Louis Vuitton - Asnières

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el Gurú

Regla Esquire nº 62 Jamás lleves más equipaje del que puedas cargar.

En el lugar donde los deseos toman forma ‘ESQUIRE’ VIAJÓ HASTA EL TALLER DE ENCARGOS ESPECIALES DE LOUIS VUITTON EN ASNIÈRES PARA DESCUBRIR SU SECRETO MEJOR GUARDADO. POR JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

ohannesburgo, 11 de julio de 2010. El palco presidencial del Soccer City es testigo de una explosión de júbilo iniciada por Iker Casillas –pletórico en el frío de una noche invernal– mientras alza con rabia y orgullo el trofeo más deseado: la Copa del Mundo de fútbol. Una imagen que, junto a la del inapelable gol de Iniesta en la prórroga, permanecerá grabada en la retina de la heroica patria de los españoles por siempre jamás. Pero retrocedamos poco más de dos horas en el tiempo. A la ceremonia de clausura del Mundial de Suráfrica 2010, hasta los prolegómenos previos a la final entre la selección española y la holandesa. Bailes tribales, espectáculos de luz, el imperdonable Waka Waka de Shakira... Para poner punto y seguido a tal despliegue y que empiece a rodar el balón, sólo falta la guinda a tan colorido pastel: la llegada de la Copa. Guinda que en los últimos mundiales venía marcada por la aparición en el estadio de tan preciado trofeo a manos del último capitán responsable en haberla levantado (honor que en Brasil 2014, pase lo que pase, será de Iker Casillas). Una pieza de oro macizo diseñada por Silvio Gazzaniga y producida por Bertoni Milano que bien merece un

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el Gurú De izqda. a dcha. en el sentido de las agujas del reloj: Imagen del taller de encargos especiales de Asnières; detalle del estampado Monogram de Louis Vuitton; bocetos y herramientas de uno de los maestros artesanos de la firma; exterior de la histórica residencia familiar de la familia Vuitton anexa al taller de Asnières; Patrick-Louis Vuitton (quinta generación de la saga y responsable del departamento de encargos especiales de la firma) en pleno proceso de remate de la maleta que transporta la Copa del Mundo de fútbol.

cuidadoso sistema de transporte y el mayor de los respetos. Más allá de por su valor económico (que lo tiene, y mucho), por el simbólico. Así, Fabio Cannavaro, capitán de la Italia campeona en Alemania 2006, hace su entrada triunfal en el césped sudafricano dispuesto a depositar la copa a la espera de un nuevo dueño. En esta ocasión, sin embargo, algo había cambiado. Cannavaro aparecía, desde la distancia, con una maleta en sus manos, detalle inédito hasta entonces. Imposible no reconocer el inconfundible sello Monogram de Louis Vuitton. En su interior, al fin, el dorado tesoro. Impoluto, intacto. Lo que (afortunadamente) ocurrió después, todos lo sabemos. Pero es bastante probable que muchos desconozcan el verdadero valor y origen de tan exclusivo maletín. Será mejor empezar por el principio.

Taller de ilusiones Retrocedamos ahora hasta el siglo XIX, al año 1859, para ser más exactos. Es entonces cuando el propio Louis Vuitton, fundador de la marca, al ver crecer la demanda en encargos de maletas, decide trasladar su taller desde el número 4 de la calle Neuve des Capucines (actual Rue des Capucines), en pleno centro de París, a Asnières, un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad de las luces. Siguiendo las tendencias arquitectónicas que marcaban Victor Baltard o el mismísimo Gustave Eiffel, Vuitton ordena construir un espacio diáfano, con vigas metálicas que mantengan sólida la estructura. Así se permitía una mayor entrada de luz natural para que los trabajadores pudieran trabajar con extrema precisión. Anexo al taller, también construyó una vivienda para él y su familia. En la actualidad, Asnières es poco más que un barrio que sirve de ciudad dormitorio a miles de habitantes que trabajan en París. Aun así, mantiene ese aroma de tranquilidad rural que consiguió cautivar a Monsieur Vuitton y a los suyos. Cuando uno pone sus pies en el que hasta 1977 fue el alma de uno de los mayores gigantes de la moda a nivel mundial, percibe ese especial gusto por la tranquila exclusividad. El salón con detalles Rococó y Art Decó da paso a estancias importadas de otra época. A pocos metros, el verdadero centro de operaciones: los talleres. Es aquí donde

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Desde 2010, la Copa del Mundo de fútbol viaja en una maleta que Louis Vuitton diseñó en Asnières la firma confecciona hoy en día sus piezas más exclusivas, lo que ellos denominan “encargos especiales”. En 2005, las instalaciones fueron renovadas en unas obras que duraron un año. El arquitecto Gilles Carnoy fue el responsable de mantener la esencia de un espacio decimonónico en su exterior y zonas de la antigua residencia para, en el resto, modernizar con tecnología punta la iluminación, ventilación y maquinaria del taller propiamente dicho. Un remozado centro de operaciones del siglo XXI donde nacen las ideas desde dos vertientes. La primera, a partir del llamado departamento de di-

seños por encargo. Si el cliente ve un bolso o maleta de la firma que le gusta, pero al que querría añadir una cremallera bolsillo, otro color o tipo de piel, se le deriva a este departamento. Modelos originales de Louis Vuitton y a los que simplemente se les añaden pequeños retoques. Pero la segunda vertiente es la que marca la diferencia en Asnières: el departamento de encargos a medida. Es aquí donde entra en juego el prestigio y diferenciación de un histórico de la moda. Este departamento se encarga de peticiones expresas por parte de clientes que quieren una maleta o bolso para transportar piezas muy concretas.

Desde un rifle, un perro o una colección de relojes, hasta un mueble bar completo. Las más impensables excentricidades entran en juego. Y es aquí donde Louis Vuitton mantiene un contacto directo y estrecho con el cliente para asesorarle. En primer lugar, conociendo sus necesidades, el objeto u objetos para los que desea que le diseñen la maleta y así, finalmente, poder satisfacer sus deseos. Cada año, desde Asnières salen 450 piezas exclusivas, personalizadas y hechas a medida. Sin embargo, por encima de todo ha de prevalecer el respeto a la historia y a la casa. Esa misma que nace del valor y

gusto viajero que concibe sus creaciones como un medio para facilitar el transporte de objetos. Filosofía ésta que defiende la importancia de contenido y continente a partes iguales. Patrick-Louis Vuitton es el responsable de los encargos especiales de la firma. Nadie mejor que él, quinta generación de la saga, para plasmar de la mejor manera posible esa esencia marca de la casa (incluso en las peticiones más bizarras). A él fue a quien se dirigió la FIFA allá por mayo de 2010 para encargarle la elaboración de una maleta para transportar la Copa del Mundo en sus múltiples viajes internacionales. Y

precisamente fue en Asnières desde donde partió ese maletín en que la copa viajaría hasta Suráfrica.Tal y como dijo Joseph Blatter, “la Copa del Mundo de la FIFA es el trofeo más codiciado no sólo en el mundo del fútbol, sino más allá. Algo tan valioso merece una funda de viaje con su misma elegancia y prestigio. De ahora en adelante, el trofeo no sólo viajará seguro, sino que también lo hará con estilo”. Treinta y seis con ocho centímetros de oro macizo de dieciocho quilates y poco más de seis kilos que descansará hasta 2014 en suelo español. Al menos, cuando tenga que dejarnos, estará debida (y exclusivamente) protegida.

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