La historia y la política Álvaro López Franco No me gusta opinar de política. Lo evito tanto en mi día a día como en los debates que surgen a mi alrededor. Y, por supuesto, evito hablar de política en estas firmas radiofónicas. Pero hoy voy a enfocar la firma al uso que se da a la historia en la política, sin alinearme con ninguna ideología. Desde hace algún tiempo me fijo en cómo las personas opinan de política, y en que lo hacen con una considerable inexactitud histórica. Utilizan argumentos falsos y bastante trillados, como voceros de los partidos políticos que representan su ideología. Pero la historia es compleja y está siendo continuamente simplificada, manipulada y utilizada de forma
anacrónica. Esto provoca que se reduzcan ideas tan amplias e intrincadas como, por ejemplo, los movimientos sociales. Un ejemplo de esa simplificación de la complejidad histórica sería: “no sé cómo puede haber en la actualidad personas comunistas si la URSS mató a millones de personas, Cuba priva de libertades o Corea del Norte tiene un régimen autoritario”. Este argumento da por hecho, además de todo lo que podría analizarse en el plano histórico, que ser comunista implica con estar de acuerdo con lo que pasa, o ha pasado, en esos países. Voy a poner otros dos ejemplos de premisas que me han dejado turulato. El primero es “una república implica el derecho de matar a los religiosos”; y el segundo “las personas de derechas son franquistas”. Estos estos razonamientos se basan en mentiras absolutas o parciales, y por eso no tienen ninguna validez. Al margen de que estos argumentos suponen un empobrecimiento intelectual del que los da y de quien los acepta como válidos, normalmente hay ideas políticas detrás. Estas opiniones se dan con la intención de hacer creer a otra persona que las ideas opuestas a las que critican son positivas. Otro de los usos habituales de la historia en la política es utilizar el pasado para favorecer o criticar ideologías presentes, y con esto se cae en una descarada anacronía. En ese pasado no se tenían los elementos de juicio sobre los que se argumenta desde el presente, y la situación del presente es muy diferente a la que se vivía en periodos anteriores. Es muy habitual manipular la historia desde la política, y la única forma de evitar ser manipulados es mantener siempre una actitud crítica, estar en estado de alerta y poner en cuarentena todas las ideas que recibamos. Debemos someterlas a debate y tener en cuenta que la realidad es poliédrica y se puede ver desde muchos puntos de vista. La historia debe servirnos como herramienta para aprender y tener elementos de juicio para, por ejemplo, saber cuáles han sido las consecuencias de las decisiones que han tomado las personas en el pasado. Pero poner la historia al servicio de determinadas ideologías indica un profundo desconocimiento de la historia y también sobre lo que realmente es