La creciente fiereza de la política estadounidense y la arrogante imposición de sus intereses mediante la amenaza militar, tienen su sustrato real en la revolución de la tecnología bélica de las últimas dos décadas. A los tres grandes paradigmas militares de la historia —el caballo, las armas de fuego y las armas nucleares— se agregan ahora las armas cibernéticas, comúnmente llamadas “inteli-gentes”. El impacto de esas revoluciones de las fuerzas destructivas sobre el destino de la humanidad ha sido tan grande, como el de las revoluciones de las fuerzas productivas. De hecho, ambas están unidas de manera dialéctica y en dos sentidos. En primer lugar, el conocimiento objetivo necesario para los saltos cualitativos de la tecnología civil es “hermano gemelo” de lo necesario para los saltos cualitativos en la tecnología militar. En segundo lugar, desde el punto de vista de las elites de las sociedades de clase, son dos brazos de un mismo cuerpo explotador que se nutre tanto de las fuerzas de producción como de destrucción. El concepto implica muchas más cosas, pero la idea de que tras el fin
de la Guerra Fría el principal enemigo de la mayor superpotencia del planeta no era ya otra superpotencia, sino una red no estatal y no anclada al territorio se convirtió en mi punto de partida para explicar de forma breve y concisa las transformación de los conflictos armados. Pero no deja de ser interesante la idea de que cómo un número limitado de individuos, al margen de los poderes estatales, se convierten en rival de una superpotencia. Ignacio Ramonet especulaba en Guerras del siglo sobre la idea del individuo-estado, actor en la escena internacional. Íñigo Medina habla, por su parte, de la “institucionalización del individuo” y apunta como “[l]a tecnología viene reduciendo la escala de sus respectivas potencias”. La tecnología, los medios materiales, eran la brecha que diferenciaba al individuo y al estado: Bombas inteligentes de gran potencia o satélite espías eran medios sólo al alcance de las fuerzas armadas estatales. Pero, ¿cómo no considerar misiles de crucero a los aviones secuestrados el 11-S? Y estos días salía la noticia de que la insurgencia iraquí pudiera estar usando Google Earth para planificar sus ataques.
Las guerras posmodernas son guerras que se nutren en lo tecnológico de fuentes abiertas. O cuando no, tecnología obtenido en los mercados negros. En Colombia han sido encontrados submarinos en construcción para ser usados como transporte por los carteles de la droga. La tecnología se presupone obtenida a través de las mafias rusas. ¿Cómo no considerar como “superpotencia” al grupo terrorista que se haga algún día con un artefacto nuclear?
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