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Cen ten ario d e l os Patios ÍNDICE GENERAL
TRIBUNAS
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Director de EL Día de Córdoba, Juan Ruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
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Alcalde de Córdoba, José María Bellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4
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Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba, Antonio Repullo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6
HISTORIA DE LOS PATIOS
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CARTELES
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LA FIESTA POR EXCELENCIA DEL MAYO FESTIVO
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LA PUERTA DE LOS PATIOS DE CÓRDOBA
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EL MUSEO DE LOS PATIOS
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LOS PATIOS DEL CENTENARIO
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Director
Publicidad
Juan Ruz Alcaide
Manuel Marín
Gerente
Portada Patio de la calle Badanas, 15. Ganador en diez ocasiones del Concurso Municipal de Patios (entre 1939 y 1967), hasta su desaparición. Pintura de Juan Martínez Cerrillo cedida por el Ayuntamiento de Córdoba.
José Manuel Santiago Coordinación y Textos
Francisco Javier Cantador Maquetación
Páginas del Sur Fotografías
Juan Ayala Miguel Ángel Salas Archivo El Día de Córdoba Archivo Municipal de Córdoba
Fuentes consultadas ‘Córdoba es Patio’, de Francisco Solano Márquez Portal municipal ‘patios.cordoba.es’ Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Córdoba Portal del Palacio de Viana
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TRIBUNA
Centenario Patios 2021
2 Juan Ruz Alcaide Director El Día de Córdoba
Un legado histórico con el mejor futuro posible
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A historia de Córdoba no se entiende sin sus Patios. Pese a ser una ciudad milenaria, esta fiesta se ha convertido en un elemento más su patrimonio, tanto, que incluso goza del reconocimiento mundial como Patrimonio Inmaterial por parte de la Unesco. Por ello, la celebración del centenario del Festival de los Patios debe ser no solo una mirada al pasado, sino el principal aval para que este legado cultural sea uno de los referente para el futuro de Córdoba. En ese empeño tienen que estar, por supuesto, las administraciones, como garantes de que un patrimonio de estas características cuente con la protección y proyección que merece. Pero también la sociedad debe concienciarse de su importancia y reconocer ese valor añadido que se ha ganado la
ciudad con esta cita anual. En ese sentido, El Día de Córdoba y el Grupo Joly han querido sumarse a esta celebración con una publicación en la que no solo se hace un repaso histórico a lo que ha significado la Fiesta, sino que se proyecta el trabajo que los cuidadores están realizando en la actualidad. No nos cansaremos de repetir que los Patios han adquirido esa dimensión gracias a los propietarios, familias enteras que entregan lo mejor y más íntimo de sus hogares para convertirlos en un escaparate al mundo. Ellos son los verdaderos protagonistas de una cita única, de una belleza extraordinaria, capaz de embrujar al visitante e introducirlo en un paisaje que solo Córdoba puede ofrecer. Pero para llegar hasta aquí, el camino ha sido largo y nada fácil. Cien años han pasado desde que en 1921 se convocara un
En estos tiempos de cambios, con conceptos nuevos como elde la sostenibilidad, los Patios tienen más razón de ser que nunca
modesto concurso en el que los recintos abrían al público apenas unos días y que fue el germen para que con el paso de las décadas aquel primer intento se fuera consolidando poco a poco. El camino ha sido dificultoso, pero si se echa la vista atrás, se llega a la conclusión de que ha valido la pena. Los Patios han situado a Córdoba en el mundo de la mano –es innegable– del resto del rico patrimonio que atesora la ciudad. Pero su singularidad ha aportado un hecho diferencial respecto a otras capitales que la hacen única. La misión de todos ahora es conservar ese rico legado como Córdoba lo ha sabido hacer a lo largo de los siglos con otros monumentos. Para ello es vital el compromiso de las instituciones, del tejido social y empresarial de la provincia, y mantener vivo ese homenaje que en las últimas décadas los cordobeses han tributado a los cuidadores de los Patios. Toca mirar al futuro y engrandecer en la medida de lo posible una celebración que es un orgullo de todos. En estos tiempos convulsos, de cambios, en los que nuevos conceptos como el de la sostenibilidad o el cambio climático están en todos los debates de todas organizaciones internacionales, los Patios tienen más razón de ser que nunca, porque además de su belleza han sido un espacio de convivencia, de sosiego, de apuesta por las tradiciones manteniendo una esencia que han hecho de Córdoba una ciudad que es una referencia internacional. Los Patios tienen un pasado cargado de historia, pero un prometedor futuro.
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4 José María Bellido Roche Alcalde de Córdoba
Los patios y su futuro más que prometedor
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l recorrido emocional por los Patios de Córdoba arranca en el portal 8 de la Calle Empedrada. La zona de encuentro y reunión de aquella casa de vecinos recibió el primer premio del jurado del certamen municipal. Era mayo de 1921. Ese patio de esa pequeña calle del Casco Histórico inicia una trayectoria emocional, sentimental y social que describe cómo evoluciona Córdoba a través de sus patios, de quienes viven, escriben, dibujan, cantan y sienten lospatios de Córdoba. El certamen municipal de los Patios de Córdoba conmemora su centenario con rotunda vitalidad al ir evolucionando y adaptándose a los tiempos sin renunciar a sus señas de identidad, a la forma de entender y sentir la vida en torno a ese espacio de convivencia. Los Patios de Córdoba son hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad gracias al patrimonio humano que representan personas que llevan toda la vida cuidando estos recintos y abriendo sus puertas para que todos podamos disfrutarlos. Cuidadores y propietarios hacen posible que Córdoba sea conocida por recintos diferentes, singulares y auténticos. Espacios que representan un modelo singular de encuentro, enclaves que rezuman cultura y son testigos del paso del tiempo. El Ayuntamiento de Córdoba ha trabajado durante todo el año para impulsar un programa de actividades amplio, desde diversas áreas municipales, para reivindicar la importancia de los patios como esencia y alma de una ciudad que se proyecta al
Hayque conservar el diálogo permanente con propietarios y cuidadores
mundo bajo la arquitecta singular que encierran estos espacios.Tenemos la obligación, entre todos, de conservar y proteger esta cita que es patrimonio mundial. Dialogando con quienes la hacen posible -propietarios y cuidadores-, conservando espacios y desarrollando iniciativas que consoliden la vida en estas casas que se abren cada año para que miles de personas disfruten de rincones singulares, plenos de colorido y belleza
floral. Los patios son espacios vivos que atrapan cuantas esencias dejan quienes viven y nos visitan cada año. Los patios de Córdoba representan, como decía Ricardo Molina, el suspiro de otros días en sus arcos. Suspiros que son retazos de historia de nuestra ciudad. Emociones contenidas, respeto a la tradición, diálogo, lento transcurrir del tiempo. Miradas al pasado que invitan a vivir intensamente el presente. Tradición. Y futuro. Mucho fu-
turo por delante para seguir mostrando nuestra tierra con lo mejor de nuestro pasado. De nuestra forma de sentir. Mirar al futuro obliga a dialogar de forma permanente con propietarios y cuidadores de estos patios que se abren al mundo. Nos obliga a trabajar con la mirada puesta en mejorar una cita que representa uno de los principales activos turísticos de Córdoba. El encalado de los patios, las rejas, el estallido de color en torno a las macetas conforman las imágenes más singulares de nuestra tierra, esas que nos hacen singulares y nos proyectan con fuerza en el mundo. Patios que disfrutamos en la ciudad y que abrimos a todos aquellos que nos visitan. Córdoba celebra el Centenario de los Patios con el objetivo de sentar las bases del futuro de una cita que hay que proteger como se merece, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Una efeméride que permite que las más diversas disciplinas artísticas dialoguen con los patios de nuestra ciudad… El patio como fuente de inspiración, como espacio para la cultura en su más amplia concepción. Y convivencia. Diálogo entre presente y pasado. Cien años plenos de vitalidad y compromiso con Córdoba. Los Patios de Córdoba abren sus puertas para proyectar parte del alma de esta tierra a quienes nos visitan.
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TRIBUNA
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6 Antonio Repullo Milla Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba
Un triunfo de todos
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ean mis primeras palabras de reconocimiento a El Día de Córdoba por esta publicación extraordinaria con motivo del centenario de la fiesta de los patios de Córdoba, que demuestra el compromiso de este diario por recoger fidedignamente las tradiciones, señas de identidad y cultura cordobesa. Porque Córdoba está de enhorabuena. Celebra una importante efeméride al cumplirse 100 años de la primera edición del Festival de Patios, una cifra ilustrativa, histórica e ilusionante que demuestra el arraigo, la consolidación y la trayectoria de una de las mayores manifestaciones culturales de la ciudad. Diez décadas que deben servir en primer lugar para reconocer a todas y cada una de las personas que han tenido bajo su cuidado y custodia estos lugares mágicos a lo largo de los años. Los propietarios son los principales baluartes que han hecho posible que los cordobeses y aquellos que nos visitan hayan podido disfrutar a través del tiempo de colores, olores, reluciente cal y arquitectura popular que desprenden los patios cordobeses. Por ello, tenemos que echar la vista atrás y reconocer cómo estos propietarios-cuidadores han sabido mantener la esencia de una tradición en unas circunstancias a veces adversas y han sabido cuidar de sus casas, protegerlas, dignificarlas y mantenerlas hasta hoy cuando gozan de todo el esplendor y pueden ser disfrutadas por todos. El Festival de los Patios de Córdoba, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, nos identifica como ciudad patrimonio. El auge que ha experimentado esta fiesta y que adquirió su punto álgido con esta declara-
ción mundial, es un éxito conjunto como sociedad. Como digo, con sus propietarios a la cabeza, respaldados en su arduo trabajo por el Gobierno andaluz con la colaboración del resto de administraciones, las asociaciones en torno a estos recintos únicos, y el respaldo unánime de los cordobeses que identifican como suyo y se sienten orgullosos de mostrar al mundo espacios cargados de historia, simbolismo y primaveras repletas de sensaciones únicas. La Junta de Andalucía cree, apoya esta fiesta y celebra que Córdoba cuente con un recurso turístico como los patios; un sostén para la vertebración, desarrollo y equilibrio de nuestro casco histórico y barrios tradicionales que generan en torno a ellos dinamismo y posibilidades. Porque es necesario adentrarse en estos recintos, redescubrirlos reposadamente y dejar que e tiempo se detenga en ellos. Hoy, con motivo de la celebración de este 100 aniversario es un buen momento para reflexionar. No podemos caer en el conformismo ni en la autocomplacencia. El Festival de los patios ha evolucionado de manera meteórica en este longevo tiempo de vida, pero para mantener intacta su idiosincrasia y generar en el visitante la pasión por descubrirlos, es necesario seguir trabajando, no bajar la guardia, desechar la idea de que todo está hecho. Tenemos la obligación y el reto conjunto de seguir mejorando año tras año la fiesta, adaptarnos a los retos venideros, a los nuevos tiempos, así como a las necesidades del turismo y las personas que visitan estos espacios, siempre de la mano de sus cuidadores. La pandemia del Covid 19 ha sido una muestra de cómo compaginar una situación sanitaria y social extraordinaria
Si se ha llegado hasta aquí, a estos cien años, el futuro sólo puede ser ilusionante
con el disfrute y la oportunidad de acercarse a estos recintos de otra manera, sin restar esplendor a su belleza. Ahora que vemos con mucha más claridad la luz después de un oscuro túnel, cabe el optimismo y la ilusión de recuperar en todo su esencia una fiesta única, que proyecta el nombre de nuestra ciudad a todo el mundo. Debemos seguir caminando en el sentido de que la suma de todos los recursos patrimoniales, culturales, naturales y gastronómicos que atesoramos, son la gran baza para que el turismo siga siendo esa punta de lanza de nuestra economía durante todo el año, no solo en nuestro mes por excelencia porque estamos a la altura como ciudad monumental, histórica y patrimonial, abierta al mundo. En cada ocasión, los patios desde el corazón de la ciudad constituirán una experiencia única para aquellos que quieran adentrarse entre sus muros. Si hemos llegado hasta aquí, el futuro sólo puede ser ilusionante. Trabajémoslo entre todos para que la luz de los patios siga irradiando al mundo desde el corazón de Córdoba con más fuerza y las generaciones venideras puedan celebrar con la misma ilusión otros 100 años de historia compartida. Gracias y enhorabuena.
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HISTORIA DE LOS PATIOS
PATIOS QUE SON UNA HERENCIA ISLÁMICA En Córdoba hay patios que datan desde el siglo Xal siglo XXI; la mayoría de estos recintos son particulares o privados
Ciudad palatinadeMedinaAzahara
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l patio es un espacio de la casa que está al descubierto y que sirve como iluminación y ventilación del resto de las dependencias de la misma. Se trata de un lugar de convivencia y muchas veces es el centro de la vida que se lleva a cabo en dicha vivienda, tal y como destaca patios.cordoba.es. El portal insiste asimismo en que el patio cordobés es herencia de la casa islámica, una vivienda que se caracterizaba por la construcción de fachadas orientadas hacia su interior. El aspecto exterior carecía de relevancia pues se constituía con un simple muro ciego. Y añade además que tras la conquista cristiana de la ciudad esta estructura arquitectónica se mantuvo y aún perdura en las actuales viviendas. La colección de patios, desde el patio de la Mezquita-Catedral hasta patios minúsculos, es tan amplia que dificulta su catalogación. Los límites los marcan las designaciones de corral, patio de luces, huerto, parque o jardín. En Córdoba hay patios desde el siglo X al XXI. La mayoría de ellos son particulares o privados; otros son colectivos –los corrales o casas de vecinos–; y otros son patios de edificios públicos –palaciegos o conven-
La colección de patios, desde el de la Mezquita, hasta otros minúsculos, es tan grande que dificulta su catalogación
tuales, compases, patios de recibo y hasta plazoletas que parecen patios–. También son catalogados como patios los cines de verano que hay repartidos por la ciudad. Además de por sus elementos arquitectónicos, un patio se distingue por sus elementos ornamentales, por engalanarse con una multitud de flores plantadas en arriates y macetas, que se cuelgan en las pare-
des o se colocan sobre el típico pavimento de chino cordobés o sobre otro tipo de suelo. Junto a ellas, los pozos o las fuentes embellecen el recinto, conformándose una hermosa imagen en la que se fusionan agua, luz y vegetación, un claro reflejo del pasado árabe de la ciudad. Para culminar la ornamentación, los propietarios suelen incluir también muebles antiguos, enseres de cocina de hie-
FuentepúblicadelaMezquita-Catedral enel PatiodelosNaranjos.1896. ArchivoMunicipal deCórdoba.Colección EstudioGarzón
Patiodel barriodeAlcázarViejo.ArchivoMunicipal deCórdoba EmilioGodesHurtado
rro, fustes, capiteles u otros restos arqueológicos. Tratando de establecer una tipología, existen patios de planta más o menos cuadrada con arquerías en dos plantas y en los cuatro lados; también con arquerías en tres, dos y uno de sus lados. Los hay con plantas altas con galerías de arquería, murales con balcones, adinteladas con madera y barandillas, de balaustres o pe-
tos tabicados, con galerías altas de cierres de madera o sin galerías altas. En las galerías bajas los hay sin arcos, con puertas y ventanas, con pilares en lugar de columnas, con pies derechos de hierro, fundición, madera o sin soportes, estando empotradas en los muros limítrofes las vigas que cargan las galerías. Hay patios que no tienen galerías y son simplemente limita-
PatiodeSanJuandePalomares,11.ArchivoMunicipaldeCórdoba. 1996.MarioVázquez.
Los pozos ylas fuentes son elementos típicos que embellecen los recintos junto a la ornamentación
dos por muros en dos o una planta. Los hay alargados, irregulares, encadenados y con cada cara de una clase. Por otro lado sus suelos son de distintas características: desde terrizos a empedrados, enlosados de hidráulica, de ladrillo o de mármol. Los hay con arriates y sin ellos, con fuente o pozo, o rara vez sin ninguna de las dos cosas; con árboles o con macetas.
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HISTORIA DE LOS PATIOS
RINCONES CON MISTERIO En el siglo XX surgen las casas de vecinos; palacios desocupados o edificios de nueva planta remodelados yocupados porpoblación sin recursos
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n el siglo XX surgen las casas de vecinos. Se trata de palacios desocupados o edificios de nueva planta que fueron remodelados para ser habitados por población sin recursos, procedentes en su mayoría del ámbito rural. El patio se constituyó como el centro organizador o lugar de reunión de sus habitantes, ya que fue donde se crearon las cocinas, los aseos y los lavaderos comunes; todos ellos adornados con macetas y árboles frutales. Con el tiempo este modo de vida fue desapareciendo por la construcción de bloques de pisos en los barrios periféricos, aunque aún pervive gracias a que sobreviven algunas de estas viviendas, como es el caso de Marroquíes 6. Cada patio presenta una arquitectura singular, fruto de una evolución histórica distinta, de modo que resulta una ardua tarea establecer una tipología. Sin embargo, a grandes rasgos los patios se clasifican en dos grupos básicos: Patios monumentales y señoriales: aquellos relativos a antiguos palacios de la aristocracia local o a señalados edificios religiosos, como el Patio de los Naranjos, el de la sinagoga o el santuario de la Fuensanta. Por su parte, entre los señoriales, sobresale el Palacio de Viana que integra 12 patios en su interior de diferente estilo arquitectónico. Patiosdeconcurso:todoslosque han participado en el concurso municipal desde su inicio en 1921 hasta la actualidad. Se distinguen a su vez dos tipos de clases que se corresponden con las modalidades del certamen: patios de arquitectura antigua y patios de arquitectura moderna o renovada. Los primeros son aquellos que han sido construidos hasta la década de los sesenta y que conservan sus principales características estructurales. En cambio, los patios de arquitectura moderna son aquellos que pertenecen a una nueva vivienda edificada tras la demolición de una anterior.
Festival delosPatios.1960.ArchivoMunicipal deCórdoba.Ladis
Patioconmujerregandolasmacetas.ArchivoMunicipal de Córdoba. S.A.ColecciónLuqueEscribano
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HISTORIA DE LOS PATIOS
LOS PATIOS DE CÓRDOBA A LO LARGO DE LA HISTORIA FuentepúblicadelaMezquita-Catedral enel PatiodelosNaranjos.1896. ArchivoMunicipal deCórdoba.Colección EstudioGarzón
Los recintos cordobeses han ido cambiando arquitectónica y ornamentalmente con el paso de los siglos; cada época ha tenido su propia idiosincrasia Patiocordobés. Archivo Municipal deCórdoba. S.A.
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egún recoge patios.cordoba.es, en torno al 3200 antes de Cristo surgieron las primeras viviendas con patio en Mesopotamia. Más tarde, con la cultura grecolatina el patio adquirió una mayor relevancia en la distribución de la casa. Se trataba de estancias abiertas al aire libre con peristilo, es decir, rodeadas por un pórtico de columnas en donde se desarrollaba la vida cotidiana y se recibían a las visitas. Con la irrupción de los árabes en la Península se introdujeron numerosas innovaciones a las viviendas. La ornamentación de los recintos se orientó hacia el interior, por lo que se simplificaron las fachadas y se embellecieron los patios con azulejos, celosías y suelos de ladrillo o empedrado. En ellos destacaba la importancia del agua, así proliferaron fuentes, surtidores y acequias que permitieron el desarrollo de flores y árboles frutales.
El portal detalla asimismo que tras la conquista cristiana de la ciudad por Fernando III (1236), se produjeron pocos cambios formales en la distribución de las viviendas. El estilo mudéjar permaneció prácticamente intacto hasta el siglo XVI, época en la que se incorporaron detalles decorativos platerescos y renacentistas en los adornos de los huecos al patio. El palacio de los Ceas o de los Lunas son unos buenos ejemplos de la arquitectura de esta época. Por su parte, el Barroco trajo consigo mayores modificaciones en las casas cordobesas. Se realzaron las fachadas y se crearon patios de planta cuadrada con pórticos en la planta baja, mientras que en la superior se construyeron galerías cegadas con balcones. Patios.cordoba.es destaca que durante el siglo XIX surgió un nuevo gusto por lo clásico. Los palacios abandonaron el tradicional empedrado por solerías de piedra o már-
Patioprincipal yJardinesdel PalaciodeViana. 1910.ArchivoMunicipal deCórdoba. FranciscoJoséMontilla
mol, mientras que en las casas más modestas se usaron baldosas hidráulicas. La racionalización propia del Neoclasicismo se aplicó también a la vegetación, pues las flores abandonaron los arriates para recogerse en macetas. En los patios se extendió además el gusto por la decoración de elementos arqueológicos y, con el Romanticismo, el uso de cancelas que sustituyeron a los antiguos portones de madera barrocos. Se trata de un siglo en el que se fusionó lo clásico con lo oriental, dando lugar a una arquitectura ecléctica muy característica de Córdoba. El portal insiste asimismo en que el eclecticismo arquitectónico perduró durante el siglo XX, época en la que surgen las casas de vecinos. El patio se constituyó como el centro organizador o lugar de reunión de sus habitantes, ya que fue donde se crearon las cocinas, los aseos y los lavaderos comunes; todos ellos adornados con macetas y árboles frutales.
Vistadeunpatio.1995. Archivo Municipal deCórdoba.R.Mellado
El eclecticismo arquitectónico perduró durante el siglo XX, fecha en la que surgieron las casas de vecinos
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HISTORIA DE LOS PATIOS
LUGARES DE CELEBRACIONES Los patios han sido desde que existen recintos en los que las familias y los vecinos han compartido desde bautizos hasta bodas y otros eventos
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os patios han sido desde que existen lugares de celebraciones tanto familiares como de la propia comunidad vecinal. Así lo recoge el periodista Francisco Solano Márquez en la publicación Córdoba es Patio, donde se hace eco de otra publicación del también periodista Ricardo de Montis, La casa de vecinos (1911). En dicha publicación, De Montis insistía en que en el patio se festejaban acontecimientos como “el otorgo, el casamiento, el bautizo, la vuelta del soldado que fue de campaña”, unas celebraciones que se llevaban a cabo con “música de guitarra que alegran el alma, con cantares sentidos que llegan al corazón, con el baile clásico de Andalucía”. Márquez incide en que aquel ambiente festivo se tornaba en tranquilidad las noches de verano, cuando “después de haber regado bien el piso de menudas piedras, siéntanse los vecinos en amable coloquio para descansar de los trabajos del día, mientras en la penumbra de un rincón, una pareja feliz, abstraída de cuanto le rodea, rima el dulce y eterno idilio de los enamorados”. En Córdoba es Patio, Márquez recuerda un artículo de Ricardo de Montis, Sangrías y caracoladas (1921), en el que el periodista recuerda aquellas otras celebraciones, “cuando las vecinas madrugaban para arreglar el patio y al atardecer regaban el pavimento empedrado y disponían de iluminación. Luego, sobre el empedrado se colocaban grandes fuentes de caracoles y a su alrededor sentábanse en el suelo hombres y mujeres formando pintorescos y amadísimos grupos provistos de cucharas y púas de espino para extraer el molusco”. Márquez detalla asimismo en Córdoba es Patio, en referencia a ese último artículo de De Montis, que para las sangrías se colocaban en el
PatiodelaPosadadel Potro.1896.ArchivoMunicipal deCórdoba.ColecciónEstudioGarzón
Los patios también han sido escenarios en los que se han instalado las tradicionales Cruces de Mayo
patio, sobre una mesa “lebrillos con la agradable bebida y un gran número de vasos que los muchachos se encargaban de llenar con cucharones y de repartirlos una y cien veces entre los asistentes. Luego los muchachos templaban las guitarras y bandurrias, y al compás de sus notas y del sonoro repiqueteo de las castañuelas, encantadoras muchachas bailaban con verdadero arte, derrochando la gracia y la donosura. De tan animadas reuniones surgían no pocos noviazgos”, concluye,
Los patios también han sido escenarios de la celebraciones de Cruces de Mayo. Márquez se hace eco de que tras la experiencia del primer concurso municipal de patios, en 1921, no se repitió el certamen , pero sí convocó el Ayuntamiento entre 1925 y 1929 un concurso de Cruces de Mayo instaladas en patios. Márquez cuenta que fue una idea del alcalde José Cruz Conde, alentado por el pintor Enrique Romero de Torres. La primera cruz ganadora fue la de Ocaña, 1, de la Juventud Recreativa.
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Inauguracióndel primerFestival dePatiosCordobeses.1956.ArchivoMunicipal deCórdoba.Ladis
Lugares para la fiesta ypara cualquier otro tipo de evento
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os patios han sido siempre un lugar ideal para vivir cualquier tipo de celebración, como bodas u otro tipo de encuentros especiales. No obstante, siempre fueron un espacio donde departir con los amigos y también escenarios de juegos de niños. Pero tenían que ser mucho más y en
Eleccióndela Reinad elos Patios.1977.Archivo Municipal deCórdoba RicardoFramar
1956 el alcalde Antonio Cruz Conde creó el Festival de los Patios con el objetivo de engrandecer la Fiesta de los Patios, dados los espectáculos programados en el mismo. Además, hubo un tiempo en el que los Patios cordobeses también tuvieron sus reinas, fue desde 1962 hasta 1983.
Retratodegrupoenel PatiodelosNaranjos. ArchivoMunicipal deCórdoba. Ladis
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17 Festival delosPatiosCordobeses.EleccióndelaReina.1967.ArchivoMunicipal deCórdoba.Ladis
CarlotaCanellayBorjayacompañantesenunpatio.ArchivoMunicipal deCórdoba.S.A.
Tresniñosposandoenunpatio.ArchivoMunicipaldeCórdoba. ColecciónLuqueEscribano
LashermanasIbáñezretratadasconsu Tatael díadesu boda. 1960.ArchivoMunicipal deCórdoba.S.A.
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HISTORIA DE LOS PATIOS
EN 1921 COMENZÓ TODO El primer Concurso de Patios Cordobeses fue convocado hace cien años por el entonces alcalde de la ciudad, Francisco Fernández de Mesa
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l primer Concurso de Patios Cordobeses fue convocado en 1921 por el entonces alcalde de la ciudad, Francisco Fernández de Mesa, con la denominación de Concurso de Patios, Balcones y Escaparates. Entonces se establecieron tres premios de 100, 75 y 50 pesetas que fueron repartidos entre los pocos participantes que participaron en el mismo. Tal y como destaca el periodista Francisco Solano Márquez en la publicación Córdoba es Patio, el certamen obligaba a los recintos participantes a permanecer abiertos del 24 al 26 de mayo. Márquez cuenta que el primer premio fue para el patio del número 8 de la calle Empedrada, en el barrio de Santa Marina e inscrito por Francisco Velasco Jurado; el segundo premio fue para el de Buen Pastor, 17, de María Salamanca López; y el tercero fue para el de Almanzor, 11, de Eduardo Pino. Estos dos últimos, ubicados en la Judería. Debido a la escasa respuesta vecinal –solo se inscribieron los tres recintos premiados–, el concurso no volvió a celebrarse hasta 1933, cuando los Patios comenzaron a popularizarse y se presentaron 16 recintos repartidos por la ciudad, con premios cuantiosos para la época, según detalla el portal municipal patios.cordoba.es. El alcalde de entonces era Francisco de la Cruz Ceballos. Entre 1933 y 1936 la media de patios participantes fue de 16 y el importe del primer premio era de 500 pesetas. En esos años los patios que alcanzaron los primeros premios fueron los de Gutiérrez de los Ríos, 60; San Juan de Palomares, 84; Mayor de Santa Marina, 24; y Mayor de Santa Marina, 26. El portal detalla asimismo que durante la Guerra Civil
Dosmujeresenunpatio.ArchivoMunicipal deCórdoba.S.A.
En elprimer certamen de 1921, con poca participación, se establecieron tres premios de 100, 75 y 50 pesetas
(1936-1939) el concurso fue cancelado, regresando una vez concluida la contienda como un acto más de la Feria de Córdoba. En 1943 se comenta en la prensa local la necesidad de volver al tradicional Concurso de Patios. Para ello se hace una enumeración de algunos que en aquella época estaban adornados y eran visitados sin que hubiera apoyo y certamen por parte del Ayuntamiento. Se trataba, entre otros, de los de la calle Leiva Aguilar 10, la calle Buen Pastor, la calle de los
Ángeles y la Casa de las Bulas esquina con calle Judíos. Fue en el año 1944, durante el mandato de Antonio Luna Fernández, la primera constatación de posguerra en la cual se convoca concurso, cuando también se establecen los primeros criterios de valoración como la arquitectura, la decoración y sus características. Los dos años siguientes se celebró el Festival, aunque no se datan los premios, por lo que será en 1947 cuando se consolide el concurso.
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Inauguracióndel patioadquiridoporlaAsociacióndeAmigosdelosPatios.1975.ArchivoMunicipaldeCórdoba.Ladishijo
La unión hace la fuerza también en los Patios
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n 1974 nació la Asociación de Amigos de los Patios de Córdoba y en 1996 se creó la Asociación de Patios Cordobeses Rejas y Balcones Claveles y Gitanillas. Estos dos colectivos, que en el Centenario presiden Miguel Ángel Roldán y Rafael Barón, respectivamente, han sido fundamen-
tales para que la Fiesta siga viva, por todo lo que han aportado a ella y a la protección de unos recintos que también han servido para que los amigos disfruten del Carnaval, como escenario de estudios de niños de distintas épocas o incluso para la celebración durante un tiempo de las Cruces de Mayo.
Grupodeamigosenunbalilededisfracesenunpatio.ArchivoMunicipal deCórdoba.ColecciónCómoéramosenlos60
LaniñaElviraCastroJiménezenunpatio.ArchivoMunicipal deCórdoba.S.A.ColecciónCómoéramosenlos60
CruzdeMayoenel patiodelaresidenciadeancianosSantosMártires. ArchivoMunicipal deCórdoba.Rafael Mellado.
Retratodeunamujervestidadegitanaenunpatio. ArchivoMunicipal del Córdoba. S.A.ColecciónLuqueEscribano
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HISTORIA DE LOS PATIOS
EL IMPULSO DE CRUZ CONDE Para potenciar turísticamente los patios, el alcalde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegó al Consistorio
El patiodeBadanas,15hasidoel segundomáspremiadoenlahistoriadel concurso.Foto: Ladishijo.1967 ArchivoMunicipal deCórdoba.
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atios.cordoba.es relata que para potenciar los patios como atractivo turístico, el innovador alcalde Antonio Cruz Conde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegó al Consistorio en 1952. Así, el primer premio pasó de 3.000 pesetas a las 8.000 de 1962, último año de su gobierno. Y el dinero total destinado a premios, de 5.650 a 102.000 pesetas para una media de participación que pasó de los 20 a los 37 recintos. Se concedieron además ayudas económicas a los patios no premiados con el fin de compensar los gastos y el esfuerzo de sus cuidadores. En estos años fueron patios gana-
En 1952, el primer premio pasó de 3.000 pesetas a las 8.000 de 1962, el último año del gobierno local de Cruz Conde
dores los de Plaza de San Pedro, 2; Badanas, 15; San Basilio, 50; En medio, 25; San Basilio, 31; Humosa, 7; Plaza de las Tazas, 11; San Juan de Palomares, 11; y Montero, 28. El portal añade que en esta época surgieron asimismo dos iniciativas para impulsar este certamen: el Festival de los Patios Cordobeses y la Reina de los Patios. El primero, celebrado actualmente, fue concebido en 1956 como una programación paralela a la fiesta de música clásica y flamenca en los patios de antiguos monumentos y en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos. Por su parte, la Reina de los patios fue un concurso de belleza instaurado en 1962 que se mantendría hasta 1983.
Francisco Solano Márquez también recoge que con los alcaldes Antonio Guzmán Reina (1963-1970) y Antonio Alarcón (1971-1979) la Fiesta sufrió un declive. Sobre todo con el segundo de ellos. En la época en la Alcaldía del primero la participación media anual fue de 26 recintos, mientras que en la época del segundo cayó hasta los 16. Para incrementar la participación la Fiesta se abrió a los patios fuera de concurso. En esta época consiguieron primeros premios Horno del Agua, 3; San Basilio, 50; Albucasis, 6; Montero, 12; Enmedio, 25; Badanas, 15; Enmedio 29; Parras, 4; Siete Revueltas, 3; San Juan de Palomares, 11; San Basilio, 27; Trueque, 4; Cristo, 14 y Paseo de la Ribera, 33.
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GALERÍA GRÁFICA
Patio.1986.ArchivoMunicipal deCórdoba.R.Mellado
Mujeresyniñosenunpatio.1923. ArchivoMunicipal deCórdoba. ColecciónLuqueEscribano
Festival delosPatios.1960.ArchivoMunicipal deCórdoba.Ladis
Centenario Patios 2021
25 LaPájarabailandoflamencoenunpatio. ArchivoMunicipal deCórdoba.ChristiansenF.R. ColecciónLuqueEscribano
El alma de los Patios de Córdoba; sus cuidadores CasadelasCampanas.ArchivoMunicipal deCórdoba. ColecciónLuqueEscribano
L
os Patios de Córdoba están llenos de vida, la vida proporcionada por quienes son su alma, sus cuidadores, la gente que habita en ellos, sin la que no habría Fiesta y que cada año abre las puertas de sus casas a las visitas. No hay nada como inmortalizarse en un patio en una fotografía, co-
mo ha ocurrido desde siempre. Ese profesor que posa con sus alumnos o esa bailaora de flamenco que destila arte entre las flores y los olores del patio. O esas familias que lo cuidan a diario con mimo y humildad desde tiempos inmemoriales mientras los niños juguetean entre las macetas.
Grupo de alumnos yprofesorenel patiodel ColegiodelaCompañía. Archivomunicipal deCórdoba.S.A. Colección‘El hilodelavida’.
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HISTORIA DE LOS PATIOS
LA REVOLUCIÓN DE ANGUITA Con la llegada de la democracia subió la participación en el concurso y se estableció que los patios debían adornarse con flores del tiempo
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on la llegada de la democracia y la alcaldía de Julio Anguita subió la participación y se estableció que los patios debían adornarse con flores del tiempo, se prohibió la venta de bebida en su interior y no se valoró la actuación de artistas flamencos en los mismos. Los Patios fueron declarados en 1980 como Fiesta de Interés Turístico Nacional y en 1988 entraron en el concurso en juego más criterios como la variedad floral, el cuidado de macetas y arriates y la iluminación natural. Una década después de dividirán los premios en dos categorías: arquitectura antigua (desde el siglo XVI hasta 1960) y arquitectura moderna (desde 1960 hasta la actualidad). En este periodo los primeros premios –desde 1979 a 1999- los consiguieron los patios de Polacas, 2; Albucasis, 6; Enmedio, 25; Trueque, 4; Samuel de los Santos Gener, 5; Martín de Roa, 9; Plaza de las Tazas, 10; San Juan de Palomares, Martín de Roa, 7; Postrera, 28; Tafures, 8; San Juan de Palomares, 11; Juan Tocino; San Basilio, 14 y Rey Heredia, 21. En Córdoba es Patio, Francisco Solano Márquez recordaba que 20 concursos se han organizado en el siglo XXI, certamen que en 2020 sufrió la suspensión por causa de la pandemia del coronavirus. Márquez apuntaba que cinco alcaldes se han sucedido en Córdoba en ese periodo. Rosa Aguilar, en cuyo mandato hubo una media de participación de 49,6 patios por concurso; Andrés Ocaña, con una media de 43,4; José Antonio Nieto, con una media de 50,5; Isabel Ambrosio, con una media de participación de 47,2 patios por concurso; y José María Bellido, con una media de 50 patios por concurso. A partir de 2002 los premios empezaron a pagarse en euros y en 2015 alcanzaron la cuantía de 3.000 euros tanto para la categoría de arquitectura antigua como para la
Reuniónenel patiodeTrueque,4.ArchivoMunicipal deCórdoba.S.A
Los Patios fueron declarados en 1980 como Fiesta de Interés Turístico Nacional
de arquitectura moderna. Los patios galardonados con los primeros premios en este periodo han sido Marroquíes, 6; Barrionuevo, 22; San Juan de Palomares, 11; Tafures, 8; Rey Heredia, 21; Martín de Roa, 9; Parras, 5; Trueque, 4; Tinte, 9; Pastora, 2; Maese Luis, 22; Guzmanas, 4; Tafures, 2; La Palma, 2; Parras, 6; Pedro Fernández, 6; y Martín de Roa, 7. Los ganadores de la edición del centenario fueron Marroquíes, 6 (arquitectura antigua) y Parras, 5 (arquitectura moderna).
El reconocimiento internacional de los Patios llegó el 6 de diciembre de 2012, cuando la Fiesta fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Durante los últimos años y debido a dicha declaración, el número de visitantes no ha parado de crecer, llegando en las últimas ediciones anteriores a la pandemia a superar el millón de turistas visitas durante las dos semanas que dura dicha Fiesta de los Patios de Córdoba.
CARTELES
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Carteles anunciadores de la Fiesta de los Patios a lo largo de la Historia
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HISTORIA DE LOS PATIOS
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36 Unamultitud enAlcázarViejo
LA FIESTA POR EXCELENCIA DEL MAYO FESTIVO Tras su inclusión por la Unesco en el Listado Representativo del Patrimonio Cultural, los Patios han redoblado su proyección como promoción turística
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ras su inclusión por la Unesco en el Listado Representativo del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el 6 de diciembre de 2012, la Fiesta de los Patios de Córdoba ha redoblado su proyección como promoción turística de la ciudad. La idiosincrasia de la Fiesta, en la que los cuidadores y propietarios de los recintos abren las puertas de sus casas a gente que no conocen de nada para que observen no solo una decoración, sino un modo de vida, le valieron ese reconocimiento.
Uncontroladorrealizasu trabajoalaspuertas deunpatio
“La Fiesta de los Patios de Córdoba promueve la función del patio como lugar de encuentro intercultural y fomenta un modo de vida colectivo sostenible, basado en el establecimiento de vínculos sociales sólidos y de redes de solidaridad e intercambios entre vecinos, estimulando al mismo tiempo la adquisición de conocimientos y el respeto por la naturaleza”, justificó la Unesco la declaración. La cita, organizada por el Ayuntamiento, se ha convertido en la fiesta por excelencia y de excelencia del Mayo Festivo cordobés, un encuentro que año tras año congre-
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37 PropietariosdepatioscelebranladeclaracióndelaUnesco
ga a más cantidad de visitantes, con lo que ello supone para incrementar las cifras de turistas que llegan a la ciudad, muchos de los cuales vienen atraídos por el atractivo singular de la cita. Sin ir más lejos, en 2019 se rozó el millón de visitas. La excepción ha sido 2020, año en el que la pandemia del coronavirus ha supuesto un modo distinto de celebrarla. En esta ocasión el Ayuntamiento decidió que la cita finalmente se llevara a cabo –al contrario que el resto de celebraciones del Mayo Festivo, como las Cruces o la Feria–, pero en octubre. La Fiesta de los Patios 2020 estuvo exenta de concurso y se convirtió en un certamen, trasladándose al otoño y con la mayoría de las visitas recibidas de índole local. Pero esto no es nada más que una anécdota en unas décadas en las que este espectáculo por excelencia y de excelencia no ha dejado de crecer. El hecho de redoblar la proyección de la marca Patios de Córdoba para la promoción turística de la ciudad debe ser contextualizado en una estrategia más amplia, empresarial y política, con am-
En2019serozóel millóndevisitas alosrecintos; añoaaño,a excepcióndelos delapandemia, laFiestahaido creciendo
plia repercusión mediática, de posicionamiento de Córdoba como destino competitivo de turismo cultural; estrategia que pone la generalidad de expresiones patrimoniales culturales al servicio de una actividad que es clave para esta tierra. Los distintos gobiernos locales que han pasado por Capitulares en los últimos 20 años se han esforzado en mejorar la Fiesta; y lo han logrado, aunque no han sabi-
Unalargacolaesperaalaspuertasdeunpatio
do poner remedio a temas como el de la masificación de las distintas rutas que la componen, más evidente en las zonas del Alcázar Viejo y en Santa Marina, donde las calles –sobre todo en fin de semana– se hacen intransitables muchos de los 14 días de celebración y las largas colas de acceso se traduce en tediosas esperas y pocos minutos para disfrutarlos. Con esa situación, el debate año tras año es lógico: ¿puede la Fiesta de los Patios morir de éxito? Un debate al que vence la idiosincracia y la singularidad de una cita única. Una forma de intentar luchar contra esa masificación ha sido la puesta en marcha estos últimos años de una aplicación digital en la que se detalla al momento cuál es la situación de las rutas. Otra, la figura de los controladores. El sistema de supervisión en los accesos a los patios lo inició el Ayuntamiento en 2014, con José Antonio Nieto (PP) como alcalde, ya que desde que la Fiesta fuera declarada Patrimonio Mundial los recintos comenzaron a recibir visitas casi de >> manera incontrolada.
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HISTORIA DE LOS PATIOS
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38 Esto llevó al Consistorio >> a idear un plan de control que permitiera repartir el público en las distintas rutas. Ese año, 2012, se llevó a cabo un plan piloto con un sistema de pases que había que descargarse previamente de internet y que permitía visitar dos rutas al día (sólo necesario los fines de semana, por ser los días de más aglomeraciones). El programa, además, permitía llevar la cuenta de los visitantes, aunque la lectura del código de barras en ocasiones entorpecía el fluido de las visitas. Ese sistema de pases desapareció, no así los controladores, que son ya parte del paisaje de la Fiesta. Estos trabajadores (el Ayuntamiento subcontrata el servicio a una empresa) permiten desahogar la labor del propietario del recinto visitable. En los últimos años el certamen ha contado con unos 50 patios de índole privado y una docena de recintos institucionales. Además, el relevo generacional es tema de conversación y debate cada vez que la fecha de celebración del Festival de Patios de Córdoba se acerca. Sin ir muy lejos, en 2019 se conocían las conclusiones del I Congreso Internacional Patios de Córdoba. Patrimonio cultural, ciudad y turismo sostenible, donde se discutió sobre la necesidad de educar a los niños acerca de esta cita para lograr su conservación en el tiempo. Durante estos últimos años se ha diversificado la Fiesta con la celebración de los Patios en Navidad y la creación de varias rutas privadas que se pueden visitar durante buena parte del año.
LosPatiosenNavidad
VisitantesenSanBasilio,44
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HISTORIA DE LOS PATIOS
LA PUERTA DE LOS PATIOS DE CÓRDOBA Cinco siglos contemplan al Palacio de Viana, donde los recintos tienen su más amplia representación histórica
E
l Palacio de Viana, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional y Jardín Artístico, es uno de los principales atractivos turísticos de Córdoba. La singularidad que le confieren sus 12 patios hace que se le conozca como el Museo de los Patios o la Puerta de los Patios de Córdoba. Tal y como recoge la web de Viana, el patio, heredero de la tradición romana y árabe, tiene en este palacio su más amplia representación histórica: desde el patio de vecinos de origen medieval, ejemplo de arquitectura popular, a los patios renacentistas como símbolos de poderío y linaje. Palacios hay muchos, pero ninguno como Viana en Córdoba. Porque en Viana, tras las sobrias paredes blancas, apenas salpicadas de espacios abiertos que nos dejan adivinar el interior, se concreta, como en ningún otro edificio de Córdoba y Andalucía, la delicia de los patios, esos espacios hechos de aire en los que la arquitectura se pone al servicio del jardín; donde se rinde un homenaje a las plantas, a las flores, a la luz y el agua. En los patios del Palacio de Viana de Córdoba, el arte sale del marco o el pedestal para materializarse en la experiencia sencilla y asequible de oler,
Desde el patio de vecinos hasta patios renacentistas, barrocos y románticos se pueden visitar en Viana
ver y sentir lo vivo. En el Palacio de Viana, propiedad de la Fundación Cajasur, podemos hacer un recorrido histórico y sensorial de los patios cordobeses sin salir del mismo edificio. Cinco siglos de historia conforman Viana. Cinco siglos donde los patios han sido siempre los protagonistas de este edificio de Córdoba que ha ido creciendo de forma casi orgánica, fruto de ampliaciones y
reformas a través del tiempo. Una casa viva habitada hasta finales del siglo XX por familias nobles y, sin embargo, de gran sabor popular. El patio cordobés, heredero de la tradición romana y árabe, tiene en Viana su más amplia representación histórica. Desde el patio de vecinos de origen medieval, el Patio de los Gatos; a los patios renacentistas símbolos de poderío y lina-
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je, como el Patio de Recibo y el Patio de las Rejas; el representante del barroco cordobés en el Patio del Archivo; el refinamiento del jardín romántico en el Patio de la Madama y el Jardín de Viana; los patios de trabajo de este Palacio de Córdoba para el uso de los sirvientes en el Patio de los Jardineros, el Patio de la Alberca y el Patio del Pozo; los patios para la mera contemplación, como el sigi-
loso Patio de la Capilla; los herederos del jardín-huerto árabe en el Patio de los Naranjos; los que se dejan ver al exterior, como el Patio de la Cancela; y el habilitado para los usos de un nuevo siglo, el Patio de las Columnas. En la primavera de 2012, los patios del Palacio de Viana se abren al público de una manera novedosa y renovada. Gracias a un elaborado proceso de
Desde la primavera de 2012, los patios del Palacio de Viana se abren al público de una manera novedosa
reinterpretación patrimonial, el visitante podrá conocer todas las claves para vivir la experiencia de los patios de Córdoba: un sorprendente centro de recepción de visitantes, un nuevo recorrido histórico de los patios, formatos multimedia interactivos, información sobre rutas temáticas de los patios de Córdoba, visitas nocturnas guiadas a los patios y al palacio.
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EL MUSEO DE LOS PATIOS El Ayuntamiento ha convertido al clásico Trueque, 4 en un centro de interpretación de la historia de los recintos
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l Ayuntamiento ha ubicado el Centro Inmaterial de los Patios de Córdoba en Trueque, 4, un nuseo que, además de mostrar la historia de los emblemáticos recintos, incluye un taller de jardinería. El proyecto municipal, elaborado por Victoria Larriva Ortega, determinó que en el zaguán se ubicara un panel en el que se hace un repaso a los últimos patios ganadores en el concurso que cada año organiza el Ayuntamiento; y que una primera sala acogiera una tienda con material bibliográfico y otros tipos de artículos relacionados con este tipo de recintos, como fotografías. Una segunda sala, con capacidad para unas 15 personas, ha
El proyecto municipal ha sido elaborado por la arquitecta Victoria Larriva ytiene nueve salas
sido preparada para proyectar un vídeo sobre los patios cordobeses queayudará mejor a entender por qué la Unesco los declaró Patriimonio Inmaterial de la Humanidad. Una tercera sala contiena un recorrido histórico por este tipo de recintos a base de distintos elementos interactivos, como un plano con la localización de los patios para facilitar que puedan ser visitados. Una cuarta sala incluye fotografías, artículos de prensa y pinturas sobre patios. Y una quinta sala, vacía, debe contar con una
proyección mural envolvente. destinada a los sentidos, con olores, colores y sonidos de los patios. Además, en una sexta sala se contempló ubicar una selección de carteles de la Fiesta. La séptima, de usos múltiples, está concebida para el desarrollo de actos; la octava, para un taller de jardinería didáctico, con herramientas para siembra y cuidado de la vegetación; y la novena –la única de la planta alta– está diseñada para usos múltiples y concebida para la celebración de reuniones y talleres.
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PREMIOS
MartíndeRoa,7 Mencióndehonor 2021
Los patios ganadores del concurso del Centenario
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artín de Roa, 7 –por su mención de honor– y los patios de Parras, 5 y Marroquíes, 6 –en las modalidades de arquitectura moderna y antigua, respectivamente– han pasado a la historia como los gana-
Marroquíes,6 Primerpremio Aquitectura antigua
PlazadelasTazas,11 Segundopremio Arquitectura moderna
SanBasilio,44 Tercerpremio Arquitectura antigua Parras,5 Primerpremio Arquitectura moderna
MartíndeRoa,2 Tercerpremio Arquitectura moderna
Tinte,9 Segundopremio Arquitectura antigua
SanBasilio,40 Cuartopremio Arquitectura antigua
dores del concurso municipal del Centenario. Un concurso municipal con ocho premios por categoría y en el que participaron medio centenar de recintos, que son los que se detallan en las siguientes páginas.
Chaparro,3 Cuartopremio Arquitectura moderna
Isabel II,1 Sextopremio Arquitectura antigua
Parras,6 Séptimopremio Arquitectura antigua
MaeseLuis,22 Octavopremio Arquitectura antigua
SanBasilio,14 Quintopremio Arquitectura antigua
Pastora,2 Quintopremio Arquitectura moderna
Duartas,2 Sextopremio Arquitectura moderna
SanJuande Palomares,8 Séptimopremio Arquitectura moderna
SanBasilio,20 Octavopremio Arquitectura moderna
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46 MARTÍN DE ROA. 7
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Juan Collado, Rosa María Collado y comunidad de vecinos de Martín de Roa, 7
Reconocimientos: Mención de honor en 2021. ● 1º premio en 1988, 2017 y 2019. ● 2º en 1993 y 2014. ● 3º en 2013. ● 5º en 2016. ● 5º en 1992 y 2015. ● 7º en 2018. ● Accésits en 1989, 1990, 1994, 1995, 1996, 2003, 2004, 2006 y 2012. ● Premio al esfuerzo vecinal en 1997 y 1998. ● Participó en el concurso municipal en 2021 por 28ª vez desde 1979.
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l de Martín de Roa, 7, ganador de la mención de honor en 2021, es uno de esos patios que cautivan a quien lo visita. Impresiona la extrema sencillez de su decoración entre un mar de plantas, algo que lo hace aún más esplendoroso. Su zaguán sirve de entrada también al patio vecino, el número 9 de Martín de Roa. Ambos recintos se encuentran entre los más premiados el concurso. En el de Martín de Roa, 7, Rosa María Collado, es la última cuidadora de un recinto que su familia mima desde siempre. Rosa María lo ha heredado de su padre, Juan Collado, y quizás algún día le pase el testigo a su hija, la pequeña también de nombre Rosa María, quien tiene día común de nacimiento, el 30 de abril de 2014, con una de las plantas que más destacan por su vistosidad en el patio, la buganvilla.
Martín de Roa, 7, uno de los patios más conocidos del concurso municipal ha lucido en toda su plenitud, como Rosa María cuenta, en multitud de carteles publicitarios y spots televisivos. Este clásico recinto por el que parece que no pasa el tiempo ha aparecido en numerosas piezas publicitarias representando a los patios cordobeses. Rosa María guarda periódicos, revistas, tarjetas, pósters y otros tipos de documentos, recopilados durante varias décadas, que –como si compusieran un perfecto book– acreditan que su patio enamora a los flashes tanto como antaño seducía una estática Chiquita Piconera a Julio Romero de Torres. En muchas de esas fotografías aparece el emblema del recinto, el compuesto por un lavadero y un pozo árabe, que tiene 500 años más que la propia casa, elementos que están cubiertos por un singular tejadillo, for-
mando parte de un jardín acostumbrado a posar como si desfilara con la figura esbelta, destacando en cualquier pasarela, nacional o internacional. Rosa María siempre suela echar la vista atrás cuando habla a fondo del patio para recuperar la figura de Dolores de la Haba, antigua vecina, quien residía en Martín de Roa, 7 en un tiempo en el las latas de chopped y de aceite hacían las veces de tiestos, capturando una época en la que en Martín de Roa, 7. Rosa María cuanta de Dolores de la Haba que “fue algo así como la fundadora del patio, la que empezó a montarlo”. Esta antigua vecina fue una de las personas galardonadas con la Gitanilla de Oro por su abnegada labor en ese recinto y en pos de la cita que cada mayo vive Córdoba con la Fiesta de los Patios. Echando la vista atrás también, Rosa María recuerda la convivencia vecinal en el patio,
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cuando los niños y niñas que en él vivían, como ella, hacían hogueras en el descampado que entonces había alrededor de la casa; o cómo su vecina Noelia y ella se bañaban en un viejo barreño y en la pila con agua sacada por Juan del pozo, un agua que ahora no utilizan para regar las plantas, sino para dar de beber a un suelo empedrado que proporciona así aún más frescor a este recinto modernamente clásico. Trataron de conservarlo antiguo tras la reforma. Martín de Roa, 7 tuvo que someterse a una importante rehabilitación a principios del presente siglo que ha respetado la mágica estructura de sus tejados a distinto nivel, conservando las zonas comunes en este edificio en el que hay cinco viviendas. El viejo barreño cuelga hoy como un cachivache más de las paredes. Era de la abuela de María Luisa, que vivía en el patio de al lado y lo
utilizaba para lavar, por lo que tiene casi un siglo. Martín de Roa, 7 es además un claro ejemplo de la variedad humana de los patios que son casas de vecinos en el siglo XXI. En los últimos tiempos, en Martín de Roa, 7 han llegado a convivir una maestra; vendedores ambulantes, y hasta un zapatero, Juan Collado, que desde que se jubiló se dedica en cuerpo y alma a los suyos, y a disfrutar más que nunca del patio y de su Atlético de Madrid, donde le gustaría que acabara su nieto. En Martín de Roa, 7 han vivido también “una señora que le cosía los trajes a Manuel Benítez El Cordobés cuando el torero era aún jovencito, cuentan los vecinos”. En lo que respecta a su ornamentación o vestimenta vegetal, Martín de Roa, 7 –uno de los patios que se puede visitar casi todo el año– tiene, como sus vecinos defienden, de todo
Martín de Roa, 7 es elactual ganadordel concurso al obteneren 2021 la mención de honor
un poco, dependiendo, eso sí, de la temporada: desde geranios, gitanillas y rosales, hasta cintas, helechos, esparragueras, potos, hortensias, damas de noche, jazmín, hierbabuena, príncipes.... Sin olvidar la hermosa buganvilla que nació el mismo día que la pequeña Rosa María y, cómo no, la flor de la gamba. Y es que Rosa defiende que en Martín de Roa, 7 fueron de los primeros en Córdoba en tener esta planta tropical. Todo ese glamour con el que año tras año han vestido el patio ha propiciado que en la pasarela del concurso municipal haya conseguido una mención de honor en 2021; el primer premio, en 1988, 2017 y 2019; el segundo, en 1993 y 2014; el tercero, en 2016; el quinto, en 1992 y 2013; el séptimo en 2018; y accésits, en 1989, 1990, 1994, 1995, 1996, 2003, 2004, 2006 y 2012; además del galardón al esfuerzo vecinal, en 1997 y 1998.
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48 PARRAS, 5
(Arquitectura moderna, dimensión grnde) Mantenimiento: María Isabel Navajas y Pedro Montes
Reconocimientos:. ● 1º premio en 2003, 2007, 2010, 2018 y 2021. ● 2º en 2004, 2008 y 2009. ● 3º en 2017 y 2019. ● 5º en 2014. ● 6º en 2015 y 2016. ● Accésit en 2002, 2005, 2006, 2011 y 2013. ● Uso artístico del agua en 2001. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 20ª vez desde 2001.
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aría Isabel Navajas y Pedro Montes tenían muy claro –cuando en 1982 compraron esa antigua casa vecinal en ruinas que era Parras, 5– que querían darle a su patio “un aire antiguo, tirando a árabe”, explica ella. Con esa idea y tras dos años de obras, ese recinto que había sido durante muchas décadas lugar de encuentro y de convivencia de las cinco o seis familias que solían habitar Parras, 5 se transformó en el centro de la casa, al que dan todas sus habitaciones. Para inyectarle aún más ese espíritu árabe, colocaron en el zócalo azulejos con motivos al estilo de esa época y “para el suelo mezclamos el chino con losetas de barro, porque guarda mucho el frescor al regar por la tarde las plantas”, relata María Isabel Navajas. Las reformas no se quedaron ahí, consiguiendo que Parras, 5 sea un ejemplo de fusión entre modernidad y clasicismo, de cómo la innovación está al servicio de lo tradicional. Los Montes Navajas convirtieron el patio en una habitación más de la casa cuando decidieron instalarle un techo corredizo. Desde entonces, el matrimonio y sus dos hijos –Pedro y Miguel Ángel– lo disfrutan todo el año, cuenta María Isabel delante de una gigantesca costilla de Adán, que tiene casi la misma edad que la casa y que es la planta que reina en el patio. “También cuenta con unos 30 años la chiflera, que la tenía en una maceta y que acabó en el arriate al llegar aquí”, sentencia. No faltan tampoco helechos ni el tipo de flor “que más nos gusta”, explica, “el geranio chino, que se pone precioso en primavera”. Toda esa flora bebe agua de lluvia, que pacientemente espera saciar la sed de las plantas almacenada en varios depósitos a los que llega a través de unas canalizaciones localizadas en la techumbre. “Este patio es muy grande y todo el año no da el sol en él; hay plantas como los geranios chinos que aquí abajo en invierno se mueren, por lo que hemos construido arriba una especie de invernadero,
en el que están ubicados esos canales, y en el que a las plantas les da el sol y están protegidas de las heladas”, explica. Maribel, como la llaman familiarmente, insiste en que a los Montes Navajas les gusta “lo antiguo” cada vez que se le pregunta por los motivos que adornan el patio: pequeños tesoros en forma de máquinas de coser –fechada alguna de ellas en 1914–, una máquina de escribir de 1902, ventiladores que parecen sacados del atrezo de El halcón maltés, palanganeros o lavabos de película de época… “Son, sobre todo, regalos de nuestros amigos y familiares; saben que esas cosas de tiempos pasados
chas de las personas que visitan por primera vez el patio “alucinan, y a mí se me pone la carne de gallina, porque yo he visto irse a mucha gente de aquí llorando de emoción, personas que no esperaban ver lo que ven y que te piden que por favor lo presentes al concurso al año próximo porque esperan ese momento para volver, aunque mi casa está abierta todo el año. Que te digan que sus vacaciones son las visitas a los patios es algo muy grande, tan grande que no les puedes fallar y tienes que volver a presentarlo al concurso”. No obstante, en época de concurso municipal o fuera de ella, el patio de Parras, 5 está siempre impe-
nos gustan”, recalca. Aunque para ella el mayor tesoro es “la casa en sí; nos han dicho más de una vez eso de te la compro, pon el precio que quieras”, resalta. Esas joyas del pasado conviven con lo contemporáneo travestido de antiguo, como un pozo que asoma por un rincón y que en realidad es una fuente, al que el concurso municipal de patios premió en 2001 por el uso artístico del agua. Maribel cuenta una anécdota al respecto que deja bien claro que, aunque esos reconocimientos son importantes para los dueños y cuidadores de los patios, lo es, mucho más, “el reconocimiento de quien nos visita”. Maribel cuenta que mu-
cablemente vestido de flora. “El concurso municipal es quizás un motivo para incorporar unas pocas más de plantas y colorido. Aunque, más o menos, lo tenemos todo el año igual, la decoración es prácticamente la misma”, relata. De la belleza de Parras, 5 puede dar buena cuenta el actor cordobés Fernando Tejero, que pasó con los Montes Navajas una divertida tarde de grabación en el recinto “el año de la muestra de arte contemporáneo en los patios”, explica. Cuentan que tras esa experiencia rebosante de hospitalidad, Tejero se marchó con un “aquí sí hay quien viva” en vez de temer la que se avecina.
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50 MARROQUÍES, 6
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Comunidad de vecinos y artesanos de Marroquíes,6 Reconocimientos: ● Mención de honor en 2014 ● 1º premio en 2000, 2006, 2007, 2010, 2012, 2013, 2018 y 2021 ● 2º en 1991, 2004, 2008 y 2019 ● 3º en 2001. ● 4º en 1970, 1988, 1990, 2015 y 2016 ● 5º en 1969 y 1989. ● Accésit en 2002, 2003, 2005 y 2011. ● Aprovechamiento de los elementos en 1988 y 1999. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 28ª vez desde 1987
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arroquíes, 6 es un trozo de la Córdoba más clásica de principios del siglo XX que ha sabido mantenerse vivo en la ciudad gracias a que su embrujo cautiva a quien contempla sus estrechas callejuelas perdidas entre un mar de flores, un embrujo que enamoró a María de los Ángeles Arquero Pardo cuando, con apenas 15 años, visitó esta tradicional y, a la vez, atípica casa de vecinos en pleno mes de mayo durante una de las ediciones de la fiesta de los patios. “Me encariñé con este patio y tuve la corazonada de que iba a acabar viviendo aquí; después se dieron las circunstancias para ello y resido en esta casa desde el año 2000”, cuenta. Mucha culpa de ese flechazo la tuvo el hecho de que se criara en un piso –un primero- que tenía un patio de luz de dimensiones considerables donde su madre montó su jardín y ella empezó a sentirse atraída por las flores. “He crecido cuidando plantas y eso ha hecho que me gusten mucho”, añade. Ahora, las mima en Marroquíes, 6, donde habita junto a su
marido –Diego Peinazo Amo– y a sus tres hijos –Olmo, Yael y Violeta–, ocupando, transformadas en una sola casa, tres viviendas de la veintena –de dos habitaciones y unos 40 metros cuadrados, cada una– que componen el recinto. Sus hijos han sido las personas de menor edad que han disfrutado de este pequeño paraíso arquitectónico y floral de puertas, ventanas y finísimas columnas azules, y de suelo empedrado con cantos de río. “Mis hijos se han criado tocando la tierra, cogiendo las plantas y entrando en casa de los vecinos, que les regalaban galletas o pedazos de chocolate. Eso es algo que valoro; he apostado por permitirles crecer en este ambiente tan natural, algo que es muy difícil fuera de un lugar como éste”, resalta María de los Ángeles. Olmo, Yael y Violeta han correteado libres constantemente por un recinto que mantiene museísticamente impecables, como si por ellas no hubiera pasado el tiempo, sus estancias comunes –cocinas, retretes y pilas lavadero–. Los hijos de Mari Ángeles han jugado un día sí y al otro también mientras su madre y otras vecinas, como Carmen Álvarez
González, Ángela Moreno Tortosa o Josefa Calvento, se esmeraban en la limpieza del patio o el cuidado y mantenimiento de las plantas. “Normalmente, cada vecino se hace cargo de su fachada y de su parte de calle, pero también nos echamos manos”, añade Mari Ángeles. Olmo, Yael y Violeta han crecido recorriendo unas callejuelas por las que además se reparten hasta siete talleres artesanales –de cerámica, restauración de muebles antiguos, construcción de instrumentos musicales, confección de elementos a partir de cristales de Tífanis y elaboración de remedios naturales–, y la vivienda de un peculiar “modisto sastre bohemio”, como el propio Juan Pérez Latorre se define. A Juan no es difícil encontrarlo en los actos más señeros de la Córdoba más popular con sombrero, encapado y con la singularidad por bandera, la misma singularidad que imprime a cada cartel anuncio que cuelga en su puerta, la número 6 del inmueble. Quien visita la casa no puede evitar pararse en la fachada de su vivienda y leer reclamos del estilo “Aquí vive un artista. Estas manos no son máquinas, son las manos del
maestro sastre dispuestas a hacerle un traje a medida. No se deje vestir por una máquina” o “Qué bonito es el patio de la calle Marroquíes, con sus geranios y esas lindas alelíes. Marroquíes número 6, donde usted encontrará al Rey de la Sastrería, Juan Pérez Latorre. Vaya a ese sastre y ahorre”. Junto a esa puerta número 6 de la sastrería, Pepa –Josefa Calvento-, una de las vecinas de mayor edad del inmueble, suele sentarse a tomar el sol. Los años acumulados no le impiden tener sus flores regadas y su parte cuidada, pero sí le imposibilitan ayudar a Mari Ángeles, Carmen y Ángela en esas tareas de mantenimiento de un recinto “que es el patio típico de geranios, gitanillas, buganvillas y claveles, aunque también hemos introducido plantas nuevas, como las aromáticas o las surfinias”, indica Ángela. Además, en este jardín de callejuejas destacan o han destacado también en algún momento las palmiras, la espina de Cristo, los aloes, las lavandas, los helechos, los narcisos, los jazmines, las esparragueras, las alegrías...y hasta los fresones o los tomates. Una rica variedad floral que forma o ha formado parte del que es uno de los patios más premiados del concurso municipal, habitual ganador en el siglo XXI en la modalidad de arquitectura antigua. “Los premios los invertimos en hacerle poco a poco reformas a la casa, como las obras de la red de saneamiento y el cambio del suelo de cemento por otro de bolos, que acometimos en 2013”, relata Mari Ángeles, quien coincide con Ángela y Carmen en señalar que “quienes cuidamos de esto lo hacemos por vocación, porque nos gusta”. “Además, las viviendas, por su estructura, están en unas condiciones de habitabilidad que son mejorables; por ejemplo, los tejados son muy antiguos. Este trabajo nuestro, junto a que las hemos ido acondicionando poco a poco, contribuye a mantenerlas en pie, porque vivir aquí lo compensa todo”, detalla Mari Ángeles. Esas inversiones en forma de obras han empapado de aún más tradicionalidad a un inmueble cuyo diseño original se debe al célebre arquitecto cordobés Enrique García Sanz, y que empezó a ser habitable “en 1921, al construirse una serie de viviendas alrededor de una huerta, habitaciones que
eran ocupadas por familias enteras; muchas de esas familias fueron de aquellas que emigraron del pueblo a la capital en busca de trabajo”, comenta Carmen. “En la posguerra, por ejemplo, se hicieron dos pabellones; una familia alquilaba una habitación y cuando se marchaba el vecino, alquilaba también esa habitación ya desocupada, ampliando de esta forma la que era su casa”, comenta, para añadir que “las últimas casas en construirse se hicieron con la estructura que se les ve ahora”. Pepa, quien se mudó a Marroquíes, 6 hace ya más de medio siglo tras casarse con Manuel Ramírez –quien ya vivía allí– recuerda aquellos tiempos “en los que, aunque las mujeres se peleaban por el uso de pilas de lavar o las cocinas, o por las cosas de los chiquillos”, todo se acababa olvidando.
puerta para comprobar que está bien, que no le ha pasado nada”, detalla Ángela sobre el día a día vecinal en Marroquíes, 6, del que también son actores principales “Albia, Juan Carlos, Andrés, José, Antonio, Sergio y Manolo”, en un escenario en el que “cuando entras de la calle sientes una explosión de color, la que proporciona el lucimiento de las plantas”, sostiene Mari Ángeles. “Precisamente –añade–, ese es el motivo por el que son muy pocas las macetas pintadas (de azul); preferimos dejarlas de color barro para que luzcan las plantas, si las pintáramos, lucirían los tiestos”, añade esta experta en medicina natural que cultiva plantas para sus tratamientos en Marroquíes, 6, como se han hecho eco los prestigiosos diarios estadounidenses The Washington Post y
“Era lo normal en la convivencia cuando cada uno es de su padre y de su madre; pero, igual que digo eso, también digo que aquí se vivían muchas fiestas y bailes y que los vecinos nos preocupábamos los unos de los otros”, añade. Esa preocupación se ha mantenido hasta nuestros días en ese lugar en el que quienes lo habitan mantienen las puertas abiertas casi todo el día. “Aquí nos encontramos unos con otros a diario, y si llevamos un tiempo sin ver a alguien, enseguida llamamos a su
Herald Tribune a lo largo de un reportaje publicado sobre los patios cordobeses. En ese reportaje, Mari Ángeles ha insistido en que “me gusta la naturaleza y vivir aquí es un modo de disfrutar de la naturaleza en pleno centro de la ciudad”, en ese trozo de la Córdoba más clásica de principios del siglo XX que ha sabido mantenerse vivo gracias a que su embrujo cautiva –como le ocurrió a ella cuando tenía 15 años– a quien contempla sus estrechas callejuelas perdidas entre un mar de flores.
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52 PLAZA DE LAS TAZAS, 11
(Arquitectura moderna, dimensión grande) Mantenimiento: Cristina Bendala.
Reconocimientos: Mención de honor en 1962 y 1963. ● 1º premio en 1961. ● 2º en 2021. ● 3º en 1969. ● 4º en 2016. ● 5º en 2017. ● 7º en 2014. ● 8º en 2015. ● Accésits en 1960, 1970 y 2012. ● Mención especial en 2013. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 15ª vez desde 1960.
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uy poco tardó Córdoba en seducir a una arquitecta sevillana nacida en Madrid –en 1946– llamada Cristina Bendala cuando en 1972 se trasladó a vivir a la ciudad califal. Corría un tiempo en el que la gente ya había iniciado un masivo éxodo alimentado de ansiada modernidad desde el casco antiguo hasta los pisos de los recién construidos barrios periféricos, un tiempo en el que ella realizaba un trabajo de investigación con el también arquitecto Juan Serrano gracias al que “me enamoré de Córdoba, de su casco histórico y de esa forma de convivencia que reinaba en esas zonas repletas de casas de vecinos como las que estábamos visitando para ese trabajo y que ya estaban casi vacías o cerradas”, comenta. Así, casi vacía, conoció la que es ahora su residencia, el número 11 de la Plaza de las Tazas. “Fue en 1976 ó 1977, no recuerdo bien, quedaba una pareja de viejecitos muy mayores malviviendo en medio de las ruinas; el patio estaba completamente hecho polvo, repleto de escombros cubiertos de hiedra y celindas, una especie de agujero asalvajado en medio de la ciudad con una entonces pequeña palmera”, detalla. Cristina volvió a esa casa, “cuya primera vista me dejó conmocionada”, cuando en 1979 decidió que se iba a quedar a vivir en Córdoba y, tras una ardua labor de búsqueda de los herederos de ese inmueble –de quien tenía algún derecho en él–, lo compró. “Eran muchos, como solía ocurrir en ese tipo de casas, y no tan fáciles de encontrar”, sostiene. “Ocurrió en un momento en el que no se apreciaba en exceso la residencia en el casco antiguo, algo que a mí siempre me había interesado; yo era arquitecta y estaba en ese movimiento que había entonces de rehabilitación y revalorización del casco histórico”, insiste Cristina.
Como experta en formas, espacios y estructuras, decidió reconstruir la nueva Plaza de las Tazas, 11 siguiendo el patrón de la antigua, “aunque añadí algunas cosas nuevas”, apunta. También plantó los árboles de lo que es ahora su pequeño y particular bosque, a excepción de esa altísima vigía, con sangre de savia, en la que el paso del tiempo convirtió a aquella pequeña palmera que se encontró en el recinto y que databa de los pasados años 40. “Siempre he deseado vivir debajo de los árboles, convivir con ellos”, anota. Para
lograr ese deseo, ha introducido, entre otras especies, una morera injertada en el tronco de otro árbol en la que las flores no progresan hasta convertirse en moras, sino que se le caen e inmediatamente se vuelve a llenar de hojas. “Y también –como destaca– un ciprés que puse cuando se casó uno de mis hijos, una parra de décadas que cubre la terraza, una jacaranda algo más joven, un ya viejo drago, un singular bambú, un rosal que da rositas pequeñitas, un jazmín azul en macizo –junto a la alberca– y una magnífica buganvilla”.
Además de recuperar y darle una especie de aspecto de mini selva a ese recinto, Cristina ha conseguido rescatar del olvido también buena parte de su memoria histórica. “A finales del siglo XIX, lo que antaño fue un antiguo picadero de caballos en La Magdalena pasó a ser una casa de vecinos, convirtiéndose las cuadras en habitaciones encaladas y preparadas para acoger a familias completas cada una de ellas; en total, eran casi una veintena de habitaciones, por lo que en el inmueble llegaron a habitar casi un centenar de personas a la vez”, explica. Como buena investigadora, ha bebido de las fuentes más fiables: los antiguos vecinos de Plaza de las Tazas, 11 o sus descendientes. Es el caso de María Martínez Serrano, nacida en la casa, quien, llegada de Barcelona, la visitó aportándole historias persona-
les y de su familia en ese lugar en el que las plantas y las flores en macetas y pequeños arriates llenaban todo el espacio posible y hasta escalaban por las paredes, y en el que lavar y cocinar lo hacían siempre las mujeres acompañadas las unas de las otras mientras cantaban o escuchaban coplas en la radio. “Era gente muy humilde y solidaria; todos contaban con todos”, señala. También es el caso de Charo Flores Medina, quien le contó, entre otras cosas, que su tía Pepita Medina fue Miss Patios. Esos modos y estilos de vida, quedan patentes y reconstruidos para la posteridad en un collage que Cristina tiene colgado en el gran zaguán de entrada a la casa y que está compuesto por fotografías de aquellos que un día la antecedieron en Plaza de las Tazas, 11. “Esta casa tiene y transmite muy buena energía, muy
Cristina Bendala ha recuperado parte de la memoria huistórica de la antigua casa
buenas vibraciones y sensación de armonía; algo especial que tiene que ver con la gente que ha crecido aquí”, insiste. De ello da fe una numerosa familia que, para su sorpresa, llamó un día a su puerta con la urna de las cenizas de una antigua vecina que había residido en la casa y que le pidió, con éxito, poder celebrar allí su despedida. Cristina también ha recuperado el clima de convivencia de aquellos tiempos en los que su casa era una casa de vecinos. No duda en organizar en el recinto actos sociales y culturales para ello, alguno de los cuáles está inspirado en los celebrados entonces, como una fiesta flamenca navideña aliñada con dulces típicos preparada a modo de las de una ya pretérita época que, no sólo por sus pinceladas arquitectónicas, sino “también por las relaciones personales”, le sigue apasionando a esta arquitecta.
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54 TINTE, 9
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: Ana Muñoz Fimia.
Reconocimientos: Mención de honor en 2016. ● 1º premio en 2005. ● 2º en 2015 y en 2021. ● 3º en 2004, 2008, 2011, 2017, 2018 y 2019. ● 4º en 2014. ● 5º en 1988. ● Accésits en 1992,1993, 1994, 1995, 1996, 1997, 1998, 1999, 2003, 2006, 2007, 2010 y 2013. ● Mejor decoración natural en 2000. ● Mejor iluminación en 2001. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 36ª vez desde 1985.
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a pequeña Ani sube las escaleras hacia la azotea peldaño a peldaño sosteniendo una cubeta de agua con ambas manos. Es la única niña de una casa de vecinos ubicada muy cerca de la Mezquita a la que la casera, su abuela María, le permite acceder a ese jardín de las alturas que tiene como suelo una inmensidad de plantas repartidas en pocos tiestos y –el dinero no da para más– en numerosas latas. “Hay que ver, Ángela, qué buena mano tiene Ani con las flores”, le dice María a la madre de la niña, mientras se arrodilla con ella para plantar algún ejemplar que sumar a ese pequeño vergel o para mimar a otro ser de vida vegetal que está algo pachucho. Todavía, tras el paso inexorable de los años, Ani –ahora Ana (Muñoz Fimia)– continúa hincándose de rodillas, tal y como lo hacía con su abuela, a la hora de cuidar las plantas en su actual residencia, el número 9 de la calle Tinte, casa que también fue de vecinos, que compró su cuñado Antonio (Mantero) y en la que ha vivido con sus padres –Manuel y Ángela– su hermana María, su cuñado y sus sobrinos. Uno de ellos, en este caso sobrina, Maribel Mantero, tiene desde los 15 años una escuela de baile español en ese inmueble cuyos orígenes se remontan “aproximadamente a 1680”. Sus alumnos son testigos del baile impresionante de plantas con el que está salpicado un patio “en el que predominan las gitanillas; visto toda la pared y las barandas de gitanillas”, explica.
“Me gustan también mucho las surfinias, unas plantas de temporada que son muy bonitas; y tengo unas correas que echan unas trompetas inmensas, y un rosal de pitiminí. También me encantan las gerberas, los ciclámenes y esta hiedra que lleva conmigo años y años”, añade. No obstante, la joya floral de la corona es un híbrido entre naranjo y limonero centenario, una especie de transexual cítrico que lo mismo da naranjas que limones tras las muchas operaciones de trasplantes de injertos que ha sufrido a lo largo de los años. Todo ello en un escenario en el que resalta el color de las macetas heredado de aquellos tiempos en los que, cerca de la Mezquita, Ani ayudaba a su abuela a pintar tiestos y latas con el “azulillo de entonces, lo que ahora llaman añil; mi abuela decía que era un repelente de mosquitos, que lo teníamos que hacer para que los bichos no estropearan las plantas”, detalla. “Creo que debo ser de las primeras que en Córdoba pintaron las macetas de azul”, insiste, “y quien empezó a llenar este patio de macetas; aún recuerdo aquellos tiempos en los que los vecinos, como aquella señora tan mayor, Consuelo, que vivía con la hija, el yerno y los nietos en una pequeña habitación, sacaban las sillas al patio para sentarse a charlar”, añade. Eran tiempos en los que ese clima de convivencia tan sólo estaba adornado por cuatro tiestos y una gran esparraguera. Cuatro tiestos que corrían peligro amenazados por los juegos de niños y niñas, como los de los cuatro hijos de una madre soltera que
vivía también en una pequeña habitación de la casa, o los juegos de sus propios sobrinos. Juegos que tampoco estaban exentos de concluir con uno de los pequeños caído sobre el suelo, entonces de bolos y después de losas de barro cocido, o contra el medio escondido pozo árabe o la pila –que aún se mantienen en el inmueble–. “La pila, que está llena de fósiles, la hemos recuperado, ya que estaba muy castigada al ser utilizada para lavar las latas y material de un horno que había en una casa con la que ésta se comunicaba”, relata. Junto a la pila, unos pequeños recipientes de yogur hacen las veces de mini tiestos en los que las plantas crecen libres en un suspiro de tierra gracias al toque mágico que aprendió a insuflarles dulcemente la pequeña Ani de la abuela María. “Ángela,lapuñeteradelaAnitiene el dedo verde; todo lo que siembra, seadondesea,leagarra”,comentaba en aquellos tiempos ya lejanos su abuela a su madre, sin plantearse que Ana se inspiraría en sus enseñanzas y que las seguiría poniendoenprácticapasaranlosañosque pasaran. “La primera vez que presenté el patio al concurso municipal dejé los tiestos con su color original, pero al siguiente ya los pinté de azul, como me había enseñado mi abuela”, resalta. En este certamen, Tinte, 9 ha obtenido un buen puñado de reconocimientos conseguidos gracias a los mimos aprendidosporaquellaniñaquesubíalas escaleras de una pequeña azotea agarrando con dos manos una cubeta de agua para ayudar a su abuela a regar.
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56 MARTÍN DE ROA, 2
(Arquitectura moderna, dimensión grande) Mantenimiento: Araceli López, Meritxell y Ana Valle
Reconocimientos: 2º premio en 2009 y 2011 ● 3º en 2012 , 2013 y 2021 ● 4º en 1985, 1986 ● 5º en 1980 y 2018, ● 6º en 1979 ● Accésit en 2016 ● Mención especial en 2007 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 15ª vez desde 2005
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a ancestral muralla del Alcázar Califal luce rejuvenecida adosada a Martín de Roa, 2. “La muralla es del año 1200, aproximadamente”, insiste Araceli López, la dueña de la casa, a una pareja de visitantes que no pierde detalle del que es el santo y seña del inmueble. “A este patio lo llaman el Patio de la Muralla”, explica mientras suena La tarara aliñada con ritmos sefardíes, ambientando el recinto. A Araceli le gusta recibir con música a los miles de turistas que al año admiran un inmueble construido a principios del siglo XXI. “Tuvimos que hacer la casa de nuevo, no merecía la pena reformar la anterior, ya que estaba en muy mal estado, con los techos hundidos y el suelo muy castigado”, justifica. “No obstante, hemos conservado de ella lo que hemos podido; por ejemplo, las columnas, que son romanas, hechas de arenisca de la sierra de Córdoba, y que incluso tienen fósiles. Además, las hemos orientado igual que lo estaban originalmente”, destaca esta mujer que se define como una amante de las tradiciones.
Ese amor por lo tradicional se palpa en el patio gracias, en parte, a la ayuda de la amistad, al estilo de la que cantaran The Beatles en el álbum Sargent Peppers Lonely Hearts Club Band. “Casi todo lo antiguo que veis aquí son regalos de mis amigos, tengo la suerte de tener muy buenos amigos”, puntualiza Araceli a la hora de referirse a los innumerables aperos de labranza que pueblan el recinto. Entre ellos, destaca un arado romano “auténtico”, presente llegado de Moriles; unos almocafres obsequiados por un octogenario; o una pila llegada de Lucena y que ha servido a tres generaciones de una misma familia. “Es un lebrillo hecho a mano al que se le ven los bollos y al que le he puesto un pie de forja; también me han regalado una muy vieja pila de La Rambla, típica de allí, hecha artesanalmente de barro y paja”, comenta. Algunos de esos elementos lucen sobre el suelo de enchinado cordobés –empedrado con cantos rodados de dos colores–, “que me diseñó e instaló un artesano del barrio”, en el que se levanta un pozo de origen árabe vestido
con un nuevo brocal. “Lo mandamos hacer en La Rambla lo más parecido posible al original. El nuevo brocal está construido a mano con la diferencia de que el anterior era de barro blanco y este es de barro rojo; el barro blanco es muy difícil de conseguir ahora”, sostiene. También sobre el suelo, una vieja y frágil escalera con forma piramidal que ella ha rejuvenecido compone un triángulo con el enchinado y la muralla al descansar sobre ella. “Me la regaló la misma persona de los almocafres después de que durante mucho tiempo buscara una de ese tipo, de las que se utilizaban para blanquear las casas; me costó mucho trabajo encontrarla”, insiste. Araceli tiñó las canas de su madera de color azul y la vieja escalera se quedó a vivir con ella. Y no de cualquier azul, “de azul añil”, recalca, un color que forma parte indisoluble de Martín de Roa, 2. “Debo ser de las primeras que introdujo el verdadero azul añil en los patios cordobeses, no el azul cobalto”, asevera. Se enamoró de ese color siendo una niña. La culpable de ello fue “la chacha que tenía de pequeña, que era la persona que
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blanqueaba la vivienda y que tenía una casa en Espejo, muy pobre, pero muy blanquita y arreglada. Los dinteles de las puertas, las ventanas y las puertecitas de las alacenas estaban pintados de ese color, algo que me gustaba mucho. Le preguntaba por qué lo hacía y recuerdo cómo me decía que se había hecho así de toda la vida con la intención de que no entraran bichos ni insectos a las casas”, relata. En Martín de Roa, 2, el azul añil también impregna tiestos de geranios y gitanillas y de muchas de las decenas y decenas de especies de vegetación que al cabo del año pasan por el patio. “Siempre estás dispuesta a innovar, a introducir flora nueva para darle un ambiente exótico a este patio, en el que no faltan los príncipes, la portulaca, los helechos, las pilis-
tras o esta planta que no sé cuál es su nombre y que yo la llamo nieve de primavera, porque es como la llamaba mi madre. Tengo que reconocer que lo más difícil de decorar, al ser patrimonio y estar protegida, es la muralla”, explica, detallando que “le pongo siempre amor de hombre o corre que te pillo, porque me gusta darle sólo tonos verdes para que luzca más”. Esa protección, por ejemplo, impide que pueda hacer agujeros para colgar los tiestos. No obstante, salvando el inconveniente de no poder situar las macetas a la distancia deseada, ha utilizado los travesaños del tapiado del añejo muro para colocarlas, usando además unos taquitos de madera elaborados por su marido –que es carpintero– que mantienen esos tiestos tan horizontalmente esbeltos que ni
El Patio de la Muralla del Alcázar Califal pertenece a una casa que hubo que reconstruir de nuevo
se derrama el agua con los que son regados, ni a las plantas les acaban saliendo las raíces. Incontables son los flashes que han invitado a las plantas y a la muralla en Martín de Roa, 2 a no moverse para salir en fotos que han llegado hasta el otro lado del mundo, y hasta en anuncios publicitarios. Una joven china que suele dormir en la casa de Araceli durante sus estancias en Córdoba se lo confirmó. “Me llama mamá, y me dijo, sabes mamá, he visto tu patio en mi país, y con Joaquín, que es mi yerno; también han venido de Japón a verlo el día de apertura de la Fiesta de los Patios”, detalla. Una Fiesta en la que en el certamen municipal Martín de Roa, 2 ha conseguido, entre otros, segundos premios, en 2009 y 2011; terceros, en 2012, 2013 y 2021; un accésit, en 2016; y una mención especial, en 2007. Buena parte de la culpa de ese éxito en el concurso la han tenido también Rafael Alcaide, Ara y Meritxelli Valle, que, como Araceli, disfrutan de un inmueble “en el que vivimos tres familias, mis dos hijas arriba y mi marido y yo, abajo”, aclara. “Además, el patio es un lugar ideal donde celebramos las comidas y encuentros familiares”, añade esta mujer que también busca a la hora de ejercer su trabajo de modista, de leer o de escuchar música la complicidad mágica de la compañía de esa ancestral muralla del Alcázar Califal que luce rejuvenecida.
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58 SAN BASILIO, 44
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Asociación de Amigos de los Patios (colectivo presidido por Miguel Ángel Roldán)
Reconocimientos: ● Mención de honor en 1960, 1961, 1964, 1966, 1967, 1968 y 2015. ● 1º premio en 1954, 1956 y 1963. ● 2º en 1959, 2014 y 2016. ● 3º en 2021. ● 5º en 1955, 1970 y 1971. ● 6º en 2017 y 2018. ● 7º en 2019. ● Accésit en 2002, 2003, 2005 y 2011. ● Aprovechamiento de los elementos en 1988 y 1999. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 24ª vez desde 1955
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os ojos de una jovencísima María Teresa López observan fijamente, inmortalizados como los de la Chiquita Piconera por Julio Romero de Torres, y casi escondidos sobre unos helechos, a quien visita el patio de San Basilio, 44. Como dos bellas perlas negras y desprovistos del resto del rostro, cuelgan a modo de antifaz humano sobre una pared en la galería de antiguos arcos de ladrillo visto de la planta baja del recinto, acompañados a su derecha e izquierda de un par de lienzos más en los que solo están plasmadas también las espectaculares pupilas de otras dos modelos del célebre pintor nacido en Córdoba el 9 de noviembre de 1874 y fallecido en la misma ciudad el 10 de mayo de 1930. Esos seis grandes vigías miran sin parpadear, tras dos vetustas pilas de lavar, hacia un costado de una escalera que desde la parte central del patio parece subir al cielo descansando sobre un suelo de bolos. Esa escalera es santo y seña de un inmueble “cuyos orígenes deben ser del siglo XV o XVI”, relata Mi-
guel Ángel Roldán, presidente de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, colectivo dueño del edificio. San Basilio, 44 fue una antigua casa de vecinos “en la que llegaron a residir 13 familias, una por habitación. Como en todas las casas cordobesas de este tipo, se compartían cocina, pilas de lavar y aseos, y sus habitantes convivían en el patio, alrededor del cual estaban situadas todas viviendas. Llegados los años 60, los vecinos comenzaron a marcharse de casas como ésta a pisos en busca de una mayor comodidad, proporcionada por tener cocina y aseo propio”, cuenta Miguel Ángel. Una década más tarde, una entonces recién creada Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses adquirió el inmueble. Los fundadores, siete amigos conocidos en los círculos sociales de la ciudad como Los Siete Magníficos –Manuel Garrido Moreno, Manuel Salcedo Hierro, Antonio Bejarano Nieto, Santiago Granados Álvarez, Miguel García Gómez, Serafín Corral Checa y Manuel Alcántara Eslava– constituyeron el colectivo el 24 de abril
de 1974. “Decidieron intentar comprar, con su propio patrimonio, el mayor número de casas de este tipo posible para evitar que se acabaran derrumbando y perdiendo, como ha ocurrido con cerca de una veintena de patios de la calle de Enmedio, aquí en Alcázar Viejo, de los que ya no queda ninguno”, relata el presidente. Con ese espíritu innato de la asociación de luchar por que las casas patio no desaparezcan, el patrimonio personal de los fundadores les dio para adquirir San Basilio, 44 y la conocida como Casa de las Campanas (ubicada en la calle Siete Revueltas, 1, en el barrio de Santiago). “Ese es nuestro fin, el de recuperar y poner en valor este tipo de inmuebles; ese espíritu está todos los días latente en nuestra asociación. No cejamos en ello y, dado que nosotros no disponemos de los medios económicos, estamos tratando que el Ayuntamiento adquiera estos edificios emblemáticos para rehabilitarlos, como ya hizo con San Juan de Palomares, 11 y Trueque, 4”, resalta Miguel Ángel. Cuando la asociación tomó pose-
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sión de la casa, en ella residían aún dos vecinos. Tras ello, el colectivo efectuó una primera remodelación del inmueble y lo habilitó como sede. “Al ser sólo la sede de la asociación, la casa estaba cerrada casi todo el año y lo que se pretendía era que tuviera vida, por lo que se estudió convertirla en hotel rural, pero ante la imposibilidad, por su estructura, de acometer la construcción de aseos individuales, se optó por alquilar las habitaciones de abajo para talleres artesanos, con lo que se aseguraba que estuviera abierta todo el año y que tuviera vida propia gracias a la gran cantidad de personas que diariamente pasa por aquí”, explica. De ese paso diario da fe la Señora de Córdoba, quien en forma de mosaico ubicado en la pared de enfrente a aquella desde la que vigilan los ojos negros de la Chiquita Piconera, da la bienvenida a quienes visitan la librería, la perfumería que ofrece esencias de los patios de Córdoba o los talleres de cerámica, abanicos pintados a mano y cuero –experto en cordobanes y guadamecíes–, dependencias repartidas por las habitaciones de la planta de abajo. La Virgen de los Dolores recibe en el patio con igual hospitalidad a quienes se dirigen a la planta de arriba, donde se han repartido las sedes de la Cuarentuna, la Cofradía Gastro-
nómica del Salmorejo y la de la junta directiva de una de las casetas de la Feria de Córdoba. Esos bellos ojos negros de las modelos de Julio Romero de Torres también contemplan, sin necesidad de girarse, el pozo de gran brocal circular blanco ubicado junto a las dos clásicas pilas lavadero. “Siempre ha tenido agua y es de la misma época que la casa”, apunta el presidente. Sobre el pozo se suele enredar un rosal de pitiminí, una de las flores típicas del recinto. “En el patio tenemos las flores clásicas cordobesas, como geranios, gitanillas y helechos, y hemos optado por la novedad de llenar uno de los frontales todo de claveles. Además, hay pilistras, jazmines, buganvillas…lo normal”, añade sobre parte de la vegetación de un lugar al que el colectivo que preside sometió a una profunda rehabilitación en 1997 respetando su aspecto arquitectónico, reforma tras la que -en 2000– Mariló Rodríguez-Campos, quien ha escogido del arte su profesión y del cuero su materia prima, abrió el taller artesano decano de un patio en el que los ojos de una jovencísima María Teresa López observan fijamente, inmortalizados como los de la Chiquita Piconera por Julio Romero de Torres, y casi escondidos sobre unos helechos, a quien visita San Basilio, 44.
El patio de San Basilio, 44 antes 50– es mundialmente conocido por su singular escalera
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(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Araceli López Navajas
Reconocimientos: ● 4º premio en 2021.● Premio singular en 2016. ● Llegó a concursar en el concurso municipal de Patios de Córdoba desde 1979 hasta 1996, consiguiendo distintos premios. Volvió en 2021 al mismo.
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l llamado Patio de la Costurera –por el oficio de Araceli López Navajas, quien también regenta el patio de Martín de Roa, 2– tiene reminiscencias judías, como se puede comprobar en la mezuzá que tiene en su portada. También conserva uno de los tres pozos árabes que quedan de los arrabales de la Córdoba musulmana. Se trata de una antigua casa cuya propiedad se
pierde en el tiempo anterior a los viejos archivos consistoriales sin que se sepa a ciencia cierta sobre el origen de su construcción, que se presume antigua, incluso se data que puede ser de 1400. Se trata de un inmueble que es parte de la primera construcción que se realizó en el Alcázar Viejo. Se sabe que concursó en el Festival de los Patios de Córdoba desde 1979 hasta el año 1996.
En lo que respecta a la ornamentación, está centrada en lasplantas antiguas, claveles, gitanillas, rosal de pitiminí, jazmines... Se trata de un recinto cuyas plantas crecen también en latas, como en los patios más clásicos y como ocurría hace algunas décadas en la mayoría de los recintos, y en el que se ha recuperado el verde malaquita. Este patio se puede visitar todo el año junto a Martín de Roa, 2.
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62 CHAPARRO, 3
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: Comunidad de vecinos de Chaparro,3 Reconocimientos: ● 2º premio en 2013, 2017 y 2019. ● 3º en 2016. ● 3º en 2001. ● 4º en 2014 y 2021. ● 5º en 2015 y 2018. ● Accésit en 2002, 2003, 2005 y 2011. ● Mención especial en 2010. ● Accésit en 2011 y 2012 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 10ª vez desde 2010.
S
i las personas que vivimos aquí retrocediéramos en el tiempo 50 años, no desentonaríamos ni un ápice en lo que a espíritu de convivencia se refiere respecto a la gente que residía aquí entonces; es el mismo espíritu, sólo que con otras caras, una convivencia que es aún más intensa en el que es el salón común de la casa, el patio”, insiste José María Ruiz, uno de los vecinos del número 3 de la calle Chaparro, inmueble edificado en 1986 “en régimen de cooperativa”, heredero de una antigua casa de vecinos conocida como La Casa del Chaparro. “Tras las obras, la disposición y estructura exterior del edificio ha cambiado, pero hemos conservado las dimensiones y la estructura del patio original. En la actualidad, la casa está compuesta de cuatro viviendas adosadas y dos pisos. Todas ellas dan al patio”, explica José María.
Chaparro, 3 suele dar la bienvenida al visitante con un homenaje colgado en el pasillo posterior al zaguán. “Antaño, en este lugar te recibían los cántaros con el agua fresca para quien llegaba sediento y, en ocasiones, un banco o una sencilla silla de anea invitaba a sentarse para descansar a la sombra. Hoy es la galería donde colgamos esas imágenes a modo de homenaje, que un año, por ejemplo, dedicamos a las músicas que son patrimonio intangible de la humanidad –el fado, el flamenco y el tango–; otro, al cómic de Corto Maltés en Córdoba; y otro, a los patios más antiguos y señeros de Córdoba”, explica. Esas muestras expositivas, que el primer año organizaron con una serie de instantáneas “de nuestra propia convivencia en el patio”, apunta, han servido para incorporar luego elementos decorativos permanentes al recinto, como la reproducción de cartelón de 1912 que formaba
parte de la muestra que dedicaron a los patios antiguos, o el cartel en tres dimensiones repleto de macetas de plástico fruto de la exposición que montaron con motivo al nombramiento de los patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Los vecinos de Chaparro, 3 preparan esos homenajes especialmente para la fiesta de mayo, para los días de concurso municipal, en el que comenzaron a participar en 2010, año en el que el recinto. “Lo que ganamos en el concurso lo hemos invertido en mejorar el patio; por ejemplo, lo último que le hemos añadido hasta ahora es este gran arriate central, donde colocamos muchísima vegetación”, explica José María, quien añade que “la casa está construida sobre hormigón –es más, el suelo del patio es de baldosas de hormigón– y tiene mucha falta de tierra sobre la que poder sembrar, por lo que hemos ido poco a poco incorpo-
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rando arriates fijos o estáticos para colocar la vegetación, como los pequeños que hay junto a las paredes”. “No te puedes imaginar –prosigue– lo que ha cambiado el patio en más de dos décadas. Ha sido una evolución lógica, ya que ahora los matrimonios rondamos los 50 años y ya tenemos los hijos criados; antes, era un lugar de juego habitual de nuestros pequeños y había que dejar más espacio para ello”. Parte de ese espacio de juegos se lo ha comido ese gran arriate central, que han circundando por bellas cintas, “un tipo de planta muy dura y vistosa a pesar de no tener mucha flor”, insiste. Las cintas forman parte de esa gran colección de más de 150 variedades florales que atesoran en ese recinto en el que es ya un emblema el gran arco interior junto al que está ubicada una mesa acostumbrada a las celebraciones vecinales, un arco teñido, como algunas otras zonas y alguna que otra maceta, de azul chaparro, “un color hecho especialmente para nosotros”. “Además de las cintas, tenemos plantas muy especiales como un jazmín de más de 20 metros de largo o un rosal enano que conseguimos en el patio de Trueque y que en dos años se ha puesto bestial”, apunta José María, para destacar otros seres vegetales a los que alimentan, como un limonero, un
Chaparro, 3 es un ejemplo de cómo se ha adaptado la forma de vida de antaño a la modernidad
pomelo, dos ficus benjamina, cinco variedades de buganvillas, cactus que alcanzan los cuatro metros, “una tremenda costilla de Adán”, una diamela, hortensias… “Vamos incorporando especies según se vayan adaptando al lugar en el que las colocamos; ahora, por ejemplo, estamos introduciendo un tipo de clavel que no es de temporada”, añade. Toda esa vegetación, y mucha más, llena aún más de vida un lugar en
el que, según insisten sus propios vecinos, “en el momento que aparece un rayito de luz y de sol, inventamos algo para salir y entablar una conversación o compartir un perol o lo que se tercie”. Como ellos mismos recuerdan, “el patio fue el jardín de infancia de nuestros hijos, allí jugaban todos. Y cuando los niños se bañaban, cenaban y se acostaban, salíamos los mayores y cambiábamos los juguetes por una cerveza y una buena tortilla de patatas”. Para ellos, por ejemplo, un periódico tiene otra lectura el domingo por la mañana si lo escrutas sentado en el patio con luz natural y acompañado de una buena música. “En nuestra comunidad tenemos claro que contamos con un bien intangible que está abierto a todo el que quiera disfrutarlo; por eso, decidimos participar en el concurso municipal, para compartir en él los olores, los colores, la decoración y, sobretodo, la conversación, que si, además, se acompaña con un buen vino, mucho mejor”, relata José María, quien, junto a sus vecinos de Chaparro, 3, mantiene en un patio del siglo XXI ese espíritu de convivencia patrimonio de la humanidad. Como él mismo insiste, “el mismo espíritu que encontraríamos en el patio si retrocediéramos en el tiempo 50 años”.
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64 SAN BASILIO, 14
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Carmen ibáñez e Ignacio Álvarez
Reconocimientos: ● 1º premio en 1999. ● 4º en 2019. ● 5º en 2021. ● 7º en 2017. ● Accésits en 1992, 1993, 1994, 1995, 1996, 2005, 2007, 2009, 2010, 2011, 2012 y 2013. ● Mención especial en 2003 y 2006. ● Decoración natural en 1997. ● Conservación arquitectónica y Variación floral en 1998. ● Aprovechamiento de elementos en 2003. ● Esfuerzo vecinal en 2000. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 28ª vez desde 1992.
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an Basilio, 14 es una casa que, a la entrada al Alcázar Viejo desde Caballerizas Reales, mantiene la esencia de lo que antaño fue, cuando era una casa de vecinos. Entonces, vivían cuatro o cinco familias que tenían su alcoba propia y compartían el resto de dependencias. Por sus arcos, hay historiadores que creen que su estructura supera los 400 años, que es del siglo XVI y que aún conserva tanto el cuarto de pilas como las letrinas y las cocinas antiguas y más de 600 plantas que cuidar todo el año con una amplísima variedad floral. El patio de San Basilio, 14 es de los que mantienen la mayoría sus plantas durante los 12 meses del año, buena parte de los cuales se puede visitar. Como uno de sus dos cuidadores, Ignacio Álvarez –Nacho–, insiste, él y su pareja, Carmen Ibáñez, viven “en una casa del siglo XVI, muy bonita, muy tradicional, a la que nunca se le han hecho reformas, solo las únicas necesarias para la calidad de vida de la vivienda. Es una casa de soberbia cordobesa en la cual entras por un zaguán imponente con suelo hidráulico rodeado de objetos de antigüedad, y en la que desde la galería y tras las columnas se pasa a un patio que es cuadrado con las habitaciones alrededor, que eran las alcobas que utilizaban los vecinos para dormir”.
A Nacho –hijo de Isabel Luque, la propietaria del patio de Duartas, 2– y a Carmen, además de con las típicas gitanillas y geranios, les gusta adornar los rincones de San Basilio, 14 con plantas muy típicas, como por ejemplo, el rincón de los helechos, también un arriate con begonias, hay además en el patio lobelias, surfinias dobles, gardenias, hortensias, azaleas dobles, azaleas japonesas…. “Me gusta ir innovando con variedades nuevas y que le dan al patio un toque más especial”, insiste quien lleva la paciencia y la constancia por banderas a la hora de cuidar el recinto, Carmen. “Todo un vergel vegetal el que atesora San Basilio, 14, que invita a sus visitantes a dejar atrás una más que vetusta puerta de madera para adentrarlos en un recinto en el que las macetas, puertas, ventanas y hasta canalones son del mismo color, un marrón que no es marrón, sino rojo carruaje travestido en tonos más oscuros por el paso del tiempo, un rojo carruaje –en un principio, rojo sangre– que juega con el amarillo de las columnas de la galería porticada que separa el zaguán del patio. Nacho y Carmen decidieron mantener ese color, “que es el que tenía el patio desde muy antiguo”; es más, cuentan que no lo concebirían con otros colores. Además del blanco de unas paredes que casi no se ven repletas de tiestos, el otro tono predominante en el recinto es el verde que
proporcionan geranios, costillas de Adán, esparragueras, gitanillas, orejas de elefante, helechos, cintas o pilistras. Algunas de esas plantas tienen muchísimos años, eran de antiguas vecinas de esta casa. Toda esa vegetación, unida al hecho de que en el patio da muy poco el sol en todo el año crea como un microclima que genera, a su vez, un ambiente fresco y agradable en el recinto, como ellos mismos destacan. A ese ambiente contribuyen también desde petunias, hasta rosales, pendientes de la reina, pensamientos o alegrías, flores huéspedes de unas 600 macetas que adornan un recinto que está rodeado por tres grandiosos arcos en el que el tiempo se niega a correr detenido en una antigua cocina comunitaria que llama mucho la atención a todo el que los visita. Una cocina, a la que se accede desde el patio, que está repleta de utensilios dignos de pertenecer a un museo rural como paletas de brasero, tenazas, planchas para ropa, molinillos de café, candiles... En San Basilio, 14, la conjunción de la arquitectura popular y la disposición floral roza la perfección, algo a lo que contribuye de manera muy visual la cascada de macetas que caen por las paredes y que en primavera suman un multicolor arco iris al verde tradicional del recinto para el disfrute de los miles de visitantes que pasan por la casa.
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66 PASTORA, 2
(Arquitectura moderna, dimensión mediana)
Mantenimiento: Rafael Barón Jiménez Reconocimientos:. 1º premio en 2005, 2009, 2016, 2017 y 2019. ● 2º en 2010 y 2018. ● 3º en 2014 y 2015 ● 5º en 2021. ● Accésits en 2004, 2006, 2008, 2011 y 2012 y 2013. ● Participó en el concurso municipal en 2021 por 19ª vez desde 2002.
E
l patio de Pastora, 2 “es el fruto del estudio de la historia de los patios de Córdoba”, tal y como insiste su propietario, Rafael Barón. “Para darle forma, estuvimos varios años recopilando piezas de casas viejas que iba la gente derribando, e incorporándolas a nuestra casa; así recuperamos rejas, puertas, columnas o suelos”, detalla. Pastora, 2 era una antigua casa de vecinos, “en la que vivieron hasta siete familias. Lo fue hasta que en 1979 la adquirió por completo un señor que la derribó para montar un tostadero de frutos secos y un almacén con la idea de construirse luego su propia casa; más tarde, ya con los planos hechos, cambió de idea y me vendió el solar en el que había convertido el edificio”, explica. Tras la adquisición, Rafael inició las obras del que sería su hogar en diciembre de 2000 y las concluyó en fe-
brero de 2002. “En mayo de ese mismo año ya pusimos el patio a concurso”, añade. “Para el diseño del patio hemos realizado una labor de investigación de cómo eran, qué tenían y cuáles eran los elementos típicos de los patios cordobeses a lo largo de la historia; luego, hemos adaptado esos elementos al espacio que teníamos”, insiste Rafael. Una de las dependencias destacables del recinto es el zaguán, uno de los más grandes de los que se pueden encontrar en los patios cordobeses que se presentan a concurso. “Siempre he pensado que debía de ser una de las partes importantes de la casa; podemos decir que lo hemos hecho cristiano, comunicando directamente la puerta de la vivienda con el patio a través de un arco de medio punto de proporciones servianas, sujeto por dos columnas de mármol con capiteles de piedra negra del siglo XVIII típica de Córdoba”, detalla. Curiosamente, las dos columnas
las consiguió en Andújar (Jaén) y Antequera (Málaga). “Pero son cordobesas”, insiste. Los suelos también están inspirados por la tradición. “Tenemos tres tipos de solerías típicas: barro cocido, chino cordobés y losas de mármol”, relata. Este último tipo de suelo está conformado por mosaicos rojos, blancos y negros. “El mármol negro que lo compone es de Carcabuey, como el que se usó en la Mezquita”, explica. Y no menos tradicionales son la fuente y el pozo califal que el matrimonio –compuesto por Rafael Barón y María José Gallego– recuperó durante la obra de la casa y que tiene un brocal del siglo XI. Otras piezas recuperadas en esa obra, las piedras calizas que servían de sillares a la antigua casa de vecinos, componen ahora el arriate del lado izquierdo en el que está situado la fuente, mientras que el recinto presenta una escalera en forma de u muy grande, “un ejemplo de las que
había en las casas de vecinos y que se construían en el patio para no robarle espacio habitable a las viviendas”, comenta. Una de las singularidades más destacadas de Pastora, 2 es su capilla a modo de las que había en los patios cordobeses señoriales, en las casas nobles, “como la que tenía el Palacio de Viana”, añade. “Antes de construir la casa, tenía la imagen de la Virgen de la Salud y quise buscar un lugar en el que ubicarla remontándome a la época romana, en la que no faltaban en este tipo de recintos los oratorios o las aras, en las que se rendía culto a los familiares desaparecidos o a los dioses, y que estaba en el patio principal o atrium”, relata este enamorado “desde chico” de los patios. “De hecho, mi abuela vivía en una casa-patio en la calle El Viento, en Santiago, y mi ilusión siempre fue buscar como hogar una casa con patio; no tuve la suerte de encontrar una antigua conservada,
pero es lo mismo, puesto que hemos conseguido una recreación que para nosotros es muy importante, ya que al fin y al cabo es como un hijo nuestro”, apostilla. Pastora, 2 también es singular en lo que a flora respecta. “Esa singularidad se la dan los tres árboles que siempre han sido muy típicos en esta parte de la ciudad, la Axerquía, zona en la que se ubicaban los huertos más grandes de la época califal; los plantamos rememorando las culturas de Córdoba”, detalla. Esos tres árboles son el laurel, “que simboliza la cultura romana”; el naranjo, “la árabe”; y el olivo, “la judía”. Además, a esa singularidad se suman, “cómo no”, gitanillas y geranios, y una muy enorme variedad floral, en la que destacan las buganvillas; especies tan raras como clemátides, “unas plantas asiáticas que, aunque es muy difícil su cultivo, aquí se han adaptado muy bien”; o las bulbosas, “que florecen sólo una vez al año y que
Pastora, 2 “es el fruto del estudio de la historia de los Patios”, segú n destaca su ciudadory propietario, RafaelBarón
a nosotros nos gustan mucho, tanto que tenemos amaryllis, flor de lis o allium, entre otras”, comenta, para añadir que “en la parte de sombra hemos colocado, por ejemplo, cintas, helechos, clivias o begonias”. La tradición de los patios cordobeses también está reflejada en Pastora, 2 en el color de las macetas que pueblan el patio, el añil. “Las macetas siempre se pintaron en los patios con pigmentos naturales; se usaba la almagra, el siena y el añil, que trajeron los árabes y que puro es un gran repelente de insectos. Se enjalbegaba y se le daba con añil a las macetas para conseguir desinfección y desinsectación, pero el problema venía cuando llegaban las lluvias y el añil desteñía y manchaba las paredes, por lo que se optó por pintarlas con pintura, algo que no comparto, porque es horroroso”, puntualiza Rafael. Él ha preferido investigar y tras muchas pruebas y mezclas ha conseguido ese pigmento natural añil que buscaba para mantener la tradición. También en el patio, un mosaico de la Virgen del Carmen preside una zona en la que Rafael tiene su taller, un lugar en el que restaura obras de arte y en el que muchas veces permanecen atentos a su trabajo sus hijos, los pequeños María y Rafael. Su especialidad son los retablos y los pasos de Semana Santa. “Pertenezco a la Cofradía del Carmen y he estudiado en las Carmelitas Descalzas; eso se tenía que notar”, destaca. Y es que Rafael ha impregnado a su patio de un espíritu de cristiandad que le ha supuesto alguna que otra anécdota. “Cuando se cumplió el 350 aniversario de la Divina Pastora coloqué una imagen de ella en el zaguán y hubo quien me preguntó si era Carmen Sevilla con las ovejitas”, cuenta entre risas. “Además, algunas vecinas vienen a traerle flores, ropa u otros regalos a la Virgen de la Salud”, añade. El arte llama al arte y Pastora, 2 ha servido como plató de televisión y estudio de radio para la grabación o transmisión de programas, además de escenario de presentación de libros y discos. “Aquí, por ejemplo, Los Morancos han grabado uno de los episodios de Antonia y Omaíta”, relata el responsable, propietario y cuidador de este puzzle de piezas que indiscutiblemente componen la historia de los patios cordobeses.
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68 ISABEL II, 1
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Comunidad de vecinos de Isabel lI, 1. Montserrat Vázquez y José Sánchez / Julia Sesma y Rafael Jiménez / Raquel Jiménez y Juan Carlos Blanco
N Reconocimientos: ● 2º premio en 2018. ● 3º en 2010 y 2015. ● 4º en 2017. ● 6º en 2016 y 2021. ● Accésits en 2006, 2011 y 2012. ● Mención especial en 2013. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 17ª vez desde 2004.
uestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de la Esperanza observan, casi escondidos a la vista, el devenir diario en Isabel II, 1. Enmarcados sobre la escalera que sube a la planta superior del inmueble, el Gitano y la Gitana son testigos mudos de las vivencias de las tres familias que habitan la casa: Montserrat Vázquez, José Sánchez y sus dos hijos; Julia Sesma y Rafael Jiménez; y Raquel Jiménez (hija de los anteriores), Juan Carlos Blanco y sus dos pequeños. “Esos grandes cuadros están ahí porque somos muy de la Hermandad de la Esperanza”, insiste Rafael. Muy cerca de esas instantáneas de los rostros de esas imágenes que tallara a mediados del pasado siglo Juan Martínez Cerrillo, una pequeña escultura de San Rafael habita en una de esas capillitas que hace décadas eran veneradas de casa en casa y que ahora descansa junto a un patio “con
muchísima vida”, puntualiza Montserrat, quien insiste en ese espíritu de convivencia que inunda el recinto. “En todos los patios no se organizan al cabo del año las fiestas y celebraciones que organizamos nosotros en el nuestro”, recalca. Una inscripción árabe en la fachada de Isabel II, 1, Al-yumn (el patio de la felicidad), avisa al visitante de lo que se va a encontrar en el interior. Algo más abajo, a un lado de la puerta de entrada, una placa de mármol recuerda que el pintor Rafael Botí fue uno de los notables inquilinos del inmueble en la época en la que era una casa de vecinos en la que se repartían “muchas familias”, asevera Rafael. “Esta casa era mucho más grande y llegaba hasta la plaza Regina, ya que formaban parte de ella también las dos primeras viviendas que hay hoy junto a esa plaza”, explica Julia, quien junto a su marido llegó a Isabel II, 1 tras la rehabilitación que sufrió el inmueble a finales de la pasada década de
los 80. Montserrat y Pepe se sumaron un poco después al vecindario de ese edificio que han impregnado de cultura árabe. Han introducido incluso réplicas de elementos de Medina Azahara. “Es el caso de la propia fachada o de la entrada del portal”, que cuenta con unas cenefas exactas a algunas de las que hay en esa ciudad palatina o áulica que mandó edificar Abderramán III, tal y como apunta Montserrat. “A este patio que, aunque reformado, mantiene su estructura arquitectónica primitiva, aparte de las vigas de madera antigua y de los tejados del mismo material, le sienta muy bien lo árabe, tal y como nos dijo una arqueóloga”, añade. Julia además lo ha teñido con tinte con denominación de origen musulmana, “con añil que ha traído expresamente de Marruecos”, detalla Montserrat. Ese tinte azulado colorea la balconada, vigas y macetas en las que crece una colorida y variada flora y en la que destacan
las begonias, “que son las plantas más artísticas del patio”, sentencia Montserrat. “Nuestro gran éxito son las gitanillas, tantísima gitanilla no la ves en todos los patios”, añade. “También llama mucho la atención, por el olor y la vistosidad, el jazmín de Madagascar”, puntualiza Julia, mientras su yerno, Juan Carlos, no olvida destacar la grandilocuencia de la marquesa, que permanece junto a unas rejas. La también llamada orejas de elefante o alocasia llegó a ser tan desmadradamente inmensa que “te comía toda una pared del patio, llegaba hasta la balconada de mi hija”, relata Julia. Ahora, la marquesa no es ni una sombra de lo que fue. “Obviamente, en el patio vamos cambiando año a año algunos tipos de plantas y también dependiendo de la temporada”, señala Juan Carlos, a la par que su suegra resalta la belleza que impregnan al recinto geranios, hortensias, camelias, jazmines morunos u especies con aroma singular, como distin-
tos tipos de malvarrosa, “que huelen a canela, limón y hasta a coca-cola”. En esta casa de tres viviendas articuladas por un patio con suelo de chino cordobés, porticado con tres arcos de ladrillo visto, son insignias arquitectónicas propias un elemento relacionado con el arte islámico en forma de capitel de avispero califal del siglo IX y otro capitel visigodo del siglo VIII. Sobre columnas romanas, sus fuertes basas y fustes sostienen buena parte de la planta superior, “a la que cuando llega el buen tiempo se le quitan los cristales y luce impresionante repleta de macetas de gitanillas”, comenta Rafael. Tan impresionante como las artesanales fuentes que ellos mismos montan, por ejemplo, con tejas también árabes y con bomba al estilo “de las que aparecen para sacar el agua de los pozos en las películas del oeste”, indica quien la encontró en un contenedor de basura en La Magdalena, Juan Carlos.
El patio de Isabel II, 1 cuenta con columnas con capiteles de avispero islámico, califal yromano
“Todos los años intentamos cambiar la decoración de cara a la Fiesta de los Patios, tratamos de darle un colorido distinto”, resalta Julia. Esos días de fiesta son especiales en Isabel II, 1, son días en los que se vive prácticamente en La Sacristía, una dependencia ubicada junto al patio, y decorada con mobiliario muy a la andaluza, en la que se comparten muy cordialmente ríos y ríos de vino fino con amigos y visitantes. “Tras cerrar el patio al público, continúa la fiesta”, cuenta Julia, quien añade que “disfrutamos de La Sacristía, como del patio, todo el año. En Nochebuena, por ejemplo, aquí comemos al mediodía unas 80 personas; Montse prepara un potaje con más de cinco kilos de garbanzos y cada uno de los amigos trae lo que puede”, explica. “Mi hija y mis nietos disfrutan así de las nochebuenas y de otras fiestas tal y como se vivían antiguamente en los patios”, añade. El Gitano y la Gitana, también.
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70 DUARTAS, 2
(Arquitectura moderna, dimensión mediana)
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Mantenimiento: Isabel Luque Moya
Reconocimientos: ● 4º premio en 2019 ● 6º en 2017 y 2021 ● 8º en 2016 ● Mención especial en 2010 ● Accésit en 2011 y 2012 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 9ª vez desde 2011
l patio de Duartas, 2 es la representación de una unión singular entre la nueva construcción y la tradicional casa de vecinos, caracterizada por una galería, una escalera frontal, fuentes y arriates repletos de árboles frutales. Su superficie rectangular invadida por más de 400 macetas lo convierte en uno de los patios con mayor variedad floral, una variedad que va desde las gitanillas más antiguas hasta las más exóticas variedades de plantas aromáticas, todas ella unidas en un hermoso rincón andalusí. El patio de Duartas, 2 pertenece a una vivienda que era antiguamente una casa de vecinos y que en la década de los 90 pasó a ser una casa unifamiliar. El zaguán presenta diversos elementos decorativos, como obras de Julio Romero de Torres, imágenes de San Rafael,... Además, dicho zaguán desde el año 2016 dispone, como mejora, en el suelo el típico enchinado cordobés y comunica directamente con el patio mediante un gran arco de medio punto. Para la familia –los Álvarez Luque–, el patio es una habitación más de la casa, como refiiere Isabel Luque Además, el número 2 de la calle Duartas es todo un ejemplo de que nadie abandona para siempre este mundo, de que la memoria de los que se van sigue muy viva y muy presente entre los suyos, como la de Luis Álvarez, hijo de Isabel. Luis, hermano de Ignacio, quien regenta el patio de San Basilio, 14, era la alegría de Duartas, 2, un patio donde reposan las cenizas de Luisa, madre de Isabel y abuela de
Luis e Ignacio –o Nacho, como se le conoce–. Luisa quería de alguna manera compartir las frecuentes reuniones familiares que se desarrollaban en Duartas, 2, y que eran herederas de las que antes tuvieron lugar en el patio del número 24 de la cercana calle Postrera, domicilio que la madre de Isabel compartía con su marido, Baldomero Luque Moreno El Meri. Para la familia de Luisa y Baldomero, era cita obligada ir a desayunar sábados y domingos a Postrera 24 y después permanecer horas y horas en la casa de los abuelos para regar la convivencia familiar con cerveza o lo que terciase. Cuando la madre de Isabel se puso enferma, trasladaron esos encuentros a su casa, en la que además han celebrado los bautizos y cumpleaños de sus dos hijos. Las cenizas de Luisa reposan sobre un pozo ciego entre dos arriates y junto a un limonero y están constantemente acompañadas de las flores que siempre le han gustado. Cuenta Isabel que a su madre le gustaban mucho las alegrías, los pensamientos…y, que al contrario que a su padre, no le agradaban nada los coleos. De ese patio de aquella casa de labranza –Postrera, 24– en la que el Meri tenía además su ebanistería, Duartas, 2 ha heredado esas plantas, además de helechos finos, una costilla de Adán, una oreja de elefante, una gran buganvilla, un pacífico, pilistras que acumulan muchos años y un gran geranio al que el paso del tiempo ha hecho muy basto y duro, tal y como detalla Ignacio. Isabel sigue la tradición de su madre, la de los patios clásicos, y,
como ella, combina con cuidado la vegetación de sol y la de sombra y no sólo coloca geranios y gitanillas; a ella le gustan mucho las begonias, los miramelindos y la alegría de la casa, además de la enredadera pasionaria, los claveles y dos tipos de naranjo (andaluz y chino) que también crecen gracias a su cuidado.. Los Álvarez Luque viven desde 1979 en Duartas, 2, antigua casa de vecinos que compraron ya rehabilitada, pero que, no obstante, han continuado reformando. El patio, por ejemplo, era central y lo han convertido en lateral. En él se nota, al igual que en toda la casa, la mano de herrero de Ignacio Álvarez, marido de Isabel. Una artesanal barbacoa, la puerta de entrada, barandillas y las columnas y vigas que sostienen la parte superior del recinto son buena prueba de ese buen trabajo con el hierro del marido y padre. Columnas y vigas que, como las macetas, están pintadas de un color parecido al negro pero que en realidad es verde carruaje; color omeya. Porque, como el traje ceremonial omeya, el patio tiene el blanco como fondo, salpicado de este tipo de verde y de un dorado que no se ve con tanta flor. De esta forma, los Álvarez Luque mantienen su pequeño jardín de Duartas, 2 vestido con sus mejores galas como homenaje permanente a los padres de Isabel, de los que se acuerdan mucho al igual que de su hijo Luis, en lo que es un ejemplo claro de que nadie abandona para siempre este mundo, de que la memoria de los que se van sigue y muy presente entre los suyos.
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72 PARRAS, 6
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Rosario Cantillo Albán
Reconocimientos: ● Mención de honor en 2018. ● 1º premio en 1969, 1976 y 2015. ● 2º en 1974 , 1977, 1978, 2010 y 2011. ● 3º en 1949, 1980, 2003, 2004, 2005 y 2016. ● 4º en 1972 y 1979 ● 5º en 1975. ● 6º en 1971, 1973 y 2014. ● 7º en 2021. ● 8º en 2017 y 2019. ● Accésit en 2002, 2006, 2007 y 2013. ● Premio a la conservación arquitectónica en 2001 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 33ª vez desde 1949.
E
n el patio de Parras, 6 se respira poesía, la que destila su abundante y muy peculiar flora gracias a los cuidados diarios de Rosario Cantillo. Es más, Parras, 6 parece, por lo que atesora entre sus galerías con artesonado de madera, una casa-museo montada por Chari –como familiarmente la llaman– y por su querido Juan Antonio (Lucena López), su marido, que hace pocos años que se le fue. Chari tiene constancia de que arquitectónicamente el inmueble data de “aproximadamente 1530”, dice, y de que antes que casa de vecinos fue parte de un cuartel, un hospital y un convento; mientras no hace falta que recuerde, porque ya da fe de ello una placa colgada en su fachada, que en ese edificio nació el poeta Pablo García Baena. “Conocemos la fecha aproximada de origen de la casa gracias a que la hemos deducido de un libro de donaciones escrito en castellano antiguo”, explica. “Yo nací en la calle Parras, pero fue en la casa de enfrente, a la que se vino mi madre de novia en el año 32, y con 15 años aprendí a
coser en este patio con la que era entonces la dueña de esta casa, que era como mi madrina; eran tres hermanas, una modista, una costurera y una sastra”, relata. Luego, en 1968 se casó y se estableció en Parras, 4 –numeración que tenía hace décadas el que hoy es su hogar–, “aunque de nuevo me mudé a la casa de enfrente hasta que en 1999 me vine definitivamente aquí”, explica. Fueron tiempos de alquileres de habitaciones los vividos por Chari y Juan Antonio, “que entró en Telégrafos con 14 años y se jubiló en Correos”, detalla. El matrimonio acabó teniendo “tres varones y dos hembras”. Ahora, dos de ellos, Francisco Javier y Rafael, le echan una mano a su madre a la hora del trabajo en el patio. Desde que perdió a su marido, ese lugar en el que compartió tanto con él, que vio crecer a sus hijos y que ahora es recinto de juegos de sus nietos, es su oasis de evasión. En él pone su corazón y le ha ayudado a entender que la vida sigue. “En aquellos tiempos en los que aquí vivían unas siete familias éramos felices a pesar de las calamidades, porque nos conformá-
bamos con poco; éramos felices con un trozo de pan con aceite”, insiste. “Además, nos preocupábamos unos vecinos por otros, tanto que si alguien tardaba más de un día en salir de su habitación ya estábamos llamándolo para ver si le pasaba algo. Ahora tampoco me puedo quejar, porque tengo la suerte de que los vecinos de la calle Parras somos todos como una gran familia”, añade. Poco ha variado arquitectónicamente con los años el patio, según explica, “tanto es así que cuando viene Pablo García Baena, que se marchó de aquí con 7 años, dice que está como lo recuerda en su niñez; lo único que le he quitado son las pilas de lavar y el váter común que tenía”, puntualiza. De aquellos tiempos color añil también recuerda que “nos juntábamos todos los vecinos de fiesta y, como no teníamos nevera, metíamos las copas en un cubo que sumergíamos en el pozo, que tiene el agua a unos 15 metros de profundidad, un agua que en invierno está templada y helada en verano”. Precisamente, como ella defiende, el pozo es una de las joyas del recinto. “No me
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han sabido decir de qué época exacta data, tan sólo sé que es medio romano y medio árabe”, sostiene. El agua de ese pozo es como rima asonante que alimenta a ese vergel de poesía en el que reina una majestuosa hortensia en un escenario único, en el que a las galerías de artesonado de madera se suman arcos de ladrillo visto y suelo de bolos típico cordobés. “Una hortensia como esta no la tiene
nadie en Córdoba; está en el suelo y echa muchas flores”, cuenta orgullosa, tan orgullosa como también lo está de una gran esparraguera fina de unos cuatro metros de altura y de un limonero del que revela que “echa unos limones que aliñan muy bien y le dan un sabor agrio especial a eso que antes llamaban cubatas y ahora llaman cacharros”. La esparraguera fina recibió en 2010 el premio a la planta más singular, otorgado por
En el patio de Parras, 6 se respira poesía, la que destila su abundante flora de tonos verdosos
el Ayuntamiento. “El gran tamaño conseguido en el ejemplar, su manejo como planta trepadora y su lugar en la composición, adornando un muro ciego y enmarcando con suavidad y finura un elemento”, fueron los motivos por los que se reconoció a la esparraguera criada por Chari, un tipo de flora procedente del Sur de África e introducido en la jardinería cordobesa alrededor de 1876. “Gracias a periódicos y revistas de la época tenemos constancia de que el primer año que el patio participó en el concurso municipal fue en 1949. Más tarde volvió a competir en 1969, año en el que consiguió uno de sus dos primeros premios, concursando ininterrumpidamentehasta1980.Desdeentoncesnolo presenté hasta 2001”, cuenta. Como cuentan sin hablar la hortensia, la esparraguera, el limonero y el resto de sus plantas que quien les proporciona ese ambiente por el que se respira poesía es Chari, que diariamente les da a beber de ese pozo el agua de vida que les embriaga de fuerza la savia, mientras agradecen ese trabajo incansable, por amor a su patio y a lo que significa, de la propia Chari.
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74 SAN JUAN DE PALOMARES, 8
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Gabriel Castillo Prieto y Julia Cordero Pino
Reconocimientos: 4º premio en 2017 y 2018 ● 5º en 2019. ● 7º en 2021. ● Accésit en 2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012. ● Mención especial en 2013. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 15ª vez desde 2006
S
an Juan de Palomares, 8 destila arte. “Este patio está inspirado en el maestro y por el maestro”, comenta Gabriel Castillo. Se suele mostrar así de categórico cuando se le pregunta por los elementos que componen ese pequeño museo arqueológico en el que ha convertido a San Juan de Palomares, 8. Gabriel se refiere a su tío, el prestigioso imaginero y escultor cordobés Antonio Castillo Ariza. “Él fue quien compró esta casa casi a mediados de los 80 y quien comenzó a transformarla en lo que es ahora”, insiste sobre la persona a la que la Semana Santa cordobesa le debe imágenes únicas como las del Cristo de la Agonía, el Señor del Pren-
dimiento o Nuestra Señora del Mayor Dolor. Armado con la maza del buen gusto, el maestro Castillo Ariza renovó por completo un espacio en el que arquitectónicamente hubo “varias cocinillas y pequeños callejones de medio metro”, pertenecientes a una casa de vecinos, “en la que incluso llegaron a vivir 11 hermanos en una de las habitaciones”, comenta. Fue el paso previo a la talla arquitectónica de un singular recinto en el que se reparten piezas de “todas las culturas que han habitado Córdoba a lo largo de los tiempos”. Hay desde lucernarias árabes hasta aceiteras romanas, bustos, columnas o capiteles. También instaló en él un taller en el que ahora continúa como restaurador de obras de arte su
discípulo y sobrino, Gabriel, junto a su hermano. “Mi tío fue quien nos enseñó el oficio a mí y a mi hermano Luis, o Antonio, ya que él lo bautizó con su nombre al ser su padrino, aunque en su DNI aparece como Luis; las cosas de los antiguos”, apunta Gabriel, quien insiste a modo de coletilla que, “lo mires por donde lo mires, se nota que este patio es fruto del espíritu de un artista; es un patio con arte y solera”. Del anterior taller, que estaba ubicado en la calle Velasco, Castillo Ariza se llevó las columnas que destacan ahora en San Juan de Palomares, 8. “Él fue quien comenzó a decorar el patio; la fuente, por ejemplo, la diseñó más o menos con pedazos de restos de piletas de agua bendita de las que había en alguna que otra iglesia, colocando
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en la parte de arriba una moldura romana y encargándole la boca surtidora a un fontanero amigo suyo”, relata Gabriel, para añadir que “la parte baja es una composición de un remate de una subida de escalera”. No obstante, cuenta que el maestro no llegó a ver tal y como está ahora ese elemento característico de San Juan de Palomares, 8 que corona un triunfo de San Rafael en relieve. El Custodio preside un patio en el que el suelo conserva el pavimento de cantos vigilado por un gran pacífico de unos ocho metros –uno de los más grandes de los que se puede encontrar en Córdoba– que se levanta estirado componiendo otro de los elementos singulares del recinto. “También destacan en la parte del portal principal las losas del suelo que conforman la solería, que son
del antiguo convento de los dominicos, de San Agustín; las recogimos cuando lo estaban restaurando”, añade sobre una casa que “fue de muchos en su día, y que puede datar del siglo XIX; sus pilares, que son los originales, lo delatan”, afirma quien de su labor restauradora ha dejado constancia en, entre otros lugares del inmueble, en la antiquísima y hermosa puerta de madera de entrada a la casa, en las viejas vigas –que revistió de nogalina– y en los canalones –que tiñó de añil–. Aparte de un pilón comprado en Lucena –que servía para saciar la sed de los animales–, no falta el típico pozo –de estilo árabe y con brocal de hierro forjado– en este lugar del que cuentan “que tenía un tesoro escondido, y hasta se decía de él que en las habitaciones había fantasmas, que
parece ser que no eran otra cosa que los frailes novicios asomados por los respiraderos del tejado para poder ver a las muchachas, comentaban los antiguos”, apunta Gabriel. Entre sus elementos destacan también las más de 300 macetas de variadísimas especies que cuida Julia Cordero, su mujer. Muchas de ellas, de gitanillas y geranios. “De la flora, además del pacífico, también destacaría el limonero, los helechos o la flor de la cera”, resalta Julia, quien junto a su marido presenta el patio al concurso desde 2006. Y es que, como reitera una y otra vez Gabriel, quien se crió en otra casa patio, en la calle Montero, se nota que San Juan de Palomares, 8 “es fruto del espíritu de un artista; es un patio con arte y solera inspirado en el maestro y por el maestro”.
GabrielCastillo ha conseguido, junto a Julia Cordero, un patio inspirado en elimaginero Antonio Castillo
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76 MAESE LUIS, 22
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña)
Mantenimiento: Luisa García García Reconocimientos: ● 1º premio en 2011 y 2016. ● 3º en 2012, 2013 y 2014. ● 5º en 2019. ● 8º en 2015, 2018 y 2021. ● Accésit en 1999, 2003, 2006, 2008 y 2010. ● Mención especial en 2005. ● Premio a la planta singular en 2012 (por su limonero en espaldera) ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 22ª vez desde 1999
L
a vida de Luisa García es un constante modelar, una vida que respira un arte que no sólo plasma en su trabajo, sino también en la recuperación de la arquitectura clásica –patio incluido– de su hogar, el número 22 de la calle Maese Luis, una vivienda cuya primera escritura de venta data de 1803. “Perteneció al Mayorazgo de la marquesa de Alcañices”, cuenta Luisa, quien vive en ella –junto a su marido, Juan Antonio Gómez– desde finales del pasado siglo. La compró “en función” del taller de cerámica que instaló en el patio. “Buscaba una casa adecuada para poner en marcha el taller”, insiste. En ese lugar modela en arcilla o barro “de todo un poco” bajo el sello Taller de Cerámica Rakú, con el que comenzó su andadura en Córdoba en torno a 1984. Después de realizar diversas investigaciones en los distintos campos de la cerámica. Maese Luis, 22 fue también la sede –durante la Segunda República– del periódico El Sur, “cuyo director era íntimo amigo de Federico García Lorca, quien lo visitabafrecuentemente”, cuenta. Director y poeta, disfrutaban de largas tertulias en el patio mientras en ese lugar se modelaban artesanalmente crónicas y reportajes en papel en un inmueble “que cuando lo compré estaba muy tabicado, lo que quiere decir que habían cortado mucho espacio”, explica. De esta manera, sin prisas, pero sin pausas, Luisa está modelando arquitectónicamente su vivienda
volviendo a la estructura de un pasado en el que predominaba en ella la madera, y manteniendo el suelo hidráulico original, el alicatado también original del portal y un gran mosaico de San Rafael, que preside el patio, perdido entre las ramas de un gran limonero que se enreda en espaldera pegado a la pared. Un ejemplo de ese modelado arquitectónico es el torreón que ha recuperado, una estancia que en otro tiempo fue utilizada, entre otras funciones, para almacenar grano o como secadero de alimentos y que corona un corredor superior que está sostenido por neoclásicas columnas de forja de las que ya son difíciles de encontrar. “Cuando ese torreón de ventanas azul añil está lleno de gitanillas moradas, es una de las estancias más bonitas de la casa”, apunta Amparo, su madre. También sin prisas, pero con algo más de pausa, la responsable del Taller de Cerámica Rakú modela de año en año la vegetación del patio. Como si se tratara de una especie de arquitecta floral, va dibujando sus ideas, a medida que fluyen, en delineados esquemas sobre papel, para luego llevarlas a la práctica. “A la hora de ubicar las plantas en el patio, las ordeno intentando conseguir la combinación perfecta de colores, algo que cuesta muchísimo trabajo”, revela. “Por las columnas, por ejemplo, bajan todas las plantas del mismo color y la balconada de arriba va con cuatro colores cada una, siempre los mismos repetidos en los seis balcones”, añade. Atendiendo a esos esquemas,
Luisa explica que coloca muchas surfinias de temporada y gitanillas. “Una de las cosas en la que más empeño ponemos es en introducir flores que huelan mucho, que ambienten el recinto. El patio, además de estar bonito, debe oler muy bien, y eso lo conseguimos, por ejemplo, con el clavel de clavo, que es el típico clavel reventón andaluz, y con el jazmín”, insiste Luisa, quien prefiere darle un toque verdoso a ese pequeño jardín, en el que no faltan orquídeas, clivias y cintas, con las típicas pilistras, con helechos y con una gran y singular monstera que parece conversar con ese limonero en espaldera que en 2012 obtuvo el galardón a la planta singular en el concurso municipal de patios. El multipremiado pequeño recinto contiene también algún que otro elemento arqueológico regalo de algunos de los muchos amigos restauradores que Luisa tiene. Son los casos de un cuatriforio gótico, una balaustrada y una basa de columna romana, restos por los que parece que no ha pasado el tiempo. Tampoco parece haber pasado por el pozo que pretende recuperar Luisa. “Lo dejaremos sin brocal, a ras de suelo e iluminado”, sostiene. Precisamente, la luz es muy importante en ese jardín, tanto que “este patio gusta mucho por la noche; iluminado se ve impresionante”, apunta. Antonio Gala puede dar buena cuenta de ello. El escritor ha sido siempre un asiduo a Maese Luis, 22 atraído por ese constante modelar que es la vida de una ceramista.
SAN BASILIO, 20
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Juan Jiménez, Isabel Martínez y Francisca Hidalgo
Reconocimientos: ● 7º premio en 2019. ● 8º en 2021. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 8ª vez desde 2004.
P
ara Juan Jiménez y su pareja, Isabel Martínez, su patio, el del número 20 de la calle San Basilio, es pasión. La madre de Juan, Francisca Hidalgo, ha convertido ese patio en un mini museo en el que da rienda suelta a su gran pasión, la arqueología. “Hice la especialidad de Restauración Arqueológica en la antigua Escuela de Artes Aplicadas”, detalla. Ese pequeño recinto es un acopio de históricos capiteles y columnas de distintas épocas. Y también tiene joyas salidas de sus propias manos, como un gran mosaico con forma circular similar a aquel por el que se deslizaba una serpiente al inicio de cada capítulo de la clásica serie televisiva Yo, Claudio, basada en la obra publicada en 1934 por Robert Graves, en la que éste analizaba la vida del emperador romano que sucedió a Calígula. “Es una reproducción idealizada, copiada, pero muy cambiada; era una medusa con la cara muy impactante a la que le he agrandado sus pequeñísimos ojos y boca y cortado un poco el mentón de su redondeado rostro”, explica. . Nacida en Fernán Núñez, Paqui –como familiarmente se la conoce– se mudó a Córdoba para estudiar Enfermería. De la Campiña Sur se llevó una idea fija hasta la
capital: quería vivir en una casa y no en un piso. Hasta que la consiguió, residió en el Sector Sur. “Esta casa era del Obispado; la compramos entre mi hermano Juan y yo, la restauramos intentando conservar lo máximo posible y la dividimos en dos”, cuenta. En esa división, construyeron un muro que separó el patio original, al que daban todas las habitaciones del edificio, en dos patios exactamente iguales en dimensión. “Luego, pusimos una cristalera en la galería de nuestra parte de patio para aislarnos de los fríos del invierno”, apunta. Muy cerca de esa vidriera, un limonero trepa de manera torpe por la pared siguiendo las órdenes dictadas por una vieja técnica árabe con la intención de que, en eserecintotanpequeñito,“alestar en espaldera, quite poca luz y refresque la pared en verano”, relata. “Es un patio pequeñito, por lo que no tengo muchas macetas, ya que si no daría la sensación de que se me va a caer encima; además, intento no tapar los elementos arqueológicos, por lo que los tiestos están estratégicamente puestos y le dan un poquito de color, sobre todo verde, al recinto, pero no en exceso”, añade. Con esa estrategia de la colocaciónvegetalporbandera,lahiedra trepadora, por ejemplo, esconde parte de una columna romana sin deslucirla, y respeta el espacio que
ocupa en el muro una fuente conformada como un singular puzle arquitectónico. “La parte de arriba de la fuente es un abrevadero –detallaPaqui–,mientrasqueenla de abajo hay distintos materiales de acarreo comprados de casas quehanderrumbado”.“Esunacopia de la fuente que hay en la CuestadelBailío”,puntualiza.También otrasplantas–comohelechos,costilla de Adán y azaleas– respetan el espacio de un pozo árabe al que castigó el paso del tiempo. El mismo paso del tiempo había tapado en el techo del zaguán-galería el colorido de un artesonado cuyo dibujo de siglos ha recuperado gracias a su amor por el arte, al igual que ha devuelto a la vida un trozo de mosaico romano que ahora cuelga de las paredes del patio y que permanecía escondido como material de relleno en uno de los murosderribadosdelaantiguacasa. En las tareas de cuidar el patio es fundamental el trabajo de su hijo, quien se esmera a la hora de prepararloparaelconcursomunicipal. Para ella, el mayor tesoro de ese recinto porticado –en el que además ha colocado suelo con losas de chino cordobés y barro y zócalo con delfines y ladrillos visigodos– es “la tranquilidad que me proporciona; me da una paz inmensa el simple hecho de sentarme a contemplarlo. Es muy vivido y disfrutado”, revela.
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78 ZARCO, 15
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Juana Romero Gómez
Reconocimientos: ● Accésits en 1994, 1997 y 1999. ● Mención especial en 2007 y 2021. ● Iluminación natural en 1998. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 21ª vez desde 1993.
J
uana Romero ha convertido el patio del número 15 de la calle Zarco en la continuación de aquel inmenso jardín rural que tenía en su segundo hogar de casada en Fernán Núñez, aquel –que como éste– su marido, Juan Jiménez, le construyó para que disfrutara de su gran pasión, las flores, un amor heredado de su madre, Joaquina Gómez. En Zarco, 15, domicilio de los Jiménez Romero desde 1981, Juana conserva, entre otras plantas de Joaquina, un vetusto ficus. El ficus convive con un llamativo rosal, de cuyo tronco brotan flores blancas, amarillas y rojas sangre con pintas. Ambas plantas forman parte de un vergel en el que también hay begonias, claveles, gitanillas, geranios, geranios chinos, hortensias, costillas de Adán, clivias, chefleras, cintas… “En fin, mucha variedad; se puede decir que tengo de todo, por lo que ahora lo que quiero incorporar son flores raras”, insiste Juana, para añadir que “compro todas las plantas raras que veo y cuando van envejeciendo les saco esquejes y los siembro para que salgan nuevas; no obstante, mi mayor tesoro son las plantas de mi madre”. Juana recuerda cómo al llegar la hora de mudarse a vivir a Córdoba siguió el consejo de su hermano, “que me dijo que no me deshiciera de mis flores, que se las dejara a él hasta que pudiera traérmelas; y eso fue lo que hice..
Tras ese traslado a Córdoba, los Jiménez Romero se establecieron con sus tres hijos mayores en un piso de Virgen de los Dolores, hasta que Juan –constructor de profesión– levantó sobre el solar de lo que fue una antigua casa de vecinos el que debía de ser el nuevo hogar de la familia. En esta nueva casa crecieron Ana, Paqui, Sebastián y Laura –los hijos del matrimonio– disfrutando de un patio en el que arquitectónicamente destacan ocho arcos de ladrillo visto que descansan sobre los capiteles de las finas columnas de fuste liso que rodean un recinto que está pavimentado con losa de barro y en el que sobresale una fuente adosada a un pilar, sobre la que reposa la figura pétrea sentada de un niño de cuyos labios brota agua. También destacan pequeños capiteles de distintas épocas sobre los que descansan algunos tiestos, ánforas y piezas de cerámica clásica y una singularísima arma de artillería –exactamente un cañón– del siglo XVII. Desde el patio se divisa la terraza, o planta de maternidad vegetal, repleta de tiestos en los que nacen las flores que siembra Juana gracias a su intensa dedicación para conseguir gestaciones perfectas en la que invierte dosis y dosis de paciencia, la misma paciencia que emplea en otra de sus grandes pasiones, la confección artesanal, con chapas de latas de CocaCola, al estilo crochet, de pre-
ciosos y artísticos bolsos, carteras, monederos y otro tipo de complementos, un laborioso trabajo del que son testigos mudos su urbanita jardín. “Decidimos empezar a concursar casi por casualidad –explica– después de que mi marido lo propusiera y mi hija mayor y su entonces novio decidieran echarme una mano, algo a lo que se sumaron mis otros dos hijos mayores; mi chica aún no había nacido. Esa ayuda les supuso que les repartiéramos el dinero de la participación para que lo gastaran en la Feria. No obstante, eso de subir las flores a la terraza, bajarlas y ponerlas, me tocó a mí”. “Supone mucho trabajo, pero es una satisfacción cuando la gente te dice un simple qué bonito tienes el patio o un está precioso; eso es impagable”, añade. Ella mantiene muy bonito todo el año su bello vergel de arcos de ladrillo visto de tipo carpanel, un patio que San Rafael custodia viviendo en un azulejo y cuyo suelo a dos niveles está construido sobre un sótano. Tan sólo hay que pasar por la puerta de Zarco, 15 para ver lo precioso que luce el recinto desde la calle, cuenta Juana, encantada tras haber convertido ese patio del número 15 de la calle Zarco –su segundo hogar en Córdoba– en la continuación –y versión urbanita– de aquel inmenso jardín rural que tenía en su segundo hogar de casada en Fernán Núñez.
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80 CÉSPEDES, 10
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Rosario e Ildefonso Torrealba Mérida
Reconocimientos: Mención especial en 2011 y 2021. ● Premio al patio singular en 2014. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 18ª vez desde 1967.
C
omo si se tratara del omnipresente Gran Hermano que definió George Orwell en su novela 1984, ese ojo que todo lo ve, los ojos de la Mezquita han contemplado, sin perder detalle, ubicados como vigías en ese cielo que se divisa desde el patio de Céspedes, 10 casi todo lo que en ese recinto con alma de verde clorofila y espíritu castrense ha acontecido a la familia Torrealba Mérida. La majestuosa torre campanario de la Catedral –como Rosario y Loli, las dos mujeres de esta familia, explican– forma parte indisoluble de la estampa de este patio. “Desde ningún otro se ve”, detallan. Lo único que ese Gran Hermano se pierde son las vivencias acontecidas cuando Rosario o Ildefonso –que son la mayor y el pequeño de la familia y quienes ahora viven en la casa– echan el toldo para protegerlo del calor. Han pasado ya muchas décadas desde que los ojos de la Mezquita
fueron testigos de cómo el patriarca de los Torrealba Mérida, Ildefonso (a quien llamaban Alfonso), se mudó a Céspedes, 10, tras quedarse huérfano en la Guerra Civil, para vivir con un tío suyo que era militar y que habitaba en esta casa “cuya primera inscripción en el registro de la propiedad detalla que data de 1768”, relata Rosario. Más tarde, en 1952, la Mezquita presenció cómo a ese hogar se sumaba Guadalupe, tras casarse con Alfonso, y cómo en 1953 se escuchaban las risas de una bebé, de la propia Rosario. Hasta en cinco años distintos vio pasar por ese patio a la comadrona para ayudar a traer a este mundo a los Torrealba Mérida. “Todos nacimos en esta casa –explica–, primero yo, y después mis hermanos Paco, Loli, Pepe e Ildefonso, al que también, como en el caso de mi padre, llamamos Alfonso”. Guadalupe siempre prefirió el tipo de patio verde, el repleto de plantas de pocas flores, aunque
hacía una excepción con gitanillas y geranios. Esas plantas adornaban un recinto de estructura cuadrada, en el que no falta una galería formada por dos arcos de ladrillo visto, que se convertía cada verano en una piscina improvisada para el disfrute de los pequeños “Era nuestra playa particular”, explica Rosario. La Mezquita no perdía detalle de cómo en ese espacio con pequeños arcos, que parecían algo así como sus propios hijos, por estar “pintados de un rojo oscuro” similar al de los del interior del monumento, “mi madre tapaba con trapos los caños y la flor de la regadera nos servía de ducha improvisada”, relata. Con la curiosidad propia de chiquillos, oían hablar a su padre de un lugar misterioso al que se accede por el patio y que siempre se ha escapado a la vista del Gran Hermano catedralicio. “La joya arquitectónica del patio –insiste Rosario– es el sótano, que entonces estaba prácticamente cegado
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por escombros y que mi hermano Alfonso ha ido limpiando”. En el sótano se han encontrado una pila de lavar de origen árabe, un pozo, un aljibe, una cocina y un pilón. Todos estos elementos le dan un aspecto único de bella catatumba de tiempos romanos. Entre juegos y vida plena estival a los ojos de la Mezquita, los Torrealba Mérida iban creciendo a la par que algunos de ellos se impregnaban del espíritu castrense del patriarca de la familia, “que era militar y trabajaba como ATS en el Hospital Militar de Córdoba; mi hermana Loli también trabajó en ese lugar”, explica Rosario, quien decidió hacer Magisterio. Tampoco Ildefonso siguió los pasos de su padre, pero sí lo hicieron Paco, “que está en la base aérea de San Javier, en Murcia”, y Pepe, “que es militar en Castellón”, cuenta Loli. Hubo un tiempo en el que no faltaban en el recinto las macetas pintadas, algunas de rojo y otras de gualda, “componiendo la ban-
dera de España”, y en el que Guadalupe las engalanaba con gran esmero año tras año para el concurso municipal. “Eso fue hasta que en 1971 mi padre cayó enfermo”, relata Loli. “No lo volvimos a presentar hasta después de que murieran él y mi madre; o sea, no volvió a entrar en concurso hasta 2010”, añade Rosario. En 2011 fue premiado con una mención especial. Desde entonces, de él se ha escrito que entre su variedad floral destacan jazmines, diamelas, gitanillas, buganvillas, geranios, damas de noche, helechos, hortensias, cintas, begonias...Con unas 200 macetas en las que se reparten 80 especies, cuentan que es el de mayor variedad por metro cuadrado. No falta un mosaico de San Rafael custodiando un patio que “no era de fuente, sino de pilón”, insiste Rosario, hasta que un día Pepe decidió regalar a sus hermanos una de dos platos, con motivos labrados, que llegó a Córdoba
La torre de la Mezquita adorna el cielo de este patio que pertenece a una casa que data de 1786
dividida en “pesadísimas piezas y que decidimos colocar en un rincón” con la intención de que no impidiera en verano despejar de macetas el centro del recinto y colocar una mesa sobre su suelo ajedrezado para hacer vida bajo las miradas de la Mezquita y de La mujer cordobesa que, inmortalizada por Julio Romero de Torres, posa con arte enmarcada en su cuadro agarrada a una guitarra y junto a una botella de vino de la tierra. No es lo único relacionado con el manjar heredado del dios Baco que hay en la casa. A otras botellas de caldos cordobeses, catavinos y pequeños barriles que pueblan el recinto, se suma la vinacoteca que Ildefonso ha montado en Céspedes, 10, “y que tiene una gran selección de los mejores vinos de España”, asevera Loli, mientras la Mezquita, como ese Gran Hermano que todo lo ve, sigue asomando perpetuamente su torre, como vigía, sin perder detalle de lo que acontece en el patio de los Torrealba Mérida.
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82 MARTÍNEZ RÜCKER, 1
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Comunidad de vecinos de Martínez Rücker, 1
Reconocimientos: 8º premio en 2016 ● Mención especial en 2008, 2011, 2012 y 2021 ● Participó en 2021 en el concurso por 18ª vez desde 1990
M
artínez Rücker, 1 se esconde de la Mezquita detrás de un pequeño pasillo que comienza frente a uno de sus costados y en el que una añeja lápida de mármol anuncia que en esa casa murió el 26 de julio de 1608 el “insigne literato, poeta, pintor, humanista, escultor y arquitecto” Pablo de Céspedes. Al fondo de ese pasillo, junto a lo que ahora es una cancela de entrada y que antes era un portón, una vieja silla de barbería invita al tiempo a detenerse a descansar con el deseo de que el visitante perciba que Martínez Rücker, 1 conserva algo más que una base arquitectónica de sus siete siglos de historia, conserva el espíritu del trabajo conjunto de las tradicionales casas cordobesas de vecinos. “Esta casa tiene siete viviendas; ahora sólo hay tres habitadas, aunque las otras cuatro tienen a sus dueños fuera y de vez en cuando vienen a dar una vuelta por ellas; todos los que hemos vivido en este edificio hemos colaborado a la hora de mantenerlo”, explica María de los Ángeles Plata. Cuando María de los Ángeles se instaló hace más de dos décadas en Martínez
Rücker, 1 “vivíamos de alquiler con rentas bajas; era un tiempo en el que parecía caerse a trozos, porque no era nuestra casa en propiedad y no le podíamos hacer los arreglos necesarios; más tarde, tuvimos la oportunidad de comprar cada uno nuestra vivienda y le hemos podido hacer mejoras a las zonas comunes gracias a los premios conseguidos en el concurso municipal de patios”, relata la mujer. Esas mejoras han mantenido con vida un espacio compuesto por seis arcos de medio punto sobre columnas cementadas, que dan paso a una galería que rodea parte del antiguo patio, cuyas paredes están adornadas por macetas teñidas de añil. “Es que el azul es un color que nos gusta”, afirma. También se ha incluido pavimento de chino cordobés sobre el que se levanta la joya de la corona, un pozo con brocal árabe “que es lo próximo que queremos reformar y cuya estructura es de, aproximadamente, el siglo XI”, sentencia María de los Ángeles. “Eso sí, siempre que se ha rehabilitado alguna zona del edificio, se ha hecho respetando el modelo arquitectónico que tenía antiguamente”, apunta la empresaria. Las tres familias arriman el hombro a la hora de mantener el
patio. No obstante, María de los Ángeles reconoce el gran esfuerzo que realiza Concepción Carmona, a la que su amor por él hace que venza todos los achaques que va acumulando la edad de quien ha estado trabajando ininterrumpidamente desde la adolescencia. “Ana (Gutiérrez), que lleva unos 25 años viviendo aquí, y yo tenemos nuestros negocios; estamos secuestradas por ellos y eso hace que no le dediquemos todo el tiempo que quisiéramos al patio, pero el esfuerzo de Conchi es digno de alabar. Cuida que a las flores no les falte agua, cuando hay que encalar, encala también”, reconoce María de los Ángeles. La vivienda de Conchi está escondida tras una gran hiedra que cubre casi toda una pared y que es la perla vegetal del edificio. “La hiedra es espectacular, se ha mantenido tras años de obras y deja con la boca abierta a quien visita el patio, en el que también destaca una antigua hortensia y las cintas, y en el que es normal que tampoco falten geranios y gitanillas”, relata la empresaria, quien insiste en que “las plantas viejas son las que perduran; de hecho, nos gustaría incluir más plantas autóctonas y no nos olvidamos del romero y la lavanda”.
El patio forma parte de una casa en la que en 1608 murió el célebre Pablo de Cépedes
“El trabajo en el patio me cura los dolores”, asevera Conchi, la decana de Martínez Rücker. “Llevo en este edificio 42 años; mi marido, Manuel, y yo nos mudamos aquí cuando mi Loli, la tercera de mis hijos, tenía apenas tres meses. Antes habían nacido mi Inmaculada y mi Manolo”, cuenta. En esa nueva vivienda traería al mundo más tarde a Rafael y a Rocío, niños todos ellos para los que el patio fue un perfecto escenario de juegos. Mientras los pequeños se divertían, su madre cosía a máquina
para convertir, a modo de hada madrina, retalillos en vestidos o faldas, ropa como recién salida de fábrica con la que vestir a las chicas; o confeccionaba a punto al aire libre alguna que otra bufanda o rebeca para ampliar el vestuario familiar. Todo ello en momentos en los que no le estaba echando una mano a Manuel en los negocios de hostelería en los que éste se había embarcado. Fue un tiempo de trabajo muy duro. “Éramos pobres, pero nunca nos faltó de nada y mis hijos siempre iban como un pincel;
además, si había algún desconchón en el patio, pues se tapaba”, relata. No olvida cuando religiosamente tocaba blanquear las paredes con cañas para tenerlas inmaculadas “y bonitas” para la Semana Santa, la Feria y el tiempo de verano. “Somos unos privilegiados; nos sentimos muy afortunados de poder vivir aquí”, resalta María de los Ángeles, quien tampoco olvida otros momentos de convivencia vecinal de compartimento de peroles o trabajo en el patio. “Recuerdo aquel año en el que David, un profesor universitario americano, que vivía de alquiler en el edificio, trajo a un grupo de muchachos de su país, que también residían en Córdoba, para que nos echaran una mano a la hora de embellecerlo; acabó todo en una gran fiesta. Los vecinos siempre hemos sido muy solidarios en este aspecto”, deja claro la empresaria, subida a una escalera de este recinto de macetas de color añil, sobre las que asoman tímidamente gitanillas y donde el tiempo permanece sentado en una vieja silla de barbería descansando muy cerca de una placa de mármol que recuerda que hace unos siglos Pablo de Céspedes también vivió allí.
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84 FRAILES, 6
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: Virginia Molina Moreno y familia
Reconocimientos:. ● Accésit en 2010 ● Mención especial en 2021. ● Participó en el concurso municipal en 2021 por 9ª vez desde 2009.
M
ucho tiene que ver la estética vanguardista del patio de Frailes, 6 con el viaje que hizo su dueña, Virginia Molina, a Santorini (Grecia) –donde quedó prendada de las casas pintadas de azul y blanco– y con la localidad marroquí de Chauoén. En Santorini soñó que tenía que vivir en una casa de ladrillo viejo y pintada de azul. Virginia acabó haciéndolo realidad, porque si por algo se distingue el patio de Frailes, 6 es por ese color que tiene mucho de blues. Ella cuenta que también lo tiene pintado de azul “por la herencia andalusí”, un azul que en forma de añil también tiñe las macetas. El patio de Frailes, 6 pertenece a una casa que atesora 400 años de antigüedad en la que llegaron a vivir cinco familias y que cuando Virginia y su marido, Pedro Urbano, la compraron, en 2005, estaba en ruinas. Cuando la adquirieron, Virginia y Pedro se
convirtieron en los albañiles que se propusieron poner a punto su hogar. Virginia recuerda que estaba toda la casa llena de azulejos blancos y que el pozo, que es del siglo “XV ó XVI”, y que les dicen que es mudéjar, y la columna romana, que es otra de las características del recinto, estaban pintadas con pintura plástica marrón. Les tocó, rehabilitarlas. Luego, tras la restauración, la cocina ardió, de ahí que Virginia acabó llamándolo el patio del Vesubio. La familia se puso como reto recuperar la casa como era antiguamente, como le recomendó a Virginia su padre, y lo consiguió. “Tengo ya más de 400 años. He visto pasar generaciones enteras y he sido reformada multitud de veces por personas de distintas épocas; cada una de ellas ha ido dejando una pequeña huella de su paso en mí. Los árabes me dejaron un pozo, los romanos unas columnas con las que me sostengo y un gran número de objetos que se encontraban enterrados
en mis paredes”. Selene, la hija de Virginia y Pedro, presenta así el patio en un cuadro que cuelga de una de sus paredes. En el patio también hay colgado un poema que escribió el abuelo de Virginia, Rafael Molina, a los Patios. Un poema que data de 1939, que es el primer poema escrito a los Patios y que ayudó a la familia a vivir, ya que los nueve hijos de Rafael lo vendían impreso en un librito llamado A tí Córdoba por distintos lugares de Córdoba para sacar algunas pesetas de la época. Tras la reforma de la casa, por un gran zaguán de paredes de ladrillo antiguo y piedra, se accede a un patio donde los elementos más característicos son un brocal de pozo árabe y una columna, además destaca una fuente de piedra en una de sus esquinas, y en otra, un banco también de piedra. Destaca también otra zona del patio en la que se conserva el muro original de mampostería de piedra y ladrillo sobre el que descansa un techo con artesonado de
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madera, mientras el suelo está pavimentado con losas de barro. No obstante, uno de los elementos característicos de Frailes, 6 es su singular y única escalera encalada, zona escogida por los visitantes para hacerse fotos. En sus escalones, cada año Selene, de la que su madre dice que parece una modelo de Julio Romero de Torres, escribía un poema. Al final, Virginia ha mantenido uno en caligrafía árabe que reza “Bajo mis pies, entre mis manos, desgarro el mundo”. Anteriormente a
ese había otro que rezaba “Sé que algún día tu mirada se convertirá en silencio y la mía en mil millones de versos”. Y es que Frailes, 6 es un patio de creadores y artistas, porque a Selene, poeta, se suma artísticamente el otro hijo de Virginia, Víctor, que es músico, un músico que ya tocaba la batería con cuatro años. La barandilla de la escalera es de materiales reutilizados, curiosamente son de unas rejas de la antigua vivienda. Con las tejas hicieron los focos que iluminan el
ElPatio del Vesubio es pura poesía, es un canto a Grecia y almundo árabe que atesora en su interiorun volcán cultural
patio de noche y donde ahora está la fuente hubo un pequeño aseo. En el patio, esas macetas de barro pintadas de azul añil contienen sobre todo geranios y gitanillas, pero también claveles, surfinias, begonias, bacopas, calateas, ficus, palmeras, cintas, helechos gardenias, camelias, buganvillas…en un recinto en el que destaca un limonero, la pluma de Santa Teresa y las margaritas. Un recinto en el que se suelen celebrar actividades culturales a lo largo del año.
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86 DIEGO MÉNDEZ, 11
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: Chari Ojeda Múrez y comunidad de vecinos de Diego Méndez, 11
Reconocimientos:. ● Premio al patio singular en 2019 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 5ª vez desde 2013.
E
l patio de Diego Méndez, 11 sonríe rejuvenecido mientras se prepara para ser anfitrión de juegos, una vez más, de las pequeñas María José, Eva María y Alicia, las tres niñas de la casa. El patio de Diego Méndez, 11 se siente mimado cuando las pequeñas ayudan a su madre, Chari Ojeda, a decorarlo con sus inocentes manos, que ya son amigas íntimas de geranios y gitanillas, “las plantas más numerosas, con diferencia, que tenemos”, comenta Chari. El patio de Diego Méndez, 11 luce orgulloso sus centenares de macetas salpicadas por paredes y suelo agradeciendo también el trabajo que le dedica José Fernández, quien parece que hubiera encontrado en ese recinto el elixir de la madura juventud. El patio de Diego Méndez, 11 se siente dichoso con las ocho familias que ocupan las nueve viviendas de la casa por la inyección de vida que aportan a todos los rincones de un inmueble, “cuya estructura se
remonta a 1770, aproximadamente”, relata Chari. El patio de Diego Méndez, 11 no ha olvidado aquel 1939 en el que participó por última vez en el concurso de patios organizado por el Ayuntamiento de Córdoba, certamen al que volvió en 2013 con nuevo aspecto tras el lifting al que lo sometió la rehabilitación llevada a cabo por la empresa municipal Vimcorsa, “una actuación que respetó la estructura a dos alturas de la casa” y que eliminó las pilas lavadero y el pozo, resalta la mujer. El patio de Diego Méndez, 11 se siente coqueto vestido de gala con una combinación de colores en la que destaca el rojizo carrusel de los ventanales y el verde omeya de unos canalones por los que baja un agua de lluvia que ansían, además de geranios y gitanillas, “surfinias, rayitos de sol, cintas, pilistras o petunias”, inquilinas, algunas de ellas, de macetas repartidas por un suelo amarronado de losas de barro que ha invitado para quedarse, a convivir en armonía con él, a un
gran rectángulo de baldosines de mármol blanco. El patio de Diego Méndez, 11 nota cómo a las flores que viven en esas macetas de color tiesto les hierve la savia cuando desde la casa de José escuchan a Rafael Farina, Juanito Valderrama o Antonio Molina. El patio de Diego Méndez, 11 se siente protegido por San Rafael quien, subido a un cuadro, cuelga descolorido de sus paredes por las heridas de su lucha constante contra un sol que amenaza a veces hasta con rayos de cuarenta y muchos grados a las plantas. El patio de Diego Méndez, 11 se cree ahora más alto desde que en parte de su antigua azotea se construyera la vivienda de Francisco Zurita Garrido, otro de los vecinos que también ha contribuido con su trabajo a hacer que vuelva a sentirse importante. El patio de Diego Méndez, 11 sonríe rejuvenecido mientras se prepara para ser anfitrión de juegos, una vez más, de las pequeñas María José, Eva María y Alicia, las tres niñas de la casa.
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88 GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS, 33
(Arquitectura moderna, dimensión grande) Mantenimiento: Carmen Valencia y Benito Raya
Reconocimientos:. ● 8º premio en 2018 y 2019. ● Premio al patio singular en 2017. ● Participó en el concurso municipal en 2021 por 9ª vez desde 2012.
L
a actual Gutiérrez de los Ríos, 33 se hizo carne casi en el umbral del siglo XXI concebida por el deseo de Benito Raya y Carmen Valencia de habitar en una casa con patio. “Residíamos en un piso en Santa Rosa antes de mudarnos aquí en 1996; siempre quisimos volver a una casa con patio; yo me crié en una en Cañero, y él, en otra, en el Campo de la Verdad”, explica Carmen. “De hecho, el patio, que es austero, acogedor y muy funcional, es la habitación más importante de este inmueble para nosotros, hacemos muchísima vida en él”, añade Benito. Es tan acogedor que las musas no lo dudaron a la hora de quedarse a compartir casa con el matrimonio y sus dos hijos, Violeta y Rubén, quienes llegaron a ella con apenas 13 y 10 años, respectivamente. Esas
divinidades se entretienen de vez en cuando con Benito inspirándole a este exempleado de banca un arte pictórico que plasma en lienzos hasta “crear poesía visible”, tal y como diría Leonardo da Vinci, y haciendo buena esa frase lapidaria salida un día de labios de Pablo Picasso que reza que “un pintor es un hombre que pinta lo que vende; y un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta”. Como si se lo hubieran soplado al oído las musas, Benito maquilló el problema de medianerías, con el que se encontraron en el patio, colocando en una de las paredes una falsa puerta de estilo antiguo “que le da profundidad” al recinto. Esa inspiración le llegó después de descubrir durante la obra de la casa una piedra rectangular de granito entre los escombros, que ahora sirve de umbral a ese
simulado habitáculo. Para él, “este tipo de recinto no clásico viene a sumar proporcionando variedad a los patios cordobeses, algo en lo que incluso nos insisten las personas de fuera de Córdoba que nos visitan”. Con una paleta repleta de una colorida mezcla de ideas, tras la construcción de la casa la pareja dibujó arquitectónica y floralmente lo que debía de ser su particular jardín del siglo XXI. “Lo primero que hicimos –relata Carmen– fue cubrir esa medianería tan grande con una enredadera, y después colocamos un naranjo, la vegetación –un boj, especie de lento crecimiento– alrededor del arriate y el seto de delante de la piscina; más tarde empezamos a introducir macetas y macetas, aunque este no es un patio hecho para colgar macetas ni para llenarlo de ellas, ya que entorpecerían la vida que realizamos
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aquí durante casi todo el año”. En ese óleo pétreo de tonos verdes en el que transformaron el recinto, a ese naranjo más tarde le acompañó otro más y también un limonero. Para la decoración de este lugar, de habitual encuentro con familiares y amigos, han echado mano de esa filosofía del artista basada en la innovación y en copiar aquello que se ve y gusta sin olvidar impregnarlo del propio toque personal. “Nos hemos inspirado en alguno de los patios del Palacio de Viana, de los más austeros, de aquellos que tienen como elementos básicos unos pocos árboles, setos y arriates, con unas cuantas macetas como pinceladas sueltas. Nos gustan los espacios y que haya un orden dentro del patio”, explica Carmen. “Además, pensamos que los naranjos conservan ese espíritu cordobés y andaluz, son
típicos de aquí”, insiste Benito, como queriendo insinuar veladamente que su inclusión en el recinto es una especie de homenaje a uno de los emblemas ajardinados de la ciudad, el Patio de los Naranjos de la Mezquita. Otros elementos nacidos de influencias, en este caso más personales, que adornan ese espacio contemporáneo en forma de L –porque no había dinero para construirlo en forma de U o de O, como ellos mismos detallan– son unas cantareras y unas cántaras de barro. “Mi abuelo se trasladó a Córdoba desde Fernán Núñez y en esta ciudad ya nació mi padre; no obstante, tenía unas pocas tierras que le daban de comer a la familia y en las que había un cortijo chiquito en el que no faltaba este tipo de cantareras”, relata Benito, quien fabricó las suyas con madera sobrante de
La actual Gutiérrez de los Ríos, 33 se hizo carne casien el umbraldelsiglo XXI poreldeseo de Benito Raya yCarmen Valencia de viviren una casa con patio
la obra de la casa. “Creo que la cerámica refleja también nuestras raíces, por eso nos gustan mucho también esas jarras de cuatro picos y los macetones grandes”, añade. Con todo ello, Gutiérrez de los Ríos, 33 conserva ese espíritu de convivencia que ha caracterizado a los patios cordobeses desde tiempos remotos, espíritu que está aliñado y enriquecido con la magia desprendida por el arte que en la casa se fragua. Gutiérrez de los Ríos, 33 ha sido, por ejemplo, escenario de un miniconcierto country, improvisado por un norteamericano que estaba de visita, y de un no menos improvisado recital de la poetisa Estrella Cuadrado, además de ser lugar de creación de este pintor que continúa gozando del beneplácito de esas musas de cabecera que cohabitan en el inmueble de los Raya Valencia.
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90 PEDRO FERNÁNDEZ, 6
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: Ana Balbuena y Marcial Gómez
Reconocimientos: ● 1º premio en 2015. ● 5º en 2016. ● 6º en 2019. ● 7º en 2018. ● 8º en 2014. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 8ª vez desde 2013.
L
a familia Gómez Balbuena ha convertido a Pedro Fernández, 6 en una especie de isla tranquila dentro de la ruidosa intranquilidad de la capital. Marcial y Ana, junto a sus hijos Marcial y Carmen Rosa, se sienten dichosos de vivir en un inmueble que es un “remanso de paz” ubicado en el centro de Córdoba, en palabras de la propia Ana. Y es que con esa paz y tranquilidad rebosante en el ambiente, Pe-
dro Fernández, 6 parece una gran casa solariega de pueblo trasplantada a la ciudad. “Esta casa –cuenta Ana– es de aproximadamente 1910, era de un labrador, la compramos y nos mudamos a ella en 2001 desde el piso de la zona de Colón en el que residíamos”. Esta malagueña de Los Boliches explica que su marido se empeñó en vivir en una casa con patio. “Salía con la bicicleta y daba vueltas y vueltas por la ciudad buscando alguna que le
gustara, hasta que dio con esta”, relata. Tras la adquisición, los Gómez Balbuena llevaron a cabo una reforma del inmueble en el que mantuvieron, entre otros elementos originales, el chino cordobés del suelo; unos azulejos en tonos azules, “que pueden ser de los 60”; y los muros, “que son muy anchos y mantienen la casa húmeda”. En el recinto destacan además, aparte de sus arcos y ocho ventanas, unas piedras romanas “que encontramos cuando se
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reabrió el pozo”, explica. “Como malagueña, tengo que dar las gracias al Ayuntamiento de Córdoba por obligar a no derribar la estructura de este tipo de casas dejando algo más del 30% para patio; en Málaga, este tipo de inmuebles, por el que parece que no ha pasado el tiempo, se ha perdido. Nos sentimos afortunados de residir en un jardín, conviviendo como se hacía antiguamente”, insiste. “Es cierto que no hacemos mucha vida en el patio, pero sí en sus soportales”, añade. En esos soportales hay ubicada una cocina, justo
en un lugar idóneo para preparar alguna que otra esporádica cena que degustar con amigos en el recinto. Esos amigos dan fe –y cualquiera que tenga la oportunidad de contemplar cómo tiene vestido el patio, y las rejas y balcones de la fachada– de que Ana es, como ella misma se define, una enamorada de las plantas. “Mis flores son mi tesoro; sobre todo, me gustan las plantas verdes”, resalta. También, esos amigos han sentido en alguna que otra velada el embriagador aroma de la dama
El patio de los Gómez Balbuena es, según ellos, una tranquila isla dentro de la ruidosa ciudad
de noche, el de las gardenias en junio o el que impregna toda la casa procedentes de sus jazmines, amén del que destilan rosas, geranios, gitanillas y pendientes de la reina. Ana suele entoldar el patio. “Lo mantiene fresco durante todo el verano”, detalla, inyectándole vida a un jardín en el que “la mayoría de las flores las he comprado; llevo más de una década haciéndolo. Pero otras, como las pilistras, son de Málaga, de mi familia”, explica. “También he traído de Málaga unas clivias distintas a las que hay en Córdoba y que florecen dos veces al año, y una aureola de esa de los patios de toda la vida que me dio mi madre”, añade sin olvidar destacar que entre las plantas más longevas que tiene figuran precisamente las aureolas. “Mis hijos me ayudan mucho en el cuidado”, apunta. Es más, Marcial y Carmen Rosa incluso han ejercido de cicerones expertos en plantas ante quiénes han visitado en época del concurso municipal un patio en el que hay repartidas casi 400 macetas. “Eso que han hecho mis hijos le ha gustado mucho a la gente, ver cómo los jóvenes siguen la tradición”, destaca esta mujer que ha conseguido la paz, tranquilidad y convivencia familiar de un pueblo en pleno centro de la ciudad.
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92 PEDRO VERDUGO, 8
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: María de los Ángeles Flores
Reconocimientos: Premio al patio singular en 2015 ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 9ª vez desde 2012.
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ara María de los Ángeles Flores, Pedro Verdugo, 8 es algo más que su casa, es el lugar en el que pervive la memoria de quien era para ella, y es, “la persona más maravillosa del mundo, Antonio Guarnizo, mi padrino”. De él la heredó. “No había otro como él. Era una persona muy buena, si la gente que vivía aquí no podía pagarle el alquiler, olvidaba la deuda; y cuando llegaba el cumpleaños o el santo de alguien, aparecía con regalos, con jamones, quesos…Voy a dejar de hablar de él, porque si no voy a llorar”, relata con voz dulce y ojos impregnados de nostalgia. Antes que su padrino, el propietario fue un maestro, Gaspar Cortés, quien convirtió el inmueble en un centro de enseñanza para niños pobres. “Recogían a niños del barrio y les enseñaban a leer y a escribir”, explica María de los Ángeles, quien sostiene que Pedro Verdugo, 8 puede datar de mucho antes del siglo XVIII.
“También fue una especie de casa de acogida en la que las monjas clarisas cuidaban niños”, añade. Aunque reside en ella desde mediados de los 80, la vida de María de los Ángeles lleva muchísimos años más ligada a esa casa construida alrededor de un bello pozo árabe que está vestido con la pureza que le proporciona su encalado perfecto, la misma pureza con la que están teñidas las paredes del patio adornadas con macetas de color barro colgando sobre ellas y repletas de geranios y gitanillas. Ese santo y seña de la casa, el pozo, ubicado en la zona del antiguo arroyo de San Lorenzo, abasteció permanentemente de agua, tal y como ella relata, a la gente del barrio en una época, en los años 40, en la que Córdoba sufrió una gran sequía. Fue un signo más de ese espíritu de convivencia que siempre ha imperado entre sus vecinos y que se escenificaba, sobre todo, en el patio. “El patio sigue siendo muy clásico, ya que siempre quise que se mantuviera parecido a como lo
conocí de niña, desde que de muy pequeñita venía aquí a jugar. No obstante, aunque he tenido que reformarlo, no he tocado, por ejemplo, vigas o ventanas, y le he añadido elementos como el suelo de chinos”, detalla. “Las macetas que tengo repartidas por él conservan el aspecto del barro porque no me gusta pintarlas de colores, y tampoco puedo recargarlo de flores, puesto que es muy pequeñito; aparte de gitanillas y geranios, también tengo otras plantas como una dama de noche y buganvillas, que no llegan a crecer porque este es un patio muy sombrío, al contrario que los claveles, que se ponen preciosos”, apunta sobre la vegetación. Y, en ese afán por conservar todo lo posible lo que años atrás fue arquitectónicamente Pedro Verdugo, 8, lamenta que se hayan perdido elementos como “una pila original de granito, una cocinita con muchísimas hornillas o unos azulejos de toreros que estaban en la escalera y que serían en estos tiempos piezas valiosísimas”. “Se
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trata de una tarea de mantenimiento complicada, costosa y cara”, insiste. María de los Ángeles llegó a Pedro Verdugo para quedarse cuando el techo de la casa era de uralita, las paredes estaban bastante castigadas por el tiempo y aún habitaban en el inmueble “una señora soltera que vivía en dos habitaciones; una pareja de abuelitos con su hija y yerno; y otra pareja de abuelos que vivían solos y que tenían a sus hijos en Suiza y Burgos”, relata. “Vine muy jovencita y al año o así tuve a mi hijo, Carlos, que se pasaba de casa en casa, era el juguete de los abuelos”, explica, para recordar cómo cuando llegaba la Navidad “compartíamos fiesta en el patio en un ambiente familiar; cada uno aportábamos algo a esa fiesta”. “Es más –añade–, aquí se ha vivido un ambiente muy familiar desde hace muchos años. Recuerdo de cría, como anécdota, que se compartía lo que cada uno tenía, era una época de la que no olvido el botijo con las caperuzas de crochet del
que todo el mundo bebía en el patio o aquella bota que pasaban para arriba y para abajo echando tragos de vino”. Le gusta ese tipo de ambiente familiar y por eso quiere convertir a Pedro Verdugo,8 en una casa de huéspedes con cuatro viviendas. “Aquí no tienes que salir a la calle para encontrarte con la gente, darle los buenos días, buenas tardes o buenas noches y que te inviten o invitar a un café, a cenar o a una tortilla de patatas si te ha salido bien, por ejemplo; todo eso lo tienes con sólo salir a la galería”, puntualiza. Ese tipo de experiencia es la que vive ahora con las personas que también residen en el inmueble. “Mi casa es ideal para ello, para acoger incluso a esa gente que viene a Córdoba y que quiere sentir ese espíritu de convivencia entre personas de distintas familias que reinó en su día en los patios cordobeses”, destaca, porque para ella “mi casa entera es un lujo, un tesoro que nunca querría perder por nada del mundo”.
En Pedro Verdugo, 8 destacan su pozo árabe yel encalado perfecto de sus paredes
Dentro de esa casa tiene otros dos tesoros, como resalta, el pozo árabe y un naranjo que va creciendo en una gran maceta y que es fruto de su constancia y paciencia. “Me dio por sembrar unos huesos con algodón y agua en vasos y, al final, después de muchísimo trabajo, sin esperarlo ya y tras tirar todos los que se iban muriendo, de buenas a primeras empecé a ver cómo comenzaron a salir tallitos”, explica. Ese germen de lo que luego fue el árbol fue transplantado a una maceta que acabó, junto a gitanillas y geranios, en época de reforma del inmueble, en la casa de la madrina de su hijo, que vive en el campo. “Luego, me volví a traer el naranjo, no lo quería perder”, sostiene. Ese árbol reina en un lugar visible del patio de Pedro Verdugo, 8, un hogar “que es especial; mucha de la gente que viene de visita –relata– me dice que se siente muy a gusto entre estas paredes y que le cuesta trabajo irse porque se respira una paz que te invita a estar aquí, a quedarte”.
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94 SANTA MARTA, 10
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Comunidad de Religiosas Jerónimas de Santa Marta y Hermandad de la Misericordia y los Santos Mártires de Córdoba (El hermano mayor de la Misericordia es José Manuel Maqueda)
Reconocimientos:. ● Participó en el concurso municipal en 2021 por 1ª vez.
E
l más novato en el concurso municipal de patios es Santa Marta, 10 –que se ha podido visitar en la ruta Regina-Realejo–. “En el año en que se cumple un siglo del primer concurso de Patios Cordobeses, la Comunidad de Religiosas Jerónimas de Santa Marta y la Hermandad de la Misericordia y los Santos Mártires de Córdoba, entidades hermanadas y muy vinculadas espiritual y materialmente, hemos deseado colaborar con esta efemérides abriendo el patio de acceso al convento citado”, cuenta el hermano mayor de la Misericordia, José Manuel Maqueda. José Manuel refiere que, históricamente, los patios de acceso a recintos monacales servían de transición entre la vida bulliciosa que se desarrollaba fuera de los muros y el recogimiento, la paz y el silencio propios de la vida religiosa y retirada del mundo, “aunque muchas veces, como en este caso, se situara en el mismo corazón de las ciudades”. Y destaca que el patio de entrada de Santa
Marta, uno de los seis que existen en el monasterio, pretende ofrecer al visitante “un tiempo de descanso, físico y espiritual, e invita a conocer y valorar la vida discreta y laboriosa de las religiosas que habitan y comparten este espacio con el espíritu colectivo de convivencia que hizo reconocer a la Unesco a los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”. La variedad floral y arquitectónica con las que compite el patio de Santa Marta, 10, y que atesora, son dignas de museo, según detalla. Quien lo visite podrá encontrar desde surfinias, hasta petunias, jazmines, gitanillas, geranios, buganvillas, rosas, pelargonios, dama de noche y cintas. Además de calas, celindas, helechos, cicas, plumbagos o celestinas, rosas de pitiminí, parra, lantanas (banderita española), hortensias, naranjos, yucas, ficus, esparragueras y conejitos. Maqueda detalla que arquitectónicamente “destaca la magnífica portada de la iglesia al norte del patio, que constituye un ejemplo del denominado gótico
humanista, realizada por el maestro arquitecto Hernán Ruiz y finalizada en 1511”. Así como insiste en que “el templo corresponde al estilo Reyes Católicos, característico por su planta cuadrangular de una sola nave cubierta por bóvedas de crucería, destacando el retablo mayor realizado en el año 1582”. Cuenta asimismo que alrededor del patio se ubican tres puertas que representan los tres ejes del carisma de la orden jerónima. El lado sur, porticado con tres arcos, da paso a la hospedería “donde se alojan personas vinculadas con la orden y que cumple con la hospitalidad que caracterizó a Santa Marta, patrona de Hostecor”. El lado oeste, porticado con dos arcos, es la puerta de entrada a la clausura, “donde se desarrolla la vida diaria de la Comunidad, basada en el trabajo manual, y en el estudio y veneración de la Sagrada Escritura”. Y en el lado norte “con su magnífica portada, se abre la iglesia, lugar de oración con un cuidado muy especial de la liturgia por parte de la Comunidad”.
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96 OCAÑA, 19
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Ricardo González Mestre y Toñi Lucena Sánchez.
Reconocimientos: ● 7º premio en 2016. ● Accésits en 2003 y 2009. ● Mención especial en 2005, 2007 y 2011. ● Premio a la ornamentación natural en 1999 y al patio singular en 2014. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 24ª vez desde 1997.
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na Stratocaster tocada por un joven adolescente al estilo Clapton pinta el ambiente de bluesrock en Ocaña, 19, mientras otra guitarra con estilizada forma de mujer y porte clásico escucha con atención esos acordes que la invaden adornando el zaguán de una vivienda unifamiliar que es toda ella arte, el acogedor hogar de Toñi Lucena Sánchez y Ricardo González Mestre, residencia que comparten con sus dos hijos, Ricardo y Juan Antonio. “Vivimos en lo que fue en su día una antigua casa de vecinos de origen cervantinocastellano, similar a la Posada del Potro, en la que la mitad de los
arcos que conforman la galería porticada del patio son asimétricos; destacan también sus cuatro columnas de ladrillo árabe”, detalla Ricardo, quien apunta que distintos elementos arquitectónicos sitúan los orígenes de la actual Ocaña, 19 –el Patio de las Beatillas– aproximadamente en el siglo XVII. “Supone la transición del pórtico barroco al pórtico adintelado”, puntualiza. “Cuando llegué a la casa, a mediados de los 80, residían en ella cinco familias, en su mayoría eran viudas de avanzada edad; precisamente, encontré la casa a raíz de un trabajo relacionado con la memoria histórica que realizaba sobre Juan José Bernete Aguayo Capitan Chimeno, a
quien Pedro Garfias le dedicó una poesía en su libro Héroes del Sur y que había perdido la vida en la Guerra Civil, en el frente de Pozoblanco. Además de la mujer del Chimeno, en la casa vivía también casi en la indigencia, como ella, la que fue mujer de un sargento republicano de Hornachuelos, por lo que les echamos una mano en la medida de nuestras posibilidades”, relata. “Esta casa tiene por ello un valor sentimental para mí, además del artístico y social, dado que también es lugar de encuentro habitual de amigos”, añade en un escenario en el que no faltan platos de cerámica salpicando buena parte de los rincones. Para enriquecer esa decoración, Ricardo
no olvida mostrar un pilón de piedra de origen romano que se encuentra adosado a uno de los muros del inmueble. Explica que es precisamente junto al pilón donde a él le gusta sentarse por las noches a leer, sobre todo, poesía. No es de extrañar esa sensibilidad poética de este hombre nacido en 1958 en Ochavillo del Río que llegó a ser amigo personal, entre otros, de Paco Rabal y Rafael Alberti, ya que, como si perteneciera a los tiempos de Leonardo da Vinci, Rafael o Donatello, es, como fueron ellos, un inagotable creador. No obstante, no olvida aquellos duros años en los que tuvo que buscarse la vida viajando incluso como vendimiador al extranjero. Ahora, los viajes los hace alrededor del mundo y por otros motivos profesionales. Además de dedicarse a la edición de libros –es el responsable de la Editorial Páramo-, Ricardo es pintor, ha hecho sus pinitos en la música formando parte de algún que otro grupo y ha trabajado en importantes e interesantes proyectos audiovisuales. De su faceta pictórica –que aprendió a pulir con la inspiración que le proporcionaban sus maestros, Antonio Povedano y Ángel López Obrero– muchos son los que hablan, y muy bien, recordando exposiciones suyas como la dedicada a Miguel Hernández o aquella otra que destilaba tauromaquia por todos los tercios y que tituló 30 toros 30. Ángeles en libertad. “Si hubiera vivido en otra época, posiblemente hubiera sido pintor, pero como de eso no se puede vivir hoy en día, me dedico al mundo literario, y soy dibujante, diseñador, fotógrafo...en fin, un poco escombro”, puntualiza, para añadir que “siempre me he considerado una persona comprometida socialmente, como lo fueron mis maestros artísticos”. Esa faceta suya de artista multiusos impregna otra de sus exposiciones, la que ha preparado para el Museo de Bellas Artes de Madrid bajo el título Mi casa y mi patio. “Con esta muestra he querido expresar que vivo en, por y para un patio cordobés, en la Plaza de las Beatillas”, insiste. Los 40 cuadros de Mi casa y mi patio son un recorrido por las décadas y décadas que ha invertido como profesional del diseño y la comunicación. “Las técnicas utilizadas van desde lo tradicional –grafito, pas-
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tel, acuarela, rotuladores, lápiz, color, óleo, acrílico, collage y fotografía– hasta la transformación digital; e incluye obras de algo de lo que he sido responsable, la campaña publicitaria de la Fiesta de los Patios, de la que también elaboramos el expediente digital”, explica. Esa sensibilidad para la creación la plasma Ricardo también con pasión –junto a su mujer– a la hora de pintar de flores ese lienzo que es el patio, compuesto en su mayor parte por gitanillas y geranios, y en el que no faltan pinceladas llenas de color que se convierten en damas de noche, jazmines, pilistras, cintas, azoleas, buganvillas u hortensias, todas ellas acompañadas por un
El Patio de las Beatillas forma parte de una antigua casa de vecinos de origen cervantino
naranjo y otras especies como ficus o pendientes de la reina, planta esta última que año tras año se ha convertido –junto a las gitanillas y los geranios– en el santo y seña de ese cuadro de vida vegetal. El primer reconocimiento obtenido en el concurso fue en 1999, año en el que recibió el Premio a la Ornamentación Natural en la modalidad de Arquitectura Moderna por esa vestimenta a la que alegra la vida esa guitarra rockera que toca para ella cada día quien desea, consiguiéndolo, ser su artista preferido y que contribuye a convertir a Ocaña, 19 en una manera de vivir. “Ah, el de la Stratocaster es mi nene, que es músico”, puntualiza.
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98 PARRAS, 8
(Arquitectura moderna, dimensión grande) Mantenimiento: Milagros Aznar Rubio y Francisco Martín Carrillo
Reconocimientos: ● 4º premio en 2015. ● 6º en 2018. ● Accésit en 2002, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010 y 2011. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 16ª vez desde 2005.
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l patio de Parras, 8 es fruto de dos historias de amor y las dos tienen como protagonista a María Milagros Aznar. El coprotagonista de una de esas dos historias es su padre, Juan Aznar, quien en la pasada década de los 90 pasó a ser propietario del inmueble. “Antes no me gustaban las plantas y me enganché al patio y a su cuidado al fallecer mi padre como un homenaje a su memoria, ya que sus tres pasiones eran su familia, su Córdoba Club de Fútbol y sus macetas”, relata, para añadir que tras morir Juan, “cuando pasaba por el patio se me juntaba el cielo con la tierra, porque desde aquello siempre he pensado que en el patio hay vida, está su memoria; y sacarlo adelante es una manera de darle vida a su alma. Estoy convencida de que adonde quiera que esté estará disfrutando de su patio, de verlo como él querría que estuviese”. Es más, insiste en que lo siente en cada rincón del in-
mueble. Parras, 8 era una casa de vecinos en la que llegaron a vivir hasta 18 familias, “y hasta caballos”, que pertenecía al mismo edificio que la actual Parras, 6 y que antes fue cuartel, hospital y convento. “A mi padre, un vendedor ambulante de lotería que llegó a Córdoba desde Almería con sólo seis meses, le costó muchísimo esfuerzo y trabajo sacar dinero para comprar la casa y para hacerle los necesarios y pertinentes arreglos, ya que estaba muy deteriorada y apuntalada”, explica Milagros, quien debe su nombre, según ella misma explica, a que “mi madre (Josefa Rubio) estaba embarazada de mí cuando tuvo un importante accidente que, afortunadamente, no impidió que yo naciera”. Detalla que a la hora de vestir el recinto se inspira en lo que le gustaría a su padre. “En el patio da mucho el sol, por ello, lo que más colocamos son claveles, gitanillas y geranios, que son las flores que más soportan el casti-
go del calor, pero también tenemos mucha variedad floral, entre la que no falta romero, rododendro holandés, rosal, granado, flor de la gamba, araucaria siberiana, polígamas o retama”, explica. Pero un ejemplar destaca entre los demás, un majestuoso laurel nacido de los esquejes que plantó en su día Juan. “Este laurel tiene algo que no se puede explicar”, sostiene emocionada. “Mi padre lo plantó y de una simple ramita nació un árbol muy vivo con un tronco muy fuerte que sobresalía incluso por encima del tejado. Al enfermar mi padre, enfermó el laurel; mi padre murió en septiembre y el laurel dos meses más tarde, y durante los cinco años que estuvo mi padre enfermo, el botánico del Ayuntamiento intentó curar al árbol sin éxito y sin explicarse lo que le estaba pasando, mientras respondía a ese tratamiento perdiendo hojas y cogiendo un color cobrizo”, relata. Precisamente, el laurel también simboliza la otra historia
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de amor de la que es protagonista Milagros y coprotagonista, en este otro caso, su marido, Francisco Martín. “Sin saber cómo, acabó resucitando cuando me uní con Paco, y ahora parece un gran tirachinas con un tronco del que han nacido dos hijos en forma de dos grandes ramas”, comenta. El laurel, al igual que el resto del recinto, se puede contemplar ininterrumpidamente desde 2005 año a año en el concurso municipal. Milagros sostiene que le ha contagiado ese gusto por las plantas a Paco. “Ya ves, cuando antes no distinguía un clavel de una gitanilla”, añade. Arquitectónicamente, el recinto, pese a haber sido reformado, mantiene el legado de una estructura tradicional, con sus dos pórticos de añejos arcos de ladrillo visto sobre columnas. Es un ejemplo de cómo lo moderno puede ser un dignísimo heredero de lo más clásico. Además, no faltan elementos antiguos, como unos capiteles corintios, una pila
y un pozo. “Gracias a alguno de estos elementos hemos deducido que este inmueble puede tener su origen en el siglo XV”, estima. “Me hubiera gustado –añade– haber mantenido el empedrado, pero limpiar un suelo así precisa muchas horas y mi trabajo en una panadería me quitaba mucho tiempo para ello. Es muy difícil dedicarle todo el tiempo que el patio necesita cuando trabajas ocho horas diarias fuera y encima tienes que llevar tu casa”. En ese empedrado, Milagros recuerda una infancia feliz allí junto a su hermano en un recinto en el que su padre tenía su propio “rinconcito” para sus macetas. “Eran tiempos de buena convivencia vecinal; si tenías un pedacito de pan, lo compartías, mañana te podía faltar a ti y siempre había un vecino dispuesto a darte el suyo. Incluso no había problemas a la hora de guardar la vez para la cocina, la pila de lavar o el váter; estábamos bien organizados”, recuer-
El patio de Parras, 8 es fruto de dos historias de amor y las dos tienen como protagonista a Milagros Aznar
da, a la par que destaca que ese espíritu de buena convivencia se mantiene aún muy vivo en la calle Parras. “Tengo la suerte de tener unas vecinas chapeau. Maribel (Parras, 5) y Chari (Parras, 6) son como mi familia. Es más, a Chari la considero prácticamente como mi madre adoptiva, porque incluso cuando vivían mis padres ella siempre me demostró su entrega; mi padre enfermó, yo tenía que ir a trabajar y ella estaba para todo lo que necesitara”, destaca. Tampoco olvida las cuatro veces en la que se le ha inundado la casa por estar por debajo del alcantarillado de la calle, “y aquí ha venido todo el vecindario a sacar cubos de agua. Tenemos claro que hoy por ti y mañana por mí”, sentencia, mientras mira de reojo a ese laurel que preside el patio en el que Milagros siente la presencia de su padre y que simboliza sus dos historias de amor, las dos historias de amor de la que ella es protagonista y coprotagonistas los dos hombres de su vida.
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100 TAFURES, 2
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Francisca Serrano Estremera.
Reconocimientos: ● 1º premio en 2012 y 2013. ● 2º en 2014. ● Accésit en 2002. ● Premio al aprovechamento de los elementos en 1998. ● Premio a la mejor iluminación natural en 1999 y 2000. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 11ª vez desde 1998.
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unto a uno de los costados de la iglesia de Santa Marina, una ventana se abre en mayo en el número 2 de la calle Tafures, como si fuera una pantalla de cine, para mostrar un patio que es el paradigma perfecto de que lo pequeño es hermoso. Ese menudo recinto, como toda la casa, amontona en apenas unos 35 metros cuadrados elementos que son algo así como trozos de la vida de Francisca Serrano, retales de sus recuerdos. En fechas navideñas, por ejemplo, tras el fundido en negro amarronado de la puerta de esa ventana cerrada se puede admirar el belén que Francis –como familiarmente se la conoce– monta año tras año con piezas que incluso han elaborado sus hijos –Rafael, Francisco y Lucía– y que “está ambientado en Marruecos. Me he inspirado en mi pueblo de Chauen; las casitas hechas por mis hijos forman calles parecidas a esas medinas que conocí, en las que hay mucha bulla”, relata. Francis nació en el municipio marroquí de Alhucema, donde se habían trasladado a vivir sus padres –los cordobeses Rafael Serrano y Pepita Estremera– y permaneció en ese país hasta los 17 años junto a Rafael y Pepita, y a sus dos hermanos. “Vivimos, además de en Chauen, en Tetuán”, cuenta. Ese inmenso belén también incluye escenas, como la de la matanza de cerdos, que la trasladan al pasado de su familia, a la casa de Carcabuey de su padre. Francis mantiene en Tafures, 2 esos recuerdos familiares de reuniones matanceras simbolizados en verdaderas piezas rurales de museo con forma de artesas, hornillos, viejas canastas donde se guardaba la aceituna, muebles, aperos de labranza, mesas tocineras o celemines. Iconos artesanos que conviven con otras piezas arquitectónicas que tiene repartidas por ese pequeño patio, que es la antesala de la vivienda en la que
reside junto a su marido –Rafael Acedo– e hijos desde que, a principios de la pasada década de los 80, la construyeran sobre los restos de lo que fueron tres viejas casas de vecinos. En mayo, las rejas de esa ventana a modo de pantalla de cinemascope vertical destellan repletas de macetas de geranios y gitanillas, tras las que se puede contemplar “este patio, el que presentamos al concurso municipal –ya que dentro de la casa tenemos otro mucho más grande–, que está concebido como una habitación”. Este recinto, de suelo de chino cordobés y fuente mozárabe construida en 2003 por los prestigiosos marmolistas Hermanos
Roldán, está adornado por platos de cerámica, una gran campana, columnas, basas y capiteles “aproximadamente de 1800, que pertenecían a una casa de la zona de las Antas, en la sierra de Córdoba; uno de los tesoros que tenemos de allí es un busto del escultor cordobés Mateo Inurria, que le dedicó a su padrino, el también cordobés Antonio Barroso y Castillo”, quien fuera ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Gracia y Justicia y de la Gobernación durante el reinado de Alfonso XIII. “Además, he querido darle al patio el aspecto que tenían este tipo de recintos en aquellas casas antiguas cordobesas colocando persia-
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nas de esparto”, añade. Consciente de que es un lugar vegetativo de claroscuros al contar muy pocas veces con el sol como invitado aliado, Francis ha convertido su minúsculo vergel en un reino de plantas de sombra, en el que crecen el anthurium o el espatifilium, acompañados de galateas, cintas, calas, glicinias, azaleas, jazmines o buganvillas. No es extraño encontrarse en ese lugar, aportando cierta belleza abstracta, algún que otro tiesto algo destrozado en el que ha sembrado algún que otro vegetal. “Como en el patio, me gusta mezclar en toda la casa elementos antiguos con otros más modernos, que integro para evitar
que se vea algo rancia; esa mezcla, algo rara a veces, le da frescura a la casa”, puntualiza. Prueba de ello es una de las estancias del inmueble en la que destaca una chimenea clásica tocinera “de esas en la que se ahumaban los chorizos y las morcillas”; y, también, el gran patio interior, “que además me sirve de vivero”, en él “hemos tenido hasta gallinas”, y en el que cohabitan en un ambiente muy rural especies vegetales como naranjos, caquis, una parra, olivos o nísperos con esos artilugios matanceros, muebles y sillas de eneas, que retrotraen el recinto a la época de la casa de Carcabuey en la que creció su padre. “De mi padre aprendí
El patio de Tafures, 2 es la demostración de que lo pequeño es hermoso, tal y como defendía el autor E. F. Schumacher
a ser artesana con las cosas; además, me crió muy en las tradiciones, y eso es algo que mi marido y yo, que somos profesores, le hemos transmitido a mis hijos, desde muy chiquititos les hemos enseñado a disfrutar de esas cosas. Testigos del por qué de los premios que ha cosechado recinto en el concurso han sido quienes lo han visitado o simplemente se han asomado por esa ventana que, junto a uno de los costados de la iglesia de Santa Marina, se abre en mayo en el número 2 de la calle Tafures, como si fuera una pantalla de cine, para mostrar un patio que es el paradigma perfecto de que lo pequeño es hermoso.
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102 ESCAÑUELA, 3
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Asociación de Amigos de los Niños Saharauis Reconocimientos: ● 3º premio en 2010. ● 8º en 2014. ● Accésit en 1991, 1992, 1993, 1994, 1995, 1996, 1998, 1999, 2006, 2007 y 2011. ● Mención especial en 1986, 2001, 2005 y 2012. ● Premio al esfuerzo vecinal en 1990.● Participó en 2021 por 40ª vez desde 1981.
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l patio de Escañuela, 3 podría llamarse el Patio de la Solidaridad. La antigua casa de vecinos de la que forma parte es la sede de la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños Saharauis (Acansa), y desde ella se gestionan, prácticamente durante todo el año, las campañas de ayuda humanitaria con las que el colectivo pretende mejorar la calidad de vida de quienes están condenados a vivir en los campamentos de refugiados. “Somos una organización no gubernamental de carácter no lucrativo, independiente, democrática y pluralista, constituida en 1994, formada por mujeres y hombres sin límites de edad, opinión política o religiosa, que nos sentimos sensibilizados con la causa del Pueblo Saharaui y su larga lucha por la independencia y autodeterminación de su territorio: el Sahara Occidental”, explica el expresidente de dicha asociación, Arturo Falcón, quien apunta que dos de esas campañas son Caravana por la paz y Vacaciones en paz. “No paramos en todo el año. Recogemos alimentos y material, deportivo y sanitario, por ejemplo, que enviamos a los campamentos, y traemos niños que acogen nuestras familias; hemos llegado a traer hasta 150 un verano”, detalla el presidente. Muchos son los saharauis que circulan anualmente por ese pa-
tio de grandes dimensiones –acostumbrado hace décadas a hacer las veces del de una casa de paso, dado que daba a dos calles– con pasillo en forma de L, y escenario para actuaciones y otro tipo de celebraciones, además de suelo de losas de barro y puertas y ventanas pintadas de color verde oscuro, “con lo que se resalta así aún más el blanco de las paredes y el rojo de las macetas”,explica Mariana Grande, la voluntaria encargada de la flora del recinto, labor en la que es ayudada por otros voluntarios. Otros elementos arquitectónicos singulares que ha introducido el colectivo en el patio son una fuente de estilo modernista -compuesta por azulejos, ladrillos y piedras, y adosada a la pared- y el brocal de medio pozo ficticio, con motivos antiguos, que adorna ese escenario en el que año tras año se monta una ya clásica y muy concurrida cruz de mayo con la que se recaudan fondos para la asociación. Y encima de la fuente, como presidiendo el patio, un mosaico de la Virgen de las Angustias con dos farolillos flanqueándolo y con tejadillo. A Mariana le gusta adornar floralmente, “sobre todo, con mucho verde”, un recinto por el que tiene repartidas casi un millar de macetas y que es lugar habitual de “convivencia, reuniones, charlas y fiestas”, apunta. A ese colorido de tonos esperanza contribu-
yen un níspero, un naranjo y, en mayor medida, una parra trepadora “preciosa” que se agarra con fuerza a las paredes. “No faltan los helechos, las pilistras típicas cordobesas, los pacíficos y hasta una esparraguera que nos llena todo el patio de espárragos”, señala la cuidadora, para añadir que “las plantas tienen que estar en un lugar en el que se sientan bien. Tenemos dos buganvillas, una de ellas, la roja, que es uno de nuestros mayores tesoros, parece que se nos va a caer de lo cargada que está; en cambio, a la otra parece, por lo poco que responde, que no le hace gracia el espacio que ocupa”, apostilla. Mariana insiste en que el trabajo en el patio es muy laborioso. “Yo estoy aquí porque mi pasión son las plantas y por amor al pueblo saharaui. A últimos de septiembre solemos empezar a limpiar y a preparar las macetas para el invierno; luego, tratamos la tierra, y a primeros de febrero le damos ya el empujón más grande y lo pintamos para llegar con él vistoso y a tiempo a la época de cruces”, detalla antes de insistir en que “también hemos introducido plantas raras”. “De hecho, fuimos el primer patio en presentar la flor de la gamba, especie que ahora tienen en otros muchos patios”, añade. Obviamente, no pueden faltar en un patio cordobés, como es este, geranios y gitanillas.
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104 ALVAR RODRÍGUEZ, 11
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: María Prieto Núñez
Reconocimientos: ● 7º premio en 2016 y 2017. ●Accésits en 2013. ● Patio singular en 2014, 2015 y 2018. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 14ª vez desde 2007.
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aría Prieto siempre soñó con vivir en una casa con patio. Era algo así como su particular país de las maravillas. Las flores, como en el caso de su madre, “son mi pasión”, insiste. Fue durante su adolescencia cuando empezó a ser más fuerte ese deseo. “Tenía unos 15 ó 16 años; yo ayudaba a la abuela Josefa a preparar su patio para el concurso municipal”, argumenta. Ese recinto pertenecía a una casa de la cercana calle San Juan de Palomares, ubicada frente a un edificio en el que había un taller de platería en el que ella trabajaba. “Me iba allí con mis amigas Pepi y Paqui, y pasábamos horas y horas siempre juntas echando una mano”, resalta. “Empecé a sentir como propio ese disfrute que se experimenta cuando las personas que visitan el patio te dicen algo tan simple como que las flores están preciosas”, añade. Ese sueño empezó a ser realidad cuando en 1999 compró la casa de Alvar Rodríguez, 11 y encargó un proyecto para su rehabilitación. “La estructura que tenía era muy antigua y más que un patio había un callejoncillo que separaba las habitaciones, y un montón de váteres; era una especie de pensión que el antiguo dueño le alquilaba, sobre todo, a soldados”, explica. María lo tenía bastante claro: “al arquitecto le dijimos que queríamos que la casa tuviera un patio lo suficientemente singular como para concursar en el certamen municipal”, sostiene. Precisamente, de ese sueño hecho realidad destaca su pozo de estilo árabe, encalado, con tejadillo a dos aguas y adornado con una imagen de San Rafael, que recuerda al del multipremiado y muy clásico patio cercano de Trueque, 4. “Pozo ya había –relata–, y, por ciento, me han contado que hace muchos años alguien cayó dentro
de él y permaneció bastantes horas sin ser rescatado; lo que hemos hecho es darle un toque más tradicional en lo que a su estructura se refiere”. Como también destaca su suelo de enchinado cordobés. “Los patios con losa, que era
otra opción que barajamos, no me hacen gracia”, puntualiza junto a uno de los laterales del recinto compuesto por una galería porticada que está sustentada por pilares de ladrillo visto. Y adelanta que lo único que le falta al recinto es una fuente. “Es-
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toy buscando un modelo con aire de estilo antiguo”, informa . María ha adornado ese complejo arquitectónico moderno con muchas de las macetas traídas de casa de la abuela Josefa, de quien también ha heredado algo de la estética de aquellos tiestos. “Suelo pintar las macetas de azul como homenaje a ella, que también las tenía de ese color en San Juan de Palomares; es más, pensé teñirlas de rojo, pero no lo hice porque a la abuela no le gustaba”, puntualiza. Cuenta que presenta el patio a concurso desde 2007 y que a la hora de prepararlo le ayuda Juan Ríder. “Además,
me echa una mano, aunque está muy mayor, Pura, que también vive aquí”, destaca. “Cada año innovamos en la flora. Suelo cambiar las macetas de sitio y, sobre todo, darle un tono arco iris al patio combinando multitud de flores de distintos colores”, añade mientras su voz se pierde entre geranios, gitanillas, buganvillas, claveles... “Al final, con tantas horas y horas de trabajo como le dedicas, te sientes orgullosa de tus plantas y encantada cuando las ves florecer; es más, vives la vida de las flores. Ese trato continuo es como una escuela en la que las plantas van descubrién-
En Alvar Rodríguez, 11 destaca su pozo de estilo árabe con tejadillo a dos aguas
dote cosas nuevas; recuerdo que me pasó con un cactus, al que después de seis o siete años le vi una flor; no sabía ni siquiera que tuviera flor y acabé hasta pegando saltos de alegría”, resalta. Para María, uno de las joyas más grandes y singulares que atesora el patio es otra de las herencias de la abuela Josefa: la flor de la retama. “Le llamo la flor de la abuela, tengo otras que también me traje de su casa, pero esta no quiero perderla nunca”, recalca esta mujer que da fe de que los sueños, como en el caso de la aventurera Alicia del cuento de Lewis Carroll, están para vivirlos.
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106 ALVAR RODRÍGUEZ, 8
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Ángela María Gómez Cortes
Reconocimientos: ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 6ª vez desde 2015.
Á
ngela María Gómez Cortés es una de las mujeres que más saben de plantas de Córdoba y eso es algo de lo que queda constancia en su patio de Alvar Rodríguez, 8. Y es que Ángela María es florista. “El amor por las flores mi viene de mi familia”, defiende. “Mis abuelas, una era especialista en cinerararias y la otra, en coleos, y ambas eran impre-
sionantes cuidadoras de plantas”, comenta. Ambas vivían en una casa con patio. Su abuela paterna era de Rute y su abuela materna, de Fernán Núñez y Ángela María insiste en que las dos eran artistas a la hora de cuidar sus plantas. Recuerda que su madre, María Cortés, también mantenía unas plantas muy bonitas y cuenta que antes de vivir en Alvar Rodríguez, 8 la familia ya ha vivido en otras casas con pa-
tio. Su madre también era florista y su hermana también lo es. Ella defiende que lleva mucho tiempo en el negocio, insistiendo en que le encantan las plantas y en que disfruta mucho de su trabajo en su patio. Ángela María, cuenta que como florista, le gusta mucho la variedad a la hora de vestir el recinto de Alvar Rodríguez, 8. Tiene en el patio, por ejemplo, plantas difíciles de encontrar en otros patios, como una ca-
lathea musaica “que en cuanto la vi dije que me la tenía que llevar porque no la había visto nunca”. En Alvar Rodríguez, 8 cuenta con una parte más sombreada y otra con más sol; y explica que tiene mucha planta verde, que le gustan mucho y que es un tipo de planta que es muy agradecida, “alguna de las cuales también florecen, aunque lo hacen fuera de temporada de patios, como son las gardenias, el durillo o alguna orquídea, también”. Pero luego, explica, hay otras, como la flor de la gamba y el farolillo chino abutilón
que están todo el año en flor. Defiende que en una ciudad tan calurosa como Córdoba la planta verde “es como más agradable”. De hecho, con sus plantas logra que en el patio haya en verano ocho grados menos de temperatura respecto a la calle. Esa elección vegetal viste el patio de una casa cuyo solar original “es de 1.700”, según se lo dató la Junta al comprarla hace algo más de una década. Este patio de arquitectura moderna pertenece a una vivienda que presenta dos niveles unidos mediante una esca-
El patio de Alvar Rodríguez, 8 es el de una florista, lo que se nota en su rica ornamentación
lera de barandilla de hierro. La estructura forma un pequeño pasillo recibidor en la planta inferior, al atravesarlo, el visitante encuentra un moderno pórtico de esbeltas columnas de metal. Su suelo presenta el pavimento de losas de barro. En la planta superior hay una estrecha galería abierta al exterior, que distribuye las habitaciones de esta planta, con una baranda de hierro. Todas las paredes del patio son ciegas excepto una, en ésta se abren ventanas metálicas con rejas decoradas con pequeños detalles florales en sus barrotes. En el patio destaca también un pilón que recoge el agua vertida por una boca de metal. A su alrededor Ángela María dispone un sin fin de macetas con flores y plantas de muy diversos tipos. Ángela María cuenta que su casa pertenecía en su tiempo a una casa de paso que comunicaba la calle Alvar Rodríguez con el callejón de los Ciegos. Por el lado de Alvar Rodríguez entraban los sirvientes y los animales cuando ya era una casa señorial y por el otro lado, los señores. Luego también fue molino. La gente que la visita y conoce la historia de la casa se la suele detallar a Ángela María. Cuando compró la casa no pudo conservar nada de esa vivienda en la que se compartían aseos y cocina en la parte de abajo, mientras los propietarios vivían en la parte de arriba. Todo hubo que echarlo abajo y rehacerlo. Aunque la casa es de obra nueva, a Ángela María le ha gustado que el patio tenga el suelo de barro, además de que cuente con un punto de agua como es la fuente, una de las características necesarias, como cuenta, para entrar en concurso de patios. Para ella, lo del suelo de barro es fundamental, porque le da ese frescor a las plantas que baja la temperatura en el recinto. Insiste en que el barro es muy importante en los tiestos y en el suelo de un patio, el suyo, en el que se hace vida, aunque ella lo disfruta más trabajándolo que sentándose en él a tomar una cerveza. Ángela María, como ella misma dice, agradece el momento de estar con sus plantas.
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108 MARIANO AMAYA, 4
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Marina Muñoz y María Celeste Almenara
Reconocimientos: ● Accésit en 1995, 1996 y 1997.● Mención especial en 2010.● Premio al patio singular en 2017. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 22ª vez desde 1993.
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ara acceder a este patio se debe atravesar una cancela con una puerta de hierro, cuyo origen se remonta posiblemente a 1864, ésta se comunica con un pequeño zaguán adornado con zócalos de azulejos en las paredes y una solería de diseño antiguo. El patio constituye el núcleo estructural de la vivienda, en torno a él se distribuyen el resto de habitaciones, por lo que son numerosas las puertas que se abren en sus paredes. De sus muros destacan los dos pórticos adintelados situados en los extremos del patio. Ambos tienen unos simples pilares como elemento de sustentación y una pequeña galería cuyo suelo es el mismo que el del resto de la estancia, empedrado de bolos cordobés. Los otros lados se conforman mediante paredes lisas en las que cuelgan una gran cantidad de macetas, en uno de ellos destaca la presencia de un pozo adosado del que se ha conservado la polea y la cubeta de metal. En otro extremo se encuentra una bodega y una pequeña fuente que cuenta con un depósito para recoger el agua. La ornamentación del patio se completa con útiles de metal colgados en uno de los pórticos. Cuentan las crónicas que Mariano Amaya, 4 fue una antigua casa de vecinos del siglo XIX que fue adquirida por el Duque de Hornachuelos, que le cambió toda la estructura principal de la fachada, para dejarla co-
mo ha llegado hasta nuestros días. Más tarde pasó a ser de nuestra familia paterna de Celeste Almenara. También cuentan esas crónicas que en Mariano Amaya, 4 vivieron hasta seis familias con derecho a compartir fogones, pilas de lavar y retrete y ese patio ubicado en la zona central de la casa con 53 metros cuadrados, de arquitectura antigua. La familia cuenta que con el paso de los años y las reformas que ha tenido el inmueble se han podido recuperar muchos aspectos
contaban los antiguos una leyenda que al anochecer salía de dicho pozo un monje con el nombre de padre Mariano Amaya, párroco de la iglesia de San Lorenzo, y promotor de la fundación Salesiana de Córdoba en 1901 para velar y cuidar de la casa y de todos los que en ella viven. Gracias a este pozo, cuando llueve se recoge el agua mediante una canal, y esta agua la utiliza la familia para regar las flores. La puerta de hierro que permite acceder a esta casa tiene
que estaban tapados, dejando a la vista las bóvedas de la parte alta de la ventana y del pozo. El suelo del patio sigue siendo el enchinado de bolo o canto de río original cordobés ya que nunca se ha cambiado. El pozo de origen árabe tiene veinte metros de profundidad. En el fondo de éste se encuentra una verja que llega a los subterráneos de la ciudad. De él
su origen en torno a mediados del siglo XIX. Tras ella se abre un pequeño zaguán decorado con azulejos en sus paredes y con una solería de diseño antiguo. Una vez atravesado este zaguán se accede a uno de los dos pórticos que en cada uno de los dos extremos cortos del patio se hayan. A la izquierda del primero, una estrecha escalera que con-
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duce a la planta alta de esta casa. Sus escalones están llenos de botellas antiguas y radios de épocas pasadas. En el patio también se siente al ya fallecido marido de Marina y padre de María Celeste, Antonio Almenara Sánchez, que era un fanático de las cosas antiguas, tanto que con el tiempo se hizo de una larga colección de utensilios como aparatos de radio, ventiladores, planchas, maquinas de coser, herraduras, todo tipo de herramientas o encendedores. Cuenta la familia que su rincón favorito era la bodega, que para él tenía un encanto especial, decoraba la pared con todas sus cosas para la época del concurso, y cada año había algo nuevo. Abrir su casa
para que la gente pudiera ver su patio, sus antigüedades y las flores que su mujer aún cuida y arregla, era un orgullo para él. Además, Antonio fue uno de los promotores de la Asociación Claveles y Gitanillas. La familia, a lo largo de los años, ha tenido un cuidado especial por conservar la solera y antigüedad de este típico patio cordobés que cuenta con más de 50 variedades florales que su cuidadora mima con sus manos año tras año. Uno de los cambios más novedosos que incorporaron a Mariano Amaya, 4 fue el color de sus macetas, abandonando el verde carruaje por el rojo borbollón y poniéndole un pequeño letrero a cada tiesto con el nombre de la plan-
Mariano Amaya, 4 es una casa patio ya con la tercera generación de cuidadores
ta para que así quien visite el recinto pueda identificarlas. La familia defiende que así, aparte de disfrutar del patio, de su olor y color, se aprende conociendo los nombres de las plantas. Además, se ha sustituido el ya ajado naranjo californio por un navelino y en la tinaja central hay sembrado un abutilón megapotamicum, que en el letrerito correspondiente reza que es un árbol de farolillos chinos. Mariano Amaya, 4 es una casa patio ya con la tercera generación de cuidadores que abre sus puertas para que el viajero pueda disfrutar de ella, al igual que los niños que buscan como locos en el recinto animales como esa tortuga que solía campar a sus anchas por el mismo.
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110 GUZMANAS, 7
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: Óscar Rubio y Elena Vilches
Reconocimientos: ● Participó en 2021 por 2ª vez en el concurso municipal desde 2019.
Ó
scar Rubio y Elena Vilches tenían muy claro que querían vivir en una casa con patio y les llegó laoportunidadenla calleGuzmanas,unacalle,comola cercana Parras, clásica de patios. La labor profesional de Óscar como pintor le llevó a conocer muchas posibles candidatas en distintas zonas, pero finalmente la elegida fue el número 7 de la calle Guzmanas, una casa que compraron en 2013 cuando estaba en muy malascondiciones.Cuentanquela idea de la pareja era, nada más llegar al barrio de San Lorenzo, la de rehabilitar la vivienda y darle un aire mucho más moderno del que al final ha tenido, que ha sido más clásico. Esa idea de optar por lo más clásico cambió cuando comenzó la rehabilitación de la casa, al encontrar elementos como un arcomudéjar,queestabatapado,y un pozo también mudéjar. Tras llegar a ellos una antigua escritura de 1690 en la que rezaba que el Obispado de Córdoba adquirió la casa a través de una donación, empezaron a investigar y a recuperar elementos del inmueble, algo que les cambió por completo la idea de cómo querían reformarla en favor de buscar su forma original, devolviéndole al patio el aspecto que tuvo, “un patio con mucha luz y alegre, algo que está reflejadoenelcolordesusplantas, en el añil de sus macetas y en la luz
de sus paredes”. Nada más entrar al zaguán de Guzmanas, 7, una escalera da acceso a lo que antes fueron las viviendas de las familias que habitaban en esta antigua casa de vecinos. PertenecientedesdeelsigloXVII –desde 1690– al Obispado de Córdoba mediante una donación y destinada en el siglo XX a viviendas sociales, fue casa de vecinos –en la que vivieron entre seis y siete familias– hasta la década de los 70, en la que toma posesión de ella una de las familias que entonces la habitaban. En la entrada de Guzmanas, 7 destaca la restauración de los techosenmaderabasadosenlosoriginales. Pero si por algo destaca la casa y el patio, según defiende Óscar, es por su arco mudéjar, que apareció en la restauración del inmueble y por la Chiquita Piconera en forja que, a partir de un boceto de Elena, da la bienvenida y recibe al visitante. También sobresale el pozo de estilo mudéjar, que conserva su brocal original. El patio es el rincón privilegiado de la vivienda de los Rubio Vilches, la principal estancia para Óscar y Elenadelacasa.Alasalidaalpatio y en honor a tiempos pasados, se ha recreado una cocina antigua, quesesituabaendicholugarjunto al pozo; o lo que es lo mismo, las cocinas originales de la casa, donde cada familia que la habitaba tenía sus infiernillos para hacer sus comidas.Yesasseisosietefamilias
compartíanademáslapiladelavar yelpozomudéjar.Enelpatio,donde no falta un mosaico de San Rafael presidiéndolo. En lo que se refiere a las flores, todas tienen alguna historia y recuerdos, plantas que evocan a momentos y sentimientos, plantas que, como destaca Óscar, representan más la belleza que de por sí dan las flores, muchas de ellas, plantas regaladas. Óscar defiende que sus plantas se crían con muchocariño.Cuentaconalgunascedidas por el patio de Guzmanas, 4, como la flor de la gamba, pericones o malvarrosas, entre otras, regalos de su vecina Manoli, ManuelaLorente,ysumaridoRicardoVillar, una pareja de las clásicas participantes en el concurso municipal de Patios. O unas calas, regalo del tío Paco de Óscar, o unas begonias,regaladasporunasamigasde la familia. No faltan helechos de susabuelos.Tambiénhayunabruja y una príncipe que ocupan macetas en las que se criaron desde la semilla, y plantas sembradas en latas de aceite como geranios y gitanillas, al igual que hacían algo más de un siglo los anteriores residentes de la casa. Tampoco faltan las gitanillas de lazos, ni la buganvilla, ni las cinerarias centauras, como las del Palacio de Viana. Todo en Guzmanas, 7 es como un homenaje a quienes en su día habitaron en este inmueble que data del siglo XVaderezadoconplantasqueatesoran mucha historia personal.
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112 POZANCO, 6
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Mercedes Romero Cano yAna Sánchez Martínez
Reconocimientos: ● Mención especial en 2012.● Premio al patio singular en 2014.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 13ª vez desde 2008.
M
ercedes Romero pierde la mirada en su patio –el del número 6 de la calle Pozanco– y, como si de coloristas diapositivas llenas de vida se tratara, se suceden en su mente nostálgicas estampas de juegos y celebraciones familiares protagonizadas por sus dos hijas, Mercedes y María José; en especial por la segunda de ellas, que se fue para siempre en agosto de 2013 sin ni tan siquiera haber cumplido la veintena, víctima de un trágico accidente de tráfico. “En el patio, con mis flores, encuentro la paz que nece-
sito. La de cumpleaños, santos, navidades y reyes que hemos celebrado en él desde que mi pequeña tenía tres años y medio y mi mayor tenía cinco y medio”, detalla con ese amor de madre necesitado de ella. En esas estampas que se suceden en su mente también aparecen los juegos de David y Ana Belén, los dos hijos de su hermano Mateo y de su cuñada Ana. Las dos familias –la de José Manuel Carracedo y Mercedes Romero y la de Mateo Romero y Ana Sánchez– habitan en la actualidad la casa después de que antes de 1997 la sometieran a una reforma integral, aunque Mercedes ha esta-
do toda su vida ligada a una vivienda “que fue en principio de los padres de mi madre, Alejandro Cano y Amparo Pérez; y donde posteriormente también vivieron mis padres, Juan y Mercedes”, detalla. “Yo llegué a la familia a los 14, cuando conocí a su hermano”, añade Ana. Ese retorno al pasado se colorea de sepia mientras explica que en la casa vivieron conjuntamente unos ocho vecinos. “En esos recuerdos veo ya al jazmín y al limonero, y había pozo, y suelo de chino y cemento; y si de algo me arrepiento es de no haber conservado aquellos arcos de medio punto y
aquellas columnas que había antes de tirar el edificio para rehacerlo, y de no haber rehabilitado aquellas habitaciones en las que nos repartíamos las familias”, relata antes de regresar de nuevo a emotivas vivencias aún más añejas para detallar lo peculiares que eran aquellas ya remotas navidades “en las que nos reuníamos los vecinos en torno a una candela”. Ahora, las veces de pozo, de ficción en este caso, las hace sobre suelo de loza una fuente en la que dos figuras parece que están sacando agua para dar de beber a las numerosas macetas que pueblan un recinto en el que la singularidad, y a la vez la gran virtud, es que es fruto de la conjunción de dos maneras de entender su decoración, las de las cuñadas Mercedes y Ana. “En realidad es como si se tratara de dos patios en uno, ya que Ana coloca en su parte las plantas que quiere y las distribuye cómo quiere y yo hago lo mismo en mi parte”, explica Mercedes. “A mí me gusta, sobre todo, llenar mi zona de patio de gitanillas y geranios y, últimamente, también estoy introduciendo geranios chinos”, relata Ana. “Y a mí me gusta mucho la variedad; vestir la mía además con plantas que tengan flor como ciclámenes, orquídeas, pensamientos, calas, azoleas, petunias, begonias u hortensias”, asevera Mercedes, mientras no olvida el punto tropical que al recinto le da esa planta del paraíso traída de Canarias con denominación de origen tinerfeña. “Es que yo creo que el mayor tesoro de este patio es esa conjunción de estilos que se diferencia incluso en la manera de distribuir las macetas”, apunta
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Ana, mientras Mercedes comenta que un año tiñó las suyas anárquicamente “de muchos colorines” como si las hubiera manchado el mismísimo arco iris, para estar a la altura de los no menos singulares mantones de manila que cuelgan en los balcones y de los platos de cerámica que acompañan también en la pared para enriquecer esa decoración. “Otros años me ha dado por pintar mis macetas de rosa, azul, marrón…”, resalta una mujer que mima a sus plantas como mima a los enfermos a los que atiende en su trabajo de auxiliar de enfermería en la Unidad de Cardiología del Hos-
El patio de Pozanco, 6 pertenece a una antigua casa de vecinos que fue reformada de forma integral en 1997
pital Universitario Reina Sofía de Córdoba. De ese cuidado pueden dar fe amigas, compañeras de trabajo y del gimnasio a las que Mercedes invita a su casa para compartir días de patio en un recinto que su cuñada y ella han presentado a concurso desde 2007. “Recuerdo cuando mi María José me ayudaba tanto a prepararlo para ese certamen municipal de patios”, suspira mientras mira de reojo una foto que muestra a su hija vestida de gitana. “Ahora quiero seguir poniéndolo por ella, que estará en el Cielo viendo como le rindo así homenaje”, concluye.
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114 PLAZA DE SAN RAFAEL, 7
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Voluntarias de la Hermandad de San Rafael Reconocimientos: ● Participó en 2021 por 4ª vez en el concurso municipal desde 2017, aunque ha participado en algunas ocasiones fuera de concurso.
L
as voluntarias de la Hermandad de San Rafael empezaron a recuperar los dos patios de Plaza de San Rafael, 7 en 2014, unos patios que eran hasta que ellas comenzaron con esa tarea de rehabilitación como un corral de gallinas, según sus propias palabras. En esa labor de restauración, sus estructuras son la originales y los suelos, los primitivos que tenían. Los recintos no cuentan con flores de temporada, ya que todas las plantas se cuidan durante todo el año, gracias a una labor desinteresada de bastantes personas, unas personas que además ayudan a todos quienes no tienen medios dentro de la labor social que realizan las voluntarias de la Hermandad de San Rafael, como hizo el arcángel y Custodio de Córdoba con Tobías.
En uno de los patios hay una gran imagen de San Rafael, que es una donación del marqués de la Vega de Armijo. Entre las plantas destacan las begonias y las buganvillas, entre otras. Fernando Cruz Conde, el rector de la iglesia del juramento de San Rafael, detalla que lo que ahora es la capilla de la Virgen de Fátima era un almacén de trastos perdidos y se rehabilitó como capilla puesto que acogió el apostolado mundial de Fátima. La imagen de la Virgen que se puede contemplar en el recinto la compró Fernando Cruz Conde en la misma Fátima y tiene una muestra de los exvotos que a lo largo de los siglos han ido los fieles dejando en la iglesia para reconocer los favores recibidos por la intermediación de San Rafael. También hay una imagen de Santa Ana, que estaba en la sacristía de la iglesa.
En Plaza de San Rafael, 7 hay dos patios completamente diferentes. Uno con mucha zona verde con plantas muy antiguas, además de las incorporadas por las voluntarias, con sus macetas en azul añil. La labor de reforma de ambos recintos se ha llevado a cabo manteniendo lo que se cree que había. El primer patio está situado en la casa del santero del Iglesia. Este patio fue anexionado a la Iglesia del Juramento de San Rafael en el siglo XVIII, cuando se preveía la ampliación de e templo. Anteriormente era un solar destinado a muladar. El pavimento es el original de bolos, destacan en él, la lápida que recoge las apariciones del Arcángel San Rafael en el siglo XVI. Asimismo, en un rincón hay una efigie de San Rafael. En él resalta el contraste del añil de sus macetas entre la cal de sus paredes.
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En un pasillo cubierto entre el primer y el segundo patio, se encuentra una habitación convertida en 2015 en una capilla de Fátima. Preside la capilla una imagen de La Virgen y, bajo esta imagen, hay un altar de guadamecí de Juan Martínez Cerrillo. También hay en esta capilla una imagen de Santa Ana, del siglo XVIII. En cuanto a su ornamentación destacan unas enormes esparragueras y “la pena”, según las voluntarias, es que tenía una palmera, un tipo de árbol que en el recinto sale espontáneamente, con la que acabó el picudo, además de clivias, pendientes de la reina, begonias… El segundo patio fue adquirido en el siglo XIX. Es de una casa que aún tiene fachada a la calle Arroyo de San Rafael. Este patio servía como corral y huerto, y se compró para levantar en él una capilla gemela a la sacramental
del templo con la intención de que la planta del templo fuese simétrica. Luego se olvidó esta idea y pasó a ser el patio que hoy existe, con una de sus paredes curvas, pues linda con la rotonda del templo. En él destaca una fuente ornamental que recuerda en sus formas a una pila bautismal, sobre la que se posan dos pájaros de metal. Cuatro esferas de los remates de las torres decoran los parterres, un arriate corrido recorre parte del patio sembrado de numerosas y diversas plantas, naranjos, y un pequeño olivo. Y también un suelo que anteriormente era de tierra en el que se ha diseñado a través de chino cordobés un mosaico con el escudo de Córdoba, con las armas de San Fernando. Se trata de un patio de aspecto diferente al primero en cuanto a vegetación con árboles como el limonero y los naranjos o el ace-
En la antigua casa del capellán de la Iglesia del Juramento hay dos patios de finales del XVIII
buche, además de la flor de la pasión y los helechos. Fernando Cruz Conde insiste en que el aspecto de los patioa hay que agradecérselo a un grupo de señoras que han trabajado durante muchos años para que así sea, ya que estaban completamente salvajes. Y lo han hecho por amor a San Rafael y por la obra social que mantienen de pagas todos los billetes a los transeúntes que acuden a ellos, algo que no se hacía por Cáritas ni por el Ayuntamiento. En uno de los patios no falta una fuente con un brocal de origen árabe con una cita del profeta Isaías: “Sacaréis agua con gozo de la fuente de la Salvación”. En ese patio, tal y como cuenta Fernando Cruz Conde, se han llevado a cabo actividades como la dirigida a recaudar fondos para llevar a cabo el proyecto de trono de San Rafael.
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116 LA PALMA, 3
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Manuel Cachinero Madueño Reconocimientos: ● 1º premio en 2014.● 5º en 2016 y 2017.● 6º en 2015.● Accésit en 1993, 1994, 1995, 1996, 2004, 2009, 2012 y 2013.● Mención especial en 2008.● Premio al uso artístico del agua en 1997, 1998, 1999 y 2000.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 28ª vez desde 1993.
U
n carruaje de caballos circula con turistas por su ruta habitual hacia La Magdalena. “Este patio es muy bonito, de los más bonitos que hay en Córdoba, ha recibido muchísimos premios”, comenta el cochero al paso por La Palma, 3. Es la respuesta automática del conductor a las miradas silenciosas que dirigen al edificio quienes ocupan la parte de atrás de ese carruaje. Esas miradas son atraídas por uno de los mayores tesoros de La Palma, 3, su
fachada, la de un palacete barroco fechado en 1782, como revela una inscripción en su portada. Tras unas grandes puertas retrancadas para poderse abrir hacia afuera, el suelo del zaguán conserva las huellas de lo que fue además en su día salida y entrada de coches de caballos. Y las paredes del recinto aún conservan las anillas donde las riendas de los équidos se ataban. En el interior de esa parte de lo que fue una casa señorial, Manuel Cachinero trabaja en el taller en el que ha convertido la zona del inmueble en la que estaban ubi-
cadas las cuadras. Manuel –carpintero de profesión– es un artista de la escultura. Modela toreros, caballos, toros, cristos, bailarinas...al más puro estilo abstracto, dotándolos de un cuerpo de metal. “Los metales los trabajo casi todos; yo diría que tengo influencias de Gargallo”, apunta. Algunas de sus obras han pasado a formar parte de la decoración del patio, como el arlequín que preside la fuente que él mismo ha construido en hierro y sobre la que antes había una bailarina. “Nací en Villanueva de Córdo-
ba y me mudé a Córdoba en 1975 con mis padres, que son de Montoro. Vivíamos muy cerca de aquí, en la Plaza de Aguayos, cuando me ofrecieron la compra de esta casa en los 80”, explica. Fue precisamente en tierras jarotas, donde el gusto de toda la vida por el arte de Manuel lo convirtió en modelador de perfectas figuras metalizadas. “Un día de esos que solía salir a pasear pasé por una hojalatería en Villanueva de Córdoba y mientras veía como trabajaba el hojalatero, como de un pedazo de lata sacaba un vaso, me vino a la cabeza modelar un Cristo”, detalla. Ese crucificado fue el primero del gran número de piezas que ha creado y que se han podido contemplar en distintas exposiciones. “Tenía la ilusión de vivir en una casa antigua, con columnas y, por casualidad, de alguna forma lo he conseguido; la satisfacción que te proporciona vivir en un lugar como este no tiene pre-
cio”, sostiene Manuel, quien insiste en que apenas se le han realizado reformas al inmueble. De hecho, en el patio de La Palma, 3 no faltan capiteles visigodos y del siglo XVIII; un pozo con brocal árabe que es una réplica de otro califal del siglo X, pero que lleva en este recinto desde su construcción; y un abrevadero adaptado a pilón por Manuel. De ese pozo sale el agua con el que riega la amplia variedad de vegetación con las que cuenta, muchas de ellas pertenecientes a su familia. “Cuando llegué a la casa ya estaba el limonero y el naranjo mandarino; luego, me fui rodeando de las plantas que había en casa de mis abuelos y de mis padres, del tipo de vegetación que conocía desde pequeño”, relata. De casa de sus abuelos, por ejemplo, La Palma, 3 tiene un jazmín casi centenario “con un tronco impresionante” y un limonero en el que habían injertado un mandarino; y de la de sus padres, unas celindas. “Coloqué
Manuel Cachionero ha conseguido que este tradicional patio sea un museístico jardín con bellas esculturas
también –añade– una espectacular buganvilla, que ya tiene décadas”, que junto con las glicinias, las trepadoras y un rosal de pitiminí amarillo, entre otros ejemplares de sangre verde, confieren al patio un ADN vegetativo muy especial que embruja hasta convertirse en inspiración artística. “Un señor le escribió una poesía y vino a traérmela y una niña con síndrome de down me trajo un dibujo que había hecho del patio; esta última es quizás una de las anécdotas más bonitas que me han ocurrido de la muchísima gente que lo ha visitado”, revela. Muchísimas visitas, como muchísimos son también los turistas que, montados en carruajes de caballos hacia La Magdalena, y admirados por lo que observan al paso por La Palma, 3, tan sólo saben que “este patio es muy bonito, de los más bonitos que hay en Córdoba, ha recibido muchísimos premios”, como les comenta automáticamente el cochero.
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118 ACEITE, 8
(Arquitectura moderna, dimensión grande) Mantenimiento: José Antonio Espinosa y Carmen Lopera
Reconocimientos: ● 6º premio en 2014.● 8º en 2017.● Accésit en 2013.● Mención especial en 2012.● Premio al uso artístico del agua en 1999.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 21ª vez desde 1999.
U
n Aceite, 8 es la gran obra de José Antonio Espinosa, “sin necesidad de arquitecto o decorador”, como él mismo dice. Este profesional de la construcción, “albañil desde los 15 años”, como él mismo apunta, no pensó en un primer momento, cuando a mediados de la pasada década de los 80 adquirió lo que fue una antigua casa de vecinos de 600 metros cuadrados muy castigada por el tiempo, que la transformaría en un lugar de película que, salvando las distancias temporales, podría haber sido elegida por Billy Wilder para
el lucimiento de Gloria Swanson y William Holden en El Crepúsculo de los Dioses. Muchos de los planos de ese largometraje se podrían haber filmado en uno de los tres patios con los que cuenta la casa, el más asalvajado, el que más ha sentido la mano reformadora de José Antonio.”Le he querido dar un estilo parecido al de aquellos ancestrales patios romanos”, apunta. A ese patio, el más interior de la casa, lo denominan “el del jardín o de la piscina”, para diferenciarlo de los otros dos, “a los que llamamos de los chinos y de las orzas”, añade. Cuando adquirió la casa, esa parte ahora ajardinada estaba
llena de habitaciones con techos de uralita en las que se repartían decenas de familias. José Antonio invirtió unos seis años de “trabajo a tope” en su reforma antes de mudarse a vivir a ella con su mujer, Carmen Lopera, y el hijo de ambos, Samuel. “Nos establecimos definitivamente en esta casa el 1 de mayo de 1991”, puntualiza Carmen. Hasta ese momento, muchos fueron los días en los que la familia puso rumbo a Aceite, 8 desde su piso de Agustín Moreno, 17, al grito de “vámonos al campo”, con una canasta de comida, refrescos, unas cervecitas frescas y hasta una televisión portátil, para
completar jornadas en las que, mientras Samuel jugaba libre en el recinto, sus padres plantaban árboles o José Antonio llevaba a cabo labores propias de su profesión. “Desde entonces, no hemos parado de realizar reformas y mejoras en la casa”, indica. “La alberca la transformamos en piscina dotándola de un aljibe romano, luego construimos el porche, la bodega, el dúplex y hasta un apartamento; eso sí, respetamos los dos patios principales de la casa, el de los chinos y el de las orzas”, resalta José Antonio. Esos dos patios se conservan clásicos y tradicionales. El primero –el de entrada–, que debe su nombre a su suelo de enchinado cordobés sobre el que se levantan un par de cipreses, tiene las paredes de ladrillo viejo, una fuente rodeada de plantas y ma-
unos angelitos de resina coronando una fuente, una cruz acrisolada modelo corpus christi, una bala pétrea de una catapulta o un impresionante mascarón de mármol formando parte de la piscina. Todo ello, entre un mar de arboleda. “Precisamente, mi hijo se queja de que, con tanta vegetación, no tiene donde colgar la toalla ni donde tenderse cuando viene con sus amigos a vivir una jornada de piscina; yo siempre le digo que yo tengo una casa con patio y no un chalet con césped”, cuenta sonriendo. “Tengo lo que quería; con mejoras basadas en innovar prácticamente día a día, ahora quito esto de aquí y lo coloco allí, he conseguido, con mucho trabajo, un diseño de un patio ajardinado en el que predomina el verde”, añade. En el gran vergel de los Espino-
cetas colgadas en las que predominan las margaritas, geranios, gitanillas y cintas. El segundo, bautizado por su ornamentación, cuenta con un pilón que es residencia de peces, con otro ciprés y con el mismo tipo de vegetación que el anterior. El del jardín, por el contrario, rompe todos los esquemas del patio clásico y roza la anarquía vegetativa y arquitectónica con la sutil belleza color esperanza que le ha proporcionado la mano de José Antonio. Y es, precisamente eso lo que le proporciona esa sensación de escenario al estilo Sunset Boulevard en el que destacan elementos decorativos como
sa Lopera crecen, entre otros ejemplares únicos, una alta palmera, una datura stramonium, setos, hiedras, buganvillas, algún que otro naranjo, una araucaria, jazmines, una jacaranda o “un arce que echa unas ramas que alcanzan los siete metros”, explica José Antonio. Él mismo poda ell arce, la palmera o cualquier otro árbol que ose crecer indiscriminadamente. “No quiero árboles desmadrados de altura, no quiero tener otra experiencia desagradable”, indica refiriéndose a un suceso protagonizado por uno de sus cipreses, cuyas ramas se veían desde el Arenal y al que el viento se las partió destrozando
Aceite, 8 es la gran obra de José Antonio Espinosa, “sin necesidad de arquitecto o decorador”
tejados de la casa en su caída. Esa buena mano con la vegetación la ha heredado de su madre, de los tiempos en los que habitaba con sus padres en una casa con patio, en el número 5 de la calle Ronquillo Briceño. “A mi madre le encantaban las plantas, tenía toda la terraza llena de flores”, apunta. “No obstante, en jardinería nunca se acaba conociendo todo, siempre hay algo nuevo que aprender de los errores; por ejemplo, compras un pacífico y se te acaba marchitando porque lo colocas en un lugar que no es el idóneo o lo riegas en exceso cuando necesita poca agua”, resalta quien está convencido de que parte del secreto del éxito de haber conseguido ese jardín de película lo tiene el pozo –casi centenario tras su reforma– con el que da de beber a las plantas. “Es el gran tesoro del patio, el que le da la vida, una vida que además se huele”, recalca. “El aroma que destila el patio es impresionante –asegura Carmen–, aquí, entre la dama de noche, el jazmín, el jazmín de Madagascar y la datura, cuando hay floración se crea un aroma que no está pagado con nada y que llega hasta la calle Santiago”. Esos riegos y otras tareas de mantenimiento le absorben muchas horas, tantas que José Antonio no tiene tiempo “ni para pintar las macetas; el primer año que presenté el patio al concurso municipal estaban coloreadas de amarillo, me dijeron que las tiñera de azul, pero llegó un momento en el que no me podía dedicar a pintar más de 200 macetas, por lo que las dejo como vienen, en color barro”, resalta. En la mayoría de las ediciones a las que ha concurrido, lo ha hecho con los dos primeros patios, el de chinos y el de las orzas, desde cuyos tejados unas gárgolas divisan ese otro singular patio cordobés asalvajado que a Billy Wilder no le hubiera importado convertir en la localización perfecta para filmar la versión en color de El Crepúsculo de los Dioses.
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120 BARRIONUEVO, 43
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: José Antonio López Marín ysu hijo José Antonio López de Llano
Reconocimientos: ● Accésit en 1995, 2004, 2005 y 2007.● Mención especial en 2006.● Premio a la planta singular en 2019 por su rosal trepador.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 16ª vez desde 1994.
B
arrionuevo, 43 es una antigua casa de vecinos que según el archivo histórico data de 1700. Cuando la familia López de Llano compró la casa, en 1995, estaba en un estado muy precario. José Antonio López Marín, el padre, cuenta que empezaron a participar en el concurso municipal desde ese año compitiendo en la modalidad de arquitectura antigua, y casi al mismo tiempo empezaron a remodelarla. Explica que estuvieron participando 14 años, en esta ocasión en arquitectura moderna, y después dejaron de concursar, ya que el inmueble se convirtió en apartamentos turísticos. Tras nueve años, en 2019 volvieron al concurso cuando Barrionuevo, 43 estaba ya compuesto de apartamentos de larga estancia –cinco- donde también viven sus hijos, José Antonio, Daniel y Virginia, además de los dos que tiene en alquiler. Quien cuida el patio es el propio José Antonio López Marín, su mujer, Virginia
de Llano, y uno de sus hijos, José Antonio. Cuando concursaban en la modalidad de arquitectura antigua, el patio era todo piedras, terrazo, uralita, el recinto era mucho más estrecho, había unas cocinas comunes, unas pilas y unos aseos también comunes. Al rehabilitarlo se le dotó de solería, se colocó también el zócalo y se plantaron muchas plantas. Los azulejos de la entrada los cambiaron por nuevos a través de una fábrica sevillana que se los hicieron idénticos a los que tenía la casa, además pusieron el suelo de chino cordobés típico. José Antonio detalla que el primer patio era de terrazo y que lo cambiaron por la solería que hoy tiene, además de ponerle zócalo. Lo que se salvó de la remodelación fue el arco y un azulejo de San Rafael bastante antiguo. El segundo patio antes era de bajada y ahora es de subida y era todo de piedra. Tenía las pilas, las cocinas y los aseos comunes para las personas que allí vivían de alquiler. También es-
taba el pozo, enterrado, y la familia lo descubrió. Uno de los patios está presidido por una estatua de grandes dimensiones que representa la abundancia. Lleva en él alrededor de una veintena de años. Ornamentalmente, los López de Llano prefieren que las flores estén bien cuidadas, limpias y que haya mucha variedad. Siempre predominan los geranios, las gitanillas, calanchoes, la enredadera…Al hacer la obra aprovecharon para construir arriates donde colocarlas y en ellos tienen plantas bastantes grandes, como la hiedra, una diamela que echa muchísimas flores, el jazmín azul, la dama de noche, dos naranjos, un limonero, la buganvilla, que es la que preside el patio, esparragueras, sombrereras….de todo tipo de planta. Muchas plantas que se crían durante todo el año en el patio.Arquitectónicamente, en Barrionuevo, 43 destaca el arco, el San Rafael, que se salvó de la piqueta, el pozo moruno y la típica casa de vecinos.
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122 SIETE REVUELTAS, 1
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses (colectivo presidido por Miguel Ángel Roldán)
Reconocimientos: ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 7ª vez desde 2014.
E
l origen de este inmueble data aproximadamente del siglo XV, posteriormente, reformado pasó a ser una casa de vecinos y albergó una fundición de campanas de ahí que fuera conocida como la Casa de las Campanas. Si un furtivo internauta coloca en el buscador las palabras patios clásicos de Santiago, el navegador lo conducirá hasta páginas web que le informarán de que muy cerca de que la iglesia que le da nombre al barrio se encuentra –en el número 1 de la calle Siete Revueltas– la Casa de las Campanas, propiedad de la Asociación de Amigos de los Patios. Esta vivienda tiene dos patios, el primero es un gran jardín, parte de un palacio mudéjar del siglo XIV que fue la casa solariega de don Pedro de Montemayor, Señor de Alcaudete. Como vestigio de su grandeza sólo queda la portada de origen árabe con un arco de tipo angrelado –es decir, formado por multitud de pequeños arquitos de esta época– y el frontón decorado con bellas yeserías y por un pórtico que alterna arcos peraltados con arcos lobulados, estos arcos se asientan sobre columnas con bellos capiteles decorados. Esta fachada sobresale sobre el resto de la casa, es uno de los pocos ejemplos de vivienda de estilo mudéjar cordobés. El pórtico se abre a un extenso patio ajardinado de paredes blancas, donde se ve el típico suelo de bolos y un gran brocal que se conserva como resto de un lavadero que ocupó antiguamente ese lugar. Una gran puer-
ta de madera combinada con argollas de hierro, que originalmente cerraba la entrada del palacio, da paso al segundo patio, en la galería que comunica con éste se puede observar un bello artesonado de la techumbre original. El segundo patio presenta una escalera encalada con baranda de hierro por la que se accede a una pequeña azotea. Una prueba de la majestuosidad de Siete Revueltas, 1 es su declaración, en 1982, como Monumento Histórico-Artístico. La Casa de las Campanas fue adquirida por la Asociación de Amigos de los Patios Cordobe-
“La Casa de las Campanas tiene dos patios que se comunican por una preciosa portada de arco angrelado, típica del arte mudéjar”, destaca Genaro Casas, cuidador del patio junto a María Mondéjar. Ella es hermana del ilustre inquilino que ha tenido Siete Revueltas, 1, Antonio Mondéjar, arte puro, maestro de miles de bailaores y embajador de Córdoba allá donde triunfó con los innumerables espectáculos flamencos de los que fue responsable. Su espíritu sigue en esa Casa de las Campanas, en la que un San Rafael porta un sombrero cordobés, como
ses, junto al patio de la calle San Basilio, 44, “con el firme objetivo de evitar que desaparecieran este tipo de edificaciones tan singulares”, según apunta Miguel Ángel Roldán, presidente de la asociación. Desde 2014 lo presentan al concurso municipal de Patios.
a él siempre le gustaba portar. Cofundador de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, Mondéjar pensaba en flamenco, vivía en flamenco, sentía en flamenco, tanto que quería que incluso se le entrevistase con sombrero cordobés. “Un
flamenco lo es de por vida”, sostenía. Mondéjar fue de los bailaores y coreógrafos más importantes que ha dado el panorama nacional y una persona que durante toda su vida estuvo comprometido con Córdoba. En su última entrevista contaba que el cambio experimentado por la Fiesta de los Patios ha sido muy importante en todos los aspectos. “Uno de los cambios más grandes ha sido en el aspecto económico. Recuerdo aquellos tiempos en los que eran siete pesetas las que daban de premio, luego se fue subiendo. Tengo que reconocer que, aunque no tengo color político, cuando el PP llegó al gobierno municipal ayudó a los Patios, unos patios que llevan desde el año 27 funcionando y que económicamente son una
fuente de ingresos muy bueno para la ciudad. Y no sólo los Patios, creo que todo lo que esté teñido de sabor andaluz le da a la ciudad una categoría que es la que tiene que tener Córdoba”, relataba. “Siete Revueltas, 1 es uno de los patios más grandes de los que se presentan al concurso municipal y tiene una antigüedad que no la tienen otros patios cordobeses”, insiste Genaro Casas, quien destaca “las celosías y los arcos mudéjares del siglo XIV, todo ello conservado tal cual y que la dan más vistosidad al recinto”. Genaro cuenta que el patio está dividido en dos partes, “una que es más jardín y otra que es un poco más pequeña y más tradicional, más popular”, destaca. En el más amplio, en el que ha
Elorigen de este inmueble, llamado la Casa de las Campanas, por habersido una fundición de campanas, data delsiglo XV
habido durante muchos años un tablao o escenario, en el que se han realizado innumerables actuaciones y otro tipo de eventos, tal y como detalla. Para Genaro, en la Casa de las Campanas “destacan sus tres cipreses, que son como las guías del recinto”, un recinto en el que “las plantas están cuidadas a lo largo de todo el año”, por lo que su estado vegetal es bastante bueno. “No obstante, tenemos todo tipo de plantas que están aquí desde hace muchos años, los cipreses, limoneros, calas, la hiedra, el laurel, begonias, pendientes de la reina, jazmín amarillo, pitosporo, pacíficos, geranios y gitanillas....en fin, muchísimas, no sabría enumerar cuantas”, insiste. La decoración floral “depende también del año, de cómo haya sido el
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124 JUDÍOS, 6
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Basilia Bolaños Cañizares
Reconocimientos: ● Accésit en 2005 y 2006.● Mención especial en 2011.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 15ª vez desde 2005.
C
on aroma a Córdoba antigua, la calle Judíos hipnotiza con su estrechez al visitante mientras lo invita a atravesarla para transitar entre la plaza de Maimónides y la Puerta de Almodóvar. Cerca de esa plaza, Judíos se ensancha formando la plaza de Tiberiades, gobernada por una estatua de bronce dedicada al gran filósofo y médico judío cordobés nacido en 1135, siempre dispuesta para los flashes de los turistas que escrutan palmo a palmo la Judería capturando recuerdos en forma digital. De Maimónides, la historia cuenta que buscaba la verdad, el sentido de la vida, el conocimiento y la razón que permite a los hombres ser mejores. También que rechazaba la fe
ciega en credos y en fanatismos que anulan toda libertad de pensamiento y de acción, mientras disfrutaba de la Córdoba de la libertad, del respeto del otro. A sólo unos metros se levanta la Sinagoga, concebida espiritualmente como lugar de culto judío por excelencia. Muy cerca de esos lugares en los que la leyenda y la Historia conviven, Basilia Bolaños rinde otro tipo de culto impregnada por ese espíritu que movía al filósofo, el que le dicta el amor por sus plantas, que mima día tras día sin descanso en una casa, su casa, registrada a mediados del siglo XVII como número 54 de la calle Maimónides. “Tiene más de 300 años; fue una fábrica de velas y posteriormente un hospital de frailes carmelitas; incluso tuvo una paja de agua del Cabildo”, cuenta. Ahora
es el número 6 de la calle Judíos. “Su aspecto actual es el fruto de muchos años de sacrificio e ilusiones”, explica. Quien conoce a Basi –como se le llama familiarmente– sabe que la cuida como se cuida a un amor al que no le pides nada, sobre todo a su patio, un paraíso presidido por una singular fuente con forma de estrella de cinco puntas y sobre la que se posa un querubín. El patio le trae recuerdos de vivencias con su marido, Antonio, y con sus hijos. Vivencias de todo tipo, hasta paranormales, y no precisamente porque mucho tiempo atrás el edificio tuviera un cementerio a extramuros. “Hace unos años –detalla– mi hija Penélope y una sobrina mía se encontraban sentadas en un dormitorio cuando sintieron como si las ro-
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zara un gato; al momento vieron una especie de hábito de fraile salir como volando y desaparecer rápidamente”. Basilia explica que esa no ha sido la única experiencia fantasmal. “Hemos contemplado asombrados como las puertas de los dormitorios se abrían sin motivo alguno o las persianas se levantaban”, relata. “Estas cosas hace ya años que no pasan y con ellas nadie sufrió ningún daño”, deja claro. Judíos, 6 es, sobre todo, el escenario de la historia familiar de Antonio y Basilia, que se casaron “en el 67, y vivimos en ella unos siete años hasta que se la compramos al entonces dueño”, cuenta. En los 80 comenzaron a transformarla con las primeras obras de reforma, actuaciones que han dotado a la casa de una arquitectura moderna en la que
no faltan elementos costumbristas en forma de arco de herradura musulmán, mientras que la fachada y el pórtico, sencillo y encalado, son legados de los orígenes de la época barroca del recinto. Antonio ya no está, pero su presencia se sigue sintiendo desde que se fue. Desde 2005, Basilia es fiel año a año –con un paréntesis en 2010– a su cita con el concurso municipal de patios, certamen que ha premiado con sendos accésits en 2005 y 2006 y una mención especial en 2011 a esta postal con retazos de zócalo de cerámica, y en la que ella pinta un mar de macetas rojas que parecen flotar sobre las paredes conformando un espacio único vestido con geranios, gitanillas, hortensias, clavellinas, clivias, gardenias, azaleas, pilistras,
Situada en la calle de la Sinagoga yel Zoco, esta casa fue una fábrica de velas yun hospital de frailes carmelitas
malvarrosas o unos peculiares cactus forradores de columnas. “Cuando llega la hora de montar el patio me suele echar una mano mi yerno”, asegura. Para completar la estampa, elementos decorativos muchos de los cuáles fueron regalos. “Por ejemplo, este molinillo antiguo me lo trajo una vecina que tenía 90 años y que era de su bisabuela”, explica. No faltan tampoco añejas planchas, una antigua mesa de máquina de coser, botijos, platos de cerámica, velones, un par de braseros de época y diversas miniaturas confeccionadas en bronce, ese material que es la carne y hueso del Maimónides que reposa a sólo unos metros del hogar de Basilia como si fuera un vigilante, el vigilante de la calle Judíos.
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126 BARRIONUEVO, 43
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Carola Reintjes
Reconocimientos: ● Participó en 2021 por primera vez en el concurso municipal.
E
l patio del número 15 de la calle Julio Romero de Torres es de momento el más novato de concurso municipal de Patios que organiza cada año el Ayuntamiento –se pudo visitar en la ruta JuderíaSan Francisco–. Su propietaria, la alemana-cordobesa Carola Reintjes, se define como “una enamorada de la cultura de los Patios, de ese clima de convivencia, de intercambio cultural y de solidaridad entre sus gentes”; o lo que es lo mismo, una enamorada de lo que llevó a la Unesco a considerar a la cita por excelencia del Mayo
Festivo cordobés como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Por eso, Carola presentó su patio al certamen que en 2020 –en plena pandema– celebró el Ayuntamiento en el mes de octubre como piedra de toque y tras ello se propuso competir por un premio en el concurso municipal. Reintjes lo define como un patio de arquitectura antigua, heredero de aquellas casas medievales en las que no falta un zaguán, una fuente y arcos, además de un brocal de pozo medieval y elementos decorativos de cerámica. En lo que a ornamentación se refie-
re, su propietaria destaca “una higuera gigante, árboles frutales, entre ellos un limonero, la costilla de Adán, gitanillas, geranios, hortensias, plantas aromáticas y medicinales..”. La casa es de entre los siglos XVI y XVII, y en ella destaca su fuente con pie de estrella de ocho puntas. Además, tiene elementos que datan del siglo X. Carola cuenta que conserva trees ladrillos de fábrica islámica con huellas de un gato que se paseó por el alfar antes de cocerlos. La propietaria destaca además un conjunto de grandes tinajas-macetas, alrededor de la fuente central.
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128 MAESE LUIS, 9
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: Isabel López Cazalla
Reconocimientos: ● Accésit en 1993, 1994, 1995, 1996, 1999 y 2007. ● Mención especial en 2001 y 2019.● Premio al uso del agua en 1997 y 1998 y a la variedad floral en 2000.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 27ª vez desde 1992.
U
na inscripción justo en la entrada del hogar de Juan Ruiz e Isabel López fecha la construcción de esa vivienda en 1985. “Hubo que echar la antigua casa de vecinos abajo y edificarla por completo, dado que estaba en muy mal estado; no se pudo aprovechar nada, tan sólo las rejas, que están hechas artesanalmente a mano y que nos han querido comprar, pero no se venden”, insiste Isabel. Tras la obra, el matrimonio se mudó desde su anterior residencia en la calle Fernando Colón a ese nuevo hogar de Maese Luis, 9 con sus tres hijos, Florencia, Isabel y Juan Pablo. “Vivíamos en un piso y mi suegra (Florencia Ruiz) me decía: ay, Isabel, lo que te tiene que pesar esta casa, es mucha casa para ti, quítale la idea a mi hijo porque ya verás”, cuenta. Su suegra le advertía así de que los años no pasan en balde, de que llega-
ría a mayor y le costaría hacer las labores propias de una ama de casa en un inmueble que tiene más de 300 metros. Pero Isabel siempre fue una enamorada de las flores y no quería perder la oportunidad de vivir en una casa con patio. Se crió en una de ellas en Pedro Abad. “Era enorme, con dos cuerpos y con un pozo con cuya agua regábamos las plantas. Luego me trasladé aquí, a Córdoba, a la calle Muñices, en La Magdalena, a una casa de vecinos”, añade esta mujer que nació accidentalmente en tierras jiennenses, en Bailén, por la itinerancia laboral de su padre, un murciano que era trabajador de Sevillana. “Fuimos nueve hermanos y, con esos traslados de pueblo a pueblo, nacimos en muy diversos lugares: Murcia, Marmolejo, de donde es mi madre, Villa del Rio, Pedro Abad y Villafranca”, relata. Maese Luis, 9 está tallada en
mármol. “La casa es una maravilla, toda de ese material, su gran escalera para subir a la primera planta, su cuarto de pilas, esa cocina campera situada junto al patio, el salón que está justo al lado del zaguán y, sobre todo, el patio con suelo de losas y chinos que mantiene el mismo dibujo de la solería del zaguán”, detalla Isabel. Su marido ha tenido mucho que ver a la hora del ok definitivo al proyecto al haber trabajado en la construcción “hasta que se casó, luego estudió y se pasó al negocio de la relojería; tenemos la tienda en la calle Jesús María”, comenta. Precisamente, su marido suele aprovechar las visitas laborales llegadas de distintos puntos de España, “y hasta de Suiza”, añade, para ofrecerles en casa “alguna que otra tapita y copita y que, como él, disfruten del patio”, resalta. Esas visitas no pierden detalle de un recinto que está presidido por un Triunfo de San Rafael.
“Tenía que estar, es el Custodio de Córdoba”, puntualiza. Y en el que bajo el arcángel brota agua de un surtidor que cae hacia una acequia que la conduce a una bella fuente octogonal ubicada en el centro de ese bello jardín. Esa agua es el maná del que se alimenta la vegetación de un lugar que está salpicado de macetas sobre tiestos inmensos, y de platos de cerámica colgados en las paredes. El líquido elemento sacia así la sed de helechos, pilistras, gitanillas, geranios, begonias, cintas, rosas, hortensias...y hasta de una vieja palmera, que es una de las plantas más antiguas del recinto. “Tengo mucha variedad de plantas y de muchas de ellas no sé si sus nombres; si me gustan, las compro y no me preocupo de saber cómo se llaman, tan sólo me preocupo de cuidarlas”, explica esta mujer que insiste en que “lo que más me duele es que se me vayan, como le ocurrió hace poco, de la noche a la mañana, a una alegría de la casa que estaba enorme”. “Y es que –añade–, me gasto euros y euros en flores; el tipo de planta que más me gusta, por ejemplo, es el ciclamen y siempre que veo uno, acabo comprándolo. El patio para mí es como una droga, el Las flores son la trabajo que reagran pasión de lizo en él Isabel López, me da que regenta un muchas satisfacpatio con una ciones”. gran riqueza De esas satisfacornamental’ ciones son testigos casi mudos tres perritas –Julieta, Laika y Olivia– que suelen campar a sus anchas por la casa, enzarzándose de vez en cuando en una pequeña discusión juguetona por un pequeño muñeco que llevarse a la boca, mientras su dueña se afana por mimar un patio que entre otros animalitos también tiene tortugas. Estos reptiles hacen las delicias de los niños que visitan Maese Luis, 9 nadando en una especie de pequeñito estanque con el que cuenta la zona asalvajada de una casa que fue construida en 1985, tal y como da fe de ello en su entrada una inscripción.
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130 MAESE LUIS, 4
(Arquitectura moderna, dimensión mediana) Mantenimiento: José Cruz y Esperanza Ruiz
Reconocimientos: ● Mención especial en 2019.● Participó en 2021 por 7ª vez en el concurso municipal desde 2014.
M
aese Luis, 4 era en su origen una antigua casa solariega. El padre de Esperanza Ruiz construyó la nueva casa unifamiliar hace medio siglo con Rafael de la Hoz como arquitecto. Esperanza cuenta que, tras comprar el terreno, su padre derrumbó la antigua casa e hizo la nueva “a su gusto”. Tras aquella obra y arquitectónicamente hablando, al patio, conocido como Patio de los Ladrillos, se accede por un zaguán. Los visitantes son testigos de cómo, tras pasar una cancela de hierro, el recinto presenta una planta trapezoidal y consta de un pórtico de arcos de ladrillo de
tipo castellano de cuarterones, y las ventanas de madera tienen rejas de hierro. A la planta superior se accede por una escalinata de mármol blanco. Los corredores de la planta superior, de grandes ventanales hasta el suelo, poseen barandillas. Una de las singularidades del recinto es que presenta una gran fuente circular con surtidor central y canal de ladrillo en su alrededor. En el patio también está presente la mano como gran belenista de José Cruz. El recinto incluye un belén elaborado por José y ambientado en una antigua casa cordobesa de vecinos. En cuanto a la ornamentación, destacan, por ejemplo, una singular costilla de Adán, las marga-
mos pequeños, hemos cenado y se han celebrado grandes tertulias. Aquí, en el centro del mismo, hay una mesa de forja blanca con cuatro o cinco sillones y eran bastante divertidas las veladas que yo recuerdo cuando era pequeña”, cuenta. Esperanza destaca que el riego de las plantas en el recinto es manual, “como antiguamente”, y que las plantas se riegan todos los días con un cuidado muy minucioso “ya que hay que quitar las hijas secas, estar pendientes de los bichitos que puedan tener algunas para que no se contagie el resto. Es un trabajo poco vistoso, pero muy laborioso”. En el tiempo en el que ya no hay flor, Esperanza traslada las plan-
medio punto con columnas blancas de inspiración califal. Las paredes son de ladrillo y el suelo está pavimentado, mediante, chino cordobés blanco con dibujos geométricos en chino negro. En el suelo están representados el Norte y el Sur de la provincia de Córdoba. “Una piedra de ese suelo de chino viene de la Campiña y la otra de la Sierra”, defiende Esperanza. Las puertas de las habitaciones que dan al patio son de
ritas e inmensas variedades de geranios en un patio en el que es muy importante su parte verde, “porque al ser alto, entra menos luz de lo normal y las plantas con flores son aquí de más corta duración, pero aún así el patio conserva un gran colorido”, insiste Esperanza. El recinto ha sido el punto de encuentro por las tardes y por la noche de familia y amigos. “En él hemos merendado cuando éra-
tas una a una a otro lugar de la casa y allí sigue el cuidado para la próxima floración. En ella hay un jardín, un jardín precioso que tiene tintes más olfativos, mientras que el patio es más visual. En ese otro lugar hay rosales, damas de noche, cuatro naranjos…con esa variedad solo hay que imaginarse la mezcla del azahar con la dama de noche, los jazmines y el resto de seres vegetales que lo hacer ser más olfativo.
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132 SAMUEL DE LOS SANTOS GENER, 5
(Arquitectura antigua, dimensión mediana) Mantenimiento: Equipo de Cáritas de la parroquia del Sagrario Reconocimientos: ● 1º premio en 1983.● 2º en 1988. ● 3º en 1982, 1985 y 1994.● 4º en 1981 y 1992 .● Accésit en 1987, 1989, 1991 y 1995.● Finalista en 1986.● Mención especial en 1993.● Esfuerzo vecinal en 1996.● Patio singular en 2015.●Participó en el concurso municipal en 2021 por 25ª vez desde 1981.
E
l patio de Samuel de los Santos Gener, 5 pertenece a una casa de finales del siglo XVII que es de la delegación de Cáritas de la parroquia del Sagrario, de la Mezquita-Catedral. Se trata de una casa que se mantiene tal cual era después de que a lo largo de los años se le hayan ido haciendo los mantenimientos propios, tal y como relata la presidenta del equipo de Cáritas de la parroquia del Sagrario, Carmen Guisado. Arquitectónicamente, en el patio de Samuel de los Santos Gener, 5 sobresale su pórtico, cuya estructura de arcos de ladrillo visto de medio punto y columnas rematadas por capiteles toscanos se repiten en la planta inferior en tres de sus lados. La planta superior varía. La zona central presenta una galería en la que aparecen el mismo tipo de columnas y capiteles que en el pórtico, separadas por barrotes de hierro. Sobre ella se conserva el artesonado original de madera, al igual que ocurre en la galería situada a su izquierda. En ésta unos pilares sustituyen a las columnas toscanas y se ha tapiado parte del espacio, lo que le da un aspecto macizo. En el muro derecho se abren simples balcones de hierro. El suelo está pavimentado con losas de barro, estando a un nivel más bajo que el suelo de las galerías de los pórticos. El adorno del patio, aparte de sus macetas y plantas, presenta varios muebles antiguos, y vasijas de metal y de cerámica. Las flores con las que suele contar Samuel de los Santos Gener, 5 “son muy propias de la ciudad de Córdoba”, en lo que no es un patio al uso, sino que es muy importante para la Delegación de Cáritas de la parroquia de El Sagrario, es un lugar donde se recibe a personas que necesitan ayuda, “con lo cual este patio lo que tiene es un corazón muy grande –según Guisado–, por la gente que a él llega”. Los cuidadores del patio, la delegación de Cáritas está com-
puesta por voluntarios, que tienen la suerte todos, tal y como destaca Guisado, de que tienen trabajo. Sacan el tiempo de donde no lo tienen, de sus descansos, de sus horas libres, lo que significa que durante meses no tienen ni un solo fin de semana libre para ellos, tal y como detalla Guisado. Y es así, porque toca pintar, limpiar, barrer…preparar el patio y hacerlo cada año con algo nuevo que aportar, como unas cortinas. Todo ello sin ayudas de administraciones públicas ni de nada, con lo cual es todo privado y voluntario, según relata. En realidad, Samuel de los Santos Gener, 5 consta de dos patios, en uno de los cuales hay una co-
lección espectacular de bonsáis, alguno de los cuales roza los 200 años y otros los cien. Además, el recinto cuenta con una planta de la que destacan que “es un milagro”, un abeto que le regalaron a la delegación de Cáritas de la parroquia del Sagrario en la Navidad de 2019, un tronco cortado que viene a durar lo que dura la Navidad y al que le ha gustado tanto el lugar en el que lo han colocado que sigue muy vivo. Según los botánicos que lo han visto, sobrevive uno entre miles. Además, el patio cuenta con unas 500 macetas entre las que hay una higuera, camelias, magnolio, pinsapo, yuca y olivos enanos, además de limoneros, gitanillas y naranjos.
SAN BASILIO, 15
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Ángel Araujo
Reconocimientos: ● Participó en el concurso muncipal en 2021 por 8ª vez desde 2013.
Á
ngel Araujo es un enamorado de la mineralogía como queda constancia en su patio de San Basilio, 15. Y es que San Basilio, 15, en el que no falta como vigía un gran mosaico de San Rafael, cuenta con importantes restos arqueológicos, con una impresionante colección de piezas de cuarzo muy detalladamente expuestas. Ángel defiende que han querido que “el patio recoja un poco la esencia de Córdoba”. De esta forma, está diseñado con arcos morunos, de medio punto, cuenta con chino cordobés y entre las flores se encuentra también esa colección de cuarzos de la sierra. “Son unas piezas magníficas. Todo el mundo piensa que hay que ir a Brasil a por cuarzo y aquí tenemos”, añade Ángel. Son elementos de origen romano y árabe, como una vasa y un capitolio que decoran el zaguán, o la pileta que da mayor lustre al patio. Como elemento singular, en San Basilio 15 destaca un abrevadero, ese pilón que data de la época romana.
Ángel cuenta a quien le pregunta por los orígenes del inmueble que la casa número 15 de la calle San Basilio, “que fue reformada en 1993”, está edificada sobre la que era la antigua taberna de El Mendrugo, “una taberna famosa en Córdoba, que en los años 60 se perdió, después de que el Ayuntamiento la declarara en ruinas, tras lo que hubo que tirarla”. Desde entonces, la nueva vivienda, con la característica singular de su piso de mármol blanco, tiene tres pisos, dos en primera planta y uno en segunda. Ángel ha querido que la casa conservara todos los restos arqueológicos de la vivienda original, por lo que, por ejemplo, en el zaguán, que tiene cinco lados, hay elementos romanos que atesoran más de 2.000 años. También conserva las antigüedades y todo lo que son los herrajes antiguos, todo lo que es lo natural, la piedra, el hierro, el barro. En el patio de San Basilio, 15, Ángel tiene repartidas alrededor de 260 plantas. Además, entre las macetas se
descubre una estancia singular que Ángel ha convertido en una especie de vieja taberna. Se trata del recinto del patio que, según Ángel defiende, es el más elegido por los visitantes para hacer fotos. Se trata de una sala diseñada como el lugar perfecto para llevar a cabo las antiguas y clásicas tertulias flamenca, una sala en la que no faltan carteles de toros y en la que tampoco faltan las típicas sillas de enea. “En ella tratamos de reflejar las raíces andaluzas, algo que a los turistas les llama muchísimo la atención”, según cuenta. En cuanto a la decoración ornamental del patio de San Basilio, 15, Ángel Araujo sostiene que intentan “que haya la mayor variedad posible de plantas”, aunque “la gitanilla, que es lo típico, aquí a veces no tiene mucho espacio, al igual que los geranios”, destaca. No obstante, tal y como explica, en el recinto no suelen faltar tampoco los pensamientos, cintas “y otras muchas plantas que le dan al patio un colorido especial” en esa mezcla con el blanco del mármol.
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134 SAN BASILIO, 17
(Arquitectura moderna, dimensión pequeña) Mantenimiento: Juan Bautista Onetti
Reconocimientos: ● 1º en 1973. ● 5º en 1970.● 6º en 1975.● Accésit en 1995, 1996 y 1998. ● Mención especial en 1986.● Premio a la iluminación en 1997. ● Premio al aprovechamiento de los elementos en 1999. ● Volvió en 2021 al concurso municipal tras no participar desde 2014.
E
l patio del número 17 de la calle San Basilio ha cautivado poco a poco a Juan Bautista Onetti. Todo empezó cuando hace unos años su hermano Rafael le compró esa casa a Blanca Ciudad, una manchega-cordobesa que ya lo presentaba a concurso. “Yo ya estaba jubilado y me hice cargo del patio; empecé por regar las plantas y por cortarle las hojas”, cuenta. Él, criado en el Cortijo de la Reina, hasta ese momento tan sólo había tenido relación vegetal con unos cactus, pero su labor en San Basilio, 17 ha supuesto para él un curso acelerado en el mundo de las plantas. “En 2018 lo presentamos al Concurso de Rejas y Balcones y obtuvimos un sexto premio y en 2019, un quinto”, cuenta.o da fe de ello en su entrada una inscripción. Ahora, compite por un premio en el concurso municipal con un recinto que data del siglo XVI y que fue reformado en el XX por Blanca Ciudad. Y lo hace como un experto en el mundo vegetal. “Cuando compro una planta, trato de informarme de
cómo respira, de cómo come, de cómo está en un sitio mejor que en otro”, destaca. Compite con un recinto que “tiene varias singularidades”. Destaca que la primera de ellas es una balconada de madera que luce gracias a la antigua dueña de la casa, al estilo de las de Castilla-La Mancha. “Aparte de su idea de casona, tiene dos galerías, lo que lo hace diferente al resto de patios; la primera galería tiene un doble sentido con arcadas, capiteles y columnas del siglo XVI, y luego hay otra columna restaurada”, cuenta. Juan Bautista explica asimismo que otra de las singularidades del patio es el brocal del pozo que tiene, que apareció enterrado durante la última obra que Blanca Ciudad realizó en la casa, que fue recuperado y catalogado. “Aparte, esta casa está encajada en el corazón de los Patios, en el Alcázar Viejo, lo que también la hace más atractiva”, sostiene. No olvida tampoco la singularidad de las plantas destacadas que tiene el patio, “como varias decenas de helechos, además de flores llegadas
de India y China, sin olvidar los tradicionales geranios y gitanillas, claro está”. Cuenta la historia que San Basilio, 17 fue desde 1988 la casa de Blanca Ciudad, un inmueble que en su día sirvió como hospedaje a los soldados de las Caballerizas Reales. Y es que se trata de un inmueble del siglo XVIII, reformado a finales del siglo XX. Las edificación del patio es la de un recinto estructurante en segunda crujía con dos galerías de arcos de medio punto de ladrillo. San Basilio, 17 luce hoy como Blanca lo diseñó, tal y como defiende su actual propietario, Juan Bautista Onetti, quien insiste en que al patio lo hace singular su galería primitiva y la construida encima “pensando en las casas castellanas, porque la anterior dueña, Blanca, así lo pensó”. Onetti destaca también del patio su suelo de chino y las 450 macetas con las que cuenta, con una variedad muy amplia, “entre las que sobresalen las gitanillas, los geranios y hasta 20 tipos de helechos, además de las begonias, cintas, la flor de la cera…”.
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136 POSTRERA, 28
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: Rafael Córdoba Reconocimientos: ● 1º premio en 1990 y 1997.● 2º en 1992, 1995, 2001, 2003, 2006 y 2012.● 3º en 2000.● 4º en 1989, 1991, 1993 y 1994.● 5º en 1996.● 6º en 2019.● Accésit en 2002, 2004, 2010, 2011 y 2013. ● Premio a la iluminación en 1998 y 1999.● Premio al patio singular en 2016 y 2017. ● Participó en 2021 en el concurso municipal por 30ª vez desde 1987.
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l patio de Postrera, 28 mantiene el espíritu de Adoración Córdoba Caballero, la mujer que durante años y años puso, callada y abnegadamente, todo su amor en su mantenimiento y cuidado. “Mi tía Dori era una artista en ese aspecto; aprendí mucho de ella y sigo la línea que ella marcó”, cuenta Rafael Córdoba, quien se crió y vive en esta casa que, “según distintos arqueólogos, es del siglo XVI”, mantiene. “Mi abuelo, Emilio Córdoba Caballero, la compró a principios de la pasada década de los 70 y se conserva poco más o menos como entonces en cuanto a estructura, con un patio que atesora el estilo más clásico de los patios cordobeses de toda la vida”, añade.
Tras la adquisición del inmueble, –antigua casa de vecinos que aún tenía inquilinos-, a Postrera, 28 se trasladaron “los abuelos, Emilio y Juana; mi padre -–también llamado Emilio– y yo; la tía Dori y sus dos hijos; y el tío Lolo”, cuenta Rafael, quien recuerda “aquellos peroles con cantes y bailes que se organizaban en el patio cuando yo era chico, y que yo sigo celebrando de vez en cuando; aquí además hemos festejado las comuniones de mis primos y las nochebuenas, por ejemplo, siempre compartiéndolo todo”, detalla. “Era otro tiempo, en el que los vecinos se ayudaban mucho más que ahora, hasta prestándose macetas si a alguno le hacía falta para el concurso municipal”, matiza. Su profesión como oficial de primera de la construcción “me
permite no equivocarme” a la hora de insistir que el suelo del recinto “es el de toda la vida de los patios cordobeses, de empedrado, de piedra gorda, a pesar de que se cometiera la torpeza de tapar con mezcla las zonas que se iban deteriorando porque no había dinero para más” en esta familia de pintores. Y su oficio como jardinero en el Alcázar de los Reyes Cristianos, además de las enseñanzas heredadas de su tía Dori, lo avalan a la hora de destacar que “no puedo convertir el patio en una selva llenándolo de macetas y flores, porque es muy pequeño y me lo cargaría”. En ese recinto en cuyo zaguán cuelgan numerosos cachivaches antiguos y que conserva las vigas de madera del techo, una añeja pila lavadero y un pozo “con mezcla de romano y árabe, que tiene ocho me-
tros de profundidad y que no he visto nunca seco”. Rafael tiene geranios, gitanillas, calas, margaritas, rosales, espiga del señor, “calas preciosas, la flor de la gamba más grande del barrio”...plantas que crecen como inquilinas en macetas teñidas de añil. “Mi tía Dori pintaba los tiestos de verde y (el escritor y poeta) Antonio Gala le aconsejó que cambiara el verde por el añil, que le iba a dar aún más magia al patio; cuando ella falleció, decidí seguir el consejo de Antonio Gala”, relata. Esa magia la han podido comprobar las numerosísimas personas que al año pasan por este patio que en el certamen municipal ha cosechadoinnumerables premios. También ha obtenido el premio a la iluminación -en 1998 y 1999 este recinto que “cuando lo miras por la noche, bajo la luz de la luna, te proporciona paz y parece trasladarte a otro lugar y a otro tiempo, algo que me reconoció, por ejemplo, una familia italiana que vino a visitarlo”, Postrera, 28 es indica. uno de los “Mi tía preparapatios más ba el paantiguos que se tio con muchísipueden visitar ma iluen el concurso sión a la hora de municipal presentarlo al concurso y, aunque siempre hemos sido una familia humilde, a ella no le importaba el dinero que le pudieran dar, se conformaba con un qué bonito lo tienes, Adoración, de la gente”, insiste Rafael, añadiendo que él, como Dori, siempre tiene las puertas abiertas de Postrera, 28 para “quien quiera disfrutar del patio”, un lugar en el que “mi tía tenía una mano especial con las flores, cada vez que pinchaba una gitanilla o un geranio, agarraba sin problemas, algo que a veces no es tan fácil”, puntualiza. Como tampoco es fácil “evitar, en algunos momentos, que si tienes 300 macetas se te acaben yendo 70, casi sin darte cuenta, víctimas de los insectos o del calor”, cuenta. Rafael tiene la pócima mágica perfecta para intentar evitarlo: imitar las enseñanzas de la tía Dori en ese recinto que conserva “y siempre conservará” el espíritu de quien fue una maestra en el trabajo de su mantenimiento y cuidado.
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138 MARTÍN DE ROA, 9
(Arquitectura antigua, dimensión grande) Mantenimiento: Manuel García, Antonio Alonso, Pilar García yMaría Torres Giménez Reconocimientos: ● 1º premio en 1984, 1991, 1994, 2002 y 2003.● 2º en 1989, 1996, 2013 y 2017.● 3º en 1990, 1992, 1995 y 2006. ● 4º en 1985 y 1986.● 5º en 1980 y 2018.● 6º en 1979. ● Accésit en 1987, 1988, 1993 y 2012.● Mención especial en 2004.● Premio a la variedad floral en 1997, 1998 y 1999. ● Premio al aprovechamiento de elementos en 2001.● Participó en 2021 en el concurso municipal por 33ª vez desde 1979.
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na infinitamente finita pared acuna orgullosa a centenares y centenares de tiestos rojos donde gitanillas y geranios respiran risueños como si la existencia en Martín de Roa, 9 discurriera encarnada en granaínas, fandangos, alegrías, saetas o serranas de la inmortal cantaora cordobesa María La Talegona. Sus siete viviendas y muros a distinto nivel –que delimitan el patio- componen un tablao de la vida en el que cuatro familias habitan. “Yo vivo aquí desde los años 70”, explica María Torres. “E Isabel (Rodríguez), desde un poco más tarde”, añade la propia María como si sus palabras formaran parte de la letra de una soleá de José Moreno Onofre, soleá que parece tornarse en una seguiriya de Antonio Fernández Díaz Fosforito para contar que “los
orígenes de esta casa de vecinos se remontan al siglo XVIII, época en el que era una posada”, según apunta Manuel García. “Todavía quedan argollas en las paredes, en las que quienes se hospedaban aquí ataban a sus bestias (caballos, burros o mulos); muchos de ellos venían a la feria de ganado que se celebraba al lado del cementerio de la Salud”, puntualiza Isabel antes de que la guitarra de Vicente Amigo pueda viajar en el tiempo para regalar punteos que ambienten aquella ya remota escena que recuerda la propia Isabel en la que “una becerra se metió en esta casa y ya no salió, ya que la trincaron los vecinos y se la comieron” sin esperar a que Juanito Maravillas entonara un martinete desde su Villaviciosa natal; o aquel otro episodio surrealista en el que “un ladrón, esposado y todo, saltó uno de los muros de la
casa con la policía detrás pidiendo que lo detuviéramos”, escena a la que sólo le faltó el Niño de la Mezquita arrancándose por bulerías. Por bulerías del terruño también, pero a cappella y con aroma a caña y verdial, Manuel Verdejo imita al Niño de San Lorenzo sobre el tablao de chino cordobés con una rapeada estrofa que comienza con un “tenemos un pozo en el que puede haber hasta cocodrilos, después de que a una vecina le diera por tirar en él todo lo que pillaba”, pozo árabe que adorna el que un día fue “el patio del chopped, porque las flores estaban en latas de tomate o de chopped, en vez de en tiestos” mientras al otro lado de la pared, en un descampado, las parejas se entregaban intermitentemente al amor ciego y apasionado –como apunta Isabelenvidiadas por unas peteneras nacidas de la garganta del bel-
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mezano Antonio Santos Tapia El Sota. Eran tiempos en los que Rafael Mesa El Guerra empezó a poner banda sonora a las misas flamencas en Córdoba y en los que en Martín de Roa, 9 una vecina con más de 80 años “siempre vestida de gitana y que llamaba geranos a los geranios”, como relata Isabel, bailaba y bailaba como una posesa madura majorette, “taconeando al estilo Lola Flores” en las fiestas jondas que se vivían en el patio sin necesidad de que las cuerdas de las guitarras de Juan Serrano o Paco Peña lanzaran al cielo notas que enamorarían a “don Juan Pareja Olmo, practicante de los de antes, lo que ahora llaman ATS, a quien temíamos cuando aparecía con aquellas artesanales jeringas que cocía para desinfectarlas antes de ponerte la inyección. Don Juan fue, hasta su muerte, el dueño de esta casa y, como no tuvo herederos, se la acabó dejando al
Obispado de Córdoba”, comenta la propia Isabel. Tiempos en los que Cayetano Muriel ‘El Niño de Cabra’, Antonio Ranchal (de Lucena), José Bedmar Contreras El Seco (de Puente Genil) y Rafael Gómez Márquez El Lucero (de Montilla) ya eran historia viva del cante cordobés y Martín de Roa, 9 se transformaba en alegrías para escribir con letras de oro la suya propia en el concurso municipal de patios, donde suele salir a galardón por año –atesora ya decenas– gracias a la belleza incuestionable que aportan y han aportado, no sólo sus geranios y gitanillas, sino también claveles, pericones, esparragueras, begonias, buganvillas, espina del Señor, jazmines, rosales, hortensias, la flor del incienso…belleza repartida en más de 1.500 macetas y reconocida con multitud de premios en el concurso municipal.
El patio de Martín de Roa, 9 es el de las paredes más altas del concurso municipal
Bella vegetación toda ella a la que se le murió algo en el alma, como salida de un triste tiento o toná de Manuel Moreno El Pele, cuando la eternidad decidió en 2013 hospedar para siempre a Juan Rodríguez El Langosta, quien nacido en Santa Marina y criado en el Alcázar el Viejo, vivió su vida dedicándole horas y horas al cuidado de su patio, por el que profesaba tanta pasión como aquel toro pintado de amapola y aceituna sentía por la luna. Ahora, mucho más allá de esa luna y de las estrellas, El Langosta presume de esa infinitamente finita pared que acuna orgullosa a centenares y centenares de tiestos rojos donde gitanillas y geranios respiran risueños como si la existencia en Martín de Roa, 9 discurriera encarnada en granaínas, fandangos, alegrías, saetas o serranas de la inmortal cantaora cordobesa María La Talegona.
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140 SAN BASILIO, 22
(Arquitectura antigua, dimensión pequeña) Mantenimiento: Ana de Austria Bogallo
Reconocimientos: ● 2º premio en 2010.● Accésit en 1990, 1993, 1994, 1995, 1996, 1998, 2002, 2003, 2009 y 2012.● Mención especial en 1988 y 2011.● Premio a la variedad floral en 1997 y 1999. ●Participó en 2021 en el concurso municipal por 39ª vez desde 1979.
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esde que en 1977 Ana de Austria presentara por primera vez su patio, ubicado en el número 22 de la calle San Basilio, al concurso municipal, miles de personas –tanto muy anónimas como muy conocidas- han pasado por este recinto. “Aquí ha estado hasta la Reina Doña Sofía acompañada de su hermana”, puntualiza. No olvida reseñar que “a Carmen Sevilla se le ocurrió empezar a regar las flores con la manguera y acabó tan chorreando que se tuvo que cambiar de ropa”. Fue después de que su marido, “Francisco Leiva Campoy”, le regalara a la cantante y actriz uno de los múltiples claveles que tapaban todo el testero de una fuente cuyo grifo es una cabeza de león. Ni tampoco olvida citar a uno de sus más ilustres visitantes, el poeta y escritor “Antonio Gala, que se metía cariñosamente mucho con mi marido; los dos habían estado juntos en los salesianos”. También en 1977, Ana puso a su nombre un inmueble que formó parte de una casa de muchos. “Nos mudamos a esta casa al casarnos, en 1961. Vivíamos entonces nueve familias y recuerdo que había cinco pilas para lavar, la que llegaba tarde no lavaba; tenías que echar un trapo por la noche en agua para tenerla ocupada para la mañana siguiente, eso, si no te lo quitaban”, cuenta, y añade que el edificio tenía cinco servicios y cocinas comunes en la que cada familia tenía su hornacilla y soplillo. Los tiempos, como cantara Bob Dylan, cambiaron, y en 1990 el inmueble se sometió a una profunda remodelación que trajo consigo su separación en tres casas y la desaparición de sus corrales. “Haciendo un enorme es-
fuerzo, hemos recuperado últimamente el suelo de chino cordobés y los pilares del zaguán-galería”, indica. Además, desde 1992, un gran escudo heráldico, el de los Austrias, grita en silencio desde el suelo, acompañado por el de los Leiva, ya que Ana es descendiente “de la Casa Real, de Leopoldo de Austria”, explica. Ese símbolo moderno de abolengo está acompañado por una cancela –con fecha incluida– que revela que “la nueva casa es de 1889” y por un pozo moruno. Es ley de vida, ahora son sus
“Muchos de los premios del concurso me los han dado por la variedad floral; tengo flores de todo tipo”, puntualiza, “desde, por ejemplo, cactus, gitanillas y geranios, hasta azucenas, begonias, costilla de Adán, celindas, la flor del dinero, palmeras, potos o la flor de lis; una planta, esta última, que no hay en el barrio”, añade. También viste el recinto con “príncipes, espina del señor, flor de la gamba y con esta planta a la que le llamo la suegra y la nuera, porque echa a los hijos a la calle”, detalla. “En
nietos –tiene ocho- “los que realizan los destrozos en el patio; concretamente, dañan las macetas a balonazos”, cuenta entre risas. Unas macetas que desde 1977 pinta de verde. “La primera vez que presentamos el patio a concurso, ese año, no se llevaba todavía el colorearlas de azul, y mi marido quiso darle tonos parecidos a los de la bandera de Andalucía, verdiblancos”, explica. No obstante, en esa ocasión tuvo que concursar sin tiestos “porque no nos dio tiempo, por lo que colocamos las plantas en las latas de chóped de dos kilos que me regalaban”. Las tiñeron del color de la esperanza, el mismo color que ahora lucen las más de 600 macetas que pueblan el patio.
primavera, el patio parece un gran mantón de manila de muchísimos colores”, dice. Ana recalca que una parte importante del secreto del éxito del recinto lo tiene su marido. “Paco fue quien nos metió en todo este jaleo, en una época en la que algunos patios se iban perdiendo conforme se iban muriendo las personas mayores que los regentaban y en la que no se presentaban muchos de la zona a concurso”, sostiene. Desde entonces, desde 1977 –aunque debutó en 1944–, miles de personas –tanto muy anónimas como muy conocidas– han pasado por este recinto disfrutando de la herencia que Paco dejó a Córdoba.
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