Firma Pilar García 180915

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Desde pequeña siempre he convivido con animales, mis padres enseñaron a mis hermanos y a mi a respetar a cualquier ser vivo. En todos mis recuerdos de infancia, adolescencia y hasta ahora, están los nombres de todos ellos y, hemos tenido de todo, incluso juntos a veces: perros, gatos, pájaros, conejos, tortugas, patos… y los escarabajos y cigarrones de mi hermano. Más que simples mascotas, siempre han sido parte de nuestra familia. Será por eso, que no soporto ver animales en escaparates de tiendas, ni fiestas en las que se les tortura, ya tenga cuernos, lana o plumas, aunque sean tradiciones. Me muero de pena cuando veo a perros o gatos callejeros…solo me dan ganas de llevarlos a casa. Mi hermano tiene a Estrella, una preciosa Golden Retriver que iba a ser sacrificada en Málaga, vino muy enferma y ahora está estupenda, mi madre tiene a Canela, una chihuahua con mucho carácter, rescatada de la protectora de la Línea. Mi hermana tiene a Pitu, 8 kilos de gato mimoso y mi sobrina tiene a Chanel, una refinada y elegante gatita. Desde que tuve que viajar por trabajo no había tenido ninguno, y lo echaba de menos, así que este verano, vi en Facebook que una chica había encontrado una gatita en la calle, con menos de 2 meses y me enamoré de su carita, entraba todos los días a ver si alguien la adoptaba, y una tarde la llamé para verla. Era una gatita abandonada, mitad siamesa y mitad princesa, con heridas de guerra por vivir en la calle, a pesar de sus pocos días de vida, asustada, era toda piel y huesos. Desde entonces tengo una pequeña compañera de piso. Ahora ya ha desaparecido su miedo, confía en mí y juega, come y duerme como la cachorrita que es, con la seguridad del hogar que compartimos. Veo con desesperación como aparecen perros y gatos a diario perdidos o abandonados, mientras las Protectoras de la comarca están saturadas y sin medios, trabajando con voluntarios para salvar a estos bichitos de una muerte segura en la carretera o de la patada de algún desalmado. Las protectoras necesitan pienso, mantas y toallas para los cachorros antes de que empiece en invierno, los voluntarios no pueden más pero siguen recogiendo animales abandonados o perdidos sin chip. Hace unos días una chica vio como una furgoneta azul camino de Tarifa, arrojaba a un perro a la carretera por la que éste corría despavorido y asustado. Hemos visto en imágenes la frialdad de dos hombres arrojando a un perro tras las vallas de una protectora huyendo sin mirar atrás. Hay que modificar la ley, se debe proteger a cualquier ser vivo, nadie tiene derecho a traficar, matar, torturar o maltratar a ningún animal que además suelen ser mas nobles y leales que la mayoría de alguno que se llama humano. Antes de acoger a ningún animal deberíamos tener en cuenta que crecen y que tienen sus necesidades, sino es mejor comprarse un peluche o adoptar a una piedra, esos no dan problemas. Estaba acostumbrada a tener mi casa recogida, ahora entro y tengo pelotitas, colgadores, su caja de zapatos, su colchoneta, su rascador, su arena y sus cuenco de pienso y agua, además de que ella revisa toda la publicidad en papel que llega, repasa todos mis tickets de compra, busca al gato que se esconde detrás del espejo de mi dormitorio y me ayuda mientras escribo, con su cabeza o su patita sobre mis piernas. Me ha cambiado la vida y me alegra cada día, me ha enseñado a reír viendo sus juegos y travesuras, me está enseñando a no pasar tantas horas frente al ordenador porque viene a reclamar mimos y caricias, o me hace parar de vez en cuando para mirarla dormir su siesta, o incluso para jugar al escondite. Ha cambiado por suerte para las dos nuestras vidas, ella es feliz en su hogar calentito y yo estoy deseando llegar a casa para recibir sus cariños y ronroneos. Nuestro vínculo se refuerza día a día, y acariciar su suave cuerpecito peludo se ha convertido en una costumbre que nos gusta a ambas, merece la pena por ver la confianza que reflejan sus pequeños ojitos celestes, y me sorprende su insaciable curiosidad, por todo lo nuevo o desconocido para ella.


Me río desde que me levanto con sus travesuras o con su forma de llamar mi atención en sus escondites y con sus maullidos y, me resulta increíble su agilidad para subirse por todas partes. No hay nada más hermoso que ver el agradecimiento en los ojos de un animalito rescatado de un futuro incierto. Ha merecido la pena porque es ella la que me ha rescatado, es lo mejor que me ha pasado, ahora…de vivir en una casa ordenada y triste, mi casa está desordenada, pero alegre y con vida. Quien tenga algún peludito en su casa lo entenderá. Mª del Pilar García Victorio


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