Firma Álvaro López 051214

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Una lanza por el optimismo Por Álvaro López Franco El campo de Gibraltar suele generar sentimientos contradictorios en quienes vivimos aquí, o hemos nacido en esta zona. Son muchas las personas que afirman sentirse muy orgullosas del Campo de Gibraltar y, a la vez, se avergüenzan de la situación que se vive en muchos aspectos como el grave problema del desempleo, la pésima situación cultural de la comarca o las difíciles vivencias asociadas al contrabando, especialmente de las drogas, que muchos comparten. Curiosamente, hoy en día estas emociones encontradas no solo las vivimos en el Campo de Gibraltar, sino que en el conjunto de España hay muchos que tienen sensaciones parecidas. Por un lado, de amor a la tierra que nos vio nacer, pero también de desapego a ella por la crisis, la gestión política, la falta de financiación a los servicios públicos o la escasa calidad de nuestro sistema educativo. La paradoja emocional que se vive respecto al Campo de Gibraltar y también a España se suele exponer en conversaciones que se desarrollan casi siempre de la misma manera. Comienzan con indignación y terminan con desesperanza y pocas propuestas de cambio, excepto las que implican la destrucción del Estado, lo que podría llevar a algo todavía peor. Me he visto en muchas ocasiones en esa situación, hablando con personas con niveles de formación diferentes e ideología política diversa, y siempre suele ocurrir lo mismo. La impresión al terminar de hablar siempre es de desánimo y resignación. Para evitar esto me gustaría hacer una contribución al positivismo invitando a los escuchantes a pensar de manera algo más optimista. Sé que la crisis se está llevando por delante muchas ilusiones, pero esa no


puede ser la consecuencia de la pérdida de un empleo o del pesimismo debido a las escasas oportunidades. Las ilusiones son el motor de la vida, y sin ellas el sistema no funciona. No podemos dejar de pensar que nos espera un futuro mejor, con un sistema educativo decente para un país democrático y avanzado, con unos representantes políticos que trabajen pensando en el bien de todos, no en el de unos pocos, y con trabajos dignos, algo que está reconocido como derecho fundamental y como deber en nuestra constitución. No podemos hundirnos en la miseria que cada día es transmitida por los medios de comunicación ni seguir alimentándola. No importan las ideologías en esto. Se trata de ser buenos ciudadanos, ayudar en lo posible a los demás y contribuir a que el mundo que nos rodea sea más sencillo. Hay veces en las que me doy cuenta de que no solo somos más bárbaros que muchos animales, sino que entre nosotros mismos, como especie, nos comportamos de manera despreciable, pensando de manera egoísta aunque eso implique pisotear al de al lado. Con solo cambiar un poco nuestra manera de pensar y de actuar con un sentido de comunidad conseguiremos ir sembrando pequeños espacios de colaboración y de esta manera se construirá un entorno mejor. Y por qué no empezar por lo que tenemos más cerca: el Campo de Gibraltar.


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