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Junto al extremo más noble de los Jardines del Palacio Imperial de Tokio, el hotel The Peninsula de la capital japonesa aglutina una serie de servicios tan inconmensurables que abruman. 267 habitaciones y 47 suites, piscina interior, Health Center, 6 restaurantes con distintos tipos de propuestas gastronómicas locales e internacionales, flota de Rolls-Royce a disposición de los clientes... Sin embargo, por alguna extraña razón que sólo en Japón se alcanza a entender, el cliente se siente en todo momento arropado, protegido, atendido. Gigantismo acogedor en el mejor lugar de Tokio.
THE PENINSULA
Tokio 1-8-1 Yurakucho, Chiyoda-ku tokyo.peninsula.com La capital de Japón es uno de esos lugares que puede llegar a hacer sentir al ser humano insignificante. Este hotel, sin embargo, nos reconcilia con su realidad.
Texto por: JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
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Se tiende a hablar mucho hoy en día del ‘wow effect’, como concepto vinculado al mundo de los negocios y la hostelería. Uno más de esa innumerable y acuciante tanda de anglicismos que acechan a nuestra honorable lengua castellana. Debates etimológicos al margen, lo cierto es que ese ‘efecto sorpresa’, ese ‘primer impacto imborrable’, es la pretensión número uno de cerebros y gurús que ponen a trabajar toda su maquinaria para conseguir dejar boquiabierto a cada cliente. A día de hoy, la referencia en esta materia, queridos amigos occidentales, se encuentra en el país del sol naciente. Japón ha sabido entender el lujo, precisamente, alejándose de él tal y como lo conocíamos hasta hace no tanto. Concibiéndolo como el contacto con la naturaleza, con nuestras necesidades más básicas, definiéndolas, encontrándolas (que no es tarea tan sencilla como parece) y satisfaciéndolas con sigilo. Básicamente, algo que llevan haciendo siglos en todos y cada uno de los aspectos de su cultura (no sólo en la gastronómica, que también). Por eso, Japón, es la referencia hacia las que todos miran hoy (superadas
las décadas de opulencia y epilepsia digital) como referente del lujo con mayúsculas. Y es aquí cuando accedemos al siguiente nivel, a su hotel epítome de la sobriedad, la elegancia y la tradición extrapolada al futuro: The Peninsula Tokyo. A pocos minutos a pie del epicentro de Ginza (el barrio más exclusivo de Tokio), junto a los Jardines del Palacio Imperial, basta con postrarse ante su imponente recepción, donde una escultura conceptual de bambú que representa la figura de un dragón flotando sobre el universo (obra de la japonesa Keisen Hama) nos da la bienvenida. Sobre ella, una lámpara con 1.313 LED de cristal sobrecoge nuestra mirada. ¿Alguien dijo ‘wow effect’? Las profundidades de The Peninsula Tokyo son, sencillamente, una sucesión de sorpresas silenciosas, muy a la japonesa. Jardines Zen en rincones inesperados, sutiles sonrisas y ‘semigenuflexiones’ ante cada paso del cliente... 267 habitaciones y 47 suites en el corazón del Tokio más exclusivo y tradicional. Más bien, a mitad de camino entre ambos, geográfica y conceptualmente. Poco más se puede añadir de lo que las imágenes que rodean a estas palabras evidencian, con algunas de las mejores vistas de Tokio en un entorno plawww.spend-in.com
En su planta baja está la sucursal del restaurante de tres estrellas Michelin Kyoto Tsuruya www.spend-in.com
gado de maderas nobles, mármol, enormes baños y vestidores, terrazas privadas, spa en la habitación, servicio de mayordomo e incluso una flota de RollsRoyce y BMW al servicio de los clientes que lo soliciten. También presenta una amplia oferta de tratamientos de ayurveda y relajación oriental, tanto en su spa, como en salas privadas donde se desarrollan propuestas para todos los perfiles. Su enorme piscina interior (imagen superior) y su Health Center (con máquinas de Technogym conectadas a Internet con TV individual) completan una interminable batería de opciones estéticas. En el apartado gastronómico (lo mejor, para el final), The Peninsula Tokyo ralla a la altura de su prestigio, ofreciendo una ecléctica propuesta que fusiona culturas. Peter y Peter: The Bar son las dos caras de una misma moneda. En la última planta del hotel, con una vista privilegia-
da de 360 grados del Tokio contemporáneo y del tradicional. Dos realidades de una ciudad de contrastes extremos. El restaurante Peter no abandona el producto local, acudiendo a Hokkaido para traer los productos más fresco de sus aguas, pero también con platos occidentales. Su bar, al caer la noche, es la opción más neoyorquina de Tokio. Hei Fung Terrace, en cambio, propone un viaje hasta China sin salir de Japón a través de la cocina cantonesa, en medio de una terraza que evoca los Jardines Clásicos de Suzhou. The Lobby y The Peninsula Boutique & Café son propuestas occidentales que contrastan con la joya escondida en su planta baja: la sucursal del restaurante de tres estrellas Michelin Kyoto Tsuruya en Tokio. Allí, se ofrece una reproducción de su menú Kaiseki. Experiencia que merece la pena probar, al menos, una vez en la vida. SPEND IN • 83