El vuelo del aguila, no deja rastro

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EL VUELO DEL

ÁGUILA -- -- --

no deja rastro

Charlas y diálogos en Londres, Ámsterdam, Paris y Saanen (1969)

J. KRISHNAMURTI

Traducción: FKL


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“El vuelo del águila no deja rastro, pero el científico si. Al investigar la cuestión de la libertad, no sólo debemos tener presente los puntos de vista científicos, sino también el vuelo del águila que no deja rastro”.


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PRIMERA PARTE

1. LA LIBERTAD Pensamiento, placer y dolor. Para la mayoría de nosotros la libertad es una idea, no es una realidad. Cuando hablamos de libertad, lo que queremos es ser libres en lo externo, hacer lo que nos plazca, viajar, sentirnos libres para expresarnos de diferentes maneras, y para pensar lo que queramos. La expresión externa de la libertad parece tener una importancia extraordinaria, especialmente en los países donde hay tiranía y dictadura; y en aquellos países donde es posible la libertad externa, uno busca más y más placer, más y más posesiones. Si vamos a investigar con toda seriedad lo que significa la libertad, ser total y completamente libres en lo interno, lo cual se manifiesta luego externamente en la relación con la sociedad, entonces, me parece que debemos preguntarnos si la mente humana, que está fuertemente condicionada, puede realmente ser libre. O sea, ¿tiene la mente que vivir y funcionar siempre dentro de las fronteras de su propio condicionamiento, de manera que no tenga ninguna posibilidad de ser libre? La mente al ver intelectualmente que no hay libertad interna o externa sobre esta tierra, empieza entonces a inventar la libertad en otro mundo, una liberación futura, un cielo, y todas estas cosas. Debemos descartar por completo los conceptos teóricos e ideológicos de la libertad, para que podamos investigar si nuestras mentes, la suya y la


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mía, pueden en todo momento ser realmente libres, libres de la dependencia del miedo, de la ansiedad, libres de los innumerables problemas, tanto de los conscientes como de los que se ocultan en las capas más profundas del inconsciente. Por tanto, ¿es posible que haya libertad psicológica completa, de manera que la mente humana pueda dar con algo que no sea temporal, que no sea producto del pensamiento, y que al mismo tiempo no sea un escape de las realidades de la vida cotidiana? A menos que la mente humana sea completamente libre en lo interno, en lo psicológico, no es posible ver lo que es verdadero, ver si existe una realidad que no sea inventada por el temor, que no sea moldeada por la sociedad o por la cultura en cual vivimos, y que no sea una evasión de la rutina diaria, con su tedio, soledad, inquietud y ansiedad. Para descubrir si realmente existe tal libertad, uno tiene que darse cuenta de su propio condicionamiento, de los problemas, de la monótona superficialidad, del vacío e insuficiencia de la propia vida cotidiana y, sobre todo, tiene que darse cuenta del temor. Uno debe ser consciente de sí mismo, no de manera introspectiva o analítica, sino darse cuenta de cómo uno es en realidad, y ver también si es posible estar por completo libre de todos los problemas que parecen nublar y confundir la mente. Para investigar, tal como haremos, tiene que haber libertad, no al final, sino desde el mismo inicio; uno no puede explorar, investigar o examinar las cosas a menos que sea libre. Para poder ver y profundizar, se necesita no sólo libertad, sino también la disciplina necesaria para observar; así que la libertad y la disciplina van juntas, no es que uno deba ser disciplinado para luego ser libre. De modo que utilizamos la palabra ‘disciplina’ no en el sentido tradicional aceptado, que significa conformarse, imitar, reprimir, seguir un modelo establecido, sino más bien con el verdadero significado de la palabra que es “aprender”. El aprender y la libertad van juntos, y la


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libertad genera su propia disciplina, no una disciplina impuesta por la mente para conseguir cierto resultado. Así pues, estas dos cosas son esenciales: la libertad y el acto de aprender. Uno no puede aprender sobre sí mismo a menos que sea libre, que sea capaz de observar, no de acuerdo con algún modelo, fórmula o concepto, sino observarse a sí mismo tal como uno es. Esa observación, esa percepción, ese ver, generan su propia disciplina, su propio aprender, y en eso no hay conformidad, imitación, represión o control alguno; sino una gran belleza. Es un hecho obvio que nuestras mentes están condicionadas por una cultura o sociedad en particular, influidas por diversas sensaciones, por las exigencias y tensiones de la vida de relación, por factores económicos, climáticos, educativos, por la conformidad religiosa, etc. Nuestras mentes están entrenadas para aceptar el miedo y, si es posible, para evadirlo, por eso nunca somos capaces de eliminar por completo la naturaleza y la estructura del miedo. De manera que nuestra primera pregunta es, ¿puede la mente, con tanta carga acumulada, eliminar por completo no sólo su condicionamiento, sino también sus miedos? Porque el miedo hace que aceptemos el condicionamiento. No se limiten a escuchar un sinfín de palabras e ideas, porque eso realmente no tiene ningún valor; más bien, en el mismo acto de escuchar, observen el propio estado de su mente, tanto el verbal como el no verbal; investiguen si la mente puede llegar a ser libre, sin tratar de aceptar o escapar del miedo, o diciendo: «Debo ser más valiente, más fuerte», sino observando realmente el miedo en el que uno está atrapado. A menos que estemos libres de esa sensación de miedo, no podemos ver con claridad ni con profundidad; y, es evidente, que cuando hay miedo no hay amor. Por lo tanto, ¿puede la mente estar realmente libre del miedo? Me parece que ésa es, para cualquier persona cabalmente seria, una de las


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preguntas básicas y fundamentales que deben formularse y resolverse definitivamente. Tenemos miedos físicos y miedos psicológicos; miedos al dolor físico y los miedos psicológicos al recordar un dolor que hemos tenido en el pasado, o la idea de que puede repetirse en el futuro; tenemos también el miedo a la vejez y a la muerte, a la inseguridad física, a la incertidumbre del mañana, a no ser capaces de lograr un gran éxito, a no llegar a ser alguien en este feo mundo; así como los miedos a la destrucción, a la soledad, a no amar o no ser amado, los miedos conscientes al igual que los miedos inconscientes, etc. Por tanto, ¿puede la mente estar completamente libre de todo esto? Si dice que no puede, entonces ella misma se imposibilita, se perturba, y es incapaz de percibir, de comprender, de permanecer en calma, en completo silencio; se convierte en una mente que busca en la oscuridad una luz que nunca encuentra y, como consecuencia, inventa una “luz” hecha de palabras, de conceptos, o teorías. Así pues, ¿cómo puede una mente tan sobrecargada de miedos, con todo su condicionamiento, ser completamente libre, o debemos aceptar el miedo como algo inevitable en la vida? Aunque la mayoría de nosotros aceptamos el miedo y lo toleramos, ¿qué haremos? ¿Cómo vamos a liberarnos del miedo? No de un miedo en particular, sino la totalidad del miedo, de toda su estructura y naturaleza. Así pues, ¿qué es el miedo? Si puedo sugerirlo, no acepten lo que dice el que habla, él no tiene ninguna autoridad, no es un maestro, ni es un gurú, porque si lo fuera entonces ustedes serían seguidores y, como seguidores, se destruirían a sí mismos y al maestro. Estamos tratando de descubrir el verdadero problema del miedo, de tal forma que la mente deje de sentir temor y, por tanto, este libre interna y psicológicamente de cualquier dependencia de otro. La belleza de la libertad es que uno no deja rastro; el águila en su vuelo no deja rastro, pero el científico sí. Al investigar la


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cuestión de la libertad, no sólo deben haber los puntos de vista científicos, sino también el vuelo del águila que no deja rastro alguno; ambas investigaciones son necesarias; tiene que haber tanto la explicación verbal como la percepción no verbal, aunque la descripción nunca es la realidad descrita; es obvio que la explicación nunca es la cosa explicada, la palabra nunca es la cosa. Si todo esto está claro, entonces podemos proseguir; podemos descubrir por nosotros mismos, no por boca del que habla, no por medio de sus palabras, ideas o pensamientos, si la mente puede estar completamente libre del miedo. Lo previamente expresado no es una introducción, si no lo han escuchado y comprendido plenamente no pueden avanzar. Si queremos investigar tiene que haber libertad para mirar; uno tiene que estar libre de prejuicios, de conclusiones, de conceptos, de ideales, de tal manera que pueda observar por sí mismo qué es el miedo. O sea, cuando uno observa muy de cerca, íntimamente, ¿aparece algún miedo? Es decir, uno sólo puede observar el miedo muy de cerca, con profundidad, cuando el “observador” es lo “observado”. Así pues, vamos a investigar, ¿qué es el temor? ¿Cómo surge? Al igual que los peligros físicos, es obvio que podemos comprender los miedos físicos, porque reaccionamos de forma instantánea; son bastante fáciles de entender y no necesitamos profundizar mucho en ellos. Más bien hablamos de los miedos psicológicos, cómo surgen, y cuál es su origen; esa es la dificultad. Tenemos miedo de algo que sucedió ayer; miedo de algo que puede suceder más tarde, hoy mismo o mañana; miedo de lo que hemos conocido y el miedo de lo desconocido, que es el mañana. De forma clara, uno puede ver por sí mismo que el miedo se origina en la estructura del pensamiento, al pensar en aquello que sucedió ayer y de lo cual uno siente miedo, o bien


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al pensar en el futuro; el pensamiento genera el miedo, ¿no es así? Por favor, debemos estar bien seguros de esto; no acepten mis palabras; estén absolutamente seguros por sí mismos de que el pensamiento es el origen del miedo. Pensar sobre un dolor, un dolor psicológico, que uno tuvo hace algún tiempo y no quiere que se repita, el sólo hecho de pensar en él, genera miedo. Entonces, ¿podemos proseguir a partir de ahí? A menos que tengamos esto muy claro, no es posible llegar muy lejos. Al pensar en un incidente, en una experiencia, en una situación que ha comportado malestar, peligro, tristeza o dolor, el pensamiento genera miedo; y el pensamiento al establecer cierta seguridad psicológica, quiere que esa seguridad se mantenga, por eso cada incertidumbre constituye un peligro y, de ahí, surge el miedo. El pensamiento es responsable del temor y también es responsable del placer. Cuando uno ha disfrutado de una experiencia agradable, el pensamiento al pensar en ella desea repetirla, y cuando eso no es posible, empieza la resistencia, la ira, la ansiedad y el miedo. Así pues, el pensamiento genera el temor y el placer, ¿no es cierto? Esto no es una conclusión verbal, ni una fórmula para evadir el miedo. O sea, donde hay placer hay dolor y el pensamiento perpetua el miedo; el placer va junto al dolor, son inseparables, y el pensamiento es el responsable de ambos. Si el pensamiento dejara de pensar en el mañana o en el momento siguiente en términos de miedo o de placer, entonces ninguno de los dos existiría. ¿Seguimos adelante? ¿Es eso una realidad, no una idea, sino una cosa que uno mismo ha descubierto? ¿Es tan real que uno pueda decir: “He descubierto que el pensamiento genera tanto el placer como el temor”? Si uno ha disfrutado del placer sexual y más tarde a través de la imaginación, de escenas mentales, piensa en el sexo, ese mismo pensar refuerza el placer que ahora sólo existe en la imaginación del pensamiento, y cuando no


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logramos repetir ese placer, es que surge el dolor, la ansiedad, el miedo, los celos, la irritación, la ira, y la brutalidad. No estamos diciendo que uno no deba tener placer. La dicha no es placer; el éxtasis no es un producto del pensamiento; son cosas por completo diferentes. Uno sólo puede descubrir la dicha y el éxtasis, cuando comprende la naturaleza del pensamiento, el cual genera tanto el placer como el temor. Entonces surge la pregunta, ¿puede uno detener el pensamiento? Si el pensamiento genera el miedo y el placer —porque es bastante obvio que donde hay placer tiene que haber dolor—, entonces uno se pregunta, ¿puede el pensamiento dejar de interferir? Eso no significa que deje de observar o disfrutar la belleza; podemos observar y disfrutar plenamente la belleza de una nube o de un árbol, pero cuando el pensamiento quiere repetir la misma experiencia mañana, tener el mismo deleite que experimentó ayer viendo esa nube, ese árbol, esa flor, la faz atractiva de alguna persona, entonces invita a la desilusión, al dolor, al miedo y al placer. Ahora bien, ¿puede el pensamiento dejar de interferir? ¿O es ésa una pregunta totalmente errónea? Será una pregunta errónea si deseamos experimentar un estado de éxtasis, de dicha, más allá del placer, y mediante el cese del pensamiento esperamos conseguir algo que sea inmenso, que no sea un producto del placer y del temor. De modo que la pregunta correcta es, ¿qué papel desempeña el pensamiento en la vida, y no cómo terminar con el pensamiento? Es decir, ¿qué relación tiene el pensamiento con el actuar y con el no-actuar? ¿Qué relación tiene el pensamiento con la acción, cuando esa acción es necesaria? ¿Por qué, cuando existe el disfrute completo de la belleza, tiene que interferir el pensamiento? Si no interfiriera, entonces no se proyectaría hacia el futuro.


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Por tanto, quiero descubrir, por qué cuando hay el pleno disfrute de la belleza de una montaña, de un rostro hermoso, de una extensión de agua, interviene el pensamiento diciendo: «Deseo volver a disfrutar ese placer mañana». Tengo que descubrir qué relación tiene el pensamiento con la acción, y también descubrir por qué intervine el pensamiento cuando no es necesario que lo haga. Si ve la belleza de un árbol sin hojas perfilándose en el cielo, que es algo de una belleza extraordinaria, uno lo mira y eso es todo, déjelo así; ¿por qué tiene que interferir el pensamiento y decir, «Mañana debo experimentar ese mismo deleite»? También me doy cuenta de que el pensamiento interviene cuando actuó; la habilidad a la hora de actuar, es también la habilidad del pensamiento; por lo tanto, ¿cuál es la verdadera relación entre el pensamiento y el actuar? Lo que ahora sucede, es que nuestra acción se basa en conceptos, en ideas, y al tener una idea o un concepto de lo que debería hacerse, lo que hago es intentar ajustarme a ese concepto, a esa idea o ideal. De manera que existe una división entre el actuar y el concepto, entre la acción y el ideal, o entre la acción y “lo que debería ser”, y en esa división hay conflicto. Así pues, cualquier división psicológica tiene que generar conflicto, así que me pregunto, ¿cuál es la relación del pensamiento con la acción? Si existe división entre la acción y la idea, entonces la acción es incompleta. Ahora bien, ¿existe una acción en la cual el pensamiento ve algo instantáneamente y actúa de inmediato, sin que haya ninguna idea o ideología que intervenga y separe? ¿Existe alguna acción en la cual el mismo ver es el actuar, el mismo pensar es la acción? Veo que el pensamiento genera miedo y placer; veo que donde existe el placer hay dolor y, por lo tanto, resistencia al dolor. Eso lo veo muy claramente, y el verlo es la acción inmediata, en el verlo participan el pensamiento, la


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lógica, la claridad y, no obstante, el verlo y la acción son instantáneas; por lo tanto, en eso hay libertad. ¿Nos estamos comunicando? Vayamos despacio porque esto es un poco complicado. Por favor, no diga «sí» tan fácilmente, porque si dice «sí», entonces cuando abandone este recinto debe estar libre del miedo. El decir simplemente que «sí», es afirmar que sólo ha comprendido verbalmente, intelectualmente, lo cual no significa nada. Ambos estamos aquí esta mañana investigando la cuestión del temor y cuando salga de aquí debe estar completamente libre del temor; lo cual significa un ser humano libre, un ser humano diferente, totalmente transformado; no mañana, sino ahora mismo, porque ve con claridad que el pensamiento genera miedo y placer, porque ve que todos nuestros valores: morales, éticos, sociales, religiosos o espirituales, se basan en el miedo y el placer. Si se da cuenta de esta verdad y para verla tiene que estar sumamente atento, observando de forma sana, lógica, cada movimiento del pensamiento, entonces esa misma percepción es una acción completa y, por consiguiente, cuando salga de aquí estará completamente libre del miedo. Si eso no sucede, dirá: «¿Qué puedo hacer mañana para liberarme del miedo?». Cuando actuamos necesitamos pensar; uno tiene que pensar cuando quiere regresar a la casa, cuando quiere viajar en autobús o en tren, cuando tiene que ir a la oficina; en esos casos el pensamiento funciona eficientemente, objetivamente, en forma impersonal y sin emociones; ese pensamiento es imprescindible. Pero cuando el pensamiento da continuidad a una experiencia que ha tenido y a través de la memoria la traslada hacia el futuro, entonces esa es una acción incompleta y, de ahí, surgen las resistencias y todas estas cosas. A continuación podemos formular una nueva pregunta, ¿cuál es el origen del pensamiento y quién es el pensador? Uno puede ver que el


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pensamiento es la respuesta del conocimiento, de la experiencia como recuerdo acumulado, del trasfondo de donde surge la respuesta del pensamiento ante cualquier reto; si a uno le preguntan dónde vive, la respuesta es inmediata. De modo que la memoria, la experiencia, el conocimiento es el trasfondo de donde surge el pensamiento, así pues, el pensamiento nunca es nuevo, siempre es viejo, nunca puede ser libre, porque depende del pasado y, por eso, no puede ver nada nuevo. Cuando comprendo esto, con mucha claridad, la mente se aquieta. La vida es un movimiento constante de relación y el pensamiento tratando de captar ese movimiento en términos del pasado como memoria, siente miedo de la vida. Cuando vemos todo eso, cuando vemos que la libertad es necesaria para investigar, y para investigar con claridad tiene que haber la disciplina del aprender y no de la represión o la imitación, cuando vemos cómo la sociedad y el pasado han condicionado la mente, cuando vemos que todo pensamiento nace en el viejo cerebro y, por tanto, es incapaz de comprender nada nuevo, entonces la mente permanece en completo silencio, sin ser controlada, ni aquietada. No existe ningún sistema o método, no importa que sea el Zen del Japón o un sistema de la India, para lograr que la mente esté en silencio; porque lo más tonto que pueda hacer la mente es disciplinarse para estar en silencio. Si ahora vemos todo eso, si lo vemos realmente y no como algo teórico, entonces de esa percepción surge una acción, y esa acción es la que nos liberará del miedo. Así, en cada ocasión que el miedo aparece, hay una percepción inmediata y

la

terminación de ese miedo. Bien, de ahí surge la pregunta ¿qué es el amor? Para la mayoría de nosotros es placer y, como consecuencia, miedo; eso es a lo que llamamos amor. Pero ¿qué es el amor cuando comprendemos el placer y el miedo? Y


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¿“quién” contestará esa pregunta, el que habla, el sacerdote o un libro? ¿Algún agente externo nos confirmará que estamos haciéndolo muy bien y que debemos seguir así? O ¿al investigar, al observar, al ver no analíticamente la estructura y la naturaleza total del placer, del miedo, del dolor, descubrimos que el observador, el pensador, es parte del pensamiento? Si el pensamiento no interviene, no existe el pensador, porque ambos son inseparables, el pensador es el pensamiento. Hay cierta belleza y sutileza en ver eso, ¿verdad? Por consiguiente, ¿en qué estado se encuentra ahora esa mente que comenzó a investigar el problema del miedo? ¿Comprenden? ¿Cuál es ahora la condición de la mente que ha profundizado en todo esto? ¿Es la misma que era antes de llegar a este estado? Después de haberlo visto y profundizado, de haber percibido la naturaleza de esta cosa llamada pensamiento, miedo y placer; ¿cuál es el verdadero estado de la mente ahora? Es obvio que nadie, excepto uno mismo, puede contestar esa pregunta; pero si realmente ha investigado todo esto, entonces verá que la mente ha experimentado una transformación total. Interlocutor: (Inaudible). Krishnamurti: Una de las cosas más fáciles que hay es hacer una pregunta. Mientras estaba hablando, probablemente algunos han estado pensando la pregunta que iban a formular; estamos más interesados en nuestra pregunta que en escuchar. Uno tiene que hacerse preguntas a sí mismo, no sólo aquí sino en cualquier otra parte, y es mucho más importante hacer la pregunta correcta que recibir una respuesta. La solución de un problema está en la comprensión del problema; la respuesta no está fuera del problema, sino en el mismo problema; pero no podemos ver el


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problema con claridad si estamos interesados en la respuesta, o en la solución. La mayoría de nosotros queremos resolver el problema sin investigarlo, y para investigarlo debidamente es preciso tener energía, intensidad, pasión, y no la indolencia y la pereza que tenemos casi todos nosotros, porque preferimos que alguna otra persona lo resuelva. No hay nadie, ni políticos, religiosos o psicólogos, que resolverá ninguno de nuestros problemas. Debemos tener mucha energía, pasión e intensidad, para mirar, para observar el problema y, entonces, al observarlo, la solución viene con absoluta claridad. Eso no significa que no deban hacer preguntas; todo lo contrario, tienen que hacerlas; deben dudar de todo lo que se ha dicho sin importar quién lo diga, inclusive el que habla. I: ¿No existe cierto peligro en la introspección cuando investigamos nuestros problemas personales? K: ¿Por qué no debería haber peligro? En el mismo cruzar la calle hay peligro. ¿Está diciendo que no debemos mirar porque resulta peligroso hacerlo? Recuerdo que una vez, si me permiten relatar un caso, vino a vernos un hombre muy rico y dijo: «Soy muy, muy serio, estoy interesado en lo que usted dice y quiero resolver “esto” y “aquello otro”». Ya conocen las tonterías que habla la gente. Le respondí: «Muy bien, señor, vamos a investigarlo», y empezamos a hablar. Nos reunimos varias veces y después de la segunda semana vino y dijo: «Tengo sueños horribles, espantosos, y la sensación de que todo lo que me rodea desaparece, todas las cosas se marchitan»; y añadió, «probablemente eso es el resultado de investigar dentro de mí mismo y ver el peligro que eso representa». Desde entonces, nunca más volvió.


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Todos queremos estar a salvo, seguros en nuestro insignificante pequeño mundo, ese mundo del “orden bien establecido” el cual es desorden, ese mundo de nuestras relaciones particulares que no queremos que se perturben, ni esa excluyente y estrecha relación entre el esposo y la esposa en la que hay desdicha, desconfianza, temor, peligro, celos, ira y dominio. Sin duda, hay una manera de investigar lo que somos sin que haya miedo o peligro; esa manera es mirar sin condenar ni justificar, simplemente observar, sin interpretar, sin juzgar, sin evaluar. Para que eso sea una realidad, la mente debe estar ansiosa de aprender mediante la observación de lo que realmente es. ¿Qué peligro hay en ver “lo que es”? Los seres humanos son violentos; eso es en realidad “lo que es”; y el peligro que el ser humano ha generado en el mundo es la consecuencia de esa violencia, es el resultado del miedo. ¿Qué hay de peligroso en observarlo y en tratar de erradicar por completo ese miedo, de tal manera que podamos crear una sociedad diferente con distintos valores? En el observar, en el ver las cosas como son, psicológica e internamente, hay una gran belleza; lo cual no quiere decir que uno debe aceptar las cosas como son, ni que deba rechazarlas, o querer cambiar “lo que es”, porque el mismo percibir “lo que es” trae su propia mutación. Pero uno debe conocer el arte de observar y ese arte de observar nunca es introspectivo o analítico, sino que simplemente es observar sin opción alguna. I: ¿No existe el miedo espontáneo? K: ¿Llamaría miedo a eso? Cuando uno sabe que el fuego quema, cuando uno ve un precipicio, ¿diría que alejarse del fuego y del precipicio es miedo? Cuando uno se aleja de un animal salvaje, de una serpiente, ¿es


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eso miedo, o es inteligencia? Esa inteligencia puede ser el resultado del condicionamiento, porque nos han condicionado a los peligros de un precipicio, de otro modo podría caer, y eso podría ser el final. De modo que esa inteligencia le advierte que tenga cuidado; por tanto, ¿es miedo esa inteligencia? Sin embargo, ¿funciona esa inteligencia cuando nos dividimos en nacionalidades, en grupos religiosos? Al dividirnos entre “yo” y el “otro”, entre “nosotros” y “ellos”, ¿es eso actuar inteligentemente? Lo que actúa en esta división, lo que genera los peligros, lo que divide a la gente, lo que trae guerras, ¿es la inteligencia actuando o es miedo? Es evidente que es el miedo, no la inteligencia. En otras palabras, aun estando fragmentados, cuando es necesario una parte de nosotros actúa inteligentemente al evitar un precipicio o un autobús que transita, pero no somos lo bastante inteligentes para ver los peligros del nacionalismo y los peligros de la división entre los seres humanos. De manera que una parte de nosotros, una muy pequeña, es inteligente, y el resto no lo es. Así pues, donde hay fragmentación tiene que haber conflicto y desdicha; la base misma del conflicto es la división y la contradicción en nosotros mismos. Esa división no puede unificarse; sin embargo, una de nuestras ideas más peculiares es que debemos unificarnos a nosotros mismos; aunque eso realmente no sé lo que significa. ¿Quién es el que unificará las dos partes divididas y en oposición? ¿No es el integrador parte de esa división? Si uno ve la totalidad de eso, cuando lo percibe sin opción alguna, entonces no hay división. I: ¿Hay alguna diferencia entre el pensamiento correcto y la acción correcta?


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K: Cuando utiliza la palabra “correcto” en relación con el pensamiento y la acción, entonces esa acción correcta es una acción incorrecta, ¿no es así? Cuando usamos la palabra ‘correcta”, ya tenemos una idea de lo que es correcto; y cuando tiene una idea previa de lo que es correcto, eso de por sí ya es incorrecto, porque lo que considera correcto se basa en su prejuicio, en su condicionamiento, en su temor, en su cultura, en su sociedad, en sus propias características particulares, miedos, preceptos religiosas, etcétera; ya tenemos una norma, un modelo establecido, y en sí mismo ese modelo es incorrecto e inmoral. La moralidad social es inmoral, ¿está de acuerdo con eso? Si está de acuerdo, entonces ha rechazado la moralidad social que es codicia, envidia, ambición, culto a las jerarquías, y todo esto. Pero ¿cuándo dice que «sí», que está de acuerdo que la moralidad social es inmoral, realmente está de acuerdo, o sólo son palabras? Señor, ser de verdad moral y virtuoso, es una de las cosas más extraordinarias en la vida, y esa moralidad no tiene absolutamente nada que ver con la conducta social y ambiental. Para ser realmente virtuoso tiene que ser libre, y no es posible ser libre si sigue la moralidad social de la codicia, la envidia, la competencia, el culto al éxito; ya conocen todas esas cosas que la sociedad y las iglesias postulan como morales. I: ¿Tenemos que esperar a que suceda este cambio, o existe alguna disciplina que podamos utilizar? K: ¿Necesitamos una disciplina para darnos cuenta de que el ver en sí mismo es actuar? ¿La necesitamos? I: ¿Podría hablarnos de la mente silenciosa? ¿Es o no es una mente así el resultado de la disciplina?


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K: Mire, señor, un soldado en la plaza de armas permanece muy quieto, con la espalda recta, sosteniendo el rifle con precisión; se ha ejercitado para eso día tras día; pero no tiene libertad alguna y aunque esté muy quieto, ¿es eso quietud? O, cuándo un niño esta absorto con un juguete, ¿es eso quietud? Si le deja sin juguete, verá como el niño vuelve a lo que era antes. Compréndalo de una vez y para siempre, porque es muy sencillo, ¿puede la disciplina traer la quietud? Posiblemente traiga embotamiento, un estado de estancamiento, pero, ¿puede traer esa quietud que, siendo quietud, al mismo tiempo es muy activa? I: Señor, ¿qué espera que hagamos aquí en este mundo? K: Muy simple, señor. En primer lugar no quiero nada; y lo segundo es vivir, vivir en este mundo; este mundo tan asombrosamente hermoso; es nuestro mundo, nuestra tierra sobre la cual vivimos; pero nosotros no vivimos porque somos mezquinos, ansiosos, estamos divididos, somos seres humanos atemorizados y, por tanto, no vivimos, no conocemos la verdadera relación, somos seres solitarios y angustiados; no sabemos lo que significa vivir con esa sensación de éxtasis y dicha. Y lo que digo, es que únicamente es posible vivir de esa manera cuando sabemos cómo liberarnos de todas las tonterías que llenan nuestra vida; y sólo es posible estar libres de ellas, cuando estamos muy atentos en nuestra relación, no sólo con las personas, sino también con las ideas, con la naturaleza, con todo. En esa relación uno descubre lo que realmente es, descubre su propio miedo, su ansiedad, su angustia, su soledad, y la propia carencia enorme de amor. Estamos llenos de teorías, de palabras, de conocimientos expresados


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por otras personas, pero nada conocemos sobre nosotros mismos y por eso no sabemos cómo vivir. I: ¿Cómo describiría los diferentes niveles de conciencia del cerebro humano? El cerebro parece ser una cosa física y la mente no parece serlo. Además, la mente parece tener una parte consciente y otra inconsciente. ¿Cómo podemos ver con cierta claridad estos conceptos diferentes? K: Lo que quiere saber es la diferencia entre el cerebro y la mente, ¿no es así, señor? Nuestro cerebro actual, que es el resultado del pasado, que es la consecuencia de la evolución de muchos miles de ayeres, con todos sus recuerdos, conocimientos y experiencia, ¿no es ese cerebro parte de la totalidad de la mente, de esa mente que tiene un nivel consciente y otro inconsciente? Tanto la parte física, la no-física, la psicológica, ¿no son partes de una totalidad? ¿No somos nosotros los que hemos dividido el consciente y el inconsciente, el cerebro y el no-cerebro? ¿Podemos mirarlo todo como una totalidad no fragmentada? ¿Es el inconsciente diferente del consciente, o el inconsciente es una parte de la totalidad que nosotros hemos dividido? De ahí surge la pregunta, ¿cómo puede la mente consciente darse cuenta del inconsciente? ¿Puede lo positivo, que es lo funcional, lo que trabaja todo el día, observar el inconsciente? No sé si tenemos tiempo para investigar esta cuestión; ¿no están cansados? Por favor, señores, no conviertan esto en un entretenimiento, como pueden hacerlo sentados en esta sala agradable y cálida escuchando hablar a alguien. Estamos tratando con cosas muy serias y si han trabajado como uno debe hacerlo, entonces tienen que estar cansados. El cerebro tiene un tope para asimilar las cosas y, para investigar esa cuestión del


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consciente y el inconsciente, necesitamos una mente perceptiva, clara, que pueda observar. Dudo mucho que al final de hora y media sean capaces de hacerlo. ÂżEstĂĄn de acuerdo en continuar con esta cuestiĂłn en otro momento? Londres, 16 de marzo de 1969


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2. LA FRAGMENTACIÓN La división; el consciente y el inconsciente; morir para lo ‘conocido’. En este atardecer vamos a hablar sobre el tema del consciente y el inconsciente, de la mente superficial y las capas más profundas del inconsciente. Me pregunto por qué dividimos la vida en fragmentos: la vida de los negocios, la vida social, la familiar, la religiosa, la deportiva, etcétera. ¿Por qué existe esta división, no sólo en nosotros mismos, sino también socialmente, nosotros y ellos, el otro y yo, amor y odio, morir y vivir? Me parece que debemos investigar seriamente esta cuestión para descubrir si existe una manera de vivir en el cual no haya ninguna división entre el vivir y el morir, el consciente y el inconsciente, la vida social y la de los negocios, la vida familiar y la individual. Existen divisiones entre nacionalidades, religiones, clases sociales, la enorme división dentro de uno mismo donde hay tanta contradicción, ¿por qué vivimos de ese modo? Todo eso causa mucho desorden, conflicto, guerras; trae mucha inseguridad, tanto interna como externa, mucha división, Dios y el diablo, lo bueno y lo malo, “lo que debería ser” y “lo que es”. Considero que valdría la pena dedicar esta tarde a descubrir si existe una manera de vivir, no teórica o intelectual, sino real, en la cual no haya división alguna, y que el actuar no sea contradictorio, de modo que la vida sea un constante fluir, y donde cada acción esté relacionada con todas las demás acciones. Para descubrir una manera de vivir en la cual no haya contradicción, tenemos que investigar muy profundamente la cuestión de la muerte y del amor. Si comprendemos la muerte y el amor, puede que descubramos una


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forma de vivir que sea un movimiento uniforme, sin división, un modo de vida altamente inteligente. Una mente dividida carece de inteligencia; el hombre que lleva media docena de vidas, lo cual es aceptado como una conducta muy moral, evidentemente revela una falta de inteligencia. Creo que la idea de integrar, de unir varios fragmentos para hacer un todo, lógicamente no es una idea inteligente, porque implica que hay un integrador, alguien que une, que reúne todos los fragmentos; pero esa misma entidad que trata de hacerlo es también parte de la división. Lo que necesitamos es una inteligencia y pasión de tal naturaleza que generen una revolución radical en nuestra vida, de manera que el actuar no sea contradictorio, sino un movimiento uniforme, sin contradicción. Para que suceda ese cambio en nuestra vida, tiene que haber pasión; si uno quiere hacer algo que valga la pena, debe tener esta pasión intensa, que no es placer. De modo que para comprender esa acción que no es fragmentaria o contradictoria, tiene que existir esta pasión; porque los conceptos y las fórmulas intelectuales no cambiarán nuestra vida, sólo lo hará la verdadera comprensión de “lo que es”; y para que eso suceda debe haber intensidad y pasión. Para descubrir si existe una manera de vivir, un vivir cotidiano y no monástico, que tenga esa intensa pasión e inteligencia, uno debe comprender la naturaleza del placer. El otro día examinamos la cuestión del placer y cómo el pensamiento sustenta una experiencia que nos ha dado cierta satisfacción momentánea, prolongando ese placer pensando en ella. También vimos que donde hay placer tiene que haber dolor y miedo. Así pues, ¿es placer el amor? Para la mayoría de nosotros los valores morales se basan en el placer; aun la propia renuncia o el control de sí mismo para adaptarse, se deben a una necesidad de placer, no importa lo grande o noble que pueda ser.


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Así pues, ¿tiene el amor alguna relación con el placer? Esa palabra “amor” está tan manipulada, todo el mundo la utiliza, desde el político hasta el esposo y la esposa. Y me parece que sólo el amor, en el sentido más profundo de la palabra, puede generar una manera de vivir en la cual no haya ninguna fragmentación. El miedo siempre forma parte del placer y, es obvio, que si en la relación hay cualquier miedo, tiene que haber fragmentación y división. Realmente es un tema muy profundo, investigar por qué la mente humana siempre se divide a sí misma en oposición a otras, obteniendo como resultado la violencia, y lo que se espera conseguir mediante esa violencia. Los seres humanos estamos comprometidos con una forma de vida que conduce a la guerra, pero a la vez deseamos paz y libertad; sin embargo, esa paz sólo se trata de una idea, de una ideología; y al mismo tiempo, todo lo que hacemos nos condiciona. Psicológicamente existe la división del tiempo: tiempo como el pasado, el ayer, el hoy y el mañana; y tenemos que investigarlo si deseamos descubrir una manera de vivir en la cual no haya división alguna. De modo que tenemos que averiguar si el tiempo psicológico como pasado, presente y futuro, es la causa de esa división. O sea, ¿es lo conocido, la memoria, que es el pasado, que es el contenido del propio cerebro, la causa de esa división? ¿O la división surge porque el observador, el experimentador, el pensador se separa siempre de lo que observa o experimenta? O bien, ¿es la actividad egocéntrica, el “yo” y el “usted”, que establecen sus propias resistencias, sus propias actividades aisladas, lo que ocasiona esa división? Si vamos a investigarlo, debemos tener presente las siguientes cuestiones, el tiempo, el observador separándose a sí mismo de la cosa que observa, el experimentador diferente de la experiencia, el placer, y si todo esto tiene algo que ver con el amor.


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Por lo tanto, ¿existe el mañana psicológico como algo real, no como una invención del pensamiento? En relación con el tiempo cronológico tenemos un mañana, pero ¿existe realmente el mañana psicológico, interno? Si ese mañana es una idea, entonces la acción no es completa, lo cual genera división y contradicción. Como consecuencia de no ver las cosas tal y como son en el presente, esa es la causa de que surja la idea del mañana, del futuro y, por eso, decimos: «Espero poder verlas con más claridad mañana», ¿no es cierto? Somos perezosos y no tenemos esa pasión, ese interés vital necesario para investigar. El pensamiento inventa la idea de que finalmente llegará, comprenderá y, consecuentemente, necesita tiempo, necesita muchos días; sin embargo, ¿traerá el tiempo la comprensión, la capacidad para que uno vea las cosas con mucha claridad? Ahora bien, ¿es posible que la mente esté libre del pasado, que no esté atrapada en el tiempo? El mañana psicológico existe en base a lo conocido, luego, ¿podemos liberarnos de lo conocido? ¿Es posible una acción que no dependa de lo conocido? Una de las dificultades más grandes es comunicarse. Es obvio, que la comunicación verbal es necesaria, pero creo que existe una comunicación mucho más intensa y profunda, en la cual no sólo hay comunicación verbal, sino comunión, donde ambos nos encontramos en el mismo nivel, con la misma intensidad y con la misma pasión. Únicamente entonces es cuando se da la comunión, que es mucho más importante que la simple comunicación verbal; y como estamos hablando de algo bastante complejo, que afecta lo profundo de nuestra vida cotidiana, tiene que haber no sólo comunicación verbal, sino también comunión. De modo que estamos interesados en una revolución psicológica radical, y no en un futuro distante, sino realmente hoy, ahora. Estamos interesados en descubrir si la mente humana, que ha estado tan condicionada, puede cambiar de


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inmediato, de tal manera que sus acciones sean una continuidad completa, sin divisiones y, por tanto, sin sombra de remordimientos, ansiedad, sufrimiento, temores, ansiedad, y todas estas cosas. Así pues, ¿cómo puede la mente liberarse de todo eso y ser completamente nueva, joven e inocente? Ése es realmente el problema. No creo que sea posible una revolución tan radical, mientras exista una división entre el observador y lo observado, entre el experimentador y lo experimentado, porque esa división es la que genera el conflicto. Toda división trae conflicto y, es obvio, que mediante el conflicto, la lucha, la contienda, no puede haber un cambio profundo, en el sentido psicológico, aunque puede haber cambios superficiales. Entonces, ¿cómo abordará la mente, el corazón, el cerebro, la totalidad de nuestro ser, este problema de la división? Como dijimos al principio, debemos investigar la cuestión del consciente y de las capas más profundas, o sea, el inconsciente. De modo que nos preguntamos, ¿por qué existe esta división entre la mente consciente, que está ocupada con sus actividades diarias, preocupaciones, problemas, placeres superficiales, subsistencia, etc., y los niveles más profundos de la mente, con todos sus motivos ocultos, sus impulsos, sus demandas apremiantes, sus miedos? ¿Por qué existe esta división? ¿Existe porque estamos tan ocupados superficialmente con nuestra charla interminable, con nuestra constante demanda de diversión, entretenimiento, tanto religioso como de otra naturaleza? ¿Por qué no es posible que la mente superficial profundice y sondee en ella misma, cuando aparece esa división? Así pues, ¿cuál es el contenido de las capas más profundas de la mente? No de acuerdo con los psicólogos, Freud, etcétera, y ¿cómo lo descubrirán si no leen lo que otros han dicho? ¿Cómo descubrirán su inconsciente? ¿Lo observarán, o esperarán que sus sueños interpreten el contenido del


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inconsciente? Y ¿quién interpretará esos sueños? ¿Los expertos? Ellos también están condicionados por su especialización. De modo que uno se pregunta: ¿es posible no soñar en absoluto?; por supuesto, con la excepción de tener pesadillas si se ha tomado el alimento indebido, o se ha cenado excesivamente durante la noche. Bien, tenemos el inconsciente, por el momento usaremos esa palabra, ¿cuál es su contenido? Es obvio que es el pasado, con toda la conciencia y residuo racial, la tradición familiar, los diversos condicionamientos religiosos y sociales, tanto los ocultos, como los secretos e ignorados. Entonces, ¿podemos descubrir y desvelar todo ese contenido sin los sueños, sin visitar a un analista, de manera que cuando la mente duerma esté en silencio y no en constante actividad? Y por el hecho de estar en silencio, ¿no debería surgir de ella una cualidad distinta, una actividad del todo diferente, que no tenga relación alguna con las ansiedades, temores, preocupaciones, problemas y exigencias diarias? Para descubrir si eso es posible, o sea, no soñar en absoluto, de manera que la mente esté por completo renovada al despertar por la mañana, uno tiene que estar atento durante el día, darse cuenta de cualquier insinuación o manifestación, y eso sólo es posible verlo en la convivencia, cuando uno está observando su relación con otros, sin condenar, juzgar o evaluar; simplemente observando cómo nos comportamos, cómo reaccionamos; observando sin opción alguna, simplemente ver, de manera que durante el día el inconsciente se manifieste. Ahora bien, ¿por qué damos tanta importancia y significado al inconsciente?, después de todo es tan trivial como el consciente. Si la mente consciente está verdaderamente intensa, observando, escuchando, viendo, entonces esa mente consciente se vuelve más importante que la inconsciente, porque en ese estado todo el contenido del inconsciente se


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manifiesta y, de esa manera, termina la división entre las distintas capas. Si observan sus reacciones mientras están sentados en el autobús, cuando hablan con la esposa o el esposo, cuando están en la oficina, escribiendo, o mientras están solos, si es que alguna vez están solos, entonces en ese proceso total de observación, en ese acto de ver en el cual no hay división entre el observador y lo observado, la división cesa. Cuando tenemos esto claro, entonces podemos preguntar, ¿qué es el amor? ¿Es el amor placer o celos? ¿El amor es posesivo o sometimiento?, la esposa dominando al esposo y el esposo a la esposa. De hecho, ninguna de esas cosas es amor; sin embargo, cargamos con todas ellas, y aun así le decimos a nuestro esposo o esposa, o a quien sea, «Te amo». Ahora bien, de una forma u otra, la mayoría de nosotros somos envidiosos, y la envidia surge de la comparación, del medir, del deseo ser algo diferente de lo que somos. Por tanto, ¿podemos ver realmente la envidia tal como es y estar por completo libres de ella, de manera que no vuelva a surgir? De no ser así, el amor no puede existir, porque el amor no es tiempo, no puede cultivarse, no depende del placer. Por consiguiente, ¿qué es la muerte? ¿Cuál es la relación entre el amor y la muerte? Creo que encontraremos la relación entre ambos cuando comprendamos el significado de la muerte; pero para comprenderla, es obvio que tenemos que comprender lo que es vivir. Y bien, ¿qué es en realidad nuestro vivir? El vivir cotidiano, no el ideológico o el intelectual, eso que consideramos debiera ser, pero que en realidad es falso. ¿Qué es realmente nuestro vivir? Vivimos todos los días en conflicto, con angustia, nos sentirnos solos, aislados; nuestra vida es un campo de batalla, tanto dormidos como despiertos; intentando evadirnos de diferentes maneras, mediante la música, el arte, los museos, el entretenimiento religioso o filosófico, elaborando un montón de teorías, cautivos del conocimiento, o


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cualquier otra cosa, todo menos terminar con el conflicto, con esta batalla que llamamos vivir, con su incesante dolor. Entonces, ¿puede terminar el dolor en la vida cotidiana? A menos que la mente cambie de modo radical, nuestro vivir tiene muy poco significado: ir todos los días a la oficina, ganarse la vida, leer unos pocos libros, tener la capacidad de citar a otros, estar muy bien informado; o sea, una vida vacía, una vida realmente burguesa. Y a medida que uno se va dando cuenta de esta situación, empieza a inventar y a darle un sentido a la vida, trata de encontrarle alguna justificación, uno busca personas hábiles que le hayan dado a la vida un significado, un propósito; lo cual es otra manera de evadirse; por tanto, esta manera de vivir tiene que transformarse radicalmente. Tal y como sucede con la mayoría de la gente, ¿por qué tenemos miedo a la muerte? ¿Miedo de qué? Por favor, observen sus propios miedos a lo que llamamos muerte; o sea, tener miedo de llegar al final de esta batalla que llamamos vivir; tener miedo de lo desconocido, de lo que pueda suceder; tener miedo de abandonar las cosas conocidas, la familia, los libros, el apego a la casa y los muebles, a las personas que nos rodean; tener miedo de soltar las cosas conocidas, aunque lo conocido sea este vivir en sufrimiento, en dolor y desesperación, con algunos destellos de alegría. No encontramos un final para toda esta lucha constante a la cual llamamos vivir y eso es, precisamente, lo que tenemos miedo de perder. Ahora bien, ¿no es el “yo”, que es el resultado de toda esa acumulación, quien tiene miedo de que todo termine? Por eso reclama una esperanza futura, y cree en la reencarnación. La idea de la reencarnación, en la cual cree todo el Oriente, tiene como base que uno en la próxima vida nacerá en un nivel más alto del escalafón. Si en esta vida uno ha sido un lavaplatos, en la próxima será un príncipe, o


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lo que sea, de modo que alguien lavará los platos por uno. Para todos aquellos que creen en la reencarnación, debería ser muy importante lo que hacen en esta vida, porque lo que uno hace, la manera de comportarse, cuales son sus pensamientos, sus actividades, la próxima vida dependerá de todo eso, ya sea como recompensa o como castigo. Pero a estas personas no les importa un comino la manera de comportarse ahora, porque para ellas es sólo una creencia más, como la creencia de que existe el cielo, Dios, o lo que se quiera. Lo importante de veras es lo que uno es ahora, hoy, cómo se comporta realmente, tanto interna como externamente. El Occidente tiene su propia manera de consolarse respecto de la muerte, la racionaliza de acuerdo con su propio condicionamiento religioso. Por lo tanto, ¿qué es realmente la muerte, el final? El organismo morirá, ya sea por vejez, por enfermedad o por un accidente. Aunque muy pocos de nosotros envejecemos con elegancia, porque somos seres torturados y, con el paso del tiempo, eso se refleja en nuestros rostros; la vejez es triste porque recordamos las cosas del pasado. ¿Puede uno psicológicamente morir cada día a todo lo conocido? A menos que nos liberemos de lo conocido, nunca alcanzaremos eso que es ‘posible’. Tal como somos ahora, nuestra posibilidad está siempre dentro del campo de lo conocido, pero cuando hay libertad, entonces la posibilidad es inmensa. Por lo tanto, ¿puede uno psicológicamente morir a todo el pasado, a todos los apegos, temores, a la ansiedad, a la vanidad, al orgullo, morir tan completamente que mañana despierte siendo un ser humano nuevo? Posiblemente dirán: «¿Cómo puedo uno hacer eso, cuál es el método?». No hay ningún método, porque el método significa un mañana, significa que debe practicar y finalmente alcanzar algo, puede ser mañana, o después de muchos mañanas. Por consiguiente, ¿pueden ver de inmediato la verdad, verla realmente, no teóricamente, de que la mente no puede


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renovarse, ser inocente, joven, vital, apasionada, a menos que psicológicamente termine con todo el pasado? Pero nosotros no queremos terminar con el pasado porque somos el pasado, todos nuestros pensamientos se basan en el pasado, todo conocimiento es el pasado; por eso, la mente no puede soltarlo; y cualquier esfuerzo para lograrlo sigue siendo todavía parte del pasado, que espera alcanzar un estado diferente. La mente tiene que volverse muy calmada, silenciosa; y eso sucede sin ninguna resistencia, sin sistema alguno, sólo cuando la mente se da cuenta de la totalidad del problema. El hombre siempre ha buscado la inmortalidad; cuando pinta un cuadro lo firma, esa es una forma de inmortalidad; dejar un nombre detrás de él, siempre quiere dejar algo de sí mismo. Pero ¿qué ha logrado poseer el hombre que luego no quiera dejar? ¿Qué puede dejar de sí mismo, aparte del conocimiento tecnológico? ¿Qué es realmente el hombre? ¿Qué somos psicológicamente ustedes y yo? Pueden tener una buena cuenta bancaria, pueden ser más inteligentes que otro, pueden tener esto o aquello, pero, ¿qué somos psicológicamente? Somos un conjunto de palabras, de recuerdos, de experiencias, deseosos de traspasarlas a nuestro hijo, de reflejarlas en un libro, o de pintarlas en un cuadro, y ¿qué somos sino el “yo” Por eso el “yo” se vuelve extremadamente importante, ese “yo” en oposición a la comunidad, deseando identificarse a sí mismo, deseando realizarse, convertirse en algo grande; ya saben todas estas cosas. Cuando uno observa ese “yo”, se da cuenta de que es un manojo de recuerdos, de palabras vacías, y a eso nos apegamos. De modo que esa es la esencia misma de la separación entre uno y el otro, entre ellos y nosotros. Si comprenden todo esto, no a través de alguien, sino observándolo, mirándolo con suma atención por uno mismo, sin juzgarlo, evaluarlo, o reprimirlo, simplemente observarlo, entonces verán que el amor es


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únicamente posible, cuando hay la muerte psicológica. El amor no es recuerdo ni placer; y aunque digamos que el amor está relacionado con el sexo, eso es volver a la división entre amor profano y amor sagrado, aprobando uno y rechazando el otro; sin duda, el amor no es ninguna de estas cosas. A menos que uno muera al pasado, a toda la lucha, al conflicto y al sufrimiento, no es posible llegar al amor total, completo. Si eso sucede, hay amor y, entonces, uno puede hacer lo que quiera. Como dijimos el otro día, es bastante fácil hacer una pregunta; sin embargo, hay que hacerla con determinación y mantenerla hasta que uno mismo encuentre la respuesta definitiva, porque hacer preguntas por hacerlas tiene muy poco sentido. Interlocutor: Si no hiciéramos la división entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’, eso haría que uno se sentiría satisfecho y no se preocupara por las cosas terribles que suceden. Krishnamurti: ¿Cuál es la realidad de “lo que debería ser”? ¿Tiene alguna realidad? El hombre es violento pero “debería ser” pacífico. ¿Tiene el “debería ser” alguna realidad y por qué insistimos en el “debería ser2? Si no hiciéramos esta división, nos sentiríamos satisfechos y lo aceptaríamos todo. ¿Aceptaría la violencia si no tuviese el ideal de la no-violencia? La no-violencia ha sido promulgada desde los tiempos más remotos: no debes matar, debes ser compasivo, etcétera; pero el hecho es que el hombre es violento, eso es “lo que es”. Si el hombre acepta la violencia como inevitable, entonces se siente satisfecho; así es como se sienten ahora; han aceptado la guerra como una forma de vida y, siguen así, a pesar de que miles de preceptos religiosas, sociales, y otros, dicen: «No mates, no sólo hombres, tampoco a los animales». Pero el hombre sigue matando animales


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para comer y sigue participando en la guerra. De modo que si no tuviéramos ningún ideal, nos quedaríamos con “lo que es”. ¿Cree que eso nos haría sentirnos satisfechos? ¿O tendríamos entonces la energía, el interés, la vitalidad para resolver “lo que es”? ¿No es el ideal de la noviolencia un escape del hecho de la violencia? Cuando la mente no está escapando sino que está afrontando el hecho de la violencia, el hecho de que uno es violento, sin condenarlo ni juzgarlo, entonces esa mente tiene, sin duda, una calidad por completo diferente y deja de ser violenta; una mente así no acepta la violencia. La violencia no es sólo herir o matar a alguien, la violencia es también la tergiversación, la conformidad, la imitación, el seguir la moralidad social, o seguir la propia moralidad personal; cualquier forma de control y de represión es falsedad y, por lo tanto, es violencia. Sin duda, para comprender “lo que es” tiene que haber un estado de atención, de alerta vigilancia, para descubrir lo que realmente es; y, el hecho real, es la división que el hombre ha creado mediante el nacionalismo, que es una de las principales causas de la guerra; de modo que aceptamos eso, rendimos culto a la bandera; y también están las divisiones creadas por la religión, el ser cristianos, budistas, esto o aquello. Entonces, ¿es posible liberarnos de “lo que es”, observando el hecho real? Únicamente podemos estar libres de “lo que es”, cuando la mente no deforma lo que observa. I: ¿Cuál es la diferencia entre el ver conceptual y realmente ver? K: ¿Ve un árbol conceptualmente o realmente lo ve? Cuando mira una flor, ¿la ve directamente, o la ve a través del filtro de su propio conocimiento botánico o no botánico, o del placer que le brinda? ¿Cómo la ve? Si es un ver conceptual, o sea, a través del pensamiento, ¿es eso ver?


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¿Ven realmente a su esposa o a su esposo, o ven la imagen que tienen de él o de ella? Esa imagen es el concepto a través del cual uno ve intelectualmente, pero cuando no tenemos ninguna imagen, entonces realmente

vemos

y,

en

ese

momento,

estamos

verdaderamente

relacionados. Ahora bien, ¿cuál es el mecanismo que construye la imagen y nos impide ver realmente el árbol, la esposa o el esposo, el amigo, o lo que sea? Es obvio, aunque espero equivocarme, que tienen una imagen de mí, de quien les habla, ¿no es así? Si tienen una imagen de quien les habla, no están realmente escuchándolo. De la misma manera, cuando uno mira a su esposa, a su esposo, o a quien sea, y lo hace a través de una imagen, no ve realmente a la persona, sino que la ve a través de la imagen y, por tanto, no hay una verdadera relación, aunque uno puede decir: «Te amo», pero eso no tiene ningún sentido. Entonces, ¿puede la mente dejar de construir imágenes, en relación con lo que estamos hablando? Eso sólo es posible cuando la mente está por completo atenta en el momento, en el instante mismo del reto o de la sensación. Tomemos un ejemplo muy simple: si a uno le adulan, eso nos gusta, pero el mismo gustar edifica la imagen; sin embargo, si uno escucha este halago con atención completa, sin agrado o desagrado, si lo escucha completamente, totalmente, entonces no se forma la imagen, no le dice a esa persona que es su amigo y, consecuentemente, tampoco llama enemigo a la persona que lo insulta. El formar imágenes surge de la falta de atención, pero cuando hay atención no se forma ningún concepto. Si lo hace, verá lo sencillo que es descubrirlo. Cuando al mirar un árbol, una flor, o una nube, presta completa atención, entonces no hay ninguna proyección de sus conocimientos botánicos, de si le gusta o no, simplemente observa, lo cual no significa que se identifica con el árbol, que


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uno se convierta en el árbol. Si mira a su esposa o amigo sin ninguna imagen, entonces la relación es por completo diferente, porque el pensamiento no interviene y hay una posibilidad de amor. I: ¿El amor y la libertad tienen alguna relación? K: ¿Podemos amar sin libertad? Si no somos libres, ¿cómo podemos amar? ¿Podemos amar si somos celosos o estamos atemorizados? Si cuando estamos en la oficina perseguimos nuestra ambición particular y al regresar al hogar decimos: «Te amo, querida», ¿es eso amor? En la oficina somos inhumanos, astutos, y en el hogar tratamos de ser amables, dóciles, ¿es eso posible? ¿Es posible con una mano matar y con la otra amar? ¿Puede amar el hombre ambicioso, puede el hombre competitivo saber alguna vez lo que significa el amor? Hemos aceptado todas esas cosas y también la moralidad social, pero cuando negamos completamente, con todo nuestro ser, esta moralidad social, entonces somos realmente morales; sin embargo, nunca hacemos eso. En lo moral y en lo social, somos respetables y, por eso, desconocemos lo que es el amor. Sin amor nunca descubriremos qué es la verdad, ni si existe eso, o no eso, que llamamos Dios. Sólo podemos conocer lo que es el amor, cuando sabemos morir a todo el pasado, a todas las imágenes del placer, sexual o de otra clase; entonces, cuando hay amor, que en sí mismo es virtud, es moralidad, y toda ética forma parte del amor, tan sólo entonces se manifiesta esa realidad, ese algo que es inconmensurable. I: El ser humano aún viviendo confundido crea la sociedad; ¿está diciendo que para cambiar la sociedad el individuo debe separarse, de manera que no depender de ella?


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K: ¿No es el individuo la sociedad? Usted y yo hemos creado esta sociedad, con nuestra codicia, ambición, nacionalismo, competencia, brutalidad, violencia; eso es lo que hemos hecho en el mundo exterior, porque eso es lo que somos internamente; es evidente que ambos somos responsables de la guerra que está sucediendo en Vietnam, porque hemos aceptado la guerra como una forma de vivir. Entonces, ¿está sugiriendo que nos separemos? Eso no es posible, ¿cómo puede separarse de sí mismo? Uno es parte de todo este caos y sólo puede estar libre de esta fealdad, de esta violencia, de todo lo que realmente está sucediendo allí, cuando no se separa, sino que está aprendiendo, observando, comprendiendo todo lo que sucede en uno mismo y, por tanto, está libre de cualquier violencia. Uno no puede separarse de sí mismo, porque entonces surge la dificultad de “quién” va a hacerlo. O sea, ¿”quién” me separará a “mí” de la sociedad, o de “mí” mismo? ¿No es esa entidad que quiere separarse, parte de todo este circo? Comprender que el observador no es diferente de la cosa observada, es meditación. Lo cual requiere profundizar mucho dentro de uno mismo, no en forma analítica, sino observándose en la relación con las cosas, con la propiedad, con la gente, con las ideas, con la naturaleza, es que uno descubre este sentido de completa libertad interna. Londres, 20 de marzo de 1969


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3. LA MEDITACIÓN El significado de la “búsqueda”; problemas implicados en la práctica y el control; la calidad del silencio. Me gustaría hablar de algo que considero muy importante, porque si lo comprendemos por nosotros mismos, si tenemos una percepción completa de la vida sin que haya división alguna, entonces seremos capaces de actuar de manera íntegra, libre, y con dicha. Siempre buscamos algo misterioso, porque estamos muy insatisfechos con la vida que vivimos, con la superficialidad de nuestras actividades que son muy insignificantes, y a las cuales tratamos de darle un significado, un sentido; pero eso es un simple acto intelectual que sigue siendo superficial, falso y, en última instancia, sin importancia. Si bien sabemos todo eso, y también sabemos que nuestros placeres son fugaces, que nuestras actividades cotidianas son una rutina, que posiblemente la mayoría de nuestros problemas nunca se resolverán, que no creemos en nada, que no tenemos fe en los valores tradicionales, en los maestros, en los gurús, en los preceptos de la iglesia o de la sociedad, conociendo todo esto, la mayoría de nosotros seguimos buscando, tratando de encontrar algo que en realidad valga la pena, algo que no esté contaminado por el pensamiento, y que realmente tenga una extraordinaria belleza y éxtasis; estamos buscando algo duradero, que no se corrompa fácilmente. De manera que dejaremos a un lado lo que es obvio, y con un profundo anhelo, no emocional o sentimental, vamos para investigar seriamente, con el fin de que pueda abrirse una puerta a algo que no dependa del pensamiento, que no puede clasificarse en ninguna categoría, fe o creencia. Ahora bien, ¿tiene algún sentido buscar o investigar?


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Vamos a tratar el asunto de la meditación, el cual tiene cierta complejidad, pero antes de examinarlo, debemos tener muy claro lo que significa buscar, perseguir experiencias, o tratar de encontrar la verdad. Tenemos que comprender lo que significa buscar o averiguar lo que es la verdad, el avanzar intelectualmente a tientas tratando de encontrar algo nuevo que no sea pasajero, que no sea producto de nuestras exigencias, obsesiones o angustias. Entonces, ¿podemos encontrar la verdad buscándola? ¿Si la encontramos, la reconoceremos? Si eso sucede, ¿podremos decir, «ésta es la verdad», «esto es lo real»? De modo que, ¿tiene algún sentido buscar? La mayoría de la gente religiosa siempre habla de buscar la verdad, y nosotros preguntamos si la verdad puede buscarse. O sea, ¿en el intento de buscar y de encontrar, no existe también el deseo de reconocimiento, la idea de que si encuentro algo debo ser capaz de reconocerlo? ¿No significa el reconocer, que de antemano ya conozco lo que busco? ¿Es la verdad reconocible, en el sentido de haberla experimentado con anterioridad, de manera que pueda decir: «Esto es la verdad»? Así pues, ¿tiene algún sentido buscar? Y, si no tiene ningún valor, ¿no es entonces la observación y el escuchar constante, lo único que tiene valor, lo cual es muy diferente del buscar? Cuando hay una observación constante el movimiento del pasado no interviene. Observar significa ver con muy claridad y, para ver claramente, tiene que haber libertad, libertad del rencor, de la enemistad, de cualquier prejuicio o resentimiento; libertad de todos los recuerdos que hemos acumulado en forma de conocimiento, los cuales nos impiden ver. Cuando existe este estado, esta libertad para observar constantemente lo que en realidad está sucediendo, no sólo las cosas externas sino también las internas, ¿qué necesidad hay entonces de buscar? Todo está aquí presente, el hecho, ‘lo que es’, todo está siendo observado; pero en el momento que


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queremos cambiar “lo que es” en alguna otra cosa, empieza el proceso de la distorsión. Al observar con libertad, sin distorsión, sin evaluación, sin ningún deseo de placer, en esa simple observación pura, vemos que ‘lo que es’ experimenta un cambio extraordinario. La mayoría tratamos de llenar nuestras vidas con conocimientos, con entretenimientos, con creencias y pretensiones espirituales, las cuales, si las observamos, tienen muy poco valor. Deseamos experimentar algo trascendental, algo más allá de las cosas mundanas, queremos experimentar algo inmenso, que no tenga límites, que no sea pasajero; pero para ‘experimentar’ algo inconmensurable, tenemos que comprender las implicaciones de la experiencia; por tanto, ¿por qué queremos experimentar? Por favor no acepten ni rechacen lo que dice el que habla, simplemente investíguelo; porque quien les habla, aclaremos nuevamente este punto, no tiene ninguna importancia; es como el teléfono, no tiene ninguna autoridad; de modo que no obedezcan lo que el teléfono dice, simplemente escuchan lo que dice. Si uno escucha cuidadosamente, en ese escuchar hay afecto, no se trata de estar de acuerdo o en desacuerdo, sino una capacidad de la mente que dice: «Vamos a ver lo que están diciendo, veamos si tiene algún sentido, y si es verdadero o falso». Así pues, no acepten o rechacen, sino observen y escuchen, no sólo lo que se dice, sino también sus propias reacciones, sus preocupaciones, vean sus prejuicios, sus opiniones, sus imágenes, sus experiencias, y observen cómo todas esas cosas les impiden escuchar. Así que estamos preguntando, ¿cuál es el significado de la experiencia? ¿Tiene alguna importancia? ¿Puede la experiencia despertar una mente que está dormida, que tiene ciertas conclusiones, que está atrapada y condicionada por creencias, puede despertarla y romper toda esa estructura


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metal? Una mente que está condicionada, agobiada por innumerables problemas, angustias y sufrimientos, ¿puede dar respuesta a cualquier reto? ¿Puede realmente hacerlo? Y si responde, ¿no tiene que ser una respuesta contradictoria y, por lo tanto, causa de mayor conflicto? El buscar constantemente

experiencias

más

amplias,

más

profundas

y

trascendentales, es una forma de evadirse de “lo que es”, de la realidad presente, que somos nosotros mismos, nuestra propia mente condicionada. Una mente muy despierta, inteligente y libre, ¿por qué necesita tener ‘experiencia’ alguna? La luz es la luz, no tiene necesidad de más luz. El deseo de ‘más experiencia’ es evadirse de lo real, de “lo que es”. Si estamos libres de esta interminable búsqueda, libres de la exigencia y del deseo de experimentar algo extraordinario, entonces podemos empezar a investigar qué es la meditación. Esa palabra, al igual que las palabras “amor”, “muerte”, “belleza”, “felicidad”, está muy recargada. ¡Hay tantas escuelas que enseñan cómo meditar! Pero para comprender lo que es la meditación, debemos establecer las bases del recto actuar. Sin esas bases, la meditación es de hecho una forma de autohipnosis; si no estamos libres de la ira, de los celos, la envidia, la codicia, la avaricia, del odio, de la competencia, y del deseo de éxito, de todas las formas morales y respetables consideradas justas, sin establecer la base correcta, sin vivir una vida cotidiana realmente libre de distorsión, de temor personal, de ansiedad, de codicia, etcétera, la meditación tiene muy poco sentido. Es muy importante establecer esta base. De manera que uno pregunta, ¿qué es la virtud? ¿Qué es la moralidad? Por favor, no digan que ésta es una pregunta burguesa, que no tiene sentido en una sociedad permisiva que todo lo tolera. No estamos interesados en esa clase de sociedad, nos interesa una vida por completo libre de temor, una vida capaz de un amor profundo y duradero. Sin eso, la meditación se


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convierte en una divagación, es lo mismo que tomar una droga, como tantos lo han hecho, para tener una experiencia extraordinaria, a pesar de que sea falsa e insignificante. Los que toman drogas tienen algunas experiencias extrañas, posiblemente vean un poco más de color, puede que se vuelvan un poco más sensibles y, gracias a la sensibilidad producida por las sustancias químicas, quizá vean las cosas sin el espacio entre el observador y lo observado; pero cuando termina el efecto químico, regresan adonde estaban anteriormente con su temor, con su tedio, o sea, regresan a la vieja rutina, de ahí la necesidad de seguir tomando drogas. A menos que uno establezca las bases de la virtud, la meditación se convierte en una treta para controlar la mente, para aquietarla, para obligarla a adaptarse al modelo de un sistema que dice: «Haga estas cosas y obtendrá una gran recompensa». Pero una mente así, haga lo que haga con todos los métodos y sistemas que se ofrecen, seguirá siendo pequeña, mezquina, condicionada y, por lo tanto, sin valor. De manera que tenemos que averiguar qué es la virtud, qué es el recto actuar. ¿Es nuestro actuar el resultado del condicionamiento ambiental, de una sociedad, de una cultura en la cual hemos crecido y de acuerdo con la cual actuamos? ¿Es eso virtud? ¿O la virtud consiste en estar libre de la moralidad social de codicia, de envidia, y el resto de esas cosas, todo lo cual se considera altamente respetable? ¿Puede la virtud cultivarse? Y si puede cultivarse, ¿no se convierte entonces en una cosa mecánica y, por tanto, deja de ser por completo virtud? La virtud es algo vivo, que fluye, que se renueva constantemente a sí misma, y no puede cultivarse por medio del tiempo; es como sugerir que uno cultive la humildad, sin embargo, ¿es posible cultivar la humildad? Únicamente el hombre vanidoso cultiva la humildad, y no importa lo que cultive, seguirá siendo vanidoso. Pero si vemos con mucha claridad la


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naturaleza de la vanidad y del orgullo, en el mismo hecho de verlo hay liberación de la vanidad y del orgullo; y ese es un acto de humildad. Cuando vemos esto con claridad, entonces podemos proceder a descubrir lo que es la meditación. Si no podemos hacerlo con toda intensidad, de la forma más seria y definitiva, no sólo durante uno o dos días y después dejarlo, entonces, por favor, no hablemos de meditación. Comprender lo que es la meditación, es una de las cosas más extraordinarias; pero no es posible comprenderla a menos que uno no haya terminado con la búsqueda, con el manosear, con el deseo, con el aferrarse ávidamente a algo que consideramos la verdad, pero que sólo es nuestra propia proyección. La meditación no puede darse, a menos que cese toda demanda de experiencia, que comprendamos la confusión en la que vivimos, y el desorden de nuestra propia vida. Del darnos cuenta de ese desorden, surge el orden, un orden que no es un proyecto establecido. Si uno hace todo esto, que en sí mismo es meditación, entonces podemos preguntar no solamente lo qué es meditación, sino también lo que no es meditación, porque en el negar lo que es falso, está la verdad. Cualquier sistema o método que nos enseñe cómo meditar es falso. Eso lo podemos ver intelectualmente, lógicamente, porque si uno practica algo de acuerdo con un método, no importa lo noble, antiguo, moderno o popular que sea, se está convirtiendo en una máquina, está repitiendo algo una y otra vez, con el fin de conseguir un resultado. En la meditación el fin no es diferente de los medios; sin embargo, el método nos promete algo, es un medio para alcanzar un fin. Si el medio es mecánico, entonces el fin es también un producto de la mecánica; por eso la mente mecánica dice: «Conseguiré algo». Uno tiene que estar completamente libre de cualquier método o sistema, y ese es el comienzo de la meditación, porque está negando algo que es por completo falso y sin valor alguno.


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Por otra parte, hay personas que practican la percepción alerta (awareness). Ahora bien, ¿puede practicarse la percepción alerta? Si la practica, entonces está todo el tiempo desatento. Por lo tanto, estén atentos a la falta de atención, y no cómo practicar para estar atentos; si se dan cuenta de su falta de atención, entonces ese darse cuenta es atención, no necesitan practicarla. Entiendan esto, por favor, es tan claro y tan sencillo. No tienen que ir a Birmania, China, o a la India, lugares que consideramos románticos, aunque realmente no lo son. Recuerdo que una vez en India, estaba viajando en automóvil con un grupo de personas; iba sentado en la parte delantera junto al conductor, y en el asiento trasero había tres personas hablando sobre la percepción alerta, interesados en discutir conmigo lo que era la atención. El automóvil corría bastante y, justo en cierto momento, una cabra cruzó la carretera; como el conductor estaba algo distraído arrolló al pobre animal, mientras las personas que estaban detrás nuestro, seguían discutiendo lo que era la atención, pero nunca se dieron cuenta de lo que había sucedido. Se ríen, ¿verdad?; pero eso es lo que todos hacemos. Estamos intelectualmente interesados en la idea de la percepción alerta, en la investigación verbal y dialéctica de la opinión, pero no estamos alertas a lo que está realmente sucediendo. No se trata de practicar, sino ver “lo que es”. Eso trae la siguiente pregunta, ¿cómo puede controlarse el pensamiento? El pensamiento divaga de un lugar a otro; si uno quiere pensar en algo, el pensamiento se desvía hacia otra cosa diferente. Estas personas que dicen: practica, controla, concéntrate, piensa en un cuadro, en una oración, o en lo que sea, mientras el pensamiento deambula en otras direcciones, tienen que esforzarse para retener el pensamiento, y así empieza una batalla de forcejeo hacia adelante y hacia atrás. De manera que nos preguntamos, ¿qué necesidad hay de controlar el pensamiento, y cuál es la entidad que controlará? Por favor,


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escuchen atentamente. A menos que uno comprenda esta importante problemática, no puede captar el significado de la meditación. Cuando uno dice: «Debo controlar el pensamiento», ¿quién es el que controla, quién es el censor? ¿Es el censor diferente de la cosa que desea controlar, moldear o cambiarla en algo diferente? ¿No son ambas lo mismo? ¿Qué sucede cuando el pensador ve que él es el pensamiento, y efectivamente lo es, que el experimentador es la experiencia? ¿Qué hace uno entonces? ¿Están siguiendo esto? El pensador es el pensamiento y el pensamiento divaga constantemente; pero como el pensador cree que está separado del pensamiento, dice, «Debo controlarlo». Sin embargo, ¿es el pensador diferente de la cosa que llama pensamiento? Si no existe el pensamiento, ¿hay entonces un pensador? Ahora bien, ¿qué sucede cuando el pensador ve que él mismo es el pensamiento? ¿Qué sucede realmente cuando el pensador es el pensamiento y el observador es lo observado? ¿Qué sucede? En ese caso no hay separación ni división y, por lo tanto, no hay conflicto; de manera que no es necesario seguir controlando o moldeando el pensamiento. Bien, ¿qué sucede? ¿Sigue el pensamiento divagando? Antes se pretendía controlar y aprisionar el pensamiento, había el conflicto entre el pensador que quería controlar el pensamiento y el pensamiento que divagaba; eso es lo que sucede continuamente en todos nosotros. Pero, de súbito, hay un darse cuenta de que el pensador es el pensamiento, ese darse cuenta no es una afirmación verbal sino una realidad, ¿qué sucede entonces? ¿Sigue el pensamiento divagando? El pensamiento sólo divaga cuando el observador, que es el censor, es diferente del pensamiento; por eso, entonces puede decir: «Este pensamiento es correcto y éste es incorrecto», o bien, «como el pensamiento divaga tengo que controlarlo». Sin embargo, cuando el pensador se da cuenta de que es el pensamiento, ¿existe el divagar?


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Señores, investíguenlo, no lo acepten, véanlo por sí mismos. El conflicto aparece únicamente cuando hay resistencia y el pensador es quien genera la resistencia, porque cree que está separado del pensamiento; pero cuando el pensador se da cuenta de que es el pensamiento, entonces no hay resistencia; eso no quiere decir que el pensamiento vaya por donde quiera haciendo lo que le place, sino todo lo contrario, el concepto completo de control y la concentración sufren un cambio tremendo; se convierte en atención, que es algo completamente distinto. Cuando uno comprende la naturaleza de la atención, de que la atención puede ser directa, entonces se da cuenta de que es una cosa muy diferente de la concentración, porque la concentración es excluir. A partir de ahí, posiblemente pregunten: «¿Qué puedo hacer si no me concentro? ¿No es necesaria la concentración para hacer algo?». Pero, si están atentos, ¿eso les impide hacer cualquier cosa?, lo cual es muy diferente de la concentración. Atención significa estar atento; o sea, escuchar, oír, ver con la totalidad de nuestro ser, con nuestro cuerpo, nuestros nervios, nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra mente, nuestro corazón, con todo. En esa atención total en la cual no hay división, uno puede hacer cualquier cosa; y en esa atención no hay resistencia. Así pues, la siguiente pregunta es, ¿puede la mente, que incluye el cerebro, el cerebro que está condicionado, que es la consecuencia de miles y miles de años de evolución, que es el depósito de la memoria, puede esa mente estar en silencio? Porque únicamente cuando la mente permanece totalmente silenciosa y en calma hay percepción, hay un ver con claridad, porque la mente no está confundida. Bien, ¿cómo puede la mente permanecer en silencio, calmada? No sé si han podido darse cuenta por sí mismos, que para mirar un árbol, o una nube llena de luz y de gloria, tienen que mirarla completamente, en silencio, de lo contrario no la están viendo


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directamente, sino a través de alguna imagen placentera que tienen, o con el recuerdo de ayer; pero de hecho no la están viendo, lo que están viendo es la imagen y no el hecho. Entonces, uno se pregunta: ¿puede la totalidad de la mente, incluyendo el cerebro, estar en completo silencio? Personas muy serias, realmente muy comprometidas, se han formulado esta pregunta sin haber podido resolverla; han probado diferentes técnicas, han dicho que la mente puede aquietarse repitiendo ciertas palabras. Sin embargo, ¿han probado ustedes alguna vez de hacerlo, repetir el Ave María, o esas palabras sánscritas que algunas personas han traído de la India, o bien los mantras, de repetir ciertas palabras para aquietar la mente? No importa de qué palabra se trate, Coca Cola, cualquier palabra, si la repiten rítmicamente, si la repiten a menudo, verán como la mente se aquieta; pero entonces la mente se embotada, no es una mente sensitiva, atenta, activa, vital, apasionada, o intensa. Aunque una mente embotada pueda decir: «He tenido una experiencia trascendental tremenda», está engañándose a sí misma. De modo que no se trata de repetir palabras, ni de lograrlo mediante el esfuerzo. Aunque se han empleado diferentes técnicas para aquietar la mente, a pesar de eso, internamente uno sabe muy bien que cuando la mente permanece en silencio todo el problema ha terminado, porque entonces hay verdadera percepción. Por tanto, ¿cómo permanecerá la mente, incluyendo el cerebro, en completo silencio? Algunos dicen, respirando correctamente, aspirando el aire profundamente, o sea, introducir más oxígeno en la sangre; sin embargo, una pequeña mente mezquina puede intentar día tras día respirar profundamente y conseguirá aquietarse, pero seguirá siendo lo que es, una pequeña mente mezquina. Igual sucede con la práctica del Yoga; ¡se han mezclado tantas cosas en esto! Yoga significa actuar con eficiencia y no


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meramente la práctica de ciertos ejercicios necesarios para mantener el cuerpo saludable, fuerte y sensible, incluyendo el comer alimentos adecuados, no saciarse de carne, y todas estas cosas que no desean investigar porque muy probablemente todos ustedes comen carne. Actuar con eficiencia requiere una gran sensibilidad del cuerpo, cierta agilidad física, comer alimentos adecuadas, no lo que les dicta el paladar, o a los que están acostumbrados. Entonces, ¿qué debe hacer uno y quién formula esa pregunta? Vemos muy claramente que nuestras vidas están en desorden, tanto interna como externamente y, sin embargo, el orden es necesario, tal como el orden es necesario en las matemáticas, y ese orden surge únicamente observando el desorden, y no tratando de actuar conforme al arquetipo que otros y uno mismo consideran lo que es el orden. O sea, el orden surge cuando uno ve y se da cuenta del desorden; y también ve que la mente debe permanecer en completo silencio, en estado de atención, debe ser sensible, y no estar aprisionada en un hábito físico o psicológico. Ahora bien, ¿cómo lo haremos y quién formula la pregunta? ¿Es esa mente que parlotea sin cesar, que tiene tantos conocimientos, quién hace la pregunta? ¿Es esa mente que ha aprendido algo nuevo y dice: «Sólo puedo ver claramente cuando estoy en silencio y, por lo tanto, tengo que esta en silencio»? De ahí, que esa mente a continuación pregunte: «¿Cómo lograré estar en silencio?». Sin duda alguna, esa pregunta en sí misma es errónea; en el momento que uno pregunta “cómo”, está buscando un sistema y, en consecuencia, destruye lo que está investigando; y lo que estamos investigando es, ¿cómo puede la mente estar en completo silencio?; no por medio de métodos repetitivos, no forzándola ni obligándola a estar quieta. Una mente no obligada a estar en silencio, es extraordinariamente activa, sensitiva y está atenta; pero en el


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momento que uno pregunta “cómo hacerlo”, surge la división entre el observador y la cosa observada. Cuando uno comprende que no existe método, ni sistema, ni mantra, ni maestro, ni nada en el mundo que pueda ayudarle a estar en silencio, cuando uno comprende la verdad de que sólo una mente en silencio puede darse cuenta de las cosas, entonces la mente se vuelve sumamente silenciosa; es como ver un peligro y evitarlo. De la misma manera, el ver que la mente tiene que estar en completo silencio, eso silencia la mente. Lo importante es la calidad del silencio. Una mente mezquina puede estar muy quieta, porque tiene su propio pequeño espacio donde mantenerse quieta; pero ese pequeño espacio, con su pequeña quietud, es la cosa más muerta que hay, ya saben lo que eso significa. No obstante, una mente que tiene espacio ilimitado, que tiene esa quietud, ese silencio, esa mente no tiene un centro como el “yo”, como el observador, esa mente es por completo diferente. De tal modo que en ese silencio no existe el observador en absoluto; esa calidad de silencio tiene un vasto espacio sin fronteras y está intensamente activo; la actividad de ese silencio es completamente distinta de la actividad egocéntrica. Si la mente ha ido tan lejos, en realidad no está tan lejos, si uno sabe mirar está siempre aquí, quizás entonces lo que el hombre ha buscado por siglos, Dios, la verdad, lo inconmensurable, lo indescriptible, lo intemporal, todo se manifiesta en el presente; sin ser invitado, aquí está. Ese es un hombre bienaventurado, porque se le han manifestado la verdad y el éxtasis. ¿Podemos hablar sobre esto haciendo algunas preguntas? Seguramente me preguntaran, ¿qué valor tiene todo esto en nuestras vidas diarias?, tengo que vivir, ir a la oficina, también están la familia, el jefe y la competencia, ¿qué relación tiene mi vida con lo que usted dice? ¿No harán esa pregunta? Si la hacen, es porque no han estado siguiendo todo lo que se ha dicho esta


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mañana. La meditación no es algo diferente de la vida cotidiana; no es retirarse en un rincón de una habitación a meditar durante diez minutos, para luego salir y seguir siendo un carnicero, tanto metafóricamente como de hecho. La meditación es una de las cosas más serias; mediten todo el día, en la oficina, estando con la familia, cuando dicen a alguien, «Te amo»; cuando cuidan a sus hijos, cuando los educan para que sean soldados, para que maten, para que sean nacionalistas, para que rindan culto a la bandera, y cuando los educan para que caigan en esta trampa del mundo moderno. Observar todo eso, darse cuenta de que uno forma parte, eso es meditación. Y cuando medite así, descubrirá una belleza extraordinaria; actuarán de forma correcta en cada ocasión, y si en un momento determinado se equivocan, no importa, regresarán y lo solucionarán, no malgastaran el tiempo en lamentaciones. La meditación es parte de la vida y no algo diferente. Interlocutor: ¿Puede decirnos algo sobre la pereza? Krishnamurti: ¿La pereza? En primer lugar, ¿qué hay de malo en la pereza? No confundamos la pereza con disponer de tiempo libre. Lamentablemente, la mayoría de nosotros somos perezosos y con cierta predisposición a ser indolentes, por eso nos forzamos a ser activos, de tal forma que aún nos volvemos más perezosos. Cuanto más resista la pereza, más perezoso me vuelve; sino observe la pereza por la mañana cuando se despierta con una sensación terrible de pereza, sin deseos de hacer nada. ¿Por qué el cuerpo se vuelve perezoso? Probablemente porque uno ha comido demasiado, o se ha excedido en el sexo; o bien, porque uno ha hecho de todo durante el día y la noche anterior, y el cuerpo se siente cansado, pesado; por eso, el cuerpo dice, por amor de Dios, déjenme un


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rato tranquilo; de manera que uno tiene que forzarlo para que se mueva; pero como uno no aprende de su propia vida, termina tomando una píldora para sentirse activo. Sin embargo, si uno observa, se da cuenta de que el cuerpo tiene su propia inteligencia, pero es necesario ser muy inteligente para observar la inteligencia del cuerpo. Acostumbramos a forzar el cuerpo, a estimularlo, a comer carne, a beber, a fumar, y a todas esas cosas que ya conocen; y, como consecuencia, el cuerpo pierde su propia inteligencia natural. Ahora bien, para permitir que el cuerpo actúe con inteligencia, la mente tiene que ser inteligente y dejar de interferir en el cuerpo. Si lo intentan, verán que la pereza experimenta un cambio tremendo. Tenemos también la cuestión del tiempo libre. Cada día más, la gente dispone de tiempo libre, especialmente en las sociedades opulentas. ¿Qué hacer con el tiempo libre? Ese es el problema; más diversión, más cine, más televisión, más libros, más parloteo, más paseos en botes, más críquet; ya saben, de un lado a otro, matando el tiempo libre con toda clase de actividades. La Iglesia dice que lo dediquemos a Dios, asistiendo a la misa y rezando, todo una serie de tretas que siempre han utilizado, pero que no dejan de ser una forma cualquiera de entretenimiento; o sino, nos dedicamos a conversar interminablemente de esto y de aquello. Entonces, si disponen de ocio ¿lo utilizarán para volverse hacia lo interno o hacia lo externo? La vida no es sólo vida interior; la vida es movimiento, es como la marea que fluye y refluye. Bien, ¿qué hará con el tiempo libre? ¿Volverse más erudito, más hábil en citar libros? ¿Se irá por el mundo dando conferencias, cosa que desafortunadamente hago yo, o se volverá hacia lo profundo de sí mismo? Para poder profundizar muy hondo en lo interno, tiene también que comprender lo externo; mientras más se comprende lo externo, no simplemente el hecho de la distancia entre aquí y la luna, ni el conocimiento técnico, sino los movimientos externos de la sociedad, de las


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naciones, las guerras, y el odio que hay en todas partes, cuando más comprenden lo externo, entonces pueden penetrar hondamente en lo interno, y esa profundidad no tiene límites. Uno no puede decir, «He llegado al final, esto es la iluminación». Nadie puede darnos la iluminación; la iluminación llega cuando se comprende la confusión, y para comprender la confusión uno tiene que observarla. I: Si dice que el pensador y el pensamiento no están separados; si dice que nosotros creemos que el pensador está separado y, por eso, trata de controlar al pensamiento; eso nos lleva al tema de la dificultad y la complejidad de la mente, y de que no es posible que haya silencio. Pero, si el pensador es el pensamiento, lo que no comprendo es, ¿cómo inicialmente surge la separación? O sea, ¿cómo es posible que el pensamiento luche consigo mismo? K: Si de hecho son uno, ¿cómo surge la separación entre el pensador y el pensamiento? ¿Es eso una realidad para usted? ¿Es un hecho real que el pensador es el pensamiento, o cree que debería ser así y, por consiguiente, no es una realidad? Para comprenderlo, debe tener mucha energía; es decir, cuando mira un árbol debe tener la suficiente energía para no permitir que surja la división entre yo y el árbol; comprender esto, requiere tremenda energía. Ahora bien, si no hay división, entonces no hay conflicto entre uno y el árbol, no hay control de uno sobre el otro. Sin embargo, la mayoría estamos condicionados con la idea de que el pensador es diferente del pensamiento y, de ahí, surge el conflicto. I: ¿Por qué encontramos tan difícil comprendernos?


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K: Porque nuestras mentes son muy complejas, ¿no es así? No somos personas sencillas que miran las cosas con sencillez, nuestras mentes son complicadas; y la sociedad al evolucionar, se vuelve más y más compleja, al igual que nuestras mentes. Para comprender algo muy complejo, uno tiene que ser muy sencillo; para comprende un problema muy difícil, debe observar el problema sin introducir en la investigación todas las conclusiones, respuestas, suposiciones, y teorías que conoce. Si al mirar un problema sabe que la respuesta está en el mismo problema, entonces la mente se vuelve muy sencilla; esa sencillez está en la observación y no en el problema, que puede ser complejo. I: ¿Cómo puedo ver la totalidad, el todo, como una unidad? K: Estamos acostumbrados a ver las cosas en fragmentos, a mirar el árbol, la esposa, la oficina, el jefe, cada cosa separada. Entonces, ¿cómo puedo ver el mundo, del cual soy parte, de forma completa y total, sin divisiones? Ahora, señor, simplemente escuche, ¿quién contestará esa pregunta? ¿Quién le dirá cómo debe mirar? ¿El que habla? Al formular la pregunta, espera una contestación, pero ¿de quién? Si es realmente una pregunta seria, no estoy diciendo que no lo sea, si de verdad es importante, ¿cuál es el problema? En ese caso, el problema es que no puedo ver la totalidad de las cosas, porque las miro en fragmentos. Entonces, ¿cuál es la razón de que la mente mire las cosas en fragmentos? ¿Por qué lo hace? ¡Amo a mi esposa y odio al jefe!, ¿comprende lo que eso significa? Si amo a mi esposa, debo amar también a todo el mundo, ¿verdad? No digan que sí, porque no aman a sus esposas ni a sus hijos, no los aman, aunque puedan decirlo. Si amaran a sus esposas y a sus hijos, los educarían de forma diferente, se ocuparían de ellos, no sólo en lo económico, sino de


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manera diferente. Únicamente cuando hay amor no existe división; ¿comprende, señor? Cuando odia genera división, porque entonces está ansioso, es codicioso, envidioso, cruel, violento; pero cuando ama, no con su mente, no siendo el amor una palabra, ni siendo placer, cuando realmente ama, entonces el placer, el sexo, y todo eso, tienen una cualidad diferente; en ese amor no hay división. La división surge cuando hay miedo; pero cuando uno ama, no hay yo y el otro, nosotros y ellos. Seguramente, ahora dirá: «¿Cómo puedo amar? ¿Cómo conseguiré ese perfume?». Sólo hay una respuesta a eso, mírese a sí mismo, obsérvese; no luche consigo mismo, sino observe, y de esa observación, de ese ver las cosas como son, quizás entonces surja ese amor. Pero tiene que trabajar muy duro cuando observa, no puede ser perezoso, ni estar desatento. Londres, 23 de marzo de 1969


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SECUNDA PARTE

4. ¿PUEDE CAMBAIR EL HOMBRE? La energía; malgastar la energía en el conflicto. Si observamos las condiciones actuales en el mundo, vemos lo que sucede: revueltas estudiantiles, prejuicios de clase, conflicto entre el negro y el blanco, guerras, confusión política, y las divisiones causadas por los nacionalismos y las religiones; también podemos ver el antagonismo, la hostilidad, la ansiedad, la depresión, la falta de amor, y el miedo. ¿Por qué aceptamos todo esto? ¿Por qué aceptamos el ambiente social y moral, cuando sabemos muy bien que es totalmente inmoral? Si sabemos todo eso, no de forma emocional o sentimental, sino observando el mundo y a nosotros mismos, ¿por qué vivimos de este modo? ¿Por qué nuestro sistema educativo no forma verdaderos seres humanos, en vez de entidades mecánicas entrenadas para aceptar ciertos empleos y finalmente morir? La educación, la ciencia y la religión, en realidad no han resuelto nuestros problemas. Al ver toda esta confusión, ¿por qué cada uno de nosotros lo aceptamos y nos adaptamos, en vez de liberarnos internamente de todo este proceso? Creo que debemos hacernos esta pregunta, no intelectualmente, ni para encontrar algún dios, alguna comprensión, alguna felicidad concreta que inevitablemente nos conducirá a las diferentes variedades de evasiones, sino observando en silencio, con una mirada firme, sin juzgar ni evaluar. Como personas adultas que somos, debemos preguntarnos por qué vivimos


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de esta manera: vivir, luchar y morir. Si nos hacemos esta pregunta con toda seriedad, con toda la intención de comprenderla, entonces no tenemos ninguna necesidad de filosofías, teorías o ideas especulativas. Lo importante no es lo que debería o podría ser, ni qué principio debemos seguir, o qué ideales debemos tener, ni cuál religión o gurú debemos aceptar; todas estas soluciones, es obvio que no tienen ningún sentido, si afrontamos la confusión, la miseria, y los interminables conflictos en que vivimos. Hemos convertido la vida en un campo de batalla, cada familia, cada grupo, y cada nación, en contra de la otra. Al verlo, no como una idea, sino como algo que realmente sucede, y deben afrontar, se preguntarán el sentido que tiene todo esto. Entonces, ¿por que seguimos así, sin vivir realmente, sin amar, sino llenos de miedo y de terror hasta que morimos? Ahora bien, si se formulan esta pregunta, ¿qué harán? No pueden hacer esta pregunta a personas que están cómodamente establecidas en los ideales de la familia y con una casa confortable, que tienen algún dinero o que son muy respetables y burguesas. En el caso de que estas personas se hicieran preguntas, las interpretarían de acuerdo con sus propias exigencias de satisfacciones. Sin embargo, como el problema que estamos tratando es muy humano, muy común, que toca la vida de todos nosotros, ricos y pobres, viejos y jóvenes, ¿por que entonces vivimos esta vida monótona, sin sentido, trabajando durante cuarenta años en una oficina, en un laboratorio, o en una fábrica, engendrando unos cuantos hijos, educándolos en forma absurda, y finalmente morir? Si queremos encontrar la respuesta, creo que debemos hacernos esta pregunta con todo nuestro. De ser así, entonces la siguiente cuestión es, si los seres humanos pueden cambiar radical y fundamentalmente, de tal manera que sean capaces de mirar el mundo de forma nueva, con un corazón y unos ojos diferentes, sin que


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nunca más vuelvan a sentir odio, antagonismo, o prejuicios raciales, sino con una mente que sea muy clara, que tenga tremenda energía. Cuando vemos las guerras, las divisiones absurdas que las religiones han generado, la separación entre el individuo y la comunidad, la familia en oposición al resto del mundo, cada ser humano aferrado a cierto ideal particular, dividiéndose a sí mismo en yo y el otro, nosotros y ellos; al ver todo eso, tanto objetiva como psicológicamente, sólo nos queda una pregunta, un problema fundamental: si la mente humana, que está tan fuertemente condicionada, puede cambiar. No cambiar en alguna futura encarnación, o al final de la vida, sino cambiar radicalmente ahora, de modo que se convierta en una mente nueva, fresca, joven, inocente, libre de carga, para saber lo que significa amar y vivir en paz. Creo que éste es el único problema. Si lo resolvemos, cualquier otro problema económico o social, todas estas cosas que conducen a la guerra, terminarán y habrá una estructura social diferente. Por tanto, nuestra pregunta es si la mente, el cerebro y el corazón pueden vivir como si fuera por vez primera, incontaminados, renovados, inocentes, sabiendo lo que significa vivir en felicidad, con gran entusiasmo y profundo amor. Como saben, hay un peligro al escuchar cuestiones retóricas, pero eso no es una cuestión retórica en absoluto, se trata de nuestra vida; no estamos interesados en palabras o ideas. La mayoría de nosotros estamos atrapados en palabras, nunca llegamos a comprender que la palabra no es la cosa, que la descripción nunca es la cosa descrita. Así pues, si durante estas charlas tratamos de comprender este problema apremiante de cómo la mente humana, que de hecho incluye el cerebro, la mente y el corazón, a través de los siglos ha sido condicionada por la propaganda, por el miedo, y otras influencias, a partir de ahí estaremos en condiciones de preguntar si es posible que esa mente experimente una


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transformación radical, de modo que el hombre sea capaz de vivir pacíficamente en todo el mundo, con gran amor, con gran éxtasis, y contactar con aquello que es inconmensurable. Así que nuestro problema es, si la mente que está tan recargada de recuerdos y tradiciones pasadas, puede sin esfuerzo, sin lucha o conflicto, encender dentro de sí misma la llama del cambio que calcine los residuos del ayer. Una vez formulado esta pregunta, que estoy seguro toda persona seria y reflexiva se hace, ¿por dónde empezaremos? ¿Empezaremos por lo externo, por los cambios en el mundo burocrático, por la estructura social? ¿O empezaremos por lo interno, o sea, lo psicológico? ¿Debemos estudiar el exterior con todo el conocimiento tecnológico, las maravillas que el ser humano ha realizado en el campo científico, debemos empezar por ahí para generar una revolución? El hombre ya lo ha intentado en múltiples ocasiones; ha dicho, que cuando las cosas externas cambien radicalmente, tal y como lo han intentando todas las revoluciones sangrientas de la historia, entonces el hombre cambiará y será un ser humano feliz. La revolución comunista y otras revoluciones, han dicho, establezcamos el orden externo y tendremos el orden interno. También han dicho que el orden interno no es importante, lo que importa es que tengamos orden en el mundo externo, que por supuesto es un orden idealista, una utopía en nombre de la cual millones han muerto. Por consiguiente, vamos a empezar por lo interno, por lo psicológico; lo cual no significa que aceptemos el presente orden social, con toda su confusión y desorden. Ahora bien, ¿existe una división entre lo interno y lo externo? ¿O hay un movimiento en el cual lo interno y lo externo son un solo movimiento, y no dos cosas separadas? Creo que eso es muy importante, si tenemos que establecer una comunicación que no sea únicamente verbal, el uso del inglés como nuestro idioma común,


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utilizando palabras que comprendemos todos, sino también una comunicación con bases diferentes, porque vamos a investigar con toda seriedad y muy profundamente las cosas; por lo tanto, debemos tener una comunicación verbal, pero también ir más allá de lo verbal; debemos tener comunión, lo cual significa que todos estamos profundamente interesados, dispuestos a mirar este problema con afecto, y con la necesidad de comprenderlo, de tal manera que además de la comunicación verbal, estemos también en comunión profunda, en la cual no haya acuerdo o desacuerdo. Ambos, el acuerdo y el desacuerdo, nunca deben aparecer, porque no estamos tratando con ideas, con opiniones, con conceptos o ideales, sino que estamos interesados en el problema de la transformación humana; de tal modo que las opiniones, la mía o la suya, no tengan ningún valor. Si dicen que es imposible que los seres humanos cambien, que durante miles de años siempre han sido así, entonces se han bloqueado a sí mismos, y no podrán seguir investigando o explorando; y si dicen que es posible, entonces viven en un mundo de posibilidades, no de realidades. De manera que uno debe abordar esta cuestión sin decir que es posible o no es posible cambiar; sino afrontándola con una mente espontánea, ávida por descubrir, y lo suficientemente dinámica para investigar y explorar. Así pues, no sólo debemos establecer una comunicación verbal clara, sino que también debe haber comunión entre el que habla y uno mismo, un sentimiento de afecto y amistad, que sólo existe cuando todos estamos tremendamente interesados en algo. Si un esposo y una esposa están profundamente interesados en sus hijos, descartan todas las opiniones, sus propias preferencias particulares, porque están dedicados a los hijos; en esa dedicación hay gran afecto, y la acción no es una opinión basada en el control. Igualmente, debemos tener ese sentimiento de comunión profunda entre nosotros, de manera que ambos estemos


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afrontando el mismo problema, con la misma intensidad, y al mismo tiempo. Si es así, entonces estableceremos esa comunión, que sólo ella hace posible una comprensión profunda. Así pues, tenemos el problema de cómo puede la mente, que está tan profundamente condicionada, cambiar de manera radical. Espero que se planteen este problema, porque a menos que exista una moralidad que no sea la moralidad social, a menos que haya una austeridad que no sea la austeridad del sacerdote con su dureza y violencia, a menos que haya un profundo orden interno, la búsqueda de la verdad, de la realidad, de Dios, o cualquier nombre que gusten darle, no tiene ningún sentido plantearla. Quizás, aquellos que han venido aquí tratando de encontrar a Dios, o en busca de alguna experiencia misteriosa, se sientan desilusionados, porque si no tienen una mente nueva, vital, y unos ojos que puedan ver lo que es verdadero, no pueden comprender lo inconmensurable, lo indescriptible, lo que es. Si meramente desean experiencias más amplias y profundas, pero llevan una vida mezquina y sin sentido, entonces las experiencias que puedan conseguir no tendrán valor alguno. Debemos investigar esto juntos, aunque encuentren esta cuestión muy compleja, porque hay muchas cosas envueltas en ella. Para comprenderla tiene que haber libertad y energía; ambas cosas son necesarias, o sea, gran energía y libertad para observar. Si están atados a una creencia en particular o a una imaginaria utopía determinada, es obvio que no estarán libres para observar. Tenemos la complejidad de la mente, que está condicionada como católica o protestante, que busca seguridad, que es prisionera de la ambición y la tradición, que es superficial, excepto en el campo tecnológico, como el ir a la luna que es un logro maravilloso, pero a pesar de eso los que han construido la nave espacial sus propias vidas son


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mezquinas, insignificantes, celosas, llenas de ansiedad, de ambición, y sus mentes están condicionadas, nos preguntamos si una mente así puede liberarse completamente de todo condicionamiento, de manera que sea posible vivir una vida enteramente diferente. Si queremos descubrirlo, tiene que haber libertad para observar, no como cristiano, hindú, holandés, alemán, ruso, o cualquier otra cosa, libertad para observar claramente, lo cual significa que la propia observación es acción. Esa misma observación produce una revolución radical y, para ser capaces de tal observación, necesitamos gran energía. De manera que vamos a averiguar por qué los seres humanos no tienen la energía, la fuerza, la intensidad para cambiar. Sin embargo, tenemos mucha energía para pelear, para matarnos los unos a los otros, para dividir el mundo, o ir a la luna, tenemos suficiente energía para estas cosas; pero aparentemente no tenemos energía para cambiar nosotros mismos de manera radical. Así que nos preguntamos, ¿por qué no tenemos esta energía tan necesaria? Me gustaría saber cuál es su respuesta cuando se les plantea una cuestión semejante. Como decíamos, el hombre tiene suficiente energía para odiar, para pelar cuando hay guerra, cuando desea escapar de lo que realmente es; tiene suficiente energía para evadirse mediante las ideas, el entretenimiento, los dioses o la bebida; cuando desea placer, sexual o de otra clase, tiene gran energía para perseguir esas cosas; igualmente tiene cierta inteligencia para dominar el entorno, y tiene energía para vivir en el fondo del mar o en los cielos, para todo eso tiene mucha vitalidad y energía, pero aparentemente no tiene energía para cambiar incluso el hábito más pequeño, ¿por qué? Seguramente, porque consume esa energía en el conflicto interno. No estoy tratando de persuadirlos en nada, ni hago


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propaganda, o sustituyo viejas ideas con otras de nuevas; simplemente estamos tratando de descubrir, de comprender. Como saben, somos conscientes de que debemos cambiar. Vamos a tomar como ejemplo la violencia y la crueldad; porque son hechos reales. Los seres humanos son crueles y violentos; han construido una sociedad que es violenta, a pesar de todo lo que han dicho las religiones sobre el amor al prójimo y a Dios; todas esas cosas que han dicho son meras ideas, no tienen valor alguno, porque el hombre sigue siendo cruel, violento y egoísta; y como es violento, inventa el opuesto, que es la no-violencia. Por favor, examinen esto conmigo. El hombre está constantemente intentando dejar de ser violento, de modo que hay conflicto entre lo que es, violento, y lo que debería ser, la no-violencia; de modo que hay un conflicto entre ambas cosas; esa es la razón misma del desperdicio de energía. Mientras exista la dualidad entre “lo que es” y “lo que debería ser”, tratando de ser diferente y haciendo un esfuerzo por alcanzar lo que “debería ser”, en ese conflicto la energía se desperdicia, y mientras haya este conflicto entre los opuestos, no dispondremos de suficiente energía para cambiar. Entonces, ¿por qué necesito tener un opuesto, como la no-violencia, o un ideal? El ideal no es real, no tiene sentido, sólo conduce a diferentes formas de hipocresía, como el ser violento y pretender no serlo, o decir que es un idealista y que finalmente conseguirá ser pacífico; eso es un gran pretexto, una excusa, porque le tomará muchos años dejar de ser violento, de hecho, puede que nunca lo logre, pero entre tanto seguirá siendo hipócrita y violento. De modo que si podemos, no como una teoría sino de verdad, descartar por completo todos los ideales y tratar sólo con el hecho que es la violencia, entonces no desperdiciaremos la energía. Es muy importante comprender esto, porque no es una teoría particular del que habla. Mientras el hombre


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viva en el corredor de los opuestos, malgastará la energía y, por tanto, nunca podrá cambiar. Sin embargo, de un plumazo pueden barrer con todas las ideologías y todos los opuestos. Por favor, investíguenlo y compréndanlo; es realmente extraordinario ver lo que sucede. Si alguien que está enojado pretende, o trata de no estarlo, empieza el conflicto; pero si dice: «Observaré lo que es el enojo, sin tratar de escapar o de racionalizarlo», entonces hay energía para comprenderlo y para terminar con el enojo. Si meramente desarrollamos la idea de que la mente debe estar libre de condicionamiento, continuará la dualidad entre el hecho y “lo que debería ser” y, por lo tanto, desperdiciaremos la energía. Mientras que si decimos: «Investigaré la forma cómo la mente se condicionada», eso será lo mismo que ir a un cirujano cuando uno tiene cáncer, el cirujano se interesará en operar y extirpar la enfermedad; pero si uno está pensando en el maravilloso tiempo que podrá disfrutar después de curarse, o tiene miedo de la operación, eso es un desperdicio de energía. Así pues, estamos únicamente interesados en el hecho de que la mente está condicionada, y no en que la mente “debería ser libre”, porque si la mente deja de estar condicionada, es libre. De manera que vamos a investigar, a examinar muy de cerca, la razón de por qué la mente está tan condiciona, cuáles son las circunstancias que han producido este condicionamiento, y por qué aceptamos eso. En primer lugar, la tradición juega un papel enorme en la vida, y el cerebro se ha desarrollado en esa tradición para tener seguridad física; uno no puede vivir sin seguridad, esa es la primera y primordial necesidad animal, la de tener seguridad física, albergue, comida y ropa. Pero la forma como utilizamos psicológicamente esa necesidad de seguridad, es la causante del caos dentro y fuera de uno. La psiquis, que es la propia estructura del pensamiento, también quiere


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tener seguridad interna en todas sus relaciones, y de ahí surge el problema. Sin duda tiene que haber seguridad física para todos, no sólo para unos pocos, pero esa seguridad física para todos es negada, cuando buscamos la seguridad psicológica mediante la nacionalidad, la religión o la familia. Espero que lo comprendan y establecer así alguna comunicación entre nosotros. De manera que está el condicionamiento necesario para la seguridad física, pero cuando existe la búsqueda y demanda de seguridad psicológica, entonces el condicionamiento se vuelve tremendamente poderoso. O sea, en lo psicológico, en nuestra relación con las ideas, con la gente y las cosas, queremos seguridad, pero ¿existe seguridad alguna en cualquier relación? Es obvio que no. Desear seguridad psicológica es negar la seguridad física. Si quiero estar psicológicamente seguro como hindú, con todas las tradiciones, supersticiones e ideas, me identifico con la unidad más grande, lo cual me brinda gran comodidad; por eso rindo culto a la bandera, a la nación, a la tribu, y me separo del resto del mundo; pero esa división produce inevitablemente inseguridad física. Cuando rindo culto a la nación, a las costumbres, a los dogmas religiosos, a las supersticiones, me separo a mí mismo dentro de esas categorías y, entonces, es obvio que estoy negando la seguridad física a todos los demás. La mente necesita seguridad física, pero la negamos cuando buscamos seguridad psicológica; esto es un hecho, no es una opinión, es así. Cuando busco seguridad en mi familia, en mi esposa, en mis hijos, en mi casa, estoy en contra los demás, separado de otras familias, y en contra del resto del mundo. Uno puede ver muy claramente cómo comienza el condicionamiento, cómo dos mil años de propaganda en el mundo cristiano han hecho que la gente sea devota de esta cultura, mientras en Oriente ha sucedido exactamente lo mismo. De modo que la mente a través de la propaganda,


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de la tradición, del deseo de seguridad, empieza a condicionarse. Ahora bien, ¿es posible tener alguna seguridad psicológica en la relación con las ideas, con las personas, y con las cosas? Si la relación significa estar en contacto directo con las cosas, no estaremos relacionados a menos que haya contacto. Si tengo una idea, una imagen de mi esposa, no estoy en relación con ella, y aunque podamos dormir juntos eso no significa que estoy relacionado, porque mi imagen impide el contacto directo con ella. De igual manera, la imagen que ella tiene de mí, impide el contacto directo conmigo. Entonces, ¿existe esa certeza o seguridad psicológica que la mente busca? Cuando observamos muy de cerca cualquier relación, es evidente que no hay ninguna seguridad. ¿Qué sucede en el caso del esposo y la esposa, o de un muchacho o una muchacha, que desean establecer una relación sólida? Si el esposo o la esposa miran a otra persona, surgen el temor, los celos, la ansiedad, la ira y el odio, de modo que no existe una relación segura; no obstante, la mente todo el tiempo quiere sentir que posee. Por tanto, ése es el factor del condicionamiento, que surge a través de la propaganda, de los periódicos, las revistas, o desde el púlpito; por eso, uno se vuelve tremendamente consciente de la necesidad de no depender de influencias externas; porque descubre la importancia de no estar influenciado. Por favor, escuchen esto. Cuando leen un periódico, una novela, o cualquier libro, consciente o inconscientemente, están siendo influenciados; hay cierta presión o esfuerzo para clasificar lo leído en alguna categoría. Ese es todo el propósito de la propaganda; empieza en la escuela y luego vamos por la vida repitiendo lo que otros han dicho; por tanto, somos seres de segunda mano. Ahora bien, ¿cómo puede un ser humano de segunda mano, descubrir algo que sea original, que sea verdadero? Es muy importante comprender qué es el condicionamiento e


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investigarlo muy profundamente, porque a medida que lo observan, tendrán la energía para romper con todos esos condicionamientos que aprisionan la mente. Quizá deseen ahora hacer preguntas y así profundizar en esta cuestión, pero debemos tener en cuenta que es muy fácil formular preguntas, sin embargo hacer la pregunta correcta es una de las cosas más difíciles; lo cual no significa que les impida hacer preguntas, debemos preguntar, dudar de todo lo que otros hayan dicho, de los libros, las religiones, las autoridades, ¡dudar de todo! Tenemos que investigar, dudar, ser escépticos, pero también debemos saber cuándo dejar el escepticismo de lado y formular la pregunta correcta, porque en esa misma pregunta está la respuesta. De manera que si desean preguntar, háganlo, por favor. Interlocutor: ¿Está usted loco, señor? Krishnamurti: ¿Le pregunta al que habla si está loco? Bien. Me gustaría saber qué quiere decir con esa palabra “loco”, ¿quiere decir desajustado, mentalmente enfermo, con ideas peculiares, neurótico? Creo que todo esto está implícito en la palabra “loco”. Entonces, ¿quién lo valorará, usted, yo, o alguien más? ¿Una persona loca es la que valorará quién está o no está loco? Cuando juzga si el que habla está equilibrado o desequilibrado, ¿no es ese juicio parte de la locura de este mundo? ¿Cómo juzgar a alguien sin saber nada sobre él, excepto su reputación, o la imagen que tiene de él? Si juzga de acuerdo con la reputación y la propaganda que ha recibido, ¿cree que está capacitado para juzgar? Emitir un juicio implica vanidad; tanto si el juez es o no neurótico, siempre hay vanidad. Por tanto, ¿puede la vanidad percibir lo que es verdadero? ¿No se necesita mucha humildad para mirar, para comprender, para amar? Señor, una de las cosas más


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difíciles en este mundo insólito y desequilibrado, es ser sensato. La cordura significa no tener ilusiones, no tener imagen alguna de uno mismo, o de otro. Si dice: «Soy esto o aquello, soy grande o pequeño, soy bueno o noble», todos estos calificativos son imágenes de uno mismo. Cuando uno tiene una imagen de sí mismo, seguramente no es sensato y vive en un mundo de ilusión. Me temo que la mayoría de nosotros vivimos así. Cuando se llama a sí mismo holandés, perdóneme por hablar así, no está muy equilibrado, porque se separa a sí mismo, se aísla, al igual que otros lo hacen cuando se llaman a sí mismos hindúes. Esas divisiones nacionalistas y religiosas, con sus ejércitos, sus sacerdotes, evidencian un estado de desequilibrio mental. I: ¿Podemos comprender la violencia sin tener su opuesto? K: Cuando la mente quiere seguir siendo violenta, inventa el ideal de la no-violencia. Mire, esto es muy sencillo. Quiero seguir siendo violento, cruel, eso lo que soy y lo que son los seres humanos, pero tengo la tradición que durante diez mil años ha dicho: «Cultiven la no-violencia». De modo que existe el hecho de que soy violento y el pensamiento que dice: «Cuidado, no tienes que ser violento». Por tanto, ese es mi condicionamiento y, ¿cómo voy a liberarme de mi condicionamiento de manera que pueda observar, pueda permanecer con la violencia, comprenderla, profundizar en ella, y ponerle fin?, no sólo en el nivel superficial, sino también profundamente, en el llamado nivel inconsciente. ¿Cómo puede la mente evitar quedarse atrapada en el ideal? ¿Es ésa la pregunta? Escuchen, por favor. No estamos hablando de Martin Luther King, del señor Gandhi, o de X, Y, Z. No estamos en absoluto interesados en esas


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personas; ellos tienen sus ideales, su condicionamiento, sus ambiciones políticas, y nada de eso me interesa. Nosotros estamos tratando con lo que somos, seres humanos, y como seres humanos somos violentos, estamos condicionados por la tradición, por la propaganda, por la cultura, condicionados para crear los opuestos; usamos el opuesto cuando nos conviene y no lo usamos cuando no nos interesa; de diferentes maneras lo utilizamos política o espiritualmente. Pero lo que estamos diciendo ahora, es que la mente cuando quiere permanecer con la violencia y comprenderla totalmente, entonces la tradición y la costumbre vienen a interferir, y dicen: «Debes tener el ideal de la no-violencia». De modo que tenemos el hecho y la tradición; bien, ¿cómo la mente romperá con la tradición para dedicar toda su atención a la violencia? Ese es el problema; ¿lo han comprendido? Tenemos el hecho de que soy violento y está la tradición que dice que no debo serlo. Vamos a mirar ahora únicamente la tradición, no la violencia. Si la tradición interfiere cuando presto atención a la violencia, ¿por qué interfiere? No estoy interesado en comprender la violencia, sino en comprender por qué interviene la tradición, ¿entienden? Si pongo mi atención en la tradición, entonces no hay interferencia. De manera que descubro por qué la tradición juega un papel tan importante en la vida de uno; siendo la tradición un hábito, ya sea el hábito de fumar, de beber, del sexual, o de hablar excesivamente. Entonces, ¿por qué tenemos hábitos? ¿Nos damos cuenta que los tenemos? ¿Somos conscientes de nuestras tradiciones? Si no son plenamente conscientes, si no comprenden la tradición, el hábito, la rutina, todo eso inevitablemente afectará e interferirá con lo que desean observar. Una de las cosas más fáciles de hacer es vivir en hábitos, pero dejar de tenerlos puede significar muchas cosas, por ejemplo, perder mi empleo. Por eso tengo miedo de dejarlos, porque vivir con los hábitos me da cierta seguridad, me da certeza, porque todos los


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demás seres humanos hacen lo mismo. Encontrarse de pronto siendo holandés y decir: «No soy holandés», provoca un sobresalto, lo cual genera miedo; y si dice: «Estoy en contra de todo este orden establecido, el cual es desorden», inmediatamente será discriminado, y como entonces sentirá miedo, seguirá aceptando. Por eso la tradición juega un papel tan importante en la vida. ¿Han tratado alguna vez de comer un alimento que no tienen la costumbre de comerlo? Inténtenlo, verán cómo el estómago y la lengua se revelan; pero si tienen el hábito de fumar, seguirán fumando, o para romper con ese hábito consumirán años luchando con él. De manera que la mente encuentra seguridad en los hábitos cuando dice, «Mi familia, mis hijos, mi casa, mis muebles». Cuando decimos, «Mis muebles», somos esos muebles. Puede ser que se rían, pero cuando le quitan esos muebles que ama se enoja, porque somos esos muebles, esa casa, ese dinero, esa bandera. Vivir así, no es sólo vivir una vida superficial y sin sentido, sino que significa vivir en la rutina y el aburrimiento; y cuando se vive en la rutina y el aburrimiento, la violencia es inevitable. Amsterdam, 3 de mayo de 1969


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5. ¿POR QUE NO PODEMOS VIVIR EN PAZ? Cómo surge el miedo; el tiempo y el pensamiento; la atención: mantenerse “alerta”. Parece extraño que no podamos encontrar una manera de vivir en la cual no haya conflicto, confusión ni desdicha, sino enorme abundancia de amor y de consideración. Leemos libros de personas intelectuales que nos dicen cómo la sociedad debe organizarse económica, social y moralmente. También recurrimos a libros de escritores religiosos y de teólogos con sus ideas especulativas. Aparentemente es muy difícil para la mayoría de nosotros encontrar una manera de vivir que sea dinámica, pacífica, llena de energía y claridad, sin depender de otros, aunque se supone que somos gente madura y sofisticada. Muchos de nosotros hemos vivido dos guerras espantosas, revoluciones, agitaciones sociales, y toda clase de infelicidad. A pesar de todo esto, aquí estamos en esta maravillosa mañana hablando de todas estas cosas, esperando quizá que nos digan lo que debemos hacer, que nos enseñen una manera práctica de vivir, o seguir a alguien que nos pueda dar la llave de la belleza de la vida y la inmensidad de algo más allá de la rutina diaria. Me pregunto, y creo que también deben hacerlo, ¿por qué hacemos caso a lo que dicen otras personas? ¿Por qué no podemos encontrar por nosotros mismos la claridad en nuestras propias mentes y corazones, sin distorsión alguna? ¿Por qué tenemos que estar cargados de libros? ¿No podemos vivir sin preocupaciones, plenamente, con gran éxtasis y realmente en paz? A decir verdad, creo que la situación actual de las cosas es muy contradictoria, pero es así. ¿Se han preguntado alguna vez si es posible vivir plenamente, sin esfuerzo ni lucha? Constantemente estamos


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esforzándonos para cambiar esto o transformar aquello, eliminar una cosa o aceptar aquello otro, imitando o siguiendo ciertas fórmulas e ideas. No estoy seguro que alguna vez nos hayamos preguntado si es posible vivir sin conflicto, no en aislamiento intelectual o de manera emocional ni sentimental, vivir una vida completa, sin ninguna clase de esfuerzo en absoluto. Porque el esfuerzo, no importa lo agradable o desagradable, satisfactorio o provechoso que pueda ser, deforma y corrompe la mente; es como una máquina que siempre está chirriando, que nunca funciona con suavidad y, por tanto, se desgasta muy pronto. De modo que uno se hace la pregunta, y creo que es una pregunta importante, si es posible vivir sin esfuerzo, pero al mismo tiempo sin volverse perezoso, solitario, indiferente, falto de sensibilidad, sin convertirse en un ser humano inactivo. Nuestra vida, desde el momento en que nacemos hasta que morimos, es una lucha interminable para adaptarnos, para cambiar o llegar a ser algo. Esta lucha y conflicto generan confusión, embotan la mente, y nuestros corazones se vuelven insensibles. Así pues, ¿es posible, no como una idea, como algo sin ninguna posibilidad, lejos de nuestro alcance, encontrar una manera de vivir sin conflicto, no sólo en lo superficial sino también muy hondo, en el así llamado inconsciente, en las profundidades de nuestro propio ser? Quizás esta mañana podamos investigar seriamente esta cuestión. En primer lugar, uno se pregunta, ¿por qué inventamos los conflictos, sean placenteros o desagradables, y si es posible terminar con ellos? ¿Podemos terminarlos y vivir una vida completamente distinta, con gran energía, claridad, capacidad intelectual, racionalidad, y con un corazón rebosante de amor, en el verdadero sentido de la palabra? Creo que debemos dedicar nuestras mentes y nuestros corazones a investigar este problema, e implicarnos por completo en él.


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Es obvio que el conflicto existe debido a la contradicción en nosotros mismos, que se expresa externamente en la sociedad, en la actividad del “yo” y del “no-yo”. Es decir, el “yo” con todas sus ambiciones, demandas, logros, placeres, ansiedades, odios, competiciones, temores y, por otro lado, el resto de cosas, que es el “no-yo”. Existe también la idea de vivir sin conflicto o sin deseos contradictorios, sin logros o necesidades. Si nos damos cuenta de esa tirantez, podemos ver en nosotros mismos los impulsos de las demandas contradictorias, de las creencias opuestas, de las ideas y las búsquedas. Esta dualidad, estos deseos opuestos con sus temores y contradicciones, es lo que genera el conflicto. Creo que si lo observamos en nosotros mismos, eso está bastante claro. Ese modelo se repite una y otra vez, no sólo en la vida diaria, sino también en el así llamado vivir religioso, entre el cielo y el infierno, lo bueno y lo malo, lo noble y lo innoble, el amor y el odio, etc. Si puedo sugerirlo, les pido por favor que no escuchen meramente las palabras, más bien obsérvense sí mismos, no en forma analítica, sino usando al que les habla como un espejo en el cual se vean reflejados tal y como realmente son, de manera que al mirarse en ese espejo se den cuenta del funcionamiento de sus propias mentes y corazones. Uno puede ver cómo toda forma de división, separación o contradicción, dentro o fuera de uno mismo, inevitablemente genera conflicto entre la violencia y la no-violencia. Si nos damos cuenta del estado actual de las cosas tal como realmente son, ¿es posible terminar con todo eso, no sólo en el nivel superficial de nuestra conciencia, en nuestra vida diaria, sino también hondamente en las mismas entrañas de nuestro ser, de manera que no haya contradicción, ni demandas o deseos contrapuestos, ni actividad alguna de la mente dualista y fragmentaria? Ahora bien ¿cómo lo haremos? Generalmente construimos un puente entre


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el “yo” y el “no-yo”, siendo el “yo” todas las ambiciones, las demandas, las contradicciones, y el “no-yo”, el ideal, la fórmula, el concepto; siempre intentando construir un puente entre “lo que es” y lo que “debería ser”. Y, como es lógico, en eso hay contradicción y conflicto, de esa manera desperdiciamos todas nuestras energías. Luego, ¿puede la mente dejar de dividir y quedarse completamente con “lo que es”? ¿Existe algún conflicto cuando comprendemos “lo que es”? Me gustaría investigar la cuestión de la libertad y del temor, enfocándola de forma diferente. La mayoría de nosotros queremos libertad, a pesar de que vivimos actuando egocéntricamente y pasamos los días interesados únicamente en nosotros mismos, en nuestros fracasos y realizaciones. Deseamos ser libres, no sólo en lo político, lo cual es relativamente fácil excepto en el mundo de las dictaduras, sino también libres de la propaganda religiosa. Cualquier religión, antigua o moderna, es obra de los propagandistas y, por tanto, no es religión en absoluto. Cuanto más serios somos, cuanto más interesados estamos en la totalidad del vivir, más libertad buscamos y más investigamos, sin aceptar ni creer. Queremos ser libres para descubrir si existe tal cosa como la verdad, si existe o no algo eterno, intemporal. En todas nuestras relaciones, existe esta extraordinaria demanda de libertad, pero normalmente esa libertad se convierte en un proceso autoaislador, y por eso deja de ser verdadera libertad. En la misma demanda de libertad hay miedo, porque la libertad puede representar inseguridad total, absoluta, y uno teme estar completamente inseguro. Parece que la inseguridad es una cosa muy peligrosa; todos los niños quieren seguridad, y a medida que crecemos seguimos queriendo seguridad y certeza en todas nuestras relaciones: con las cosas, con las personas y con las ideas. Esa demanda de seguridad comporta


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inevitablemente temor y, al sentirnos atemorizados, dependemos más y más de las cosas a las cuales estamos apegados. De manera que debemos afrontar esta cuestión de la libertad y del temor, y ver si es posible estar libres de temor, no sólo en lo físico sino también psicológicamente, no sólo en la superficie sino en los oscuros rincones de nuestra mente, en los recovecos secretos donde nunca se ha penetrado. O sea, ¿puede la mente estar completamente libre de todo miedo? El miedo es el que destruye el amor, esto no es una teoría, el miedo es el que genera ansiedad, apego, deseo de posesión, de dominar, celos en todas las relaciones, y el miedo es el que engendra la violencia. Tal y como podemos observarlo en las ciudades, con sus poblaciones masificadas y en aumento, existe una gran inseguridad, incertidumbre y miedo; lo cual, en parte contribuye a que haya violencia. Entonces, ¿podemos estar libres de miedo, de manera que cuando salgan de este recinto lo hagan sin sombra alguna de esa oscuridad que el miedo produce? Para comprender el miedo, tenemos que examinar no sólo los temores físicos, sino la complicada red de temores psicológicos. Quizá, podamos investigar esto. O sea, el problema es, ¿cómo surge el miedo, qué lo sostiene, qué le da continuidad, y si es posible terminar con él? Es relativamente fácil comprender los temores físicos, ya que son una respuesta instantánea al peligro físico acumulada durante muchos siglos de condicionamiento, porque sin esa respuesta no habría supervivencia física y la vida hubiera terminado. Tenemos que sobrevivir físicamente y la tradición de miles de años nos enseña que debemos tener cuidado, la memoria nos advierte: «Alerta, hay peligro, actúa inmediatamente». Ahora bien, ¿es realmente miedo esta respuesta física ante el peligro? Por favor, sigan todo esto cuidadosamente, porque vamos a investigar algo que es muy sencillo y, a la vez, muy complejo, de forma que si no


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prestan toda su atención, no lo comprenderán. Preguntamos si esa respuesta física y sensoria ante el peligro, la cual actúa de inmediato, ¿es realmente miedo o, por el contrario, es inteligencia y no tiene nada que ver con el miedo? Igualmente, ¿es la inteligencia una cuestión que depende de desarrollar la memoria y la tradición? Si lo es, ¿por qué no funciona completamente, como debería ser, en el campo psicológico, donde uno está terriblemente temeroso de tantas cosas? ¿Por qué esa misma inteligencia que actúa cuando nos encontramos frente a un peligro físico no funciona con los miedos psicológicos? ¿Es esa inteligencia física aplicable a la naturaleza psicológica del hombre? Sabemos que tenemos miedos de varias clases, miedo a la muerte, a la oscuridad, a lo que la esposa o el esposo pueda decir o hacer, a lo que el vecino o el jefe puedan pensar, toda la complejidad de miedos. No vamos a tratar con cada uno de los detalles de las diferentes formas de temor, nos interesa el miedo en sí mismo, no un miedo en particular. Cuando tenemos miedo y nos damos cuenta, reaccionamos para escapar de él, sea reprimiéndolo, alejándonos o evadiéndolo mediante varias formas de entretenimiento, incluso las religiones, o cultivando el valor, que no deja de ser una resistencia al miedo. El evadirse, el entretenimiento y el valor, son todo diferentes formas de resistencia al hecho real del miedo. Cuanto mayor es el miedo, mayor es la resistencia, y eso genera una serie de actividades neuróticas. Tenemos miedo y la mente, el “yo”, dice: «No debo tener miedo», por tanto, hay dualidad; por un lado, el “yo” al sentir que es diferente del miedo, escapa y resiste el miedo, le da energía, lo teoriza o recurre a un analista; y, por lado, está el “no-yo”, el “no-yo” es el miedo, por eso “yo” me separa del miedo. De ese modo surge el conflicto inmediato entre el miedo y “yo” intentando sobreponerse al miedo; o sea, existen el observador y lo observado. Lo observado es el miedo y el


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observador soy “yo” que quiero deshacerse de ese miedo. De manera que hay una oposición, una contradicción, una separación y, por tanto, aparece el conflicto entre el miedo y “yo” que quiero liberarme de ese miedo. ¿Estamos investigando juntos? Así pues, el problema reside en este conflicto entre el “no-yo”, que es el miedo, y el “yo” que cree que es diferente del miedo y, por es emotivo, lo resiste, trata de vencerlo, de escapar de él, de reprimirlo o controlarlo. Esa división origina un conflicto inevitable, lo mismo que sucede entre dos naciones separadas, con sus ejércitos, sus armadas, y sus gobiernos soberanos. Así que tenemos el observador y lo observado, el observador diciendo: «Debo liberarme de esta cosa terrible, debo alejarme del miedo». Por eso, el observador está siempre luchando y estableciendo un estado de conflicto; lo cual se convierte en nuestro hábito, en nuestra tradición, en nuestro condicionamiento. De ahí que romper cualquier clase de hábito es una de las cosas más difíciles, porque nos gusta vivir en hábitos, tales como el fumar, el beber, los hábitos sexuales, y los psicológicos. De la misma manera sucede con las naciones, los gobiernos soberanos, que hablan de “mi país” y el “suyo”, “mi Dios” y “suyo”, “mi creencia” y su “creencia”. Nuestra tradición es combatir y resistir el miedo, incrementando así el conflicto y dando aun más vitalidad al miedo. Si esto está claro, entonces podemos pasar a la siguiente cuestión. Referente a lo que hablamos, ¿existe alguna diferencia real entre el observador y lo observado? El observador cree que es diferente de lo que observa, lo cual es el miedo; pero ¿hay alguna diferencia entre él y la cosa que observa, o ambos son lo mismo? Es obvio que ambos son la misma cosa, el observador es lo observado; y podemos ver que cuando surge algo totalmente nuevo, entonces el observador deja de existir; pero la división se


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mantiene, debido a que el observador reconoce su reacción como miedo, porque previamente lo ha experimentado. A medida que profundice más y más en el asunto, como espero esté haciéndolo ahora, descubrirá por sí mismo que el observador y lo observado son esencialmente lo mismo. Por lo tanto, si son lo mismo, se elimina por completo la contradicción entre el “yo” y “el no-yo”, y también se elimina toda clase de esfuerzo; sin embargo, esto no significa que uno acepta el miedo o se identifica con él. Así pues, tenemos el miedo, la cosa observada, y el observador que es parte de ese miedo. Bien, ¿qué podemos hacer? ¿Están trabajando tan duro como el que les habla? Si meramente escuchan las palabras, entonces me temo que no resolverán definitivamente esta cuestión del miedo. De hecho sólo existe el miedo, el observador que observa el miedo no existe, porque el observador es el miedo. De modo que hay varias cosas implicadas. Primero, ¿qué es el miedo y cómo surge? No estamos hablando de las consecuencias o las causas del miedo, ni de cómo el miedo oscurece nuestra vida con su desdicha y fealdad. Estamos investigando qué es el miedo y cómo surge. Entonces, ¿debemos estar constantemente analizando el miedo para descubrir sus interminables causas? Deben tener en cuenta que si empiecen a analizar, el analizador tiene que estar por completo libre de cualquier prejuicio o condicionamiento para que pueda ver y observar, de lo contrario, si al hacer su valoración hay alguna clase de distorsión, esta distorsión aumentará a medidita que siga analizando. Por lo tanto, el simple hecho de analizar no elimina el miedo. ¡Espero que haya algunos analistas aquí! Porque si descubrimos la causa del miedo y actuamos sobre ella, entonces la causa se vuelve el efecto, y el efecto se convierte en la causa. El efecto, el actuar sobre ese efecto para descubrir la causa, el descubrir la causa y actuar de acuerdo con esa causa, se convierten en el siguiente efecto; estableciendo así entre ambos, causa y


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efecto, una cadena interminable. Ahora bien, si descartamos la causa y el análisis del temor, entonces, ¿qué podemos hacer? Como saben, esto no es un pasatiempo, pero hay una gran dicha si lo descubren y lo comprenden. Entonces, ¿qué hace surgir el miedo? Sin duda, el tiempo y el pensamiento crean el miedo, el tiempo como ayer, hoy y mañana; el miedo de que algo pueda sucederme mañana: la pérdida del empleo, la muerte, que mi esposa o esposo puedan dejarme, que una enfermedad y el dolor que padecí tiempo atrás se vuelva a repetir; ahí es donde interviene el tiempo; ese tiempo que significa lo que el vecino pueda decir de mí mañana, o el tiempo que hasta ahora ha escondido algo que hice muchos años atrás, o el tiempo como miedo de no poder lograr algunos deseos profundos y secretos. De manera que el tiempo es parte del miedo, del miedo a la muerte que llegará al final de la vida, o que puede estar esperando a la vuelta de la próxima esquina; todo eso me hace sentir miedo. Es decir, el tiempo contiene el miedo y al pensamiento, por tanto, si no hay pensamiento el tiempo no existe. El pensar en lo que sucedió ayer y el temor que vuelva a repetirse mañana, es lo que genera el tiempo y el miedo. Por favor, observen esto, mírenlo por sí mismos, no acepten ni rechacen nada; más bien escuchen y descubran por si mismos la verdad de esto; no se queden sólo con las palabras diciendo que están o no de acuerdo; sigan investigando. Para descubrir la verdad se necesita sensibilidad, pasión por descubrir, y mucha energía; si lo hacen, descubrirán que el pensamiento crea el miedo. El pensar en el pasado o en el futuro, siendo el futuro el siguiente minuto, día, o dentro de diez años, hace que el pensamiento desencadene todo el proceso; o sea, el pensar en un suceso placentero de ayer, lo mantiene y le da continuidad, no importa que ese placer sea sexual, sensorio, intelectual o psicológico. Como hace la mayoría de la gente, al


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pensar en ese placer construimos una imagen, que le da a ese placer pasado cierta continuidad, generando así más placer. Así pues, el pensamiento crea tanto el miedo como el placer, y ambos dependen completamente del tiempo psicológico. De esa manera el pensamiento fabrica una moneda de dos caras como placer y dolor, que son la base del miedo. Bien, ¿qué podemos hacer entonces? Es obvio, que rendimos culto al pensamiento, el cual se ha vuelto tan sumamente importante porque creemos que cuanto más astuto sea, mucho mejor. En el mundo de los negocios, en el religioso, o en el de la familia, la persona intelectual se satisface utilizando el pensamiento, se complace en esa moneda de dos caras, en esa guirnalda de palabras ¡Cómo honramos a las personas que son intelectual y verbalmente hábiles en su modo de pensar! Sin embargo, el pensamiento es responsable del miedo y de eso que llamamos placer. No estamos diciendo que no debemos tener placer; no somos puritanos, sólo tratamos de comprenderlo, porque en la misma comprensión de todo este proceso el miedo desaparece; y en ese momento verán que el placer es algo por completo diferente; si tenemos tiempo lo examinaremos. El pensamiento, por lo tanto, es el responsable de esta agonía, de esa moneda con una cara que es agonía y la otra que es placer con su continuidad, con la necesidad de conseguir más placer, no importa la clase de placer que sea, incluyendo el religioso. A partir de ahí, ¿qué puede hacer el pensamiento? ¿Puede el pensamiento dejar de intervenir? ¿Es ésa la pregunta correcta? Bien, ¿quién impedirá que intervenga el pensamiento? ¿Lo hará ese “yo” que cree que no es pensamiento? Pero, como decíamos, el “yo” es el resultado del pensamiento. De forma que nos encontramos de nuevo atrapados en el viejo problema del “yo” y el “no-yo”, siendo ese “no-yo” el observador que dice: «¡Si pudiera impedir que el pensamiento interviniera,


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entonces disfrutaría de una vida por competo diferente!». Pero la realidad es que sólo existe el pensamiento y no el observador que dice: «Deseo que el pensamiento no intervenga», porque el observador es un producto del mismo pensamiento. Ahora bien, ¿cómo surge el pensamiento? Podemos ver muy claramente que el pensamiento es la respuesta de la memoria, de la experiencia y del conocimiento, que forman parte del cerebro y del depósito de la memoria. Cualquier cosa que preguntemos, la respuesta es una reacción de la memoria y del reconocer. En realidad, el cerebro es el resultado de milenios de evolución y condicionamiento, por eso el pensamiento siempre es lo viejo, nunca es libre, siempre responde de acuerdo con el condicionamiento. Entonces, ¿qué podemos hacer? Cuando el pensamiento se da cuenta de que no puede hacer nada con respecto al miedo, porque él mismo es quien crea el miedo, entonces surge el silencio, y cualquier movimiento que genere temor es descartado. De esa manera la mente, incluyendo el cerebro, puede observar todo ese proceso del hábito, de la contradicción, de la lucha entre el “yo” y el “no-yo”, y comprender que el observador es lo observado, darse cuenta de que el miedo no puede ser simplemente analizado y descartado, sino que siempre estará presente, se da cuenta de que el análisis no es el camino. Por tanto, uno se pregunta, ¿cuál es entonces el origen del miedo? ¿Cómo surge? Como decíamos, el tiempo y el pensamiento crean el miedo, que el pensamiento es la respuesta de la memoria y, por eso, puede generar miedo. También decíamos que el mero dominar, reprimir, tratar de transformar el pensamiento, o satisfaciéndonos con todas las tretas que nos jugamos a nosotros mismos, no lograremos terminar con el miedo. Si realmente nos damos cuenta, sin elección y objetivamente, de todo este proceso en nosotros mismos, si lo vemos, entonces el mismo pensamiento dice: «Sin


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que haya ningún control o represión alguna, dejaré de intervenir, estaré en silencioso». De esa manera termina el miedo, lo cual significa que hay un fin del sufrimiento, hay la comprensión de uno mismo y conocimiento propio. Sin este conocimiento propio, el dolor y el miedo no pueden terminar, y sólo una mente que está libre del miedo es capaz de afrontar la verdad. Quizás estén ahora interesados en hacer preguntas. Uno debe hacer preguntas, porque hacer preguntas ahora es auto revelarse así mismo, y también lo es cuando uno está solo en su habitación, en el jardín, sentado tranquilamente en un autobús, o caminando; uno debe preguntar para descubrir, pero tiene que formular la pregunta correcta y, en el mismo hacer la pregunta correcta, está la respuesta correcta. Interlocutor: ¿Es correcto aceptarse uno mismo, aceptar su propio sufrimiento y dolor? Krishnamurti: ¿Cómo puede uno aceptarse a sí mismo? ¿Quiere decir que acepta su fealdad, su crueldad, su violencia, sus pretensiones, o su hipocresía? ¿Puede aceptar todo eso? Y ¿no desea cambiarlo? De hecho, ¿no debemos cambiar realmente todo esto? ¿Cómo podemos aceptar el orden establecido de la sociedad con su moralidad que es inmoralidad? ¿No es la vida un constante movimiento de cambio? Cuando uno realmente vive no necesita aceptar, únicamente vive; entonces vivimos con el movimiento de la vida, y el movimiento de la vida exige cambio, una revolución psicológica, una mutación. I: No comprendo eso.


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K: Lo siento; quizá, cuando utilizó la palabra “aceptar” no se dio cuenta de que en el inglés corriente significa aceptar las cosas como son. Tal vez, le dio el significado en holandés. I: Aceptar las cosas como vienen. K: ¿Debo aceptar las cosas como vienen, por ejemplo, cuando me abandona mi esposa? ¿Si pierdo mi dinero, mi trabajo, si me desprecian, o me insultan, aceptaré abandonar estas cosas tal como vienen? ¿Aceptaré la guerra? Para aceptarlas tal como vienen, no en teoría sino realmente, uno tiene que estar libre del “mi”, del “yo”, y durante la mañana de hoy hemos estado hablando de todo eso, de vaciar la mente del “yo” y el “otro”, del “nosotros” y “ellos”. A partir de ahí, uno puede vivir de instante en instante, vivir todo el tiempo sin lucha, sin conflicto; eso es verdadera meditación, es acción verdadera, y no conflicto, crueldad o violencia. I: Pero tenemos que pensar; es inevitable. K: De acuerdo, señor, comprendo. ¿Está sugiriendo que no deberíamos pensar en absoluto? Para hacer un trabajo tiene que pensar, para ir a su casa tiene que pensar; o sea, está la comunicación verbal, que es el resultado del pensamiento. Ahora bien, ¿qué lugar ocupa el pensamiento en la vida? Cuando hace algo concreto, el pensamiento tiene que funcionar; escuche esto, por favor; para hacer cualquier trabajo técnico, para funcionar como lo hace la computadora, aunque no sea tan eficientemente, necesitamos el pensamiento; para pensar con precisión, objetivamente, sin emociones, sin prejuicio, sin opinión, necesitamos el pensamiento para poder actuar con claridad. Pero también sabemos que el pensamiento genera el miedo, y ese


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mismo miedo nos impide actuar eficazmente; por tanto, ¿puede uno actuar, y hacerlo sin miedo, empleando el pensamiento cuando es indispensable, pero que permanezca en silencio cuando no es necesario que intervenga? ¿Entiende esto? O sea, ¿puede uno tener una mente y un corazón que comprendan todo este proceso del temor, del placer, del pensamiento, y la quietud de la mente? ¿Puede uno actuar sensatamente empleando el pensamiento cuando es necesario y no utilizarlo cuando no es imprescindible? De hecho, esto es muy sencillo, ¿no es así? Entonces, ¿puede la mente estar tan atenta que cuando se de cuenta y vea la necesidad de pensar y actuar, lo haga con toda su atención y siga atenta sin quedarse dormida o actuar mecánicamente? De manera que la cuestión no es si debemos pensar o no, sino la necesidad de estar atento. Para permanecer atento es indispensable comprender profundamente el pensamiento, el miedo, el amor, el odio y la soledad; uno tiene que estar del todo comprometido con esta forma de vivir, como yo lo estoy, comprenderla por completo y, únicamente puede comprenderla, cuando la mente presta atención completa, sin que haya distorsión alguna. I: ¿Está diciendo que cuando nos enfrentamos a un peligro, simplemente reaccionamos de acuerdo con nuestra experiencia? K: ¿No es así cómo actúa? Cuando ve un animal peligroso, ¿no reacciona de acuerdo con la memoria, con la experiencia, que quizá no sea sólo su propia experiencia personal, sino la experiencia de la raza que dice: “Tenga cuidado”? I: Eso es exactamente lo quería decir.


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K: Sin embargo, ¿por qué no actuamos con igual eficiencia cuando vemos el peligro del nacionalismo, de la guerra, de los gobiernos separados con sus derechos soberanos y sus ejércitos? Todas estas cosas son realmente muy peligrosas; ¿por qué no reaccionamos, por qué no decimos, «Vamos a cambiar todo eso»? Lo cual significa que uno mismo tiene que cambiar, tiene que cambiar “ese yo conocido”, de tal forma que uno no pertenezca a ninguna nación, a ninguna bandera, país o religión y, como consecuencia, sea un ser humano libre. Sin embargo, nosotros no hacemos eso, únicamente reaccionamos a los peligros físicos, pero no a los peligros psicológicos que son los más devastadores. O bien aceptamos las cosas como están o nos rebelamos contra ellas para crear alguna utopía fantástica, con lo cual regresamos a lo mismo de antes. Ver tanto el peligro interno como externo, es una misma cosa; o sea, mantenerse atento, lo cual significa ser inteligente y sensible. Amsterdam, 10 de mayo de 1969


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6. LA TOTALIDAD DE LA VIDA Comprender la pasión sin motivo. Uno se pregunta por qué los seres humanos en todo el mundo no tienen pasión, sin embargo anhelan tener poder, posición, diversas clases de entretenimiento, tanto sexual como religioso, y otras formas de demandas lujuriosas. Pero al parecer muy pocos tienen esa pasión profunda para dedicarla a comprender el proceso total del vivir y la mayoría entregan toda su energía a la actividad fragmentaria. El gerente de banco está sumamente interesado en su negocio bancario, el artista y el científico están ocupados en sus propios intereses particulares, pero aparentemente una de las cosas más difíciles es tener una pasión intensa y persistente dedicada a comprender la totalidad de la vida. A medida que investiguemos esta cuestión de lo que representa comprender completamente lo que es vivir, amar y morir, necesitaremos no sólo capacidad intelectual y un profundo sentir, sino algo más que todo esto, una gran energía que únicamente la pasión puede dar. Debido a que tenemos esta tremenda dificultad, que es compleja, sutil, y muy seria, debemos dedicar nuestra completa atención, que en definitiva es pasión, para ver y descubrir por nosotros mismos, si hay una manera de vivir que sea totalmente diferente de la que vivimos ahora. Para comprenderlo tenemos que investigar varias cuestiones, profundizar en el proceso de la conciencia, examinar tanto las capas superficiales como las profundas de nuestra propia mente, y observar también la naturaleza del orden, no sólo del externo o social, sino también el orden interno. De modo que tenemos que descubrir el propósito del vivir, no sólo darle a la vida un significado intelectual, sino ver realmente qué significa


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vivir. De igual modo, tenemos que investigar toda la cuestión de lo que es el amor y qué significa morir, tanto en lo consciente como en los profundos y ocultos rincones de la propia mente. Uno debe preguntar qué es el orden, qué significa realmente vivir, y si podemos vivir una vida llena de afecto, compasión, ternura, y amor. Igualmente, tenemos que descubrir por nosotros mismos el significado de esa cosa extraordinaria que llamamos muerte. Todas estas cosas no están separadas, son un solo movimiento unitario y completo de la vida; de modo que no podremos comprenderlo si lo dividimos en vivir, amar y morir, porque todo es un solo movimiento. Para comprender este proceso total debemos tener energía, no sólo energía intelectual, sino la energía de un profundo sentir, lo cual significa tener esa pasión sin motivo que arde constantemente dentro de uno. Debido que nuestras mentes están fragmentadas, es necesario investigar la cuestión del consciente y el inconsciente, porque allí comienza toda división, el “yo” y “el no-yo”, el “yo” y el “otro”, el “nosotros” y el “ellos”. Mientras exista esta separación, nacional, familiar, entre religiones con esa subordinación posesiva que excluye, inevitablemente habrá divisiones en la vida; será una vida de tedio y rutina cotidiana, junto con eso que llamamos amor que contiene celos, posesividad, dependencia, opresión, temor, y la inevitable muerte. Entonces, ¿podemos investigar con toda seriedad esta cuestión, no sólo verbal o teóricamente, sino investigarla de verdad mirando realmente dentro de nosotros mismos, y preguntando por qué existe esta división que genera tanta desdicha, confusión y conflicto? Es relativamente fácil observar con cierta claridad la actividad de la mente superficial en uno mismo, con su preocupación por la subsistencia, con su conocimiento técnico, científico y posesivo. Uno puede observarse cuando es competitivo en la oficina, puede ver el funcionamiento


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superficial de su propia mente, pero hay también ciertas partes ocultas que no han sido exploradas porque no sabemos cómo hacerlo. Si queremos sacarlas a la luz, aclararlas y comprenderlas, lo que hacemos es leer libros que nos digan cosas sobre eso, o bien acudimos a algún analista o filósofo, porque no sabemos cómo mirarlas por nosotros mismos y, aunque somos capaces de observar la actividad externa y superficial de la mente, aparentemente no tenemos la capacidad de mirar este reducto profundo y secreto que contiene todo el pasado. Ahora bien, ¿puede la mente consciente con sus demandas y reafirmaciones concretas, investigar las capas profundas del propio ser? No sé si alguna vez han tratado de hacerlo, pero si lo han hecho con la suficiente determinación y seriedad, habrán descubierto por sí mismos el enorme contenido del pasado, la herencia racial, las cargas religiosas, las divisiones, porque todas esas cosas están escondidas allí. Las respuestas ocasionales en forma de opinión, se originan en esas acumulaciones del pasado que se basan esencialmente en el conocimiento y la experiencia pasada, con sus diversas formas de conclusiones y conceptos. De modo que, ¿puede la mente investigar todo esto, comprenderlo y trascenderlo, de manera que termine toda división? Esto es importante, porque estamos muy condicionados para mirar la vida en forma fragmentaria, y mientras siga esta fragmentación habrá la necesidad de realizarse, el “yo” queriendo realizarse, alcanzar algo, esforzarse, ambicionar. Esa fragmentación de la vida es la causa de que seamos individualistas o formemos grupos, de que seamos egoístas y, al permanecer separados, necesitemos identificarnos con algo más grande. Esta profunda división en la conciencia, en toda la estructura y naturaleza de nuestro ser, es la causante de la división que hay en nuestras actividades, en nuestros pensamientos y sentimientos; por esa razón dividimos la vida y las cosas que llamamos amor y muerte.


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Así pues, sin darle a la palabra “inconsciente” un significado especial psicoanalítico, ¿es posible observar el movimiento del pasado, del inconsciente? El inconsciente profundo es el pasado y a partir de ahí es que actuamos; por eso existe la división de pasado, presente y futuro, lo cual es tiempo. Aunque todo esto pueda parecer complicado no lo es; resulta muy simple si podemos investigar dentro de nosotros mismos, si nos observamos cuando actuamos, cuando formamos nuestras propias opiniones, pensamientos y conclusiones. Si nos observamos con sentido crítico, podemos ver que nuestras acciones se basan en conclusiones pasadas, en una fórmula o modelo que se proyecta hacia el futuro como un ideal, y actuamos de acuerdo con ese ideal. Por lo tanto, el pasado con sus motivos, conclusiones y fórmulas, está siempre funcionando; el corazón y la mente están sobrecargados de recuerdos que moldean y fragmentan nuestras vidas. Tenemos que preguntarnos si la mente consciente puede ver dentro del inconsciente tan completamente, que uno pueda comprender la totalidad de su contenido, que es el pasado. Esto requiere capacidad crítica, pero no la crítica basada en opiniones propias, sino la capacidad crítica para observarse uno mismo, porque si uno está realmente atento, entonces esa división en la totalidad de la conciencia deja de existir; pero este estado de atención sólo es posible, cuando hay esta atención crítica hacia uno mismo, la cual está exenta de todo conclusión. Así pues, observar significa ser crítico, pero no la crítica basada en evaluaciones u opiniones, sino una crítica que sea una atenta investigación; de lo contrario, si es una crítica personal, si se basa en el miedo o cualquier forma de prejuicio, entonces deja de ser una verdadera crítica y se convierte en algo que divide.


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Nuestro interés ahora es comprender todo el proceso, la totalidad de la vida, y no un fragmento en particular; de modo que no estamos preguntando qué hacer en relación con un problema en particular, o en relación con una actividad social que no tenga nada que ver con el proceso total del vivir, sino que tratamos de descubrir qué representa comprender la realidad, y si existe algo como la verdad, la inmensidad y la eternidad. Por consiguiente, estamos interesados en esa percepción total y completa, no fragmentaria, en comprender el movimiento total de la vida como un solo movimiento unitario y, eso únicamente es posible, cuando eliminamos completamente de nuestra conciencia todos nuestros conceptos, principios, ideas y divisiones, como el “yo” y el “no-yo”. Si esto está claro y, espero que lo esté, entonces podemos seguir investigando qué es el vivir. Hemos aceptado el vivir como una acción positiva: hacer cosas, pensar, el interminable ajetreo, con su conflicto, miedo, sufrimiento, culpabilidad, ambición, competencia, el anhelo de placer con su dolor, y el deseo de éxito; todo esto es lo que llamamos vivir, esa es nuestra vida, con sus alegrías ocasionales, con sus momentos de cierta compasión sin interés alguno, y de cierta generosidad espontánea; no obstante, tenemos muy pocos momentos de éxtasis, de esa bienaventuranza que no tiene pasado ni futuro, y el ir al trabajo, el enojo, el odio, el desprecio, la enemistad, lo aceptamos como el vivir cotidiano y lo consideramos enormemente positivo. Sin embargo, la negación de lo positivo es lo único verdaderamente positivo; negar ese llamado vivir, que es monstruoso, es aislamiento, es temeroso, es inhumano y violento, sin conocer “lo otro”, es la acción más positiva. ¿Estamos comunicándonos mutuamente? Como saben, negar por completo la moralidad convencional es ser altamente moral, porque la llamada moral social, la moral de la respetabilidad, es totalmente inmoral;


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somos competidores, codiciosos, envidiosos, buscamos nuestra propia satisfacción, conocen perfectamente cómo nos comportamos, a todo eso lo llamamos la moralidad social. La gente religiosa habla de una moralidad distinta, pero sus vidas, todas sus actitudes, la estructura jerárquica de las organizaciones religiosas y de sus creencias, es igualmente inmoral. Ahora bien, negar eso no es una reacción, porque si uno reacciona, eso es otra forma de discordia creada por la propia resistencia; pero si la negación viene como consecuencia de que comprendemos, entonces esa es la forma más alta de moralidad. Así pues, negar la moralidad social, negar la manera en que vivimos, nuestras pequeñas vidas insignificantes, nuestro pensar y nuestra existencia tan banal, negar esa satisfacción tan superficial que sentimos cuando acumulamos cosas, negar todo eso, no como una reacción, sino viendo la completa estupidez y la naturaleza destructiva de esa manera de vivir, negar todo eso es vivir. O sea, ver lo falso como falso, ese ver es lo verdadero. Entonces, ¿qué es el amor? ¿Es placer el amor? ¿Es deseo? ¿Es el amor apego, dependencia, poseer la persona a la que amamos y dominamos? ¿Es amor decir, «Esto es mío y no suyo», «es mi propiedad», «son mis derechos sexuales», en los cuales están envueltos los celos, el odio, la ira y la violencia? Una vez más, como consecuencia del condicionamiento religioso, hemos hecho una división entre el amor sagrado y el profano, pero ¿es todo eso amor? ¿Puede uno amar y ser ambicioso? ¿Puede amar a su esposo, puede su esposo decir que la ama, cuando ambos son ambiciosos? ¿Puede haber amor cuando intervienen el espíritu competitivo y afán de éxito? Negar todo eso, no sólo intelectual o verbalmente, sino eliminarlo por completo de nuestro propio ser, nunca más volver a sentir celos, envidia,


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rivalidad o ambición, sin duda, negar todo eso es amor; estas dos formas de actuar jamás pueden ir juntas. El hombre que es celoso, o la mujer que es dominante, no saben lo que significa amar; pueden hablar de amor, pueden dormir juntos, poseerse mutuamente, depender uno del otro para tener comodidad, seguridad, para evitar el miedo a la soledad, pero indudablemente nada de eso es amor. Si la gente que dice amar a sus hijos los amara de verdad, ¿habría guerras, habría divisiones nacionales, habría estas divisiones? Lo que llamamos amor es realmente tortura, angustia, un sentimiento de culpabilidad, y este amor generalmente está identificado con el placer sexual; no es que seamos puritanos o beatos, no decimos que no debe existir el placer. Cuando miramos una nube, el cielo, o un rostro hermoso, en eso hay deleite; cuando miramos una flor hay una belleza ahí; de modo que no negamos la belleza. La belleza no es el placer del pensamiento, pero el pensamiento es el que da placer a la belleza. De la misma manera, cuando amamos y hay sexo, el pensamiento da continuidad al placer a través de la imagen de lo que ha experimentado y quiere repetirlo nuevamente mañana, pero el placer que hay en esa repetición no es belleza. La belleza, la ternura, y el profundo significado del amor, no excluyen el sexo; sin embargo, como actualmente todo está permitido, parece que de pronto el mundo haya descubierto el sexo, convirtiéndolo en algo de suma importancia. Probablemente el sexo es la única evasión y libertad que ahora tiene el ser humano; en todo lo demás es manipulado, acosado, ultrajado intelectual y emocionalmente, en todos los sentidos es un esclavo, está dividido, y únicamente se siente libre cuando experimenta el sexo. Esa libertad le proporciona cierta dicha y, por eso, quiere repetir esa sensación. Una vez que hemos visto todo esto, preguntamos, ¿dónde está el amor? Sólo una mente y un corazón que rebosan de amor pueden percibir el movimiento total de la vida; y un ser


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humano que tiene ese amor es moral, es bueno y, haga lo que haga, habrá belleza. Ahora bien, ¿dónde interviene el orden en todo esto, sabiendo como sabemos que nuestra vida es tan confusa y tan desordenada? Todos deseamos orden, no sólo en la casa teniendo cada cosa en su lugar, sino también tener orden en lo externo, en la sociedad, donde hay esa gran injusticia social. Pero además deseamos el orden interno, y debemos tener ese orden interno, ese orden profundo, ese orden como las matemáticas. Entonces, ¿producirá ese orden el conformarnos a un modelo que consideramos bien organizado? De ser así, estaríamos comparando el modelo establecido previamente con el hecho real de lo que sucede, y eso generaría conflicto; pero ¿no es éste mismo conflicto en sí mismo desorden y, por lo tanto, no es virtud? Cuando una mente lucha por ser virtuosa, moral, o ética, genera resistencia, y en ese mismo conflicto de resistir hay desorden. Así pues, la virtud es la esencia del orden, aunque en el mundo moderno no nos guste utilizar la palabra virtud, y esa virtud no nace del conflicto del pensamiento, sino que surge únicamente cuando observamos y profundizamos en el desorden con una inteligencia clara y comprendiéndonos a nosotros mismos; entonces, es cuando hay un orden completo, un orden en su máxima expresión, el cual es virtud; y eso sólo es posible cuando hay amor. Además tenemos la cuestión del morir, que muy sutilmente la hemos alejado de nosotros como algo que sucederá en el futuro, un futuro que puede ser dentro de cincuenta años o, tal vez, mañana. Tenemos miedo de que haya un final, un final físico que nos separe de las cosas que hemos poseído, que hemos trabajado y disfrutado: la esposa, el esposo, la casa, los muebles, el pequeño jardín, los libros, los poemas que hemos escrito o esperábamos escribir, y tememos abandonar todo eso porque nosotros


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somos los muebles, las pinturas que poseemos; o sea, cuando sabemos tocar el violín, somos ese violín. Eso es así porque nos hemos identificado con esas cosas, somos todo eso y poca cosa más. ¿Alguna vez lo han observado de esta manera? Somos la casa, con sus persianas, el dormitorio, esos muebles que durante años hemos pulido cuidadosamente; eso es lo que somos y, si eliminamos todo eso, no somos nada. Precisamente esa es la razón de tener miedo, no ser nada. No es muy curioso ver cómo alguien que después de trabajar en una oficina durante cuarenta años, al dejar de hacerlo sufre un ataque al corazón y muere. Somos la oficina, los archivos, el gerente, el empleado o cualquier lugar que ocupemos; somos eso y poco más, y aunque tengamos muchas ideas sobre Dios, la bondad, la verdad, o lo que debe ser la sociedad, ahí termina todo; sin embargo, en eso hay sufrimiento, cuando nos damos cuenta que somos eso sufrimos; aunque el mayor sufrimiento es que no lo vemos. Verlo y descubrir cual es su significado, es morir. Decíamos que la muerte es inevitable y todos los organismos tienen que morir, pero tenemos miedo de abandonar el pasado. Somos el pasado, somos el tiempo, el dolor y la desesperación, con alguna percepción ocasional de belleza, con cierto brote de bondad o de ternura, pero siempre ocasional, nunca duradero. Y como tenemos miedo a la muerte, decimos: ¿volveré a reencarnar?, y eso significa que seguirá la lucha, el conflicto, la desdicha, la posesión de cosas, la experiencia acumulada; todo el Oriente cree en la reencarnación. Queremos que reencarne aquello que somos, pero somos toda esta confusión, este desorden y caos; por lo tanto, si el significado de la reencarnación es volver a nacer en una próxima vida, lo que entonces importa es lo que hagamos ahora, porque eso será lo que viviremos cuando renazcamos en la próxima vida, si es que existe tal cosa. Si realmente vamos a nacer de nuevo, lo importante es cómo vivimos


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ahora, porque el ahora es lo que siembra la semilla de la belleza o del dolor futuro. Sin embargo, aquellos que creen tan fervientemente en la reencarnación no están interesados en la forma cómo se comportan ahora, porque si estuvieran interesados en su comportamiento, entonces no les preocuparía el mañana, porque todo dependería de la atención que prestaran hoy. Así pues, el morir es parte del vivir. No es posible amar si uno no muere a todo lo que no es amor, morir a todos los ideales que son la proyección de las propias demandas internas, morir a todo el pasado y a toda experiencia, de manera que sepamos lo que significa el amor y, por lo tanto, lo que significa el vivir. Vivir, amar y morir, son la misma cosa, que consiste en vivir íntegramente y por completo el ahora; entonces hay una acción que no es contradictoria, que no trae consigo dolor y sufrimiento, una acción que es vivir, amar y morir; esa acción es orden. Si uno vive de esa manera, y debe hacerlo, no ocasionalmente, sino cada día y cada minuto, entonces tendremos orden social, habrá unidad en el hombre, los gobiernos serán dirigidos por computadoras y no por políticos con sus ambiciones y condicionamientos personales. Así pues, vivir es amar y morir. Interlocutor: ¿Puede uno ser libre instantáneamente y vivir sin conflictos, o se necesita tiempo? K: ¿Puede uno ahora vivir sin el pasado, o necesita tiempo para liberarse del pasado? ¿Si necesita tiempo para liberarse del pasado, no impide eso que viva en el presente? Ese es el problema. El pasado es como una cueva oculta, como una bodega donde uno guarda el vino, si es que tiene vino y, ¿es necesario el tiempo para estar libre del pasado? ¿Qué


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significa el hecho de necesitar tiempo?, que eso es lo que realmente hacemos. Uno se dice a sí mismo: «Necesito tiempo porque debo ser virtuoso, me esforzaré día tras día, poco a poco, gradualmente y, así, dejaré de sentir odio, de ser violento»; esto es lo que normalmente decimos, éste es nuestro condicionamiento, por eso, nos estamos preguntando si es posible liberarnos del pasado gradualmente, lo cual significa tiempo. O sea, si soy violento me digo: «Gradualmente me liberaré de la violencia». Ahora bien, ¿qué significar “gradualmente”, “paso a paso”? Eso significa que entretanto seguiré siendo violento; de manera que la idea de liberarme gradualmente de la violencia es una forma de hipocresía y, es obvio, que no puedo dejar de ser violento gradualmente, sino que debo hacerlo de inmediato. Por lo tanto, ¿es posible terminar ahora con las cosas psicológicas? Eso no es posible hacerlo si acepto la idea de liberarme gradualmente del pasado; de forma que lo importante es ver ahora el hecho tal como es, sin distorsión alguna; si soy celoso o envidioso, debo verlo y observarlo en su totalidad, no parcialmente. Digamos que soy celoso y me pregunto, ¿por qué soy celoso? Lo soy porque me siento solo, me ha abandonado la persona de la cual dependía, e inesperadamente debo enfrentarme a mi propio vacío, a mi soledad, y como todo eso me da miedo, empiezo a depende de usted; y si me abandona sentiré enojo, celos. De modo que la realidad es que estoy triste, necesito compañía, necesito alguien que cocine para mí, que me consuele, que pueda proporcione placer sexual, etc.; lo cual significa que básicamente me siento solo y, por eso, soy celoso. Ahora bien, ¿puedo comprender esta soledad en el acto? Únicamente puedo comprenderla si la observo sin escapar, si la observo con un criterio crítico, con inteligencia clara, sin buscar excusas, sin tratar de llenar el vacío o de encontrar una nueva compañía; pero para observar tiene que haber libertad y, cuando hay libertad para mirar, entonces estoy


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libre de los celos. Por tanto, la percepción, la observación total de los celos, el liberarme de ellos, no depende del factor tiempo, sino de una atención completa, de un darse cuenta con objetividad crítica, de una observación sin elección alguna, de hacerlo ahora a medida que las cosas surgen. Entonces, en ese momento hay libertad, no en el futuro sino ahora, de eso que llamamos celos. Lo cual es aplicable igualmente a la violencia, al enojo, y a cualquier otro hábito, ya sea el de fumar, el tomar bebidas alcohólicas o a los hábitos sexuales. Si los observamos con mucha atención, completamente, con nuestra mente y corazón, veremos inteligentemente todo su contenido y, entonces, habrá libertad; una vez que este estado de atención, de percepción alerta está funcionando, cualquier cosa que surge: ira, celos, violencia, crueldad, esconder las intenciones, antipatía, es observado por completo y de forma inmediata; en eso hay libertad y la cosa observada desaparece. Así pues, el pasado no se elimina a través del tiempo; el tiempo no es el camino hacia la libertad; por consiguiente, ¿no es esta idea de lo gradual una forma de indolencia, de incapacidad para enfrentar de inmediato el pasado en el momento que surge? Si tienen esa asombrosa capacidad para observarlo claramente según surge, si lo observan con toda su mente y con todo su corazón, entonces el pasado termina. En resumen, el tiempo y el pensamiento no pueden eliminar el pasado, porque el tiempo y el pensamiento son el pasado. I: ¿Es el pensamiento un movimiento de la mente y, por el contrario, es el darse cuenta una capacidad de una mente sin movimiento? K: Como ya dijimos el otro día, el pensamiento es la respuesta de la memoria, como una computadora en la que hemos guardado toda clase de


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información, y cuando hacemos una pegunta, la memoria almacenada es lo que responde. De forma similar, la mente, el cerebro que es el almacén del pasado como memoria, al recibir un reto responde con pensamientos basados en su conocimiento, experiencia, condicionamiento, etcétera. Por lo tanto, el pensamiento es el movimiento o, más bien, parte del movimiento de la mente y del cerebro. El interlocutor desea saber si el darse cuenta es una capacidad del silencio de la mente. Bien, ¿puede observar cualquier cosa: un árbol, su esposa, su vecino, el político, el sacerdote, un rostro hermoso, sin que intervenga ningún movimiento de la mente? Pero ¿no interfieren las imágenes que tiene de su esposa, de su vecino, los conocimientos acumulados de la nube o del placer? ¿No lo hacen? Si alguna imagen se interpone, ya sea sutil o abiertamente, entonces deja de observar, no hay un completo darse cuenta, la observación sólo es parcial. Para observar con claridad no debe interferir ninguna imagen entre el observador y la cosa observada. O sea, cuando mira un árbol, ¿puede hacerlo sin el conocimiento botánico, sin el conocimiento de placer o deseo que tenga de él? ¿Puede mirarlo tan completamente que el espacio entre uno, el observador, y la cosa observada desaparezca? ¡Eso no quiere decir que se convierta en el árbol! Sino que cuando ese espacio desaparece, el observador no está presente y sólo queda la cosa observada. En esa observación hay percepción, se ve la cosa con una vitalidad extraordinaria: su color, su forma, la belleza de la hoja o del tronco; cuando no hay un centro como el “yo” que está observando, uno está en contacto íntimo con la cosa observada. Normalmente el pensamiento, que es parte del pasado acumulado en el cerebro y de la mente, interviene cuando se presenta un reto que el mismo pensamiento debe solucionar, pero para descubrir algo nuevo, algo que nunca antes se ha visto, tiene que haber esta intensa atención sin


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movimiento alguno; lo cual no es algo misterioso o abstracto que deba practicar años tras año; toda práctica es pura tontería. Ese descubrir algo nuevo sucede, cuando observa el espacio entre dos pensamientos. ¿Sabe cómo el hombre descubrió la propulsión a chorro? ¿Cómo sucedió? Aquel hombre conocía todo lo que había que saber del motor de combustión, pero buscaba algún sistema nuevo. Para observar, tenemos que estar en silencio, si cargamos con todo el conocimiento de un motor a combustión, sólo encontraremos lo que ya conocemos, mientras que si aquello que ya conocemos permanece latente, en silencio, entonces es cuando puede descubrirse algo nuevo. De igual manera, si quiere ver realmente a su esposa, a su esposo, un árbol, al vecino, la completa estructura social que es desorden, tiene que estar en silencio, tiene que encontrar una nueva manera de mirar y, por tanto, una nueva manera de vivir y de actuar. I: ¿Cómo lograremos tener la fuerza para vivir sin teorías ni ideales? K: ¿Cómo tiene ahora la fuerza de vivir con ellos? ¿Cómo tiene esa enorme energía para vivir con fórmulas, ideales y teorías? Si vive con todas esas cosas, ¿de dónde saca la energía? Está disipando esa energía en el conflicto, porque el ideal está lejos y uno se encuentra aquí, tratando de vivir con aquello que está distante; por lo tanto, hay división, hay conflicto, hay un desperdicio de energía. Pero, cuando se da cuenta del desperdicio de energía, cuando se da cuenta de lo absurdo de tener ideales, formulas, conceptos y el constante conflicto que ocasionan, cuando lo ve realmente, entonces tiene la suficiente energía para vivir sin todo eso; tiene suficiente energía porque no hay desperdicio alguno generado por el conflicto. Sin embargo, como sabe, debido a nuestro condicionamiento tenemos miedo de


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vivir de esa manera, por eso, aceptamos esta estructura de fórmulas, de ideales, como tantos otros lo han hecho; vivimos con todo eso y aceptamos el conflicto como parte de la vida. Pero cuando lo vemos, no de manera verbal, teórica, ni intelectual, sino que sentimos con todo nuestro ser lo absurdo que es vivir así, entonces tenemos enorme energía que surge cuando no hay ningún conflicto, porque lo único que hay es el hecho simple y nada más. O sea, sólo existe el hecho de que uno es codicioso y no el ideal de que no debería serlo, lo cual es un desperdicio de energía. Únicamente está el hecho de que soy codicioso, posesivo, dominante, etc., este es el único hecho, y cuando uno está completamente atento a ese hecho, entonces tiene la energía para eliminarlo y, por lo tanto, para vivir libremente, sin ningún ideal, sin ningún principio, y sin creencia alguna. Eso es amar y morir a todas las cosas del pasado. Amsterdam, 11 de mayo de 1969


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TERCERA PARTE

7. EL TEMOR Resistencia; energía y atención. La mayoría estamos atrapados en hábitos físicos y psicológicos; algunos de nosotros somos conscientes de ellos y otros no. Si nos damos cuenta de esos hábitos, ¿es posible entonces terminar instantáneamente con un hábito concreto y no arrastrarlo durante meses y años? Si nos damos cuenta de un hábito concreto, ¿es posible eliminarlo sin que haya lucha alguna, dejarlo de inmediato, ya sea el hábito de fumar, un tic nervios de la cabeza, la sonrisita acostumbrada, o cualquiera de los distintos hábitos peculiares que tenemos? ¿Es posible darse cuenta del parloteo interminable sobre naderías, de esa inquietud constante de la mente, puede hacerlo sin resistencia, sin control alguno, de modo que desaparezca con sencillez, sin esfuerzo y de forma inmediata? Debemos ver las distintas cosas que hay involucradas en eso. En primer lugar, es necesario comprender que luchar contra algo, contra un hábito en particular, genera una forma de resistencia contra ese mismo hábito y, a la vez, debemos aprender que la resistencia en cualquiera de sus formas genera más conflicto. Si resistimos un hábito, si tratamos de reprimirlo, si luchamos contra él, entonces en esa lucha por controlarlo malgastamos esa energía tan necesaria para comprenderlo. Y lo segundo implicado en todo esto, es que damos por sentado que el tiempo es necesario, que debemos terminar, suprimir, o eliminar cualquier hábito gradualmente.


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Por un lado, estamos acostumbrados a la idea de que la única manera de liberarnos de un hábito es resistiéndolo, o sustituyéndolo por uno de similar y, por otro lado, tenemos la idea de que sólo es posible hacerlo de manera gradual, durante cierto período de tiempo; pero si lo examinamos con detenimiento, vemos que cualquier forma de resistencia genera más conflicto, y también que el emplear tiempo, ya sean muchos días, semanas, o años, realmente no elimina el hábito. Por eso, nos preguntamos si es posible terminar un hábito sin resistencia y sin necesidad de tiempo, hacerlo de forma inmediata. Para liberarnos del miedo, lo que se necesita no es resistirlo durante un período de tiempo, sino la energía que pueda afrontar este hábito y disolverlo inmediatamente, esa energía es la atención; porque la atención es la esencia misma de toda energía. Estar atento significa poner nuestra mente, nuestro corazón, y toda nuestra energía en el acto de atender, y con esa energía afrontar y darse cuenta del hábito; entonces verán que el hábito pierde su fuerza y desaparece instantáneamente. Uno puede pensar que los diferentes hábitos que tiene no son muy importantes; si uno los tiene, ¡qué importa!, o bien encontrar excusas para justificarlos. Pero si uno pudiera tener esa cualidad de atención en la mente, entonces la mente al poder captar el hecho, la verdad de que la energía es atención, y la atención es necesaria para disolver cualquier hábito en particular, al darse cuenta de ese hábito o tradición concreta, uno vería como de forma inmediata desaparece. Cada uno tenemos nuestra forma de expresarnos y nos satisfacemos en hablar interminablemente sobre naderías, pero si realmente estamos atentos, entonces tendremos una energía extraordinaria, una energía que no es generada por la resistencia, como lo son la mayoría de energías, y esa energía de la atención es libertad. Si lo comprendemos, real y


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profundamente, no como una teoría sino como un hecho verdadero que hemos experimentado, un hecho que hemos visto porque le prestamos toda nuestra atención, entonces podemos empezar a investigar la naturaleza y la estructura completa del miedo. Sin embargo, cuando hablamos de esta cuestión más bien complicada, debemos tener presente que la comunicación verbal entre nosotros no es fácil; si no escuchamos con suficiente atención y cuidado, entonces la comunicación no es posible; si piensan en una cosa y el orador habla de algo distinto, es obvio que no habrá comunicación; si están preocupados por algún miedo en particular y toda su atención se enfoca en ese miedo, entonces la comunicación verbal entre nosotros también terminará. Para comunicarnos verbalmente unos con otros, tiene que haber una calidad en la atención en la cual haya afecto, intensidad, urgencia por comprender esta cuestión del miedo. No obstante, más importante que la comunicación es la comunión; porque la comunicación es verbal y la comunión no lo es. Dos personas que se conozcan muy bien, pueden sin pronunciar palabra alguna comprenderse perfectamente, de inmediato, porque han establecido cierta forma de comunicación entre ambas. Así pues, cuando tratamos una cuestión tan complicada como el miedo, tiene que haber comunión y comunicación verbal, las dos tienen que ir todo el tiempo juntas, o de lo contrario no estaremos trabajando al unísono. Una vez aclarado estos puntos, lo cual era necesario hacerlo, vamos a investigar la cuestión del miedo. No se trata de que debamos liberarnos del temor. Tan pronto tratamos de liberarnos del temor, generamos una resistencia contra él. La resistencia en cualquiera de sus formas no elimina el miedo, el miedo sigue estando ahí aunque uno trate de escapar de él, de resistirlo, controlarlo, etc. El controlarlo, el evadirse, el reprimirlo, todas son formas de resistencia, y el miedo seguirá presente a pesar de que aumentemos la resistencia con


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mayor fuerza. De modo que no estamos hablando de liberarnos del miedo, liberarnos de algo no es libertad. Por favor, comprendan esto porque al investigar esta cuestión, si han puesto toda su atención en lo que se ha estado diciendo, deben abandonar este recinto sin ningún sentimiento de miedo. Eso es lo único que importa, y no lo que dice o no dice el que les habla, o si están o no de acuerdo con él; lo importante es que uno pueda de forma total, con todo su ser, terminar con el miedo psicológico. Por lo tanto, no se trata de que uno tenga que liberarse del miedo o tenga que resistirlo, sino comprender toda la naturaleza y estructura del temor, comprenderlo; lo cual significa aprender de él, observarlo, estar en contacto directo con él. Así pues, tenemos que aprender del miedo y no cómo escapar de él, ni cómo resistirlo mediante el valor y todas esas cosas. Ahora bien, tenemos que aprender, pero ¿qué significa esa palabra ‘aprender’? Sin duda no es acumular conocimientos acerca del temor. Sería inútil investigar este tema, si definitivamente no comprendemos esto. Pensamos que aprender significa acumular conocimientos de algo. O sea, si deseamos aprender italiano es necesario acumular palabras y su significado, la gramática, y cómo combinar oraciones, etcétera; después de haber acumulado estos conocimientos, entonces uno es capaz de hablar este idioma concreto. De tal modo que hay un acumular conocimientos y luego actuar; para eso el tiempo es necesario. Ahora bien, estamos diciendo que esa acumulación no es aprender; el verdadero aprender está siempre en el presente activo y no es el resultado de haber acumulado conocimientos; el aprender es un proceso, es una acción, que siempre sucede en el presente. La mayoría estamos acostumbrados a la idea de que primeramente tenemos que acumular conocimientos, información, experiencia y, a partir de ahí, actuar. Nosotros estamos diciendo algo por completo diferente; es decir, el conocimiento pertenece siempre al pasado y cuando actuamos el pasado


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dicta esa acción y, lo que decimos, es que el aprender está en el mismo actuar y, por tanto, nunca hay acumulación de conocimiento. De modo que el aprender del temor está en el presente, es algo nuevo, mientras que si afronto el miedo con el conocimiento del pasado, con recuerdos y asociaciones pasadas, no estoy en contacto cara a cara con el miedo y, en consecuencia, no puedo aprendo de él, sólo puedo aprender si mi mente es clara, directa. Y justamente ésa es nuestra dificultad, porque siempre afrontamos el miedo con todas las asociaciones, recuerdos, incidentes y experiencias, que nos impiden mirarlo y aprender de él como algo nuevo. Vemos que hay muchos miedos, miedo a la muerte, a la oscuridad, a perder el empleo, al esposo o a la esposa, a la inseguridad, a la soledad, a no conseguir algo, a no ser amado, a no tener éxito, pero ¿no son toda esta variedad de miedos expresiones de un miedo central? Así que uno se pregunta, ¿vamos a investigar un miedo en particular o vamos a investigar el temor como un hecho en sí mismo? Lo que queremos es comprender la naturaleza del miedo y no cómo el miedo se manifiesta en una dirección determinada. Si podemos afrontar el factor central del miedo, entonces seremos capaces de hacer algo, de resolver un miedo en particular. De manera que no tomen un miedo concreto y digan: «Tengo que resolverlo», más bien comprendan la naturaleza y estructura del miedo, entonces sabrán cómo afrontar ese miedo en particular. Vean la importancia de que la mente no tenga ningún miedo, porque donde hay miedo hay oscuridad, la mente se atrofia; a partir de ahí, busca distintas evasiones y estímulos mediante el entretenimiento, no importa que el entretenimiento sea la iglesia, el campo de fútbol, o la radio. Una mente así está temerosa, es incapaz de ver con claridad, y no sabe qué significa


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amar; puede que conozca el placer, pero definitivamente no sabe lo que significa amar. El miedo destruye y deteriora la mente. Tenemos el miedo físico y el psicológico; miedo físico a un peligro, como puede ser encontrarse con una serpiente o frente a un precipicio. Ahora bien, ese miedo físico de enfrentarse a un peligro ¿no es una acción inteligente? Si estamos frente a un precipicio, lo vemos, de inmediato reaccionamos, y no seguimos adelante. En ese caso, ¿no es ese miedo la inteligencia que dice: «Cuidado, hay un peligro»? Esa inteligencia se ha ido acumulado con el tiempo, puede que alguien se haya caído, que mi madre o un amigo me hayan dicho: «Ten cuidado con ese precipicio». De manera que en esa expresión física del miedo están el recuerdo y la inteligencia funcionando simultáneamente. Además está el temor psicológico a ese miedo físico que hemos experimentado, o si hemos padecido una enfermedad que nos causó mucho dolor; al haber padecido dolor, que es un fenómeno puramente físico, no deseamos que se repita y, por eso, sentimos un miedo psicológico a ese dolor aunque no esté ahora presente. Entonces, ¿podemos comprender ese miedo psicológico de manera que no vuelva a surgir de nuevo? Si he tenido un dolor, la mayoría lo hemos tenido, que sucedió la semana pasada o hace un año, y ese dolor era insoportable, no quiero que vuelva a repetirse y, por eso, temo que regrese. Bien, ¿qué ha sucedido? Escuchen esto cuidadosamente, por favor. Tenemos el recuerdo de ese dolor y el pensamiento que dice: «No dejes que se repita nuevamente», «ten cuidado». De manera que al pensar en el dolor pasado se genera el miedo de que vuelva a repetirse, y el pensamiento en sí mismo es quien genera ese miedo; esa es una forma concreta de miedo, el miedo de que la enfermedad con su dolor no se repita nuevamente. Así que tenemos una variedad de miedos psicológicos que se derivan del pensamiento: miedo de lo que pueda decir mi vecino, miedo de no ser


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un perfecto respetable y distinguido burgués, de no seguir la moralidad social, que es inmoral, de perder el empleo, de la soledad, de la ansiedad, que en sí misma es temor, etc.; todos son producto de una vida basada en el pensamiento. Sin embargo, no sólo existen los temores conscientes, sino también los miedos profundos y ocultos en la psiquis, en las capas más profundas de la mente. Podemos afrontar los temores conscientes, pero es mucho más complicado hacerlo con los temores secretos y profundos. Entonces, ¿qué podemos hacer para que esos temores profundos, inconscientes, ocultos, salgan a la superficie y queden al descubierto? ¿Puede la mente consciente hacerlo? ¿Puede la mente consciente con la actividad de su pensamiento descubrir lo inconsciente, lo oculto? No estamos utilizando la palabra “inconsciente” en forma técnica; sino únicamente en el sentido de no estar consciente, o de no conocer los niveles ocultos; eso es todo. ¿Puede la mente consciente, esa mente que se ha entrenado a sí misma con el fin de adaptarse para poder sobrevivir, para seguir con las cosas tal y como están, ya conocen lo tramposa que es la mente consciente, puede esa mente consciente descubrir todo el contenido del inconsciente? No creo que pueda hacerlo. Es posible que descubra una capa y luego la interprete de acuerdo con su condicionamiento, pero esa misma interpretación de acuerdo con su propio condicionamiento limitará más adelante a la mente consciente, de manera que tendrá mucha menos capacidad para examinar completamente la siguiente capa. Así podemos ver que el simple esfuerzo consciente para examinar el contenido más profundo de la psiquis se vuelve muy difícil, a menos que la mente superficial esté por completo libre de todo condicionamiento, prejuicio y temor, de lo contrario es incapaz de verlo. Uno se da cuenta de


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esa extrema dificultad, quizá de su completa imposibilidad. Por lo tanto, uno se pregunta, ¿hay alguna otra manera que sea del todo diferente? Así pues, ¿puede la mente liberarse del miedo mediante el análisis, el autoanálisis o el análisis profesional? Creo que en eso hay envuelto algo más. Cuando me analizo, cuando me miro a mí mismo, capa tras capa, examinando, juzgando, evaluando, me digo: «Esto es correcto», «esto no lo es», «esto lo conservaré», «esto otro lo desecharé». Pero, cuando estoy analizando, ¿soy diferente de la cosa que analizo? De modo que debo contestar a esto por mí mismo, ver la verdad al respecto. O sea, ¿es el analizador diferente da la cosa que analiza, digamos de los celos? De hecho no es diferente, él es esos celos, y trata de separarse de los celos como una entidad que dice: «Voy a observar los celos, a liberarme de ellos, o estar en contacto con ellos». Pero los celos y el analizador son parte el uno del otro. En el proceso del análisis está involucrado el tiempo, es decir: necesito muchos días o muchos años para analizarme. Sin embargo, al final de muchos años todavía tengo miedo; por lo tanto, el análisis no es el camino. El análisis implica mucho tiempo y cuando la casa está quemándose, uno no se sienta a analizar, ni visita a un profesional para decirle: «Dígame algo sobre mí mismo, por favor», uno tiene que actuar. El análisis es una forma de evadirse, de pereza e ineficiencia. Aunque puede ser necesario que una persona neurótica vaya a un analista, pero aun entonces no terminará por completo con la neurosis; pero ésa es otra cuestión. La solución no es que el consciente analice el inconsciente. Si la mente ha visto eso, entonces dirá: «No analizaré más», «veo la inutilidad de hacerlo», «dejaré de resistir el miedo». ¿Se dan cuenta de lo que le ha sucedido a esa mente? Si ha descartado el método tradicional del análisis, la resistencia, el tiempo, ¿qué le ha sucedido entonces a la mente en sí misma? Es evidente que se ha vuelto extraordinariamente perceptiva,


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debido a la necesidad de estar atenta, se ha vuelto extraordinariamente intensa, incisiva, vital; y se pregunta si hay alguna otra manera de afrontar este problema, de descubrir todo su contenido: el pasado, la herencia racial, la familia, el peso de la tradición cultural y religiosa, la consecuencia de dos mil o diez mil años. Por tanto, ¿puede la mente estar libre de todo eso, eliminarlo por completo y, en consecuencia, deshacerse de todo temor? De modo que tengo este problema, el problema de que una mente perceptiva, que ha descartado toda forma de análisis y no depende del mañana, porque el análisis siempre necesita tiempo, tiene que resolverlo ahora y de forma completa. Así que no hay ningún ideal implicado, no depende de un futuro que diga: “En algún momento me liberaré del miedo”. Por consiguiente, la mente está ahora en un estado de completa atención, ha dejado de evadirse, de inventar el tiempo como una solución para resolver el problema, de analizar o de resistir. Entonces, la mente en sí misma tiene una cualidad totalmente nueva. Los psicólogos dicen que debemos soñar o de lo contrario nos volveremos locos. Pero me pregunto, ¿por qué es necesario soñar? ¿No hay una forma de vivir que no obligue a tener que soñar en absoluto? Porque en el caso de no soñar, entonces la mente descansa de verdad. Si la mente ha estado activa todo el día, observando, escuchando, investigando, mirando la belleza de una nube, el rostro de una persona atractiva, el agua, el movimiento de la vida, todo, si ha estado observando y observando, cuando duerme necesita descansar completamente, de lo contrario, al despertar a la mañana siguiente estará cansada, no se habrá renovado. Así pues, uno se pregunta si es posible no soñar, de modo que durante las horas de sueño la mente esté realmente descansando, y descubra ciertas cualidades que no pueden darse durante las horas de vigilia. Eso sólo es posible, porque es un hecho, no es una suposición, una teoría, una


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invención o esperanza, cuando uno durante el día está completamente receptivo, observando toda la actividad del pensamiento, de los sentimientos, dándose cuenta de cada motivo, de cada sugerencia, de cada insinuación que sucede internamente, en lo profundo; y cuando está hablando, cuando camina, cuando escucha a alguien, cuando observa su ambición, sus celos, cuando observa cual es su respuesta a la ‘grandeza de Francia’, cuando lee un libro que dice: «Sus creencias religiosas son tonterías», observa para ver lo que está implicado en la creencia. O sea, mantenerse completamente receptivo durante las horas del día, cuando están sentados en un autobús, cuando hablan con la esposa, con los hijos, con el amigo, cuando fuman, ver por qué fuman, cuando leen una novela policial, por qué la leen, cuando van al cine, por qué van, ¿es por qué buscan excitación, sexo? Cuando ve un árbol hermoso, o el movimiento de una nube viajando en el cielo, esté completamente atento a lo que sucede dentro y fuera de uno, entonces observará que cuando duerme no hay sueños, y a la mañana siguiente cuando se despierta la mente está renovada, es intensa y vital. París, 13 de abril de 1969


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8. LO TRASCENDENTAL Investigar la realidad; la tradición en la meditación; la realidad y la mente silenciosa. Hemos estado hablando del caos en el mundo, de la gran violencia, de la confusión que existe, no sólo en lo externo sino también internamente. La violencia es el resultado del miedo, y ya investigamos la cuestión del temor. Creo que ahora debemos investigar algo que puede resultarles un poco extraño, pero es necesario que lo hagamos y no rehusarlo diciendo simplemente que es una ilusión, una fantasía, o cualquiera de esas cosas. A lo largo de la historia, el hombre al darse cuenta de que su vida es muy corta, de que está llena de accidentes y sufrimientos, de que la muerte es inevitable, ha inventado una idea que llama Dios. Al darse cuenta, como también nos sucede ahora a nosotros, de que la vida es transitoria, ha sentido la necesidad de experimentar algo inmensamente grande, supremo, algo no fabricado por la mente o por una emoción; siempre ha deseado experimentar un mundo por completo diferente, un mundo más allá del actual, más allá de toda desdicha y tortura; esperando encontrar o descubrir por medio de la búsqueda este mundo maravilloso. De manea que debemos investigar esta cuestión de si existe o no una verdad, no importa el nombre que le demos, que tenga una dimensión del todo diferente. Para investigarlo seriamente, debemos ser conscientes de que no basta comprenderlo meramente en el nivel verbal, porque la descripción nunca es lo descrito, la palabra nunca es la cosa. Por tanto, ¿podemos investigar ese misterio, si es que se trata de un misterio, que el hombre siempre ha intentado poseer o capturar, volviéndose devoto del mismo, adorándolo, invitándolo e intentando retenerlo?


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Siendo la vida lo que es, más bien superficial, vacía, una cosa enrevesada, sin mucha importancia, intentamos darle un significado, encontrarle un sentido. Si uno tiene cierta habilidad, le da a la vida un significado y un propósito muy complicado, pero como no encuentra la belleza, el amor, y el sentido de inmensidad que esperaba, se vuelve cínico y concluye en no creer en nada. De modo que uno mismo se da cuenta de que es bastante absurdo, ilusorio, y no tiene mucho sentido, simplemente inventar una ideología, una fórmula, afirmando que existe o no existe Dios, cuando la vida que llevamos no tiene ningún sentido; lo cual es cierto, porque realmente no tiene sentido alguno. Por consiguiente, no le vamos a dar a la vida ningún significado. ¡Si pudiéramos investigar juntos todo esto y descubrir por nosotros mismos si hay o no hay una verdad que no sea una simple evasión, una invención intelectual o emocional! El hombre a lo largo de la historia ha sostenido que existe una verdad y, para conseguirla, debemos prepararnos, debemos hacer ciertas cosas: disciplinarnos, resistir toda clase de tentaciones, controlarnos, reprimir el sexo, vivir conforme a una conducta establecida por la autoridad religiosa, los santos, etc.; y también debemos negar el mundo, recluirnos en un monasterio, en una cueva donde podamos meditar, podamos estar solos para no caer en ninguna tentación. Uno mismo se da cuenta de lo absurdo de esa lucha; se da cuenta de que no es posible escapar del mundo, de “lo que es”, del sufrimiento, de la confusión, y de todo lo que el hombre ha creado científicamente. Así mismo y en relación con las teologías, es obvio que uno tiene que descartarlas todas, al igual que las creencias. Si realmente uno descarta por completo toda forma de creencia, entonces cualquier miedo desaparece. Por consiguiente, uno sabe que la moralidad social no es moralidad, sino que es inmoral, uno se da cuenta de que debe ser enormemente moral,


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porque finalmente la moralidad consiste únicamente en establecer orden tanto dentro como fuera de uno mismo; sin embargo, la moralidad debe manifestarse cuando actuamos, no se trata de algo imaginario o conceptual, sino una conducta moral verdadera. Ahora bien, ¿es posible disciplinarse uno mismo sin reprimirse, controlarse o evadirse? La raíz etimológica de la palabra “disciplina”, es “aprender”, no amoldarse o convertirse en un discípulo de alguien, ni imitar o reprimir, sino aprender. El propio acto de aprender necesita disciplina, una disciplina que no sea impuesta o se ajuste a ninguna ideología, ni la rígida austeridad del monje; porque sin una austeridad interna, nuestra conducta diaria nos lleva únicamente al desorden. Uno puede ver la importancia de tener un orden completo en uno mismo, un orden como las matemáticas, y no un orden relativo o comparativo, ni el orden que surge de la influencia del entorno. Debemos establecer una conducta, la cual es rectitud, de forma que la mente tenga un orden completo. Una mente atormentada, frustrada, moldeada por el entorno, que se ajusta a la moralidad social, está en sí misma confundida; y una mente confundida no puede descubrir la verdad. Si la mente tiene que contactar con ese extraño misterio, si es que tal cosa existe, debe sentar la base de una conducta, de una moralidad, que no es la moralidad de la sociedad, una moralidad en la cual no haya ningún miedo en absoluto y, por lo tanto, sea libre. Únicamente entonces después de establecer esa base sólida, es cuando la mente puede empezar a descubrir lo que es la meditación, esa cualidad de silencio, de observación, en la cual no existe el observador. Si no establecemos esta base de recta conducta en nuestra vida, entonces cuando actuemos la meditación tendrá muy poco sentido.


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En Oriente existen muchas escuelas, sistemas, y métodos de meditación, incluyendo el Zen y el Yoga, que se han extendido por todo Occidente. Es necesario que uno comprenda con mucha claridad esta creencia de que mediante un método, un sistema, ajustándose ha determinado modelo o tradición, la mente puede descubrir la realidad. Uno debe ver lo absurdo que eso es, no importa si viene de Oriente o algo inventado aquí. Un método significa conformidad, repetición; significa que alguien ha alcanzado cierta claridad y nos dice que hagamos esto o aquello; y nosotros que estamos tan ansiosos por conseguir esa verdad, seguimos, nos sometemos, obedecemos, y día tras día repetimos lo que nos ha dicho, como un conjunto de máquinas. Una mente embotada e insensible, que no es muy inteligente, puede practicar un método hasta la saciedad, pero se volverá más y más embotada, más y más estúpida, aunque dentro de su propio campo de condicionamiento tenga cierta experiencia. Quizás algunos de vosotros habéis estado en Oriente y habéis estudiado la meditación; allá existe toda una larga tradición y desde la antigüedad, primero en India y luego a lo largo de todo Asía, la meditación irrumpió fuertemente. Esa tradición, aun ahora sigue en nuestras mentes, y sobre este tema se han escrito cantidad de volúmenes. Sin embargo, cualquier forma de tradición, que venga del pasado, que se utilice para descubrir si existe esa gran verdad, evidentemente es un intenso inútil. La mente debe estar libre de cualquier tradición y precepto, de lo contrario no es posible que uno tenga esa inteligencia en su forma más elevada. Entonces, ¿qué es la meditación, si no tiene nada que ver con lo tradicional? La meditación no puede ser tradicional, nadie puede enseñarnos lo que realmente es, ni podemos seguir un sendero preestablecido y decir: «Siguiendo este sendero aprenderé lo que es la meditación». El significado final de la meditación es que la mente esté en


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completo silencio, pero no sólo en el nivel consciente, sino también en los niveles más profundos, secretos y ocultos de la conciencia; en esa quietud tan completa y total, el mismo pensamiento está en silencio y no divaga en todas direcciones. Uno de los postulados tradicionales de la meditación, el enfoque tradicional de que hablamos, dice que el pensamiento debe ser controlado; sin embargo, debemos descartar por completo esa afirmación y, para descartarla, uno tiene que observarlo muy de cerca, de manera objetiva y no emocional. La tradición dice que necesitamos un gurú, un maestro que nos ayude a meditar, y que nos detalle lo que debemos hacer. En Occidente tienen su propia forma de tradición, de rezo, de recogimiento y confesión. No obstante, en el principio básico fundamental de que alguna otra persona sabe y uno no sabe, de que ese que sabe nos enseñará, nos dará la iluminación, está involucrada la autoridad, el maestro, el gurú, el salvador, el Hijo de Dios, etc. O sea, “ellos”’ son los que saben y uno no sabe; “ellos” dicen: «Siga este método, este sistema, practique día tras día y, si tiene suerte, finalmente llegará». Lo cual significa que uno debe luchar consigo mismo constantemente, tratando de ajustarse a un modelo, a un sistema, intentando reprimir los propios deseos, las urgencias biológicas, las envidias, los celos y las ambiciones. Por lo tanto, hay conflicto entre lo que somos y lo que deberíamos ser, según sea el sistema aceptado; y esto significa que hay esfuerzo, pero una mente que se esfuerza jamás puede estar en calma, si hay esfuerzo la mente no puede estar en completo silencio. La tradición también dice que debemos concentrarnos para controlar el pensamiento, pero concentrarse es simplemente resistir, levantar un muro alrededor de uno mismo, proteger una forma exclusiva de ver una idea, un principio, un cuadro, o en lo que uno quiera. La tradición dice que debemos


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pasar por todo eso, con el fin de encontrar lo que sea que busquemos; también nos dice que debemos negar el sexo, que no debemos mirar este mundo, como han dicho siempre todos los santos con su grado más o menos de neurosis. Pero si vemos lo que está involucrado en todo eso, no verbal o intelectualmente, sino realmente, y sólo podemos verlo cuando no estamos comprometidos y lo observamos de manera objetiva, entonces es que podemos deshacernos de todo eso por completo; y uno debe descartarlo totalmente, porque entonces la mente en el mismo acto de eliminarlo se libera y, por tanto, se vuelve inteligente, atenta, y exenta de quedar atrapada en ilusiones. Para meditar, en el sentido más profundo de la palabra, uno debe ser virtuoso, moral, pero no la moralidad de un modelo, de una práctica, o del orden social, sino la moralidad que surge de manera natural, de forma inevitable y armoniosa, cuando uno empieza a conocerse a sí mismo, cuando se da cuenta de sus pensamientos, sentimientos, actividades, demandas biológicas, ambiciones, etc.; cuando está atento sin elección alguna, simplemente observando. De esa observación sale la acción correcta, que nada tiene que ver con la conformidad, o con el actuar de acuerdo con un ideal. Entonces, cuando eso existe profundamente en uno mismo, con su belleza y austeridad en la que no hay ni sombra de dureza porque la dureza sólo existe si hay esfuerzo, cuando uno ha observado todos los sistemas, todos los métodos, todas las promesas, y las ha visto objetivamente, sin agrado o desagrado, entonces puede descartarlas completamente, de manera que la mente se libera del pasado. A partir de ahí, uno puede empezar a descubrir lo que es la meditación. Sin haber asentado realmente las bases, podemos jugar con la meditación, pero eso no tiene sentido alguno; es lo mismo que esas personas que van a Oriente para visitar algún maestro que les dice cómo


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sentarse, cómo respirar, qué hacer, si esto o aquello, y cuando regresan escriben un libro; todo lo cual es pura tontería. Uno tiene que ser su propio maestro y su propio discípulo; porque no hay autoridad, sólo hay comprensión. La comprensión sólo es posible cuando hay observación sin un centro como el observador. ¿Alguna vez han observado, han estado atentos, han tratado de descubrir qué es la comprensión? La comprensión no es un proceso intelectual, ni una intuición o un sentimiento. Cuando uno dice: “Lo comprendo muy claramente”, eso significa que hay una observación que nace de un silencio completo; sólo así es que hay comprensión. Cuando decimos que “comprendemos algo”, lo que queremos decir es que la mente escucha en silencio, sin aceptar ni rechazar; sólo cuando estamos es este estado de atención completa hay comprensión, y esa misma comprensión es acción. No es que primero haya comprensión y luego venga la acción; es el mismo movimiento simultáneo. De modo que la meditación, esa palabra tan recargada por la tradición, consiste en llevar, sin esfuerzo y sin opresión, la mente y el cerebro a su máxima capacidad, lo cual es inteligencia, es ser altamente sensitivo. Por tanto, el cerebro está en calma; ese depósito del pasado que ha evolucionado a lo largo de un millón de años y que constantemente está activo, ese cerebro permanece en silencio. Ahora bien, ¿Es posible que el cerebro, que todo el tiempo reacciona, que al más insignificante estímulo responde de acuerdo con su condicionamiento, permanezca en silencio? Los tradicionalistas dicen que puede aquietarse con una respiración adecuada y practicando el estado de atención; lo cual implica nuevamente la cuestión de “quién” es la entidad que controla, practica y moldea el cerebro. ¿No es el pensamiento el que


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dice: «Soy el observador, voy a controlar el cerebro, y eliminaré el pensamiento»? O sea, el pensamiento creando el pensador. De modo que, ¿es posible que el cerebro esté en completo silencio? Investigarlo es parte de la meditación; no se trata de que nos digan cómo hacerlo, nadie puede enseñarnos cómo debemos hacerlo. De manera que, ¿puede nuestro cerebro, tan condicionado por la cultura, por toda clase de experiencias, ese cerebro que es el resultado de una larga evolución, permanecer en silencio? Porque sin ese silencio, tergiversará cualquier cosa que vea o experimente, la interpretará de acuerdo con su condicionamiento. Y, ¿qué papel juega el sueño en la meditación, en la vida? Es una pregunta muy interesante; si la han examinado, habrán descubierto muchas cosas. El otro día decíamos que los sueños no son necesarios y también que la mente, el cerebro, tienen que estar completamente alertas durante el día, atentos a lo que sucede tanto dentro como fuera de nosotros, atentos a las reacciones internas que las cosas externas provocan con sus tensiones, atentos a las manifestaciones del inconsciente, y entonces, al final del día, darse cuenta de todo lo sucedido. Si al finalizar el día no tenemos presente todo lo que ha sucedido, es obvio que el cerebro mientras dormimos tiene que trabajar durante la noche para establecer el orden en sí mismo. Pero si hemos hecho todo eso, entonces cuando dormimos estamos aprendiendo algo por completo diferente, de una dimensión totalmente distinta, y eso es parte de la meditación. O sea, está el hecho de cimentar las bases de una conducta en la cual la acción es amor; está el hecho de descartar toda tradición de modo que la mente esté completamente libre y el cerebro totalmente silencioso. Si lo hemos investigado, veremos que el cerebro permanece en silencio, no mediante alguna treta, ni alguna droga, sino por medio de esa atención activa y pasiva durante todo el día. Y si al final del día hacemos un


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inventario de lo que ha sucedido, estableciendo así orden, entonces durante el sueño el cerebro permanece en silencio, aprendiendo con un movimiento diferente. De esa manera la totalidad el cuerpo, el cerebro, todo está en silencio, sin distorsionar nada; y sólo entonces es cuando la mente puede recibir esa verdad, si es que tal cosa existe; esa inmensidad que no puede ser invitada, si es que eso existe; si lo indescriptible, lo trascendental existen, si realmente existen, sólo una mente así es la que puede ver lo falso o lo verdadero de esa verdad. Puede que algunos se pregunten: «¿Y qué tiene que ver todo esto con el diario vivir? Tengo que subsistir todos los días, ir a la oficina, lavar platos, viajar en un autobús atestado de gente con un ruido infernal, ¿qué tiene que ver la meditación con todo esto?». Tiene que ver, porque después de todo la meditación es la comprensión de la vida, de la vida cotidiana con sus complejidades, desdicha, sufrimiento, soledad, ansiedad, miedo, envidia, afán de ser famoso, de tener éxito; comprender todo eso es meditación. Sin comprenderlo, el mero intento de desentrañar el misterio es totalmente inútil, no tiene ningún valor; es como una vida desordenada, una mente confusa que trata de encontrar el orden matemático. Todo en la meditación tiene que ver con la vida; meditar no es evadirse hacia algún estado emocional o de éxtasis. Sin embargo, hay un éxtasis que no es placer; ese éxtasis únicamente surge cuando existe este orden matemático en uno mismo, ese orden que es absoluto. Sólo entonces, cuando la meditación es el modo de vida de todos los días, puede manifestarse aquello que es imperecedero, que no pertenece al tiempo. Interlocutor: ¿Quién es el observador que se da cuenta de sus propias reacciones, y qué energía utiliza?


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Krishnamurti: ¿Ha observado algo sin reaccionar? ¿Ha mirado un árbol, el rostro de una mujer, una montaña, una nube, o la luz sobre el agua, simplemente observando, sin traducirlo en agrado o desagrado, en placer o dolor, sencillamente observarlo? Cuando uno está completamente atento, ¿hay algún observador en esa observación? Investíguelo, señor, no me pregunte a mí, si lo hace lo descubrirá. Observe sus reacciones, sin juzgarlas, sin evaluarlas, o distorsionarlas; esté por completo atento a cada reacción y si está atento verá que no hay ningún observador, pensador, o experimentador. Referente a la segunda pregunta, ¿qué energía se utiliza para cambiar cualquier cosa en uno mismo, para generar una transformación, una revolución en la psiquis? ¿Cómo se consigue esa energía? Todos tenemos energía, pero debido a las tensiones, a las contradicciones, a los conflictos, a la lucha entre dos deseos, entre lo que hago y lo que debería hacer, todo eso consume gran cantidad de energía; sin embargo, si no hubiera contradicción alguna, entonces tendríamos energía en abundancia. Si observemos nuestra propia vida, si realmente la observamos, vemos que hay contradicciones: por un lado queremos ser pacíficos pero odiamos a alguien, o deseamos amar pero somos ambiciosos; esas contradicciones generan conflicto, lucha, y esa pugna consume energía. Si no hubiera ninguna contradicción, entonces tendríamos suficiente energía para transformarnos. Por tanto, uno se pregunta, ¿cómo podemos dejar de tener esa contradicción entre el observador y lo observado, entre el experimentador y lo experimentado, entre el amor y el odio? ¿Cómo podemos vivir sin estas dualidades? Únicamente es posible cuando sólo existe el hecho y nada más, el hecho de que odiamos, de que somos violentos, y no el opuesto como idea.


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Cuando tenemos miedo desarrollamos el opuesto, que consiste en tener valor, el cual es resistencia, contradicción, esfuerzo y tensión; pero cuando comprendemos completamente lo que es el miedo y no escapamos a un opuesto, cuando le prestamos toda nuestra atención al miedo, entonces vemos que no sólo termina el miedo psicológico, sino que también disponemos de la energía suficiente para afrontarlo. Los tradicionalistas dicen: «Debe tener esa energía y, por tanto, no sea sexual, no sea mundano, concéntrese, ponga su mente en Dios, abandone el mundo, evite la tentación», todo para conseguir tener esa energía. Pero uno sigue siendo un ser humano con demandas, ardiendo interiormente, con urgencias sexuales, biológicas, deseando hacer algo, controlándose, esforzándose, y el resto de esas cosas; por consiguiente, disipando energía. Sin embargo, si vive con el hecho y nada más, si está enojado comprenda eso, no diga, «Cómo dejar de estar enojado», sino investigue el hecho, vívalo, esté con él, préstele atención completa, entonces verá que tiene energía en abundancia. Esa es la energía que da claridad a la mente, que mantiene el corazón abierto, de manera que rebosa de amor, no sólo de ideas o sentimientos. I: ¿Qué quiere decir por éxtasis; puede describirlo? Dijo que el éxtasis no es placer y que el amor no es placer. K: ¿Qué es el éxtasis? Cuando uno mira una nube, en la luz en esa nube hay belleza, y la belleza es pasión. Para ver la belleza de una nube o la belleza de la luz sobre un árbol, tiene que haber pasión, tiene que haber intensidad. En esta intensidad, en esta pasión, no hay sentimiento alguno de agrado o desagrado. De modo que el éxtasis no es personal; no es suyo ni mío, igual que el amor tampoco es suyo ni mío; pero cuando hay placer,


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eso sí es suyo o mío. Sin embargo, cuando se da esa mente meditativa, ella tiene su propio éxtasis, el cual no puede describirse, ni ponerse en palabras. I: ¿Está diciendo que no existe lo bueno ni lo malo, y que todas las reacciones son buenas? ¿Es eso lo que está diciendo? K: No, señor, no dije eso. Lo que dije fue, observe su reacción, no la llame buena o mala, porque cuando la llama buena o mala, genera contradicción. ¿Ha mirado alguna vez a su esposa, siento tener que insistir en esto, sin la imagen que tiene de ella, sin esa imagen que ha edificado a lo largo de treinta y tantos años? Tiene una imagen de ella y ella tiene una imagen suya; estas imágenes son las que están en relación; usted y ella no tienen relación. Estas imágenes surgen cuando no estamos atentos en nuestra relación, es la falta de atención la que engendra imágenes. Ahora bien, ¿puede mirar a su esposa sin condenarla, evaluarla, sin decir que tiene razón o que está equivocada, sólo observarla sin introducir sus prejuicios? Entonces, como resultado de esa observación, verá que hay una acción por completo diferente. París, 24 de abril de 1969


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CUARTA PARTE

9. LA VIOLENCIA ¿Qué es la violencia?; imponer algo sobre la base misma de la violencia psicológica; la necesidad de observar; la falta de atención. El propósito de estas reuniones es observar creativamente, es observarnos a nosotros mismos creativamente mientras hablamos. Todos debemos contribuir al tratar cualquier tema que deseemos discutir y para ello debe haber cierta franqueza, no vulgaridad o expresar rudeza ante la ignorancia o inteligencia de otro, sino que cada uno debe participar en la discusión del tema elegido con toda su capacidad. En cada exposición de lo que sentimos o investigamos, debe haber un sentir de que percibimos algo nuevo; eso es creación, no repetir lo viejo, sino la expresión de lo nuevo en el descubrimiento de nosotros mismos mientras hablamos. Así es como creo que estas discusiones serán provechosas. Interlocutor (1): ¿Podemos investigar más profundamente esta cuestión de la energía y cómo la desperdiciamos? Interlocutor (2): Ha estado hablando de la violencia, la violencia que hay en la guerra, la violencia en la forma de tratar a la gente, la violencia en la manera de pensar y de mirar a otras personas; pero, ¿qué hay de la violencia en el instinto de supervivencia? Si me atacara un lobo, me


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defendería violentamente con todas mis fuerzas. O sea, ¿es posible que una parte de nosotros sea violenta y la otra no? K: Se ha formulado la pregunta en relación cómo la violencia nos condiciona para que nos ajustemos a cierto patrón de la sociedad o de moralidad; y también tenemos la pregunta del instinto de supervivencia. ¿Dónde está la línea divisoria entre el instinto de supervivencia, que en ocasiones requiere violencia, y otras formas de violencia? ¿Desean discutir eso? Público: Sí. K: Si me permiten, puedo sugerir que en primer lugar discutamos las diferentes formas de violencia psicológica, para luego ver cuál es el sitio que ocupa el instinto de supervivencia cuando somos atacados. Me pregunto qué piensan sobre la violencia, ¿qué es la violencia para ustedes? Interlocutor (1): Es una forma de defensa. Interlocutor (2): Es algo que perturba mi bienestar. K: ¿Qué significa para uno la violencia, el sentimiento, la palabra, la naturaleza de la violencia? Interlocutor (1): Agresividad. Interlocutor (2): Si uno se siente frustrado se vuelve violento.


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Interlocutor (3): La incapacidad de un hombre para conseguir algo hace que sea violento. Interlocutor (4): Es odio, en el sentido de vencer. K: ¿Qué significa la violencia para uno? Interlocutor (1): Es una manifestación de peligro; o sea, cuando el ‘yo’ interviene. Interlocutor (2): Es miedo. Interlocutor (3): Sin duda cuando hay violencia herimos a alguien o algo, sea mental o físicamente. K: ¿Sabe lo que es la violencia porque conoce la no-violencia? Pero ¿sabe lo que sería la violencia sin el opuesto? Debido a que conoce estados de no-violencia, ¿eso le hace reconocer la violencia? ¿Cómo sabe lo que es la violencia? Es porque uno es agresivo, competitivo, y al ver los efectos de todo eso, lo cual es violencia, uno deduce el estado de no-violencia. ¿Si no hubiera el opuesto, sabría lo que es la violencia? I: No la etiquetaría, más bien sentiría algo. K: ¿Ese sentir es real o surge porque conoce la violencia? I: Creo que la violencia causa dolor, es un sentimiento dañino que queremos eliminar; por ese motivo queremos ser no-violentos.


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K: Si no sé nada sobre la violencia o la no-violencia, si no empiezo partiendo de algún concepto o fórmula, si no sé realmente lo que significa la violencia, entonces sólo me queda investigar. I: Uno desea protegerse porque tiene la experiencia de que le han herido o atacado. K: Sí, lo comprendo, pero eso ya se ha dicho antes. Todavía estoy tratando de averiguar qué es la violencia; quiero investigarlo, explorarlo, aclararlo, diferenciarlo, ¿me comprende? I: La violencia es falta de amor. K: ¿Sabe lo que es amor? I: Creo que todas esas cosas surgen de uno mismo. K: Sí, justamente es así. I: La violencia surge de nosotros. K: Eso es cierto. Pero quiero averiguar si el origen viene de afuera o de adentro. I: Es una forma de protegerse.


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K: Vayamos despacio, por favor; es un problema muy serio y el mundo entero padece las consecuencias de la violencia. I: La violencia consume parte de mi energía. K: Todo el mundo habla de la violencia y de la no-violencia. La gente dice: «Debemos vivir con agresividad», o al ver las consecuencias de eso, dice: «Debemos vivir pacíficamente». Hemos escuchado tantas cosas, de los libros, de los predicadores, de los educadores y de otros; pero yo quiero investigar si es posible descubrir la naturaleza de la violencia y qué lugar tiene en la vida, si es que tiene alguno. ¿Qué hace que seamos violentos, agresivos o competitivos? Y, ¿forma parte la violencia de la conformidad a un modelo por noble que éste sea? ¿Es la violencia parte de la disciplina impuesta por uno mismo o por la sociedad? ¿Es la violencia un conflicto dentro y fuera de nosotros mismos? Quiero descubrir el origen, el inicio de la violencia, de lo contrario, lo que hago es simplemente elaborar un montón de palabras. ¿Es natural ser violento, en el sentido psicológico? Luego consideraremos los estados fisiopsicológicos. ¿Es la violencia interna, agresión, ira, odio, conflicto, represión, conformidad? ¿Y se basa la conformidad en esa lucha constante por encontrar, por lograr, por llegar a ser, por alcanzar, por auto-realizarse, por ser noble, etc.? Todo lo cual está dentro del campo psicológico. Si no podemos investigarlo muy hondamente, entonces no seremos capaces de comprender si hay una posibilidad de producir un estado diferente en nuestra vida diaria, el cual incluya en parte el instinto de supervivencia. ¿De acuerdo? Así que empecemos a partir de ahí. ¿Qué consideramos que es la violencia, no verbalmente, sino de hecho, internamente?


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Interlocutor (1): Es ir en contra de alguna cosa; es imponerse sobre algo. Interlocutor (2) ¿No es la violencia rechazar algo? K: Consideremos la imposición primero, ir en contra de “lo que es”. Digamos que soy celoso y sobre eso impongo la idea de no ser celoso, no debo ser celoso; esa imposición es ir en contra de “lo que es”, lo cual es violencia. Vayamos paso a paso y, quizás, esta única frase puede que abarque toda la dificultad. “Lo que es” siempre está en movimiento, no es estático; y voy en su contra al imponerle algo que creo “debería ser”. I: ¿Quiere decir que cuando siento enojo debería pensar que no existe tal enojo, y en vez de sentirme enojado debería reprimirme? ¿Es eso violencia o es violencia cuando lo exteriorizo? K: Veamos lo que hay en esa pregunta. Estoy enojado y para desahogarme le golpeo, lo cual desencadena una serie de reacciones, de manera que me devuelve el golpe. Esa expresión misma de enojo es violencia, pero si impongo algo sobre el hecho de que estoy enojado, o sea, “no debería estar enojado”, ¿no es eso también violencia? I: Estaría de acuerdo con esa definición general, siempre y cuando la imposición sucediera de forma agresiva, eso es lo que la haría violenta; pero si uno hace esa imposición de forma gradual, entonces no hay violencia.


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K: Comprendo, señor. Si se impone con delicadeza, con tacto, entonces eso no es violencia; o sea, es ir en contra el hecho de que odio, de forma gradual, con delicadeza, reprimiéndolo; según dice el señor, eso no sería violencia. Pero no importa que lo haga violenta o con delicadez, el hecho es que impone alguna otra cosa sobre “lo que es”. ¿Estamos más o menos de acuerdo con eso? I: No. K: Vamos a verlo. Digamos que tengo la ambición de convertirme en el poeta más grande del mundo, o lo que sea, y me siento frustrado porque no puedo lograrlo; esta frustración, esta ambición en sí misma, es una forma de violencia contra el hecho de que no lo he logrado. Me siento frustrado porque otro es mejor que yo, y ¿no engendra eso violencia? I: Toda acción contra una persona o contra una cosa es violencia. K: Por favor, observe la dificultad que hay en esto. Tenemos un hecho y vamos en contra este hecho con otra acción. Por ejemplo, si digo que no me gustan los rusos, los alemanes, o los americanos, e impongo mi opinión personal o mi evaluación política, eso es una forma de violencia; cuando me impongo sobre alguien, eso es violencia; cuando me comparo con otro que es más famoso o más inteligente, voy en contra de mí mismo, y eso es ser violento, ¿no es así? En la escuela comparamos B con A, porque es mejor en los exámenes y los pasa brillantemente; el maestro le dice a B que tiene que ser como A; de manera que al comparar a B con A, en eso hay violencia y destruyo a B. Mire lo que sucede con este hecho, al imponer


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sobre “lo que es” aquello que “debería ser”, el ideal, lo perfecto, la imagen, etc., es un acto de violencia. Interlocutor (1): Siento dentro de mí que si tengo alguna resistencia o algo que pueda hacerme daño, entonces surge la violencia; pero también siento que si no resisto, puede ser que vaya en contra de mí mismo. Interlocutor (2) ¿No tiene todo eso que ver con el ego, con el “yo”, que es la raíz de toda violencia? Interlocutor (3): Supongamos que acepte todo lo que dice; bien, supongamos que uno odia a alguien y le gustaría no sentir ese odio. Tenemos dos maneras de abordar el problema, el enfoque violento y el no violento. Si se impone a sí mismo el eliminar ese odio, entonces será violento consigo mismo; si por el contrario, toma su tiempo, se toma el trabajo de conocer sus sentimientos y los motivos de tener ese odio, gradualmente lo superará, y entonces habrá resuelto el problema sin violencia. K: Creo que eso está bastante claro, señor, ¿no es así? Pero ahora no estamos tratando de resolver cómo solucionar la violencia, ya sea de forma violenta o de forma no violenta, sino lo que provoca esta violencia en nosotros, o sea, ¿qué es la violencia psicológica en nosotros? I: ¿No hay cierta imposición cuando nos separamos de algo? En ese momento uno se siente incómodo y empieza a ponerse más violento.


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K: El separarnos de nuestras ideas, de nuestra manera de vivir, etc., genera desasosiego, y esa inquietud trae violencia. Interlocutor (1): La violencia puede venir de dentro o de fuera. Generalmente culpo lo externo como la causa de esa violencia. Interlocutor (2): ¿No es la fragmentación la raíz de la violencia? K: Por favor, ¡hay muchas maneras de demostrar lo que es la violencia o cuáles son sus causas! Ahora bien, ¿podemos quedarnos con un hecho sencillo y, a partir de ahí, ir paso a paso? ¿Podemos ver que cualquier forma de imposición del padre sobre el hijo, o del hijo sobre el padre, del profesor sobre el estudiante, de la sociedad o del sacerdote, todas son formas de violencia? ¿Estamos de acuerdo en eso y podemos seguir avanzando? Interlocutor: Sí, pero todo eso viene de afuera. K: No solo lo hacemos con las cosas externas, sino también internamente. Me digo a mí mismo, «Estoy enojado», y sobre eso me impongo la idea de que no “debería estarlo”; lo que estamos diciendo es que eso es violencia; externamente, cuando un dictador reprime al pueblo, eso es violencia; cuando reprimo lo que siento porque tengo miedo, porque no es noble, no es puro, etc., eso también es violencia. Por lo tanto, el no aceptar el hecho de “lo que es”, genera una imposición, pero si acepto el hecho de que soy celoso y no lo resisto, entonces no hay imposición alguna, entonces sabré qué hacer con los celos; ahí no hay violencia.


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I: La educación, según dice, es violencia. K: Efectivamente. Por tanto, ¿es posible educar sin violencia? I: Siguiendo la forma tradicional, no es posible. K: La dificultad es que por naturaleza soy un ser humano violento, agresivo, competitivo, cruel; lo soy en mi forma de vivir, en mis pensamientos, etc., eso es lo que soy. Y, por eso, me pregunto, ¿cómo puedo vivir de forma diferente?, porque la violencia genera mucho antagonismo y destrucción en el mundo; quiero comprenderlo y estar libre de todo eso, quiero vivir de forma diferente. De modo que me pregunto, ¿por qué soy violento? ¿Es la causa la frustración que siento porque quiero ser famoso y, como no puedo lograrlo, odio a las personas que son famosas? Si soy celoso y no quiero serlo, entonces empiezo a odiar ese estado de celos con toda su ansiedad, temor e irritación, y, en consecuencia, lo reprimo. Al comportarme así, me doy cuenta que esa es una forma de violencia, sin embargo, quiero averiguar ahora si eso es inevitable, o si es posible mirarlo, asumirlo y comprenderlo, de manera que pueda vivir de forma diferente; pero para eso tengo que descubrir qué es la violencia. I: La violencia es una reacción. K: No vaya tan rápido. Eso que dice, ¿me ayuda a comprender la naturaleza de mi violencia? Lo que quiero es investigarla, quiero descubrir qué es. Me doy cuenta que mientras haya dualidad, o sea, violencia y noviolencia, tiene que haber conflicto y, por tanto, más violencia; mientras imponga sobre el hecho de que soy estúpido, la idea de que debo ser


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inteligente, a partir de ahí se inicia la violencia. Cuando me comparo con otro que es mucho más que yo, eso es también violencia. De manera que la comparación, la represión, el control, todo eso implica una forma de violencia.; pero realmente así es como soy, siempre comparando, reprimiendo, ambicionando. Ahora bien, al darme cuenta de todo eso, me pregunto ¿quiero descubrir la forma de vivir sin violencia? Necesito encontrar la manera de vivir sin toda esta lucha. I: ¿No es el ego, el “yo”, el que está en contra del hecho? K: Ya llegaremos a eso, pero primero veamos el hecho, veamos lo que sucede. Toda mi vida, desde que estaba en la escuela hasta ahora, ha sido una forma de violencia. La sociedad en la que vivo es una forma de violencia; esa sociedad me dice, tienes que adaptarte, aceptar, tienes que hacer esto y no aquello, y yo obedezco; eso es una forma de violencia. Y si me rebelo contra la sociedad, eso también es una forma de violencia, rebelarme en el sentido de no aceptar los valores establecidos por la sociedad. Porque al rebelarme contra la sociedad, crearé entonces mis propios valores que se convertirán en otro modelo, y ese modelo lo impondré sobre mí mismo y sobre otros, lo cual se convertirá en otra forma de violencia. Así es como vivimos; o sea, soy violento. Entonces, ¿qué haré ahora? I: En primer lugar, uno debe preguntarse por qué quiere dejar de ser violento. K: Porque veo los estragos que actualmente la violencia causa en el mundo: guerras en lo exterior, conflicto interno, y conflicto en la relación.


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Si soy objetivo, veo que dentro de mí sigue esta batalla, y me digo: «Sin lugar a dudas, tiene que haber una manera diferente de vivir». I: ¿Por qué le disgusta la situación actual de las cosas? K: Porque es muy destructiva. I: Eso significa, entonces, que le está dando al amor el valor más alto. K: No estoy dando ningún valor a nada, sólo estoy observando. I: Si no le gusta es porque previamente lo ha evaluado. K: No estoy evaluando, simplemente observo; observo que la guerra es destructiva. I: ¿Qué hay de malo en la guerra? K: No estoy diciendo que sea bueno o malo. I: Entonces, ¿por qué quiere cambiarlo? K: Quiero cambiarlo porque mi hijo puede morir en una guerra y, por eso, me pregunto: «¿Es posible vivir sin que nos matemos unos a otros?». I: O sea, todo lo que quiere hacer es encontrar una manera diferente de vivir, para entonces compararla con lo que sucede ahora.


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K: No, señor; no estoy comparando. Como he dicho anteriormente, veo que mi hijo puede morir en una guerra, y me digo: «¿No podemos vivir de una manera diferente?». Simplemente quiero descubrir si es posible vivir sin que haya violencia. I: Pero suponiendo... K: No haga suposiciones, señor. Han matado a mi hijo y quiero encontrar una manera de vivir en la cual los hijos de otras personas no corran la misma suerte. I: O sea, de las dos posibilidades, o elige una o la otra. K: Hay docenas de posibilidades. I: Su necesidad imperiosa por descubrir otra manera de vivir, es que desea encontrar una de nueva, no importa la que sea, para ponerla a prueba y luego compararla. K: No es eso; me temo, señor, que insiste en algo que no he sabido exponer con claridad. O bien aceptamos la manera actual de vivir con toda su violencia y el resto de estas cosas, o decimos que la inteligencia humana debe encontrar una forma diferente de vivir en el cual no haya violencia; eso es todo. Y también decimos que esa violencia prevalecerá mientras haya comparación, represión, conformidad y autodisciplina, como un sistema de vida de acuerdo a un patrón establecido, el cual comporta conflicto y, por tanto, violencia.


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I: ¿Por qué surge la confusión? ¿No se genera por culpa del ‘yo’? K: Ya llegaremos a eso, señor. I: Lo que subyace debajo la violencia, la raíz, su base, es que tiene el efecto de influir. Debido al simple hecho de existir influimos al resto de la creación; al estar ahora aquí, al respirar el aire, influyo en su composición. Por tanto, lo que mantengo es que la base de la violencia es el hecho de influir, lo cual es parte de la vida. Cuando el influir es en forma de conflicto, de discordia, llamamos a eso violencia; pero si lo hago de forma pacífica, ese es entonces el otro lado de la violencia, que por supuesto sigue influyendo. En un caso influye en contra, lo cual es oponerse, y en el otro influye a favor de. K: Señor, ¿puedo preguntar algo? ¿Está realmente interesado en la violencia? ¿Está involucrado en la violencia? ¿Está preocupado por la violencia, tanto la suya como la del mundo, hasta el punto de sentir que ‘no puede vivir de esta manera’? I: Cuando nos revelamos contra la violencia generamos un problema, porque la rebelión es violencia. K: Comprendo, señor; pero ¿cómo podemos seguir adelante con este tema? I: No estoy de acuerdo con la sociedad. De manera que la rebelión contra las ideas, dinero, eficiencia, etc., es mi forma de violencia.


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K: Sí, comprendo; esa rebelión contra la cultura presente, la educación, etcétera, es violencia. I: Así es como veo mi violencia. K: De acuerdo, ¿qué hará entonces con la violencia? Eso es lo que estamos tratando de aclarar. I: Precisamente es lo que quiero saber. K: Yo también deseo saberlo; así que vamos a ceñirnos al tema. I: Puedo ver muy claramente que tengo un problema concreto con una persona; si odio a alguien lo sé, reacciono contra ello. Pero eso no es posible hacerlo con la sociedad. K: Consideremos esto, por favor. Me rebelo contra la actual estructura moral de la sociedad, pero me doy cuenta de que la mera rebelión contra esta moralidad sin descubrir lo que es la verdadera moralidad, es una forma de violencia. Entonces, ¿qué es la verdadera moralidad? A menos que lo descubra y lo viva, el simple rebelarme contra la estructura de la moralidad social tiene muy poco sentido. I: Señor, no es posible conocer la violencia sin vivirla. K: ¡Oh! ¿Está diciendo que debo vivir violentamente antes que pueda comprender lo otro?


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I: Según dijo, para comprender la verdadera moralidad uno tiene que vivirla. De modo que tenemos que vivir violentamente para saber lo que es el amor. K: Cuando afirma que uno debe vivir de esa manera, de antemano está imponiendo una idea de lo que cree que es el amor. I: Estaba repitiendo sus palabras. K: Señor, me rebelo contra la moralidad social porque veo lo absurda que es. Entonces, ¿cuál es la verdadera moralidad en la cual no hay violencia? I: ¿La verdadera moralidad no controla la violencia? Sin lugar a dudas hay violencia en todos nosotros, algunos, los llamados seres superiores, la controlan, pero la violencia sigue estando en la naturaleza; ya se trate de una tormenta eléctrica, de un animal salvaje que mata a otro, o de un árbol que muere, la violencia está en todas partes. K: Puede que existan formas de violencia muy sofisticadas, muy sutiles, indirectas, y también que hayan formas de violencias más crueles; en toda forma de vida hay violencia, en lo pequeño y en lo grande. No obstante, si queremos averiguar la posibilidad de salir de toda esta estructura de la violencia, es necesario investigarlo, y eso es lo que estamos tratando de hacer. I: Señor, ¿qué quiere decir con “investigarlo”?


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K: Con “investigarlo”’ quiero decir, en primero lugar examinar, explorar “lo que es”; y para explorar debe haber libertad de toda conclusión, de todo prejuicio; entonces, con esa libertad observo el problema de la violencia. Eso es “investigar”. I: ¿Qué sucede entonces? K: Pues, no sucede nada. I: Descubro que mi reacción contra la guerra es que ‘no quiero pelear’, y la acción que hago es mantenerme alejada, vivir en otro país, mantenerme lejos de la gente que no gusta; me limito a alejarme de la sociedad americana. K: Lo que dice ella es: «No voy a las manifestaciones, ni soy de las que protestan, no quiero vivir en un país donde haya todo eso, simplemente me mantengo alejada de la gente que no me gusta». Igualmente todo esto es una forma de violencia; por favor, presten un poco de atención. Dediquemos nuestras mentes a comprender esta cuestión, ¿qué debe hacer un hombre al ver todo el patrón de conducta, el político, el religioso y económico, el cual en mayor o menor grado esta involucrada la violencia, y en donde se siente atrapado en esa trampa que él mismo ha fabricado? I: Si me permite decirlo, la violencia no existe, es el pensamiento quién la crea.


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K: ¡Señor! Mato a alguien y ¿sólo hay violencia si pienso en ello? Por favor, ¿no juguemos con las palabras? ¿Podemos investigarlo un poco más? Hemos visto que siempre que me impongo a mí mismo cualquier idea psicológica o conclusión, eso engendra violencia. Consideremos eso por ahora. Si soy cruel, de manera verbal y en mis sentimientos, me impongo sobre este hecho, diciendo, «No debo serlo», y me doy cuenta de que eso también es una forma de violencia. Entonces, ¿cómo debo afrontar ese sentimiento de crueldad sin imponer nada sobre él? ¿Puedo comprenderlo sin reprimirlo, sin escapar de él, sin ninguna otra forma de evasión o de sustitución? El hecho presente es que soy cruel; esta es mi realidad, y ninguna de las explicaciones que digan, «Debo o no debo», lo resolverá. Tengo frente a mí un problema que me afecta y necesito solucionarlo, porque percibo que puede haber una manera diferente de vivir; así que me digo: «¿Cómo puedo estar libre de esta crueldad, sin generar conflicto?». Porque tan pronto introduzco el conflicto para liberarme de la crueldad, estoy generando violencia. De manera que primero debo ver claramente lo que significa el conflicto, porque si existe algún conflicto relacionado con la crueldad, de la cual quiero liberarme, ese mismo conflicto es el que origina la violencia. Así pues, ¿cómo me liberaré de la crueldad sin conflicto? I: Aceptándola. K: Me pregunto qué significa aceptar nuestra crueldad. ¡Está ahí! Ni la acepto ni la niego. ¿Qué hay de bueno en decir, «La acepto»? Es un hecho que tengo la piel morena; eso es así, ¿por qué debo aceptarlo o rechazarlo? O sea, el hecho es que soy cruel.


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I: Veo que soy cruel y lo acepto, lo comprendo; pero también tengo miedo de actuar cruelmente y de seguir haciéndolo. K: Bien; como decíamos: «Soy cruel»; ni lo acepto ni lo rechazo; es un hecho. Y otro hecho es que si hay conflicto en el liberarse de la crueldad, entonces eso es violencia. De manera que debo afrontar dos cosas: la violencia o la crueldad, y liberarme de ella sin esfuerzo. Toda mi vida es esfuerzo y lucha, por tanto, ¿qué debo hacer? I: La dificultad no es la violencia, sino el crear una imagen. K: A esa imagen se le impone algo o, mejor dicho, nosotros imponemos sobre “lo que es” una imagen; ¿no es así? I: Eso es debido a que somos ignorantes de nuestro verdadero ser. K: No sé exactamente lo que quiere decir con “verdadero ser”. I: Lo que quiero decir es que uno no está separado del mundo, que uno es el mundo y, por lo tanto, uno es responsable de la violencia que tiene lugar en lo externo. K: Bien. Lo que él dice, es que el verdadero ser está en reconocer que uno es el mundo y el mundo es uno, y que la crueldad o la violencia no son algo diferente, sino que forma parte de uno. ¿Es eso lo que quiere decir, señor? I: No exactamente; sino que somos parte de la ignorancia.


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K: O sea, ¿está diciendo que existe el verdadero ser y existe también la ignorancia? Ambos estados existen, tenemos el verdadero ser y el verdadero ser cubierto por la ignorancia. ¿Es eso cierto? Esa es una vieja teoría de la India. ¿Cómo sabe que existe un verdadero ser oculto tras la ilusión y la ignorancia? I: Si nos diéramos cuenta de que los problemas que tenemos existen en base a los opuestos, todos los problemas terminarían. K: Eso de que todo lo que tenemos que hacer, es no pensar en términos de opuestos, ¿es una realidad en nosotros o es una mera idea? I: Señor, ¿no es la dualidad inherente al pensamiento? K: Llegamos a un punto y nos alejamos de él. Si como consecuencia de varias razones psicológicas sé que soy cruel, que eso es un hecho, ¿cómo me liberaré de es hecho sin esfuerzo alguno? I: ¿Qué quiere decir “sin esfuerzo”? K: Ya expliqué lo que quiero decir por esfuerzo. Si lo reprimo, está involucrado el esfuerzo en el sentido de que existe contradicción, la crueldad y el deseo de no ser cruel; hay conflicto entre “lo que es” y “lo que debería ser”. I: Si realmente lo estoy observando, no puedo ser cruel.


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K: Lo que quiero es descubrir, no aceptar conclusiones; quiero descubrir si es posible estar libre de crueldad. Por tanto, ¿es posible liberarse sin reprimirla, sin escapar, sin esfuerzo? Entonces, ¿qué debo hacer? I: Lo único que debo hacer es sacarla a la luz. K: Para que salga a la luz debo dejarla salir, permitir que se manifieste, no en el sentido de que me vuelva más cruel. ¿Por qué no dejo que salga? En primer lugar es porque le tengo miedo, no sé si al dejarla salir me volveré más cruel, si seré capaz de comprenderla. Ahora bien, ¿puedo observarla cuidadosamente, es decir, atentamente? Sólo puedo observarla si mi energía, mi interés y urgencia, coinciden en el momento de que salga a la luz; en este momento debo tener la necesidad de comprenderla, la mente no debe distorsionarla, y debo tener mucha energía para observar. Estas tres cosas tienen que coincidir en el momento de que salga a la luz; lo cual significa que soy lo suficientemente sensible y libre, para disponer de esta energía vital, de esta intensidad y atención. Entonces, ¿cómo puedo tener esa atención tan intensa, cómo puedo conseguirla? I: Si hemos llegado a ese punto de desear comprenderlo con verdadera urgencia, entonces tendremos esa atención. K: Comprendo. Lo único que estoy diciendo es, ¿puedo estar atento? Espere, vea las implicaciones, lo que está envuelto en eso; no le dé ningún significado, ni intente explicarlo con nuevas palabras. El hecho es que estoy aquí y no sé lo que significa la atención; es probable que nunca ponga atención a nada, porque la mayor parte de mi vida estoy desatento. De


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repente, viene y me dice: «Observe, esté atento a la crueldad»; y yo le respondo: «De acuerdo, lo haré». Pero ¿qué quiero decir con eso? ¿Cómo generaré ese estado de atención? ¿Hay algún método? Si empleo un método para practicar estar atento eso tomará tiempo y durante este tiempo seguiré estando desatento, por tanto, ocasionando más destrucción. De modo que todo eso debe suceder, ¡instantáneamente! Si soy cruel, no lo reprimiré, ni escaparé. Lo cual no significa que he decidido no escapar, ni que haya tomado la determinación de no reprimirlo. Sino que he visto y he comprendido de forma inteligente que la represión, el control, el escapar, ninguna de esas cosas resolverá el problema; por eso las descarto. Así pues, ahora tengo esta inteligencia que ha surgido de comprender la futilidad de la represión, del evadirse, del tratar de imponerme; con esa inteligencia es que estoy investigando y observando la crueldad; pero me doy cuenta de que para observarla debe haber una gran dosis de atención y que para tener esa atención debo ser muy cuidadoso con la desatención. Por tanto, mi interés es darme cuenta de la falta de atención; pero ¿qué quiere decir eso? Porque si trato de practicar la atención, se volverá mecánica, estúpida y sin sentido; pero si estoy atento, o me doy cuenta de mi falta de atención, entonces empiezo a descubrir cómo surge la atención, a descubrir porque no estoy atento a los sentimientos de los demás, a mi modo de hablar, de comer, a lo que la gente dice y hace. O sea, al comprender el estado negativo, llegaré a lo positivo, lo cual es la atención. De manera que estaré examinando, tratando de comprender, cómo es que surge la falta de atención. Esta es una cuestión muy seria porque el mundo entero está en llamas. Si soy parte de ese mundo y ese mundo soy yo, debo poner fin al incendio. De manera que estamos atascados en este problema. La falta de atención es lo que ha ocasionado todo este caos en el mundo. Vemos el hecho curioso


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de que la falta de atención es negación, es no ‘estar ahí’ en el momento. Entonces, ¿cómo puedo darme cuenta de la falta de atención de forma tan completa que se convierta en atención? ¿Cómo puedo darme cuenta de mi crueldad de forma completa, total, e instantáneamente, con gran energía, sin que haya fricción o contradicción alguna? ¿Qué haré? Decíamos que únicamente es posible cuando hay atención completa; y no tenemos esa atención completa porque pasamos la vida malgastando la energía al estar desatentos. Saanen, Suiza, 3 de agosto de 1969


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10. EL CAMBIO RADICAL ¿Cuál es el instrumento que observa? El hombre no ha cambiado en lo profundo. Estamos hablando de la revolución radical en el hombre, no de imponer otro estilo de conducta sobre el viejo esquema. Únicamente estamos interesados en un cambio en la base de lo que está sucediendo realmente dentro de nosotros. Hemos dicho que el mundo y nosotros no somos dos cosas diferentes, sino que el mundo es nosotros, y nosotros somos el mundo. Generar un gran cambio en la misma raíz de nuestro ser, una revolución, una mutación, una transformación, no importa la palabra que usemos, ese es nuestro interés durante estas discusiones. Ayer nos preguntábamos, ¿podemos observarnos a nosotros mismos de forma clara, sin distorsión alguna, siendo la distorsión el deseo de evaluar, de juzgar, de lograr o deshacerse de “lo que es”? Porque todo eso impide la clara percepción, impide que miremos con exactitud y lucidez “lo que es”. De manera que esta mañana, creo que debemos dedicar algún tiempo a hablar, a tratar juntos, lo que es la observación en sí misma, cómo observamos, cómo escuchamos, cómo miramos. Intentaremos descubrir si es posible ver, no sólo ver con una parte de nuestro ser, la parte visual, la intelectual o emocional, sino, ¿es posible observar muy detenidamente, sin que haya distorsión alguna? Quizá valga la pena investigarlo. Por tanto, ¿qué es ver? ¿Podemos mirarnos, observar el hecho básico de lo que somos, lo cual es codicia, envidia, ansiedad, temor, hipocresía engaño, ambición, podemos simplemente observarlo sin distorsión alguna? Es decir, ¿podemos dedicar algún tiempo esta mañana a intentar aprender qué es mirar? El aprender es un movimiento constante, una


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renovación constante; no se trata de “he aprendido” y, a partir de ahí, empezar a mirar. Si escuchamos lo que se está diciendo y nos observamos un

poco

a

nosotros

mismos,

seguramente

aprenderemos

algo,

experimentaremos alguna cosa y, a partir de lo que hemos aprendido y experimentado, entonces empezamos a mirar; por tanto, miramos desde el recuerdo de lo que hemos aprendido y experimentado, con ese recuerdo en la mente observamos; pero eso no es observar, no es aprender. Aprender significa una mente que aprende de nuevo cada momento, una mente que está limpia para aprender. Debemos tener presente que no estamos interesados en el cultivo de la memoria, sino más bien en observar lo que realmente sucede. Trataremos de estar muy alertas, muy atentos; y lo que veamos y aprendamos no se convierta en un recuerdo desde el cual luego miraremos, porque eso sería una distorsión; O sea, ¡cada vez miraremos como si fuese la primera vez! Porque si miramos, si observamos ‘lo que es’ con recuerdos, eso significa que la memoria dicta, modela, o dirige nuestra observación, por tanto, nuestra observación estará deformada. Bien, ¿podemos continuar desde aquí? Nuestro interés es averiguar qué significa observar. Un científico puede mirar algo a través de un microscopio y observarlo muy de cerca; hay un objeto externo y lo mira sin prejuicios, aunque con algún conocimiento necesario para observarlo. Pero aquí estamos observando la totalidad de la estructura, el movimiento total de la vida, el ser total que soy ‘yo mismo’, por eso no debemos mirarlo de forma intelectual o emocional, ni con alguna conclusión de si es acertado o equivocado, de si “esto no debe ser”, o “aquello debería ser”. Así pues, antes que podamos mirar profundamente, tenemos que tener muy presente lo que significa el acto de evaluar, de juzgar, de llegar a conclusiones, porque eso está constantemente funcionando y nos impedirá observar.


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De manera que ahora estamos interesados no con el mirar, sino con aquello que mira. O sea, ¿está el instrumento que mira empañado, deformado, tergiversado, obstruido? Lo importante no es el mirar, sino observar en uno mismo cual es el instrumento que mira. Si ya tengo una conclusión, como por ejemplo el nacionalismo, y miro con ese condicionamiento tan arraigado, con esa cosa tribal de exclusividad llamada nacionalismo, es obvio que mirare con enorme prejuicio, y eso me impedirá ver con claridad. O si tengo miedo de mirar, es evidente que el miedo deformará lo que esté mirando. O si ambiciono la iluminación, o una posición más alta, o lo que sea, eso también impedirá la claridad de percepción. Tenemos que ser conscientes de todo eso, darnos cuenta del instrumento que mira y descubrir si está limpio. Interlocutor: Si uno mira y encuentra que el instrumento no está limpio, ¿qué puedo hacer entonces? K: Tenga la amabilidad de escuchar cuidadosamente. Hemos hablado de observar “lo que es”, observar la base del egoísmo, la actividad egocéntrica, eso que resiste, que está frustrado y se enoja; observar todo esto. Después hemos dicho, observar el instrumento que mira y descubrir si ese instrumento está limpio; o sea, hemos pasado de ver el hecho al instrumento que está mirando. Y al investigar si ese instrumento está limpio, hemos encontramos que no lo está; entonces ¿qué haremos? Eso hace agudizar la inteligencia; antes estábamos interesados únicamente en observar el hecho, “lo que es”; ahora hemos pasado de esa observación a decir, «Debemos observar este instrumento que mira y ver si está limpio»; en ese mismo cuestionar hay una inteligencia; ¿están siguiendo todo esto? De manera que la inteligencia, la mente, el cerebro, se agudizan.


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I: ¿No significa esto que hay cierto nivel de conciencia donde no existe división o condicionamiento alguno? K: No sé lo que eso significa; simplemente me estoy moviendo paso a paso, en un movimiento que no es fragmentario, que no divide; porque antes cuando miraba lo hacía sin inteligencia, decía, «Debo cambiarlo», «no debo cambiarlo», «esto no debe ser», «debería ser así», «esto es bueno», «esto es malo», etc.; observaba con todas estas conclusiones y las cosas seguían igual; pero ahora me doy cuenta de que el instrumento debe estar extraordinariamente limpio para mirar, por tanto, ese es un movimiento constante y único de la inteligencia, no es un estado dual. Me gustaría seguir investigándolo. I: ¿Es esa inteligencia en sí misma energía? Porque si depende de algo se extinguirá. K: De momento no se preocupe por eso; deje por ahora la cuestión de la energía. I: Parece que usted ya lo ha conseguido, mientras que para nosotros sólo se trata de mejoras sobre mejoras, pero el interés es el mismo. K: Efectivamente, ¿es eso lo que sucede, mejoras? ¿No es que la mente, el cerebro, todo el ser, se ha vuelto muy torpe debido a varios factores, tales como presiones, actividades, etc.? Y lo que estamos viendo es la necesidad de despertar completamente todo el ser. I: Eso es algo complicado.


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K: Espere, vamos a verlo. La inteligencia no es algo que evoluciona, no es resultado del tiempo. La inteligencia es esa cualidad sensible de atención ante ‘lo que es’. Si mi mente es torpe y digo, «Debo observarme», esa mente torpe trata de observarse a sí misma, pero es obvio que no puede ver nada, por eso resiste, rechaza, o se somete; porque la mente que está mirando es una mente respetable, es una pequeña mente burguesa. I: Al empezar habló de sistemas ideológicos de moralidad, pero ahora va más lejos y sugiere que debemos observarnos a nosotros mismos, que todos los otros sistemas son inútiles. ¿No es eso también una ideología? K: No, señor; estoy diciendo todo lo contrario; digo que si mira con cualquier ideología, incluyendo la mía, entonces está completamente perdido, no ésta observando. Tenemos tantas ideologías y todas estas cosas, respetables o no, que con estas ideologías en el cerebro, en el corazón, es que miramos; pero esas ideologías han confundido el cerebro, la mente y todo nuestro ser. De tal forma que esa mente confusa es la que mira y, es obvio, que una mente confundida no importa lo que mire, no importa si medita o si va a la luna, seguirá siendo una mente confundida. Sin embargo, cuando esta mente torpe está observando, si alguien viene y dice: «Escucha, amigo mío, estás confundido y todo lo que mires será igualmente confuso, porque si la mente está confundida es inevitable que también lo esté lo que veas». Eso en sí mismo es un gran descubrimiento, de que una mente torpe al observar algo extraordinariamente vital, convierte la cosa que observa en algo confuso. I: Pero eso sigue siendo lo mismo que conseguir algo.


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K: Si no tiene inconveniente, espere, vaya despacio. Avance paso a paso conmigo. I: Si una mente torpe reconoce que está confundida, es porque no está tan confundida. K: ¡Pero no lo reconocemos! Sería excelente si una mente torpe reconociera que está confundida, pero no lo hace; trata de mejorar más y más, se vuelve más culta, más científica, y el resto de esas cosas; pero si se da cuenta de que está confundida, dice: «Una mente confundida no puede ver claramente»; entonces la siguiente pregunta es, ¿cómo puede esa mente torpe, ofuscada, volverse extraordinariamente inteligente, de manera que el instrumento a través del cual uno mira esté muy limpio? I: ¿Quiere eso decir que cuando la mente se plantea la cuestión en esa forma ha eliminado la confusión? ¿Puede uno hacer lo correcto si los motivos son erróneos? K: No. Desearía que descartara sus conclusiones e investigara lo que está expresando el que habla. I: No, señor. Estamos diciendo lo mismo. K: Lo que usted está diciendo es: la mente confundida está tratando de alcanzar algo que la vuelva más perceptiva, más y clara. Yo no digo eso; lo que estoy diciendo es: observe la confusión.


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I: ¿Sin esa constante actividad? K: Es observar la mente confundida sin la constante actividad de la distorsión, pero ¿cómo sucede eso? Si mi mente confundida mira, no verá nada. O sea, me pregunto a mí mismo: «¿Cómo es posible que la mente tenga claridad?». Esta pregunta, ¿surge porque he comparado la mente torpe con otra de más hábil, diciendo: «Debo ser como ella»? ¿Entiende, señor? Esa misma comparación es una continuación de la mente torpe. I: ¿Puede la mente torpe compararse a si misma con una de inteligente? K: ¿No se compara siempre a sí misma con alguna mente brillante? Eso es lo que llamamos evolución, ¿no es así? I: La mente torpe no compara, sino que pregunta: “¿Por qué debo comparar?” O podemos ponerlo de manera diferente, uno cree que si puede ser un poco más inteligente conseguirá alguna cosa más. K: Sí, viene a ser lo mismo. De modo que he descubierto algo; he descubierto que la mente torpe dice: «Soy torpe porque me comparo; soy torpe mientras que ese hombre es inteligente»; pero no se da cuenta de la confusión en sí misma. Así pues, existen dos estados diferentes. Una cosa es que me dé cuenta de que soy torpe porque otro es brillante; y una de muy diferente es que me dé cuenta de que soy torpe sin compararme. Entonces, ¿cuál es su caso? ¿Se compara con otro y, por eso, dice, «Soy torpe» o se da cuenta de que es torpe sin compararse? Por consiguiente, ¿es posible no compararme? Por favor, déjelo ahí por un momento.


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I: Pero, señor, ¿es eso posible? K: Por favor, concédale dos minutos a esta cuestión. O sea, ¿me doy cuenta de que tengo hambre porque alguien me lo dice, o es que siento hambre? Si me dicen que tengo hambre, puede que sienta un poco de hambre, pero eso no es realmente hambre; pero si tengo hambre, tengo hambre de verdad. De manera que debo tener muy claro si el ser torpe es el resultado de compararme; entonces, a partir de ahí, puedo proseguir. I: ¿Cómo ha llegado por mí mismo a este punto de dejarlo todo y sólo interesarse en sí es torpe o no? K: Porque veo la verdad de que la comparación confunde la mente. Si en la escuela comparamos a un niño con otro, al compararlo lo está destruyendo. Si le decimos al hermano menor que tiene que ser tan inteligente como el hermano mayor, estamos destruyendo al menor, ¿no es así? De hecho no estamos interesados en el hermano menor, sino en la inteligencia del hermano mayor. I: ¿Puede una mente confundida observar y descubrir que está confundida? K: Vamos a averiguarlo; por favor, empecemos de nuevo. ¿Podemos esta mañana atender esa única cuestión? I: Mientras haya esa necesidad, ¿qué importancia tiene que por mi mismo vea que soy torpe o lo vea cuando me comparo?


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K: Vamos a averiguarlo. Por favor, siga conmigo por unos pocos minutos; sin aceptar ni rechazar, sino observándose a sí mismo. Esta mañana al iniciar el diálogo, decíamos que la revolución tiene que suceder en la misma base de nuestro ser, sin embargo, eso sólo es posible que suceda, si sabemos observar lo que somos; y la observación depende de la lucidez, la claridad y la sensibilidad de la mente que mira. Pero la mayoría de nosotros estamos confundidos y decimos que no vemos las cosas cuando las miramos; de nada sirve que miremos la ira, los celos, etc.; por tanto, estamos interesados en la mente torpe y no en lo que observa. Esta mente torpe que dice: «Debo ser inteligente para poder observar», ya tiene un modelo de lo que es la inteligencia y está tratando de alcanzarlo. Sin embargo, si alguien le dice: «La comparación siempre traerá confusión»; entonces ella responde: “Debo estar muy atenta a eso, dejaré de comparar, porque sólo cuando me he comparado he sabido que era torpe, pero si no comparo, ¿cómo puedo saber que soy torpe?” Así que me digo a mí mismo: «No voy a decir que soy torpe»; no utilizare esta palabra, simplemente observare “lo que es” y no lo llamaré “torpeza”, porque en el momento que digo que es torpeza, lo estoy calificando y eso es confusión. Pero si no lo califico como torpeza y sólo observo, entonces he eliminado la comparación, he descartado la palabra “torpeza”, y sólo queda “lo que es”. ¿Eso no es difícil, verdad? Por favor, véalo por sí mismo. ¡Se da cuenta de lo que ha sucedido en ese momento! Mire en que situación está ahora su mente. I: Lo que veo es que mi mente es demasiado lenta.


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K: Tenga la amabilidad de escuchar simplemente. Iré poco a poco, paso a paso. ¿Cómo me doy cuenta de que mi mente es torpe? ¿Es porque alguien me lo ha dicho? ¿Es porque he leído libros que aparentemente son muy ingeniosos, sofisticados y sutiles? ¿O es que he visto a personas brillantes y al compararme con ellas me acuso de ser torpe? Tengo que averiguarlo. Por tanto, empiezo por no compararme, rehúso compararme con alguien más; en ese momento, ¿cómo sé si soy torpe? ¿No es el calificarme lo que me impide observar? ¿O es que el calificarme sustituye lo que realmente es? ¿Están siguiendo todo esto? De modo que no utilizaré ningún calificativo, no diré que la mente es torpe, ni lenta, no la calificaré de ninguna manera, sino que descubriré “lo que es”. Por tanto, he dejado de comparar, que es una de las cosas más sutiles que hay; entonces mi mente se ha vuelto sumamente inteligente porque no compara, no usa ningún calificativo para ver “lo que es”, se ha dado cuenta de que la descripción no es lo descrito, por consiguiente, ¿cuál es el hecho real, “lo que es”? ¿Podemos avanzar a partir de ahí? Empiezo a observo el hecho, la mente está observando su propio movimiento. Ahora bien, eso que veo, ¿lo condeno, lo juzgo, lo evalúo, y digo, «Esto sí, aquello no»? ¿Tiene la mente algún método previo, algún ideal, alguna decisión, alguna conclusión, que inevitablemente distorsionará “lo que es”? Debo investigarlo, porque si tengo alguna conclusión previa, no puedo mirar; si soy un moralista, si soy una persona respetable, un cristiano, un vedantista, un “iluminado”, esto o aquello, todas esas cosas me impedirán mirar; por lo tanto, tengo que estar libre de todo eso. Así que empiezo a observar si tengo alguna conclusión; entonces la mente se ha vuelto sumamente clara, y, por eso, se pregunta: «¿Hay algún miedo?». Al observarlo, digo: «Hay temor, hay un deseo de seguridad, hay una demanda de placer», o lo que sea. Me he dado cuenta de


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que no es posible mirar si tengo alguna conclusión, o alguna demanda de placer; de manera que al observar, descubro que soy tradicional, y me doy cuenta de que una mente tradicional no puede mirar. O sea, mi profundo interés por mirar, ese profundo interés me revela el peligro de tener cualquier conclusión, por consiguiente, la percepción misma del peligro elimina ese peligro, y mi mente deja de estar confundida, deja de tener conclusión alguna, no piensa en términos de calificar, de categorías, ha dejado de comparar. Una mente así puede observar y lo que observa es a ella misma; se ha iniciado una revolución; uno se siente perdido, ¡completamente perdido! I: No creo que esta revolución haya sucedido. Ahora estoy haciendo lo posible para observar la mente en la forma que señala y la mente se vuelve más perceptiva, pero mañana habré olvidado cómo observar. K: No es posible olvidarlo, señor. ¿Acaso olvida una serpiente, un precipicio, olvida un frasco con el rótulo ‘veneno’? No puede olvidarlo. El otro señor, preguntó: «¿Cómo puedo limpiar ese instrumento que observa?». Dijimos que limpiar el instrumento significa darse cuenta de cómo ese instrumento ha perdido el brillo, se ha empañado, ha oscurecido. Ya hemos descrito aquello que lo empaña y también hemos dicho que la descripción no es la verdadera cosa descrita; por lo tanto, no quede atrapado por las palabras; manténgase con la cosa descrita en sí misma, que es el instrumento que se ha vuelto torpe. I: Sin duda, si uno se observa de esa manera que indica, es obvio que uno espera algo.


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K: No estoy esperando una transformación, la iluminación, o una mutación; no estoy esperando nada porque no sé lo que va a suceder. Sólo tengo una cosa muy clara: que el instrumento que mira no está limpio, está empañado, es defectuoso. Eso es todo lo que sé, nada más. Entonces, mi único interés es descubrir, y cómo ese instrumento puede mantenerse intacto, en perfectas condiciones. I: ¿Por qué quiere observar? K: El mundo está en llamas y yo soy ese mundo. Me siento desconcertado, terriblemente confundido, y de alguna manera tiene que haber cierto orden en todo esto; eso es lo que me hace observar. Pero si decimos: «El mundo es perfecto, por qué voy a molestarme, mejor lo dejo tranquilo, tengo buena salud, algún dinero, tengo una esposa, hijos y una casa.», por supuesto, entonces el mundo no estará en llamas; pero a pesar de eso, está en llamas, nos guste o no. De manera que eso es lo que me hace mirar, y no a través de algún concepto intelectual, ni alguna excitación emocional, sino el hecho real de que el mundo está en llamas, con las guerras, el odio, los engaños, las imágenes, los dioses falsos, etc. Y esta misma percepción de lo que sucede en el exterior, me hace estar alerta de lo interno, por eso digo que el estado interno es el estado externo, ambos son un solo hecho indivisible. I: Hemos regresado al mismo punto inicial. El hecho es que una mente torpe no ve que mediante la comparación no llegará a ser diferente. K: No, no se trata de eso; ¡no quiero ser diferente! Lo único que me doy cuenta es que el instrumento está empañado, y no sé qué hacer con él. Por


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lo tanto, tengo que investigarlo, y eso no significa que quiero cambiar el instrumento, no se trata de cambiarlo. I: ¿El utilizar cualquier palabra no es un obstáculo para ver? K: La palabra nunca es la cosa; de modo que si estamos observando una cosa, a menos que dejemos a un lado las palabras, éstas se volverán muy importantes. I: Creo que no estoy de acuerdo con eso. Cuando uno mira, ve que el instrumento tiene dos partes, una es la percepción y la otra es la expresión. Es imposible separarlas, de modo que el problema es lingüístico, no si uno es torpe o no. La dificultad radica en el lenguaje, en la rapidez a la hora de expresarnos. K: Lo que está diciendo es que en la observación hay percepción y expresión, que las dos no están separadas. Por lo tanto, cuando uno percibe también tiene que haber un expresarse con claridad, una comprensión lingüística, sin separar nunca la expresión y la percepción, siempre tienen que ir juntas. O sea, lo que está diciendo es que es muy importante utilizar la palabra correcta. I: Digo ‘expresión’, no digo ‘intención’. K: Comprendo, dice expresión. A partir de ahí, surge otro factor: percepción, expresión y acción. Si la acción no es percepción y expresión, expresión en el sentido de ponerlo en palabras, entonces hay una división. Es decir, ¿no es la percepción, acción? El mismo percibir es el actuar, al


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igual que cuando percibo un precipicio, hay acción inmediata; esa acción es la expresión de la percepción. De manera que la percepción y la acción nunca pueden estar separadas; por consiguiente, es imposible unir el ideal y la acción. Si veo lo absurdo de un ideal, la simple percepción de esa tontería, es la acción de la inteligencia; entonces, el observar la torpeza, el percibirla, significa limpiar la mente de conflicto, lo cual es acción. Saanen, Suiza, 6 de agosto de 1969


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11. EL ARTE DE VER Darse cuenta sin intervalo de tiempo; el tigre a la caza del tigre. Me parece que es importante comprender la naturaleza y la belleza de la observación, del ver. Mientras la mente de alguna manera esté distorsionada, sea por influencias y sentimientos neuróticos, por el miedo, el sufrimiento, la salud, la ambición, el snobismo o la persecución del poder, no será posible que escuche, observe y vea. El arte de ver, de escuchar, de observar, no es algo que pueda cultivarse, ni es una cuestión de evolución o desarrollo gradual. Cuando uno se da cuenta de un peligro, la acción es inmediata, hay una respuesta instintiva e instantánea del cuerpo y de la memoria. Desde la infancia, uno ha sido condicionado de determinada manera para enfrentarse al peligro, de modo que la mente responda rápidamente, de lo contrario, habría la extinción física. Pero nosotros nos preguntamos si es posible actuar en el mismo instante de ver, en el cual no interviene condicionamiento alguno. Es decir, ¿puede una mente responder libre e instantáneamente ante cualquier forma de distorsión y, por lo tanto, actuar? O sea, percibir y actuar, todo una expresión conjunta, sin división ni fragmentación. El mismo ver es el actuar, que es la expresión de lo que se ha visto. Cuando uno se da cuenta del miedo, es observarlo tan de cerca, que esa observación en sí misma signifique liberarse del miedo, lo cual es acción. Durante esta mañana, ¿podemos examinar esto? Creo que es muy importante, porque, quizá, sea posible penetrar en lo desconocido; pero una mente que está condicionada por sus propios temores, ambiciones, codicias, angustias, etc., no puede profundizar en algo que requiere ser muy vital, sensible, equilibrado y tener armonía.


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De manera que nuestra pregunta es si la mente, lo cual significa todo el ser, puede darse cuenta de cualquier forma particular de perversión, de cualquier forma particular de lucha, de violencia y, al verla, terminarla instantáneamente y no de manera gradual; lo cual significa no permitir que el tiempo se interponga entre el percibir y el actuar. Si uno ve un peligro, no hay intervalo de tiempo, la acción es instantánea. Estamos acostumbrados a la idea de que mediante la observación y la práctica diaria, gradualmente llegaremos a ser sabios, a iluminarnos; nos hemos acostumbrado a eso, éste es el esquema de nuestra cultura y nuestro condicionamiento. Pero ahora decimos que este proceso gradual de la mente para liberarse a sí misma del miedo y de la violencia, lo que hace es generar más miedo y estimular la violencia. Así pues, ¿es posible dejar de ser violentos, no sólo externamente, sino también en el fondo mismo de las propias raíces de nuestro ser, terminar con el sentimiento de agredir, de perseguir el poder? En el mismo acto de ver la violencia de forma completa, ¿es posible terminarla sin dejar que el tiempo se interponga? ¿Podemos investigarlo esta mañana? Normalmente permitimos que el tiempo intervenga en el intervalo entre el ver y el actuar, entre “lo que es” y “lo que debería ser”. Estamos deseos de eliminar ‘lo que es’ para conseguir algo más o para convertirnos en algo diferente; debemos comprender muy claramente ese intervalo de tiempo. La razón de que pensemos en esos términos es porque desde la niñez nos han criado y educado para pensar que al final, gradualmente, llegaremos a ser algo. Uno puede entender que en el mundo exterior, en el campo tecnológico, el tiempo es necesario; no es posible que uno sea un excelente carpintero, un físico o un matemático, sin dedicarse a eso durante muchos años. Cuando uno es muy joven, puede tener la claridad, no me gusta usar la palabra “intuición”, para comprender un problema matemático; uno es


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consciente de que el tiempo es necesario si quiere cultivar la memoria necesaria para aprender una nueva técnica o un nuevo idioma. Si quiero hablar alemán, necesito muchos meses; si no sé nada sobre electrónica, necesitaré varios años para aprenderla. Por lo tanto, es importante no confundir el tiempo físico, el cual es necesario para aprender cualquier técnica, con el peligro que representa permitir que el tiempo interfiera entre el percibir y el actuar. Interlocutor: ¿Podemos hablar de los niños, de su crecimiento? Krishnamurti: Un niño tiene que crecer; tiene que aprender muchas cosas. Pero si le decimos, «Cuando seas más mayor», ésa es una palabra más bien humillante. I: Señor, algún cambio sucede dentro de nosotros aunque sólo sea parcial. K: ¡Desde luego! Si uno se enojó, o uno está enojado, dice: «No debo enojarme», a partir de ahí y, de forma gradual, empieza a trabajarlo y consigue cierto estado parcial en el cual está menos enojado, menos irritable, pero más controlado. I: No quise decir eso. K: Entonces, ¿qué quiere decir exactamente, señora? I: Me refiero a que si uno tiene algo y lo suelta, puede que la confusión regrese, pero será diferente.


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K: De acuerdo, ¿pero no es siempre la misma confusión, aunque un poco modificada? No deja de ser una continuidad modificada; uno puede dejar de depender de alguien, pasar por el dolor de la dependencia y la pena de la soledad, y decir: «No seguiré dependiendo»; quizá, sea capaz de renunciar a esa dependencia; puede que diga que ha sucedido cierto cambio y que la siguiente dependencia no será exactamente igual a la anterior, repitiendo así lo mismo para abandonarlo de nuevo una y otra vez. Pero ahora preguntamos si es posible ver la naturaleza completa de la dependencia y quedar instantáneamente libre de ella, no gradualmente, al igual que cuando uno actúa de inmediato frente un peligro. De modo que ésta es una cuestión muy importante, la cual debemos profundizar no sólo de manera verbal, sino profundamente, internamente; ver las implicaciones que tiene. Toda Asia cree en la reencarnación, o sea, uno nacerá en la próxima vida dependiendo de cómo haya vivido en ésta. Si ha vivido en forma inhumana, agresiva, destructiva, en la próxima vida pagará por eso; no es que se convertirá necesariamente en un animal, pero vivirá de nuevo una vida con más dolor, más destrucción, porque en la anterior no vivió una vida ejemplar. Todos aquellos que creen en esta idea de la reencarnación, lo único que creen es en una palabra, y no en el significado profundo de esa palabra. Lo que uno hace ahora será enormemente decisivo mañana, porque mañana, que es la próxima vida, pagaremos por todo eso. Así pues, la idea de que gradualmente conseguiremos diferentes estados, viene a ser la misma en Oriente que en Occidente; siempre interviene el elemento tiempo, “lo que es” y “lo que debería ser”; para alcanzar “lo que debería ser” se necesita tiempo, tiempo siendo esfuerzo, concentración, atención; y


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si uno no tiene esa atención o concentración, debe esforzarse constantemente practicando la atención, y eso supone tiempo. Por tanto, tiene que haber una manera por completo diferente de afrontar este problema. Tenemos que comprender que tanto el ver como el actuar no están separados, no están divididos. También tenemos que investigar la cuestión de lo que es la acción, el actuar. Es decir, ¿qué representa actuar, hacer? I: ¿Cómo un hombre ciego que no ve puede actuar? K: ¿Alguna vez ha tratado de ponerse una venda en los ojos durante una semana? Nosotros lo hemos hecho, es muy divertido. Sabe, se desarrollan otras sensibilidades, los sentidos se agudizan; antes de que uno llegue a la pared, a la silla o al escritorio, de alguna manera sabe que eso está ahí. Pero nosotros estamos hablando de ser ciegos para nosotros mismos, internamente; aunque podamos estar muy alertas a las cosas externas, internamente somos ciegos. Bien, ¿qué es la acción? ¿Se basa la acción siempre en una idea, en un principio, en una creencia, en una conclusión, en una esperanza o en una angustia? Si uno tiene una idea, un ideal, uno se ajusta a ese ideal, pero hay una distancia entre el ideal y acción para conseguirlo; esa distancia es tiempo. Al identificarme con ese ideal, espero que finalmente el ideal sea una realidad, y no haya separación entre la realidad y el ideal, “llegaré a ser ese ideal”. Pero ¿qué sucede cuando existe un ideal y actúo intentando aproximarse al ideal? ¿Qué sucede en ese intervalo de tiempo? I: Constantemente me estoy comprando.


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K: Efectivamente, hay comparación y el resto de esas cosas. Pero, si lo observa, ¿qué sucede? I: Ignoramos el presente. K: Bien, ¿qué más? I: Hay contradicción. K: Es una contradicción que conduce a la hipocresía. Si estoy enojado y el ideal dice: «No debes enojarte», entonces debo reprimirme, controlarme, someterme, aproximándome a ese ideal y, por lo tanto, siempre estaré en conflicto y fingiendo, el idealista es una persona que finge; además, en esta división hay conflicto y surgen otras consecuencias. I: ¿Por qué no es posible recordar nuestras vidas pasadas? Eso ayudará a evolucionar. K: ¿Está seguro que lo haría? I: Podría evitar equivocarnos. K: ¿Qué entiende por vidas pasadas? ¿La vida de ayer, de hace veinticuatro horas? I: La última encarnación. K: ¿La de hace cien años? ¿Cómo haría eso la vida más fácil ahora?


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I: Comprenderíamos mejor. K: Por favor, siga esto paso a paso. Lo que tendríamos es el recuerdo de de lo que sufrimos, de lo que hicimos o no hicimos hace cien años, que es exactamente lo mismo que sucedió ayer; seguramente ayer hizo cosas que recuerda con agrado o que lamenta porque le causan dolor, angustia o tristeza; todo eso lo recordamos y también tenemos el recuerdo de hace mil años, que esencialmente es lo mismo que sucedió ayer. Pero ¿por qué llama a eso reencarnación y no dice que es la encarnación del ayer que nace hoy? Como sabe, eso no nos gusta porque pensamos que somos seres extraordinarios, o que tenemos tiempo para crecer, para llegar a ser, para reencarnar, pero nunca nos hemos preguntado que es lo que reencarna, lo cual no es otra cosa que nuestra memoria; no hay nada sagrado o santo en eso. O sea, la memoria que tiene de ayer renace en lo que está haciendo hoy, por tanto, el ayer determina lo que está haciendo hoy, de manera que mil años de memorias se propagan a través del ayer y a través del hoy; lo cual significa una constante encarnación del pasado. No crean que ésta es una explicación hábil para eludir el tema; pero si uno se da cuenta de la influencia de la memoria y de su completa trivialidad, nunca hablará de reencarnación. Estamos preguntando qué es la acción; ¿puede haber una acción libre, espontánea, instantánea? ¿O la acción siempre estará condicionada por el tiempo, que es pensamiento y memoria? I: Estuve observando un gato mientras cazaba un ratón. El gato no piensa: ‘Es un ratón’; lo atrapa inmediatamente, instintivamente. Me parece que nosotros también debemos actuar espontáneamente.


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K: No se trata de “debemos” ni “deberíamos”. Por favor, señor, creo que cuando uno comprende esencialmente la base del tiempo nunca dirá: «Debemos o deberíamos». Nos estamos preguntando a nosotros mismos, no de forma verbal o intelectual, sino internamente, profundamente, qué es la acción. ¿Depende la acción siempre del tiempo psicológico? La acción basada en un recuerdo, en el miedo, en la angustia, siempre dependerá del pasado. Ahora bien, ¿existe alguna acción que sea completamente libre y, por lo tanto, sin tiempo? I: Dice que cuando uno ve a una serpiente actúa de inmediato, o sea, las serpientes obligan a actuar, pero en la vida cotidiana no es tan sencillo, porque no hay únicamente una serpiente, sino dos serpientes, y el asunto se multiplica como un problema matemático; es entonces que interviene el tiempo. K: Lo que está diciendo es que vivimos en un mundo de tigres y uno no sólo se relaciona con un tigre, sino con una docena de tigres que tienen formas humanas, que son crueles, violentos, avaros, codiciosos, cada uno persiguiendo su propia satisfacción personal; y para poder vivir y actuar en este mundo, uno necesita tiempo para matar un tigre tras otro. Pero el tigre soy yo mismo, está en mí, hay una docena de tigres en mí y, lo que dice, es que para liberarse de esos tigres uno a uno necesita tiempo; eso es precisamente lo que estamos investigando juntos. Hemos aceptado que se necesita tiempo para matar gradualmente, una a una, esas serpientes que están dentro de mí; pero el “yo” es el “‘otro”, el “otro” con sus tigres, con sus serpientes, todo eso es también el “yo”; pero eso nos preguntamos, ¿por qué matar uno a uno estos animales que hay dentro de mí? Hay miles de


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“yoes” dentro de mí, miles de serpientes, y antes de que las haya matado a todas, habré muerto. Por favor, escuche todo esto, no responda, investigue; ¿hay alguna manera de liberarse de todas las serpientes de una sola vez y no gradualmente? ¿Puedo ver el peligro de todos los animales, de todas las contradicciones que hay en mí, y liberarme de ellas instantáneamente? Si no puedo hacerlo, entonces no hay ninguna esperanza para mí. Puedo fingir toda clase de cosas, pero si no puedo eliminar instantáneamente todo eso que hay dentro de mí, seré siempre un esclavo, no importa que renazca en una próxima vida o en diez mil vidas más. Por tanto, tengo que descubrir una manera de actuar, de mirar, que en el mismo momento de observar termine instantáneamente con ese particular dragón o mono que hay en mí. I: ¡Hay que hacerlo! K: No, por favor, señora; ésta es realmente una cuestión extraordinaria, no puede decir simplemente, «Haga esto o no haga aquello»; se necesita investigarlo seriamente; no me diga que lo ha logrado o que uno debe hacer esto o aquello; no me interesa, quiero descubrirlo. I: ¡Si por lo menos pudiera entenderlo! K: Por favor, no diga: «si...» I: Cuando percibo algo, ¿debo expresarlo en palabras o simplemente dejarlo que permanezca dentro de mí?


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K: ¿Por qué traduce en sus propias palabras aquello que ha sido dicho en un lenguaje muy simple? ¿Por qué no puede ver lo que se está diciendo? Tenemos muchos animales dentro de nosotros, muchos peligros; entonces, ¿puede uno liberarme de todos ellos con una sola percepción, verlos instantáneamente? Tal vez, señora, lo haya hecho, no estoy cuestionando si es así o no, eso sería una insolencia por mi parte; únicamente estoy preguntando, ¿es posible hacerlo? I: Toda acción tiene dos partes. La parte interna, la que toma la decisión, lo hace de forma inmediata; pero la acción hacia el mundo externo necesita tiempo. O sea, decidir es una acción interna; sin embargo, tender un puente entre estos dos aspectos de la acción necesita tiempo; el problema es el tiempo que necesita para expresarlo, para comunicarlo. K: Comprendo, señor. Está la acción externa que necesita tiempo y la acción interna que es percibir y actuar; entonces, ¿es posible tender un puente entre esta acción interna, con su percepción, decisión y acción inmediata, y la otra acción externa que necesita tiempo? ¿Está clara la pregunta? Si me permite señalarlo, no creo que sea necesario un puente; no hay ningún puente que una o conecte ambas acciones. Voy a mostrarle lo que quiero decir. Si de forma clara me doy cuenta de que ir de aquí hasta allí toma tiempo, si para aprender un idioma el tiempo es necesario, si para realizar cualquier actividad física necesitamos tiempo, preguntamos, ¿es necesario el tiempo en lo interno? Si puedo comprender la naturaleza del tiempo, entonces me relacionaré correctamente con el factor tiempo en el mundo exterior, pero no permitiré que interfiera en el estado interno. De


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manera que no empiezo con lo externo porque me doy cuenta que lo externo necesita tiempo, sino que me pregunto si en la percepción, decisión y acción internas, necesitan el tiempo en absoluto. Por consiguiente, pregunto, ¿es necesario realmente decidir?; siendo la decisión una parte instantánea de tiempo, un segundo o un instante. O sea, el ‘yo decido’ significa que hay un factor de tiempo; la decisión está basada en la voluntad y el deseo, lo cual significa tiempo. Así que pregunto, ¿por qué en todo esto debe intervenir la necesidad de tomar cualquier decisión? O, el tomar una decisión es parte de mi condicionamiento que dice, «Necesitas tiempo». Ahora bien, ¿existe un percibir y actuar sin que intervenga la decisión? Es decir, me doy cuenta del miedo, del miedo que genera el pensamiento basándose en las memorias del pasado, en las experiencias, que son la encarnación del miedo de ayer en el hoy; al comprender toda la naturaleza, la estructura y la esencia del miedo, el ver eso sin que intervenga ninguna decisión, es una acción que está libre de miedo. Por tanto, ¿es esto posible? No diga que sí, que ya lo ha hecho, o que alguna otra persona ya lo hizo, ése no es el tema. El punto es, ¿puede ese miedo terminar instantáneamente en el momento que surge? Están los miedos superficiales, que son los miedos del mundo; el mundo está lleno de tigres y esos tigres que son parte de mí, van a destruirme; por consiguiente hay una guerra entre yo, que soy una parte del tigre, y el resto de tigres. Por otro lado, están también los miedos internos, sentirse inseguro, indeciso en lo psicológico, todo generado por el pensamiento, porque el pensamiento engendra el placer, el miedo. Me doy cuenta de todo eso, veo el peligro del miedo como veo el peligro de una serpiente, de un precipicio, de una corriente profunda de agua, soy plenamente consciente del peligro;


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entonces, el mismo hecho de verlo es la terminación del miedo, sin que intervenga ni siquiera una fracción de segundo para tomar una decisión. I: En ciertas ocasiones puedo reconocer un miedo y a pesar de eso, el miedo sigue ahí. K: Uno tiene que investigar esto con mucho cuidado. En primer lugar, no quiero deshacerme del miedo; lo que quiero es que se exprese, comprenderlo, dejarlo fluir, permitir que salga, que estalle dentro de mí, etc. De modo que no sé nada sobre el temor, lo único que sé es que tengo miedo. Ahora bien, quiero investigar a qué nivel, hasta qué profundidad tengo miedo, ya sea conscientemente o en la misma raíz, en los niveles más profundos de mí ser, en los recovecos, en las regiones desconocidas de mi mente; quiero averiguarlo, quiero que todo se manifieste y se ponga al descubierto. Por lo tanto ¿cómo voy a hacerlo? Tengo que hacerlo y no gradualmente, ¿comprende? Tiene que ser algo que salga completamente de mi ser. I: Si hay mil tigres y estoy sentado en el suelo no puedo verlos, pero si subo a un sitio más alto, podría intentar resolverlo. K: No diga, «Si pudiera, si pudiera volar vería la belleza de la tierra», pero el hecho es que no puedo volar, estoy aquí. Me temo que estos planteamientos teóricos no tienen ningún valor, aunque aparentemente no nos damos cuenta de eso; viene a ser lo mismo que si tengo hambre y me alimenta con teorías. Aquí tenemos un problema; obsérvelo, por favor, porque todos tenemos miedo, todo el mundo tiene algún temor, de una o de otra clase. Hay miedos muy profundos, ocultos, aunque sólo este


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familiarizado con los miedos superficiales, los miedos del mundo, los miedos que aparecen al perder un empleo, miedo de perder a mi esposa, a mi hijo, o por esta o aquella razón; todo eso lo conozco muy bien. Sin embargo, posiblemente existan capas más profundas de miedos, entonces, ¿cómo puedo, cómo puede esta mente, sacar instantáneamente todo eso a la luz? Bien, ¿qué responde, cuál es su respuesta? I: ¿Está diciendo que debemos ahuyentar el animal de una vez por todas o, de lo contrario, tendremos que salir a su encuentro cada vez que se presente? K: El interlocutor dice, que estoy sugiriendo que es posible ahuyentar el animal de forma definitiva, para siempre, y no tener que ahuyentarlo un día, para que regrese al día siguiente. Eso es, precisamente, lo que estamos diciendo, no tener que ahuyentar al animal constantemente. Todas las escuelas, todos los santos, todas las religiones y psicólogos, han dicho, ahuyenta el animal poco a poco. Pero eso no tiene sentido para mí; quiero descubrir cómo ahuyentar al animal, de tal forma que nunca más regrese; y en el caso de que regrese, sabré qué hacer, no permitiré que entre en la casa. ¿Comprende esto? I: Tenemos que darle ahora al animal su verdadero nombre: es el pensamiento; y cuando regrese debemos saber qué hacer con él. K: No sé lo qué haré, veremos. ¡Están todos tan ansiosos! I: Se trata de nuestra vida, ¡tenemos que estar ansiosos!


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K: Me refería que estaban ansiosos por contestar la pregunta. Pero, es evidente, que tenemos que estar ansiosos, porque este es un tema complicado, necesita mucha atención; no pueden limitarse a soltar una serie de palabras. I: ¿Por qué no podemos realmente percibirlo ahora? K: Eso es precisamente lo que pregunto. I: ¿Qué sucede si lo miro a usted? Primero percibo su aspecto. Por favor, si me mira, lo primero que sucede es la percepción visual de mi semblante, ¿verdad? A partir de ahí, ¿qué sucede más? El pensamiento interviene en esa representación visual. K: Eso es exactamente la misma cosa que decía la señora, que el pensamiento es el animal. Por favor, sigamos con ese animal. No se trata de decir que el animal es el pensamiento, es el ego, es el yo, es el miedo, es la codicia, es la envidia, y al rato volver a darle otra descripción. Lo que estamos decimos que ese animal es todo eso, y hemos visto que no podemos ahuyentar gradualmente el animal porque siempre regresará en formas diferentes. Por poco alerta que esté, me digo: qué tonto es todo esto, constantemente ahuyentar al animal, y cada vez que regresa tener que ahuyentarlo de nuevo. De modo que quiero descubrir si es posible ahuyentarlo completamente de manera que nunca más regrese. I: Veo diferentes actividades en mí, con diferentes intensidades. Si una actividad persigue a otra, por ejemplo, si la emoción persigue la idea, no sucede nada. Uno tiene que observar con todas las actividades.


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K: Está diciendo lo mismo con diferentes palabras. I: Al inicio empezó con una explicación que fue interrumpida; estaba diciendo que no quería deshacerse del temor. K: En primer lugar, lo que dije fue que no quería deshacerme del animal, no quería ahuyentarlo; antes de tomar el látigo o el guante de terciopelo, deseo saber ‘quién’ está tratando de ahuyentarlo. Puede que sea un tigre más grande el que trata de hacerlo; por lo tanto, me digo a mí mismo: «No quiero ahuyentar nada». ¡Se da cuenta de la importancia de eso! I: Puede que el ahuyentarlo sea su sentencia final de muerte. K: No, no lo sé. Vaya poco a poco, señor; permítame que lo exponga. Estoy diciendo que antes de perseguir al animal necesito averiguar quién es la entidad que lo perseguirá; y también digo que esa entidad puede que sea un tigre aún más grande. Si quiero deshacerme de todos los tigres, no es razonable que permita que el tigre más grande ahuyente al más pequeño. De manera que digo, vamos a esperar, no quiero ahuyentar nada. Sigo observando lo que está sucediendo en mi mente, no quiero eliminar nada, sólo quiero mirar, observar, quiero tener muy claro si el tigre más grande está persiguiendo a un tigre más pequeño, porque ese es el juego de siempre, eso es lo que sucede en el mundo, la tiranía de un país concreto persiguiendo a uno más pequeño. Por lo tanto, ahora me doy cuenta, por favor, sigan esto, de que no debo perseguir nada. Por el contrario, debo averiguar esta tendencia de perseguir


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algo, de vencerlo, de dominarlo; porque esa decisión que me impulsa a decir: «Tengo que deshacerme del pequeño tigre», puede que sea el tigre grande. Por tanto, terminaré completamente con cualquier decisión, con todas las demandas por deshacerme o ahuyentar algo; entonces es que podré observar. A partir de ahí me digo a mí mismo, verbalmente: «No ahuyentaré nada»; por lo tanto, estoy libre de la carga del tiempo, que es ahuyentar un tigre con otro tigre, porque si hago esto intervendrá el tiempo; de manera que digo: «No haré nada, no perseguiré, no actuaré, no decidiré, primero debo observar». Al estar observando, no me refiero al ego, sino a que la mente, el cerebro, están observando, puedo localizar los diversos tigres, a la madre tigresa con sus cachorros y a su consorte; puedo observar todo eso, pero debe haber cosas más profundas dentro de mí y quiero que salgan a la luz. Ahora bien, ¿debo hacer algo, alguna acción para que salgan a la luz? ¿Debo enojarme más y más, para luego calmarme, y una semana después volverme a enojar, para luego calmarme nuevamente? Por consiguiente, ¿hay alguna manera de observar a todos los tigres, al pequeño, al grande, al recién nacido, a todos ellos? ¿Puedo observarlos a todos tan completamente que comprenda el problema en su totalidad? Si no soy capaz de hacer eso, entonces mi vida seguirá la vieja rutina, seguirá la forma burguesa, complicada, estúpida, con sus numerosos engaños. Eso es todo. Si han sabido escuchar, la charla de esta mañana ha terminado. Recuerdan la historieta del profesor que todas las mañanas hablaba a sus estudiantes. Un día cuando subía al estrado, llegó un pajarito, se posó en la repisa de la ventana, y empezó a cantar. El profesor permitió que cantara, y por un rato el pajarito regaló su melodía hasta que finalmente emprendió el vuelo. Entonces el profesor dijo a sus estudiantes: «La charla de esta mañana ha terminado».


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Saanen, Suiza, 7 de agosto de 1969

12. PROFUNDIZAR EN LO DESCONOCIDO La represión; acción que surge del silencio; viaje al interior de uno mismo; falsos trayectos y la imagen de lo desconocido. Nos estuvimos preguntado cómo liberarnos de toda la colección de fieras que tenemos en nuestro interior. Estamos discutiendo todo esto, porque vemos, al menos yo lo veo, que uno debe profundizar en lo desconocido. Después de todo, cualquier buen matemático o físico, tiene que investigar lo desconocido, y quizá también el artista, si no se ha dejado arrastrar demasiado por sus propias emociones e imaginación. Y nosotros, gente corriente con los problemas de cada día, también tenemos que vivir con ese profundo sentido de comprender; también nosotros tenemos que profundizar en lo desconocido. Una mente que está constantemente persiguiendo los animales que ella misma ha inventado, los dragones, las serpientes, los monos, con todos sus problemas y contradicciones, eso es lo que somos, posiblemente no pueda profundizar en lo desconocido. Al ser personas corrientes que no hemos sido dotadas de intelectos brillantes o grandes visiones, sino que sólo vivimos las monótonas, feas y pequeñas vidas de todos los días, estamos interesados en cómo cambiar todo eso de forma inmediata. De manera que esto es lo que estamos considerando. La gente cambia con los nuevos inventos, nuevas exigencias, nuevas teorías, nuevas situaciones políticas; todo eso genera cierta clase de cambios; pero nosotros hablamos de una revolución radical, básica, en


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nuestro ser, y si una revolución semejante se producirá de forma gradual, o instantánea. Ayer investigamos todo lo que representa generar esa revolución de manera gradual, que incluye la sensación de distancia, el tiempo y esfuerzo necesario para cubrir esa distancia. También dijimos que el hombre durante milenios ha intentando cubrir esta distancia, pero de ninguna manera ha logrado cambiar radicalmente, con la excepción, quizá, de uno o dos. De modo que es necesario ver si cada uno de nosotros y, por lo tanto, el mundo, porque nosotros somos el mundo y el mundo es nosotros, no son dos estados separados, puede eliminar instantáneamente todas las penalidades, la ira, el odio, la enemistad que hemos creado, y la amargura que soportamos; aparentemente la amargura es una de las cosas más comunes que tenemos. Por tanto, ¿podemos, conociendo todas sus causas, viendo toda su estructura, eliminar por completo y de inmediato esa amargura? Decíamos que eso es posible únicamente cuando hay observación, cuando la mente observa con gran intensidad, entonces esa misma observación es la acción que elimina la amargura. También investigamos la cuestión de lo que es actuar, de si existe alguna acción libre, espontánea y que no dependa de la voluntad. Es decir, ¿no actuamos de acuerdo con nuestros recuerdos, nuestros ideales, nuestras contradicciones, nuestras heridas, nuestra amargura, etc.? ¿No se ajusta nuestra acción siempre a un ideal, a un principio, a un esquema? Y como decíamos, tal acción no es acción en absoluto, porque genera contradicción entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’. Si dependo de un ideal, tengo que cubrir la distancia entre “lo que soy” y lo que “debería ser”; llegar a ese “debería ser” puede tomar años o, como muchos creen, encarnar una y otra vez durante muchas vidas, hasta alcanzar esa utopía perfecta. También dijimos que el ayer encarna en el hoy; no importa que ese ayer venga de muchos milenios atrás o sólo de


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veinticuatro horas; el ayer sigue operando cuando la acción se basa en esta división entre el pasado, el presente y el futuro, que finalmente es “lo que debería ser”. Todo esto, como decíamos, genera contradicción, conflicto y desdicha; lo cual no es acción, mientras que percibir es acción; la percepción en sí es acción, que opera cuando uno está frente a un peligro, entonces la acción es instantánea. Creo que ayer llegamos hasta ese punto. Asimismo, también hay momentos de una gran crisis, de un reto fuerte, o de un sufrimiento intenso; ante esta situación la mente permanece muy quieta, al menos por un instante, porque ha recibido una conmoción. No sé, si se han dado cuenta, cuando uno mira al atardecer o temprano en la mañana una montaña, con esa luz delicada sobre ella, las sombras, la inmensidad, la majestuosidad, el sentimiento de soledad profunda, cuando uno ve todo eso, la mente no puede abarcarlo todo y, por un momento, permanece en completo silencio; aunque pronto se sobrepone a esa conmoción y de inmediato responde de acuerdo a su condicionamiento, a sus propios problemas personales, etc. De manera que por un instante la mente está en completo silencio; sin embargo, no puede mantener esa sensación de absoluta quietud; esa quietud viene como consecuencia de un reto, y muchos de nosotros hemos sentido esta sensación de completa quietud después de recibir una conmoción. Puede que venga del exterior por algún incidente, o puede generarse artificialmente en lo interno mediante una serie de preguntas imposibles, como las que se formulan en algunas escuelas de Zen; o por algún estado imaginario, por alguna fórmula que fuerce la mente a permanecer silenciosa, lo cual, evidentemente, resulta más bien infantil e inmaduro. Ahora bien, para una mente que es capaz de percibir, en el sentido que hemos estado hablando, esa percepción es acción; pero para percibir, la mente tiene que estar en completo silencio, de lo contrario, no puede ver. Si quiero escuchar lo que está diciendo, tengo


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que escuchar en silencio; cualquier pensamiento saltarín, cualquier interpretación de lo que esté diciendo, cualquier sentimiento de resistencia, impide el verdadero escuchar. Por lo tanto, la mente dispuesta a escuchar, a observar, a ver, o a estar atenta, tiene necesariamente que permanecer en completo silencio; pero esa quietud no es posible que la produzca ninguna reto interno o el hecho de concentrarse en una idea particular. Cuando un niño está absorto en un juguete permanece muy quieto porque está jugando, el juguete ha cautivado la mente del niño, y eso le mantiene tranquilo. Al tomar una droga o cualquier sustancia artificial, ver una pintura, una imagen, o tener una utopía, surge esta sensación al ser cautivado por algo más grande; sin embargo, únicamente la comprensión de todas las contradicciones, tergiversaciones, condicionamientos, miedos, falsedades, puede dar ese silencio a la mente. Por eso, nos preguntamos si todos estos temores, estas desdichas, estas confusiones, pueden eliminarse instantáneamente, de manera que la mente permanezca en silencio para observar, para profundizar en sí misma. Ahora bien, ¿puede uno realmente hacerlo? ¿Es posible que uno se observe a sí mismo en completo silencio? Si la mente está constantemente activa, entonces deforma todo lo que ve, lo traduce, lo interpreta, dice: «Esto me gusta o esto no me gusta», se vuelve emocional, tremendamente excitada, y en esas condiciones la mente no puede observar. De manera que nos preguntamos, ¿pueden los seres humanos corrientes como nosotros hacer esto? ¿Puedo mirarme a mí mismo, no importa lo que sea, sabiendo el peligro que tienen palabras como “miedo” o “amargura”, y que la misma palabra me impedirá observar realmente “lo que es”? O sea, ¿puedo observar, dándome cuenta de las trampas del lenguaje? Además, sin permitir que intervenga ninguna necesidad de tiempo, ningún impulso de


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“lograr algo”, de “liberarse de”, sino únicamente observar, permanecer en silencio, alerta, con suma atención; en ese estado de intensa atención, uno puede observar las intenciones ocultas, los recovecos desconocidos de la mente, sin que intervenga ninguna forma de análisis, sólo percibir; porque el análisis implica tiempo, así como el analizador y lo analizado. Es decir, ¿es el analizador diferente de la cosa analizada? Si no lo es, el análisis no tiene sentido alguno. Así pues, uno tiene que darse cuenta de todo, descartarlo todo, descartar el tiempo, el análisis, la resistencia, el tratar de llegar al otro lado, el vencer, etcétera, porque a través de esa puerta no hay un fin para el sufrimiento. Después de escuchar todo esto, ¿puede uno realmente hacerlo? Esta es una pregunta muy importante. No hay un “cómo”, nadie puede decirle como lograrlo, ni darle la energía suficiente. Para observar se necesita mucha energía y una mente en silencio es energía total, porque no hay desperdicio alguno de energía; de otro modo, no está en silencio. Por tanto, ¿puede uno con esta energía total, observarse a sí mismo tan completamente, que el ver sea el actuar y, en consecuencia, el fin del problema? Interlocutor: Señor, ¿no es su pregunta del todo imposible? Krishnamurti: ¿Es ésta una pregunta imposible? Si esa es una pregunta imposible, entonces ¿por qué están sentados aquí? ¿Simplemente para escuchar la voz de un hombre que habla, para escuchar el río que fluye, para disfrutar de unas agradables vacaciones entre estas colinas, montañas y praderas? ¿Por qué no pueden hacerlo? ¿Tan difícil resulta? ¿Es necesario tener un cerebro muy brillante? ¿O es que realmente en su vida nunca se han observado y, por eso, lo encuentran tan imposible? ¡Uno debe hacer


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algo cuando la casa está en llamas! Si eso sucede, no dice: «¡Es imposible, no creo que lo logre, no puedo hacer nada al respecto!», y se sienta a observar como arde en llamas; sino que hace algo en relación con el hecho real, no algo relacionado con lo que piensa que debería ser. El hecho real es que la casa está ardiendo; puede que no logre extinguir completamente el fuego antes de que lleguen los bomberos, pero mientras tanto, no existe tal “mientras tanto”, uno actúa en relación con el incendio. De manera que cuando dice que es una pregunta imposible, que es muy difícil, tan irrealizable como “poner un pato dentro de una botella pequeña”, eso demuestra que no se da cuenta de que la casa está en llamas. Luego, ¿por qué uno no se da cuenta de que la casa está ardiendo? La casa significa el mundo, el mundo que es uno mismo, con el descontento, con todas las cosas que están sucediendo en el mundo interno y en el mundo exterior. Si uno no es consciente de esto, ¿por qué no lo es? ¿Es debido a que uno no es brillante, que no ha leído suficiente cantidad de libros, que uno no es sensible para percibir lo que sucede dentro, o no es consciente de lo que realmente está sucediendo? Si su respuesta es: «Lo siento, no soy consciente»; entonces, la respuesta es, ¿por qué no lo es? Cuando alguien le insulta, si tiene hambre, se da cuenta de eso; si alguien lo adula o cuando desea satisfacer sus deseos sexuales, se da perfectamente cuenta, está muy receptivo; pero ahora, aquí, dice: «No, no soy consciente». Bien, ¿qué debe hacer, entonces? ¿Confiar en el estimulo o ánimo de alguien? I: Según dice, tiene que haber una mutación y debe suceder de forma instantánea, la cual puede darse si observamos nuestros propios pensamientos y deseos. Lo he hecho en una ocasión, pero no ha sucedido ningún cambio. Si seguimos haciendo lo que sugiere, ¿será la mutación un estado permanente, o deberá practicarse regularmente todos los días?


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K: Esa percepción que es acción, ¿es suficiente y definitiva con tenerla una sola vez, o debe practicarse todos los días? En primer lugar, ¿qué cree usted? I: Creo que puede darse después de escuchar música. K: Por lo tanto, la música se vuelve necesaria como cualquier droga, sólo que la música es mucho más respetable que una droga. La pregunta era, ¿tiene uno que observar todos los días, cada minuto, o puede uno hacerlo tan completamente que en un solo día termine con todo? Y, una vez que lo he visto completamente, ¿puedo echarme a dormir el resto del tiempo? ¿Comprende la pregunta? Me temo que uno debe observar todos los días y no echarse a dormir; tenemos que estar atentos no sólo a los insultos, a la adulación, al enojo, a la angustia, sino también a todas las cosas que están sucediendo continuamente a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Uno no puede decir: «Ahora estoy completamente iluminado; nada podrá afectarme». I: Sea que suceda en un instante o en un minuto, el tiempo que uno tarda en tener esa percepción y comprenderla, ¿no está, entonces, desde que recibido el insulto reprimiendo cualquier reacción violenta? ¿No es esa percepción un simple reprimir la reacción que pueda posteriormente suceder? De modo que no hay que preocuparse por reaccionar, sino en observa, porque la percepción puede ser sencillamente reprimir la reacción.


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K: Eso ya lo investigamos bastante a fondo, ¿no es así? Si tengo una reacción de desagrado, usted no me gusta, y observo esa reacción, si la observo con mucha atención, esa reacción se despliega a sí misma, revela mi condicionamiento, la cultura en la que he crecido. Si la sigo observando y no me duermo, si la mente observa lo que está siendo revelado, aparecen muchas, muchas cosas; no se trata de reprimir nada, porque mi interés es ver lo que está sucediendo, no en cómo superar cualquier reacción. O sea, estoy interesado en descubrir si la mente puede mirar, percibir la estructura misma del yo, del ego, de mí mismo; y en eso, ¿cómo es posible que haya alguna forma de represión? I: A veces siento un estado de quietud; ¿puede surgir alguna acción de esa quietud? K: La pregunta es: «¿Cómo puede esta quietud tener continuidad, mantenerse, que siga operando?». ¿No es eso? I: ¿Puedo seguir con mi trabajo cotidiano? K: ¿Pueden las actividades cotidianas surgir del silencio? Creo que están esperando que yo conteste esta pregunta; sin embargo tengo horror de convertirme en oráculo, y el hecho de que esté sentado en una tarima no me confiere autoridad alguna. La pregunta es, ¿puede una mente que está en silencio, actuar en la vida diaria? Si uno separa la vida diaria del silencio, separa la utopía, el ideal, del silencio, entonces nunca se encontraran. O sea, ¿puedo mantenerlos separados, puedo decir que está el mundo, mi vida cotidiana, y por otro lado está ese silencio que he experimentado, que tentativamente he sentido dentro de mí? Es decir, ¿puedo incorporar ese


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silencio a mi vida diaria? Eso no es posible hacer lo, pero si ambas cosas no están separados, la mano derecha es la mano izquierda, y hay armonía entre ambas, entre el silencio y la vida diaria, si hay unidad, entonces uno nunca preguntará: «¿Puedo actuar desde el silencio?». I: Está hablando de una percepción intensa, de un profundo mirar, de un ver con claridad, pero lo que básicamente hace que eso sea posible, ¿no podríamos decir que es el grado de intensidad que uno tiene? K: En esencia uno es intenso y existe esa intensidad profunda, básica; ¿es eso? Interlocutor: Parece que el requisito principal es la pasión con que uno lo afronta, y no la cosa en sí misma. K: Requisito que ya tenemos; ¿no es cierto? I: Sí y no. K: Señor, ¿por qué damos por sabidas tantas cosas? ¿Por qué no es posible emprender un viaje e investigar sin saber nada, un viaje dentro de uno mismo, sin saber lo que es bueno o malo, lo que es correcto o incorrecto, lo que tendía que ser, o lo que debe ser, simplemente hacer el viaje sin carga alguna? Esa es una de las cosas más difíciles, viajar internamente sin ninguna sensación de carga, y a medida que uno viaje estar descubriendo; no se trata de empezar diciendo: «Esto no debería ser, o esto podría ser»; pero según parece esa es una de las cosas más difíciles de hacer, aunque no entiendo el por qué. Miren señores, nadie les ayudará,


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incluyendo el que les habla; no hay nadie en quien tener fe, y espero que no tengan fe en nadie; no hay autoridad que pueda decirles lo que es o lo que debería ser, ni orientarles que caminen en una u otra dirección, o que se preocupen por sus dificultades, no esperen ninguna facilidad; cada uno está caminando solo. ¿Puede hacer eso? Si dice: «No puedo hacerlo porque tengo miedo»; entonces, afronte el miedo e investíguelo hasta comprenderlo por completo; olvídese del viaje, olvídese de la autoridad, y examine toda esta cosa llamada miedo, miedo de que no haya nadie en quien pueda apoyarse, nadie que le diga qué debe hacer, miedo porque podría cometer un error. No importa si comente un error, obsérvelo, y sálgase inmediatamente. De modo que uno descubre a medida que camine, y en eso hay más creatividad que en el acto de pintar, de escribir un libro, de subir al escenario y convertirse en un mono; hay más, si puedo usar esa palabra, excitación, una mayor sensación de... I: ¿Exaltación? K: Por favor, no sugiera palabras. I: Si en nuestra vida diaria no introducimos el observador, entonces nada perturbaría el silencio. K: Efectivamente, ese es todo el problema; pero el observador está siempre jugando tretas, está siempre proyectando sombras y, de ese modo, creando más problemas. De manera que nuestra pregunta es si ambos, usted y yo, podemos hacer un viaje interno sin saber nada, y a medida que


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avanzamos ir descubriendo nuestros apetitos sexuales, nuestros anhelos e intenciones. Esa es una aventura tremenda, más grande que ir a la Luna. I: Eso tiene una dificultad; ellos sabían adónde iban, conocían la dirección que debían seguir cuando decidieron ir a la Luna. Sin embargo, internamente no hay ninguna dirección. K: El señor dice que ir a la Luna es algo concreto, que se sabe cómo llegar hasta allí, mientras que aquí, el hacer un viaje interno, no sabemos adónde vamos, y eso ocasiona inseguridad y temor. Pero si uno sabe adónde va, nunca profundizará en lo desconocido, por tanto, nunca será una persona genuina que descubre lo que es eterno. I: ¿Puede haber una percepción inmediata que sea total, sin la ayuda de un maestro? K: Eso es lo que hemos estado hablando. I: Aun no hemos terminado con la anterior pregunta. La dificultas está, que nosotros sabemos adónde vamos, queremos seguir aferrados al placer, no deseamos realmente lo desconocido. K: Eso es, queremos seguir dependiendo del placer, deseamos seguir aferrados a las cosas que conocemos y, a pesar de todo eso, queremos iniciar el viaje. ¿Ha escalado alguna vez una montaña? Mientras más carga lleva más difícil se hace; incluso subir a esas pequeñas colinas resulta bastante difícil hacerlo si lleva una carga pesada; para escalar una montaña, hay que ir libre de carga. Entonces no sé realmente cuál es la dificultad, por


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qué queremos llevar con nosotros todo lo que conocemos: los insultos, las resistencias, las estupideces, las alegrías, las satisfacciones, todo lo que hemos experimentado. Si dice: «Voy hacer un viaje con toda esa carga», hará un viaje a alguna otra parte, pero no hacia su interior para ver lo que lleva consigo; por lo tanto, su viaje es imaginario, no es real. Por tanto, haga un viaje hacia el interior de las cosas que lleva, que es lo conocido, no al interior de lo desconocido, sino al interior de lo que ya conoce: sus placeres, sus satisfacciones, sus angustias y sufrimientos; emprenda un viaje hacia el interior de todo eso, porque “eso” es todo lo que tiene. Sin embargo, lo que decimos: «Quiero hacer un viaje hacia lo desconocido, para luego añadir lo desconocido a lo que ya conozco, o sea, añadir más satisfacciones y otros placeres»; o bien, puede que el viaje sea tan temerario que diga: «No quiero hacer eso». Saanen, Suiza, 8 de agosto de 1969


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ÍNDICE Primera parte 1. La libertad. Pensamiento, placer y dolor. 2. La fragmentación. La división; el consciente y el inconsciente; morir para lo ‘conocido’. 3. La meditación. El significado de la “búsqueda”; problemas implicados en la práctica y el control; la calidad del silencio.

Segunda parte 4. ¿Puede cambiar el hombre? La energía; malgastar la energía en el conflicto. 5. ¿Por qué no podemos vivir en paz? Cómo surge el miedo; el tiempo y el pensamiento; la atención: mantenerse alerta. 6. La totalidad de la vida. Comprender la pasión sin motivo.

Tercera parte 7. El temor. Resistencia; energía y atención. 8. Lo trascendental. Investigar la realidad; la tradición en la meditación; la realidad y la mente silenciosa.

Cuarta parte 9. La violencia. ¿Qué es la violencia?; imponer algo sobre la base misma de la violencia psicológica; necesidad de observar; la falta de atención. 10. El cambio radical. ¿Cuál es el instrumento que observa? 11. El arte de ver. Darse cuenta sin intervalo de tiempo; el tigre a la caza del tigre


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12. Profundizar en lo desconocido. La represi贸n; acci贸n que surge del silencio; viaje al interior de uno mismo; falsos trayectos y la imagen de lo desconocido.


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FUNDACIONES El legado que Jiddu Krishnamurti dejó en sus enseñanzas forma parte de la responsabilidad de las Fundaciones creadas como iguales por él, con el propósito de preservar la integridad de lo que él expresó durante muchos años y en diferentes lugares del mundo. Las siguientes Fundaciones creadas por J. Krishnamurti son las únicas instituciones responsables de la preservación y difusión de sus enseñanzas: Krishnamurti Foundation Trust KFT – (www.kfoundation.org - email: kft@brockwood.org.uk) Krishnamurti Foundation of America KFA – (www.kfa.org - email: kfa@kfa.org) Krishnamurti Foundation India KFI – (www.kfionline.org - email: kfihq@md2.vsnl.net.in) Fundación Krishnamurti Latinoamericana FKL – (www.fkla.org) email: fkl@fkla.org) Para la consulta y lectura de charlas y diálogos de K pueden hacerlo adquiriendo la nueva versión del CD-ROM, o de forma gratuita en la nueva Web www.jkrishnamurti.com, proyecto común de las cuatro Fundaciones. Estas Fundaciones se responsabilizan y garantizan la autenticidad e integridad de los contenidos de todas las publicaciones realizadas por ellas, libros, videos, casetes, DVD, etc. Para cualquier duda o consulta rogamos contactar con cualquiera de estas Fundaciones.


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