Firma Eva Reyes 180314

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Creer en la política se está convirtiendo en este país es un deporte de riesgo. El desencanto de los ciudadanos con sus gestores es más que palpable y yo, que llevo ya unos cuantos años lidiando con políticos por mi profesión, no soy una excepción. Lejos de creer en la política, creo en las personas y, por fortuna para la ciudadanía, a algunas de ellas todavía les quedan ganas de dedicarse a lo público. Juan Carlos Villalba era una de ellas. El teniente de alcalde de Personal y Hacienda en el Ayuntamiento de La Línea, andalucista por dentro y por fuera, se marchaba para siempre el sábado por la mañana, sin hacer ruido, de la misma forma que llevaba desde hace casi dos años ahondando en los entresijos económicos de un Ayuntamiento en situación de kao técnico.


Suele decirse que nadie es imprescindible pero el pasado domingo, en el santuario de la Inmaculada Concepción, en los asistentes, de todas las ideologías, había un denominador común: la sensación de que no se había ido un político cualquiera, un político más. Ese mismo sentimiento residía en los trabajadores municipales, quienes a pesar de las dificultades por las que atraviesan son conocedores, y así lo expresan, del esfuerzo, el trabajo y la dedicación de un hombre que según reconocía en la capilla ardiente su viuda, Mari Ángeles, vivía entre números. Hace tres años, cuando el PA tras una votación interna decidió apoyar la investidura de la actual alcaldesa de La Línea, la socialista Gemma Araujo, no fueron buenos tiempos para Villalba y su inseparable compañero de partido Ángel Villar. Les llovieron críticas, muchas, entre ellas las de algunos pseudoinformadores que hoy alaban las virtudes del fallecido pero que entonces le dedicaron vilezas que no reproduciré. En 2012 se fraguó el pacto con el PSOE y Villalba y Villar entraron en el equipo de gobierno, decidieron mojarse en la gestión de la misma manera que otros, en una actitud igualmente lícita, optaron por permanecer en la oposición. Desde entonces y hasta su repentino fallecimiento se afanó en mejorar al enfermo, con mano firme pero tendida, escaso protagonismo y anteponiendo los intereses de La Línea a los de partido, algo poco común hoy día. Espero que el Ayuntamiento, sus empleados y el municipio recojan más pronto que tarde los frutos de esa labor y que el PA, su partido, sepa dar continuidad a la línea y el camino que con tanta decisión y compromiso marcó.


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