Firma Paola Tobalina 030614

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El tarifeño Guillermo Pérez Villalta en su creativa imaginación visualizó el Kursaal como algo vivo, resplandeciente, que sirviera para el hombre en su más profundo sentido. Pasaron diez años de silencio para que este anhelo se viese colmado. En ese tiempo este edificio de cuento de hadas solo fue una “hermosa ruina” que convivió con gatos y naturaleza pesando sobre su estructura la soledad y el abandono. Villalta, al idearlo, queriendo preservar la belleza simbólica que el lugar encierra, lo protegió blindándolo al exterior para abrirse a la luz del saber y del sentir que esconde en su interior. Nada más subir a la cúspide de las escaleras, al entrar se abre ante ti la sala circular que representa el elemento tierra y desde donde se nos permite un primer contacto general con parte de la belleza del edificio, abierto y luminoso. Debajo justo de esta sala, se ubica el espacio donde descansa el espíritu de los ríos y los lagos que representa el elemento agua y arriba cerrando esta caracola, la majestuosa cúpula acristalada que baña de luz todas las estancias de este ala y que representa el elemento aire. Salimos y nos abrimos al paraíso cruzando el Jardín del Edén para llegar al Odeón, zona sagrada que nos adentra en el templo del conocimiento. Abajo, en el centro, una estrella de doce puntas que simboliza tanto las doce casas del zodiaco como la doble estrella de David. La cúpula que lo cubre se salpica de astros sobre nuestras cabezas fatigadas despertando sentidos olvidados que parecen no tener cabida fuera de este lugar que hechiza por su belleza. Es sin duda un edificio emblemático de la ciudad de Algeciras, un sitio de ensueño que ahora acoge provisionalmente la delegación de Cultura. El miércoles pasado, con motivo de la feria del libro, estuve allí y lo encontré lleno de vida, como su artífice siempre lo había imaginado. Fui a acompañar a Luis Alberto del Castillo a la presentación de su poemario


Julia en agosto y la verdad, el hecho de estar en un lugar tan mágico te inspira a recitar de otra manera. Ahora que se ha planteado eso de irse a Marte para no volver, que a mí me da no sé qué nada más que de pensarlo y no me iría por nada del mundo, pues yo te aconsejo que, ya que lo de Marte se queda lejos de nuestras posibilidades, si no conoces el Kursaal te acerques a visitarlo y recorrerlo, te aseguro que es como si estuvieses en otro planeta, con la bendita salvedad de que puedes volver a cenar a casa con los tuyos. Por cierto, mañana miércoles sería un buen día para hacerlo. Ángel Mora, poeta grande de la ciudad, presenta su nuevo libro.

Un detalle del edificio >Kursaal


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