(en casa de michael ) Si el ‘rey del rock’ nació en Tupelo (Mississipi), el monarca del pop vino al mundo en Gary, un extraño enclave de Indiana. Esquire visitó la ciudad natal de Michael Jackson justo cuando se cumple el primer aniversario de su muerte, una ciudad fantasmal plagada de edificios abandonados. fotografía
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sylvain margaine
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No es el escenario de una película apocalíptica, tipo 28 días después, sino el centro de Gary en hora punta. En la página anterior, fachada de un viejo teatro de la ciudad. Como reza su cartel, allí actuaron los Jackson 5... hace muuuucho tiempo.
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Interior, hoy en escombros, del salรณn de actos de la Iglesia Metodista Africana, epicentro y fรกbrica de adeptos de esta, otrora, poderosa congregaciรณn.
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Aspecto actual del viejo edificio de Standard Liquors. La planta baja estaba reservada a una gran tienda de bebidas alcohรณlicas. El resto eran apartamentos. Hoy estรก completamente abandonado.
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PASEAR
P OR GARY ES c o m o a d e n t r a r s e e n LA DESOLACI Ó N . U N p e r f e c t o
RETRATO DE l a GLORIA a r t i f i c i a l d e l s u e ñ o a m e r i c a n o.
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El modesto apartamento unifamiliar del 2.300 de Jackson Street no está muy acostumbrado a las visitas. Hace seis años que recibió la última (la más especial, eso sí). El tiempo ha pasado y todo sigue impasible. Pero hoy no parece un día cualquiera. Los vecinos de la zona han ido llegando en silenciosa peregrinación hasta la puerta. La mayoría portan velas y pancartas que desprenden un potente aroma a triste despedida. Espontáneamente, han formado un círculo desde el que recitan oraciones. La casa está vacía, deshabitada, como la mayoría del barrio. Nadie puede oír el revuelo de ahí fuera. No importa. “Él nos escucha, donde quiera que esté”, susurra alguien. Están empezando a llegar furgonetas de numerosos medios de comunicación. Los periodistas invaden la acera que vio dar sus primeros pasos al pequeño Michael. Todo empezó entre estos cuatro muros, también teñidos de blanco y revestidos de humildad. Aquí se forjó la leyenda. Y desde aquí sus movimientos, su voz y su estilo empezaron a cautivar al mundo. El rezo ha dado paso a las canciones, los bailes, las lágrimas… 25 de junio de 2009. Jacko ha muerto. Ha pasado ya casi un año desde entonces, pero todo sigue igual por el barrio. Ni rastro del proyecto del museo Michael Jackson del que algunos hablaron. Pasear hoy por Gary es como caminar por un corazón sin pulso, un lugar fantasmal que lleva décadas languideciendo. “Lo primero en que me fijé, nada más salir de la estación de tren”, explica el fotógrafo belga Sylvain Margaine, autor de este reportaje, “fue en el cartel luminoso del hotel Sheraton. Brillaba como una isla desierta, rodeado de edificios destartalados. Caminando sin rumbo, me encontré con decenas de bloques de apartamentos completamente abandonados. Paredes resquebrajadas, escaleras de incendio oxidadas y olores putrefactos. Eso sí, en el cielo todavía se aprecia continuamente una columna de humo. Es la antigua factoría de acero, que sigue parcialmente activa”, explica. Lo más increíble de todo es que, hace poco más de cien años, Gary –la ciudad natal del Rey del Pop– ni siquiera existía.
Michael Jackson se mudó de Gary a Los Ángeles en 1969, un año después de haber firmado por la Motown. Atrás dejó la casa familiar del 2.300 de Jackson Street, calle cuyo nombre –en contra de lo que muchos creen– no homenajea al cantante sino al presidente Andrew Jackson.
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LA TIERRA TEMBLÓ aquella primavera de 1906. Un seísmo, el más grande en la historia de EE UU, destruyó completamente San Francisco y dejó sin hogar a miles de familias. Un año de contrastes. El presidente Theodore Rooselvelt se convertía en el primer ciudadano estadounidense en recibir el Premio Nobel de la Paz, al tiempo que la Corporación Nacional del Acero, la USSC, decidía construir a orillas del lago Michigan la planta más grande de todo el planeta. Un enclave que resultaba idóneo por múltiples motivos: abundancia de agua, una buena red ferroviaria y una excelente ubicación geográfica, a mitad de camino entre las minas de carbón de los Apalaches, las vetas de hierro de Minnesota y las canteras de piedra caliza de Michigan, materiales todos ellos fundamentales en la fabricación del acero. Gentes procedentes de todo el país, muchedumbres enteras, acudieron allí en busca de trabajo. La propia USSC se encargó de diseñar y construir, alrededor de su planta, una ciudad destinada a sus cargos directivos y administrativos. El resto de trabajadores, sin otro recurso que la fuerza de sus manos, poblaron el sur, área que no tardó mucho en ser llamada the patch (el parche).
Y así, como de la nada, un nuevo y pequeño punto surgió en el mapa de EE UU. Gary, Indiana, una de las ciudades más prósperas del país, un lugar creado artificialmente en torno a la industria metalúrgica que debe su nombre de Elbert H. Gary, el presidente de la compañía de acero en aquellos días. AUNQUE LA MAYORÍA de la emigración que funda Gary es de origen europeo (polacos, serbios, húngaros, checos…), a partir de los años cincuenta los afroamericanos comienzan a acudir en masa hasta este nuevo lugar en plena expansión (a menos de una hora en tren de la populosa Chicago), hasta convertirse en un colectivo que pronto se convertirá en protagonista absoluto. Entre sus nuevos vecinos, un tal Joe Jackson, un ex boxeador recién casado que consigue un empleo como operario de grúa. Pronto comenzará a tener familia y el 29 de agosto de 1958 celebra la llegada de su séptimo hijo, un varón al que bautiza como Michael Joseph. Son los años dorados de la ciudad. Teatros, escuelas, colegios… La economía no para de crecer. El joven Michael comienza a cantar y bailar con sus hermanos y, en 1968, el grupo que forman –los Jackson 5– firma un contrato discográfico con la Motown, el gran sello de la música negra. Ese mismo año, Gary vota en masa en las elecciones municipales a Richard Gordon Hatcher, quien se convierte en uno de los primeros alcaldes negros de los EE UU en un municipio de más de cien mil habitantes. La población afroamericana es cada vez más y más influyente. Política y religión comienzan a relacionarse, peligrosamente, según avanzan los setenta, una década marcada por la irrupción de una profunda crisis económica. Una congregación, la Iglesia Metodista Africana, monopoliza la vida cultural y social de los habitantes de Gary. Todo gira a su alrededor. La vieja USSC, la compañía metalúrgica de la que todo había surgido, se topa con un rival divino. Es el principio del fin. Con Hatcher en la alcaldía y los metodistas de por medio, muchos ciudadanos de raza blanca deciden abandonar Gary. La América profunda desentierra sus latentes sentimientos racistas. Las diferencias casi insalvables entre blancos y negros obligan a los primeros, en minoría, a buscar nuevos destinos. El downtown empieza a despoblarse. Gary se convierte en un centro vacío y poco recomendable, rodeado de suburbios infinitos y condiciones deplorables. La planta de acero, masacrada por la delicada situación económica, se ve obligada a reducir su capacidad productiva en los primeros compases de los años ochenta. Mientras tanto, lejos de allí, Michael Jackson, hijo predilecto de la ciudad, saca al mercado Thriller, uno de los elepés más vendidos en la historia de la música. La situación no sólo se mantiene en la década siguiente, sino que empeora. Las calles de Gary se convierten en un lugar peligroso, dominado por las drogas y el crimen. Margaine apenas ha estado un día en Gary, pero su cámara ya ha captado bastante. Antes de tomar el tren de vuelta, por casualidad, se topa con un viejo teatro abandonado. En su fachada, casi como un chiste de humor negro, un cartel que se cae a cachos reza: “Esta noche... los Jackson 5”. –JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Paul Simon, “The boy in the bubble” j u n i o 2 0 1 0 e s q u i r e 127