Motorsport: Niki Lauda

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La muerte de Niki Lauda el 20 de mayo dio paso a una serie de homenajes en el mundo motor. Es que el tricampeón de Fórmula 1, señalado como uno de los mejores de la historia, no solo será recordado por sus triunfos, sino, además, por un coraje brutal que encuentra evidencia en el accidente de Nürburgring de 1976, que le desfiguró el rostro y por el que recibió la extremaunción, pero del que se levantó en 42 días para volver a correr. » Por JOSÉ IGNACIO GUTIÉRREZ » FOTOS AGENCIAS


Leyenda dentro y fuera de la pista

“C

uando llegué a Monza había pasado un mes y medio del choque donde estuve casi muerto. Esa imagen se me vino encima. Me detuve y pensé que tan pronto como te recuperas tienes que forzarte a ti mismo para ir e intentarlo otra vez. Es la forma que conozco de detener eso que te acecha. Hay personas que nacen con miedo, otras con menos y otras que derechamente no temen. Yo soy de estas últimas, de otro modo jamás hubiera vuelto a pilotar”. Así respondía Niki Lauda a una entrevista inédita que Mercedes-Benz publicó justo cuando estaba siendo sepultado en Viena. El austríaco era un tipo de convicciones y reconocía sin problemas que así como el infierno en el que estuvo atrapado le quemó el pelo, los ojos, los párpados, las orejas y la cara, también lo había marcado en la manera de enfrentar desafíos. En la conversación, probablemente intuyendo que su final se acercaba y que su misión estaba resuelta, Lauda agrega que “nada de lo que pueda sucederme hoy podría preocuparme”. Además de su gravísimo accidente en Alemania, el centroeuropeo había resistido a tres trasplantes: doble de riñones y, el más reciente, de pulmón en 2018.

boy; uno campeón, el otro también. En 1976, el vienés apostaba por conseguir su segunda corona, mientras que el británico había tocado la puerta de McLaren, diciendo que ese monoplaza era lo que necesitaba para batir a Lauda. Ambos iban a límite ese 1 de agosto en Alemania. Hunt había tomado el liderato y en el frenético afán por darle caza, Niki Lauda impactó una de las barreras en la curva Bergwerk, lo que envolvió su Ferrari en llamas. Lo demás es historia: el campeón al borde de la muerte, en coma. Con Lauda fuera, Hunt cosechó un cuarto lugar en Austria y una victoria en Holanda. En septiembre vendría Italia. Ante el asombro del público, con injertos aún sin cicatrizar y sin el alta médica, el Circuito de Monza fue el escenario del regreso de Lauda. El Ferrari del convaleciente campeón cruzó la meta en cuarto lugar, aunque eso no fue lo importante de la jornada: los fanáticos vieron cómo nacía la leyenda, cuyo crudo testimonio eran los vendajes bajo el casco empapados en sangre. “Él (Hunt) es responsable de que haya vuelto. Sentí rabia cuando lo vi ganar. Necesitaba estar otra vez”, diría Lauda. Desde ese minuto, la imagen de Lauda con una gorra roja se hizo habitual. “Es mi protección para la gente estúpida que me mira estúpidamente. Tuve un accidente y es la razón por la que luzco feo. Otros no tienen esa excusa”, dijo alguna vez. En 2013, la película Rush llevó al cine la vida del ahora recordado Niki Lauda. Con la historia como él quiso, tal como con su último deseo: ser enterrado en una ceremonia pública en Viena con su traje y su casco de piloto. MT

» El hombre de la gorra roja Como ocurre en el Gran Circo, las grandes estrellas necesitan de un antagonista para construirse como tales. Eso eran precisamente Niki Lauda y James Hunt: uno austríaco, el otro inglés; uno en Ferrari, el otro en McLaren; uno más bien calculador, el otro agresivo; uno de personalidad retraída, el otro un play-

JUNIO DE 2019

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