La Firma LIX A veces uno sueña con un lugar, un país, que no existe ni en los mapas ni en los libros, que sólo vive en nuestra fantasía, pero que no por ello deja de formar parte de lo más íntimo de nosotros. El hombre necesita el mundo de lo irreal, de lo imaginario, tanto como el mundo de lo tangible, de lo que podemos tocar. De hecho, casi todas las cosas que existen prácticamente las hemos imaginado alguna vez. Cobijarnos en nuestros sueños cuando el mundo que nos rodea decepciona tanto, le da sentido y paz a nuestra vida. Resulta imprescindible para el ser humano tener la posibilidad de huir a esa espacio virtual donde somos auténticos dueños de nuestro tiempo, de nuestra vida. San Pablo llamaba a esto la evidencia de las cosas que no se pueden ver. El hombre necesita otro lugar de residencia que esté fuera de este mundo, en lo imaginario. Hablar del mundo de la ilusión, no es hablar del mundo de la ficción o de la mentira. Referirnos a un país imaginado sería hablar de un lugar donde la gente viviese en paz y diesen a sus promesas el valor que tiene la palabra del hombre de bien. Aquella palabra que nuestros padres y nuestros abuelos daban y tenía la fuerza de la ley. Sería hablar de un mundo donde la opinión de unos valiese lo mismo que la opinión de los que piensan diferente. Sería olvidar un pasado que divide para apostar por un presente que aúne y un