La firma: Luis Romero
La Historia tiene sus recovecos, tiene sus artistas y tiene sus peculiaridades a la hora de transformar los acontecimientos en ciencia social. Lo que a simple vista, con la ansiedad de la inmediatez nos parece evidente, analizado en la distancia, con sosiego y tranquilidad, además de puesto en relación con otros acontecimientos, nos da como resultado algo totalmente distinto. Los responsables públicos, lógicamente, no pueden decidir con perspectiva histórica, no les da la vida ni el tiempo que están en el cargo para ello. Simplemente pueden tomar como referencia decisiones o acontecimientos pasados, pero difícilmente pueden valorar adecuadamente lo que está pasando a la vez en su entorno o en otros entornos más lejanos, para decidir con acierto y de acuerdo a la lógica de ese momento. Las decisiones adoptadas este verano por las autoridades de ambos lados de la verja respecto a Gibraltar, que aún se mantienen, van a requerir cuando
pase un tiempo prudencial un análisis mesurado y contextualizado que hoy no podemos ni aproximar. Por supuesto que, además, deberemos conocer para que el análisis sea correcto, datos que hoy se nos escapan. Las decisiones adoptadas en base a informaciones no públicas requieren para ser correctamente analizadas, el conocimiento de esas informaciones que en su momento solamente fueron conocidas por unos pocos. Aquí entramos en el intrincado mundo de la información confidencial que, en otros países, se desclasifica automáticamente –salvo contadas excepciones, cuando ha pasado un determinado número de años. Estos días hemos conocido, por esa sistemática desclasificación de documentación secreta norteamericana, que las claves de la embajada española en Washington a principios de los años cuarenta del siglo pasado, fueron sustraídas por los servicios secretos predecesores de la CIA y, por lo tanto, los cables confidenciales leídos sin problemas por las autoridades de la Casa Blanca. Quizás ahora los historiadores puedan reescribir algunos pasajes de nuestra historia reciente con mayor dosis de credibilidad y de acierto. Lo mismo nos puede estar pasando con lo que ha sucedido este verano en torno a Gibraltar. A lo mejor, dentro de unas décadas, nos enteremos que el asunto de los bloques de hormigón lanzados al mar o los controles en la verja o cualquier otra decisión adoptada en este ámbito, estuvo motivada por datos hoy desconocidos para la opinión pública. Por eso la Historia se reescribe constantemente ante la aparición de nuevas fuentes y por eso es tan importante que no se destruyan o desaparezcan los archivos. Es nuestra historia y, aunque sea tarde, tenemos derecho a conocerla.