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No muchas series han traspasado la frontera de la televisión para convertirse en fenómeno social. ‘Mad Men’ es una de ellas. Tampoco es habitual que un personaje de ficción se erija en icono de la masculinidad. Don Draper lo ha conseguido. Por estos motivos, y muchos más, ‘Esquire’ charló en exclusiva con Jon Hamm para profundizar sobre su papel, su serie y la repercusión de un estilo de vida que resurge con fuerza. Bienvenidos a la década de los sesenta.
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n la primera mitad de los años sesenta, EE UU vivía su momento de máximo esplendor económico. El gran líder político de Occidente se erigía como bloque líder frente a la amenaza comunista y el American way of life llegaba hasta los rincones de medio mundo bajo un idílico estándar de vida perfecta. Mientras, un presidente mujeriego y con aspecto de estrella de cine revolucionaba la sociedad con sus políticas a favor de la integración racial. Todo parecía tan perfecto que la prensa acabó bautizando a aquella América como Camelot, una época dorada en el que no faltaba una espléndida Ginebra (Jackie Kennedy), Lancelot (el hermanísimo, Bobbie), unos caballeros de la tabla redonda con residencia en Hollywood (la cuadrilla de artistas con las que el presi salía de juerga –más conocida como Rat Pack–, con Frank Sinatra a la cabeza) y hasta una Dama del Lago que tenía embelesados a todos por igual (Marilyn Monroe). Todos ellos alrededor de ese apuesto rey Arturo, de nombre John Fitzgerald Kennedy, capaz de evitar una crisis atómica o hablar sobre la necesidad de entendimiento entre pueblos. Y es justamente en este singular periodo donde se sitúa el arranque de Mad Men, una serie –emitida ahora en España desde el principio por Sundance Channel los jueves a las 22:00– que el canal por cable AMC se resistía a apoyar por entender que sería muy difícil de vender en el resto del mundo. Afortunadamente, se equivocaban. El particular encanto y especial sabor de aquellos días, aderezados de elegancia y roles sexuales perfectamente definidos, ha hecho de ésta una de las producciones televisivas más populares de los últimos tiempos (ganadora de nueve premios Emmy y tres Globos de Oro, y cuya quinta temporada comenzó rodarse el pasado mes de octubre). “Incluso en España, donde teníais a Franco, supongo que también sería una época especial para vosotros. Creo que ésa es una de las razones principales del éxito de la serie. Presenta un periodo y una situación que puede entender todo el mundo a través de concepto universales”. Jonathan Daniel Hamm (St. Louis, Missouri, 1971), más conocido como Jon Hamm, no sólo demuestra un conocimiento histórico notable con estas palabras (teniendo en cuenta su origen), sino también una considerable modestia. Y es que si Mad Men ha traspasado fronteras para convertirse en un fenómeno social más que en una serie de éxito, ha sido en buena medida gracias a su personaje protagonista, el seductor creativo publicitario Don Draper. Definida por su creador, Matthew Weiner, como “una autopsia del mundo empresarial estadounidense”, la serie está ambientada en el floreciente Nueva York de los sesenta. La historia gira en torno a la vida y el trabajo de Don, enmarcado en el mundo de la publicidad, donde Draper destaca como uno de los mayores talentos. Cada día discurre entre humo de cigarrillos, trajes a medida, reuniones, amantes y mucho, mucho alcohol. Todo, por supuesto, antes de volver al cálido hogar para reencontrarse con su radiante esposa (Betty) y sus dos retoños (que después se convertirán en tres). Perfección absoluta. A los espectadores les encantaría ser como Don,
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Si aún no has visto Mad Men, Sundance Channel te permite redimir ese pecado cada jueves.
y las espectadoras, a pesar de que nunca permitirían a su pareja un comportamiento similar, no pueden evitar sentirse irremediablemente atraídas por él. Hamm, sin embargo, no cree que el encanto del personaje resida tanto en su aspecto o su pose como en esa coraza de perfección inicial que va resquebrajándose con el paso de las temporadas. “Nos gusta ver a un ser humano que de alguna forma está roto, que tiene algún problema, y al que nos gustaría ayudar como fuera posible —reflexiona el actor—. Don Draper parece un ejemplar perfecto del sueño americano, pero cuanto más lo conocemos más nos damos cuenta de que no es tan ideal en absoluto. Así que creo que parte de su atractivo es intentar saber por qué alguien que parece tan perfecto, en el fondo, lo pasa mal, tiene fantasmas”. Si ya en la cuarta temporada pudimos ver a un Don Draper más humano y vulnerable, intentando cambiar y mejorar, Hamm nos adelanta que esa evolución proseguirá en la quinta:
“Creo que ése es uno de los grandes aciertos de la serie, mostrar cómo el personaje se equivoca, aprende y toma decisiones para cambiar”. Hamm sabe bien de lo que habla. Además de protagonizar la serie acaba de dirigir el primer capítulo de la esperada (y polémica) nueva temporada que los fans esperan impacientes. “Debo reconocer que fue muy interesante trabajar todos esos aspectos. Por suerte, la serie continúa, y seguiremos desvelando secretos sobre la figura de Don”.
Jon Hamm era un rostro sin nombre antes
de Mad Men. Tras varias series y breves participaciones en el cine, 2007 marca un antes y un después en su carrera, año en el que se impone a más de setenta candidatos y se hace con el papel. Los responsables de la serie lo dudaron antes de decidirse por él; les parecía demasiado atractivo. Finalmente, lle-
garon a la conclusión de que esa perfección física podría apoyar el concepto del personaje. Además, el hecho de que Hamm se hubiera criado sin sus padres le acercaba aún más a la biografía de Draper. “Conseguirlo fue un proceso largo –recuerda el actor–. Cuando se plantea una serie así, en una gran cadena y con un gran presupuesto, lo normal es que se elija a alguna estrella en el reparto. Que puedan decir: ‘¡Eh, no os perdáis lo que os tenemos preparado, fijaos a quién hemos fichado!’. Pero con Mad Men no fue así, apostaron por un reparto de caras poco o nada conocidas, y les tengo que estar eternamente agradecido por ello”, confiesa. Mad Men es una serie con un estilo tan marcado que, en poco tiempo, ha creado tendencia. O más bien, recreado. Al calor de su éxito se han puesto en marcha otros proyectos televisivos de aire vintage, algunas firmas (como Banana Republic) vuelven a apostar por cortes y diseños propios de los sesenta, e incluso n o v i e m b r e 2 0 1 1 • e s q u i r e 141
vuelven a llenarse las calles de sombreros fedora y borsalinos. Y es que la serie es un exquisito despliegue de vestuario y decorados cuidados hasta el más mínimo detalle. Hamm explica que la idea de la moda y el estilo era muy importante, “así reflejamos nuestra personalidad. Antes estaba todo más codificado, más definido. Debías vestir de una manera muy determinada, sin salirte del guión establecido”. Al liberarse hoy ese sistema de codificación, “se ha dado tanto la vuelta al círculo que estamos encontrándonos de nuevo con el estilo de los sesenta, especialmente en la moda masculina”. Una teoría muy interesante planteada por un Jon Hamm que, en la intimidad, apuesta por la comodidad de un pantalón corto y una camiseta. Lo que ya es más complejo, afortunadamente, es que se recuperen las conductas y tradiciones de aquellos años. “Hablamos de dos periodos muy diferentes, dos arquetipos de hombre muy distintos”, apunta. Y señala que otro de los atractivos de la serie es que se ambienta en una época en la que había una idea muy clara de lo que era el prototipo de hombre, muy condicionado por el Hollywood de Frank Sinatra, John Wayne, Clark Gable... “Pero en Mad Men comprobamos que no eran hombres tan perfectos, que aquel modelo masculino no era exactamente como imaginamos”. Y aunque a muchos nos gustaría alcanzar ese estatus de hombre perfecto, ya no sirve la misma fórmula. “La privacidad se ha perdido con Facebook, Twitter y demás redes sociales”, lamenta Hamm. “Y creo que eso es malo en parte, porque la privacidad es necesaria para cualquier ser humano. Me gusta poder pasear al perro sin tener una cámara siguiéndome. La privacidad, seas o no famoso, Hamm, vestido de es un problema”. Don Draper, dialoga con Matthew Weiner, Hablando de problemas viecreador de Mad Men. nen a la mente otros dos perso-
una industria enorme. “Representaba la felicidad: disfruta de la vida, bebe y fuma. Ése era el mensaje de los 60”. Hamm no fuma pero sí le gusta beber de vez en cuando, nos confiesa. Es más, asegura ser un gran aficionado al vino español. “Trabajé en un restaurante en Los Ángeles en el que servíamos vino español. Así es como entré en contacto con él y desde entonces sigo ‘alimentando’ nuestra bella relación”. Uno de sus sueños, añade, “era haber ido a elBulli. Admiro a Adrià”.
Resulta extraño hablar con él y no imaginár-
selo en su despacho de Madison Avenue, con su pelo impecable y embutido en alguno de sus trajes gris espejo. Su talento al interpretar a Don Draper no sólo radica en el plano dramático, sino también en la capacidad para transmitir el inigualable espíritu de aquel tiempo. De hecho, a la hora de preparar el personaje, lo más importante para él es conocer y comprender la época y el lugar, “por una cuestión de cultura estadounidense”. A la hora de profundizar sobre Don Draper, Hamm destaca en él tres aspectos fundamentales. El primero que le viene a la mente es su “carácter de vendedor nato, con un instinto infalible para vender cualquier cosa, ya sea en su vida profesional o personal. Sabe reconocer lo que la gente quiere casi sin pestañear. Puede tener aspectos de la persuasión de Bill Bernbach o David Ogilvy, de la increíble capacidad y estilo visual de George Lois”. En segundo lugar, ese evidente glamour que desprende, como una estrella de cine: “Es carismático, como Frank Sinatra, John Wayne o Dean Martin, arquetipos de la masculinidad y el carisma”. Por último, Hamm añade que también ofrece un aspecto cercano, como el de un tipo cualquiera. “Miras a Don y puedes percibir un punto de “no haríamos un retrato real de los vulnerabilidad. Puede que su pasado ayude a sesenta si no incluyésemos el tabaco y enfatizar este aspecto. Seguro que el espectael alcohol. En esa época era una forma dor, si se para a pensarlo, encuentra fácilmente alguna referencia de algún profesor, de algún más de ser sociable, de ser persona, familiar... Alguien por quien llegas a sentir de ser un hombre, al fin y al cabo” compasión”. Pero no podría hablarse de Don Draper como najes importantes de Mad Men: el alcohol y el tabaco. En una ‘el hombre’ de no tener dándole réplica a mujeres como Betty, fiesta, en una reunión, trabajando en el despacho, al llegar a Peggy o Joan. Personajes que salen mejor paradas que los homcasa, para celebrar un contrato o para ahogar la rabia tras un bres en el retrato que expone la serie. Ante todo, Mad Men refracaso, cualquier momento es bueno para tomar un trago o enfleja los cambios que comenzaron a producirse con la ‘guerra de cender un cigarrillo. La cuestión fue motivo de un arduo debate sexos’, empujados por la cultura, la tecnología y los medios de entre los responsables de la serie. En una época en que lo políticomunicación. “Poco a poco empezaron a tener más oportunicamente correcto lo marca todo, AMC no acababa de respaldar dades en la vida más allá que las de ser madres o esposas”, couna serie en la que alcohol, tabaco y adulterio tenían tanto peso. menta Hamm, quien se muestra orgulloso al explicar que uno Pero Matthew Weiner, el creador, se mostró inflexible: “Nos de los objetivos de la serie era contar cómo empezó todo ese comentó que no podría contar la historia de forma veraz si la proceso de cambio. Un cambio que aún se está produciendo en gente no fumaba ni bebía todo el tiempo. No haríamos un retraeste siglo. “Todavía no ha terminado, estamos trabajando en to real de los sesenta si no representásemos eso”, reconoce ello”. En cualquier caso, bromea Hamm, “a pesar de esa evoluHamm. “Era una forma más de ser sociable, de ser persona, de ción social, siempre existirá una diferencia biológica evidente ser un hombre, al fin y al cabo”. De hecho, si los protagonistas entre hombres y mujeres que nunca podrá cambiarse”. Parafraeligen el tabaco como uno de los principales activos de la agenseando a Spener Tracy en La costilla de Adán diremos: “¡Viva cia (con cuentas como Lucky Strike), no es sólo porque fuese esa pequeña diferencia!”. 142 e s q u i r e • n o v i e m b r e 2 0 1 1
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