9 minute read

Por qué buenos sacerdotes dejan mala impresión?

En septiembre de 2020 falleció en West Chester (Ohio, Estados Unidos de América) el padre Anthony Cekada, ordenado sacerdote por nuestro venerado fundador en 1977, pero que se apartó pronto de la Hermandad de San Pío X para pasar al sedevacantismo.

Aunque sea bien conocido, no dejaremos de recordar que esa errónea posición teológica y canónica, o pretendida explicación de la espantosa crisis que la Iglesia padece desde el concilio Vaticano II, no fue nunca aceptada por el arzobispo Marcel Lefebvre y que la Hermandad, en esto como en todo, ha seguido siempre fiel a la prudencia de su fundador. También hoy, cuando tantos se echan las manos a la cabeza ante palabras y actos escandalosos del papa Francisco, pero sin llegar a reconocerlos como frutos pútridos del Vaticano II y de los demás pontificados posconciliares.

Advertisement

Igual que lo erróneo del sedevacantismo, tampoco podemos dejar de recordar que las circunstancias que rodearon en 1983 a la ruptura entre la Hermandad y el padre Cekada y quienes le acompañaron en esa escisión, con grave daño para el apostolado en los Estados Unidos y hasta litigios ante los tribunales civiles, fueron muy dolorosas para Monseñor Lefebvre.

Pero nada de lo anterior nos impide reconocer que el padre Cekada, que en paz descanse, fue un escritor erudito y polemista temible. Autor de un importante libro sobre la revolución litúrgica: Work of Human Hands, a Theological Critique of the Mass of Paul VI (“Fruto del trabajo del hombre, una crítica teológica de la Misa de Pablo VI” , 2010).

Y dotado además de un agudo y delicioso sentido del humor, incluso para reírse de sí mismo, como se demuestra con el artículo titulado: Why Do Good

Priests Leave Bad Impressions? (“¿Por qué buenos sacerdotes dejan mala impresión?”) que publicó hace casi treinta años (Sacerdotium, núm. 11, primavera de 1994), y del cual publicamos aquí buena parte de la introducción. Aunque por desgracia nuestra traducción al español, por esforzada que haya sido, no pueda trasladar todo el sazonado ingenio del texto original en inglés.

Hemos añadido como subtítulo O las desventuras de una familia católica

¿Por qué buenos sacerdotes dejan mala impresión? en su descubrimiento de la Misa tradicional, porque el título original parece apuntar el proyector únicamente sobre las culpas de los sacerdotes cuando, en realidad, las penalidades que sufre esta desafortunada familia católica, que llega por primera vez a una capilla donde se celebra la santa Misa en el inmemorial rito romano, las padece a manos tanto de un sacerdote hirsuto como de varios fieles estrafalarios ¿nos dice algo? *****

O LAS DESVENTURAS DE UNA FAMILIA CATÓLICA EN SU DESCUBRIMIENTO DE LA MISA TRADICIONAL

“Imaginemos que sea usted un joven laico católico con mujer y dos niños pequeños. Está irritado por cómo van las cosas en su parroquia local, San Tallarín de Chardín. Más o menos todo lo que ve y oye en esa parroquia contradice lo que usted sabe que son las enseñanzas católicas. Las prácticas litúrgicas van desde lo desordenado y ñoño hasta lo salvaje y propio de un zoo. Está usted harto.

Lee entonces el anuncio de una misa tradicional en latín. El obispo de la diócesis ha denunciado a esos tipos de la misa tradicional como renegados y acatólicos. Pero usted se imagina que el obispo no reconocería a un verdadero católico, aunque lo tuviese delante de las narices.

Se levantan pronto ese domingo -el lugar de la misa está a media hora-, mete usted en el coche a su mujer que lo mira con escepticismo, al nervioso niño de seis años y al bullicioso niño de pecho y ¡en marcha!

Entran en la capilla y se instalan al fondo. Un tipo no muy simpático llega con una especie de paño de encaje y se lo arroja a su mujer diciéndole “¡aquí tiene!”.

La misa prevista para las 9 comienza con un cuarto de hora de retraso. Parece ser que el sacerdote estaba terminando de confesar. La misa comienza, usted está impresionado por el aspecto reverente del rito, pero no comprende lo que pasa.

El sacerdote va al ambón y siguen toda una serie de anuncios. Explica quién tiene prohibido comulgar, es largo y complicado, algo a propósito de los bautismos dudosos, de los matrimonios inválidos y del Novus Ordo (¿qué diablos es eso?). Se lanza a continuación a un sermón donde ataca a los “padres liberales” que no llevan a sus hijos a su escuela, y reprocha a todos la insuficiencia de su apoyo financiero. ¡Qué sermón!

O más bien, usted creía que era el sermón. Llegan la epístola y el evangelio en inglés. Después de lo cual el sacerdote se embarca durante 25 minutos en una denuncia del Novus Ordo (otra vez esa expresión extraña) y del Papa (¡y usted que creía que era un tipo de fiar!), todo acompañado de golpes sobre el púlpito y terribles amenazas de que cualquier persona que tenga que ver con uno o con otro irá probablemente al infierno de cabeza.

En un momento dado, el sacerdote se para en seco y le mira de hito en hito: su hijo más pequeño, sin duda, ha hecho un poco de ruido. Su mujer avergonzada hace callar al niño.

Finalmente, después de tres cuartos de hora en el ambón, el sacerdote vuelve al altar. Usted sigue impresionado por el desarrollo de la misa … hasta la comunión. Recibe la comunión, pero el sacer-

¿Por qué buenos sacerdotes dejan mala impresión? 39 dote se detiene ante su mujer: “No está usted vestida correctamente, no le doy la comunión ” , exclama. Lo cual le deja perplejo: ella lleva un pantalón holgado y una blusa cerrada hasta el cuello, aunque sin mangas -comparada con las mujeres de San Tallarín, su mujer se viste como la reina Victoria. Pero tiene que apartarse del comulgatorio.

Cuando el sacerdote termina por dejar el altar son las 11 menos 20, una hora y cuarenta minutos después del teórico comienzo de la misa (usted se enterará más tarde de que no se trataba sino de una misa rezada, y se preguntará cuánto debe de durar entonces una misa que lleva el nombre amenazador de “ misa mayor ”).

Sale de la iglesia con la esperanza de atrapar al sacerdote y hacerle algunas preguntas. Lástima, le dice un ujier o portero: el sacerdote se ha marchado ya, camino de decir misa en otro lugar. Busca usted algo por escrito que le explique lo que ha sucedido en el altar. Todo lo que se encuentra en un expositor son un par de viejas novenas. La mayor parte de la gente les ignora, pero no todos. Una señora les echa el guante. Después de algunos breves preliminares, les pone en guardia: el sacerdote es un verdadero monstruo. Otra señora se une a la primera e intenta serles de gran ayuda explicándoles la situación en la Iglesia desde el Vaticano II. Algo acerca de platillos volantes, y de cómo el Papa es en realidad un robot controlado por un ordenador en Bruselas que tiene por nombre “666” (el número de la bestia del Apocalipsis). La misma señora les confía que se enteró de eso mientras estaba prisionera de David Rockefeller en un torreón del Chase Manhattan Bank. “Hablando de eso … ” , dice usted con una ligera sonrisa, y su mujer y usted se dirigen hacia la puerta: “¡Hora para nosotros de tomar el desayuno!” «Comparada con las mujeres de San Tallarín, su mujer se viste como la reina Victoria»

Me gustaría decirles que he inventado estos horrores para ilustrar mis palabras. ¡No, por desgracia! Bien los he perpetrado yo mismo en ciertos momentos de mi vida sacerdotal, bien he dejado que se produjeran en los centros de misa que he tenido a mi cargo, quizá no todos a la vez el mismo día ¡esperémoslo!

Nosotros, los sacerdotes que celebramos la misa tradicional, ejercemos a veces nuestro ministerio sin preocuparnos demasiado de los laicos católicos “ sin convertir ” , que están profundamente

40 ¿Por qué buenos sacerdotes dejan mala impresión? insatisfechos con la nueva religión, pero que todavía no saben muy bien qué hacer en la práctica. Estas almas pueden oír hablar de una misa tradicional cerca de su casa y decidirse a ir a echar un vistazo. Saben probablemente que el establishment conciliar nos considera como renegados. Para ellos es un gran paso franquear la puerta de una capilla tradicional un domingo por la mañana. Cuando lo hacen, puede ser nuestra única ocasión de convencerles. Si estos recién llegados se llevan una mala impresión la primera vez (que somos sectarios, raros ¡menuda tropa! etc.), lo más probable es que no volvamos a verlos nunca más, salvo milagro extraordinario de la gracia divina. ¿Cómo podemos mejorar esta primera impresión?

Primero de todo, los sacerdotes tradicionales deberían considerar, desde la perspectiva de una persona que asiste por primera vez a la misa tradicional, lo que ocurre en sus capillas.

En nuestra historia ¿puede pensarse que el desventurado padre de familia volverá? Es poco probable. Aunque de entrada tenía una disposición favorable a la fe católica tradicional e hizo un gran esfuerzo, desde su punto de vista, para investigar el asunto, sin embargo, más o menos todo lo que encontró le disuade de seguir adelante. Los laicos con que se topa son descorteses o raros. No recibe ninguna información sobre las ceremonias del culto. Ha oído reglas extrañas, expresadas con términos desconocidos. Todo en conjunto parecía mal organizado. Los anuncios y el sermón son peroratas interminables. El sacerdote humilla a su mujer y a sus niños. Y todo dura demasiado, una eternidad. En suma, todo es como una enorme flecha que señala al pobre hombre y su familia el camino de vuelta a San Tallarín de Chardín. Son muchos errores en materia de comunicación, de buenas maneras, de buen sentido y de caridad. El sacerdote que tiene a su cargo un centro de misa descuida facilitar la información que necesita un potencial “converso”, o permite que se le trate como a un leproso cuando aparece por la capilla.” * * * * * Hasta aquí las palabras del padre Cekada. Sigue después el grueso del artículo, integrado por hasta catorce recomendaciones precisas, dirigidas a los sacerdotes (por lo que no las transcribiremos aquí, en inglés pueden consultarse fácilmente en la red), sobre la forma de intentar poner remedio a semejante desastre. Pero sí citaremos la conclusión, en particular las últimas palabras, que todos debemos leer y atesorar: “Puede que algunas sugerencias recuerden lo obvio, y no todas pueden ser factibles o incluso útiles en cualquier capilla tradicional. Son, en todo caso, producto de muchos ensayos, a base de pruebas y errores, a lo largo de los años. Nosotros, los sacerdotes tradicionales, creemos a veces que podemos suscitar conversiones apelando únicamente a las inteligencias. Pero cuando la gente viene por primera vez a la Misa tradicional, puede que de entrada no estén dispuestos para la fría lógica. Non in dialectica complacuit Deo salvum facere populum suum, nos recuerda San Ambrosio. Si cuando los recién llegados entran en nuestras capillas por primera vez los tratamos con consideración, buenas maneras, sentido común y caridad, tendremos una excelente oportunidad de volver a verlos.” m

This article is from: