Evaluar el quehacer educativo cómo para qué

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¿Evaluar el quehacer educativo cómo para qué? Recopiladores y comentan: Mtro. José Luis Sánchez Vega y Eduardo Pliego Pérez. Inquietud justificada la que muestran nuestro amigos del Estado de Nayarit (aprovechamos para enviarles un cordial saludo), quienes nos enviaron información sobre el próximo proceso de evaluación, la inquietud radica en que no esta claro si serán tomados en cuenta la evaluación de los procesos educativo o los resultados contactos de los Estados de Michoacán, Edo. de México, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Jalisco y Chihuahua entre otro, nos informan que no esta muy claro, ya que la Ley suplementaria aún esta en proceso de revisión, lo que sí podemos afirmar es que de tomar un solo aspecto en la evaluación, ya sean, únicamente el proceso o solamente los resultados sería una evaluación incompleta y por lo tanto injusta y llena de errores, porque el binomio de proceso-resultado no se debe separar, además de que el proceso educativo es muy complejo ya que, esta contemplada la misma evaluación, pero como es nuestra ya costumbre lanzarnos a la investigación respecto de los temas a tratar, mismos que ponemos a su consideración para su análisis. Vemos: Según Silvia Schmelkes, el plan, así como los programas de trabajo de los equipos o círculos de calidad, deben traducirse en nuevas prácticas, que deben definirse con claridad de manera que sean entendidas por todos. Las prácticas se refieren a los procesos, y actúan, en última instancia, sobre las relaciones. Puesto que un plan pretende modificar procesos, es necesario que las prácticas consideradas necesarias para modificarlos se revisen en forma permanente por parte del propio equipo que las definió. A esta revisión continua se le llama monitoreo, a diferencia de la evaluación, que revisa los resultados. El monitoreo se refiere a la actuación de las personas en sus prácticas cotidianas. Puesto que, finalmente, todos somos responsables del objetivo planteado, la revisión de nuestra actuación nos compete también a todos. Cambiar nuestras prácticas no es fácil. Vamos a encontrar obstáculos y problemas que no nos hubiéramos podido imaginar antes de intentar el cambio. Descubriremos que necesitamos apoyos específicos para poder transformar nuestra práctica en el sentido deseado. En muchos casos, necesitaremos formarnos mejor para poder llevar a cabo las modificaciones acordadas. Sin embargo, si no existe el espacio para discutir estos problemas y la voluntad de encontrar, entre todos, la solución, se corre el riesgo de que el proceso de mejoramiento se abandone, y de provocar frustración entre quienes lo intentaron. Por eso, el monitoreo también es trabajo grupal. Para monitorear requerimos criterios. Puesto que el objeto de nuestro monitoreo son las prácticas y los procesos, los criterios son, fundamentalmente, de naturaleza cualitativa. Se refieren a los esfuerzos de las personas, a sus actitudes, a su constancia, a su capacidad de crítica y autocrítica, a su creatividad para hacer sugerencias en cuanto a enfrentar obstáculos no previstos. Estos criterios, de carácter cualitativo, pueden traducirse en indicadores precisos, también de carácter cuantitativo. Así, por ejemplo, el esfuerzo puede calibrarse en la medida en que los docentes estén elaborando, de manera más consistente, planes de clase en los que se introduzcan modificaciones en el procedimiento de enseñanza que vayan en el sentido de evitar el atraso escolar. Si en efecto se están presentando avances en los criterios anteriores, se puede tener la certeza de que se transita por el camino que conduce a la trasformación de las prácticas. Si, en cambio, se descombren problemas en cualquiera de estos criterios, es necesario, nuevamente, conocer sus causas y procurar resolverlas de raíz.


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