entrev ista
Pascua Ortega Padre legítimo del interiorismo en España, el diseño actual bebe de las fuentes de este maestro de la luz. ‘Robb Report’ tuvo el privilegio de sentarse a charlar junto a él en su estudio del Madrid de las Letras. ¿Cómo acabó convirtiéndose en interiorista un abogado con futuro prometedor en las finanzas? En realidad, desde niño me habían atraído los climas y efectos de luz en espacios interiores. Poco a poco, sentí una especial inclinación por el mundo de la arquitectura, el arte o el interiorismo. En esa época no se contemplaba esta última opción como alternativa profesional seria. Lo que sí que podría haber estudiado era arquitectura en mi ciudad, Barcelona, pero por circunstancias familiares me apetecía salir de casa. Así que decidí irme a estudiar Derecho en la Universidad de Deusto (Bilbao). Después, por otra casualidad, acabé en el mundo de la banca, donde empecé a ascender rápido.Y así me mandaron a Wall Street, al Nueva York de los años setenta; loco, efervescente, maravilloso. Mis años allí jugaron un papel clave en mi visión de la vida y el diseño. ¿Tuvo que luchar contra muchos prejuicios? Muchísimos. Mi padre, General de Caballería, dejó de hablarme. Es difícil entender para una familia tradicional que su hijo dejara una carrera brillante en las finanzas por un mundo muy poco conocido en la España de aquel momento. ¿No fue precisamente por eso más complicado acercarse e instruir a un perfil de cliente neófito para hacerle entender la importancia de sus propuestas? En ese sentido tuve mucha suerte. Ya contaba con clientes antes incluso de ser interiorista profesional. A mi vuelta de Nueva York, abrí un restaurante en la calle Barquillo de Madrid que decoré y fue un bombazo. Después, monté una casa estilo neoyorquino en un Madrid en el que no había casi nada. Otra revolución. De repente, todos querían mis diseños: locales de moda, discotecas, bancos, residencias privadas...
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ro b b r e por t
¿Cómo consigue adaptarse a cada concepto de espacio manteniendo un sello común? A mí no me interesa dejar mi impronta. Más bien prefiero transmitir una manera correcta y ordenada de hacer las cosas. Adaptarme a la idea, al lugar en cuestión, a sus circunstancias, a su entorno... Analizar y almacenar una serie de baremos funcionales para enfocar el proyecto con un criterio trabajado hasta las últimas consecuencias que sirva de hoja de ruta. Le gusta incluir antigüedades y mezclar estilos... Más que mezclar yo lo definiría como ‘jugar’. Eso sólo se consigue con la soltura que te dan los años, con ciertos guiños de ironía, personales. Así se consigue un concepto más atemporal. Le doy importancia a la finalidad y esa finalidad ha de ser la que haga sentir cómoda al cliente. Calidez, confort, funcionalidad, espacios en los que apetezca estar. ¿Qué tiene de especial su casa del Ampurdán? Es una casa familiar y eso me sirve como una especie de reencuentro personal. Llevo años trabajando en ella y reformándola, aún me queda mucho trabajo. Podría decirse que es una especie de retiro espiritual porque me encanta el campo. Desde mi habitación veo los Pirineos, el mar... Es una zona medieval cargada de encanto. Además, el ambiente es excepcional por la gente de Barcelona que pasa allí el fin de semana. ¿Dónde encuentra la belleza Pascua Ortega? En la armonía, en la sencillez, en la sensualidad, en la ironía... ¿Cómo le gustaría que le recordaran en el mundo del diseño? Con una sonrisa. —josé maría álvarez
f o t o g r a f í a : l u a f i s c h e r . Pa s c u a O r t e g a p o s a e n e x c l u s i va pa r a ‘ R o b b R e p o r t ’ j u n t o a s u c o m pa ñ e r o m á s f i e l , G o r d o n , e s t r e l l a d e s u e s t u d i o y d e l a s e s i ó n d e f o t o s .
“No me interesa dejar mi impronta. Prefiero transmitir una manera correcta de hacer las cosas”.
robb report
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