Iglesia Nueva Apostólica Internacional
Ser uno El “ser uno” está fundamentado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Jesucristo fue uno con su Padre, esta unidad también debe existir entre los Apóstoles y los creyentes. Un elemento importante del ser uno es que los creyentes tienen la misma orientación hacia el día de Cristo.
¿Qué significa ser uno? El ser uno es un concepto que se utiliza con frecuencia en nuestra Iglesia. No obstante, pocas veces se expresan las múltiples dimensiones que comprende. A menudo se entiende bajo ser uno, que se tiene la misma opinión en todos los aspectos o que uno adopta sin ningún tipo de cuestionamientos determinados pareceres o posiciones religiosas. Para poder entender realmente el contenido teológico del concepto de ser uno, es necesario hablar primero de la unidad del trino Dios. A partir de esta unidad, el ser uno recibe su amplio significado, convirtiéndose en un concepto clave de la fe, el cual hace referencia por un lado, a la relación con Dios y por el otro, a la relación de los creyentes entre sí.
La unidad del trino Dios en sí El ser uno está fundamentado en Dios, que es uno, y en su naturaleza. Desde un principio Dios no está solo, sino que es un Dios en tres personas. Esta tríada divina en sí no anula la unidad de Dios, puesto que cada persona divina o forma de manifestación es uno con la otra. Entre las tres personas divinas jamás hay diferencias. Las tres personas divinas obran en unidad, cada expresión de su voluntad o cada acto de una persona divina evidencia la voluntad del trino Dios en general. La creación, por ejemplo, no es sólo obra de Dios, el Padre, sino de las tres personas divinas en conjunto. Su forma y sus leyes son expresión de la única voluntad divina. La unidad de Dios en sí y hacia afuera se puede ver también en que las obras de las personas divinas hacia afuera básicamente no son asignadas a una única persona,
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sino a las tres personas divinas (comparar con La Trinidad de Dios, en Doctrina y reconocimiento NUF 07 y 08/2007).
El ser uno entre Jesús y el Padre celestial La unidad del trino Dios también se refleja en el ser uno entre Jesús y su Padre celestial. La estrecha relación entre ambos queda en claro en las palabras del Padre: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11). Aquí el Padre da testimonio ante el mundo de que Jesús es el Hijo de Dios. La “complacencia” del Padre tiene su motivo en la obediencia incondicional del Hijo, en el ser uno de la voluntad divina y la voluntad humana en Jesucristo. A la inversa, también el Hijo da testimonio de ser uno por completo con el Padre, su Enviador, en las palabras: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Que el ser uno a veces no es nada fácil, lo testifican las palabras de Jesús ante la cercana muerte en Getsemaní: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36). Aquí se ve que la voluntad humana, propia del Hijo de Dios hecho hombre, se orienta totalmente en la voluntad divina y se subordina a ella. El ser uno con el Padre quita a Jesús los miedos y le brinda las fuerzas para sobrellevar el padecimiento y la muerte.
El ser uno entre Jesús y los Apóstoles Jesucristo abordó reiteradamente a sus discípulos y Apóstoles sobre el ser uno con Él. No es posible ser verdaderamente sus discípulos sin este ser uno. El ser uno de los discípulos con el Señor se evidencia en la obediencia: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Dos cosas distinguen a los discípulos: el permanecer en la palabras, o sea, en el seguimiento de Cristo, y el reconocer la verdad, o sea, el reconocimiento de que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. El seguimiento de Cristo se evidencia concretamente en el lavado de pies, del cual Jesús dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). El lavado de pies es una señal de humillarse y ser humilde. Ser uno con el Hijo de Dios en este aspecto, es una tarea esencial de los Apóstoles y todos los discípulos y discípulas. Un ejemplo grandioso de la unidad de Jesús y sus discípulos se encuentra en Juan 15:5. Allí Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Aquí ser un discípulo se entiende como una relación de dependencia directa. Quien quiere obrar en el sentir de Jesús, debe estar vinculado con Él estrechamente, ser de la
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misma sustancia. No se puede pensar en los pámpanos sin la vid, ellos son su “producto”, esto debe tener en cuenta el discípulo si quiere obrar conforme al Evangelio y anunciarlo. Quien se separa de la “vid” que es Jesús, no podrá difundir el Evangelio, no tendrá fuerzas para obrar y para confesarse.
El ser uno en la comunidad del cristianismo temprano El ruego para ser uno, expresado por Jesucristo, halló su realización inmediata en la comunidad del cristianismo temprano en Jerusalén, surgida en Pentecostés. Dice de los creyentes: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). Este ser uno se concreta aquí en diferentes aspectos. En primer lugar se hace referencia a la “doctrina de los Apóstoles”, que los miembros de la comunidad no sólo han aceptado, sino que “perseveran” en ella, es decir, que se ocupan intensivamente de ella y la convierten en parámetro de su vida de fe y su vida cotidiana. ¿Qué se puede entender bajo “doctrina de los Apóstoles”? En primer lugar, aquí se refiere a la prédica sobre Jesucristo muerto, resucitado y que vendrá nuevamente. Pero “doctrina de los Apóstoles” también es la exigencia que Jesús resaltó acerca del amor a Dios y al prójimo (Mateo 22:37). La “comunión” alude al amor que deben practicar unos con otros. La comunión no es sólo el reunirse para los Servicios Divinos, sino también es – al menos en la comunidad de Jerusalén – vivir en comunión en lo espiritual y material. Esta comunión comprendía todos los ámbitos de la vida, de esto da fe Hechos 2:44-45: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno”. Otra señal del ser uno era el festejo de la Santa Cena. En este festejo se da la comunión con el Señor y entre los creyentes entre sí. Los cristianos de Jerusalén celebraban los festejos de la cena en sus “casas” (versículo 46), esto significa, que se quedaban entre ellos, tomando parte en esta comunión sólo los creyentes que pertenecían a la comunidad. Finalmente la oración es otra señal del ser uno. De por sí, el ser cristiano está determinado por la oración. Todos los cristianos lo tienen en común, a pesar de las diferencias que hay entre ellos: oran al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Otro aspecto de la oración en que se expresa el ser uno, es la intercesión mutua. También al respecto encontramos en los Hechos de los Apóstoles las correspondientes referencias. El testimonio de la oración de intercesión de la comunidad por los Apóstoles se encuentra en Hechos 4:23-31. Se puede deducir de Hechos 15 que el ser uno no consiste en tomar una opinión o bien una idea religiosa sin ningún cuestionamiento. Este capítulo trata sobre controversias teológicas, de cómo hay que tratar a los gentiles que se convierten en cristianos. Los
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Apóstoles, los ancianos y la comunidad finalmente llegaron a una posición conjunta, expresada en Hechos 15:28-29. A partir de ser uno, a partir de la vinculación con Jesucristo, ateniéndose a la “doctrina de los Apóstoles” se pudieron adoptar resoluciones que tuvieron amplias consecuencias y finalmente hicieron que el cristianismo temprano dejase atrás su vínculo con el judaísmo. De este ser uno también formaba parte, que los judeocristianos debían relativizar en algo sus tradiciones. Un ejemplo de cómo fue amenazado el ser uno en la comunidad del cristianismo temprano, se puede ver en 1 Corintios 11:17-22. En ese tiempo, las comidas en conjunto y la Santa Cena como Sacramento no estaban estrictamente separados entre sí. En Corinto sucedía que los miembros ricos de la comunidad podían llegar más temprano, mientras que los más pobres llegaban tarde, ya que tenían que trabajar más. Así los ricos ya podían comer las comidas que traían mientras que para los pobres quedaban sólo los restos. El Apóstol Pablo se manifestó decisivamente en contra de esta conducta, que es básicamente contraria a ser uno en Cristo, el cual resulta justamente por el festejo de la Santa Cena. En este ejemplo se puede observar que el ser uno no es algo sobreentendido, no es algo que surge automáticamente, sino es algo que siempre se debe aspirar y querer.
El ser uno en la Iglesia de Jesucristo La Iglesia de Cristo comprende a todos los bautizados que guían su vida en el seguimiento de Cristo y se confiesan a Él como su Señor. En esta Iglesia de Cristo, el ser uno no tiene la forma que el Señor quiere para su comunidad. Como hay numerosas Iglesias cristianas con diferentes formas de ver el único Evangelio y como se desiste del ministerio apostólico, el ser uno de los cristianos en la palabra y los Sacramentos no es una realidad. Es un deber de quienes pertenecen a Cristo, no vivir uno al lado del otro, sino acercarse unos a otros y orientarse en su único Señor y en su vida y su conducta, adoptando su voluntad como el parámetro de su obrar.
El ser uno en la Obra de Dios bajo los Apóstoles Los Apóstoles tienen una relación particularmente estrecha con Jesucristo. Él es su Enviador, ellos anuncian a los hombres la voluntad de Él. La comunidad que se reúne bajo los Apóstoles, se siente entonces comprometida a ser uno con el Enviador y sus enviados. Jesucristo habló en Juan 17:20 y versículos siguientes de la estrecha relación entre los discípulos que anuncian su Evangelio y aquellos que por su anuncio llegan a tener fe: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y
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yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Aquí se tiene a la vista el ser uno del apostolado y los creyentes. El ser uno, así como fue practicado en la primera comunidad de Jerusalén, tiene carácter de ejemplo para la comunidad de hoy. La “doctrina de los Apóstoles”, la “comunión”, el “partimiento del pan” (la Santa Cena) y las “oraciones” son elementos básicos del ser uno. Más allá, el ser uno se ve actualmente en p orientar todos juntos la vida conforme al Evangelio. p tener todos juntos la esperanza en el retorno de Cristo. p tener todos juntos la certeza de que los Apóstoles conducen a la comunidad en el sentir de Cristo y la preparan para su retorno.
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