Número 207

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Gaceta de lengua y literatura

Facultad de Letras y Comunicación - Universidad de Colima No. 207 13 de junio de 2019

Ilustración de Marco Antonio Rodríguez Jiménez

VIAJES


2 UNIVERSIDAD DE COLIMA M. A. José Eduardo Hernández Nava Rector

José Manuel González Freire Carolina Anaya, Omar David Ávalos Alberto Llanes, Cecilia Caloca Sheidy Rodríguez Vanessa López Corrección

Dr. Cristian J. Torres Ortíz Zermeño Secretario General Mtra. Vianey Amezcua Barajas Coordinadora General de Comunicación Social FACULTAD DE LETRAS Y COMUNICACIÓN

Oscar Zúñiga Carrasco Michel Alejandra Jimenez Gómez Coral Anahí Escalera Lopéz Diseño Marco Antonio Rodríguez Lucila Gutiérrez, Adriana Anelo Gaby Zepeda, Vanessa López Michel Jimenez Gómez Ilustraciones

Beatriz Paulina Rivera Cervantes Directora Abelina Landín Vargas Coordinación

José Ferruzca González Director

Consejo Editorial Ada Aurora Sánchez Víctor Gil Castañeda, Gloria Vergara Krishna Naranjo, Martha Reyes Carmen Zamora, Nelida Sánchez Gilberto Max Ceballos, Lucila Gutiérrez, Carlos Ramírez

Colaboraciones abelandin@ucol.mx

CONTENIDO

Autobuses Nuevo Horizonte

En ningún lugar

Pág. 3

Bobby Tornado

Facebook Destellos Falcom

Itzel Vallejo

Morelia Trujillo Michel

Pág. 6

Pág. 9

Pág. 13

Viaja, siempre viaja

La historia prometida

Sección: Letras mágicas

Crónicas de una fangirl

Pág. 4

Pág. 6

Pág. 10

Pág. 14

“La travesía” Akatl Guijarro

Un verde brillante

Michel Alejandra Gómez

Mi ir y venir a Manzanillo Michel Alejandra Gómez

Odisea a la UNAM

Ana Monserrat Cárdenas

Pág. 5

Pág. 7

Pág. 11

Pág. 15

Adiós, para siempre

Irse

TRAYECTO

Punto y coma

Adriana Ávila Hernández

Cori Escalera

Pasar el nivel del juego Carta desde Laguna Estigia

Insomnia

José Manuel González Freire

Gaby Zepeda

Valeria García

Ana Gómez Elena

Cecilia Caloca Michel

Brenda Melissa Aguilar Martínez

Pág. 5

Pág. 7

Pág. 12

Pág. 16

Y sin embargo te quiero

Collage “Viajes”

Te invito un café

Oniria

Michel Jimenez Gómez

Sheidy Rodríguez Jiménez

Pág. 6

Pág. 8

Pág. 12


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Autobuses Nuevo Horizonte Bobby Tornado Egresado de la licenciatura de Letras Hispanoamericanas (2006-2010) Iba directo al baño. Mi vejiga estaba a punto de explotar en mil pedazos, en mil y un kilos de colores ocres inundando los pasillos del ala de foráneos. Mi estómago contenía una kilométrica cantidad de materia y estertores, y yo me abría paso entre la gente, buscando las tres monedas de peso: cantidad justa que había leído en el letrero de tinta láser que presumían los sarnosos baños de la central. Ya desnudo de mi pantalón y braga, me disponía a sentir todo un cúmulo de infinito desahogo… Hasta que desperté. Estaba embutido en el camión. A mi lado viajaba un obrero, su hedor crecía con las oleadas del aire acondicionado y la presión en mis intestinos subía de conmoción; mi varillaje deferente se encontraba al filo del delirio: apretaba los dientes y mi cuerpo interno para no diluirme en fluidos, aluviones y desperdicios estomacales. Los chicharrones que había desayunado me estaban jugando una mala pasada; los litros de horchata buscaban su cauce natural en la escala de la gravedad. Y el llanto de la chiquilla seguía enredando mis nervios, y los tatuajes del obrero, sus flamas amarillas crecían como hogueras dentro de la diminuta oscuridad que las compañías transportistas te ofrecen. Y afuera, la noche seguía su misterio y su sigilo. Mi cuerpo explotaba y yo veía las últimas curvas de La salada, sus pelones cerros cubiertos por ortigas, varillas y candelabros en escozor; y la luna casi se caía, manoseada por el viento, como un globo que está a punto de colapsar entre la fauna vetusta de la sierra. ¡Maldito sueño! ¡Cómo no llegué a defecar en él! Y de repente verme sobre mi asiento, hecho cáñamos y liendres, y la vergüenza de mis vecinos, curiosos, contemplando toda la podredumbre que se acumulaba en mis bajos y altos vientres… ¿Por qué te subiste en el camión barato? me preguntaba, en ese maldito camión que no tiene baño, donde lloran niños invisibles porque sus madres les pican la panza y el corazón para que la gente se incomode durante su viaje. Los protagonistas gringos seguían su drama en la pantalla de plástico descascarado, el obrero seguía su tropel de aromas fierros, el autobús bajaba la Loma de Fátima. Virgencita de Fátima, nunca te recé, nunca te pedí nada; pero ahora te lo pido, ayúdame con esta contusión inmaculada, aunque siga dudando tu existencia o tu aparición. La luna botaba sobre la cumbre y la ciudad se acercaba y pensaba en ti, Lorena, en tus largos cabellos ondulados, en tus gruesas pantorrillas; en ese infernal desayuno, cercenado por docenas de cacahuates despiadados. Y en tu postre iracundo, dentro de toda tu feminidad; atolondrado en tu entrepierna, con mi boca rodando por todo tu

vientre, en toda tu iracunda morenía. Y la luna seguía colgada. Y me veía sentado, preparando las clases de la tarde, con la cara metida en la computadora, bebiendo y sorbiendo litros de horchata por la sed postrera de tu postre, Lorena. Y veía la tarde y una sábana delgada de humedad cubriendo la extensión de la costa, la calle estéril donde se encuentra la escuela, cerca de la central, alba, morisca, extrañamente manzanillense. De repente, los puentes nuevos estaban cerca: el Gobierno Federal y sus inversiones en concreto, donde el dinero del pueblo se hace polvo compacto. Se veían en la distancia, con postes dorados en medio de la noche. Comenzamos a subir la cuesta natural de la ciudad, donde pronto encontraría la entrada hacia la gloriosa Central de Autobuses de Colima. Y yo acordándome del compañero profesor que saludé esperando el camión de las siete y media; leyendo los mensajes que me escribiste, morena, donde me reclamas suavemente mi desliz con una rubia compañera de trabajo. Y yo subiendo al camión sin ningún síntoma, sin ningún estertor que alertara mi sistema digestivo. Comprendiendo que tendría el más ligero y grácil de los viajes por carretera, de tan sólo hora y media. Hasta que encontramos la salida del libramiento, a unos pocos metros del sanitario, a unos simples pasos de llegar y descargarme todo un día de conmoción abdominal. A unos insignificantes centímetros de La libertad digestiva. El camión se encendió, dejándome noqueado en mi puesto. El camión se detuvo, exacto, en su dársena correspondiente. Mi cuerpo no resistía. Era un muñeco desguanzado con una bomba nuclear en el plexo. Iba directo al baño. Mi vejiga estaba a punto de explotar en mil pedazos, en mil y un kilos de colores ocres inundando los pasillos del ala de foráneos. Mi estómago contenía una kilométrica cantidad de materia y estertores, y yo me abría paso entre la gente, buscando las tres monedas de peso: cantidad justa que había leído en el letrero de tinta láser que presumían los sarnosos baños de la central. Ya desnudo de mi pantalón y braga, me disponía a sentir todo un cúmulo de infinito desahogo… Sobre el autor: Bobby Tornado. Fue estudiante de la licenciatura en Letras Hispanoamericanas (2006-2010). Sobrevive en este trópico gracias al café, los mangos y el mezcal. Ha presentado casi una decena de textos literarios y de diversa índole en la Casa del Archivo del Municipio de Colima. Rompe el silencio narrativo con este cuento. Escribe crítica y, comparte poemas y narraciones en su fanpage del Cara-libro: Bobby Tornado.

Ilustración de: Vanessa López Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.


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Viaja, siempre viaja Adriana Ávila Hernández Egresada de la Licenciatura de Letras Hispanoamericanas (2008-2012) ¡Viaja, siempre viaja! Si estás triste viaja, y si estás feliz, también. Tenía escasos cinco años cuando mis padres decidieron confesarme que ni los Reyes Magos, Santa Claus, ni ninguno de esos seres extraños que traen regalos en época navideña existían, que eran ellos, los padres, los únicos responsables de llenar de obsequios el pie del árbol de navidad. Así que desde ese momento, que literalmente dejé de creer en los Reyes Magos y Santa Claus, surgió la gran y enorme responsabilidad de elegir año con año ¿viaje o regalos?, miento, nunca fue ninguna responsabilidad porque desde esa corta edad yo tenía claro que el mejor regalo era y sería siempre viajar. Quizá lo que más resalto de mi gusto por los viajes es el hecho de conocer nuevos lugares, nuevas culturas, nuevas personas, nuevos aires, y sí, en gran medida es eso lo que hace que viajar nos enamore tanto, pero creo que lo que poco se destaca y podría ser lo esencial, es que en los viajes nos conocemos a nosotros mismos. Siempre he creído que en la vida uno no termina de conocer a nadie porque ni siquiera nosotros nos conocemos del todo, no sabemos de qué forma actuaremos ante cierta situación porque simplemente no se nos ha presentado. Los viajes nos dan esa oportunidad de poder vivir cientos de experiencias en un plazo corto, experiencias que normalmente no tenemos en nuestro día a día. Los viajes siempre ponen a prueba nuestra capacidad de comunicación: “preguntando se llega a Roma”, la facilidad para crear empatía con los demás; de pronto, cualquier extraño se vuelve amigo, ponen a prueba nuestra capacidad de asombro; lo rutinario para los demás se vuelve ante nosotros algo extraordinario, además de conocer nuestra capacidad de ayudar y de permitir ser ayudados.

En los viajes se viven momentos importantes para la toma de decisiones: en los viajes se vive en estrés constante, ponemos a prueba nuestra resistencia física, pues la mejor forma de conocer lugares es caminando y se camina mucho. También ponen a prueba nuestra capacidad de madrugar, debido a que las horas de luz deben aprovecharse y las de oscuridad también, nuestra capacidad de ser pacientes; sobre todo si no viajamos solos, nuestra capacidad de administrar el tiempo y el dinero; conocer la mayor cantidad de lugares al menor costo posible, nuestra capacidad de adaptación con alguien más; cuando viajamos acompañados compartimos no sólo horas sino días y noches enteras, de arriesgar; hay momentos que si no arriesgas, no aprovechas, de perder el miedo; muchas veces el intentar algo nuevo nos llena de angustia y al hacerlo, dejamos el miedo a un lado. Viajar es sinónimo de muchas primeras veces, de vivir nuevas experiencias, caemos en la cuenta de que somos capaces de lograr cosas que creíamos imposibles, superamos situaciones increíbles, y eso es justo lo que hace que cualquier tipo de viaje —por muy lejos o cerca que sea— valga la pena, porque aprendemos demasiado en poco tiempo y volvemos cargados de energía, de nuevos conocimientos, de experiencias, de nuevas capacidades, de ganas de seguir viviendo la vida y comernos el mundo. Así que cada que tengamos oportunidad, viajemos, y cuando no sea posible hacerlo de forma física, también existen muchas otras formas de hacerlo: viajamos cuando leemos un buen libro, cuando conocemos a alguien, cuando aprendemos algo nuevo, cuando estudiamos otro idioma, cuando escribimos, cuando creamos. Viajemos, siempre viajemos, cualquier pretexto es bueno para hacerlo, la vida misma es un viaje, y en cualquiera de sus formas viajar nos hará no sólo conocer algo nuevo, sino conocernos a nosotros mismos y con esto, enriquecer la mente, el alma y el corazón.

Fotografías tomadas por: Adriana Ávila Hernández. Egresada de la Licenciatura de Letras Hispanoamericanas (2008-2012).


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La travesía

Adiós, para siempre

Akatl Guijarro Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas

Valeria García Estudiante de 4° semestre de Comunicación

Para Jon ¿Dónde te quedaste? El jardín que no conozco Tu sangre que conocí el palpitar de tus sueños un sinfín de inocuidades Te recuerdo buscando una flor amarilla perdida entre páginas Esos días en que navegabas todo abismo y en el que nos contaste cómo es allá ¿A dónde vas? ¿Dónde te quedaste? En la noche eterna están guardadas tus pisadas ( el paso arrastrado ) La gran batalla sonriendo lucha contra el desasosiego y llanto que nos baña solo con entender, sin estar juntos. Ahora nos toca la vida sin ti sin tu mirada a lo invisible sin tu caída vocal Te quedas tu voz sin sombras canto que no es canto El viento cálido sobre la hoja santa que sólo a ti te sorprendió siempre. Iremos tras de ti al encuentro de nosotros.

Fotografías tomadas por: Michel Alejandra Jimenez Gómez. Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

No puedo creer que ya hace un año desde que partiste en aquel avión. Te juro Marcela que nomás no puedo olvidar cuánto chille ese día, de verdad que no comía porque me atragantaba con las lágrimas y me sabía todo bien salado. Adelgacé como 6 kilos en dos semanas, no te miento. Recuerdo ese día bien doloroso pa’mí. Yo te dije: Mira mi Mai que no te vayas, que aquí tienes todo lo bueno, que tú y yo debemos estar siempre juntos, dame otra oportunidad, que en esta de veras que no te fallo. A ti no te importó lo que yo te dije, lo que me humillé por ti. Un día me dijiste que tu boleto ya estaba comprado y que en un mes te me ibas pa’ los yunaites. En ese momento sentí un hueco en mi pobre corazoncito, retumbó algo en mi ser. Ya sabía que teníamos dos meses de haber terminado nuestra hermosa relación, pero yo todavía no te dejaba de querer. ¡Ay mi Marcelita!, ahorita estuviéramos juntos. Cada que paso por tu casa no puedo evitar sentirme dolido, te extraño un montón y sé que jamás te volveré a ver. Cuando supe lo de tu beca para acabar tus estudios sí me alegre por ti, te juro que sí, pero yo creí que me ibas a llevar contigo, pero no, aquí me dejaste en el pueblo, que ahora pos sí te lo agradezco ¿verdad? Yo hasta te compré flores de despedida y bien te dije: Mai, vas a volver y aquí voy a estar pa’ casarnos. Obviamente tú me bateaste re-gacho y pues, yo ya más nada pude hacer. En serio que ahora todo lo que te digo se me hace inútil, me siento raro pues de que no me contestes ni una sola palabra. Aunque, a la vez me alegra que no me rebuznes como sabías porque luego ni quien te callara. No me imagino los nervios que sentiste cuando despegó tu avión y tampoco el miedo que sentiste cuando caíste en cuenta de que nunca más tocarías tierra con vida. Supongo que pensaste en mí y todo lo que te dije y que deseaste haberme hecho caso. Así son las cosas mi Marcelita, tomaste tu decisión y aquí están las consecuencias. Te ibas pa’ volver, y sí volviste pero no con vida. Te fuiste nomás pa’ darte el lujo de fallecer y, aunque me duela, pues bien merecido te lo tienes, pero pos si me duele mi Mai. Nos traicionaste a todos por quererte ir, dejaste de lado a tu familia y a la nuestra. Bueno, a la que yo quería formar contigo. Tu viaje se volvió pa’ siempre, ya no de un año. Me imagino que en donde estés, haz de andar conociendo un montón de lugares y de gente ¿verdad? Si ya no disfrutaste del primero, pues disfruta de éste, que mucho te va a durar. Nunca me ha gustado hablar solo pero necesitaba venir a decirte esto ahora que ya te encontraron y que construyeron la tumba aquí en el panteón. Me esperé al final pa’ decirte todo esto, y también quería contarte que, si no es mucho problema, me pienso casar en dos meses con una muchacha que conocí en diciembre. Así es mi Mai, sino eras tú pos iba a ser otra. Disfruta mucho y espérame, que algún día nos tocará reencontrarnos.


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Y sin embargo te quiero La historia prometida Oniria Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas

Insomnia Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas

En mi ciudad natal te conocí, entre letras sobresaliendo de todos esos versos, entre adjetivos, no era un poema más. Fue un sujeto con el que se comenzó a escribir esta historia, fueron minutos los que bastaron para generar esta sideral conexión. El tiempo hizo lo que mejor hace, solo pasar, y nosotros nos encargamos de tejer un vínculo que día a día va creciendo; Casi 200 kilómetros dividen nuestros cuerpos inertes, pero, nuestras almas danzan entre las nubes cada vez que nos hacemos uno con palabras. Yo soy tú y tú eres yo, yo soy sordo y tú eres voz, como si fuera alguna fuerza extraña la que nos mantiene ahí sin saber por qué, pero lo disfrutamos, dejamos al momento la tarea de explicar qué es lo que ocurre entre nosotros, dos seres separados por la mundanidad pero tan cercanos por el espíritu, de nuestras realidades hemos construido un pequeño mundo infranqueable lleno de malos chistes, soldaditos de plomo, letras, muchas letras que toman sentido en nuestra boca, despertando aquellos sentimientos que creíamos sepultados cinco metros bajo tierra, somos aquello que aún no se cuenta, seremos la mejor anti-historia jamás redactada…

Recuerdo despertar emocionada, sería un día perfecto, divertido, rodeada de mis amigas y una infinidad de libros. Pasaríamos las horas admirando esos anaqueles, pensando cómo es que sería comprarlos todos. Dos horas de distancia me separan de aquello deseado; recorridas entre risas y cantos se sienten como un cerrar de ojos, como si no fueran nada, pero lo son todo. Nadie me dijo que los libros pueden llevarte a lugares extraordinarios, nadie advirtió lo peligroso que era, y aun así, al saberlo seguía recorriendo grandes distancias para verlos. Ahora debo agradecerles de encontrarte entre sus paisajes, sus grandes historias… Cual quiera de ellos estaría celoso de no contener la nuestra. Me encontraste en medio del alfabeto revuelto. Me encontraste, me buscaste y ya no me soltaste. ¿Por qué? ¿Qué te gustó de mi portada? ¿Qué te prometí sin querer? ¿Fueron los susurros de los testigos los que te alentaron a leerme? Nunca han perdido el protagonismo, siempre presentes danzan entre nosotros, se recitan sin querer, recordándonos que ellos tienen poder sobre nosotros, que ellos nos unieron y que lo siguen haciendo. Dos horas se pasaban en felicidad, eran una realidad asumida, pasan y pasan, no se detienen. Y ahora, lo único que hacen es separar. Distancia que se recorre entre secretos viajes a completa oscuridad; palabras y musicalidad; siguen pasando, siguen, entre nosotros, viajando, justo como esto comenzó…

En ningún lugar Cori Escalera Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas Y cuando levantó la cabeza estaba en ningún lugar. Había buscado por meses encontrar el punto exacto en el que se decía que las personas desaparecían y sin darse cuenta simplemente se perdió de vista. Intentó con desesperación volver a la orilla, pero no tuvo ya más remedio que continuar el viaje...

Ilustración de: Vanessa López. Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

Ilustración de: Gaby Zepeda Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas


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Un verde brillante

Irse

Michel Alejandra Jimenez Gómez Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas

Ana Gómez Elena Estudiante de 2º semestre de Letras Hispanoamericanas

El día en que entendí que yo existía en este planeta como algo vivo, fue cuando sentí cómo brotó mi primera hojita. Una hojita muy verde, brillante y tiernita. Con ella podía sentir todo a mi alrededor. El viento que me pegaba era lo que más me gustaba, y lo que más odié fueron esas bolas de cuatro patas, una vez casi se sentaron sobre mí. Cuando supe que se llamaban perros, fue cuando por primera vez me orinó encima, uno de ellos. Fue lo peor de mi vida y tuve que acostumbrarme. Recuerdo que por unas horas, el sol me pegaba intensamente y no me dejaba ver el mundo a mi alrededor. Cuando por fin una sombra fresca que iba acompañada de un aire frío se posaba sobre mí, era cuando descansaba y empezaba a preguntarme qué era todo aquello que podía observar, me preguntaba si estaban vivos o muertos como la banqueta que estaba a mi lado. Pasaban los días y cosas nuevas iban y venían. La primera vez que tuve sed, no sabía qué hacer, era una sensación horriblemente dolorosa. Una mañana, esa horrible sensación desapareció, la tierra era húmeda y más oscura. Tiempo después entendí que una vez a la semana me regaban por la noche. Mi vida nunca fue la más divertida o la mejor del mundo, pero la disfruté y es lo que cuenta. Disfruté mucho cuando comencé a ponerme frondoso y hacían figuras conmigo. Disfruté cuando iba creciendo y empecé a romper la banqueta con mis raíces, lo mejor era cuando la gente se tropezaba con ellas. Disfruté cuando me rayaron un corazón y las iniciales de aquellos enamorados, que durante años me visitaban muy seguido marcándome así, un amor de por vida. Disfruté acompañar a los viajeros que se sentaban bajo mi sombra. Disfruté de los niños que venían a jugar, se trepaban sobre mí, y me amarraban cosas. Disfruté mi vida en todo mi esplendor. Mi único deseo fue poder moverme y ver más allá de las cuatro esquinas que se alcanzaban a ver desde el jardín de esa ciudad.

Observaba el cielo, las estrellas, la luna arropada en niebla. Sentía el ambiente frío, reconfortante. El silencio nocturno inundaba mis oídos y mis pensamientos se aglutinaban como moscas a un cadáver putrefacto en el rincón de mi mente, provocándome un punzante dolor de cabeza. Recuerdo únicamente caminar sobre la acera de la avenida principal, entre los carros brillantes, los hombres de relojes costosos, las viejillas de rostros duros y las mujeres con ojos relampagueantes. No recuerdo en qué momento comenzamos a convivir todos, dentro de una habitación sin ventanas; desnudos, sudorosos, asfixiados, danzando entre humos de dudosa procedencia y chocando unos con otros; como polutas de polvo sin rumbo alguno. ¿Acaso somos tan indiscriminadamente volátiles? Vagando entre las notas de esta melodía llamada presente, pues va rápido, sin detenerse ni un instante. Sin procesar los altos y los bajos. Sin saborear el helado de limón ni el guisado que espera en el refrigerador desde hace una semana. Que espera, aguarda. Como tú y como yo; en este frío espacio, preservador precario de nuestras crudas carnes que aún no serán masticadas ni regurgitadas. Igual a esas que devolví esa noche, en el sanitario del club nocturno mientras contemplaba notas amorosas escritas en sus paredes metálicas. Todos somos uno. Yo aquí. Envuelta en vacío. Al igual que esa luna, que nunca conocerá estos ojos que, desde la tierra, le sueñan envuelva en nubarrones.

Ilustraciones de: Vanessa López. Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.


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Collage “Viajes”Elaborado por:Michel Alejandra Jimenez Gómez. Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas


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Pasar el nivel del juego Itzel Vallejo Egresada de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas (2013-2017) PERSONAJES: Alex Baltasar, el padre Margarita, la madre Bigotes, el gato Colitas, la rata ESCENARIO: (Una casa más o menos grande, ocho habitaciones, situada en el campo. Es la casa que se usa en vacaciones. Sólo es ocupada por tres personas ese día, un gato y una rata gorda y sucia. En seis cuartos hay una cama, una silla de madera y una mesa. El cuarto de Alex está junto al de sus padres, el más grande de la casa, pero las paredes son pequeñas y se escuchan todos los ruidos sin importar el rincón del que vengan. Bigotes conoce pasadizos secretos para ir y venir a su antojo entre una y otra habitación o robar algo de la cocina sin que nadie se dé cuenta. Colitas, la rata gorda y sucia, es muy sinvergüenza y se pasea por toda la casa con lo que roba de las sobras de Bigotes.) MARGARITA: —(Gritando tan fuerte que las paredes retumban) ¡Con un demonio, Baltasar! ¿Cuántas veces te he dicho que me importa un comino lo que tu vieja y acabada madre diga de mí? Es muy mi vida si no sé hacer de comer o si los frijoles se me queman. Antes di que te lavo la ropa, que muy limpia no la dejas. Eres un puerco, maldito gordo y sucio haragán. (Gruñe y se sacude las manos en el delantal de flores verdes que lleva encima. Se acerca a la cama, agarra una almohada y se la avienta Baltasar en la cara). BALTASAR: —(Agarra la almohada en el aire y la aprieta como si fuera el cuello de su mujer) No me hagas dramas, mujer. Tú me preguntaste qué me había dicho mi amá por teléfono y yo te respondí. Si no te va a gustar lo que oyes, pues entonces no estés preguntando. Me tienes harto con tus dramas. Y, por favor, baja la voz, que en esta casa hasta el gato es espía. MARGARITA: —¿Y a mí qué me importa ese sucio gato? BALTASAR: —Ya te dije, él también tiene dos oídos muy buenos. MARGARITA: —(Riéndose de manera sarcástica) Nomás me faltaba que tú también me salieras con el cuento de que el gato sabe lo que decimos. Mira, con que Alex crea que el gato habla con él me basta. Pero a él se la perdono porque es un niño. Ojalá que con el tiempo no se vuelva idiota como tú. (El escenario cambia y ahora es Alex quien aparece en escena. Está sentado en el suelo jugando con su videojuego. Colitas, la rata, está echada a su lado comiéndose un pedazo de queso que se ha robado de la cocina.) COLITAS: —(Mordiendo el queso y hablando con la boca llena) Si yo fuera más grande, le habría comido la lengua a tus gigantes y gordos padres para que se callaran. De verdad, son taaaaaaaan molestos. ¿Me dejas morderles aunque sea las orejas mientras duermen?

ALEX: —(Sin dejar de ver la pantalla de su videojuego, niega rotundamente) No, Colitas. Porque luego al que se van a cargar a pajuelazos va a ser a mí. COLITAS: —¿Por qué a ti? Ni que vayas a ser tú el que los muerda. Además, ni sabrán qué les pasó. Tus papás son ingenuos, pensarán que fueron los duendes de las higueras en lugar de sospechar de mí. ¡Es más! ¡Con suerte y piensan que fue Bigotes y lo echan a patadas! (Entra Bigotes ronroneando y moviéndose de manera elegante, contoneando la cola y caminando como si no quisiera tocar el suelo sucio). BIGOTES: —Miau, escuché mi nombre saliendo de la boca de esa rata gorda y asquerosa. Y un nombre como el mío no debería ser pronunciado por alguien como esa cosa inmunda. (Mira a Colitas con desprecio y se sienta del otro lado de Alex para empezar a lamerse las patas). ALEX: —Colitas decía que te echarían la culpa a ti. BIGOTES: —Miau. ¿La culpa de qué? Miau. ALEX: —Ella quiere morder las orejas de mis padres mientras duermen como venganza por ser tan ruidosos. No sé por qué a ella le molesta. Si a mí no me molesta, no debería molestarles a ustedes. BIGOTES: —Miau. Tus padres son un par de humanos ruidosos. Yo podría morder sus párpados si quisiera, pero me da un poco de asco. (Se eriza y luego sigue lamiéndose). COLITAS: —Te los comerías enteros si pudieras, gato mentiroso. BIGOTES: —Mientras no tengan sabor a rata… COLITAS: —(Sacándole la lengua a Bigotes, vuelve a entretenerse con su queso). Ni los pollos tienen tan buen sabor como lo tengo yo. Pero a ti sólo te gustan las comidas de los humanos. Eres como ellos, aunque te quejes. (La escena vuelve a los padres en la otra habitación. Baltasar está sentado en la silla con los codos recargados en la mesa. Margarita está arreglando la cama.) MARGARITA: —Ese niño se va a quedar ciego antes de los doce años. Se la pasa pegado en esa cosa que le regaló la vieja de tu madre en navidad. Dinero, dinero le hubiera dado, así se lo hubiéramos podido quitar para hacerle otro cuarto a esta casa. BALTASAR: —(Con tono aburrido) No sé para qué quieres más cuartos. Nada más tenemos un hijo, mujer. MARGARITA: —(Dejando lo que hace de golpe) ¿Y cómo vamos a tener más hijos si tú prefieres ver el futbol que tocarme? Ni siquiera cuando bajé de peso quisiste algo. O cuando me compré aquel baby doll rojo que, según tú, te había gustado. Empiezo a creer que te gustó pero para ponértelo y no para vérmelo puesto a mí. BALTASAR: —Ahí vas con el drama de nuevo. MARGARITA: —Mejor ve y quítale ese juego a Alex y dile que se ponga a barrer los pelos del gato. Que fue su idea dejar a ese animal quedarse aquí. Por mí, se hubiera quedado hecho caldo en aquel aguacero.


10 (En el otro cuarto, todos escuchan claramente lo que dicen los padres de Alex. Bigotes se eriza y empieza a caminar hacia la otra habitación. Alex se pone de pie y sigue a Bigotes. Colitas hace lo mismo.) (Entran a la habitación de los padres y ellos miran al mismo tiempo a los tres recién llegados). BALTASAR: —Alex, tu mamá quiere que dejes el videojuego y te pongas a recoger los pelos del gato. BIGOTES: —“El gato” tiene su nombre, humano gordo. (Los ojos de Baltasar y Margarita se abren como platos al escuchar hablar al gato.) MARGARITA: —Ha-ha-habla… El ga-ga-gato ha-bla. COLITAS: —¡Yo también! BALTASAR: —(Avienta la silla de una patada; la silla sale volando y le pega en la cabeza a Margarita. Margarita cae de golpe al suelo, desmayada. Alex, Colitas y Bigotes miran la escena confundidos. Alex vuelve a poner los ojos en su videojuego). ¡Aléjate de esos animales endemoniados, hijo! ¡Tienen al demonio adentro! ¡Son el mismísimo demonio! ¡Corre! ALEX: —¿Por qué no te callas, papá? Intento pasar de nivel en este juego. COLITAS: —(Emocionada) ¿Le puedo morder las orejas, Alex? ¿Puedo, puedo, puedo? ALEX: —(Se encoge de hombros) Si quieres. BALTASAR: —(Del susto, se cae de la silla y también se desmaya) Ugh… (Bigotes se acerca a Margarita y comienza a morder y comerse los párpados de la mujer. Colitas empieza a morder y comerse las orejas de Baltasar. Alex se sienta en el suelo de nuevo y sigue jugando su videojuego intentando pasar de nivel.) FIN

Sección: Letras Mágicas Dr. José Manuel González Freire Profesor investigador de la Facultad de Letras y Comunicación

La letra N / n “de las Matemáticas” La N / n es para la Ciencias Exactas como la letra preferida por los matemáticos y físicos. De hecho es la letra enésimo o enésima, según el diccionario, es “número indeterminado de veces que se repite una cosa”, al igual que en matemáticas. Es un traspaso de la terminología a la lengua común. La n está en todo lo que tiene que ver con la aritmética, cálculo, especulación matemática, los factoriales, de Ilustración de: Gaby Zepeda la potencia enésima “n, 2n”. Estudiante de 4º semestre La N mayúscula también de Letras Hispanoamericanas ha traspasado a la orientación Norte, N, allí donde haga falta, en tierra, mar y espacio. En la lengua egipcia, fenicia, griega, etrusca y latín, la N está presente; en los documentos antiguos en español, la n no ha variado gran cosa. Fonéticamente, la n es en español una consonante que con la m y la ñ (nuestra españolísima) completa el trío de las nasales. Esta letra tiene una pronunciación sola y uniforme con todas las vocales, que dirige sin equivocación en la escritura. Cabe recordar que Antonio de Nebrija prefería la palabra immóvil a inmóvil, esta última es la correcta hoy en día. Como vemos es una consonante muy manejable con otras consonantes dentales, labiales, palatales. La n siempre se presenta como tal y apenas ha creado problemas en la historia de la ortografía española, solamente la antedicha competencia con la m sobre si debe escribirse conmover o commover. Ha dado algún motivo de discusión; como lo ha dado también la correcta utilización de la doble n (nn) que la Academia, en 1726, prescribió en cuatro casos de palabras formadas con an: annesion, anotar; con: connatural, connexión; en: ennegrecer, ennoblecer y con in: como innato, innegable, innovar. La Academia es normal duplicar la n en todas las voces, pero en la primera se exceptúan algunas, como anunciar, anular. Aunque desde 1726, la doble nn ha perdido terreno en la ortografía española y ha desaparecido en las palabras, como anotar, anual, anexión. En otras lenguas como el francés, mantiene la doble nn con naturalidad. Una letra poco sinuosa que representa las serpientes, los peces o el agua. La N / n es un signo de las Letras como de las Matemáticas, al igual que las letras x, y, z.

Ilustración de: Gaby Zepeda. Referencias bibliograficas: Estudiante de 4° semestre de -Diccionario de Autoridades (1726). Madrid: Gredos [edición Facsímil]. Letras Hispanoamericanas. -http://www.rae.es


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Crónica: mi ir y venir a Manzanillo Michel Alejandra Jimenez Gómez Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas. Voy corriendo a tomar la ruta que me lleva a la central de autobuses junto a mi roomie, y mejor amiga, Yenifer. No lo alcanzamos. Miro la hora, si pasa la siguiente en diez minutos, chance y alcanzamos el autobús que va a Manzanillo a las 6:30 pm. Si no, hasta las 7:30 pm que sale el próximo. ¡Suerte que no nos toca tomar el de 8:40 pm! que es el último en salir. Si ese fuera el caso, tendríamos que irnos a Manzanillo hasta mañana sábado al mediodía. Mi mamá insiste mucho en que vaya cada fin de semana, realmente no me gusta el ir y venir así, es muy cansado. Prefiero mil veces estar en Manzanillo que en Colima pero, si no fuera porque mi carrera está en la capital, no andaría haciendo estos insoportables viajes. Yenifer también prefiere ir cada fin de semana, porque puede trabajar y traer, aunque sea cien pesos para la semana y porque aprovecha para ver a su mamá. Hoy, la ruta tardó media hora en pasar, perdimos el camión de las 6:30 pm y llegamos a la central a las 7 pm. Compramos los boletos, fuimos por unas papas y un refresco, y esperamos hasta que nos pudiéramos subir. Cuando ya íbamos en camino a Manzanillo, prendí mi celular para ver el capítulo que había guardado del anime que dejé pausado anoche. Sólo aguanté ver dos capítulos porque me maree. Decidí dormirme, pero no podía, ya que me habían dado ganas de hacer pis. Tenía que aguantarme, ya que, por irnos en el camión barato, que hace descuento de estudiante, no tenía el lujo de tener baño. Cuando por fin me dormí, Yenifer me despertó. No dormí nada. Me sentía cansada, sin fuerza para levantarme. Me levanté de malas y greñuda, como siempre. Llamé a mi mamá para que viniera por nosotras a la central pero me dijo que no traía el carro y no podía ir por nosotras, así que fuimos al Kiosko de enfrente para entrar al baño gratis. Luego, esperamos el camión para irnos a casa. Ya eran casi las 10 pm. Suerte que en Manzanillo, el transporte público circula hasta tarde, porque en el rancho de Colima dejan de pasar a las 9 pm. Por cierto, en Manzanillo le dicen camiones y no rutas. Llegamos casi a las once a la casa de Yenifer, que quedaba más cerca que la mía. Se hace una tortuosa hora de trayecto de la central de autobuses a Jardines de Santiago. Mi mamá pasó por mí a las doce de la noche, me compró una hamburguesa para cenar y después en la casa de su pareja, puse mi tendido y me dormí. Sí,

Fotografía tomada por: Michel Alejandra Jimenez Gómez. Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

tendido, porque ahí, yo no tengo cama. Duermo en el cuarto donde duerme mi mamá y su pareja porque viven con toda la familia de ella. No puedo irme a dormir con mi abuela, porque trabaja de noche en el Kiosko de mi mamá y no quieren dejarme sola en la casa de noche, como si no viviera sola en Colima. De vez en cuando duermo en la casa de Yenifer, pero como trabaja en la mañana, yo termino quedándome sola en su casa y no tiene internet, en cambio, con mi mamá, sí hay internet y una señora hace de comer los sábados y los domingos, puedo encargar comida del negocio familiar. Todo esto a cambio de dormir en el suelo. Me paso el fin de semana durmiendo, comiendo, de vez en cuando ayudando en el Kiosko, viendo anime o haciendo tareas. Los domingos después de las tres de la tarde nos regresamos a Colima, siempre después de las tres, porque a esa hora sale del trabajo Yenifer (eso si no trabaja de noche). El único problema es la hora en que tomamos el autobús, a veces muy noche, a veces temprano, pero sin importar cuál sea la hora en que lo tomemos, debemos llegar a hacer el mandado en Colima, ya que Yenifer y yo tenemos turnos contrarios de clases, no puede ir una sola por él y cargarlo todo de regreso. Odio tener que llegar cada domingo a hacer la despensa, es muy cansado porque a veces no comemos antes de venirnos de Manzanillo. No lo hacemos con la intención de perjudicarnos al no comer, pero no nos da hambre a las tres de la tarde sino hasta las cuatro o cinco, ya cuando vamos en el camión. A veces llegamos a comer antes del mandado, eso depende de la cantidad de dinero que tengamos, porque normalmente solo tenemos $700 por semana, de los cuales $100 son para camiones y lo demás para la despensa o a veces, para la luz y el agua. Al principio traía dos cambios de ropa y una toalla grandota (era la única que tenía en esa época) cuando venía, no sé porque los traía. Ahora solo traigo un cambio de ropa, lo más ligero posible (como un short, una blusita delgada y mi ropa interior) y una toalla corta de aproximadamente 40cm x 70cm. De esta forma todo cabe dentro de la mochila que llevo a la escuela junto a mis cuadernos. A veces cargo con un bolsito para traerme víveres a Colima, y así ahorrar un poco en la despensa. Esto lo repetimos cada semana. Mi primer semestre en la universidad fue así. Después empecé a quedarme en Colima para hacer tareas, ir a eventos y/o porque me sentía mal. Pues antes, aunque me bajara la regla, siempre iba a Manzanillo. ¡Qué horrible es viajar así! con los dolores que me dan, sólo me perjudica ir y venir. A veces me quedo yo sola un fin de semana, otras Yenifer se queda conmigo aquí. Eso varía por razones propias. De vez en cuando, mi mamá nos lleva en carro hasta nuestra casa, eso sí tiene razones para venir a Colima, o nos lleva de aquí a Manzanillo. ¡Qué maravilloso es ir en tu propio carro, cómodo y rápido! Me encanta poder viajar, pero realmente es cansado ir y venir sólo los fines de semana de Colima a Manzanillo. Aun así, espero siempre poder regresar a Manzanillo cada vez que puedo. Entonces. ¡Hasta el próximo fin de semana!


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TRAYECTO

Te invito un café

Cecilia Caloca Michel Profesora investigadora de la Facultad de Letras y Comunicación

Sheidy Rodríguez Jiménez Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas Don Alfonso se encontraba caminando por las calles de su pequeño pueblo, venía cansado después de un largo día de trabajo, lo único que quería era llegar a cenar y poder descansar. Mientras caminaba daba pequeñas patadas a las piedras que se encontraba por el camino, cual niño pequeño intentando que su travesía a casa fuera más llevadera. Así siguió por varios metros más, hasta que al dar una patada a una piedra la siguiente era un poco más grande y blanca, Don Alfonso al darse cuenta de que esta no era una piedra sino un hueso la tomó en la mano y la lanzó dentro del panteón justo a su lado derecho; y murmuro “Te invito un café” en forma de broma. Don Alfonso siguió con su camino, al llegar a casa encontró a su esposa preparando la cena, la saludo y se retiró a su recámara a descansar un rato antes de cenar. Ya entrada la noche y con la cena en la mesa, Don Alfonso se preparó un café, justo en ese momento tocaron a la puerta. Su mujer dio un salto en su lugar, la puerta volvió a ser azotada ahora con golpes más fuertes y dispersos. La esposa de Don Alfonso se dirigió a la puerta murmurando por lo bajo “la gente de hoy en día es muy desesperada”, justo cuando estuvo a punto de abrir la puerta esta volvió a ser aporreada a golpes y un escalofrío recorrió su cuerpo entero. Aun así, abrió la puerta y se sorprendió cuando vio lo que se encontraba del otro lado. “Vine a tomar café con Don Alfonso, él me invito esta tarde” Don Alfonso al escuchar esto soltó la taza que sostenía en sus manos y palideció.

Fotografía tomada por: Michel Alejandra Jimenez Gómez. Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

Ilustración de: Vanessa López Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

Trayecto, confuso bajo el sol que ilumina mis pasos. Converso con el tiempo. Busco una visión, un espejo desértico que refleje sus ojos, su círculo, su Niérika. Cruzo la tierra seca aspiro el aire escucho correr la sangre en mis venas. Poco a poco una luz intensa me parte, me cubre con su ombligo, y refleja su rostro sobre mí.


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Carta desde Laguna Estigia Morelia Guadalupe Trujillo Michel Estudiante de 6º semestre de Letras Hispanoamericanas Querida Mamá: Te escribe Raquel, tu hija mayor. Te escribo desde un café en algún puerto cerca de algún mar; si en realidad necesitas saber, estoy cerca de Tailandia y muy lejos de ti, con un calor de costa que hace mucho comencé a confundir con el calor de hogar. Te escribo para anunciarte que serán estas las últimas palabras que alguna vez leas de mí, y aquella llamada en lo que calculé sería el día de Navidad hace dos años fueron las últimas palabras que alguna vez oíste de mí. Me he decidido, finalmente, a hacer otro de los viajes que he estado posponiendo desde que parí a Miguel. Nos vamos, Miguelito, Fernando y yo, a vivir a Laguna Estigia. Sinceramente, no puedo culparte si decides enojarte y pretender que nunca fui hija tuya; todavía no me siento orgullosa de la manera en que hui de casa siendo tan joven, estando tan confundida y viéndome tan inocente como para pensar que mi corazón aventurero podría darme de comer por el resto de mi vida. Si tanto quieres oírlo, aquí va: tenías razón, mamá. Tenías toda la razón en casi todo. Recuerdo perfectamente la noche en la que empacaba mis cosas mientras tú le gritabas a Fernando, el escuálido y paliducho Fernando, que regresaríamos de rodillas, que lo que estaba cometiendo era secuestro, que éramos muy jóvenes y finalmente que por favor no hiciéramos esto; lo recuerdo porque fue unas semanas después del funeral de Adela; que creo que fue lo que me empujó por la borda. Seis años, y un hijo después, Fernando y yo seguimos de viajeros por el mundo, mamá. No hemos regresado de rodillas, no fue un secuestro ni un descenso al infierno ni a la locura, y sí, sí éramos muy jóvenes, pero eso era el encanto de todo. No fue fácil, te complacerá saberlo, ambos trabajamos de puerto en puerto, lavando pescados, lavando botes, acampando donde sea que nos dejaran poner nuestra tienda; éramos la caravana más pequeña de gitanos, de corazones livianos y piel tostada, pies sucios, aliento rancio, y rastas que se formaron solas y se retorcían cuando bailábamos en algún aquelarre de playa. Nos dimos cuenta que comenzamos a viajar porque hubo un momento en el que nos miramos en el reflejo del agua sucia de casa y habíamos perdido los ojos de turista. El camino a la escuela era sólo eso, un camino pavimentando demasiado fácil de caminar, pero también demasiado aburrido; y somos ahora los turistas eternos, nunca quedándonos en un lugar por más de un par de meses; a excepción del nacimiento de Miguel, con el cual alargué mi cuarentena. Fernando junto con un par de vecinos amables, americanos bronceados y homosexuales, llamados Lenny y Abraham, ya ha comenzado a dar los últimos detalles a nuestra propia casa de Laguna Estigia, nuestro destino final. Alrededor hay pequeñas casas rudimentarias hechas de palma y telas transparentes por puertas y ventanas, casi lechosas, por donde el sol se cuela de manera encantadora por las mañanas, y no es su beso ardiente ni el sopor del día lo que te despierta, si no el suave murmullo de las olas en la playa, que cada siete tantas, se rompen como el más fascinante desastre de vajillas del mundo.

La laguna está rodeada de arrecifes y aquí el agua es más clara, la espuma es más blanca, y cuando nos sentamos los tres a la orilla, esperando el reventar de las olas a la distancia y tarareando una canción vieja de Rod Stewart, nos damos cuenta que al inicio de nuestros viajes nuestra alineación cambió de forma permanente, colocándonos un par de gafas de turista que pronto insertaremos en Miguel. Con nuestras gafas de turista podemos observar belleza y asombro en lo que los lugareños observan rutina, regresando a ese instinto infantil de maravilla y curiosidad al recorrer cada lugar nuevo que conocemos como familia. Es hermoso aquí, mamá; Laguna Estigia abraza a aquellos que deciden abrazarla a ella, te da sus frutos, sus plantas, sus animales para que coexistamos todos juntos. Somos una comunidad entera de viajeros que han decidido bajar las bolsas aquí y detenerse un rato. Hemos decidido hacer lo mismo por lo menos hasta que Miguel pueda viajar solo. Estaremos aquí un par de años a los cuales hemos decidido sacarle el mayor provecho. La razón por la que corto comunicación es porque me has interferido un tanto en la visión panorámica de mis gafas, mamá. Extrañar es el precio que uno paga por los buenos momentos, y a veces, en un viaje, extrañar es el precio más alto. Te he visto en todos los lugares que he conocido, mamá. En una taza de café instantáneo en París, en su humo caliente que se volvía remolinos y se iba hacia arriba, haciéndome voltear al cielo y recordar nuestras oraciones. Te vi en las caderas de las chicas hindúes que bailaban en el espectáculo al que Fernando y yo nos colamos en La India, hace tantos años, y también te vi en los fríos de la sierra de Perú, cuando me quedé sin aliento por intentar subir “Machu Pichu” con pulmones de fumadora. Te amo mamá, y desearía que las cosas fueran diferentes entre tú y yo, pero tal vez tú siempre serás agua de mar, apacible por un minuto y destructora cuando puede, y yo esté destinada a ser un río, que se abre camino por donde sea para siempre ir a algún lado. Lamento no haber sido la mejor hija, eras tú también una madre joven que hizo lo que pudo por mí y por Adela. Te amamos y te deseamos una buena vida. Imagen tomada de la red: https://www.pinterest.com.mx /pin/534380312005470802/


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Crónicas de una fangirl Gaby Zepeda Estudiante de 4º semestre de Letras Hispanoamericanas Es 2012, están pasando en la televisión de paga la película Part of me de mi artista favorita, Katy Perry. Muestran en ella su crecimiento como artista, la multitud por la que es perseguida. En un momento enfocan a sus seguidores esperando entrar al meet & green, las emociones que sus rostros transmiten son millones. Una adolescente de trece años sólo puede observar las imágenes con anhelo. El sentimiento que cree nunca conocerá, asistir al concierto de la cantante que ha estado para ella en los últimos años. Sólo puede pensar: algún día. Es 18 de octubre de 2014, después de tantas emociones al perder la oportunidad de asistir al concierto de Bruno Mars, otro de mis artistas favoritos y de haber llorado las noches de sus conciertos en la Ciudad de México; el día parece insignificante. Pero no lo es. Dos años después estoy a aproximadamente, 741.9 km de distancia de mi casa con el sólo propósito de asistir al Prismatic World Tour. Las horas parecen desafiar la desesperación y transcurren con una horrible lentitud… hasta que se llega el momento. Las luces se apagan, el público grita emocionado y ella sale al escenario. Hace dos años se veía tan lejano y ahora está justo en frente de mí. Exactamente dos años después, 200 km son recorridos para acudir al Auditorio Telmex, cuatro fanáticos se acompañan en esta travesía y en sonrisas compartidas ingresan al recinto. 20:45 pm y Confident comienza a sonar y a ser cantada por su intérprete, Demi Lovato. Gritos y voces siguiendo la pista llenan el lugar. Observo a mis amigas y las veo completamente felices y eso me hace sonreír. El 12 de junio del 2017, volvemos al largo camino de dos horas, parece que nuestra amistad se construye en el gusto por los libros, la música y los conciertos. Karyme y yo llegamos con 12 horas de anticipación a la Arena VFG, para una vez más, fundirnos con cientos de voces y cantar junto a uno de nuestros artistas preferidos,

Fotografías tomadas por: Gaby Zepeda Estudiante de 4° semestre de Letras Hispanoamericanas.

Ed Sheeran. 21:30 pm y Castle on the Hill comienza a sonar. La sed, el hambre y el cansancio que trece horas de espera, parecen ser nada cuando la multitud inicia en unísono, a cantar. El 2014 significó demasiado para mi vida fangirl, vi por primera vez en vivo a una de mis artistas favoritas, pero perdí la oportunidad de asistir al concierto de mi otro cantante favorito. Cuatro años después, egresé del bachillerato, asisto a la licenciatura, y por fin, tengo la oportunidad de hacer, el segundo evento, realidad. En 2018, año que haría historia en mi vida de los conciertos. Cinco de febrero y llego a Guadalajara con un día de anticipación. Mi mamá me acompaña, justo como lo hizo la primera vez. Nos esperan doce horas de fila para obtener un buen lugar y observar de cerca a ese talentoso hawaiano. Finesse comienza a hacerse escuchar y la cortina cae, al igual que las lágrimas. Recuerdo el 2014, cuando tuve que escoger entre mis dos artistas favoritos, y mi indecisión casi causa que me perdiera los dos, y, ahora cuatro años después, puedo decir que pude disfrutar de los dos. Noventa y cinco días después vuelvo a la tierra tapatía y a la Arena VFG para presenciar el Witness the tour. Por segunda vez (sin compañía de alguien más), tengo la oportunidad de ver a la persona que inició mi amor por los conciertos, la que con una película me mostró lo maravilloso de estos momentos, y una vez más, las lágrimas vuelven a caer. Parece que Guadalajara es el escenario perfecto para verme llorar… y vivir. Veinte de marzo de 2019, emprendo en soledad, el largo y separante camino de 200 km y dos horas de distancia. El Auditorio Telmex es testigo, una vez más, de otro evento importante. Oscar y yo ingresamos al recinto y después de saciarnos el hambre y comprar una camiseta, nos sentamos finalmente en nuestro lugar. Las notas de How to draw/Petrichor anuncian la salida de The 1975 y el espectáculo comienza. Tantos puntos suspensivos en esta crónica no son coincidencia, es que no hay una justa forma de describir lo que sucede cuando las luces se apagan y los gritos son tan fuertes que ahogan tus pensamientos. Una adolescente de trece años, mientras veía como otras personas conocían a su artista favorita, pensó: “Algún día haré lo mismo, emprenderé mi viaje y disfrutaré en compañía de miles de personas, la música que tan feliz me hace”. Creo que nunca tendré las palabras suficientes para expresar lo que los conciertos y la música significan para mí. No hay cosa igual que sentir el retumbante eco de tu canción favorita ser cantado el unísono del artista y el público, la conexión… el amor. Por dos horas, todos dejan de lado sus diferencias y se funden en un mismo ente musical al que solo le importa disfrutar y cantar. Cinco años de distancia me separan de esa adolescente ilusionada, estos viajes no han hecho otra cosa que ayudarme a crecer como persona, a enamorarme de la vida y de las melodías. Agradezco desde lo profundo de mi existencia, al ente que hace posible estas experiencias. A todas las personas que me han acompañado a lo largo de estos kilómetros recorridos, a quienes han estado a mi lado en mis días favoritos. Estoy lista para viajar las distancias por venir y poder continuar con esta travesía.


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Odisea a la UNAM Ana Monserrat Cárdenas Rojas Estudiante de 8º semestre de Periodismo Dicen que los viajes sirven para distraerse de las tristezas y decepciones cotidianas. O bueno, algo así me dijo mi asesora de tesis. Pobre de ella, soportar a una tesista con altas y bajas (más bajas que altas) y con colapsos depresivos cada tres días debe molerle la paciencia y la agenda, porque me la paso metida en su cubículo y molestándola por Facebook solicitándole ansiosa, pero siempre respetuosamente, su ayuda para lo que hago llamar, mi trabajo de investigación. Pero bueno, focus. Estamos en lo del viaje. Porque esta edición habla de viajes ¿no? Pues mi asesora tuvo la idea de meter mi proyecto de tesis a un Congreso Internacional en la UNAM. Y ¡oh sorpresa! A C E P T A D O. Viajaría a Ciudad de México a presentar la ponencia junto a ella. La verdad es que no me gusta mucho viajar. De hecho no me gusta nada. Mis sentires ante los viajes oscilan entre el estrés cuasi mortal y el arrepentimiento. Es que eso nos pasa a las personas que vivimos con Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Al viajar nunca sabes lo que pasará. Qué tal que pierdan tu equipaje o te roben o te hagas un esguince en un sitio donde a nadie conoces. Con el TAG tener el control en cualquier situación para que ésta salga perfecta es lo único que te mantiene cuerda, pero cuando viajas no hay certeza si quiera de que tu avión no se caerá o de que tu autobús no chocará. Tampoco me gusta viajar por una cuestión de ego. No me gusta darme cuenta que no sé cosas; que no sé dónde está la sala A o los baños o la salida o equis calle, y acercármele a alguien para preguntarle algo de eso me cuesta al menos una hora y cuarto de caminar en círculos sin encontrar el sitio. De nuevo el TAG al taque: vergüenza al hablarle a un desconocido. Vergüenza aceptar que no sé algo. Pero los viajes sirven para distraerse de las tristezas y decepciones cotidianas, decía. Y mi asesora insistió para que fuera a CDMX para “respirar” y ver si mi depresión crónica me daba chance de terminar el semestre chido. Ahí comenzó Odisea a la UNAM, un corto documental que guioné, grabé y edité en mi imaginación y que a continuación resumiré: Recepción de la carta de aceptación al Congreso. Solicitud de formato de inscripción. Intercambio de al menos una decena de correos electrónicos con las organizadoras. Arrepentirme. Recibimiento de donaciones voluntarias de mis maestros y allegados para pagar la inscripción. Esta parte me gustó. Pago de la inscripción. Elaboración de la ponencia. Solicitud de recursos económicos a la facultad para hacer el viaje. Y aquí haré una pausa para quejarme un poco de lo tediosa que es la burocracia universitaria y la flojera que te da seguir adelante con el trámite. Continúo. Envío de la ponencia. Arrepentirme más. Practicar mi discurso. Papeleo en la facultad. Que dice mi asesora que siempre no viajará conmigo porque tiene trabajo. Arrepentirme diez veces más. Solicitud de recursos aprobada. Aprender a facturar. Más papeleo en la facultad. Pasar por la negación, luego la ira, luego la negociación, luego la depresión y luego la aceptación de que mi asesora no iría conmigo. Más papeleo.

Vivir mi vida. Y seguir con el papeleo. Entre las cotizaciones, cantidades, dinero y papeles, aún me quedaron algunas fuerzas para comprar los boletos de autobús, hacer mi maleta y viajar. Llegué a CDMX con la consigna clara de “respirar”. Pero ¿se puede respirar en un lugar con uno de los aires más contaminados, con tráfico del demonio y distancias que te acortan la vida en cada trasbordo en el metro? COMPROBADO. La convulsión citadina desaparece en las bugambilias fucsias que se comen las bardas en Coyoacán, en su centro retacado un domingo por la noche, en los azulejos azules de las casas antiguas, en las jacarandas que te marcan el camino y en los angostos callejones solitarios y arbolados. Pero a ver, seamos objetivos, eso de exponer tu investigación en la UNAM ante mujeres expertas en el tema tampoco es tan relajante que digamos. Qué tal que te dé un tic o te trabes o que las diapositivas se hayan borrado o te despedacen con las críticas o que te pregunten algo que no sabes. Ya en serio, ¿eso no les asusta? Pues a mi ansiedad sí. Pero cuando das tu primer paso en CU y ves la Biblioteca Central con los murales de Juan O’Gorman y las islas donde te venden brownies mágicos y el Auditorio Che y los pasillos históricos y la comida baratísima, pero también ves la caseta telefónica donde mataron a Lesvy Berlín y las letras #HechoEnCU que sustituyeron a las rayadas durante las marchas y los carteles contra el narcomenudeo y los testimonios en papel de chicas acosadas, hay de nuevo convulsión. Pero no la convulsión típica universitaria o citadina, sino la de percibir que los mismos estudiantes no se sienten seguros ahí. Sobre mi ponencia, bueno... salió bien. No hubo contratiempos en el lenguaje ni movimientos corporales involuntarios ni vómitos antes de presentarme. Regresé a casa con una constancia, decenas de tickets para facturar y la vida tranquila de tanto “respirar”.

Imagenes tomadas de la red: https://www.dgae.unam.mx/


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Punto y coma Brenda Melissa Aguilar Martínez Estudiante de 6° semestre de Letras Hispanoamericanas

I

Para Ramón Ponce

Querido Jaime: Tú serás el receptáculo de mis palabras agonizantes. Busco librarme de esta tristeza que no me deja ver que soltarte y dejarte ir es la mejor decisión que podré tomar. Desde la primera despedida que di en mi adolescencia he estado empeñada en ver algo romántico en el acto de decir “adiós”, aunque sea terrible y duro. Quizá es porque sé que todos nos vamos continuamente tras cumplir nuestra función en la vida del otro, y el fin último es ese, irse. Quizá es porque cierras un cíclo de tu vida y asimilas que una nueva etapa está por comenzar. Ojalá un día nos volvamos a encontrar para comenzar nuestra amistad sin un pasado lleno de rencores, que tú me digas: “Hola, soy Jaime”, y yo decirte: “Hola, soy Clara”. La distancia entre los dos es ahora obligatoria para mí. Por favor, amicus mea, no me olvides. Por lo que fuimos, por lo que somos, por favor, no escribas un punto final en nuestra historia. Necesito un punto y coma, porque en ciertas circunstancias hace falta detenerse tan solo un segundo para respirar antes de seguir. Un día paras, tomas aire, decides. ¿Hablar con sinceridad o callar? Hoy he elegido ser sincera conmigo, contigo, con nosotros. Acepto que buscándote me perdí. Te busqué en otros labios. Te busqué en otras manos. Te busqué en otros cuerpos. Lloraba por ti cuando ya no podía seguir más engañándome: pensar que eras tú quien estaba a mi lado. Intenté jugar al mismo juego que jugaste conmigo. Sexo y nada más. Alguien me frenó y me dijo que no valía la pena. Me reprendí por perder a Clara, la romántica, la que sueña con un hombre que la ame con sus virtudes y defectos. Jaime, fui feliz contigo, no todo fue lágrimas. Son los recuerdos felices los que me hacen anhelarte. Sin embargo, esos recuerdos ya son mentira, porque ya no somos las personas que los vivimos. Estoy confundiendo la realidad con cuentos y los cuentos con realidad. ¿Un día te estaré invitando a mi boda? ¿Un día me estarás invitando a tu boda? Y fueron felices para siempre. Ése, nuestro final: fueron felices separados, no juntos. Adiós, Jaime. El día que no permita que nadie, buscando un vacío, me vacíe a mí; el día que aprenda a cuidar de mi amor propio; el día que entienda que yo soy el amor de mi vida y merezco lo mejor; ese día sabré que estoy preparada para dejarte entrar de nuevo en mi vida, para que regrese el amigo que estoy dejando volar de esta relación tóxica. Te quiero. Atte: Clara

II En el taxi olvido a propósito la carta que recibí de Clara. Soy un gilipollas por rechazarla nuevamente. La primera carta que recibía de ella no era de amor. Era una maldita carta de despedida. Era Clara en todo su esplendor. La lastimé. Me lastimó. Nos volvimos a lastimar con palabras. El taxista me deja en el aeropuerto. Soy un cobarde. Ni siquiera quise que nos viéramos. Sé que Clara es fuerte, pero es muy humana. Lloraría y no quiero verla de nuevo llorar por mi culpa. Ella sabrá encontrar el camino de vuelta a ser la misma que conocí hace tres años. Saldrá invencible de esta relación tóxica en la que la envolví. No supe valorarla. Quiero que llegue el hombre con el que tanto sueña. Un hombre que le regale flores, le lea poesía, le dedique canciones, que entienda su esencia. Anhelo que un día Clara sea capaz de perdonarme por destrozar su integridad. “De otro será como antes lo fue mía”. El avión me llevará lejos de ella. Me ha pedido que no la olvide. No lo haré. ¿Cómo la voy a olvidar si ha dejado su nombre impregnado en mi piel? Adiós, Clara. El día que reciba la noticia que ya tiene pareja, ese día volveré a buscarla. Su amistad me importa, muchísimo. Punto y coma en nuestra relación. Un respiro.

Mirador de las Hadas Manznaillo Fotografía tomada por: Victor Manuel Bautista.


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