La Firma Cuando hablamos de solidaridad o de asociaciones benéficas, siempre vienen a nuestra memoria los nombres de Cáritas, Manos Unidas, Médicos sin fronteras... Pero hay otras organizaciones más pequeñas que en cada pueblo y en cada ciudad cumplen su misión de ayuda a los más desfavorecidos de manera callada, sin aspavientos ni propagandas, animadas únicamente por esa obligación moral que crece sin parar en los corazones de todas las personas solidarias, conscientes de que entre todos podemos cambiar poco a poco la sociedad. El pasado lunes visité la sede de la asociación AMBAE, en sus orígenes enfocada a encontrar empleo a las mujeres que lo necesitasen. Hoy día, con los coletazos de la crisis aun latentes y en vista de como está el mercado laboral, los responsables del colectivo se centran en ayudar a las familias menos favorecidas de la ciudad y sobre todo a los más pequeños. Todos los días preparan bolsas de comida para más de 400 personas. Son 91 familias las que se acogen a esta ayuda, encontrándose atendidas incluso los fines de semana. Para ello, varios voluntarios se turnan a diario para trabajar desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde sin parar. Gentes que como su responsable, Isabel, tienen hijos y nietos y sin embargo no se cuestionan en qué emplear su tiempo cuando de ayudar a los demás se trata. Su dedicación ha merecido el crédito de varias instituciones que colaboran económicamente con ellos. Entre otros el Programa de ayuda a comedores infantiles del
Fondo Europeo, Bancos, Cáritas, El Banco de Alimentos de Algeciras, empresas de la zona y particulares contribuyen a hacer realidad su objetivo. Trabajan desde por la mañana recibiendo a los padres que traen las bolsas vacías, yendo a la compra, haciendo la comida y preparándola por familias. Como si esto no fuera suficiente, a las 4 de la tarde reciben a los pequeños para darles talleres de lo que buenamente puedan impartir los voluntarios, meriendan y no vuelven a casa hasta las 6 de la tarde. Las personas que acuden al comedor tienen un perfil diferente del que tienen otros comedores sociales de la ciudad. Personas que tenían una vida normal, con trabajo y casa, hasta que el paro y las hipotecas los dejaron en la ruina. Gente que nunca habían pedido ayuda hasta ahora y que sufren al ver que no pueden mandar a sus hijos al colegio con un bocadillo o un zumo. Isabel me explicaba con orgullo que toda la adaptación material al nuevo local de la Fuentenueva lo habían hecho los colaboradores sin cobrar nada, Desde el arquitecto que llevó a cabo el proyecto hasta los albañiles que habían hecho los baños para los niños, lo hicieron por ayudar a la asociación. Y a pesar de trabajar tanto, de no tener a veces dinero para pagar la luz, de estar de pie pelando patatas y cortando pimientos, lavando cacharros, o removiendo el caldo para el arroz, el lunes en la cocina del comedor "mis peques" sobraban las sonrisas.
Emy Luna Algeciras 29 de Octubre 2015