugares de privilegio7. En el caso de los estudiosos jóvenes de finales del siglo XVIII, lo que llamamos los ilustrados del Nuevo Reino de Granada, hay que decir de manera precisa que, en la sociedad de su época encontraron, por lo menos, algunas condiciones favorables para el adelanto de su trabajo. En esa dirección podemos hablar de un medio cultural con algunos elementos favorables, como pueden ser una institución educativa cambiante, como prueban muchos otros elementos (entre ellos los exámenes escolares del propio Caldas en Popayán); los nuevos textos universitarios en uso en la educación universitaria y en los propios claustros de religiosos; la presencia de algunos pocos maestros que, mal o bien, impulsaron el proceso, como fue el caso de José Félix Restrepo en Popayán, inicial conductor en el camino de la “nueva filosofía”, y a quien los jóvenes ilustrados pronto abandonarían, cuando habían superado a su propio maestro; formas modernas de sociabilidad, para discutir y para desarrollar perspectivas utópicas de acción futura, una forma de sociabilidad que he llamado en uno de mis trabajos: “la formación entre compañeros”, todo lo cual creaba un contexto de referencia que favorecía la acción de los Ilustrados, su camino de acceso a las ciencias naturales, contexto que no hacía desaparecer por milagro las dificultades del proceso de cambio cultural, pero que propiciaba una relación de fuerzas favorable a los jóvenes estudiosos y los ponía en una mejor situación para enfrentar las viejas tradiciones contra las que combatían. El cuarto punto mínimo de ese enfoque que propongo para conducir el análisis tiene que ver con el papel de la correspondencia, de la escritura de cartas, con el valor que se le otorgaba a esa forma de pertenencia al campo de las gentes de letras, que era al mismo tiempo un signo de esas pertenencias y un principio de identidad, y por lo tanto de diferenciación. En síntesis,

7. Las actuales ideologías educativas, así como los libros de “superación” repiten hasta el extremo este tipo de afirmaciones, que desembocan en el hecho de que quien no logra los rendimientos que el sistema escolar declara como el nivel aceptable de sus exigencias, debe ser considerado un derrotado, que además es responsable de su derrota, “derrota” que se encontraba asegurada desde antes, por las propias desigualdades sociales, y porque el número de los triunfadores es siempre infinitamente inferior al de los triunfadores, ya que sin esa condición no habría “sociedad de triunfadores”.

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para ese grupo cultural en formación la carta ha funcionado como una forma eficaz de sociabilidad y de transmisión de saberes, y de manera mucho más específica, para alguno de ellos, entre los cuales se encontraba Caldas, ha sido un principio de escritura de una obra en curso (o imaginada como tal), un mecanismo de creación de una red –una asociación de corresponsales–, y una garantía de difusión y de socialización de conocimientos, tanto más cuanto que las cartas eran objeto de lectura colectiva, lo que multiplica sus lectores (y su eficacia).8 De manera sintética, y pensando en particular en la correspondencia de Francisco José de Caldas, se puede decir que la carta que se escribía terminaba siendo un elemento de difusión y de dispersión de nuevos conocimientos, más allá del propio círculo de iniciados en Popayán, Santafé y Cartagena. Un ejemplo sencillo de la complejidad del mecanismo lo podemos ofrecer poniendo de presente la manera como se informa a un corresponsal del lugar desde el que se le escribe mientras se viaja, a un sistema de designación que podríamos llamar “técnico”, pues el lugar se indica en términos de latitudes y de longitudes, en términos de grados, de pisos térmicos, lo que no solo permite identificar el lugar en donde se encuentra quien escribe, sino que de paso termina siendo una forma de identidad del grupo, los ilustrados, en tanto les permite desplegar una forma de designación, a través de un lenguaje diferenciado, no comprensible, entre otras cosas, más que para los “iniciados”. El quinto punto del enfoque que pongo en marcha en estas páginas tiene que ver con la renuncia a realizar un tratamiento global de la vida y obra de Caldas. Lo que vamos a examinar aquí no es toda su vida ni el sentido de esa vida. Y no lo podemos hacer no solo porque se trata de unas pocas páginas, sino porque toda existencia es sinuosa, no lineal, con sentidos contradictorios, con circunstancias impuestas; y en el caso de estas gentes que nacieron a finales del siglo XVIII y que participaron del movimiento ilustrado, hay que recordar que sus vidas se vieron sorprendidas y arrebatadas por la explosión de una revolución política, en extremo radical, con la que no contaban, y que se inició como producto de la invasión napoleónica al centro de la monarquía9. La posteridad hace de alguien un destino, inventa vocaciones donde hay azares, procesos, vías posibles transitadas y vías posibles que no lo fueron, aunque la posteridad invente luego un presunto destino de antemano inscrito en la historia, sea por voluntad de Dios, de la Historia escrita con mayúscula. Es lo que llamamos la ilusión biográfica, para decirlo en palabras de Pierre Bourdieu. Lo cierto es que la vida de los ilustrados, y de manera muy particular la vida de Caldas, representa el caso de existencias sometidas a grandes saltos, tocadas de elementos fácilmente visibles de discontinuidad, de rupturas que no recuerdan para nada las existencias lineales y menos la existencia temprana de ideales acogidos en los años tempranos de juventud, y simplemente materializados a lo largo de los años que siguieron. 8. Como se sabe, el problema de la lectura y la escritura –y en particular la escritura de cartas- es hoy en día un tema clásico y recurrente de la investigación histórica. Para una guía segura de lo que ha llegado a ser un filón enorme de investigación, tanto en el campo de la historia intelectual como en el de las llamadas “escrituras ordinarias” (Chartier, 1991), desde luego la referencia es válida no solo por la actualidad metodológica que mantiene la obra, sino porque aborda en periodo mucho mayor del que anuncia su título. 9. La interpretación, una verdadera novedad en su momento y una de las claves para abandonar algunos de los supuestos mayores del nacionalismo historiográfico, es ya un patrimonio del análisis histórico y, como era de esperarse, ya muestra alguna de sus grietas, luego de haber cumplido su función: hacer avanzar los estudios históricos, modificando un régimen tradicional de malas preguntas. Para una puesta en escena general de la interpretación (Annino y Guerra, 2003).

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Esta exposición, pues, trata entonces, con toda precisión, de un periodo muy localizado de la vida de Francisco José de Caldas. Me voy a referir de manera exclusiva a unos años de la vida de Caldas; se puede decir que voy a hablar del “joven Caldas”, de los inicios de su vida como adulto. Recordemos que Caldas nació en 1768 y murió fusilado en 1816 y el material que voy a tomar como base de las proposiciones que presentaré se limita a algunas de sus cartas, fechadas entre 1793 y 1800, es decir entre (c) los 25 y los 32 años de su vida, cartas que nos recuerdan un periodo clave de su vida de el punto de vista de la definición de sus intereses de ciencia, pero que no agotan lo que se puede decir de una existencia que estuvo llena de sucesos y de transformaciones, que además eran vividas siempre en clave dramática y expresadas en el naciente lenguaje del romanticismo, forma literaria de la cual Caldas es uno de sus fundadores locales.

III Una observación más analítica tiene que ver con la definición misma, filosófica e histórica, de la amistad, una palabra que aparece en el título mismo de estas páginas. Como sabemos, a pesar de que conozcamos la palabra, no la tengamos que buscar en un diccionario y cada uno pueda estar seguro de su significado, hay que recordar que se trata de una realidad compleja, en la que filósofos e historiadores han meditado durante siglos, como lo recuerdan por ejemplo los Diálogos de Platón, y las famosas conversaciones de Sócrates sobre las diferencias entre amor y amistad, sobre el carácter no racional del amor, etc. Pero este es un fenómeno más general, y en muchas otras tradiciones filosóficas no occidentales se encuentra también esa reflexión. Desde luego que no soy un conocedor profundo del tema, y no puedo avanzar mucho en estas observaciones, pero hay algo que en esa realidad que llamamos la amistad que debemos retener, y que con frecuencia se olvida: la amistad, como cualquier otra realidad social y cultural, tiene un definido carácter histórico, no se trata de una materia esencial, siempre idéntica a sí misma, que hubiera existido por siempre. Se trata por el contrario de una realidad que debió surgir en algún momento preciso, y que desde su surgimiento ha experimentado formas diversas. Nosotros vamos a referir aquí a lo que llamamos la amistad moderna, un tipo de relación social que de manera provisional podemos definir con palabras de Nietzsche, quien vivió muchos años después de Caldas, y nada tiene que ver con el neogranadino, pero cuyas observaciones nos pueden servir, sin anacronismo ninguno, para encarar el problema. Nietzsche decía, refiriéndose a la amistad, que se trataba de … una exigencia y una esperanza común... algo tan fuerte como para darle un nuevo sentido a la vida…10. La amistad supone, pues, en esta perspectiva, la presencia de la crítica, y por lo tanto la presencia de una sociedad en la que la crítica es uno de sus valores por excelencia, es decir, supone el tiempo de la Ilustración –se trata efectivamente de un valor altamente estimado por los Ilustrados, en Europa y en América Hispana-. Esa definición temporal implica que los grupos de amistad en gran medida sustituyen en una sociedad moderna a los grupos consanguíneos, forma dominante de las relaciones sociales por largos periodos de la vida 10. El tema de la amistad es una constante en Nietzsche y sobre ella dijo cosas maravillosas y cosas que hoy nos hacen sonrojar o avergonzar cuando se consideran las limitaciones de época de un gran pensador (Nietzsche, 1972, pp. 112-114).

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social, que ahora ven sustituido su lugar dominante por una materia nueva, que se forma a partir de relaciones que no ponen en juego los vínculos de sangre (ni siquiera bajo la forma de “parentesco político) (Montaigne, 1595; Henning. 2016). Por eso mismo la amistad moderna supone también un cierto grado de diferenciación social y una sociedad que empieza a ser relativamente abierta, es decir una sociedad en donde todas las concepciones y valoraciones no dependen de la tradición, del pasado, y de las relaciones primarias, regularmente consanguíneas. Es por tanto un tipo de relación que requiere la participación en grupos sociales secundarios, esto es, grupos diferentes de la familia; y supone entonces, casi siempre, una cierta vida urbana, un ambiente social en donde los individuos, hombres o mujeres, participan de asociaciones que salen del marco familiar inmediato. Sociólogos como George Simmel señalaron por eso a la vida urbana, a las grandes ciudades, como ambiente favorable para la vida intelectual moderna. Claro, no se puede afirmar, pues sería un despropósito, que ciudades como Popayán o Santafé fueran en el siglo XVIII ciudades modernas; y sería un error peor aplicar esa definición al Virreinato de la Nueva Granada, la sociedad de FJC. Posiblemente solo Ciudad de México, que rivalizaba con París y Madrid, y en muchos aspectos las superaba, podría ser considerada una ciudad moderna o en vía de serlo en el siglo XVIII hispanoamericano. Pero no hay duda de que por lo menos para ciertos grupos sociales, lo que a veces se designa como la “élite cultural”, es decir, profesores universitarios, estudiantes, algunos clérigos letrados, las “gentes de letras” (poetas o escritores en formación), agricultores prácticos e innovadores, ciertos comerciantes, muchas mujeres, cuyo lugar social no se puede definir laboralmente, las relaciones sociales –de amistad, de intercambio intelectual, de conversación, de intercambio de libros– comenzaban a asemejarse a relaciones sociales modernas, a pesar del tradicionalismo cultural reinante en el conjunto de la sociedad, y que, como se puede demostrar de manera empírica, el viejo vínculo de parentesco si bien no desaparecía, si comenzaba a ser suplido por las relaciones de amistad, o por lo menos debía compartir con ellas el tiempo, el interés y el afecto que antes monopolizaba. Agreguemos en función de nuestra idea de amistad moderna que la simple cercanía, la compañía constante, el carácter de “compinches”, por así decir, no puede confundirse con la amistad en el sentido que aquí damos a la palabra. Hay que distinguir pues la amistad de las “falsas comunidades de interés”, es decir hay que distinguirla de esas identificaciones inmediatas propuestas sobre la base de encuentros circunstanciales o por participaciones elementales en un espacio y sentimiento compartidos, como las que ocurren en el barrio, el colegio, el bar, el parque. Puede que esos encuentros circunstanciales den lugar en el futuro, con el tiempo, bajo ciertas circunstancias, a amistades, en el sentido que ahora utilizamos la palabra, pero no se trata de un proceso automático. Y ello por cuanto aquí incluimos en la definición de amistad la idea de exigencia y de esperanza, de sentido compartido de la vida, como base de lo que llamamos amistad moderna, por lo menos si se trata de fijar el sentido que los ilustrados en Europa y en Hispanoamérica dieron a la palabra.

IV Antes de presentar algunos fragmentos de las cartas de Francisco José de Caldas que pueden servirnos para presentar de manera ilustrativa la manera como funcionan las relaciones de amistad en ese periodo, en esa sociedad, en los medios ilustrados, es pertinente realizar algunas consideraciones generales sobre el problema, con el

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propósito de caracterizar la forma de amistad que practicaba Francisco José de Caldas y reafirmar de esta manera nuestra idea de que se trataba de una relación social que puede caracterizarse como moderna, y por lo tanto sometida a las tensiones y dificultades que atraviesan la relación de amistad en un mundo como el nuestro, sobre todo cuando se trata de relaciones de amistad entre gentes de letras, entre intelectuales, por decirlo así. Como escribió alguna vez el escritor cubano Lezama Lima, “Las amistades intelectuales son laberínticas y sutiles”. Partamos de un punto que es, al tiempo el tiempo sencillo e históricamente importante, y además sorprendente: las amistades de FJ de Caldas en Popayán (lo mismo que en Santafé) son socialmente diferenciadas, es decir, se trata de relaciones de amistad entre grupos de posiciones sociales diferentes, pero de intereses culturales comunes… Ese es un punto realmente importante y, como decía, sorprendente. Nos encontramos frente al hecho, no muy usual en esa sociedad, y a lo mejor hoy en día menos usual de lo que se podría pensar, de relaciones de amistad entre hijos jóvenes de esclavistas y comerciantes ricos, que tienen intereses de educación y ciencia, y un núcleo de jóvenes de otra condición social, digamos gentes de condición social blanca y noble, según sus definiciones, pero sin poder económico importante: sin minas, sin esclavos, sin propiedades raíces, o con algunas propiedades pero desvalorizadas. Es decir que la base de la amistad envuelve en muchas oportunidades relaciones familiares y una cierta condición social similar, pero es ante todo asunto de intereses intelectuales, culturales y de ciencia; es asunto ante todo de esperanza en el futuro –una idea muy moderna y reciente–, de confianza en el progreso, en la creación de riqueza. Este es un punto que considero de alta significación. Se debe señalar también que esas amistades, construidas en este caso ante todo en el medio escolar, forman una especie de red mantenida en el tiempo, una red que se esparce por diferentes ciudades: Santafé, Popayán, Cali, Buga, Cartagena, Pamplona, lo que fue una condición de difusión del saber en la escala del virreinato, al mismo tiempo que una condición de impulso a la escritura –a la comunicación escrita–, una de las condiciones básicas para la formación del público, en la acepción moderna de la expresión –sin importar que ello ocurra en principio en el ámbito, privado, de donde se extenderá luego–, en momento de crisis al ámbito público, según se sabe. Hay que agregar así mismo que Caldas, por su propio empeño en el conocimiento, tiende a comportarse regularmente, o por lo menos así aparece ante los demás, como un leader, como un jefe de grupo, como un organizador, en buena medida por sus empeños en la lectura, por su disposición para la lectura de libros estimados como científicos, por su actividad como explorador de terreno en las inmediaciones de la provincia que habita, por su insistencia en comunicar sus iniciativas de trabajo y sus resultados. Una autoridad que sus amigos aceptan, de buena o de mala gana; una especie de autoridad en la amistad, que pone de presente su decisión temprana y arriesgada de convertirse en el guía de sus amigos hacia el conocimiento de las “nuevas ciencias”. Incluso, como se descubre en muchas de sus cartas de esos años, se puede decir que Caldas utiliza su posición estratégica en ese núcleo de relaciones sociales de amistad, para sacar provechos personales, que interpreta como provechos para el conocimiento, ya que con facilidad hace coincidir sus intereses personales, con lo que estima ser los intereses de la ciencia y hasta de la Corona. No hay que olvidar la forma rígida y extrema que asume en Caldas lo que se puede llamar el “compromiso con la ciencia”. De manera muy precisa,

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a veces difícil de comprender, Caldas piensa, sin jamás dudarlo, que lo que a él conviene en términos personales, igualmente conviene a sus amigos y hasta a la sociedad en su conjunto –es una caso a veces dramático de introyección de unos ideales, y de proyección de esos mismos ideales sobre todo lo que lo rodea. Francisco José de Caldas es también, a su manera, un “maestro del sablazo”, una expresión que quiere decir que es capaz de sacarle a cualquiera de sus amigos, lo que quiere, en parte a pesar de las resistencias iniciales, como se muestra en dos casos que son repetidos en sus cartas: El primero tiene que ver con su permanente esfuerzo por forzar a sus amigos a hacer compras de libros que son costosos, aunque de gran calidad, y cuyo precio se vuelve aun mayor, por la dificultad de adquisición, ya que son libros raros en el incipiente mercado librero del virreinato. El segundo caso, que expresa la misma lógica de la situación anteriormente indicada, tiene que ver con el permanente esfuerzo de Caldas para obligar a sus amigos a desembolsar dinero, a veces en cantidades importantes, para la compra de instrumentos de ciencia: un cuarto de círculo, un octante, un barómetro, un termómetro, entre otros. Pero hay que mencionar que esas dos formas de proceder, perfectamente comprobadas cuando se lee el epistolario de Caldas, están compensadas con el hecho de que Caldas estuvo siempre dispuesto a realizar el mismo esos gastos, sin ninguna reserva al respecto; y que aunque su riqueza y sus ingresos siempre fueron inferiores a las de sus amigos –sobre todo a los de sus amigos de Popayán–, jamás dudo en invertir en la compra de libros e instrumentos, a veces contrayendo deudas, que no le resultaban fáciles de pagar y que siempre trató de honrar. Hay que decir, sin mayores dudas, que FJC era también un buen amigo, aunque resulte tan difícil definir esa expresión, pero que en su manera de practicar la amistad había dos elementos que no son siempre fáciles de sobrellevar en las relaciones de amistad. De una parte la extrema fidelidad que ofrece a sus amigos –a veces más retórica que efectiva, porque no siempre estaba en capacidad de respaldar las pruebas de amistad que ofrecía–; pero al tiempo era un amigo que exigía una extrema fidelidad a sus proyectos; como en el precepto evangélico, Caldas practicaba la máxima de “conmigo o contra mí”, “con Caldas o contra Caldas”. De otra parte el hecho de ser, como consecuencia, un amigo totalitario e impositivo, siempre dispuesto a sacar adelante sus planes, a veces sin mucha consideración por lo demás, y hay que decir que por lo general se salía siempre con las suyas. Como lo muestra bien la correspondencia con sus amigos de Popayán, de Santafé y de Cartagena.

V Creo que sobre la base de las anteriores observaciones podemos pasar ahora, finalmente, a ofrecer algunos ejemplos de esas cartas de Francisco José de Caldas que nos sirven para ilustrar los problemas que hemos planteado. Pero para poder conceptualizar bien las cartas que vamos a citar, debemos al mismo tiempo recordar algunos datos sobre la vida de Caldas en Popayán, en la última década del siglo XVIII, luego de regresar de Santafé, en donde lo habían aburrido el Colegio Mayor del Rosario, los estudios de Derecho, y sobre todo la falta de medios con los qué mantenerse.

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Un poco a su disgusto, Caldas terminó en Popayán ejerciendo la enseñanza del Derecho, lo que no le complacía, y que pronto, bajo mil excusas, abandonará. A continuación, en ese mismo momento, Caldas aceptará un pequeño cargo público, y será entonces por un corto tiempo “Padre General de Menores”, un cargo más bien bajo en la escala de la burocracia en Popayán, seguramente con una pobre retribución, y en el que debía solucionar problemas de vida urbana, en particular el de la vagancia y holgazanería de la juventud, tanto noble como plebeya. Lo único que se puede retener de esa ocupación de funcionario, que tampoco le agradaba en exceso, es que escribió un documento para el Gobernador de Popayán, en que realizaba una defensa clara del trabajo en contra del ocio, y presentaba una clasificación de los grupos sociales urbanos de la ciudad, a los que dividía en “nobles y plebeyos” –el viejo modelo de estratificación urbana de los romanos en la Antigüedad y al que fueron tan aficionados los hispanoamericanos al final del siglo XVIII–, acusando a los dos grupos de manera simultánea de vagancia, y proponiendo medidas radicales de corrección de la situación de ocio y vagancia a través del trabajo, incluso forzado, bien se tratara de gentes declaradas nobles o gentes de condición plebeya. Es un texto que por sí solo merecería un comentario extenso, para saber cómo se planteaban los problemas del trabajo en la sociedad de finales del siglo XVIII y qué pensaba un individuo como Caldas de las “distinciones de nobleza”, pero no parece ahora el mejor momento para hacerlo, aunque no puede dejar de señalarse el hecho de que este texto, por tantas razones notables, hasta el presente no parece no haber sido ni bien valorado ni bien interpretado (Hernández de Alba, s.f., pp. 333 y ss.)11. Por lo que a nosotros corresponde de manera directa, señalemos simplemente que Caldas abandonó pronto el empleo de “Padre General de Menores”, y para enfrentar su sostenimiento económico y para ayudar a su familia, que soportaba una existencia muy modesta, tomó una decisión radical: la de hacerse comerciante al por menor, es decir hacerse “mercader”, o “tratante”, como también se decía, un oficio por el que existía poca o ninguna consideración social en su sociedad, que lo estimaba como un “oficio bajo”. En términos sencillos: Caldas dejó a un lado toda apariencia de nobleza, contrarió las opiniones de su medio, y mostró de manera práctica su creencia en el trabajo y su desdén por las tradiciones o aspiraciones de nobleza, de las que habló en muchas oportunidades con desencanto y rechazo. 11. El texto tiene importancia desde dos puntos de vista, profundamente significativos sobre el proceso de difusión de los ideales de la Ilustración en la Nueva Granada y sobre las propias definiciones sociales que Caldas hacía del y de su medio familiar y social. En cuanto a lo primero, es claro que Caldas en este texto parece dar grandes pasos en dirección del ideal de la igualdad social, al equiparar a nobles y plebeyos, por relación con la obligación de trabajar, que sería una situación común a todos los miembros de la sociedad. Por otro lado, y posiblemente es lo más significativo y difícil de captar, Caldas define su existencia social como la de un “No lugar”, por cuanto que habla de nobles y plebeyos como ocupando un espacio que no es el de él, quien se localizará en el futuro en un lugar nuevo y diferente: el de los hombres de letras en el campo de la filosofía moderna, y cuya ocupación es la filosofía natural (botánica, astronomía, zoología), saber del cual aspiran a adelantar un trabajo libre e independiente. Se trata de un avance sustantivo en la crítica de la sociedad, aunque el proceso fue largo y difícil, y tuvo muchos movimientos de retroceso, siendo ambigua la definición frente a estos dos grandes problemas de localización social, que significan tanto para la definición de la modernidad: el ideal de la igualdad y la proposición de un espacio singular para el trabajo de los hombres de letras, quienes no se definirán ya por una condición exterior a su actividad (su pertenencia familiar de clase o de grupo), sino por el carácter específico de la actividad que realizan: leer, investigar, escribir, publicar, difundir, y ser expertos en temas especializados, sobre los que aconsejan a los gobernantes, al tiempo que difunden su saber en todos los grupos sociales, para el avance de la sociedad.

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Avancemos diciendo que Caldas se había comprado una mula, había conseguido un criado indígena como ayudante, cargador, mulero, y quién sabe qué más trabajos, y se hacía acompañar por su hermano Camilo Caldas; y la mula y los tres personajes se fueron a recorrer la zona de La Plata, Timaná, Gigante y localidades vecinas, vendiendo ropas baratas, baratijas y chucherías en los mercados dominicales a los que acudían los vecinos del pueblo y los habitantes de las zonas rurales: indios, blancos pobres, mestizos, mulatos, en busca de objetos variados que no se conseguían en principio sino en Popayán. Este será el primer viaje (de varios meses), de quien será a lo largo del resto de su vida un viajero casi que permanente, un observador de la naturaleza, un explorador de terreno, un etnógrafo dedicado, a veces cruel en sus descripciones de las comunidades populares, aunque fue también un crítico de los grupos dominantes y de las autoridades, sobre todo de curas y corregidores, y un dedicado escritor de cartas en donde informa a sus amigos del lugar en el que se encuentra, de las actividades que adelanta, de los libros que lee y de los contactos que hace por los caminos, al tiempo que realiza una crítica implacable del atraso del Reino en cuanto a caminos, agricultura y comercio, y de todas las formas sociales de vida que le parece que revelan el grado de civilización, o más exactamente de falta de civilización que le parece que aqueja a su sociedad. Esos desplazamientos fueron también la oportunidad de su primer trabajo de ciencia, por así decir, pues los cabildos de Timaná y de la Plata, que tenían problemas de límites y de jurisdicciones, le encargaron mapas de cada uno de esos lugares y sus términos, lo que parece haber cumplido a cabalidad y satisfacción, según su propio parecer, aunque no hubiera dejado todo lo que conformes que pudiera desearse a los solicitantes de los mapas, quienes, muchos meses después no sabían qué hacer de manera práctica con ellos. Sobre la práctica del comercio al por menor y sus sinsabores es el propio Caldas quien nos informa. Podemos tener un ejemplo de esta situación en una carta escrita para su amigo y primo Camilo Torres, desde La Plata, el 24 de julio de 1795. Allí Caldas escribe: […] El 14 de éste [mes] salí con ropas [ropas de castilla] para Neiva y Timaná, y el 20 [de julio], pasando por las laderas del río Páez… se me rodó la carga de baúles llena de intereses, ropas y alhajas, que aprecio… el todo en cuasi tres mil pesos. Temiendo esto [el accidente], mi hermano Camilo advirtió al arriero [que] trajese la mula de diestro para evitar este fracaso. Este haragán no le obedeció y en una estrechura peligrosa se desbarrancó la mula con la carga y todo, de la que no hay noticia, a pesar de los cuidados que hemos puesto para su búsqueda. Yo no atribuyo la culpa tanto al arriero cuanto al maldito camino y al descuido del comisionado del Cabildo de Popayán para componerle, y también al mismo Cabildo y Propios por la confianza suma que ha puesto en el comisionado. […]. pp. 21/2212*. En esos dos o tres años, su vida no se reduce a su actividad de comercio, y mientras viaja todo el tiempo lee, pues carga una pequeña biblioteca; también realiza observaciones de estrellas y hace mediciones astronómicas, y sobre todo escribe, y va construyendo como su corresponsal principal, en este periodo de su vida, a su amigo Santiago Pérez de Arroyo y Valencia, quien se encuentra cursando estudios de jurisprudencia en Santafé. En una de

12. *Citamos siempre por Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Cartas de Caldas, op. cit., e indicamos la página.

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esas cartas, de (c) agosto-septiembre de 1794, le dice a su amigo, a quien se ha demorado en responder las cartas por sus viajes y ocupaciones, que “pero hoy reparo esta falta del mejor modo que me es posible”, pasando a continuación a hablarle de sus estudios, ya que, como decíamos, el pequeño comerciante estudia mientras viaja. Caldas dice a su amigo que más adelante le informará con detalle de sus estudios, limitándose por ahora a decir que, “Yo estoy otra vez en Timaná, y ya he vuelto a mi soledad. De trabajos matemáticos y demás… daré a usted cuenta cuando lo permita mi cabeza”, agregando: “A Rebollo -otro miembro del grupo cultural en formación-, dígale que no me olvido de su encargo de semillas, las que tendrá dentro de poco días en su poder”, lo que nos recuerda que por mucho tiempo Caldas fue proveedor de sus amigos de semillas y de variedades plantas de posible utilidad comercial futura para sus amigos. Caldas termina pidiéndole a su corresponsal, en postdata, que le informe sobre sus estudios, que aun no son de Historia Natural sino de jurisprudencia (pp. 22-23), aunque al final, años después de regreso a Popayán, su amigo Santiago Pérez de Arroyo, su más constante corresponsal, terminará también atraído por la botánica y por las plantas de posible utilidad comercial, al lado de su esposa, que también participará en siembras y experimentos, luego que Caldas los ha convencido de que la botánica y la agricultura comercial son el mejor futuro para todos. A finales de 1795, y ya con un tiempo grande de actividad comercial por los pueblos, con su hermano, su carguero, sus mulas y sus baúles, Caldas escribe, desde La Jagua, una larga carta a su amigo y corresponsal Santiago Arroyo. Es una carta supremamente interesante en relación con los puntos que nos ocupan. En la carta le hace a su amigo solicitudes de libros que quiere leer, y habla de precios y de ediciones y de cartas anteriores que se han perdido, y reconstruye aspectos de su vida en

esos años, época en la que estuvo enfermo y los médicos le prohibieron la lectura, respecto de lo cual dice que es un consejo que no podía más que rechazar, ya que Caldas hace de él una definición como lector, es decir, como hombre de letras: Yo jamás he podido apagar aquel gusto, aquella satisfacción que se experimenta en el estudio. Sólo la sepultura es capaz de agotar mi inclinación a la lectura. ¡Qué dolorosa me sería esa determinación! (p. 24). Al mismo tiempo, Caldas, quien es ya un adulto, sabe que debe responder por su sostenimiento material y que además debe ayudar a su familia, que carece de fortuna, pues se trata de una familia de pequeños comerciantes que vive de la explotación comercial de una planta que sirve para preparar bebidas aromáticas; una familia que si bien tiene una propiedad, una pequeña hacienda, es una propiedad que se encuentra en litigios, porque tiene títulos que son discutidos por otra familia, esa sí muy importante de Popayán, que eran los Arboleda, entre cosas también amigos suyos y entusiastas de las ciencias de la naturaleza. En virtud de esas necesidades que, como en alguna parte dice Caldas, le impone la vida, el futuro naturalista ha ido afinando su olfato de comerciante, y cuenta que su interés por el comercio se incrementó, cuando supo del cierre comercial del puerto de Cartagena, por la guerra de España con Francia, y que eso lo decidió por el comercio : “Me aplique al [comercio] de ropas de Quito en esta jurisdicción de Timaná”; y agrega que el mercado de los pueblos es solo el domingo, razón por la cual tiene toda la semana libre para otras actividades, y escribe entonces, también en carta a Santiago Arroyo, de una manera que en principio puede sorprender, que Para llenar estos días vacíos de negocios, y separado de las conversaciones,

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me ha llamado la naturaleza: ella me encanta, me arrebata, y ya estoy hecho un observador común. Todo me llama la atención y mueve mi curiosidad… La multitud de plantas nuevas para mí y verdaderamente raras me han llenado muchas horas; los peces, animales, ríos, colinas… (p. 25). Agregando enseguida, que también ocupa su atención lo que hoy llamaríamos etnografía: “… usos, costumbres, comercio, población, vicios y virtudes de sus habitantes, llenan todos mis momentos”, lo que indica la doble línea de indagación de Caldas, quien fue siempre un atento observador de la naturaleza, pero no menos de la sociedad, siguiendo el conocido modelo de conocimiento de los Ilustrados en su doble vertiente natural y social. Según lo que escribe Caldas en esta carta a su amigo Santiago, la observación rápidamente lo ha conducido de nuevo a los libros, a la teoría, como diríamos hoy, por lo que señala: De esto ha renacido en mi corazón el deseo de ver los autores que hayan escrito de nuestras provincias. Aunque hay algunos de poca crítica y de estilo poco agradable, me divierten porque esparcen muchas luces en el asunto. Tengo al P. Gumilla, al P. Julián, y a M. de La Condamine en su viaje hecho de Quito por el Marañón. Deseo tener el que hizo este académico desde Europa hasta Quito. Yo lo vi en la Biblioteca de ésa [Santafé] en el estante de los filósofos. Hágame el favor de buscarlo y comprarlo por cualquier dinero…” (p. 25). Casi a continuación Caldas añade que ha comenzado también a escribir –pues no se trata solo de lectura–: “De esto me nace una idea que le comunico, y es que estoy haciendo mis apuntes, y quisiera tener guía por lo perteneciente a la parte botánica. Usted no deja de saber las pocas luces que tengo en esta materia”; y lanza entonces una lista de libros de botánica que desea

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leer, y remata en un tono que será cada día más habitual, en su eterno pedido de favores: “Búsqueme a Quer en su Flora española y diga su precio. En el correo que está próximo remitiré una onza de oro para el libro de La Condamine”. (p. 26). Un punto importante que se va observando en esta correspondencia con su amigo Santiago es la forma como la actividad comercial propiamente dicha va pasando a segundo plano, al tiempo que la lectura y la pasión contemplativa se transforman en acción, en actividad que hoy llamaríamos de investigación. Por eso pocos días después escribe que trabaja con el barómetro y con el termómetro, que mide presiones atmosféricas… y realiza muchas operaciones prácticas de indagación de la naturaleza, lo que va mostrando la forma como se sumerge en el ambiente de la ciencia experimental, un tipo de actividad que ya pronto empezará a exigir de sus amigos de Popayán, llegando a convertirse en maestro de ellos, maestro que prepara instrucciones precisas sobre las formas prácticas de incorporar y poner en marcha ideales de ciencia experimental (pp. 27-28). Más o menos un año después, en diciembre de 1796, la conversión de Francisco José Caldas en un hombre interesado en las ciencias, ajeno al universo de los abogados, a los que ya no soporta, pero también un poco distanciado del comercio, actividad que solo le interesa como forma de subsistencia, parece haberse completado. El propio Caldas parece tener una consciencia aguda y exaltada, que se expresa en el lenguaje del romanticismo, de esa situación. Después de describir a su amigo Pérez de Arroyo los lugares por los que ha pasado, en una actividad de viajero que cada vez tiene que ver menos, como ya indicamos, con el comercio y sí mucho con la experimentación astronómica y botánica, Caldas escribe: !Qué objeto tan nuevo y tan raro para mí, para mí que había pasado tres veces


por estos lugares… Aquí conocí más lo que vale la ilustración y ver con ojos filosóficos. Antes no tenía noticia de las capas, de los ángulos… en una palabra de la teoría de la tierra, del Conde de Buffon… (p. 29).

prescindiendo de todo, no tratando sino con mis amigos y con mis libros; observando el cielo y calculando, he conseguido un poco de reposo…”, lo que indica el foso que se ha ido abriendo entre los dos amigos, por lo menos en estos meses.

Lo que parece haber cristalizado en Caldas –y uso la palabra “cristalizar” en el sentido del psicoanálisis, como palabra que sirve para expresar ese momento en que una tendencia profunda que viene elaborándose se expresa con claridad y de manera abierta–, es una modificación profunda de su relación con la naturaleza: en principio, en tanto hombre que quiere dedicarse al comercio y ayudar a su familia, la naturaleza se le aparece como un objeto práctico instrumental o simplemente como paisaje, como agregado, como contexto exterior, cuya presencia no se manifiesta sino como defecto: las dificultades propias de la topografía, los malos caminos, el clima que no deja avanzar, etc. Pero en adelante la naturaleza se transformará para Caldas en un objeto de conocimiento, en un objeto teórico, en un objeto de reflexión; entabla con ella una relación práctica e instrumental, desde luego, pero porque la quiere conocer, transformar y apropiar; se ha hecho observador de la naturaleza, pero no a la manera de un cultivador tradicional, de un agricultor corriente, sino como un experimentador de ciencia. Por lo menos en una oportunidad lo expresó en una frase magnífica, que tomaba de un autor francés, al escribir en otra de sus cartas: “con el alma fija en la pupila”.

Ahora ha retomado la correspondencia con su amigo, de quien se encuentra distanciado, porque ha descubierto que alguien en Santafé tiene un telescopio, y ha convencido en Popayán a otro de sus amigos, en este caso el adinerado Manuel María Arboleda, “quien se ha decidido por las ciencias y que tiene golpe de dinero desocupado”, que lo adquiera (p. 43), que se haga al telescopio para los estudios que realiza con su pequeño círculo de amigos en Popayán, y lo que quiere es que Santiago Arroyo le ayude con la compra del telescopio, que quiere llevar a Popayán.

Durante un cierto número de meses, la correspondencia entre los dos amigos –entre Caldas y Santiago Arroyo–, parece haberse detenido, pues la relación epistolar ha entrado en serias dificultades. Lo que parece ocurrir es que mientras Santiago Pérez de Arroyo continuaba sus estudios de jurisprudencia en Santafé, Caldas, por su parte, no dejaba de afirmarse en su vocación nueva de naturalista y astrónomo. El propio Caldas explica su silencio, y escribe en diciembre de 1798 a su amigo: “Yo,

Luego el silencio con Santiago Arroyo continuó. Caldas multiplicó sus comunicaciones con otros de sus amigos, en ese momento más ligados a la Historia natural, aunque sin abandonar nunca del todo las cartas a Santiago, quien tampoco renunciaba a comunicarse con Caldas. Desde Popayán, terminando el año de 1800, Caldas escribió a Santiago, quien ya había concluido sus estudios de Derecho, lo saludó, lamentó el silencio de los meses anteriores y celebró la reanudación de los lazos epistolares, pero dejó claro, con toda sinceridad, la repelencia que sentía por los estudios de jurisprudencia. Caldas le escribió a Arroyo: Yo no trato sino de estudios amenos y compatibles con el temple de mi genio… no nací para abogado, y las matemáticas, la física, la historia natural, las bellas letras, no permiten en mí otra ocupación. Si usted quiere que conversemos sobre esto, lo haré con el mayor gusto… (p. 52). Que era una manera de decir que no aceptaba hablar sino de ciencias y de historia

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natural, y que a pesar de apreciar el trabajo de un buen abogado, no soportaba el mundo de los códigos ni de los pleitos judiciales, pasando de inmediato a hablar, sin ninguna otra consideración, sobre la falta de buenos libros de ciencias naturales que había en Popayán, describiendo enseguida a los amigos a quienes había ganado para el estudio de la botánica en Popayán, lamentando además la pobreza de la vida cultural del virreinato. En los años siguientes Caldas ejercerá un magisterio permanente sobre sus amigos, a los que educará con una idea muy consciente de su trabajo y, literalmente, transformará en naturalistas, en investigadores de campo, en lectores de Linneo y de Buffon a sus amigos, al tiempo que él mismo se convertía en un investigador especializado de alta calidad, en términos de su época, y teniendo en cuenta las limitaciones en que debió realizar su trabajo. A principios del 1800 muchos de los amigos que habían estado a veces separados, volvieron a reunirse, a través sobre todo de la práctica epistolar. El tiempo había pasado y entre tanto, como decíamos, Caldas se había convertido en un investigador cuidadoso, pendiente de la exactitud de sus instrumentos, y mientras viajaba por el Reino de Quito en su trabajo de observación y descripción de la “naturaleza americana”, acentuaba su trabajo de magisterio, de formación de sus compañeros de Santafé y de Popayán. Reanudadas las comunicaciones con Santiago Arroyo, a quien finalmente había conquistado para las ciencias naturales, y ahora se empeñaba en instruirlo en el uso de aparatos sencillos de medida como el compás. Veamos lo que al respecto le escribía Caldas, a mediados de 1801: … es necesario comenzar a manejar el compás con finura y escrupulosidad. No basta [con] enunciar 70 ½, 70 1/3; es preciso descender a cosas más exactas. El poco uso que ha tenido usted con estas cosas quizá le emba-

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razará; pero sabe bien la teoría de la escala geométrica, para que entienda lo que voy a advertirle sobre el modo de tomar las fracciones en la elevación del mercurio en el termómetro. Vamos por partes… (p. 82). Esta extensa carta es un ejemplo realmente revelador de hasta dónde podía llegar la pasión educativa de Caldas y su voluntad de explicar y ser comprendido. En la carta Caldas le explica a Arroyo problemas de una cierta complejidad y hace descripciones de detalle de las operaciones de ciencia a que lo quiere conducir, hasta un punto que el propio Caldas parece sentir un exceso en su trabajo de educador, y entonces agrega: Perdone, don Santiago, estas menudencias que ofenden a sus luces y a su instrucción; conozco que me excedo y que trato a usted como a un niño; pero el amor a la exactitud, y aun más, el evitar a usted el trabajo de combinación, me obligan a esto… (p. 83). Agreguemos que en esta carta se trata de transmitir un conocimiento abstracto concretado en el uso cuidadoso de un instrumento técnico (hoy elemental para nosotros); pero en otros momentos se trata de que su corresponsal realice operaciones de ciencia (de medición controlada), para comprobar lo que Caldas piensa que es uno de sus descubrimientos, estando Arroyo en Santafé y Caldas en Popayán, al tiempo que trata de transmitirle la lógica y el significado del procedimiento puesto en marcha. Es lo que nos indica una carta de muy pocos días atrás, en donde Caldas le indica a su corresponsal: Lo que quiero que usted haga con el agua destilada, es que la ponga a hervir en vasija abierta y no tapada, que luego que esté hirviendo a borbotón, sumerja un buen termómetro y note el grado en


que se fija a una hora que señalará en la observación; esto me basta para determinar la elevación del suelo en Santafé con toda la precisión posible, y esto es a lo que llamo descubrimiento (p. 74). Ese mismo magisterio epistolar lo ejercerá Caldas con sus demás amigos, y su correspondencia está repleta de ejemplos en esta dirección. Así por ejemplo en otro momento escribirá a uno de sus amigos de Popayán, quien acababa de conseguir el Diccionario de Ciencias Físicas de Jacobo Brisson, y a quien le dará orientaciones para la lectura: Leerá usted los artículos siguientes [del Diccionario…] con pausa y reflexión: barómetro, termómetro (etc.)…”, pidiéndole que luego le envíe de todo “un extractico, que irá viniendo por correo”, y repitiéndole, como lo hizo muchas veces que, “Nada que sea número omitirá usted en ellos [en los informes que le debe mandar], solicitándole, además, que siga sus instrucciones “religiosamente, en obsequio de las ciencias y de la amistad”. Pero más allá de las cartas, aunque circulando con ellas, hubo momento en los que Caldas redactó textos que eran especies de Instrucciones de uso y empleo de instrumentos, muy formalizadas y con la pretensión de que se usarán de manera colectiva, dando un estatuto más general a ese tipo de texto, que el de la simple carta (Universidad Nacional, 1966, 233-239). Podemos decir, para terminar, que al cabo de una década de trabajo dedicado, con grandes esfuerzos y sacrificios, un grupo de entusiastas de las ciencias se empezaba a constituir en uno de los grupos de naturalistas más importantes de Hispanoamérica. Tuvieron que soportar en muchas oportunidades la crítica de su sociedad, la que mostraba, tanto entre las gentes de poder como entre las gentes corrientes, indiferencia y a veces directamente animadversión frente a su trabajo. Caldas lo escribió en el Semanario respecto a un sector de los críticos del trabajo de los botánicos neogranadinos, a raíz de la traducción y publicación de un texto de Caldas: Nos avergonzamos –escribía Caldas– de que haya habido entre nosotros hombres tan ignorantes que hayan hecho un delito de su publicación y que se le haya tachado de inútil…”, y Caldas agregaba: Nuestros detractores podrían haber visto que no seguimos a ciegas a los autores que estudiamos, y que la razón y la experiencia son nuestras guías, y que no hemos merecido el epíteto maligno, insultante, de humboldtistas, que se nos ha querido endilgar…13. Esa crítica que citamos y que muestra las incomprensiones del medio social frente a un grupo de jóvenes que había iniciado un intenso proceso de formación cultural, a través de lo que hemos llamado la “formación entre compañeros”, fue repetida y tenía antecedentes. En Popayán, centro importante de formación de los naturalistas neogranadinos, bajo la dirección de Caldas, por la misma época, en carta de julio de 1801, Caldas le contaba a su amigo Santiago Arroyo que, Se nos ha querido atribuir las impiedades y demás delirios de Voltaire, Diderot y Rousseau… y de todos los que hoy se conocen con el nombre de filósofos modernos, y como este mismo nombre se da a los físicos experimentalistas… […], ya ve usted qué equivocación tan grosera y qué consecuencias… se miró como herejía el ángulo y los números. (p. 88 para las palabras citadas y pp. 85-89 para el comentario general comentario).

13. “Cuadro físico de las regiones ecuatoriales”, en el Semanario. Memoria 8, en Obras de Caldas, [1966], pp. 37 y ss.

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Como grupo cultural era un número realmente pequeño el de los jóvenes que se interesaban por la nueva filosofía de la naturaleza, mientras que los representantes de la posición adversa, de la tradición, eran la mayoría de la sociedad. Caldas daba un ejemplo de esta situación con gran humor, cuando señalaba que en Popayán, los adeptos de la Historia natural no eran más que cuatro estudiosos, agregando que “En saliendo de ahí, no se entiende de plantas sino para la cocina”. Pero aunque se tratara de un grupo minoritario de la sociedad, era un grupo de importante significación social y de reconocidos méritos intelectuales, reconocidos incluso por quienes les rechazaban, y con todas sus limitaciones, la curiosidad por las plantas, por la observación y por experimentación, había ido más allá de la cocina. Caldas escribe desde Popayán a su amigo Santiago Arroyo, ya en 1807, cuando este se ha graduado como abogado y se ha casado, y vive de nuevo en Popayán, mostrando su alegría porque la mujer de Arroyo comparte con su marido las experimentaciones en que este, bajo la dirección e impulso de Caldas, se ha embarcado: ¡Cuánto me alegro de esa bella unión...! ¿Con qué es la medidora del agua? ¿Con qué conoce los números y entiendo el termómetro? (p. 264). Recordando Caldas de esta manera un fenómeno que ha sido escasamente interrogado, el de las mujeres neogranadinas –hispanoamericanas en general– y la Ilustración, en la que tuvieron una importancia grande como lectoras, como partícipes en las tertulias literarias, y hoy sabemos por las palabras de Caldas, como experimentadoras, indicando su breve observación un punto sobre el que resulta importante abrir nuevos frentes de investigación, entre otras cosas para mostrar el inmenso prejuicio que existe cuando se declara por adelantado y sin ninguna investigación, el carácter “machista” de los Ilustrados, o se lanzan, con la más clara ausencia de sentido histórico, frases anacrónicas sobre la “ausencia de perspectiva de género de la Ilustración”14. Indiquemos finalmente, que todo indica que ese pequeño grupo que Caldas lideró en Popayán y en Santafé, pero que tenía miembros en las principales ciudades del virreinato, a pesar de su carácter minoritario, avanzaba a finales del siglo XVIII hacia la formación de un punto de visto nuevo sobre la sociedad, pero sobre esa evolución no podemos decir nada concluyente porque, como sabemos, en 1808, a raíz del inicio de los acontecimientos revolucionarios que llevarán a la Independencia nacional, el proceso se verá interrumpido, los naturalistas se convertirán en políticos revolucionarios, con lo que se inicia un proceso y un periodo cuyo análisis no podemos abordar en el marco de estas breves páginas.

14. Señalemos además que en el siglo XVIII la enseñanza de las primeras letras y de la aritmética está en manos de curas de hacienda, de maestros ambulantes, y de escribanos profesionales, pero para el final del siglo se puede detectar en los archivos la presencia de maestras, lo que resulta ser un aspecto más del papel de las mujeres en la Ilustración, si se recuerda la importancia que a la cultura escrita y al dominio de los números por parte de todos los grupos sociales le otorgaban los ilustrados.

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Taita. Javier Casas. CortesĂ­a del artista 2017.

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Francisco José de Caldas: El antropogeógrafo neogranadino

Caldas

El Arte y la Ciencia

Yilver Mosquera Vallejo Geógrafo de la Universidad del Cauca. Estudiante de Doctorado en Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Jeffer Chaparro Mendivelso Doctor en Geografía Humana de la Universidad de Barcelona. Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia

RESUMEN En ese ensayo se reseñan y analizan algunos elementos sobre el determinismo geográfico en un texto en particular del geógrafo neogranadino Francisco José de Caldas. Nuestro objetivo consiste en explorar en el texto titulado Del influjo del clima en los seres organizados de Francisco José de Caldas, algunos elementos que nos indican cómo su obra es pionera en la idea de determinismo geográfico. Al mismo tiempo, establecemos que las ideas de Caldas se adelantan en setenta años a las del geógrafo alemán Friedrich Ratzel, cuando este desarrolla en la antropogeografía la idea de que el medio físico determina las razas, y sus prácticas sociales, económicas y políticas. PALABRAS CLAVE Francisco José de Caldas, antropogeografía, determinismo geográfico.

Francisco José de Caldas: el antropogeógrafo neogranadino MAILLALLACHISKA Francisco José de Caldas kilkarka sug texto del influjo del clima en los seres organizados suti, chimanda kai ensayo analiza imaguanta paipa obra kai ensayo analiza imaguanta paipa obra ka pionera sug determinismo geográfico, imaurapas Francisco José de Caldas ñugpariirka chunga kanchis wata geógrafo alemán Federich Ratzezl,kai runa deremina raza, prácticas socia

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Francisco José de Caldas: The Neogranadine anthropogenographer ABSTRACT In this reflection work some elements on geographic determinism in a particular text of the neogranadino geographer Francisco José de Caldas are reviewed and analyzed. Our objective is to explore in the text entitled “Del influjo del clima en los seres organizados” – From the influence of the climate in the organized beings– by Francisco José de Caldas, some elements that show the reader how his work is pioneer in the idea of geographic determinism. At the same time, it is established that the ideas of Caldas were seventy years in advance related to those of the German geographer Friedrich Ratzel, when Caldas developed the idea, in anthropogeography, that the physical environment determines races and their social, economic and political practices. KEY WORDS Francisco José de Caldas, anthropogeography, geographic determinis

Francisco José de Caldas: L antropogéographe neogrenadin

Fotografía: Luis Guillermo Salcedo Pérez. Cortesía del fotógrafo 2017

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RÉSUMÉ Dans cet essai, des éléments de déterminisme géographique dans un texte particulier du géographe néo-grenadin Francisco José de Caldas sont examinés et analysés. Notre objectif est d’explorer dans le texte intitulé L’influence du climat sur les êtres organisés de Francisco José de Caldas certains composants qui nous indiquent comment son travail est pionnier dans l’idée du déterminisme géographique. En même temps, nous établissons que les idées de Caldas anticipent de 70 ans celles du géographe allemand Friedrich Ratzel, quand celui-ci développe dans son anthropogéographie l’idée que l’environnement physique détermine les races et leurs pratiques


sociales, économiques et politiques. MOTS-CLÉS Francisco José de Caldas, anthropogéographie, déterminisme géographique.

Francisco José de Caldas: O antropogeógrafo neogranadino RESUMO Nesse ensaio resenham-se e analisam alguns elementos sobre o determinismo geográfico em um texto em particular do geógrafo neogranadino Francisco José de Caldas. Nosso objetivo consiste em explorar no texto titulado Del influjo del clima en los seres organizados de Francisco José de Caldas, alguns elementos que nos indicam como sua obra é pioneira na ideia de determinismo geográfico. Ao mesmo tempo, estabelecemos que as ideias de Caldas se adiantam em setenta anos às do geógrafo alemão Friedrich Ratzel, quando este desenvolve na antropogeografia a ideia de que o meio físico determina as raças, e suas práticas sociais, econômicas e políticas. PALAVRAS-CHAVE Francisco José de Caldas, antropogeografia, determinismo geográfico.

Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

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Introducción Francisco José de Caldas (1768-1816), de acuerdo con una de las muchas biografías que han hecho de él, es el primer científico colombiano, su continua preocupación por el territorio, los recursos naturales, así como sus intereses científicos en la botánica, la zoogeografía, el estudio de las quinas, la ingeniería militar, la cartografía y la geografía le valieron el apelativo de “Sabio”. Igualmente, fue uno de los hombres más prodigiosos por su inteligencia y objetividad, para interpretar la realidad geográfica de su época. En la actualidad es considerado el padre de la geografía en Colombia, por sus aportes a este campo de estudio. Nuestro objetivo general consiste en explorar cuáles fueron esos aportes que hizo el Sabio Caldas en este campo del saber, a partir de un escrito en particular. Para ello hemos tomado como eje central de este ensayo el texto titulado. Del influjo del clima en los seres organizados, en tanto que en este se encuentran una serie de argumentos e ideas que nos llevan a pensar que Francisco José de Caldas fue el primero en plantear, desde la periferia de los Andes, la idea de la antropogeografía y del determinismo geográfico que después sería desarrollada por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel en su gran obra La antropogeografía. Si bien ninguno de los dos fue geógrafo de formación, sino más bien a partir de la lectura y del trabajo de campo, es decir, por convicción, estos hicieron aportes enormes a la geografía que se pueden constatar a partir de su prolífica producción bibliográfica. La idea central de este trabajo es que Francisco José de Caldas llegó a las mismas conclusiones que Friedrich Ratzel1 (1844-1904) setenta años antes de que este las planteara. En esa medida, partimos de reconocer que el determinismo que expresa el Sabio Caldas en sus escritos, no es solamente climático, sino esencialmente geográfico. Bajo esta perspectiva, al incluir en sus análisis no únicamente a la altura sobre el nivel del mar, sino también, al tipo de vegetación, a las descripciones locales que hace de la población nativa, a sus actividades económicas, hace que su lectura pueda interpretarse desde el determinismo geográfico. El ensayo está estructurado en tres partes, una primera que es introductoria de algunos elementos, una segunda que trata sobre la antropogeografía y el determinismo geográfico en la geografía, la tercera parte se desarrolla haciendo primero una relectura de las ideas del conde de Buffon, para después conectarla con algunas de las que expresa el Sabio en parte de su obra, y una última, son algunas reflexiones finales acerca de la vigencia del Sabio Caldas, y esencialmente sobre el modo en que un hombre con pocos medios –teóricos, metodológicos, instrumentos– logró exponer ideas que ni siquiera en los altos centros de la ciencia en Europa se estaban desarrollando.

Antropogeografía y determinismo geográfico Si bien la geografía humana moderna, empezó a definirse como nos dice enfáticamente Horacio Capel en tanto una, 1. Vale la pena destacar que no es mi interés comparar la proporcionalidad de la obra de estos dos autores, pues Ratzel ambos nacieron en épocas diferentes y bajo circunstancias distintas. Mientras Ratzel pudo desarrollar lo que hoy llamaríamos una carrera académica en importantes centros de enseñanza superior en Alemania, el Sabio Caldas fue asesinado tempranamente en 1816.

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Rama científica más en la tradición de la etnografía, que en las descripciones humanas regionales [...] el interés por los pueblos primitivos provocó durante –el siglo XIX– el desarrollo de la etnografía y la multiplicación de las discusiones sobre la unidad de la especie humana y la superioridad de unas razas con respecto a otras (p. 279). No pocos autores coinciden en que el geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904) es el máximo exponente de la idea de la antropogeografía, la cual, no sobra comentar fue posible desarrollar en gran medida a partir del corpus conceptual de las ideas de la teoría de la evolución de Darwin. Bajo esta perspectiva, la antropogeografía, “defendía la idea de que la actividad de la tierra estaba determinada, en gran parte, por la naturaleza del entorno físico” (Unwin, 1995, p. 134). Siguiendo esta línea de análisis, “[…] Las ideas esenciales de la antropogeografía de Ratzel proceden fundamentalmente de la convergencia entre su concepción orgánica, su preocupación por los problemas de la difusión y migraciones, y la tendencia etnográfica (Capel, 1981, p. 286). Las preocupaciones sobre la influencia del ambiente sobre el hombre van a ser centrales en la obra de Ratzel (Gómez, 2006; Dantas de Souza, 2014; Capel, 1989, Rucinque y Durango-Vertel, 2004). De acuerdo con lo anterior, dos de las líneas de investigación que se debían considerar en la antropogeografía eran; 1) “describir las regiones de la ecúmene y la distribución de la raza humana en ella; 2) analizar los efectos del entorno natural en el cuerpo y espíritu humanos, tanto en individuos como en grupos sociales en su conjunto” (citado en Unwin, 1995, p. 126). Bajo perspectivas de esta naturaleza, se partía de la premisa de que unas razas (las blancas europeas y norteamericanas) estaban en condición de superioridad con respecto a los pueblos indígenas africanos, asiáticos y americanos. Es sobre una línea en particular –que se desprende de la antropogeografía– sobre la que concentraremos nuestros esfuerzos en concreto. Ella se articula con el eje central de este ensayo, que es sobre determinismo geográfico. Al demostrar Ratzel el poder natural del medio físico sobre la vida de los hombres distribuidos o espacializados por la superficie de la tierra (Dantas de Souza, 2014). Él afirma cómo los procesos sociales, culturales y políticos se encuentran determinados por el medio físico en general. Bajo esta perspectiva, el determinismo geográfico se convirtió en una especie de nuevo paradigma en la geografía moderna. En este se entiende que el medio físico determina el conjunto de prácticas sociales, culturales, económicas, que desarrolla un conglomerado social. De este modo, por ejemplo, la geógrafa estadounidense Hellen Churchill Semple, quien fue alumna de Ratzel y fiel defensora de sus ideas, establece que: El hombre es producto de la superficie de la tierra. Ello no significa sencillamente que es hijo de la tierra, polvo de su polvo, sino también que la tierra lo cría, alimenta, asigna tareas, dirige sus pensamientos, le enfrente a las dificultades que fortalecen su cuerpo y agudizan su inteligencia, la plantea problemas de navegación, y, al mismo tiempo, le susurra pistas para que encuentre las soluciones (citado en Unwin, 1995, p. 1). El determinismo geográfico establece una relación de causalidad, su análisis se hace a partir del principio de causa-efecto. En este sentido, unos factores geográficos son la causa de una serie de efectos en ciertas poblaciones del planeta. Por ello, algunos grupos humanos son vistos en términos de superioridad e inferioridad con respecto a los blancos europeos. Es esto, pero en términos de la verticalidad andina lo que nos interesa subrayar en el siguiente apartado.

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El determinismo geográfico y la antropogeografía en el pensamiento del Sabio Caldas En los primeros años en los departamentos de geografía en Colombia, generalmente se hacen cursos sobre introducción al pensamiento geográfico. En estos, uno de los autores que se subraya –tangencialmente– es al “Sabio” Caldas y sus aportes a la ciencia en Colombia, en este caso a la geografía. Se reconoce su impresionante capacidad heurística. Sin embargo, en la lectura que se hace de algunos de sus escritos generalmente se asume una postura crítica frente a sus planteamientos, dicha interpretación es producto de miradas desde paradigmas completamente diferentes2. Los escritos del Sabio Caldas, en gran medida están realizados desde una especie de “determinismo geográfico” en el cual, en las descripciones que hace de los territorios en sus textos sostiene cómo las prácticas sociales de las diferentes poblaciones del virreinato de la Nueva Granada, están determinadas por factores geográficos. No obstante, sus ideas parcialmente son resultado de las concepciones deterministas del siglo XVII, en las que fueron muy importantes autores como Buffon, Montesquieu, Voltaire, De Pau, entre otros. Por su importancia haremos hincapié en el primero, cuyo nombre real es Georges Louis Leclerc (1707-1788), o mejor conocido como el Conde de Buffon, quien fue un naturalista, botánico, cosmólogo y escritor Francés. En su historia natural trató de reunir todo el conocimiento humano sobre el mundo natural en 44 volúmenes. Una de las tesis de Buffon en su historia natural, es acerca de la inferioridad e inmadurez de las Américas. En este sentido, sostenía que son “diversas las especies de animales del Mundo Antiguo y las de la América Meridional. Diversas y en muchos casos, inferiores o más débiles las del Mundo Nuevo” (Gerbi, 1960, p. 3). Dicha inmadurez o inferioridad se manifestaba en aspectos como que en el Nuevo Mundo, Rinocerontes no hay. Hipopótamos, tampoco […] las especies de cuadrúpedos son muchísimo menos numerosas en el Nuevo Mundo que en el Viejo […] las bestias más grandes de América son cuatro, seis, ocho y diez menores que las del continente antiguo (p. 4). Resultado de la debilidad e inmadurez del continente americano, los animales se han encogido y achicado. Y los carneros en general tienen carne mucho menos suculenta y tierna que en Europa (Gerbi, 1960). Esta especie de antropología de Buffon es fiel al principio monogenista, que hasta finales del siglo XVIII fue dominante en la cultura europea y moldeó durante centurias cualquier reflexión sobre la diversidad física de los hombres (Urteaga, 1993; Capel, 1989). En estos debates acerca de la inferioridad de los americanos, de los cuales Buffon y otros son claros exponentes, se presenta un hecho que es la unión entre geopolítica y ambientalismo. En dicho debate, teñido de un carácter fuertemente ideológico, establecía que el ambiente biofísico,

2. Con ello me refiero a que la lectura que generalmente se hace, quienes critican los escritos del Sabio Caldas están desde el “posibilismo”, donde no se establece que el hombre se adapta y puede transformar el medio o desde posturas que establecen una interrelación entre la naturaleza y la cultura.

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determinaba las prácticas sociales de los nativos americanos, y también a las poblaciones europeas asentadas en suelo americano (Capel, 1989; Castro-Gómez, 2005). Ahora bien, ¿qué relación tienen las tesis de Buffon y otros, con respecto a los argumentos presentados por el Sabio Caldas en su texto acerca del influjo del clima sobre los seres organizados? En relación con esto girará nuestra reflexión en este apartado. Hay un elemento que no se puede perder de vista en la reflexión, y es el hecho de que las tesis de Buffon3, son producidas básicamente desde Europa, mientras que las del Sabio Caldas son generadas desde América, particularmente, desde el sur del virreinato de la Nueva Granada. En este sentido, hay que tener en consideración que Europa está localizada en zonas de latitudes elevadas, por lo tanto, su variabilidad climática se debe a la presencia de estaciones. En la Nueva Granada, esto no ocurre, ya que no se presenta ningún tipo de variabilidad climática a lo largo del año, en el sentido que se da en el viejo continente, sino más bien en términos altitudinales. Esto hace que entre mayor sea la altura sobre el nivel del mar, su temperatura es menor y entre menor sea la altitud en relación con el nivel del mar, su temperatura es más elevada. Por lo tanto, las reflexiones de los dos autores que son situadas y construidas no solo a partir de los antecedentes consultados, sino también a partir de su experiencia. En el siglo XIX –permítaseme la simplificación en atención a la brevedad– las zonas bajas eran ocupadas por negros, mulatos, indios y gente de diferentes castas, mientras que las zonas altas eran ocupadas por gente blanca y mestiza. Por lo tanto, se puede establecer que los de abajo en la pirámide socioeconómica, estaban en las partes bajas, en términos espaciales, y los que ocupaban la parte alta de la pirámide socioeconómica estaban en la parte alta, en términos espaciales y, por tanto, simbólicos. En dicha producción y reproducción simbólica y jerárquica del territorio en los Andes, el color de piel, la altura y otros elementos van a configurar la organización económica y política de la zona. Es aquí donde entran en juego algunos de los planteamientos que hace el Sabio Francisco José de Caldas, a partir de sus diferentes observaciones. Dicha inferioridad americana, que fue esbozada grosso modo, de acuerdo con lo que describía Buffon, es lo que va a ser reinterpretado por el Sabio Caldas a partir de sus observaciones sobre el resto de poblaciones que habitaban el virreinato de la Nueva Granada. En su escrito, acerca del influjo del clima en los seres organizados, Francisco José de Caldas expresa varias de sus ideas en lo relacionado al calor y el frío, y con respecto a las personas que viven en esas zonas. Del calor y el frío destaca en una primera ligera aproximación, el carácter extremo que tienen estos dos elementos. Los fríos rigurosos y hielos eternos que se presentan en ciertas áreas del planeta, y en otros donde se presentan los ardores insoportables producto del calor. Algunas áreas de Siberia, presentan temperaturas de 70° bajo la congelación, mientras que en ciertas zonas de África, esta sube a los 70° (Caldas, 1808). De los hombres del continente mencionado sostiene que: En nada se parecen al lapón, al groenlando, samoyedo y al togus. Los primeros –los africanos–, bajo un clima abrasador, cercados de desiertos de arena caldeada, respirando un aire inflamado por los rayos solares, han sufrido tales alteraciones en la piel, en el 3. No sobra destacar que Buffon fue uno de los referentes que tomó Caldas para el desarrollo de su obra y parte de los mismos supuestos epistemológicos que el conde francés.

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pelo, en la estatura, en la nariz, en los labios y hasta en el olor de sus cuerpos (Caldas, 1808, p. 84). En el otro extremo, el hombre que habita las regiones boreales, ha sido “oprimido bajo el imperio de un frío extremado[…] tiene disminuida la nariz, dilatados los parpados y la boca: las proporciones y la belleza han huido lejos de estos lugares horrorosos” (p. 85), por otra parte, si los grupos humanos que habitan las zonas de altas latitudes del planeta presentan unas características físicas, estéticas, morales e intelectuales que los alejan del hombre ideal de acuerdo con los criterios del Sabio payanés, los que habitan las regiones cercanas a la línea ecuatorial, los africanos por ejemplo, y para sustentar su afirmación hace uso del ángulo de Camper, en el que se establece que: Todas las cualidades morales e intelectuales del individuo […] cuando este ángulo crece, crecen todos los órganos a poner en ejercicio la inteligencia y la razón; cuando disminuye, también disminuyen estas facultades. El europeo tiene 85° y el africano 70°. ¡Qué diferencia entre estas dos razas del género humano! […] el clima ha formado este ángulo importante, el clima que ha dilatado o comprimido el cráneo, ha también dilatado y comprimido las facultades del alma y la moral, y no se dudará del imperio del clima sobre la armazón huesosa de nuestro cuerpo, y de los asombrosos efectos de sus dimensiones sobre la construcción física del hombre, sobre sus virtudes y sus vicios” (p. 86). Se podría establecer, entonces, de conformidad con lo sostenido por Caldas hasta aquí, que las personas que habitan los lugares en los cuales se presentan elevadas temperaturas, y en las que el frío es extremo, presentan menores niveles de civilización, en tanto que son sujetos morales que presentan un conjunto de prácticas sociales –son apáticos, no tienen las mismas formas de organización que Occidente, son perezosos, entre otros– que están definidas por el medio físico, y con modos de usar el territorio de manera distinta con respecto a los criterios que establece Occidente. El sabio Caldas, es por ello, que para elaborar gran parte de su trabajo, toma los Andes como el espacio civilizado en el virreinato de la Nueva Granada, pues ciudades como Santafé, Quito, Popayán representaban la reproducción simbólica de Europa en los Andes, y no únicamente por el tipo de población que habitaba en esas ciudades, sino también por el tipo de paisaje, en tanto que estos se asemejaban más a los paisajes europeos (Palacio, 2006), en relación con los que se encontraban en las selvas de la Amazonia o en los valles interandinos o en las costas como la del Pacífico. De hecho, las costas del pacífico por el tipo de población y por sus biotas4 podrían pensarse como una especie de reproducción simbólica de África en América, por lo tanto no iba a representar el espacio civilizado en los Andes. Debido a lo anterior, Francisco José de Caldas sostiene que mientras en los Andes existe un “culto regalado, unos principios de moral y de justicia, una sociedad bien formada y cuyo yugo no se puede sacudir impunemente, un cielo despejado y sereno, un aire suave, una temperatura benigna, han producido costumbres moderadas y ocupaciones tranquilas” (Caldas, 1808, p.100). En los Andes “…El amor, esa zona tórrida del corazón humano, no tiene esos furores, esas crueldades, ese carácter sanguinario y feroz del mulato de la costa5” (p. 101).

4. Conjunto de flora y fauna en una área biogeográfica. 5. El subrayado es mío.

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El Rey - King. Javier Casas. Cortesía del artista 2017

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Muchas de las ideas que expone el Sabio Caldas son abiertamente racistas desde una lectura contemporánea, sus planteamientos definen en cierta medida la inferioridad de las gentes de tierras calientes, una especie de barbaridad y bestialidad de las personas que habitan estos lugares. Esto se debe a que el Sabio payanés interpretó, tal como lo sostiene el historiador Alfonso Múnera (2005): el territorio y los habitantes de virreinato desde una postura metodológica que le permitió identificar y hacer comprensible la geografía de los Andes como el área de la civilización y el progreso, y las tierras calientes como las geografías de la barbarie y el atraso (p. 74). Desde esta perspectiva, sostiene Múnera (2005), que: Caldas quizás fue el creador, en nuestro medio, de la visión sobre la cual se fundamentaría una y otra vez, a lo largo del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, el discurso hegemónico de la republica andina, en el cual los valles y las mesetas de las grandes cordilleras, encarnaron el territorio ideal de nación, y las costas, las tierras ardientes de los valles ribereños, los llanos y las selvas el “otro”, la imagen negativa de una América inferior, tal como se había concebido desde Europa (pp. 74-75). Los planteamientos esbozados en este apartado acerca del pensamiento del Sabio Caldas se mantienen vigentes en gran parte del imaginario social y político de los colombianos, dichas imágenes se expresan en ideas que están asociadas a un conjunto de cualidades que se le asignan a la gente que vive en tierra caliente, pero también opera hacia las personas que son de las tierras altas de los Andes. Para finalizar, quisiera resaltar un último aspecto. El Sabio Caldas llegó en cierta medida a las mismas conclusiones que Ratzel –el gran geógrafo alemán–, pero desde un paradigma diferente. Caldas tuvo gran influencia de autores como Buffon, mientras que Ratzel es heredero de una tradición darwinista. En este sentido, en científicos como Francisco José de Caldas, no estaba operando su razonamiento en términos de la evolución de unos humanos sobre otros, es decir, en una especie de darwinismo social, sino más bien en términos de sujetos morales que están determinados a partir de las condiciones geográficas, sobre todo por el clima, y que los extremos muy fríos o muy cálidos impiden el despliegue de ciertas instituciones que hacen a unos pueblos más civilizados que a otros. En resumen, si bien gran parte del pensamiento del Sabio Caldas es en términos de la historia natural, sus reflexiones en ciertas líneas plantean conclusiones similares a las que llegaría Ratzel setenta años después.

Reflexiones finales Los aportes de Caldas a la geografía colombiana, si bien han sido destacados en diferentes artículos de algunas revistas, como Trimestre Geográfico, de la Asociación Colombiana de Geógrafos, sus aportes lo convirtieron en pionero de la cartografía científica en el país y es determinante para reconocer nuestro mapa actual. Doscientos años después de sus correrías, muchos de sus planteamientos siguen vigentes, especialmente en lo que respecta a su clasificación climática –muy importante en los cursos de biogeografía y climatología–. En Caldas, “la geografía y la cartografía se convirtieron en una necesidad para los proyectos políticos” (Nieto, 2010, p. 132). Sostiene Caldas que “los conocimientos geográficos son el termómetro con el que se mide la ilustración, el comercio, la agricultura y la prosperidad de un pueblo” (Caldas, 1808, p. 1).

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La herencia o legado académico de Caldas puede situarse en diferentes campos del saber, que nos muestra un claro ejemplo de búsqueda incesante de conocimiento científico, de siempre generar y buscar nuevos problemas de investigación. Caldas pasó de las descripciones cualitativas a explicaciones cuantitativas, su mentalidad era la de un hombre moderno, en el sentido de que mide, clasifica y cuantifica, “…los conocimientos astronómicos y los instrumentos que posee Caldas lo hacen un geógrafo competente, en capacidad de corregir y elaborar mapas con todos los requerimientos técnicos de la época” (Nieto, 2010, p. 131). No sobra decir que Caldas fue “abogado por formación y geógrafo y astrónomo por dedicación […] Fue el inventor de la hipsometría (1801) […] En sus trabajos geográficos muestra poseer amplio conocimiento del desarrollo científico y tecnológico de su época” (Massiris, 1986, p. 2). Sus progresos en el conocimiento geográfico de la época, sus ideas nuevas, su objetividad le permitirían convertirse no solo en el padre de la geografía en Colombia, sino también en uno de los científicos más brillantes de la América hispana. En algunos de sus planteamientos Caldas se adelanta a geógrafos como Richtofen, “quien dio importancia a los estudios regionales y consideró que la geografía debía referirse al estudio de la tierra en donde la litosfera, hidrosfera, atmosfera y biosfera se traslapan” (p. 7). Pero no únicamente bajo esta perspectiva sus ideas serían predecesoras de algunas de los geógrafos alemanes, Ratzel desarrollaría 70 años después aspectos que Caldas ya había trabajado en el texto el Influjo del clima sobre los seres organizados. Es más, si se examinara la historia del pensamiento geográfico, los aportes de Caldas deberían ser vistos como una especie de “nueva” geografía en el contexto de la época, pues si bien su método es descriptivo6, en él su descripción debe entenderse como el relato de un viaje, como un acto culturalmente creador. Su descripción oscila, se mueve en dos términos; por una parte a partir de los mapas donde establece un orden de los territorios, y por otra parte, mediante sus enunciaciones describe las acciones espacializantes de la población (De Certeau, 2000; Zusman, 2014). Lo anterior evidencia una de las razones por las cuales Francisco Jose de Caldas es un personaje principal en la historia del país, su imagen de científico y mártir de la Independencia ha hecho que deje su luz a la posteridad. El Instituto para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología en Colombia, la Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” de Bogotá, becas, el premio que otorga la Asociación Colombiana de Geógrafos, numerosos barrios en diferentes ciudades de Colombia, así como un departamento llevan su nombre. Homenajes como el presente realizado en este pequeño texto son necesarios, no solo ahora que se acaban de cumplir 200 años de su fallecimiento, sino, porque su curiosidad y su continua búsqueda a partir de preguntas debe ser algo que tiene que seguir inspirándonos a quienes nos dedicamos a la academia o ciencia en general, y no solo desde Colombia en particular, sino desde América Latina en general.

6. Cabe señalar que años después de que el Sabio Caldas hiciera estas descripciones, algunos autores clásicos del pensamiento geográfico como Vidal de la Blache (1845-1918) subraya la importancia de la descripción en tanto método de trabajo de campo en la geografía.

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estudios geográficos.

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.


Cartas de Caldas (1917): Un monumento impreso en tiempos del Centenario de la Independencia de Colombia

Caldas

El Arte y la Ciencia

Sandra Milena Ramírez Martínez Historiadora y magíster en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogotá. Su trabajo de investigación se ha concentrado en la historia de la cultura política y la opinión pública de los siglos XVIII y XIX en el Nuevo Reino de Granada, en particular en el análisis de publicaciones periódicas regionales de ciudades como Popayán, durante las primeras décadas del siglo XIX. En los últimos años ha incursionado en el campo de la historia de la cultura escrita y los estudios de la edición del libro y de la lectura en el caso de la obra epistolar de Francisco José de Caldas.

RESUMEN Este artículo analiza la edición del epistolario de Francisco José de Caldas hecha por Eduardo Posada, titulada Cartas de Caldas y publicada en Bogotá por la Academia Colombiana de Historia en 1917. Se propone un estudio de esta colección en tanto que documento-monumento producido en una coyuntura histórica específica y gracias a prácticas editoriales que posibilitaron y condicionaron su forma impresa, sus estrategias textuales y sus modos de apropiación por parte de un público lector, además de construir ciertas memorias patrióticas en torno la figura de Caldas. En este sentido, el texto muestra cómo la edición de 1917 fue concebida y elaborada, en tanto que monumento impreso de la conmemoración del Centenario de la Independencia en Colombia, al igual que otros monumentos como las estatuas de Caldas instaladas en Popayán y Bogotá hacia 1910. PALABRAS CLAVES Centenario de la Independencia, Colombia, estudios de la edición, Francisco José de Caldas, historia, memoria.

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

Cartas de Caldas (1917): un monumento impreso sug kunaura centenario pas independenciakuna Colombiape MAILLALLACHISKA Kai articulo analiza edición epistolario Francisco Jose de Caldas, Eduardo Posada ruraska, cartas de Caldas suti; publicada Bogotapi Academia Colombiana de historia 1917 watapi. Istudiarii documento- monumento Caldas runa ruraska, imasa ruraska paipa trabaja kilkai. Chimanda iuka monumentokuna, centenario de la independencia de Bogota, churarkakuna Popayan y Bogota lugarpi 1910 watapi. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Centenario independencia. Colombiape, estudios sug edición, Francisco José de Caldas. Historia, iuiai.

Letters of Caldas (1917): A monument printed in times of the centenary of the independence of Colombia ABSTRACT This reflection article analyzes the edition of the epistolary of Francisco Jose de Caldas made by Eduardo Posada, entitled Letters of Caldas and published in Bogota by the Colombian Academy of History in 1917. A study of this collection is proposed as a documentmonument produced in a specific historical conjuncture and thanks to editorial practices that made possible and conditioned their printed form, their

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textual strategies and their modes of appropriation by a reading public, as well as building certain patriotic memories around the figure of Caldas. In this sense, the text shows how the 1917 edition was conceived and elaborated, as a printed monument of the commemoration of the Centennial of Independence in Colombia, as well as other monuments such as the statues of Caldas installed in Popayán and Bogota around 1910. KEYWORDS: Centennial of Independence, Colombia, studies of the edition, Francisco José de Caldas, history, memory.

Lettres de Caldas (1917) : Un monument imprimé aux temps du centenaire de l independance de la Colombie RÉSUMÉ Cet article analyse l’édition de la correspondance de Francisco José de Caldas faite par Eduardo Posada, intitulé Lettres de Caldas, et publié à Bogotá par l’Académie colombienne d’histoire en 1917. Une étude de cette collection est proposée en tant que document-monument produit dans une conjoncture historique spécifique et grâce à des pratiques éditoriales qui ont permis et conditionné sa forme imprimée, ses stratégies textuelles et ses modes d’appropriation par un lectorat, ainsi que la construction de certains souvenirs patriotiques autour de la figure de Caldas. Dans ce sens, on montre ici comment l’édition de 1917 a été conçue et élaborée en tant que monument imprimé de la commémoration du Centenaire de l’Indépendance en Colombie, parallèle-

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ment à d’autres monuments, tels que les statues de Caldas à Popayán et à Bogotá, installées vers 1910. MOTS-CLÉS Centenaire de l’Indépendance, Colombie, études de l’édition, Francisco José de Caldas, histoire, mémoire.

Cartas de Caldas (1917): Um monumento impresso em tempos do centenário da independência da Colombia RESUMO Este artigo analisa a edição do epistolário de Francisco José de Caldas feita por Eduardo Posada, titulada Cartas de Caldas e publicada em Bogotá pela Academia Colombiana de História em 1917. Se propõe um estudo desta coleção em tanto que documentomonumento produzido em uma conjuntura histórica específica e graças a práticas editoriais que possibilitaram e condicionaram sua forma impressa, suas estratégias textuais e seus modos de apropriação por parte de um público leitor, além de construir certas memorias patrióticas em torno a figura de Caldas. Neste sentido, o texto amostra como a edição de 1917 foi concebida e elaborada, em tanto que monumento impresso da comemoração do Centenário da Independência na Colômbia, ao igual que outros monumentos como as estátuas de Caldas instaladas em Popayán e Bogotá à 1910.

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PALAVRAS-CHAVE Centenário da Independência, Colômbia, estudos da edição, Francisco José de Caldas, história, memória.

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Preámbulo … y su figura la vemos, desde niños, resplandecer en el olimpo de nuestra historia con la doble diadema de la ciencia y del martirio. ¡Triste suerte la de nuestros hombres de verdadera ciencia y de verdaderas letras, que no tienen el consuelo de ver siquiera publicadas, ya que no recompensadas sus obras! Eduardo Posada (1912). Proemio. Obras de Caldas.

La correspondencia escrita por Francisco José de Caldas cuenta con una larga tradición editorial que ha sido poco explorada1. El presente artículo se concentra en el estudio de Cartas de Caldas (1917) primera colección epistolar del payanés impresa en libro, y que hoy cumple 100 años de haber sido editada por Eduardo Posada como volumen de la Biblioteca de Historia Nacional de la Academia Colombiana de Historia. Se propone un análisis de la edición que demuestra su carácter de documento/monumento –producido en una coyuntura histórica específica y gracias a intencionalidades particulares–, susceptible de análisis mediante una perspectiva que privilegia el estudio de los principales elementos e intervenciones editoriales presentes en dicha publicación, así como las condiciones que hicieron posible su edición libraria. Esta aproximación pone de manifiesto cómo la edición de 1917 fue concebida y elaborada en tanto que monumento impreso de la conmemoración del Centenario de la Independencia en Colombia, capaz de construir ciertas memorias patrióticas de orden nacional en torno a la figura de Caldas, del mismo modo que ocurrió con otros productos de estos fastos como las estatuas de Caldas instaladas en Popayán y Bogotá hacia 1910. Un documento como Las cartas puede ser abordado en tanto que producto escrito impreso de una sociedad en un momento determinado. Siguiendo las consideraciones de Jacques Le Goff, es posible una comprensión del epistolario publicado en 1917 como un documento/ monumento producido a partir de un juego social que involucra las intencionalidades de un individuo, un grupo, una comunidad o una institución, y que, en esta medida, se convierte en un instrumento utilizado por parte del poder, susceptible de elaborar memorias según los intereses de un orden de cosas establecido –por ejemplo, un régimen político– que quiere imponer al futuro una imagen dada de sí mismo (1991 [1977], 236). Desde esta perspectiva el documento revela su estatus de “montaje” y por tanto exige, en términos metodológicos, ser “desmontado”, en otras palabras, “desestructurado” para identificar y examinar las condiciones en las que fue producido y las intencionalidades que lo hicieron posible. Esta noción de documento constituye, entonces, el punto de partida de una propuesta de análisis de la edición de Cartas de Caldas (1917) que busca poner en evidencia los elementos que la

1. La primera investigación al respecto está contenida en el capítulo I de mi tesis de maestría, titulado «De la fuente al documento-monumento. Las “Cartas de Caldas” en perspectiva editorial», que se puede consultar en: http://www.bdigital.unal.edu.co/54860/. En este apartado reconstruyo la historia de las ediciones del epistolario de Caldas –con un énfasis en las cartas escritas por Caldas a su amigo Santiago Arroyo–, y muestro cómo las cartas de Caldas fueron publicadas en la Revista Caucana (1896), en el Repertorio Colombiano (1897-1898), en Cartas de Caldas por Eduardo Posada (1917), en Cartas de Caldas por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1978), y en el libro Caldas el peregrino de las ciencias de Jeanne Chenu (1992). Itinerario que marca una historia de 120 años de edición sin contar la publicación de Cartas de Caldas Ilustradas hecha por la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (2016), y que saldría a la luz luego de concluida mi investigación de la tradición editorial de este epistolario, sin duda uno de los más editados en la historia del país.

Cartas de caldas (1971) / Sandra Milena Ramírez // 73


constituyen y le confieren valor como monumento del Centenario de la Independencia. Desde este enfoque se hace preciso reconocer en el epistolario de Caldas un documento fabricado por un trabajo de edición. Es decir, un producto editorial que de acuerdo con Roger Chartier debe abordarse desde una perspectiva de los estudios de la edición, del libro y de la lectura que atienda a los procesos de construcción de sentidos involucrados en la producción de lo escrito impreso. De manera que la aproximación a un documento editado como las cartas exige el examen de la materialidad que le da forma –en tanto las formas soporte de la escritura crean sentidos sobre los textos y afectan su apropiación (Mackenzie, 2005, pp. 30-35)–; así como de las prácticas editoriales que lo producen y las diferentes lecturas que buscan apropiárselo. Es decir, se preocupa también del ejercicio de edición que marca puntos de referencia para una lectura de los documentos, tales como títulos, prólogos, resúmenes, etc. –llamados paratextos–, y de las estrategias y decisiones editoriales que imponen unos modos de leer y que hacen del editor una figura de “mediación” fundamental en la organización y adaptación del texto para un público lector (Chartier, 2000 [1997], 181). Todo esto sin olvidar que el análisis no excluye la mirada sobre los intereses sociales, políticos, económicos y culturales que atraviesan la edición y, por ende, subraya la idea de un documento editado que no puede ser comprendido sin atender a las circunstancias históricas que lo envuelven y lo convierten en un “monumento escrito” (Castillo, 2003, 118). A partir de las consideraciones anteriores, en este texto se realiza una aproximación a la edición de 1917, que primero describe toda una serie de intervenciones y estrategias editoriales que le aportan ciertas características y sentidos generales al epistolario impreso por primera vez en forma de libro. Para luego estudiar la figura del editor y profundizar en las condiciones históricas que hicieron posible la publicación de una colección de cartas de Caldas en el contexto de conmemoración del Primer Centenario de la Independencia en Colombia. Todo esto con el fin de demostrar cómo y por qué las Cartas de Caldas más allá de ser una fuente histórica constituyen un producto editorial de los fastos de 1910, dentro del repertorio de monumentos a través de los cuales se elaboraron memorias patrióticas sobre hombres como Francisco José de Caldas, encaminadas a reforzar narrativas de orden nacional en torno al momento de la Independencia.

La puesta en libro La edición Cartas de Caldas (1917) sería la primera “puesta en libro” de los escritos epistolares de Francisco José de Caldas2. El trabajo realizado por Eduardo Posada como editor respondería a la firme intención de continuar con la recopilación y publicación de la obra completa del payanés, una labor inaugurada con su edición de las Obras de Caldas (1912), en cuyo texto de “Advertencias” Posada ya anunciaría la publicación de un “tomo que dedicaremos a la correspondencia de Caldas y a varios estudios sobre sus trabajos científicos”. (XXVII). Así, la edición del epistolario constituiría desde sus orígenes un primer esfuerzo por reunir toda la correspondencia de Caldas en un solo volumen y seguir contribuyendo en la tarea de sacar del olvido “la mayor parte de sus obras”, lo que pondría de relieve las pretensiones de totalidad impuestas por el editor a la colección. Bajo estas premisas la compilación de 1917 desbordaría lo que sería estrictamente un epistolario escrito por F. J. de Caldas, si bien conservaría el título general Cartas de Caldas propuesto por la antología publicada en el Repertorio Colombiano (1897-1898), y que se institucionalizaría al ser retomado por posteriores ediciones (figura 1).

2. La expresión “puesta en libro” es empleada por Roger Chartier en varios de sus textos.

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Figura 1. Portada de la edición Cartas de Caldas (1917). Fuente: Fotografía de uno de los ejemplares que reposa en la Biblioteca Nacional de Colombia, tomada por la autora.

Aunque el grueso del libro estaría compuesto por documentos epistolares agrupados en apartes titulados “Cartas de Caldas” –aquellas escritas por el payanés–; “Cartas a Caldas” –las dirigidas al payanés– y, “Cartas sobre Caldas” –en las que el payanés es mencionado–; también incluiría una sección denominada “Escritos de Caldas” –con 7 textos de autoría del payanés– y otra de “Escritos sobre Caldas” –con 5 textos de diferentes autores–. Finalmente,

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Posada integraría a la edición un “Apéndice” formado por correspondencia incluida tardíamente en el volumen, además de 5 breves escritos sobre diversos temas que aportarían nuevos detalles sobre la vida de Caldas. El libro estaría dividido en los 6 mencionados apartes, antecedidos por un “Prólogo” y unas “Advertencias”, y sucedidos por un “Índice”, sumando un total de 512 páginas de contenido, resultado de la que podría considerarse la primera gran empresa editorial en torno a las cartas de Caldas. Una “tarea titánica” de acopio documental, llevada a cabo por Eduardo Posada con una “paciencia benedictina”, gracias a la cual lograría reunir una colección que serviría de base para posteriores trabajos, tal y como lo reconocerían sucesivos editores de la correspondencia del payanés (Accefyn, 1978), (Chenu, 1992) y (Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2016). La disposición de las cartas de Caldas en formato libro supondría entonces toda una serie de operaciones editoriales que aportarían sentidos a dicha correspondencia, y guiarían una lectura de los documentos que aunque se quería objetiva y totalizante, estaría sometida a los recortes propios del trabajo del editor. Para empezar conviene referirse a la incorporación de dos paratextos como el “Prólogo” y las “Advertencias”, elementos que acompañan la edición y revelan algunas de las principales orientaciones de sentido que el editor le asignaría a la obra. El “Prólogo” es un texto de 10 páginas en el que Posada reseñaría ciertos momentos de la vida de Caldas –a quién calificaría de “nuestro prócer”– y en el que acusaría el valor de las cartas del payanés para conocer tanto su “carácter” como sus proyectos científicos, elevándolas a modelo de intercambio epistolar de su generación, siendo estos motivos suficientes para que el editor subrayara: “Tal vez no se halle en épocas posteriores, ni hoy en día, un material epistolar tan notable para hacer un volumen, como el presente” (1917, p.

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21). Asimismo, la edición de las cartas en libro se vería justificada en las “Advertencias” –un breve texto de algo más de una página– en el que el editor resaltaría la importancia del epistolario en términos documentales, asegurando que hacen parte del copioso archivo epistolar de Caldas, que se perdió como el de muchos próceres de su generación, siendo esta una pérdida “irreparable” que hace de la cartas recopiladas un documento de inestimable valía, y de su publicación un gran aporte en la reparación de dicha pérdida. A diferencia de las ediciones precedentes de las cartas en periódicos y revistas, la puesta en libro significaría una nueva disposición del material epistolar condensada en un “Índice” impreso al final del volumen, que permite ver, no solo la ubicación de todas las misivas –incluyendo aquellas sin lugar ni fecha– dentro de una narrativa temporal sino también apreciar cómo en la colección sobresalen los principales corresponsales de Caldas, a saber: Santiago Arroyo (71 cartas), José Celestino Mutis (32 cartas), Manuela Barahona (24 cartas) y Antonio Arboleda (16 cartas). Este índice reflejaría el esfuerzo de Posada por dar a las cartas un orden cronológico y por destinatario, asignando un número a cada carta, estableciéndoles con ello un lugar dentro del intercambio epistolar que el editor buscaba restituir y, por ende, ordenando la fragmentariedad y la dispersión en que se hallaban las cartas antes estampadas por separado en diferentes formas impresas. En este sentido, la edición en libro implicaría entonces otros procedimientos –de corrección, agregación, explicación, identificación, etc.– que buscarían corregir aquellos errores en las cartas, aportar datos necesarios para su comprensión y dotarlas de una cierta coherencia como documento histórico. De ahí que Posada subrayaría la tarea de revisión ortográfica “respetando el modo de escribir antiguamente”, así como la labor de “escribir con todas sus letras” las voces que aparecían abrevia-


das en anteriores ediciones. Asimismo, el editor realizaría un importante trabajo de anotación para el que no solo retomaría las notas de identificación de nombres y datos científicos hecha por la edición de las cartas en el Repertorio Colombiano (18971898), sino que elaboraría e incluiría notas propias. En su mayoría se trataba de notas aclaratorias referidas a la datación aproximada de las cartas y documentos sin lugar ni fecha dentro de la colección, a la ubicación de fuentes originales, copias y materiales ya editados, y a la explicación del por qué incluía ciertos documentos y otros no dentro del libro. Se trataba de notas que – aunque no siempre ofrecen una referencia detallada– revelarían el interés de Posada por los datos de publicación y constituyen un punto de partida fundamental para rastrear el curso editorial de muchos de los materiales incluidos en la edición. Las operaciones editoriales y los sentidos asignados a las cartas a través de dichas acciones muestran la concepción de Posada respecto al epistolario de Caldas como una totalidad que debía recomponerse – recurriendo a diversas estrategias entre las que estaría la inserción de textos para llenar los vacíos documentales presentes en la obra del payanés–, e incluso llegarían a dar cuenta de algunas visiones del editor sobre la historia, el momento de la Independencia y el lugar de la Restauración monárquica en dicho proceso. En este punto es preciso señalar cómo ese “todo” al que aspiraba Posada estaría mediado por un ejercicio de selección, de recorte, según criterios relacionados con la extensión de los documentos, las limitaciones técnicas de impresión y otro tipo de decisiones editoriales que revelarían una intención de publicar en lo posible documentos que aportaran en la construcción de cierta imagen patriótica sobre Caldas frente al público lector. Esto se advierte en la polémica en torno a la carta escrita por el payanés a Pascual Enrile el 27 de octubre de 1816, en la

que suplicaría piedad por su vida al Jefe español días antes de ser asesinado, y que según Posada no iba a ser incluida en el epistolario “por temor de que gran parte del público la tomara como una deslealtad de Caldas” (1917, XI). El editor se encargaría de justificar la inclusión de la misiva haciendo una defensa de la lealtad de Caldas a la causa de la libertad, consignada en varias páginas del “Prólogo” del libro, en la que acusaría la situación de la patria por aquellos días: “La Independencia estaba muerta, desastres en todas partes, las tropas españolas dueñas del país”, y la situación personal de Caldas: “preso y encadenado”. De este modo, para Posada, había sido “lícito” que Caldas –al igual que otros próceres de la Independencia– pidiera en estas circunstancias la “gracia de la vida”, pues “Había que aplacar al monstruo, tratar de aminorar sus crueldades. Esa era la tarea de esos días; el medio en que se respiraba; había una atmósfera de desilusión, de arrepentimiento y de terror” (1917, XIII). Bajo estos argumentos la carta a Enrile había sido integrada a la edición insistiendo en su poco valor documental, ya que de acuerdo con el editor: “Cambiado hoy el Tribunal, que es ahora la historia, también veremos que nada pesa ese escrito insignificante y sin trascendencias, ante el cúmulo inmenso de esos valiosos servicios” que Caldas había prestado a la patria, fundamentalmente a través de “sus trabajos científicos”, condenados por los españoles en 1816, pero útiles para glorificar al payanés en una edición de sus cartas publicada más de 100 años después de su muerte. Esta defensa y más allá el interés de Posada por elaborar una imagen ilustrada y patriótica de F. J. de Caldas, había llevado al editor a considerar el libro como el formato idóneo para conferir al payanés y a sus escritos –en especial a los epistolares– toda la dignidad posible. De acuerdo con Posada, cuando se trataba de Caldas “[en] la prensa, se hacen artículos y discursos

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más o menos bellos, pero rara vez se publican nuevos datos biográficos o estudios serios sobre sus labores de ciencia”, de ahí que el editor en su selecta “Bibliografía de Caldas” –impresa al final del epistolario– insistiría en no referenciar textos “puramente literarios, y que nada dicen sobre la vida y las labores del sabio” y que, según él, abundaban en las publicaciones periódicas en momentos de celebraciones y aniversarios de Caldas (1917, pp. 453- 506). Para Posada era fundamental publicar estudios “serios” en tanto que escritos capaces de documentar la vida y obra de un prócer tan notable como Caldas y esta “condición” no se estaría cumpliendo en periódicos y revistas. Este sería entonces un argumento capital para preparar una edición en libro como la forma más apropiada de recoger en un solo volumen extenso “correspondencia digna de interés” como la de Caldas y otros escritos del payanés y sobre el payanés que dieran a conocer “nuevos detalles” de su vida y evitaran que “queden incompletos los trabajos del sabio” (Posada, 1917, p. 359). Para el editor existía entonces una distancia entre la edición de documentos en publicaciones periódicas y lo que posibilitaba la edición de documentos en un libro para el caso específico de la obra de F. J. de Caldas. Cabe subrayar que buena parte de los documentos recopilados en la edición de 1917 serían tomados por Posada de revistas y periódicos, fuentes –muchas veces– de “difícil” consulta y con “yerros” y “errores ortográficos” que exigirían un importante trabajo de revisión, cotejo y corrección editorial. No obstante, era innegable que la correspondencia al igual que otros escritos de y sobre Caldas, habían iniciado su historia editorial en publicaciones periódicas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, encontrando en estas un espacio privilegiado de difusión antes de alcanzar la forma libraría.

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El monumento más noble a la memoria de Caldas La comprensión de los sentidos asignados a las cartas a través de la edición libraría de 1917, y por ende a la figura de F. J. de Caldas, se pueden profundizar al detenerse en el perfil del editor y en las condiciones específicas que hicieron posible la publicación del epistolario en tiempos de conmemoración del Centenario de la Independencia. Eduardo Posada Muñoz era un abogado y escritor, reconocido no solo por su desempeño en numerosos cargos oficiales sino también por su trabajo como periodista e historiador3. Junto con Pedro María Ibáñez, Posada demostraría una gran preocupación por los archivos documentales y la edición de libros de historia; en palabras de Roberto Velandia ambos estudiosos “aportaron a la historia valiosos documentos originales de archivos familiares conservados como legado de los próceres de la Independencia y grandes hombres de la república, en buena hora depositados en su manos, quienes con devoción y sentimiento patrio los salvaron y de la muerte al llevarlos a las páginas de la historia y multiplicarlos en la imprenta” (1988, p. 31).

3. Eduardo Posada Muñoz (18621942). Nació en Medellín y se desempeñaría en diversos cargos oficiales entre ellos gobernador de Cundinamarca y Tolima, secretario de Relaciones Exteriores, representante al Congreso Nacional. También sería miembro fundador y presidente de la Academia de Jurisprudencia. Como periodista colaboraría con publicaciones como el Repertorio Colombiano (1878-1899) y El Heraldo (1889-1899). Dentro de sus publicaciones están Biografía del General José María Córdoba (1899); El Precursor (1903). Peregrinación de Omega (1908) y Bibliografía Bogotana (1917). Para conocer más detalles sobre su obra véase Ortiz (1943, pp. 123-124).


En el marco de la violencia de la Guerra de los Mil Días, Posada sería fundador y primer presidente de la Academia Colombiana de Historia4, entidad oficial creada en 1902 con una clara orientación por el estudio de la “historia patria” en diferentes épocas y el acopio y análisis de “materiales propios de tales estudios” (BHA, 1902-1903, p. 1). Con la fundación de la Academia, Posada se convertiría en un referente de los estudios históricos en el país y sus obras, editadas bajo el sello de la Academia, se asociarían más a su nombre que a la propia institución que avalaba las publicaciones. Este sería el caso de las Cartas de Caldas (1917), libro en cuya portada se presenta primero el nombre de editor –quien recopila y publica los documentos– y en segundo lugar el escudo que identifica a la Academia, de ahí que la edición sea más conocida como la edición de Posada, aunque no por ello el papel de la entidad deja de ser menos importante para entender la publicación del epistolario y los sentidos asignados a la obra y a la imagen de Caldas (figura 1). El interés de la Academia por los próceres como “hijos prominentes de la patria” y los archivos documentales de gran valía se traduciría concretamente, no solo en su labor historiográfica sino también en su trayectoria editorial, que iniciaría justamente con las publicaciones de la Biblioteca de Historia Nacional5. Esta colección interesada en “sacar a la luz los manuscritos valiosos” precedería al Boletín de Historia y Antigüedades –órgano oficial de la Academia– y editaría su primer volumen en junio de 1902 titulado La Patria Boba. Después de este vendrían otros tomos, como El Precursor (1903), Vida de Herrán (1903), Los Comuneros (1905), La Convención de Ocaña (1908), El Tribuno de 1810 (1910), Obras de Caldas (1912), Biografía de Córdoba (1914) y Cartas de Caldas (1917)6. Como se advierte, la Academia en sus primeras décadas daría rienda suelta a su interés por publicar obras sobre figuras de la Independencia nacional como el mismo Caldas, intención auspiciada por el Gobierno de la época si se recuerda el carácter oficial de la Academia –como entidad adscrita al Ministerio de Instrucción Pública–, y el hecho de que muchas de estas obras, incluyendo las dedicadas a Caldas, fuesen libros estampados en la Imprenta Nacional7. Este no es un dato menor, pues pone de relieve que el epistolario de Caldas sería una iniciativa editorial oficial con pretensiones y alcances de orden nacional. El gobierno del momento avalaría y financiaría su publicación y con ello la construcción de unas memorias específicas sobre Caldas y su correspondencia. Ahora bien, de acuerdo con Posada la publicación de las Obras y de las Cartas de Caldas como volúmenes de la Biblioteca de Historia Nacional era “necesaria”, y así lo aseguraría en uno de sus estudios leído en la Academia de Historia el 12 de octubre de 1909. En este texto –que años más tarde le serviría de Proemio a su edición de las Obras de Caldas (1912)– el 4. Posada sería presidente de ACH para el período 1902-1907. Nombrado por Res. 115 de mayo 9 de 1902 del Ministerio por Instrucción Pública. Posesionado el 11 de mayo de 1902 (Genealogía de las sillas de sus miembros de número de la ACH en https://www.academiahistoria. org.co/index.php/quienessomos/genealogia#silla-no-1). 5. La creación de la Biblioteca de Historia Nacional sería un proyecto presentado por Eduardo Posada y Pedro María Ibáñez ante el Ministro de Instrucción Pública José Joaquín Casas en diciembre de 1901 (Velandia, 1988, p. 25). 6. Sobre las publicaciones de la Academia Colombiana de Historia desde sus inicios y en particular los materiales de la colección Biblioteca de Historia Nacional (Velandia, 2000). 7. Los orígenes de la Imprenta Nacional se remontan al 18 de mayo de 1894 cuando bajo la presidencia de Miguel Antonio Caro, se adquirió la imprenta “Echavarría Hermanos” que era para el momento la mejor imprenta de la ciudad de Bogotá, y en cuyas instalaciones se organizaría la Imprenta Nacional de Colombia.

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editor plantearía que la mayoría de las obras del payanés se hallaban “olvidadas y desconocidas”, y aunque era innegable que su memoria ha sido venerada de muchas formas por los colombianos como al ordenar “levantarle bustos y estatuas en repetidas ocasiones”, faltaba todavía una ineludible “manifestación” en su nombre: “la publicación de su correspondencia y de sus trabajos científicos. Este es, dice un insigne escritor ecuatoriano, el monumento más noble y más excelso que Colombia debe levantar a la memoria de Caldas” (Posada, 1912, p. vi). En este sentido, Posada compartiría la visión del Arzobispo de Quito Federico Suárez González –historiador y conocedor de la obra de Caldas–, quien había editado Un Opúsculo de Caldas en 1907 en el que exhortaba al Gobierno colombiano a levantar a la memoria del payanés el monumento más grande que el país podía erigirle como era la “edición correcta y esmerada” de todos sus escritos, en la que: …convendría incluir la correspondencia epistolar de Caldas, pues por las cartas privadas que salieron a la luz en el Repertorio Colombiano, se deduce la importancia que semejante correspondencia tiene para la biografía de Caldas y para el conocimiento cabal de sus labores científicas; así es muy de desear que se busquen las cartas de Caldas y que se coleccionen y examinen para darlas a la estampa en la edición completa de sus obras. Como lo decimos en el texto, este el mejor monumento que se debe erigir a la memoria de Caldas: Colombia debiera levantarlo (Posada, 1912, 446-447). Tal sería la adhesión de Posada a las consideraciones de Suárez González que incluiría dicho Opúsculo en su edición de las cartas, reafirmando que había concebido este libro como un monumento para rendir tributo a la memoria de Caldas y con ello proveer a las cartas de varios sentidos, incluso mucho antes que el epistolario se concretara como producto editorial de la Biblioteca de Historia Nacional en 1917. Para el editor, la publicación de las cartas de Caldas sería un homenaje impreso al espíritu del payanés y constituía una fuente valiosa no solo para documentar la vida y obra de Caldas sino para dar a conocer “una época brillante para la historia de país”, en otras palabras, un documento-monumento capaz de demostrar la grandeza de la generación de Caldas –la generación de la Independencia– para Colombia justamente en tiempos de la conmemoración de los hechos de 1810 y la muerte de Caldas en 1816. Aquí conviene resaltar cómo Posada retomaría y pondría en juego, a través de su edición, ciertos significados etimológicos de la palabra “monumento” como aquellos que hacían referencia a “Obra pública y patente erigida en memoria de una acción heroica u otra cosa” y “Objeto o documento de utilidad para la historia”, que circulaban en reconocidos diccionarios de la época (RAE, 1901). Además de esto, de acuerdo con Posada, el valor de las cartas editadas reposaría igualmente en su calidad de “pruebas” del “mérito” científico de Caldas y, en este sentido, sustento documental del “epíteto de sabio” impuesto al payanés desde tempranos años del siglo XIX, antes que toda su producción científica, periodística y epistolar fuese objeto de publicación. De modo que el editor concebía la edición del epistolario de Caldas como soporte impreso que mostraría a los lectores “en qué consistió su sabiduría” y alejaría cualquier posibilidad de duda sobre la labor científica de uno de los próceres más reconocidos de la generación independentista, de quien era ya “palpable” su patriotismo dado el “martirio” a que fue sometido en los inicios de la restauración monárquica comandada por Pablo Morillo en el territorio de la Nueva Granada (Posada, 1912, p. VI). El propósito manifiesto de convertir, no solo a las obras sino a las cartas de Caldas, en un documento-monumento, junto a otras formas de tributo a la memoria del payanés –que ya se estarían gestando desde las últimas décadas del siglo XIX–, tomaría más fuerza si se tie-

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ne en cuenta su inscripción en el momento conmemorativo del Centenario. De acuerdo con el historiador Diego Mendoza Pérez en su libro Expedición Botánica de José Celestino Mutis al Nuevo Reino de Granada y Memorias Inéditas de Francisco José de Caldas (1909), para esa época era conocido que la Academia Colombiana de Historia en Bogotá preparaba una “edición de las obras de Caldas” –de quien se iba a erigir una estatua en la ciudad de Popayán en 1910– con el fin de “celebrar el primer Centenario de la Independencia” (1909, p. 8)8. Esta referencia de Mendoza resaltaría cómo la Academia proyectaba una edición de las obras de Caldas, incluida su correspondencia, como forma de conmemoración de los primeros 100 años de Independencia, poniendo de relieve con ello que dicha edición estaría al mismo nivel de importancia que otros actos conmemorativos del momento, como la elevación de una estatua de Caldas en Popayán. Cabe recordar que Eduardo Posada haría parte de la segunda Comisión del Centenario creada en agosto de 1909 por el Gobierno nacional para –entre otras cosas– tramitar el contrato para la elaboración en Francia de la estatua de Caldas que sería instalada en la ciudad de Popayán el 20 de julio de 19109. Aunque la edición de las cartas de Caldas –como la de sus obras– sería posterior a los fastos de 1910, año en el que se instalarían las estatuas de Caldas en Popayán y en Bogotá, era claro que había sido concebida como un monumento conmemorativo del Centenario, enarbolando de manera particular la figura de Caldas, quien ya era reconocido como uno de los más “insignes” mártires de la Independencia nacional. Por ello, no extrañaría que Posada en su “Prólogo” a las Cartas exhortara a “Colombia entera” a guardar la memoria de Caldas como una de sus más “grandes glorias”, reafirmando de esta manera el valor asignado al epistolario en tanto que testimonio documental de una época considerada tan heroica y brillante como para sustentar un relato nacional que trascendiera la memoria individual y se ubicara en el registro de una memoria colectiva, en el marco de un momento memorable para el país. La conmemoración del Primer Centenario había hecho posible que las Cartas como producto editorial alcanzaran el estatus de monumento y entraran indiscutiblemente en la memoria histórica nacional –y por qué no, mundial–, pues no en vano diría Posada sobre Caldas “Su existencia no le pertenecía, no solo era de su familia y de su patria, sino que era de la humanidad, pues el Sabio pertenece al mundo entero” (1917, p. XIII).

Colofón El análisis de la edición Cartas de Caldas (1917) suscita varias reflexiones, si bien es preciso reconocer que falta ahondar en el estudio de una obra como la de Francisco José de Caldas –y la de muchos otros hombres de su generación– que involucre elementos propios de una historia en perspectiva editorial. En primer lugar, la aproximación realizada en este texto pone de relieve la construcción de la correspondencia privada del payanés como un “producto editorial”, concebido, elaborado y publicado en forma libraria gracias a la mediación de Eduardo Posada como editor. Posada vería en el libro un soporte material único para hacer de las cartas una totalidad editorial, es decir, una publicación completa, organizada, coherente y “seria”, en tanto cumplía con la importante condición de reunir textos capaces de documentar la vida y obra de Caldas y, por ende, de asignar a sus escritos epistolares la

8. La instalación de una estatua de F. J. de Caldas en su ciudad natal sería un proyecto regional planteado desde 1880, que solo se concretaría hasta 1910 en el marco de la conmemoración del Centenario. 9. Respecto al establecimiento de juntas para el Centenario y las acciones tendientes al encargo y elaboración de la estatua de Caldas (Amaya y Vanegas, 2008).

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más alta dignidad conforme a todos los servicios científicos y patrióticos prestados por el payanés antes de su muerte en 1816. Esta primera puesta en libro de las cartas supondría en este sentido una lectura implícita en la práctica editorial de Posada, quien propondría a los lectores –a partir de los elementos ya mencionados– una apropiación de la correspondencia que la dotaría del valor documental y utilidad histórica que no había alcanzado con sus publicaciones anteriores. En segundo lugar, la edición libraria de las cartas sería producida como un monumento impreso a la memoria de Caldas, y de su generación, en tiempos del Centenario de la Independencia, tal y como se muestra en este artículo al examinar las circunstancias históricas en que se inscribiría su producción editorial. Posada –como editor, historiador y conocedor de la obra de Caldas– demostraría un férreo interés por publicar la correspondencia del payanés como medio para salvar del olvido sus escritos. Este afán, anudado al interés historiográfico y editorial de la Academia Colombiana de Historia por la publicación de obras de figuras notables de la patria como Caldas, se concretaría en la edición de sus cartas en la colección Biblioteca de Historia Nacional. La vocación editorial de la Academia mostraría no solo el propósito institucional de publicar el epistolario del payanés, sino que pondría de manifiesto la intención oficial de auspiciar una edición útil para configurar unas memorias patrióticas sobre Caldas, sobre toda una generación y, más allá, sobre la época de Independencia, amparadas en epítetos como la ciencia y la sabiduría. Siendo estos algunos de los principales valores enarbolados por una nación que conmemoraba sus primeros 100 años de existencia y echaría mano de su pasado en busca de elementos que le aportaran unidad y sentido de pertenencia. Todo lo anterior pondría de relieve cómo en la concepción, realización y publicación del epistolario de Caldas confluirían motivaciones personales, institucionales y oficiales que harían de la edición un documento-monumento, susceptible de condensar en un momento histórico –el del Centenario– intencionalidades de distinto orden y, en este sentido, producir y movilizar diversas memorias capaces de permanecer en el tiempo como aquellas aún palpables sobre Caldas.

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Cartas de caldas (1971) / Sandra Milena Ramírez // 83


“Doble historia de Afortunado y Mensajero� 2015.


Entre una fuente y una estatua: Resonancias de Caldas

Caldas

El Arte y la Ciencia

Rafael Mauricio Méndez Realizó estudios de Letras y Filosofía, y de Artes Plásticas, en Bogotá. Posteriormente, adelantó estudios posgraduales en Ciencias del Arte en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro. Ha desarrollado diversos proyectos de creación interdisciplinaria, entre los que se destacan “VICACHÁ: El resplandor del agua en la oscuridad” (2015); ESPERPENTO (2016) y EXPULSIÓN (2014). Escritor de ensayos, narraciones y novela, podemos mencionar: La muerte del Saltimbanqui. Ediciones Oblicua, Barcelona, 2015 y El callejón del humo. Bogotá: Icono Editorial, 2014. Actualmente se desempeña como profesor en la Universidad Distrital

RESUMEN La imagen de Francisco José de Caldas, en el centro de la ciudad de Bogotá, sostiene una organización existencial que ordena el día a día, desde la certidumbre, la claridad y la opacidad perceptiva. Pero un análisis detenido, a partir de las herramientas conceptuales y metodológicas aportadas por Aby Warburg y sus principales comentadores, nos arroja a una experiencia radicalmente diferente. PALABRAS CLAVE Imagen, sobrevivencia, historia, tótem, fetiche.

Sug fuente pas sug estatua: Resonancias de Caldas MAILLALLACHISKA Francisco José de Caldas iuka sug imagen centro de Bogotá ciudadpi, ordena cada puncha, desde certidumbre, claridad opacidad perceptiva, Aby warbug trabajarca sug iuiaikunagua chimanda sug rigchakuna kkugsirka. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Imagen, sobrevivencia, historiape, tótem, fetiche.

Entre una fuente y una estatua: Resonancias de caldas / Rafael Mauricio Méndez // 85


Between a source and a statue: Caldas resonances ABSTRACT The image of Francisco José de Caldas, in the center of Bogota city maintains an existential organization that orders the day by day living, from certainty, clarity and perceptive opacity. Nonetheless, a close analysis based on the conceptual and methodological tools provided by Aby Warburg and his main reviewers leads the reader to a radically different experience. KEY WORDS Image, survival, history, totem, fetish.

Entre une source et une statue: Resonances de Caldas RÉSUMÉ L’image de Francisco José de Caldas, au centre-ville de Bogotá, soutient une organisation existentielle qui ordonne au jour le jour, depuis la certitude, la clarté et l’opacité perceptive. Mais une analyse minutieuse, basée sur

“Doble historia de Afortunado y Mensajero” 2015.

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les outils conceptuels et méthodologiques fournis par Aby Warburg et ses principaux commentateurs, nous lance dans une expérience radicalement différente. MOTS-CLÉS Image, survie, histoire, totem, fétiche.

Entre uma fonte e uma estátua: Ressonâncias de Caldas RESUMO A imagem de Francisco José de Caldas, no centro da cidade de Bogotá, sustenta uma organização existencial que ordena o dia a dia, desde a certeza, a claridade e a opacidade perceptiva. Mas uma análise detalhadamente, a partir das ferramentas conceituais e metodológicas aportadas por Aby Warburg e seus principais comentadores, nos transfere a uma experiência radicalmente diferente. PALAVRAS-CHAVE Imagem, sobrevivência, história, totem, fetiche.

“Doble historia de Afortunado y Mensajero” 2015.

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Introducción La figura de Francisco José de Caldas ha sido objeto de numerosas representaciones a lo largo de la geografía simbólica nacional. No es para menos. En ella se cifran buena parte de los anhelos colectivos y la idea que la sociedad colombiana ha construido de sí misma, y alrededor de la cual se han orquestado buena parte de las estrategias de consolidación de identidad y nacionalidad. Y, sin embargo, ya desde los albores de la República, cuando las ideas ilustradas y la consecuente aspiración democrática entraban con todo su vigor al escenario social, tales elaboraciones culturales fueron vistas con creciente desconfianza. Con incredulidad y escepticismo, no se trató, evidentemente, tan solo de la resistencia a la transformación que los sectores recalcitrantes de la época, favorecidos por el orden hispánico y la visión del mundo que suponía, opuso a la gesta emancipatoria. Se trataba, más bien, de una incongruencia descomunal entre el mundo social que efectivamente se sucedía en la cotidianidad, y el ideario ilustrado. Y esa contradicción de base, ese desatino fundamental se hizo historia y se consolidó en la torpeza, la crueldad y la insensatez que han caracterizado nuestro periplo colectivo. Este artículo, a través del análisis fenomenológico de la imagen de Francisco José de Caldas, ubicada en la Plaza de las Nieves, en el centro de Bogotá, y a partir de las premisas que sobre el orden de las imágenes desarrolló Aby Warburg, se ubica en dicha contradicción y sobre ella instaura una invención estética. Mi participación en este foro supone clarificar unas cuantas cuestiones iniciales. Una de ellas, quizá la más importante, enfoca en aquello que se denomina en ámbitos académicos como el lugar de enunciación. Es decir, aquel territorio espiritual y de pertenencia desde el cual se emiten todos los juicios, apreciaciones y cuestionamientos, y a partir del cual se cobran fuerzas para entretejer descripciones e hipótesis. Pongo de manifiesto, entonces, que no hablo como historiador, y que mi territorio no es el de las ciencias, sus extensiones o derivaciones. Me dirijo a ustedes como un hacedor de imágenes, un imaginero, si se quiere, que distribuye y entreteje todas sus acciones desde un convencimiento radical, a saber: que la imaginación es una facultad que produce conocimiento y que desde la imaginación, es decir, desde el ordenamiento de las imágenes, puedo acceder a ese territorio en el que se escenifica de manera prioritaria la experiencia de la vida: el mundo de lo concreto. Frente a la explicación, dispositivo mediante el cual el conocimiento hegemónico despliega sus estrategias, y que a despecho de su arrogancia pasa por encima de la tozudez de los hechos concretos, sin apenas rozarlos, se propone la expresión. Pues expresar supone una complejidad que resulta en el acto de verter en moldes convencionales, la intimidad extrema de una experiencia. Se enraíza, por tanto, en lo específico y da cuenta de la sorpresa y el vértigo de la vida. La vida, al final, es el propósito, la justificación y el baluarte. La vida y su territorio de lo concreto -y he aquí ya, otra de esas cuestiones iniciales que he referido- que se hace realidad aprehensible en los fenómenos. Buscamos, entonces, fenómenos. Y los producimos también. Y para ello, hemos urdido una serie de artimañas que nos posibilitan acercarnos con la sagacidad, la prudencia y la delicadeza del cazador que se aproxima a su presa desde el silencio y la discreción. Nunca es suficiente, por supuesto, y al final siempre se tiene la agridulce experiencia de haberse acercado lo bastante como para hacerse ilusiones, y sin embargo, comprobar al final que las cosas y las experiencias escapan. Tal es el caso de Francisco José de Caldas, o, mejor, de su imagen escultórica emplazada en el centro de la antigua Plaza de las Nieves, hoy Plaza Eduardo Umaña Mendoza.

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Ahora bien, y esto podría constituirse como una tercera cuestión fundamental, los fenómenos que estamos procurando y los que pretendemos construir, se nos dan siempre y solamente en su calidad de imágenes. No contamos con otra posibilidad. Sean estas visuales, auditivas, sinestésicas, olfativas, mentales, o de cualquier otra procedencia, es a través de ellas que los fenómenos alcanzan nuestra consciencia. No sería exagerado afirmar que el mundo entero, con toda su complejidad, consistiría en una desmesurada sucesión y yuxtaposición de imágenes respecto de la cual actuamos de una u otra manera. Así, puesto que nos proponemos acercarnos a la plaza Eduardo Umaña Mendoza, y a través de ella, a Francisco José de Caldas, estableciendo una conversación con los fenómenos que los constituyen, tenemos que dirigir esa conversación hacia las imágenes desde las cuales esa realidad cobra vigencia, constituida en hechos concretos. La cuarta cuestión que me parece determinante resaltar, califica nuestro trabajo como un ejercicio de montaje. En efecto, desde el momento inicial en el que enfrentamos el fenómeno múltiple Plaza Eduardo Umaña Mendoza, hecho experiencia de lo concreto, hasta la constitución de una composición final, aprehendemos dicho fenómeno –a través de la captación de las imágenes mediante las cuales esa complejidad fenoménica accede al mundo de la realidad– lo clasificamos y examinamos, y le imponemos un orden. Es decir, al uso del procedimiento cinematográfico, generamos una organización completamente imaginaria, de la que resulta la ilusión de una realidad otra, perfectamente coherente y verosímil. Tan verosímil y consistente, como esta otra realidad que todos compartimos, que no osamos desafiar, pues suponemos autónoma e indiscutible, y que llamamos realidad histórica. Afirmamos, con toda claridad, que si en una obra de la imaginación nos encontramos con la astucia del creador que organiza sus pedazos de manera cuidadosísima al punto de que consigue engañarnos e imponer como real el fruto de su arbitrariedad y capricho, así mismo sucede con la historia, la realidad, el mundo entero y, por supuesto, con la Plaza de las Nieves, hoy Plaza Eduardo Umaña y con la imagen de Francisco José de Caldas, a propósito por el cual estamos aquí reunidos. Finalmente, es necesario inscribir la presente participación en el trabajo investigativo y creativo del grupo ATHANOR, en cuyo nombre me dirijo a ustedes. En efecto, dicho colectivo decidió convertir la Plaza Eduardo Umaña Mendoza en su objeto de indagación. Se pretendía entablar un diálogo con un territorio urbano específico, con el ánimo de recalar en su fisonomía más profunda, y secreta, y de relatar los pormenores de esa conversación. Al final se trataba de acceder, como queda dicho, al mundo concreto que se despliega en la cotidianidad de la plaza, vale decir a los fenómenos que convergen allí, de innumerables maneras. Ese trabajo se realizó en su momento y es en el contexto de la experiencia aprehendida que Francisco José de Caldas adquirió el sitio que le conferimos y que, ahora, en gracia de una nueva circunstancia, cobra autonomía. Porque, y esta es la última de las condiciones mencionadas que quiero poner de presente, la determinación universitaria que declaró el presente año de 2016, así como los próximos 2017 y 2018, como años para reflexionar institucionalmente en torno a la figura de Caldas, nuestra presencia tutelar, nos incentivó a proponer una serie de proyectos a escala urbana, del cual este, que estoy relatando, formaría parte. Se pretendía socializar frente al gran público bogotano tales propuestas el próximo mes de octubre, coincidiendo con la fecha de la conmemoración del fusilamiento del prócer. Las circunstancias, por muchos sabidas, que paralizaron la vida académica de la universidad y de la facultad recientemente, no lo hicieron posible. Esta presentación tiene, entonces, un poco el sabor de las cosas que nunca se alcanzan.

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Para conversar con Caldas, o mejor, con su estatua, lo hicimos, en primera instancia, con la plaza. Y lo acometimos a partir de una serie de convencimientos que sostuvieron conceptualmente la conversación y que, sobre todo, consolidaron una metodología. Como imagineros que somos, insistimos en ello, nuestro hacer se sitúa desde y hacia la ordenación, consolidación e invención de imágenes. Pues si no perdemos de vista que nos interesa, prioritariamente, la vida, hecha realidad en el mundo de lo concreto, que es fenómeno y que se da a la conciencia de los hombres en la explosión de la imagen, es en ella y a partir de ella que nos incumbe ordenar nuestras acciones. Y, sin embargo, a la hora de hacer efectivo tal propósito se hizo evidente una dificultad básica: respecto a las imágenes, tal y como sucede con tantas otras nociones que se dan por entendidas, los prejuicios y los presupuestos, ofuscan y confunden. En efecto, ha hecho carrera en muchos ámbitos, una noción de imagen que privilegia, de manera casi exclusiva, los componentes visuales. Y sin embargo, para efectos de nuestro trabajo, tal confinamiento empobrece y paraliza. Como ya fue dicho, y me disculpan la insistencia, entendemos por imagen, cualquier afectación del mundo en la conciencia. Sonidos, olores, sabores, colores, formas, texturas, movimientos, pensamientos, y demás experiencias de la subjetividad humana, se hacen realidad en la medida en que son imágenes, es decir, relaciones, y es de esa manera que nos acercamos a ellas. Ahora bien, una imagen, todas y cualquiera, es un dispositivo sorprendente. A partir de los trabajos del pensador austriaco Aby Warburg, y de uno de sus principales exégetas y continuadores, el filósofo francés George Didi-Huberman, sostenemos que las imágenes, a despecho de su condición y procedencia, son espesas y convulsas. Acarrean consigo sobrevivencias, cuentan todas con una vida póstuma, fantasmal, en cuyo espectro se agitan y convulsionan insospechadas presencias que pugnan por aparecer, y que padecen la tiranía de esa otra aparición que se impone a nuestra conciencia con sus pretensiones de unicidad, simplicidad, continuidad, coherencia, opacidad y temporalidad única. Y, por otra parte, en estrecha relación con esta perturbadora vocinglería que aturde e incomoda a las pretensiones hegemónicas del mundo que se despliega al frente nuestro, cada imagen, y cada uno de los fantasmas que la constituye en promiscua contigüidad, es portadora de una agonía, de un pathos, de una rotunda afectación. Fantasmas y agonías, son pues, los constitutivos fundamentales de cada imagen. Ahora bien, a la hora de recorrer el paisaje urbano de la Plaza Eduardo Umaña Mendoza, ¿con qué imágenes nos encontramos? Con multitudes. No exageramos en modo alguno afirmando que una interrogación minuciosa de la plaza nos permitiría hacernos una idea cabal y ajustada de la realidad contemporánea y genealógica de nuestro país. Eso que somos, –que incluye de manera viva y activa, no como recuerdo domesticado o letra muerta,

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lo que hemos sido, y que en el sentido de nuestra búsqueda seguimos siendo– se encuentra allí, a disposición del creador, a condición de que su búsqueda renuncie, hasta más allá de lo posible, a las ideologías y los presupuestos, que imponen su despotismo a la experiencia de los hechos concretos. Es decir que se imponga la difícil tarea de pasar por encima de su pertenencia, o, reciclando una figura presentada en su momento por Martin Heidegger, de saltar sobre su propia sombra. Material durísimo –y terquísimo– contra el que se han abollado los más variados instrumentos construidos por nuestra tradición. Se trata, en síntesis, ni más ni menos que de existir al margen de la subjetividad, del punto de vista, del lugar de enunciación, de la historia, del lenguaje. No pretendemos, por supuesto, dar cuenta de semejante dificultad, pero sí nos preciamos de tomárnosla en serio y de intentar acercarnos a ese estado ante-predicativo del niño, o del alienígena, que enfrenta los fenómenos mediante los cuales se despliega la realidad, desde la más radical indiferencia, en el ejercicio escueto del desinterés. Esta actitud se hizo imperativa sobre todo en dos momentos de la conversación entablada con la plaza: a la hora de la recolección de las imágenes y, sobre todo, en la fase de la clasificación. Pues, en síntesis, de lo que se trató, en primera instancia, fue de construir un archivo y de inventar una taxonomía. Para ello nos sostuvimos en los procedimientos que otros personajes, antes que nosotros, idearon con el ánimo de salirle al paso a problemas similares al que estábamos enfrentando: el azar y la negación de la voluntad perceptiva (al respecto podemos recordar, entre otros, el trabajo musical de los serialistas, los planteamientos dancísticos de Merce Cunnigan, las propuestas del Dadá…). Así, nuestro equipo, renunciando de manera expresa al ejercicio de la voluntad y de los criterios de escogencia capturó un

total aproximado de ochocientos setenta imágenes entre fotografías, videos y grabaciones de audio. Allí aparecieron los seres y presencias que constituyeron la realidad fenoménica de la plaza en el momento específico en que fue abordada. Con dicha información constituimos nuestro archivo y procedimos a su ordenación básica. Trabajo dispendioso del que bastaría por declarar que fue resultado del azar y de la preocupación por construir unidades básicas iconográficas con las que acometer la construcción de secuencias elementales a ser combinadas en una composición. Hasta aquí podríamos convenir que tanto el material acopiado, como la primera organización (que nosotros llamamos tríos) se realizó minimizando hasta donde nos fue posible, la subjetividad de los investigadores. Dispositivos fotográficos y de video obturados automáticamente, sin mirar a través de ellos, sin tomar decisión alguna, y por tanto, sin ninguna posición. Grabadoras de audio, accionadas sin más, durante un tiempo determinado, sin ningún tipo de intención o preferencia. Pero una vez constituido este otro archivo, acudimos a un instrumento sumamente racional. Una plantilla desarrollada pensando en atrapar toda la información perceptiva básica, y de abrirnos un territorio de asociaciones culturales y simbólicas. Se trató de un análisis iconográfico de las imágenes, previamente organizadas en tríos, mediante la aplicación de dicha plantilla. Laboriosísima tarea que supuso, como presupuesto, el despliegue de la subjetividad de cada uno de los miembros del equipo de trabajo. Pues, al contrario de las primeras fases del proceso, que pretendían hacer abstracción de la personalidad e historia íntima de los investigadores, en este caso nos propusimos construir a partir de ellas. Cada quien abrió el compás entero de sus posibilidades asociativas, y sostenido sobre ese repertorio cultural que se puso en común, nos encontramos con un territorio sumamente definido.

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“Doble historia de Afortunado y Mensajero” Fotomontaje: Ana Beatríz Pulido. 2015.

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Se trató de la identificación de una especie de centros de magnetismo de los cuales emergieron las presencias arquetípicas, así como la constelación de sus asociaciones culturales, de la diosa, el desaparecido, el muro de las lamentaciones, los ancianos y el héroe. Nuestro héroe, Francisco José de Caldas. Entrelazando sus mutuas apariciones y complejidades, las referencias iconográficas que desplegaron a nuestro análisis, el intrincado juego de sus agonías y pasiones, ordenamos una pieza que en su momento fue socializada. Ahora bien, fundamental, el trabajo de poner con, de com-poner, nos arrojó al territorio de ese otro elemento que, a partir de los trabajos de Aby Warburg, reconocimos como fundamental a la hora de tratar con imágenes. Me refiero a su condición de portadora de agonías, de patetismos. Hasta ahora tratamos con su naturaleza fantasmal, pero en este momento esa fantasmalidad, esa espesura habitada por presencias que lejos de haber desaparecido vibran y pugnan por aparecer a la percepción del sujeto cotidiano, está acompañada, además, por una sucesión de agonías. Pues bien, comprendiendo el esfuerzo compositivo en las inmediaciones de las instrucciones aristotélicas que recomendaban la ordenación de acciones, y entendiendo por acciones un amplio repertorio de enfrentamientos que se experimentan en todos los territorios de la expresión artística, y no solo en la especificidad escénica, entramos a la labor de componer propiamente dicha. Y, sin embargo, acometer esa tarea solo es posible si se cuenta con un código, con un dispositivo que le otorgue coherencia a la enorme diversidad que hemos provocado, a saber: el mito. Tratándose de la pieza que he referido y que se llamó “Doble historia de Afortunado y Mensajero”, dicho mito fue apropiado en la narración de los hermanos Grimm, “Los tres pelos del diablo” y de la relación de esa historia con una ficción bogotana que construimos a partir de una fotografía

del archivo del Muro de las lamentaciones. Desde allí, contribuyendo a esa lógica imaginativa, enfocamos en la figura del héroe, Francisco José de Caldas y le otorgamos un sentido y una dimensión. Y cuando apareció la posibilidad de construir una propuesta autónoma que desarrollara la figura del héroe, para ser presentada a propósito de la conmemoración del segundo centenario de su fusilamiento, ese sentido y esa dimensión fue nuestro punto de partida. Ahora bien, como sabemos, el proceso se truncó, pero los basamentos están vivos y queremos presentarlos ahora brevemente. Como es evidente, él, Francisco José de Caldas, su realidad concreta de ser humano y vivo no está presente allí. Está una estatua. Un monumento de bronce que fue fundido por el escultor francés Charles Raoul Verlet, donado por los socios del Polo Club e instaurado, en reemplazo de la antigua fuente de bronce, como una de las acciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia de Colombia, en el mes de agosto de 1910. A partir de entonces la plazuela fue llamada Plazuela de Caldas, nombre que se impuso sobre el antiguo de Plaza de Jiménez de Quezada, con el que se conoció desde 1884, cuando aún se conservaba la pila pública de piedra, que luego, para el año de 1897, fue sustituida por la de bronce en cuyo lugar se instauró la escultura de Caldas. Así pues, antes de las celebraciones del centenario de la Independencia, la estatua que conocemos se encontraba allí. Su lugar, como queda dicho, se encontraba ocupado por una pila de agua que surtió desde 1650, a los habitantes de la vieja ciudad de Bogotá. El cambio fue significativo, pues el uso del espacio público común, antes del centenario, estuvo siempre asociado a un concepto utilitario y práctico del espacio, obviamente asociado a la simbología religiosa, como era de esperar en una villa colonial hispánica, pero claramente enfocado en la procura de condiciones pragmáticas de tipo comercial y de aprovisionamiento. Así, mientras en la colonia las plazas se sostenían alrededor de actividades puramente prácticas, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, esta condición de uso dio paso a la instauración de espacios de culto. Y como tales –sin que la naturaleza de la ceremonia fuere religiosa o civil, como sucedió a partir de la instalación de la estatua de Caldas– se trató de la exaltación del simbolismo y la representación, ordenados en torno a la condensación en

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imagen de unos ideales colectivos que se consideraron indudables y modélicos. La estatua de Francisco José de Caldas, como las de muchos otros personajes que en ese momento de la historia del país poblaron los espacios públicos, consolidó un ideal colectivo en torno del cual se instauró un ideal de nación. En ese sentido operó a la manera de las imágenes tutelares que las comunidades humanas, desde tiempos inmemoriales, han construido para consolidar y preservar un imaginario colectivo, una noción del cosmos, una versión de lo posible y lo imposible, lo decible y lo innombrable, lo justo y lo abominable, lo bello y lo aborrecible. La estatua del sabio Caldas, erigida en el centro de la plaza que llevó entonces su nombre, surtió la función simbólica del tótem. Pero así como sabemos que esa imagen no estuvo siempre ahí, sabemos que su función totémica no le era exclusiva. Con Warburg afirmamos que las imágenes portan consigo los fantasmas que sobreviven de otros tiempos y que, contrario a lo que podríamos suponer casi como una verdad revelada, esos tiempos no han dejado de pasar. Siguen sucediendo y su estrépito nos convoca y empuja a la acción. Es cuestión de, en palabras de George Didi-Huberman, Dar tiempo a la imagen: es la única condición para que ésta pueda salir a la luz, allende el momento histórico que documenta, todos los recuerdos, todas las resonancias culturales, todos los estratos superpuestos, todos los deseos y las protesta, las profecías incluso, que es capaz de transmitir.Y dándole tiempo, rastreando su fisonomía más oculta, siguiendo la sucesión de sus intemperancias y agonías, nos encontramos con esa fuente que las autoridades de la colonia instalaron en el centro de la plaza y que surtió de agua a los antiguos habitantes de Santa Fe de Bogotá en los tiempos en los que no había sido implementado ningún acueducto en la ciudad. No estamos, como queda dicho líneas arriba, en un modo ceremonial y simbólico de apropiar el espacio público. Por el contrario, aquí priman la rusticidad y transparencia de la vida. Y, sin embargo, esa mutación de maneras no compromete en momento alguno la condición sustancial que sobrevive, la función que se conserva y que se obstina en su aparición a través de los tiempos y las condiciones históricas. Siendo fuente o estatua, esa imagen preside la vida misma y en esa doble condición se instaura como el tótem alrededor del cual los seres humanos se comprenden y asumen, como el eje de su realidad. Y, entonces, aparece en nuestro actuar un procedimiento muy específico: la sustitución. Pues si constatamos, por una parte, la presencia en la imagen de constantes funcionales y estructurales, las sobrevivencias que desarrolla en su discurso Warburg y que en forma de “resonancias culturales” atraviesan los estratos perceptivos, y por otra, las particularidades de esa percepción, el despliegue de las características que constituyen la realidad histórica de la imagen, podemos sustituir unas por otras y establecer un ser híbrido, misturado, compuesto de manera definitivamente caprichosa, y sin embargo, dotado de poderosa coherencia. Y para ello, de nuevo, recurrimos al mito. Nos cuentan los hermanos Grimm, que hubo cierto reino en el que nació, en la más humilde cuna, un niño a quien un sabio hechicero señaló como “cobijado por el manto de la fortuna”. Ese niño, añadió el sabio, gracias a ese favoritismo, se convertiría un día en el marido de la hija del rey y, por lo tanto, en el soberano del reino. Y tanto fue el alboroto que las palabras del hombre levantaron, que llegaron a los oídos del rey, el cual, como era de esperar, recibió la noticia de la peor de las formas posibles. Se propuso entonces tomar todas las medidas que fueran posibles para evitar que el presagio se cumpliera y puso manos a la obra de inmediato. Disfrazado se llegó hasta el

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humildísimo hogar de Afortunado y convenció a sus padres para que, a cambio de una gruesa suma de dinero, se lo entregaran a él, pues el chico le había caído en gracia y él sí que podría darle una buena vida y una magnífica educación. Los padres cedieron, el rey carga con el muchachito en su caballo y se aleja, pero una vez que se sintió en total soledad, arrojó al chico con todo y sus humildes trebejos a la creciente de un río y se marchó. Como era de suponer Afortunado, como el Moisés bíblico, sobrevive sin un rasguño a la furia de las aguas y crece en un molino, pensándose hijo de los molineros que lo recogieron. El rey, pasados los años, lo reconoce y ensoberbecido se propone, ahora sí, deshacerse de él. En síntesis, ya que las peripecias que atravesó Afortunado, a la manera del Heracles helénico entregado a la maldad de su madrastra, fueron muchísimas y nuestro tiempo apremia, la prueba mayor que tuvo que afrontar fue la de robar los tres pelos de oro del diablo y regresar con ellos al castillo del rey. Pero para ello tuvo que pasar por tres ciudades, que nosotros bautizamos como sufrientes, cada una de las cuales atravesaba por el horror y entregarles el remedio a sus calamidades. En una de ellas la fuente del agua de la vida que presidía la plaza central de la población, se secó de un día para otro y todos los seres vivos fueron desapareciendo. ¿Cuál fue la causa de esa sequía repentina?, ¿cómo solucionarla y hacer posible de nuevo el surgimiento de la vida en la ciudad? Esas fueron algunas de las preguntas que Afortunado resolvió, como le correspondía a su condición excepcional y que nosotros enfrentamos a propósito de la imagen estatuaria de Francisco José de Caldas. Quiero recordar en este punto que el recorrido que estoy referenciando tuvo lugar a propósito de la Plaza de las Nieves, entendida como un todo, y orquestada alrededor del mito de los Grim y de la narración de las peripecias de un personaje a quien llamamos Mensajero y que captamos, al azar, como todos los demás, cuando caminaba por la plaza. Y que el tratamiento que desarrollamos entonces, tratándose del héroe, o sea, de Francisco José de Caldas, se debió enteramente a esa especial configuración. Y sin embargo, al momento de enfocar de manera prioritaria en él, nuestro prócer, la figura tutelar de esta institución, en torno a la cual confluimos en estos encuentros, esa resolución es completamente vigente y la rescatamos como punto de partida de otro proceso que queda, de esa manera, planteado. Así, renovando esta consideración, continuamos. La fuente y la estatua constituyen, por así decirlo, dos condensaciones históricas de la misma función estructural, del mismo tótem del cual derivan y dependen la vida de la ciudad y de sus habitantes. No nos es lícito calificar a la una como transformación, en línea temporal, de la otra, pues, a estas alturas estamos convencidos de que el tiempo, entendido como sucesión, no da cuenta de la complejidad que tenemos entre manos. Podríamos, entonces, hablar de cohabitación, de coexistencia, de simultaneidad, transparencia y opacidad. Son manifestaciones de distintos sustratos, resonancias desplegadas por estructuras poderosas que recurren en el tiempo. La una es fantasma en la claridad de la otra, y viceversa. Examinémoslas entonces. El agua de la vida que brota de una fuente, es una figura poética de gran potencia cultural. La iconografía, el psicoanálisis, la simbología, han enfocado en ella y han elaborado interpretaciones de variada complejidad. Y sin embargo, en el centro de esas lecturas y a despecho de su mayor o menor elaboración, se encuentra la simplicidad de un dispositivo artificial, construido por el hombre, una fuente, una pila, un abrevadero del cual mana un líquido precioso. Tan precioso que de él depende lo que los seres humanos entendemos como el bien supremo, la justificación y el sentido de todo: la vida. Podría tratarse de una redundancia, es claro, pues el agua sin más, sin calificativos, es la vida misma y la civilización contemporánea, atascada en su insensatez, tendría que comprenderlo de una vez por todas, pero el mito es muy concreto: Esta agua en particular, más que las otras que

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.


simplemente son agua, es el agua de la vida. Entre lo precioso, lo más precioso. Y es ese elixir, inefable, lo que se secó. Y es esa maravilla perdida lo que precipita a la ciudad en el sufrimiento y la desesperanza. Enfoquémonos ahora en nuestra estatua. Pero, a todas estas, ¿en qué consiste realmente una estatua?, ¿qué es una estatua? Tratándose de la fuente el asunto es claro. Contamos con innumerables variaciones de un mismo artificio: un dispositivo, en el sentido esclarecido por Giorgio Agambem, destinado al depósito y a la provisión de agua. ¿Y la estatua? En este momento, y para no adelantarnos al lugar al que queremos llegar, nos ubicamos en la función, en la sobrevivencia estructural y agónica que comparte con la fuente: así como ella, la estatua es, o debería ser, depositaria y dadora de vida, acumuladora y dispensadora de fuerza y energía vital. Pues el agua, tanto considerada como el líquido que hace posible la sobrevivencia física de los organismos, como en el sentido de metáfora de lo absolutamente imprescindible, no es lo único que cuenta tratándose de los seres humanos y de su realidad. Habitantes del tiempo y de la historia, los hombres requerimos un sentido, un saber, una certeza existencial, con la misma avidez con que nuestro aparataje fisiológico requiere del agua. La estatua, como tótem, como depositaria de las aspiraciones, certezas, relatos y valoraciones de una comunidad, le aporta a esa comunidad ese saberse a sí misma, ese “conformar”, “formar-con” su propia forma el mundo, sin el cual la vida no puede ser humana. Ahora bien, la fuente del cuento de los Grim se secó y en consecuencia de esa fatalidad la ciudad sufre y se encuentra al borde de la muerte. Nuestro sufrimiento social, que se constituye en una de las pocas certezas con las que podemos contar en nuestra convulsa actualidad, ¿a qué lo podemos atribuir? Volvamos un poco atrás: el agua de la vida emana de la fuente situada en la plaza de la ciudad. De la estatua situada en la plaza de nuestra ciudad, ¿qué es lo que emana? Observémosla. Acerquémonos al fenómeno, a las imágenes que lo constituyen. En este momento nuestro trabajo enfocó en la constelación de resonancias culturales que las imágenes desplegaron. Fueron captadas en un momento determinado, sin propósito alguno, sin ideas previas, sin juicios estéticos, expresivos o ideológicos. Al azar. Y al azar encontramos una que nos determinó de manera definitiva. La llamamos, a posteriori, de varias maneras: el Obispo, el Barquero, el Fogonero. Se sigue un juego libre de asociaciones. Ese signo que aparece en la cabeza del mendigo que recicla una caja de cartón, el de anarquía, repercutió en la subjetividad de uno de los miembros del equipo, como el de una mitra que enaltece la frente del personaje y lo ubica en una específica condición. El portador de la mitra ocupa un lugar de privilegio en la jerarquía cristina y se ocupa de guiar a los creyentes y de evitarles la confusión y el error. Pero la mitra no es una imagen muda; todo lo contrario. Si buceamos a una mínima profundidad a través de sus estratos nos encontramos con un dios poderoso que estrangulaba a los toros con las manos y que se encuentra en la base del extensísimo y muy complejo ritual taurino que atraviesa la historia occidental desde tiempos prehelénicos hasta nuestros días. Allí están, pues, Creta, las vírgenes destinadas a la acrobacia del toro y, sobre todo, la historia del rey Minos, quien arrastrado por su codicia intenta engañar a Poseidón y se ve condenado a la presencia del Minotauro, monstruo fatídico, engendro de su propia casa, a quien no puede menos que encerrar en los meandros del laberinto. Y allí están, también, en consecuencia de ese encadenamiento de fatalidades, los adolescentes que cada tanto tiempo habían de nutrir la voracidad del Minotauro y que el rey despótico cobraba como botín de guerra. Y entonces cruzamos nuestro propio espacio de percepción y de referencias simbólicas y nos encontramos con la imagen de Daniel, el desaparecido, cuya cabeza adosada a un poste

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de la electricidad va a ser objeto de sus propios flujos de resonancias culturales, pero que ahora, ejerciendo nuestro poder de relación de imágenes, colocamos, junto con tantos otros en nuestra historia política nacional, camino al sacrificio, convertido en pasto que nuestra propia monstruosidad devorará incesantemente (los desaparecidos). Pero este rastreo que desencadenó la fotografía captada en la estatua de Francisco José de Caldas y que nos llevó a des-cubrir todo un campo de convulsiones en la fisonomía aparentemente continua y transparente de la plaza, es solo el desarrollo de uno de los centros de condensación de las resonancias desplegadas por la imagen de la mitra. Hay otro foco que se impuso con toda vehemencia en el que el toro, de nuevo, se constituye protagonista de un ritual aterrador. Nos encontramos entonces con la ceremonia del toro de Falaris, una de las más atroces modalidades de tortura de que tengamos noticia. Era bastante simple: se construía un enorme toro de bronce hueco, con una portezuela en el vientre por donde la víctima era introducida al interior. Una vez dentro, la cerradura se accionaba y el desdichado quedaba herméticamente encerrado y sin ninguna posibilidad de escape. Entonces, ante el regocijo del populacho que concurría masivamente para disfrutar del espectáculo, se procedía a encender una hoguera debajo del vientre del toro hasta que el metal alcanzara el rojo vivo. El padecimiento de la víctima, encerrada dentro de esa caldera hirviente era inenarrable y sus gritos de horror atravesaban la concavidad vacía e irrumpían hacia el exterior a través de la garganta del animal, atravesando la ranura de la boca abierta de par en par. Esta espantosa caja de resonancia amplificaba los quejidos del desdichado que provocaban, dicen los cronistas, verdaderas avalanchas de aplausos entre el respetable público que consumía todo tipo de viandas y bebidas embriagantes para acompañar la agonía del torturado hasta el momento de su muerte. Los episodios del martirio eran comentados durante días y la popularidad del déspota crecía notoriamente con cada episodio de tortura. Nos preguntamos entonces qué tanto se distancia esa caja de resonancia medioeval con toda su bárbara eficacia espectacular, del amplificador inexorable de la industria moderna que nos presenta con periódica y sistemática regularidad los estertores de nuestros propios condenados, envueltos en atractivos anuncios comerciales, notas de entretenimiento, noticias deportivas y desfiles de farándula. Ahora bien, las imágenes con las que contamos nos demuestran que el toro de Falaris requería para su funcionamiento, de la eficaz labor de un operario; un personaje dedicado a la alimentación del fuego, un calderero. La eficacia final del dispositivo requería su puntual alimentación y en ese sentido la función agonal del fogonero, era imprescindible. Y entonces, hablando de calderero, de fogonero, de maquinista, nos encontramos en otra acepción funcional del mismo centro agónico, en otro estrato de resonancias en el cual la ignición incesante de combustible moviliza un mecanismo de producción del cual depende la totalidad de un proyecto cultural. Es la máquina de vapor, la locomotora, el barco, la planta eléctrica, la central atómica, en fin, el dispositivo industrial que protagoniza nuestra relación con el mundo y con la naturaleza…. Nuestro personaje central, entonces, el reciclador sentado sobre el pedestal de la estatua de Francisco José de Caldas, de obispo, conductor de almas, pasa a ser guardián de la puerta del laberinto, alimentador del fuego del toro y maquinista de un barco de vapor. Y la estatua, que en principio se reconoce como representación totémica, se ve transformada en cuerpo vacío que, a la manera del toro de Falaris, se nutre con la ignición de los cuerpos de las víctimas y amplifica sus alaridos, y buitrón de un aparataje industrial por el que emerge los residuos de la combustión que mantiene activa la producción industrial que no caracteriza como civilización. Pues bien, entre todas esas resonancias culturales y simbólicas que constituyen la imagen del

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mendigo, y a través de él, a Francisco José de Caldas, debo presentar una que fue determinante para nuestro trabajo. Pues esa vara de madera que portaba en sus manos el personaje reciclador y con el cual estaba interviniendo una caja de cartón, fue en su momento báculo de obispo, cetro de soberano, y ahora remo de un barquero legendario: Caronte. Cuenta el relato griego que las almas de los difuntos debían atravesar la corriente del Estigia para poder ingresar a la mansión final. Y que eso solo era posible abordando la barca que conducía un personaje implacable que solo franqueaba el paso a aquellos que tuvieran con qué pagarlo. El óbolo que cada alma debía depositar en las manos del barquero, so pena de vagar para siempre en la indeterminación, sin poder abandonar la vida, ni alcanzar la muerte. Este pasaje y este personaje nos recordó en su momento al barquero atado al remo a quien Afortunado, en el cuento de los Grim, debía rescatar como último precio para llegar a su destino. Pues bien, esas aguas tumultuosas que no podían ser atravesadas más que a bordo de la nave de Caronte y bajo su conducción, rodean la imagen de Caldas en el momento en que el personaje reciclador resuena en el modo del barquero y toda la estructura escultórica, la estatua misma, el pedestal y la base flotan sobre la turbulencia que nos corresponde. Retomemos. El hilo conductor que nos orientó a través de todas esas imágenes, fue la necesidad de responder a una pregunta básica: ¿cómo fue que la ciudad perdió su agua de la vida? En qué momento el tótem se depreció y deshizo, hasta el punto de transformarse en simple fetiche, imagen descargada de toda su potencia y su poder constructivo, útil no más que para sostener a flote un mecanismo infame que somete y esclaviza. Pues cuando una construcción cultural llamada a convocar las fuerzas vivas de la comunidad que le dio origen, se encuentra viva, no sucede en modo alguno lo que presenciamos en la Plaza, en general, y en particular en la estatua del héroe, en la figura modélica

en torno a la cual se ordenan los deseos, las expectativas y el sentido de futuro de la colectividad. Un culto, cualquiera que sea, genera tabú. Y su eficacia se mide, entre otras cosas, por las consecuencias que la ruptura de ese tabú conlleva. En efecto, al transgresor, a quien irrumpe en territorio sagrado se le castiga de manera ejemplar y su acto blasfemo le acarrea graves penalidades que pueden conducir a la interdicción, y a la muerte. No sucede nada parecido con la imagen de Francisco José de Caldas, sometida al ultraje, como la plaza misma, convertida en un vertedero de residuos, en una cloaca. La circunstancia de que las autoridades distritales se ocupen cada tanto en su limpieza y recuperación, confirma esta aseveración. Solo en el imaginario de unos cuantos, esta imagen ocupa un lugar de respeto y consideración, probablemente los mismos que a principio del siglo XX, a despecho de las graves circunstancias históricas que atravesaba la nación, celebraron el centenario de la Independencia con una transformación urbana que incluía la erección de esta imagen en el centro de la plaza. Minoría ilustrada a la que Indalecio Liévano Aguirre calificó con el mote de “los notables”, los cuales protagonizaron una revolución de independencia de corte republicano, en un país profundamente anclado en la ruralidad medioeval, e intentaron construir una nacionalidad moderna empeñando recursos estatales para sostener una ideología. La estatua de Francisco José de Caldas se constituyó en un intento más en este sentido y la suerte que desde entonces y hasta el presente ha sufrido, clarifica suficientemente los alcances de esta pretensión. Tal era, a groso modo, la situación en la que nos encontramos en el momento en que apareció en nuestro horizonte creativo e investigativo la posibilidad de ocuparnos focalmente de la imagen de Francisco José de Caldas, erigida en el centro de la Plaza Eduardo Umaña Mendoza. Entonces volvimos a ella, a su transcurrir fenoménico, con el convencimiento, que

Entre una fuente y una estatua: Resonancias de Caldas / Rafael Mauricio Méndez // 99


pronto se confirmó, de que un nuevo acercamiento nos depararía enormes sorpresas. Y así fue. Entre muchas otras nos reencontramos con una imagen que decretaba, de nuevo desde el ámbito de las ideas, un nuevo nombre para la plaza, el de Eduardo Umaña Mendoza, otro héroe a la manera de Caldas, sacrificado como él, en una nueva oleada de violencia. Alcanzamos, antes de que la crisis universitaria nos lo hiciera imposible, a convocarlos a una conversación y obtuvimos una respuesta positiva. Luego todo se hizo confuso y bueno… ya veremos qué pasa.

Conclusiones Las construcciones humanas se transforman con el tiempo. Y, sin embargo, aceptando ese devenir que se despliega en cada caso según una lógica más o menos predecible, sorprende, a los ojos de quien se inclina por aceptar la evidencia que ofrece la realidad, que haya transformaciones tan abruptas. La imagen de Francisco José de Caldas es uno de esos casos. Cuando se erigió en el centro de la Plaza de las Nieves, se propuso como un símbolo totémico que daba cuenta de las aspiraciones de la sociedad colombiana, de su entusiasmo de cara a las transformaciones de la modernidad y a los desafíos de la democracia. En el presente del siglo XXI, en cambio, siendo objeto de todo tipo de vejámenes, no alcanza otra

“Doble historia de Afortunado y Mensajero” 2015.

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condición que la de fetiche útil para la preservación de la infamia. Hemos querido ver, y hacer ver, este proceso de ocultamiento y re-velación con un propósito ambiguo: enfocar en el desatino y la agonía, no nos hace posible la salvación, pero nos permite dejar de buscarla.

“Doble historia de Afortunado y Mensajero” Fotomontaje: Ana Beatríz Pulido. 2015.


“Proyecto, Lobo - sombra”. Adrián Gómez. 2016


Caldas, entre arte y ciencia (siguiendo la ruta de un peregrino) RESUMEN Este texto articula nociones comunes al arte y a la ciencia, así como a la investigación y a la creación, a través de la figura del Sabio Caldas, en un diálogo entre sus experiencias, vivencias, vestigios, misterios, como cuerpo y como pensador. Alternando sus huellas, cartas y experiencias, con pensamientos de algunos investigadores y teóricos que dan cuenta de estos puentes entre pensamiento artístico y científico. PALABRAS CLAVE Mística, arte, ciencia, historia, contemporaneidad, resistencia, política, cuerpo.

Caldas ñambi katichirigkuna

Caldas

El Arte y la Ciencia

Adrián Gómez González Cuba, 25 de agosto del 1973. Bachillerato artístico en la Escuela Especial de Artes Plásticas “20 de Octubre” La Habana, 19841987. Academia de Artes “San Alejandro” La Habana.

MAILLALLACHISKA Kaipimi kilkaimasata kankuna arte i ciencia, investigación, krichii, imasata niku rigsi Caldas, imasa par kausarka paipa cuerpova pai iuiaiua. Apamurka sug runakunapa huella, kausaikuna, iuaikuna chasa sug iuiai ruraii científico iuñangapa. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Ministica, katirigchikuna, ciencia, contemporaneidad, resistencia, política, cuerpowa.

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Caldas, between art and science (following the route of a pilgrim) ABSTRACT This reflection work articulates common notions to art and science, as well as to research and creation, through the figure of “the learned”, in a dialogue between his background, living experience, vestiges, mysteries, as a body and as well as a thinker. Alternating his tracks, letters and experiences with some researchers’ and theorists’ thoughts who account for the bonds between artistic and scientific thinking. KEY WORDS Mysticism, art, science, history, contemporaneity, resistance, politics, body.

Caldas, entre l art et la science (en suivant la voie d un pelerin) RÉSUMÉ Ce texte énonce des notions communes à l’art et à la science, ainsi qu’à la recherche et à la création, au moyen de la figure du Sabio Caldas, dans un dialogue entre ses expériences, ses vestiges et ses mystères, en tant que

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corps et penseur. Ici s’alternent ses pistes, lettres et expériences, avec des pensées de certains chercheurs et théoriciens qui tiennent compte de ces ponts entre la pensée artistique et scientifique. MOTS-CLÉS Mysticisme, art, science, histoire, contemporanéité, endurance, politique, corps.

Caldas, entre arte e ciência (seguindo a rota de um peregrino) RESUMO Este texto articula noções comuns a arte e à ciência, assim como à investigação e à criação, através da figura do Sabio Caldas, em um diálogo entre suas experiências, vivências, vestígios, mistérios, como corpo e como pensador. Alternando suas digitais, cartas e experiências, com pensamentos de alguns investigadores e teóricos que dão fé destas pontes entre pensamento artístico e científico. PALAVRAS-CHAVE Música, arte, ciência, história, contemporaneidade, resistência, política, corpo.

“Proyecto, Lobo - sombra”. Adrián Gómez. 2016

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Introducción La figura de Caldas está marcada para nosotros por situaciones características de su época, que etiquetan su identidad como un clásico criollo, parte de un naciente americanismo o nacionalismo todavía en formación. Pero hay una historia oculta de Caldas que quizás sea más interesante que la conocida, una historia relacionada con sus pulsiones como cuerpo deseante, sus sensibilidades como cuerpo frágil, sus misterios como ser místico. Enigmas sugeridos en cartas pasionales que develan una posible sexualidad llena de misterio, en posibles creencias masónicas y alquímicas que tienden puentes entre ciencias y espiritualidad, por tanto, entre ciencias y arte. En esta relación ciencia - arte se posiciona el cuerpo como pregunta desde lo sensible, en esa relación contradictoria entre el cuerpo heroico, ideal triunfante, y el cuerpo efímero, frágil que se oculta en su interior. Se cuestiona la historia, la memoria, el monumento, y se relaciona el cuerpo Caldas con el cuerpo herido de nuestra Facultad, de nuestra ciudad. En primera instancia, quiero decir que no asimilo a Caldas como el héroe (en tanto figura histórica ideal) que la historia filtrada ha querido construir. Pero también debo decir que esto no es para mí un demérito hacia la memoria de tan importante personaje, por el contrario, la figura heroica inmaculada y semidivina nos obliga a una adoración que deshumaniza a la persona, sin embargo, desvestir el cuerpo de las telas “preciosas”, en extremo suntuosas que lo adornan de utópica perfección, nos permite acercarnos a lo humano, lo sensible, incluso lo frágil, por tanto, tejer lazos de identificación entre la figura histórica y nuestra propia humanidad. Este ha sido el intento constante de mi programa en la Cátedra Francisco José de Caldas, en la Facultad de Artes ASAB. Penetrar la coraza ideal de un héroe monumento y acercarnos a su cuerpo carne, a su mente humana y compleja, esto desde nuestras propias carnes y mentes, intuyendo, imaginando y dejándonos afectar por las huellas dejadas por este cuerpo mientras vivía, sus historias, sus rastros, textos, mapeos. Y fue precisamente este modo de acercamiento lo que permitió una identificación de los estudiantes con la figura de Caldas, pues, contrario a lo que se ha querido históricamente, imponer un héroe como modelo ideal que seguir

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es la mejor manera de alejarnos de él. La empatía muere si no percibimos fisuras de vida y muerte, de fragilidad y fuerza, de certeza y duda, de valor, pero también de temor, sin estas marcas humanas quedamos solo frente a un nombre vacío, una consigna para repetir, un artificio institucional. Por otro lado, nuestra propuesta en la cátedra, ha sido pensar otros lugares desde los nuestros. En este caso hay lugares generales (el cuerpo, el espacio, la contemporaneidad) y hay un lugar específico: el Arte. Aclarando que no partimos del arte en tanto producción (objeto, estética, ideales de belleza, especialidades técnicas) sino entendiendo el arte como un modo de pensar y de relacionarse con el mundo, a través de la intuición, la percepción, la observación. El arte como sensibilidad, como experiencia. Y es aquí que tendemos puentes con la ciencia y con Caldas, sobre todo desde ese territorio común (y no privativo de las artes) que es la creación, fundamentalmente, la creatividad. Me propongo validar la creatividad como resistencia, desde la misma necesidad creativa que hizo al Sabio Caldas sostenerse en una resistencia por la vida científica y política, hasta enfrentar la definitiva destrucción de su cuerpo en ruinas. Me parece importante plantear relaciones de sentido entre Caldas y nuestro contexto, entre su existencia humana y la existencia de nuestra institución (como proyecto educativo y como edificación) relaciones de Cuerpo martirizado, cuerpo de carne y de cemento, el humano y el edificado, el específico y el colectivo, el carnal y el social. Caldas prócer y Caldas institución, cuerpos en resistencia y tensión política interna, ambos frente a un paredón que siempre amenaza con descargar su ira en forma de fuego y metralla fulminante.

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Hay un enlace fundamental entre lo artístico y lo científico, se refiere a un modo de relacionarse con el mundo desde la observación, la mirada curiosa, atenta, esa misma observación que al mismo tiempo redescubre aquello que habita oculto en lo cotidiano, que devela los sentidos subyacentes bajo la superficie, aquella vida que late bajo la apariencia. En este sentido, la observación será un elemento transversal para los distintos referentes de este texto, como igual lo ha sido en la metodología de la cátedra que propuse y en el proceso de los proyectos realizados por los estudiantes durante esta.

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Dado que una bibliografía base de nuestra cátedra fue el libro Soy Caldas de Stefan Pohl Valero, será dicho libro un referente constante del presente texto. Finalmente, es necesario apuntar que la metodología de la cátedra se ha sustentado en una perspectiva investigativa desde la cual el análisis de lo puntual permite derivar en preguntas hacia lo amplio, de manera que, lo específico deviene síntoma de lo general. En este sentido, Caldas no es solo una figura individual, es, además, devenir de una época, de un contexto, de un territorio. Cuando nos referimos al cuerpo de Caldas es para preguntarnos por el cuerpo como un campo que implica una época y una cultura, es para cuestionar la corporeidad en nuestra sociedad a través de la historia y la contemporaneidad, esquemas corporales, modelos e ideales del cuerpo neogranadino. Para esto la cátedra propone, metodológicamente, unos ejes temáticos que los estudiantes abordarán a través de proyectos grupales, estos ejes son: –Caldas entre la historia y la contemporaneidad. –Caldas, mística y ciencia. –Arte y ciencia (el hipsómetro) –Arte y ciencia (clasificación botánica). –Caldas, la historia de un cuerpo. –ASAB y Universidad, orígenes y tensiones. –Universidad, origen. Para la estructuración de este texto tomaré algunos de los siguientes ejes.

Análisis 1. Caldas y mística (primer momento) Un enlace importante para plantear la relación entre arte y ciencia es la mística. Considero el campo de lo místico como un territorio que siempre ha relacionado arte y ciencias, esto desde raíces como la alquimia. Entendiendo lo místico no solamente como la adhesión a una religión específica, tampoco desde la validación de ciertos milagros y hechos sobrenaturales alejados de nuestra naturaleza humana, sino asumiendo un campo de misterios y sucesos (a veces aparentemente coincidenciales) que llevan nuestra vida por ciertos rumbos más allá de las lógicas racionales, concretas y definibles, implico entonces los misterios que parecen demostrar una posible confabulación de energías y sucesos. En este sentido la concordancia de Caldas con la mística no la planteo solamente desde ciertas acciones, tendencias, aficiones, o sospechas de relación a determinadas creencias (la masonería, entre ellas) tampoco, solamente desde la lógica histórica que ubica a Caldas en un contexto temporal marcado por pasiones hacia prácticas como el espiritismo (pues la negación de una creencia religiosa como poderío sobre la realidad, negación propia de la ilustración, contexto contemporáneo a Caldas, se da frente a la Iglesia como autoridad absoluta, no ante la diversidad de espiritualidades, enigmas o misterios del ser) sino que, en principio, lo analizo partiendo del mismo devenir místico que parece identificar la vida de Caldas desde su nacimiento, incluyendo la influencia que parece haber ejercido en su transitar la sombra de San Francisco de Asís. Caldas nace en 1768, el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, de ahí su nombre Francisco ¿qué influencia habrá tenido esto en su peregrinar, en su tendencia inevitable a la humildad? De manera curiosa (¿o de manera mística?) encontramos semejanzas entre la vida de Caldas y la de Francisco de Asís. El padre de Francisco de Asís era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales, así su hijo se vinculó a este ir y venir del comerciante, muy en coherencia con los viajes de Caldas relacionados con el comercio. Además, coherentemente con Caldas, Asís aprovechó estos viajes comerciales para llevar a cabo sus

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intereses particulares, en cuanto a la búsqueda de otros saberes y la observación curiosa del mundo. También a semejanza de varios sucesos personales y políticos de Caldas (experiencias de soledad, de martirio, de encerramiento) en noviembre de 1202, a raíz de la batalla de Ponte San Giovanni, Francisco de Asís estuvo en prisión aproximadamente un año. Para más coincidencias, Francisco de Asís formó parte del ejército, en su caso un ejército papal, bajo las órdenes de Gualterio de Brienne, contra los germanos. Pero más allá de lo anecdótico, la comunión más importante entre Caldas y Asís se evidencia en la observación de la naturaleza, la necesidad de peregrinar, la relación con las plantas, la búsqueda de una experiencia directa, empírica y sensible con la vida natural. El rebelarse ante paradigmas que intentan instaurar un poder del conocimiento en cerrados templos del saber, y, a partir de esta rebelión, salir al mundo, a recorrerlo y aprender directamente de él.

Otra conformación mística de Caldas, su signo (momento 2) Complementando (desde un pensamiento divergente) la investigación histórica basada en datos documentados con aportes derivados de campos enigmáticos y sentenciados por el pensamiento científico concreto, podemos reconocer una relación (¿mística?) entre las anécdotas en la vida de Caldas y las características de su signo zodiacal. Esto teniendo en cuenta que Francisco José de Caldas era Libra. Veamos entonces algunas características de una persona Libra.

Características de Libra Fortalezas: cooperativo (si bien Caldas se caracterizó por una vida científica en solitario, esto no se debió a su voluntad, siempre intentó, con éxito o no, ser parte de una comunidad y trabajar colaborativa y cooperativamente). Diplomático (más que ser un individuo de extremos Caldas parecía buscar mediaciones entre posiciones, ideologías y bandos. Por supuesto que en medio de conflictos y choques, pero siempre tratando de interceder diplomáticamente incluso ante su propia muerte). Debilidades: indeciso (esta característica se hace evidente en los ires y venires que identifican la vida de Caldas). Evita las confrontaciones, siente pena por sí mismo (esta pena se muestra claramente en las cartas de Caldas, desde aquellas en las que, según ciertos sucesos, lamenta su suerte, hasta la misma carta en la que pide piedad por su vida). Otras características de Libra: coherentes con los sucesos en la vida de Caldas: las personas nacidas bajo el signo de Libra son pacíficas y justas, odian estar solas (según sus propias cartas, los peores tiempos de Caldas, en cuanto a salud y ánimo, se dieron en los momentos de mayor soledad, por ejemplo, durante su estancia en el observatorio. También, según sus escritos, se demuestra la necesidad de estar acompañado, véase la amargura con la que reclama compañía y respuestas a ciertos amigos cuando estos comienzan a distanciarse). El compañerismo es muy importante para Libra y con su victoriosa mentalidad y actitud de cooperación, no soportan estar solos. Libra es un signo de Aire, intelectuales y de mente astuta. Los inspiran los buenos libros, las discusiones interminables y las personas interesantes. Suelen estar rodeados de arte, música y

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espacios bellos (lo cual es también evidente en la vida del Sabio, en sus intereses, sus motivaciones, sus amistades y proyectos, como el Semanario). A Libra le fascina la simetría y el balance. Los nacidos Libra prefieren la justicia y la igualdad y no son capaces de tolerar las injusticias. Evitan meterse en cualquier tipo de conflicto y prefieren mantenerse en paz, mientras eso sea posible. Característica determinante en la vida política de Caldas: el mayor problema de las personas nacidas bajo el signo de Libra es decidirse cuando se les obliga a tomar un bando. Si interpretamos humanamente la historia de Caldas, relacionando hechos y memorias escritas, veremos claramente a un ser humano tremendamente emocional. Las relaciones humanas causan gran afectación en él, la extraña relación sentimental con su prometida da cuenta de una extraña tensión entre frialdad y necesidad de compromiso, una necesidad que responde a las características emocionales de Libra, determinadas por la prioridad de encontrar la compañía ideal, en debate con las costumbres y obligaciones sociales de la época.

Análisis 2. Caldas creador Parto de la idea de un Caldas curioso, observador, intuitivo, sensible y frágil, autodidacta, empírico, apasionado por la vida (tanto que se resistió al máximo ante la muerte) formado en la experiencia, inventivo, creativo ante las necesidades y la precariedad de medios y retroalimentaciones de sus propios instrumentos, de sus herramientas, dibujante, paisajista. En una palabra: creador. Desde este carácter creativo, Caldas fabricó, en el patio de su casa paterna en Popayán, una pequeña plataforma que le permitiese observar fenómenos celestes, también fabricó algunos instrumentos, como un gnomon (para medir el movimiento del sol) un cuadrante (para realizar distintas observaciones astronómicas) y un cronómetro rudimentario. Luego, un pequeño telescopio que creó a partir de un par de lentes que había encontrado en Popayán, con el que pudo observar el anillo de Saturno, los satélites de Júpiter y las zonas oscuras de ese planeta.

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La creatividad se pone a prueba cuando la precariedad de los elementos se hace presente y es necesario hacer más con menos. Crear contando con una variada y rica diversidad de elementos es más bien adicionar factores, pero, siguiendo a Gilles Deleuze, el creador se revela en grilletes de estrangulamiento. Y, en este sentido, asumo a Caldas como un creador. Más allá de la innovación en tanto mejoramiento de un sistema, Caldas creaba sistemas, y su creatividad era fruto de la intuición, la necesidad transformadora y el impulso de resignificar su vida desde nuevos sentidos, siendo semejante a un artista en cuanto a lo que el filósofo Henry Bergson caracterizaba como un “Ser de salud pequeña”, no en el sentido físico, sino en relación con esa capacidad de dejarse afectar por cosas aparentemente insignificantes.

Arte y ciencia enlazados en la búsqueda de conocimiento. Analogía Caldas ‒ Siddharta Sabemos de lo multifacético de Caldas, reconocido como: científico, militar, geógrafo, botánico, astrónomo, naturalista, ingeniero y periodista. Pero todos estos roles se unificaban en algo específico: La sed de conocimiento. Y fue en el camino por saciar esta sed que transitó placeres, decepciones y, sobre todo, un ir y venir de varias frustraciones; así estuvo marcada su vida. Y es desde ahí que propongo otra analogía, esta vez entre Caldas y Siddharta (el personaje que da título al libro de Hermann Hesse) tejiendo puentes entre historias que son semejantes y nos ayudan a analizar nociones que son fundamentales para este texto. Enlacemos entonces estas historias.

La familia Siendo aún muy joven, Caldas se interesó por las ciencias, principalmente por la astronomía, pero a la edad de 20 años, y por decisión de sus padres, fue trasladado al Virreinato (Santa Fe de Bogotá) para comenzar sus estudios de Derecho. Situación que le generó un gran descontento, evidenciado en su cartas, en las que se refiere a dichos estudios como un encierro en un colegio donde no se veía más que

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desatinos de materia prima, asimismo escribe convencido que él no había nacido para jurisconsulto. Los que disponían de mis estudios y mi persona me remitieron a esa capital, me encerraron en uno de esos colegios en los que no se veía otra cosa que desatinos de materia prima, me pusieron a Vinio en las manos; pero yo no había nacido para jurisconsulto (Valero, 2009, p. 16). De la misma manera Siddharta siente la necesidad de recorrer un camino distinto al que su familia le había trazado, tentado por la necesidad de indagar abandona su hogar y parte a una búsqueda personal, se enfrenta a la autoridad de su padre y pasa unos años aprendiendo de los ascetas, samanas del bosque. Había empezado a presentir que su venerable padre y los otros profesores, junto con los sabios brahmanes, ya le habían comunicado la parte más importante de su sabiduría. Adivinaba que ya habían henchido hasta la plétora del recipiente y, sin embargo, el recipiente no se encontraba lleno (Hesse, 2002,p. 10). El recipiente posiblemente no se llene nunca, y la sed de conocimiento aun sin saciar obliga al curioso a iniciar un recorrido que quizás no tenga meta final definida. A la manera de Asís y de Siddharta, Caldas comienza una peregrinación, y sospecho que no era solo huyéndole a un campo determinado del conocimiento, sino a ese modelo de conocimiento que se sustenta solo en la teoría y olvida la experiencia y la vivencia, Caldas estaba interesado en la vida, y quería aprender sumergiéndose en el caudal de la realidad, recorrer, viajar, observar directamente. Enfrentado a su condición de salud, Caldas decidió dedicarse al comercio entre ciudades y poblaciones del virreinato. Su labor la desempeñaba viajando por diversos pueblos de la Nueva Granada, como Neiva, Timaná, Gigante o Pitalito, o atravesando las cordilleras y páramos de los Andes. Pero este pretexto comercial le sirvió para estudiar la naturaleza, de manera integral, involucrando también la experiencia de personas comunes, busca aprender directamente del mundo, a través de sus vivencias empíricas, habitando lugares concretos, por fuera del seminario y de la teoría. Caldas quería andar, experimentar, crear, descubrir, abrirse a un saber que no restringía solo a un libro o a un claustro, le cautivaba la experiencia, buscaba un saber que estaba en todas partes, las más sublimes y las más mundanas. Siddharta tiene una conversación con su amigo de peregrinaciones Govinda: Lo que hasta hoy he aprendido de los samanas, Govinda, lo hubiera podido aprender más rápidamente y con mayor sencillez en otro lugar. Se puede aprender en cualquier taberna de un barrio de prostitutas, amigo mío, entre arrieros y jugadores (Hesse, 2002, p. 20). Siddharta decide alimentarse de otros saberes, penetra en la llamada escuela de la vida, se sumerge en lo mundano, en el conocimiento empírico de lo cotidiano, del sobrevivir, trabajar, malgastar. Continuando la analogía, Caldas, en 1795, debió dedicarse al comercio de ropas (recordemos la relación con Francisco de Asís) en Quito, La Plata y Timaná, oportunidad que aprovechó para determinar la posición geográfica de los lugares que visitaba y para realizar observaciones de la naturaleza y de los usos y costumbres de los distintos pueblos. Su equipo de trabajo básico se componía de un barómetro, una brújula y un termómetro.

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Cuando no conseguía los instrumentos que necesitaba los construía él mismo, así, creativamente, fabricó un gnomon, un cuadrante solar y otros instrumentos de medición. Todas estas creaciones nacidas de la necesidad y la precariedad, grilletes de estrangulamiento ante los que Caldas respondía como corresponde a un creador. Pero Caldas no contaba con una comunidad científica que lo legitimara, y quería posicionarse, ser validado por los sabios de su época. Así como Siddharta buscó al gran sabio de su época Gotama, interesado por indagar la doctrina ya reconocida, Caldas también buscó aceptación y retroalimentación, llegando a Humboldt aunque finalmente sus utopías con el reconocido alemán no fueron satisfechas y Caldas debe continuar su propio camino, convencido de que solo con su propia experiencia, y no con la ajena, podría acceder a un conocimiento profundo. Siddharta se dirige con su amigo Govinda a conocer a Gotama, reconocido sabio, poseedor de la verdad más convincente según todos, habiendo escuchado a Gotama, Siddharta entiende que la doctrina no transmite la vivencia, por lo que sigue su camino a través de la experiencia personal. Los discursos no se viven como la experiencia misma, y la palabra sola puede ser insuficiente sin la vivencia real de un proceso de crecimiento. Esto es lo que siente quien desea incorporar los saberes del otro, del programa, del texto. Es eso lo que sintió Siddharta y lo que le llevó a dirigirse a Gotama y expresarle su reflexión en cuanto a la doctrina del sabio, sobre la misma, le dice: La has hallado con tu propia búsqueda, con tu propio camino, a través de pensamientos, ensimismaciones, ciencia, reflexión, inspiración. ¡Pero no la has encontrado a través de una doctrina! Yo pienso, majestuoso, ¡que nadie encuentra la redención a través de una doctrina! ¡A nadie, venerable, le podrás comunicar con palabras y a través de la doctrina lo que te ha sucedido a ti en el momento de tu inspiración!...esta doctrina tan clara y tan venerable no contiene un elemento; el secreto de lo que el majestuoso mismo ha vivido…Esto es lo que he pensado y comprendido cuando escuchaba tu doctrina y, por ello, continúo mi peregrinación. No para buscar otra doctrina mejor, pues sé que no la hay, sino para dejar todas las doctrinas y a todos los profesores, y para llegar solo a mi meta o morirme (Hesse, 2002, p. 34). En los últimos años del siglo XVIII, el joven Caldas había logrado adquirir a través de su innegable esfuerzo autodidacta, los conocimientos necesarios para convertirse en un astrónomo y geógrafo competente. Pero este esfuerzo autodidacta era martirizante por la limitación de posibilidades y medios, Caldas estaba marcado por la soledad, no pertenecía a ninguna comunidad científica que le retroalimentara sus análisis, no contaba con medios ni equipamiento adecuados. “¿Por qué me ha dado la naturaleza este amor a la sabiduría, si me había de privar de los medios para CONSEGUIRLA?” “¿Por qué me ha dado la naturaleza este amor a la sabiduría, si me había de privar de los medios para conseguirla?” (Valero, 2009, p. 25). Pero ¿no son precisamente estas limitaciones las que impulsan el talento y la inventiva? ¿No es por la ausencia de medios que nos vemos en la necesidad de usar aquello que nos pertenece, nuestra cabeza? Esa limitación podría ser la opción a la autenticidad, de hecho, por más que lo pidiera, por una causa o por otra, Caldas no perduraba mucho tiempo siendo parte de un mismo equipo de trabajo, ni tampoco permanecía mucho con algún gran maestro que le motivara y retroalimentara, incluso en ocasiones él mismo buscaba la

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manera de volver a su propia experiencia, pues parecía estar seguro de que ningún conocimiento le sería transmitido a través de experiencias ajenas. Motivado por su propia rebelión Siddharta da comienzo entonces a una indagación, poniendo en duda todos los discursos mediadores de un saber, pero no pone en duda al saber en sí. Seguro de su desconfianza comienza en una reflexión y se la comunica a su amigo Govinda1: “Creo que realmente no existe eso que nosotros llamamos “aprender”. Solo existe, amigo mío, un saber que está en todas partes…” Y este saber que está en todas partes mantenía a Caldas en constante tránsito, quería ser expedicionario, transitar, y transitó entre la admiración y la decepción ante Humbolt, la complicidad y la diferencia con Nariño, complicidad en la utopía de independencia, y diferencia total ante la postura centralizada de Nariño y su aversión a los federales, diferencia que hizo a Caldas irse a Antioquia y allí desarrollar sus labores como ingeniero militar, el odio y la dependencia a la corona española, pienso entonces que su interés no era asumir determinaciones políticas partidistas, no buscaba permanecer, y no puede hacerlo, pues la duda no le abandona, ni siquiera la que a veces siente por sus propios campos. En otro diálogo Siddharta le expone a Govinda su preocupación, preguntando

1. En 1898 nació en Alemania Lama Anagarika Govinda (Ernst Hoffman) de ancestros bolivianos. Pasó gran parte de su vida ya como adulto en Sri Lanka, la India y el Tíbet. Estudió y practicó el budismo perteneciente a distintas tradiciones. Inicialmente formó parte de una orden theravada y posteriormente se convirtió en lama. No es seguro que el Govinda de Hesse esté inspirado en este lama, no obstante, es de resaltar la semejanza entre ambos. Lama Govinda vivió hasta el año 1985.

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“¿vamos por buen camino?, ¿nos acercamos a la ciencia? o, ¿acaso andamos en círculo, nosotros los que pretendemos evadirnos del ciclo?” (Hesse, 2002, p. 21). Ante estas preguntas Govinda insiste en que, aunque les queda mucho por aprender, han avanzado bastante, fundamentando que las vueltas son en espiral, y que de esta espiral ellos ya han ascendido varios peldaños. Pero Siddharta no abandona la duda, aplicándola incluso al mayor de los profesores. Aunque es claro que la insatisfacción no se debe al maestro, el problema reside en que no es posible expandir la mirada desde un ángulo del conocimiento, se deben indagar todos los ángulos posibles, concatenar una pregunta a varias preguntas y a varias respuestas, aceptar que el saber está en todas partes, que se requiere indagarlo, pero que es un error el querer poseerlo en su totalidad. Es aquí que Siddharta (como Caldas) llega a la idea del conocimiento por la experiencia, experiencia de recorrido.

Conocimiento y experiencia La búsqueda de conocimiento de Caldas estuvo siempre enlazada a la experiencia, pues entendía el conocimiento desde la aplicación y no elevado en la abstracción total de la teoría. Si Caldas estudiaba el cielo, era para aplicarlo a la tierra, pues sus observaciones astronómicas iban dirigidas a un mapeo terrestre. Esta manera de entender el conocimiento tuvo, entre otras motivaciones, un detonante fundamental en las lecciones de física experimental, impartidas por Félix Restrepo en el Seminario de Popayán, basadas en una visión utilitaria de la ciencia, una ciencia práctica que daría las primeras bases a una búsqueda en el hacer, en la experimentación, en la creación de instrumentos aplicables, pensamiento que se pondría de manifiesto incluso en las labores de ingeniería que más tarde llevaría a cabo el Sabio en Antioquia. Estas


lecciones que en su adolescencia recibiría Caldas mientras estudiaba en el Seminario Mayor de Popayán, y que hacían parte del curso de filosofía, despertaron también en él nuevos modos de pensar y de plantear discursos, inspirados por su maestro Restrepo (a quien Caldas recordaría como un iluminado), dado del desdén que este guía sentía hacia las palabras vacías de la escolástica, escuela referente de aquella época. En la relación conocimiento-experiencia, encuentro otro paralelo entre arte y ciencia, paralelo mediado por la creación (entendida no solo como creación de objetos, sino también de sentidos, miradas, perspectivas, modos de pensar) y por el equilibrio subjetividad-objetividad, paralelo sustentado en una visión común a ambos campos: la visión simpatética Estamos acostumbrados a dividir nuestra vida en las dos esferas de la actividad práctica y la teórica y al hacer esta división fácilmente olvidamos que existe, junto a las dos, otra capa más baja. El hombre primitivo no es víctima de tal olvido; sus pensamientos y sus sentimientos continúan encauzados en este estrato original. Su visión de la naturaleza no es puramente teórica ni meramente práctica, es simpatética (Cassirer, 2003, p. 127). El conocimiento es experiencia y en la experiencia se demuestra, experiencia vivencial. El conocimiento es antídoto, y se destila de la realidad. La teoría y la práctica no están separadas, conviven en un armónico equilibrio en el que la existencia de una garantiza que exista la otra. Analizando las experiencias de Caldas puedo afirmar que su visión del mundo era simpatética.

Arte y ciencia. El hipsómetro En la Cátedra que dicto, la relación entre arte y ciencia a través del hipsómetro se plantea desde diferentes perspectivas, desde lo objetual (en tanto cualidades estéticas del objeto, y la producción misma de un objeto de manera creativa) hasta los modos de hacer, de pensar y, en últimas, de relacionarse con el mundo y responder ante las disyuntivas que este nos plantea. Ratificando que el arte no es un asunto solo de producción de objetos, lo cual lo limitaría a un oficio determinado, sino también un tipo de sensibilidad. Lo que implica que ciertas personas, aunque no produzcan objetos artísticos, tienen sensibilidades compatibles con la sensibilidad artística, actuando como personas en cuyo interior late el arte, aunque no produzcan “obras de arte”. De modo que encontramos compatibilidades entre arte y ciencia en cuanto al suceso que más tarde derivaría en el hipsómetro, no por el objeto, sino por la manera de llegara a él. Basado en esto, paradójicamente, considero el hipsómetro (esa invención que, según la historia, consagró a caldas como científico) la prueba de que Caldas no actuaba como el científico tradicional. Encuentro en el suceso que dio lugar al hipsómetro un ejemplo de intuición, una demostración de que el azar y el accidente son situaciones propicias para descubrir y crear. En 1793, en un viaje al volcán de Puracé, midiendo la temperatura de la nieve, Caldas rompió accidentalmente su termómetro. Volviendo a Popayán lo reparó y para esto tuvo en cuenta el punto de ebullición del agua como referencia. Al calibrar la graduación, encontró que los nuevos grados de la escala eran más pequeños que los que tenían el termómetro original. Realizando diferentes experimentos y recurriendo a varios textos, Caldas concluyó que el punto de ebullición del agua variaba con la altura. Caldas pensó que lo único que había que hacer era construir una escala especial que permitiera convertir la lectura del termómetro en una medida de altitud. Con esto había encontrado un método original para medir la altura sin necesidad de recurrir al barómetro, era ya entonces posible calcular la altitud utilizando únicamente

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un termómetro, es decir, Caldas estableció que la temperatura de ebullición del agua es igualmente proporcional a la presión atmosférica y que por tanto era posible calcular la altitud (1801). Pero lo interesante es que el azar haya estado presente para que fuera posible este descubrimiento, el azar y la intuición, nociones que ponen en relación la investigación y la creación, el arte y la ciencia. Con el hipsómetro de nuevo se hace presente esa humanidad imperfecta, y se demuestra que Caldas estaba aún en un proceso de aprendizaje, pues sus datos no fueron organizados en secuencia ordenada, sino según los acontecimientos (distinto a como lo haría un científico tradicional, y más como lo haría un explorador sumergido en la experiencia) de este modo el descubrimiento no ofrecía gran utilidad, fue Humboldt quien organizó los datos tomados por Caldas de modo creciente. Caldas había aprovechado los viajes con Humboldt para compartir sus ideas, pero sobre todo para alimentarse de más información, también bibliográfica, gran parte copiada a mano de los libros de Humboldt que, discretamente y a escondidas del alemán, le pasara el asistente de este y compañero de cuarto de Caldas. De estas transcripciones derivan muchos de los manuscritos de Caldas. Fue en uno de estos viajes que Caldas compartió su descubrimiento con Humboldt, y fue aquí que el científico alemán le señaló ciertas falencias y le sugirió posibles soluciones. Como explica el doctor Jorge Arias de Greiff, en el encuentro de la jornada para conmemorar el bicentenario de la muerte de Francisco José de Caldas, organizada por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y el Parque Explora, realizado en 20162, a partir de su descubrimiento Caldas proponía una supuesta proporcionalidad entre tempe2. https://www.youtube.com/watch? v=ff56zTkOFbk

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ratura de ebullición y presión atmosférica, pero su exponente no es un coeficiente constante. La ley de las densidades es logarítmica. Cuando Caldas intenta rehacer su termómetro debe calibrarlo y, por tanto, graduar los niveles de temperatura; puede determinar el grado Cero gracias a la nieve en el volcán de Puracé, el problema lo tiene para graduar la temperatura máxima (80 grados) pues no estaba al nivel del mar, pero conocía bien los datos de presión atmosférica de Popayán y desde ahí dedujo lo correspondiente al nivel del mar para sacar un coeficiente, pero solo sacó un primer decimal, y se aferró a usar un coeficiente para una altura media entre Popayán y los cerros más altos. Estos valores respondían a un margen pequeño de elevación, niveles casi iguales. La prueba demostraba que no se había equivocado en las operaciones, pero no daba por cierto el método. Humboldt le recuerda que la ley de las densidades de la atmósfera es logarítmica exponencial, su fórmula necesitaba un término tomando los logaritmos de las presiones, pasar en su tabla los valores de las presiones al logaritmo, repetir la operación y sacar un coeficiente constante entre la temperatura de ebullición y el logaritmo de las presiones. Caldas defiende su método como un modo de medir la altura de las montañas, pero no puso en una columna la temperatura de ebullición con la altura de las montañas, sino que ponía en relación temperatura de ebullición con presión atmosférica, y luego, aparte, presión atmosférica y elevación. No obstante tuvo dos opciones de establecer un coeficiente verdadero, uno relacionando temperatura de ebullición y altura, otro relacionando temperatura de ebullición y logaritmo de la presión, pero es aquí que Caldas no actúa como científico estricto; según el doctor Arias, Caldas se aferra como seminarista y no como científico (Arias, 2016) Caldas actuaba como pensador, pesaba en él lo ideológico, se aferraba más a las ideas que a la verdad científica, lo cual, para mí, no es un desmérito, simplemente es una señal del pensamiento de Caldas, más determinado


por la intuición y la curiosidad que por la comprobación y la búsqueda de verdades. La historia relacionada con el hipsómetro, así como muchas otras que experimentara Caldas a través de vivencias, recorridos, ponen de manifiesto, tanto la presencia de la intuición como la necesidad de enlazar conocimiento y experiencia, aspectos que son comunes a la ciencia y al arte.

Intuición Impulsada por el sentimiento, la intuición es el puente entre lo real y lo posible, y en este puente entre lo que es y lo que puede ser se ubica el pensamiento humano, diferenciándose así, por un lado, de otras formas de vida elementales que están sumergidas en lo real, estando ausente lo posible, y, por otro lado, de la divinidad que hace real lo posible desde el momento en que lo sueña. La intuición plantea entonces una conexión que intenta despojarse de prejuicios, concepciones instauradas, discursos ajenos, no calca modelos. El acto intuitivo es una forma de conocimiento que contiene todo lo necesario para recorrer un infinito camino analítico, intuir es escucharnos y escuchar la enunciación sin voz de aquello que nos proponemos descubrir. Podríamos decir que no hay conocimiento desprovisto de intuición. Claro que el proceso de profundización reclama trascender lo intuitivo en construcción conceptual, pues, como diría Cassirer en su libro Antropología filosófica: “Conceptos sin intuiciones son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas” (Cassirer. 2003, p. 91). Esta relación intuición-conceptualización está presente en todo proceso de pensamiento humano, incluso en aquellos procesos determinados por lo científico, (aquí retomamos la relación dialéctica entre teoría y práctica), Los hechos de la ciencia implican siempre un elemento teórico, lo que quiere

decir un elemento simbólico. Muchos, sino la mayoría de los hechos científicos que han cambiado todo el curso de la historia de las ciencias fueron hipotéticos antes de llegar a ser observables (Cassirer, 2003, p. 94). Y en lo hipotético hay implícito un mayor o menor grado de intuición, según sea el caso. Una nueva ciencia de la dinámica fundada por Galileo se basó, en un principio, en priorizar lo posible (incluso lo imposible) sobre lo real. Ahora bien, la diferencia del pensamiento mítico, ritual y artístico en relación al científico, (respecto a lo intuitivo), reside en que la intuición en las ciencias solo podría ser aceptada como un impulso inicial, desplazado posteriormente por un proceso de verificación y determinación objetivas. Que (volviendo al inicio) terminan por enlazar lo objetivo y lo subjetivo, al crear una idea del objeto y, al final estableciendo necesariamente análisis relacionales entre elementos, creando dinámicas y sentidos entre ellos, afectando la lógica de lo real. Muchas veces Caldas no actuaba como científico, sino como pensador y hombre curioso. Y fue a raíz de esta curiosidad que encontró empatía con muchos apasionados criollos y que se impulsó a ambiciosas empresas de recorrido y reconocimiento, ambiciosas pero necesarias para la apropiación del territorio. Y he aquí que surge en Caldas una impresión revolucionaria para la época, resumida en la idea de que el conocimiento del territorio propio era un modo de hacer resistencia ante el control extranjero, reconocer una identidad propia. Conocer el uso de nuestras plantas y suelos era un modo de independencia, el conocimiento es arma de emancipación, el territorio es político, planteamiento arriesgado y vanguardista para su época, además de pertinente, latente y necesario para la nuestra. Era indudablemente novedoso presentar la geografía no solo como una ciencia para determinar las características físicas de un territorio, sino, como la base de la reflexión política.

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Siguiendo esta necesidad, Caldas se lanzó a un plan ambicioso, la realización de un proyecto geográfico a través del cual, no solo se daría cuenta de la distribución de plantas según alturas, sino que además se relazaría un glosario zoológico y geológico, incluyendo lo cultural, lo comercial, la ciencia, la forma de organización política, modos de vivir, y demás relaciones características de los lugares recorridos y de sus habitantes. Caldas y otros criollos ilustrados como Jorge Tadeo Lozano, señalaban la importancia de la geografía en la práctica política, y la necesidad de aliviar el desconocimiento que, sobre esta, existía. Que llevamos nuestras miradas al norte, que las llevemos al medio día, que registremos lo más poblado o los desiertos de esta colonia, en todas parte no hallamos sino el sello de la desidia y de la ignorancia. Nuestros ríos, nuestras montañas nos son desconocidos; no sabemos la extensión del país en que hemos nacido, y nuestra geografía está en la cuna. […] con preferencia a todas mis obritas, voy a remitir a usted [Santiago Arroyo] una sobre el estado de nuestra geografía, lo poco que tenemos y lo mucho que nos falta, con un proyecto de una carta soberbia y muestra de una pequeña parte de los alrededores de Popayán. Aquí hago ver la importancia de este proyecto; su influjo sobre el comercio, caminos, gobierno, agricultura, y en una palabra, su importancia en la política (Valero, 2009, p. 51).

Caldas entre la historia y la contemporaneidad Todas las tensiones que habitaron en Caldas, como ser que se debatía entre vanguardismo y tradicionalismo, entre pulsiones de novedad y cadenas retrógradas, entre un espíritu revolucionario y un alma colonizada, entre impulsos independentistas y concepciones dependentistas, son en últimas lógicas consecuencias del contexto y la época que le tocó vivir, era un hijo de su tiempo, de modo que, como síntoma de un momento en el que confluyeron tantos sucesos, su ser es en sí un puente entre historia y contemporaneidad. De manera que todas las nociones planteadas en este texto, latentes en Caldas, nociones que enlazan diversos campos, ciencia, mística, política, arte, cultura, son un devenir de su contexto. Recordemos entonces el contexto al que nos remitimos, euforia de una generación ilustrada que, a través de la ciencia, buscaba un empoderamiento político, en la convicción de que sin conocimiento no hay posibilidad de libertad, esta euforia se hacía evidente en EUA y Francia, desde un espíritu independentista liderado por sabios, fue inevitable que esta contagiosa euforia llegara a América, y a los ilustrados de la Nueva Granada. A la vez que los ideales de la Ilustración impulsaron grandes proyectos científicos como la Expedición Botánica o los viajes de Humboldt, que, además, tenían como propósito el reconocimiento por parte de la corona de sus metrópolis, satisfaciendo la necesidad de informarse sobre las riquezas de sus poderíos colonizados, de manera paradójica estos mismos ideales cuestionaban ciertos aspectos del sistema colonial, pues, desde los principios de la razón, la igualdad y la libertad, los philosophes del siglo XVIII (filósofos, politólogos, científicos, economistas, y a partir de 1751 los enciclopedistas) aportaron su saber para cuestionar y poner en crisis el derecho divino de los reyes. Los principios de la ilustración, entonces, si bien justificaban el control de la corona sobre sus colonias a través del dominio de la ciencia que

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clasificaba el territorio, inspiraban a los criollos a formar un sentido de pertenencia sobre sus regiones natales, y a posicionar a las ciencias (fundamentalmente las ciencias naturales) como medio de emancipación y arma política para desencadenarse del modelo marcado por la metrópoli. Comenzaron de esta manera a darse cambios en los modos de pensar de los criollos, detonados por la nueva mentalidad propia de la ilustración del siglo XVIII (Siglo de las Luces) despertaba un nuevo pensamiento que ponía a la Razón por encima de la creencia, pero además exigía que los conceptos se verificaran en el mundo, con observaciones que se pudieran medir, priorizando la experiencia antes que la fe. Se ponía en duda así la legitimidad de la Iglesia como verdad y autoridad absoluta, bajo el modelo de pensamiento sintetizado en Newton, consistente en cuantificar la naturaleza desde determinaciones concretas. Era la inteligencia humana la única capaz de asimilar la naturaleza, así como el modo de funcionamiento de la sociedad, movidos como intelectuales por la necesidad de dar a conocer a todas las personas la importancia del pensar por sí mismo, y pensar, no solo para entender el mundo, sino para cambiarlo, cambiando además los males sociales, las injusticias, en pro de una sociedad más digna y humana. Es evidente que estos principios hicieron eco en el contexto de Caldas, en sus propias experiencias y vivencias. Publicar periódicos culturales donde se abordaban temas políticos, religiosos, científicos, y se hacía presente un carácter cultural, era una manifestación característica de la Ilustración europea del siglo XVIII. Estos procesos propios de una venidera revolución cultural, científica y política, fueron también llevados a cabo por los ilustrados americanos, quienes concretaron proyectos como, el Papel Periódico de Santafé, o el Redactor Americano, apareciendo en 1801 el Correo Curioso que se proponía dar a conocer la industria agrícola, las artes y las ciencias. Y sería justamente un pequeño artículo aparecido en esta revista, el que le permitiría a Caldas dar a conocer públicamente sus investigaciones. Estas publicaciones, paradójicamente, eran patrocinadas por la corona española. Son estos tiempos convulsos los que sacuden a Caldas y a su entorno. Convulsiones que podrían respaldar los planteamientos que hago en este texto, pues la manera en que se entendían la ciencia, el conocimiento, la patria, distaba de cómo se entienden ahora, y es necesario resistirnos a esa tendencia de juzgar el pasado desde preceptos del presente. Los contagios entre cultura, ciencia y religión eran naturales en aquella época, lo místico era también raíz de lo científico, las tendencias espiritualistas y mediunímicas estaban en boga. Establecer enlaces necesarios entre la historia y nuestra contemporaneidad, acudiendo a lo ya sucedido para aplicar aprendizajes a nuestra experiencia actual, cuestionándonos desde nuestra propia vida, no es lo mismo que establecer juicios desconociendo la complejidad de una época determinada, y la época de la ilustración estuvo atravesada por contradicciones de principio, pues las mismas bases del pensamiento ilustrado podían detonar discursos libertarios y emancipadores o reforzar el poder de monarcas, el control de reinos a través de centralizaciones validadas por el “despotismo ilustrado”, despotismo materializado en familias imperiales como los Borbones. Y así de dual podía ser también la conciencia política de los criollos inspirados por la Ilustración que, como Caldas, intuían necesidades de justicia y equidad social y territorial, pero al mismo tiempo contrastaban su impulso independentista con una dependencia a la corona, y su conciencia humana con una discriminación de inteligencias según razas y climas, muy acorde a los preceptos de la época. Preceptos expresados en sus cartas con juicios como decir que el ángulo facial reunía casi todas las cualidades morales e intelectuales del individuo, y desde la medida de este ángulo establece una jerarquía de intelectualidad según razas, poniendo al europeo por encima del africano. Sus palabras lo reflejan claramente. El ángulo facial, el ángulo de Camper, tan célebre entre los naturalistas, reúne casi todas

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las cualidades morales e intelectuales del individuo […]. Cuando este ángulo crece, crecen todos los órganos destinados a poner en ejercicio la inteligencia y la razón; cuando disminuye, disminuyen también estas facultades. El europeo tiene 85 grados y el africano 70 grados. ¡Qué diferencia entre estas dos razas del género humano! Las artes, las ciencias, la humanidad, el imperio de la tierra es el patrimonio de la primera; la estolidez, la barbarie, y la ignorancia son las dotes de la segunda. El clima que ha formado este ángulo importante, el clima que ha dilatado o comprimido el cráneo, ha también dilatado y comprimido las facultades del alma y la moral. Véase a Cuvier y no se dudará del imperio del clima sobre la armazón huesosa de nuestro cuerpo, y de los asombrosos efectos de sus dimensiones sobre la constitución física del hombre, sobre sus virtudes y sus vicios (Valero, 2009, p. 70). No se puede acusar a Caldas de racista, Caldas fue un hijo de su tiempo, un síntoma de la época, y así debemos verlo, pero sin obviar la importancia de su lugar en el despertar político territorial de la nación.

Caldas político A pesar de la naturaleza contradictoria que caracterizaba al pensamiento de Caldas (así como al de sus contemporáneos y en últimas a su misma época) y que implicaba situaciones, como que la comunidad de criollos (de la que nacieron importantes iniciativas independentistas) fue la misma considerada por la corona, su aliada como comunidad científica en el reconocimiento de las riquezas explotables del virreinato. Es innegable que hay que hablar de un Caldas político, en tanto cuerpo que encarnó en sí mismo conflictos y tensiones políticas, siempre atravesadas por esa emocionalidad característica en él. Pero fue esta misma emocionalidad, esta pasión y permanente curiosidad transformadora, la que lo llevó a

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reunir figuras como Miguel Pombo, Jorge Tadeo Lozano, Joaquín Camacho, José Félix Restrepo, Francisco Antonio Zea, Pedro Fermín Vargas. Todos ellos seguros de representar el ideario científico y social de la ilustración. Aferrados a la ciencia moderna como un arma para hacer propio su territorio americano, evidenciándose la contradicción de la que hablamos en la misma plataforma que sustentó la lucha, y que fue precisamente la corona española, que no previó el doble filo que tendría su reforma. Las mismas reformas que la corona española había impulsado fueron las que permitieron que los criollos fueran asumiendo las ideas de la Ilustración, que a la postre sirvieron de argumentos para su emancipación de la metrópoli (Valero, p. 42). Pero esta misma vocería de las ideas de la ilustración sirvió para que dichos criollos justificaran una supuesta supremacía que les daría el derecho de ser parte de las altas esferas gubernamentales una vez se lograra la independencia. Esta emancipación era política, científica y cultural (también en cuanto a circulación) apoyada por materiales como el ideario ilustrado, la publicación de almanaques populares donde se difundían datos como el sistema planetario, el calendario lunar, los días festivos, las fechas de los eclipses, las fechas fundamentales de la historia de las ciencias, entre otras informaciones que hacían parte de un proyecto inicial para la nueva nación. A pesar de lo difícil que resultó para Caldas aceptar el observatorio como lugar de práctica (a finales de 1806) dadas todas las situaciones que conllevaron su nombramiento, fracaso de proyectos, salida de la Expedición Botánica por un adonis seleccionado por Humboldt que los sustituyó, sumado a la ya sabida aversión a la soledad muy coherente con su signo Libra, este espacio le permitió abrir nuevos ciclos y proyectos en


su vida, sobre todo en su vida política. Todo esto se evidencia en su memoria escrita. Yo me hallo con mediana salud, sepultado en el observatorio y entregado a la contemplación de los cielos, de esta bóveda que publica a todos los momentos la gloria de su autor. Yo soy feliz en esta soledad; nada turba un reposo fundado en unos conocimientos sublimes y virtuosos. Trabajo sin testigos y esta ventaja me proporciona la inestimable de la humildad (Valero, 2009, p. 56). Caldas consolidó el proyecto aprovechando la coyuntura se ser director del Observatorio (oportunidad que en un principio surgió como una pérdida más que una ganancia, como la única opción posible después de haber sido rechazado por Humboldt en la Expedición Botánica y de la muerte de Mutis, pero Caldas intentó sobreponerse a la depresión y convertir el revés en oportunidad) desde este lugar, Caldas no solo observaba los astros, sino también el contexto político. El Observatorio fue además lugar de encuentro con personajes como Antonio Nariño, Camilo Torres, Joaquín Ricaurte, entre otros. Allí discutían sobre ciencia y política, pero sobre todo se daba un proceso de intelectualidad y cultura que provocaría sucesos como el del 20 de julio de 1810, inicio del verdadero proyecto independentista, y que llevó a Caldas a desarrollar reflexiones como la publicada en el primer Diario Oficial del nuevo Gobierno, Diario que él mismo dirigía: Nosotros podemos hablar de la libertad y de la independencia. Ayer todavía estas palabras eran frutos prohibidos, hoy son consuelo y felicidad. ¿Pero qué es la libertad? ¡Somos esclavos de las leyes para ser libres! Nuestro pueblo, amenazado hasta hace poco por las bayonetas y los cañones, respira ahora bajo un gobierno justo, impuesto por él mismo para que el comercio, la agricultura, y el arte prosperen, para que el bienestar y la paz sean las bases de nuestra vida nueva y para

que Fernando VII, si alguna vez pisa nuestro suelo, nos encuentre como un pueblo feliz y capaz, formado por hombres dignos (Valero, 2009, p. 64). Más tarde, y en medio de tensas situaciones con un primer gobernante de origen granadino (José Miguel Pey) pasando por el arresto del virrey Amar y Borbón y de su esposa, por el nuevo gobierno, Caldas continua su proyecto de levantamiento geográfico del país, como una muestra de la independencia política ante España, pero también intelectual y espiritual ante Europa: para salvar nuestra geografía de la oscuridad en la que la tienen sumergida […] y no […] esperar a que Europa efectúe el levantamiento cartográfico de nuestro país y así nos descubra por segunda vez […] si hemos acabado con la tutela política de Europa; ahora se trata de acabar también con la espiritual.

Arrepentimiento Atrapado en un confuso contexto, golpeado por las luchas intestinas de una patria boba que se dividía entre quienes defendían una centralización y quienes abogaban por una autonomía de regiones, división que fragmentó y debilitó la unidad e independencia que con tanto esfuerzo se venía forjando, las emociones de Caldas vuelven a revolverse. Comienza una etapa conflictuada por ires y venires, decepciones políticas, estados de tensión que lo llevan a verse inmerso en labores de ingeniería militar en Antioquia (labores que equilibran su estado trágico, pues su espíritu creador encuentra aquí un nuevo aliciente) vacíos extraños de una relación romántica a distancia con su irreal compañera sentimental. Ya no habría reversa, y este viaje sin retorno lo llevaría a verse acorralado por la muerte, y ante ella, se rebela el instinto de vida y supervivencia, la necesidad de seguir descubriendo nuevos conocimientos, que era finalmente

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“Proyecto, Lobo - sombra”. Adrián Gómez. 2016


lo que motivaba a Caldas, inevitablemente surge el arrepentimiento. A la manera de Galileo (y quizás influido por él) Caldas se retracta, y responsabiliza de sus actos al delirio de una detestable revolución. Se dirige a Fernando VII, sometiendo su conocimiento a la autoridad del gobernante, y asegurando que nunca había tomado las armas. ofrecemos hacer en lo que nos reste de vida obras capaces de lavar nuestras culpas, y de satisfacer al Rey reparando así nuestras faltas con utilidad de todos. […] Nos consuela señor el que ninguno de nosotros ha tomado jamás las armas, ni ha sido cabeza de revolución […] (Valero, 2009, p. 75). En sus últimas dos cartas, escritas en septiembre y octubre de 1816, hizo énfasis en que sus conocimientos sobre astronomía y geografía “podían ser útiles a la nación”, y los ponía al servicio del Rey y de de sus ejércitos: “compadezca vuestra excelencia la suerte desgraciada de un Astrónomo y Geógrafo […] que puede ser útil al Rey y contribuir con mis trabajos científicos a hacer más glorioso el nombre ya tan amado de vuestra excelencia” (Valero, 2009, p. 75). Pero ya habían sido claras las hipótesis de los mismos independentistas (Caldas incluido) de asumir la ciencia como arma libertadora, a todas voces habían anunciado el peligro que significaban sus conocimientos geográficos y astronómicos (más peligrosos incluso que la posibilidad de tomar las armas) para los planes colonialistas de la corona y, finalmente, Caldas es juzgado por traición al Rey y condenado a muerte el 22 de octubre de 1816, aprisionado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, para ser fusilado a los siete días. Fue así que, en una noche de luna creciente, el 29 de octubre, bajo la sentencia de que “España no necesita sabios”, su cuerpo fue acribillado por la espalda con siete disparos (más uno de gracia) que mancharon de sangre la Plaza de San Francisco. Como una ruina fue arrojado su cuerpo a una fosa común.

Caldas, mística y ciencia. Como huella de esta naturaleza enigmática, cuando bajaba las escalinatas de la Universidad del Rosario, en camino hacia el patíbulo, Caldas dibujó en una pared la letra griega θ, la cual se ha interpretado como Oh, larga y negra partida. Además de la opción gráfico-textual, que en una literalidad de la imagen en tanto signo y significado, traduce la conocida frase “Oh, larga y negra partida” (siendo precisamente el dibujo una O, larga y negra, partida a la mitad) este símbolo se ha relacionado con la letra griega ‘TH’ “thanatos”, pero también se sospecha que no sea un símbolo de muerte sino de vida. Hay posibles relaciones de este símbolo con la alquimia, representando el espíritu que trasciende la materia. “sácale el alma y vuélvesela de nuevo, pues la ruina y la destrucción de una cosa es el engendramiento de la otra”. Hay un parecido innegable entre el símbolo que marca la despedida de Caldas y la representación alquímica de la sal, y más relación encontramos si reconocemos que la sal es la sustancia de todas las cosas, el principio fijo de todo lo existente. La sal disuelve nuestros metales, nuestros cuerpos lunares envueltos en el ego para elaborar con ellos nuestro sol interno en forma de un niño de oro. A veces se requieren las tensiones de la convivencia entre el amor y la disputa, la disolución y la coagulación, la dispersión y la fijación, la destilación y la condensación, el mercurio y el azufre, el sol y la luna. Encuentros y desencuentros necesarios para un coito cósmico, el

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abrazo del tercer principio (la sal, el cuerpo), la conjunción que da lugar al “hijo rojo del sol”. Este texto no pretende afirmar que Caldas hubiese sido alquimista. Acudo a la alquimia, no como una práctica sino como un pensamiento que relaciona prácticas, la esencia de la alquimia es la transmutación de la materia, la transformación que nos lleva de un estado al otro ¿no son entonces el arte y la ciencia esencialmente alquímicos? Es la alquimia lo que nos permite enlazar práctica y pensamiento, en ese espacio nacido en el medioevo que llamamos “laboratorio”, o sea el lugar donde se labora y se ora. De hecho este texto no pretende afirmar nada, porque, igual que Caldas, se basa en la intuición, en la sospecha y la duda constante, en la necesidad de abrirnos a más preguntas y no de cerrarnos a una única respuesta absoluta, siguiendo el espíritu del arte y de las ciencias de la naturaleza, en últimas, el espíritu de la vida. Puede haber dudas, sospechas, en cuanto a si el mismo Caldas dibujó o no su símbolo de despedida, puede que el vestigio de su vida estuviera influenciado por diversos mitos, pero no olvidemos a Mircea Eliade cuando afirma que el mito es historia verdadera en tanto hay una evidencia que lo confirma, el mito del nacimiento del mar es verdadero en tanto no intenta describir un suceso anecdótico específico y comprobable, sino de que cuenta de un conocimiento real demostrado por la existencia tangible del mar frente a nosotros. Y eso tenemos de Caldas evidencias, el símbolo está ahí, y, más allá de posibles anécdotas, es el vestigio de la partida de nuestro sabio, y quién, sino un creador, un pensador, un intelectual, deja como última huella de vida una imagen enigmática, un símbolo, un dibujo, sin más mensaje que el misterio ¿Quién si no un alquimista?, ¿quién si no un artista? Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos (en realidad) nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje cifrado y en imágenes, ocultábamos la verdad (Rosarium philosopho-

rum, 1990).

REFERENCIAS Bateman, A. (1954). Francisco José de Caldas. El hombre y el sabio. Ensayo biográfico y críti-

co de la personalidad del ilustre payanés. Manizales: Imprenta Oficial del Departamento de Caldas.

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Cassirer, E. (1967). Antropología filosófica. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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Deleuze, G., Guattari, F. (1980). Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. París: Pre-textos.

Eliade, M. (1985). Lo sagrado y lo profano. Edición Labor, Colec-

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del edén. Especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana. Barcelona: Editorial

Crítica. Valero, S. P. (2009). Soy Caldas. Biografía de Francisco José de Caldas. Libro al Viento.


“Proyecto, Lobo - sombra”. Adrián Gómez. 2016

Disolución sobre arte y conflicto / Sergio González León // 127


Julián Briceño. Detrito, http://detrxxxx.tumblr.com


Caldas Dramático Ensayo de estructuración dramática sobre una imagen particular de Francisco José de Caldas RESUMEN El escrito presenta una visión del “Sabio Caldas” en la perspectiva de conflictos que pueden dar lugar a un relato teatral. Enmarcado en lo que se llama el “Teatro de la Historia”, con base en una noticia en proceso sobre el personaje, señala algunos aspectos dramáticos e incluye una intuición para estructurar un drama que se refiera a la vida y obra de Francisco José de Caldas. PALABRAS CLAVES Caldas; drama; historia; imagen.

Caldas

El Arte y la Ciencia

Camilo Ramírez Triana Director del semillero TYMH y La Sala Vargastejada. Investigador principal del proyecto de investigación-creación: Caldas.

Caldas dramático ensayo estructura impas kai sugrigcha Francisco José de Caldas MAILLALLACHISKA Kai kilkaska kawarrii sug visión “sabio Caldasmanda” Imasa kawari piliaikuna sug relato teatralpi. Enmarcado sutii “tearto de la historia” rimarii sug runamanda pai imasata chaiarka chi personaje rurangapa paipa aspecto, kausai i obra ruraska Francisco Jose de Caldas suti. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Caldas, drama, historia, imagen.

“Caldas Dramático” Ensayo de estructuración dramática / Camilo Ramírez // 129


Dramatic Caldas Dramatic structuration essay about a particular image of Francisco José de Caldas ABSTRACT This reflection shows a vision of “the learned” in the perspective of conflicts, giving rise to a theatrical story, being framed in what is called the “Theater of History”, which is based on a news in progress about the above named character, this piece of work also points out some dramatic aspects and includes an intuition to structure a drama that refers to Francisco José de Caldas’ life and work. KEYWORDS Caldas, drama, history, image.

Caldas dramatique Essai de structuration dramatique sur une image particulière de Francisco José de Caldas RÉSUMÉ Cet écrit présente une vision du Sabio Caldas dans la perspective des conflits qui peuvent donner naissance à un récit théâtral. Encadré dans ce

Fotografía: Fabian Erazo Viveros. 2016

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qu’on appelle le « Théâtre de l’histoire », et basé sur une notice en développement sur le personnage, il souligne certains aspects dramatiques et inclut une intuition pour structurer un drame qui se réfère à la vie et à l’œuvre de Francisco José de Caldas. MOTS-CLÉS Caldas, drame, histoire, image.

Caldas dramático Ensaio de estructurção dramática sobre uma imagem particular de Francisco José de Caldas RESUMO O escrito apresenta uma visão do “Sabio Caldas” na perspectiva de conflitos que podem dar lugar a um relato teatral. Destacado no que se chama o “Teatro de la Historia”, com base em uma notícia em processo sobre a personagem, assinala alguns aspectos dramáticos e inclui uma intuição para estruturar um drama que se refira à vida e obra de Francisco José de Caldas. PALAVRAS-CHAVE Caldas; drama; história; imagem.

Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

“Caldas Dramático” Ensayo de estructuración dramática / Camilo Ramírez // 131


Encuentro con Caldas y visión inicial Nos encontramos con Caldas a raíz del interés de la Universidad Distrital por conmemorar el bicentenario de su fusilamiento. Antes había sido solo objeto de monumentos, estatua fría de un prócer institucional. Permítanme incluir mi experiencia personal como síntoma de una situación que se presenta en el país en la relación con el pasado. Partiendo de los enormes vacíos históricos de mi formación básica, solo comienzo a interesarme por la historia terminando los estudios de teatro, cuando caí en la cuenta, en relación con un montaje teatral, que la historia podría ayudarme a comprender mejor la situación del país. Arbitrariamente llegué al periodo histórico posterior a Caldas en la Independencia, y luego derivé hacia algunas de las guerras civiles del siglo XIX. Indalecio Liévano Aguirre y Cordovez Moure constituyeron por mucho tiempo mi imagen del siglo XIX colombiano. La imagen del Sabio no fue interesante para este neófito sino en relación con algunas producciones televisivas, en particular alguna sobre la que llamaron Generación Trágica. Su actividad científica, periodística, política y militar, su vida privada, el sentido de su imagen fue solo cuestión de especialistas o de instituciones lejanas por mucho tiempo. El periodo de la Primera República o Patria Boba corrió la misma suerte del personaje. Tópico en la enseñanza primaria, no fue mucho más allá de pensar en un florero de pretexto, aun después de haber celebrado el bicentenario de la Independencia. No desconocía la existencia de personas interesadas y conocedoras: historiadores, museólogos, docentes, ciudadanos que trabajaban el tema y lo proyectaban en distintos sentidos, muchos de gran valía y utilidad. Desde ese lugar, el ladrón juzga por su condición, pensé que, en general, se desconocía o se interpretaba mal la imagen de F. J. de Caldas. Hoy, basado en el diálogo que hemos establecido con variado público teatral en más de 20 montajes clasificados como teatro histórico, y aceptando la aparente ‘sorpresa’ que produce en el espectador común comprender que existe un pasado que habla de lo que somos y de lo que podríamos llegar a ser, no nos resulta fácil diagnosticar la ignorancia del público. Este seminario sobre el “Sabio” Caldas es un síntoma. Con el motivo de conmemorar el bicentenario de su muerte, se ha reunido un buen número de personas de muy distintas procedencias y edades, que se aproximan con interés fundado y conocimiento evidente. Pero también, y además, es posible inferir de las reacciones del público teatral de los mencionados montajes del teatro de la historia, que preexiste una imagen histórica y más allá, que nuestra cultura ha sido labrada con base en esa imagen que opera como un consabido, de forma que la sorpresa más que ignorancia, puede ser perplejidad y revelar la existencia de un conocimiento previo que entra en diálogo, eventualmente contradictorio, con las imágenes escenificadas.

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El concepto de dramático Apresuradamente: lo dramático se cifra en el conflicto, generador de acción en la dimensión de lo humano (Pavis, 1983; Ubersfeld, 2002). Ubicada en espacio y tiempo la acción se despliega en busca de una conclusión. Avanza iluminando un universo particular en el que tienen lugar los sucesos, a expensas de unos personajes que son representación de lo social como individuos singulares, condicionados por sus características y las relaciones que establecen entre sí, en las situaciones que sirven de marco a su acción. La verosimilitud determina la visión de mundo que se expone en el drama, que es una aseveración sobre la realidad en la que caben las potencias de este serio juego: la intuición, la sensibilidad, lo subjetivo, pero también la razón, la objetividad, la lógica. El drama es ficción en la medida en que es creación propia de individuos con visiones particulares, intereses y limitaciones. Como sus personajes, los autores del teatro dramático son seres situados que hacen al decir lo que sus creaciones expresan. Su accionar tiene unos propósitos más o menos concretos y unos medios más o menos limitados. Los que hacen el teatro operan en un contexto en el que se relacionan con un público y en ese marco deben ser interpretados. Como toda acción, el teatro tiene un propósito y unas intenciones cuya dinámica no se comprende sino en el momento de la lectura o la expectación, también activa, situada y condicionada en cuanto lo está el público.

El teatro de la historia Decimos Teatro de la historia1 para señalar un campo de relaciones que va más allá de lo que se entiende comúnmente como Teatro histórico (Spang, 1998). Se basa en una clasificación que hace visibles diversas formas de referenciar la historia desde la estructura dramática, enfocando el acontecimiento histórico desde los sucesos de la fábula, los personajes, las situaciones y las circunstancias teatrales, para caracterizar así la referencia. De esta manera se abre un espectro amplio de posibilidades teatrales que consideran la historia como referente, sin pretender que la ficción suplante la historia ni limitar la creación al recuento o la descripción de los acontecimientos. La observación de la creación teatral desde esta perspectiva permite comprender una relación inestable, huidiza, que deja beneficios propiamente estéticos y formativos. En consecuencia, la creación teatral con referencia histórica que nos hemos planteado intenta posicionar el acontecimiento histórico como punto de partida, para observarlo desde intereses propiamente teatrales, con libertad a la hora de plantear la estructura, barajando múltiples opciones al definir temas, conflictos, personajes, situaciones y circunstancias de la creación ficcional. El resultado son piezas ficcionales cuya singularidad consiste en un sistema de referencias que remiten a la realidad, a través de la historia, y que han de ser juzgadas por su valor teatral en juego con factores históricos compartidos. 1. Tomamos este concepto de la investigación del profesor Darío de Jesús Gómez Sánchez, que ha sido de gran importancia en nuestro trabajo. Ver referencias.

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En el referente histórico descubrimos algo que nos era necesario. En el pasado percibimos ideas que hablan de lo que somos hoy, de nuestra realidad presente. Reponemos el pasado como una creación actualizada que no habla a aquel, entonces, sino al ahora. Con los espectadores instalados en el presente se crea un pasado actualizado, un nuevo pasado, a través del teatro con base dramática, que actualiza a la vez sus estructuras para hablar con el público del hoy.

Noticia de Francisco José de Caldas La noticia de Caldas la tomamos inicialmente de dos textos conocidos: la biografía escrita por Alfredo Bateman: Francisco José de Caldas: El hombre y el sabio, publicada en 1954 y la novela Diario de la luz y las tinieblas: Francisco Joseph de Caldas de Samuel Jaramillo, publicada en el 2000. Hallazgos afortunados nos dejan otras fuentes, por ejemplo, el libro compilado por Molinos Velásquez editores que reúne importantes ensayos de Jorge Arias de Greiff y otros autores; el estudio muy destacado de Renán Silva Los ilustrados de la Nueva Granada 1760-1808, publicado en 2002. Consultamos Caldas: un forjador de la cultura de Hermann Schumacher; Caldas de Jaime Paredes, y varias otras publicaciones en internet. Sobre el periodo histórico mencionaremos Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia de Indalecio Liévano Aguirre y el ensayo de Adolfo León Atehortúa, “1810 Ni revolución ni nación”. Solo finalmente, como fuentes en proceso de consulta, puedo mencionar las obras completas publicadas por la Universidad Nacional en 1966 y las Cartas publicadas por la Academia Colombiana de Ciencias en 1978. La base de nuestra noción actual de Caldas sigue siendo literaria: una novela biográfica y una biografía. Los estudios históricos contextuales están desplazando la

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noción de su centro inicial y esperamos que el estudio de los escritos del mismo Caldas termine de diseñar la imagen que soporte lo dramático en función de un diálogo en presente con el público. En la medida que avanzamos en la documentación, la noción va cambiando. Lo dramático podría no cambiar en su estructura básica, pero esperamos que la estructura profunda de sentido y de alusiones al pasado compartido cambie de manera permanente, en tanto se mueva la noción del personaje y su contexto.

Algunos aspectos dramáticos del personaje Francisco José de Caldas Algunos momentos de la vida de Caldas son, aparentemente, muy dramáticos:

- La contradicción entre la actividad científica y la cotidiana necesidad pecuniaria del joven y del adulto. - El (des)encuentro con el varón de Humboldt, que opone las posibilidades del estudioso en una sociedad dependiente con los recursos y la tradición del científico europeo. - La lucha con el medio durante el viaje de estudio por el Ecuador como agregado de la Expedición Botánica. - La relación cambiante con el sabio Mutis, que pasa de la admiración profunda a la crítica y posible decepción ante su sucesión. - El singular matrimonio con Manuela Barona, lleno de ausencias y dudas sobre la fidelidad.


- Su función como comunicador o educador, en discordancia con las tradiciones coloniales y luego republicanas. - La participación en la política criolla de la Primera República, asociado a Camilo Torres y los federalistas y opuesto al centralismo de Nariño, que llega hasta la confrontación militar entre los bandos. - Su retractación ante la condena que le impone el poder militar del pacificador Morillo. - Su fusilamiento atroz, lamentado hasta por la corona española posteriormente.

Parecen menos dramáticos algunos temas transversales, que corresponderían a un plano más general del conflicto como:

- Las contradicciones sobre el sentido del ejercicio científico de Caldas, en función de la resolución de problemas concretos de la realidad o tributario del conocimiento por la verdad. - Las relaciones que sostenía con sus contemporáneos, en un momento en que la institución de la esclavitud era cuestionada y había una presencia de lo indígena en transformación. - La posición frente a las instituciones virreinales y posteriormente republicanas. - El valor de la amistad, del amor, de la soledad para el estudioso.

Cualquiera de estos temas sería material importante para un estudio dramático. No obstante se requeriría una visión general para conducir la biografía teatral de Caldas. Temas como el conocimiento, el amor, la política, la ética, podrían orientar un trabajo que desarrolle la imagen última. Sería viable también, enlazar varios de ellos en el desarrollo de la imagen global, gobernados por un interés mayor vinculado a una necesidad imperiosa a la que responda la creación actual concreta. Pero, ¿cuál es esa necesidad imperiosa relacionada con la imagen del sabio Caldas?

Una intuición Al final, es sabido, la institución político militar lo arrastra y lo destruye. Un aparato que construye y destruye, levanta individuos hasta alturas impensables, pero también los consume, los deshace sin consideraciones. Dispositivo deshumanizado, armatoste social que muele sin pausa. Los individuos emplean mucho tiempo en comprender cómo funciona la tramoya social para alcanzar a hacer algo en el breve lapso de una vida. Algunos lo logran con buen éxito, otros fracasan. Caldas triunfó y fracasó alternativamente. En una generación bisagra entre dos épocas, tuvo que enfrentar situaciones muy diferentes. La conclusión es arrasadora. Caldas muere sin lograr ajustarse a los nuevos tiempos. Falla en el intento, es puesto preso, juzgado de manera sumaria y fusilado sin que valgan sus ruegos, intentos de ajuste a la situación, tardíos, erráticos. El mecanismo lo atrapa. No imaginó Caldas morir de esa forma oprobiosa. Su relación con las instituciones se vuelve altamente significativa en nuestra época de tránsitos desiguales y resonancias rechinantes. No es imposible analogar su transcurso vital con el de algunos científicos sociales que fueron aplastados, en otros casos

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encumbrados, por regímenes inclementes. Los antagonistas, que hacen patentes los engranajes, lo observan, lo critican, le sirven y lo comprenden, lo usan, lo traicionan y lo abandonan a su muerte. Paradigma y referente en más de un aspecto, Caldas puede constituir imagen viable para hablar de las relaciones con el estado, que los ciudadanos deben comprender para construir una vida decente. Como en una tragedia contemporánea, la sociedad suplanta a los dioses y sus ingenios se convierten en arcanos que las personas deben desentrañar para vivir. Comprender puede ser el significado de este drama: comprender el sentido de los tiempos para determinar los movimientos adecuados a los sueños.

Imagen dramática general El tono del autor dramático es una relación que se materializa en el texto escrito. Relación esta que no es menos real por no ser presencial y tener mucho de imaginación. El escritor encuentra, más que elabora, interlocutores con los cuales establece diálogo creativo en su imaginación. El trato entre esas partes evoluciona durante la escritura alternando tramos plácidos, con sectores tirantes y zonas de riesgo. Los rigores de este aparejamiento, que son muchos, se resuelven con la escritura misma, resultado de la necesidad del autor de obrar, en consonancia con el universo en el que crea su obra. Uno de los temas transversales planteados más arriba, que se relaciona con la intuición expuesta, podría servir para poner a prueba la imagen dramática de Francisco José de Caldas. Formulado como La relación con las instituciones, del orden virreinal primero y luego del nuevo orden republicano, satisface los requerimientos objetivos de

la estructura dramática, a la vez que plantea la posibilidad de una visión del personaje referido. El tema tiene en la superficie un aspecto que favorece la exigencia dramática de conflicto: La lucha con las instituciones. Caldas aparecería como un luchador, pero la cualidad de esa lucha sería lo importante. El conflicto como motor del drama se manifiesta de distintas formas. La

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trama lo materializa, pero los personajes lo exponen en sus características. Revisaremos los aspectos que antes llamamos “dramáticos” de la vida de Caldas, desde la perspectiva del tema, modulado hacia el conflicto. - En el primer momento, la diferencia entre las expectativas paternas y los intereses del joven Francisco José, en cuanto a los estudios que debía realizar, remite a la condición general de la sociedad durante el último periodo de la Colonia. La familia de Caldas es de hidalgos criollos que no tienen la solvencia de otras casas payanesas de la época. El joven no puede viajar a Europa o Norteamérica, pero puede estudiar con José Manuel Restrepo, alumno de Mutis. Viaja luego al colegio del Rosario en Bogotá, donde se están confrontando la concepción escolástica y la ilustrada en el debate entre educadores, en el que intervienen las autoridades virreinales. La situación de Caldas parece ser de desajuste con los estudios de derecho que no satisfacen sus expectativas de conocimiento. Este dilema del estudiante coincide con la crisis de la educación y se resuelve con el regreso del joven a Popayán.

Julián Briceño. Detrito, http://detrxxxx. tumblr.com/ Cortesía del artista

- En la contradicción entre la actividad científica y la cotidiana necesidad pecuniaria del joven y del adulto, se destaca el desempeño de Caldas como comerciante viajero en conflicto con su hermano que le reprocha interesarse más por la observación que por el beneficio de sus mercancías. La relación con arrieros y tratantes por los caminos del sur del país, que aclimataría al estudiante, también es buen tópico. Su interés por las ciencias naturales, la geografía, los aspectos culturales entrarían en pugna con la prosaica misión de vender, pero encontraría la materialidad real del entorno. A lo largo de la vida de Caldas aparecen las cuentas de la vida cotidiana, tanto como la lucha para lograr un nivel de vida adecuado a su condición. En

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defensa de propiedades familiares viaja al Ecuador y aprovecha la ruta para registrar datos geográficos y astronómicos. Estando como agregado de la Expedición Botánica en viaje de campo se preocupaba por los dineros recibidos y registraba los gastos con minucia. Posteriormente, debió discutir sobre sus ingresos en el Observatorio Astronómico, sobre el valor de sus libros e instrumentos, y en el nuevo régimen republicano se lamentó de que la actividad científica se perdiera. Iniciado el régimen del terror, se preocupa por el futuro de su esposa e hijos cuando debe salir de Bogotá huyendo del pacificador Morillo, y ruega, finalmente, por ellos a sus verdugos. - El (des)encuentro con el varón de Humboldt, que opone las posibilidades del estudioso en una sociedad dependiente, con los recursos y la tradición del científico europeo, es momento que privilegia el tema del conocimiento en relación con las características de la sociedad donde se genera y pone en práctica. La discusión entre una ciencia pura y una ciencia aplicada se observa aquí en el desempeño de los dos científicos. Episodio lleno de anécdotas significativas, el encuentro de Humboldt y Caldas está, también, cargado de afectos y crisis importantes en la vida del Sabio, que enfrentado con el Genio europeo percibe su propia dimensión y obtiene el reconocimiento de su entorno, lo que le permite desarrollar sus más importantes estudios. - La lucha con el medio durante el viaje de estudio por el Ecuador, como agregado de la Expedición Botánica, parece un duelo consigo mismo y con las instituciones virreinales por lograr el más alto nivel en los estudios científicos. El Sabio se exige con arrojo responder la honrosa condición de miembro de la expedición botánica de Bogotá que, sin conocerlo personalmente, Mutis le otorgó. Dicho nombramiento, aunque parcial, al fin le posibilita dedicarse a la observación y análisis del entorno natural para cumplir las metas de su proyecto científico. - La relación cambiante con el sabio Mutis, que pasa de la admiración profunda a la crítica y posible decepción ante su sucesión; puede ser una relación extendida en un plazo de varios años con el sabio sacerdote ilustrado, en la que el decidido payanés logra que la institucionalidad representada por Mutis reconozca definitivamente su valor y el de sus estudios, con la asignación de la más importante edificación dedicada al conocimiento, que se hubiera construido nunca en estas tierras. El vínculo con Mutis es con el estado virreinal y sus funcionarios. A través del prestigio del anciano sabio, el joven sabio alcanza metas que ya no vería después. Es el clímax de la búsqueda que podría tener la forma de una lucha por lograr que las instituciones hagan posible la actividad científica. Así que durante los años de estadía en el Observatorio, Caldas está en su apogeo, soportado además por la figura de Mutis que lo protege, pero también por la madurez de su conocimiento. La muerte del gaditano cierra el periodo y conduce de nuevo a la incertidumbre sobre el efectivo reconocimiento de su valía en el testamento de Mutis, que deja a Caldas solo con el Observatorio y a su sobrino Sinforoso Mutis, con la dirección general de la Expedición. - El singular matrimonio con Manuela Barona, lleno de ausencias y dudas sobre la fidelidad; resulta un aspecto especialmente atractivo para una versión melodramática, que desarrollada adecuadamente podría ser importante. Como una pieza independiente, resultaría interesante hacer una exploración dramática sobre la situación de la mujer en el periodo de la Independencia, a través de esa unión, que inicia precisamente en 1810. El caso de este hombre en plenitud de su saber científico, que ha ganado el reconocimiento como “sabio” por sus contemporáneos, y de manera inesperada recurre a sus amigos para hallar una mujer con quien formar un hogar digno, puede considerarse un tanto atípico, aunque haya

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sido explicado por la soledad en que vivía Caldas en el Observatorio Astronómico. Este matrimonio, celebrado por poder con una payanesa más joven que él, quien con 39 años casi la doblaba en edad, enfrentó largos periodos de ausencia del varón, obligado a dejar el hogar por sus compromisos políticos, entrando en terrenos que bien pueden ser reveladores de la vida afectiva y de las instituciones que regían la moral en ese momento. - Su función como comunicador o educador, en discordancia con las tradiciones coloniales y luego republicanas; la crítica de la tradición cultural de la colonia la realizan los jóvenes ilustrados de finales del XVIII. La educación, la economía, la política, son revisadas en grupos de autodidactas que reemplazan eficazmente las aulas por las tertulias, las bibliotecas, los libros y las cartas. La generación que lleva del XVIII al XIX hace una transformación definitiva en el paso a la república independiente. Las publicaciones iniciando el nuevo siglo avivan el deseo de conocimiento y autonomía. Declinan entrado el siglo con el proceso de independencia militar y regresan en un mundo diferente que solo se verá en la crisis del medio siglo XIX. - La participación en la política criolla de la Primera República, asociado a Camilo Torres y los federalistas y opuesto al centralismo de Nariño, que llega hasta la confrontación militar entre los bandos; propone un giro fundamental en la vida del personaje, que quedará marcado para siempre por el devenir de aquella sociedad, sumergida en una guerra civil de la que habrían de salir varias repúblicas independientes y una monarquía de poder menguado. Parece cierta la decepción de Caldas ante la imposibilidad de llevar adelante su proyecto científico en el marco de la Primera República. Esta lo requiere para destinos que tienen que ver con lo militar y lo obligan a desplazarse, primero al norte y luego hacia Antioquia; marchas y contramarchas que no le dan tiempo suficiente para la observación y el estudio, pero tampoco le permiten atender a su familia. - Su retractación ante la condena que le impone el poder militar del pacificador Morillo y su fusilamiento atroz, lamentado hasta por la corona española posteriormente, son la conclusión horrísona de una vida en tensión con las instituciones políticas, que alcanza cotas de gran intensidad en el conflicto por lograr la dignidad de la ciencia, victorias muy destacadas y derrotas terribles, entre las que el suplicio final es la única irreparable; la muerte, como siempre sorpresiva, pero en este caso prematura e injusta.

Balance final El tema para una imagen dramática de Caldas, intuido como el individuo en lucha peremne con las instituciones, puede resultar potente. Sin embargo, es un error plantearlo como parte de una metodología que conduce a la creación. Como se ve, la intuición y el azar tienen importancia preponderante y no permiten, por fortuna, la estandarización del proceso creativo. No obstante, debe ser posible hablar de la creación desde la creación. De allí que los artistas inventen estructuras expositivas paralelas, que son efímeros artefactos, mejor juzgados por su armonía. Para cerrar diremos que es probable que aquí y ahora se estén perfilando los interlocutores para la obra de algún dramaturgo. El conocimiento del personaje sobre el que se escribe, la valoración, el juicio de sus contemporáneos, tanto como la experticia en el manejo de los lenguajes específicos de la disciplina, son factores que juegan todo el tiempo en la imaginación de los espectadores. Caldas dramático no será, eso esperamos, el capricho de algún dramaturgo varado, sino el resultado de la confrontación entre las opiniones más calificadas sobre el sabio; el retumbar de la discusión académica en el magín de algún demiurgo obsesionado

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con la imagen del sabio. Estas jornadas de investigación, en ese sentido, han sido una fortuna para los que intentamos hacer un teatro de la historia.

Apostillas En desarrollo del trabajo hemos encontrado nuevas posturas historiográficas sobre el Sabio Caldas e intentamos organizarlas. Desde la posición que pretende una cierta objetividad en tanto mirada amplia, abarcadora del personaje: Francisco José de Caldas de Santiago Díaz Piedrahita, hasta la que lo convierte en precursor del patriotismo científico, Andrés Olivos, o la que lo ubica en la construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano, Fronteras Imaginadas de Alfonso Múnera. Interesa poderosamente la de J. Arias de Greiff, que lo quiere ubicar en la confrontación de intereses acumulados en el último periodo de la colonia, Bonaparte incluido, como determinado por su origen aristocrático en oposición a sectores metropolitanos recientes en la administración virreinal, oposición entre terratenientes encomenderos de origen y comerciantes burócratas de nuevo cuño. En la misma dirección, Santiago Díaz Piedrahita ve en Caldas un caso de abandono de la disciplina científica para plegarse a los dictados de la política. Señalo también la postura de Paredes que censura al sabio al considerar debilidad reprochable la súplica de clemencia a Enrile; momento de cobardía que no borra, sin embargo, sus valores como científico y periodista. De Greiff y otros desestiman la retractación de Caldas y la atribuyen a un reflejo instintivo para salvar la vida. En este punto es Díaz Piedrahita el que va más allá al juzgar que la vocación científica de Caldas se había tronchado en 1810, cuando los asuntos políticos primaron y la ciencia fue relegada por la política, por las ansias de poder. Paredes pone en segundo plano el tema al pensar la obra completa del sabio.

El héroe sabio Es posible que sea Pombo, su primer biógrafo, el que instala el mito heroico del sabio patriota, como se puede ver por las siguientes referencias. 56 años después de su fusilamiento, relata Cordovez Moure en sus Reminiscencias, el 20 de julio de 1872, bajo los auspicios del presidente Manuel Murillo Toro, se conmemoraron los acontecimientos que dieron origen a la República. Ese año desfilaron, representados por jóvenes de las mejores familias, “en solemne y multitudinaria procesión de carros alegóricos”… “Nariño, proclamando los Derechos del Hombre, con su levitón de paño color café [y] Ricaurte, envuelto en el pabellón tricolor.” Avanzaron por la calle real hasta la iglesia de San Francisco y de allí a la plazuela de la Capuchina pasando por la calle de los Carneros; de allí a la plazuela de San Victorino, para dirigirse al occidente, hasta la calle que conduce a la plaza de los Mártires, y de esta por la hoy calle 10ª, a la plaza de Bolívar, punto de partida. El tercero en el orden era el carro que llevaba a “Caldas, en la capilla que precedió a su inicuo suplicio, absorto en lucubraciones científicas, y que, al pedir a Pascual Enrile dos días

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de vida para resolver el problema que lo preocupaba, obtuvo por respuesta que España no necesitaba sabios”. La alegoría del año 1872 sobre el héroe sabio, se soporta en varios hechos comprobables como la carta a Enrile, la capilla en el Colegio del Rosario y el fusilamiento en el hoy parque de Santander. No obstante, el que Caldas desfilara “absorto en lucubraciones científicas” aunque puede ser del caletre del cronista, no es imposible que fuera determinación explícita de la puesta en escena con que celebraron ese 20 de julio. Hay una “dirección de escena”, que el actor interpretó, posiblemente con acciones físicas: leer, agitar papeles, anotar, observar, desesperarse ante el reloj, rascarse la cabeza, entre otros. Movimientos limitados al espacio de un carro, una carroza descubierta para que el público apreciara el personaje en su interior. Talvez llevada por caballos, la inestabilidad haría preferible para el actor sentarse o moverse apoyado cautelosamente en barandas incluidas a tal efecto. La ejecución de esas acciones hubo de mostrar también una carga de emoción que habría que inferir del sentido del cuadro. No se trata aquí del desesperado reo de muerte en capilla, ni del desmayado impotente; era el apasionado estudioso, que, contra toda lógica, se preocupa de problemas científicos cuando lo van a fusilar. La carta a Enrile acepta esa interpretación, aunque no parezca lógica. Se trata de un héroe y más allá, de un sabio, y esto no es cosa común. La excepcionalidad del personaje explica la acción que para un mortal cualquiera resulta incoherente. En realidad es al contrario: la extravagancia de la acción construye al personaje héroe sabio: ¡Da la vida por la patria, absorto en lucubraciones científicas!

Pombo publicó la biografía de Caldas en 1852 y no es imposible que Cordovez estuviera en Bogotá 20 años después, ese 20 de julio de 1872, y presenciara el desfile alegórico, conmemorativo, auspiciado por la presidencia y representado por los más bellos jóvenes de la época. Así pudieron verlo cientos de bogotanos en una trayectoria que se recarga con el sentido del espectáculo y se argumenta en la realidad de los espacios y las edificaciones que dan testimonio mudo de los hechos. La estructuración dramática actual debe asumir, no solo la imagen real, hasta donde ello es posible, sino la imagen mediada, indirecta, trasegada, que nos dejan dos siglos de representaciones del personaje que fuera fusilado un 29 de noviembre.

Retrato fugaz de Caldas y Manuela Finalmente, por el desenfrenado vicio de los libros y las librerías, encontramos los poemas de Fernando Garavito, el vilipendiado “Señor de las Moscas”, llevado a la tumba prematuramente, como Caldas, por las persecuciones del régimen paramilitar. Escrito para el libro de la artista plástica María de la Paz Jaramillo, De Amores y Amantes, el “Retrato Fugaz de Caldas y Manuela” son doce bellos poemas de Garavito, que reúnen con conocimiento y sensibilidad la figura del “Sabio”. Transcribiremos cuatro de ellos para augurar nuestra escritura de Caldas.

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“Caldas A Germán Colmenares Donde quiera que esté

Debe decir que todo lo ha perdido: los ojos que lo miran sin mirarlo, el fuego y la palabra, el oro, el tardo paso que lo persigue sin motivo. Debe decir que nada lo conmueve: ni la luz ni el amor ni el peso vano de una fruta en sazón en el verano, ni la sangre feroz sobre la nieve. Debe decir que todo lo ha olvidado: el olvido, el amor y las doncellas, el dolor de sentirse abandonado, el olor de la muerte en cada huella, en cada amanecer, cuando extraviado cambia su corazón por una estrella.

este hombre que murió asesinado. Sobre el saco de bronce abotonado sólo resta un perfil indiferente. Es billete de banco, es ardiente volcán sobre la audaz geografía. Es corbeta, estampilla, lejanía, es un pasado gris vuelto presente. Es una escuela militar, un ron, un equipo de futbol, un evento, un pueblo frío, un río sin razón, un museo sin ton ni fundamento. Es, en fin, una hoja de cartón, un ser inacabado, un monumento.

Manuela Estoy aquí, desnuda, bajo tierra. No me juzga el amor, no me conmueven la muerte ni el silencio ni la leve sensación de no ser. Nada me aterra. Y sueño todavía. Sueño el breve encuentro del amor, sueño caricias, sueño el beso profundo, la primicia de una boca en sazón. Sueño la nieve. Sueño lo dulce del amor, la mano que se hunde en mi cuerpo dulcemente Sueño el fuego y la sed, sueño el verano, sueño los labios secos. Quedamente sueño un nombre tras otro, sueño vano: hace siglos partí hacia el poniente.

REFERENCIAS

Geografía Caldas mide silencios, mide huidas, mide noches de hastío, mide estancias, mide pasos, mide circunstancias, mide el tiempo que muere en su medida. Mide también palabras como Tierra, mide el sol, el amor, mide montañas, mide la enfermedad, cosas extrañas como al barón de Humboldt y la guerra. Mide las plantas de Otavalo y mide la Expedición Botánica y la inerte gloria de los herbarios, mide muerte. Mide cuarto de círculo y espadas, mide palmeras, mide nuez moscada. Mide su corazón. Todo lo mide.

Caldas, F.J. de. (1966). Obras

El Transeúnte Aquí queda de pie, eternamente,

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Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.


Francisco José de Caldas: cultura, contexto y aportes en tiempos presentes

Caldas

El Arte y la Ciencia

Carlos Arturo Reina Rodríguez Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, Colombia.

RESUMEN Con el Bicentenario, aparecen nuevamente las narraciones en torno a uno de esos personajes que han generado grandes discusiones, por su vida, por sus actos, sus palabras y las repercusiones de estas a través de los tiempos. Son diversas las interpretaciones y las versiones, tanto de su biografía como de aquellas que se refieren a su vida privada y, sobre todo, al acto de arrepentimiento en 1816, que en ocasiones ha sido calificado como una traición. Calificar desde la actualidad, la vida y obra de un personaje del siglo XIX, bajo el lente del siglo XXI, esgrime un problema de interpretación que el historiador francés, Lucien Febvre denunció tempranamente desde la revista Anales hacia los años 30, como un problema que impide al investigador entender el verdadero significado de un término o de una palabra en un contextos específico inscrito en un momento cultural que dista mucho del actual. Por esta razón, este documento parte de la lectura contextual de algunas piezas de la obra de Caldas, así como del entorno que lo vincula a una generación que involucró cambios drásticos para los cuales, posiblemente no todos estaban preparados. PALABRAS CLAVES Caldas; drama; historia; imagen.

Francisco José de Caldas: cultura, contexto y aportes / Carlos Reina // 145


Francisco José de Caldas: cultura, contexto aportes en tiempos kawarii MAILLALLACHISKA Bicentenariopi kawarii ikuti parlukuna maikan runakunamanda, paipa kausai, actos, rimai imasa kambiarii tiempo. Iuka parlukuna imasa kaugsarka wanariirka 1816 watapi chi manda nirkakuna llulla. Siglope XXl kai historiador Frances, Lucien Febure calificarka abrakuna Caldas runa sute pai karka sug siglo manda (Xll) chi tiempo tiarka sug rigcha cambio i imposiblemente tukuikua man kanchi preparados. RIMANGAPA MINISTIDUKUNA Francisco José de Caldas, siglo XlX, Nueva Granada Colombia.

Francisco José de Caldas: Culture, context, and contributions in presente times

Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

ABSTRACT The narrations around one of those characters who generated great discussions due to his life, acts, words, and repercussions of them through the time appeared again in the Bicentennial discourse context. Therefore, there are different interpretations and versions about his biography, his private life, and above all, the act of repentance in 1816 which had sometimes been described as a betrayal act. Judging the life and work of a nineteenth-century character from a twenty-first century perspective brought an interpretation difficulty, which the French historian Lucien Febvre identified in the Anales

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Magazine in the 1930s, since it prevented the researcher from understanding the true meaning of a term or a word in a specific context inscribed in a cultural moment that is far from a present one. For this reason, this document starts from the contextual reading of some pieces of Caldas’ work, as well as the environment that links it to a generation that involved drastic changes where people were not prepared at all. KEYWORDS Francisco José de Caldas, 19th century, New Granada, Colombia.

Francisco José de Caldas: Culture, contexte et contributions au present RÉSUMÉ Avec le Bicentenaire, les récits apparaissent à nouveau autour de l’un de ces personnages qui ont suscité de grandes discussions en raison de sa vie, ses actes, ses paroles et leurs répercussions au cours des temps. Il existe de différentes interprétations et versions, à la fois de sa biographie et de celles qui se rapportent à sa vie privée et, surtout, à l’acte de repentance en 1816, qui a été parfois décrit comme une trahison. Qualifier la vie et l’œuvre d’un personnage du XIXe siècle sous la lentille du XXIe siècle brandit un problème d’interprétation que l’historien français Lucien Febvre a rapporté au début de la revue Annals aux années 30 comme un problème qui empêche le chercheur de comprendre le sens réel d’un terme ou d’un mot dans un contexte spécifique inscrit dans un moment culturel qui est loin de l’actuel. Pour

Casa Museo Francisco José de Caldas, Bogotá Colombia. Fotografía: Alejandra Lamprea, Brigitte Castro y Alvaro Ayala. 2017.

Francisco José de Caldas: cultura, contexto y aportes / Carlos Reina // 147


cette raison, ce texte-ci part de la lecture contextuelle de certaines parties de l’œuvre de Caldas, ainsi que de l’environnement qui l’associe à une génération qui implique des changements drastiques pour lesquels peut-être pas tous ont été préparés. MOTS CLÉS Francisco José de Caldas, XIXe siècle, Nouvelle Grenade, Colombie.

Francisco José de Caldas: Cultura, Contexto e aportes em tempos pr RESUMO Com o Bicentenário aparecem novamente as narrações em tomo a um dessas personagens que tem gerado grandes discussões, pela sua vida, pelo seus atos, suas palavras e as repercussões destas a através dos tempos. São diversas as interpretações e as versões, tanto de sua biografia como daquelas que se referem a sua vida privada e, sobretudo, ao ato de arrependimento em 1816, que em ocasiões tem sido qualificado como uma traição. Qualificar desde a atualidade, a vida e obra de um personagem do século XIX, sob a lente do século XXI, esgrime um problema de interpretação que o historiador francês, Lucien Febvre denunciou prematuramente. PALAVRAS-CHAVE Francisco José de Caldas, Século XIX, Nueva Granada, Colômbia.

Fotografía: Luis Guillermo Salcedo. Cortesía del fotógrafo. 2015

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Caldas en el billete oficial de veinte pesos colombianos en la década de los 80.

Caldas como referente político nacional Escribió el investigador mexicano Alberto Saladino García en su obra comparativa: Dos científicos de la Ilustración hispanoamericana: José Antonio Alzate y Francisco José de Caldas, 2ª ed., el impacto que causa al visitante que arriba a Colombia, la presencia de Caldas haciendo historia a través de instituciones, unidades administrativas, equipos de fútbol, bebidas alcohólicas entre otros: • Departamento de CaldasMunicipio de Caldas Antioquia • Ron viejo de Caldas.El 11 Caldas • Instituto Francisco José de Caldas en Aguachica, César Institución Educativa Francisco José de Caldas AraucaBiblioteca Púbica de Suba Francisco José de CaldasColegio Fran-

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cisco José de Caldas, Cali Colegio F. J. de Caldas. Tibú, Norte de Santander I.E.M. Francisco José de Caldas. Pasto Instituto Técnico Industrial Francisco José de Caldas. Bogotá Colegio Militar Caldas, Bogotá. Medalla Caldas (1950)Estampilla Caldas (1950). Casa Museo CaldasFondo Nacional para el financiamiento de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación Francisco José de CaldasEdificio 13 de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 1950

Existen, desde luego, medallas, billetes, estatuas y demás que incluyen una imagen que se ha extendió a través del tiempo: A pesar de ello, en 2008, las antropólogas Elizabeth Tabares y Astrid Perafán, junto a un grupo de investigadores de la Universidad del Cauca, realizaron un estudio forense que revela que posiblemente la imagen conocida de Caldas, no es la que se tiene como aceptada y oficial, sino que la exhumación de los restos del prócer en el 2008 indica que su fisonomía era muy diferente. En su trabajo se describen algunos rasgos del Sabio: Era delgado, no medía más de 1,66 metros, de apariencia grácil…es el cuerpo de un intelectual, muy sano y resistente, pero no pleno de masculinidad, como podríamos llegar a imaginar… desarrolló una hiperadaptación a la altitud, seguro por las largas caminatas a la que se sometió durante su recorrido por los Andes (El Tiempo, 2008). Además se menciona que comía muchos dulces, motivo por el cual padecía de caries, tenía una lesión en la tibia de la pierna izquierda y después de ser fusilado, recibió dos heridas en los brazos con una bayoneta, para confirmar su muerte. Aunque se concluye, tanto por los investigadores como por sus descendientes, que esta información es verídica, no se conoce hasta la fecha de elaboración de este documento, la culminación de un óleo encargado al artista dominicano Fernando Ureña, a partir de los restos óseos del Sabio.

LOS AIRES REVOLUCIONARIOS Se suele mencionar que los tiempos de Caldas fueron tiempos de revolución. En ese sentido, conviene definir en qué sentido entendemos tal término. La socióloga estadounidense Theda Skopol en un estudio comparativo entre la Revolución rusa, la Revolución francesa y la Revolución inglesa, establece algunos elementos para entender a qué revolución nos podemos estar refiriendo. Skopol (1984) indica que hay revoluciones que pueden ser rápidas, o lentas. Cada una tiene su propia dinámica, a pesar de que se puedan tejer ciertas unidades de comparación, como los sectores participantes, el movimiento de las ideas y los actos, tanto como el impacto en el tiempo. Para Skopol existen revoluciones sociales, que por lo general son rápidas, afectan la estructura social tanto como a sus clases, y por lo general inician desde abajo. Convergen en un cambio de carácter político que puede coincidir con un cambio social que entreteje una simbiosis de conveniencia. Están también las revoluciones políticas, que transforman las estructuras del Estado, como ocurrió en el caso de la revolución Meiji en Japón o la Revolución inglesa en el siglo XVII. En este caso, pueden o no haber conflictos de clase, dado que estas se pueden dar en el interior de la misma estructura. También están las rebeliones, que suelen ser levantamientos temporales, que pueden incluir movimientos sociales y de clase, pero que no conducen a un cambio estructural de la sociedad. También están las revoluciones industriales que llegan a cambiar la estructura social aunque pueden dejar intacta la estructura política.

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Aunque la socióloga no las toma en cuenta, también podemos mencionar las revoluciones culturales, y las revoluciones económicas que pueden ser impulsadas desde la misma estructura estatal y pueden transformar la estructura social o solo alterar ciertos aspectos de ella. Con lo anterior queda claro que una revolución política puede cambiar la estructura de organización estatal, pero no necesariamente a la cultura o la estructura social. Lo mismo ocurre con cada uno de los tipos de revoluciones. Pueden alterar un aspecto, todos o solo algunos aspectos de la estructura social. En ese sentido los tiempos de revolución a que se refieren muchos autores, involucran revoluciones políticas, con mínimos impactos sobre los aspectos de la estructura social, económica y de la cultura. Como sabemos, lo que siguió a 1819, fue en cierto modo la postergación de las diferencias de clase social, la estructura económica y la alteración leve de ciertos aspectos de la cultura, fundamentalmente en relación al intento de construcción de un sentido de identidad nacional que no pretendió abandonar el hispanismo, sino más bien, consolidar a unas élites políticas con la idea de patria y nación, nociones de por sí demasiado débiles, en particular en el siglo XIX, como lo han explicado muchos historiadores en el país. En ese sentido, Caldas entiende los cambios políticos, a los que prefiere no mencionar en buena parte de sus escritos y más bien se dedica a preocuparse por el aspecto cultural del Virreinato. Así lo plasma en una carta escrita en marzo de 1810 al señor Antonio de Narváez: Sirvo al Rey y a la Patria ha muchos años en calidad de astrónomo y de botánico. Recorrí la parte meridional del Reino, colecté un herbario precioso, levanté su carta sobre observaciones astronómicas, fijé la elevación sobre el mar de casi todos sus puntos, y desde 805 estoy encargado de este real Observatorio astronómico. Le ofrezco V. E estos trabajos y este destino, y ofreciéndolo imploro la alta protección de V. E. para su conservación. Cuando V. E. se halle en el centro de la Junta soberana, cuando dependa de sus manos la suerte de tres millones de hombres, acuérdese V. E. de este Observatorio, el único que posee el nuevo continente, y que hace tanto honor a la Patria de V. E. Él se le debe al ilustre Mutis, se conserva por la protección que le dispensa el ilustrado jefe que hoy nos manda, y aún carece de la aprobación del soberano. Tenga V. E. la gloria de haber consolidado este bello establecimiento, y de haberle dado la última mano. Las ciencias, y en especial la astronomía, la geografía y el comercio inmortalizarán el nombre de V. E., ya célebre por tantos títulos. Yo me haré un honor de dirigir a V. E. todos los números que salgan en lo sucesivo. Ellos tratan de las necesidades del Reino, de sus ventajas, de su agricultura, de sus riquezas, de sus habitantes. Qué materia más digna del representante del Reino, digamos mejor de su ángel tutelar en esta época calamitosa y desgraciada. Cuénteme V. E. en el número de sus admiradores y de sus panegiristas, y viva V. E. persuadido que mi pluma, mis fuerzas, mis conocimientos jamás se hallarán tan honrados que sirviendo a la gloria de V. E. Dios Nuestro Señor guarde la vida de V. B. muchos años. Santafé y Marzo 9 de 1810. Excelentísimo Señor. Francisco José de Caldas (Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Exactas, 1978, p. 304).

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Imagen de Francisco José de Caldas, publicada en Papel Periódico Ilustrado el 2 de agosto de 1882.

La Nueva Granada en tiempos de Caldas Francisco José de Caldas es uno de esos personajes que han generado amores y odios. Este payanés, amante de la ciencia casi por encima de las pasiones corpóreas más humanas, se convirtió en un hombre de amplia referencia cuando se piensa en los ilustrados de la Nueva Granada. Juntos a otros jóvenes de la época, constituyeron un núcleo, una comunidad, una red de comunicación e información a través de la cual se intercambia-

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Plan geográfico del Virreinato y de Santafé de Bogotá, formado por Francisco Moreno y Escandón y delineado por José Aparicio Morata, 1772. Archivo Nacional de Colombia, Bogotá.

ban opiniones, conceptos, libros y noticias provenientes de Europa. Es curioso, entre más querían conocer de Europa, más conocían de América. Posiblemente por tener que mostrar frente a los europeos y buscar un sitio en sus libros. Los jóvenes ilustrados, como los denominó el historiador Renán Silva, constituyeron uno de los ejes intelectuales de finales del siglo XVIII e inicios del XIX en los territorios que comprendían el virreinato de la Nueva Granada. Es importante señalar que los territorios de la actual Colombia, estaban al sur de la “Nueva España”, y que solo servían como puntos referenciales de explotación minera, en Europa. Es importante indicar que la posición de las provincias de la Nueva Granada era clave para la metrópoli, toda vez que servía

como punto de entrada al occidente y sur del continente. No obstante, esto no se evidenció con un desarrollo de vías de comunicación ni una mayor integración de las principales ciudades, con la metrópoli. Sencillamente para el caso de Bogotá, esta ciudad no dejaba de ser un poblado enclavado en la cordillera, que distaba mucho de los pequeños pueblos españoles. Para ser una capital, en realidad decepcionaba a quienes llegaban a ella. Las reformas borbónicas (1700-1788) habían impulsado algunas transformaciones en América. Felipe V y sobre todo Carlos III, impulsaron una transformación administrativa y militar, comprendiendo que las colonias no eran solamente centros mineros de explotación, sino que también producían otro tipo de riquezas, que era necesario redescubrir. De allí la Expedición Botánica. Una parte incluía el envío de peninsulares mejor preparados para ocupar cargos públicos, así como a militares profesionales para reemplazar las milicias locales. También fueron creados el Virreinato de Nueva Granada y del Río de la Plata.

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Recientemente, Mauricio Restrepo Peña, profesor de la Universidad Javeriana de Cali, publicó un ensayo donde aclara algunos referentes frente a la idea del Nuevo Reino de Granada (Restrepo, 2016) Colombia no era el Nuevo Reino de Granada, así lo creyeran algunos. El Tiempo. Agosto 8. En él, Restrepo dice que un error de los historiadores está en pensar que el Virreinato era un Estado. Por ello se suele pensar en los territorios hasta donde llegaba este, como si fueran parte de un solo “país”. En realidad el Virreinato era una figura político administrativa, una entidad territorial desde 1717, suspendido en 1923, reinstaurado en 1739 hasta 1810 que regía sobre distintas provincias, o “países”, como fueron denominadas por los conquistadores y que para tiempos de Caldas, aún seguían denominándose de tal manera. En reiteradas ocasiones Caldas se refiere en sus observaciones al país del Chocó, o al de los Llanos. En caldas, encontramos elementos de sus observaciones que nos llevan a pensar que Restrepo tiene razón y que además, lo que hemos tenido a lo largo de la historia desde la independencia, fue un proceso de construcción de una unidad compuesta por países o regiones difícilmente similares, por las condiciones geográficas y por la naturaleza de sus gentes.

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La brecha entre las ciudades y las zonas rurales era abismal. Dos mundos distintos. Quizá por ello la fascinación de Caldas por las costumbres, las especies de flora y fauna del Virreinato. Pero también afán porque esta riqueza fuera conocida en Europa, continente que no conoció sino a través de los libros y las crónicas de los viajeros. De alguna manera, fue privilegiado al no conocer la metrópoli, pues esto le permitió soñar y explorar muy a su manera, lo que de otra forma hubiera sido una labor como cualquier otra. Algunos de sus detractores aseguran que Caldas descubrió lo ya descubierto, o inventó lo ya inventado. Es posible que esta afirmación sea válida, pero también lo fue el esfuerzo para hacer, con poco lo que muchos no pudieron hacer. Como en la mayoría de ocasiones, Caldas no podía adquirir los instrumentos que necesitaba para sus observaciones, se dedicaba a construirlos con sus propios medios. Las razones no solo eran económicas sino que reflejan la falta de interés por parte de las autoridades virreinales respecto de las actividades científicas en las colinas. Los ilustrados de la Nueva Granada esperaban que las reformas borbónicas tuvieran un cambio respecto a la actitud de la corona frente a las ciencias y la cultura, y aunque existieron proyectos importantes como la misma Expedición Botánica, estos en realidad, fueron proyectos personales que lograron frutos a partir del esfuerzo individual, más que de la existencia de una política de apoyo estatal. La insatisfacción era expresada en la medida en que los acontecimientos políticos en Europa y los Estados Unidos, acrecentaban la incertidumbre y la representatividad frente al poder en los territorios coloniales de España. A Caldas le interesaba fundamentalmente la ciencia. Escribe en enero 5 de 1799 en Popayán, una carta a Santiago Arroyo y Valencia, quien se encuentra en Bogotá, apropósito de sus observaciones sobre Saturno y júpiter que


Convengamos en que el cultivo de alguna ciencia es una barrera casi insuperable para el vicio. ¡Ojalá esto bien los padres y los ayos¡ ojala que en vez de castigar a los niños, les hicieran tomar gusto por cualquier ramo de la física o de las ciencias exactas, entonces veríamos menos jóvenes viciosos, menos atolondrados y más sabios (Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1978, p. 43) Escribe nuevamente a Santiago Pérez desde Popayán el 20 marzo de 1801: Vivimos, amigo, en un país en que se nos ha cerrado el camino a la sabiduría. Si contáramos en la Europa que había un pueblo con cerca de 300 años de fundación, bajo la dominación de una nación cultural, que todos los días pasa a los primeros puestos la parte más ilustrada de ella, que hay colegios, Universidad, doctores que inundan los pueblos, y que se dijera que no se halla en él un ejemplar de la Filosofía Botánica de Linneo, que es raro el Conde de Buffon, que apenas se ven las obras maestras en todo género, ¿no creyeran que les hablamos de los Calmucos y de los Tártaros y a buen escapar de los lapones? La posibilidad de instruirnos parece invencible. La imposibilidad de instruirnos parece invencible. A cuatro mil leguas de distancia de la metrópoli, añada fuerzas marítimas de la Gran Bretaña que cierran la comunicación de España con sus colonias, y casi desesperaremos de poder algún día saber lo que un niño europeo. Dejemos estas ideas tristes y hablemos de otra cosa (Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1978, p. 59). A Caldas le preocupa el atraso de las provincias del virreinato. No entiende cómo una metrópoli como España, no le interesa o no puede adquirir las obras básicas de la cultura occidental. Esa es su queja y posiblemente una de las razones por las cuales termina vinculándose a los movimientos revolucionarios. En Caldas revolución no es cambio social, o político, sino un cambio cultural. La revolución no es la de Caldas. Alcanza a Caldas y a su interés científico. La revolución lo saca del observatorio y lo lleva al mundo político en que pronto hace enemigos. ¿A qué político le gustan los científicos? Por eso tiene que huir y llega a Antioquia donde es nombrado Coronel de Ingenieros. La instalación de la primare fábrica de pólvora con el hallazgo de una mina de nitro cerca de Medellín, le permite hacer uso de su conocimientos científico. Como los conflictos de la Segunda Guerra que terminan haciendo bombas, Caldas hace pólvora, pero no dispara arma alguna. Él mismo lo dice en su carta al general… Donde da cuenta de su actuación. Pienso que Caldas cree en el país, en sus gentes pero no en sus políticos. Prefiere los políticos de España que los locales y trata de tranzar con el general español… pensando que este era como los europeos ilustrados que había conocido. Caldas no está en desacuerdo con España ni contra ella, sino con lo que España hace en América, como otros, piensa que España es la mano civilizadora, cuyas autoridades no comprenden la importancia de América. A pesar del inicio del proceso revolucionario, siguió con sus observaciones casi hasta el final. Como sabemos, se vinculó dictador Juan del Corral, descubrió las minas de nitro y diseñó la primera fábrica de pólvora del país, con lo que aseguraba una renta y la independencia de esta. Factor importante en una guerra. Desarrolló la maquinaria para la acuñación de la Casa de la Moneda en Antioquia y levantó el primer trazado del camino, vía entre Medellín y el Chocó. Si bien es cierto que ha sido llamado el “Sabio”, quizás debiese ser llamado el “ilustrado”

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Escudo actual de la Universidad Distrital “Francisco José de Caldas”. Bogotá Colombia.

Caldas. No era para menos, pues aunque es objeto de controversias respecto a sus actuaciones durante la reconquista española luego de 1816, es innegable su aporte al campo de las ciencias. Su interés por las observaciones de la naturaleza lo llevaron por senderos donde aún no se definían las disciplinas modernas. No solo se trató del hipsómetro, para medir la presión atmosférica, así como otros adelantos y observaciones en el marco de la Expedición Botánica y de la dirección del Observatorio Astronómico de Bogotá, el primero en América, sino también por sus cuestionamientos frente al pasado y a la historia misma, desde sus páginas del Semanario del Nuevo Reino de Granada, del cual era director. Allí se encuentran las muestras y las huellas de Caldas y de

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sus contemporáneos, plasmados en avisos, crónicas de viajes, estadísticas, observaciones agrícolas, poesías, informes y otros. Es el caso de aquel informe que escribió Caldas a José Celestino Mutis en 1801, respecto a un viaje a Quito; le sorprendió no encontrar las pirámides geodésicas construidas décadas antes por una misión francesa, en la llanura de Yaruqui, conmovido al entender que los habitantes de la región las habían desmontado para convertirlas en puentes y umbrales. Afirmó entonces: “si es cierto que se han demolido las pirámides, es muy dudoso que se haya perdido la base. ¡Qué duda! Esta duda excita en mi imaginación ideas gloriosas capaces de inmortalizar a quien las ejecute” (Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1942, p. 179). Caldas trató de evocar todo cuanto veía, y así lo comunicó a Mutis. En sus planes para visitar la provincia de Quito, incluía observaciones relacionadas con la zoología, la mineralogía, la agricultura, las artes y oficios, la velocidad del sonido, observaciones del termómetro, el barómetro, la astronomía, la botánica, además de un análisis de planos y un estudio de suelos. Algunos de los instrumentos utilizados para estas observaciones fueron construidos por él mismo, como el caso del sextante para medir la latitud de Popayán. Ejemplo este, que sin duda superaba la expectativa de muchos científicos europeos en su tiempo y quizás a muchos hoy. Sus palabras resuenan aún en la academia como un reto a las nuevas generaciones: “La posteridad es justa: ella vengará las injurias hechas a las ciencias” (Biblioteca Popular de Cultura, 1942, p. 179) afirmó.

Nuevos aportes Las Cartas de Caldas, junto con el Semanario del Nuevo Reino de Granada, han sido dos fuentes importantes para entender no solo la vida de Francisco José de Caldas, sino también entender su época, su cultura, las diferencias geográficas, los procesos y métodos de observación de su tiempo, y dejan clara la importancia de la obra del Sabio, al consignar los cambios más mínimos en sus escritos, lo que le otorga un valor adicional, sobre todo si tratamos desde la actualidad, explicar algunos fenómenos del pasado. Precisamente, los estudios geológicos y climáticos modernos, usando avanzados equipos de simulación digital, han mostrado que entre los siglos XVI y XIX se desató un fenómeno conocido en el campo de la geología y la climatología, como la pequeña era de invierno. Las temperaturas bajaron progresivamente en toda Europa y los Estados Unidos, alcanzando el mayor umbral entre 1810 a 1820. Fue sin duda la época más fría de esa pequeña edad de hielo. En particular, 1816, se configuró como el año que no tuvo verano, denominación que le dio justamente título a una de las últimas obras de William Ospina El verano que nunca llegó. Según muchos geólogos, estos cambios se notaron sobre todo en la parte norte del planeta, aunque también en las zonas meridionales disminuyeron las temperaturas, aumentaron las lluvias y se gestó un panorama atmosférico mucho más opaco, ante la reducción de los rayos solares. La causa de este fenómeno durante esta década, estaba en la explosión del volcán Tambora en Indonesia llevada a cabo el 10 de abril de 1815. Esta es la explosión volcánica más grande de la que se tenga registro en la historia. No obstante, años antes se había presentado un fenómeno similar, aunque de menores proporciones y cuyos registros fueron más difíciles de hallar. Las notas de algunas observaciones en el planeta, revelan que entre 1809 y 1810, se inició un descenso de temperatura con una disminución significativa de la luz solar. Los estudios en Groenlandia y la Antártida en 1990, revelaron rastros de sulfuro volcánico para ese periodo. Un geólogo español Álvaro

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Guevara-Murua, profesor de la Universidad de Bristol, sospechó que la baja de temperatura entre esos años pudo haberse dado por otra explosión volcánica, pero no se tenía registro alguno de este fenómeno, ni en Europa ni en algún otro sitio en el Índico o el Pacífico. No había testimonios históricos. Así que Guevara-Murua decidió embarcarse en la búsqueda de datos y registros que testimoniaran algún rastro del evento. Esa fue su tesis doctoral. Junto a otros investigadores, vulcanólogos, geólogos e historiadores, se dieron en la tarea de buscar los rastros de tal evento, del que solo tenían los datos atmosféricos registrados por las muestras tomadas del hielo y las simulaciones computarizadas. Era claro que si esas muestras estaban allí, tenía que haberse dado algún evento volcánico, pero lo extraño era que no existía testimonio alguno que revelara tal hecho. El nivel de concentración de residuos volcánicos era muy alto como para que ningún habitante del mundo hubiese notado cambio alguno en la atmósfera, a no ser que fuera un aficionado a la observación permanente de los cielos. El fenómeno fue llamado por los expertos en 2014, como la “erupción desconocida” que fue la segunda más grande de los últimos 200 años, solo eclipsada por Tambora (Guevara-Murúa, 2014). Las indagaciones llevaron a examinar varios archivos, según relata el equipo de investigación, en el que se incluyó al Archivo General de Sevilla, lugar donde se recopiló buena parte de los documentos producidos en las colonias americanas. Esta costumbre, más allá de tener un interés científico, se apoya en la estrategia de control de la información establecida por la metrópoli para indagar acerca de los movimientos de ideas y personas, en torno a la búsqueda e identificación de enemigos y conspiradores. No conocemos los resultados ni la efectividad de dicha estrategia. En todo caso, resultó valiosa la acumulación de documentos que se convierten en fuente de análisis histórico para los investigadores actuales. A pesar de la búsqueda, los resultados fueron negativos, hasta que el equipo se encontró con el Semanario del Nuevo Reino de Granada, publicado por Francisco José de Caldas. En 1809, Caldas publicó una noticia relacionada con los misteriosos hechos acontecidos entre el 4 al 11 de diciembre de 1808, donde se describen cambios en las condiciones atmosféricas en Bogotá: Desde el día 11 de diciembre del año último se comenzó a observar el disco del sol desnudo de irradiación y de aquella fuerza de luz que impide mirarlo con tranquilidad y sin dolor. El color de fuego que le es natural se ha cambiado en el de plata, hasta el punto de equivocarlo mucho con la luna. Este fenómeno es muy notable al nacer, y principalmente al ponerse este astro. Cuando corre la mitad del cielo, su luz es más viva y no permite mirársele a ojo desnudo. En las cercanías del horizonte se le ha visto teñido de un color rosa muy ligero, de un verde muy claro o de un azulado gris que se acerca al acero. Se ha sentido generalmente por las mañanas un frío pungente y superior al que exigen la altura y posición geográfica de esta capital. Muchos días ha amanecido el campo cubierto de hielo, y todos hemos visto quemados los árboles y demás vegetales que por su organización son demasiado sensibles a este meteoro. Toda la bóveda del cielo se ha visto cubierta de una nube muy ligera, igualmente extendida y transparente. El azul del cielo ha tocado en los primeros grados del cianómetro, y algunos días se ha visto de un verdadero blanco. Han faltado las coronas enfáticas que se observan con tanta frecuencia alrededor del sol y de la luna cuando existen aquellas nubes que los meteorologistas conocen con el nombre de velo, Las estrellas de primera, de segunda y de tercera magnitud se han visto algo oscurecidas, y absolutamente ha desaparecido las de cuarta y quinta, a

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la simple vista del observador. Este velo ha sido constante tanto de día como de noche, el tiempo ha sido seco y han reinado los vientos del sur, por intervalos, sucediéndoles calmas muy considerables. Este fenómeno se ha observado en Pasto, en Popayán, en Neiva, en Santa Marta, en Tunja y seguramente en toda la extensión del Virreinato. Nada tendría de extraño a los ojos del físico que se observasen igualmente en todos los países aludidos dentro de los trópicos (El Semanario del Nuevo Reino de Granada, 1809 en Bateman, 1998, pp. 265-269). Caldas relata que el fenómeno sorprendió a muchas personas que se llenaron de miedo y acudieron a su ayuda, en busca de una respuesta, la cual él sorteo indicando que estos eran fenómenos comunes para los astrónomos y que a pesar de que no conocía las causas concretas, no tenían qué temer. ¡Cuántos me han consultado y a cuántos he tenido que serenar! La tranquilidad de todos sobre un objeto que nada tiene de extraordinario, y que en todas sus partes está conforme con los principios más sanos de la verdadera física, me han obligado a llenar dos páginas de nuestro Semanario, diciendo que todo el misterio consiste en una ruta extendida igualmente en la región superior de nuestra atmósfera, en algunos vapores del horizonte y en las refracciones que sufre la luz solar al entrar en la mesa del aire (Bateman, 1809, p. 266). Según Guevara-Murúa, posteriormente se halló un relato del médico y científico peruano José Hipólito Unanue en el que se menciona lo siguiente: A mediados de este mes (1808), comenzó a aparecer al S.O., entre el cerro de los Chorrillos y el mar al ponerse el Sol, un crepúsculo vespertino que iluminaba la atmósfera: lanzábase del horizonte N.S. hasta el cenit en forma de cono, brillaba con luz clara hasta las ocho de la noche en que se extinguía; y esta escena se renovaba todas las noches hasta mediados de febrero en que desapareció (Unanue, 1815, p. 14). El informe, coincide con el que Caldas presentó y publicó en 1809. Los datos de las observaciones inician en diciembre y terminan en febrero, con una diferencia de pocos días. Las descripciones según Guevara-Murua, son rastros de una erupción de amplia cobertura.

En Suma Caldas ha tenido un impacto en la cultura colombiana y su nombre e imagen han sido usados de manera política y publicitaria para fines diversos. Estos distan en muchos casos de un nexo real con su vida y obra. Más podemos decir que son circunstanciales. Por otro lado, entender a Francisco José de Caldas implica entender el contexto, las dificultades de vivir en un territorio que estaba alejado de los centros de producción académica y que no contaba con mayores recursos. Implica pensar en los problemas de comunicación y en la angustia de un científico por incluir a su natal Popayán y a la Nueva Granada en los “mapas” del mundo. Declarar su existencia y su potencial. De la misma manera y hasta la actualidad, cotejar los documentos producidos por Caldas, en la actualidad, implica redescubrir un mundo y cotejar fuentes para entender no solo el pasado sino el presente.

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Planeta Editorial.Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. (1942). Semanario del Nuevo Reino de Granada (t. III). Bogotá. El Tiempo. (2008, enero 16). El Sabio Francisco José de Caldas, no era como dicen los libros de Historia. Bogotá.

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Ocampo, J. (1999). El proceso ideológico de la emancipación en Colombia. Bogotá: Planeta.

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ed.). México: CIALCUNAM. Silva, R. (2005). La Ilustración en el virreinato de la Nueva Granada. Estudios de historia Social.

Medellín: La Carreta. Skocpol, T. (1984). Los estados y las revoluciones sociales. Un análisis comparativo de Francia, Rusia y China. México: Fondo de

Cultura. Unanue, J. H. (1815). Observaciones sobre el clima de Lima: y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre.

(Versión digital). Madrid: Imprenta de Sancha.


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