SER: 26/05/14 Pocas veces uno es consciente de haber sido testigo de un acontecimiento más que relevante. El miércoles pasado tuve ocasión de asistir, en la Escuela Nacional de Policía, en Ávila, a la presentación del libro de mi amigo, el policía linense Ernesto Pérez Vera: “En la Línea de Fuego. La realidad de los enfrentamientos armados”. No voy a hablar del libro, del que ya habló el propio Ernesto y el otro coautor, Fernando, el martes en estos mismos micrófonos. Voy a reflexionar sobre lo que fui testigo en el más relevante centro de formación policial español y que recibe cada año a cientos de aspirantes españoles al ingreso o al ascenso y a decenas de policías de todo el mundo.
Lo que los veteranos del lugar definen como “el espíritu de Ávila” está grabado en el granito de la zona, a la entrada de la Escuela, con letras de hierro: Servicio, Dignidad, Entrega, Lealtad. Y además, en latín: Ley, Fuerza y Justicia al servicio de la Paz. Y para rematarlo, en un monolito: Honor y Gloria a los policías que dan su vida en defensa de la Libertad. ¿Habría alguien que no pudiera suscribir estos mensajes? El inspector jefe José María de Vicente, a punto de jubilarse tras 44 años de servicio, remachaba todos estos mensajes, que además salieron de su cabeza y de su pluma, con lo que cada año les decía a sus alumnos recién llegados: “Si no sois capaces de ser policías hasta durmiendo, marcharos de aquí”. El comisario principal-director de la Escuela de Ávila, que conversó largo y tendido con los autores del libro en cuestión, fue uno más de los asistentes a este acto que tuvo al Quántico español como escenario. Los alumnos que escucharon las explicaciones de Ernesto y Fernando, no pudieron evitar preguntarles sobre cómo prepararse más y mejor para lo inesperado. No hay otra respuesta mejor que la que les ofrecieron: entrenar, entrenar y entrenar. Justo cuando estaba celebrándose este acto, en Málaga un policía-patrullero caía mortalmente herido de una puñalada al ir a identificar a un indigente en plena calle. Su compañero consiguió alcanzar al agresor con varios disparos que, a su vez, hirieron a varios viandantes. De todo esto, precisamente, trata el libro en cuestión. De lo inesperado, de las agresiones a distancia de un brazo extendido, de sobrepenetraciones, de disparos que, sin explicación aparente, no alcanzan su objetivo. No podía haberse previsto que fuera a pasar, precisamente, en el mismo instante, lo que Ernesto y Fernando estaban explicando que puede suceder en caso de enfrentamiento. Ni el escenario de la Escuela, ni el contenido del libro, ni los sucesos de ese mismo día, podían haber ofrecido un contexto mejor. Ojalá su mensaje no caiga en saco roto. Por el bien de quienes velan cada día por nuestra seguridad y por el nuestro.