Pilar García
LA FIRMA Ya hace seis días desde que el tifón Haiyán, ha arrasado las Filipinas. Una tormenta perfecta, con un enorme tsunami, acompañada de muchos terremotos, y de otra tormenta tropical que ha repasado nuevamente todas las zonas afectadas. Lo que no entiendo es, cómo con una catástrofe anunciada antes de que se produjera, o sabiendo de antemano hasta las zonas que iban a resultar más afectadas, porqué no se planificaron medidas de prevención, ni se envió la ayuda básica como medicinas, o plantas potabilizadoras de agua, a las zonas colindantes. Seis días ya, de caos, de hambre y de sed, de familias que no encuentran a los suyos, de descontrol sanitario y humano, de falta de organización, mientras los organismos oficiales a nivel mundial, se están empezando a movilizar y a llevar ayuda a cuentagotas ahora, una semana después… Para qué sirven esos organismos internacionales de expertos, que todo lo planifican en informes escritos, si ninguna mente privilegiada o al menos con un poco de sentido común, idea la forma de evacuar a la población, o intentar paliar los efectos de este gigantesco desastre, que como siempre, afecta a las zonas mas pobres del planeta, como si no tuvieran ya bastante con poder sobrevivir día a día en la miseria.
Las autoridades filipinas no movieron ni un dedo, y dudo de que informaran a su población, para que se prepararan o se fueran a otros lugares más seguros, antes de la llegada de un tifón, que se ha salido de la escala que los mide, porque sólo llega hasta el cinco. Ahora es tarde, muy tarde, para las personas que están desaparecidas, y para los niños que pasan hambre y sed, mientras los expertos planifican lo que ya no tiene remedio. Ahora, la gente vaga por las calles intentando saber, intentando buscar a los suyos, intentando buscar la forma de sobrevivir a las calamidades que sufren por ser pobres de solemnidad, desinformados por sus gobernantes y desatendidos por los organismos internacionales. Hay prioridades, como enterrar a las victimas para evitar epidemias, volver a poner en marcha las comunicaciones, atender a los heridos, facilitar agua, comida y medicinas, que creo que en cualquier catástrofe, cualquiera que no sea experto, lo sabe. Lo único positivo es la solidaridad de la gente, a través de donaciones a distintas ONG´s que trabajan directamente en las zonas afectadas, porque son las que primero llegaron y encauzaron sus ayudas. La pobreza y la miseria, matan más que cualquier fenómeno meteorológico, pero si Filipinas hubiera tenido petróleo o algún tipo de interés, seguramente los muertos serían menos, y los vivos estarían mejor cuidados. Es un pueblo frágil y desatendido por culpa de irresponsables, mientras los cadáveres se descomponen, con un fenómeno tan trágico y desolador, como la gestión que se está haciendo para atender a los vivos y olvidar a los muertos. Da vergüenza que las epidemias y la falta de atención inmediata, provoquen muchas mas muertes que este gigantesco tifón, y deberían tener la cala “colorá”, toda la comunidad internacional y sus organismos, por este imperdonable crimen contra el pueblo filipino. Mª del Pilar García Victorio