Voz del desierto Pasaron algunos meses antes de volver a ver a Mukeno, yo trataba regularmente de cumplir con las indicaciones de Mukeno pero me costaba mucho trabajo acostumbrarme a un horario de practicar lo más posible chi kung junto con hatha yoga el mismo día, se me hacía demasiada disciplina, no obstante poco a poco comencé a notar los notables efectos de ambas prácticas en su conjunto, asi pasaron algunos meses, no obstante la recapitulación se me hacía algo tediosa y seguía evitándola, prefería usar sencillamente la meditación en vacío, aunque Mukeno me había dicho que era necesario primero hacer una recapitulación profunda de mi vida, sentía que la meditación en vacío era una especie de recapitulación más completa, no obstante, me di cuenta que no tenía tiempo de practicar todos los ejercicios que Mukeno me había sugerido, así que hice algo muy extraño incluso para mí mismo, deje de ver a mis amigos, la razón era sencilla, mis amigos consumían demasiado tiempo, pasaba horas con ellos conversando trivialidades sin sentido, poco a poco deje de frecuentar a todos mis conocidos, un extraño impulso me comenzó a invadir, todos consumían mi tiempo, deje incluso de ver la televisión, solía verla poco, pero ahora en vez de pasarme un domingo viendo programas como si mereciera algún descanso, prefería salir al campo y estar conmigo mismo, ese estado de soledad no fue fácil de conseguirlo, me aleje interiormente de todos y exteriormente comencé a desprenderme también de las personas más allegadas a mí, al principio me sentía un poco culpable, pero yo necesitaba un espacio de soledad total, nunca en mi vida había estado solo y quería estarlo, necesitaba estarlo, mi propia atención estaba demasiada enfocada en las personas a mi alrededor y eso me fastidiaba sobremanera, me volví huraño, deje de frecuentar a mis amistades de Mezcalito y me encerré en mí mismo sin ningún sentimiento de nada. Paso el tiempo, Mukeno y yo coincidimos en la ciudad de Guanajuato, Mukeno había ido a cuestión de negocios y yo por cuestiones laborales, entonces destinamos una tarde en una plaza de Guanajuato para platicar, casi anochecía, la pequeña plaza estaba frente a una iglesia, pasaban algunos coches y un viejo alimentaba palomas en una banca, Mukeno