Viaje Champagne

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Del ‘terroir’ a la eternidad NO MUCHOS Lugares han sabido MANTENER VIVO SU ESPÍRITU TRAS SIGLOS Y SIGLOS DE TRABAJO. TAMPOCO demasiados DAN NOMBRE AL VINO (espumoso) MÁS PRESTIGIOSO DEL MUNDO. PERO ES QUE ÉSTA NO ES UNA REGIÓN CUALQUIERA. BIENVENIDOs A CHAMPAGNE. Por JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ FOTOGRAFÍA DIEGO MARTÍNEZ

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Ese meticuloso gusto por los detalles, la pulcritud de sus calles, la variedad de sus paisajes, la amabilidad de sus gentes (ya se sabe, nada como ir alejándose de París), el arte, la moda, la gastronomía... Ningún lugar como Francia para convertir la vida en un elegante placer. Aunque a veces duela reconocerlo, visitar el país vecino tiene su aquel. Reims –ciudad más representativa e importante de la región de Champagne– mantiene a rajatabla este ‘protocolo’. Sus amplias avenidas y plazas están flanquedas por refinados cafés, aromáticas boulangeries o señoriales edificios en forma de hoteles, restaurantes y viviendas particulares. Espacios todos que desprenden vida (diurna y nocturna) con sabor a historia aderezada de rabiosa modernidad. Por encima del bien y del mal, asoma majestuosa su catedral, Notre-Dame de Reims. Joya inapelable del Gótico, impone al visitante por su arquitectura y por haber sido centro de consagración y coronación “ante Dios” de cada Rey de Francia hasta 1825. Para los fieles de otra religión llamada fútbol, sin embargo, es probable que esta villa siutada 125 kilómetros al este de París les suene por el Stade de Reims. Un histórico del fútbol francés que llegó a la primera y la cuarta final en la historia de la Copa de Europa, allá en los 50 (sucumbiendo en ambas frente al mítico Real Madrid de Di Stéfano). Pero las sorpresas más especiales en Champagne surgen a medida que uno escapa de tan coqueta villa. El horizonte abre hueco a la frondosidad, a la naturaleza pura, a la más absoluta tranquilidad. Esta es una de las peculiaridades más llamativas de una región famosa en todo el mundo: el poco nivel de explotación turística. El otoño ha ampliado la paleta de color en el entorno. De repente, como un tesoro escondido, surgen los viñedos hasta donde se pierde la vista, el bien más preciado de un territorio dependiente de la agricultura. Basta hablar con los viticultores locales para percibir que aquí, en la cuna del primer y mejor vino espumoso del mundo, los ciclos discurren a otro ritmo. Un mecanismo de supervivencia propio de la sabiduría de siglos de experiencia. Charles Philipponnat (presidente y heredero secular de Champagne Philipponnat) o Delphine Cazals (presidenta también de Champagne Cazals) son dos ejemplos –a diferente escala– de esa calma y especial amor por el terruño que se profiere en una zona privilegiada. Y es que el viñedo es ese exclusivo lugar en que el hombre se bate a solas con la naturaleza en un elegante duelo llamado vendimia. Igual de especiales son las cavas subterráneas. La amplia frondosidad abre paso a la oscura y fría alienación de pupitres sobre los que levaduras y sedimentos se remueven en el interior de cientos de botellas. Un proceso que culminará con el degüelle, técnica que pone punto y seguido a la maravillosa vida de esta burbujeante bebida eterna. Las duras batallas de Marne durante la Primera Guerra Mundial convirtieron a estas gélidas galerías en refugios bélicos, y aún hoy son visibles algunos vestigios, como escritos con firma y año, de los que allí masticaron el miedo. Otra dimensión completamente distinta es la que se vive en cooperativas como Mailly, que gestiona algunos de los mejores viñedos de la zona (Grand Cru), o en Louis Roederer. Un gigante éste último que debe su prestigio internacional al famoso Cuvée Cristal, creado a petición del zar Alejandro II de Rusia en el siglo XIX, y que vive una segunda juventud en el XXI por el ser el favorito en las famosas fiestas de raperos como Jay-Z. Nuevas eras, nuevos reyes (y dudosas reputaciones). En Champagne, sin embargo, el tiempo hace mucho que se detuvo. Oasis, “Champagne supernova” 238  e s q u i r e • d i c i e m b r e 2 0 1 1

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1.- Vista interior del palacete de la familia de Frédéric Rouzad, propietarios de Louis Roederer. 2.- Degüelle de una botella en la maison de Philipponnat. 3.- Interior de un café cercano a la Plaza de la República en Reims. 4.- Café Ernest Hemingway, en la Place Drouet d’Erlon, avenida que anima la vida nocturna de Reims. 5.- Imagen de las levaduras sedimentadas en una botella de Champagne. 6.- y 7.- Cavas subterráneas: Pupitres y botellas alineadas de las bodegas Philipponnat y Cazals.

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