Business class
CHRISTIAN HORNER lleva VAQUEROS PEPE JEANS y CAMISA OFICIAL DE RED BULL.
Christian Horner ¿se puede pasar de la nada al todo, en la fórmula 1, en sólo cinco años? el DIRECTOR de RED BULL racing le cuenta a esquire cómo hacerlo posible. [ Por JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ, Fotografía DIEGO MARTÍNEZ ] a humedad invade las habitaciones del Hotel Conrad de Estambul. Sus paredes sudan. Sólo son las siete y media de la mañana, pero el barrio de Besiktas lleva ya varias horas despierto. Constantinopla ha amanecido radiante,
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sobresaturada de luminosidad. El ruido de su tráfico retumba. Los rayos de sol penetran como cuchillas abriéndose camino con agresividad entre los resquicios de las cortinas que cubren el amplio ventanal. Detrás, el astro rey se proyecta, intenso y sin descanso, sobre las aguas del Bósforo. Los
minaretes invaden el horizonte allá donde se mire. La visión es sublime. Cuesta creer que, en poco más de dos horas, todo parezca un espejismo y se convierta en un sofisticado circuito de alta velocidad; rodeado de asfalto, telemetría y vehículos que superan los 300 km/h.
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Business class ESTRICTAMENTE PERSONAL “NO SOY INGENIERO NI ESTUDIÉ NINGUNA CARRERA RELACIONADA CON EL MUNDO DE LOS NEGOCIOS. TODO LO QUE SÉ LO HE APRENDIDO DE LA EXPERIENCIA. pero HAY ALGO QUE TENGO MUY CLARO: SI QUIERES TRIUNFAR, MÁRCATE UN OBJETIVO ambicioso Y persíguelo” Christian estará con vosotros después de comer”. Alrededor, el personal del equipo alado convive en aparente armonía. La puerta se abre. Aparece un hombre de estatura media, ni mucho menos alto, pelirrojo y con gesto tímido. Sí, es Christian Horner. El jefe ha llegado. Sin embargo, nadie parece alterarse. Todo sigue igual. “Bienvenidos a una de mis casas. Enseguida estoy con vosotros”, nos comenta mientras se dirige hacia una de las mesas del restaurante, como un empleado más. Mientras comemos, la puerta vuelve a abrirse. Aparece una cara familiar. Es DJ Jaime, alias Jaime Alguersuari, piloto de Toro Rosso (propiedad de Red Bull) en los ratos libres que le deja su pasión por la música electrónica.
Horner, junto a uno de sus pilotos, Mark Webber.
El último sorbo a la capital otomana tenemos el honor de saborearlo en el espectacular Hotel Kempinski, primera parada de un largo camino. En él, se hospedan los principales representantes de la Fórmula 1 durante el Gran Premio de Turquía. Entre ellos, Christian Horner, director del Red Bull Racing, equipo de mayor progresión de la década y actual referencia indiscutible en el Mundial. Es probable que el nombre de Horner no sea muy reconocido por el gran público, al menos no tanto como el de otras vacas sagradas del mundillo (Flavio Briatore, Ron Dennis...). Su trayectoria, sin embargo, lleva camino de convertirse en histórica, digna de batir todos los récords. A sus 36 años, se trata del director deportivo más joven del campeonato y su vida siempre ha estado vinculada al mundo del automovilismo. Primero, al volante, gracias a la Beca de la Fórmula Renault que obtuvo en 1992 y que le brindó la oportunidad de empezar a competir con el Manor
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Motorsport. De ahí, tuvo la gran suerte de dar el salto a la Fórmula 3000, categoría en que empezó a destacar como algo más que un simple piloto. En 1997, con sólo 24 años, decidió montar su propio equipo, Arden International. Tras dos temporadas compaginando tareas de piloto y director de equipo, decidió retirarse de la primera y centrar todos sus esfuerzos en la gestión. En poco tiempo, Arden, desde la nada, se ha convertido en referente absoluto de la F3000 y de la GP2. Por estos motivos, cuando en 2004 el magnate austriaco Dietrich Mateschitz, [dueño de la marca de bebidas energéticas más popular del mundo] decidió adquirir por 110 millones de dólares la escudería británica Jaguar y reconvertirla en Red Bull Racing, no tuvo dudas. La única persona capaz de poner en marcha un proyecto así y llegar a convertirlo en líder se llamaba Christian Horner. Precisamente, uno de los grandes méritos de Chris –como le conocen los amigos– es
haber sabido hacer grande el nombre de un equipo muy por encima del suyo propio. ¿Tendrá esto algo que ver con su personalidad? Vamos a averiguarlo. Inicialmente, habíamos pactado con Red Bull que el encuentro con Horner fuera en la impresionante terraza con vistas del Kempinski. Sin embargo, en este gran circo los planes se mueven casi a la misma velocidad que los monoplazas. Finalmente, nos informan de que tendremos que posponer la cita y acudir al propio circuito de carreras. Una inorpotuna reunión de última hora con la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) parece ser la responsable de la demora. Una hora y media más tarde, nos recibe el inconfundible hospitality de Red Bull en Istanbul Park. Su enorme leit motiv: “Gives you wing’s (Te da alas)” nos da la bienvenida. En su interior, un salón de recreo con pantallas de plasma, bar y restaurante. Katie, jefa de prensa de la escudería, nos acoge calurosamente. “Gracias por venir.
Responsable con causa Una pequeña unidad móvil –la única con un aire acondicionado lo suficientemente potente como para paliar el sofocante calor turco– nos espera. En ella, cara a cara, el responsable de hacer grande una marca dentro del frenético mundo de la F1. Christian parece abrumado por nuestra presencia. Es un tipo aparentemente cordial, pero al que cuesta robarle una sonrisa. Poco a poco, empieza a sentirse más cómodo, especialmente cuando rememora sus primeros años: “Antes de dar el salto a niveles más profesionales, empecé, como muchos otros pilotos, en el kárting. La adrenalina te cambia la personalidad y te enganchas a la velocidad. Con el paso de los años, sin embargo, tuve que decidir. Sabía que como piloto no era malo del todo; pero comprendí que tenía mejores capacidades como gestor. Me era imposible compaginar ambas tareas, así que me decanté por la segunda y aquí estoy”, bromea sonriente (por primera vez).
Pese a confesarse como un hombre seguro de su capacidad de liderato, ni mucho menos da muestras de arrogancia. “Como director de Arden, recuerdo que tenía a mi cargo un equipo de unas veinte o veinticinco personas en total. Cuando llegué a Red Bull Racing, esa cifra se convirtió en cuatrocientos. Un gran cambio, sí, pero mi filosofía siguió siendo la misma: fijar un objetivo definido y, por qué no, ambicioso, dárselo a conocer a todos y ponernos manos a la obra”, comenta. Así de simple. En el mismo barco Una máxima que suena sencilla, pero que hay que saber ejecutar. “Sinceramente, yo no soy ingeniero, ni jamás estudié una carrera que tuviera relación con el mundo de los negocios. Todo lo he aprendido a través de la experiencia, en la mejor escuela, la de la vida. Lo único que puedo decir es que siempre intento estar cerca de mis trabajadores, del primero al último. Como con ellos, hablo con ellos... Lleva su tiempo, sí, pero es la única forma de crear un ambiente de trabajo idóneo para conseguir dos cosas: una, hacerles entender que estamos en el mismo barco. Y dos, saber hacia dónde queremos dirigirlo. Sin confianza, nada es posible”, sentencia. De entre todos esos tripulantes, hay uno especialmente importante: Adrian Newey. Si Horner es el patrón, su compatriota Newey es el capitán. Considerado uno de los mejores ingenieros de la Fórmula 1 (consagrado en McLaren), el salto de calidad definitivo de Red Bull Racing va unido irremediablemente a su nombre y sus diseños. El RB5, en 2009, y el RB6 en 2010 son, por unanimidad, los monoplazas más fiables del Mundial. Y todo gracias al famoso doble difusor, idea de Red Bull que revolucionó todo. La responsabilidad absoluta lleva el inconfundible sello de Newey. “Adrian es el mejor en su trabajo. De eso no me cabe ninguna duda. Tenemos plena confianza en él y es casi imposible cuestionar su impecable metodología”, analiza Horner. “Los resultados así lo avalan”. El team manager habla en plural (“confiamos”) haciendo referencia al responsable último y propietario de todo, el mismísimo Dietrich Mateschitz, “una persona sin
Christian Horner es un carácter atípico dentro de la Fórmula 1. Se autodefine como “un enfermo de su profesión”, afortunadamente comprendido por su “paciente novia”. Curiosamente, uno de sus colegas más antagónicos –a priori– en términos de imagen y personalidad, Flavio Briatore, es uno de sus mejores amigos. “Cada verano paso unos días con él en Cerdeña. Este año he coincido en su barco también con Stefano Domenicali (director deportivo de Ferrari). Nos llevamos muy bien. Los italianos saben disfrutar de la vida”, comenta. Amante de la campiña inglesa –a la que acostumbra a salir con su Range Rover– y de la moda vaquera (su marca favorita es Pepe Jeans), se confiesa un “hombre casero, de gustos austeros y amante de U2”. Y eso que todo empezó un verano, “siendo niño, vendiendo helados” en su barrio...
miedo a ser diferente. Es obvio que nada de esto sería posible sin él. Me ha apoyado desde el principio. Como líder y ejemplo de ambición, es una referencia en la que suelo apoyarme. Vive tan intensamente los buenos como los malos momentos. Yo soy más sobrio. Sabemos complementarnos”. Horner se muestra cercano, parco en palabras, pero amable y con un considerable halo de humildad. Es probable que esa marcada mano izquierda sea la única forma de lidiar con los problemas. El campeonato de 2010 ha dejado episodios polémicos entre Vettel y Webber, protagonistas últimos del espectáculo. “Ambos son dos grandes profesionales. No son los mejores amigos fuera de las pistas, pero dentro mantienen una relación de respeto mutuo. Vettel es un talento puro, joven y formado en la casa. Webber es un veterano, curtido en mil batallas y que no para de sorprendernos”, se sincera, ajeno al polémico accidente que tendría lugar horas después de esta conversación. Aun así, Red Bull se ha mantenido firme en el Mundial más reñido de los últimos tiempos. “En 2009 ganamos casi todas las carreras de la última parte de la temporada. Pero ya era demasiado tarde. Nos faltó tiempo. Justo el que esperamos que nos sobre este año”, explica. No parece que las diferencias vayan a ser muy grandes en esta ocasión. Dentro de cuatro Grandes Premios saldremos de dudas.
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