El descensor - A01N08 - Naturaleza muerta

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Contenido

Derechos de uso

Editorial ..................................................................... 4

El descensor y todo su contenido original, sea cual sea su naturaleza, están protegidos bajo los términos Atribución - No comercial - No Derivadas 3.0 de una licencia Creative Commons, la cual establece que:

Naturaleza, arte y muerte ...................................... 4 Diario de un estafador ............................................... 4 El bodegón ............................................................ 4 Ágape ....................................................................... 5 Muertos ................................................................. 5 Historias casi verdaderas .......................................... 6 Tres muertes misteriosas (tercera y última parte) .. 6 Memorias de una bruja… y loca ................................ 7 Pacífico reposo ...................................................... 7 Desde el otero ........................................................... 7

Usted es libre de copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra bajo las condiciones siguientes: 

Vivo sin vivir en mí ................................................. 9 En negro sobre blanco ............................................ 11

Atribución. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra).

La naturaleza de la muerte .................................. 11 El catalejo ............................................................... 13

No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales.

Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra.

Gabriel Inane ......................................................... 7 A tiro de piedra .......................................................... 9

Síndrome post-vacacional ................................... 13 La casa en el ciruelo ............................................... 14 Pancho y la patria ................................................ 14 Camagüebax ........................................................... 15 Ciudad borrada .................................................... 15 Ulises y sus sirenas ................................................ 23 Ceniciencia .......................................................... 23 El sillón de orejas .................................................... 23 El retrato oval ...................................................... 23 La almadraba .......................................................... 26

La propiedad intelectual y los derechos sobre todos los elementos del diseño, tales como colores, tipografías, gráficos y otros, pertenecen a El descensor. Los de textos, imágenes fotográficas, tiras y otros contenidos pertenecen y quedan reservados a sus autores. Para obtener autorización expresa para hacer uso de cualquier contenido es necesario establecer contacto previo vía correo electrónico a descensor@gmail.com.

Naturaleza viva .................................................... 26 Lectores opinantes .................................................. 26 Participan en esta edición ....................................... 27

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Editorial

Diario de un estafador

Naturaleza, arte y muerte

El bodegón

La redacción

Jesús H. Olague Alcalá

El término “naturaleza muerta”, según algunos, tiene su origen en la pintura y se refiere a la representación de objetos inanimados en un espacio artificial específico preparado para tal fin, sin embargo, hoy en día se utiliza para referirse a cosas tan variadas como la interpretación, en un entorno dado, de las dos palabras que lo forman.

Tenía un don especial, cualquier rostro que pintara, cualquier paisaje, cualquier escena viva, producía en el espectador efectos similares a los que retrataba.

Concretizando, nos podemos referir, en su significado original, a un bodegón, un acomodo armónico de frutas, platos y jarrones, entre los que destacan, citando a unos cuantos nada más a manera de ejemplo, los pintados por de Zurbarán o Cézanne, lo mismo que a algún florero con girasoles al más puro estilo de Van Gogh. Por otra parte, con la popularización de la fotografía, prácticamente todos los grandes fotógrafos, y los no tan grandes, han pasado tarde o temprano por este género, arrebatando la exclusividad a sus cercanos parientes, los pintores. En la literatura es preciso recordar al gran poeta nicaragüense Rubén Darío, quien hace una descripción precisa del tiesto de lilas y rosas, que prometen aromatizar el ambiente, al lado de manzanas, peras y uvas negras, que invitan a la gula, aunque sean todas ellas de artificio. Pero no, el término no puede ni debe ser limitativo a géneros específicos de las artes, y es que a cualquiera puede evocarnos cosas que no son precisamente relativas a la pintura, la fotografía o las letras, pasajes impresos en nuestra mente, que lo mismo se refieren a paseos por avenidas de hojarasca en tardes de otoño, que a los inclementes estragos que la imprudente mano del hombre ha ocasionado en nuestra gran casa y a las formas en que ésta toma venganza de tan ingratos inquilinos.

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Infantes que reían hacían reír a carcajadas hasta al más insensible espectador; ancianos que lloraban, jóvenes amantes, borrachos indecentes, plasmados en sus lienzos llevaban a quienes les admiraban a romper en un llanto desconsolado, a alcanzar el clímax de carnales pasiones, a caer en una embriaguez eufórica, de la nada, por la nada. Su fama se extendió rápidamente por todo el reino y más allá de las fronteras. Constantemente llegaban viajeros a pedirle que les retratara, felices, bellos, plenos, cubiertos de riqueza, rodeados de hombres y mujeres hermosos o que pintara para ellos sus tierras hora yermas e improductivas, convertidas en paisajes prósperos, repletos de animales, de cultivos, de sol y agua, porque todos sabían que poseer un cuadro suyo haría que se replicara al final de cuentas la estampa en la realidad. El clero, ni que decir, le convirtió en su artista principal, las catedrales de los cuatro continentes conocidos se iban llenando, a la velocidad de sus propias posibilidades, de frescos suyos, de imágenes de crucifijos que llevaban a la conversión a los impíos, de vírgenes en asunción y santos piadosos que inflamaban la fe, que llenaban las iglesias y lograban lo que ni los evangelizadores más elocuentes habían logrado jamás. Pero a Francisco nada de esto le importaba, era joven aún y su vanidad de productor de belleza le dictaba otros derroteros, otros caminos a seguir; lo que siempre le inquietó hasta convertirse en una obsesión y una desdicha que le corroían por dentro, era el deseo de dominar siquiera un poco la naturaleza muerta, era tan perfecto su arte vivo que al pintar una manzana separada del árbol que le daba vida, perdía en la tela su brillante colorido, en unos pocos días se marchitaba, se pudría, y hasta llegaba

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo a llenarse el ambiente del desagradable aroma del fruto que, en lugar de incitar al pecado, resultaba francamente vomitivo. Se retiró pues el pintor a disfrutar de su maestría y de la comodidad que los ahorros de años le brindaban, de la fama por su trabajo, con una única idea en la cabeza, lograr crear, antes de morir, un bodegón que fuera digno de ser comparado al menos con el más imperfecto de los bustos y paisajes que había pintado en su vida, en su corta trayectoria. Y aunque se retiró del todo, recibía constantemente visitas de bellas damas y elegantes caballeros de la más refinada sociedad renacentista, que guiados por sus vanidades y codicias o por la fama del artista, acudían a pedirle un cuadro, uno más, el último, no importaba el precio que hubiera que pagar. Visitas que terminaban entre la exasperación, la desolación y la impotencia ante la eterna y rotunda negativa del artista a volver a lo que le había dado fama y reconocimiento, ante la imposibilidad de convencerle, a cualquier precio, de que les concediera el privilegio de ser los últimos en recibir el favor de su sensibilidad creadora. Negativa que se daba el lujo de entregar gracias a que aún gozaba de la protección de reyes, nobles y obispos que entendían que si un día les pintara en contraria situación perderían, de golpe y tajo, los beneficios obtenidos del pincel del artista. Dicen en el pueblo que los visitantes no deben criticar, ni opinar siquiera, el cuadro que, a medio pintar, se encuentra justo al centro del gran salón; que no se debe decir, aunque sea en voz prácticamente imperceptible, que le falta alguna uva o un jarrón, que se vería mejor si tuviera una manzana de tal color o una pera de tal forma, que no hay que reaccionar ante el contraste entre la belleza de las formas terminadas y lo burdo de las partes inconclusas de la imagen, que de hacerlo será lo último que se les escuchará decir, y lentamente se marchitarán o quedarán inmóviles, secos, mientras aparece un fruto o un objeto de perfecto trazo en el cuadro que afirma el viejo Francisco de Zurbarán no haber vuelto a ver siquiera desde que, lleno de frustración por no poder pintar una simple escena inerte, abandonó para siempre la pintura, hace treinta y tantos años. Agosto/2009

Ágape Muertos Francisco Cenamor Se agostaba la mies en mayo. Temprano, subía solo al monte. Jugaba a estar perdido. Terminaba siempre por sentarme más arriba del pequeño cementerio. Veía las tumbas, algunas, pequeños montículos de tierra. Oxidadas cruces de hierro las presidían. Lápidas de azulejos, cemento, ladrillo. En un rincón verdecido, con sus cristos ensangrentados, las de mármol: biografía inútil de sus habitantes. Ante esa visión jugaba a la muerte. En las hojas de un acebo, en sus púas, clavaba hormigas, escarabajos, cortapichas, zapateros. Mi mayor tesoro: un avispón que arrebaté, aún vivo, a una marcial columna de hormigas. Don Manuel, Doña Elvira, Jacinta, Ezequiel, el niño Carlitos, ocho años, muerto en 1915. Con un rotulador escribía la fecha en las hojas. Todos los muertos estaban en mi camposanto. También Don Ignacio, el primer profesor que en el colegio me pegó con su regla de hierro. Lo atropelló un coche días después de que clavase en las púas del acebo una cucaracha con su nombre. 1936-1939. Lápidas con cruces, emblemas, encendidos epitafios. En mi santuario de niño, puse una flor por cada esqueleto de la fosa sin fecha que se escondía tras el monte.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Un cráneo, un agujero. Recuerdos amontonados. Aún la sombra de un zorro robaba alguno. Eusebio Jiménez. Recuerdo el nombre y apellido del último muerto antes de que enterraran a Abuelo. En alguna hoja de acebo andará todavía pinchada su corbata.

Historias casi verdaderas Tres muertes misteriosas (tercera y última parte) Edgardo Castillo "Zumm” - ¿Qué se le ofrece? -me preguntó amablemente el muerto. No podía contestarle porque estaba atragantado por la emoción. Saqué de mi bolsillo el cheque y se lo mostré. Se le agrandaron los ojos como el dos de oros al imaginar una transacción comercial y como todo usurero se frotó las manos en forma automática. Sacó las cuentas mentalmente y me ofreció una cantidad bastante irrisoria. Acepté porque no me quedaba otra y reaccionando le dije que yo lo conocía.

El Licenciado me hizo pasar a su oficina para explicarme que había sucedido ese día. Entré con cierto temor, porque la casa del viejo me resultaba aterrorizante. El anciano abrió una pequeña caja fuerte empotrada en la pared y sacó un fajo de billetes que empezó a contar despaciosamente mientras me miraba de reojo, como calculando si no estaba cometiendo un error al dejar que yo viera todo el dinero que tenía. Contó la cantidad que me había ofrecido y me la dio con un suspiro, como si estuviera despidiéndose de un hijo que va a la guerra. - Le contaré lo que sucedió esa noche.. Yo estaba esperando a Cacho quien tenía que pagarme cierto dinero y mientras lo hacía fui al baño que tiene al lado del garage y tuve la desgracia que la puerta se cerró. No pude abrirla desde adentro y me quedé dormido. En ese momento llegó usted y dedujo que yo estaba muerto. Pero no era así. Cuando desperté, estaba tirado en el pasillo y a mi lado estaba un tipo muerto al que tapé con una frazada multicolor que estaba por allí. Me dio mucho miedo y salí de la casa de Cacho casi corriendo. Después me enteré que Cacho también estaba muerto. Desde entonces no regresé más a esa casa maldita. - Entonces hay un asesino libre que lo conoce a usted y que lo matará ni bien lo encuentre. Debe ser un criminal a quien no le gusta dejar cabos sueltos…

Me miró con los ojos entrecerrados tratando de ubicarme en su memoria.

- El asesino también podría ser usted -me retrucó el viejo, con los ojos muy abiertos.

- No lo recuerdo en absoluto y creo que jamás lo he visto -me dijo con seguridad.

Tenía razón. Le enterré el pequeño puñal, en medio del pecho, tal cual hice con el primer muerto.

- Cuando yo lo vi, usted estaba muerto, sentado en el inodoro de un baño, en el garaje de la casa de Cacho.

Junté todo el dinero que había en su caja fuerte y lo guardé en mis bolsillos. Con mi pañuelo traté de borrar todas las huellas que pude haber dejado. Corrí a la salida de la casa por el largo pasillo lleno de espejos, que creo que eran 26 y en todos ellos se reflejaba una figura como sacada de otro tiempo que me seguía. La figura me señaló levantando su mano y me pareció ver que de su dedo salía una llama.

Se sobresaltó y se puso blanco como el papel (como el papel blanco, naturalmente). - ¿Usted me vio ese día? -me preguntó estupefacto - Yo lo saqué del baño y también vi a otro tipo muerto con un cuchillo clavado en el pecho y también vi a Cacho, muerto en su cama con una enorme herida en el abdomen. Agosto/2009

Se me doblaron las piernas y sentí la quemadura del disparo a un costado de mi pecho… -¡Vieja maldita! -alcancé a mascullar- Seguro que me

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo dio en el bolsillo donde guardo los porros…

Desde el otero

Escuché otra explosión junto a mi oreja, y sin poderlo evitar, caí muerto.

Gabriel Inane José Luis de la Fuente

Memorias de una bruja… y loca Pacífico reposo Claudia Palatucci “Jezabel” Como una vida nueva… ¿Acabas de renacer?... ¡qué dices! No es por falta de fe, sino por ignorancia y por sacrílego castigo que aborrezco tus entrañas retorcidas… Lúgubre penumbra que hace hueco en un papel… no merece redención ni vientos de agua viva… Más merece un golpe tierno con soplete y hierro fiel.

Cuando escuché la voz de Gabriel Inane en mi teléfono móvil y su risa burlona de siempre, no pude evitar un estremecimiento. Su risotada era como si te hubieran soltado un alacrán en el oído; sientes un cosquilleo inquietante, y sabes que en cualquier momento te puede doler. Hacía tiempo que nada sabía de él. Nunca lo soporté. Evité preguntar cómo había conseguido mi número porque no me lo habría dicho, y además, se hubiera atragantado con aquella estúpida carcajada que sonaba como el ladrido de un perro trastornado. Creo que Inane no era su verdadero apellido; dicen que se lo puso de apodo Santos “el juglar”. Santos era uno de esos poetas que dedican un poema a cualquier cosa que se les pone por delante. De esos copleros de verso corto y rima disonante, de correcta sintaxis y semántica imposible. De esos vates que escriben de forma simbolista y codificada; cuando lees sus composiciones, no sabes si sentirte gratificado u ofendido porque sólo ellos saben realmente lo que han querido decir. Cuentan que Santos murió de ambrosía al dedicarse a sí mismo una de sus odas. “El juglar” decía de Gabriel que de tres palabras que salían de su boca, cuatro eran falsas. Y era cierto. Gabriel siempre me pareció un hipócrita, un farsante, un patán descerebrado y el tiempo no hizo más que darme la razón. El breve preámbulo de frases típicas de saludo a través del teléfono, que me sonaron más vacías y vacuas que nunca, dieron paso al verdadero objeto de la llamada. Al parecer había conseguido la “Naturaleza muerta”, óleo del gran maestro flamenco Van der Girter. Me quedé desconcertado. El óleo desapareció bajo la ocupación nazi y se había dado por perdido. Según me dijo, había invertido todo su patrimonio en él y como sabía que la pintura me apasionaba, me propuso echarle un vistazo antes de venderlo. Me contó que tenía varios compradores en ciernes que multiplicaban por cuatro lo que él había desembolsado. Yo, como experto en arte, hubiera

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo dado cualquier cosa por ver aquella obra maestra aunque sólo fueran unos minutos y puesto que no sabía, ni quería saber, de donde venía ni en donde terminaría al final aquel cuadro, me tragué todos mis prejuicios y sin pensarlo dos veces acepté. Helen conocía a Gabriel. No me fue fácil, por lo tanto, convencerla para que me acompañara. Helen era, probablemente, mi última oportunidad de tener una relación estable con alguien, después de haber fracasado con todo éxito en el pasado. Nuestra larga relación pudiera parecer trivial y superficial, pero cuando la verborrea trascendental me encaminaba hacia sendas de las que difícilmente se puede salir sin formular una proposición definitiva, su respiración se volvía irregular y entrecortada. Esto era una señal de alarma que me hacía desviar la conversación, irremediablemente, hacia cualquier tema banal que ayudara a recuperar y estabilizar la perdida y deseada futilidad. Pelo liso, largo, moreno... Ojos verdes, oscuros, profundos...; antes de mirarme en ellos, me suelo despedir de mis amigos porque nunca sé cuando regresaré. Gabriel seguía viviendo en el arrabal donde yo también crecí. La fachada del edificio donde vivía, estaba remodelada y contrastaba con el aspecto viejo y abandonado del resto de las edificaciones. En la puerta, seguía estando el famoso Chevrolet Camaro del 68. Aún recuerdo cuando Charli Chamorro, un fanático de los coches antiguos, le dijo que lo más parecido que ese automóvil tenía del 68 era el muñeco de Elvis en el salpicadero. Charli era un tipo frío y poco delicado en sus observaciones. Cuentan que cuando la escultural chica con la que salía le dijo que estaba embarazada, Charli la recomendó un gimnasio que conocía, para que no perdiera la forma. Abrió la puerta Gabriel. Estaba como siempre, fondón y con su estúpida sonrisa en la cara. A su lado estaba también el viejo Gandhi, su perro cazador. Inicialmente lo llamó Caín. Cambió su nombre cuando lo llevó por primera y última vez de caza y el Labrador escuchó el sonido del disparo de la escopeta. El can salió despavorido y tardaron seis días en encontrarlo. Cuando reclamó al vendedor, éste le contestó, zumbón, que también existían perros pacifistas y que él había tenido la suerte de conseguir uno. No logró que le devolviera el dinero. Agosto/2009

Aunque la fachada estaba efectivamente reformada, el interior estaba descuidado y acorde a la cantidad de años que tenían aquellos edificios. Me presentó a su mujer, Martina. Así que, debajo de todos aquellos postizos, maquillajes, implantes y extensiones, debía de estar la buena de Martina. Martina no había tenido suerte en la vida. Se casó muy joven y su primer marido la dejo al poco tiempo por una mujer veinte años mayor que ella. Tardó en volverse a casar. Su segundo marido también la abandonó, pero esta vez, por una mujer veinte años menor que ella. Para remate, ahora estaba con Gabriel. Tenía una risita muy parecida a la de él. Tal para cual, pensé. Nos sirvió una copa de vino que, francamente, me pareció simplemente repulsivo. Mientras me comentaba una vez más, el astronómico precio que había pagado, nos dirigimos al pequeño salón en donde se encontraba el lienzo. Cubierto con una gran tela púrpura, se situaba en la pared principal de la sala. Tiró levemente de la lona, que cayó al suelo dejando al descubierto la magnífica creación. Bajo una escasa luz, me acerqué despacio, con los ojos muy abiertos, como en éxtasis, mientras que los anfitriones sonreían y se miraban con satisfacción. Me coloqué mis gafas de cerca y fui recorriendo palmo a palmo el paño, deleitándome con cada pincelada, con cada brillo, con cada relieve, con cada matiz... Mi fascinación se desvaneció de inmediato. En total concordancia con la vida de Gabriel, el óleo era, naturalmente, falso. Sin girarme y guardándome las gafas contrariado, le comuniqué mi veredicto. Tal vez fui demasiado duro cuando le pregunté, además, si alguna vez había hecho algo en la vida que no se le deshiciera entre los dedos. Los anfitriones me miraron sorprendidos e incrédulos, sin dar crédito a lo que les estaba diciendo. Sus malditas risitas burlonas empezaron a sonar débil y entrecortadamente al principio, convirtiéndose al poco en una mezcla de risa y llanto cada vez más fuerte hasta límites aterradores. Cogí a Helen y la aparté de ellos mientras sus carcajadas sonaban distorsionadas y casi diabólicas. Se cogieron de las manos mirándose entre sí; parecía que se reían el uno del otro. El panorama era espantoso. De repente y cuando el pánico estaba empezando a

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo apoderarse de nosotros, sonaron dos golpes secos y todo quedó en silencio. Sin dejar de agarrarnos y petrificados, observamos cómo, inertes, Gabriel y Martina estaban caídos de forma grotesca sobre el tejido que acababan de quitar del fresco. Sus caras, tenían un horrible rictus burlón. Junto a sus cuerpos, yacían desparramadas un puñado de rosas rojas y blancas de plástico que habían arrastrado en su desplome de una repisa cercana. El jarrón metálico y cobrizo, que contenía hacía unos segundos las flores, descansaba ahora tumbado e inmóvil al lado de Martina. La copa de cristal de Gabriel, no sé cómo, había quedado en su mano y sobre su barriga de pie y sin romperse; sólo unas gotas de vino resbalaban por el cristal. La luz tenue que entraba por el ventanal, incidía sesgada sobre la escena, acentuando los magentas del alma del vino tinto en la copa, generando claroscuros, perfilando los cuerpos desarmados y envolviendo todo en una atmósfera perfecta propia de las mejores creaciones pictóricas. En definitiva y si no fuera por lo atroz de la estampa, hubiera sido una perfecta naturaleza muerta que habría firmado el mejor artista. Dos chasquidos sonaron nuevamente en el aire sobresaltándonos. Seguidamente, la copa con el caldo se rompió definitivamente en mil pedazos contra el suelo. Ante nuestros ojos, Gabriel y Martina desaparecieron. Simplemente, se volatizaron. No había rastro de ellos. Sobrecogidos, estuvimos inmóviles no sé durante cuánto tiempo. Salimos de allí en cuanto nos recuperamos de la impresión. Helen y yo jamás volvimos a hablar de aquello. Años más tarde, regresé a aquella dirección y solo encontré un viejo edificio destartalado y abandonado, sin rastro de lo que un día allí sucedió. La pintura que le habían vendido a Gabriel como de Van der Girter, había desaparecido. Ahora con el paso del tiempo, me parece que aquello nunca sucedió. Una farsa, tan falsa como Gabriel. Tan falsa, como aquel lienzo. Tan falsa, como el pintor Van der Girter. Tan falsa, como esta historia.

A tiro de piedra Vivo sin vivir en mí Francisco Arriaga Entre los procesos físicos y biológicos más complejos que constituyen al ser humano se encuentra la memoria. Selección, recopilación y reactivación de sucesos con finalidades variadas y a menudo, menospreciadas: tan inmediata es su ejecución que es necesario hacer un alto y reflexionar, meditar profundamente para apreciar el papel importantísimo que juega en la esencia misma del ser humano. Si se mira desde un punto de vista práctico, se observará que su función principal consiste en salvaguardarnos de peligros, situaciones que atenten contra nuestra seguridad. Generalmente se le conoce con estas características con el nombre de „experiencia‟. La memoria entra en juego como un ingrediente considerado injustamente „secundario‟, en los procesos afectivos. El amor y el enamoramiento, ajenos a la memoria, son efímeros, desapareciendo apenas se han experimentado o consumado. La cifra de la permanencia de las demás afecciones psicológicas humanas, es igualmente la memoria: odio, parsimonia, temor, esperanza, dolor. Si se habla intelectualmente, del cúmulo de datos y la forma que cierta persona posee de buscar nuevas relaciones entre las que conforman el bagaje llamado experiencia, conocimiento o reflexión, el aprendizaje se lleva a cabo eminentemente por medio de la memoria: identifica en primer lugar las cosas similares, aquellas características comunes a los procesos o fenómenos que analiza, y resalta, por contraste inmediato, las diferencias entre esos mismos procesos o fenómenos, permitiendo su fijación en la memoria como un agregado lleno de novedad. Existe una característica, condicionante imperativa, que sustenta el cúmulo de fenómenos intelectuales, psicológicos y afectivos que conforman la memoria: el

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo tiempo. Toda memoria lo es de algo pasado, toda memoria es memoria del pasado. Nos encontramos, entonces, ante un fenómeno intelectual, psicológico y afectivo que obra la recreación y actualización de procesos que ya no forman parte del presente inmediato en el que nos encontramos inmersos: la memoria es memoria de las cosas pasadas, de aquello que por inaccesible y lejano en el tiempo, puede considerarse aniquilado, desaparecido, muerto. La Natura obra en el hombre la dinámica económica de saneamiento sin la cual estaríamos impedidos para tomar incluso las decisiones más elementales: basados en la memoria de todas las prendas que hemos usado desde la infancia, sería imposible decidir qué es más cómodo, útil, conveniente y adecuado al salir tan sólo a caminar por los alrededores de nuestra casa, y esto sólo por poner un ejemplo. Curiosamente, no podía ser de otra manera: las facultades principales del hombre, esas que lo identifican y distinguen de sus parientes lejanos los simios, son aquellas que tienen que ver directamente con el uso de la memoria, la toma de decisiones y respuestas espontáneas ante determinadas situaciones, y la transmisión ordenada y permanente -pero no indefinida ni infinita- de esto mismo a sus semejantes. Aquello que no somos -lo que hemos sido-, eso que de una u otra forma ya ha muerto -nuestro cabello cortado, los dientes caídos, las uñas renovadas y arrancadas de nuestros dedos, la piel en su mudanza constante e imperceptible- son los rastros que dejan constancia de nuestro paso por el mundo. Aunque también hay que decirlo, pocos nos conformamos con ir dilapidando a diestra y siniestra los vestigios de nuestros naufragios: el hombre busca la inmortalidad, el reconocimiento de sus semejantes, la perpetuación de su obra, ser, de su propia existencia, en los demás, como una forma de ser algo más que ese conjunto de pequeños cadáveres que vamos dejando esparcidos a lo largo de nuestra vida.

indudable de la humanidad y sobre la que se cimienta el cúmulo de fenómenos afectivos, psicológicos y físicos -y todo aquello que integre la personalidad e identidad de cada hombre- no es otra cosa que la persistencia humana en el presente vertiginoso, vorágine espacio-temporal bajo la cual perece, constantemente, la Natura. Precisamente, el hombre es el único ser capaz de conjugar en sus acciones pasado, presente y futuro, en sus diferentes formas: el pasado como un ejercicio de preservación ajeno a la simple utilidad de lo que se recuerda, el presente como un desarrollo sobre el que se tiene -aunque no siempre- cierto control, y el futuro como la meta hacia donde apunta nuestra existencia, y que se persigue coincida siquiera un mínimo con el resumen que podemos elaborar, síntesis de nuestras observaciones y decisiones. Sólo la vida engendra vida, reza el adagio ético. Y paradójicamente, la memoria sólo engendra muerte al ser memoria del pasado irrecuperable: los irracionales o brutos -para llamarlos con su acepción netamente escolástica- „viven‟ inmersos en un presente continuo, con atisbos de una memoria colectiva dictada por millares de años que se ha guardado celosamente a nivel celular, genético. Mas el hombre es capaz de modificar la memoria de lo vivido, las inclinaciones más oscuras y ciegas dictadas por inclinaciones genéticas o animales, y transformar a su antojo el medio que le rodea. Y por esto mismo, la memoria humana sitúa en su punto justo el valor que posee la muerte, ese proceso mediante el cual se obra la aniquilación de la vida: persistimos sólo para constatar que, irremediablemente, morimos segundo a segundo. La conciencia humana, la conciencia colectiva, pareciera ser el único escape a esa aniquilación de la vida biológica, repositorio de la memoria que nos brinda identidad, y también conciencia de nuestra propia, irremediable muerte.

Y resulta esclarecedor observar que el fenómeno de la vida en cuanto tal, sólo puede advertirse a contra luz situándolo inmediatamente bajo la perspectiva de una muerte constante: la vida biológica, sustrato Agosto/2009

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo En negro sobre blanco La naturaleza de la muerte Marcelo Choren La Galería de Arte Goldemberg es pequeña. Una casa vieja, reformada, donde yo, más que mirar los adefesios seudo modernistas que Simón Goldemberg cuelga de las paredes, me entretengo calculando qué función habrían tenido las habitaciones. «Aquí un dormitorio, aquí el recibidor» Y en seleccionar modelos. Es increíble la cantidad de mujeres que se detienen frente a un pastiche insufrible y mueven la cabeza de arriba abajo, despacio, como paladeando lo que ni el pintor sabe qué demonios significa. Esos pintamonas que creen, quieren, ser artistas de vanguardia y no pasan de extravagantes, de ridículos. ¿Quién daría un céntimo por llevarse una de esas atrocidades a su casa? En cambio, hay modelos a discreción. Mujeres que, con un solo golpe de vista, puedo imaginar desnudas, provocativas o inocentes, despiertas o dormidas, las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Recostadas sobre un terciopelo color sangre, que caería hasta el suelo. Rodeadas de piñas, mangos, albaricoques, peras, uvas oscuras. El monte de Venus, como una fruta exótica más, Así puedo verlas. Antes, mucho antes de llevarlas a mi estudio, entre azoradas y audaces. Nunca empleo modelos profesionales, tienen un no sé qué de dureza mecánica en las poses, una especie de prostitución visual que me saca de quicio. Siempre elijo mujeres comunes, que no han posado jamás, y que nunca soñaron con ello. Goldemberg me saluda con una obsequiosidad servil. Baja los ojos y se frota las manos. Sabe que yo sí soy un artista, un artista de verdad. Sabe, por alguna charla, de mi formación académica, de mi obsesión por el arte, de mi talento. «Llámeme Simón» «Me encantaría poder apreciar alguna de sus obras, o mejor, visitar su atelier» Yo le contesto con evasivas, la Galería de Arte Goldemberg es pequeña, demasiado pequeña para mí. Yo sólo vengo a seleccionar modelos. Agosto/2009

Era una tarde bochornosa, y las galerías de arte se recorren en días de lluvia o de frío, no cuando el sol raja el cemento y todo el mundo anhela remojarse en cualquier piscina. Había unos pocos visitantes, era sospechoso que se mantuvieran clavados frente a un cuadro que daba asco, pero junto a la salida del aire acondicionado. Goldemberg, susurraba a su lado. Imaginé su discurso: «No es cierto que mirar esta composición cause daños permanentes en la vista. Ni que hablar del buen gusto. Quizá termine para siempre con su placer estético. Pero, por lo ínfimo que pido por ella...» Así era Goldemberg. Para vender primero debía disculparse, enumerar los fallos, mencionar las contraindicaciones, como si se tratara de colocar drogas peligrosas. Su ronroneo sumiso, monocorde, competía con el ruido constante del equipo de aire. A veces, algún posible cliente —adormilado por la monotonía de esa voz, en trance hipnótico—, se rascaba el fondo del bolsillo y se llevaba uno de esos desechos. Quizá para evitarles un disgusto a los pobres diablos que revuelven basura en el vertedero municipal. Cuando me disponía a irme, entraron dos muchachas, así que opté por perder un poco más de tiempo. Se las veía muy jóvenes. Una era alta, con una mata de pelo revuelto en llamaradas. La otra era más pequeña, bonita pero intrascendente junto a su compañera. Cuchicheaban y se reían quedo. Descarté a la más vistosa. La modelo, si es demasiado llamativa, opaca la composición. Los ojos van directo a ella y se pierden los detalles, el efecto del conjunto. La otra, en cuanto me la figuré sola, dio el tipo perfecto. Era lo que yo había buscado durante mucho tiempo: una belleza sencilla, no vulgar. Un cuerpo firme, femenino sin ser voluptuoso, armónico, con las proporciones que yo anhelaba. Esperé a que se aburrieran, así sería más fácil entrar en conversación. No tuve que aguardar mucho. Se había detenido frente a una aberración cromática, y ya miraban hacia la salida. Me acerqué a ellas. - Es increíble lo que ha logrado este artista -dije muy serio. Señalé el lienzo mancillado-. Se nota que al pintor le dolía la barriga. Y eso se transmite perfectamente: de sólo ver el resultado ya me duele a

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo mí también. Ambas rieron. Mi futura modelo se cubrió la boca con la mano, un gesto encantador. Era casi una niña. Me felicité por la elección. Hablamos un poco y dimos otra vuelta por las distintas salas, haciendo comentarios jocosos, volviéndonos cómplices. Comenté que yo también pintaba. - ¿Cuál es tu nombre? -le pregunté a la pequeña. Lo había mencionado, pero la excitación me había hecho olvidarlo. - Sofía -dijo. - Sofía -paladeé-. Bonito nombre. Un rato después ya me había librado de la chica vistosa. Sofía se mostraba encantada con mi atención. La invité a tomar una copa. Frunció las cejas un momento y luego sonrió. «Claro, ¿por qué no?» Cuando indagué qué trago prefería, dudó, indecisa entre lo más caro y lo que ella conocía: alguna mezcolanza de esas que piden los niñatos de hoy en día, seguro. Ordené dos whiskys dobles. No sabía beber. Se atragantó con el primer sorbo, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Hice como que no había notado nada. - Repíteme tu nombre -dije al rato, cuando ya respiraba con normalidad. - Sofía. - Precioso -dije-, y precioso como lo pronuncias. - ¿De veras te gusta?

Dejé que husmeara por el piso, pero no le permití pasar al atelier, donde guardo mis utensilios y las obras terminadas. - Basta de curioseos -dije, y le di una palmada en el culo. Soltó una risita idiota, de borracha. La desnudé sin que se resistiera demasiado. Allí quedaron tirados sus jeans, la blusa roja, los zapatos de tacón bajo, las braguitas con puntillas. Al contacto con mis manos se le erizó la piel. - Ahora vas a conocer el verdadero arte -dije-. El Arte con mayúsculas, el que trasciende, el que vive para siempre. Abrí la puerta y empujé a Sofía con suavidad por el largo pasillo que conduce a mi estudio. Quería darle tiempo para apreciar mis trabajos: es bueno que la modelo se impregne con la esencia del creador. Apenas adentrarse, se quedó boquiabierta. A todas les pasa lo mismo. - Impresionante, ¿no? -me entusiasmé- ¿Qué te parece mi colección? - Tú… -tartamudeó- ¿Tú has pintado esto? Descubrí un temblor en su voz, que se había vuelto aniñada. Intuí que la emoción ante Mi Obra la había dejado sin aliento. Olvidado su papel de mujer audaz, intentó retroceder. En ese momento era ella misma: la Sofía que hasta hacía poco iba al colegio con trencitas y falda escocesa. La que alineaba sus Barbies y les cambiaba vestiditos. Las modelos son tan predecibles. - Espectacular, creaciones.

- Mucho. ¿Fumas? Le ofrecí un Gitanes, pero lo rechazó con la mano extendida, como saludando desde el autobús escolar. Hablamos mucho tiempo. Sofía me contaba cosas inverosímiles, para impresionarme, imaginé. Cuando repetimos la vuelta de bebidas, ya se le trababa la lengua. Le propuse subir a mi estudio y hacer algunos bocetos. Fingió no alarmarse, fiel a su representación de mujer experimentada.

¿eh?

-dije,

orgulloso

de

mis

Mi Sofía debía disfrutar a pleno, llenándose los ojos con tanto arte. Le deslicé el índice por la espalda, contándole las vértebras. Se estremeció. Tomándola de un codo, la hice girar hacia mí. Sus ojos claros aparecían dilatados, la boquita entreabierta. Desnuda y frágil, se me antojó un pájaro. - Mejor me voy -susurró-, ya es tarde… No pude contener una risita. - ¿Irte? -la atajé-. ¿Justo ahora que empieza lo

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo mejor? Quiso librarse de mis brazos, taparse los senos con sus manos; cruzar las piernas, acometida por un súbito pudor. La sostuve con firmeza. - Por favor -dijo, derrumbándose. Las lágrimas le empañaban la mirada-, por favor, no.

búsqueda de cuerpos apropiados, el ronroneo de Simón, rogándome que le permita ver mis trabajos, poniéndose a mis pies. Quizá acepte sus súplicas y lo invite a mi atelier, nunca he trabajado con modelos masculinos.

Se orinó. Pude oler su orina antes de apreciar cómo corría por sus muslos. Todas, antes o después terminan orinándose. Es tan excitante, tan inspirador. Tuve que arrastrarla hasta la tarima de posado. No gritó, parecía narcotizada. Igual cubrí su boca con cinta de embalar. No me importa que griten un poco, nadie va a oírlas aquí, me he asegurado de ello. Pero agradecí su silencio, que me dejaba preparar la composición con más comodidad. Cuando vio el alambre se resistió. Me senté a horcajadas sobre su vientre y le di un golpe. Terminé de atarla cuando ya volvía en sí. Luego utilicé mis varillas de hierro para darle la posición correcta. Me gusta empezar por las piernas, ver cómo el metal entra en la carne, cómo puedo torcerlo dentro del cuerpo hasta quedar como yo deseo. Sigo por los brazos, el tronco. Si la modelo tiene manos bonitas las de mi Sofía eran ideales-, uso otras varillas, muy finas, una en cada dedo, hasta llegar a la muñeca. Me gusta aprovechar al máximo lo que cada mujer ofrece. Reservo las agujas para el final, para modelar los labios y los párpados. Una vez su cuerpo quedó a mi gusto, corté los alambres, Sofía no iba a irse, ni a moverse siquiera. Encendí los focos y distribuí las frutas: unas naranjas valencianas, manzanas rojas y verdes. A último momento agregué dos truchas frescas. Me dispuse a bocetar. Debía darme prisa, las modelos no duran más de dos o tres días, después se ajan, desmerecen la obra. Pinté como siempre, con furia, con rabia, con urgencia creadora. Luego tocaría desmontar todo, limpiar los soportes, desmembrar el cuerpo, la bañera con ácido. Y de nuevo merodear por la galería Goldemberg, la Agosto/2009

El catalejo Síndrome post-vacacional Andrés Portillo González Todo vacío en septiembre y un vaso vacío con carmín en el borde tu último beso del verano. Mi dirección en tus manos papel tiznado. Una caricia embustera. Una promesa cogida con pinzas. Y el aire que se mastica, aún denso. Y la arena que retorna al mar, pisoteada. Un castillo que se desploma. Un pozo profundo que se agota La última ola sin espuma. Un niño que no quiere volver al frío y llora porque se quema los pies. Un hombre que mira el horizonte turbio, y chasca la lengua, y se resigna. Una mujer que cierra los ojos para amarrar un anhelo de color caoba, musculado, que no pudo ser. Arriamos las banderas de colores ya abrasadas, ya rendidas. Nos decimos adiós con las manos. Juramos volver a vernos en la próxima adolescencia, en agosto, a vuelta de la esquina Y regresamos con los brazos caídos, abatidos, a la naturaleza muerta.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo lote, que el pago es al contado y para qué tanto parque. El quiere su tierra, con un empecinado patriotismo que bien le vendría a mucho malparido de dos patas.

La casa en el ciruelo Pancho y la patria Sergio Manganelli Pancho es negro, mestizo y melancólico. Cada noche me mira pasar y a veces dedica un tímido menear de cola, sin emoción, como quien levanta la mano para corresponder un saludo de buena vecindad. Está allí hace tiempo, con su tierna anatomía peluda ocupando cada noche una misma parcela de vereda. No es callejero, ni extraviado, él tiene su pequeña comarca de baldosas y resiste a los embates del clima, el transitar humano, las escobas odiosas. De tanto observarlo en la misma actitud, en el mismo lugar, día tras día, siempre limpio de pelaje y mirada, con su callado reclamo, en su digna protesta, descubrí que no está allí por casualidad ni capricho. Detrás de lo que hace meses es el imponente local de una ferretería, estaba su casa. Lo que hoy es hormigón y hierros entramados era -seguramente- su patio de cachorro, la tierra de sus juegos y sus huesos. Algunas tardes, si el calor agobia, se mete en el local y toma posesión de un rincón que sabe le pertenece, por derecho natural o animal, por lealtad o por simple dulzura. Alguien le acerca un balde con agua y vaya a saber dónde consigue su alimento, pero ahí está, intransigente y manso, esperando que alguna vez demuelan esa mole que le quitó el ladrido. Pancho no sabe de exilios económicos ni disoluciones conyugales, no entiende de departamentos más chicos y fáciles de limpiar, ni de vender antes que rematen. No le interesa cómo serán los perros en Barcelona, ni su ascenso social al balanceado Premium. Poco le importan las buenas condiciones de venta por la ubicación comercial del Agosto/2009

Por la noche lo cruzo y me jode mirarlo, porque no me da el estómago para ofrecerle la estúpida caridad de mi asilo. El no quiere irse, ni siquiera se incorpora cuando se le acercan, sigue pegado al piso y le cambia la mirada si uno intenta tocarlo. No es un perro que busca un hogar, sino que le devuelvan el que le corresponde. Quizás en la inocencia de hallar aún a sus amos, que muertos o atareados se marcharon. Si uno pudiera explicarle, sería difícil convencerlo, porque la lógica humana es casi siempre reñida con la nobleza del instinto. Espera una mañana, en que en lugar del Blindex vuelva a estar el viejo portoncito, el cerco de ligustros, los árboles del fondo y la mordida lata sobre la cual goteaba la canilla. Su revuelo de hormigas y jazmines, en vez de la pulcra cerámica del suelo. Su excremento y orín antes que cloro de piscina y kerosén por litro. La marca de sus patas donde hoy ocupan esas espantosas bestias de acunar mampostería. La cueva de sus osobucos, la pelota de goma y la ropa tendida. El chico que vuelve de la escuela y destapa las ollas, impregnando la vida de aroma a lugar propio. Espera las pantuflas del atardecer y la lealtad de acompañar hasta en la muerte. El romero donde se apilan las palas y los picos. Las glicinas trepando aún más que la maldita estantería. Las voces entrañables del susurro, en vez de este tumulto de urgencia consumista. La caricia genuina antes que la piadosa palmada. Espera sin resignación, con una esperanza tan viva como la vida misma. Pancho no gime, ni gruñe, espera. Confiado en que algún día, vaya uno a saber por qué motivo, las cosas vuelvan a estar en su lugar y a cada cual lo suyo, incluso a aquella avispa que alguna vez le aguijoneó el hocico.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo “Hoy se aparece Sángara en la casa como mi protector. Lo que experimento ahora no son presentimientos… es la realidad”, piensa Teófilo, al percatarse del motivo de la inesperada presencia del campesino en su casa. Días antes había comentado lo mismo a su familia, que ya dudaba de sus capacidades mentales.

Camagüebax Ciudad borrada Lázaro David Najarro Pujol I La tarde del miércoles 8 de noviembre de 1932 palidece de una forma rara. Un sol intenso rojizo se aprecia en el horizonte. No obstante, el atardecer es extraordinariamente bello. En el mar, en calma total, se reflejan los colores azul y rosa intenso, en el noroeste, y azul y rosa oscuro, en el suroeste. La marea sube lentamente. Se percibe una brisa suave que en la medida que transcurre el tiempo se enfurece.

- Me atormenta la idea de que el poblado sea destruido por una ola gigante. Lo que pregonan muchos por aquí, que el mal año entra nadando, es muy cierto. Es un presentimiento que no lo deja ni siquiera dormir. La noche transcurre normalmente. En el amanecer del día 8 el mar llega hasta la puerta de entrada de la vivienda de Teófilo. La casa del pescador está pegada a la costa, precisamente en la zona más baja del poblado.

El telegrafista, Leonardo Vila Aróstegui, recibe un mensaje que indica que el huracán no ofrece peligro para el poblado de Santa Cruz del Sur. II El día 7 de noviembre por la tarde, extrañado, Teófilo González Mantilla recibe en su casa a su cuñado Sángara. No lo esperaba. “¿A qué habrá venido?”, piensa. Su cuñado vive en Macareño. Teófilo había construido su hogar recientemente, con paredes de caoba, cedro, jiquí y techo de zinc. - ¡No joda, Teófilo! El mar esta como un plato.

- ¿Ahora entiendes, Sángara, que el problema no es de los nervios? Recuerda lo que dice el refrán: Nunca la nube va contra el viento.

- Que va cuñado, yo escucho un sonido muy extraño que procede del mar. Percibo una ardentía.

- De todas formas, que la marea suba es algo normal aquí. La mar continúa en calma.

Sángara no presta mucha presentimientos de su cuñado.

- Cuñado, no seas tan necio, recuerda que las palabras del anciano son un oráculo. Y los viejos pescadores de aquí presienten el peligro. Recuerda la profecía del sabio sacerdote Padre Valencia, que hace sesenta y tantos años anunció la total desaparición del poblado.

Comenta con Sángara que no le agrada el tiempo.

atención

a

los

- El problema tuyo es de los nervios. Por ese motivo he venido para no dejarte solo. La hermana del pescador le había pedido a su esposo: - Sángara, vete para Santa Cruz y vela a Teófilo. Por su cabeza pasa algo raro. Agosto/2009

- ¡Está bien! ¡Está bien! De todas formas me quedo aquí contigo.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Por la tarde tuvieron que quitarse los zapatos y andar en short. Esa noche no pudieron dormir. Sángara se nota preocupado y se lamenta de no encontrarse en su casa con los suyos. Pero ya tiene que permanecer aquí porque todo se comienza a inundar. Quedan atrapados entre el agua de mar y el río Najasa que lo tienen detrás.

- ¡SOS! El mensaje se repite tres veces y su cuñado lo traduce al español: “El huracán, que se encuentra en el Golfo de Honduras, ha recurvado y se dirige a un punto de la costa de Cuba. Se dirige a la costa sur de la provincia de Camagüey, al puerto de Santa Cruz del Sur”. Unos 20 minutos más tarde el locutor repite el mensaje en inglés.

III Tres muchachas muy jóvenes caminan por la calle arenosa de Playa Bonita. Rosa Torres Acosta y las hermanas Zoila y Clotilde Ponce de León Torres. Todos los días realizan el mismo recorrido. Se dirigen a la caseta de la Cuban Telephone Company en Santa Cruz del Sur, ubicada a unos metros del mar.

- Armelio, arranca el camión y llévate tu familia para la casa de Perico Salazar. El huracán pasará por aquí - le alerta de pronto el americano a su cuñado.

Las tres pasan inadvertidas a la vista de la gente del poblado.

Los rostros de las tres telefonistas se contorsionan. Rosa, Zoila y Clotilde, se notan preocupadas por el brusco cambio del tiempo. Es 8 de noviembre de 1932. Pero a las muchachas les corresponde la responsabilidad de establecer comunicaciones con la ciudad de Camagüey para solicitar un tren de auxilio. El poblado es amenazado por un huracán de gran intensidad.

Es 8 de noviembre de 1932. El reloj indica las 7 de la noche. Se escucha un parte meteorológico en la radio, muy distinto al recibido por el telegrafista, Leonardo Vila Aróstegui. Pocas personas poseen en sus casas ese ingenio de la ciencia. Se anuncia un huracán. El parte ubica el centro del fenómeno atmosférico a 150 millas al oeste de Jamaica. Se mueve al norte noroeste. Todos duermen tranquilamente. Transcurre el tiempo. El destino de Santa Cruz del Sur comienza a cambiar. IV La Casa de Armelio Lara Correa es de piso alto, se encuentra entre las dos calles de Playa Bonita, en el callejón de Avalo. El joven, que ya había cumplido los 25 años de edad, se dedica a la venta de pescado, que envía para Camagüey y Florida. Cuentan con un camión reconstruido de un Ford, de los llamados tres patá’. Pero el pescado lo embarcan en tren. El día 8 Armelio se acuesta temprano porque tiene que madrugar. Su cuñado, Eduard Joseph Víctor Frei Varona,1 de nacionalidad americana, sintoniza la radio, escucha una estación de Miami que transmite los resultados de las elecciones en Estados Unidos. De momento la transmisión se interrumpe. Agosto/2009

V

Aún el meteoro no atraviesa el poblado, pero se percibe su furia. Rosa, Zoila y Clotilde presienten antes que muchos el peligro, pero prefieren arriesgar sus vidas antes de abandonar su puesto de telefonistas en el momento en que es imprescindible continuar realizando las peticiones de socorro con la voluntad de salvar de las furias del mar, las lluvias y los vientos a miles de personas. Rosa recibe Camagüey.

una

llamada

telefónica

desde

- Buenas noches, ¿La Cuban Telephone Company de Santa Cruz del Sur? - se escucha una voz. - Buenas noches. La Cuban Telephone Company para servirles. - Tenemos un mensaje urgente de la Cuban Telephone Company para ustedes. La compañía de teléfonos les indica que abandonen la pequeña caseta convertida, por voluntad propia de las tres jóvenes, en cuartel general para las

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo comunicaciones con la capital provincial. Rosa consulta nuevamente con sus compañeras la decisión. Las dos hermanas están de acuerdos en secundarla. - No podemos irnos ahora de aquí. Primero tenemos que tener respuesta del tren de auxilio. Se negaron en la esperanza de poder mantener el enlace. VI Rafael Olegario Marín Placeres espera la orden para conducir su locomotora hacia el puerto de Santa Cruz del Sur que es amenazado por un terrible huracán. Es el 9 de noviembre de 1932. Viste un “overall” azul con tirantes, chaqueta de mangas largas del mismo color con botonaduras doradas y la gorra reglamentaria. La locomotora había entrado en el andén de la colonial Estación Central de Camagüey. El tren de pasajeros había llegado de Nuevitas. El maquinista, extrae de su bolsillo su reloj “Watlam” de oro macizo para comprobarlo con los relojes que están en el andén. El maquinista, alto y grueso se nota intranquilo. Le preocupa la espera. De vez en vez pronuncia algunas palabras en un inglés perfecto, como hablando consigo mismo. La compañía ferroviaria exige el pago de 500 pesos por el servicio del tren de auxilio.2 El huracán de categoría 5 (en la escala SaffirSimpsom) avanza al oeste, entre el Cabo Gracias a Dios, en Nicaragua, y Jamaica, en busca de Centroamérica, pero pronto, en forma de recurva cerrada, se desvía al norte nordeste y se ubica a 150 millas al oeste de Punta Negra, en Jamaica, por lo que la provincia de Camagüey se reporta entre los territorios de mayor peligro. El meteoro presenta vientos sostenidos de 222 kilómetros por hora, la velocidad de traslación es de 22 y el diámetro del vórtice de 66 kilómetros.

para adoptar medida alguna. Pronto el mar toma posiciones en las zonas más bajas de la larga calle de la Marina y en los callejones perpendiculares. Rosa, Zoila y Clotilde se percatan del peligro, pero continúan en sus puestos de labor. Lentamente la marea toma altura y comienza a penetrar por la rendija de la puerta y las tablas de las paredes de la caseta de la Cuban Telephone Company. Afuera se escucha el silbido ensordecedor del viento y el golpe de las olas contra las frágiles paredes del local. Las tres jóvenes continúan con los audífonos pendientes a cualquier señal de auxilio, no para ellas sino para el pueblo desamparado y dejado al azar de su suerte. - No todo está perdido - dice Rosa para animar a las dos muchachas. Prosiguen transmitiendo los pormenores del huracán, desafiando a la muerte. Amanece. El mar hace flotar primero los muebles y después las aguas comienzan a entrar por los ventanales. Los que están al otro lado de la línea telefónica, de pronto dejan de escuchar a las operadoras santacruceñas. Elmmar invade paulatinamente la ciudad en un ascenso gradual pero implacable. Rosa, Zoila y Clotilde se abrazan en un intento desesperado por mantenerse unidas. Una ola gigantesca cubre la caseta de la Cuban Telephone Company, la levanta como castillo de arena y la sepulta entre el agua, el fango y los maderos.3 VII Teófilo González Mantilla y su cuñado se mantienen en la vivienda. El agua del mar les da más arriba de la cintura. Tienen las puertas y las ventanas completamente abiertas. A las cinco de la mañana Teófilo le pregunta a su cuñado algo que de antemano ya sabía: - Sángara, ¿tú sabes nadar?

En Santa Cruz del Sur se comienzan a sentir los efectos del fenómeno atmosférico. Tarde en la noche se inicia una leve llovizna y las nubes cubren la claridad de la luna y las estrellas.

- Tú sabes que no, Teófilo.

El parte del Observatorio Nacional llega por telégrafo en la madrugada del 9 de noviembre. No hay tiempo

Al momento vino una ola inmensa que estremece la

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- Cuando te indique, agárrate de mi cinto. Voy a buscar un colchón y le voy a amarrar unas tablas abajo para que nos lleve flotando.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo casa. Le sigue otra mayor cargada de escombro, fango, sargazo y mangles. La ola parece un león gigante, pero pudo advertir al cuñado:

que regrese. Una vigueta elevada por los vientos se le echa encima y les golpea la cabeza. Al instante quedan muertas las dos jovencitas.

- ¡Tírate!

Las aguas enfurecidas y el viento convierten al poblado en un infierno. Con la violencia de un alud, las aguas arremeten sobre la costa, levantan en peso las viviendas y las destruye unas contra otras.

Sángara se agarra al cinto del pescador. Se mantienen flotando encima del colchón. La marea ya inunda toda Playa Bonita: la calle de la Marina y la calle de Atrás, casi a la altura de un poste de la luz eléctrica. En ese instante observan un bote que viene a la deriva sin tripulación. Viene en dirección a ellos arrastrado por las corrientes marinas. Choca con el colchón que está enredado a unas viguetas. - ¡Vamos a subirnos al bote! -indica el pescador. Sángara sube a la embarcación. Un madero le golpeó la cabeza a Teófilo, quien pierde el conocimiento. El bote se aleja arrastrado tierra adentro. Teófilo queda encima del colchón.

IX Ángel Córdova Álvarez permanece desde hace un mes en Santa Cruz del Sur. Había recibido, en corto tiempo, el cariño, y la hospitalidad de la gente del poblado. Encontró en muchas personas una amistad franca. Cubre el descanso del jefe de la estación del ferrocarril. El propio día 9 de noviembre terminó la suplencia, pero por esas cosas del destino, no abordó el gascar que había salido a las 6 de la mañana rumbo a Camagüey.

VIII Manuel Curra, el chofer del carro de bomberos, detiene el vehículo frente a una ranchería. Viene a auxiliar a algunas familias. El viento desprende de las viviendas las planchas de zinc y pedazos de tablas de madera. El bombero se baja del camión. Camina tres metros. Una plancha de zinc le corta la cabeza. El cuerpo brinca y el agua se torna roja. Las mujeres y niños lloran desgarradoramente ante la espantosa escena. Armelio Lara y su familia se llevan las manos a la cabeza y simultáneamente les cubren los ojos a los niños. Una adolescente, de unos quince años de edad, trata desesperadamente de atravesar la calle; otra plancha de zinc la troza por la cintura. Un gran escalofrío recorre todo el cuerpo de Armelio. Acelera el vehículo que zigzaguea para evitar ser alcanzado por las planchas de zinc y los maderos. El camión tres patá’ en que viajan, se aproxima al almacén de Avalo. La edificación ha perdido el techo. Dentro del local se encuentran varias familias, entre ellas los hijos de Manuel Cañete, con Rita de Quesada y también los Díaz. Una de las muchachitas, que es “entretenida”, se pone de pie y trata de abandonar el local. La hermana se incorpora y la agarra por un brazo para Agosto/2009

El anuncio del meteoro no alarma a la población. Todos lo ven como un nuevo gesto del mar y los vientos. Las pocas familias que abordan el tren son objeto de la burla y la hilaridad de la gente. Dos horas después de la salida del gascar, Ángel Córdova Álvarez comienza a vivir el momento más amargo de su vida. Le pide al auxiliar que le acompañe. - Él mar ha subido bastante. Hay que buscar en qué

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo refugiarse. En el muelle ha quedado una casilla del ferrocarril. Son las 8 de la mañana. La gente se protege en el vagón de carga, con un peso superior a las cinco toneladas. Unas 42 personas se reúnen allí, entre ellas las familias de Salvador Furiach, Eliécer Betancourt y otras más. Una ola gigantesca entra a la casilla. Minutos antes Eliécer había dado la orden de que se abriera la otra puerta para no hacerle resistencia al mar y al viento y el agua pudiera entrar y salir libremente. En el way hay 40 casillas más que no pueden resistir la furia del viento y del mar. Escuchan los gritos aterradores de las mujeres, los niños y los hombres hasta que son apagados por el agua. Ven pasar encima de un piano a una mujer completamente desnuda y aterrada.

subido en Playa Bonita a seis metros de altura y continúa avanzando por tierra firme 25 kilómetros con su carga de muerte. A las doce del día hay una tregua y de nuevo el huracán se ensaña con la gente. Unas olas inmensas acaban de destruir lo que quedó en pie del poblado, con la excepción de una casona de madera, de dos plantas que resiste la furia de las aguas y el viento durante estas horas infernales. Queda en pie porque sus dueños desprendieron las tablas de la planta baja para que las corrientes del mar continuaran su curso. X Teófilo González Mantilla, no puede precisar el tiempo que permaneció inconsciente. Las corrientes marinas lo llevan a la deriva. No comprende cómo ahora se encuentra fuera de la costa. “¿Cuál será el destino de Sángara? ¿Habrá sobrevivido? De pronto escucha unos gritos que proceden de una lancha. Se lanza al agua y nada desesperadamente hacia la embarcación. Siente frió y un temor inmenso; pero continúa nadando. Se sobrepone al miedo. El valor es, a veces, efecto del miedo. En esa circunstancia recuerda los refranes evocados por su padre. Algunas familias se refugian en la lancha. Con la ayuda de aquella gente logra subir a cubierta. Es verdad lo que dicen los viejos pescadores del poblado: La dicha reúne, pero el dolor une, piensa. Todos están envueltos en una terrible pesadilla, pero juntos comparten lo poco que tienen.

Como hoja de papel, un vagón de carga es levantado por la furia del agua y el viento, con 150 personas en su interior. Ángel Córdova ve morir muchas de las personas que había conocido desde hacía un mes. Las ve morir con gran desesperación en sus rostros. Su suerte es distinta. Sólo la casilla en la que él se encuentra, en espera del tren de auxilio, no es virada por las fuerzas del mar y el viento. Como una locomotora invisible el viento empuja la casilla por los rieles. La mole de aire que mueve al meteorito se calcula en más de un billón de toneladas. En solo dos horas el huracán cobra decenas de víctimas. El mar había Agosto/2009

- Teófilo, tómate un poco de café para que entres en calor. Es Petronila Cabrera, una de las pocas mujeres pescadoras del Golfo de Guacanayabo. - Está malo porque no tenemos azúcar- le dice la mujer. Le parece el mejor café del mundo. Es verdad: en la casa del desnudo cualquier trapo es camisa. Aquel líquido amargo es capaz de animar su estómago. El huracán arrastra todo tipo de objeto: las casas, los árboles, las empalizadas, las personas... El día 10 los ocupantes de la lancha levan el ancla y la llevan

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo hacia la costa. Para caminar por la orilla de la playa Teófilo tiene que apartar los cadáveres y los escombros. En una empalizada escucha los quejidos de personas vivas. “Son hombres, mujeres y niños...”- dice para sí. - ¡Sáquenme de aquí…! - se escuchan varias voces apagadas. Entre los lamentos a Teófilo le parece escuchar la voz de su cuñado Sángara. ¿Serán ideas mías? - se pregunta angustiado. Aníbal Piña, el jefe de sanidad, ordena quemar todas las palizadas con la gente dentro. Para evitar una epidemia. Así justifica aquella barbarie. - ¡Qué horror, quemar personas vivas! - dice Teófilo, para sí. El mar viste de luto a miles de madres, hermanos e hijos. Viste de luto a un pueblo entero. Para Teófilo es la prueba más cruel de su vida. No podrá recuperarse jamás de la tragedia. XI Armelio Lara Correa deambula por las calles arenosas de Playa Bonita. Con esa pesadilla del huracán cargará durante toda su vida. Son momentos difíciles de olvidar. No es él solo el que lleva encima la pesadilla. Clara Aurora Betancourt ve perder en pocas horas los sueños de su juventud. Esperaba un gran porvenir siempre color de rosa, pero se convirtió en una niebla oscura, tenebrosa y destructora. La comunidad queda borrada del mapa. De un día para otro el poblado se convierte en escombros. En horas, sin darse cuenta, el corazón se le amarga. XII Ramón Lazo Gil ve tronchada de la noche a la madrugada, el afán de toda una generación de santacruceños. Sus sueños han sido destruidos. Él y las personas que lo rodean, con las que había compartido sus sueños y alegrías, se han transformado en pocas horas en seres andantes en la desesperación; llevan Agosto/2009

las manos sobre la cabeza, tienen los ojos secos e inyectados en sangre, la voz apagada, los cuerpos semidesnudos y la piel blancuzca. Parecen cadáveres vivientes, que se mueven como sonámbulos, de un sitio a otro y sin rumbo determinado, buscando a los familiares. Una mujer carga en sus brazos a sus dos hijos pequeños. Los salvó en un madero. Ha perdido a los otros cuatro hijos. El mar se los llevó uno a uno. A muchas madres las corrientes y el viento les arrancaron a las criaturas de entre los brazos. No les dejó ni a uno solo vivo. Allí están traumatizadas y cargarán con ese dolor para toda su existencia. Este día inolvidable queda grabado para siempre en la memoria de Feliberto Petit Tiá. Es testigo fiel de la gigantesca tormenta de viento y agua, que sopló de este a oeste y de sur a norte de forma circular. El huracán ha arrasado con cuanto se encontró a su paso, arrasó con los seres humanos y objetos materiales. El persistente oleaje y las ráfagas de viento quebraron las casas de débiles estructuras de madera. Se observan personas vivas encima de los árboles, cuerpos decapitados por planchas de zinc y tejas de barro que se desprendieron de las viviendas como hoja de papel y cadáveres enredados en las palizadas y arrastrados hasta ahí por la furia del viento, el mar y las lluvias. Muchas familias quedaron atrapadas y ahogadas dentro de sus viviendas. El mar en su retirada se llevó con él decenas de personas vivas y también cadáveres. Decenas de cuerpos muertos estaban a punto de descomponerse enredados en los mangles de las cayerías más cercanas. En el parque público se ha improvisado un cementerio. A su alrededor algunos hombres cavan varias fosas. En su interior van echando los cadáveres. En una de las fosas laterales de solo 5 metros, ejecutadas por aquellos hombres, son lanzados uno a uno los cuerpos amoratados de las víctimas. Queda en la fosa común un pequeño espacio. El enterrador selecciona del montón de cadáveres los cuerpos de tres niños de alrededor de cinco años para completar el hueco macabro.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Más allá en una pira, un vigilante echa leños para darle candela a los cuerpos putrefactos de familias enteras. La mayoría de los integrantes de la Banda Infantil Municipal de Música había perecido. Loreto Moncada Reinaldo pudo sobrevivir. Tras cesar el huracán se encamina al Club de los hijos de los Veteranos de la Guerra de Independencia. No encuentra nada. Ha desaparecido y solo queda la pesadilla de este 9 de noviembre de 1932, día de luto en Santa Cruz del Sur. El agua había subido hasta alcanzar la altura de un poste de la luz o quizás más y el mar se adueñó de unos 25 kilómetros tierra adentro y de regreso a su sitio se llevó las esperanzas de Sabino Rodríguez Menéndez, quien había consagrado su vida al trabajo para labrarse un futuro en la vejez. El mar se tragó todo lo que crearon. Devastó las casas, los techos, los curvatos4 y las empalizadas. Solo una vivienda de madera de dos plantas, de los Martínez Milanés, queda en pie al resistir la furia del huracán, y en la que sobrevivieron unas 40 personas. También la fuerza del mar y la violencia de los vientos arrasaron con las tres escuelitas privadas, pupitres, libretas escolares, muebles, portales, puertas, ventanas, embarcaciones, muelles, alambradas, pianos y todo lo que encontraron a su paso. Nunca Rita de Quesada podrá borrar de su memoria ese infernal amanecer. A su paso, lento, encuentra a mujeres, hombres, niños y ancianos semidesnudos y temblorosos. El poblado inicia este 10 de noviembre borrado del mapa. La ciudad no existe, como si el leve roce de una goma hubiese borrado un dibujo a lápiz sobre una hoja de papel. Los cadáveres se observan por doquier, junto a todo lo que es de madera, escombro y fango. Arden los cuerpos putrefactos de seres humanos y animales en fogatas gigantescas. Más de 3000 personas, el 70 por ciento de los habitantes, quedan sepultadas en el poblado. Por esa visión que lleva dentro, a América de la Cruz del Risco la acompañarán recuerdos espantosos que no le dejarán conciliar el sueño. Le atormentarán pesadillas. Volverá a observar a personas aún vivas dentro de los escombros y varios hombres con latas Agosto/2009

de gasolina o de petróleo dándole candela a las piras. Escuchará los lamentos de aquellos cuerpos inertes debajo de las palizadas. Verá una columna de humo blanco cubriendo todo el poblado. Por las madrugadas despertará sobrecogida con imágenes dantescas: una madre con el cuerpo de su hija muerta entre sus manos y apretada al pecho como cuidando su sueño definitivo. XIII En las cayerías de Las Doce Leguas muchas personas logran burlar a la muerte. El huracán no pudo acabar con la vida de Pedro Guerra Cabrera, pero sí deja en él recuerdos que jamás podrá borrar de su mente. Las escenas de viento y mar enfurecidos quedarán clavadas en su corazón como una espina. No es solo su sufrimiento y sus angustias, es el sufrimiento y la angustia de todas las personas que sobrevivieron la tragedia. Santa Cruz del Sur se transformó en cenizas y en un poblado de fantasmas, tras ser envuelto en un gran remolino de viento, agua, fango, maderos, aceros, cadáveres y fuego. Este 9 de noviembre también le golpea muy fuerte el corazón a Juan Amado Vega Martínez. Un gran vacío queda en su vida. Su casa se convirtió en escombros. Ve muchos cuerpos enredados en las cayerías. Para aumentar la tragedia, las tripulaciones de dos navíos de Guerra que están anclados en el puerto, saquean al poblado. Y Leonardo Vila Aróstegui se siente en algo cómplice de la tragedia: le correspondió, en función de mensajero de telegrafista, entregar el telegrama enviado por el Observatorio Nacional, que reportaba que el huracán no ofrecía peligro para Santa Cruz del Sur. Él desconocía que llevaba un mensaje de muerte. Con ese telegrama -que ahora aprieta indignado en su mano derecha- las familias se fueron a la cama sin el presentimiento de la tragedia y fueron sorprendidas, en la madrugada, con el beso amargo de las aguas enfurecidas que ya eran dueñas de las calles y de las viviendas. Muchas adolescentes habían celebrado, el propio día

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo o días anteriores a la tragedia, sus cumpleaños. Todas deseaban un porvenir brillante. Ángela Emilia Santana Montenegro, también lo deseaba. Había cumplido 14 años de edad. Pero la vida le jugó una mala pasada. Estaba convencida que los afanes de su adolescencia y de su juventud estaban perdidos. Sus ilusiones infantiles desaparecían para siempre. Añoraba un futuro repleto de felicidad que ahora tenía una marca de amargura. Experimentaba un gran terror al ver destruido, en pocas horas, su castillo de sueños. Aquella visión de horror y muerte quedará perpetuada hasta el fin de su vida. El mar se había tragado a su poblado, a su niñez y a sus sueños. Sola, sin un techo donde resguardarse, traumatizada síquicamente, tenía las manos cubriéndose la cara. Lloraba sin aliento. Muy cerca de ella los cadáveres de varios de los suyos.

islas Bahamas. Deja cicatrices profundas en aquella gente.5 La compañía del ferrocarril no envía la locomotora. Santa Cruz del Sur se convierte en un cementerio de cadáveres calcinados. Sobre su tierra quedan arenas, columnas rotas, pisos de cemento fracturados por las fuerzas del mar. Y entonces “... la muerte del pueblo fue como siempre ha sido: como si no muriera nadie, nada, como si fueran piedras las que caen sobre la tierra, o agua sobre el agua." (Pablo Neruda)”.6 ----En el registro de extranjeros No. 79313 de la Secretaría de Gobernación de República de Cuba se confirma la nacionalidad de Eduard Joseph, mediante Certificado de inscripción firmado por P. A. de Antonio Guiteras, secretario de Gobernación. 1

Según testimonio de Ramón Guerra Cabrera (Mongo “El Jaco”) el tren de auxilio no acudió al llamado de socorro porque no se le garantizó a la compañía norteamericana de los ferrocarriles el pago de 500 pesos. La información la confirma Regino Avilés Marín que añade que su tío Rafael Olegario Marín Placeres (1896-1985), maquinista de Primera Clase de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, le narró que él estaba realizando el itinerario en el tren Camagüey-Santa Cruz del Sur y que en esos días del huracán había un grupo de maquinistas y fogoneros de reserva para cualquier eventualidad en las líneas y que fue cierto que había un tren listo para partir a rescatar a los sobrevivientes del huracán, pero que no salió hasta el día 10. Rafael Olegario transportó hacia Camagüey a muchos heridos en estado grave como consecuencia de los efectos del huracán, la sed, el hambre y la desesperación. 2

Aún sin reponerse a la tragedia Fernando García Villarreal, revisa las empalizadas en busca de familiares. Comenzaba para él una historia patética. - Nunca me repondré de este dolor -dice para sí- El huracán lo tendré como una huella imborrable. A ambos lados de la vía férrea, sobre los campos desolados, convertidos en cenizas por el fuego, las carnes fétidas, los huesos calcinados; las calaveras sueltas yacen disolviéndose en la lluvia y el viento. El huracán del 9 de noviembre de 1932 recorre con rapidez a la provincia de Camagüey de sur a norte. Deja tras de sí una huella de destrucción, dolor y muerte. Los fuertes vientos, las lluvias y las olas continuaran buscando nuevas víctimas rumbo a las Agosto/2009

En el Correo de Santa Cruz del Sur se encuentra ubicada la tarja que perpetúa la memoria de las intrépidas telefonistas. 3

Recipiente de madera de miles de galones de capacidad, que se llenaban de agua lluvia. 4

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo en mi sitio usurpado a un extraño, En Santa Cruz del Sur, el huracán causó cerca de 4000 víctimas entre muertos y desaparecidos, de los más de 5000 habitantes que residían en el sureño poblado camagüeyano. Resultó la mayor tragedia natural en la historia de Cuba. En el cementerio que se construyó en el nuevo poblado después de la catástrofe, se erige un panteón en homenaje a los que perdieron la vida el 9 de noviembre de 1932. El panteón tiene forma de octaedro, está revestido de azulejos blancos y protegido por cadenas. Al fondo, en la tapa de mármol blanco que cubre la entrada de la fosa se lee un texto grabado en el que se implora al cielo paz eterna. Separado unos metros del panteón, al fondo, se levanta una cruz de madera y metal de más de 6 metros de altura que completa el conjunto funerario. Al cementerio local año tras año, el 9 de noviembre, gran parte de la población santacruceña y foránea asiste en peregrinación a rendir tributo a los que perdieron la vida. El cortejo, que ya es tradición, acompañado de la Banda de Concierto, inicia su recorrido desde el Parque Central de Santa Cruz del Sur. 5

Andrea Guevara: “A comienzos del holocausto”. En: http://giorland.blogspot.com/2006/04/bogotazocrnica.html. 6

Ceniciencia Ulises Varsovia En el atardecer de la edad, con estas palabras cenicientas detenido frente al otoño, asumiendo su amarga substancia de raíces de ruda intemperie,

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Frente al tránsito de las castañas, bajo una campana de ceniza, mi edad en vísperas y enferma, mi edad detenida y en marcha, atascada en el engranaje de estas cenicientas palabras.

El sillón de orejas El retrato oval Marcelo Choren Edgar Allan Poe. Indiscutido renovador de un género, padre del cuento moderno y del policial deductivo, Poe Nació en Boston el 19 de enero de 1809 y falleció en Baltimore, el 7 de octubre de 1849. Autor, entre otras obras, de “El escarabajo de oro” (1843), “Los crímenes de la calle Morgue” (1841), “El misterio de Marie Rogêt” (1842-1843), “La carta robada” (1844), “La caída de la casa Usher” (1839), “El pozo y el péndulo” (1842), “El corazón delator” (1843) y “El barril del amontillado” (1846); su única novela es “La narración de Arthur Gordon Pym” (1838).

Ulises y sus sirenas

qué decir antes que la mañana abra su cúpula de tinieblas, y me descubra la claridad

qué decir, Claire, en este instante, con estas palabras vesperales, antes que el otoño recrudezca y me cubra con su edad en ruinas.

----“El retrato oval” (1842) -que se ofrece en esta edición-, pertenece al período intenso y oscuro en que el autor alcanza su madurez creativa. Las descripciones, las atmósferas agobiantes, el retrato de caracteres, son su marca distintiva. Stevenson, Naturaleza muerta

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Chesterton, et alii, se nutrieron de sus páginas más brillantes. Jorge Luis Borges, en su artículo publicado en La Nación (Buenos Aires), el domingo 2 de octubre de 1949, dice: “...Poe se creía poeta, sólo poeta, pero las circunstancias lo llevaron a escribir cuentos, y esos cuentos a cuya escritura se resignó y que debió encarar como tareas ocasionales, son su inmortalidad.” Julio Cortázar es considerado como uno de los mejores traductores al español del genial Poe. ----El retrato oval Edgar Allan Poe El castillo en el cual mi criado había decidido penetrar, aun cuando fuese por la fuerza, antes que permitirme, hallándome gravemente herido, pasar una noche al raso, era uno de esos grandes edificios, mezcla de melancolía y grandeza, que durante tanto tiempo han erguido su ceñuda frente por entre los Apeninos, no tanto en la realidad como en la fantasía de mister Radcliffe. Según todas las apariencias, había sido temporalmente abandonado, y en fecha muy reciente, por su dueño. Nos instalamos en una de las habitaciones más reducidas y menos suntuosamente arregladas. Estaba situada en una apartada torre del castillo. Su decorado era rico, pero ajado y viejo. De sus paredes colgaban tapices y adornábanse con diversos y multiformes trofeos heráldicos, así como con una insólita cantidad de pinturas modernas de gran viveza encuadradas en ricos marcos con arabescos de oro. Tal vez a causa de mi debilidad febril, incipiente en ese instante, sentí un vivo interés por estos cuadros que estaban colgados no sólo de las superficies principales de las paredes, sino también de los numerosos rincones que la extraña arquitectura del castillo hacía necesarios. Le ordené a Pedro que cerrase los pesados postigos de la habitación, puesto que ya era de noche, que Agosto/2009

encendiese los brazos de un gran candelabro que se hallaba colocado junto a la cabecera de mi cama, y que descorriese, de par en par, las cortinas de terciopelo negro que también rodeaban mi lecho. Deseaba que se hiciera todo aquello para que, al menos, si no llegaba a conciliar el sueño, pudiese distraerme alternativamente en la contemplación de aquellos cuadros y entregarme a la atenta lectura de un pequeño volumen que habíamos hallado sobre la almohada y que contenía la crítica y descripción de cada uno. Durante largo rato, muy largo rato, estuve leyendo, y devota, muy devotamente, contemplé los cuadros. Las horas transcurrieron rápida y maravillosamente. Y llegó la profunda medianoche. Me desagradaba la posición del candelabro, y extendiendo la mano dificultosamente, con objeto de no despertar a mi criado adormecido, lo coloqué de modo que sus rayos incidiesen plenamente sobre el libro. Pero este cambio produjo un efecto completamente inesperado. Los resplandores de las numerosas bujías (porque había muchas) se proyectaron entonces en un nicho de la habitación que hasta ese momento había sido dejado en sombras por una de las columnas de la cama. Distinguí, vivamente iluminado, un cuadro que hasta ese momento me había pasado inadvertido. Era el retrato de una niña que apenas si empezaba a ser mujer. Dirigí una rápida ojeada a aquella pintura, y cerré los ojos. ¿Por qué? En un principio no pude comprenderlo; pero mientras mis ojos continuaban cerrados analicé en mi espíritu la razón que tenía para haberlo hecho. Fue un movimiento involuntario, para ganar tiempo y pensar, para asegurarme de que mis ojos no me habían engañado, para calmar y dominar mi fantasía y entregarme luego a una contemplación más serena y auténtica. Pocos momentos después, volví a mirar de nuevo fijamente a la pintura. Ni podía ni quería dudar lo que vi entonces claramente, porque el primer resplandor de las bujías sobre el lienzo había disipado el soñoliento estupor de mis sentidos y me había devuelto de pronto a la vida despierta. Ya he dicho que el retrato era el de una joven. Reducías a la cabeza y los hombros, pintados según esa técnica que suele llamarse estilo de vignette, al

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo modo de las cabezas predilectas de Sully. El seno, los brazos e incluso los bucles de sus radiantes cabellos, fundíanse imperceptiblemente en la vaga, pero profunda sombra que servía de fondo al conjunto. El marco era ovalado, magníficamente dorado y afiligranado con arabescos. Como obra de arte, no podía encontrarse nada más admirable que la pintura misma. Pero ni la factura de la obra, ni la inmortal belleza de aquel semblante, podían haber sido lo que tan repentinamente y con tal vehemencia me había impresionado entonces, y menos aún que mi fantasía, conmovida en su duermevela, hubiese confundido aquella cabeza con la de un ser vivo. Me di cuenta en el acto que los pormenores del dibujo, el estilo de vignette y el aspecto del marco, hubiesen disipado inmediatamente semejante idea y me hubieran evitado toda otra distracción, aun cuando fuera momentánea. Reflexionando seriamente con respecto a aquello, tal vez durante una hora, permanecí medio tendido, medio sentado, con la mirada fija en aquel retrato. Por último, satisfecho de haber acertado con el secreto real del efecto que producía sobre mí, me acosté completamente de espaldas sobre el lecho. Había adivinado que el encanto de aquella pintura consistía en una absoluta semejanza con la vida en su expresión, que primero me había estremecido y, finalmente, me desconcertó, subyugándome y anonadándome. Con profundo y respetuoso temor, dejé de nuevo el candelabro en su posición primitiva. Una vez húbose apartado de mi vista el motivo de mi intensa agitación, busqué afanosamente el volumen que contenía el análisis de las pinturas y su historia. Volví las hojas hasta que encontré el número que correspondía al retrato ovalado, y leí el impreciso y singular relato que sigue: "Era una joven de particular belleza y no menos amable que llena de jovialidad. Pero malhadada fue la hora en que vio, amó, casó y vivió con el pintor. El, apasionado, estudioso, austero y teniendo ya una esposa en su arte; ella, joven de rara belleza y no menos amable que llena de jovialidad, sólo luz y sonrisa, y juguetona como un cervatillo, amante y cariñosa para todas las cosas de este mundo. Odiaba solamente el arte, que era su rival; temía sólo a la Agosto/2009

paleta, a los pinceles y a otros desagradables utensilios que la privaban de la presencia de su adorado. Fue, pues, algo terrible para ella oír al pintor hablar de deseo de retratar también a su joven esposa. Pero ésta era humilde y obediente. Y, dócilmente, posó, sentada, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde filtrábase la luz sobre el lienzo sólo desde arriba. Pero él, el pintor, ponía toda su afición en la obra, que adelantaba de hora en hora y de día en día. Y era él un hombre apasionado, vehemente y caprichoso, que perdíase siempre en fantasías. Tanto, que no quería ver cómo aquella luz, que vertíase tan tristemente en aquella torre solitaria, marchitaba visiblemente, a los ojos de todo el mundo y excepcionalmente a los suyos, la salud y el alma de su mujer. Y, sin embargo, ella no cesaba de sonreírle, sin lamentarse nunca, porque veía que el pintor, que tenía un gran prestigio, experimentaba un ferviente y abrasador goce en su tarea, y afanábase día y noche en pintar a la que tanto lo amaba, pero que a diario desalentábase más y enflaquecía. Y, en verdad, quienes contemplaban el retrato hablaban en voz queda de su semejanza, como de una prodigiosa maravilla y como una prueba no sólo del talento del pintor, sino de su profundo amor por aquella a quien pintaba de forma tan excelsa. Pero hacia el fin, cuando acercábase más la obra a su término, no se dejó a nadie visitar la torre, porque el pintor había enloquecido en el ardor de su tarea, y rara vez apartaba sus ojos del lienzo, ni tan siquiera para mirar el rostro de su mujer. Y no quería ver que los colores que dejaba en el lienzo los arrancaba de las mejillas de la que se hallaba sentada frente a él. Y cuando hubieron transcurrido muchas semanas, y muy poco quedaba por hacer, excepto un toque sobre los labios y una pincelada sobre los ojos, vaciló el espíritu de la mujer, como la llama que va a extinguirse en una lámpara. Y el toque fue dado, y fue dada también la pincelada. Y por un instante quedose extático el pintor ante la obra que acababa de realizar. Mas un momento después, cuando todavía lo contemplaba, se estremeció de horror, palideció y quedose despavorido. "¡Esto es realmente la vida misma!", gritó. Pero al volver los ojos de pronto para contemplar a su amada… ¡ésta había muerto!".

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Lectores opinantes La almadraba

En esta edición no contamos con opiniones de lectores, esperamos que, con tu participación, tengamos mucho que contar de gente que comparte nuestro interés por expresarse.

Naturaleza viva Nela Rio, tomado de Prometeo digital http://www.prometeodigital.org/nueva67.htm

Las caderas exageradamente simples tan cerca de los ojos desnudos de las uvas insinuando semillas oscuras en su transparencia. Remolino de tallos apretando los granos convirtiéndolos en perfecto racimo acomodándose, tocando la ingenuidad de las peras. Los higos de besos ambiguos, blandos y húmedos dispuestos a abrirse en su pulpa rosada como un pequeño grito. La manzana estremecida de pecados antiguos ofrece su redondez llena de sabiduría y la papaya oculta vistosa los hilos dulces de sus jugos. Olores apoyándose, mezclándose murmurando alfombras de tangibles olores. ávidos de encuentros. En la quietud del marco la frutera de cristal abraza, con aristas agudas y tiernas como algas flotando en el mar caliente, el misterio estremecido, su continente de deseos, el destino de bocas de manos que las tocan las oprimen las sopesan las sorben o las muerden con delicados dientes de pie desnudo. Perturbadas de pasividad, las frutas emergen inundan ruedan tendidas imperiosamente desangrándose en las semillas, bultos entregados a bocas que laten.

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Envía tus opiniones por correo electrónico a descensor+opinar@gmail.com o llena el formulario Opinar en la sección Contacto en nuestro website y pasa a leerte aquí en nuestra próxima edición.

Si deseas participar con una sección permanente esta publicación envía un correo descensor+participar@gmail.com o llena formulario Participar en la sección Contacto nuestro website.

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El tema para la próxima edición se publica en la sección Convocatorias de nuestro website, para participar en un tema en particular, por favor envía un correo a descensor+colaborar@gmail.com o llena el formulario Colaborar en la sección Contacto en nuestro website.

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Participan en esta edición Carlos Alberto Olague Alcalá (México) Francisco Cenamor (España) Soy publicista, director general de una agencia BTL. Nacido en la ciudad de México, pero radico en Zacatecas. Soy candidato a portador de la vela perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de acuerdo. También soy monero, y la mayor parte del tiempo no sé qué hago aquí además de ser el responsable del diseño de portada. Se le puede encontrar en En mi opinión (http://carlosolague.blogspot.com).

De formación autodidacta, comienza tarde a escribir poesía. En 1999 Talasa Ediciones publica su primer libro, Amando nubes, lo que le posibilita viajar por toda España dando recitales. En 2003 sale su libro Ángeles sin cielo, editado por Ediciones Vitruvio, editorial que publica en 2007 su último libro, Asamblea de palabras. Ha sido incluido también en numerosas antologías y revistas impresas y digitales. Ha organizado y organiza numerosas actividades poéticas. Dirige la revista digital Asamblea de palabras. Es coordinador del Club de Lectura de la Universidad Carlos III de Madrid. Profesionalmente se dedica a la interpretación, apareciendo en televisión, teatro y cine. Se le puede encontrar en Asamblea de palabras (http://franciscocenamor.blogspot.com).

Jesús Humberto Olague Alcalá (México) Ingeniero en Sistemas Computacionales, chilango (del D.F., México) de nacimiento, zacatecano por herencia, adopción, convicción y querencia; que escribe por afición y pudo ser médico pero siente repulsión hacia las heridas; le gusta casi toda la música, en especial la trova, y casi toda la lectura, principalmente la de escritores latinoamericanos como Taibo II, Ibargüengoitia, Benedetti, entre otros; prefiere las ciudades coloniales a las playas y las corridas de toros a las peleas de gallos; y que tiene el gran problema de que todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV frente a él, aunque esté apagado. Participa en algunos proyectos colectivos sobre temas tan diversos como su tierra, Zacatecas, amigos, música y cuentos, y aunque no tiene experiencia en esto, es el inventor de este invento. Puede ser encontrado en Lo que es no tener que hacer (http://jholaguepersonal.blogspot.com).

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Edgardo Castillo “Zumm” (Chile/Argentina) Nació en Viña del Mar, hace ya mucho tiempo. Por motivos que no vienen al caso, vivió muchos años en un generoso país de Europa, donde quedó la mitad de su vida. Hace 17 años que vive en la Argentina, a la que considera su segunda patria, pero sin olvidar sus raíces. Trata de escribir siempre con humor, para no tener que pensar. Se declara ateo y considera que la amistad es lo más valioso de la vida. Ha escrito una gran cantidad de libros entre los que destacan 'Mujeres. Manual de uso y mantenimiento', 'Las aventuras de Mirinda', 'Vida de ladrones y algo más...' y una serie de libros de cuentos, entre otros; disponibles para descarga gratuita en su tienda en Bubok (http://zumm.bubok.com/). Puede ser

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo encontrado en Todo mauri.blogspot.com).

cuento

(http://todocuento-

segundo al lector ocasional y contribuir con su granito de arena a que continúe vivo. Tiene cuentos publicados en www.loscuentos.net.

Claudia Palatucci “Jezabel” (México) Francisco Arriaga (México) Oh, sicóloga (o psicóloga) (hocicóloga), de profesión; “metiche” con licencia, para dar crédito a la locura de los ajenos, nieta de mulatos y de ojiazules españoles, nacida en la tierra de los alacranes, Durango, México. Gusta de la música árabe, flamenco y brasileña; se le verá danzando por ahí de vez en cuando entre letras y dibujos; diseñadora gráfica de afición, editora de fulanas revistas independientes y organizadora de eventos especiales (sobre todo en familia). Su especialidad en la cocina: changüiches y sopas Maruchan. Se le puede encontrar en Jezabel Violeta Bruja y loca (http://brujayloca.blogspot.com).

Escritor zacatecano que nació en Aguascalientes y vive en Tamaulipas. Coleccionista de libros, impresos o electrónicos, que también le hace a la música, la patrología, la historiografía, y en sus ratos libres escribe para algún periódico zacatecano, pero ya el lector verá qué va descubriendo en sus propias palabras. Se le puede encontrar en Qvod ago (http://qvodago.blogspot.com).

Marcelo Choren (Argentina) José Luis de la Fuente “Kmikc” (España) Informático de profesión y cuentero de afición. Los cuentos son su salvavidas ante la tormenta diaria de máquinas, cables y bits. Le gusta escribir cuentos directos, breves, de fácil lectura, de literatura llana y sin preciosismos. Y lo confiesa totalmente arrepentido. No sabe hacerlo de otra forma pero promete mejorar con el tiempo -de mayor quiere ser cuentero-. Un antiguo profesor una vez le dijo: “cuando alguien pierde toda capacidad de sorpresa, de asombro, de fascinación... está muerto y no se ha dado ni cuenta”, así que le gusta pensar que con sus cuentos, es capaz de sorprender al menos durante un Agosto/2009

Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 5 de septiembre de 1953. En la actualidad se encuentra radicado en España, país en el que desempeña labores de escritor y docente. Se dedica en especial a los cuentos, género literario que le apasiona. Parte de su obra se encuentra en periódicos, revistas literarias y otras publicaciones especializadas. Coordina talleres presenciales y virtuales, participa en tertulias, foros, y encuentros de escritores. Ha presentado libros, prologado antologías, escrito reseñas y administrado un club de lectura. También ha programado y coordinado talleres de

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo escritura creativa, y de técnicas destinados a escritores noveles.

y

recursos,

Colabora con las revistas electrónicas “Axolotl”, “Zona Moebius”, “Fin” y “Literatuya”. En 2006, se ha editado el libro Ritos, con varios cuentos representativos de su trabajo literario. Puede ser encontrado en su blog (http://marcelochoren.blogcindario.com).

personal

conurbano bonaerense. Sus poemas y artículos han sido publicados en una importante cantidad de diarios argentinos, de México, Colombia y España. Asimismo en revistas culturales y literarias de Argentina, Brasil, España, México, Estados Unidos, Puerto Rico, Francia, Colombia, Venezuela, Chile, Italia, Cuba, Nicaragua, etc... Obtuvo entre 1991 y 1999 una treintena de premios y menciones en su país. Se encuentra trabajando en la edición de “Sangre de Toro” -poemas y banderillas-, que se editará inicialmente en Buenos Aires y posteriormente en España. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web.

Andrés Portillo González (España) Getafe - Madrid (1967) Cuentista aeronáutico, algunos de sus relatos sobrevuelan en llamas una decena de antologías. Premio de Narrativa Villa de El Escorial 2007, “Una imagen en mil palabras” 2008, o “La Lectora Impaciente” 2009, colabora también con las revistas literarias “Color Albero” y “Al otro lado del espejo”. En julio de 2008 publicó su primer libro de relatos titulado “Nieve de La Habana”, desde octubre de ese mismo año participa en los cursos de narrativa del Centro de Poesía José Hierro de Getafe y acaba de concluir su primera novela, titulada “Encanto y desencanto de un hombre sin gracia”. Se le puede encontrar en Imagina Lebowsky (http://imaginalebowski.blogspot.com).

Sergio Manganelli (Argentina) Nació en Haedo, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 28 de febrero de 1967. Reside actualmente en San Antonio de Padua, al oeste del Agosto/2009

Lázaro David Najarro Pujol (Cuba) Santa Cruz del Sur, 1954. Licenciado en periodismo es autor de los libros de testimonios Emboscada (Editorial Ácana, 2000), Tiro de gracia (Editorial Ácana, 2000), Sueños y turbonadas, (Editorial Alaleph.com, 2007) y Nuevo periodismo radiofónico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2007). Ha obtenido más de 30 premios y menciones en concursos periodísticos, literarios y festivales nacionales de la radio, entre ellos se incluyen el primer premio en Documental en el Festival Nacional de la Radio (1991), premio Sol de Cuba (1986), premio Primero de Mayo (1988), mención especial en el concurso literario 26 de Julio de las FAR (1999), el Gran Premio Nacional de la Radio (2000), premio Extraordinario 25 Aniversario de la ANIR (2002) y Premio Internacional de periodismo de la Revista Mira (2004). Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte, de Camagüey, Cuba. Se le puede encontrar en su página personal (http://camaguebax.awardspace.com).

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Ulises Varsovia (Chile) Nace el año de 1949 en Valparaíso, lugar cuyo mar y tempestades marcaron definitivamente su personalidad y su poesía. Estudió varias asignaturas humanísticas y trabajó en tres universidades, al mismo tiempo que escribía poesía, en su país natal, de donde salió a Alemania a estudiar un doctorado. Radica en San Gall, Suiza, en cuya universidad imparte un par de lecciones. Ha publicado 28 títulos de poesía entre los que destacan Jinetes nocturnos (1974), Tus náufragos, Chile (1993), Capitanía del Viento (1994), El Transeúnte de Barcelona (1997), Madre Oceánica, Valparaíso (1999), Megalítica (2000), Ebriedad (2003), el más reciente, Anunciación, ángeles y espadas (2008), y las antologías Antología esencial y otros poemas 19742005 (2006) y Vientos de letras (2007), en colaboración con el poeta andaluz Alexis R. Ha sido publicado también por más de setenta revistas literarias, en diferentes idiomas. Puede ser encontrado en su blog personal (http://ulisesvarsovia.tripod.com).

poesía y arte. Organizadora de más de dieciocho exposiciones internacionales de Poemas Póster con participación de más de trescientos poetas. La Red Cultural Hispánica organizó en el año 2008 un Simposio sobre su obra poética y narrativa en la sede de la Universidad Autónoma de México en Gatineau, Canadá. Se le puede encontrar en su página dentro del sitio de la Asociación Canadiense de Hispanistas (http://fis.ucalgary.ca/ACH/Registro/Nela_Rio/).

Arte fotográfico e ilustración Las imágenes utilizadas para ilustrar las secciones, y todos sus derechos son propiedad de sus respectivos autores. Si el uso de imágenes obtenidas de sitios públicos va en contra de algún derecho de uso, favor de reportarlo a descensor@gmail.com. Portada, Tulip, fading glory… de Cecile Graat (http://www.gracedesign.nl/). Memorias de una bruja… y loca, Naturaleza muerta de E. Polo, en Mi zona fotográfica (http://edortapolo.wordpress.com). Camagüebax, Santa Cruz 1932, Barco encontrado a 5 kilómetros en tierra, Única casa que quedó en pie y Ciudad borrada, imágenes originales proporcionadas por el autor.

Nela Rio (Argentina/Canadá) Poeta, escritora, artista e investigadora. Nacida en Argentina y ciudadana canadiense desde 1977. Con dos libros publicados en España y siete en Canadá (bilingües), ha sido finalista en trece concursos internacionales y sus poemas y cuentos individuales se han publicado en antologías y revistas de más de doce países. Crea “metáforas visuales” (arte digital) y expone “libros de Artista” en donde combina su Agosto/2009

Naturaleza muerta http://sites.google.com/site/revistaeldescensor/

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