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Editorial

En 1980, hace 42 años, México enfrentó el embargo atunero decretado por los Estados Unidos, lo que constituyó un cisma pues casi la totalidad de exportaciones de ese recurso pesquero eran para la Unión Americana, y se tuvieron que tomar varias decisiones; como primera reacción se trató de diversificar las exportaciones a países europeos o asiáticos, a fin de desplazar las 34 mil 500 toneladas producidas en 1980 y las más de 72 mil toneladas logradas en 1981, cuando México dependía casi totalmente de las ventas de atún al mercado norteamericano, lo que implicó diversos inconvenientes, y finalmente se optó por fortalecer el consumo en el mercado interno con una fuerte campaña de publicidad hoy por muchos recordada, que decía “vamos a comer atún, tachún, tachún…”, lo que resultó muy positivo para la economía nacional y para los consumidores.

El argumento esgrimido en aquél entonces por las autoridades norteamericanas, fue que se estaban aniquilando por “muerte incidental” una gran cantidad de delfines en el proceso de pesca del atún; -situación que se ha reducido considerablemente- pero en el fondo se trató de una clara presión contra México por defender su Zona Económica Exclusiva. La verdad (histórica) es así: En julio de 1980 seis atuneros norteamericanos fueron sorprendidos pescando dentro de nuestra Zona Económica Exclusiva, sin permiso del gobierno mexicano, por tal motivo fueron detenidos y multados. La respuesta del gobierno de Estados Unidos no se hizo esperar y el 14 de julio dictó un embargo sobre el atún mexicano, que duró seis largos años.

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En 1990, hace 32 años, se repitió la dosis a nuestro país, al volverse a dictar otro embargo atunero por un Juez de la Corte de California, EEUU, el cual fue levantado a los pocos meses y después ratificado en febrero de 1991 por la Corte Norteamericana; embargo inducido por el grupo ecologista Earth Island Institute, otra vez con el argumento de la “muerte incidental” de los delfines.

En marzo de 2020, hace dos años, las autoridades norteamericanas a través de su Servicio Nacional de Pesca Marina, declararon a México otro embargo, esta vez de camarón, sardina, sierra, curvina y otras especies, con el argumento de no haber impuesto la protección debida a la vaquita marina, especie considerada en extinción del Golfo de California. Ya en 2017, tres años atrás, la Corte Internacional de Comercio de Estados Unidos había restringido la compra de ciertas especies provenientes del norte del Golfo de California, como fueron camarón, curvina, sierra y chano. En esa ocasión le añadieron sardina, macarela, arenque, sierra y anchoas.

En enero de 2022, hace unas semanas, con el argumento de la “incursión de lanchas en la colindancia con playa Bagdad, Tamaulipas, que entran a Estados Unidos para hacer pesca ilegal en aguas norteamericanas”, la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de ese país anunció restricciones portuarias para los pesqueros mexicanos que desarrollan su actividad en el golfo de México, lo que entró en vigor a partir de este 7 de febrero, y desde entonces se les niega la entrada a embarcaciones de nuestro país a las aguas navegables de EEUU, prohibiéndoseles acceder a sus puertos y disponer de los servicios portuarios. En ese sentido, el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, explicó que no se trata de algo intencional, “pues en ocasiones es difícil determinar el limite exacto“ de las fronteras en la superficie marina.

Así está la cosa, y la realidad es que nuestro vecino país del norte siempre encuentra argumentos para castigar y sancionar a la pesca mexicana; ahora es esto y, en ese juego perverso, seguramente vendrán otros y otros argumentos.

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