CONTENIDO
Índice
Lunes 11 de Marzo de 2019
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Empoderamiento: Empoderarse
por Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda
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Las últimas rebeliones, de Abelardo Ahumada por Víctor Gil Castañeda
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Divagaciones de una mente sin reposo por Sugey Navarro
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T’aan-Tlahtolli-Palabra: Voces literarias de la diversidad por Brian Vadillo y Fátima Carrillo
11 Letronauta por Wliberto Palomares
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El Ojo Dominante
por Brenda Rosales
Flores
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El Comentario Semanal José Ferruzca González Director del periódico El Comentario Yadira Elizabeth Ávalos Rojas Coordinadora de edición Brenda Rosales Peña Información y corrección Ma. Guadalupe Venegas Peregrina Diseño
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El Comentario Semanal
Mujer
Lunes 11 de Marzo de 2019
Esto
es lo que somos: cultura digital
Ingeborg Bachmann o la poesía comprometida con la realidad y la política Notas para un #DíaInternacionalDeLaMujer Por Nadia Contreras
I
ngeborg Bachmann (1926-1973) se ha convertido en una de mis escritoras de cabecera. Uno de sus temas principales en poesía es la “desilusión del yo”, como consecuencia de los problemas que lo circundan. Por ejemplo, en 1953 publicó el libro Tiempo postergado, y la desilusión se centra en las consecuencias de la guerra, las vidas perdidas, el desastre. La poeta escribe: La guerra ya no se declara, sino se sigue. Lo inaudito se ha convertido en cotidiano. El héroe se queda lejos de los combates. El débil es llevado a las zonas de fuego. La vigencia de sus temas es abrumadora; ironías del siglo XXI, cuando más tenemos acceso a la información y al conocimiento, cometemos los mismos errores o, incluso, los superamos en vileza. Lo que consideramos sería corregido, juzgado, castigado, se olvida y las mujeres, las niñas, las víctimas… aparecen una vez más subyugadas y desamparadas. Como es tradición en cada sexenio (me refiero de manera directa a México), los responsables de cuidar nuestra integridad dan palos de ciego y la violencia, el desprecio, el asesinato, revolotean. Bachmann lo explica: La muerte como séquito del alboroto está decidida desde siempre. La poeta austriaca aborda la enemistad del hombre hacia la mujer. La relación que establece entre lo político y lo privado le funciona para hacer palpable la “falta de comprensión y violencia entre el hombre y mujer”, no sólo como un comportamiento individual, sino colectivo. A unos días del #DíaInternacionalDeLamujer, la poesía nos pone frente a frente con la realidad y con la política, una forma de tocar la conciencia del ser humano, sacudirlo, obligarlo a mirar la realidad /verdad. En su discurso “La verdad se le puede exigir al hombre” (1958), afirma:
No puede ser la tarea del escritor negar el dolor [el gran dolor secreto, que distingue al hombre de todas las otras criaturas], borrar sus huellas, hacerlo olvidar. Debe, al contrario, reconocerlo y, una vez más, para que lo podamos ver, renovarlo. Porque todos queremos llegar a ver. Y aquel dolor secreto es el que nos hace sensibles para la experiencia, en especial, para la de la verdad. La pregunta aquí es hasta cuándo, hasta qué momento, bajo qué ley, podremos combinar las palabras “Mujer” y “Felicidad”. Hablo de libertad, de experimentar la esperanza, de alcanzar un hogar, una sociedad, una patria ideal.
Bachmann guardó silencio; las palabras no siempre esclarecen la realidad y se debe sospechar de ellas y del poeta. Las palabras deberán sostenerse hasta que originen algo nuevo, como concluye Cecilia Dreymüller en el libro Últimos poemas, que recoge 18 textos escritos por Bachmann entre 1957 y 1967. El poema “Vosotras las palabras”, dedicado a Nelly Sachs, es ejemplo de ello: la poesía, lejana a la “desilusión”, mostrará la realidad con sus virtudes, sus limitaciones, sus complejidades; y la sociedad debe ser una en la que caben todos. Comparto con ustedes una selección de poemas:
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Mujer
Lunes 11 de Marzo de 2019
Enigma Para Hans Werner Henze del tiempo de los Ariosi Ya no vendrá nada más. Nunca más será ya primavera. Los calendarios milenarios a cualquiera lo predicen. Pero tampoco verano y más adelante lo que tiene nombres tan buenos como «veraniego»— No vendrá ya nada más. No debes llorar, dice una música. Más no dice nadie.
Tras este diluvio Tras este diluvio quiero a la paloma y únicamente a la paloma verla salvada de nuevo. ¡Yo me hundiría en este mar! si ella no volase, si ella no trajese a última hora la hoja.
En verdad Para Ana Ajmátova A quien nunca se quedó sin palabras, y yo os lo digo, quien sólo sabe ayudarse a sí mismo y con las palabras, a éste no se le puede ayudar. Ni por el camino corto ni por el largo. Hacer sostenible una única frase, aguantar en el ding-dong de las palabras. Nadie escriba esta frase que no la firme.
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Vosotras, palabras Para Nelly Sachs, la amiga, la poeta, en veneración ¡Vosotras, palabras, levantaos, seguidme! y aunque ya estemos lejos, demasiado lejos, nos alejaremos una vez más, hacia ningún final. No aclara. La palabra sólo arrastrará otras palabras, la frase otras frases. El mundo así quiere, definitivamente, imponerse, quiere estar dicho ya. No las digáis. Palabras, seguidme, ¡que no se vuelva definitiva —esta ansia del verbo y dicho y contradicho! Dejad ahora un rato que ninguno de los sentimientos hable, que el músculo corazón se ejercite de manera diferente. Dejad, digo, dejad. Nada, digo yo, susurrado al oído supremo, que sobre la muerte no se te ocurra nada, deja y sígueme, ni dulce ni amargo, ni consolador, no significativamente sin consuelo tampoco sin signos— Y sobre todo, no eso: la imagen en el tejido de polvo, el retumbar vacío de sílabas, palabras de agonía. ¡Sin decir nada, vosotras, palabras!
Mujer
Lunes 11 de Marzo de 2019
Por Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda
¿
Alguien lo duda? Los Derechos Humanos (DDHH) concluyentemente son también Derechos de la mujer; sin embargo, es preciso estudiarlos desde enfoques modales, digamos: Equidad de género, Empoderamiento. El primero se traduce en la participación equitativa de mujeres y hombres en los ámbitos público y privado, que no podrá ser posible sin el segundo. Empoderamiento, palabra de moda, pero que es modal y torna compleja, según veamos su acepción: Apoderarse (Casas,1570), valerse del poder (Covarrubias, 1611), “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” y “Dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo” (DRAE). Otra sería la acepción de Empoderase, hacerse del poder sobre sí mismo; entonces, es la persona la que se sabe capaz de valerse por ella misma; deja de ser Objeto para vivir como Sujeto. Luego, un hombre o una mujer empoderada es firme para mantener sus decisiones, no permite ser influenciada de forma negativa y es la protagonista de su historia. El concepto se tornó modal, cuando las ciencias sociales retomaron el vocablo del inglés To empower; y cabría preguntar: ¿Sabían que el verbo ya existía?, cuando pensaron que lo estaban traduciendo al español y empezaron a utilizar el neologismo parasintético (em-poder-ar), que viene a ser más claro para expresar una idea de transformación social, que incide de modo particular en la política. En cuyo caso, es menester empezar por una transformación de la mentalidad, haciendo énfasis sobre la femenina o masculina, hacia una educación ciudadana con perspectiva de género; para que ocurra es imprescindible conocer y comprender el papel que tenemos y el que deseamos tener dentro de la sociedad, dado que: “El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué se vive” (Fiódor Dostoyevski). Mas, no habrá transformación en tanto la mujer y el hombre permitan o incluso apoyen, la exclusión sistemática
de las mujeres, en las organizaciones económicas, políticas…, en una palabra del ámbito público. Recalcando un hecho; El empoderamiento de la persona es asunto de motu proprio, pues es cuestión de voluntad propia ser libre e independiente; un tema que desde esta perspectiva, nos obligaría a una introspección… Empoderamiento implica conocimiento, la persona, hombre o mujer empoderada admite sus debilidades porque las conoce, de modo que las cambia en fortalezas. Por tanto, decir que vamos a empoderar a una persona o grupo, no significa que le vamos a dar el poder, para que se apodere nada más así porque sí, pues sería demasiado peligroso si previamente no se le han proporcionado los saberes necesarios, referidos a la capacidad de tomar decisiones. ¡Cuidado! Empoderarse no es apoderarse, del poder político digamos… Empoderarse es un proceso fundamental que ocurre al interior del Sujeto, que se empoderará en tanto aumente su fortaleza intelectual o espiritual, con el propósito de impulsar cambios positivos de las situaciones en que vive, del orden social, político o económico. Conlleva el desarrollo de la confianza en sus propias capacidades y así lograr ejercer control sobre su propia vida, basada en la libertad, que le da acceso a la educación, la información, la participación inclusiva y el desarrollo de capacidades y tomar en sus manos la responsabilidad de sus actos. Al respecto, vale subrayar un hecho, las personas se mueven de acuerdo al contexto en que nace y es educada, es decir, todo aquello que la rodea, física o simbólicamente, formado por una serie de circunstancias de tiempo y de lugar, que tienen gran fuerza sobre las conductas humanas y orientan su inserción en la sociedad. El contexto social es una construcción humana, pero, a la vez, incide sobre mujeres y hombres, de modo que van creando su “Visión del mundo”, que se comparte en una comunidad o grupo; la cual se fundamenta y sostiene en ideas o creencias, así que, simplemente llamémosle ideología; de esta surgen los supuestos ideológicos. Entre los supuestos ideológicos, habrá que mencionar los roles de género o arquetipos, que sirve como pauta para
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Empoderamiento: Empoderarse
imitar, copiar o reproducir un prototipo de perfección ideal de feminidades o masculinidades, en plural, dado que se consideran naturales, pero difiriendo en los contextos, diversos y cambiantes, según el tiempo y lugar. Los roles de género estereotipan a la mujer y al hombre, les asignan un papel social, conforme a una supuesta identidad genérica, que hace valederos determinados valores, costumbres, hábitos y conductas, los cuales se asumen como apropiadas y son aceptadas socialmente, para unas y otros. De lo antes dicho, se podría terminar diciendo, que un punto de partida clave, en lo que incumbe al empoderamiento, es el conocimiento de los DDHH, que conciernen a mujeres y hombres por igual; ya que se reconoce la igualdad en el tratamiento normativo; pero, sabiendo que es indispensable tomar plena conciencia de las diferencias individuales, para evitar las discriminaciones y procurar el mejor desarrollo de mujeres y hombres. Los DDHH hacen valedero el empoderamiento personal, sin ellos no es posible, ya que sirven de cimiento para la participación en igualdad respetuosa de hombres y mujeres en los ámbitos privado y público, de una sociedad.
mirtea@ucol.mx
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Literatura
Lunes 11 de Marzo de 2019
Divagaciones
de una mente sin reposo
Un café con Alejandra Por Sugey Navarro Partir deshacerse de las miradas piedras opresoras que duermen en la garganta (...) Alejandra Pizarnik, en La última Inocencia.
C
on ese fragmento, comienza una larga charla con Alejandra, a quien al segundo poema, ya le había invitado un café. Recuerdo haberla leído mucho antes, tal vez en la secundaria, con el drama y las imposibilidades que la adolescencia determina. Es la voz que representaba las catástrofes internas y designaba un tono para cada hora, habló a través del color, con que sabía dibujar la atmósfera del poema. Es; hablo en presente, porque su legado no deja de expandirse, no ha bastado con conocer su poesía, hoy tenemos acceso al andamiaje de gran parte de su obra, a los diarios que –sin entrar en la polémica que indica sus mutilaciones– también resultan una referencia hacia el entendimiento de sus creaciones, y de su corta vida. Algún día aseguré que su poesía alimenta a la tristeza como a un ser indefenso; hoy no sé quién alimentaba a quién o si era parte de un círculo, como señala Carlos Luis Torres Gutiérrez “Alejandra escribe poesía y ésta la construye a ella”. Su poesía no es sólo el retrato del fuego que arde en lo más profundo de las entrañas cuando algo duele, es el soplo que lo atiza y hace de una pequeña llama un pastizal arrojado a las cenizas, a ser desierto. Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas. Creo que conoce la forma más elegante de sufrir en silencio. Hablo de ella en presente porque sus pensamientos perduran y avanzan, siguen teniendo la capacidad de vuelo del momento en que fueron creadas. Sus palabras, vaciadas en su diario, como anotaciones sueltas o encauzadas dentro del poema, siguen siendo ecos que amortiguan la caída de los exiliados de la vida y los amores. “Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva…” Creo es posible platicar con ella igual que si estuviera viva, con toda la inteligencia en sus palabras y unas tantas ocasiones, sin obtener respuestas, incitando a la pregunta, la duda, detonando la crisis existencial. A veces imagino que ella mira a través de las personas, como esos que fingen que observan un objeto, mientras siguen soñando con los ojos abiertos, o terminar la frase que ha traído el insomnio; sin embargo, a pesar de la aparente evasión de la realidad que avanza están y tienen más cordura y lucidez que cualquier persona en vigilia.
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Creo que es capaz de ver a través de la gente, los objetos y las estaciones; que logra atribuirles una cualidad de traslúcidos a manera de proyección. La miro en sus fotografías y parece que pretende ocultarse detrás de sus letras y la ropa holgada; como si tuviera que justificar su existencia con la inteligencia que demostraba a través de su literatura, cuando simplemente me cuesta imaginarme compartiendo un espacio con su presencia física, el indescifrable enigma que significa y lo lejanos que se encuentran de su comprensión los más cercanos a ella. Con Alejandra hay que sentarse a charlar acompañados de una taza de café bien caliente, para compensar los escalofríos de las verdades dichas con todas sus letras, sin miedo: ella habla de la soledad como si hablara con su propia sombra y juntas habitaran el mundo en un estadio lleno de nadie; “ahora en esta hora inocente yo y la que fui nos sentamos en el umbral de mi mirada” Alejandra habla de tajo, y puede partirte en dos con una sola frase, con sus pequeños grandes poemas que en pocos versos lo contienen todo, menos debilidad o delicadeza. Sus palabras son de quien se sabe infeliz, con las manos llenas de más preguntas que verdades. Habla del amor como si hubiera sido inventado para escabullirse de las manos, como si su sine qua non fuera lo imposible, lo inalcanzable. hoy te miraste en el espejo y te fue triste estabas sola la luz rugía el aire cantaba pero tu amado no volvió En su poesía no hay caricias, abrazos ni suspiros porque el enamorado es el que nunca alcanza a su objetivo amado, la felicidad habita detrás de las sombras y éstas ya lo han nublado todo; porque hasta la muerte se escapa cuando uno se cuestiona y espera, nos acecha de lejos, para clavar su veneno cuando creemos tener una respuesta atrapada con uñas y dientes. La muerte siempre al lado. Escucho su decir. Sólo me oigo. Ella que es toda esencia y un tanto fantasma, con esa constante cercanía a la muerte –recordemos que su suicidio no se dio al primer intento– así como era ahuyentada de una vida que con su ritmo común la habría agobiado, la colocaba también justo en el borde en que tenía la perspectiva completa, con la posibilidad de ver las dos caras de la luna. En sus poemas es capaz de hablar desde las sombras, encontrar en ellas un hilo claro que sirve para trazar sus contornos con la iluminación suficiente para no perder la oscuridad del fondo, para ver nuestra propia silueta dibujarse ante sus palabras.
Lengua
Lunes 11 de Marzo de 2019
T’aan-Tlahtolli-Palabra:
Voces literarias de la diversidad
Por Brian Vadillo y Fátima Carrillo*
L
a Casa del Archivo del Municipio de Colima, espacio sutil e imponente que se encuentra en el corazón de nuestro estado, se ha caracterizado por abrir sus puertas a infinidad de propuestas. Cumplió una vez más con su cometido al conmemorar el “Día Internacional de la Lengua Materna”, en sintonía con el “Año Internacional de las Lenguas Indígenas”. El evento a voz de algunos alumnos de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima dieron a conocer tres poetas en lenguas indígenas: Irma Pineda, Ana Patricia Martínez Huchim y Natalia Toledo, presentando sus biografías y muestras poéticas en español y su lengua original. Al finalizar, Krishna Naranjo Zavala, titular de la materia de donde surgió la mesa de diálogo y profesora investigadora de tiempo completo de la Universidad de Colima, ofreció una
entrevista en la que señaló que “las lenguas indígenas son de suma importancia para la preservación de la cultura porque cada idioma supone una visión de mundo”. Asimismo, Naranjo enfatizó en una publicación de la poeta Irma Pineda: “las lenguas no necesitan defensores, necesitan hablantes”. Por otro lado, Gabriela Zepeda mencionó que como estudiante de Letras, haría uso de las redes sociales para lograr la difusión de la literatura indígena, además, hizo alusión a la participación de algunos booktubers que se han dado a la tarea de mostrar parte de estas obras literarias, “hay que utilizar el internet a nuestro favor”, concluyó. “Creo que se le debería dar más difusión a estos eventos, empezando por la facultad” señaló Vanessa López como una medida para logar que estos eventos, interesados en ponderar las lenguas indígenas, tengan un mayor impacto y lleguen a la mayor cantidad de gente posible, pues este tipo de eventos no son solamente para comunidades universitarias, sino para todo público. Asimismo, en cuanto al rescate de estas misma lenguas y su importancia, Ingrid Guijarro mencionó que “No hay otra
manera más que aprendiendo los idiomas… poner letreros en otro idioma para empezar a asimilarlo en nuestra cotidianidad”, esto con la finalidad de empatizar con la propia lengua, ya que, si bien son originarias de nuestro país, todavía existe cierta apatía y rechazo hacia estos mismos, de modo que, inmiscuirse en el habla, se podría decir, es romper con el rechazo, sin olvidar desde luego que éstas serían rescatadas con mayor facilidad y podrían preservarse por mucho tiempo más. *Estudiantesde8°semestredeLetrasHispanoamericanas.
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Libros
Lunes 11 de Marzo de 2019
Las últimas rebeliones, de Abelardo Ahumada González -Segunda partePor Víctor Gil Castañeda
M
ás adelante Abelardo Ahumada nos cuenta cómo Excamecátzin, mientras acude en busca de su padre, el Gran Sacerdote y Ofrendador, Tecolcóatl, admira las estrellas de la noche. Este hombre fue hijo de Colimótzin y segundo jefe de los colimecas rebeldes. Les dirige un mensaje a sus parientes, contándoles cómo el 9 de noviembre del año 1519 acudió a la Ciudad de México-Tenochtitlan, con su amigo Chapulín. Se fueron por la calzada de Ixtapalapa para ver la llegada de los conquistadores españoles. Agrega el personaje: “Esa madrugada entendí que el Dios Ometéotl, el dios primigenio, nos acababa de dar la oportunidad de ser testigos del fin del ciclo vital de un pueblo y del inicio de otro”. 11 En la religión prehispánica, Ometéotl era considerada la suprema realidad divina: el dios dual. Se dice que vivía más allá de lo que ven los sentidos, en Omeyocan,
Ometéotl, en la figura de Ometecuhtli, su dualidad.
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por encima de los nueve travesaños con que está formado el cielo. Tuvo que luchar muchas veces contra quienes se empeñaban en introducir otros ritos, particularmente el de los sacrificios humanos. Los toltecas concebían a este dios como un principio ambivalente, de dos rostros; uno masculino y uno femenino. Pero era un solo dios: el Dios Dual. Ese dios a quien invocaban los toltecas como: “Señor y Señora de Nuestra Carne”. También se le designa como Madre y Padre de los dioses, el Dios Viejo de las antiguas culturas. En la Colección de los cantares mexicanos, de la Biblioteca Nacional, lo presentan como el que da verdad o raíz en la tierra y “está tendido en su ombligo”. Se dice que está más allá de la tierra, “en las aguas color de pájaro azul” que circundan el mundo. Indican que está por encima de las nubes y asimismo se halla presente en la tierra, “en la región de los muertos”. Es, en una palabra, Tloque Nahuaque, Dueño del Cerca y del Junto, Señor del Espacio y del Tiempo. Los diversos títulos y nombres de ésta divinidad suprema aparecen en numerosos; cantos, poemas y leyendas del México antiguo. En estas narraciones es descrito con cuatro significados;
Tlacatle, Ipalnemohuani, Yohualli-Ehécatl y Moyocoyatzin. Una traducción aproximada al español de estos cuatro vocablos significaría; “Oh señor”, “Dador de la vida”, “Noche y viento” y “El que está inventándose a sí mismo”. En el capítulo dos de La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, el Doctor Miguel León-Portilla presentó la traducción de un texto de Los anales de Cuahutitlán, donde se señala que el sabio Quetzalcóatl descubrió quién fundamenta y sostiene la tierra: Ometéotl. Conocemos a esta deidad gracias al propio Quetzalcóatl. Él, en su meditación es quien la ve, ofreciendo sostén a la tierra, vestida de negro y de rojo, identificada con la noche y el día y con la potencia regenerativa. Con la figura del héroe cultural, causante de semejante hallazgo, los nahuas habrían simbolizado a la sabiduría. Ometéotl sería el único principio: una sola realidad. Su naturaleza dual lo constituye como núcleo generativo y sostén universal de la vida y lo que existe. Es el dios viejo Huehuetéotl, Padre y Madre de los dioses, origen de las fuerzas naturales, divinizadas por la religión náhuatl. La influencia de esta concepción dual habría estado vigente en el periodo inmediatamente anterior a la Conquista: “y era tan importante que dejó dejarse sentir al lado de la religión de Huitzilopochtli, en las ceremonias que practicaban los nahuas con ocasión del nacimiento”, agrega Miguel León-Portilla. Al hacer la exégesis de un texto extraído del Códice Florentino, Miguel León-Portilla destacó la dualidad del principio cósmico, su cualidad de sostén universal y su capacidad para engendrar a los dioses. Ometéotl sustenta el mundo viviendo en el centro, entre los cuatro puntos cardinales, que se asignan a los dioses por él engendrados. A pesar de estar en todas partes, deja actuar a los dioses que ha engendrado, ofreciendo sólo sostén y apoyo a la tierra. Miguel León-Portilla abundó sobre su particular concepción de la divinidad entre los nahuas. Las abstracciones y especulaciones sobre la divinidad poseerían un origen tolteca. Las fuentes hablarían de un principio dual supremo, objeto de apasionada especulación de los sabios o tlamatinimes, quienes se habrían planteado problemas acerca del mismo.
Libros
Lunes 11 de Marzo de 2019 Miguel León-Portilla traduce a Ometecuhtli como “Dos Señor” y Omecíhuatl como “Dos Señora”. Es decir, Señor y Señora de la Dualidad, implicando un solo dios de carácter dual llamado Ometéotl. Ometecuhtli representa la esencia masculina de la creación. Es esposo de Omecíhuatl y padre de 4 dioses, a los cuales se les asigna un lugar; (1)Tezcatlipoca Rojo (conocido como Xipetótec o Xipe Tótec) ubicado en el punto cardinal del Este y el Oriente, conocida como la región del color rojo, nombrada como Tlapalan. (2)Tezcatlipoca Negro (conocido como Tezcatlipoca) ubicado en el Norte, la región de los muertos y emparentada con la noche. (3)Tezcatlipoca Blanco (conocido como Quetzalcóatl) ubicado en el Oeste, la región de la fecundidad y la vida. (4)Y Tezcatlipoca Azul (conocido como Huitzilopochtli) ubicado en el Sur, la región que se halla a la izquierda del sol. Los hijos de Ometeótl ponen en marcha la historia del universo. La interacción entre los dioses es violenta. Su lucha es la historia del universo, la alternancia de sus triunfos y creaciones. Con ellos, el espacio y el tiempo entrarán al mundo como factores dinámicos que se entrelazan e implican para regir el acaecer cósmico. Estos cuatro dioses crean; el fuego, el sol, la región de los muertos, el lugar de las aguas (océanos, ríos, lagunas, manantiales, cenotes), los cielos, la tierra, a los hombres, los días, los meses, los años y el tiempo (calendarios). Sus creaciones son vivificadas por el supremo principio dual, ya que ellos mismos serían solamente el desdoblamiento de este principio: Ometéotl. Éste es un dios antiguo, que no tenía templos. Casi era desconocido por el pueblo, pero muy nombrado en los poemas de las clases altas. Debido a que se lo menciona de una manera que parece ignorar el resto de la cosmogonía mexica, Miguel León-Portilla sugiere que tal vez los sabios mexicas estaban en un proceso de aglutinar a los demás dioses en esta deidad.12 Agrega José Luis Martínez que en la base de la concepción teológica tolteca se encuentra un doble principio creador, masculino y femenino a la vez, al que llamaron Ometéotl, que engendró a los dioses, al mundo y a los hombres. Este Dios de la Dualidad o creador supremo habita en el sitio de las nueve divisiones o cielos, o sobre los doce cielos. O en el treceno cielo, y va tomando diferentes aspectos al actuar en el universo. 13 Otras fuentes dicen que era conocido en la antigua cultura maya. Es el dios de la dualidad y como tal su registro es ambiguo.
Un poco ignorado por los mayas, pero en los poemas de las clases altas se lo representa como ser del más alto lugar de los cielos. Su dualidad es total, no hay una explicación clara sobre su sexo, puede ser hombre o mujer, y como tal madre o padre del universo. En la creencia se lo tenía como una forma de suministrar la energía cósmica universal de la que derivan todas las cosas.14 Miguel León Portilla agrega que también era conocido como Monenequi, que significa: “Obra como se antoja”, porque Ometéotl “nos tiene colocados en el centro de la palma de su mano”, y “nos mueve a su antojo”. La forma verbal aquí usada reflexivamente (“mo”) implica la plena independencia en el querer de Ometéotl, para quien los hombres son solamente “un objeto de diversión”.15 Posteriormente, Abelardo Ahumada dice en su novela que en una ceremonia litúrgica las mujeres indígenas bailaron con una lenta cadencia alrededor del sacerdote. Ofrecían el humo del copal al padre y la madre de todos los dioses (Ometéotl y Omecíhuatl), y a los hijos de todos esos dioses; el Dios Tlaloc, el Dios Xiuhtecutli, Xilónen y todos los demás que en sus pueblos veneran. 16 En el caso de la divinidad Xilónen, el Doctor en Literatura Mesoamericana Patrick Johansson Keraudren, indica que su nombre significa “Barbuda” y era la Diosa del Jilote. Agrega Patrick Johansson que simbolizaba a la Diosa de las Mazorcas Tiernas. Se le festejaba con la fiesta llamada Hueytecuhílhuitl. 17 En cuanto a la divinidad conocida como Tláloc, una de las más famosas en la religión indígena, se indica que él formaba parte de las llamadas parejas de los dioses. Él era el Dios de la Lluvia. Su mujer era Chalchiuhtlicue, Diosa de las Aguas. Es una deidad mesoamericana del agua celeste. El nombre Tláloc deriva de tlālli (“tierra”) y octli (“néctar”). Es decir: “El néctar de la tierra”. Los mexicas lo tenían como el responsable de la estación lluviosa y hacían ceremonias para honrarlo en el primer mes del año. Bernardino de Sahagún y Alfredo Chavero lo describen como; el dios del rayo, de la lluvia y de los terremotos. Tláloc fue una de las divinidades más antiguas y veneradas de toda Mesoamérica. Su culto se extendió por gran parte del territorio centroamericano. Fue tomado por los nómadas aztecas (así se llamaban los mexicas cuando apenas acababan de salir de Aztlán) que se instalaron en el Lago de Texcoco, asimilándolo como divinidad agrícola. Siguió siendo uno de los dioses
fundamentales de las distintas comunidades agrícolas autóctonas. Originario de la cultura de Teotihuacán, dada la caída de la ciudad, pasó a Tula, y de ahí su culto se esparció entre los pueblos nahuas. Los teotihuacanos tuvieron contacto con los mayas, de ahí que ellos lo adoptaran o lo identificaran en la forma del Dios Chaac. En la cosmología tlaxcalteca, Tláloc se casó primero con Xochiquétzal, Diosa de la Belleza, pero Tezcatlipoca la secuestró. Tláloc se casó otra vez con Matlalcueye. Tuvo una hija con ella que es llamada Huixtocíhuatl. Ni a Tláloc, ni a los demás Teteo se les deben atribuir los títulos “dios de tal” o “dios de cual”, pues aquel concepto equivale más a una teología y cosmología de origen helénico y judaico-semítico. Tláloc es la Lluvia y es el Trueno. Una expresión de la Esencia Suprema que se manifiesta de variadas formas al hacerse tangible en el universo. Como las divinidades mesoamericanas en general, posee una ambigüedad, en cuanto a que es una Fuerza Suprema en y de la naturaleza. La naturaleza y el cosmos no representan en los términos humanos bondad o maldad, sino más bien un entramado de fuerzas, a veces en equilibrio, a veces en pugna; en ocasiones benéficas para los humanos, otras tantas desastrosas. Lo cual implica que, si bien es; Dador de Vida, Providencia y Benefactor, también muestra su faceta destructiva y aniquiladora. Así desciende desde el cielo para fecundar la Tierra y poder cultivar la milpa, para germinar las semillas. Así también envía “los relámpagos y rayos, las tempestades del agua y los peligros de los ríos y del mar”. Esto dicho en palabras del Fraile Bernardino de Sahagún. Dominaba también las fuerzas destructoras y si así era su voluntad podía enviar; granizos, inundaciones, sequías, heladas y rayos fulgurantes o fulminantes. Estaba encargado de enviar el agua a la comunidad a través de sus ayudantes, los Tlaloques, que era Tláloc mismo multiplicado y diversificado, manifestado a los humanos como “seres enanos y antropomórficos”, como refiere Juan Carlos Pérez Guerrero, que desde el interior de los cerros enviaban las cuatro clases de lluvias. Ellos también recibían súplicas y en su honor se realizaban ceremonias y rituales. Alain Musset asevera que, en vez de enanos, son la representación de las montañas que rodean el Valle de México y sobre las cuales parecen formarse las nubes que anuncian la lluvia. Su papel consistía en favorecer la venida de las aguas celestes, pero también protegían a los pescadores y los navegantes.
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Libros Tláloc fue uno de los más importantes dioses en el altiplano de México. Uno de los más representados y quizás también uno de los de mayor antigüedad del panteón de Mesoamérica. Aparece representado desde la época teotihuacana. Se le manifestaba siempre con cinco atributos característicos; (1)Anteojeras formadas por unas serpientes que se entrelazaban y cuyos colmillos acababan siendo las fauces del dios. (2)Una especie de bigotera que no era otra cosa que su labio superior. Se cree que este gran labio era el símbolo de la entrada en la cueva que comunica con el inframundo y que deriva de la boca de las figuras olmecas. (3)La cara estaba casi siempre pintada de color negro o azul, más veces de color verde, para imitar los visos que hace el agua. (4)Llevaba en la mano una especie de estandarte de oro, largo y con forma de culebra, terminado en punta aguda. Era para representar los relámpagos y los truenos que acompañan a veces al agua de lluvia. (5)En los dibujos de los códices puede verse que sus vestidos tienen pintadas unas manchas que son el símbolo de las gotas de agua. Tláloc está compuesto en sus representaciones por los Tlaloques o dioses de los 4 rumbos. Cada uno de ellos manejaba y era el responsable de una vasija colocada en un rumbo.
Lunes 11 de Marzo de 2019 Cada vasija proporcionaba una lluvia diferente. La residencia de Tláloc era múltiple debido a la posibilidad de división de la sustancia que lo conformaba. Su morada se encontraba tanto en el Templo Mayor de Tenochtitlan, como en el Tlalocan, en el interior del cerro que lleva su nombre, el cual pertenece a la cadena montañosa Tlalocan, que separa el Valle de México del de Huexotzinco. Esto no es más que hablando en términos eliadianos. Sublimación de la paradoja de lo sagrado y lo profano. La libertad y poder absoluto que posee la divinidad le permite tomar cualquier forma, así como estar presente en cualquier parte, y viendo la “Morada divina” como una extensión de la misma divinidad. Dice Fray Bartolomé de las Casas que los habitantes de la Nueva España tenían muchos dioses: “Tenían por dios al fuego, al aire, a la tierra y al agua, y déstos figuras pintadas de pincel, y de bulto, chicas y grandes”. Los nombres de éstos dioses eran, respectivamente; Xiutehcutli, Ehécatl, Coatlicue y Tláloc. 18 Alfonso Caso agrega que en el poblado de San Francisco Mazapan, en un pequeño solar conocido como Tepantitla, encontraron unos frescos, murales de un antiguo Palacio Decorado. Todas las imágenes se referían al culto del Dios Tláloc. Dice que en ese lugar se le pintaba con el color rojo oscuro, como la
sangre, el que hace brotar todas las cosas, el que vive en el Paraíso Terrenal…En otro de los cuartos, sacerdotes de Tláloc en procesión, ricamente ataviados, y llevando penachos de plumas de quetzal, sacan de unas bolsas que llevan en las manos, semillas de todo género de plantas, o bien, cuentas de jade, que arrojan a la tierra. Son los Tlaloques, es decir, los Ministros del Dios de la Lluvia, las nubes, que arrojan sobre la tierra las gotas líquidas, tan preciosas como el jade, que habrán de convertirse en el alimento de los hombres. Por eso los sacerdotes Tlaloques van en procesión cantando himnos de abundancia. Los animales, las flores y las plantas, los adornos ricos y aun los humildes objetos de cerámica aparecen representados dentro del símbolo de la palabra, adornado de flores, que indica el canto; son ellos los ministros del dios, los que harán que todas las cosas crezcan y fructifiquen. 19
Referencias 11 AHUMADA GONZÁLEZ, Abelardo. (2018). Obra citada, p. 36. 12 GONZÁLEZ DÍAZ, Cruz Alberto. (2017). La interpretación del mito en la filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, 1956-2012. Antes de ser libro éste documento fue presentado como tesis para obtener el Doctorado en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Lo leí como dictaminador en el año 2015. El libro fue impreso en el año 2017 por la Universidad de Colima. Páginas consultadas. Capítulo Tres “Los dioses”; 77, 78 y ss. 13 MARTÍNEZ, José Luis. (2000). Netzahualcóyotl. Vida y obra. Biblioteca Americana. Serie: Literatura indígena. Pensamiento y acción. México: FCE, ps. 80-81. 14 CAJAL, Alberto. (s.f.). “Los 30 dioses mayas principales y su significado”. Ibid. 15 LEÓN PORTILLA, Miguel. (1979). La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, p. 385. 16 AHUMADA GONZÁLEZ, Abelardo. (2018). Obra citada, p.44. 17 JOHANSSON KERAUDREN, Patrick. (1994). Voces distantes de los aztecas. Estudio sobre la expresión náhuatl prehispánica. 1ª edición. México: Fernández Editores, p. 123. 18 DE LAS CASAS, Fray Bartolomé. (1987). Los indios de México y Nueva España. Antología. Una edición con prólogo, apéndice y notas de Edmundo O´Gorman. 6ª.edición. Colección Sépan Cuántos, No.57. Colaboración de Jorge Alberto Manrique. México: Editorial Porrúa, p. 48.
Escultura del Dios Tláloc, Dios de la Lluvia, en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México.
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19 CASO, Alfonso. (2007). Obras. El México antiguo. No.8. Calendarios, códices y manuscritos antiguos. Zapotecas y mixtecas. Coordinadora Editorial Rosa Campos de la Rosa. México: El Colegio Nacional, ps. 7-8.
Libros
Lunes 11 de Marzo de 2019
¿Amar
la trama o el desenlace?
Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino de Julián Herbert Por Karina Ortiz Bonales
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lgo que me gusta de quienes escriben son sus referencias. ¡Todo lo que puedes aprehender (con h intermedia por aquello de no soltar) cuando lees sus trabajos! Hay referencias a novelas, cuentos o ensayos. A ello, en el estudio de la literatura, se llama intertextualidad, que son los vínculos para comprender el contexto de lo que se está leyendo. Podemos también incluir datos personales, biográficos, que interactúan con la ficción literaria. Estaríamos hablando, en sí, de todo lo que propicie cercanía e identificación. Tras la anterior aportación, esta semana reseñamos Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino de Julián Herbert Julián Herbert nació en Acapulco, México, en 1971. Tuvo una infancia difícil, con una madre con la que de niño vivió una vida errante por todo México. Esa vivencia la transformó en su novela Canción de tumba. Estudió literatura española en la Universidad Autónoma de Coahuila. Herbert debutó en la literatura con la recopilación de cuentos Soldados muertos (1993) y luego escribió cuatro poemarios antes de publicar su primera novela: Un mundo infiel (2004).Sus obras han obtenido premios en México y en el extranjero. Algunos de sus textos han sido traducidos a varios idiomas. Ha sido miembro de dos bandas de rock: “Los tigres de Borges” y “Madrastras”. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre sus premios destacan el “Jaén” de Novela Inédita” (2011) y el Premio de Novela “Elena Poniatowska” (2012) por Canción de Tumba. Todas las personas que leemos construimos nuestras preferencias basándonos en nuestro agrado por leer, por engancharnos a los libros. La novela cumple su cometido en la construcción de una estructura que debe basarse en una historia que nos lleve por varios sitios que haga que
Dispénsame si estoy arruinándote la historia. Lo hago para vengarme de Max y también quizá, por darme el lujo de vomitar un poco encima de esos lectores ingenuos que adoran la literatura redonda, sin digresiones ni contradicciones ni atajos; es gente bebé que lee como si un relato fuera una mamila” . Traiganme la cabeza de Quentin Tarantino Julián Herbert
las y los lectores no se sientan perdidos o desolados, y esto no está ligado ni con la extensión ni con cuantos sucesos ocurran uno tras otro en el desarrollo de la obra. Por otro lado, el cuento se basa en un personaje clave y casi siempre en un suceso que se nos va a contar brevemente o de manera más extensa. El cuento tiene una sola oportunidad, aquello que Cortázar describía como el Knock Out, ese golpazo que hace que triunfe sin tregua. El cuento es sumamente incisivo. Julián es un contador de historias lleno de referencias, es un obsesivo de la música, del arte en todas sus manifestaciones y no se diga del cine. Debe ser muy placentero llevar lo que te gusta al extremo, inmortalizarlo en relatos. En una presentación en la Feria Internacional del Libro (FIL) en Guadalajara mencionó que volvió hasta cinco veces al cine la semana que se estrenó Pulp Fiction. En esa ocasión habló de lo que representa Tarantino en la ruptura de los ritmos de dicción, explicó que la entonación responde a un espíritu antiguo de la versificación en inglés, el cortar y pegar, abordó la simultaneidad de discursos y cómo llegó a relacionar el cine con la escritura del poeta T.S. Eliot.
Justo en la FIL-Guadalajara del año pasado me hice de esa entrega de diez relatos que combinan lo escatológico con la violencia, las drogas, la pornografía gonzo o el narcotráfico con un humor negro que nos rasga las entrañas con risa y deja vacíos en el estómago. Nos dice que es chistoso, aunque es verdad y aunque se trate de una ficción riquísima y perniciosa. Hay personajes que ganaron mi simpatía. Uno de ellos es el reportero de nota roja, adicto al crack, que personifica Marcial Lafuente Estefanía, un autor de novelas vaqueras muy famoso en la frontera. La farsa es para dar conferencias en pueblos con ayuda de su compadre, el político Esquivel, que logra alianzas con el sindicato de la Secretaría de Educación. Todo va muy bien, el dinero fluye, pero la ambición dará un giro a la historia. Encanta también el coach de recuerdos personales con que abre el primer relato que plasma una venganza muy hilarante hacia un burócrata mexicano que vomita sobre la Madre Teresa de Calcuta en el Aeropuerto “Charles de Gaulle”, de París. Hay también guiños a sus amigas escritoras, como el fantasma de Juan Rulfo para Cristina Rivera Garza, quien experimenta obsesiones y admiraciones compartidas; también hay un guiño para Valeria Luiselli y su obsesión con las caries y los dientes. Para
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Creación
Lunes 11 de Marzo de 2019
Letronauta
De papalotes y otras infancias Por Wilberto Palomares
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l dolor en la mano de Adrián había pasado de ser un ligero ardor a una intensa quemadura, pero no podía darse el lujo de soltarse. No fue sino hasta que empezó a sangrar que abrió su puño y el hilo escapó velozmente hacia el cielo. El niño levantó su mirada y empezó a llorar. Podía oler la sangre, su sangre; podía sentir las quemaduras, pero, nada de eso importaba ya. Entre los meses de mayo y septiembre de 1993, 4,827 papalotes se perdieron sólo en el país norteamericano de México. El 90% de los casos se debió a defectos en los hilos con que los niños los sujetaban. El otro 10% se atribuye a diversas causas, como quemaduras entre los dedos por no poseer un dispositivo adecuado para enredar el hilo o simples caídas, mientras se trataba de tomar impulso corriendo. ¿Dónde están esos papalotes ahora? ¿Cuántos de ellos fueron recuperados? ¿Cuántos salieron del planeta para estrellarse con la luna? Los niños que dejaron ir un papalote, ¿superaron la pérdida? Leería muchos años después Adrián en una revista científica de dudosa
ello nos encontramos a Ramón Rigual, un artista conceptual que descubre partituras en sus dientes, las cuales serán muy similares a las de otro músico. Por el relato conocemos que las partituras fueron creadas con ayuda de colegas músicos de Julián. Aquí tenemos otra de las intervenciones de la realidad en la ficción, ejercicios interesantes en el proceso de creación artística. El relato de cierre es todo un universo en sí. Para mí sería como una pequeña novela corta, ya que cumple con el cometido de la frase cerrar con broche de oro. Nos
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divulgación. Cierto o no, recordó aquella tarde de otoño en el parque en que perdió su papalote, arrancado de entre sus propias manos por una ráfaga de viento. A sus 33 años ya no le importaban los papalotes, claro. Estaba demasiado ocupado llevando la contabilidad de un fabricante de veneno para ratas. Adrián odiaba los números, pero era bueno con ellos. Tenía una habilidad matemática casi fantástica o al menos eso le dijeron siempre, así que al elegir una carrera no fue sorpresa para nadie. 7 PM., hora de ir a casa. Adrián apagó su computadora, cerró sus libros de hojas verdes y cuadriculadas, guardó su calculadora de bolsillo y se fue a casa. Un par de cuadras antes de llegar, al esperar la oportunidad para cruzar la calle sin ser arrollado lo vio. Por un instante creyó estar imaginándolo. Una pequeña cachetada después se convenció de que era real. Ahí estaba, atorado en un enorme árbol… su papalote. Los colores ya no eran los de antes, claro. El rojo, amarillo y azul se habían deslavado hasta ser tenues sombras de gris. La cola de papel, hecha jirones. No había duda, el papalote que fuera regalo de su abuela hace casi 25 años estaba ahí, y no flotando en el espacio como él siempre lo creyó.
encontramos con un narcotraficante, Jacobo Montaña, idéntico a Quentin Tarantino, quien está obsesionado con encontrar y asesinar al propio Tarantino. El delincuente secuestra a un académico regenerado de la mala vida adolescente, que realizó su tesis de maestría sobre el afamado cineasta y que además es sobrino de la emblemática Rosa Gloria Chagoyán, de la cual administra su fortuna. La tesis habla de la parodia y lo sublime. Constantemente en el cuento encontraremos referencias técnicas sobre el estudio de la literatura, pero también del
Arrojó su maletín de hombre importante, se arremangó la camisa y corrió al árbol con la firme idea de llegar hasta la copa. Mientras subía con la dificultad propia de un adulto que intenta ser niño de nuevo recordó no sólo el papalote, sino todas esas cosas que fue perdiendo al crecer; canicas, una bicicleta, cientos de crayones, al menos diez muñecos G.I. Joe… tantos juguetes. También su pasión por el baile –¿cuándo fue la última vez que salí a bailar?– se preguntó a sí mismo. Su cuaderno de dibujo, ese en el que el último trazo rasgó las hojas blancas hacía ya unos veinte años. Su perro Jonsey, atropellado por un taxista ebrio que claro, se dio a la fuga dejando el cadáver sobre el asfalto. Para cuando Adrián llegó a la rama más alta estaba llorando. Frente a sus ojos había pasado su vida, la vida que había perdido. –¡Señor! –le gritó un niño desde abajo– ¿está bien? ¿necesita ayuda? –¡No gracias! Todo está… –se interrumpió al darse cuenta de que no era un niño cualquiera el que le gritaba. Era él mismo. Con las rodillas raspadas y las manos cortadas por el hilo. –Tal vez –le siguió gritando– tal vez sí. ¿Me ayudas a bajar mi papalote? Y mientras se limpiaba las lágrimas y trataba de sonreír, el niño empezó a subir al árbol.
cine, poesía y vivencias que nos erizan la piel y nos dan risa. Todo esto es Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, que ya no les quiero contar porque deben leer sin duda. Está editado por Literatura Random House.
__________ Puedes escuchar la reseña semanal a las 11 AM todos los viernes por 94.9 FM en Universo Radio durante el programa “Aquí entre nos”.
Fotografía Lunes 11 de Marzo de 2019
Lunes 7 de Agosto de 2017
Flores
Fotografía El ComEntario SEmanal
Noé Orozco.
Por Brenda Rosales
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Ricardo Nieto.
Alma Delia Chávez.
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on ya los últimos aires de este invierno ardoroso que barre y recorre las calles de esta ciudad nuestra. Son los primeros días del mes en que estalla la primavera. La explosión hace un año nos sorprendió en pleno diciembre cuando se tiñeron de amarillo y rosa pálido las calles y camellones. En Colima, trópico y húmedo, todas las estaciones se escriben con flores. Pero en marzo, nos atrevemos a cantarlo. Aquí les dejamos una muestra de la sutil belleza que captaron nuestros miembros esta semana.
Antonio Hirtz.
Rafael Ruiz.
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Opinión
Lunes 11 de Marzo de 2019
De espaldas al volcán Por Eileen Sullivan
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l Volcán de Fuego, que se alza a una impresionante altura de casi 4 mil metros, ese adusto gigante que es a la vez el volcán más grande y más activo de México, es invisible para los moradores de esta ciudad capital. A esta conclusión he llegado. Ya había conocido el majestuoso Volcán de Colima desde el avión. A partir de entonces fui tramando cómo hacer amistad con “El Abuelo” –ese abuelo que se alza enorme y austero para dominar esta ciudad capital-. Mi pretensión era invernar aquí, teniendo prevista una modesta casa cerca del segundo anillo. No importaba que mi casa fuera pequeña y sin vista, ya que de ahí podría desplazarme a todos lados, prácticamente, a pie. Y no faltarían miradores, razonaba. Me iba a instalar en una serie de establecimientos que poblaban mi imaginación ya previstos de nombres, tales como “El Café del Volcán”, Restaurante “Vista del Volcán” y “El Mirador del Abuelo.” Para mi sorpresa, parecían inexistentes tales lugares. Preguntaba: -¿A dónde puedo ir a tomarme un café o a comer rico mientras contemplo el volcán? -¡Ah! me respondían sin titubeo; puedes ir a Comala o -todavía mejor- a Suchitlán. Para ellos, el volcán estaba elsewhere, no en Colima. Mirar el volcán correspondía a un paseo dominical.
Para mí, el volcán significaba algo muy diferente. Mi plan secreto y citadino había sido irme a sembrar en una mesa con vista al volcán, y ahí alternar entre garabatear mis ocurrencias en un cuaderno y otear en lontananza. Tras notar mi desesperación, algunos de mis interlocutores se atrevieron a nombrar algunos restaurantes que supuestamente contaban con vista de volcán. Estas sugerencias estaban condenadas al fracaso… no contaban ni con vistas del volcán, ni siquiera de los hermosos atardeceres que suelen producirse en estas latitudes. Otros dos interlocutores, éstos más concretos y sin el menor asomo de sarcasmo, opinaron de manera independiente que mi mejor opción para visualizar el volcán era internet. Aumentó mi decepción. Al llegar a un centro comercial un día antes de que se abrieran los locales, tomé la oportunidad para hacer un recorrido de las instalaciones. Descubrí, emocionada, que algún arquitecto previsor había construido una especie de mezanine que se abría hacia unos ventanales coronados por una cúpula de cristal donde se enmarcaba perfectamente el volcán, que se alzaba detrás del estacionamiento lateral. ¡Qué lugar más perfecto para poner una cafetería! En la siguiente visita pude constatar que mi sueño dorado se había esfumado: los ventanales habían sido tapizadas con
anuncios plastificados, obstruyendo por completo la vista. Aún no hago mi peregrinación a Suchitlán. Mientras tanto me conformo con repentinos atisbos al Abuelo, captados mientras paseo a mi perra, o sentada en la supercocina económica, o acomodada en lugar escondido debajo del puente que conecta un connotado almacén con una conocida plaza comercial, donde – jorobándome tantito– logro vislumbrar hasta la punta del volcán. Alguna vez leí Las Muertas de Jorge Ibargüengoitia, esa reinvención de la historia de las Poquianchis. Ahí describe la relación entre el mar y los moradores de un pueblito donde van dos hermanas a conseguir muchachas para su prostíbulo. El autor sostenía que los pobladores vivían de espaldas al mar, y que iban a la playa sólo a recoger leña, sin jamás alzar la vista. Yo que crecí en la orilla de uno de los grandes lagos, esos mares de agua dulce, adoratriz de los espléndidos atardeceres, casi me eché a llorar. Pero hablo de hábitos adquiridos antes de los celulares, antes de los televisores, inclusive. Así es que si alguna tarde me ven detenida largo rato en cualquier banqueta de la ciudad, extasiada con la vista del Volcán de Colima que se alza dorado entre espesos nubarrones negros, luciendo con el gran dramatismo su saturados colores –a la manera de Maxfield Parrish– me comprenderán.
Fotografía/ César Aceves
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Arqueología
Lunes 11 de Marzo de 2019
¡Frutos que Alimentan el Espíritu, en el Colima Antiguo! Arqlgo. Rafael Platas Ruiz Investigador del Centro INAH Colima E-mail: rafael_platas@inah.gob.mx
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os encontramos en víspera de la primavera, por ello aprovecharemos la ocasión para hablar de una de las frutas más consumidas y representadas físicamente por los grupos humanos que se desarrollaron durante la época
prehispánica en el territorio del estado Colima, y que hasta la fecha se sigue produciendo y consumiendo, la calabaza. De esta se sabe que fue una de las primeras plantas que domesticó el hombre en el continente americano, encontrando en ella diversas propiedades. De ser recolectada de manera silvestre, la calabaza, pasó a ser una especie cultivada de manera intensiva, convirtiéndose para la población mesoamericana en parte fundamental de su dieta, aprovechando en su consumo la flor, su pulpa carnosa y las semillas; en algunos casos la dureza de su cascara permitió utilizarlas como recipientes e instrumentos musicales. El valor nutricional que aportó el fruto fue altamente valorado, a tal grado que la figura transcendió a su imaginario artístico y artesanal reproduciendo su silueta a través de piedras y cerámica principalmente. Para las sociedades prehispánicas de Colima la calabaza fue, a lo largo de las diferentes fases de su desarrollo, un elemento cuyas
características físicas inspiraron la creación de numerosos recipientes que materializan en su cuerpo de forma estilizada o realista, utilizando técnicas como el modelado, esgrafiado, impresión y policromía los rasgos de esta fruta. Los registros arqueológicos han ofrecido documentar diversos contextos funerarios, donde tales elementos se encuentran asociados a restos humanos, las representaciones en forma de calabaza, principalmente recipientes en forma de olla, fueron dejadas como ofrendas junto a los cráneos o a los pies de los entierros. La finalidad de materializar la calabaza en cerámica y colocarla como ofrenda, probablemente estuvo relacionada con la idea de que de esta manera permanecía en el tiempo como un alimento para su viaje a la región de la muerte, sustituyendo a una natural que se desintegraría muy rápido. Es de considerar que dentro de los recipientes si debieron colocar otros alimentos. Es evidente la importancia que tuvo para estos individuos trascendiendo en su cosmovisión de un plano terrenal al espiritual, esto se ve aún más reflejado para aquellos que vivieron entre los años 400 a. C. al 500 d.C., periodo de tiempo que corresponde a las fases culturales Ortices y Comala.
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